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GUERRAS IMPOSIBLES DE GANAR

1) ¿Quién ha pagado el concierto de los Stones en La Habana? –
2) La ilusión del poder –
3) Bruselas: los peligros de la repetición –
4) Una guerra imposible de ganar y una alianza plagada de fracturas –
5) Los vientos de guerra vuelven al Sáhara tras 25 años de alto el fuego

COMCOSUR — POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 767 / Lunes 28 de Marzo de 2016 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) ¿Quién ha pagado el concierto de los Stones en La Habana?
(El Confidencial)

Una fundación benéfica vinculada a una asesoría financiera con base en el paraíso fiscal de Curazao ha corrido con los gastos del debut la banda de Jagger y Richards en Cuba

El quién, el cuándo y el dónde han centrado la atención durante semanas. Los Rolling Stones actuarían en la Ciudad Deportiva de La Habana el 25 de marzo ante una audiencia estimada de medio millón de espectadores. Son los datos que han replicado educadamente las agencias desde que el 29 de febrero se confirmó la noticia. También el cómo: sería un macroconcierto gratuito. Pero esta vez la dimensión de ese cómo va mucho más allá del repertorio interpretado (de ‘Jumpin’ Jack Flash’ a ‘Brown sugar’, pasando por ‘It’s only rock’n’roll’, ‘Paint it black’, ‘Sympathy for the devil’…) y hasta debería llevarnos a indagar en el verdadero porqué del concierto cubano. Ante tan excepcional acontecimiento, la pregunta no es si sonó ‘(I can’t get no) Satisfaction’ o no; que sí, faltaría más. Ante la visita de los Rolling Stones a Cuba la pregunta esencial es: ¿quién ha pagado todo esto?

El rock del ingeniero (fiscal)

El Gobierno cubano no está para costear un caché astronómico como el de los Stones y, aunque estuviera en disposición de hacerlo, cuesta creer que quisiera. Vamos, que Cuba no funciona como el Deutsche Bank, capaz de aflojar cuatro millones de euros como hizo en 2007 para que la banda de Jagger y Richards actuase para seiscientos de sus clientes más selectos en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Los Rolling Stones no salen de casa si no hay mucho, muchísimo dinero de por medio. Y el coste estimado para el concierto de La Habana ronda los siete millones de dólares. Así que…

Según la revista ‘Billboard’, ni los Stones ni AEG, la empresa que lleva sus giras, obtendrán beneficios del concierto habanero. Sin embargo, la misma fuente habla de un montaje para el que ha habido que desplazar 61 ‘containers’, un Boeing 747 y 350 personas. Los promotores se llenan la boca anunciando el concierto como un «abrazo histórico entre el pueblo cubano y la comunidad internacional musical», pero lo cierto es que los Stones lo traen absolutamente todo. Cuba pone el público y los aplausos.

Tras este monumental despliegue está la Fundashon Bon Intenshon. No, no es un chiste, sino una fundación benéfica que lo mismo patrocina un equipo de fútbol para niños desfavorecidos que costea un orfanato o monta un festival de jazz con Sting, Rubén Blades, Chic, Stevie Wonder, Juan Luis Guerra, Alicia Keys y quien haga falta. Radicada en la isla de Curazao, parte de las antiguas Antillas Holandesas, la FBI (esas son sus siglas) es un proyecto filantrópico de Gregory Elias cuyas obras benéficas se desarrollan principalmente en la propia isla.

United Trust, transparencia y megayates

Elias es, a su vez, el presidente de United Trust, una de las asesorías financieras líderes de este paraíso fiscal caribeño. United Trust se presenta en el mundo de las altas y laberínticas finanzas mediante esta declaración: «Nos sentimos orgullosos de nuestra capacidad para cumplir las leyes que regulan algunas de las situaciones financieras más desafiantes en todo el mundo». Y acto seguido aclaran: «De hecho, las personas de United han ayudado a dar forma a las leyes que regulan el sector de servicios financieros». Es una forma sutil de sugerir a sus clientes que ellos saben cómo ajustarse a la legalidad, puesto que han contribuido a diseñarla. La empresa antillana hace bandera insistentemente de la transparencia, pero lo que no desvela en la web es el nombre de sus clientes.

El portal de United Trust es un dechado de transparencia en otros sentidos. Ayuda, por ejemplo, a hacerse una idea de las preocupaciones y necesidades de sus representados. En el artículo ‘Hacia la unidad del sector de los superyates’ se pregunta «cómo unir el sector de los superyates para crear una situación con mayor igualdad de oportunidades de modo que sea más competitivo». No es lo que se pregunta el 99% de seres humanos en el contexto actual, pero la costa cubana es uno de los tesoros más codiciados por los inversores extranjeros. Cuba será una parada ideal para cruceros y puerto de amarre de yates privados. Solo el Complejo Punta Colorada, proyectado en la provincia de Pinar del Río, tendrá dos puertos deportivos con amarres para 1.400 megayates. Y es que mientras el Papa Francisco, Obama y los Stones promocionaban sus respectivas visitas a Cuba, los expertos estadounidenses en finanzas publicaban artículos como ‘Cuatro formas de invertir en Cuba ahora’, ‘Cinco cosas que debes saber sobre comprar propiedades en Cuba’, ’25 cosas que cualquier inversor debe saber antes de instalarse en Cuba’, ‘Siete formas de invertir en Cuba’…

Es el tipo de artículos que debe leer Mick Jagger mientras desayuna. Ya en 1971, los Rolling Stones protagonizaron dos hitos para la historia del rock moderno. El primero, grabar el doble disco ‘Exile on Main Street’ en su nueva residencia en el sur de Francia. El segundo, desviar sus ingresos para esquivar el fisco británico. Aquella empresa pantalla que los convirtió en pioneros de la ingeniería fiscal fue la holandesa Promogroup. Holandesa como lo era la isla de Curazao, hasta que en 2010 se convirtió el territorio autónomo. Holandesa como la universidad en la que estudió Gregory Elias. Holandesa, ya puestos, como la pista que ayudó a la Agencia Tributaria a dar con los 4,6 millones de euros que Oleguer Pujol, hijo del ‘expresident’ de la Generalitat, Jordi Pujol, había escondido en Curazao.

