Entradas de agosto de 2015

TV DIGITAL: LA MONTAÑA PARIÓ UN RATÓN

1) Cierre de Fripur, sus dueños en el ojo de la tormenta –
2) Investigadores de Udelar consideran inaceptables las cláusulas de confidencialidad en los contratos entre el Estado y grandes inversores. –
3) TV Digital: la montaña parió un ratón –
4) La vida de Amodio en España: entre la militancia, la pasión por los libros y denuncias a un vecino por “torturas” –
5) Estreno de “El hombre nuevo” – «La mentira es una forma de documentar la verdad» – Entrevista a Aldo Garay –
COMCOSUR AL DÍA / AÑO 16 / Nº 2034 / NOTICIAS Y PENSAMIENTOS / Viernes 21 de Agosto de 2015 / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares

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«Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, que hay oportunidades para cambiar las cosas, entonces hay una posibilidad de que puedas contribuir para hacer un mundo mejor. Esa es tu alternativa». — Noam Chomsky
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1) El dueño de Fripur en el ojo de la tormenta
Alberto Fernández es amigo de los políticos y cónsul de Malta en Uruguay
(El País)

A tan solo 24 horas de dejar de producir, la pesquera Fripur generó un torbellino político. Es que su cierre no es uno más. Es el fin de una empresa que estuvo en el ojo de la tormenta por incumplir normas sanitarias, malas condiciones laborales, recibir onerosos préstamos del Banco República y salir siempre airosa.

Cuando se detectó, por ejemplo, que la planta industrial incumplía con normas sanitarias y la Unión Europea suspendió las compras de pescado uruguayo entre noviembre de 2007 y junio de 2008, se supo que las irregularidades habían sido denunciadas por inspectores de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), y que habían aconsejado multarla por US$ 150.000.

Tres años después, y cuando las exportaciones ya se habían retomado, el gobierno multó a Fripur con US$ 2.300. El episodio, que incluyó denuncias de remarque de etiquetas de vencimiento del producto, llegó a la Justicia pero la causa fue archivada.

Fripur era una empresa familiar dirigida por los hermanos Máximo (71) y Alberto (75) Fernández. La providencia de la firma se ha relacionado con el alto perfil y vínculo político de Alberto, quien pagó de su bolsillo a la congregación de las Hermanas Oblatas la confección de la banda presidencial que lució José Mujica, financió con US$ 15.000 su fiesta de asunción y le prestó en varias ocasiones su avión, gesto que ya había tenido con el presidente Tabaré Vázquez en su anterior mandato (2005-2010).

Pero Alberto no es sólo reconocido en el Frente Amplio, sino que aportó dinero a las comisiones de finanzas de diversos partidos políticos para las campañas electorales.

De hecho en la última elección interna, por ejemplo, invitó a otros empresarios a colaborar con la campaña del nacionalista Jorge Larrañaga. Alberto, que se encargaba de las relaciones públicas y ventas de la empresa en el exterior, también cosechó vínculos diplomáticos y se transformó en el cónsul general honorario de Malta en Uruguay. Según la página web del Ministerio de Relaciones Exteriores, el consulado funciona en Rondeau 2260, donde producía hasta el martes Fripur. Según otros registros de ese país, funciona en la calle Almirante Harwood, en Carrasco, donde vive el empresario.

Alberto también fue director y presidente de Grinfin S.A., una compañía pesquera de origen uruguayo pero que operaba en Argentina, que se constituyó en el año 1992 y que procesaba productos del mar además de capturar y realiza el tratamiento de la merluza Hubbsi.

En agosto del año pasado esa empresa adeudaba los sueldos desde hacía tres meses y no era la primera vez que ocurría, según denunció el legislador de la provincia argentina de Río Negro, Jorge Ocampos, al ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la provincia, Haroldo Lebed. «Los conflictos con los trabajadores son de larga data, así como las denuncias y cuestionamientos por parte de los gremios de marineros y de la industria de la alimentación, debido a la falta de controles de las autoridades, a los sistemas de capturas utilizados, a la sobreexplotación del recurso», dijo Ocampo.

La situación financiera de Fripur comenzó a complicarse desde hace varios años. En 2013 los hermanos Fernández intentaron vender la firma a empresarios chinos y en julio del año pasado se presentó a concurso de acreedores.

Justamente, en esto insistió el gobierno después de que se anunció que dejaba de producir. Tanto la ministra de Industria, Carolina Cosse, como el presidente del Banco Central, Mario Bergara, aseguraron que el elevado endeudamiento de Fripur «no arrancó este año» sino que «lleva décadas». «La empresa tiene una historia con el Banco República y una cantidad de acreedores en la cual no hay más nada para hacer», dijo la ministra Cosse.

Según supo El País, la sociedad entre los hermanos Fernández no sobrevivió hasta el final de Fripur, sino que se terminó hace meses y fue Máximo, el hermano de bajo perfil, el que enfrentó junto a sus cuatro hijos el cierre de la empresa. Desde el martes el olor a pescado desapareció de la calle Rondeau, pero varios actores, entre políticos y sindicalistas, están ahora dispuestos a revisar si algunos quedaron debajo de las piedras.

Denuncian que Fripur desvió dinero que pidió en el BROU.

Wilson Márquez, integrante del sindicato de la pesca (Suntma), hizo referencia el martes a los préstamos que le dio el Banco República (BROU) a la empresa pesquera. Márquez aseguró que «en Fripur hubo siempre irregularidades de todo tipo. El Banco República les prestó no sé cómo cuánta plata para que pudieran mejorar las condiciones de la empresa y así poder llegar a más destinos europeos. ¿Pero sabés qué pasó? Se llevaron todo, tanto Máximo como Alberto Fernández para otros emprendimientos relacionados a la energía eólica», dijo el sindicalista.

Los trabajadores fueron ayer al Parlamento a la Comisión de Trabajo de Diputados y denunciaron que los empresarios desviaron los recursos que pedían en el BROU y otros bancos hacia otros destinos, lo que fue catalogado como «gravísimo» por varios legisladores que anunciaron que citarán a las autoridades del banco estatal para que expliquen los criterios utilizados para otorgar los préstamos y los controles que se realizaron. La deuda total de Fripur es de unos US$ 70 millones, de los cuales US$ 40 millones se los deben al República.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 21 DE AGOSTO DE 2015
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2) Investigadores de Udelar consideran inaceptables las cláusulas de confidencialidad en los contratos entre el Estado y grandes inversores.
Virginia Recagno (La Diaria)

“El problema es mucho más que económico”, estableció desde un principio el investigador Andrés Rius, coordinador de una publicación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre las oportunidades y riesgos que traen las grandes inversiones al país. Desde la perspectiva de un desarrollo humano sustentable, se concluye que los proyectos que se han llevado a cabo en la última década “carecen de un marco estratégico e institucionalidad” necesarios para una gestión ambiental que “asegure el principio de equidad entre las generaciones actuales y las futuras”. “Poco a poco, el Estado debería ir dejando atrás la dependencia y aumentar los niveles de cautela”, concluyó Carlos Bianchi, otro participante del análisis.

Para la publicación, en la que participaron varios investigadores del Instituto de Economía (Iecon) de la Universidad de la República, se consideraron grandes inversiones los proyectos que implicaron más de 80 millones de dólares y que fueron realizados en el país después de 2005. Teniendo en cuenta la idiosincrasia de Uruguay, los efectos de éstas estarán altamente condicionados por la calidad de las políticas que las encuadran, la capacidad del Estado para efectivizarlas y el respaldo del espectro político que pueda dar señales de estabilidad.

Según Bianchi, “excesos de expresividad y efusividad” del sistema político con respecto a un determinado proyecto “generan a la empresa que se está instalando en el país un poder político” que durante la negociación inclina la balanza a su favor. “Como pasó con Aratirí, que la empresa le ponía plazos al gobierno”, ejemplificó, junto a otros casos como el del puerto de aguas profundas y las plantas de celulosa. Algo parecido sucede cuando las grandes inversiones han estado precedidas por un acuerdo entre el país de origen y Uruguay, como el caso de Philip Morris. “No han generado problemas monumentales, pero tienen riesgos”, opinó Rius.

Pero no todo implica riesgos; las grandes inversiones pueden ser positivas pero “requieren cautela” y en esto “las políticas públicas son claves”, sostuvo Ruis. Algunas necesidades que se perciben son la generación de “restricciones realmente limitantes a acuerdos internacionales” y la “inserción institucional” de una política ambiental, al igual que un “debate político” que la fortalezca. También en este punto, los investigadores consideran “preocupante” que se mantengan las cláusulas de confidencialidad una vez firmados los contratos entre inversores y gobierno: “Parecería que contemplan demasiado las preocupaciones de los privados y descuidan relativamente las de la ciudadanía”, la cual, estiman, debería ser “participante de la discusión”, pero para eso “necesita información”.

Tomando el presupuesto de las agencias regulatorias -en Uruguay, la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama)- como expresión de su prioridad para los gobernantes, Bianchi concluye que la preocupación desde el gobierno viene en aumento. “A partir de 2005, el gasto correspondiente a la Dinama crece más que el PIB [Producto Interno Bruto], pero hasta 2011 no recupera el terreno perdido respecto de 1999”. Como porcentaje del gasto público total pasó de casi 0,09% del PIB en 2005 a más de 0,14% en 2014.

Desde la perspectiva contemplada, las grandes inversiones “no son necesariamente una bendición ni una maldición”. Al día de hoy, los autores consideran que el país va “dejando atrás el período de ‘hambruna’ de inversiones” y, por ende, debería modificarse la posición del gobierno ante las oportunidades de negociación. “Uruguay no rechazó nunca una gran inversión, pero es hora de reducir los niveles de dependencia y aumentar los de cautela”, consideró Bianchi. Por su parte, Rius acotó que “un país que sale corriendo detrás de los inversores y les da todo lo que piden no parece estar preparado para hacer las mejores negociaciones”.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 21 DE AGOSTO DE 2015
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3) TV Digital: la montaña parió un ratón

Giró y VTV tendrán seis meses más para empezar a transmitir por aire
(El Observador)

Decreto del Poder Ejecutivo marca el plazo límite para abril de 2016 y elimina el «apagón analógico»

Un fallo del Tribunal de lo Contencioso Administrativo (TCA) hizo caer el decreto de televisión digital y el gobierno ya tiene listo la nueva norma que reinstaurará el sistema. El texto, al que accedió El Observador, tiene dos novedades que implican cambios a lo previsto por el gobierno de José Mujica: elimina el apagón analógico y le da seis meses más a los nuevos canales para empezar a emitir.

El nuevo decreto que regula la asignación de canales digitales marca como fecha límite abril de 2016 para que las empresas de TV de capitales departamentales empiecen a transmitir. De este modo, Giro y VTV, que operarán como canales abiertos en Montevideo, tendrán indirectamente una nueva prórroga de seis meses para prepararse. Ambas empresas estaban atrasadas para empezar a emitir y ya habían pedido las últimas prórrogas que se les permitía.

La fecha que estaba vigente previo al fallo del TCA para que Giro y VTV iniciaran sus operaciones era octubre de 2015. La decisión del TCA le dio la razón a un reclamo realizado por Cablevisión y de ese modo derribó todas las decisiones que se habían tomado durante el gobierno de Mujica con respecto a este tema, incluyendo la asignación de canales y el inicio de transmisiones.

Cablevisión, que pertenece al grupo Clarín, alegó que los decretos de la administración anterior le generaron un perjuicio ya que al quitarle ondas debió reducir a 80 su cantidad de señales. El Tribunal consideró válido el reclamo puesto que el gobierno no había dado vista previa a ninguno de los decretos que aprobó. El nuevo texto del decreto, al que accedió El Observador, ya comenzó a repartirse entre los posibles interesados, quienes tendrán cinco días hábiles para hacer sus descargos. En caso de que no reciba comentarios, pasará a tener la firma del Ejecutivo y quedará vigente.

En su artículo 6, el proyecto emitido por el Ministerio de Industria y la Dirección Nacional de Telecomunicaciones señala que el inicio efectivo de las transmisiones de TV digital abierta deberá realizarse antes de abril de 2016 en las capitales departamentales. En el resto del país, la fecha límite es un año más tarde, hasta abril de 2017.

El texto ratifica al artículo 5 del decreto 82/015 del 27 de febrero de este año, que enumera las frecuencias que serán destinadas a la televisión digital abierta en todo el país. Se reserva para el área metropolitana cuatro canales para la televisión pública, cinco para televisión comercial y cinco para empresas sin fines de lucro. Para el resto del país destina tres canales para televisión pública, tres comerciales, y tres comunitarios o sin fines de lucro.

En su artículo 4 confirma la asignación de un canal de los tres públicos al Sistema Público de Radio y Televisión Nacional (SPRTN) para el interior.

Por su parte, el nuevo proyecto elimina el concepto de «apagón analógico». En cambio habla de «cese» de emisiones analógicas, pero lo deja librado a la voluntad de los operadores. «Una vez que se produzca el cese de las emisiones de radiodifusión de televisión analógica de cada uno de los actuales titulares de servicios de radiodifusión de televisión comercial, cesará la correspondiente autorización y asignación otorgada para el uso de las frecuencias», establece el artículo 5 del nuevo texto.

En otras palabras lo deja librado al mercado. Cuando la población tenga todos los instrumentos para poder recibir la televisión digital, los medios dejarán de emitir en analógico. A partir de entonces, quienes deseen recibir la nueva señal deberán tener un televisor con ISDBT o de lo contrario obtener un decodificador externo. Los canales privados (4, 10 y 12) ya emiten señales digitales y cualquier televisor con ISDBT puede recibirlas.

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4) La vida de Amodio en España: entre la militancia, la pasión por los libros y denuncias a un vecino por “torturas”
Ricardo Scagliola (La Diaria)

Faroles, casas de dos plantas con techos de tejas, olivos. Así es el Pasaje de Matías Gutiérrez que Héctor Amodio Pérez eligió para vivir en Cobeña, una pequeña localidad de unos 6.921 habitantes. En este pueblo, a 15 kilómetros del aeropuerto de Barajas, Madrid, Amodio tomó contacto con la militancia del partido español Izquierda Unida (IU). En un principio, Amodio comenzó imprimiendo algunos folletos, aunque con el tiempo fue agregando responsabilidades: abrir y cerrar el local partidario, organizar charlas o aportar ideas para algún spot.

Los vínculos entre Amodio y una parte de la militancia del grupo local de IU se deterioraron hace cuatro años, luego de que el ex tupamaro fuera sancionado por la Policía por dejar el auto mal estacionado. Advertido de la infracción, Amodio fue al ayuntamiento a denunciar a sus compañeros de partido, achacándoles la responsabilidad del estacionamiento irregular del vehículo. Tras la incriminación se sucedieron algunos cruces en el grupo local de IU, que hace poco conoció la derrota. En las últimas elecciones fueron desplazados del gobierno a manos del Partido Popular (PP) y pasaron de tener seis a tres concejales. Una de ellos, Celia del Bosque -que inició una campaña en las redes en apoyo a su compañero- es la pareja de Amodio.

El ex guerrillero tupamaro y su compañera trabajaron juntos en un negocio ubicado en el número 10 de la calle Torregrosa, en Madrid. Iban y volvían juntos a Cobeña en el día. La empresa se llamaba Walbosque, una combinación de “Walter” (el nombre de pila adquirido por Amodio gracias al acuerdo entre las dictaduras de España y Uruguay) y “Bosque”, del apellido de Celia.

Las marcas de su pasaje por la clandestinidad parecen hacerse visibles en los rastros de la imprenta. La estructura de la tienda era así: adelante funcionaba una inmobiliaria, que gestionaba su actual compañera, mientras que la imprenta (de la que Celia aparece como administradora y Amodio como apoderado) se ubicaba en el fondo. En los últimos años, el negocio se fue a pique: la empresa se declaró insolvente en 2006. La declaración de insolvencia fue presentada por una de sus empleadas, Ana Escudero, que cuenta de este modo sus días con quien por entonces se hacía llamar Walter Correa: “En esta empresa podía desarrollar más la parte creativa de mi trabajo. Seguía con la maquetación de revistas médicas, principalmente, pero también hacíamos congresos, realizando carteles, trípticos, logotipos”. Jamás de los jamases pensó que su jefe era Amodio Pérez: “Ni puta idea”.

Varios vecinos de Cobeña consultados por la diaria destacaron dos características salientes del hombre de dos identidades: lo recuerdan como un “gran lector” -incluso ha colaborado con libros para la biblioteca del pueblo- y mejor cocinero. Su especialidad: el conejo al ajillo. Nunca se caracterizó por ser muy sociable. Quizá eso haya amortiguado el impacto de su retorno a Uruguay: “Ni fu ni fa”, explicó a la diaria el policía encargado de la seccional mientras el comisario está de vacaciones. La última vez que llamó a la Policía de Cobeña fue hace unos meses, luego de que un grupo de escolares lanzara al patio de su casa una tapa de alcantarilla. Un patrullero fue hasta el lugar, pero los niños se echaron las culpas entre sí y el episodio quedó en eso.

Más ruido generó la denuncia que el hombre señalado como “traidor” del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) presentara contra uno de sus vecinos por los ladridos de sus galgos. Este episodio lo llevó a enviar una carta al director de la publicación Alboroque, de distribución gratuita en el pueblo. La misiva, publicada en la edición de diciembre de 2009, comienza haciendo referencia a una respuesta que el defensor del pueblo envió a una de las asociaciones de vecinos afectados por los vuelos del aeropuerto de Barajas, donde sostiene que “la exposición a ruidos de 75 decibeles constituye una agresión y su reiteración, una tortura”. Para avalar esa constatación, Amodio (o Walter Correa) recuerda que “en la década de los 50 el Ejército francés lo empleó para torturar a los presos argelinos y lo mismo hicieron los ejércitos de todas las dictaduras latinoamericanas”. “Es un método de tortura muy eficaz y económico, ya que sus víctimas caen en un estado de estrés insoportable”, sostiene. “Sólo hace falta un balón, una moto, un aparato de radio o televisión, una jauría de perros y una gran dosis de desprecio hacia los vecinos. Considero este desprecio un elemento fundamental, ya que si existiera, aunque en forma mínima, esa tortura no la estaríamos padeciendo”, dice más adelante.

Y entonces, a los bifes: “Desde hace cuatro años, exactamente el 2 de noviembre de 2005, venimos soportando los ladridos y aullidos de una jauría de galgos que malviven anexos a mi vivienda. Durante estos años intentamos, inútilmente, que el dueño de los galgos dejara de torturarnos”. Y luego: “Hasta el día de hoy, 16 de noviembre, aunque me consta que se han hecho gestiones, la situación continúa exactamente igual que hace cuatro años, con la diferencia que tengo que salir de mi casa todos los días recordando que estoy amenazado y recordando también la advertencia de mi abogado: tienes derecho a defenderte si te atacan, pero recuerda que tendrás que demostrar que fue en defensa propia”. Luego de esa alusión cuasi profética, y antes de estampar su firma con el nombre Walter Salvador Correa Barboza, el escriba se pregunta: “¿Tendré que dirigirme al defensor del pueblo?”. El defensor del pueblo al que hacía referencia es Mujica. Enrique Mujica.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 21 DE AGOSTO DE 2015
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5) Estreno de “El hombre nuevo”
«La mentira es una forma de documentar la verdad»
Entrevista a Aldo Garay
Mariángel Solomita (El País)

Stephanía Mirza y Aldo Garay se conocieron a comienzos de la década de 1990, cuando el documentalista la entrevistó junto a otras travestis Yo, la más tremendo, de 1995. “Había que animarse a ser travesti en ese momento, tenías que ser muy valiente”, opina el director.

Así como a Julia Brian, a quien convirtió en la protagonista de El casamiento (2011), siguió estando al tanto de la vida de Stephanía y con ella realizó El hombre nuevo, documental premiado en el Festival de Berlín que llega hoy a la cartelera local.

Antes de ser Stephanía fue Roberto. Nació en Nicaragua, vivió junto a otros 15 niños en una casa humilde y con un padre golpeador. En la calle conoció a una pareja de tupamaros vinculados a la revolución sandinista que lo adoptó. Todavía en Nicaragua, le enseñaron las tareas de un revolucionario y lo convirtieron en un maestro con 10 años. Cuando volvieron a Montevideo, Roberto quiso venir. Acá “el hombre dejó de ser hombre” -como dirá su padre en la película- y se convirtió en Stephanía; así la conoció Garay, un director que filma pensando en plasmar la lógica de su personaje en cada escena. Durante la película la acompaña mientras cuida coches, busca dónde dormir, come, se depila, peina, elige ropa, va a un cibercafé y se reencuentra con su familia biológica.

Garay vuelve a demostrar su inteligencia y sensibilidad como director al construir los planos que mejor definen a sus protagonistas: sin llantos, confesiones o reencuentros emotivos. Esas ausencias y esos personajes siempre han estado en la carrera de Garay, un director de documentales (y una ficción, La espera) con temas que también abarcan a un boxeador (Bichuchi sobre Alfredo Evangelista) y a un extupamaro (El círculo codirgida con José Pedro Charlo). Es uno de los directores importantes del cine uruguayo.

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—¿Cómo te paraste como director durante el encuentro de Stephanía con su familia en Nicaragua?

—La situación es un poco compleja, porque si bien sos consciente de que estás haciendo una película que está retratando un momento crucial de tu protagonista, muchas veces te corrés y dejás de ser el director y también estás pendiente de los asuntos más inmediatos, más humanos.

—Por eso en la película no se ve ninguno de los primeros reencuentros.

—Siempre tuve claro que no quería el efecto Gente que busca gente. Comprobé haciendo televisión que es muy natural que la gente retratada replique formatos o formas de reaccionar que ve en la televisión: vos no les decís nada pero ellos creen que estás buscando eso, la emoción, que lloren.

—Más en un caso como este: pasaron 30 años sin verse.

—No quedó en el corte final, pero una de sus hermanas contó que había enviado una carta al Show de Don Francisco buscando a Stephanía. Elegir si filmar eso o no tiene que ver con mi punto de vista. Vos tenés que limpiar, pensar qué vas a buscar, porque yo trabajo sobre cierta continuidad emocional del personaje, pero otra cosa es el golpe bajo. En el momento del rodaje se te pueden confundir; por las dudas filmé un solo encuentro.

—Más allá del rodaje, ¿acompañaste a Stephanía en esos momentos?

—Guardé una relativa distancia. De todas formas pasó lo que me imaginé: o eran encuentros muy fríos o no se decían nada, había como una parálisis general. Imaginate la situación: ella regresa con otra identidad, después de 30 años, a un escenario y a una familia donde lo evangélico pentecostal tiene mucha fuerza.

—¿Te interesa la religión?

