Entradas de octubre de 2013

LA REPRESION SUBLIMINAL COMO POLITICA NEOLIBERAL

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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL

REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS

AÑO 13 – Nº 646/ Lunes 21 de Octubre de 2013

Producción: Andrés Capelán

Coordinación: Carlos Casares

COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR

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HOY:

1) LA REPRESIÓN SUBLIMINAL COMO POLÍTICA NEOLIBERAL

2) ALGO HEMOS HECHO RADICALMENTE MAL

3) LA ESCLAVITUD NO SE REGULA

4) SER GITANO EN BULGARIA

5) RUSIA ACORRALA A LOS HOMOSEXUALES

6) ARMENIA CONTRA LA IGUALDAD DE GÉNERO… Y LA U.E.

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“El mundo no necesita alternativas de desarrollo sino alternativas
al desarrollo.

El mundo no precisa aprovechar “mejor” el capitalismo, sino
transformarlo.”

. Renée Ramírez Gallegos

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1) LA REPRESIÓN SUBLIMINAL COMO POLÍTICA NEOLIBERAL

Alfonso J. Palacios Echeverría (Rebelión)

Hace ya algunos años se cuestionaba Mónica Vargas Aguirre (El
Siglo/La Insignia, Chile) lo siguiente: por la estrategia neoliberal
utilizada en función de producir la atomización generalizada de la
sociedad, las preguntas que aparecen como necesarias a responder se
relacionan con: ¿Cómo se producen estos cambios? ¿Qué fuerzas son
las que tienen que actuar para lograr que una población solidaria se
vuelva desconfiada y apática? ¿Qué fibras del funcionamiento social
hay que tocar para que las personas se muestren reacias a las
organizaciones? ¿Qué hay que hacer para que no se produzca el
encuentro entre los iguales?

Y respondía: primero debemos difundir políticas sociales que fomente
la competitividad entre los beneficiarios, es decir, dejar claro que
no alcanza para todos, sólo algunos serán los «beneficiarios». Es
necesario, por tanto, cumplir una serie de requisitos para alcanzar
algún pedazo de la torta.

A esta competencia por el recurso escaso producto de políticas
sociales fomentadoras del egoísmo más que de la solidaridad, se le
agrega una estrategia comunicacional que rescata la violencia y la
delincuencia como el hecho social que cruza todas las actividades
cotidianas. Se comienza a gestar ese «temor al otro», ese otro
cualquiera que es un abstracto sin figura, es un «puedes ser» del
imaginario colectivo de los habitantes de nuestra ciudad. Cuando la
población urbana se ve afectada por un temor profundo hacia aquel que
tiene a su lado, se enfrenta al dilema de relacionarse o no con ese
otro, la esquizofrenia se produce en la obligatoriedad de la relación
versus el temor a ésta.

Hoy, más que nunca, las personas deben salir de los hogares en busca
de satisfactores, la interacción con otros es una estrategia de
sobrevivencia, se sale al mundo como a la selva en la cual se corre el
riesgo de ser devorado. Se debe trabajar, producir, en función de la
obtención de los recursos financieros necesarios que permitan
adquirir en el mercado cosas, cosas indefinidamente descritas, ni la
necesidad ni el uso son claros. La única claridad es la dada por la
exigencia de consumo, consumo también difuso, la línea entre lo
indispensable y lo forzado a comprar es borrosa, se pierde en la
maraña del marketing generador de exigencias.

Las personas deben tener un nivel de consumo que les permita hacer
saber que existen, existencia supeditada a la capacidad de compra, ya
no hay alternativa posible, todo se transa, el mercado lo regula todo,
desde las más íntimas relaciones hasta aquellas más suntuarias
satisfacciones.

La doctrina de seguridad ciudadana viene a hacer las veces de
represión subliminal, que a la larga se traduce en autocensura, es
«un algo» que está en el aire y mantiene a las personas bajo temor
constante, que tiene que ver con una construcción psicológica a
partir de una imagen de sociedad insegura y violenta. Este miedo
provoca a su vez reacciones de autodefensa que pueden manifestarse en
agresiones. Esto pudiésemos pensar que es el tránsito de una
violencia que va desde lo imaginario a lo real.