‘Sex, drugs and evasión’

Las letras de los Rolling Stones han sido objeto de incansable estudio en muchas escuelas, pero también deberían serlo sus números. La Habana ha sido la última escala de su gira latinoamericana, pero las fechas anteriores también han tenido su complicación. Se ha hablado durante meses de lo difícil que era que el grupo actuase en La Plata a causa de la debilidad de la moneda argentina. La respuesta del promotor Daniel Grinbank fue puro ‘rock’n’ roll’: «Hay que hacer una ingeniería financiera distinta». Y se hizo.

En octubre de 2015, Mick Jagger viajó a Cuba y en cuatro meses se cerró el trato. Inicialmente el concierto iba a celebrarse el domingo 20 de marzo, pero al saber que Barack Obama iba a visitar la isla en esa fecha, el concierto se aplazó cinco días. Para dar suficiente pompa, se anunció como «el primer concierto al aire libre de una banda británica» en suelo cubano. De este modo, nada pueden alegar los Manic Street Preachers, que actuaron en Cuba en 2001, pero dentro del Teatro Karl Marx. Ni Audioslave, que actuaron en 2005 ante 70.000 personas en la tribuna antiimperialista José Martí, pero son estadounidenses. Ni Major Lazer, que reunieron a 450.000 personas el pasado 6 de marzo, porque la banda de Diplo no es de rock.

El mundo no necesita más discos de los Stones, pero el contrato con todas las cláusulas y acciones derivadas de su ‘show’ en Cuba debería caer en manos de alguna universidad; privada, ‘of course’. Un pormenorizado análisis del documento daría para un jugoso e intenso máster de dos o tres años: ‘Ingeniería fiscal, filantrocapitalismo y rock’n’ roll en la tercera edad’. Y de regalo, el visionado del histórico ‘show’ de los Stones en La Habana (histórico es el calificativo más repetido en los titulares), con especial atención a la canción escogida por votación popular para reforzar el ‘set list’; nada menos que ‘All down the line’, del exiliado ‘Exile on Main Street’.

Dame refugio y dame contactos

Aquel concierto secreto de los Rolling Stones de hace nueve años en el MNAC de Barcelona era la guinda a un curso sobre nuevos productos financieros que organizó el Deutsche Bank y en el que participaron «ejecutivos de Morgan Stanley, Goldman Sachs, JP Morgan, Santander Gestión, BBVA, La Caixa y analistas de Singapur y Hong Kong», según informó ‘El Economista’. Ahora que la banda de Sir Mick Jagger se ha convertido en algo más que una máquina de hacer dinero (es un anzuelo cultural alrededor del cual se hace dinero), a saber la de manos que se habrán encajado, la de reuniones que se habrán acordado, la de tratos que se habrán cerrado y la de porcentajes que se habrán apalabrado mientras Jagger, Richards, Watts y Wood tocaban ‘Gimme shelter’ en la La Habana.
Y todo, gracias a la Fundashon Bon Intenshon y a United Trust.

LUNES 28 DE MARZO DE 2016 – COMCOSUR
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2) La ilusión del poder
Raúl Zibechi (Brecha)

Hace ya treinta años, en la década de 1980, Abimael Guzmán (presidente del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso) acuñó una frase tremenda: “Salvo el poder, todo es ilusión”. El aserto era tan brutal como la organización que lo formulaba. Desde la cultura de izquierda que siempre practicamos en este país, el poder era concebido como un servicio o un paso necesario para transformar la sociedad y mejorar la situación de la gente. Nunca un fin en sí mismo.

La tiranía del tiempo no deja nada en su lugar. Aquello que parecía abominable se fue convirtiendo en sentido común. Lo que debía ser combatido comenzó a formar parte de la propia manera de ser y actuar. La diferencia entre medios y fines se fue difuminando hasta desaparecer. La ética dejó de ser el faro y la brújula para convertirse en discurso sin relación con la acción cotidiana.

A diferencia de lo que sucede estos días en Brasil, referencia casi ineludible cuando hablamos de crisis de las izquierdas, en Uruguay y en el Frente Amplio la corrupción no juega un papel determinante. El sistema político uruguayo funciona de otro modo, los partidos tienen formas más o menos transparentes de financiación correspondiendo al Estado una parte significativa. Los montos que reciben los partidos para las campañas electorales no tienen –como el país– el tamaño que revisten entre los vecinos.

La cultura política uruguaya no admite la utilización de los cargos públicos para el enriquecimiento personal y los casos existentes, que los hay y cada vez más, siguen siendo minoritarios. Lo novedoso es que los casos de corrupción afectan a todos los partidos. O, mejor, están involucrados siempre los que ostentan cargos públicos más allá del partido por el que hayan sido elegidos.

El gran problema del Frente Amplio es el apego al poder. Nadie se atreve entre nosotros a pronunciar la máxima senderista, pero una revisión somera de las carreras personales desde 2005, o desde 1989 cuando el FA gana la intendencia de Montevideo, revelan esa tremenda tendencia a no despegarse del sillón. Las biografías de los líderes y de los cuadros medios incrustados en la administración no sólo lo confirman sino que agregan un dato mayor: la ubicuidad.

Hay quienes han pasado de cargos municipales a ministerios, y viceversa; de entes a ministerios y al revés; rotando, siempre rotando, pasando de un cargo a otro aunque la tarea a cumplir no tenga la menor relación con la anterior. Se diría que no son especialistas en otra cosa que no sea estar en algún cargo con poder. Hasta que la jubilación ofrezca el merecido descanso.