—No soy religioso pero me interesa como uno de los tantos refugios que elige el hombre. Y me seduce mucho el imaginario de las personas que creen.

—Registraste una escena en el templo que parece funcionar como un punto de inflexión para el personaje.

—Ahí Stephanía se da cuenta que volver significaba regresar a una identidad que no quiere tener. En Nicaragua la religión le ganó a la ideología y para ella sería complejo vivir en una sociedad donde todo está regido por un Dios que la condena. «Tenés que volver al modelo original», le dice el pastor.

—Dijiste que querías evitar los temas en tu cine, sin embargo la película los sugiere desde su título.

—Soy muy consciente del nombre, lo evalué mucho. Surge del concepto del Che Guevara, pero él hablaba de una humanidad nueva, no de un hombre. Creo que es muy aplicable a Stephanía por varias cosas: ella representa a un hombre que rompe las objeciones sociales, que cambia, se transforma. Que quiere algo distinto y supera muchas cadenas de las que estamos presos. La película tiene muchísimos temas posibles, incluso podría dividirse en un montón de reportajes temáticos: lo político, lo religioso, lo identitario, el abandono. Hay otro grupo de ideas que puede ir por el lado de la soledad, la discriminación… pero todas esas cosas, como temas en sí, no me interesan, no me dicen absolutamente nada. Lo que a mí me importa es la historia que está mezclada ahí.

—Se habla de una familia adoptiva que no se muestra, ¿por qué?

—No quiso participar, y eso ya condiciona parte del relato, pero podría haber apelado a otro tipo de recurso para cubrir ese vacío. Por ejemplo convocar a otros militantes del MLN que conocen la historia de Roberto/Stephanía, pero, ¿qué película sería? Acá hay una construcción del imaginario, que es el imaginario de ella y que hay que cuidarlo, no lo puedo romper por asuntos que parecerían más impactantes.

—Entonces, lo que más te interesa es la construcción de este imaginario.

—El imaginario y la historia, las dos fuerzas van empujando. A mí no es que no me importe la verdad, pero no quiero que veas la realidad que yo percibo, porque estoy convencido de que vos ves una y yo otra. Me gusta retratar ese punto medio, y a veces hasta dejo anular mi propia percepción de la realidad. Hago el trabajo que creo que hacen los actores: me meto en la piel del otro para poder entender su lógica.

—¿Y si te mienten?

—Creo que la mentira es una forma de documentar la verdad muy potente. En Yo, la más tremendo (1995) creo que casi todos los entrevistados mienten y me parece el retrato más verdadero que hice. Ahí empezó a madurar esto de que lo más importante es el imaginario: cómo cada uno se percibe y construye su mundo, ese proceso me interesa.

—Filmás cada vez menos, ¿cómo elegís qué es lo importante?

—Hay una mezcla entre esperar y observar, y provocar. Diseño todo esto en papel antes del rodaje. Siempre me pregunto qué es lo que puede hacer inolvidable a una persona, ¿la lucha por no quedar calva? Entonces mi elemento es el pelo. Lo que come. La ropa. En este caso, la movilidad: eso de no importarle ya dónde está ni dónde duerme, en términos narrativos, ¿no? Esa es la base sobre la que empiezo a construir, y luego veo si se potencian en el rodaje, o no.

—Usás imágenes de Yo, la más tremendo como recurso narrativo, ¿cómo creés que le afecta a Stephanía verse 20 años más joven?

—Cuando se mira creo que es un ejercicio que nos invita a hacernos todos: mirarnos retrospectivamente y ver qué fue, qué somos, qué podríamos haber sido. Es un juego y un recurso emocional poderoso. Es fuerte porque hay un montón de ilusiones rotas ahí, y también hay mucha valentía, porque no es fácil decidir ser otra persona, que por otro lado es una fantasía común de la humanidad: querer ser otros.

—¿Qué te dejó esta película?

—Me permitió seguir sumando en eso que es conocer mucho a la gente, y comprobé que si uno se para sobre cómo descubrir un imaginario, el cine es infinito.

¿Se le paga al personaje central de un documental?

El cine de género documental representa la mayoría de los estrenos locales. Desde hace unos años ciertas cuestiones éticas en relación al trabajo con sus protagonistas, personas que están prestando su historia y su vida como materia prima de una película, están en discusión. Entre ellas, hay distintas posturas acerca de si al protagonista le corresponde cobrar o no por su participación en el documental.

Consultado sobre cómo lo afecta la situación económica de su personaje, así responde Garay: «Vos pensás una película, pedís dinero a los fondos públicos, los técnicos cobran por su trabajo, vos cobrás, todos cobran, ¿y el que está siendo retratado? Yo creo que los protagonistas tienen que cobrar porque están perdiendo su tiempo para dárselo a tu película. Además hay casos particulares, como el de Stephanía, que vive en la calle.

A mí la pobreza no me interesa para explotarla en el cine pero tampoco puedo mirar para otro lado cuando trabajo con esa situación. Yo creo que lo que puede ayudar a Stephanía a salir de la calle no es contar dónde duerme sino contar su épica, que es lo que hace en El hombre nuevo. La protagonista recibió un pago por su tarea, y además es socia y productora de la película: si el film recibe más dinero, ella también lo hará.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 21 DE AGOSTO DE 2015
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COMCOSUR AL DÍA ES UNA PRODUCCIÓN DE COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / Desde el 19 de Junio de 1994 / Coordinación : Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL: Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO/URUGUAY / comcosur@comcosur.com.uy / Apoyo técnico: Carlos Dárdano / Comcosur se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes y no cuenta con ningún tipo de apoyo institucional ni personal./ Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este boletín,no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur sobre los temas en cuestión./ Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) / http://www.comcosur. / Y ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook

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HONDURAS: MUJERES Y HOMBRES CONTRA LA MINERÍA

COMCOSUR MUJER
Fundado por Yessie Macchi
AÑO 11 -No. 461/ Miércoles 19 de agosto de 2015
COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
Coordinación y búsqueda: Beatriz Alonso, Cecilia Duffau y Carlos Casares
Apoyo técnico: Carlos Dárdano
Ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook
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«Hay que dar vuelta el mundo. Cada lágrima que corre allí donde podría haber sido evitada, es una acusación…” Rosa Luxemburgo
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NOTICIAS

HONDURAS
CONTRA LA MINERIA:
MUJERES Y HOMBRES VIVIENDO EN LIBERTAD Y DIGNIDAD

ARGENTINA
SIMPLEMENTE ZITA

URUGUAY
MÁS QUE TERNURA

TEMAS DE COMCOSUR MUJER
I – LAS MUJERES NO SE RINDEN
ECOFEMINISMOS Y DESARROLLOS EN AMÉRICA LATINA
II – INDIA AL SÁHARA, DE ARABIA A EEUU
CINCO MODALIDADES DE RAPTO DE MUJERES
III – CUANDO LA VIOLENCIA SEXUAL ES ARMA DE GUERRA
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HONDURAS
FORO DE MUJERES POR LA VIDA:
MUJERES Y HOMBRES VIVIENDO EN LIBERTAD Y DIGNIDAD

COMUNICADO

Nosotras, las 17 organizaciones articuladas en el Foro de Mujeres por la Vida, que desde el feminismo luchamos por una nueva visión del mundo donde mujeres y hombres puedan vivir en libertad y dignidad. Ante el Cónclave Internacional de Minería” que se realizara el 12 y 13 de Agosto en San Pedro Sula y que tiene por objetivo la creación de una «organización mundial de la minería” en esta ciudad, manifestamos lo siguiente:

1. La acumulación del capital en el mundo, tiene su origen en el saqueo de los bienes y conocimientos de nuestros pueblos. Las mujeres históricamente nos hemos enfrentamos al desalojo y despojo de territorios, fuerza de trabajo y de nuestros cuerpos, es un atentado contra la vida de todos y todas en general. Por eso, estamos claras que el modelo extractivista lo único que genera es más pobreza, y violencia en nuestras comunidades.

2. Honduras es un Estado estructurado desde el patriarcado neoliberal y desde la ideología militar con su consecuente violencia guerrerista. De allí que el conjunto de leyes aprobadas en los últimos años han ido encaminadas a controlar, despojar y someter al pueblo. Se ha cambiado la normativa nacional para ponerla al servicio del interés privado, y se ha servido de los tres poderes del Estado para llevarlo a cabo, en circunstancias que realmente evidencia que en Honduras no existe un Estado de Derecho, ni los funcionarios cumplen con su deber de impulsar leyes que beneficien a las grandes mayorías. Prueba de ello es la aprobación de: La Ley de Zonas de Empleo y Desarrollo Económico, (Ciudades modelo), Ley para el fomento de la inversión publico privada, (COALIANZA), Ley para la Protección y la Promoción de las Inversiones, Ley para la generación de energía hidroeléctrica (represas), la Ley de minería para garantizar la seguridad jurídica de las inversiones, la Ley de la Policía Militar y el Orden Público, la Ley para la Reconversión de la Deuda Publica, la Ley de protección social, entre otras .

3. Los proyectos mineros en nuestras comunidades atentan contra nuestra vida, nuestra cultura, nuestra salud, contra el desarrollo real de nuestro pueblo y violentan normativas nacionales e internacionales vinculadas a los derechos humanos de las comunidades indígenas, garífunas, campesinas, obreras y a la población en general.

4. Denunciamos un gobierno que está en contra de su propio pueblo y a favor del gran capital transnacional extranjero, que compra cuerpos y conciencias. Estamos cansadas de la explotación indiscriminada de nuestros bienes no renovables, que nos recuerdan que la colonización no cesa en nuestras tierras.

5. A la par denunciamos la situación precaria que viven las mujeres defensoras de nuestros bienes naturales comunes y públicos que a diario, ponen en riesgo la vida, que son criminalizadas, acusadas de dividir las comunidades. Junto a ellas seguimos el ejemplo de defender la vida, nuestro cuerpo como primer territorio y nuestra tierra como parte nuestra.

6. Exigimos que se cumpla el derecho a la vida, la autodeterminación de los pueblos, la consulta previa, a la no violencia, al desarrollo sostenible, al territorio, al agua que permanentemente exigen las y los pobladores frente al modelo extractivista y las minerías en particular. Nos indigna que sigan llamando progreso al saqueo y al desplazamiento forzoso de comunidades, donde ya no se puede habitar libremente.

7. Como mujeres cuidadoras de la tierra y constructoras de la paz exigimos que nos dejen vivir en libertad y dignidad ya que los y las niñas y nosotras somos las principales afectadas cuando se contaminan nuestras fuentes de agua con metales pesados, cuando nos dejan sin tierra para sembrar y afectan nuestra soberanía alimentaria, nuestra cultura.

8. Reiteramos nuestro total rechazo al «Cónclave Internacional de Minería” y al plan perverso de la administración liderada por Juan Orlando Hernández que intenta continuar el saqueo de los bienes naturales comunes de nuestra Honduras. Y, le recordamos al Estado de Honduras y a las naciones que se presten para seguir perpetuando la miseria en nuestro territorio, que estaremos atentas, vigilantes, dispuestas y decididas a construir el país que merecemos y merecen nuestros hijos, hijas, compañeros. ¡Este territorio es nuestro y las mujeres vamos a defenderlo!

La matria no se vende, se cuida y se defiende.

Por los sueños truncados, por las sonrisas borradas, por las vidas arrebatadas, las mujeres exigimos ¡Justicia!

Foro de Mujeres por la Vida / COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015

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ARGENTINA.
SIMPLEMENTE ZITA

Feminista sui generis, intuitiva, con un corazón así de grande; funcionaria sin remilgues, renuente a prerrogativas, de espíritu naturalmente igualitario: Zita Montes de Oca (1944-1998) se politizó muy joven y evolucionó hasta trabajar activamente durante el gobierno de Alfonsín en temas específicos de la mujer.

Se la conocía así a secas. Ese apellido, Montes de Oca, con antepasados de conquistadores y olor a pampa húmeda, provenía de su marido.

Inició su carrera política en 1967 con “Signos de nuestro tiempo”, grupo que llevó a cabo un acercamiento entre católicos y marxistas. Cinco años más tarde, se afilió a la Democracia Cristiana y, en 1990, a la Unión Cívica Radical. Después de desempeñarse como Coordinadora General de Asuntos de la Mujer del Ministerio de Salud y Acción Social (1983-87), Zita estuvo al frente de la Subsecretaría Nacional de la Mujer (1987-1989) en el marco de la Secretaría de Desarrollo Humano y Familia del Ministerio de Salud y Acción Social.

El 8 de marzo de 1984, primer Día Internacional de la Mujer en el nuevo período institucional, el flamante presidente Raúl Alfonsín hizo referencia al tema de la nueva secretaría, y prometió constituir una Dirección de la Mujer. Esta instancia era reclamada por las organizaciones feministas en sus manifestaciones y proclamas. Tal proposición cobraba sentido en el contexto del acto público organizado en aquella ocasión, sin duda exitoso considerando su inesperada capacidad de convocatoria. Un evento destacado, no sólo por el elevado número de asistentes sino también por el abanico de organizaciones que participaron: grupos feministas, el movimiento estudiantil, figuras destacadas del ámbito de la cultura, sindicalistas, periodistas, exiliadas de vuelta al país, Madres de Plaza de Mayo y casi todas las referentes de los partidos políticos, entre otras tantas expresiones[i]. Por lo tanto, esta área no fue concebida con un perfil asistencialista sino como el primer espacio específico y de rango dentro del estado dedicado a la formulación de políticas públicas de género. Se apoyaba en un “Consejo de Asesoras” que comprendía más de cincuenta feministas con un recorrido de talla[ii]. A la vez, apostaban a un anhelado desafío: dejar de pensar a las mujeres como “objetos” de políticas para dar el salto a “sujetas” con su plena participación. Si bien hubo palabra para casi todo, en cuanto al debate del aborto imperó el silencio, no asomó siquiera una señal de apertura.

En un momento, Zita fue entrevistada por la revista del diario La Nación. Allí se supo que no solo desconocía las fatales consecuencias del aborto ilegal sobre la vida y la salud de las mujeres sino que lo trataba como un asunto menor. Por sus declaraciones, se prevé que ella respondió a boca de jarro, sin consultar a sus asesoras: “Algunas organizaciones feministas promovieron luchas llamativas por temas que, por el momento, preocupaban a solo un sector algo intelectual y sofisticado, como la legalización del aborto, que no parece tan urgente por estas latitudes como la alimentación de los hijos y la protección de las madres para poder criarlos”.[iii]

Aún con el compromiso asumido por Zita respecto del feminismo, parecía todavía desconocer la violencia institucional que encierra la ilegalidad del aborto. Fue entonces una demanda omitida en las discusiones hacia el interior de este espacio estatal. Posiblemente, en ella jugó su vínculo con la Democracia Cristiana; resultaba lógico que pensase de esa manera. Sin embargo, el hecho de no abrir una discusión pública en cuanto al tema, más allá de sus posiciones políticas, fue su mayor limitación. Al mismo tiempo, los condicionamientos propios de esa coyuntura histórica ayudaron a una ceguera mayor.

En cambio, Zita sí intervino con empeño cuando el famoso boxeador Carlos Monzón mató a su última exmujer, Alicia Muñiz, tras tirarla del balcón luego de golpearla y estrangularla el 14 de febrero de 1988. Obviamente, aún no se hablaba de femicidio… Fue gracias al compromiso personal y a una firme voluntad de superar los obstáculos que se obtuvieron algunos logros en el tema de la prevención de la violencia doméstica. La combinación entre la elección de uno de los pocos problemas derivados de la discriminación de género reconocidos por la sociedad y el empeño del equipo de trabajo de la Subsecretaría, hicieron lo suyo.[iv] Lo cierto fue que el 3 de julio de 1989 a Monzón lo condenaron a once años de prisión, acusado de haber asesinado a Muñiz.

Al conocer a Zita asombraba su trato llano, carente de escalafones y de jerarquías. No tenía secretaria; cualquiera que asomaba la cabeza en su despacho, recibía una atención personalizada. Le molestaba el cerco de cortesanas con agendas, autos oficiales y trajecitos ejecutivos. En realidad, sentía un persistente tironeo tanto por su procedencia política como por su feminismo poco académico y fatto in casa. A la pregunta ¿usted es feminista? ella respondía: “Las feministas dicen que no y los hombres dicen que sí. Si por feminismo se entiende luchar por los derechos de la mujer, soy feminista”.[v]

Activaba básicamente con mujeres de sectores políticos partidarios, y su receta consistía en brindar un amplio margen de diálogo. La teórica feminista Isabel Larguía si viviese podría arrimar su testimonio: Isabel, rosarina y guevarista de pura cepa, retornó a la Argentina luego de largos años de compromiso con la Cuba castrista. Sin embargo, Zita, con el arrojo que la caracterizaba, convocó a Isabel a integrar sus equipos de trabajo en el estado. Ahí todas juntas, las feministas compartimos el trayecto de su gestión hasta su brusco final en 1989.

Otra de sus preferencias estaba en el desempeño freelance como periodista gráfica, además de conducir y producir programas radiales alternativos. Los temas relacionados a derechos humanos representaban su mayor preocupación; asimismo, le importaba la cuestión ambiental.

Para las celebraciones del 8 de Marzo, pese a ser funcionaria, se la podía ver tirada en el piso pintando una bandera o sentada en un cordón de la avenida Rivadavia a la espera del paso de la movilización, para mezclarse con la multitud. De 1987 a 1990, hubo una serie de alzamientos llevados a cabo por los militares ultranacionalistas conocidos como carapintadas. Ella y su compañero participaban activamente en el espacio Desobediencia Civil, movimiento autogestivo y plural que había surgido en repudio a los conatos castrenses.

El 23 de enero de 1989, un grupo de 42 militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) ocupó por asalto el cuartel militar del Tercer Regimiento de Infantería Mecanizada de La Tablada. Aparentemente, los integrantes del MTP tomaron esa decisión a modo de frenar un supuesto e inminente golpe de Estado que estarían gestando los militares carapintadas. Entonces se convocó a una repulsa generalizada con manifestaciones a lo largo y ancho de la ciudad. Un clima caótico impregnaba Buenos Aires. Zita y su marido, subidos a un destartalado Citroën, iban recabando información de donde podían para luego transmitirla a la militancia de entonces.

En 1990, armó una dupla inseparable con la multifacética especialista en literatura francesa Monique Thiteux Altschul. Bajo el lema “la información es poder”, juntas crearon la Fundación Mujeres en Igualdad (MEI) e impulsaban programas de capacitación a cuadros políticos. En simultáneo, con el proyecto De Representantes y Representadas, una vez por mes armaban suculentos desayunos en un hotel a dos cuadras del Congreso. Esos encuentros matinales se constituyeron en una polis de mujeres que discutían sobre la agenda de los movimientos sociales y de otros acontecimientos de coyuntura, lejos de los modelos jerárquicos de la política tradicional masculina. Con ese mismo énfasis intentaban instalar discusiones de género en otros ámbitos. A partir de un amplísimo cuestionario que permitía conocer las potencialidades de cada una y sus deseos de participación en las funciones públicas, crearon la primera Base de Datos de Mujeres en Lugares de Decisión, una suerte de “quién-es-quién” que pasó revista a unos mil nombres asociados al poder.

En 1994, la voracidad menemista se manifestó también con la reforma de la Constitución Nacional. Esta embestida, acompañada por la jerarquía católica, impulsó la creación del Movimiento de Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL), frente político que se opuso a incluir en el nuevo texto, la cláusula antiabortista que definía el derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Zita intervenía con intensidad en la Convención Nacional Constituyente como asesora del bloque Frente Grande, y también se encargaba de suministrar techo y viaje a las compañeras que partían apresuradas desde Buenos Aires hacia Santa Fé.

A los 54 años murió sin concluir su proyecto a futuro: ser candidata a diputada provincial. Si bien usaba un apellido propio de una avenida de Buenos Aires, a nadie se le ocurrió recordarla de esa manera. El Centro de Información, Documentación y Biblioteca Documentación de La Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad, lleva su nombre. En 2002, un grupo de legisladoras porteñas la propusieron para integrar un largo listado de “Mujeres Destacadas del Siglo XX”. Durante un año, la Fundación creó la beca Zita Montes de Oca para aquellas investigadoras que quisieran cursar un posgrado en Estados Unidos. Mientras tanto, en el Teatro del Viejo Concejo, presidido por el intendente municipal de San Isidro Gustavo Posse, se entrega año tras año el “Premio Zita Montes de Oca” -que consiste en una placa de recuerdo y un diploma- a figuras de notoria actuación en ese distrito.

El 2 de Marzo de 1998, la noticia de su partida corrió como un reguero entre las redes sociales. Con este cariñoso email se despedían sus amigas más próximas y sus conocidas también: “Invalorable pérdida, porque no sólo se trataba de una mujer inteligente, rápida y brillante sino que quienes tuvimos el honor de trabajar más cerca o ser amigas aprendimos de su generosidad, su solidaridad y su humor. Queremos decirle a Zita por este medio, que era uno de sus preferidos para comunicarse (ya que se había convertido en nuestra “ciberZita”) que la vamos a extrañar muchísimo, que nos va a hacer falta para la lucha, para la consulta, para la reflexión conjunta… Pero que la vamos a continuar como ella hubiera deseado. A su marido (compañero amoroso) y a Monique, un abrazo grande.”

* Mabel Bellucci. Activista feminista queer. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual. Buenos Aires, 2014.

[i] Ver: Bellucci, Mabel, Luvecce, Cecilia, Mariani, Silvana y Rofman, Adriana, “A manera de Balance: la Subsecretaría de la Mujer en Argentina (1987-1990)” RevistaDoxa. AÑO 1 Nº3 y 4. Buenos Aires, 1990/1991, p.4.

[ii] Graciela Maglie, Eva Giberti, Haydeé Birgin, María del Carmen Feijoó,Leonor Vain, Martha Rosenberg, María Cristina Vila,Gisella Rubarth, Susana Filkestein, Sara Torres, Mabel Fillipini, Elizabeth Jellín, Elena Tchillidy, Ana Amado, Marta Bianchi, Marcia Baranovsky, Marina Bitar.

KAOS/ Por Mabel Bellucci/ COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015
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URUGUAY

MÁS QUE TERNURA

Diane Denoir se presenta en la sala Zitarrosa junto al grupo Oigo Voces.

Irrumpió en la década del 60 como la mujer más asociada al “candombe beat”, portadora de una particular influencia de la chanson française y la bossa nova. Hay muchos modos de presentar a la cantante Diane Denoir. La más usual sería identificarla como “la musa de Eduardo Mateo”, quien le compuso tres entrañables temas -“Y hoy te vi”, “Esa tristeza” y “Mejor me voy”- o reconocerla como la mujer de ojos grandes, tristes y verdes. Pero Denoir trasciende las etiquetas, y hoy su voz resuena como un susurro inconfundible tanto cuando interpreta “Lamento sertanejo” como cuando invoca “Tras de ti”.
-Sos hija de inmigrantes austríacos y de Peñarol. ¿Cómo se dio ese cruce?

