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DIARIO DE VIAJE POR SRI LANKA

1) DIARIO DE VIAJE POR SRI LANKA
Por Natalia Quiñones y Gustavo González (5ta. y última semana de viaje)
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COMCOSUR INFORMA AÑO 17 – No. 1824 – jueves 06.07.2017

“Todas las estructuras del poder popular que estábamos construyendo se hicieron presentes, tomaron voz, en una radio que no quería tanto hablarle al pueblo. Quería que el pueblo hablara.” RADIO VENCEREMOS

1) DIARIO DE VIAJE POR SRI LANKA

Por Natalia Quiñones y Gustavo González (5ta. y última semana de viaje)

Día 1. Llegada a Colombo, Sri Lanka.
Martes 13 de junio.

Uno de los adioses más dulces que hay es con el que uno siente que, donde sea que vaya, se lleva consigo la promesa de un reencuentro. Y cuántas utopías por concretar no dejamos reverdeciendo en la ahora conocida y entrañable África: la esperanza será el rocío que las mantenga creciendo y en pie. Así pues, con el corazón apretadísimo de hasta luegos, tuvimos que despedirnos de su desnuda calidez para embarcarnos, pasando por Lusaka y Dubái, hacia un destino completamente distinto: Sri Lanka, un paísito isla que nos esperaba desde la calma profundidad de Asia del Sur.
Antes de aterrizar en Colombo, su ciudad capital, nos percatamos de lo increíblemente similar que parecen, desde el aire, las semblanzas geográficas de este lugar y las costas centroamericanas. Caminando por los pasillos de su aeropuerto, nos golpeó de inmediato un calor abrasador y un imponente monumento del Buda con corona de campana y mirada meditante. Salimos triunfantes del agobio que provocan las largas colas de los oficiales de inmigración, para encontrarnos con el compañero Prasad, de la Oficina del We Effect en Sri Lanka, disculpándose por haber llegado tarde debido a un leve retraso por el tráfico. Y es que, sí, en la medida que más nos adentrábamos a la ciudad de Colombo, más nos perdíamos entre la maraña de mototaxis (tuk-tuk), buses oxidados y gritos de ciudad. Entre lo angosto de sus calles, las motocicletas se mueven a vuelo de mosca y, los tuk-tuk, como roedores espantados. Como por arte de magia, nos habíamos transportado a una suerte de Tegucigalpa o San Salvador de cuna asiática, casi exactamente al otro lado del mundo.
Aunque el humeante desorden de las calles y edificios de Colombo nos abrazó como lo haría nuestro hogar centroamericano, caímos casi de inmediato al regazo del descanso hasta que llegó el siguiente día. Así reiniciamos nuestra travesía por una realidad completamente distinta.

Día 2. Reuniones con We Effect Sri Lanka y la Comisionada Asistente de la India.
Miércoles 14 de Junio.

No hay duda de que estamos en latitudes absolutamente ajenas a la tierra roja de los pájaros tejedores: hoy nos empuja a levantarnos una calurosa Colombo que, antes de cada llovizna, llena el aire de una agobiante humedad. Temprano fuimos convocados a las oficinas del We Effect para tener una primera reunión introductoria con su equipo central: Subhashi, la directora país; Bhagya, la joven encargada de los procesos de monitoreo y evaluación; Oshadah, el recién incorporado al área administrativa, y Prasad. Todos ellos nos explicaron con lujo de detalle muchos de los aspectos más importantes de realidad que atraviesan los sectores populares de Sri Lanka en términos de vivienda, así como lo que todos los proyectos del We está llevando adelante en este país para mejorar su situación.
Uno de sus proyectos más emblemáticos consistió en construir viviendas para familias afectadas por una de las guerras intestinas más brutales que ha sobrellevado Sri Lanka durante casi 20 años, y que concluyó hace menos de una década. De este conflicto fratricida, que llevó a dos pueblos a tratar de acabar la una con la otra hasta el final, quedaron vivas las cenizas: entre estos resquemores es que el We Effect ha venido intentando reconstruir una comunidad entera. “Al final, se trata de un conflicto ancestral entre castas”, nos explican. En este país, varios segmentos de la sociedad se encuentran regimentadas por este duro y, para nosotros, desconocido sistema de opresiones basado en qué profesiones han sido consideradas dignificantes a lo largo de la historia de estos pueblos, y cuáles no; qué trabajos humanos merecen el respeto colectivo y cuáles la más ciega discriminación. Estas consideraciones nos ayudan, desde ya, a pintarnos un panorama diametralmente distinto al de África: para comprender Asia, necesitaremos reconfigurar varios de nuestros esquemas de análisis, aprovisionarnos de nuevas herramientas para la obra.

