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HISTORIAS DE CALLE

1) Nueva muerte en La Colonia Santín Carlos Rossi
2) Otra muerte en las Colonias Psiquiátricas / Michel Juncal
3) Mientras tanto en el Refugio / José Luis Buero “Upa”
4) Historias de calle /Gustavo Bautista Portillo
5) Del Estado de derecho al Estado de seguridad. /G. Agamben
COMCOSUR INFORMA AÑO 16 – No. 1744 – martes 26.07.2016
COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
1994 – 19 de junio – 2016 – 22 años
Selección y producción: Beatriz Alonso, Henry Flores y Carlos Casares
Apoyo técnico: Carlos Dárdano
Colaboran:
ALEMANIA: Antje Vieth y Carlos Ramos (Berlín)
ARGENTINA: Eduardo Abeleira, Claudia Korol y Mauricio D’ambrouso (Buenos Aires)
BRASIL: Carlos O. Catalogne (Florianópolis)
CENTROAMÉRICA: Gustavo González
ECUADOR: Kintto Lucas (Quito)
HOLANDA: Ramón Haniotis (Amsterdam)
SUIZA: Sergio Ferrari (Berna)
URUGUAY: Jorge Marrero (Santa Rosa), Margarita Merklen (Durazno), Pablo Alfano (Montevideo), Luis Sabini (Piriápolis)
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“Todas las estructuras del poder popular que estábamos construyendo se hicieron presentes, tomaron voz, en una radio que no quería tanto hablarle al pueblo. Quería que el pueblo hablara.” RADIO VENCEREMOS
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SOBRE LA LIBERTAD
RENEGADO
Renegado
Eres un producto social,
no quieres hacer nada,
no quieres mirarte,
solo quieres escapar.
Toda tu miseria
Toda tu locura
en una pipa de mala muerte
Va volviendo todo
en diamantes puros
alacrán que comes
un poco sabroso.
Siglo veinte de la goma líquida
Siglo veintiuno de la alucinación
Época de psicoanalistas
Época de guerra nuclear
Tenemos que salir
Tenemos que escapar
Autor: Daniel Aguiar – “El Condor”
Boletín Informativo Semanal de Radio Vilardevoz
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NOTICIAS Y TEMAS DE COMCOSUR
1) NUEVA MUERTE EN LA COLONIA SANTÍN CARLOS ROSSI
Por este medio, la Comisión Nacional por una nueva Ley de Salud Mental comunica su repudio por la muerte de un interno en la Colonia Santín Carlos Rossi, hecho que fue difundido por la prensa el pasado 14 de julio de 2016.
2) OTRA MUERTE EN LAS COLONIAS PSIQUIÁTRICAS
Nuevamente la negligencia causó el fallecimiento de un paciente en Centro Seremos (ex-Colonia Santín Carlos Rossi). / Michel Juncal
3) URUGUAY: MIENTRAS TANTO EN EL REFUGIO
Se duplicó el número de personas en calle. / José Luis Buero “Upa”
4) URUGUAY: HISTORIAS DE CALLE
Sabía que tenía que dormir, estaba en un recital en la vereda del IPA, era invierno frío y con heladas. /Gustavo Bautista Portillo
5) DEL ESTADO DE DERECHO AL ESTADO DE SEGURIDAD
No es posible comprender lo que realmente se juega en la prolongación del estado de emergencia en Francia si no se lo sitúa en el contexto de una transformación del modelo estatal que nos es familiar. /G. Agamben
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NOTICIAS Y TEMAS DE COMCOSUR
1) NUEVA MUERTE EN LA COLONIA SANTÍN CARLOS ROSSI
Por este medio, la Comisión Nacional por una nueva Ley de Salud Mental comunica su repudio por la muerte de un interno en la Colonia Santín Carlos Rossi, hecho que fue difundido por la prensa el pasado 14 de julio de 2016.
Comunicado Público /Montevideo, 19 de julio de 2016
El hombre, de 63 años, de quién aún por los mismos medios de prensa se desconoce su nombre, murió en condiciones inaceptables. El mismo llevaba más de 30 años en carácter de internado en dicha Colonia.
Nuevamente la respuesta desde las autoridades de ASSE es que se inició una investigación administrativa para determinar si hubo alguna responsabilidad en esta muerte.
Podría haber sido nuestro padre, hermano, familiar, amigo, compañero de trabajo… pero hacía décadas estaba viviendo en el encierro asilar manicomial.