-Mi padre vino en 1937 y mi madre en 1938. Ella venía escapando de Viena: su padre era un socialdemócrata que trabajó en el gobierno hasta 1934, cuando se tuvieron que ir. Antes de llegar, mi abuelo materno estudió las constituciones de Brasil, Argentina, Paraguay, Chile y Uruguay, porque quería que sus nietos vivieran en democracia, y resolvió que la uruguaya era la más evolucionada. En cuanto a mi padre, para que veas con qué ganas vino a Uruguay, apenas bajó del barco le pidió a un hermano suyo, que ya estaba viviendo acá, que lo llevara a la sede de Peñarol para hacerse socio, porque lo había visto jugar en Austria. Así que yo nací tatuada.

-Sos la mujer más asociada al “candombe beat”, y en tus primeros conciertos ya fuiste elogiada por la prensa. ¿Cómo viviste ese proceso?

-De forma inconsciente. Nunca me pareció que iba a ser conocida ni nada de eso. Cuando hacíamos los “conciertos beat”[1966] nos divertíamos. Ocurría algo que ya no sucede: había críticos de música que publicaban sus comentarios después de los shows. ¿Ahora cuántas veces, después de un show, ves una crítica? Me apena, porque los artistas necesitamos una devolución para mejorar, para crecer. Pero bueno, nos gustaba mezclar humor negro con un cuarteto de cuerdas, y tocar música barroca, y rock, y bossa nova, y “candombe beat”.

-A la vez, cambiaban el concepto de lo artístico…

-Sí, estábamos desolemnizando y desacralizando el propio Solís, por ejemplo. Pero mi padre decía “¡una artista!”.

-Decidiste cambiar de apellido.

-No me quedó otra: él no quería que cantara, pero no iba a dejar de hacerlo por no ensuciar su nombre. Elegí el “Denoir” todo junto, para que no pareciera “de negro”. Y quedó. ¿Ves el concepto que se tenía de los artistas? Si pertenecías a lo popular y no estabas cobijado por un mecenas, era terrible; en el caso de una mujer, aunque cantara en el Solís, era como si cantara en un cabaret.

-Mateo iba a tu casa hubiera o no ensayo. ¿Cómo era eso?

-Primero venía para ensayar, y sus conciertos fueron una especie de fiebre que empezó a crecer. En cada uno queríamos cambiar de repertorio, y había que hacerlo en menos de un mes. Después vinieron Punta del Este y la TV, era una suerte de dinámica acelerada. Él venía siempre y ensayábamos. Yo le decía: “Mirá este tema, che”. Eso de mostrarnos cosas estaba instalado en la rutina, fuera brasileño, francés, jazz. Los “conciertos beat” eran muy buenos y particulares, con una propuesta y la idea clara de que era necesario buscar calidad.

-Él ya componía en esa época.

-Sí. En inglés, porque tenía un grupo de rock. En español empezó a componer en el año siguiente a los “conciertos beat”.

-¿Cómo te llevás con esa etiqueta de “musa de Mateo”?

-Te diría que por un ratito todavía, pero ya se está convirtiendo en una carga. Y no es por Mateo, sino por el término. No creo que sea tan importante haber sido una fuente de inspiración de alguien. Y tal vez una misma, sin inspirar a nadie, puede tener un peso específico. De Mateo no me puedo desprender, porque lo que compuso tiene tanta vigencia y tanta actualidad… Incluso hago temas que no canté con él, como “Quién te viera” y “Tras de ti”. Es un tipo de un vanguardismo y una vigencia impresionantes. Pero lo de musa, ya no. Aunque capaz que les sirve a los jóvenes como referencia.

-En las notas siempre te preguntan si ustedes anduvieron juntos y respondés de forma lacónica.

-No, los dos estábamos ennoviados. Aunque él era muy pillo.

-¿En qué sentido?

-Con Nancy [la novia de Mateo entonces] se amigaban y se peleaban. Y anduvo cortejándome, pero no le fue bien; sólo me robó un beso. Eso nunca afectó nuestra relación diaria y musical, y tampoco esa empatía y esa sociedad que tuvimos. Pero sí, era picarón y mujeriego, y a la vez muy seductor. [Ruben] Rada también.

-¿Ah, sí?

-Sí, los dos a la vez, y a Rada le gustaba mi hermana. Pero picoteaban con cualquiera.

-Vos y Mateo conocieron a Astor Piazzolla en Punta del Este.

-Cuando salimos del “concierto beat” estaba Piazzolla esperándonos a nosotros dos. No lo podíamos creer, porque antes yo iba a Buenos Aires sólo para verlo a él con su cuarteto. “Muchachos, los quiero felicitar porque me gustó mucho”, nos dijo, y para nosotros era como si fuera Paul McCartney. Lo invitamos a donde nos quedábamos, y ahí estuvimos hasta las seis de la mañana. Fue un encuentro muy lindo, muy sincero y muy de verdad, pero sobre todo musical. Él me decía: “Dale, animate, subí la voz. No seas cagona”. Después, cuando iba a Buenos Aires lo llamaba. Cuando grabé allá mi primer disco, y él ya no estaba en Argentina, pedí que el violinista fuera [Antonio] Agri.

-En 1972 se editó ese disco, después de un buen tiempo de haberlo grabado.

-Sí, y ya era todo en español. En esa época no pensábamos tanto en hacer discos, aunque grabábamos para la televisión, donde siempre había un espacio para la música nacional. No era que incluyeran una cancioncita al final de un programa, como ahora. Aquello no era promoción, sino un espacio dedicado a la música nacional; era otro concepto.

-En una entrevista que te hizo Elina Berro para Marcha te preguntó por qué cantabas en francés y vos le respondiste que el español no se prestaba para lo moderno: “Sería lógico [cantar en español], pero sería feo de oír”.

-¿Eso dije? En esa época yo cantaba canción francesa, temas que no se habían traducido y que eran muy especiales, y cantaba bossa nova, que en español nunca la vi. En francés sí queda muy bien, porque es muy dulce. La bossa nova canta lo cotidiano, y de hecho yo he tratado de traducirla, pero no es lo mismo, como cuando se tradujo a Chico Buarque. Creo que el español dice bien muchos otros géneros, como el bolero, que es desgarrador. Con la cotidianidad es diferente, aunque el tango tenga mucho que ver con ella. Pero ahora canto sobre todo en español. Es más fácil componer en español que traducir las composiciones en portugués. Y a Mateo traducido al inglés no lo veo… Una obra natural no es necesariamente fácil de traducir, pero es cierto que la gente tiene que entender lo que uno dice.

-Por esos años empezaste a cambiar tu impronta, con canciones más comprometidas políticamente.

-Fue parte de mi evolución, y la realidad de Uruguay había empezado a cambiar. Vivíamos en un país ejemplar y democrático, donde la Policía te cuidaba, y de repente pasamos a las Medidas Prontas de Seguridad, empezaron a meter gente presa, a matar estudiantes. Me golpeó mucho cuando mataron a Líber Arce. El intérprete es un comunicador, y por eso es lógico que transmitas lo que ves.

-¿Militabas a nivel partidario?

-Cuando volví de Europa, antes no. En 1971 integré el Frente Amplio, que se acababa de formar. Ahí fue cuando comencé a cambiar el repertorio. Y Mateo no me acompañó, no por no tener un interés político, sino porque ese tipo de canciones no le interesaba. Lo de él era una crítica más musical que ideológica. En 1974 me fui a Argentina, donde después me requirieron como sediciosa, y terminé yéndome a Venezuela.

-Esa vida errante, ¿cómo fue en términos musicales?

-Siempre me interesó la música de cada lugar al que fui. Primero trabajando como musicalizadora en la Universidad Nacional de Venezuela, y después recorriendo otros países, donde conocí muchas expresiones distintas. El mundo trata de que vayas hacia el anonimato, pero creo que hay jóvenes que entienden eso y están tratando de revertirlo. A mí me siguen preocupando mucho ciertos temas, y es necesario apoyarlos. Si no, ¿qué más queda?

KA OS / COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015

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TEMAS DE COMCOSUR UJER

I – LAS MUJERES NO SE RINDEN
ECOFEMINISMOS Y DESARROLLOS EN AMÉRICA LATINA

El ecofeminismo está en todas partes en América Latina. Seamos capaces de reconocerlo o no, existe una estrecha relación entre los problemas ambientales y las asimetrías de género. Si utilizamos una definición amplia, los ecofeminismos son un conjunto de miradas, reflexiones y prácticas que abordan la dominación que opera simultáneamente sobre mujeres y la Naturaleza. […]

El ecofeminismo está en todas partes en América Latina. Seamos capaces de reconocerlo o no, existe una estrecha relación entre los problemas ambientales y las asimetrías de género.

Si utilizamos una definición amplia, los ecofeminismos son un conjunto de miradas, reflexiones y prácticas que abordan la dominación que opera simultáneamente sobre mujeres y la Naturaleza. La relevancia de esa mirada ya es evidente desde las comunidades locales.

En efecto, se ha visto que en algunos sitios las mujeres reaccionan de manera distinta que los hombres cuando los ambientes donde viven se ven contaminados o amenazados. Una lideresa indígena, en Bolivia, pocos meses atrás señalaba que las mujeres son las que “sienten que la contaminación nos entra por todos lados, sobre todo cuando estamos gestando.” O sea, que sienten y perciben a esos contaminantes invadiendo sus propios cuerpos. En cambio, agregaba la lideresa boliviana, los “hombres
llegan sucios de la mina y se bañan y ya está”. Nosotras sabemos que la contaminación no se limpia con un baño, ésta se mete y se integra a nuestro cuerpo, a las moléculas que sintetizamos, a las nuevas vidas que generamos.

Estos tipos de testimonios son impactantes. En ellos están por un lado, ideas de conexión, entendiendo que el ambiente nos afecta y nosotros afectamos al ambiente. No somos entes independientes e intocables separados del resto del mundo, separados por nuestra piel, como si ella fuese una muralla. Por otro lado, en esas posiciones queda claro que las mujeres somos receptoras y dadoras de vida. Nuestro cuerpo genera conexiones y espacios para albergar y nutrir a nuevas vidas. Este tipo de vínculos provoca una conciencia de conectividad que es bidireccional y que genera un sentir de responsabilidad. Responsabilidad por lo que comemos y bebemos, por el ambiente en el que vivimos, por nuestro cuerpo, y por muchos otros factores que directa o indirectamente nos afectan como dadoras de vida. Finalmente, también debe reconocerse un sentido de vulnerabilidad, al aceptarse que no se tiene un control completo. Todo esto hace diferencias sustanciales con la impostura patriarcal, que la concibe como una debilidad negativa.

Los ecofeminismos abordan este tipo de cuestiones. Algunas corrientes sostienen que las sociedades actuales, en su gran mayoría, se insertan en estructuras patriarcales, jerárquicas, bajo relaciones de dominación que afectan tanto a las mujeres como a la Naturaleza. Así como se domina a las mujeres, también hay una imposición sobre la Naturaleza. Es más, se desvaloriza y suprime todo aquello que es concebido como femenino o con características femeninas. Otras ecofeministas, en cambio, le dan más trascendencia a la construcción occidental de una cultura basada en dualismos. Es decir, pares de conceptos que son considerados histórica y culturalmente como opuestos (más que complementarios) y exclusivos (más que inclusivos) y que además están jerarquizados, donde uno es mejor o superior al otro. Ejemplos clásicos serían los dualismos sociedad/Naturaleza, hombre/mujer o razón/emoción.

En otras palabras, todo lo que histórica o culturalmente se asocie con la Naturaleza, el cuerpo, la emoción y la mujer es entendido cómo inferior, débil, vulnerable, más “animal”; mientras que, lo que se refiere a la mente, la razón y el varón, es conceptualizado como superior, objetivo y racional, incluso más humano. Es así que la opresión de las mujeres y la crisis ecológica son explicadas por muchas autoras ecofeministas como originadas de estas dicotomías sobre cuya base se generan los conceptos de “mujer” y de “Naturaleza”. Allí están ancladas las posturas utilitaristas que justifican desmembrar la Naturaleza, o la obsesión economicista con aprovechar el entorno para asegurar el crecimiento económico. Son posturas que

por cierto no son exclusivas de varones, sino que en la actualidad también defienden muchas mujeres.

Cuando se entiende esto, queda en claro que aquel reconocimiento de la vulnerabilidad está muy lejos de ser una debilidad, sino que es una de las fortalezas más importantes desde una mirada de género, ya que deviene de una conciencia real de nuestra profunda interdependencia con la Naturaleza.

En esa línea, otro testimonio de una lideresa indígena aporta más precisiones: “la mujer comparte con la Madre Tierra el dar vida. La Madre Tierra es una gran familia de la que nos vemos como parte y donde todos cumplen una función. Había un equilibrio, pero ya no lo hay. Por eso es necesaria la mujer y que tomamos el rol que tomamos”. Ese tipo de perspectiva, concibiendo a la Naturaleza como parte de la propia familia, es común en muchos otros sitios. Allí está, a mi modo de ver, una de las razones por las cuales muchas veces son las mujeres las primeras en reaccionar, en colocarse en primera línea en la lucha contra emprendimientos depredadores. Es una postura que también, explica su fortaleza y consistencia en mantener las luchas en el tiempo y no ceder ante tentaciones económicas. Las mujeres no negocian. Resisten. Saben que la compensación económica no limpia ni sus cuerpos ni sus ambientes.

Es que esos y otros ejemplos muestran que las mujeres no están atrapadas en el utilitarismo frente a la Naturaleza. Tienen claro que una compensación, por ejemplo económica, no restituye los ambientes destruidos ni significa sanar la salud. No caen en las tentaciones de las prácticas usadas por empresas y gobiernos de usar alguna compensación para obtener el permiso de las comunidades para la extracción de recursos naturales de sus territorios. Afirman una y otra vez que el propio cuerpo, la familia, la comunidad o la Naturaleza, están todos profundamente conectados, y a ello no se le puede poner un precio.

Estas y otras posiciones se discuten en la revisión “Género, ecología y sustentabilidad”, con el ánimo de fortalecer la mirada propia y privilegiada de muchas mujeres sobre la Naturaleza, lo que nos convierte en jugadoras claves en procesos de cambio. Sin dudas que esta no es una tarea exclusiva para las mujeres, y es por ello importante que los varones nos acompañen, pero también es hora de reconocer las voces y liderazgos femeninos que, bajo valoraciones patriarcales, son sistemáticamente ignorados.

Los ecofeminismos no se encandilan con discursos desarrollistas, sean éstos propuestos por varones o mujeres, y brindan muchas opciones para pensar y analizar estas cuestiones. Son abordajes que van hacia las raíces de los problemas y que no actúan solamente sobre las consecuencias que éstos generan. Son posturas indispensables para un nuevo activismo que debe enfrentar una grave crisis social y ambiental.

KAOS / Por Lucia Delbene – – Lucía Delbena-Lezama es investigadora en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo. CLAES

El documento “Género, ecología y sustentabilidad” se puede descargar en: www.alainet.org/es/file/2763/download?token=6L9k5T4G

COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015

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II -CUANDO LA VIOLENCIA SEXUAL ES ARMA DE GUERRA

Por María Villellas

Desde que en 1975 Susan Brwonmiller publicara ‘Contra nuestra voluntad’, libro que abrió el debate público sobre la violencia sexual contra las mujeres, y que en la década de los 90 este tipo de violencia en las guerras de los Balcanes y en el genocidio de Rwanda adquiriera notoriedad mediática, la violencia sexual en los conflictos armados ha dejado de ser un crimen invisible para recibir una mayor (aunque todavía muy insuficiente) atención por parte de activistas, académicas, clase política y periodistas.

La violencia sexual en el marco de las guerras no es un fenómeno contemporáneo que diera comienzo o creciera exponencialmente a partir de los conflictos del siglo XX y principios del XXI. Así, desde la leyenda del rapto de las sabinas en los orígenes de la Roma antigua, hasta las violaciones masivas de mujeres alemanas por parte del Ejército soviético –entre 100.000 y un millón de mujeres alemanas pudieron haber sido víctimas de esta violencia–, o el fenómeno de las ‘mujeres confort’, esclavas sexuales al servicio del Ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, la historiografía está plagada de episodios de violencia sexual organizada en contextos bélicos.

Entre 80.000 y 200.000 mujeres, la inmensa mayoría coreanas fueron víctimas de la violencia sexual en los burdeles militares japoneses extendidos por toda Asia antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Estos burdeles fueron establecidos para elevar la moral de las tropas y evitar que la violencia sexual se produjera de manera descontrolada en los territorios ocupados por el Ejército nipon tras la experiencia de la masacre de Nanking en 1937, durante la cual decenas de miles de mujeres fueron violadas a manos de las tropas. De manera más reciente, conflictos armados como los de RD Congo, Siria o Sudán han destacado también por el gravísimo impacto de esta violencia en los cuerpos y las vidas de miles de mujeres.

Si bien el fenómeno no es de reciente aparición, hay que reconocer que su visibilización sí lo es. La escala masiva de la violencia sexual durante las guerras de los Balcanes –entre 20.000 y 60.000 mujeres fueron violadas durante el conflicto de Bosnia– y el genocidio de Rwanda –entre 250.000 y 500.000 mujeres sufrieron violencia sexual– hizo que este asunto adquiriera una mayor notoriedad en el ámbito internacional. Las denuncias de las mujeres víctimas de esta violencia, la solidaridad del movimiento feminista internacional y la visibilidad mediática que tuvieron estos conflictos son algunos de los factores que explican que la comunidad internacional prestara una mayor atención a la violencia sexual en los conflictos armados a partir de entonces.

La violencia sexual es una de las manifestaciones más evidentes del papel que juega el patriarcado en los conflictos armados. Patriarcado y militarización van estrechamente de la mano, ya que a lo largo de la historia la violencia sexual contra las mujeres ha formado parte del repertorio de acciones y de comportamientos en el que se socializa a los soldados para llevar a cabo la guerra –aunque no todos los soldados cometan estos actos delictivos-.

Identidades en el Ejército

También representa una forma de humillar simbólicamente al enemigo, al agredir a las mujeres que son percibidas como posesiones masculinas, transmitiendo el mensaje de que no ha sido capaz de proteger a ‘sus’ mujeres. Además, la socialización tradicional en la cultura militar conlleva la creación de una ‘camaradería’ masculina que excluye otras identidades sexuales que no sean la masculina heterosexual. De hecho, algunas autoras hablan de cómo en estos procesos se crean identidades ‘hipermasculinas’ en las que se priman aspectos como la agresividad, la competitividad, la misoginia, la violencia y la dominación. En esta socialización militar un aspecto esencial es la construcción de estrechos vínculos de grupo para mantener la cohesión y la lealtad, y la presión del grupo en un contexto fuertemente patriarcal puede llevar a determinados individuos a cometer actos como violaciones. También es importante precisar que no son sólo militares los responsables de la violencia sexual en los conflictos armados, sino que detrás de muchas agresiones hay civiles que la cometen en el ámbito público o privado.

Autoras como Deniz Kaniyoti o Radikha Coomaraswamy han destacado el hecho de que en muchas culturas las mujeres son consideradas las depositarias de los valores y de las tradiciones de una determinada comunidad. En ocasiones las mujeres desempeñan funciones de representación simbólica de la nación (‘madre patria’) y roles como reproductoras biológicas de la nación, reproductoras de las fronteras de grupos étnicos o nacionales, transmisoras de la cultura y agentes de la reproducción ideológica, significadoras de las diferencias nacionales, y participantes de luchas nacionales, económicas y militares, por lo que atacándolas se busca no sólo destruir o dañar a la mujer individual sino también el sentido de pureza étnica de una comunidad dada construido en torno a la noción del honor de la mujer.

De la misma manera que con la violencia sexual que tiene lugar de manera cotidiana en contextos que no están afectados por conflictos armados, la violencia sexual en las guerras acarrea una importante dosis de estigmatización y culpabilización de las víctimas. Se responsabiliza de esta violencia a las víctimas, de no haber sido capaces de evitarla. Por ejemplo, como señala Yolanda Aguilar en referencia a la violencia sexual que tuvo lugar en el marco del conflicto armado en Guatemala, el discurso de la ‘mujer mala’ fue utilizado para legitimar las violaciones, con alusiones por parte de los victimarios al disfrute sexual de las mujeres, homologándose la seducción femenina con la violación masculina. Carlos Martín Beristain sostiene que mediante la culpabilización inducida de las víctimas se busca generar un mecanismo de control social, que permita justificar las atrocidades y mantener la impunidad de los responsables reales.

Crimen internacional

La mayor visibilidad de la violencia sexual a partir de los 90 tuvo un impacto directo en el ámbito jurídico. El Estatuto de Roma de 1998, que da lugar a la creación de la Corte Penal Internacional, supone un avance muy importante en el reconocimiento de la violencia sexual como un crimen internacional. La violencia sexual aparece específicamente recogida dentro de la categoría de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, y también se reconoce la posibilidad de que pueda constituir un crimen de genocidio. El reconocimiento de la violencia sexual que hace la Corte Penal Internacional es en parte resultado del trabajo llevado a cabo por los tribunales penales para la ex Yugoslavia y Rwanda, con importantes dictámenes como la conocida sentencia Akayesu, en la que se determinaba que la violación y la agresión sexual eran constitutivas de genocidio, ya que se habían cometido con la intención de destruir total o parcialmente a la población tutsi.

Con frecuencia se presupone que las víctimas no tendrán capacidad de respuesta frente a acontecimientos tan traumáticos como un hecho de violencia sexual. Así, se refuerza la idea de las mujeres como víctimas pasivas de los conflictos armados, dejando la agencia y la autonomía en manos masculinas. La narrativa tradicional de los conflictos armados ha construido la figura de la mujer desvalida que debe ser objeto de protección partiendo de concepciones infantilizadas del sujeto mujer, que en una estructura social y familiar patriarcal entregan sumisión e idolatría a cambio de protección. De acuerdo con esta visión, si esta protección falla, la mujer no es capaz de desarrollar una respuesta frente a las agresiones externas.