Por otra parte la construcción por medio de imágenes y discursos de
la violencia vista sólo desde la dimensión delictual pone un manto
que hace invisible las otras violencias presentes en la sociedad y que
se relacionan con la injusticia y la inadecuada distribución,
aquellas violencias nacidas de un sistema que intenta presentar el
delito fuera del contexto en que nace y, por tanto, que no cuestiona
el modelo imperante sino que, por el contrario, revierte esta verdad a
su favor exagerando las consecuencias y minimizando las causas.
Permitiendo así consolidar el tercer eje del modelo neoliberal, es
decir, el individualismo y la no asociatividad.

¿A quién le sirve entonces la imposición de la doctrina de
seguridad ciudadana?, Bueno pues, es provechosa para aquellos que
tienen puesta la mirada en el corto plazo y que sólo ven por la
rentabilidad de sus propios capitales y jamás el bien social, le
sirve a los partidarios de la imposición del modelo.

¿Cuál es el peligro? El peligro es que este discurso sea asumido
como verdadero y sin mayor cuestionamiento por aquellos que están por
la justicia social y por un mundo más humano, sin capacidad de
proponer cambios, obnubilados por el perorata impuesta por los
sectores económica y políticamente poderosos. Si esto sucede, como
me temo que está pasando, se cierran las puertas a la construcción
de alternativas de funcionamiento de nuestra sociedad.

La batalla ganada por el liberalismo en el mundo dejó en un
debilitamiento tal a los pensadores y constructores de otras
tendencias que provocaron un mar de desencantados que creyeron estar
solos en la lucha y que se ahogaron en esa falsa creencia. Hoy es
tiempo de reencantarse y de salir al paso a aquel discurso que
transmite la promesa neoliberal. Hoy ya son suficientes los argumentos
que justifican la construcción de nuevas alternativas que permitan
una mayor equidad y sustentabilidad.

En el momento climático del Estado benefactor y del keynesianismo,
Marshall se atrevió a imaginar la justicia distributiva como algo
ligado a la ciudadanía y a la vez, a ésta última como instrumento
de lucha contra las desigualdades económicas (Ciriza, 2001, pp.3 y
4). El neoliberalismo ha invertido diametralmente este sueño: hoy la
desigualdad social desciudadaniza y la desciudadanización reproducen
ampliamente la injusticia. El neoliberalismo camina en sentido
contrario a lo que es la democracia en su definición mínima: el
conjunto de reglas, valores e instituciones que garantizan la
existencia de la ciudadanía.

Por varias razones, el neoliberalismo es fuente y nuevo contexto de la
violencia que hoy vive América Latina. Profundiza la injusticia
social y con ello los conflictos sociales, construye un Estado que
privilegia las penas y condenas del delito en lugar de su prevención;
al mismo tiempo debilita la presencia estatal en la sociedad y crea
los vacíos por donde se cuelan crimen organizado, delincuencia común
y poder y justicia informal. Y todo este contexto contribuye a la
crisis de legitimidad que ha sido la base de rebeliones y protestas
populares de los últimos años en la región.

Este clima de temor produce una represión subliminal en los
ciudadanos, y por ello mismo son orientados hacia la “no
participación” como medida de seguridad personal. Y lo que se
inicia como un encerrarse en su casa, salir lo menos posible, llega
hasta la indiferencia política, hasta el no ejercicio del derecho y
el deber de elegir los gobernantes.

Y uno se pregunta: ¿a quién o quiénes favorece la aplicación de
medidas mediáticas que nos inducen hacia “el miedo del otro? Y
extendiéndolo aún más: ¿recuerdan Ustedes cómo en la campaña
pasada caímos todos en la trampa de que el nuevo gobierno combatiría
hasta su eliminación la violencia y la criminalidad? Y sin pruebas
estadísticas confiables, sino basados en un amarillismo fomentado ex
profeso, los ciudadanos se tragaron esa rueda de molino creada por la
campaña de los paridos neoliberales, sin darse cuenta que era una
estrategia como la que venimos explicando.

La cuestión de hoy es ¿con qué nos saldrán hoy Liberación
Nacional, los socialcristianos y los libertarios? Ya no pueden volver
a utilizar el expediente de la inseguridad ciudadana. El daño ya
está hecho: vivimos atemorizados por la delincuencia común y la
delincuencia de cuello blanco que se entronizó en todas las
organizaciones, públicas y privadas. ¿Llegaremos al nivel de
barbarie que exhiben norteamericanos y europeos?

