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EL PRESENTE GRIEGO

1) Grecia: primera derrota del neoliberalismo europeo
2) La guerra larvada de Ucrania
3) Ignacio Ramonet: sobre el terror en París
4) Podemos e Izquierda Unida: el partido orgánico de la revolución democrática
5) Podrán seguir identificando a las víctimas del franquismo – POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 706 / Lunes 2 de Febrero de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / COMCOSUR — COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR /
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Primera derrota del neoliberalismo europeo
Raúl Zibechi (Alai)

El triunfo de Syriza coloca a la troika ante el dilema de la intransigencia, que puede ser el primer paso hacia la disgregación de la Unión, o el pragmatismo, que implica bajarse del programa de ajuste neoliberal. Para la nueva izquierda se abre un período luminoso pero, a la vez, lleno de obstáculos que pueden socavar su prestigio como alternativa al sistema.

“Grecia deja atrás cinco años de austeridad catastrófica, deja atrás el miedo y el autoritarismo, deja atrás cinco años de humillación y sufrimiento”, dijo Alexis Tsipras en el acto de la victoria en la noche del domingo, en la plaza Syntagma de Atenas, ante miles de votantes de Syriza.

“Grecia tiene que pagar su deuda porque eso forma parte de las reglas del juego en Europa”, declaró Bruno Coeuré, miembro del directorio del Banco Central Europeo (bce) apenas conocer el resultado. “No hay espacio para un juego unilateral en Europa”, agregó, enseñando las uñas en nombre de la mayor institución financiera europea.

Del mismo modo se pronunciaron los diferentes voceros de la troika, como se llama al trío integrado por el bce, el fmi y la Comisión Europea, que desde que comenzó la crisis griega vienen monitoreando las sucesivas reformas que exigieron al país. Sólo el presidente francés, François Hollande, esgrimió un tono más amable, al comprometerse a mantener estrechos vínculos con el nuevo gobierno griego “para promover el crecimiento y la estabilidad en la zona euro” (Xinhua, 26 de enero de 2015).

Con las horas, se fue imponiendo un clima menos agresivo hacia la nueva realidad griega. Es que el triunfo de Syriza fue arrollador. Alcanzó el 36,5 por ciento y 149 diputados (99 más 50 de premio al partido más votado), frente al 27,7 y 77 escaños de la derechista Nueva Democracia, del exprimer ministro Georgios Samaras. El tercer lugar lo ocupa el partió nazi Amanecer Dorado con 6 por ciento y 16 escaños. Deetrás el recién creado To Potami (El Rio) con 16 escaños, los comunistas con 15, los socialistas que conocieron su mayor debacle con 13 y los nacionalistas de derecha, Griegos Independientes, con otros 13 escaños.

A dos escaños de la mayoría absoluta, Syriza acordó con Griegos Independientes para que su líder, Alexis Tsipras, fuera ungido el mismo lunes como nuevo primer ministro. Llama la atención que la ultraderecha conserva sus votos pese a que la mayor parte de sus dirigentes están en la cárcel, así como la debacle socialista, incluyendo el monumental fracaso del ex primer ministro Yorgos Papandreu que con su Movimiento de los Socialistas Demócratas no consiguió el tres por ciento mínimo para ingresar al parlamento.

Cuesta arriba

“El problema de los planes de Syriza es que pueden no ser lo suficientemente radicales”, puede leerse en la columna del Nobel de Economía Paul Krugman (The New York Times, 26 de enero de 2015). Semejante frase, escrita por un pensador liberal en el más importante diario estadounidense, debería ser motivo de reflexión para las autoridades europeas. Lo habitual sería que fuera pronunciada por radicales de izquierda que, sin embargo, hoy se muestran más bien pragmáticos y propensos a la negociación.

Según Krugman, para comprender el “terremoto político” griego hay que remontarse al 2010 cuando la troika impuso a Grecia “una combinación de austeridad y reforma”. El vendía al pueblo griego una fantasía económica que se tradujo en recesión, desocupación del 28 por ciento, desempleo juvenil del 60 por ciento, recortes salvajes de los servicios públicos y de los salarios. El país demorará años en volver a los niveles sociales anteriores a la crisis. Con esta política de austeridad, se esperaba reducir el gasto público y ahorrar lo suficiente como para pagar las deudas. No funcionó. “El gobierno griego está recaudando un porcentaje mucho más importante del piben impuestos, pero el pibha caído tanto que la recaudación tributaria se vino abajo”, escribe Krugman.

El resultado es que la deuda griega no dejó crecer, hasta alcanzar un abrumador 175 por ciento del pib, cuando en 2009 era del 100 por ciento. Una historia bien conocida por los latinoamericanos. Sigue el Nobel: “Dos años después de que comenzara el programa griego, el fmi buscó ejemplos históricos donde los programas de tipo griego, habían tenido éxito. No se encontró ninguno”. Concluye que ese programa no podía funcionar nunca y que ahora las soluciones de Syriza pueden quedarse a medio camino.

Una pregunta se impone: ¿porqué la troika impuso un programa que sabía que no iba a funcionar? La respuesta más probable es que nunca buscó la recuperación de Grecia sino su subordinación política al sistema financiero que la misma troika representa. El portal estratégico francés dedefensa.org lo dice sin vueltas: “La sociedad griega ha sido sistemáticamente desestructurada y disuelta en nombre de la austeridad, en beneficio de las fuerzas sistémicas y de los entornos transnacionales, a la vez autores y beneficiarios de la operación” (Dedefensa.org, 27 de enero de 2015). La barbarie financiera que destruye naciones y personas, concluye el portal, está criando movimientos antisistema.

El futuro inmediato es negro para el nuevo gobierno. Entre febrero y julio se concentran vencimientos de deuda por más de 20.000 millones de euros y, hasta el final del año, las amortizaciones avanzan hasta 30.200 millones, lo que coloca a Tsipras contra la pared: o mantiene la austeridad del gasto público para poder pagar a los acreedores (no sólo violando sus promesas electorales sino condenando a los griegos a seguir pasando hambre) o declara la cesación de pagos.

El principal portavoz mediático del capital financiero, Financial Times, apunta que Tsipras debe elegir entre ser “Hugo Chávez, el líder populista venezolano y adversario regional de Estados Unidos” o seguir el ejemplo de “Luiz Inácio Lula da Silva, el expresidente brasileño que al llegar al poder gobernó más como reformista que como izquierdista radical” (Financial Times, 26 de enero de 2015). La demonización del gobierno de Syriza está servida.