Los casos en los que el cargo retorna a la base, como un ciudadano más, son excepcionales. La vida política se fue convirtiendo en una interminable escalera ascendente cuyo primer peldaño es el sindicato y el último el parlamento. Esto era lo que sucedía hasta 1989. De ahí en más, el límite superior se estiró y se sitúa ahora en el gabinete y en los directorios de las empresas estatales. Siempre para trabajar por el país y por los más postergados. Faltaría más.

La impresión es que cuando la izquierda lleva 12 años en el gobierno nacional y más de un cuarto de siglo en el poder municipal de la capital, la vieja cultura política dio paso a otra, impronunciable, irreconocible, tejida en torno a la mediocridad de saltar –como en la rayuela– de un lugar a otro sin descanso.

La hipótesis es que la voluntad de poder deglutió la voluntad de cambios, que la administración de lo existente insume tantos esfuerzos que no deja restos para crear algo nuevo, que es la única forma de cambiar el mundo. Miremos hacia atrás. La descentralización fue el momento de mayor entusiasmo de la izquierda, porque era de verdad algo nuevo, diferente, supuso la creación de comisiones en los barrios que, por lo menos en los primeros años, se llenaron de vecinos.

Transformar es crear. Para administrar lo que hay hace falta poder y poco más. El poder nos convierte en conservadores ya que se trata de seguir estando en el lugar conquistado, estirando todo lo posible la gestión. Desde 2005 la confusión sobre lo que es ser de izquierda creció exponencialmente, tanto o más que desde 1990 cuando el FA asume la intendencia de Montevideo. Hoy son pocos los que pueden decir, de forma sencilla y clara, en qué consiste la izquierda.

Siento que esto recién empieza, entre otras cosas porque el Frente Amplio tiene por delante un buen tiempo para seguir siendo gobierno. Oteando el horizonte, es poco probable que pierda elecciones aunque parece difícil que consiga detener el desgaste que comenzó a manifestarse en los resultados de 2014. Vivimos en medio de un ciclo frenteamplista (que no es lo mismo que un ciclo progresista ni de izquierda). Los ciclos no se terminan por una mala gestión de gobierno. Ahí está el larguísimo ciclo colorado para mostrarlo, en el que hubo gobiernos buenos y otros deplorables. No fueron los malos gobiernos los que llevaron al Partido Colorado a la ruina, sino una combinación de factores, de coyuntura y estructurales, entre los que jugaron un papel determinante la crisis de 2002 y el ciclo de luchas sociales 1967-1969, que agrietó definitivamente la cultura política hegemónica.

Una cultura no nace ni muere de golpe. Las culturas necesitan tiempos largos para leudar, y aunque las caídas parezcan más breves, bien miradas son tan o más duraderas. Como cultura política el Frente Amplio nace en la primera mitad del siglo XX al calor de la cultura obrera que emanaba el movimiento de los trabajadores, cobra forma en la unidad sindical y el Congreso del Pueblo a mediados de los sesenta, se materializa en las calles en los años de fuego del pachecato, antes de convertirse en organización formal.

Durante esa lenta fragua era mal mirado quien aspiraba al ejercicio del poder para beneficio personal. Esa era la cultura de los otros, la que se combatía. Ahora se rinden homenajes incluso a los cargos que la justicia condena. Si hubiera modo de medir el comienzo de la decadencia, ésta debería situarse en la pérdida de la identidad mucho más que en la pérdida de votos. Lo primero anticipa lo segundo.

Se dirá, y se cree ampliamente, que mientras la economía funcione razonablemente bien, la izquierda no tiene nada que temer. Los hechos no dicen eso. En Brasil fue la calle, en junio de 2013, la que puso límites al lulismo. Entre nosotros, la mayoría parece haber olvidado agosto de 2015, cuando el Ejecutivo impuso la esencialidad al conflicto en la enseñanza. ¿No estamos ante una pérdida de identidad, en aras de afirmar lo que se mal entiende como poder?

Nadie deja jirones de identidad impunemente. Mucho antes de ser derrotada por la derecha, la izquierda empezó a serlo por ella misma.

LUNES 28 DE MARZO DE 2016 – COMCOSUR
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3) Bruselas: los peligros de la repetición
Santiago Alba Rico (Gara)

Cuando un fenómeno se repite de forma regular, es más necesario atender a los efectos de su repetición que a las causas locales de una de sus manifestaciones concretas. El doble atentado del martes en Bruselas obliga, claro, a hacerse numerosas preguntas de orden policial. Obliga a cuestionarse la coordinación entre la policía y los servicios secretos en Bélgica y en la UE en general, a preguntarse si estamos o no ante una respuesta a la detención de Salah Abdesalam, a reflexionar sobre el gran número de belgas musulmanes que se han sumado como voluntarios a la yihad en Siria y en Iraq y a tomar en consideración el valor simbólico de Bruselas como capital de las instituciones de la Unión Europea. Este es un trabajo que compete a servicios de seguridad y expertos en terrorismo, así como a los investigadores serios en yihadismo -sociólogos y arabistas-, a los que, por cierto, nuestras autoridades deberían consultar más a menudo si realmente están interesados en comprender una amenaza que ya no se puede negar.

Pero, más allá de los detalles de cada atentado, relativos a los objetivos y los procedimientos, lo más relevante es la repetición misma: ése es el objetivo del ISIS, y en eso prolonga, supera y consuma la táctica iniciada por al Qaeda a finales de los años 90. De lo que se trata es de estar siempre presente, de incorporar el miedo a la vida cotidiana, de combinar la territorialidad de las conquistas (Siria, Iraq, Libia, también Nigeria) con la globalidad de la amenaza, sin olvidar esta relación viva y contradictoriamente retroalimenticia entre el territorio y las periferias. Europa es una de las periferias privilegiadas del Estado Islámico, y eso la convierte al mismo tiempo en una fuente de reclutamiento y en uno de los marcos de lucha donde es más fácil introducir efectos tanto simbólicos como políticos.