En lo que respecta al papel que está jugando el Gobierno, nos cuentan que carece en absoluto de un presupuesto para vivienda y, para nuestra sorpresa, ha sido el Estado de la India el que, en el transcurso de los últimos años, ha canalizado fondos al Estado cingalés para desarrollar proyectos de vivienda en el país. Entre más indagamos sobre los intereses de India en Sri Lanka y por el comportamiento de sus cuantiosas inversiones directas en la isla, observamos que India desea expandir la injerencia de sus intereses neoimperialistas contra la entrada voraz de la China capitalista al país. A enormes inversionistas de ambos países, Sri Lanka ya les entregó desde la concesión de muchos de sus puertos y territorios petroleros hasta una vasta multitud de sus millas marítimas, y quién sabe qué cosas más iremos descubriendo. En el multifacético mundo del Asia del Sur, parece que India y China compiten por tener la batuta imperialista de la región.
Otro aspecto de Sri Lanka que nos llamó poderosamente la atención es que, según las fuentes bibliográficas más básicas, al independizarse, se hizo llamar una República Socialista. Cuando les preguntamos a los compañeros sobre si esto estaba vigente y, por las carcajadas que suscitamos entre ellos, pudimos comprobar que deja mucho que desear. Como ocurrió con muchos de los movimientos revolucionarios en América, Europa e incluso África, en Sri Lanka, las izquierdas populares se transformaron en partidos políticos que, por la vía de la “democracia”, se lograron inmiscuir en los engranajes del Estado, con el apoyo de las respectivas alianzas con la clase capitalista, sin efectivamente cambiar su lógica de funcionalidad y supeditación a los intereses de este modo de producción. En lugar de consolidar una consciencia de clase entre los trabajadores de diferentes castas, decidieron fortalecer una cultura opresora y fragmentadora basada en este sistema. Anteriormente denominada Ceilán, bajo el dominio del imperio británico, en Sri Lanka se instalaron extensísimas haciendas para la producción de té sobre los cimientos de una sólida estructura de sobre-explotación y esclavización feudal de trabajadores agrícolas considerados, por su propio pueblo tamil, personas de las castas más bajas. Ciento cincuenta años después, estas haciendas perviven y ahora, como las grandes productoras y exportadoras de té ceilán a nivel mundial, son poseídas y manejadas por capitales trasnacionales y nacionales. Las decisiones políticas de sus trabajadores, aunque sindicalizados, son manipuladas por antojos y conveniencias partidarios. Les comentamos que, por lo que nos describen, seguramente los enclaves del té ceilán tienen grandes similitudes con nuestra América y sus campos bananeros. Lo que nos anima es el hecho de que, al interior de estas plantaciones, la gente ha decidido integrarse en cooperativas de vivienda. Esto significará, sin duda, todo un desafío: ¡y cómo recordamos el ejemplo de Voluntades Unidas, desde el corazón de la explotación bananera en Honduras, para animarnos a enfrentarlo!
De plática en plática, el tiempo nos comió la reunión planeada y terminamos de concluirla un poco a prisa: al borde de las doce, debíamos salir en camino a la ciudad de Kandy, a más de 250 kilómetros de Colombo. En el camino, nos pareció desplazarnos en el medio de una carretera hecha ciudad: de todos los lados hacia los que giráramos la mirada, brotaban casuchas, ventas espontáneas de frutas y vegetales, un sinfín de comercios y altares de Buda en cada esquina; todo un hormiguero de cemento y lámina esparcido por doquier. Al fondo, las tupidas cabelleras de las montañas ondeaban orgullosas cocoteros, palmas bananeras, entre otros chispazos de sus tropicales selvas. Como fauna, ¡así de golpe!, nos topamos con un elefante siguiéndole el paso tranquilo a un hombre que le conducía con una raquítica cuerda. ¿Nuestras caras? ¡Desbordantes de asombro, ante tan maravilloso animal caminando a solo centímetros de nosotros! Eso sí: entre más nos familiarizábamos con el verde de los cerros y el mareo de sus interminables curvas, el clima bajaba su temperatura y algo refrescaba. Atrás quedó, por el momento, Colombo y su perenne calentura.
En Kandy también nos encontramos con varios elementos comunes a Colombo: ya que el budismo es la religión mayoritaria en este país, ondean en las paredes de los negocios y los frentes de las casas unas banderas de rayas azules, blancas, naranjas y amarillas. Estas dan a entender que los dueños de esos espacios son fieles a las enseñanzas del profeta Buda. Los rasgos de la gente, igual que en Colombo, son los de los indios de ojos almendrados, morochos desde la médula, que andan siempre vestidos en sus atuendos tradicionales; los hombres, con su saraan a la altura de la cadera, y las mujeres, ondeando los saris más vistosos. Aparte de todo eso, Kandy es realmente una ciudad hermosa: en su seno guarda varios cántaros del Lago Bogambara, adornados apenas por la arquitectura de los colonizadores británicos y el verdor de sus montañas. En este poblado, se encuentra la Oficina de la Asistente Comisionada de la India, con quien nos reuniríamos durante la tarde.

Rhada, con el cargo de Asistente Comisionada de la India, vaya que es una de las mujeres funcionarias más humildes que hemos conocido; sumamente aterrizada y dispuesta al diálogo abierto sobre nuevas ideas. Ella nos introdujo a la India inseparable de Sri Lanka: en la isla, habitan miles de poblaciones indias vinculadas a los pueblos tamiles, pero de diferentes castas. Por ello, su Gobierno ha donado un total de 44 mil viviendas que ya han sido construidas y entregadas a familias empobrecidas. Sin embargo, todavía quedan sin construir unas 6,000 más para las necesidades de vivienda de los pobladores de los campos de té. Nosotros, sabiendo de antemano que hay cooperativas de vivienda constituidas en sus adentros, de inmediato planteamos que fueran financiadas las viviendas restantes bajo esta modalidad. Explicamos cómo el modelo cooperativo adecúa perfectamente la participación de la gente a los procesos de construcción sin intermediación, lo que reducía dramáticamente los costos de las viviendas y permitía ampliar el alcance. Se mostró sumamente entusiasmada y nos dijo que presentáramos una propuesta a la brevedad, para prevenir la excesiva burocratización del proceso y, por supuesto, el problema de garantizar la seguridad de la tenencia a través de la titularidad individual. Actualmente, debido a que las haciendas tienen la posesión de la tierra bajo un contrato de arrendamiento con el Gobierno, nadie que viva dentro de las plantaciones puede acceder a un título propio, cuando India desea financiar un esquema de vivienda que dirija el beneficio directamente a los futuros propietarios de la vivienda. Volvimos a plantear las ventajas de la vivienda cooperativa ante el problema de la propiedad privada: con los sectores populares, el título individual termina representando la posibilidad de colocar la vivienda en el mercado una vez más, mientras que bajo el control que ejercen las cooperativas sobre el colectivo, la vivienda es protegida y salvaguardada como derecho humano, no mercancía.
Muy interesada en los detalles puntuales que le otorgábamos sobre el modelo, Rhada nos dejó la puerta completamente abieta para seguir alimentando de propuestas la gestión del We Effect y conseguir la financiación deseada para vivienda en las plantaciones. Mañana que vamos de visita por sus campos, a encontrarnos con las cooperativas de vivienda de las haciendas, podremos extraer lo que necesitemos para estructurar una propuesta convincente para el Gobierno indio.

