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HONDURAS: MUJERES Y HOMBRES CONTRA LA MINERÍA

COMCOSUR MUJER
Fundado por Yessie Macchi
AÑO 11 -No. 461/ Miércoles 19 de agosto de 2015
COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
Coordinación y búsqueda: Beatriz Alonso, Cecilia Duffau y Carlos Casares
Apoyo técnico: Carlos Dárdano
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«Hay que dar vuelta el mundo. Cada lágrima que corre allí donde podría haber sido evitada, es una acusación…” Rosa Luxemburgo
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NOTICIAS

HONDURAS
CONTRA LA MINERIA:
MUJERES Y HOMBRES VIVIENDO EN LIBERTAD Y DIGNIDAD

ARGENTINA
SIMPLEMENTE ZITA

URUGUAY
MÁS QUE TERNURA

TEMAS DE COMCOSUR MUJER
I – LAS MUJERES NO SE RINDEN
ECOFEMINISMOS Y DESARROLLOS EN AMÉRICA LATINA
II – INDIA AL SÁHARA, DE ARABIA A EEUU
CINCO MODALIDADES DE RAPTO DE MUJERES
III – CUANDO LA VIOLENCIA SEXUAL ES ARMA DE GUERRA
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HONDURAS
FORO DE MUJERES POR LA VIDA:
MUJERES Y HOMBRES VIVIENDO EN LIBERTAD Y DIGNIDAD

COMUNICADO

Nosotras, las 17 organizaciones articuladas en el Foro de Mujeres por la Vida, que desde el feminismo luchamos por una nueva visión del mundo donde mujeres y hombres puedan vivir en libertad y dignidad. Ante el Cónclave Internacional de Minería” que se realizara el 12 y 13 de Agosto en San Pedro Sula y que tiene por objetivo la creación de una «organización mundial de la minería” en esta ciudad, manifestamos lo siguiente:

1. La acumulación del capital en el mundo, tiene su origen en el saqueo de los bienes y conocimientos de nuestros pueblos. Las mujeres históricamente nos hemos enfrentamos al desalojo y despojo de territorios, fuerza de trabajo y de nuestros cuerpos, es un atentado contra la vida de todos y todas en general. Por eso, estamos claras que el modelo extractivista lo único que genera es más pobreza, y violencia en nuestras comunidades.

2. Honduras es un Estado estructurado desde el patriarcado neoliberal y desde la ideología militar con su consecuente violencia guerrerista. De allí que el conjunto de leyes aprobadas en los últimos años han ido encaminadas a controlar, despojar y someter al pueblo. Se ha cambiado la normativa nacional para ponerla al servicio del interés privado, y se ha servido de los tres poderes del Estado para llevarlo a cabo, en circunstancias que realmente evidencia que en Honduras no existe un Estado de Derecho, ni los funcionarios cumplen con su deber de impulsar leyes que beneficien a las grandes mayorías. Prueba de ello es la aprobación de: La Ley de Zonas de Empleo y Desarrollo Económico, (Ciudades modelo), Ley para el fomento de la inversión publico privada, (COALIANZA), Ley para la Protección y la Promoción de las Inversiones, Ley para la generación de energía hidroeléctrica (represas), la Ley de minería para garantizar la seguridad jurídica de las inversiones, la Ley de la Policía Militar y el Orden Público, la Ley para la Reconversión de la Deuda Publica, la Ley de protección social, entre otras .

3. Los proyectos mineros en nuestras comunidades atentan contra nuestra vida, nuestra cultura, nuestra salud, contra el desarrollo real de nuestro pueblo y violentan normativas nacionales e internacionales vinculadas a los derechos humanos de las comunidades indígenas, garífunas, campesinas, obreras y a la población en general.

4. Denunciamos un gobierno que está en contra de su propio pueblo y a favor del gran capital transnacional extranjero, que compra cuerpos y conciencias. Estamos cansadas de la explotación indiscriminada de nuestros bienes no renovables, que nos recuerdan que la colonización no cesa en nuestras tierras.

5. A la par denunciamos la situación precaria que viven las mujeres defensoras de nuestros bienes naturales comunes y públicos que a diario, ponen en riesgo la vida, que son criminalizadas, acusadas de dividir las comunidades. Junto a ellas seguimos el ejemplo de defender la vida, nuestro cuerpo como primer territorio y nuestra tierra como parte nuestra.

6. Exigimos que se cumpla el derecho a la vida, la autodeterminación de los pueblos, la consulta previa, a la no violencia, al desarrollo sostenible, al territorio, al agua que permanentemente exigen las y los pobladores frente al modelo extractivista y las minerías en particular. Nos indigna que sigan llamando progreso al saqueo y al desplazamiento forzoso de comunidades, donde ya no se puede habitar libremente.