Pero porque los atentados se repiten -y su objetivo es la repetición- es necesario anunciar ya que habrá un nuevo atentado en Europa. Es absurdo hacerse ilusiones. Nuestras sociedades son cada vez más vulnerables y cada vez es más sencillo hacer más daño con menos medios. Ningún sistema de gobierno, ninguna estructura policial, ninguna tecnología podrá impedir que un puñado de terroristas bien organizados -contraélites de nuestras élites gobernantes, despreciadoras también de la vida humana- revienten un vagón de metro en hora punta, barran con dinamita la plaza de un mercado o vuelen un museo. No vamos a impedir el próximo atentado. Se trata más bien de preguntarse si podremos evitar los sucesivos o de disminuir tanto su repetición que, en lugar de un elemento integrado de nuestra inseguridad y de nuestras políticas, los atentados se aborden en pocos años con las rutinas propias de un Estado de Derecho frente a un delito común.

Frente a un fenómeno que se repite y cuyo objetivo es la repetición misma no hay mucho espacio para la originalidad ni en los análisis ni en las respuestas. Hay dos posibles abordajes. Uno es el “nuestro”, el que hasta ahora han venido practicando los gobiernos occidentales: frente a la repetición del terrorismo, y contra toda lógica, repetir las mismas reacciones, las mismas medidas, la misma política en el interior y en el exterior. Enumeremos de manera sumaria estas respuestas:

1. Considerar con neurótico narcisismo “nuestras libertades y nuestra democracia” el objetivo de los yihadistas, lo que lleva paradójicamente a restringir unas y otra.

2. Criminalizar policialmente a los miembros de la “comunidad musulmana” mientras se les conmina a hacer gestos públicos que no dejen dudas sobre su “voluntad de integración”.

3. Firmar y aplicar acuerdos sobre refugiados que, además de violar el ADN mismo de los derechos humanos y la Carta Fundacional de la ONU, alimentan la creciente islamofobia y xenofobia de los ciudadanos europeos.

4. En el plano internacional, apoyar o rehabilitar dictadores -pensemos, claro, en Arabia Saudí, pero también en Bachar Al-Asad, entrevistado recientemente por El País, o en el general Sisi, entrevistado por La Repubblica-, política que en el pasado condujo al levantamiento de los pueblos “árabes” y, una vez derrotadas las revoluciones de 2011, a una reactivación de los yihadismos contra los que se legitimaban esos regímenes.

5. Una política de venta de armas y de intervenciones múltiples, incluidos bombardeos aéreos, que sólo han servido para provocar más víctimas que el propio terrorismo, aumentar el caos en el que el yihadismo nace y se fortalece y agravar las divisiones regionales que impiden combatirlo en su terreno.

Todo esto es tan repetitivo como inútil. De hecho, es lo que, de algún modo, garantiza la exitosísima repetición de los atentados y sus metástasis planetarias. ¿Hay otra respuesta? La hay, aunque tampoco es novedosa en su formulación, y si muchos la repetimos, desgraciadamente en el vacío y siempre en medio del dolor, es porque nuestros gobiernos, en lugar de escuchar, prefieren obedecer a ISIS y reproducir una y otra vez las condiciones de su existencia. Desde el realismo más modesto, sin pretender acabar mágicamente con “el mal en el mundo”, a sabiendas de que el próximo atentado es inevitable -pero no quizás el siguiente- se impone recordar una vez más un puñado de verdades sin las cuales nunca conseguiremos ni frenar el terrorismo ni defender “nuestros valores”.

1. La mayor parte de las víctimas de ISIS y la mayor parte de los que combaten a ISIS son musulmanes.

2. Muchos de los yihadistas de ISIS son europeos, sobre todo franceses, belgas e ingleses.

3. Los refugiados sirios, que huyen más de las bombas de Bachar Al-Asad que del yihadismo, son considerados, en todo caso, “fugitivos del verdadero islam” y ISIS los clasifica entre sus enemigos, como a todos los que -musulmanes o no- no comparten su delirante takfirismo wahabí radical.

4. ISIS no combate “la democracia” sino la “herejía” en todo el mundo y no se nutre de “alta teología” sino de milenarismo utópico y de radicalismo rebelde global -el de los ”consumidores fallidos” y los “ciudadanos incompletos” de Europa y el “mundo árabe”-.

5. la islamofobia en Europa y el eurocentrismo exaltado e hipócrita dan la razón y alimentan la estrategia de ISIS.

6. Las leyes de excepción, la erosión del Estado de Derecho y la aplicación de castigos de orden ontológico -por su condición y su selección “racial”- no van a garantizar la seguridad a los ciudadanos, pero sí están consiguiendo convertir a los gobiernos europeos, al debilitar los valores que se dice defender, en auténticas “dictaduras árabes”, con el retroceso civilizacional y el peligro entrópico que ello entraña.

7. El apoyo a “dictaduras árabes” -con armas, financiación y acuerdos económicos y migratorios- no sólo desprestigia la política exterior europea sino que “desarma” a los ciudadanos locales, amenazados por el ISIS, a la hora de enfrentarse a él.

8. Sin democracia y derechos (políticos y sociales) no hay paz y sin paz no puede haber “contratos sociales” que impliquen a todos los ciudadanos en la lucha contra el terrorismo; en esa dirección, la UE debe revisar sus relaciones políticas y comerciales con sus aliados, lo que incluye, desde luego, a Arabia Saudí e Israel.