Nos preguntamos: ¿cuántas muertes en “condiciones a investigar” se producen en las Instituciones Psiquiátricas de nuestro país? ¿Actúan efectivamente los organismos e instituciones que deben resguardar los derechos de las personas internadas?
Desde la Comisión Nacional repudiamos las muertes que se siguen produciendo, el trato histórico negligente y la vulneración a personas en situación de encierro prolongado.
Exigimos la investigación inmediata de éste y otros hechos con resultado de muerte y/o vulneración de Derechos Humanos, el cierre programado de los Hospitales y Asilos Monovalentes y el desarrollo de modalidades de atención comunitaria en salud mental para personas con padecimientos psicosociales.
¡Por un Órgano de Revisión en Salud Mental Independiente y autónomo!
¡Por una Ley de Salud Mental en clave de derechos!
¡Ni una muerte más!
Comisión Nacional Por una Ley de Salud Mental
COMCOSUR INFORMA Nº 1744 – 26/07/2016
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2) OTRA MUERTE EN LAS COLONIAS PSIQUIÁTRICAS
Nuevamente la negligencia causó el fallecimiento de un paciente en Centro Seremos (ex-Colonia Santín Carlos Rossi).
Un interno de 63 años (quizá muy medicado), estaba parado detrás de un camión que descargaba leña, fue “advertido” del peligro, lo que no fue suficiente para que salvara su vida.
Nos preguntamos si era tan difícil ayudarlo a retirarse del lugar. En definitiva, una desgracia que podría haber sido evitada, terminó siendo fatal para otro ser humano.
En declaraciones anteriores del director interino de las Colonias el Dr. Federico Sacchi, afirmaba: “…se están generando cambios a nivel de funcionarios, en busca de mejorar y evitar sucesos lamentables…”.
Sentimos que es evidente que queda mucho camino por delante para lograr los objetivos que se mencionaron, y tristemente esto cuesta vidas humanas.
Michel Juncal /Montevideo Portal /Boletín Informativo de Radio Vilardevoz
COMCOSUR INFORMA Nº 1744 – 26/07/2016
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3) URUGUAY: MIENTRAS TANTO EN EL REFUGIO
Se duplicó el número de personas en calle.
Según un censo realizado en 2016, hay 664 personas en situación de calle, sin contar a quienes se encuentran en los refugios, tal como informó públicamente en el mes de junio, la Ministra de Desarrollo Social. El número se habría duplicado, si echa un vistazo al censo del 2011.
Los refugios están abarrotados de gente, donde yo vivo ya no hay donde poner más camas y la comida que envía el INDA, no alcanza para todos. La solución no está en cerrar refugios, va por otro lado, como por ejemplo, dar apertura a nuevos dispositivos y/o soluciones y oportunidades de acceder a una vivienda digna.
José Luis Buero “Upa” /Boletín Informativo de Radio Vilardevoz
COMCOSUR INFORMA Nº 1744 – 26/07/2016
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4) URUGUAY: HISTORIAS DE CALLE
Sabía que tenía que dormir, estaba en un recital en la vereda del IPA, era invierno frío y con heladas.
Yo, Gustavo, me quería ir a dormir pero no tenía donde. Salí del IPA y me fui a caminar a una plaza cerca del Palacio, vi una “volqueta”, la abrí y entré.
Arriba de la basura me acosté y dormí. Al rato sentí un ruido de motor y vi luces: el camión de la basura llegó… Yo desperté, en cuestión de segundo que atiné a salir de la “volqueta” y saltar hacia afuera.
Casi me traga la máquina. Por suerte me di cuenta sobre el filo. Salté y me di la boca contra la calle, me lastimé un poco.
Vino una ambulancia, la policía y la prensa. Salí en el canal 4.
La noticia era que un muchacho casi se muere por haber estado durmiendo en la “volqueta” en la ciudad.
Gustavo Bautista Portillo/ Boletín Informativo de Radio Vilardevoz
COMCOSUR INFORMA Nº 1744 – 26/07/2016
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5) DEL ESTADO DE DERECHO AL ESTADO DE SEGURIDAD
No es posible comprender lo que realmente se juega en la prolongación del estado de emergencia en Francia si no se lo sitúa en el contexto de una transformación del modelo estatal que nos es familiar.