7. Como mujeres cuidadoras de la tierra y constructoras de la paz exigimos que nos dejen vivir en libertad y dignidad ya que los y las niñas y nosotras somos las principales afectadas cuando se contaminan nuestras fuentes de agua con metales pesados, cuando nos dejan sin tierra para sembrar y afectan nuestra soberanía alimentaria, nuestra cultura.

8. Reiteramos nuestro total rechazo al «Cónclave Internacional de Minería” y al plan perverso de la administración liderada por Juan Orlando Hernández que intenta continuar el saqueo de los bienes naturales comunes de nuestra Honduras. Y, le recordamos al Estado de Honduras y a las naciones que se presten para seguir perpetuando la miseria en nuestro territorio, que estaremos atentas, vigilantes, dispuestas y decididas a construir el país que merecemos y merecen nuestros hijos, hijas, compañeros. ¡Este territorio es nuestro y las mujeres vamos a defenderlo!

La matria no se vende, se cuida y se defiende.

Por los sueños truncados, por las sonrisas borradas, por las vidas arrebatadas, las mujeres exigimos ¡Justicia!

Foro de Mujeres por la Vida / COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015

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ARGENTINA.
SIMPLEMENTE ZITA

Feminista sui generis, intuitiva, con un corazón así de grande; funcionaria sin remilgues, renuente a prerrogativas, de espíritu naturalmente igualitario: Zita Montes de Oca (1944-1998) se politizó muy joven y evolucionó hasta trabajar activamente durante el gobierno de Alfonsín en temas específicos de la mujer.

Se la conocía así a secas. Ese apellido, Montes de Oca, con antepasados de conquistadores y olor a pampa húmeda, provenía de su marido.

Inició su carrera política en 1967 con “Signos de nuestro tiempo”, grupo que llevó a cabo un acercamiento entre católicos y marxistas. Cinco años más tarde, se afilió a la Democracia Cristiana y, en 1990, a la Unión Cívica Radical. Después de desempeñarse como Coordinadora General de Asuntos de la Mujer del Ministerio de Salud y Acción Social (1983-87), Zita estuvo al frente de la Subsecretaría Nacional de la Mujer (1987-1989) en el marco de la Secretaría de Desarrollo Humano y Familia del Ministerio de Salud y Acción Social.

El 8 de marzo de 1984, primer Día Internacional de la Mujer en el nuevo período institucional, el flamante presidente Raúl Alfonsín hizo referencia al tema de la nueva secretaría, y prometió constituir una Dirección de la Mujer. Esta instancia era reclamada por las organizaciones feministas en sus manifestaciones y proclamas. Tal proposición cobraba sentido en el contexto del acto público organizado en aquella ocasión, sin duda exitoso considerando su inesperada capacidad de convocatoria. Un evento destacado, no sólo por el elevado número de asistentes sino también por el abanico de organizaciones que participaron: grupos feministas, el movimiento estudiantil, figuras destacadas del ámbito de la cultura, sindicalistas, periodistas, exiliadas de vuelta al país, Madres de Plaza de Mayo y casi todas las referentes de los partidos políticos, entre otras tantas expresiones[i]. Por lo tanto, esta área no fue concebida con un perfil asistencialista sino como el primer espacio específico y de rango dentro del estado dedicado a la formulación de políticas públicas de género. Se apoyaba en un “Consejo de Asesoras” que comprendía más de cincuenta feministas con un recorrido de talla[ii]. A la vez, apostaban a un anhelado desafío: dejar de pensar a las mujeres como “objetos” de políticas para dar el salto a “sujetas” con su plena participación. Si bien hubo palabra para casi todo, en cuanto al debate del aborto imperó el silencio, no asomó siquiera una señal de apertura.

En un momento, Zita fue entrevistada por la revista del diario La Nación. Allí se supo que no solo desconocía las fatales consecuencias del aborto ilegal sobre la vida y la salud de las mujeres sino que lo trataba como un asunto menor. Por sus declaraciones, se prevé que ella respondió a boca de jarro, sin consultar a sus asesoras: “Algunas organizaciones feministas promovieron luchas llamativas por temas que, por el momento, preocupaban a solo un sector algo intelectual y sofisticado, como la legalización del aborto, que no parece tan urgente por estas latitudes como la alimentación de los hijos y la protección de las madres para poder criarlos”.[iii]

Aún con el compromiso asumido por Zita respecto del feminismo, parecía todavía desconocer la violencia institucional que encierra la ilegalidad del aborto. Fue entonces una demanda omitida en las discusiones hacia el interior de este espacio estatal. Posiblemente, en ella jugó su vínculo con la Democracia Cristiana; resultaba lógico que pensase de esa manera. Sin embargo, el hecho de no abrir una discusión pública en cuanto al tema, más allá de sus posiciones políticas, fue su mayor limitación. Al mismo tiempo, los condicionamientos propios de esa coyuntura histórica ayudaron a una ceguera mayor.