Decía Goethe que, puesto que el error se repite de hecho, es necesario repetir la verdad de palabra. Los hechos, por desgracia, imponen incluso las palabras que decimos y las que nos creemos. Por eso, en esta situación de peligro, a la espera del próximo atentado, conociendo de antemano el comportamiento de ISIS y de nuestros gobiernos, se impone un gran acuerdo partidista-ciudadano en favor de la seguridad y, por lo tanto, en contra de las medidas que nuestros gobiernos toman, siguen tomando, van a tomar, contra los asesinos yihadistas. Como las palabras cuentan y no tenemos otra cosa, y como el “sentido común” está en manos de los que las pronuncian en público, este gran pacto contra las repeticiones del ISIS (y contra la repetitiva manera de combatirlo) debe implicar a los medios de comunicación.

No al ISIS, no a la islamofobia, no a las depotaciones de refugiados, no a los bombardeos, no a las leyes de excepción, no a los recortes de libertades, no a las dictaduras, no a la venta de armas; una gavilla de “noes” a favor de la seguridad global -de la democracia global- que sólo podremos imponer como “sentido común” si se imponen como palabras comunes. Nuestros periodistas, nuestros intelectuales, nuestros partidos políticos de oposición deberían entender de una vez que se trata de mucho más que de evitar el próximo atentado: se trata de evitar el colapso material y moral de la civilización que el ISIS y la Gran Coalición que lo combate se han puesto de acuerdo en provocar.

LUNES 28 DE MARZO DE 2016 – COMCOSUR
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4) Una guerra imposible de ganar y una alianza plagada de fracturas
Por Pierre Conesa* (Le Monde Diplomatique)
Traducción: Teresa Garufi

El entusiasmo de los dirigentes por la “guerra” demuestra su desconocimiento de la realidad. Decidida en 2014, tras la toma de Mosul por el EI y en medio del repudio por las decapitaciones, la intervención occidental suma un quinto estrato a la superposición de conflictos que inflaman la región árabe-islámica.

En 1979, la revolución iraní instauraba el primer régimen político oficialmente “islámico”, pero en realidad exclusivamente chiita. Así reavivaba una lenta sedimentación de la cual el ancestral conflicto entre sunnitas y chiitas representa el primer estrato. Cuando, tras tomar el poder en Teherán, el ayatollah Ruhollah Jomeini pidió una gestión colectiva de los Lugares Santos del islam, Arabia Saudita lo percibió como un desafío insoportable. Un año antes de morir cerca de Lyon como consecuencia de los atentados de 1995 en Francia, el joven yihadista Jaled Kelkal declaraba al sociólogo alemán que lo interrogaba: “El chiismo ha sido creado por los judíos para dividir al islam” (1). Los wahabitas sauditas tienen la antigua costumbre de masacrar chiitas, como lo demostraba ya en 1802 la toma de Kerbala (hoy en Irak), que derivó en la destrucción de santuarios y sepulcros, entre ellos el del imán Hussein, y el asesinato de muchos habitantes.

Hoy, esta “guerra de religión” desgarra a siete países de la región: Afganistán, Irak, Siria, Pakistán, Líbano, Yemen y Bahrein. Esporádicamente surge en Kuwait y Arabia Saudita. En Malasia, el chiismo se encuentra oficialmente prohibido. A escala planetaria, los atentados más ciegos, como aquellos cometidos durante peregrinaciones, matan diez veces más musulmanes que no musulmanes, y los tres países más afectados son Afganistán, Irak y Pakistán. La umma, la comunidad de los creyentes que los salafistas yihadistas dicen defender, abarca hoy un gigantesco espacio de enfrentamientos religiosos. En ese contexto, se comprende que Riad movilice con mayor facilidad sus aviones y tropas contra los hutíes de Yemen, asimilados a los chiitas, antes que para socorrer al régimen prochiita de Bagdad. No queda claro por qué los occidentales deberían tomar posición en esta guerra, y con qué legitimidad.

La segunda guerra es la que llevan adelante los kurdos para tomar el control de su destino, particularmente contra el Estado turco. Ésta nació en 1923, en los escombros del Imperio Otomano, con el Tratado de Lausana, que dividía el Kurdistán entre los cuatro países de la región: Turquía, Siria, Irak e Irán. Las numerosas revueltas que sacudieron el Kurdistán turco entre 1925 y 1939 fueron todas aplastadas por Mustafá Kemal Atatürk. Desde los años 60, todos los levantamientos, en Turquía, Irak o Irán, fueron ahogados en sangre, ante la indiferencia de la comunidad internacional. Desde 1984, esta guerra causó más de 40.000 muertos en Turquía, donde se destruyeron 3.000 aldeas kurdas con un costo estimado en unos 84.000 millones de dólares (2).

Nadie debería sorprenderse de que Ankara haya dejado que afluyeran los candidatos yihadistas hacia las dos principales fuerzas en las que éstos se reconocen, el Frente Al Nusra y la organización del Estado Islámico (EI), ya que ambas combaten a los kurdos de Irak y sobre todo de Siria, muy cercanos a los de Turquía. Principal amenaza para Ankara, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) sigue siendo clasificado como grupo terrorista por la Unión Europa y Estados Unidos, y no puede recibir ayuda militar occidental. Turquía, único país de la región que pertenece a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y con capacidad de modificar la situación militar en el terreno, terminó por unirse a la coalición. Pero concentra sus medios en retomar los enfrentamientos con el PKK y ve con malos ojos que los kurdos de Irak y Siria ganen una independencia de hecho.

Tercera guerra en curso: la que desgarra a los islamistas entre sí desde la Guerra del Golfo (1990-1991), y más aun desde las revueltas árabes. La rivalidad más conocida opone a los Hermanos Musulmanes, apoyados por Qatar, a los salafistas, apoyados por Arabia Saudita, en Egipto, Libia o Túnez. Más reciente es la competencia entre Al Qaeda y sus franquicias, por una parte, y los seguidores de Abu Bakr Al-Baghdadi, líder del EI, por la otra. Durante los primeros meses de 2014, estos últimos eclipsaron al Frente Al Nusra, filial local de Al Qaeda en Siria, con un costo de más de 6.000 muertos (3). La proclamación del “califato” suscitó numerosas adhesiones. Los combatientes extranjeros del EI provienen de un centenar de países. Al designar a Al-Baghdadi como su principal enemigo, los países occidentales orientan de manera decisiva la movilización de los yihadistas a su lado.