Ucrania como telón de fondo

En su primera medida de gobierno Tsipras suprimió ocho ministerios. El diputado y economista Yanis Dragasakis, asumió la vicepresidencia económica del gobierno y será el encargado de negociar con la troika. En su libro El Minotauro global sostiene que Estados Unidos es el responsable de la crisis al haber creado un sistema financiero que le permite vivir de los flujos de capital del resto de economías. El economista Yanis Varufakis, que fue asesor del gobierno del socialdemócrata Yorgos Papandreu, asumió la cartera de Finanzas. La de Defensa fue la única que recayó a su aliado nacionalista.

Entre las primeras medidas, todas destinadas a aliviar la situación de los más pobres, figura el aumento del salario mínimo (de 684 a 751 euros), un proyecto de ley para retornar a la negociación colectiva de los salarios y otro “para que los contribuyentes reciban mejores términos para devolver sus deudas”, que no deben superar el 30 por ciento de sus ingresos (El Economista, 27 de enero de 2015). Además se prevé que unos 300.000 hogares que viven por debajo del umbral de la pobreza reciban electricidad gratuita, muchos de los cuales han sido desconectados por impagos. Medidas apenas socialdemócratas que en el clima actual son tildadas como “radicales”.

Pero el tema central es la negociación de la deuda. El gobierno parece dispuesto a pagar y seguir en la zona euro, pero depende de la flexibilidad de los acreedores. El 60 por ciento de la deuda griega, 315.000 millones de euros, es con la Eurozona. Pero más de la mitad de esa cifra es deuda con Alemania, Francia e Italia. Habrá negociación. El punto son los plazos y las posibles quitas. Ni unos ni otros parecen beneficiarse de una cesación de pagos.

Sin embargo, el panorama regional es bien complejo. Días antes de las elecciones Brunello Rosa, director para Europa de Roubini Global Economics, destacó la relación que existe entre la caída del petróleo, su impacto en la economía rusa, el conflicto con Ucrania y la posible compra de bonos soberanos por parte del bce. El director del centro de análisis del economista Nouriel Roubini (ex asesor del fmi y del Tesoro estadounidense) destacó que “las repercusiones geopolíticas de una salida de Grecia del euro, podrá tener consecuencias imposibles de manejar”. Se refería a que si Grecia es expulsada de la zona euro, o la abandona, “Rusia podría salir al rescate de Grecia”, como sucedió con Islandia en 2008, “cuando su colapso financiero se mitigó gracias a la intervención rusa” (El Economista, 20 de enero de 2015).

La advertencia parece dirigida a la troika. Le está diciendo que no se olvide que Grecia tiene alternativas y que la intransigencia puede empujarla hacia Rusia. Pero la advertencia no tendría sentido fuera de un contexto en el que Europa (empujada por la Casa Blanca) ha hecho una frenética opción anti-rusa. Una Europa que ampara un gobierno lleno de neonazis como el de Kiev, surgido de un golpe de Estado pergeñado por Estados Unidos y bendecido por Berlín (véase la crónica “La guerra larvada de Ucrania”).

Sobre el tema, el reputado periodista Robert Parry, quien descubrió el Irangate, sostiene que The New York Times forma parte de la conspiración para confrontar Europa y Rusia al desinformar gravemente a sus lectores. El periódico omite “la extraordinaria intervención de Estados Unidos en los asuntos políticos de Ucrania” de la mano de neconservadores como la Fundación Nacional para la Democracia y la secretaria para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, seguido “con el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos el 22 de febrero de 2014, que derrocó al presidente electo Viktor Yanukovich y puso uno de los líderes elegidos de Nuland, Arseniy Yatsenyuk, como primer ministro” (Consortiumnews, 24 de enero de 2015).

Para el Times todo comienza con la “anexión” de Crimea, pasando por alto el referéndum abrumador por la unión con Rusia y obviando que “las tropas rusas estaban ya en Crimea como parte de un acuerdo con Ucrania para el mantenimiento de la base naval rusa en Sebastopol”. Se pregunta si Rusia podía permanecer pasiva ante la posibilidad de que armas nucleares en manos de ultraderechistas se instalen a kilómetros de su frontera. El problema, para Estados Unidos y para el mundo, es que si el Times piensa como el ultraconservador senador John McCain, queda poco margen para otra política que no sea la confrontación abierta.

¿Hacia la desintegración europea?

Es posible que Roubini tuviera algo de esto en mente cuando alertó sobre la posible alianza de Grecia con Rusia. Recordemos que su fama se debe Roubini a sus acertadas previsiones sobre la crisis económica de 2008, desencadenada por la crisis de las hipotecas subprime. Es un ferviente anti-ruso y anti Putin, pero su temor es que la brecha entre la Unión Europea y su país “se está volviendo aún más polarizada” (Time, 13 de junio de 2015).

Un think tank del sistema como el que dirige Roubini, muestra cierta preocupación por la tendencia de la superpotencia a actuar en solitario mediante una amplia gama de mecanismos, que van “desde aviones no tripulados hasta un estilo de gobierno económico que incluye la amenaza de congelación de los activos de las naciones problemáticas (como Rusia o Irán), una estrategia que apoda la militarización de las finanzas”.

A nadie escapa que la Unión Europea, y el euro, están atravesando su peor momento al punto que pueden estllar. Aquí no valen las declaraciones, siempre engañosas, sino los hechos duros y puros. Alemania está repatriando sus reservas de oro. En 2014 fueron 120 toneladas, de ellas 35 fueron retiradas del Banco de Francia en París y 85 toneladas de la Reserva Federal de Nueva York. Para 2020, Alemania tiene la intención de tener la mitad de sus reservas de oro en sus bóvedas, frente a sólo un tercio en la actualidad.

No es el único país europeo que está repatriando masivamente sus reservas. Según varios economistas, ese comportamiento obedece a desconfianza: “El almacenamiento de oro dentro del país puede ser cierto tipo de seguro en caso del retorno a las monedas nacionales en Europa. El hecho de que numerosos países quieran tener un seguro de este tipo significa que estos Estados consideran que hay una posibilidad real del colapso de la eurozona” (Russia Today, 20 de enero de 2015).

Desde que Estados Unidos desató la crisis en Ucrania, la eurozona va de mal en peor. En su resistencia a dar paso a un mundo multipolar, “Occidente en vez de salvarse, parece haber decidido salvar los mecanismos y los actores de su crisis omni-dimensional: los mercados financieros, los bancos, el dólar, la Otan, el unilateralismo, el democratismo ultraliberal”, sostiene el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Geab 91, 15 de enero de 2015). El tránsito hacia un mundo más equilibrado está bloqueado por la parálisis europea, agudizada con la crisis de Ucrania.