Caen los últimos retazos de la tarde cuando salimos de la Oficina de Rhada y nos dirigimos a comer algo, antes de recomenzar nuestro ascenso por las imponentes colinas del centro de Sri Lanka. Kandy está invadida de un corte británico inconfundible en el acabado de sus edificios, el entretejido de sus calles y el aroma de su niebla. Parece existir nada más un ente que se le escapa: un templo budista diseñado para albergar, con la convicción de sus adeptos como murallas, uno de los dientes de Buda, su profeta. El tejado del templo brilla como una gran muela de oro, encrustada a la orilla del Lago. En la medida que vamos sumergiéndonos en la noche, en nuestro camino hacia Nuwara Eliya, la vemos desaparecer, entre mil lucecillas que decoran el misterio de nuevos amaneceres para nuestra misión, en los lugares menos pensados.

Día 3. Reunión con las cooperativas de vivienda de las plantaciones y visitas a los campos de té ceilán.
Jueves 15 de junio
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Nuwara Eliya es un pequeño poblado acunado por serpenteantes colinas que acarician soberbias, con sus puntiagudas manos, el cielo. Por sus senderos desciende una fría niebla a las horas más inesperadas, sorprendiendo a las campesinas que riegan las fresas de sus huertos y a los botes suspendidos en la levedad del Lago Gregory. Salpican el paisaje una sucesión intermitente de casitas al mejor estilo arquitectónico inglés, escondidas entre los vastos telares verdes de los parques e hipódromos del pueblo. Un reflejo sublime de lo que dejó el imperio colonial luego de instalarse en un sitio como este; primo natural del clima de Londres.
Nos acompañaron Subhashi, Prasad y parte del personal de la Fundación Palm que trabaja en la zona. En rumbo a nuestro destino, va cobrando poderío el verde abrasante de los campos del té. Aquí es donde han nacido las cooperativas de vivienda con las que nos encontraremos hoy. Vamos al paso ondeante de las curvas de las montañas que rodean unos paisajes espectaculares; en su arboreidad infinita, emergen uno que otro salto de agua y el caminar espaciado de más de algún trabajador de la plantación. Ni la mejor foto puede ser enteramente fiel a tanta belleza natural si de replicar lo visto se tratase.

Cada tres o cinco kilómetros, nos topábamos con una especie de lápida en la vera del camino, indicándonos el nombre o subdivisión de la hacienda por la que estuviéramos transitando. Así nos dimos cuenta que nos reuniríamos con la gente de la cooperativa de vivienda de la hacienda Fernlands. Al llegar, varias jóvenes en coloridos saris nos estaban esperando darnos la bienvenida con un collar de veraneras y un pequeño punto rojo en nuestras frentes para nuestra bendición. Luego nos invitaron a encender, junto a todos los presentes, unas candelitas colocadas en un estandarte dorado con forma de gallo. Así inauguramos nuestra reunión.
Ya nos habían explicado que en las plantaciones de té, el pueblo tamil de la India hablaba un idioma completamente distinto al cingalés. Tuvimos que contar con dos traductores culturales adicionales para entender y comunicarnos con la gente, aunque desarrollamos todos los puntos con mayor dilatación. La mayoría de las presentes eran mujeres, muy jóvenes de hecho, ya que la mayoría de miembros de la cooperativa se encontraban, a esa hora, en el arduo laburo de la corta del té. Su relato fue verdaderamente desgarrador: desde su perspectiva de jovencitas, nos desdibujaron una serie tan estremecedora de condiciones en las que viven sus familias y comunidades en estos campos, que no lo podíamos creer, hasta que fuimos a conocer la precariedad de la gente, unas horas más tarde, por el testimonio de su propia piel, por la verdad de su voz enmudecida por más de ciento cincuenta años.
Cuando comunidades tamiles enteras del sur de la India decidieron venirse a trabajar a las plantaciones cingalesas de té en el siglo diecinueve, fueron prometidas gemas y, por supuesto, tierra. Accedieron: fueron miles los tamiles que se vinieron a la Sri Lanka del dominio británico a establecerse en Nuwara Eliya, Kandy, Radnapura y otros distritos de rubro similar. Pero la tierra siempre fue de un solo terrateniente: la Corona inglesa y, luego de la independencia, el Estado cingalés. Actualmente, grandes compañías productoras y exportadoras de té son concesionarias de estas tierras para la producción del té durante los proximos 55, o incluso 99 años, con opción a revalidación. Por generaciones, aún si eventualmente el Gobierno cingalés les otorgó ciudadanía y derechos por decreto, a los tamiles de estas zonas se les ha negado categóricamente su derecho a la tenencia segura de la tierra, al único pedazo de mundo en el que han vivido las familias fundadas con sus tatarabuelos. Ello ha implicado que los trabajadores de las plantaciones tampoco puedan acceder a bienes y servicios de carácter público, como agua, saneamiento, transporte, educación, salud, por mencionar nada más aquellos de los que pudimos evidenciar severas ausencias. De hecho, en los confines de estas haciendas, la injerencia del Estado ha sido bloqueada en todo sentido por las empresas que las manejan a su antojo, siguiendo los códigos laborales propios del feudalismo más recalcitrante. Entonces, ¿quién o quiénes se encargan de velar por el derecho de los trabajadores del té a una vivienda adecuada, a un hábitat próspero, o siquiera a un trabajo digno? Las compañías: ellas decidirán el tiempo al que lo precisen, el cómo, según qué criterios y condiciones se darán, con absoluto dominio de propiedad privada sobre la vida y el futuro de sus trabajadores.
Lo anterior se extrapola inclusive al plano de la organización comunitaria a través de las cooperativas de vivienda con las que We Effect trabaja en este sector: bajo los reglamentos que las compañías han elaborado para constituir cooperativas de vivienda en las plantaciones, todos sus miembros directivos son escogidos por la empresa y son, generalmente, parte de su personal. No importa que todos los cooperativistas sean trabajadores de las plantaciones: su derecho a elegir democráticamente quiénes estarán en los cargos directivos es nulo, le pertenece a la empresa. El argumento en el que se escudan las empresas, por lo que sus interlocutores nos decían, es el que concibe que la gente pobre no podrá jamás ser capaz de administrar bien una empresa cooperativa, un proyecto ni mucho menos el capital que las cooperativas puedan tener en su poder. Esto, sin pensarlo dos veces, nos resultó algo terminantemente inconcebible en una cooperativa de vivienda de las nuestras; pero pareciera que así funcionan las cosas en este lado del mundo.
Entretanto conocíamos más de cómo funcionaban las cooperativas de vivienda de las plantaciones, más nos daba vueltas la cabeza con miles de interrogantes. ¿Será que es posible trabajar el modelo acá? ¿Cómo lograremos eventualmente que funcione la democracia directa en estas condiciones? ¿Podrá abrirse paso la autogestión? ¿Qué posibilidades tendrá la propiedad colectiva de inmiscuirse en esta tierra de nadie, dejada a la garduña de los capitales más retrógrados? Pero enseguida nos contestamos: siempre hay algo que hacer. Ya estando adentro, claro que veremos la mejor forma de avanzar, analizando el potencial de la gente para, acorde a ello, actuar sin dar pasos en falso.