Por último, una de las guerras más sangrientas, que provocó más de 250.000 muertos y millones de refugiados, es la que lleva adelante el presidente sirio Bashar al-Assad contra todos sus oponentes.

Contradicciones evidentes

La batalla que libran los occidentales aparece como un nuevo episodio de una guerra mucho más antigua, con una autojustificación histórica insoportable para las poblaciones de la región. ¿Hay que remontarse a los Acuerdos Sykes-Picot, esa división colonial de la región entre Francia y el Reino Unido sobre las ruinas del Imperio Otomano? ¿Hay que remontarse a Winston Churchill, en ese entonces secretario de Guerra del Reino Unido, que hizo arrasar ciudades y aldeas kurdas –bombardeadas con gas químico mostaza– y asesinar a dos tercios de la población de la ciudad kurda de Suleiman, o reprimió violentamente a los chiitas iraquíes entre 1921 y 1925?

¿Cómo olvidar la guerra Irán-Irak (1980-1988), en la que occidentales y soviéticos sostuvieron al agresor (Bagdad) y embargaron al agredido (Teherán)? Barack Obama es el cuarto presidente estadounidense que envió bombarderos a Irak, país ya herido por veintitrés años de ataques militares occidentales. Entre 2003 y 2011, tras la invasión estadounidense, murieron cerca de 120.000 civiles (4). En 2006, la revista médica The Lancet estimaba la cantidad de decesos imputables a la guerra en 655.000, sumándose esta catástrofe demográfica a los 500.000 muertos que causara el embargo internacional entre 1991 y 2002. Que en palabras de la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright, el 12 de mayo de 1996 en la cadena CBS, “valía la pena”.

¿Por qué los occidentales intervienen hoy contra el EI? ¿Para defender principios humanistas? Está permitido dudarlo cuando se constata que tres países de la alianza siguen practicando la decapitación, la lapidación y cortan las manos de los ladrones: Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y –muy por delante de los dos primeros– Arabia Saudita. ¿La libertad religiosa? Nadie se atreve a exigírsela a Riad, donde un Tribunal de Apelaciones acaba de condenar a muerte a un poeta palestino por apostasía (5). ¿Se trata entonces de impedir las masacres? Difícil de creer para la opinión pública árabe cuando, dos meses después de los 1.900 muertos provocados por los bombardeos israelíes sobre Gaza, que dejaron a las capitales occidentales extrañamente calladas, la decapitación de tres occidentales bastó para decidirlos a bombardear el norte de Irak. “¡Mil muertos en Gaza, no se hace nada; tres occidentales degollados, se manda al ejército!”, denunciaba un sitio salafista francófono.

¿Por el petróleo, entonces? La mayor parte de los hidrocarburos de la región va hacia los países de Asia, totalmente ausentes de la coalición. ¿Para frenar el flujo de refugiados? Pero en tal caso, ¿cómo aceptar que los riquísimos Estados del Golfo no reciban a ninguno de ellos? ¿Para proteger los “derechos humanos” defendiendo a Arabia Saudita? Riad acaba de demostrar su concepción innovadora del asunto al condenar a Ali Al Nimr, un joven manifestante chiita, a ser decapitado y luego crucificado antes de exponer públicamente su cuerpo hasta su putrefacción (6).

En el plano militar, las contradicciones son aun más evidentes. Hoy, sólo los aviones occidentales bombardean realmente al EI. Estados Unidos despliega cerca de 400, y Francia unos 40, en el marco de la operación “Chammal”, con la llegada del portaaviones Charles de Gaulle (7). Arabia Saudita dispone de unos 400 aviones de combate, pero sólo compromete unos 15 en Irak, es decir tanto como los Países Bajos y Dinamarca juntos. En cambio, en Yemen, cerca de 100 aviones sauditas participan en los bombardeos de la coalición de los diez países árabes sunnitas contra los hutíes (chiitas), dirigida por Riad. Diez países árabes contra los chiitas de Yemen, cinco contra el EI: ¡extraño desequilibrio! Riad moviliza todas sus fuerzas contra los hutíes, y no contra Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), del cual se reivindicaba Cherif Kouachi, autor de los atentados contra Charlie Hebdo en París. El ex director de la Central Intelligence Agency (CIA), David Petraeus, calificaba a esta organización como “la rama más peligrosa” de la nebulosa epónima, y ésta tomó el control de Adén, la segunda ciudad de Yemen.

Legitimidad religiosa

El EI ya alcanzó tres objetivos estratégicos. En primer lugar, aparece como el defensor de los sunnitas oprimidos en Siria e Irak. El 90% de sus víctimas son musulmanes. En Afganistán, Irak, Siria, Pakistán, las víctimas de los atentados son ante todo chiitas, en consecuencia “malos musulmanes” –particularmente sufíes–, representantes de los regímenes árabes y, sólo en último lugar, miembros de minorías religiosas u occidentales.

Por otra parte, el EI logró deslegitimar a Al Qaeda y su rama local en Siria, el Frente Al Nusra. Los llamados del sucesor de Osama Ben Laden, Ayman Al-Zawahiri, emplazando a Al-Baghdadi a someterse a su autoridad, traducen una patética impotencia. La suma de defecciones en el seno de los grupos yihadistas en trece países muestra la nueva dinámica que creó el EI.