Sin embargo, el tránsito hacia ese mundo es inevitable, toda vez que Asia ya es el centro económico del mundo. Lo que está en juego es cómo quedará parada Europa, si consolidará su alianza con Rusia, y con China a través de la Ruta de la Seda o si, apuesta a seguir los dictados del sistema financiero centrado en la City de Londres y en Wall Street, en lo que el Geab considera “un suicidio colectivo que los europeos bien saben lo que significa”.

En una Europa empantanada, el triunfo de Syriza puede ser decisivo. Es la primera derrota del capital financiero. Abre una ventana de oportunidades para forzar un cambio de rumbo, una bifurcación capaz de convertir a Europa en una región más autónoma; capaz de elegir, sin chantajes, sus alianzas necesariamente diversas, sin someterse a ninguna potencia. Un camino que inevitablemente pasa por la democratización de las decisiones, algo que horroriza al capital financiero, devenido en principal obstáculo para la soberanía de los pueblos europeos.

– Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada. Integrante del Consejo de ALAI.

LUNES 2 DE FEBRERO DE 2015 – COMCOSUR
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2) La guerra larvada de Ucrania
Unai Aranzadi (Independent Docs)

Desde Járkov hasta Lugansk, crónica desde el interior de dos provincias azotadas por el alzamiento de la ultraderecha ucraniana.

No hace falta hablar ruso o ucraniano, no hace falta ni ser periodista ni preguntar nada. Tan pronto como el informativo radiofónico que escucha el taxista comienza a repetir la palabra “terrorista” infinidad de veces, el chófer se indigna, realiza aspavientos y farfulla palabras que dan a entender su punto de vista. Para él, terroristas son los militares ucranianos que bombardean a los civiles del Este del país. No hay más.

En la calle, bajo el frío y los copos de nieve, el clima es otro. Reina la falsa indiferencia y la autocensura, porque aun siendo la población rusófona mayoría en Járkov, la gente se siente coartada por la presencia de los numerosos policías y militares venidos del Oeste para custodiar el paso con Rusia, cualquier conato de insurrección y sobre todo, sus grandes recursos industriales. En esta ciudad, la segunda en tamaño después de Kiev, se opina en casa, o dentro del coche como el taxista, pero no en plena calle; especialmente en jornadas como la de hoy, en la que se manifiesta Pravy Sektor.

Manifestación neonazi

Quemando antorchas, luciendo capuchas y cachiporras, los jóvenes neonazis avanzan dando gritos por la Avenida Sumska, obligando a peatones y vehículos a detener su camino. Van en busca de algo. “La estatua del jodido Lenin”, han dicho. La policía antidisturbios que a marchas forzadas trata de seguir su ritmo deja de acompañarlos al alcanzar la Plaza de la Libertad, que junto a Tiananmen y la Plaza Roja es una de las más grandes del mundo. Allí, al fondo, los neonazis tienen su objetivo simbólico, pues ya de la estatua queda poco.

La derribaron el pasado mes de septiembre en una noche de idéntico fervor patriótico. Con bengalas, subidos a contenedores con ruedas de los que harán fuego, los encapuchados avanzan impunes tomándose ese inmenso espacio público. Algunos de los militares presentes, que con el uniforme oficial les acompañan, les hablan a la oreja, aconsejando o controlando, difícil decirlo. Un pequeño grupo ha sido el primero en llegar a la peana donde estaba el Lenin de granito y comienza a prender fuego al mobiliario urbano. Al rato, otros gritan eslóganes racistas mientras despliegan pancartas. Cuando parece que se están calmando ofrecen un brevísimo discurso y se marchan desfilando.

“Los que tenemos delante son del batallón Aidar. Son ultras del fútbol, delincuentes de grupos neonazis…”

Casi a la misma hora, los ascensores del céntrico Hotel Kharkov permanecen ocupados de forma ininterrumpida. Los huéspedes del hotel, aun siendo pocos, tienen que esperar en la recepción un tiempo inusual. Cuando su inquietud se hace notable, el jefe de seguridad del hotel se acerca, abre las puertas de las escaleras de incendios y les invita a subir por éstas a las habitaciones, pero en ese mismo instante las puertas del ascensor se abren inesperadamente, y tras ellas aparecen fugazmente varios militares con sus fusiles, sus chalecos antibalas y todo el imaginario bélico capaz de ser encajado en cuatro metros cuadrados. Seguidamente, del segundo ascensor, salen dos jóvenes reclutas con pesadas cajas de munición. Las típicos arcones de madera pintados de verde oliva que sirven para guardar balas, granadas y ese tipo de provisiones que las fuerzas armadas llevan al terreno cuando participan en alguna operación.

Desconcertado, el jefe de seguridad susurra algo a los militares, que asienten con la cabeza y continúan su ascenso hacia algún piso superior. Los soldados provienen del garaje y, según la expresión de sus rostros, se diría que no deseaban ser vistos, o sea, que lo de parar en la recepción habría sido un imprevisto. Unas horas más tarde, a tenor de la indisciplina según sugiere el recepcionista, los militares dejan de ocultar su presencia, y se dedican a deambular bulliciosamente de una habitación a otra, llevando botellas de licor, con la toalla en la cintura tras la ducha o con el fusil colgado a la espalda.

¿Qué hacían esos militares de diferente graduación fuertemente armados en un lugar de vida civil? ¿Qué necesidad habría de meter docenas de cajas de munición en las habitaciones más altas del Hotel Khrakov? “Ucrania es hoy un país de intrigas, es mejor no hacer preguntas”, asegura con recato un miembro de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) alojado allí por unos días.

Hacia Lugansk

Al amanecer, aquellos civiles que se quieren arriesgar a cruzar desde la provincia de Járkov a la vecina Lugansk hacen cola esperando un autobús, el único medio activo en días de combates intermitentes como el de hoy. También el más barato, lento e inseguro. Desvencijado, éste llega a la parada, donde ancianos, niños, jóvenes y mujeres esperan portando paquetes y cajas en una atmósfera enrarecida que se vive por debajo de los cero grados. La marcha, de pueblo en pueblo, es larga y penosa. Una, dos, cuatro, ocho, doce horas; una anciana dice que ya ni siente la espalda. Llegado un punto, los varones se inquietan y cuchichean. Alguien los ha mandado bajar, y así lo hacen con el pasaporte en la mano. Desde abajo y señalando con el dedo, encapuchados de un batallón del Ejército ucraniano separan a los hombres de las mujeres.