En los inicios de estas haciendas, sus dueños construyeron cajones unifamiliares en barracas en las que fueron alojadas las primeras familias de trabajadores. Sus descendientes todavía viven acá, y los que ya no cupieron, viven todavía peor: en la improvisación que ya conocemos de la lámina, la madera roída y la falta de todo. Es a esta gente, cuyas familias viven en hacinadas en cuartos únicos, pletóricos de humedad y lodo, sumida en un inframundo de tintes dantescos, a la que menos le podemos fallar. Son legiones de trabajadores que, de sol a sol, se sumergen en la prisión verde de los arbustos teteros a llevar no menos de 18 de hoja cortada al día, para recibir un mísero pago de 4.50 dólares por día trabajado, aproximadamente. Sus rostros, golpeados salvajemente por la pobreza, nos interpelan sin siquiera dirigirnos la mirada. Los más jóvenes, con la mayor ambición de estudiar y trabajar en otra cosa que no sea una plantación de té, chocan constantemente con los duros ramajes de la convivencia mal llevada, de la desnutrición histórica, bajo aludes de invisibilidad; con lo difícil que resulta no dejarse vencer por las espinas de este denso follaje cuando se persiguen los sueños. Algunos nos devuelven la mano, de repente se asoma la sonrisa de un niño, se carcajean de vuelta los viejos a quienes les saludamos efusivamente, ¡cómo no atreverse a intentarlo si la esperanza, aun viviendo mal, no muere!
Para la tarde, teníamos programadas dos reuniones más con los gerentes de las dos haciendas en las que trabajan los compañeros de Palm y que, por cómo están reglamentadas estas cooperativas de vivienda, también son los presidentes de las mismas. La forma de interactuar del gerente de la plantación Fernlands era completamente calculadora: prefería escucharnos largo y tendido antes de emitir sus comentarios. Al hablar, le importó una nada que los cooperativistas presentes no entendieran inglés: él igual monopolizó el uso de la palabra. Ni siquiera recordamos cómo se llamaba, solo oírlo era un suplicio: siempre hemos dicho que los cuadros capitalistas más peligrosos son aquellos que se apropian de los discursos oenegeístas y dicen preocuparse por el bienestar de sus trabajadores. Sí, son hasta partidarios de eliminar complejos de dependencia entre la gente y exigir que todos, menos ellos, se encarguen de resolver los problemas de sus empleados: son el Estado, la cooperación, las oenegés los que tienen que poner algo acá. Ellos ya han hecho bastante con darles trabajo y un pedazo de tierra prestada, en este caso, para hacer sus viviendas. Son los que mejor saben camuflajear a las empresas de buenas intenciones y neutralizar cualquier descontento del trabajador haciéndole sentir responsable de su propia miseria. Porque no saben administrar bien sus finanzas, porque son unos alcohólicos de mierda, porque su propia cultura los hace insalvables todos, por más que les queramos ayudar a estar mejor. No había caso en rebatirle sus jodidos argumentos; asentimos cordialmente a su diplomacia y no nos despedimos sin antes colocar, con mucho cuidado, la importancia de seguir fortaleciendo a la cooperativa de vivienda como herramienta educativa para la gente. Nos terminó agradeciendo el haber venido a aportar otra mano salvadora para sus trabajadores. Vaya vergüenza.
Nos despedimos de los amables trabajadores de la hacienda Fernlands y nos dirigimos hacia nuestra próxima reunión con el gerente de otra plantación, llamada Disayagama. Entretanto atravesábamos el oleaje verde de los arbustos de té y sus mujeres con sacos enormes a sus espaldas, no dejábamos de pensar en cómo estas comunidades viven y salen a trabajar todos los días por su sustento. ¿No existe algún tipo de organización que vele por los derechos laborales y humanos de todas estas personas?, preguntamos insistentemente. Todos están sindicalizados, nos afirmaron, aunque con cierta desgana: todos los sindicatos de las plantaciones están completamente cooptados por intereses político-partidarios. ¿Será esto verdad? Si sí, lamentablemente, no nos sorprendería. LO interesante es que, mientras íbamos discutiendo este tema con los compañeros, fuimos sorprendidos por un bloqueo. Trabajadores cerrando el paso, en protesta por una resolución de las autoridades judiciales locales que emitió una decisión contraria al bienestar de los trabajadores. Cercada por un alambrado de policías, tuvimos que tomar un atajo todavía más angosto y agreste para bordear la manifestación y seguir nuestro camino.¡Pero qué alegría! Por la justa reivindicación de sus condiciones de vida, sin duda, ¡siempre que hay lucha, también hay esperanza!
Y llegamos finalmente a la última reunión, con el murmullo de la lluvia refrescándonos los ánimos que nos restaban. Tampoco recordamos el nombre del tipo, pero sí su discurso: completamente detenido en aquellos tiempos en los que el capitalismo se resistía a mudar los últimos retazos de feudalismo en su piel. Podríamos haber platicado con él cincuenta años atrás y, al igual que su oficina, habría sido la misma. Sus paredes estabas tapizadas con un harén de reconocimientos a su trayectoria como gerente destacado del sector tetero cingalés y renombrable agremiado de la cámara de empresarios en el país. Mi plantación, mi tierra, mis trabajadores: así se dirigía a todo aquel recurso en los que solo veía utilidad si le generaban ganancias, y cuantiosas. Toda su regordeta codicia no dejaba espacio alguno para hablar de susceptibilidades tales como los derechos humanos o de maquillar de amabilidad sus intereses: casi que sin permitirnos terminar de presentarnos, este individuo comenzó a espetar quejas e inconformidades con el proyecto de vivienda para el cual había cedido parte de sus 945 hectáreas de plantación con tal de que 40 familias de trabajadores del té contaran con mejores condiciones de vida. Mimetizado hasta los huesos con la compañía de la que no dejaba de ser un mero empleado, hizo mucho énfasis en que ONU Hábitat, agencia ejecutora del proyecto, había promovido un esquema de construcción completamente dependiente del trabajo por ayuda mutua de los beneficiarios, lo que implicaba la reducción de horas trabajadas por la gente en la plantación. A mí no me interesa darle vivienda a gente que, además de estar ocupando tierra que podría estar haciendo producir, no me rinde frutos y hace caer hasta 8 millones de rupias al mes por días que no me trabajan por irse a construir sus casas. Nosotros, callados de la indignación, intentamos explicarle que los procesos de ayuda mutua siempre requieren del acompañamiento de técnicos profesionales y mano de obra calificada para complementar el trabajo de la gente que no es experta en el oficio. Pero como él todo lo medía con la vara del costo-beneficio, rápidamente se apresuró a concluir que no volvería a permitir otro proyecto de este tipo en su plantación. No si ello me implica perder en el corto plazo, sentenció. Nos contuvimos las risas irónicas y, antes de retirarnos, le deseamos que, para la próxima vez que viniéramos, ojalá la empresa no se hubiese fundido todavía, todo por culpa de uno cuantos trabajadores con necesidad real de vivienda. Qué coraje, pero qué más podíamos esperar de un cuadro capitalista estancado en la prehistoria de este sistema. Hablar con él, de hecho, tuvo un valor hasta pedagógico: el diablo aunque se vista de seda, diablo se queda.
Emprendimos el viaje de regreso cuando ya la noche había caído en el lecho arbóreo de los campos teteros. ¿Cómo podríamos trabajar los principios del modelo siquiera si los presidentes de estas cooperativas eran todos los gerentes de las haciendas, a las órdenes de los intereses de las compañías teteras? ¡Ni siquiera pudimos interactuar con los trabajadores directamente, porque las compañías no lo permiten! Entonces, ¿intentaríamos convencerles a ellos de nuestra propuesta para poder entrar y comenzar el trabajo de base desde dentro? Sí, eso haríamos. ¿Y cómo disfrazaríamos los elementos anti-sistema de la organización cooperativa, su carácter de instrumento de lucha y transformación? Eso está aun por definirse pero, hoy por hoy, estamos resueltos a no acobardarnos ante la oportunidad de adaptar al modelo al extremo de ser capaz de permear y dormir en las fauces del enemigo. Desde ahí, habiendo traspasado las corazas, desarrollaríamos la tarea para la implosión de todo el territorio ocupado. Ya veremos la mejor manera de tocar la puerta con tal de que nos permitan pasar; luego, estando dentro, nos tocará comenzar a construir consciencia cooperativista en la gente, poco a poco.