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La violencia sexual es una de las principales causas del desplazamiento forzado en la República Democrática del Congo
Las ideologías de género que se fortalecen y exacerban en los contextos de conflicto armado o de violencia política organizada llevan con frecuencia a ignorar o invisibilizar el punto de que frente a un hecho traumático las posibilidades de afrontamiento son muy diversas y no tienen por qué necesariamente adecuarse a los estereotipos que existen acerca de las respuestas habituales ante sucesos estresantes y traumáticos. Encontramos ejemplos de mujeres que hacen frente a esta violencia y desarrollan estrategias de afrontamiento y resistencia en lugares tan diferentes como los Balcanes, Colombia, Guatemala o RD Congo, donde algunas mujeres han transitado desde su posición como víctimas a otra de supervivientes, de sujetos políticos con capacidad de denuncia y transformación. Como recoge la Ruta Pacífica de las Mujeres de Colombia en su informe sobre el impacto del conflicto armado, “las mujeres tuvieron una gran capacidad de afrontar adversidades y sufrimientos inenarrables sobreponiéndose, rehaciéndose y empezando de nuevo después de las pérdidas”, en muchas ocasiones al participar en procesos colectivos de organización.

Además de reconocer el amplio abanico de experiencias que atraviesan las mujeres que sufren la violencia sexual en los conflictos armados, también es importante remarcar otros hechos, que son de importancia vital desde una perspectiva feminista que busca poner fin a las diferentes opresiones patriarcales que sufren las mujeres en el marco de la guerra. Aunque tener una idea aproximada de la magnitud de la violencia sexual en los conflictos contemporáneos es una tarea extremadamente compleja, diferentes investigaciones destacan que no en todos los conflictos armados se comete violencia sexual.

Dara Kay Cohen, Amelia Hoover Greeen y Elisabeth Jean Wood destacan que los niveles de violencia sexual varían enormemente en los diferentes conflictos y entre los distintos actores armados que participan en las guerras. Así pues, la violencia sexual no es una maldición bíblica ineludible en cualquier guerra. La violencia sexual como cualquier construcción social del patriarcado puede ser perseguida y castigada, pero también evitada y prevenida. Debería ser una prioridad política hacerle frente, tal y como las mujeres que le hacen frente exigen continuamente.

* María Villellas es investigadora en la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona

NODO 50+ COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015
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“El perdón no se puede lanzar al aire, a ver si cae en la cabeza de quien corresponde” – Luis Pérez Aguirre
(Tomado del libro A campo traviesa. Los caminos de Mario Costa)
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«HACÍA AÑOS QUE YO NO HABLABA»

COMCOSUR INFORMA AÑO 15 – No. 1663 – martes 18 de Agosto de 2015 /
Selección y producción: Beatriz Alonso, Henry Flores y Carlos Casares /
NOTICIAS Y TEMAS DE COMCOSUR
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AVISO A LOS NAVEGANTES:
Por razones de fuerza mayor (problemas con el hardware), Comcosur Informa
suspenderá provisoriamente sus envíos hasta nuevo aviso. Esperamos
solucionar el inconveniente a la brevedad. Nuestros otros servicios no se
verán afectados por esta contingencia. Agradecemos desde ya vuestra
comprensión.
Para compensar en algo la involuntaria ausencia, en esta edición de
emergencia publicamos la entrevista de Fabián Werner a Yessie publicada en
el Número 3 de «Cuadernos de la Historia reciente» (Ediciones Banda
Oriental, Setiembre de 2007), la que también fromará parte de un libro de
próxima aparición en «Ediciones del Caballo Perdido», sobre las rehenes
del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros durante la dictadura.
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Entrevista a Yessie Macchi
«HACÍA AÑOS QUE YO NO HABLABA»
Fabián Werner

Con dos fugas de la cárcel de mujeres de Cabildo en su prontuario, Yessie
Macchi había vuelto a formar parte del aparato armado del MLN en la
columna conocida como “El Collar” [1], junto a su compañero Leonel
Martínez Platero, uno de los integrantes de la vieja guardia de “la
orga”.

Era el 13 de junio de 1972, y ambos hacían vigilancia en una hermosa
mañana de invierno, “bien azul el cielo”, en el balneario canario de
Parque del Plata, cuando los sorprendió un descomunal operativo que
reunió a decenas de efectivos de la Caminera, la Policía, el Ejército,
en unidades de tierra y aire. Ella recuerda que mientras corría y tiraba
contra aquel hato de cazadores, la invadió una increíble serenidad, a
pesar del sentimiento que acompaña la certeza de la muerte.

Habíamos hecho un pacto con mi compañero de no dejar que nos agarraran
vivos. A él lo asesinaron, lo mataron por la espalda, pero no al lado
mío. Tuvimos que separarnos en un momento para dispersar el fuego enemigo,
y él cayó en una emboscada. Yo seguía buscándolo en el balneario, sin
saber bien dónde estaba.

En medio de esa búsqueda “un semicírculo” de militares y policías
rodeó a Yessie Macchi y se produjo un intercambio de disparos largo e
intenso. Ella no quería caer viva, entre otras cosas rechazaba la idea de
“sufrir esa humillación”, y a la vez que insultaba a sus oponentes
para que dispararan, cuando se quedó sin balas y veía que “los
milicos” también habían dejado de tirar, se fue despidiendo mentalmente
de todos sus seres queridos, pensando que había llegado su hora. Pero no
llegó, porque “el semicírculo” se cerró detrás de sí, y como ya la
habían reconocido, se había dado la orden de atraparla con vida.

Cuando vienen por atrás me pegan un culatazo, todos vienen arriba mío y
me empiezan a golpear y yo instintivamente me agarré la barriga y dije
“aquí no”. Cinco minutos antes estaba diciendo “asesinos, no se
animan a matar a una mujer”. Pero en ese momento recordé mi embarazo. Y
ahí fue donde pegaron los culatazos. Ya en el camino al Hospital Militar
tuve una pérdida.

Así fue como Yessie Macchi perdió su primer embarazo, se enteró de la
muerte de su compañero y vio escapar su libertad recuperada por segunda
vez. Además, la golpiza que le dieron sus captores significó tales daños
que fue necesario enyesarla desde la punta de los pies hasta debajo de los
senos. Así pasó casi ocho meses, hasta que “un poco en contra” de lo
que querían quienes la asistían en el Hospital Militar la sacaron para
interrogarla. La devolvieron con el yeso roto, por lo que debió quedarse
internada un tiempo más, luego que lo emparcharan.

En realidad, lejos de servir para la rehabilitación, el hospital fue una
instancia de permanente indagación; hicieron un calabozo especial para
ella en la parte de arriba. También había otro para Raúl Sendic, para
atenderlo de las heridas que sufrió durante su caída. Después de un
tiempo llegó por su calabozo el coronel Ramón Trabal, jefe del Servicio
de Inteligencia del Ejército, quien se hizo cargo de su interrogatorio.
Entre ambos se generó una “relación política buena, de enemigo a
enemigo. En los dos o tres primeros meses el militar la visitaba todas las
noches en el hospital.

Fue muy interesante todo lo que conversamos, me enteraba por él de todo lo
que pasaba en los distintos cuarteles, de las negociaciones del MLN con los
milicos, incluso quiso llevarme cuando las negociaciones para el Batallón
Florida y yo me negué porque no estaba de acuerdo con ellas.

Las conversaciones terminaron cuando se enteró el general Esteban Christi,
comandante de la Región Militar N° 1, que una noche fue al Hospital y
delante de Yessie Macchi recriminó duramente a Trabal por su actitud con
la detenida. Es que los informes posteriores al interrogatorio que él
había realizado repetían lo que ella le había dicho: su nombre y nada
más. Luego de ese incidente vendría un nuevo período de interrogatorios,
esta vez en la sede de la Región Militar N° 1.

Lo primero que hicieron fue romper delante de mí el acta que había hecho
Trabal. “A este hijo de puta lo vamos a romper igual que al acta”, me
dijeron, y ahí empezó el verdadero interrogatorio. Ahí estuve creo que
un mes, porque me dejaron un tiempo para recuperarme de la tortura, y de
ahí me devolvieron al Regimiento de Infantería N° 2 para recauchutarme
un poco; después me llevaron a Punta de Rieles. Así que yo llegué allá
después del resto de las compañeras, febrero o marzo de 1973.
DEL PENAL A LA MAZMORRA

Cuando Yessie Macchi llegó al Penal de Punta de Rieles “era una
piltrafa”, debido al largo período de tortura que había sufrido durante
los interrogatorios. Además, arrastraba el dolor de la muerte de su
compañero y del embarazo que había perdido, sin haber podido elaborar sus
duelos debido a los mecanismos de defensa que había tenido que levantar
ante el permanente hostigamiento de sus custodios.

Al entrar al penal todavía rengueaba, porque la fractura de su pierna
había sido muy grande, y estaba muy delgada. De ánimo estaba
completamente cerrada, en un estado de defensa absoluto, y se disponía a
encarar la difícil realidad de un penal con 173 mujeres, la inmensa
mayoría del MLN, enfrentadas a los militares pero también a sus propios
demonios interiores, porque entre ellas convivían las que habían logrado
sostenerse con las que habían delatado, había algunos casos de
desmoralización bastante grandes y no había organización entre ellas.

Cuando llegué me encontré con una cartita que había dejado un compañero
dirigente del MLN que había pasado por Penal de Punta de Rieles como preso
antes que llegaran las mujeres presas. Esta carta nos la entregó el
comandante del penal, el coronel Albornoz [2], y decía que él era una
excelente persona, que nos dejaban una huertita para que cultiváramos para
nosotras. Poco menos, decía que nos portáramos bien.

Entonces todo eso me asustó un poco, me puso en guardia, y junto con dos
compañeras más, las tres con más experiencia dentro del MLN, nos pusimos
a organizar el funcionamiento de la orga dentro de la cárcel.

Eran tiempos muy difíciles para los tupamaros. Los comunicados 4 y 7
habían generado discrepancias entre los miembros de la organización que
estaban presos, lo que hacía que se difundieran “ecos raros” entre
ellos. Entre las reclusas también se discutió sobre la tendencia
“peruanista” que pugnaba en la interna militar, en base a la
información obtenida durante las charlas con el coronel Trabal y a libros
que tenían sobre el proceso peruano. Eso motivó a las prisioneras más
experimentadas a impulsar mecanismos de discusión, para tener una línea
común dentro de la cárcel.

Fue bastante difícil porque eran compañeras recién salidas de la
tortura, algunas ni siquiera habían militado, apenas habían prestado un
auto o habían caído en la desbandada. De hecho todas habíamos pasado
momentos muy duros también en la tortura. Y hasta que nos sacaron del
penal a las que seríamos las rehenes de la dictadura, el 20 de junio de
1973, siete días antes del golpe, lo que se organizó por parte nuestra
fue bastante. Creo que por eso se apuraron a sacarnos, antes que a los
hombres. Se logró formar en grupos a las compañeras para la discusión y
el funcionamiento, estabilizar lo caótica que era esa situación, dar un
sentimiento de pertenencia nuevamente a la organización.

La última pulseada entre las presas y los carceleros antes del retiro de
las primeras ocho rehenes fue el 18 de mayo de 1973, cuando se conmemoraba
el primer año del operativo en el que resultaron muertos cuatro soldados
que montaban guardia frente a la casa del comandante en Jefe del Ejército,
general Gravina. En los días anteriores, previendo que hubiera algún
“verdugueo”, las presas habían resuelto romper filas ante cualquier
provocación, y así lo hicieron cuando la incitación efectivamente se
produjo, en el patio donde se izaba la bandera uruguaya todos los días

Ya no estaba Albornoz, había otro comandante que comenzó con un discurso
terrorista contra nosotras, muy fuerte, e inmediatamente rompimos filas.
Enseguida nos subieron y estuvimos sancionadas por desacato. Eso fue el 18
de mayo, y el 20 de junio ocho de nosotras ya estábamos fuera del penal,
como rehenes.

El primer cuartel “visitado” por Yessie Macchi fue el de San Ramón;
junto a ella estaba “en el mismo trille” Gracia Dry, a quien ubicaron a
un par de calabozos de distancia. Desde su llegada “se notaba algo raro
en el ambiente”, pero era imposible saber de qué se trataba. Una semana
después de su llegada notaron un extraordinario movimiento, chasquidos de
armas, griteríos. En medio del alboroto un capitán apellidado Taramasco,
que había participado de las sesiones de tortura y que mantenía la
curiosa costumbre de acercarse a charlar con la presa atormentada, pasó
por delante de su calabozo. “¿Qué pasa?”, le preguntó ella al
militar desde su mirilla. El gritó: “Vamos a salvar a la patria”. Era
el 27 de junio de 1973. Ella no entendió nada.

A los cuatro o cinco días les dicen que se preparen para un traslado, y
las llevan al Regimiento N° 4 de Caballería. Ahí están cuando cae toda
la plana mayor del Frente Amplio salvo su presidente Líber Seregni. En
calabozos individuales fueron instalados los dirigentes de la izquierda el
9 de julio, detenidos en la manifestación contra la dictadura convocada
por el mismo Frente Amplio. Estaban uno al lado del otro. Yessie Macchi
estaba en el último calabozo. Ahí pudo hablar por la mirilla, en voz baja
con Hugo Batalla, que había sido alojado en la celda contigua; él le
contó lo que había pasado aquel día de alboroto incomprensible. Ahí
empezó a pensar que las peores hipótesis podían concretarse, y que la
muerte era una posibilidad muy firme. De hecho, los militares amenazaban
con matarla todo el tiempo y practicaban frecuentemente simulacros de
fusilamiento.

Por aquellos días cambiaron a Gracia Dry por Estela Sánchez, sin que
Yessie Macchi supiera nunca el motivo ya que no tenía prácticamente
chance de hablar con ellas; era extraño encontrar algún “milico
pierna” que las dejara decirse cosas de calabozo a calabozo o cantar
juntas. Era un momento de caída de militantes políticos, sociales y
sindicales, y por lo tanto también de tortura, sistemática y salvaje. En
el cuartel de San Ramón estaban, entre otros, los ferroviarios, cuyo
sindicato había sido desmantelado; allí eran torturados sus militantes.
Los cuartos de tortura estaban prácticamente pegados a los calabozos,
desde donde se escuchaba todo, por lo que dormir era casi imposible.

En los momentos en que había un descanso lo que había que hacer era
levantarse y desde la mirilla ayudar a esos compañeros, algunos de los
cuales se veía que estaban aflojando. Silbar canciones revolucionarias,
tangos, o si el milico era medio piola preguntarle de dónde eran, decirles
que no estaban solos, que aguantaran. El día se me iba en eso. Cuando
pusieron a Estela (Sánchez) seguían esas sesiones de tortura, pero
además ella sufría de claustrofobia, entonces tenía ataques de histeria,
de angustia, y también había que apoyarla a ella, gritarle, golpearle
fuerte la pared, hablarle aunque no lo permitieran.

Mientras esa batalla transcurría, la dictadura uruguaya decide investigar
si guerrilleros uruguayos habían sido entrenados en Cuba [3]. Entonces es
trasladada al “Infierno Chico”, una casona en la rambla de Punta Gorda,
a donde es interrogada durante dos semanas junto a quienes habían visitado
la isla caribeña y los someten a “una buena máquina”.

Así Yessie Macchi fue postergando sus duelos, no había lugar para pensar
en la muerte de su compañero o en la pérdida de su embarazo. A fines de
1974 fue trasladada al Batallón de Ingenieros N° 1, y estando allí se
produce el asesinato del coronel Ramón Trabal en París, el 19 de
diciembre. Esto tuvo una consecuencia directa en la vida de la presa
tupamara, debido a los contactos que había mantenido con él durante su
internación en el Hospital Militar, por lo que se inicia una nueva etapa
de interrogatorios para saber quiénes integraban el equipo de trabajo
“clandestino” del oficial asesinado, que supuestamente ella debía
conocer.

Después nos trasladan para San Ramón nuevamente, era un lugar feo, los
calabozos diminutos, tremendamente inclementes, inhóspitos. Cada vez que
te llevaban al baño te ponían la capucha y te llevaban con llave de
karate, ibas saltando todo el camino y era bastante lejos, por lo cual te
llevaban poco. A veces una vez por día, por lo que yo tenía una bolsita
de nylon.

A principios de 1975, cuando la separan de Estela Sánchez, Yessie Macchi
por primera vez se queda sola, sin otras rehenes o compañeros sometidos a
tortura que necesiten de su ayuda. Allí, la invade un sentimiento de
soledad que sólo había sufrido en su adolescencia [4] por lo que debe
ocuparse de sus duelos, de sus cargas, de su doloroso presente. No tenía a
quién silbar, no tenía a quién ayudar, más que a sí misma.

Ahí empecé a llorar, en silencio. Pasaron dos o tres semanas y el llanto
no me paraba, era una cosa mansa. No gemía, no gritaba, no hacía nada,
simplemente me caía un chorro de lágrimas permanente. Mi gran
preocupación era mantener una imagen de fortaleza frente a los militares,
pero ellos tenían una vigilancia muy estrecha y calculo que esta
diferencia en mi actitud era obvia. Me preguntaron si quería un pase al
psiquiatra, y les dije que no lo necesitaba. En ese momento, eso hubiera
sido mortal.

En esos días no podía pensar, lloraba, no podía contener el llanto, y
eso me martirizaba. Y en los pocos momentos que no lo hacía fantaseaba con
que mi hijo tendría ya tres años y yo estaba con él, le hablaba, le
contaba historias, cuentos, pero lo que más bronca me daba era no poder
contener el llanto. Creo que en el período anterior lo que me contuvo fue
que siempre tenía que ayudar a alguien, primero en Punta de Rieles y
después en los calabozos. Una vez que se acaba todo eso mi autoexigencia o
la exigencia externa habían desaparecido, y entré en una crisis muy
grande.

Inmediatamente es trasladada otra vez al Batallón Florida, donde había un
sistema mucho más laxo. Una vez más los militares aplicaban su idea de
apretar y aflojar la represión, lo que establecía una situación de
incertidumbre psicológica para las rehenes que constituía una tortura en
sí misma. El simple anuncio de un traslado ya se convertía en una amenaza
de endurecimiento de las condiciones de reclusión. Cuando las cautivas se
acostumbraban a algún lugar poco hostil, se producía el traslado a un
lugar con una represión más dura, y cuando esto amenazaba con destrozar
la resistencia, volvía a distenderse con otro traslado.

Cuando Yessie Macchi vuelve al Batallón Florida, en medio de aquella
crisis de llanto silencioso e interminable, se produce un encuentro
inesperado, que marcaría los siguientes años de reclusión: “Me
encontré con una mujer dentro del calabozo. Era Elisa”. La hija mayor
del senador Zelmar Michelini había soportado varios días de salvaje
tortura en el Infierno chico, en la casona de Punta Gorda, y luego fue
trasladada al cuartel en el barrio de Buceo. Allí se reunió con Yessie
Macchi, quien venía de sus primeras tres semanas de total soledad en un
inhóspito calabozo de San Ramón, de más de veinte días de llanto
permanente.

En el Batallón Florida las cosas mejoraron, porque pasó a una amplia
celda con dos camas, con espacio suficiente para transitar entre ellas, una
ventana entrecerrada a través de la cual se adivinaba el sol, la puerta de
las celdas estaban abiertas (por lo que se podía ir al baño todas las
veces que se necesitara) y había dos horas diarias de recreo. Incluso las
visitas podían entrar paquetes con frutas y verduras.

Cuando me encontré con Elisa ella venía muy mal de la tortura, y lo que
hice fue agarrarme a ella y tratar de ayudarla. Se me fue instantáneamente
el llanto, ella me contó su historia, yo le conté la mía, hicimos una
amistad muy grande. Hacía años que yo no hablaba, desde que estaba en la
situación de rehén.

Aquel encuentro de dos meses y medio fue para Yessie Macchi como “un
respiro después de una corrida larga”. Ella y Elisa Michelini se
necesitaban mutuamente, y por lo general charlaban todo el tiempo, aunque
había momentos en que cada una se sumía en sus pensamientos. Gracias a un
efectivo mecanismo de tráfico epistolar clandestino, mediante el cual
Elisa podía recibir las cartas de Zelmar y de su compañero preso en el
Penal de Libertad, las dos tenían buena información acerca de lo que
ocurría fuera de los cuarteles. Hasta que un día les dijeron que
prepararan sus cosas porque las iban a trasladar. Otra vez la angustia, la
incertidumbre. Y ahí volvió el apriete, y fue un período muy duro,
inolvidable para ambas.

Nos trasladan a Artillería 1, La Paloma, en el Cerro. Llegamos y nos
encontramos con un lugar donde no cabía uno y estábamos las dos. Y había
un cartel sobre la mirilla que decía: “asesinas”. Entonces pensé:
“acá viene brava”. A ese lugar le llamaban “las mazmorras”, y
estuvimos ahí bastante tiempo. Ella dormía para un lado, yo para otro, no
cabíamos paradas, no teníamos recreo, teníamos que ir al baño con un
milico parado junto al inodoro con un fusil apuntándonos; había golpizas,
plantones.

Las brutales condiciones del cautiverio fueron narradas a las visitas,
gracias al ingenio de las presas para comunicarse, y esos relatos llegaron
a oídos de Zelmar, el padre de Elisa, quien lo denunció en el Tribunal
Russell, en Human Right Watch, y en todos los lugares donde fue posible.
Pero las cosas empeoraron, porque cuando los detalles de la denuncia se
hicieron públicos hubo más plantones, más golpizas, más represión.

Faltaban pocos días para el final del mes de abril de 1976, y aquellas
denuncias habían acicateado la saña de los militares, que pasaban cada
media hora por los calabozos, metían el arma por la mirilla y la
martillaban; ellas no sabían si estaban cargadas o no, así que cualquiera
de aquellas maniobras podía ser el fin del sometimiento y de la vida.
UN AGUJERO Y UN AMOR

Un día Yessie Macchi pidió, como permiso especial, que le permitieran
poner un tablón en la pared a modo de estante para colocar las pocas cosas
que le permitían conservar dentro del calabozo. Increíblemente las
autoridades del cuartel dijeron que sí, y le encomendaron la labor a otro
preso, que compartía una “pared medianera” con ella. El tenía permiso
para hacer manualidades, y con las herramientas que tenía había horadado
las viejas paredes, que se caían de viejas y húmedas, hasta hacer un
agujero. Una y otro se tapaban con sus colchas de un lado y otro de la
medianera, y hablaban de noche. El insoportable volumen de las cumbias que
escuchaban los torturadores mientras vejaban a los presos servía de
involuntario cómplice para las tertulias nocturnas. Así, Yessie y Mario
charlaban, mientras los demás no escuchaban nada.

No sé qué pasaba dentro de mí en esos momentos, pero creo que no haber
elaborado mis duelos, la bronca que yo tenía adentro por tantos cuarteles,
tanta tortura, venía un milico de otro cuartel y te dejaban en un cuarto
con él y otra vez el toqueteo y la “máquina”. Yo tenía una necesidad
de rebeldía muy grande, porque además ya había pasado por el juez
militar que me había baboseado, me había dicho que antes de 45 años no
salía. Y yo de eso estaba segura, porque no había ninguna perspectiva de
nada.