Como señaló Pablo Bilsky (Rosario, Argentina) además de invadir
países, las potencias del denominado Primer Mundo reprimen con
alevosía a sus propios ciudadanos indignados. Palos, balas y gases,
sumados a la cínica violencia simbólica de los medios al servicio de
las corporaciones. El ajuste con sangre entra, y en Estados Unidos. y
Europa los gobiernos parecen dispuestos a todo para salvar a los
banqueros. En Nueva York la policía destruyó miles de libros. En
Inglaterra, la prensa comparó a los manifestantes con “los
nazis”. La democracia, la política y la ciudadanía boquean, se
ahogan, se asfixian gaseadas. Todo para que respiren los mercados.

La división del trabajo funciona como un pulcro y preciso relojito,
propio del Primer Mundo, los países serios, maduros y bien
organizados. Los medios se ocupan de la violencia simbólica: ignorar,
ningunear, burlarse de los manifestantes que ejercen su libertad de
expresión, y sobre todo justificar la represión. La policía, por su
parte, tiene a su cargo la violencia física: palazos, balas y gases
asfixiantes. Los “mercados”, los que mandan, completan el cuadro:
ejercen y se benefician de la violencia sistémica, la violencia que
es inherente al capitalismo actual y su cada vez más injusto reparto
de la renta, la misma que denuncian los ciudadanos indignados que se
aguantan los palos, las balas y los gases.

Tan prolija división de tareas dentro del poder dominante devela la
tres patas de un esquema fundamentalmente dictatorial, tiránico, que
pisotea los derechos sociales y políticos de los ciudadanos, vacía
de contenido la democracia, o directamente la borra a golpes de
mercado.

Las mismas potencias que pretenden erigirse en árbitros de la
democracia, que trazan en el mundo los ejes del mal y del bien, que
deciden cuáles países pueden tener energía nuclear y cuáles no,
ejercen las formas más brutales de represión, tanto dentro de sus
fronteras como en el exterior, en los países que bombardean y arrasan
para saquear sus recursos naturales y luego beneficiarse con el
negocio de reconstruir lo que ellos mismos devastaron.

Reflexionemos, por favor, reflexionemos. Analicemos las propuestas de
los partidos políticos que lucharán por capturar el poder público,
si es que las tienen. Señalemos con el dedo a los mafiócratas que
nuevamente desean colocarse en los cargos de elección popular.
Todavía estamos a tiempo de no caer en la barbarie de esos países
que se consideran a sí mismo como desarrollados. Así como tampoco en
las prácticas de esclavitud y explotación de otros ubicados en el
oriente. Tratemos de conservar nuestra forma de ser. Despojémonos del
miedo que nos inocularon y seamos libres.

LUNES 21 DE OCTUBRE DE 2013 – COMCOSUR

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2) ALGO HEMOS HECHO RADICALMENTE MAL

Carlos Fernández Liria (Madrid Sur Alternativo)

Al parecer, Rafael Correa, presidente de Ecuador, ha dicho lindezas
del tipo: “Las pro-abortistas son un grupo de chiquillas
desubicadas, malcriadas, con las tonterías de siempre, un grupo de
jovencitas que no dan ni rabia, que dan pena y tristeza”.
“Manipuladas por las viejas politiqueras de siempre”. A mí esto
me parece una bellaquería sin límites.

Pero lo que es a mí, no me extraña nada. No todo va junto: uno no
tiene que dejar de ser un meapilas para ser un (más o menos)
keynesiano. No es la primera vez que me encuentro con esto. Cuando
estuve en Chiapas, en los años 1991-1992, había mucho debate en la
población indígena sobre el tema del aborto. El motivo es el
siguiente: había un movimiento indígena revolucionario vertebrado
sobre todo por los sacerdotes del obispo y teólogo de la liberación
Samuel Ruiz, quien valientemente les prestó públicamente su apoyo.

Los sacerdotes acababan en la cárcel cada dos por tres y los
indígenas salían masivamente en manifestación. No eran otros, por
supuesto, que el EZLN que se levantaría contra el ejército mexicano
el 1 de enero de 1994. A la sazón, el presidente del Estado de
Chiapas era un cacique asesino mafioso y corrupto del PRI, llamado
Patrocinio González (que luego pasó a ser ministro del interior). La
rivalidad con Samuel Ruiz era noticia todos los días. Patrocinio
metía sacerdotes en la cárcel y Samuel clamaba desde el púlpito a
miles de indígenas zapatistas para que organizaran la resistencia (y
bien que lo hicieron un año después).