En cambio, Zita sí intervino con empeño cuando el famoso boxeador Carlos Monzón mató a su última exmujer, Alicia Muñiz, tras tirarla del balcón luego de golpearla y estrangularla el 14 de febrero de 1988. Obviamente, aún no se hablaba de femicidio… Fue gracias al compromiso personal y a una firme voluntad de superar los obstáculos que se obtuvieron algunos logros en el tema de la prevención de la violencia doméstica. La combinación entre la elección de uno de los pocos problemas derivados de la discriminación de género reconocidos por la sociedad y el empeño del equipo de trabajo de la Subsecretaría, hicieron lo suyo.[iv] Lo cierto fue que el 3 de julio de 1989 a Monzón lo condenaron a once años de prisión, acusado de haber asesinado a Muñiz.

Al conocer a Zita asombraba su trato llano, carente de escalafones y de jerarquías. No tenía secretaria; cualquiera que asomaba la cabeza en su despacho, recibía una atención personalizada. Le molestaba el cerco de cortesanas con agendas, autos oficiales y trajecitos ejecutivos. En realidad, sentía un persistente tironeo tanto por su procedencia política como por su feminismo poco académico y fatto in casa. A la pregunta ¿usted es feminista? ella respondía: “Las feministas dicen que no y los hombres dicen que sí. Si por feminismo se entiende luchar por los derechos de la mujer, soy feminista”.[v]

Activaba básicamente con mujeres de sectores políticos partidarios, y su receta consistía en brindar un amplio margen de diálogo. La teórica feminista Isabel Larguía si viviese podría arrimar su testimonio: Isabel, rosarina y guevarista de pura cepa, retornó a la Argentina luego de largos años de compromiso con la Cuba castrista. Sin embargo, Zita, con el arrojo que la caracterizaba, convocó a Isabel a integrar sus equipos de trabajo en el estado. Ahí todas juntas, las feministas compartimos el trayecto de su gestión hasta su brusco final en 1989.

Otra de sus preferencias estaba en el desempeño freelance como periodista gráfica, además de conducir y producir programas radiales alternativos. Los temas relacionados a derechos humanos representaban su mayor preocupación; asimismo, le importaba la cuestión ambiental.

Para las celebraciones del 8 de Marzo, pese a ser funcionaria, se la podía ver tirada en el piso pintando una bandera o sentada en un cordón de la avenida Rivadavia a la espera del paso de la movilización, para mezclarse con la multitud. De 1987 a 1990, hubo una serie de alzamientos llevados a cabo por los militares ultranacionalistas conocidos como carapintadas. Ella y su compañero participaban activamente en el espacio Desobediencia Civil, movimiento autogestivo y plural que había surgido en repudio a los conatos castrenses.

El 23 de enero de 1989, un grupo de 42 militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) ocupó por asalto el cuartel militar del Tercer Regimiento de Infantería Mecanizada de La Tablada. Aparentemente, los integrantes del MTP tomaron esa decisión a modo de frenar un supuesto e inminente golpe de Estado que estarían gestando los militares carapintadas. Entonces se convocó a una repulsa generalizada con manifestaciones a lo largo y ancho de la ciudad. Un clima caótico impregnaba Buenos Aires. Zita y su marido, subidos a un destartalado Citroën, iban recabando información de donde podían para luego transmitirla a la militancia de entonces.

En 1990, armó una dupla inseparable con la multifacética especialista en literatura francesa Monique Thiteux Altschul. Bajo el lema “la información es poder”, juntas crearon la Fundación Mujeres en Igualdad (MEI) e impulsaban programas de capacitación a cuadros políticos. En simultáneo, con el proyecto De Representantes y Representadas, una vez por mes armaban suculentos desayunos en un hotel a dos cuadras del Congreso. Esos encuentros matinales se constituyeron en una polis de mujeres que discutían sobre la agenda de los movimientos sociales y de otros acontecimientos de coyuntura, lejos de los modelos jerárquicos de la política tradicional masculina. Con ese mismo énfasis intentaban instalar discusiones de género en otros ámbitos. A partir de un amplísimo cuestionario que permitía conocer las potencialidades de cada una y sus deseos de participación en las funciones públicas, crearon la primera Base de Datos de Mujeres en Lugares de Decisión, una suerte de “quién-es-quién” que pasó revista a unos mil nombres asociados al poder.