Por último, el EI se convirtió en el enemigo número uno de Occidente, que desencadenó una “cruzada” en su contra que no adopta este nombre, pero que los propagandistas de la yihad pueden fácilmente presentar como tal. La operación estadounidense “Inherent Resolve” (“Determinación Absoluta”) reagrupa principalmente a doce países de la OTAN (más Australia) y la renovada alianza con Rusia reforzará aun más el carácter de “frente cristiano” que la propaganda en Internet sabe utilizar tan bien. Según una petición en línea firmada por 53 miembros del clero saudita, los ataques aéreos rusos apuntaron a “combatientes de la Guerra Santa en Siria” que “defienden la nación musulmana en su conjunto”. Y si esos combatientes son vencidos, “todos los países del islam sunnita caerán, uno tras otro” (8).

La contra-estrategia militar de los Saud no deja lugar a ninguna ambigüedad: está esencialmente centrada en la lucha contra los chiitas. Riad, como las otras capitales del Consejo de Cooperación del Golfo, no puede considerar al EI como la principal amenaza, so pena de verse cuestionada por su propia sociedad. La intervención militar saudita en Bahrein en 2012 intentaba quebrar el movimiento de protesta republicano, principalmente chiita, que amenazaba a la monarquía sunnita de los Al-Jalifa. En Yemen, la operación “Tormenta Decisiva” lanzada en marzo de 2015 apuntaba a restablecer al presidente Mansur Hadi, derrocado por la revuelta hutí. Es evidente que Riad no tiene intenciones de enviar a sus infantes contra el EI cuando en la frontera yemenita se despliegan 150.000 hombres.

Sin embargo, el próximo objetivo del EI debería ser establecer la legitimidad religiosa de su “califa”, que se nombró a sí mismo “Ibrahim (Abraham) Al-Muminim (‘Comendador de los creyentes’, título de la época abasida), Abu Bakr (nombre del primer califa) Al-Baghdadi Al-Husseini Al-Qurashi (nombre de la tribu del Profeta)”. Comenzó una verdadera competencia con la otra potencia que pretende encabezar la umma y representar al islam: Arabia Saudita es cuestionada en el terreno. Para ganar, Al-Baghdadi tiene que desafiar al “defensor de los Lugares Santos”. Así, puede pensarse que a la larga, una vez reducidas las zonas chiitas, el “califa” apuntará a Arabia Saudita.

¿Cuáles son las probables consecuencias para Europa? Después de los refugiados afganos, iraquíes y sirios, debería ver llegar con rapidez a los refugiados yemenitas. Yemen, país más poblado que Siria, no puede evacuar sus ciudadanos hacia los países fronterizos, todos miembros de la coalición que lo bombardea.

Desde 2004, la guerra causó más de 340.000 desplazados, de los cuales el 15% vivían en campamentos, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. Además, Yemen acogía a 246.000 refugiados, somalíes en un 95%. Los países del Consejo de Cooperación del Golfo mostrarán el mismo egoísmo que en el éxodo sirio, es decir: no ofrecerán ningún lugar a los refugiados. Queda pues Europa.

Se entiende mejor por qué la alianza lleva adelante una guerra para la cual no puede fijar un claro objetivo estratégico: cada uno de sus aliados está en conflicto con otro. Las intervenciones en Irak, Siria, Mali o Afganistán se parecen al tratamiento de metástasis; el cáncer salafista tiene su hogar en los países del Golfo, protegidos por las fuerzas occidentales. ¿Es posible destruir el EI sin reforzar a otros movimientos yihadistas, al régimen de Al-Assad o a Teherán? La guerra será larga e imposible de ganar, dado que ninguno de los aliados regionales enviará tropas terrestres, lo que podría amenazar sus propios intereses.

La estrategia occidental basada en los bombardeos y la formación de combatientes locales fracasó tanto en Siria e Irak como en Afganistán. Y este fracaso traduce el carácter fundamentalmente exógeno de los objetivos europeos y estadounidenses en las crisis internas del mundo árabe-musulmán. Cuanto más se acentúe la intervención militar, más aumentará el riesgo terrorista, antes del previsible y devastador enfrentamiento que debería terminar por oponer al EI y Arabia Saudita. ¿Es “nuestra” guerra?

1. Véase Akram Belkaïd, “El éxito de los rumores en el mundo árabe”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, junio de 2015.
2. Véase Allan Kaval, “Los kurdos y el Estado Islámico”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2014.
3. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos citado por Le Monde, París, 25-6-14.
4. Balance establecido por el sitio www.iraqbodycount.org
5. Según la organización Human Rights Watch citada por Reuters, 20-11-15.
6. “Un jeune de 21 ans risque la décapitation”, Amnesty International, Londres, 24-8-15.
7. Según el Ministerio de Defensa de Francia, la operación moviliza 3.500 hombres, 38 aviones de combate y distintos medios de logística y protección. “‘Chammal’ : point de situation au 19 novembre”, www.defense.gouv.fr
8. “Des religieux saoudiens appellent au jihad contre Assad et ses alliés”, L’Orient Le Jour, Beirut, 6-10-15.

* Profesor en Sciences Po, París, ex alto funcionario en el Ministerio de Defensa de Francia. Autor del informe “Quelle politique de contre-radicalisation en France ?”, diciembre de 2014, y de Guide du petit djihadiste, que se publicará en enero de 2016

LUNES 28 DE MARZO DE 2016 – COMCOSUR
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5) Los vientos de guerra vuelven al Sáhara tras 25 años de alto el fuego
José Antonio Bautista (La Marea)

Lo que en apariencia puede parecer un nuevo capricho diplomático del rey de Marruecos, está siendo interpretado como una declaración de guerra por parte del Polisario

La crisis de los refugiados, la visita de Obama a Cuba y el atentado en Bruselas están eclipsando un problema de primer orden para España: el Frente Polisario y Marruecos nunca habían estado tan cerca de volver a las armas desde que en 1991 firmaron la paz en aras a un referéndum de autodeterminación que nunca llegó a celebrarse. La tensión en la zona no alcanzó niveles similares ni siquiera cuando las autoridades marroquíes aplastaron el campamento protesta que los saharauis montaron cerca de El Aaiún a finales de 2010 y que se saldó con decenas de víctimas mortales y desaparecidos.