Por G. Agamben /5 de enero de 2016
Es crucial, primero que nada, desmentir el propósito de las mujeres y hombres políticos irresponsables, según los cuales el estado de emergencia sería un escudo para la democracia.
Los historiadores saben perfectamente que lo que es cierto es lo contrario. El estado de emergencia es justamente el dispositivo mediante el cual los poderes totalitarios se instalaron en Europa. Así, en los años que precedieron a la toma del poder por Hitler, los gobiernos socialdemócratas de Weimar habían recurrido tan a menudo al estado de emergencia (estado de excepción, como se lo nombra en alemán) que se pudo decir que Alemania había dejado de ser, antes de 1933, una democracia parlamentaria.
Ahora bien, la primera acción de Hitler, después de su nombramiento, fue proclamar un estado de emergencia, que jamás fue revocado. Cuando la gente se sorprende de los crímenes que pudieron cometerse impunemente en Alemania por los nazis, se olvida de que estos actos eran perfectamente legales, porque el país estaba sometido al estado de excepción y las libertades individuales estaban suspendidas.
No vemos por qué un escenario semejante no podría repetirse en Francia: imaginamos sin dificultad un gobierno de extrema derecha sirviéndose para sus fines de un estado de emergencia al que gobiernos socialistas han habituado a partir de ahora a los ciudadanos. En un país que vive en un estado de emergencia prologando, y en el que las operaciones de policía sustituyen progresivamente al poder judicial, cabe aguardar una degradación rápida e irreversible de las instituciones públicas.
Esto es tanto más cierto que el estado de emergencia se inscribe, hoy en día, en el proceso que está haciendo evolucionar las democracias occidentales hacia algo que hay que llamar, ya mismo, Estado de seguridad («Security State», como dicen los politólogos estadounidenses).
La palabra «seguridad» ha entrado tanto en el discurso político que se puede decir, sin temor a equivocarse, que las «razones de seguridad» han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la «razón de Estado». Hace falta, sin embargo, un análisis de esta nueva forma de gobierno. Como el Estado de seguridad no atañe ni al Estado de derecho ni a aquello que Michel Foucault llamaba las «sociedades de disciplina», conviene arrojar aquí algunas referencias con miras a una posible definición.
En el modelo del británico Thomas Hobbes, quien ha influenciado tan profundamente nuestra filosofía política, el contrato que transfiere los poderes al soberano presupone el miedo recíproco y la guerra de todos contra todos: el Estado es aquello que viene precisamente a poner fin al miedo. En el Estado de seguridad, este esquema se invierte: el Estado se funda duraderamente en el miedo y debe, a toda costa, mantenerlo, pues extrae de él su función esencial y su legitimidad.
Ya Foucault había mostrado que, cuando la palabra «seguridad» aparece por primera vez en Francia en el discurso político con los gobiernos fisiócratas antes de la Revolución, no se trataba de prevenir las catástrofes y las hambrunas, sino de dejarlas advenir para poder a continuación gobernarlas y orientarlas a una dirección que se estimaba beneficiosa.
De igual modo, la seguridad que está en cuestión hoy no apunta a prevenir los actos de terrorismo (lo cual es, por lo demás, extremadamente difícil, si no imposible, porque las medidas de seguridad sólo son eficaces después del golpe, y el terrorismo es, por definición, una serie de primeros golpes), sino a establecer una nueva relación con los hombres, que es la de un control generalizado y sin límites — de ahí la insistencia particular en los dispositivos que permiten el control total de los datos informáticos y comunicacionales de los ciudadanos, incluyendo la retención integral del contenido de las computadoras.
El riesgo, el primero que nosotros levantamos, es la deriva hacia la creación de una relación sistémica entre terrorismo y Estado de seguridad: si el Estado necesita el miedo para legitimarse, es entonces necesario, en última instancia, producir el terror o, al menos, no impedir que se produzca. Se ve así a los países proseguir una política extranjera que alimenta el terrorismo que se debe combatir en el interior y mantener relaciones cordiales e incluso vender armas a Estados de los que se sabe que financian las organizaciones terroristas.
Un segundo punto, que es importante captar, es el cambio del estatuto político de los ciudadanos y del pueblo, que se suponía que es el titular de la soberanía. En el Estado de seguridad, vemos producirse una tendencia irreprimible hacia aquello que bien hay que llamar una despolitización progresiva de los ciudadanos, cuya participación en la vida política se reduce a los sondeos electorales. Esta tendencia es tanto más inquietante que había sido teorizada por los juristas nazis, quienes definen al pueblo como un elemento esencialmente impolítico, cuya protección y crecimiento debe asegurar el Estado.