En 1994, la voracidad menemista se manifestó también con la reforma de la Constitución Nacional. Esta embestida, acompañada por la jerarquía católica, impulsó la creación del Movimiento de Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL), frente político que se opuso a incluir en el nuevo texto, la cláusula antiabortista que definía el derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Zita intervenía con intensidad en la Convención Nacional Constituyente como asesora del bloque Frente Grande, y también se encargaba de suministrar techo y viaje a las compañeras que partían apresuradas desde Buenos Aires hacia Santa Fé.

A los 54 años murió sin concluir su proyecto a futuro: ser candidata a diputada provincial. Si bien usaba un apellido propio de una avenida de Buenos Aires, a nadie se le ocurrió recordarla de esa manera. El Centro de Información, Documentación y Biblioteca Documentación de La Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad, lleva su nombre. En 2002, un grupo de legisladoras porteñas la propusieron para integrar un largo listado de “Mujeres Destacadas del Siglo XX”. Durante un año, la Fundación creó la beca Zita Montes de Oca para aquellas investigadoras que quisieran cursar un posgrado en Estados Unidos. Mientras tanto, en el Teatro del Viejo Concejo, presidido por el intendente municipal de San Isidro Gustavo Posse, se entrega año tras año el “Premio Zita Montes de Oca” -que consiste en una placa de recuerdo y un diploma- a figuras de notoria actuación en ese distrito.

El 2 de Marzo de 1998, la noticia de su partida corrió como un reguero entre las redes sociales. Con este cariñoso email se despedían sus amigas más próximas y sus conocidas también: “Invalorable pérdida, porque no sólo se trataba de una mujer inteligente, rápida y brillante sino que quienes tuvimos el honor de trabajar más cerca o ser amigas aprendimos de su generosidad, su solidaridad y su humor. Queremos decirle a Zita por este medio, que era uno de sus preferidos para comunicarse (ya que se había convertido en nuestra “ciberZita”) que la vamos a extrañar muchísimo, que nos va a hacer falta para la lucha, para la consulta, para la reflexión conjunta… Pero que la vamos a continuar como ella hubiera deseado. A su marido (compañero amoroso) y a Monique, un abrazo grande.”

* Mabel Bellucci. Activista feminista queer. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual. Buenos Aires, 2014.

[i] Ver: Bellucci, Mabel, Luvecce, Cecilia, Mariani, Silvana y Rofman, Adriana, “A manera de Balance: la Subsecretaría de la Mujer en Argentina (1987-1990)” RevistaDoxa. AÑO 1 Nº3 y 4. Buenos Aires, 1990/1991, p.4.

[ii] Graciela Maglie, Eva Giberti, Haydeé Birgin, María del Carmen Feijoó,Leonor Vain, Martha Rosenberg, María Cristina Vila,Gisella Rubarth, Susana Filkestein, Sara Torres, Mabel Fillipini, Elizabeth Jellín, Elena Tchillidy, Ana Amado, Marta Bianchi, Marcia Baranovsky, Marina Bitar.

KAOS/ Por Mabel Bellucci/ COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015
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URUGUAY

MÁS QUE TERNURA

Diane Denoir se presenta en la sala Zitarrosa junto al grupo Oigo Voces.

Irrumpió en la década del 60 como la mujer más asociada al “candombe beat”, portadora de una particular influencia de la chanson française y la bossa nova. Hay muchos modos de presentar a la cantante Diane Denoir. La más usual sería identificarla como “la musa de Eduardo Mateo”, quien le compuso tres entrañables temas -“Y hoy te vi”, “Esa tristeza” y “Mejor me voy”- o reconocerla como la mujer de ojos grandes, tristes y verdes. Pero Denoir trasciende las etiquetas, y hoy su voz resuena como un susurro inconfundible tanto cuando interpreta “Lamento sertanejo” como cuando invoca “Tras de ti”.
-Sos hija de inmigrantes austríacos y de Peñarol. ¿Cómo se dio ese cruce?

-Mi padre vino en 1937 y mi madre en 1938. Ella venía escapando de Viena: su padre era un socialdemócrata que trabajó en el gobierno hasta 1934, cuando se tuvieron que ir. Antes de llegar, mi abuelo materno estudió las constituciones de Brasil, Argentina, Paraguay, Chile y Uruguay, porque quería que sus nietos vivieran en democracia, y resolvió que la uruguaya era la más evolucionada. En cuanto a mi padre, para que veas con qué ganas vino a Uruguay, apenas bajó del barco le pidió a un hermano suyo, que ya estaba viviendo acá, que lo llevara a la sede de Peñarol para hacerse socio, porque lo había visto jugar en Austria. Así que yo nací tatuada.

-Sos la mujer más asociada al “candombe beat”, y en tus primeros conciertos ya fuiste elogiada por la prensa. ¿Cómo viviste ese proceso?