Pues bien, a lo que iba: ¿qué se le ocurrió a Patrocinio González
para separar a la izquierda laica del zapatismo? Pues, sí, emprender
una iniciativa legal para despenalizar el aborto. Toda la Iglesia
mexicana puso el grito en el cielo y Samuel Ruiz se vio obligado
(quiero creer que él no era antiabortista) a encabezar las marchas
provida de Chiapas. Fue bochornoso. Para muchos en la izquierda fue
una línea roja. Fue una curiosa situación, en la que la izquierda se
vio apoyando al cacique criminal contra los zapatistas de Chiapas, que
siguieron al obispo de forma masiva.

Yo creo que la lección que tenemos que extraer desde la izquierda es
clara: no tenemos ninguna capacidad de competir con el catolicismo (y
mucho menos con el evangelismo o, en los países árabes, con los
hermanos musulmanes). Y así nos va. Así es que habrá que inventar
algo que funcione.

En Venezuela es peor, yo creo que si se hiciera un referendum, en el
chavismo ganarían por goleada los antiabortistas. Y entre las mujeres
tanto o más que entre los hombres.

Que quede claro: hay que despenalizar el aborto y hay que apoyar los
socialismos del siglo XXI. Esos procesos de liberación no son el
problema. El problema, más bien, consiste en nuestra nula capacidad
de combatir las ideologías religiosas que, por motivos históricos,
se cuelan en el proceso. Así está la cosa. Algo hemos hecho
radicalmente mal. Yo me voy a hacer hippie.

Carlos Fernández Liria es escritor y profesor de Filosofía en la
U.C.M.

LUNES 21 DE OCTUBRE DE 2013 – COMCOSUR

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3) LA ESCLAVITUD NO SE REGULA

Gustavo Duch Guillot (La Jornada

Que pocas corporaciones globales y fondos capitalistas estén
sistemáticamente pertrechando crímenes ecológicos y sociales en
todo el mundo –en forma de explotación de minas a cielo abierto,
expulsando pueblos de sus moradas, privatizando zonas marítimas o
acaparando las semillas– sólo se explica por una perfecta
arquitectura de impunidad construida con la complicidad de gobiernos
neoliberales, que, como un sastre particular, tallan a su medida
legislaciones que les protege y favorece. Por si tales mecanismos no
fueran suficientes, las propias empresas se acicalan con maquillajes
color verde solidario en tiernos espots publicitarios donde explican
su compromiso con el planeta y la humanidad.

Bajo esta farsa –insitucionalizada con el apelativo de
Responsabilidad Social Corporativa (RSC)– encontramos al BBVA,
Unión Fenosa, Repsol o Iberdrola, qué más da, presumiendo de lo que
no son: empresas comprometidas con la calidad de vida de las personas,
con el cuidado del medio ambiente, o una empresa que escucha a la
gente.

El mecanismo siempre es parecido. Primero se comete el delito,
explotar mano de obra o expoliar recursos naturales. A continuación,
como es lógico, llegan las denuncias, los reclamos, la lucha y se
deja en evidencia a tales corporaciones, y entonces, éstas
contratacan con directores de marketing en las cocinas que le dan la
vuelta a la tortilla. Nuestros negocios –dicen entre fogones–
favorecerán el desarrollo de la zona. Y finalmente llegamos a la fase
más perversa, cuando instituciones internacionales gubernamentales y
no gubernamentales «avalan y promocionan» el elegante vestido de la
prestigiosa marca RSC.

En este punto nos encontramos ahora, cuando el ya bien conocido y
denunciado fenómeno de acaparamiento de tierras está encontrando en
el Banco Mundial, la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) y en algunas ONG una inverosímil
legitimidad bajo el eufemismo de inversión agrícola responsable.
Fíjense en la trampa semántica, es la clave. Cuando el hacerse con
tierras campesinas –se calcula que al menos 80 millones de
hectáreas en todo el mundo han pasado al control de grandes
corporaciones, fondos de inversión e incluso gobiernos extranjeros,
generando enormes desplazamientos de personas que pierden sus raíces
y su sustento– cambia de nombre, y ya no es acaparamiento, sino
inversión, rápidamente se justifica tremenda injusticia. Eso es lo
que hay detrás de nuevos protocolos y regulaciones voluntarias que
estas instituciones proponen para descatalogar lo que son injustos e
inaceptables acaparamientos y colocarlos en la categoría siempre bien
vista de «inversiones» y sus supuestas bondades.