Días 4 y 5. Taller de trabajo sobre el modelo cooperativo de vivienda y su experiencia latinoamericana con We Effect, organizaciones contraparte y representantes del sector de las plantaciones.
Viernes 16 y sábado 17 de junio.

Siempre en la Nuwara Eliya de las verdes tonalidades y los paisajes templados, durante los dos días siguientes, estuvimos facilitando un taller de trabajo con los compañeros del We Effect, representantes de tres de sus organizaciones contrapartes y de las cooperativas de vivienda de las plantaciones teteras. Expusimos, de la manera más clara y concisa posible, las generalidades del modelo cooperativo de vivienda, tal y como se implementó y expandió en Latinoamérica, así como las condiciones estructurales que son necesarias para su óptimo desarrollo.
Nuestra charla partió de discutir cómo entendemos nosotros la problemática global de la vivienda, aplicable a cualquier país del mundo, incluyendo a Sri Lanka. Luego introdujimos el debate sobre el concepto de desarrollo que hemos estructurado en América Latina desde la óptica de los trabajadores, que suelen ser los sectores más empobrecidos por el sistema, después de todo. Ello dio pie para profundizar en los instrumentos políticos que hay que conquistar para que un país tenga una propuesta real de política para vivienda social. Con esto, propusimos que todos los participantes se dividieran en subgrupos de trabajo y desarrollaran un análisis colectivo sobre los principales problemas que Sri Lanka enfrenta actualmente para obtener dichos instrumentos. Complementariamente, les solicitamos pensar en propuestas, a nivel país o desde sus organizaciones, para caminar hacia el logro de los mismos.
El segmento del taller durante el cual cada grupo socializó sus conclusiones nos resultó sumamente interesante. Quizá solo un grupo reflexionó sobre la necesidad de contar con un trabajo unificado, estratégico de incidencia política para exigirle al Estado que tome cartas en el asunto y garantice tierra, legislación, apoyo técnico y financiación para la vivienda de los sectores más necesitados. Todos los demás, aunque identificaron con gran nivel de detalle todos los obstáculos y vacíos que le imposibilitan al sistema actual desarrollar una política efectiva de vivienda social para los más pobres, no se atrevieron a plantearse una propuesta transformadora del mismo. Porque el Estado solo piensa en intereses partidarios o electorales, no tiene los recursos para resolver la problemática, o simplemente es muy difícil intentar cambiar el curso de las cosas: para muchas de estas organizaciones, estas y otras tantas excusas sirven para respaldar el que intentemos acudir a la banca privada, a la cooperación internacional, a las mismas compañías productoras de té, para cubrir algunas de las hemorragias más urgentes. Sobre la base de este planteo, nosotros volvimos a hacer nuestro llamado a que recapaciten sobre la vía más larga, pero más redituable al fin; a que comiencen a elaborar, en conjunto, una propuesta de política de vivienda para presentar al Estado y las instituciones involucradas en el tema, que contenga, entre las varias alternativas de solución que puedan adaptarse a las necesidades de vivienda popular en Sri Lanka, una sobre cooperativismo de vivienda, tanto para el sector de las plantaciones como para cualquier otro donde existan familias de escasos recursos con demanda de vivienda adecuada.
Para animar un poco al grupo y que visualizaran mejor la calidad de nuestra propuesta cooperativa, mostramos algunas fotos seleccionadas de viviendas y liderazgos cooperativistas en acción constructiva de Centroamérica. Figuraron los complejos del Centro Histórico de San Salvador, la etapa de obra de Marcovia en Honduras, las caras de felicidad de las familias de Juntando Manos, en Nicaragua, mudándose finalmente a sus viviendas.
Con este pequeño aliciente en la mente de todos los presentes, comenzamos a desarrollar, al día siguiente, los pilares fundamentales de nuestro modelo cooperativo. En el segundo día, además, contaríamos con la participación de tres cooperativistas de vivienda de las plantaciones, ¡por fin! Aunque este día los procesos de traducción se nos complicaron un poco más, intentamos que nuestra charla eliminara las confusiones más básicas y generales sobre la propuesta esencial del modelo. Nos adentramos con especial atención en lo que implica trabajar por ayuda mutua, específicamente durante la etapa de la obra, y las enormes ventajas de implementarla de manera disciplinada, organizada y en colectivo para reducir costos, fortalecer capacidades y forjar empoderamiento comunitario. Sin que necesitaramos manifestar nuestra oposición a la propiedad privada de la vivienda, nos concentramos en fomentar la propiedad cooperativa del financiamiento, la tierra y el proyecto en su conjunto para prevenir el que beneficiarios traten a la vivienda como mercancía. También insistimos en que el apoyo del asesoramiento técnico debe ser permanente, al menos mientras duren los procesos constructivos.
De esta jornada, pudimos extraer una gran recepción positiva por parte de las organizaciones contrapartes y del propio We. Las compañeras del ente que, a nivel nacional, aglutina a organizaciones cooperativas de mujeres, asentían convencidas ante todo lo que explicamos a lo largo de los dos días del taller: al final del segundo día, por ello, no hicieron más que agradecernos y afirmarnos, con sincera convicción, que es posible implementar un modelo cooperativo de vivienda en Sri Lanka, para los más pobres rurales y urbanos. Y aunque la Fundación Palm y los cooperativistas de las plantaciones se quedaron quizá con más inquietudes que certezas sobre esta posibilidad, sabemos que al menos la semillita de la idea del cooperativismo les quedará picando por un buen rato. Lo que sí podemos afirmar es que, con estas organizaciones, las mentalidades para darle mayor pensada y discusión a un modelo cooperativo de vivienda para Sri Lanka y sus diferentes contextos de vivienda, han sido abiertas.

Día 6. Llegada a Batticaloa y visita a proyecto de vivienda en la aldea de Rajathurainagar.
Domingo 18 de junio

Hoy tuvimos que despedirnos de los montañosos parajes de Nuwara Eliya y rendirnos al calor de las costas orientales de la isla cingalesa. Descendemos sin fin, desde sus cordilleras neurales, hasta las húmedas arenas de Batticaloa, impregnadas todas del aire marino del Índico. Los suelos bajos de Sri Lanka son una sucesión de térreos oleajes que bañan la vista con una belleza vegetativa impresionante.