-De forma inconsciente. Nunca me pareció que iba a ser conocida ni nada de eso. Cuando hacíamos los “conciertos beat”[1966] nos divertíamos. Ocurría algo que ya no sucede: había críticos de música que publicaban sus comentarios después de los shows. ¿Ahora cuántas veces, después de un show, ves una crítica? Me apena, porque los artistas necesitamos una devolución para mejorar, para crecer. Pero bueno, nos gustaba mezclar humor negro con un cuarteto de cuerdas, y tocar música barroca, y rock, y bossa nova, y “candombe beat”.

-A la vez, cambiaban el concepto de lo artístico…

-Sí, estábamos desolemnizando y desacralizando el propio Solís, por ejemplo. Pero mi padre decía “¡una artista!”.

-Decidiste cambiar de apellido.

-No me quedó otra: él no quería que cantara, pero no iba a dejar de hacerlo por no ensuciar su nombre. Elegí el “Denoir” todo junto, para que no pareciera “de negro”. Y quedó. ¿Ves el concepto que se tenía de los artistas? Si pertenecías a lo popular y no estabas cobijado por un mecenas, era terrible; en el caso de una mujer, aunque cantara en el Solís, era como si cantara en un cabaret.

-Mateo iba a tu casa hubiera o no ensayo. ¿Cómo era eso?

-Primero venía para ensayar, y sus conciertos fueron una especie de fiebre que empezó a crecer. En cada uno queríamos cambiar de repertorio, y había que hacerlo en menos de un mes. Después vinieron Punta del Este y la TV, era una suerte de dinámica acelerada. Él venía siempre y ensayábamos. Yo le decía: “Mirá este tema, che”. Eso de mostrarnos cosas estaba instalado en la rutina, fuera brasileño, francés, jazz. Los “conciertos beat” eran muy buenos y particulares, con una propuesta y la idea clara de que era necesario buscar calidad.

-Él ya componía en esa época.

-Sí. En inglés, porque tenía un grupo de rock. En español empezó a componer en el año siguiente a los “conciertos beat”.

-¿Cómo te llevás con esa etiqueta de “musa de Mateo”?

-Te diría que por un ratito todavía, pero ya se está convirtiendo en una carga. Y no es por Mateo, sino por el término. No creo que sea tan importante haber sido una fuente de inspiración de alguien. Y tal vez una misma, sin inspirar a nadie, puede tener un peso específico. De Mateo no me puedo desprender, porque lo que compuso tiene tanta vigencia y tanta actualidad… Incluso hago temas que no canté con él, como “Quién te viera” y “Tras de ti”. Es un tipo de un vanguardismo y una vigencia impresionantes. Pero lo de musa, ya no. Aunque capaz que les sirve a los jóvenes como referencia.

-En las notas siempre te preguntan si ustedes anduvieron juntos y respondés de forma lacónica.

-No, los dos estábamos ennoviados. Aunque él era muy pillo.

-¿En qué sentido?

-Con Nancy [la novia de Mateo entonces] se amigaban y se peleaban. Y anduvo cortejándome, pero no le fue bien; sólo me robó un beso. Eso nunca afectó nuestra relación diaria y musical, y tampoco esa empatía y esa sociedad que tuvimos. Pero sí, era picarón y mujeriego, y a la vez muy seductor. [Ruben] Rada también.

-¿Ah, sí?

-Sí, los dos a la vez, y a Rada le gustaba mi hermana. Pero picoteaban con cualquiera.

-Vos y Mateo conocieron a Astor Piazzolla en Punta del Este.

-Cuando salimos del “concierto beat” estaba Piazzolla esperándonos a nosotros dos. No lo podíamos creer, porque antes yo iba a Buenos Aires sólo para verlo a él con su cuarteto. “Muchachos, los quiero felicitar porque me gustó mucho”, nos dijo, y para nosotros era como si fuera Paul McCartney. Lo invitamos a donde nos quedábamos, y ahí estuvimos hasta las seis de la mañana. Fue un encuentro muy lindo, muy sincero y muy de verdad, pero sobre todo musical. Él me decía: “Dale, animate, subí la voz. No seas cagona”. Después, cuando iba a Buenos Aires lo llamaba. Cuando grabé allá mi primer disco, y él ya no estaba en Argentina, pedí que el violinista fuera [Antonio] Agri.

-En 1972 se editó ese disco, después de un buen tiempo de haberlo grabado.

-Sí, y ya era todo en español. En esa época no pensábamos tanto en hacer discos, aunque grabábamos para la televisión, donde siempre había un espacio para la música nacional. No era que incluyeran una cancioncita al final de un programa, como ahora. Aquello no era promoción, sino un espacio dedicado a la música nacional; era otro concepto.

-En una entrevista que te hizo Elina Berro para Marcha te preguntó por qué cantabas en francés y vos le respondiste que el español no se prestaba para lo moderno: “Sería lógico [cantar en español], pero sería feo de oír”.