Los argumentos que defienden este tipo de regulación dicen que
permite diferenciar entre «negocios hechos con buenas intenciones»,
que generan empleo y economía, de los claramente acaparamientos y
todos sus estigmas, algo muy parecido a quienes justificaban la
esclavitud porque había buenos amos que mucho cuidaban del bienestar
de sus siervos. Pero, como dice GRAIN: «La esclavitud no se regula, se
declara ilegal. De la misma manera, cualquier enfoque serio para
luchar contra el hambre y la pobreza requiere garantizar a los pueblos
el control sobre sus tierras y territorios, no directrices y reglas
sobre qué puedan hacer las corporaciones y los inversionistas
extranjeros para trabajar para sí mismos. Lo que necesitamos no es
inversión responsable en tierras agrícolas, sino restitución. Por
esto queremos decir que en vez de tratar de hacer funcionar esta nueva
tendencia de financializar la tierra agrícola, se necesita detener
estos negocios y revertirlos, restituyendo las tierras a las
comunidades que vivían de ellas».

En esta línea también se han pronunciado los movimientos sociales de
América Latina y el Caribe (entre ellos CLOC-La Vía Campesina y el
MAELA) reunidos el pasado 7 y 8 de agosto en Bogotá, Colombia, en una
consulta continental para discutir sobre el concepto de inversión
agrícola responsable. Allí afirmaron que se deben rechazar cualquier
medida que siga promoviendo o justificando el crecimiento de la
agricultura industrial y agroexportadora, como la que se desarrolla en
los acaparamientos de tierra. Y que, en cambio, se necesita
fortalecer, en todo el mundo, el enfoque de la soberanía alimentaria,
basada en una agricultura gestionada por las propias comunidades, de
pequeña escala y para los mercados locales. De acuerdo, los
acaparamientos no se regulan se declaran ilegales.

(*) Coordinador de la revista Soberanía alimentaria, biodiversidad y
culturas

LUNES 21 DE OCTUBRE DE 2013 – COMCOSUR

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4) SER GITANO EN BULGARIA

Albena Dimitrova (Mediapart)

Los regímenes totalitarios del Este tenían una política activa de
asimilación. ¿Cómo se es gitano, censado administrativamente, en la
democracia post muro de Berlín? ¿Conllevan los discursos de
exclusión de los países llamados de acogida un deslizamiento
“desacomplejado” de los discursos y de las prácticas en los
países presentados como de origen de esas poblaciones?
Estadísticamente gitano, económicamente vuestro…

La población de gitanos de Bulgaria se hizo sedentaria hace muchos
siglos y, administrativamente, forma parte de la población búlgara
oficial desde el fin de la ocupación otomana en 1879. Pero su estatus
permanece diferenciado y sus derechos siguen siendo parciales en
relación al resto de la población. Durante los regímenes de
racionamiento (años 1930 y 1940), los datos conservados en los
archivos distinguen tres niveles para las raciones de alimentos. Para
el pan, por ejemplo, el racionamiento se realiza la siguiente manera:
un pan para el búlgaro étnico, medio pan para el búlgaro judío y
un cuarto de pan para el búlgaro gitano.

Con la llegada del régimen comunista en 1946, la monarquía
parlamentaria fue reemplazada por la República Popular y la igualdad
de todos fue inscrita en la ley. El Partido Comunista en el poder
financió y desarrolló un amplio programa de asimilación de todas
las etnias: escolarización, acceso a la salud, alojamiento y trabajo
asalariado para todos y todas. En aquella época, los gitanos fueron,
fundamentalmente, empleados en las granjas colectivas agrícolas, la
metalurgia, la policía subalterna, la construcción y los servicios
de limpieza de las calles y la recogida de basuras.

A partir de 1956 comienza una segunda fase de asimilación a través
de un cambio forzado de nombres con el objetivo de borrar las
diferencias administrativamente visibles.