Todo aquel mayor de dieciséis años ha de ir a la cuneta de la carretera, pasar un interrogatorio y ser identificado. Parece que dos no lo han superado y se quedan allí apesadumbrados. El bus sigue rodando por rutas oscuras, casi desiertas, entre controles y vehículos calcinados a los lados de la carretera. Cae la noche cerrada, y siguen pasando las horas. De pronto alguien armado sube al autobús y, al igual que los anteriores soldados, está encapuchado. Dicen que es la milicia de Lugansk. Ya hemos cruzado.

Lóbrega y fría, Lugansk de noche es un gran apagón, no sólo de luz, sino de vida

Lóbrega y fría, Lugansk de noche es un gran apagón, no sólo de luz, sino de vida. Las calles están desiertas y en ellas no se va más allá de un palmo, sea en el centro urbano o en sus zonas residenciales. Debido a la falta de agua corriente y luz eléctrica, la práctica totalidad de los hoteles permanecen cerrados, así como los restaurantes, las tiendas, los bancos y sus cajeros automáticos. Una buena parte de la población se ha marchado desde que comenzaron a sufrir los bombardeos el verano pasado, pero otros muchos se han quedado, lo que le da un tono de dignidad a esta ciudad de edificios ruinosos, supermercados vacíos y colas de ancianos que aun a riesgo de un resbalón sobre el hielo salen a por agua, velas y comida.

La estación de autobuses fue bombardeada por el Ejército ucraniano, como varias escuelas, centros de salud, apartamentos y guarderías. Nada ha escapado al fuego de los batallones y brigadas llegados del Oeste, pues, tal y como asegura el profesor de universidad Alexander Novikov, “quieren arrasarlo todo. Evidentemente es gente de fuera, pues nadie que fuese de aquí bombardearía la cola del pan y el colegio donde podría estar su hija o abuelo”.

Del edificio de la administración regional, lugar en el que se gestiona la nueva “República Popular de Lugansk,” entran y salen funcionarios, cosacos armados y voluntarios rusos. En la sala de prensa, donde despachan una penosa acreditación de prensa y nadie habla inglés, nunca se ven periodistas occidentales. Según Oksana, su responsable de prensa, “para ellos, esta guerra, más que olvidada, está ya contada. Los que nos bombardean son los buenos, y los bombardeados somos los malos”. Los pocos periodistas extranjeros interesados en contar lo que pasa son rusos, “aunque a su trabajo en Europa Occidental lo llaman siempre propaganda”, asegura.

Para el reportero Alan Bulkaty, de la agencia ITAR-TASS, “yo creo que a los europeos y americanos les gusta Donetsk por su importancia futbolística y su cómodo acceso desde Kiev, pero casi nadie se planta en Lugansk, donde la situación es tanto o más compleja”. La pequeña república tiene la guerra larvada en su interior. A muy pocos kilómetros del centro de la ciudad existen varios frentes, así como varios batallones de la temida Guardia Nacional (irregulares de grupos neonazis), enquistados por varios rincones de su interior.

Como afirma el veterano Sergei, un miembro de la escuela de oficiales soviética formado en Leningrado, “esto no es como la gente se piensa, con líneas del frente claras en el perímetro del área rebelde, sino que además de eso, hay grandes grupos de ucranianos activos dentro del territorio liberado, y muchos días no se sabe bien qué ruta es segura o cuando y por donde puedes ser atacado”. Uno de esos lugares es la carretera que lleva a la planta energética que abastece Lugansk, en Shchastya. Morteros y fuego cruzado a escasos kilómetros del centro urbano. Llegar hasta allí requiere tomar una carretera en la que no conviene parar. A la derecha de ésta, las posiciones de las fuerzas ucranianas, y al otro lado, no por muchos kilómetros, las de los milicianos de la república popular.

El camino es un tortuoso rosario de trincheras abandonadas, cráteres de todo tamaño y puestos de control calcinados. En una cuneta hay minas que asoman amenazantes el percutor sobre el asfalto, por eso todavía quedan cajas de artillería sin detonar ni ser requisadas por los milicianos. De fondo, se escuchan con regularidad las detonaciones de los misiles GRAD. Cuando se perciben más cerca, a los escasos transeúntes que por aquí circulan les toca decidirse. O parar y tomar refugio o acelerar hasta sobrepasar la zona de peligro.

Uno de estos tristes lugares en los que la gente ha adaptado sus rutinas al penoso devenir de la guerra es Metalist, un deteriorado conjunto de viviendas con centro de salud, cultura y escuela de la era soviética. Situado en primera línea de fuego, varias plantas de sus edificios de apartamentos han sido arrasadas, aunque aún vive gente dentro. Anastasia es profesora allí, aunque la escuela fue destrozada y ahora dan clases en unos garajes.

“Los que tenemos delante son del batallón Aidar. Van de profesionales, pero son ultras del fútbol, delincuentes de grupos neonazis, expresidiarios; lo peor de lo peor nos ha tocado”. El batallón Aidar es uno de esos grupos que, como el Azov y otros grupos de irregulares, lucen sin rubor simbología nazi junto a banderas de la UE o la OTAN. Concretamente los de Aidar aquí presentes tienen multitud de investigaciones abiertas por parte de la OSCE y Amnistía Internacional, quienes les acusan de crímenes de guerra, como ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas, torturas y el asesinato de dos periodistas.

Con Ígor Plótnitski

“La propaganda es un elemento fundamental de toda guerra, y la nuestra no iba a ser la excepción”. En una discreta base de las milicias a la que nos han traído en un minibus, el presidente electo, Ígor Plótnitski, un exmilitar de la era soviética metido a hombre de negocios, ha convocado a dos agencias de noticias rusas y a Diagonal para dar su versión de los hechos y, como dice él mismo, “mostrar su disposición a resistir pueblo por pueblo y calle por calle”. Tras haber pasado lista a la tropa y realizar un recuento de armamento y munición, el presidente y su comitiva se dirigen al último lugar donde los cohetes del Ejército ucraniano han hecho sus más recientes estragos.

Al llegar, las familias víctimas del ataque se muestran impotentes, pues aseguran que “es imposible protegerse de los bombardeos. Lanzan cohetes y morteros a cualquier hora y lugar. Además, sin trabajo y dinero no podemos reconstruir lo destruido”. El presidente, que posa para las fotografías pero elude responder a preguntas directas sobre el tipo de ideología que predominará en sus políticas, asegura que “el nombre de República Popular no es por casualidad. El apego a las necesidades de la gente es nuestra prioridad”.