El romance clandestino avanzó con el correr del tiempo, con cumbias de
fondo, soportando los gritos de los compañeros sometidos a suplicio en las
salas vecinas, hasta que una noche Yessie propuso: “¿Y si tenemos un
hijo?”

No pude ver la cara que puso porque estaba del otro lado de la pared, pero
le dije: “Mirá Mario, yo no salgo más de acá. O me matan o me quedo
acá por muchos años. Vos tenés una pena corta, te faltan dos años,
podemos tener un hijo que cuiden mis padres mientras tanto, y después tú
lo criás”. “Bueno, está bien”, dijo Mario Soto, aunque con alguna
sorpresa en su voz.

En aquel cuartel, el más represivo de todos los que la presa había
estado, la pareja pudo reunirse “dos o tres veces”, gracias a la
solidaridad de uno de los custodios. Previamente, ella había pedido la
aprobación de sus padres, que aceptaron criar a su hijo a pesar de la
incertidumbre que les provocó la noticia de que existía la posibilidad de
que fueran abuelos.

También contaron con la solidaridad de los compañeros presos en ese
cuartel, que fueron anoticiados previamente de que ella quedaría
embarazada y que eso podía tener consecuencias posteriores, como el
endurecimiento de la represión y el aislamiento. Casi todos estuvieron de
acuerdo.

Una noche Yessie y Elisa no podían dormirse, y escuchaban una radio
sintonizada en Carve, emisora que tenía un programa nocturno que pasaba
música y la interrumpía con breves espacios informativos. Como era
habitual, al final de una melodía comenzó a darse una novedad que las
presas no pudieron escuchar completamente. “Los dos legisladores
desaparecidos en la Argentina…” alcanzaron a escuchar, y después más
nada. En el primero que pensaron fue en el padre de Elisa, el otro podía
ser Wilson Ferreira Aldunate.

Esa noche no dormimos nada. Al otro día vemos que rodean todas las
mazmorras con ametralladoras, y cortan las visitas. Después de unos días,
le conceden una visita a un compañero que un mes atrás la había pedido
por su cumpleaños. Cuando vuelve por el corredor se zafa del milico, corre
hacia nuestra mirilla y dice: “Elisa, asesinaron a tu padre”. Y
mientras el milico lo sacudía: “Prefiero que lo sepas por mí y no por
ellos”.

Durante la siguiente semana Elisa reclamó insistentemente que la dejaran
ver a la familia, y pedía sin éxito para hablar con el comandante de la
unidad. Mientras tanto la situación era de duelo, en las celdas no se
cantaba, no se jugaba al ajedrez de calabozo a calabozo. Finalmente le
dieron la visita, era Hugo Batalla. Allí se enteró que el otro asesinado
había sido Héctor Gutiérrez Ruiz.

Mientras Elisa conocía algunos detalles del crimen de su padre, Yessie se
vio sacudida por un vómito; nunca había vomitado en su vida. Cuando
volvió al calabozo Yessie limpiaba el piso. Al darse cuenta de lo que
había ocurrido se abrazaron, por el padre que se había ido y por el bebé
que anunciaba su llegada.

Fue como si yo fuera la hija de Zelmar y Elisa la madre de Paloma. Eran dos
cosas completamente opuestas, la vida y la muerte. Lo que yo viví con
Elisa no lo viví con nadie más. Todo ese tiempo anterior y posterior a la
muerte de su padre y a mi embarazo, fue algo muy intenso.

Después de confirmar su gravidez, el problema pasó a ser que no corriera
el rumor de que el niño era hijo de un militar, producto de una
violación, y para eso no había más remedio que dar a conocer su
relación con uno de los compañeros presos. Entonces Yessie le pidió a la
madre que hiciera un juego de alianzas y que las enviara en el paquete de
Mario, el padre de su hijo, y que en los anillos estuviera grabada una
fecha muy bien pensada, para que pareciera que ese había sido el día en
que habían estado juntos por primera vez. En realidad, el día que
figuraría en los anillos había estado de guardia el torturador más
salvaje de todos.

Si se daban cuenta de que teníamos anillo, y miraban la fecha, iba a
aparecer él como responsable de lo que hubiera pasado esa noche.
Luego él le mandó a ella una carta de amor a través de un soldado, con
la certeza de que la misiva llegaría a manos del comandante de la unidad.

Enseguida ambos fueron llamados a interrogatorio, y él estuvo de plantón
toda la noche. Cuando ella fue interrogada por el comandante confirmó su
romance y le pidió permiso para casarse por poder. El objetivo de
publicitar su relación se había conseguido, pero también habían
determinado su separación definitiva. Aquella fue la última vez que
Yessie Macchi vio a Mario Soto, el padre de su bebé.

A los dos días ella y Elisa fueron trasladadas al 4° de Caballería,
donde tenían una hora de recreo diaria, en la que una podía ir al
calabozo de la otra. Allí se encontraron con el hijo del asesinado coronel
Ramón Trabal, quien permanecía como jefe del S2 (Inteligencia) en esa
unidad. Todas las noches él iba, borracho, a hablar con Elisa, quien
procesaba su duelo por la muerte de Zelmar. Y le decía: “A mi padre lo
mataron los mismos que mataron al tuyo”. Era conciente de que el crimen
cometido en París había sido responsabilidad de sus propios camaradas,
pero permanecía de todas formas en el S2 del 4° de Caballería.

Poco tiempo después, un nuevo traslado, esta vez al 9° de Caballería.
Para ese entonces, ya había empezado a aparecer la panza, por lo que
tenía que usar un poncho de lana para ocultar su estado. Allí Yessie
Macchi se encontró con un mayor que la conocía del Hospital Militar,
“un viejo enemigo”, quien sospechó de aquel afán por abrigarse en
tiempos nada invernales, por lo que ordenó un examen ginecológico. Cuando
la reclusa llegó al consultorio, una mujer le indicó que se acostara para
practicarle los análisis, pero la presa se negó: “Usted no me va a
hacer ningún examen, y si lo que quiere saber es si estoy embarazada, se
lo digo yo: sí, estoy embarazada de seis meses”. En realidad el embarazo
era de poco más de 16 semanas, pero la exageración había sido calculada
previendo posibles consecuencias. “¡Qué disparate, qué sinvergüenza!,
¿usted me va a decir que los militares violan a las presas en los
calabozos?”, replicó la mujer. “Esto no es producto de violación,
pero desde ya le digo que a mí me han violado. Esto es producto de una
relación voluntaria con otro preso”. Alarmada, la mujer cerró la
puerta, dejó a Yessie Macchi dentro de la sala y fue a buscar a las
autoridades de la unidad. En poco tiempo se había armado un revuelo que
tendría consecuencias para el destino inmediato de todas las mujeres
rehenes.

Minutos más tarde, el jefe de reclusión del cuartel, un capitán de
apellido Lucero, llamó a Yessie Macchi, y le pidió la alianza, aquella
que su madre había mandado fabricar con una fecha muy bien estudiada. El
militar la anotó y le preguntó a la presa el nombre del padre del niño.
Luego, confesó que no sabía cómo resolver la situación. Al poco rato
fue llamada otra vez, pero ahora estaban presentes los comandantes y sub
comandantes del cuartel de La Paloma (la unidad adonde había sido
concebido el bebé) y el 9° de Caballería. Ninguno sabía qué hacer
porque todavía no había ninguna orden de la Junta de Comandantes.
Estaban todos a los manotazos, pero yo me daba cuenta que eran todos para
arriba, en la panza nada.

Las amenazas de muerte se intercalaban con las de un aborto provocado,
hasta que Yessie Macchi les anunció que su situación estaba en
conocimiento de varios organismos humanitarios internacionales, y que
cualquier daño que ella sufriera por su embarazo inmediatamente tendría
consecuencias para el Uruguay y su régimen militar. La advertencia
profundizó la incertidumbre de los oficiales, que optaron por retirarse de
la sala y dejar sola a la mujer. Al día siguiente, el comandante de la
unidad se presentó para pedirles a Elisa y ella que recogieran sus cosas
para abandonar el cuartel. Las razones de esta medida se las aclaró luego
otro oficial de la misma unidad: “Las mujeres no sirven para estar en los
cuarteles”.

Si bien a mí me resultó relativamente barato quedar embarazada, no fue
así para quien era mi compañero en ese momento. El estuvo tres meses
siendo torturado simplemente para que dijera el nombre del guardia que
había facilitado que nosotros estuviéramos juntos. Ya después de eso
quedó totalmente traumatizado por dentro, lo que desembocó en un cáncer
y su muerte el 27 de junio de 1980.

Más de tres años después de iniciada la rotación, los militares habían
caído en la cuenta, gracias al embarazo de Yessie Macchi, de que “las
mujeres no sirven para estar en los cuarteles”, por lo que resolvieron
que las rehenes volvieran al penal de Punta de Rieles. Al principio las
instalaron en un sector a todas juntas, con algunas presas que venían de
otras zonas de la cárcel. Fue una especie de aislamiento antes de la
integración con el resto de las reclusas.

Este regreso a la vida compartida del penal podría verse como una mejora
respecto al severo aislamiento que sufrieron en los calabozos de los
cuarteles de la dictadura. Sin embargo, estuvo bastante lejos de ser así
en el caso de Yessie Macchi. El entusiasmo que ella sentía por su
maternidad se vio empañado por el malestar que ocasionaba en un grupo
pequeño pero influyente de presas.

Yo estaba muy orgullosa con mi embarazo, me parecía que era lo más grande
que había podido lograr en toda mi vida. Al tiempo me enteré que en otro
sector de la cárcel había compañeras que estaban en contra. Era una
posición muy homogénea de ese grupo que impuso una mordaza a otras que
también estaban en ese sector. Allí la crítica fue muy fuerte, aunque
nunca me enteré cuál era.

Cuando el Comando de la cárcel constató esta división entre las presas,
trasladó a Yessie Macchi a ese sector de reclusión, lo que le significó
enfrentar un momento muy duro de la cárcel, quizás el más duro de todos.

Estuve rodeada de compañeras con las cuales no podía hablar, las
críticas no se hacían de frente y ellas mismas habían implantado una
especie de silencio hacia mí. Es muy difícil sufrir una cana doble, la
que te imponen tus enemigos y la de compañeras que están tan presas como
una. Quizás sus opiniones podían ser aceptadas como algo válido, aunque
no compartido, pero no de la forma como lo hicieron, muy cruel. Incluso
cuando mi hija venía a la visita de niños, ellas no la saludaban, fue una
situación de mucha tensión.

En ese sector estuvo un año. Un año muy solitario. Allí también estuvo
Lía Maciel, otra de las que había estado como rehén hasta finales de
1976. Con ella compartió sus estudios de psicología, pero la
comunicación era difícil porque estaban en celdas distantes. Había otro
aspecto que dificultaba la vida de Yessie en el Penal de Punta de Rieles, y
era que la seguían interrogando por “el tema Trabal”, así que tenía
los morrales prontos para los traslados a nuevos interrogatorios, nuevas
torturas, y no lo podía compartir con nadie. Esta fue la segunda instancia
(la primera fue los calabozos de la Región Militar Número 1) en la que
tuvo que enfrentar sola la ausencia de libertad.

Nunca me dejé divagar, tenía la mente ocupada permanentemente, si había
libros estaba leyendo, si no pensaba en los que había leído antes,
escribía poemas mentalmente, usé mucho el canto, silbaba, recordé todos
los tangos que sabía en mi vida, inventé otros. Recuerdo días enteros
numerando la cantidad de compañeros que había conocido durante toda mi
vida, lo cual me daba cuentas astronómicas y me llevaba días y días. Es
increíble la capacidad creativa del ser humano.

Mientras esas estrategias para sobrevivir a la agresión del presidio se
desarrollaban, recurriendo a todo el patrimonio personal y colectivo
cosechado durante años de militancia, se iban eludiendo viejos lutos. Es
que la cárcel no es un lugar propicio para elaborar duelos, por el
contrario van aumentando, ante la constante pérdida de libertad.

La salida de la cárcel es el momento más difícil, yo le llamo el trauma
de la libertad, porque se te plantea tirar abajo todos esos mecanismos de
defensa que te pusiste para bancar la hostilidad del medio, y empezar a
vivir como un ser humano normal, como si no te hubiera pasado nada o
procesando el duelo por lo que te pasó.

El dolor por el compañero asesinado en el operativo de Parque del Plata en
junio de 1972, y por el hijo que le hicieron abortar ese mismo día, fue
asimilado por Yessie Macchi hace pocos años, y terminó en una profunda
crisis alcohólica, de la que le costó mucho salir. Pidió mucha ayuda y
no la obtuvo, salvo de su hermana mayor y alguna amiga íntima. “Hay que
tener en cuenta que todos sufrían sus duelos y sus amputaciones”,
asegura.

Yo me atendí permanentemente con psicólogos, primero por la relación con
mi hija Paloma que tenía nueve años cuando yo salí en libertad, mi
relación con mi nueva pareja, y toda mi reinserción implicó terapias. Y
ninguno de los terapeutas que me atendieron estaba preparado, es un tema
muy difícil. En algunos países los hay pero son contados, porque no es
una simple neurosis común, es algo mucho más profundo, con raíces muy
dolorosas, y exige del terapeuta cierta experiencia en la materia o una
sensibilidad muy exquisita, que yo no encontré.

La labor para los psicólogos no era fácil. Se debatían con una persona
que había mantenido firmes mecanismos de defensa durante más de catorce
años en la cárcel y que durante ese lapso había estudiado lo mismo que
ellos.
Yo los sobraba, cuando me preguntaban algo yo ya sabía por donde venían,
tenían todas las de perder.
Pero Yessie también perdió. Dos compañeros, un hijo, un padre y tres
lustros de libertad. La carga era muy pesada, y el consuelo que encontró
fue el alcohol, hasta que decidió abandonar su hogar y refugiarse en una
casa de salud durante cinco meses.
Estaba con cuatro viejitas amorosas y con ellas logré hacer mi duelo. Yo
creo que cada uno tiene su ritmo. ¿Por qué ahora surgen tantos
testimonios y tantos libros? Lleva su tiempo, es un tiempo histórico, que
depende de todo un proceso.

Buena parte de ese período se vivió en el contexto de la lucha contra la
ley de impunidad, que finalmente se perdió. Esa batalla, sin embargo,
Yessie la vivió amortiguada porque al salir de la cárcel resolvió vivir
en La Teja, así que buena parte de esos años los vivió abrazada por la
solidaridad de los vecinos.

Aún así, no pude evitar esa crisis muy prolongada en el tiempo,
fácilmente quince años de mi vida, en que yo no podía hablar de
determinados temas. A lo largo de todos esos años yo logré conocerme
totalmente, no sólo en el aislamiento de la cárcel sino en el posterior
por mi enfermedad. Hoy me siento bien conmigo misma. Creo que lo que viví
hasta el 85 fue bien vivido. Lo que viví después también lo fue, pero
fue en una pelea constante contra la autodestrucción. Al menos eso fue lo
que me pasó a mí.
-.-
1. El Collar era una columna que rodeaba todo el departamento de Montevideo
y su finalidad era para una etapa superior de lucha, para evitar la entrada
de tropas del ejército a Montevideo suponiendo que hubiera una situación
insurreccional o revolucionaria, y al mismo tiempo impidiendo la salida de
tropas para el interior si había un levantamiento allí, el cual era
posible encuadrado en lo que era el plan Tatú. “En esa columna tenían
que ser cuadros militares muy bien probados, porque era la barrera de
choque. Yo me instalé ahí, en la parte de los balnearios del este, desde
el arroyo Carrasco hasta el arroyo Solís Grande en el límite con
Maldonado”.

2. “Albornoz era un caso típico de un hombre de inteligencia, porque él
estaba ahí para clasificarnos, muy simpático, muy amable, de puertas
abiertas en las celdas, y que fue en definitiva, mirado desde la
perspectiva de ahora, el que planificó el penal represivo más duro que
tuvimos, en base a los datos que ingenuamente nosotras mismas le fuimos
dando, porque no estábamos acostumbradas a los militares como celadores,
sí como torturadores”.

3. Yessie Macchi viajó a Cuba en 1967, estando aún en la legalidad,
trabajando en Alcan Aluminios del Uruguay. Por ese tiempo, durante el día
trabajaba como secretaría ejecutiva y durante el resto era una militante
tupamara en cuyo apartamento de Malvín se congregaba buena parte de la
dirección del MLN. Pero llegó un momento que fue muy difícil mantener la
“doble vida”, por lo que la organización resolvió enviarla a Cuba, y
lo que se pensó como una “representación” por seis meses terminó
siendo una estadía de un año. Aprovechando el impulso dado por la
Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que había aprobado la
lucha armada en todo el continente, se vinculó con representantes de los
movimientos de liberación nacional de la región, y recibió un intenso
entrenamiento militar.

4. Cuando Yessie Macchi tenía 11 años sus padres deciden separarse,
aunque continúan viviendo juntos en la misma casa, ellos en distintos
cuartos, y ella en un tercero. Esa fue una etapa muy difícil para la
niña, que además sufría la falta de su hermana mayor que debió viajar a
Estados Unidos por motivos de estudio. “Ese fue mi primer aprendizaje de
la soledad. Si lo miro desde hoy yo diría que fue, con todo lo que me
tocó vivir en mi vida, los peores años de soledad”. Para superar esa
situación se acercó primero a la Iglesia Católica y después a la
Metodista, pero a los 13 años también se decepcionó de la vida religiosa
y emprendió la exploración por otros caminos: “Siempre estaba a la
búsqueda de algo que me sostuviera”.

COMCOSUR INFORMA Nº 1663 – 18/08/2015

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«HACÍA AÑOS QUE YO NO HABLABA»

COMCOSUR INFORMA AÑO 15 – No. 1663 – martes 18 de Agosto de 2015 / Selección y producción: Beatriz Alonso, Henry Flores y Carlos Casares / AVISO A LOS NAVEGANTES:
Por razones de fuerza mayor (problemas con el hardware), Comcosur Informa suspenderá provisoriamente sus envíos hasta nuevo aviso. Esperamos solucionar el inconveniente a la brevedad. Nuestros otros servicios no se verán afectados por esta contingencia. Agradecemos desde ya vuestra comprensión.
Para compensar en algo la involuntaria ausencia, en esta edición de emergencia publicamos la entrevista de Fabián Werner a Yessie publicada en el Número 3 de «Cuadernos de la Historia reciente» (Ediciones Banda Oriental, Setiembre de 2007), la que también fromará parte de un libro de próxima aparición en «Ediciones del Caballo Perdido», sobre las rehenes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros durante la dictadura.
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Entrevista a Yessie Macchi
«HACÍA AÑOS QUE YO NO HABLABA»
Fabián Werner

Con dos fugas de la cárcel de mujeres de Cabildo en su prontuario, Yessie Macchi había vuelto a formar parte del aparato armado del MLN en la columna conocida como “El Collar” [1], junto a su compañero Leonel Martínez Platero, uno de los integrantes de la vieja guardia de “la orga”.

Era el 13 de junio de 1972, y ambos hacían vigilancia en una hermosa mañana de invierno, “bien azul el cielo”, en el balneario canario de Parque del Plata, cuando los sorprendió un descomunal operativo que reunió a decenas de efectivos de la Caminera, la Policía, el Ejército, en unidades de tierra y aire. Ella recuerda que mientras corría y tiraba contra aquel hato de cazadores, la invadió una increíble serenidad, a pesar del sentimiento que acompaña la certeza de la muerte.

Habíamos hecho un pacto con mi compañero de no dejar que nos agarraran vivos. A él lo asesinaron, lo mataron por la espalda, pero no al lado mío. Tuvimos que separarnos en un momento para dispersar el fuego enemigo, y él cayó en una emboscada. Yo seguía buscándolo en el balneario, sin saber bien dónde estaba.

En medio de esa búsqueda “un semicírculo” de militares y policías rodeó a Yessie Macchi y se produjo un intercambio de disparos largo e intenso. Ella no quería caer viva, entre otras cosas rechazaba la idea de “sufrir esa humillación”, y a la vez que insultaba a sus oponentes para que dispararan, cuando se quedó sin balas y veía que “los milicos” también habían dejado de tirar, se fue despidiendo mentalmente de todos sus seres queridos, pensando que había llegado su hora. Pero no llegó, porque “el semicírculo” se cerró detrás de sí, y como ya la habían reconocido, se había dado la orden de atraparla con vida.

Cuando vienen por atrás me pegan un culatazo, todos vienen arriba mío y me empiezan a golpear y yo instintivamente me agarré la barriga y dije “aquí no”. Cinco minutos antes estaba diciendo “asesinos, no se animan a matar a una mujer”. Pero en ese momento recordé mi embarazo. Y ahí fue donde pegaron los culatazos. Ya en el camino al Hospital Militar tuve una pérdida.

Así fue como Yessie Macchi perdió su primer embarazo, se enteró de la muerte de su compañero y vio escapar su libertad recuperada por segunda vez. Además, la golpiza que le dieron sus captores significó tales daños que fue necesario enyesarla desde la punta de los pies hasta debajo de los senos. Así pasó casi ocho meses, hasta que “un poco en contra” de lo que querían quienes la asistían en el Hospital Militar la sacaron para interrogarla. La devolvieron con el yeso roto, por lo que debió quedarse internada un tiempo más, luego que lo emparcharan.

En realidad, lejos de servir para la rehabilitación, el hospital fue una instancia de permanente indagación; hicieron un calabozo especial para ella en la parte de arriba. También había otro para Raúl Sendic, para atenderlo de las heridas que sufrió durante su caída. Después de un tiempo llegó por su calabozo el coronel Ramón Trabal, jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, quien se hizo cargo de su interrogatorio. Entre ambos se generó una “relación política buena, de enemigo a enemigo. En los dos o tres primeros meses el militar la visitaba todas las noches en el hospital.

Fue muy interesante todo lo que conversamos, me enteraba por él de todo lo que pasaba en los distintos cuarteles, de las negociaciones del MLN con los milicos, incluso quiso llevarme cuando las negociaciones para el Batallón Florida y yo me negué porque no estaba de acuerdo con ellas.

Las conversaciones terminaron cuando se enteró el general Esteban Christi, comandante de la Región Militar N° 1, que una noche fue al Hospital y delante de Yessie Macchi recriminó duramente a Trabal por su actitud con la detenida. Es que los informes posteriores al interrogatorio que él había realizado repetían lo que ella le había dicho: su nombre y nada más. Luego de ese incidente vendría un nuevo período de interrogatorios, esta vez en la sede de la Región Militar N° 1.