-¿Eso dije? En esa época yo cantaba canción francesa, temas que no se habían traducido y que eran muy especiales, y cantaba bossa nova, que en español nunca la vi. En francés sí queda muy bien, porque es muy dulce. La bossa nova canta lo cotidiano, y de hecho yo he tratado de traducirla, pero no es lo mismo, como cuando se tradujo a Chico Buarque. Creo que el español dice bien muchos otros géneros, como el bolero, que es desgarrador. Con la cotidianidad es diferente, aunque el tango tenga mucho que ver con ella. Pero ahora canto sobre todo en español. Es más fácil componer en español que traducir las composiciones en portugués. Y a Mateo traducido al inglés no lo veo… Una obra natural no es necesariamente fácil de traducir, pero es cierto que la gente tiene que entender lo que uno dice.

-Por esos años empezaste a cambiar tu impronta, con canciones más comprometidas políticamente.

-Fue parte de mi evolución, y la realidad de Uruguay había empezado a cambiar. Vivíamos en un país ejemplar y democrático, donde la Policía te cuidaba, y de repente pasamos a las Medidas Prontas de Seguridad, empezaron a meter gente presa, a matar estudiantes. Me golpeó mucho cuando mataron a Líber Arce. El intérprete es un comunicador, y por eso es lógico que transmitas lo que ves.

-¿Militabas a nivel partidario?

-Cuando volví de Europa, antes no. En 1971 integré el Frente Amplio, que se acababa de formar. Ahí fue cuando comencé a cambiar el repertorio. Y Mateo no me acompañó, no por no tener un interés político, sino porque ese tipo de canciones no le interesaba. Lo de él era una crítica más musical que ideológica. En 1974 me fui a Argentina, donde después me requirieron como sediciosa, y terminé yéndome a Venezuela.

-Esa vida errante, ¿cómo fue en términos musicales?

-Siempre me interesó la música de cada lugar al que fui. Primero trabajando como musicalizadora en la Universidad Nacional de Venezuela, y después recorriendo otros países, donde conocí muchas expresiones distintas. El mundo trata de que vayas hacia el anonimato, pero creo que hay jóvenes que entienden eso y están tratando de revertirlo. A mí me siguen preocupando mucho ciertos temas, y es necesario apoyarlos. Si no, ¿qué más queda?

KA OS / COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015

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TEMAS DE COMCOSUR UJER

I – LAS MUJERES NO SE RINDEN
ECOFEMINISMOS Y DESARROLLOS EN AMÉRICA LATINA

El ecofeminismo está en todas partes en América Latina. Seamos capaces de reconocerlo o no, existe una estrecha relación entre los problemas ambientales y las asimetrías de género. Si utilizamos una definición amplia, los ecofeminismos son un conjunto de miradas, reflexiones y prácticas que abordan la dominación que opera simultáneamente sobre mujeres y la Naturaleza. […]

El ecofeminismo está en todas partes en América Latina. Seamos capaces de reconocerlo o no, existe una estrecha relación entre los problemas ambientales y las asimetrías de género.

Si utilizamos una definición amplia, los ecofeminismos son un conjunto de miradas, reflexiones y prácticas que abordan la dominación que opera simultáneamente sobre mujeres y la Naturaleza. La relevancia de esa mirada ya es evidente desde las comunidades locales.

En efecto, se ha visto que en algunos sitios las mujeres reaccionan de manera distinta que los hombres cuando los ambientes donde viven se ven contaminados o amenazados. Una lideresa indígena, en Bolivia, pocos meses atrás señalaba que las mujeres son las que “sienten que la contaminación nos entra por todos lados, sobre todo cuando estamos gestando.” O sea, que sienten y perciben a esos contaminantes invadiendo sus propios cuerpos. En cambio, agregaba la lideresa boliviana, los “hombres
llegan sucios de la mina y se bañan y ya está”. Nosotras sabemos que la contaminación no se limpia con un baño, ésta se mete y se integra a nuestro cuerpo, a las moléculas que sintetizamos, a las nuevas vidas que generamos.

Estos tipos de testimonios son impactantes. En ellos están por un lado, ideas de conexión, entendiendo que el ambiente nos afecta y nosotros afectamos al ambiente. No somos entes independientes e intocables separados del resto del mundo, separados por nuestra piel, como si ella fuese una muralla. Por otro lado, en esas posiciones queda claro que las mujeres somos receptoras y dadoras de vida. Nuestro cuerpo genera conexiones y espacios para albergar y nutrir a nuevas vidas. Este tipo de vínculos provoca una conciencia de conectividad que es bidireccional y que genera un sentir de responsabilidad. Responsabilidad por lo que comemos y bebemos, por el ambiente en el que vivimos, por nuestro cuerpo, y por muchos otros factores que directa o indirectamente nos afectan como dadoras de vida. Finalmente, también debe reconocerse un sentido de vulnerabilidad, al aceptarse que no se tiene un control completo. Todo esto hace diferencias sustanciales con la impostura patriarcal, que la concibe como una debilidad negativa.