Se prohíbe y multa la práctica de lenguas de origen étnico
diferente del búlgaro en los lugares públicos y se prohíbe la
enseñanza de las lenguas gitanas. Este programa de unificación
lingüística de los años 1960 fue promovido por el Partido Comunista
Búlgaro inspirado “en la ejemplar política francesa para la
protección de la lengua de la Ilustración”. El francés es
entonces la lengua oficial para todos los documentos búlgaros
internacionales y esto siguió siendo así hasta 1994.

En contrapartida, a una mejor cooperación en la asimilación, las
minorías obtienen cuotas de admisión en las universidades y un
refuerzo de las ayudas para el alojamiento y la salud. Los Hassan y
Djouhri se convierten en Assen o Yuri.

A la caída del muro de Berlín, en 1989, las poblaciones
económicamente débiles y socialmente frágiles, como los jubilados,
los inválidos o los obreros pobres, a sueldo del Estado, fueron las
primeras afectadas por la liberalización de los precios de la
electricidad y de la calefacción. Las políticas de apoyo fueron
congeladas. En edificios enteros, los habitantes calificados como
“gitanos” vieron como se les cortaba la electricidad, lo que
llevó a que manipularon los contadores para conectarse con los de los
edificios vecinos para calentarse durante los primeros inviernos de la
democracia. Este hecho provocó un primer amplio movimiento de rechazo
“antigitano” por parte del resto de la población búlgara.
Rápidamente, los barrios sufrieron la segregación mercantil del
sector inmobiliario y los gitanos fueron expulsados a la periferia de
las ciudades o al campo: los problemas de orden económico tomaron
abiertamente una forma étnica.

En 2007, año de la adhesión de Bulgaria a la Unión Europea, el
número estimado de la población búlgara de origen gitano era de
650.000 personas (Roma Guide, estudio de la fundación Open Society),
es decir alrededor del 8% del conjunto de la población búlgara.

Ser gitano en las estadísticas de hoy

El censo de los gitanos implica aproximaciones. En los documentos
administrativos no es fácil establecer una casilla “gitano”. El
modelo republicano búlgaro, igual que el de los demás miembros de la
UE, está fundado en la soberanía del conjunto de la ciudadanía y no
en la pertenencia a grupos étnicos. Es muy dificil establecer datos
fiables. Los estudios sociológicos tienen en cuenta informaciones
como la práctica de la lengua, la filiación familiar, la pertenencia
autodeclarada o, más recientemente, el censo de los habitantes de
ciertos barrios bien diferenciados, llamados “tziganska mahala”
(barrio gitano). Cualquier habitante de esos barrios de chabolas es
automáticamente considerado “gitano”.

La práctica de la lengua está fuertemente reducida por los decenios
de prohibición y no muestra más que a una pequeña parte de la
población gitana. La filiación familiar es también un criterio
diluido por los numerosos matrimonios mixtos fomentados durante el
régimen comunista. ¿Son gitanos o no los hijos de esos matrimonios?
Actualmente, las fuentes estadísticas son una mezcla de una
compilación de datos, que utiliza también listas oficiosas de las
maternidades en el momento del registro del parto, de los
establecimientos de la educación nacional en el momento de la
escolarización de los niños o también de los patronos a la hora de
la contratación.

¿Una racionalidad económica?

En las estadísticas nacionales, el paro de la comunidad gitana en
Bulgaria es del orden del 46%. El 8% que representa la población
gitana en la población búlgara ocupa cerca del 90% de los empleos de
recogida de basuras, tratamiento de residuos y limpieza de las calles
búlgaras y más del 70% de los empleos en la construcción. Con la
libre circulación de las personas en la Unión Europea, esta
población es muy utilizada por las empresas de subcontratación de
las obras públicas. Las empresas europeas que realizan trabajos
públicos en Europa (sobre todo las alemanas y francesas) subcontratan
cantidad de este trabajo a sociedades de construcción búlgaras.

Las condiciones salariales de esas subcontratas búlgaras en Alemania
o Francia son conforme a la legislación europea y sometidas al
respeto de la remuneración mínima fijada en el país comanditario de
la obra. Los contratos de trabajo son firmados por el empleador
búlgaro y son presentados como anexo del contrato de subcontratación
firmado con la sociedad alemana o francesa que ha conseguido el
concurso para una obra pública en su país. Es una parte visible y
reglamentada de las condiciones de trabajo que es objeto de múltiples
controles de la inspección de trabajo. Pero la cooperación
multilateral se detiene a ese nivel de las inspecciones, sin
investigar más lejos en las relaciones internas entre el empleador
búlgaro y sus asalariados empleados en las obras europeas.