Batticaloa, además, es una ciudad que, a primera vista, nos recordó al caliente poblado de Tela, en Honduras. Su clima, sus edificaciones, incluso su flora son un espejo de la otra, que es hija del mar Caribe, lo que no es poca cosa. Luego de un rápido almuerzo, teníamos ya programada una reunión con la comunidad de un proyecto de vivienda construido en los rurales confines de Rajathurainagar. Esta aldea fue reconstruida por familias afectadas a raíz de la guerra civil entre los ejércitos tamil y cingalés, un conflicto que concluyó hace menos de diez años y tuvo mayor presencia en la zona norte del país, donde el pueblo tamil es mayoritario. Con algunas familias de esta aldea, los compañeros del We Effect construyeron directamente unas viviendas que nos propusieron conocer, como parte de los pininos que han realizado en el tema de vivienda.
Nos esperaban en el patio de una pequeña casa comunal, hombres y mujeres sentados sobre la tela de costales, una treintena de personas que nos recibieron con flores en el cuello y refrescantes bocadillos. Mayooran, el compañero del We Effect que acompaña a esta comunidad en sus proyectos cooperativos actuales, más enfocados en el empoderamiento económico de las familias, nos ayudó facilitando la traducción al idioma tamil y viceversa. Con un sol abrumante a nuestras espaldas y bajo la tímida sombra de dos cocoteros, iniciamos la asamblea. En breve, la comunidad nos contó la historia de su reasentamiento y la experiencia de reconstrucción de sus hogares y vidas en este lugar. Con una felicidad profunda, nos contaron que cada familia había participado de lleno en la construcción de su vivienda, bajo el esquema de la ayuda mutua, y cuando una vivienda era terminada, todos los esfuerzos restantes se volcaban a apoyar la construcción de las viviendas de otras familias que todavía estuvieran pendientes de terminar. Aunque los lotes fueron asignados de manera individual, cada familia parece sentirse muy parte de la historia común del renacimiento como aldea, dentro de la cual la vivienda ha jugado un rol importante.
Para orgullo de los movimientos cooperativos en El Salvador y Paraguay, la vivencia que nos relataron estas familias resultó ser muy similar a la que tuvieron la cooperativa Héroes de Piedras Rojas, en el refundido pueblo de Santa Marta, o las cooperativas de la organización de los COBAÑADOS. De alguna manera, ocurrió una suerte de transferencia del proceso de construcción conducido por el modelo, por parte del excompañero del We Effect, Armando Costa Pinto. Como fue posible, algunos elementos de nuestra experiencia centroamericana se habían ya trasladado y adaptado a una de las realidades de necesidad de vivienda más difíciles en Sri Lanka. Así son estas cosas: cuando uno menos se lo imagina, el mundo ya no es ni tan ancho ni tan ajeno como pareciera, como nos lo quieren hacer ver.
En el momento que nos tocó intervenir a nosotros, aprovechamos para romper un poco el hielo con la gente con algunos planteos para el porvenir de la comunidad: comenzamos a entrever que, estos pueblos, son mucho más introvertidos que los africanos que hemos conocido. Conviven, además, con mucha más naturalidad con los animales salvajes. Tienen una relación llena de altibajos con los elefantes, por ejemplo: cuando este animal se acerca hambriento a los cultivos de los campesinos o ataca a cualquiera que se le ponga enfrente porque ha sido expulsado de su manada por otro macho que se quiso apoderar de las hembras, se suscitan los conflictos; varios de ellos, letales para los aldeanos. Porque el olfato del elefante tiene memoria y, si alguna vez se vuelve a encontrar con el hombre que le expulsó de sus cultivos, este lo ataca hasta aniquilarlo. ¡Inconcebible!
Entre anécdotas y chistes que fuimos compartiendo con esta afable comunidad, fuimos recorriendo algunas de las casas construidas en el marco del proyecto. Su calidad constructiva nos pareció absolutamente impecable, con amplitud de espacios, servicios básicos adecuados y los criterios estéticos necesarios. Cuando entramos a algunas de ellas, observamos una pulcritud incomparable, lo que demuestra un alto grado de valoración de lo construido. También nos llamó la atención el que no hubiera camas en ningún dormitorio: dormimos a ras del piso, nos explicaron, porque ya nos acostumbramos a ello y, para este clima, nos resulta mucho más fresco. En los patios de afuera, la gente ha hecho de las piedras y la arena fértiles criaderos de granos, legumbres, hortalizas y nueces más importantes de su dieta alimentaria. Al fondo, algunos todavía mantenían en pie las viviendas donde solían vivir antes, como recordatorio de las lamentables condiciones que han logrado superar a punta de sudor y trabajo duro.