Los ecofeminismos abordan este tipo de cuestiones. Algunas corrientes sostienen que las sociedades actuales, en su gran mayoría, se insertan en estructuras patriarcales, jerárquicas, bajo relaciones de dominación que afectan tanto a las mujeres como a la Naturaleza. Así como se domina a las mujeres, también hay una imposición sobre la Naturaleza. Es más, se desvaloriza y suprime todo aquello que es concebido como femenino o con características femeninas. Otras ecofeministas, en cambio, le dan más trascendencia a la construcción occidental de una cultura basada en dualismos. Es decir, pares de conceptos que son considerados histórica y culturalmente como opuestos (más que complementarios) y exclusivos (más que inclusivos) y que además están jerarquizados, donde uno es mejor o superior al otro. Ejemplos clásicos serían los dualismos sociedad/Naturaleza, hombre/mujer o razón/emoción.

En otras palabras, todo lo que histórica o culturalmente se asocie con la Naturaleza, el cuerpo, la emoción y la mujer es entendido cómo inferior, débil, vulnerable, más “animal”; mientras que, lo que se refiere a la mente, la razón y el varón, es conceptualizado como superior, objetivo y racional, incluso más humano. Es así que la opresión de las mujeres y la crisis ecológica son explicadas por muchas autoras ecofeministas como originadas de estas dicotomías sobre cuya base se generan los conceptos de “mujer” y de “Naturaleza”. Allí están ancladas las posturas utilitaristas que justifican desmembrar la Naturaleza, o la obsesión economicista con aprovechar el entorno para asegurar el crecimiento económico. Son posturas que

por cierto no son exclusivas de varones, sino que en la actualidad también defienden muchas mujeres.

Cuando se entiende esto, queda en claro que aquel reconocimiento de la vulnerabilidad está muy lejos de ser una debilidad, sino que es una de las fortalezas más importantes desde una mirada de género, ya que deviene de una conciencia real de nuestra profunda interdependencia con la Naturaleza.

En esa línea, otro testimonio de una lideresa indígena aporta más precisiones: “la mujer comparte con la Madre Tierra el dar vida. La Madre Tierra es una gran familia de la que nos vemos como parte y donde todos cumplen una función. Había un equilibrio, pero ya no lo hay. Por eso es necesaria la mujer y que tomamos el rol que tomamos”. Ese tipo de perspectiva, concibiendo a la Naturaleza como parte de la propia familia, es común en muchos otros sitios. Allí está, a mi modo de ver, una de las razones por las cuales muchas veces son las mujeres las primeras en reaccionar, en colocarse en primera línea en la lucha contra emprendimientos depredadores. Es una postura que también, explica su fortaleza y consistencia en mantener las luchas en el tiempo y no ceder ante tentaciones económicas. Las mujeres no negocian. Resisten. Saben que la compensación económica no limpia ni sus cuerpos ni sus ambientes.

Es que esos y otros ejemplos muestran que las mujeres no están atrapadas en el utilitarismo frente a la Naturaleza. Tienen claro que una compensación, por ejemplo económica, no restituye los ambientes destruidos ni significa sanar la salud. No caen en las tentaciones de las prácticas usadas por empresas y gobiernos de usar alguna compensación para obtener el permiso de las comunidades para la extracción de recursos naturales de sus territorios. Afirman una y otra vez que el propio cuerpo, la familia, la comunidad o la Naturaleza, están todos profundamente conectados, y a ello no se le puede poner un precio.

Estas y otras posiciones se discuten en la revisión “Género, ecología y sustentabilidad”, con el ánimo de fortalecer la mirada propia y privilegiada de muchas mujeres sobre la Naturaleza, lo que nos convierte en jugadoras claves en procesos de cambio. Sin dudas que esta no es una tarea exclusiva para las mujeres, y es por ello importante que los varones nos acompañen, pero también es hora de reconocer las voces y liderazgos femeninos que, bajo valoraciones patriarcales, son sistemáticamente ignorados.

Los ecofeminismos no se encandilan con discursos desarrollistas, sean éstos propuestos por varones o mujeres, y brindan muchas opciones para pensar y analizar estas cuestiones. Son abordajes que van hacia las raíces de los problemas y que no actúan solamente sobre las consecuencias que éstos generan. Son posturas indispensables para un nuevo activismo que debe enfrentar una grave crisis social y ambiental.