Tras un breve almuerzo, Plótnitski acude a una manifestación “contra el fascismo” que han organizado los estudiantes en el centro de la ciudad. De entre las muchas banderas rusas, se distinguen una docena del partido comunista. Yuri, un hombre de mediana edad vestido de camuflaje y miembro del partido se ríe al ser preguntado si en conjunto, el proyecto liderado por Ígor Plótnitski tiene algunos de los elementos propios de la lucha de clases.

“No, apenas los tiene, aunque sí una gran sensibilidad por el mundo obrero, pues es lo que somos”. Yuri remarca que “lo que es seguro es que aquí casi todos tenemos cierta sensibilidad socialista y buenos recuerdos de la era soviética”. Para él, además existe un factor que los cohesiona en un bloque decidido a resistir. “Todos tenemos claro que tenemos frente a nosotros a fascistas de corte abiertamente neonazi que no están solos, sino con el capitalismo occidental de la UE y la OTAN”.

Al fondo, tras él, dos uniformados de una milicia rusa tienen cosida una calavera blanca sobre un fondo negro. Por lo que se comenta, en Luhansk hay algunos elementos del nacionalismo “identitario” ruso, aunque el comunista Yuri asegura que “son muy pocos y no son del estilo nazi que sí existe entre los ucranianos del Este. De otro modo no estarían aquí, luchando codo a codo con comunistas como yo”. La manifestación termina y todos recogen sus banderas. Los camaradas de Yuri, las diferentes milicias populares y los estudiantes. Toca regresar a las casas, cuarteles y trincheras. Con la tarde cae el frío y la creciente sensación de que esta guerra se congela.

LUNES 2 DE FEBRERO DE 2015 – COMCOSUR
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3) Sobre el terror en París
Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique)

Un mes después de los odiosos atentados yihadistas en París cometidos por tres terroristas que causaron 17 muertos (entre ellos casi todo el equipo de redacción del semanario satírico Charlie Hebdo) ¿qué lecciones se pueden sacar de esa brutal agresión?

Como siempre, la irrupción del terrorismo y su violencia arrolladora obligan a una sociedad a interrogarse sobre sí misma. Igual que Estados Unidos después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 (o España después de las explosiones de Atocha, en Madrid, el 11 de marzo del 2004; o el Reino Unido después de las bombas en el metro de Londres, el 7 de julio de 2005; o Noruega después de los atentados de Oslo y Utoya el 22 de julio de 2011), Francia se sintió en “estado de shock”.

Y mil interrogantes han surgido de repente. En torno, por ejemplo, a la cohesión nacional. ¿Qué ocurrió para que tres jóvenes nacidos en Francia y educados en las escuelas de la República, hayan sido seducidos por ideas oscurantistas y medievales, y se hayan tornado en verdugos de sus propios conciudadanos? ¿En qué medida la crisis económica y las medidas de restricción del gasto público han acentuado la marginalización de las periferias urbanas y la segregación de sus habitantes, esencialmente inmigrantes, de donde surgieron los tres terroristas? ¿Cómo ha podido la República, que únicamente reconoce a ciudadanos iguales, permitir que se constituyan en su seno comunidades por afinidades religiosas, y que cada vez más se hable de “comunidad musulmana” o “comunidad judía” o “comunidad cristiana”?

Obviamente, en los minutos que siguieron a los atentados, en torno a François Hollande (hasta entonces el presidente más impopular de la V República) se constituyó una suerte de “unión sagrada” de todos los partidos del abanico parlamentario (con la excepción del Front National, extremista de derechas). Y, de inmediato, casi cinco millones de ciudadanos se lanzaron a las calles por todo el país para expresar –en la manifestación más multitudinaria jamás vista– su repugnancia contra la barbarie.

De hecho, las autoridades barruntaban que una acción yihadista estaba en preparación en territorio francés. Desde la víspera de las festividades de fin de año, el nivel de alerta antiatentados había sido alzado a casi el máximo nivel. Se temían represalias. Porque Francia está interviniendo militarmente contra el islamismo radical en por lo menos tres frentes: Malí (“operación Serval”, iniciada el 11 de enero de 2013), República Centroafricana (“operación Sangaris”, lanzada el 5 de diciembre de 2013), e Irak (“operación Chammal”, comenzada el 19 de septiembre de 2014, contra las fuerzas de la organización Estado Islámico, en el marco de una coalición internacional de unos cuarenta países liderada por Estados Unidos). Además, la red yihadista Al Qaeda, y en particular su rama yemenita Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) (1) lanza desde 2009 llamamientos para “castigar a los franceses por combatir a Alá, su mensaje y sus creyentes”. Algo iba pues a ocurrir.

El semanario Charlie Hebdo llevaba años amenazado. En particular desde que, el 8 de febrero de 2006, reprodujo las caricaturas de Mahoma publicadas el 30 de septiembre de 2005 por el diario danés Jyllands-Posten (una de ellas representaba al profeta del islam con un turbante en forma de bomba con una mecha encendida) y que habían desencadenado en todo el mundo musulmán decenas de manifestaciones de repudio, algunas de ellas muy violentas, y amenazas de muerte contra el diario danés y los dibujantes de las caricaturas. Charlie Hebdo no sólo reprodujo las ilustraciones danesas sino que, para mayor inri, añadió sus propias imágenes irreverentes realizadas por su equipo de dibujantes.

El objetivo del semanario –que acabó costándole la vida a buena parte de la redacción– era reafirmar la libertad de expresión y la libertad de creación. Obviamente un objetivo muy noble, y que se ha comentado mucho, en Francia y en el mundo, en los innumerables debates de después de los atentados. Como lo han subrayado varios participantes, si bien es cierto que, en las democracias occidentales, la libertad de expresión es una conquista irrenunciable y un derecho fundamental, también es cierto que esa libertad, en esas mismas democracias, no es ilimitada ni infinita, está acotada, circunscrita y restringida por la ley o las costumbres (2).

En cuanto a la blasfemia (ofensa contra la majestad divina), hay que recordar que ha sido la piedra de toque central en el enfrentamiento entre razón y religión en Occidente desde finales del siglo XVIII. En esa época, los autores racionalistas de la Ilustración, y muy particularmente Voltaire, osaron denunciar ese pretendido delito y, arriesgando su vida, combatir la religión como una mera superstición. En los países occidentales, la lucha –esencialmente contra el cristianismo y sus poderosas instituciones– ha sido larga y dolorosa, jalonada de disputas, de juicios, de enfrentamientos, de violencias… téngase en cuenta que, en España, el delito de blasfemia no fue abolido hasta 1988…

Dos siglos han tenido que pasar, en Occidente y entre personas que comparten la cultura (si no la religión) cristiana, para alcanzar el frágil consenso actual (3) en torno a la cuestión de la blasfemia. Por eso, como también se ha subrayado estos días en Francia, puede resultar a la vez ingenuo y presuntuoso, por parte de algunos caricaturistas occidentales, querer hacer aceptar sin más ni más, así de repente, a los musulmanes la blasfemia anti-islam en nombre de una idealizada “libertad de expresión”. En cierta medida y salvando las distancias, es el dilema de las “guerras napoleónicas”.