Tras expulsar este fin de semana a 84 funcionarios de la MINURSO que trabajaban en El Aaiún, capital del Sáhara Occidental bajo control marroquí, este martes Rabat pidió a la ONU el nombre de sus 28 funcionarios que aún permanecen sobre el terreno para velar por la paz y, en teoría, organizar el plebiscito. Además, las autoridades alauíes ordenaron el cierre de la oficina militar desde la que la ONU supervisa el alto el fuego en la que fuera provincia -que no solo colonia- de España hasta 1975. De esta forma el rey Mohamed VI responde al “ultraje” que, según el Gobierno marroquí, profirió Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, al utilizar el término “ocupación” para referirse a la presencia marroquí en el Sáhara Occidental. Para mayor enfado de Marruecos, Ban Ki-moon pronunció la palabra prohibida durante su visita a los campamentos de refugiados saharauis en Argelia a principios de marzo.

Tal es el enfado de Rabat que hasta amenazó con retirar a los 2.300 cascos azules marroquíes que operan en África. Lo que en apariencia puede parecer un nuevo capricho diplomático del monarca alauí, está siendo interpretado como una declaración de guerra por parte del Polisario: ambos rivales firmaron la paz en 1991 para celebrar un referéndum de autodeterminación, tal y como estipula la legislación internacional -en concreto la resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU-, pero al poner fin a la MINURSO, misión creada para este fin, Marruecos “induce al retorno al enfrentamiento bélico”, declaró el ministro saharaui de Asuntos Exteriores en una carta pública.

Este lunes el presidente saharaui y líder del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz, llamó a filas a todos sus efectivos, mientras que la televisión pública saharaui difundió un vídeo en el que por primera vez muestra cientos de tanques, lanzamisiles y radares listos para entrar en combate. Al otro lado del muro marroquí que divide el Sáhara Occidental, otro vídeo grabado el lunes de madrugada muestra el despliegue de tanques marroquíes en El Aaiún.

Algunos analistas restan importancia a esta escalada de tensión argumentando que el Polisario no tiene músculo militar para enfrentarse a Marruecos, aunque otros expertos opinan que el punto fuerte que permitió a los saharauis plantar cara a Marruecos durante 16 años de guerra fue su conocimiento del desierto y el componente moral, talón de Aquiles de los mal pagados soldados de Rabat que motivó cientos de deserciones durante la guerra.

Parar los pies a Marruecos
No obstante, el tablero internacional y sus piezas han cambiado en los últimos meses. Por un lado, Ban Ki-moon ha tomado cartas en el asunto y por primera vez ha pedido al Consejo de Seguridad que pare los pies a Marruecos. De momento, Francia, Estados Unidos y España (miembro no permanente del Consejo) no han respondido a sus peticiones ni han aclarado su intención de renovar el mandato de la MINURSO, que caduca en abril de este año.

Francia cada vez tiene más dificultades para mantener el juego de malabares sobre el que se establece su relación con Argelia, su principal proveedor de gas, y Marruecos, que usa su información antiterrorista para mantener la protección de París, mientras que en los últimos años Estados Unidos condecoró a activistas saharauis y presionó a Marruecos, según cables filtrados por Wikileaks y el hacker apodado Chris Coleman.

Argelia, país que desde 1975 acoge a al menos 160.000 refugiados saharauis y principal aliado del Frente Polisario, mantiene como presidente de iure al octogenario Bouteflika, que lleva sin aparecer en público desde junio de 2015. Lo cierto es que el presupuesto militar argelino se disparó en un 124% entre 2009 y 2014, pero el desconocimiento sobre los verdaderos dirigentes del país más grande de África mantiene la incertidumbre sobre su grado de implicación ante un eventual conflicto armado.

Marruecos parece dispuesto a cualquier aventura mientras su credibilidad se tambalea dentro y fuera del país. Sus rifirrafes con la ONU se suman al cese de relaciones con la Unión Europea en febrero de este año y a la expulsión en 2015 de Amnistía Internacional y Human Rights Watch, tan solo un año después de la filtración de cables secretos que destaparon el esquema de sobornos del espionaje marroquí para comprar el favor de periodistas y trabajadores de Naciones Unidas, incluidos varios altos funcionarios del Alto Comisionado para los Derechos Humanos que presionaron con éxito para evitar que la MINURSO informara sobre violaciones de derechos humanos cometidas por Marruecos en el Sáhara Occidental.

La población saharaui permanece dividida entre quienes sufren la represión política y cultural en los territorios ocupados por Marruecos y quienes sobreviven en los campamentos de refugiados de Tindouf, a donde cada vez llega menos ayuda humanitaria. Las voces que aclaman el regreso a las armas crecen entre estos últimos, particularmente entre los jóvenes saharauis que ven en las armas su única alternativa para poner fin al destierro en la hamada argelina.

Mientras Marruecos desmantela a toda velocidad los mecanismos que mantienen el status quo y la paz en el Sáhara Occidental desde 1991, el Gobierno español hace la vista gorda y evade su responsabilidad como potencia administradora del último territorio africano pendiente de descolonización.

LUNES 28 DE MARZO DE 2016 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / Desde el 19 de Junio de 1994 / Coordinación: Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL: Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO/URUGUAY / Apoyo técnico: Carlos Dárdano / Comcosur se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes y no cuenta con ningún tipo de apoyo económico externo, institucional o personal / Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este boletín no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur sobre los temas en cuestión / Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) / blog: nuevo.comcosur.org / contacto: comcosur@comcosur.com.uy / Y ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook
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