Al atardecer lo saludamos con una enorme sonrisa de satisfacción, dichosos de haber conocido a una comunidad del heroico pueblo tamil. Quienes trataron de sustentar con toda la ciencia y los medios existentes el que la gente no puede construir en colectivo en este país, y mucho menos trabajar en procesos de ayuda mutua, les decimos fuerte y claro: ¡están equivocados! La esperanza es la hierba inmortal de los pueblos, la que sigue construyendo la resistencia de las comunidades como esta en países como este. Cómo nos ayuda la misma gente a despejarnos todas las dudas sobre si es factible adaptar un modelo cooperativo de vivienda para los más pobres y excluidos de Sri Lanka: se puede ¡y lo haremos!

Día 7. Visita a la cooperativa de vivienda Vallar Pirai y regreso a Colombo.
Lunes 19 de junio.

Gran parte del romance humano con el mar está en la irreparable dualidad de su poder como reinado indomable y ampliamente desconocido por el ser humano. En él viven las fuerzas del agua que han albergado el aliento de la vida durante milenios, y las que han desatado el ímpetu necesario para destruirla, arrasarla, arrebatarla en cuestión de segundos. Hoy nos trasladamos lo más cerca que estaremos del Océano Índico durante todo este viaje y nos recordarán que, en el 2004, Batticaloa y otras regiones costeras del este de Sri Lanka se vieron devastadas por el embate del tsunami que se llevó consigo la vida de más de 39,000 personas. A unos metros de la tenue sinfonía marítima del Índico, se erigen sobre la arena algunos vestigios del desastre, a la deriva de un olvido que duele demasiado desarraigar. Pedazos de casas y memoriales a los muertos causados por el evento es lo único que ha quedado flotando en estas adoloridas playas. Varias organizaciones vinieron, transcurrida la calamidad, a sembrar árboles a manera de asemejar barreras vivas para que, en caso de que el fenómeno se repita en el futuro, las olas más monstruosas tengan un rival con el cual encararse antes de atropellar todo lo demás. Y aun así, con todas las precauciones del mundo, los pescadores y marineros de corazón siempre vuelven a los brazos del mar. Por ello es que las canoas con atarrayas y barcazas vigiladas por los descalzos hombres del mar siempre poblarán sus orillas. Cuán dialéctica que es la relación de la naturaleza con la vida que es parte de ella.
Nuestro encuentro con la última experiencia que conoceríamos en campo se situaba a un par de kilómetros de la simbiosis del mar con las playas de Batticaloa. Para nuestra alegría, resultó ser el primer proyecto en Sri Lanka que pretendió replicar el modelo latinoamericano de cooperativismo de vivienda. ¡Y qué gran historia! Nuevamente, el excompañero del We Effect, Armando, vino a Sri Lanka a impulsar la idea y, con un total de 48 familias de pescadores damnificados por el tsunami, implementó un proyecto. Los compañeros cooperativistas con los que nos reunimos a platicar, todos ellos hombres, nos hablaron de Armando con un respeto entrañable, reconociendo sobre todo el hecho de que, durante el período de construcción, la zona había sido sitiada y cercada por las fuerzas armadas estatales. Ello le obligaba a tener que solicitar un permiso de entrada todas las veces que quisiera visitar a la comunidad, bajo permanente riesgo de verse afectado por el estado latente de guerra civil, vigente en esos años.
Todos, además, hablan con un gran orgullo de cómo construyeron colectivamente sus viviendas y de lo hermosas que quedaron al final. Sentimos, con todo y todo, que hablar con ellos era como hablar con nuestros cooperativistas LATINOAMERICANOS: mismas alegrías, mismos problemas y, al final del día, misma esperanza. ¡Y sí que nos llenaron de ilusiones para el modelo en Sri Lanka! Con este precedente, ya hay mucho para evaluar, rescatar, analizar y re-modelar para otras realidades. Gracias, en definitiva, a todos aquellos que forjaron camino antes de nosotros, para que ahora sea la propia gente la que multiplique los frutos.