Sin embargo, empleados de esas sociedades búlgaras informan de la
práctica habitual en esas empresas: en el momento de la firma del
contrato oficial, que será presentado como anexo en el contrato
principal de la subcontratación, al trabajador búlgaro contratado
por la sociedad búlgara se le “ruega” que firme una procuración
general para la gestión de su cuenta bancaria en la que son
ingresadas las remuneraciones por la duración del contrato. Esta
procuración se “otorga” a una persona exterior al contrato de
subcontratación. A menudo, los mandatarios de esas procuraciones son
personas físicas cercanas o miembros de la familia del patrón de la
sociedad búlgara.

El día de la paga, los salarios son debidamente ingresados en las
cuentas de los empleados búlgaros y así son visibles para cualquier
auditoría de la inspección del trabajo. Simultáneamente a ese giro,
es ordenado otro giro en sentido inverso por el titular de la
procuración general utilizando el pleno derecho que le concede ésta
sobre la cuenta del asalariado. El truco está en que esas
transferencias que sangran el salario legalmente contratado aparecen
como operaciones de privadas y no se vinculan directamente con el
contrato de trabajo de subcontratación en las obras de Europa. De ese
modo, los obreros búlgaros, gitanos y no gitanos, que trabajan en
esas obras son objeto de una doble negociación de salario: una, por
los inspectores franceses, alemanes; y otra, de forma interna a la
empresa búlgara, a mitad de precio para los búlgaros y un cuarto de
los precios para los gitanos.

Este doble tratamiento no es objeto de ningún control por parte de
las administraciones fiscales, ni de las de los servicios de trabajo.
Ninguna institución nacional o supranacional toma la iniciativa de
una investigación que permita una persecución judicial contra esas
prácticas invisibles de robo. A día de hoy, ninguno de los empleados
ha roto la omertá. Si los gitanos lo cuentan en privado, su palabra
pública es fuente de amenazas y de más represión aún. “Ir a
decir eso… Esa gente es poderosa y no corre ningún riesgo. Pero a
nosotros primero nos dan una paliza y luego, como hemos firmado, ya no
tendremos trabajo y se acabó…”.

Estrategia de supervivencia

Una brigada de obreros estacionarios de origen gitano fue reclutada
para hacer agujeros para la plantación de cipreses de gran tamaño.
El trabajo era en el campo, en Bulgaria, en la residencia secundaria
de un antiguo ministro. El trabajo debía ser hecho con urgencia pues
la supervivencia del ciprés desenraizado y transportado a larga
distancia necesita que se le plante rápidamente en el suelo.

La brigada de obreros gitanos es numerosa. Los obreros están
acompañados por sus familias y las furgonetas que les sirven de
alojamiento durante los trabajos están instaladas en las cercanías.
Durante la jornada de trabajo, las mujeres y los niños están
presentes en la obra. Los más fuertes de los niños transportan
cestas con tierra a la cercanía de los cipreses. Los más pequeños
corren alrededor. Los árboles son apilados, las raíces
cuidadosamente envueltas en sacos de plástico a la espera de que se
planten. Se produce una riña entre algunos niños y uno de los más
pequeños pierde el equilibrio y se cae entre los cipreses. Algunas
raíces quedan aplastadas y el chaval tiene dificultades para salir
del montón. El antiguo ministro propietario de la tierra es testigo
del incidente y sale furioso de su datcha gritando: “Quitadme de
ahí esa basura de gitano. Mi ciprés cuesta bastante más que esa
basura gitana”. El jefe de la brigada de obreros gitanos detinene el
trabajo. Pide que se le repita lo que acaba de decir y el propietario
lo repite. Entonces, el jefe de la brigada hace una señal a los
demás obreros y todos dejan en el suelo sus instrumentos. Hace otra
señal y todos abandonan el trabajo. “Puesto que nuestra gitanería
cuesta más barato que tu ciprés, entonces haz los agujeros tú
mismo”. La evacuación del campamento se realiza al cabo de una
hora, bajo los gritos de protesta del propietario y del jefe
paisajista de la obra. “Los cipreses deben plantarse esta noche. En
caso contrario se echarán a perder.

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