Lo primero que hicieron fue romper delante de mí el acta que había hecho Trabal. “A este hijo de puta lo vamos a romper igual que al acta”, me dijeron, y ahí empezó el verdadero interrogatorio. Ahí estuve creo que un mes, porque me dejaron un tiempo para recuperarme de la tortura, y de ahí me devolvieron al Regimiento de Infantería N° 2 para recauchutarme un poco; después me llevaron a Punta de Rieles. Así que yo llegué allá después del resto de las compañeras, febrero o marzo de 1973.
DEL PENAL A LA MAZMORRA

Cuando Yessie Macchi llegó al Penal de Punta de Rieles “era una piltrafa”, debido al largo período de tortura que había sufrido durante los interrogatorios. Además, arrastraba el dolor de la muerte de su compañero y del embarazo que había perdido, sin haber podido elaborar sus duelos debido a los mecanismos de defensa que había tenido que levantar ante el permanente hostigamiento de sus custodios.

Al entrar al penal todavía rengueaba, porque la fractura de su pierna había sido muy grande, y estaba muy delgada. De ánimo estaba completamente cerrada, en un estado de defensa absoluto, y se disponía a encarar la difícil realidad de un penal con 173 mujeres, la inmensa mayoría del MLN, enfrentadas a los militares pero también a sus propios demonios interiores, porque entre ellas convivían las que habían logrado sostenerse con las que habían delatado, había algunos casos de desmoralización bastante grandes y no había organización entre ellas.

Cuando llegué me encontré con una cartita que había dejado un compañero dirigente del MLN que había pasado por Penal de Punta de Rieles como preso antes que llegaran las mujeres presas. Esta carta nos la entregó el comandante del penal, el coronel Albornoz [2], y decía que él era una excelente persona, que nos dejaban una huertita para que cultiváramos para nosotras. Poco menos, decía que nos portáramos bien.

Entonces todo eso me asustó un poco, me puso en guardia, y junto con dos compañeras más, las tres con más experiencia dentro del MLN, nos pusimos a organizar el funcionamiento de la orga dentro de la cárcel.

Eran tiempos muy difíciles para los tupamaros. Los comunicados 4 y 7 habían generado discrepancias entre los miembros de la organización que estaban presos, lo que hacía que se difundieran “ecos raros” entre ellos. Entre las reclusas también se discutió sobre la tendencia “peruanista” que pugnaba en la interna militar, en base a la información obtenida durante las charlas con el coronel Trabal y a libros que tenían sobre el proceso peruano. Eso motivó a las prisioneras más experimentadas a impulsar mecanismos de discusión, para tener una línea común dentro de la cárcel.

Fue bastante difícil porque eran compañeras recién salidas de la tortura, algunas ni siquiera habían militado, apenas habían prestado un auto o habían caído en la desbandada. De hecho todas habíamos pasado momentos muy duros también en la tortura. Y hasta que nos sacaron del penal a las que seríamos las rehenes de la dictadura, el 20 de junio de 1973, siete días antes del golpe, lo que se organizó por parte nuestra fue bastante. Creo que por eso se apuraron a sacarnos, antes que a los hombres. Se logró formar en grupos a las compañeras para la discusión y el funcionamiento, estabilizar lo caótica que era esa situación, dar un sentimiento de pertenencia nuevamente a la organización.

La última pulseada entre las presas y los carceleros antes del retiro de las primeras ocho rehenes fue el 18 de mayo de 1973, cuando se conmemoraba el primer año del operativo en el que resultaron muertos cuatro soldados que montaban guardia frente a la casa del comandante en Jefe del Ejército, general Gravina. En los días anteriores, previendo que hubiera algún “verdugueo”, las presas habían resuelto romper filas ante cualquier provocación, y así lo hicieron cuando la incitación efectivamente se produjo, en el patio donde se izaba la bandera uruguaya todos los días

Ya no estaba Albornoz, había otro comandante que comenzó con un discurso terrorista contra nosotras, muy fuerte, e inmediatamente rompimos filas. Enseguida nos subieron y estuvimos sancionadas por desacato. Eso fue el 18 de mayo, y el 20 de junio ocho de nosotras ya estábamos fuera del penal, como rehenes.

El primer cuartel “visitado” por Yessie Macchi fue el de San Ramón; junto a ella estaba “en el mismo trille” Gracia Dry, a quien ubicaron a un par de calabozos de distancia. Desde su llegada “se notaba algo raro en el ambiente”, pero era imposible saber de qué se trataba. Una semana después de su llegada notaron un extraordinario movimiento, chasquidos de armas, griteríos. En medio del alboroto un capitán apellidado Taramasco, que había participado de las sesiones de tortura y que mantenía la curiosa costumbre de acercarse a charlar con la presa atormentada, pasó por delante de su calabozo. “¿Qué pasa?”, le preguntó ella al militar desde su mirilla. El gritó: “Vamos a salvar a la patria”. Era el 27 de junio de 1973. Ella no entendió nada.

A los cuatro o cinco días les dicen que se preparen para un traslado, y las llevan al Regimiento N° 4 de Caballería. Ahí están cuando cae toda la plana mayor del Frente Amplio salvo su presidente Líber Seregni. En calabozos individuales fueron instalados los dirigentes de la izquierda el 9 de julio, detenidos en la manifestación contra la dictadura convocada por el mismo Frente Amplio. Estaban uno al lado del otro. Yessie Macchi estaba en el último calabozo. Ahí pudo hablar por la mirilla, en voz baja con Hugo Batalla, que había sido alojado en la celda contigua; él le contó lo que había pasado aquel día de alboroto incomprensible. Ahí empezó a pensar que las peores hipótesis podían concretarse, y que la muerte era una posibilidad muy firme. De hecho, los militares amenazaban con matarla todo el tiempo y practicaban frecuentemente simulacros de fusilamiento.

Por aquellos días cambiaron a Gracia Dry por Estela Sánchez, sin que Yessie Macchi supiera nunca el motivo ya que no tenía prácticamente chance de hablar con ellas; era extraño encontrar algún “milico pierna” que las dejara decirse cosas de calabozo a calabozo o cantar juntas. Era un momento de caída de militantes políticos, sociales y sindicales, y por lo tanto también de tortura, sistemática y salvaje. En el cuartel de San Ramón estaban, entre otros, los ferroviarios, cuyo sindicato había sido desmantelado; allí eran torturados sus militantes. Los cuartos de tortura estaban prácticamente pegados a los calabozos, desde donde se escuchaba todo, por lo que dormir era casi imposible.

En los momentos en que había un descanso lo que había que hacer era levantarse y desde la mirilla ayudar a esos compañeros, algunos de los cuales se veía que estaban aflojando. Silbar canciones revolucionarias, tangos, o si el milico era medio piola preguntarle de dónde eran, decirles que no estaban solos, que aguantaran. El día se me iba en eso. Cuando pusieron a Estela (Sánchez) seguían esas sesiones de tortura, pero además ella sufría de claustrofobia, entonces tenía ataques de histeria, de angustia, y también había que apoyarla a ella, gritarle, golpearle fuerte la pared, hablarle aunque no lo permitieran.

Mientras esa batalla transcurría, la dictadura uruguaya decide investigar si guerrilleros uruguayos habían sido entrenados en Cuba [3]. Entonces es trasladada al “Infierno Chico”, una casona en la rambla de Punta Gorda, a donde es interrogada durante dos semanas junto a quienes habían visitado la isla caribeña y los someten a “una buena máquina”.

Así Yessie Macchi fue postergando sus duelos, no había lugar para pensar en la muerte de su compañero o en la pérdida de su embarazo. A fines de 1974 fue trasladada al Batallón de Ingenieros N° 1, y estando allí se produce el asesinato del coronel Ramón Trabal en París, el 19 de diciembre. Esto tuvo una consecuencia directa en la vida de la presa tupamara, debido a los contactos que había mantenido con él durante su internación en el Hospital Militar, por lo que se inicia una nueva etapa de interrogatorios para saber quiénes integraban el equipo de trabajo “clandestino” del oficial asesinado, que supuestamente ella debía conocer.

Después nos trasladan para San Ramón nuevamente, era un lugar feo, los calabozos diminutos, tremendamente inclementes, inhóspitos. Cada vez que te llevaban al baño te ponían la capucha y te llevaban con llave de karate, ibas saltando todo el camino y era bastante lejos, por lo cual te llevaban poco. A veces una vez por día, por lo que yo tenía una bolsita de nylon.

A principios de 1975, cuando la separan de Estela Sánchez, Yessie Macchi por primera vez se queda sola, sin otras rehenes o compañeros sometidos a tortura que necesiten de su ayuda. Allí, la invade un sentimiento de soledad que sólo había sufrido en su adolescencia [4] por lo que debe ocuparse de sus duelos, de sus cargas, de su doloroso presente. No tenía a quién silbar, no tenía a quién ayudar, más que a sí misma.

Ahí empecé a llorar, en silencio. Pasaron dos o tres semanas y el llanto no me paraba, era una cosa mansa. No gemía, no gritaba, no hacía nada, simplemente me caía un chorro de lágrimas permanente. Mi gran preocupación era mantener una imagen de fortaleza frente a los militares, pero ellos tenían una vigilancia muy estrecha y calculo que esta diferencia en mi actitud era obvia. Me preguntaron si quería un pase al psiquiatra, y les dije que no lo necesitaba. En ese momento, eso hubiera sido mortal.

En esos días no podía pensar, lloraba, no podía contener el llanto, y eso me martirizaba. Y en los pocos momentos que no lo hacía fantaseaba con que mi hijo tendría ya tres años y yo estaba con él, le hablaba, le contaba historias, cuentos, pero lo que más bronca me daba era no poder contener el llanto. Creo que en el período anterior lo que me contuvo fue que siempre tenía que ayudar a alguien, primero en Punta de Rieles y después en los calabozos. Una vez que se acaba todo eso mi autoexigencia o la exigencia externa habían desaparecido, y entré en una crisis muy grande.

Inmediatamente es trasladada otra vez al Batallón Florida, donde había un sistema mucho más laxo. Una vez más los militares aplicaban su idea de apretar y aflojar la represión, lo que establecía una situación de incertidumbre psicológica para las rehenes que constituía una tortura en sí misma. El simple anuncio de un traslado ya se convertía en una amenaza de endurecimiento de las condiciones de reclusión. Cuando las cautivas se acostumbraban a algún lugar poco hostil, se producía el traslado a un lugar con una represión más dura, y cuando esto amenazaba con destrozar la resistencia, volvía a distenderse con otro traslado.

Cuando Yessie Macchi vuelve al Batallón Florida, en medio de aquella crisis de llanto silencioso e interminable, se produce un encuentro inesperado, que marcaría los siguientes años de reclusión: “Me encontré con una mujer dentro del calabozo. Era Elisa”. La hija mayor del senador Zelmar Michelini había soportado varios días de salvaje tortura en el Infierno chico, en la casona de Punta Gorda, y luego fue trasladada al cuartel en el barrio de Buceo. Allí se reunió con Yessie Macchi, quien venía de sus primeras tres semanas de total soledad en un inhóspito calabozo de San Ramón, de más de veinte días de llanto permanente.

En el Batallón Florida las cosas mejoraron, porque pasó a una amplia celda con dos camas, con espacio suficiente para transitar entre ellas, una ventana entrecerrada a través de la cual se adivinaba el sol, la puerta de las celdas estaban abiertas (por lo que se podía ir al baño todas las veces que se necesitara) y había dos horas diarias de recreo. Incluso las visitas podían entrar paquetes con frutas y verduras.

Cuando me encontré con Elisa ella venía muy mal de la tortura, y lo que hice fue agarrarme a ella y tratar de ayudarla. Se me fue instantáneamente el llanto, ella me contó su historia, yo le conté la mía, hicimos una amistad muy grande. Hacía años que yo no hablaba, desde que estaba en la situación de rehén.

Aquel encuentro de dos meses y medio fue para Yessie Macchi como “un respiro después de una corrida larga”. Ella y Elisa Michelini se necesitaban mutuamente, y por lo general charlaban todo el tiempo, aunque había momentos en que cada una se sumía en sus pensamientos. Gracias a un efectivo mecanismo de tráfico epistolar clandestino, mediante el cual Elisa podía recibir las cartas de Zelmar y de su compañero preso en el Penal de Libertad, las dos tenían buena información acerca de lo que ocurría fuera de los cuarteles. Hasta que un día les dijeron que prepararan sus cosas porque las iban a trasladar. Otra vez la angustia, la incertidumbre. Y ahí volvió el apriete, y fue un período muy duro, inolvidable para ambas.

Nos trasladan a Artillería 1, La Paloma, en el Cerro. Llegamos y nos encontramos con un lugar donde no cabía uno y estábamos las dos. Y había un cartel sobre la mirilla que decía: “asesinas”. Entonces pensé: “acá viene brava”. A ese lugar le llamaban “las mazmorras”, y estuvimos ahí bastante tiempo. Ella dormía para un lado, yo para otro, no cabíamos paradas, no teníamos recreo, teníamos que ir al baño con un milico parado junto al inodoro con un fusil apuntándonos; había golpizas, plantones.

Las brutales condiciones del cautiverio fueron narradas a las visitas, gracias al ingenio de las presas para comunicarse, y esos relatos llegaron a oídos de Zelmar, el padre de Elisa, quien lo denunció en el Tribunal Russell, en Human Right Watch, y en todos los lugares donde fue posible. Pero las cosas empeoraron, porque cuando los detalles de la denuncia se hicieron públicos hubo más plantones, más golpizas, más represión.

Faltaban pocos días para el final del mes de abril de 1976, y aquellas denuncias habían acicateado la saña de los militares, que pasaban cada media hora por los calabozos, metían el arma por la mirilla y la martillaban; ellas no sabían si estaban cargadas o no, así que cualquiera de aquellas maniobras podía ser el fin del sometimiento y de la vida.
UN AGUJERO Y UN AMOR

Un día Yessie Macchi pidió, como permiso especial, que le permitieran poner un tablón en la pared a modo de estante para colocar las pocas cosas que le permitían conservar dentro del calabozo. Increíblemente las autoridades del cuartel dijeron que sí, y le encomendaron la labor a otro preso, que compartía una “pared medianera” con ella. El tenía permiso para hacer manualidades, y con las herramientas que tenía había horadado las viejas paredes, que se caían de viejas y húmedas, hasta hacer un agujero. Una y otro se tapaban con sus colchas de un lado y otro de la medianera, y hablaban de noche. El insoportable volumen de las cumbias que escuchaban los torturadores mientras vejaban a los presos servía de involuntario cómplice para las tertulias nocturnas. Así, Yessie y Mario charlaban, mientras los demás no escuchaban nada.

No sé qué pasaba dentro de mí en esos momentos, pero creo que no haber elaborado mis duelos, la bronca que yo tenía adentro por tantos cuarteles, tanta tortura, venía un milico de otro cuartel y te dejaban en un cuarto con él y otra vez el toqueteo y la “máquina”. Yo tenía una necesidad de rebeldía muy grande, porque además ya había pasado por el juez militar que me había baboseado, me había dicho que antes de 45 años no salía. Y yo de eso estaba segura, porque no había ninguna perspectiva de nada.

El romance clandestino avanzó con el correr del tiempo, con cumbias de fondo, soportando los gritos de los compañeros sometidos a suplicio en las salas vecinas, hasta que una noche Yessie propuso: “¿Y si tenemos un hijo?”

No pude ver la cara que puso porque estaba del otro lado de la pared, pero le dije: “Mirá Mario, yo no salgo más de acá. O me matan o me quedo acá por muchos años. Vos tenés una pena corta, te faltan dos años, podemos tener un hijo que cuiden mis padres mientras tanto, y después tú lo criás”. “Bueno, está bien”, dijo Mario Soto, aunque con alguna sorpresa en su voz.

En aquel cuartel, el más represivo de todos los que la presa había estado, la pareja pudo reunirse “dos o tres veces”, gracias a la solidaridad de uno de los custodios. Previamente, ella había pedido la aprobación de sus padres, que aceptaron criar a su hijo a pesar de la incertidumbre que les provocó la noticia de que existía la posibilidad de que fueran abuelos.

También contaron con la solidaridad de los compañeros presos en ese cuartel, que fueron anoticiados previamente de que ella quedaría embarazada y que eso podía tener consecuencias posteriores, como el endurecimiento de la represión y el aislamiento. Casi todos estuvieron de acuerdo.

Una noche Yessie y Elisa no podían dormirse, y escuchaban una radio sintonizada en Carve, emisora que tenía un programa nocturno que pasaba música y la interrumpía con breves espacios informativos. Como era habitual, al final de una melodía comenzó a darse una novedad que las presas no pudieron escuchar completamente. “Los dos legisladores desaparecidos en la Argentina…” alcanzaron a escuchar, y después más nada. En el primero que pensaron fue en el padre de Elisa, el otro podía ser Wilson Ferreira Aldunate.

Esa noche no dormimos nada. Al otro día vemos que rodean todas las mazmorras con ametralladoras, y cortan las visitas. Después de unos días, le conceden una visita a un compañero que un mes atrás la había pedido por su cumpleaños. Cuando vuelve por el corredor se zafa del milico, corre hacia nuestra mirilla y dice: “Elisa, asesinaron a tu padre”. Y mientras el milico lo sacudía: “Prefiero que lo sepas por mí y no por ellos”.

Durante la siguiente semana Elisa reclamó insistentemente que la dejaran ver a la familia, y pedía sin éxito para hablar con el comandante de la unidad. Mientras tanto la situación era de duelo, en las celdas no se cantaba, no se jugaba al ajedrez de calabozo a calabozo. Finalmente le dieron la visita, era Hugo Batalla. Allí se enteró que el otro asesinado había sido Héctor Gutiérrez Ruiz.

Mientras Elisa conocía algunos detalles del crimen de su padre, Yessie se vio sacudida por un vómito; nunca había vomitado en su vida. Cuando volvió al calabozo Yessie limpiaba el piso. Al darse cuenta de lo que había ocurrido se abrazaron, por el padre que se había ido y por el bebé que anunciaba su llegada.

Fue como si yo fuera la hija de Zelmar y Elisa la madre de Paloma. Eran dos cosas completamente opuestas, la vida y la muerte. Lo que yo viví con Elisa no lo viví con nadie más. Todo ese tiempo anterior y posterior a la muerte de su padre y a mi embarazo, fue algo muy intenso.

Después de confirmar su gravidez, el problema pasó a ser que no corriera el rumor de que el niño era hijo de un militar, producto de una violación, y para eso no había más remedio que dar a conocer su relación con uno de los compañeros presos. Entonces Yessie le pidió a la madre que hiciera un juego de alianzas y que las enviara en el paquete de Mario, el padre de su hijo, y que en los anillos estuviera grabada una fecha muy bien pensada, para que pareciera que ese había sido el día en que habían estado juntos por primera vez. En realidad, el día que figuraría en los anillos había estado de guardia el torturador más salvaje de todos.

Si se daban cuenta de que teníamos anillo, y miraban la fecha, iba a aparecer él como responsable de lo que hubiera pasado esa noche.
Luego él le mandó a ella una carta de amor a través de un soldado, con la certeza de que la misiva llegaría a manos del comandante de la unidad.

Enseguida ambos fueron llamados a interrogatorio, y él estuvo de plantón toda la noche. Cuando ella fue interrogada por el comandante confirmó su romance y le pidió permiso para casarse por poder. El objetivo de publicitar su relación se había conseguido, pero también habían determinado su separación definitiva. Aquella fue la última vez que Yessie Macchi vio a Mario Soto, el padre de su bebé.

A los dos días ella y Elisa fueron trasladadas al 4° de Caballería, donde tenían una hora de recreo diaria, en la que una podía ir al calabozo de la otra. Allí se encontraron con el hijo del asesinado coronel Ramón Trabal, quien permanecía como jefe del S2 (Inteligencia) en esa unidad. Todas las noches él iba, borracho, a hablar con Elisa, quien procesaba su duelo por la muerte de Zelmar. Y le decía: “A mi padre lo mataron los mismos que mataron al tuyo”. Era conciente de que el crimen cometido en París había sido responsabilidad de sus propios camaradas, pero permanecía de todas formas en el S2 del 4° de Caballería.

Poco tiempo después, un nuevo traslado, esta vez al 9° de Caballería. Para ese entonces, ya había empezado a aparecer la panza, por lo que tenía que usar un poncho de lana para ocultar su estado. Allí Yessie Macchi se encontró con un mayor que la conocía del Hospital Militar, “un viejo enemigo”, quien sospechó de aquel afán por abrigarse en tiempos nada invernales, por lo que ordenó un examen ginecológico. Cuando la reclusa llegó al consultorio, una mujer le indicó que se acostara para practicarle los análisis, pero la presa se negó: “Usted no me va a hacer ningún examen, y si lo que quiere saber es si estoy embarazada, se lo digo yo: sí, estoy embarazada de seis meses”. En realidad el embarazo era de poco más de 16 semanas, pero la exageración había sido calculada previendo posibles consecuencias. “¡Qué disparate, qué sinvergüenza!, ¿usted me va a decir que los militares violan a las presas en los calabozos?”, replicó la mujer. “Esto no es producto de violación, pero desde ya le digo que a mí me han violado. Esto es producto de una relación voluntaria con otro preso”. Alarmada, la mujer cerró la puerta, dejó a Yessie Macchi dentro de la sala y fue a buscar a las autoridades de la unidad. En poco tiempo se había armado un revuelo que tendría consecuencias para el destino inmediato de todas las mujeres rehenes.

Minutos más tarde, el jefe de reclusión del cuartel, un capitán de apellido Lucero, llamó a Yessie Macchi, y le pidió la alianza, aquella que su madre había mandado fabricar con una fecha muy bien estudiada. El militar la anotó y le preguntó a la presa el nombre del padre del niño. Luego, confesó que no sabía cómo resolver la situación. Al poco rato fue llamada otra vez, pero ahora estaban presentes los comandantes y sub comandantes del cuartel de La Paloma (la unidad adonde había sido concebido el bebé) y el 9° de Caballería. Ninguno sabía qué hacer porque todavía no había ninguna orden de la Junta de Comandantes.
Estaban todos a los manotazos, pero yo me daba cuenta que eran todos para arriba, en la panza nada.

Las amenazas de muerte se intercalaban con las de un aborto provocado, hasta que Yessie Macchi les anunció que su situación estaba en conocimiento de varios organismos humanitarios internacionales, y que cualquier daño que ella sufriera por su embarazo inmediatamente tendría consecuencias para el Uruguay y su régimen militar. La advertencia profundizó la incertidumbre de los oficiales, que optaron por retirarse de la sala y dejar sola a la mujer. Al día siguiente, el comandante de la unidad se presentó para pedirles a Elisa y ella que recogieran sus cosas para abandonar el cuartel. Las razones de esta medida se las aclaró luego otro oficial de la misma unidad: “Las mujeres no sirven para estar en los cuarteles”.