A principios del siglo XIX, Napoleón se propuso exportar las generosas y avanzadas ideas de la Revolución Francesa. Pero lo hizo a base de cruentas guerras y violencias, arrasando las estructuras jerárquicas (feudalismo, caudillismo) y espirituales (cristianismo) de las sociedades invadidas que no podían entender que semejantes destrucciones fuesen un “progreso”. Resultado: en las más retrógradas de esas sociedades (España, Rusia), los potenciales beneficiarios del nuevo orden napoleónico (campesinos y siervos) se aferraron a sus opresores ancestrales (aristocracia, latifundistas, Iglesias católica y ortodoxa) para defender (con éxito en ambos casos) lo que consideraban ser sus “tradiciones”. Tanto España como Rusia quedaron traumatizadas por esa violenta penetración del progreso en el marco de una invasión extranjera. En ambos casos, la consecuencia fue que las fuerzas más reaccionarias se afianzaron largo tiempo en el poder.

Los colonialismos del siglo XIX resultaron otra suerte de “guerras napoleónicas”, se justificaban pretendiendo “llevar el progreso a sociedades arcaicas”. Fracasaron. Y más cerca de nosotros, los conflictos de George W. Bush en Afganistán y en Irak también fueron, a su manera, “guerras napoleónicas” que pretendían imponer, a base de despiadados bombardeos, “las luces de la democracia a sociedades oscurantistas”. Naufragaron.

Las mentalidades cambian, no cabe duda. Pero cambian más lentamente de lo que se cree. Y el ritmo del cambio no se decreta. Querer acelerarlo a base de provocaciones es, en algunas circunstancias, el mejor modo de ralentizarlo. Lo que llamamos islamismo, o sea el integrismo islámico (y más aún el islamismo radical o yihadismo), no es sino una reacción agónica de defensa frente a la marcha ineluctable de la modernidad. Muy violenta a veces porque sabe que tiene los días contados. Los adelantos de la ciencia y de la técnica van a seguir provocando mutaciones que también afectarán a las religiones, incluido el islam. Ni siquiera unos atentados, por criminales y abyectos que sean, podrán detener duraderamente esa evolución.

(1) Los hermanos Kouachi, autores de los atentados contra Charlie Hebdo, admitieron explícitamente que actuaron en nombre de AQPA. Y en un vídeo que se difundió una semana después de la masacre en las oficinas del semanario en París, un comandante de AQPA, Nasr Ibn Ali al Ansi se adjudicó el ataque: “Hemos dejado claro al mundo islámico que quien eligió el blanco, trazó el plan, financió la operación y designó a su emir es la dirigencia de nuestra organización.” El ataque fue una venganza contra la revista por sus caricaturas del profeta Mahoma, señaló.
(2) En los días siguientes a los atentados de París, el humorista provocador francés Dieudonné –a quien ya en enero de 2014, la Justica francesa había prohibido un espectáculo en Nantes por temor a un “eventual desórden público”, lo cual había sido celebrado por el ministro francés del Interior (Manuel Valls) en los siguientes términos: “La República no puede tolerar el odio hacia el otro, el racismo, el antisemitismo, el negacionismo”.– fue detenido por haber escrito, valiéndose de su supuesta libertad de expresión, en su página de Facebook, que se sentía “Charlie Coulibaly” (apellido del autor del odioso atentado antisemita que causó la muerte de cuatro personas en un supermercado kosher de París) y será sometido a juicio, acusado, como lo prevé la ley, de “apología del terrorismo”.
(3) Regularmente, en los países de tradición cristiana, grupos de militantes cristianos agreden o amenazan a autores que proponen una representación –considerada como “blasfematoria”– de las principales figuras del cristianismo. Por ejemplo, en 2006, una bomba de fabricación casera fue colocada junto al camerino del artista Leo Bassi en el Teatro Alfil de Madrid, poco antes de que comenzara la representación de su espectáculo “La Revelación”. En 2008, un festival punk en Suecia pegó pósters que mostraban a Satanás defecando sobre Jesús en la cruz. La publicación del cartel en el periódico local Östgöta Correspondenten provocó amenazas de muerte de fanáticos cristianos contra el editor en jefe. Y en 2012, el cantautor español Javier Krahe fue sentado en el banquillo acusado de un delito de escarnio contra los sentimientos religiosos por un vídeo titulado “Cómo cocinar un cristo”.

LUNES 2 DE FEBRERO DE 2015 – COMCOSUR
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4) Podemos e Izquierda Unida: el partido orgánico de la revolución democrática
Manolo Monereo (Cuarto Poder)

Que se está construyendo acelerada y sistemáticamente el partido antiPodemos no hay ninguna duda. Basta mirar los medios de comunicación y se verá con mucha claridad que todo está ya permitido. Se trata de confundir, desviar y convertir a esta fuerza política en algo contrario a lo que es. La idea que hay detrás es simple: todos somos iguales, es decir, todos robamos, nos aprovechamos de los bienes públicos y nos corrompemos en el ejercicio de nuestras responsabilidades. El asunto es tan evidente que se persigue y se pone bajo sospecha a otras personas que, estando en IU, defienden la convergencia con Podemos. Los casos de Tania Sánchez y Alberto Garzón son muy conocidos.

Lo que hay es que los partidos y las fuerzas del sistema intentan liquidar a aquellos que los ponen en cuestión. Aquí aparece una idea que tiene mucho que ver con la concepción del Partido que tenía Antonio Gramsci. Como es conocido, el comunista sardo distinguía entre los partidos-institución y el partido orgánico. Los “partidos-institución” son los que conocemos, los que se presentan a las elecciones, los que escenifican “terribles” debates y acusaciones tremebundas. Me refiero al PSOE y al PP. Son los partidos del régimen (junto con los partidos de la burguesía vasca y catalana), son partidos que están de acuerdo en lo fundamental y divergen en lo accesorio. Ellos llaman a lo fundamental “cuestiones de Estado” que van desde la Monarquía hasta la OTAN, pasando por los tratados de la Unión Europea y terminando por el TTIP en negociación secreta.