Ahora bien, según estos juristas, hay una sola manera de volver político este elemento impolítico: mediante la igualdad de ascendencia y raza, que va a distinguirlo del extranjero y del enemigo. No se trata aquí de confundir el Estado nazi y el Estado de seguridad contemporáneo: lo que hay que comprender es que, si se despolitiza a los ciudadanos, ellos no pueden salir de su pasividad más que si se los moviliza mediante el miedo contra un enemigo que no le sea solamente externo (eran los judíos en Alemania, son los musulmanes en Francia hoy en día).
Es en este marco donde hay que considerar el siniestro proyecto de deterioro de la nacionalidad para los ciudadanos binacionales, que recuerda a la ley fascista de 1929 sobre la desnacionalización de los «ciudadanos indignos de la ciudadanía italiana» y las leyes nazis sobre la desnacionalización de los judíos.
Un tercer punto, cuya importancia no hay que subestimar, es la transformación radical de los criterios que establecen la verdad y la certeza en la esfera pública. Lo que impresiona en primer lugar a un observador atento a los informes de los crímenes terroristas es la renuncia integral al establecimiento de la certeza judicial.
Mientras en un Estado de derecho es entendido que un crimen sólo puede ser certificado con una investigación judicial, bajo el paradigma seguritario uno debe contentarse con lo que dicen de él la policía y los medios de comunicación que dependen de ésta — es decir, dos instancias que siempre han sido consideradas como poco fiables.
De ahí la vaguedad increíble y las contradicciones patentes en las reconstrucciones apresuradas de los eventos, que eluden adrede toda posibilidad de verificación y de falsificación y que se parecen más a chismorreos que a investigaciones. Esto significa que al Estado de seguridad le interesa que los ciudadanos —cuya protección debe asegurar— permanezcan en la incertidumbre sobre aquello que los amenaza, porque la incertidumbre y el terror van de la mano.
Es la misma incertidumbre que se encuentra en el texto de la ley del 20 de noviembre sobre el estado de emergencia, que se refiere a «toda persona hacia la cual existan serias razones de pensar que su comportamiento constituye una amenaza para el orden público y la seguridad». Es completamente evidente que la fórmula «serias razones de pensar» no tiene ningún sentido jurídico y, en cuanto que remite a lo arbitrario de aquel que «piensa», puede aplicarse en todo momento a cualquiera. Ahora bien, en el Estado de seguridad, estas fórmulas indeterminadas, que siempre han sido consideradas por los juristas como contrarias al principio de la certeza del derecho, devienen la norma.
La misma imprecisión y los mismos equívocos resurgen en las declaraciones de las mujeres y hombres políticos, según los cuales Francia estaría en guerra contra el terrorismo. Una guerra contra el terrorismo es una contradicción en los términos, pues el estado de guerra se define precisamente por la posibilidad de identificar de manera certera al enemigo que se debe combatir. Desde la perspectiva seguritaria, el enemigo debe —por el contrario— permanecer en lo vago, para que cualquiera —en el interior, pero también en el exterior— pueda ser identificado como tal.
Mantenimiento de un estado de miedo generalizado, despolitización de los ciudadanos, renuncia a toda certeza del derecho: éstas son tres características del Estado de seguridad, que son suficientes para inquietar a las mentes. Pues esto significa, por un lado, que el Estado de seguridad en el que estamos deslizándonos hace lo contrario de lo que promete, puesto que —si seguridad quiere decir ausencia de cuidado (sine cura)— mantiene, en cambio, el miedo y el terror. El Estado de seguridad es, por otro lado, un Estado policiaco, ya que el eclipse del poder judicial generaliza el margen discrecional de la policía, la cual, en un estado de emergencia devenido normal, actúa cada vez más como soberano.
Mediante la despolitización progresiva del ciudadano, devenido en cierto sentido un terrorista en potencia, el Estado de seguridad sale al fin del dominio conocido de la política, para dirigirse hacia una zona incierta, donde lo público y lo privado se confunden, y cuyas fronteras provocan problemas para definirlas.
Fuentes: G. Agamben / enviado por Nino de Negri
COMCOSUR INFORMA Nº 1744 – 26/07/2016
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