Si bien a mí me resultó relativamente barato quedar embarazada, no fue así para quien era mi compañero en ese momento. El estuvo tres meses siendo torturado simplemente para que dijera el nombre del guardia que había facilitado que nosotros estuviéramos juntos. Ya después de eso quedó totalmente traumatizado por dentro, lo que desembocó en un cáncer y su muerte el 27 de junio de 1980.

Más de tres años después de iniciada la rotación, los militares habían caído en la cuenta, gracias al embarazo de Yessie Macchi, de que “las mujeres no sirven para estar en los cuarteles”, por lo que resolvieron que las rehenes volvieran al penal de Punta de Rieles. Al principio las instalaron en un sector a todas juntas, con algunas presas que venían de otras zonas de la cárcel. Fue una especie de aislamiento antes de la integración con el resto de las reclusas.

Este regreso a la vida compartida del penal podría verse como una mejora respecto al severo aislamiento que sufrieron en los calabozos de los cuarteles de la dictadura. Sin embargo, estuvo bastante lejos de ser así en el caso de Yessie Macchi. El entusiasmo que ella sentía por su maternidad se vio empañado por el malestar que ocasionaba en un grupo pequeño pero influyente de presas.

Yo estaba muy orgullosa con mi embarazo, me parecía que era lo más grande que había podido lograr en toda mi vida. Al tiempo me enteré que en otro sector de la cárcel había compañeras que estaban en contra. Era una posición muy homogénea de ese grupo que impuso una mordaza a otras que también estaban en ese sector. Allí la crítica fue muy fuerte, aunque nunca me enteré cuál era.

Cuando el Comando de la cárcel constató esta división entre las presas, trasladó a Yessie Macchi a ese sector de reclusión, lo que le significó enfrentar un momento muy duro de la cárcel, quizás el más duro de todos.

Estuve rodeada de compañeras con las cuales no podía hablar, las críticas no se hacían de frente y ellas mismas habían implantado una especie de silencio hacia mí. Es muy difícil sufrir una cana doble, la que te imponen tus enemigos y la de compañeras que están tan presas como una. Quizás sus opiniones podían ser aceptadas como algo válido, aunque no compartido, pero no de la forma como lo hicieron, muy cruel. Incluso cuando mi hija venía a la visita de niños, ellas no la saludaban, fue una situación de mucha tensión.

En ese sector estuvo un año. Un año muy solitario. Allí también estuvo Lía Maciel, otra de las que había estado como rehén hasta finales de 1976. Con ella compartió sus estudios de psicología, pero la comunicación era difícil porque estaban en celdas distantes. Había otro aspecto que dificultaba la vida de Yessie en el Penal de Punta de Rieles, y era que la seguían interrogando por “el tema Trabal”, así que tenía los morrales prontos para los traslados a nuevos interrogatorios, nuevas torturas, y no lo podía compartir con nadie. Esta fue la segunda instancia (la primera fue los calabozos de la Región Militar Número 1) en la que tuvo que enfrentar sola la ausencia de libertad.

Nunca me dejé divagar, tenía la mente ocupada permanentemente, si había libros estaba leyendo, si no pensaba en los que había leído antes, escribía poemas mentalmente, usé mucho el canto, silbaba, recordé todos los tangos que sabía en mi vida, inventé otros. Recuerdo días enteros numerando la cantidad de compañeros que había conocido durante toda mi vida, lo cual me daba cuentas astronómicas y me llevaba días y días. Es increíble la capacidad creativa del ser humano.

Mientras esas estrategias para sobrevivir a la agresión del presidio se desarrollaban, recurriendo a todo el patrimonio personal y colectivo cosechado durante años de militancia, se iban eludiendo viejos lutos. Es que la cárcel no es un lugar propicio para elaborar duelos, por el contrario van aumentando, ante la constante pérdida de libertad.

La salida de la cárcel es el momento más difícil, yo le llamo el trauma de la libertad, porque se te plantea tirar abajo todos esos mecanismos de defensa que te pusiste para bancar la hostilidad del medio, y empezar a vivir como un ser humano normal, como si no te hubiera pasado nada o procesando el duelo por lo que te pasó.

El dolor por el compañero asesinado en el operativo de Parque del Plata en junio de 1972, y por el hijo que le hicieron abortar ese mismo día, fue asimilado por Yessie Macchi hace pocos años, y terminó en una profunda crisis alcohólica, de la que le costó mucho salir. Pidió mucha ayuda y no la obtuvo, salvo de su hermana mayor y alguna amiga íntima. “Hay que tener en cuenta que todos sufrían sus duelos y sus amputaciones”, asegura.

Yo me atendí permanentemente con psicólogos, primero por la relación con mi hija Paloma que tenía nueve años cuando yo salí en libertad, mi relación con mi nueva pareja, y toda mi reinserción implicó terapias. Y ninguno de los terapeutas que me atendieron estaba preparado, es un tema muy difícil. En algunos países los hay pero son contados, porque no es una simple neurosis común, es algo mucho más profundo, con raíces muy dolorosas, y exige del terapeuta cierta experiencia en la materia o una sensibilidad muy exquisita, que yo no encontré.

La labor para los psicólogos no era fácil. Se debatían con una persona que había mantenido firmes mecanismos de defensa durante más de catorce años en la cárcel y que durante ese lapso había estudiado lo mismo que ellos.
Yo los sobraba, cuando me preguntaban algo yo ya sabía por donde venían, tenían todas las de perder.
Pero Yessie también perdió. Dos compañeros, un hijo, un padre y tres lustros de libertad. La carga era muy pesada, y el consuelo que encontró fue el alcohol, hasta que decidió abandonar su hogar y refugiarse en una casa de salud durante cinco meses.
Estaba con cuatro viejitas amorosas y con ellas logré hacer mi duelo. Yo creo que cada uno tiene su ritmo. ¿Por qué ahora surgen tantos testimonios y tantos libros? Lleva su tiempo, es un tiempo histórico, que depende de todo un proceso.

Buena parte de ese período se vivió en el contexto de la lucha contra la ley de impunidad, que finalmente se perdió. Esa batalla, sin embargo, Yessie la vivió amortiguada porque al salir de la cárcel resolvió vivir en La Teja, así que buena parte de esos años los vivió abrazada por la solidaridad de los vecinos.

Aún así, no pude evitar esa crisis muy prolongada en el tiempo, fácilmente quince años de mi vida, en que yo no podía hablar de determinados temas. A lo largo de todos esos años yo logré conocerme totalmente, no sólo en el aislamiento de la cárcel sino en el posterior por mi enfermedad. Hoy me siento bien conmigo misma. Creo que lo que viví hasta el 85 fue bien vivido. Lo que viví después también lo fue, pero fue en una pelea constante contra la autodestrucción. Al menos eso fue lo que me pasó a mí.
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1. El Collar era una columna que rodeaba todo el departamento de Montevideo y su finalidad era para una etapa superior de lucha, para evitar la entrada de tropas del ejército a Montevideo suponiendo que hubiera una situación insurreccional o revolucionaria, y al mismo tiempo impidiendo la salida de tropas para el interior si había un levantamiento allí, el cual era posible encuadrado en lo que era el plan Tatú. “En esa columna tenían que ser cuadros militares muy bien probados, porque era la barrera de choque. Yo me instalé ahí, en la parte de los balnearios del este, desde el arroyo Carrasco hasta el arroyo Solís Grande en el límite con Maldonado”.

2. “Albornoz era un caso típico de un hombre de inteligencia, porque él estaba ahí para clasificarnos, muy simpático, muy amable, de puertas abiertas en las celdas, y que fue en definitiva, mirado desde la perspectiva de ahora, el que planificó el penal represivo más duro que tuvimos, en base a los datos que ingenuamente nosotras mismas le fuimos dando, porque no estábamos acostumbradas a los militares como celadores, sí como torturadores”.

3. Yessie Macchi viajó a Cuba en 1967, estando aún en la legalidad, trabajando en Alcan Aluminios del Uruguay. Por ese tiempo, durante el día trabajaba como secretaría ejecutiva y durante el resto era una militante tupamara en cuyo apartamento de Malvín se congregaba buena parte de la dirección del MLN. Pero llegó un momento que fue muy difícil mantener la “doble vida”, por lo que la organización resolvió enviarla a Cuba, y lo que se pensó como una “representación” por seis meses terminó siendo una estadía de un año. Aprovechando el impulso dado por la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que había aprobado la lucha armada en todo el continente, se vinculó con representantes de los movimientos de liberación nacional de la región, y recibió un intenso entrenamiento militar.

4. Cuando Yessie Macchi tenía 11 años sus padres deciden separarse, aunque continúan viviendo juntos en la misma casa, ellos en distintos cuartos, y ella en un tercero. Esa fue una etapa muy difícil para la niña, que además sufría la falta de su hermana mayor que debió viajar a Estados Unidos por motivos de estudio. “Ese fue mi primer aprendizaje de la soledad. Si lo miro desde hoy yo diría que fue, con todo lo que me tocó vivir en mi vida, los peores años de soledad”. Para superar esa situación se acercó primero a la Iglesia Católica y después a la Metodista, pero a los 13 años también se decepcionó de la vida religiosa y emprendió la exploración por otros caminos: “Siempre estaba a la búsqueda de algo que me sostuviera”.

COMCOSUR INFORMA Nº 1663 – 18/08/2015

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COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / COMCOSUR – Apoyo técnico: Carlos Dárdano / Colaboran: Antje Vieth y Carlos Ramos (Berlín); Eduardo Abeleira, Claudia Korol y Mauricio D’ambrouso (Buenos Aires); Carlos O. Catalogne (Florianópolis); Jorge Rossi Rebufello (Maceió); Kintto Lucas (Quito); Ramón Haniotis (Amsterdam); Itzel Ibargoyen (México DF); Sergio Ferrari (Berna); Jorge Marrero (Santa Rosa), Margarita Merklen (Durazno), Pablo Alfano (Montevideo), Luis Sabini (Piriápolis) / Correspondencia y/o envíos: Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO – URUGUAY – E mail: comcosur@comcosur.com.uy – Pagina Web: nuevo.comcosur.org/ – Ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook – oordinación: Carlos Casares – COMCOSUR es miembro de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias – AMARC -COMCOSUR se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes y no cuenta con ningún tipo de apoyo Institucional ni personal.
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RECLAMOS, PUBLICIDADES Y CORRUPCIONES

COMCOSUR — POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 732 / Lunes 17
de Agosto de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS /
Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
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HOY:

1) 900 años por sobrevivir – Mumia Abu Jamal

2) Reclamo indígena intenta hacerse oír en capital argentina

3) Publicidades de medicamentos: golosinas con efectos colaterales

4) Panamá: el ‘círculo cero’ de la corrupción y de los negocios

5) Afganistán: el Mullah del opio

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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que
niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen
quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es
central.” — Emir Sader
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1) 900 años por sobrevivir
A 37 años del ataque policial contra la comunidad MOVE de Filadelfia
Mumia Abu Jamal (Amig@s de Mumia)

Los militantes conocidos como «los 9 de MOVE» recibieron una sentencia
colectiva de 900 años

A los 37 años del encarcelamiento de “los 9 de MOVE”, reproducimos el
siguiente ensayo de Mumia Abu-Jamal escrito circa 1983 y publicado en su
nuevo libro, Writing on the Wall (La escritura en la pared), Ed. Johanna
Fernández, City Lights Books, 2015:

El 20 de mayo de 1977, marcó un punto de inflexión entre la continua
confrontación entre MOVE y el sistema. Aquel día los integrantes de MOVE
levantaron barricadas afuera de su comunidad y se pertrecharon para detener
la invasión policial de su espacio. De ahí en adelante la enconada y
prolongada batalla entre la Organización MOVE y las fuerzas armadas del
sistema tuvo todas las características de una guerra. El entonces Alcalde
Frank Rizzo envió más de mil policías al barrio de Powelton y cuando
estos llegaron, la gente que vivía en esa área aprendió el verdadero
significado del término “estado policiaco”.

Rizzo bramó sus intenciones asesinas desde los titulares de la prensa
racista. «¡Hagan que se rindan de hambre!», vociferó la primera plana del
llamado “periódico popular,” el Philadelphia Daily News. “Les voy a
poner un cerco tan estrecho que ni siquiera una mosca podrá entrar,”
alardeó Rizzo, rimbombante como siempre.

Ni siquiera los viejos residentes tuvieron inmunidad. Rizzo invocó sus
poderes policiales para levantar barricadas en las calles aledañas y
revisar a la gente que entraba o salía del área. Cualquier persona que
quisiera ingresar tenía que mostrar una credencial. Desalojaron a los
inquilinos en los edificios aledaños y sus departamentos fueron ocupados
por los policías. Donde antes había coloridos jardincitos en los
descansos de las ventanas, ahora se veían las figuras policiales con
cascos y chalecos antibalas parapetados tras hileras de sacos de arena
color café oscuro. Considerado por algunos como el primer territorio
liberado de América del Norte, el barrio Powelton Village se transformó
en el primer escenario de guerra urbana prolongada en tiempos
contemporáneos.

Se convirtió en un punto álgido de resistencia contra el sistema. Las
pequeñas fuerzas de John África enfrentaron a la fuerza armada y el
equipo militar de la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos. Frank
Rizzo se jactó ante un reportero nacional: “Estamos tan bien armados que
podríamos invadir Cuba y ganar!”. Pero los soldados de John Africa no se
echaron para atrás; y el 8 de agosto de 1978, la policía lanzó un
operativo que hundió al sistema en la infamia.

Los disparos rompieron el silencio del amanecer, sumiendo a Filadelfia
Oeste en un escenario impresionante, digno de un apocalipsis bíblico. Se
produjo un punto de inflexión cuando MOVE se liberó de todo vestigio de
relación con el sistema. Los bomberos apuntaron los poderosos cañones de
agua a la ventana del sótano y soltaron toneladas de agua con suficiente
presión como para romper los huesos. Los policías usaron bulldozers para
partir las duras vallas de madera como estudiantes que rompen un boletín
de malas calificaciones. Los policías dispararon granada tras granada de
gases asfixiantes dentro de la casa, hasta cubrir toda el área con una
neblina apestosa y ardiente. Lanzaron ráfagas de disparos de rifles
semiautomáticos, y la batalla se intensificó.

Cuando el humo se disipó y el polvo se asentó, se vió el saldo del
ataque: 11 bomberos y policías heridos y un policía muerto, que habían
sido, aparentemente, víctimas de los otros policías confundidos y armados
con metralletas. Al salir de la casa, los integrantes de MOVE fueron
confrontados por un batallón de policías fuera de sí. Los matones de la
policía golpearon despiadadamente incluso a los que salieron con las manos
en alto.

La golpiza de Delbert África, uno de los hombres, fue captada en video y
reproducida por los medios en diversas partes del mundo, tal vez para
brindarle un placer sádico a los que buscan emociones fuertes. En un
último ataque de locura, la “casa construida por John África” fue
completamente destruida antes del anochecer, tan ansioso estaba el gobierno
de Filadelfia por borrar todo rastro de MOVE. Por su parte, los partidarios
de Rizzo le construyeron una verdadera mansión, con un lujo digno de un
barón, hasta con destellantes perillas de oro. ¡Qué locura tan perversa!

Se celebró un proceso, que en realidad fue una parodia, para juzgar a los
policías acusados de golpear a Delbert. El juez del Tribunal de Demandas
Comunes, Stanley Kubacki, recubrió con carne pálida y rancia el esqueleto
de un moribundo “sistema de justicia” al desestimar al jurado formado
en su totalidad por blancos. Luego él, personalmente, exoneró a los tres
policías, quienes habían reconocido sus acciones de golpear, aporrear y
patear a un hombre negro desarmado, además de haberlo atacado con la
culata de un rifle y un casco.

Una mujer negra, mentirosa y traicionera, cometió una infamia al jurar que
el hombre negro estaba armado a pesar de que los videos de la policía lo
mostraron desnudo de cintura para arriba, ¡sin ningún arma! Esa mujer,
una reportera para Canal 6, tuvo que irse de Filadelfia para buscar empleo
en otro lugar. […]

Mientras tanto, nueve hombres y mujeres de MOVE recibieron sentencias por
homicidio, con un mínimo de 30 años y un máximo de 100 años de cárcel
cada uno -en ausencia de un arma asesina, pruebas corroborativas, o
testigos oculares en su contra.* Fueron condenados simplemente por ser
integrantes de MOVE, la familia de John África.

Al pronunciar la sentencia, el juez Edwin Malmed asumió su lugar en el
panteón de políticos lamentables que se hacen pasar por jueces. Con
profunda arrogancia, Malmed proclamó su perversa venganza desde una
estación de radio en Filadelfia. Dijo a los radioescuchas que el “no
tenía la menor idea” de quien mató al policía. “Eran una familia,
por eso los condené como una familia”, dijo.

“Hijo de la chingada criminal!”, gritó un hombre de MOVE. “Tu
corazón te va a atacar por este ataque tuyo contra MOVE!” Un año
después, Malmed fue hospitalizado al sufrir el primero de una serie de
paros cardiacos masivos. Unos meses después, fue diagnosticado con
cáncer, un nuevo flagelo que castigó a su cuerpo anciano. Por otro lado,
sus presuntas víctimas, las y los integrantes de MOVE, crecieron en
fortaleza, lealtad, compromiso y números.

Esto es solo un boceto de la familia de John África, la Organización
MOVE. Es parcial, por supuesto, porque condensa casi 10 años de vida en
unas pocas palabras reunidas en unas pocas horas. Solo ofrece un atisbo de
esa notable personalidad, llena de fuerza, que organizó y motivó a un
grupo que en esa década memorable; tuvo un impacto enorme y
desproporcionado, si consideramos cuantos eran.

En un periodo de tiempo relativamente corto, John Africa logró fundar una
vigorosa familia de revolucionarios, muy unida, que tuvo que enfrentar a
las fuerzas armadas de una de las ciudades más grandes de Estados Unidos.
Supo involucrar al gobierno en una batalla de ingenio y ganarle. Abrió la
puerta a una manera de vivir vigorosa y resistente que ha recompensado a
sus partidarios con una salud radiante, una lealtad familiar feroz y un
espíritu libre e independiente en este sistema en deterioro. Y aún más
increíble, ¡todavía se mantiene fuerte!

Dijo John Africa: “Cuando te comprometes a hacer lo correcto, el poder de
la honradez nunca te va a traicionar. La Organización MOVE nunca cederá a
este sistema enfermizo, sea cual sea el tamaño de sus amenazas o la
frecuencia con que se hagan, porque nuestro movimiento contra el sistema
está funcionando, y la gente lo sabe. La estrategia de MOVE funciona,
cuando la gente sabe y dice la verdad, es imposible que no funcione.
Entonces, a pesar de lo que algunas personas digan, ganaremos. Tenemos que
ganar. Hemos ganado”.

La victoria es nuestra. ¡Al diablo con este sistema! ¡Viva John Africa!

Traducción al español: Amig@s de Mumia de México- Edición: Rebelión.

*El 8 de agosto de 1978, Janine, Janet, Debbie, Delbert, Eddie, Mike y
Chuck Africa, del grupo de presos políticos conocidos como “los 9 de
MOVE” habrán pasado 37 años en las prisiones del estado de Pensilvania.
Merle Africa murió en manos del Estado el 13 de marzo de 1998, y Phil
Africa el 10 de enero de 2015. Al cumplir sus sentencias mínimas de 30
años en el 2008, todos deberían haber salido con libertad condicional,
pero los ex policías y personal de “ley y orden” del Consejo de
Libertad de Pensilvania han bloqueado su libertad. La intención del Estado
es que todxs mueran en prisión. Nuestra intención es que salgan cuanto
antes.

MOVE te invita a firmar la siguiente petición iniciada por Cruz Negra
Anarquista, Denver, para exigir que el Departamento de Justicia de Estados
Unidos inicie una investigación sobre el caso y apoye la libertad de los 9
de MOVE. http://www.comcosur.org/envios/lt.php?id=YkxUXAcZCwtXTAdRCAQ

LUNES 17 DE AGOSTO DE 2015 – COMCOSUR
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2) Reclamo indígena intenta hacerse oír en capital argentina
Fabiana Frayssinet (IPS)

El campamento indígena instalado hace seis meses en la capital argentina
es casi invisible para los transeúntes que pasan a prisa a su alrededor.
Piden que les devuelvan sus tierras, en la nororiental provincia de
Formosa, en una demarcación empantanada en rencillas territoriales y
económicas. Una gran tienda y varias carpas agolpadas sobre una pequeña
plazoleta en la intersección de la Avenida 9 de Julio y la Avenida de
Mayo, albergan desde el 14 de febrero unos 40 representantes de 46
comunidades de los pueblos qom, pilagá, wichi y nivaclé, agrupadas en la
organización QoPiWiNi.

En pleno invierno austral, la entrevista con su portavoz, el wichi Jorge
Palomo, transcurre al resguardo de uno de los compartimientos del
campamento, donde hacinadas entre donaciones de ropa, mantas de abrigo y
alimentos, su esposa y su suegra calientan al fuego una sopa de zanahorias
y alrededor corretea su hija de tres años. “Pedimos una audiencia al
gobierno nacional, a la Corte Suprema y al Senado, la presidenta (Cristina
Fernández). Por lo menos que nos abran la puerta. Queremos plantear
nuestra problemática en este contexto de urgencia de despojo de esos
territorios que nos pertenecen a nosotros ancestralmente como pueblo
indígena”, explicó.

El tránsito es intenso y las bocinas ensordecen. Para los indígenas, las
autoridades también parecen sordas a su demanda de que se les reintegren
7.000 hectáreas de tierras que, aseguran, “les quitó” el gobernador
de Formosa, Gildo Insfrán, aliado de Fernández. “El territorio donde
estamos es nuestro porque nuestros abuelos nos prepararon para eso. Mi
abuelo me decía que no podemos perder la tierra porque es lo que nos da
sabiduría, fuerza y vida”, argumentó a IPS la qom Amanda Asijak, de la
comunidad de Potae Napocna Navolgoh (La Primavera, en lengua qom).

“Pero ellos vienen acá y ponen sus mojones (señales demarcatorias) sin
siquiera consultarnos”, enfatizó Asijak, compañera del qarashe
(cacique) Félix Díaz, la figura más emblemática de esta lucha que se
hizo visible con una protesta en la ruta cercana a su comunidad, en 2010,
cuya represión provocó la muerte de dos indígenas y un policía. Díaz
también organizó el primer campamento en Buenos Aires, al año siguiente,
para denunciar la represión de la que eran víctimas y que culminó más
de tres meses después con la firma de un acuerdo, cuyo incumplimiento los
trajo de nuevo a sus calles.