Desde el punto de vista de Gramsci estos serían el partido orgánico del régimen, es decir, las fuerzas fundamentales que hacen posible el dominio de las clases económicamente dominantes. El Estado, su autonomía relativa, permite organizar a las clases dirigentes y obtener el consenso de las clases subalternas. Cuando llegan las crisis, como ahora, esa autonomía relativa se hace mucho más estrecha y es fácil percibir que, tanto el Estado como los partidos dominantes sirven abiertamente a los intereses de los grupos de poder económicos. Para entender bien lo que acabo de decir (lo he señalado varias veces en este año) es preciso señalar que, muchas veces, el PSOE ha sido más eficaz para esta tarea que el PP.

Para entender lo que Gramsci quería decir es necesario subrayar que el partido orgánico del régimen incluía muchas veces un “estado mayor” que no necesariamente formaba parte del partido institución, y que podía ser un periódico, medios de comunicación, instituciones religiosas y demás fuerzas no formales, jurídicamente independientes pero que mantenían y desarrollaban el régimen político existente. En el centro de todo ello estaban los intelectuales “orgánicos” que aseguraban la hegemonía de las clases dirigentes, sin olvidar a las fuerzas del orden que siempre son la garantía última del poder.

Es útil manejar la “caja de herramientas“ del conocido comunista italiano para analizar en toda su complejidad la crisis del régimen que hoy estamos viviendo en nuestro país. Si las cosas las vemos desde abajo, desde los hombres y mujeres comunes, nos daremos cuenta hasta qué punto la emergencia de Podemos cambia el campo de la política. Crisis de régimen y emergencia de Podemos están íntimamente relacionados, sabiendo, Gramsci aquí de nuevo es necesario, que los procesos de ruptura y de restauración están siempre presentes y que nada garantiza el triunfo futuro. Transformación y transformismo son dos modos de ver la alternativa a la que antes se ha hecho referencia.

Lo primero fue una masa difusa, heterogénea y contradictoria disponible para la acción política; en segundo lugar, un grupo dirigente que con audacia intenta representar a este amplio sector social; y ahora lo que se vive es el proceso contradictorio y conflictual de construcción de una fuerza política con voluntad de alternativa de gobierno, de régimen y de sociedad. Algo que no es nada fácil, como se puede entender.

Aquí es donde juega su papel el partido orgánico. Más allá de la natural competencia entre partidos, parece evidente que el actual Podemos ni política, ni organizativa, ni programáticamente tiene la fuerza suficiente para emprender esta tarea en solitario. Los riesgos de restauración o de cooptación por el sistema no dependen solo de la buena o mala voluntad del equipo dirigente sino de la correlación real de fuerzas político sociales en un contexto, hay que subrayarlo, dominado por la Europa alemana del euro.

Quizá, para comprender cabalmente lo que se acaba de decir, deberíamos plantearnos cual es la tarea común para la que, tanto Podemos como IU, están comprometidos. El núcleo de unidad o de convergencia no es otro que el siguiente: conquistar el gobierno para, desde ahí, abrir un proceso constituyente para un nuevo régimen político democrático en nuestro país. La tarea es inmensa y tendrá enfrente a los poderes reales internos y externos. Habría que ir más lejos. El margen de autonomía real de un gobierno Podemos-IU no sería demasiado grande. Como se verá en Grecia tras llegar al gobierno Syriza, los tratados de la Unión nos convierten en un protectorado de la Europa alemana, es decir, la tarea más complicada es mantenerse en el gobierno y ganar día a día autonomía para hacer políticas democrático-populares.

El proceso constituyente es la pieza clave. ¿Por qué? Porque para conseguir nuevos instrumentos, nuevas instituciones y nuevas formas de participación desde abajo, se requiere una nueva legitimidad que genere una nueva legalidad que permita realizar los cambios sustanciales. Sin esto, como antes se indicó, lo que se puede hacer desde un gobierno de unidad popular no es demasiado y, además, puede frustrar las esperanzas de los ciudadanos y ciudadanas. Se podría decir, cosa que es cierta, que para esto hace falta la solidaridad de otros países del sur y el compromiso de la izquierda europea. Pero, al final, es aquí y desde aquí desde donde se deben operar los cambios y eso obliga, de una u otra forma, a abrir un proceso constituyente en el país.

Esta tarea exigirá una enorme movilización social y un compromiso político de una parte sustancial de la ciudadanía. Aquí hay un problema no pequeño. Parecería que con la alternativa electoral de Podemos el movimiento social se ha paralizado y que, razonablemente, la opción ya es sólo político-institucional. Esto tiene riesgos serios. Una estrategia nacional popular debe de tener en su centro una alianza de clases amplia y, sobre todo, una enorme capacidad de movilización social. En definitiva, sin un contrapoder social y cultural que apoye a un gobierno democrático en nuestro país no parece que los cambios que las poblaciones exigen se puedan realizar.

Conviene ahora volver al partido orgánico. Para realizar, hablando con rigor, la revolución democrática que este país necesita, Podemos e IU son insuficientes, necesitamos mucha más fuerza organizada, más capacidad de alternativa y una presión social sostenida en el tiempo. Por eso, deberíamos de abrir en el conjunto de la izquierda y más allá un debate sobre la estrategia a seguir, las alianzas a organizar y las propuestas a realizar en una sociedad y en un mundo que cambia aceleradamente. Expreso mi convicción de que en esta batalla estratégica es decisivo ganarse a la clase obrera organizada, a los trabajadores y trabajadoras: lo nacional popular, a medio o largo plazo, exigirá un protagonismo de clase.

Se trata, una vez más, de pensar en grande y de no dejarse tentar por un electoralismo fácil o, lo que sería peor, terminar en el bloque antiPodemos. Nuestra gente necesita unidad para avanzar, una mayoría social muy amplia y una enorme capacidad para despertar ilusión y generar esperanza. Debemos convertir el sentido de la vida y el horizonte de sentidos de la gente común en fuerza operativa y actuante. Necesitamos liderazgos fuertes que inviten a la auto organización y no solo a la delegación como una fuerza partidaria de masas y movimientos sociales capaces de mantener y defender un proyecto común.

En definitiva, se trata de construir el partido orgánico de la revolución democrática que suponga un nuevo equipo dirigente en el país al servicio de una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales comprometidos con la emancipación social. A esto se le ha llamado en España siempre república. Cada vez más, esto depende de nosotros, de las personas que creen que se puede transformar la sociedad y convertir nuestras creencias y valores en fuerza y programa político. Nada que perder, todo que ganar.