Día 8. Reunión con el Plantation Human Development Trust (PHDT) y We Effect.
Martes 20 de junio.

Durante nuestro último día de trabajo en Sri Lanka, antes de regresar a nuestra realidad latinoamericana, nos dedicamos a tener las reuniones finales con varios actores relevantes para el trabajo en vivienda en el país, sobre todo en las plantaciones del té. El PHDT, por ejemplo, es una especie de fundación integrada y financiada por las compañías teteras de la zona central del país, de la cual es parte Nuwara Eliya. Su objetivo es facilitar proyectos de desarrollo humano con la población trabajadora y las familias que habitan dentro de los confines de las plantaciones, para mejorar sus condiciones de vida.
En la reunión, estaban presentes cuatro o cinco miembros del cuerpo directivo; todos hombres. Desde su propia perspectiva, nos explicaron los problemas más severos que habían identificado en la vida de las plantaciones: necesitamos juntar todos los esfuerzos existentes para elevar la calidad de la vivienda de nuestras comunidades. Nos proyectaron una especie de documental en el que dicha situación es evidente: muchas escenas tristes, en blanco y negro, de la precariedad en la que viven estas familias, para luego dar paso a la transición colorida, vívida e impecable de los proyectos que el PHDT ha desarrollado en las plantaciones. Desde parques recretativos hasta sistemas completos de abastecimiento de agua; desde el pleno empoderamiento de las mujeres hasta la disminución de las enfermedades en las localidades. Las caras irradiantes de felicidad en la gente fotografiada y grabada en el documental, se esforzaban muy bien en vendernos una faceta insuperable de benevolencia del capital. Nos creímos solo una parte de toda esa narrativa nefasta que pretende nublarnos la vista sobre la lucha de clases que está detrás de la brutal explotación de su fuerza de trabajo en las plantaciones.
Pero igual debíamos sonreír y felicitar el esfuerzo, porque en algo sí han avanzado: en identificar en las cooperativas de vivienda un potencial innegable para el desarrollo humano de la población en las plantaciones. De esto nos agarramos en firme para explicar todas las ventajas de fortalecer la organización de la gente en cooperativas de vivienda, basándonos en lo aprendido en Latinoamérica y haciendo énfasis en la importancia de que sean los cooperativistas quienes se apropien de la herramienta para ir superando las diferentes carencias que tienen.
El presidente del PHDT no pudo habernos comprendido mejor. Muy a su manera, entendió rápidamente la importancia de esto último; del empoderamiento de la gente de los procesos cuando sean completamente capaces de asumir la responsabilidad de llevarlos adelante. En esto coincidimos con entusiasmo: ¡por esto es que necesitamos buenos equipos de profesionales técnicos desarrollando capacidades con la gente y asesorándoles en el camino! Así logramos que el PHDT se pusiera de nuestro lado, poniendo incluso a toda disposición parte de su personal técnico para aprender más sobre el modelo y, ya que ellos trabajan de manera muy cercana con el Estado cingalés, a que este a su vez destine mayores recursos para proyectos de vivienda con las cooperativas de las plantaciones. ¡Una batalla más ganada a nuestro favor!
Luego de tan fructuosa reunión, dejamos el final de nuestra jornada en Sri Lanka en manos de nuestros increíbles anfitriones. Tuvimos una reunión de cierre en la que compartimos nuestras reflexiones y recomendaciones concluyentes. No hay que dejar de trabajar con las cooperativas de vivienda de las plantaciones teteras los diferentes componentes del modelo: a su tiempo, con astucia, convencidos todos de que mejorar el modelo actual con los elementos de nuestra propuesta garantizarán mayores y mejores beneficios para todos. Aparte, habrá que retomar la experiencia de la cooperativa que ya construyó en Batticaloa para analizar cómo se puede volver esta replicable a otros contextos dentro del mismo país cingalés, tanto a nivel urbano como rural. Y luego, habrá que estructurarle una propuesta al Estado para que facilite las condiciones necesarias para el desarrollo de los diferentes modelos cooperativistas con las debidas herramientas, lo que siempre exigimos en cada país: financiación, tierra y legislación. Porque este es el mismo proceso que hemos emprendido, a pico y pala, a fuerza de roces y encontronazos con otros y nosotros mismos, a lo largo del surgir y del florecer de las organizaciones cooperativas que conforman este movimiento: qué mejor forma de hermanarnos con nuestros hermanos pueblos asiáticos, africanos, explotados y violentados como el nuestro, que compartiendo nuestra historia de lucha, la memoria de nuestras victorias y la eterna esperanza que vive dentro nuestro al nunca decir que “no se puede”. Porque sí, ¡sí se puede!

Natalia Quiñones y Gustavo González
COMCOSUR INFORMA Nº 1824 – 06/07/2017
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COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / COMCOSUR – 1994 – 19 de junio – 2017 – 23 años
Selección y producción: Beatriz Alonso, Henry Flores y Carlos Casares Apoyo técnico: Carlos Dárdano
Colaboran:
ALEMANIA: Antje Vieth y Carlos Ramos (Berlín)
ARGENTINA: Eduardo Abeleira
BRASIL: Carlos O. Catalogne (Florianópolis)
CENTROAMÉRICA: Gustavo González
ECUADOR: Kintto Lucas (Quito)
HOLANDA: Ramón Haniotis (Amsterdam)
SUIZA: Sergio Ferrari (Berna)
URUGUAY: Jorge Marrero (Santa Rosa), Margarita Merklen (Durazno), Pablo Alfano (Montevideo), Luis Sabini (Piriápolis, Maldonado)
Correspondencia: Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO – URUGUAY
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Coordinación: Carlos Casares
COMCOSUR es miembro de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias – AMARC COMCOSUR se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes y no cuenta con ningún tipo de apoyo institucional.
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