En el 2000, Argentina ratificó el Convenio 169 sobre los pueblos
indígenas y tribales, de la Organización Internacional del Trabajo, que
garantiza su derecho a la tierra y el acceso a recursos naturales, salud y
educación, mientras obliga a la consulta en decisiones que conciernan a
sus hábitats. De hecho, los indígenas formoseños también reclaman que
se dote a sus comunidades de servicios de salud, educación, agua y luz
eléctrica, además de apoyo en el desarrollo de su cultura.

“Tengo cuatro hijos ya grandes y ellos ya defendieron nuestro territorio
porque tienen sus hijos también. Siempre digo que tenemos que defenderlo
porque si no vienen a instalarse y cuando se instalan hacen tiroteos en la
comunidad”, añadió Asijak. Su comunidad, a unos 1.200 kilómetros al
norte de Buenos Aires, es una muestra del descuido en que viven los pueblos
originarios de Formosa. Casi todas sus 350 precarias viviendas, donde viven
1.770 personas en 500 hectáreas, carecen de agua potable y electricidad,
mientras la comunidad no cuenta con saneamiento alguno.

El 10 de julio, junto al premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez
Esquivel, y la referente de las Madres de Plaza de Mayo (Línea Fundadora),
Nora Cortiñas, delegados de los indígenas en protesta fueron recibidos
por el secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda. Fresnada declaró
entonces que se establecerá una mesa de diálogo para escuchar los
reclamos y dejar constancia de los problemas de cada grupo.

Pero insinuó que hay cuestiones ajenas a la competencia del gobierno
federal, en este país donde el Censo del 2010 determinó que, de una
población total de 40,11 millones de personas, casi un millón se define
como indígena o su descendiente, distribuidas en 32 pueblos originarios.
“Establecimos la necesidad de convocar a la provincia de Formosa a
participar de este diálogo porque el eje de los reclamos pasa por
cuestiones territoriales”, planteó el funcionario. “La discusión se
centra en cuál es el alcance de la ocupación territorial pública y
actual que tienen hoy las comunidades originarias”, añadió.

Fresneda subrayó que el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (Inai) ya
evaluó y registró 650 comunidades y siete millones de hectáreas como
indígenas, de las aproximadamente 12 millones que reclaman los pueblos
originarios y que equivalen a 10 por ciento del territorio argentino. En
2006, la Ley 26.160 de Comunidades Indígenas declaró la emergencia de la
posesión y propiedad comunitaria, y dispuso la realización del registro
de todos los territorios tradicionales que ocupan los pueblos originarios.

Pero las comunidades de QoPiWiNi piden que se realice nuevamente el proceso
en sus territorios, porque, aducen, se hizo sin su presencia y consulta.
“Hace poco vinieron unos japoneses que decían que esa tierra estaba
vendida para ellos, que el gobernador les vendió, pero es nuestra”,
ilustró a IPS la wichi Ernestina Moreno. La demarcación de tierras se
demora, ha admitido el Inai, cuando el proceso involucra a provincias con
jurisdicción sobre sus recursos naturales.

Precisamente, conflictos como los de Formosa, se agravan cuando tocan
intereses económicos provinciales vinculados a la explotación de
hidrocarburos, minería, el monocultivo de soja, expansión ganadera,
industria forestal y grandes proyectos de infraestructura. “Con la soja
deberían avisarnos cuando van a hacer un desmonte, que pasa mucho, pero
nunca lo hicieron”, sostuvo Palomo como ejemplo. También citó obras que
atraviesan su territorio y sobre las que no fueron consultados, como el
Gasoducto del Noreste Argentino.

“En todo el país a todas las comunidades les robaron sus tierras y el
gobierno se ha propuesto no escucharlos”, subrayó en entrevista con IPS
la activista Cortiñas. “Ellos, los indígenas formoseños, no quieren
limosna sino vivir de su trabajo. Ellos cazan, pescan, plantan y con eso se
alimentan. No quieren que les invadan todo con la soja, que es el negocio
para los que vienen de afuera”, añadió la lideresa de Madres de Plaza
de Mayo.

Según la organización internacional Grain, cada año se deforestan en
Argentina más de 200.000 hectáreas de monte nativo por el avance de la
frontera agrícola, fundamentalmente por la expansión del monocultivo de
soja. Ese avance resulta evidente en Formosa y otras tres provincias
norteñas vecinas -Chaco, Salta y Santiago del Estero- que concentran 80
por ciento de esa deforestación. “Nosotros la tierra la queremos para
progresar. La queremos para sembrar, para criar nuestras cosas como
cabras”, argumentó Moreno, que acampa junto a dos hijas y una nieta, a
quién cuida del tránsito capitalino.

Desde un automóvil que transita la Avenida 9 de Julio, una pareja sí
percibe a los indígenas. “!Estamos con ustedes! Los apoyamos!, les
gritan. Palomo sonríe y aprueba a lo lejos. “Si no nos dan nuestras
tierras van a limitar a nuestros jóvenes cada vez más. Se corre el riesgo
de que ya no puedan practicar nuestra cultura ancestral de la caza, la
pesca y de hacer artesanías… de desaparecer. Pero parece que es lo que
quisieran”, se lamentó.

Editado por Estrella Gutiérrez

LUNES 17 DE AGOSTO DE 2015 – COMCOSUR
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3) Publicidades de medicamentos: golosinas con efectos colaterales
(Red Eco Alternativo)

El último comercial del laboratorio Gennoma en Argentina que tiene al
conductor de televisión Marley como protagonista, se presenta como una
nueva banalización de la venta de medicamentos en los avisos
publicitarios. La intencionada desinformación es la principal estrategia
para aumentar las ventas de una de las industrias más poderosas del mundo.

La incidencia de la publicidad sobre la automedicación es un hecho así
como también el alto crecimiento de intoxicaciones medicomentosas. El
nuevo spot de Next (del laboratorio Gennoma) busca, a través de conductor
mediático Marley, fomentar la automedicación sin reparar en sus
consecuencias. El comercial de 22´nunca se detiene en los efectos
colaterales que una gran cantidad de especialistas han señalado sobre este
tipo de medicamentos. Sólo se limita a describir al fármaco como una
“potente fórmula” que hará que no termines en cama.

Esta práctica, que presenta a los medicamentos como golosinas, no es
exclusiva de Gennoma sino que también proliferan las promociones
medicamentosas de Actron de Bayer, Tafirol de Gennoma, Ibuevanol Max de
Glaxo (GSK) Ibupirac de Pfizer y de otras sustancias supuestamente
«inofensivas» como Cedric Hedera Helic o Expectosan, entre otros productos
autorizados por la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos y
Tecnología Médica).

Hace más de un año Red Eco publicó las declaraciones de Carlos Damin,
jefe de la División Toxicología del Hospital Fernández, quien advirtió
que «es innegable el impacto de la publicidad de los medicamentos en la
conducta de los consumidores, y de allí los potenciales riesgos que
representa para la salud de la población. La publicidad y promoción
activa por los medios masivos de comunicación aumenta la automedicación
irresponsable y el uso irracional de medicamentos”. Según un informe
difundido por la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), el
medicamento de mayor venta en Argentina durante 2014 fue Actron 600 mg
(ibuprofeno) de Bayer, con casi 9 millones de unidades. Mientras que en el
quinto puesto aparece Ibupirac (ibuprofeno 400 mg) de Pfizer, con 6.500.000
unidades.

Al igual que en los últimos inviernos la publicidad de medicamentos ha
desbordado los medios de comunicación y descartado de su discurso los
efectos adversos que tienen el paracetamol y el ibuprofeno. En este
sentido, la Asociación de Agentes de Propagada Médica (AAPM) ha
denunciado con insistencia que «el ibuprofeno y el paracetamol, los
medicamentos de mayor venta en Argentina, tienen severos efectos
colaterales y una limitada efectividad» (diario El Litoral de Santa Fe del
12 de julio de 2015).

En la misma línea a principios del año pasado, el Colegio Oficial de
Farmacéuticos y Bioquímicos de la Capital Federal (COFyBCF) y la
Asociación de Agentes de Propaganda Médica (AAPM), sostuvieron: “las
entidades profesionales consideramos que es necesario y urgente que se
extremen las medidas de control, mediante de la aplicación de las leyes
vigentes, se sancione la irresponsable publicidad medicamentosa y se regule
con eficacia la venta exclusiva en las farmacias, combatiendo cualquier
otra boca de expendio en la que no esté presente un profesional
farmacéutico”.

Según un comunicado de la AAPM, el sanitarista Jorge Rachid, asesor de la
Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, denunció recientemente que
la publicidad de medicamentos equivalía a un promedio de dos horas diarias
de pantalla. Este comentario fue efectuado el martes 7 de julio durante una
conferencia en el Colegio Público de Abogados de la CABA. A su lado estaba
sentado el ministro de Salud de la Nación, Daniel Gollan. Lo cual implica
un claro conocimiento de las autoridades estatales sobre el caso y, por
ende, una actitud cómplice para avalar las estrategias publicitarias de la
industria farmacéutica.

LUNES 17 DE AGOSTO DE 2015 – COMCOSUR
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4) Panamá: el ‘círculo cero’ de la corrupción y de los negocios
Marco A. Gandásegui h. (Alai)

El gobierno del presidente Juan C. Varela cumplirá 15 meses en el poder y
aún no ha logrado deshacerse del pesado fardo que heredó de los
gobernantes anteriores, especialmente de su inmediato antecesor, Ricardo
Martinelli. El gran capital panameño y el extranjero se quejan que su
gestión es muy lenta. No se ven las mega-obras que pondrían en movimiento
sus capitales especulativos. El mote que los medios de comunicación
propiedad de Martinelli le pusieron a Varela – “Tortugón” – se ha
generalizado, incluso entre sus copartidarios.

Varela heredó los problemas que dejó Martinelli, especialmente los
relacionados con los escandalosos desfalcos, dolos y robos de los cuales
son acusados el ex-mandatario y su círculo de confianza. El gobierno que
preside Varela ha hecho énfasis en su disposición de llevar a Martinelli
y sus asociados a los tribunales de justicia del país. Hay fuertes
indicios que la corrupción y desfalcos que se investigarán tocarán las
puertas de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP). Hay un miembro de la
Junta directiva, que ha sido llamado por el Ministerio Púbico para que
declare ante la fiscalía. Hay otro que es muy vulnerable. Los demás no
están libres de ‘pecados’.

La ACP tiene problemas financieros serios con el Grupo que construye la
ampliación del Canal. Tiene que enfrentar los intereses de los
especuladores que están acabando con la cuenca que alimenta de agua a la
vía interoceánica. Pone los intereses de los miembros de su junta
directiva y de sus socios por encima de los del país. Es el caso de los
negocios multimillonarios vinculados con los proyectos de puertos de
Corozal, Rodman y Farfán. Por primera vez en 70 años, los trabajadores
del Canal están protestando por las decisiones equivocadas de la
Administración de la ACP que los perjudica.

Varela no exige cuentas y deja que continúe la fiesta en torno al Canal de
Panamá. En primer lugar, debe exigir la renuncia de los directivos
corruptos de la ACP. Segundo, debe exigir por orden ejecutiva el respeto a
la cuenca del Canal. A su vez, debe salir por delante y garantizar los
derechos de todos los trabajadores del Canal. Por último, debe someter a
todas las tierras asignadas a la ACP a un plan de desarrollo racional en
beneficio del país.

Varela también recibió – en 2014 – un país con un pueblo protestando
por los abusos de autoridad que pretenden despojar a los pueblos de sus
tierras. Varela heredó sistemas educativos, de transporte, de recolección
de basura, servicios de salud y distribución de agua colapsados. Los
sectores productivos de la economía como la agricultura, la industria
manufacturera, pesca y minería se siguen hundiendo sin rescate a la vista.
Aún más peligroso, las cuencas y sus ríos, los humedales, los bosques y
la sostenibilidad misma del sistema ecológico del istmo se someten
sistemáticamente a una lógica de negocios que son aprobados o rechazados
en el Palacio de las Garzas.

Varela ya no puede esconderse detrás de Martinelli y sus socios que están
siendo investigados por diferentes delitos relacionados con el despojo de
las arcas públicas del país. Es responsable de la falta de recursos en el
Ministerio de Salud y de la CSS. No porque en el país escasea dinero. El
desplome de los servicios de salud es el resultado del mal manejo
administrativo y la inversión en proyectos que sólo brindarán ganancias
para los empresarios premiados por el dedo presidencial: Ciudad de la
Salud, ‘externalización’ de las intervenciones quirúrgicas y
construcción de hospitales en el interior donde las comunidades necesitan
urgentemente centros de salud.

La lista de los fracasos rotundos (sin ignorar la corrupción) se extienden
a las políticas de educación, de seguridad ciudadana y seguridad
nacional, de vivienda y el ordenamiento urbano, de producción agrícola,
de construcción de hidroeléctricas, de obras públicas, de turismo e,
incluso, política exterior. Todos los desastres tienen un fondo común:
Los gobernantes no están trabajando para el país y menos para el pueblo.
La totalidad de sus energías están dirigidas a concebir, articular y
ejecutar negocios que beneficien una pequeña casta de empresarios. Si
Martinelli logró rodearse de un ‘círculo cero’ empresarial que
aprovechó las mochilas, el arroz, el servicio exterior, las medicinas, el
desorden urbano y muchos otros rubros para enriquecerse de manera ilícita,
hay indicios en todos los despachos públicos y en muchos privados de que
Varela está armando su propio ‘circulo’ para hacer negocios.

– Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de
Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos
Justo Arosemena (CELA) www.marcoagandasegui14.blogspot.com,
www.salacela.net

LUNES 17 DE AGOSTO DE 2015 – COMCOSUR
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5) Afganistán: el Mullah del opio
Guadi Calvo (Rebelión)

Desde el impreciso mundo talibán corre hace algunas semanas la noticia,
una vez más, de la muerte de su líder el Mullah Omar. El tercer hombre
más buscado del mundo, por los servicios de inteligencia occidentales y
por cuya cabeza se ofrecía diez millones de dólares. Omar habría muerto,
según el diario paquistaní “The Express Tribune” a consecuencia de
una enfermedad, presumiblemente tuberculosis, en abril de 2013 en algún
lugar indeterminado de Pakistán, tampoco se especifica el lugar de su
entierro. De todas maneras Kabul rápidamente se dispuso a aceptar como
buena la información y ya lo ha declarado “técnicamente” muerto,
aunque el presidente afgano Ashraf Ghani, había declarado que no estaba en
condiciones de negar ni de confirmar la noticia.

Lo último que se supo del Mullah, fue cuándo huyó de Kandahar, a lomo de
una moto en 2002 a consecuencia de la invasión norteamérica, con rumbo
obviamente desconocido.

En torno a su vida y sus muertes se tejieron infinidad de leyendas
difíciles de constatar, pero su figura ha tomado rasgos mesiánicos.
Miembro de la tribu pastún Hotak, una de las más integristas del país,
abandonó sus estudios coránicos en una madrasa de Kandahar a los veinte
años, para luchar contra los soviéticos que acababan de invadir
Afganistán.

Moscú invadió Afganistan en procura de sostener el gobierno del
presidente Mohammad Najibulá, quién finalmente fue derrocado en 1992 por
los muyahidines y finalmente en 1996, tras ser secuestrado de la sede de la
ONU en Kabul, fue torturado públicamente hasta su muerte.

En ese mismo año Mohammad Omar, fue designado Amir-ul momineen (Príncipe
de los Creyentes) por un grupo de mil quinientos eruditos del islam,
dignatarios y líderes yihadistas de Afganistán, que hicieron el bay’ah
(juramento de lealtad) “Para prevenir la falsa propaganda de multitud de
escritores, analistas espurios” y para combatir la anarquía de los
señores de la guerra que reinaba en el país.

El cuatro de abril de 1996, el Mullah Omar apareció ante la multitud, en
el centro Kandahar envuelto en el manto de Mahoma, después que los
talibanes lo hubieran sacado del santuario que lo tenía en resguardo. El
hecho en cualquier país musulmán hubiera sido considerado una blasfemia
difícil de superar, pero el fanatismo exacerbado de los seguidores de
Omar, los llevó a entronizarlo como el verdadero heredero del Profeta.
Desde entonces las glorias de sus acciones en la guerra contra los
soviéticos se multiplicaron. Se dice que en plena batalla, se arrancó el
ojo que había sido alcanzado por una esquirla y siguió combatiendo sin
pausa. Desde entonces ha pasado a ser el tuerto más famoso de la historia
y quizás el más resucitado.

Son muchas las veces que se lo han dado por muerto. Últimamente según
medios afganos había sido asesinado en 2011, por el jefe de la Dirección
de Inteligencia Inter-Services (ISI) pakistaní el general Hamid Gul, pero
tiempo después fuentes talibanes lo desmintieron. En 2013 según un grupo
disidente talibán Mahaz Fidayee sospechado de responder a algunos
servicios de inteligencia, denunció que Omar fue asesinado en una disputa
interna.

Quizás esta vez sea la verdadera, posiblemente la enfermedad que lo
arrastró a la tumba no sea otra que la del golpe palaciego, ya que por
primera vez se perciben notorias diferencia en la cúpula del talibán.

Un sector del Talibán muy influenciado por la inteligencia pakistaní SIS,
ha elegido como reemplazante de Omar a Akhtar Mohamed Mansur Mohammad Shah
ex ministro de Aviación Civil y Transporte del Talibán cuando el
movimiento tomó control de Kandahar en 1994 y número dos de la
organización durante los últimos cuatro años. Como su segundo ha elegido
Sirajuddin Haqqani, alías Jalifa, hijo de Jalaluddin Haqqani, líder del
poderoso clan de los Haqqani, que combate desde antes de la invasión rusa.

Otro sector pretendía imponer al hijo mayor de Omar, Mohamad Yaqub, de 26
años, pero según parece ha ganado la pulseada, por ahora, el sector pro
Mansour.

¿Quién es el nuevo jefe?

Aunque siempre haya sido reacio a la exposición pública el nuevo Mullah
es un viejo conocido de la inteligencia occidental y paquistaní consignado
como “un miembro prominente del liderazgo talibán”. Mansour en
septiembre de 2006 fue entregado a las autoridades afganas, tras ser
detenido en Pakistán por estar involucrado en narcotráfico. Tan solo un
año después se lo detectó en las provincias afganas de Khost, Paktia y
Paktika, controlado delicados sembradíos de amapolas, al tiempo que
ocupaba el cargo de gobernador, en la sombras, de Kandahar.

El Mullah Mansour, como tarjeta de visita entre el viernes siete y sábado
ocho de agosto ha intensificado los atentados. El viernes se produjeron
tres atentados en Kabul que dejaron una cincuentena de muertos y doscientos
heridos. Según la misión de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) el
día viernes se registró el mayor número de civiles muertos y heridos en
un día, desde 2009, con cincuenta y un civiles muertos y trescientos
quince heridos solo en Kabul.

Al día siguiente e n la provincia norteña de Kunduz, donde el Talibán,
desde hace meses, está desarrollando una campaña de atentados y fuertes
combates con miembros del ejército y milicias progubernamentales, con la
intención de clausurar los pasos comerciales con la ex república
soviética de Tayikistán, ingresó al distrito de Janabad y antes de ser
repelido pudieron ejecutar a unas treinta personas.

La retirada de las tropas de la OTAN en diciembre de 2014, ha provocado
orfandad tanto en la policía como en el ejército afganos, que frente a la
insurgencia poco o nada están haciendo, al tiempo que no solo el Talibán
sino al-Qaeda y Daesh o Estado Islámico están teniendo cada vez más
presencia en casi todo el país.

La ausencia de la ISAF, (International Security Assistance Force) que fue
sustituida desde enero por la operación Apoyo Decidido con solo unos
cuatro mil soldados para trabajos de asistencia y capacitación
exclusivamente y el importante destacamento de soldados norteamericanos,
cerca de diez mil, también abocados al entrenamiento de las tropas
afganas, que nada pueden hacer frente a la impericia de las tropas afganas.

Este cambio de jefaturas en el Talibán se da casualmente en el momento que
existían conversaciones de reconciliación entre el gobierno afgano y la
organización extremista. Propiciadas por Estados Unidos, China y
Pakistán, pero el nuevo Mullah ha decidido por el momento continuar con la
“guerra santa” para crear un Estado islámico en Afganistán. Los
movimientos de Mansour por ahora son un guiño para su propia tropa,
necesita mostrase fuerte y combativo frente a la presencia en su territorio
de un competidor tan mediático como Daesh, que en enero último anunció
la creación del emirato de Khorasan, en que se incluye a Afganistán,
Pakistán, India y Bangladesh. Al tiempo en las provincias afganas del este
y sur: Logar, Paktia, Gazni, Zabul, Helmand, y en el norte del país,
Kunduz, Jawzjan y Parwan, se ha incrementado las acciones tanto de Daesh
como del Talibán, lo que ha provocado enfrentamientos entre ambas
organizaciones.

Daesh no solo avanza en Afganistán pugnando por más territorio y más
milicianos, sino que va detrás de una sustancial fuente de recursos para
mantener la guerra: el opio.

Según la un Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
Afganistán es líder mundial en la producción de opio y por tercer año
consecutivo aumentó las hectáreas dedicadas al cultivo de la adormidera,
aproximadamente unas doscientos cincuenta mil. La superficie para el
cultivo de amapola en 2014 era de doscientas veinticuatro mil un 7% más
que en 2013 y tres veces más que las setenta y cuatro mil de 2002. Desde
la invasión de 2001 las toneladas de goma de opio aumentan de manera
constante. El año pasado habían superado las seis mil quinientas, sin
alcanzar el record de las siete mil quinientas de 2007.

Dos mil doscientas toneladas de opio equivalen en occidente a unos 37 mil
millones de dólares. Suficiente para sostener cualquier guerra e incluso
muchas de las operaciones encubiertas que tanto la CIA como el ISI
pakistaní realizan habitualmente, quizás allí este el motivo de que
finalmente fracasen todos los planes de erradicación de sembradíos por
parte de Washington. El opio y la heroína afgana que ocupa el 95% del
mercado mundial, continúa inundando los mercados tanto en Estados Unidos
como en Europa.

Posiblemente en defensa de sus sembradíos de adormidera es que el Mullah
Mansour haya amenazado a mediados de junio, en una carta a Abu Baker
al-Bagdadí, el autoproclamado califa Ibrahim líder del Estado Islámico,
en que lo instaba a no ingresar a Afganistán. Según parece la carta
llegó tarde o no fue leída ya que Estado Islámico está presente en
Afganistán, por lo que las muertes seguirán multiplicándose, tanto como
el opio.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional
especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

LUNES 17 DE AGOSTO DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas
dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la
sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la
clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que
en general las ideas de los que no disponen de medios de producción
intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos
Marx
_______

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE COMCOSUR /
COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR. Desde el 19 de Junio de 1994
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