Manolo Monereo es politólogo y miembro del Consejo Político Federal de IU.

LUNES 2 DE FEBRERO DE 2015 – COMCOSUR
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5) Podrán seguir identificando a las víctimas del franquismo.
Natalia Chientaroli (eldiario.es)

Un premio de 100.000 euros salva «in extremis» el laboratorio de identificación de desaparecidos del franquismo. El grupo ha realizado 156 exhumaciones de fosas comunes y ha recuperado los restos de 1.334 víctimas

La ausencia de subvenciones había obligado a despedir a los trabajadores del centro en el que se realizan las investigaciones y las identificaciones de los restos humanos

La neoyorquina Asociación de los Archivos de la Brigada Lincoln (ALBA) concedió el Premio Derechos Humanos a la Asociación para la Memoria Histórica para que continuara su trabajo. «El PP sacó de la agenda política el tema de la memoria histórica asfixiando a las asociaciones», asegura Marcos González, uno de los voluntarios de la ARMH.

Huesos en una caja. Teñidos de marrón por tantos años hundidos en la tierra, enterrados en el olvido. Sobre la tapa, una foto en blanco y negro, castigada también por el paso del tiempo. Y un nombre. Apenas unas letras; un antes y un después. «Ahora para mí ya ha acabado la guerra. Me puedo morir tranquilo». Ese momento en que un anciano agradece la entrega de los restos de su padre desaparecido durante el franquismo es una especie de instante mágico que compensa todos los esfuerzos que Marco González y los otros voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) llevan años haciendo en su laboratorio de Ponferrada. Un laboratorio al que casi echan el cierre hace unos meses por falta de financiación. Pero que seguirá vivo gracias a un premio de 100.000 euros que les ha otorgado hace unas semanas la Asociación de los Archivos de la Brigada Lincoln (ALBA), una institución con sede en Nueva York

En el laboratorio –unas instalaciones cedidas por la Universidad de León en 2008– se realiza todo el trabajo previo y posterior a la exhumación de una fosa. Desde su creación, en el año 2000, la ARMH ha abierto con éxito 156 fosas comunes. Y en las instalaciones de Ponferrada se han recuperado e identificado ya dos centenares de cuerpos. Pero sin dinero esa labor es imposible. La escasez había obligado hace más de dos años a rescindir el contrato a las cuatro personas que trabajaban a tiempo parcial en el laboratorio. Pero todos –un coordinador, un arqueólogo, un auxiliar de arqueología, un historiador– han seguido en sus puestos sin cobrar por el simple empeño de no bajar los brazos.

«Se nos acabó el paro y la situación se hizo insostenible», explica González, vicepresidente de la ARMH y parte de este grupo de irreductibles voluntarios. «Así que tuvimos que dejar en suspenso unos 50 casos que estábamos estudiando, hasta que la situación mejorara. Poner un punto y aparte y buscarnos la vida hasta que pudiésemos volver», relata. Y esa oportunidad ha llegado en el último momento, cuando ya no tenían casi esperanzas. El Premio de Derechos Humanos concedido de ALBA reconoce la labor de la ARMH y, a la vez, permitirá mantener abierto el laboratorio de El Bierzo al menos durante dos años.

«Nos hemos acostumbrado a trabajar con tan poco, a ahorrar hasta en lo mínimo, que podemos estirar ese dinero más de lo imaginable», ironiza González. «Se calcula que recuperar un cuerpo tiene un coste de unos 3.500 euros. Lo estábamos haciendo por 300», resume. ¿Cómo? Apelando a la solidaridad, tirando de voluntarios, negociando cada euro del alquiler de una retroexcavadora… «Es terrible que tengamos que hacer en estas condiciones un trabajo que es responsabilidad del Estado», defiende.

Omisión de deberes del Estado

Para Emilio Silva, presidente y fundador de la ARMH, este premio «evidencia la omisión de sus deberes humanitarios por parte del Gobierno español». Un vacío que también ha señalado el relator especial de Naciones Unidas del Consejo de Derechos Humanos, Pablo de Greiff, en el informe que presentó en agosto. En el resumen este especialista expresó su «preocupación porque el Estado no haya hecho más para gestionar las exhumaciones e identificación del los restos» y critica que esta tarea se haya dejado en manos de familiares y asociaciones.

De Greiff explicó que, ante sus preguntas, el Gobierno despachó el tema refiriéndose al mapa de fosas y las subvenciones para exhumaciones. «Aunque desde 2011 el presupuesto para la ley de Memoria, incluyendo las exhumaciones, ha sido anulado», puntualizó el relator. Además, aseguró que el desentendimiento del Estado en este asunto provoca que en las exhumaciones no participen autoridades judiciales y que no existan registros oficiales sobre lo que encierran las 2.382 fosas que hay localizadas en España, y que contendrían más de 45.000 restos de personas.

De ambas cosas saben Marco y sus compañeros de Ponferrada. Del dinero evaporado y de la falta de información centralizada. De hecho, en los primeros años del laboratorio las cosas funcionaron gracias a las subvenciones; unos 60.000 euros anuales que recibían durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Con Mariano Rajoy en La Moncloa las cosas cambiaron, las subvenciones para investigación se eliminaron y las destinadas a las exhumaciones no se sacaron a concurso. «El PP sacó de la agenda política el tema de la memoria histórica asfixiando a las asociaciones», asegura González.

Las razones del premio

«La ARMH ha restaurado 114.000 nombres sin rostro. Promoviendo la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas fascistas, la ARMH ha conseguido perpetuar el legado antifascista y de justicia social de la Brigada Lincoln». Con estas palabras el escritor Manuel Rivas nominó a la ARHM. Una nominación que apoyaron, entre otros, Nora Cortiñas, fundadora de las Abuelas de Plaza de Mayo o el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.

La ceremonia de entrega del premio se realizará el 9 de mayo en Nueva York. Entre los ganadores del Premio ALBA/Puffin para los Derechos Humanos están Kate Doyle y Fredy Peccerelli, que trabajan para visibilizar las violaciones de los derechos humanos en Guatemala y United We Dream, una red de organizaciones de activistas que luchan por los derechos de millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.

LUNES 2 DE FEBRERO DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR , desde el 19 de Junio de 1994 / Coordinación : Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL: Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO – URUGUAY / Apoyo técnico: Carlos Dárdano / comcosur@comcosur.com.uy / Comcosur se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes y no cuenta con ningún tipo de apoyo institucional ni personal. / Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este boletín, no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur sobre los temas en cuestión./ Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) / http://nuevo.comcosur.org / Y ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook /
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