KAOS / Por Lucia Delbene – – Lucía Delbena-Lezama es investigadora en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo. CLAES

El documento “Género, ecología y sustentabilidad” se puede descargar en: www.alainet.org/es/file/2763/download?token=6L9k5T4G

COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015

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II -CUANDO LA VIOLENCIA SEXUAL ES ARMA DE GUERRA

Por María Villellas

Desde que en 1975 Susan Brwonmiller publicara ‘Contra nuestra voluntad’, libro que abrió el debate público sobre la violencia sexual contra las mujeres, y que en la década de los 90 este tipo de violencia en las guerras de los Balcanes y en el genocidio de Rwanda adquiriera notoriedad mediática, la violencia sexual en los conflictos armados ha dejado de ser un crimen invisible para recibir una mayor (aunque todavía muy insuficiente) atención por parte de activistas, académicas, clase política y periodistas.

La violencia sexual en el marco de las guerras no es un fenómeno contemporáneo que diera comienzo o creciera exponencialmente a partir de los conflictos del siglo XX y principios del XXI. Así, desde la leyenda del rapto de las sabinas en los orígenes de la Roma antigua, hasta las violaciones masivas de mujeres alemanas por parte del Ejército soviético –entre 100.000 y un millón de mujeres alemanas pudieron haber sido víctimas de esta violencia–, o el fenómeno de las ‘mujeres confort’, esclavas sexuales al servicio del Ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, la historiografía está plagada de episodios de violencia sexual organizada en contextos bélicos.

Entre 80.000 y 200.000 mujeres, la inmensa mayoría coreanas fueron víctimas de la violencia sexual en los burdeles militares japoneses extendidos por toda Asia antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Estos burdeles fueron establecidos para elevar la moral de las tropas y evitar que la violencia sexual se produjera de manera descontrolada en los territorios ocupados por el Ejército nipon tras la experiencia de la masacre de Nanking en 1937, durante la cual decenas de miles de mujeres fueron violadas a manos de las tropas. De manera más reciente, conflictos armados como los de RD Congo, Siria o Sudán han destacado también por el gravísimo impacto de esta violencia en los cuerpos y las vidas de miles de mujeres.

Si bien el fenómeno no es de reciente aparición, hay que reconocer que su visibilización sí lo es. La escala masiva de la violencia sexual durante las guerras de los Balcanes –entre 20.000 y 60.000 mujeres fueron violadas durante el conflicto de Bosnia– y el genocidio de Rwanda –entre 250.000 y 500.000 mujeres sufrieron violencia sexual– hizo que este asunto adquiriera una mayor notoriedad en el ámbito internacional. Las denuncias de las mujeres víctimas de esta violencia, la solidaridad del movimiento feminista internacional y la visibilidad mediática que tuvieron estos conflictos son algunos de los factores que explican que la comunidad internacional prestara una mayor atención a la violencia sexual en los conflictos armados a partir de entonces.

La violencia sexual es una de las manifestaciones más evidentes del papel que juega el patriarcado en los conflictos armados. Patriarcado y militarización van estrechamente de la mano, ya que a lo largo de la historia la violencia sexual contra las mujeres ha formado parte del repertorio de acciones y de comportamientos en el que se socializa a los soldados para llevar a cabo la guerra –aunque no todos los soldados cometan estos actos delictivos-.

Identidades en el Ejército

También representa una forma de humillar simbólicamente al enemigo, al agredir a las mujeres que son percibidas como posesiones masculinas, transmitiendo el mensaje de que no ha sido capaz de proteger a ‘sus’ mujeres. Además, la socialización tradicional en la cultura militar conlleva la creación de una ‘camaradería’ masculina que excluye otras identidades sexuales que no sean la masculina heterosexual. De hecho, algunas autoras hablan de cómo en estos procesos se crean identidades ‘hipermasculinas’ en las que se priman aspectos como la agresividad, la competitividad, la misoginia, la violencia y la dominación. En esta socialización militar un aspecto esencial es la construcción de estrechos vínculos de grupo para mantener la cohesión y la lealtad, y la presión del grupo en un contexto fuertemente patriarcal puede llevar a determinados individuos a cometer actos como violaciones. También es importante precisar que no son sólo militares los responsables de la violencia sexual en los conflictos armados, sino que detrás de muchas agresiones hay civiles que la cometen en el ámbito público o privado.

Autoras como Deniz Kaniyoti o Radikha Coomaraswamy han destacado el hecho de que en muchas culturas las mujeres son consideradas las depositarias de los valores y de las tradiciones de una determinada comunidad. En ocasiones las mujeres desempeñan funciones de representación simbólica de la nación (‘madre patria’) y roles como reproductoras biológicas de la nación, reproductoras de las fronteras de grupos étnicos o nacionales, transmisoras de la cultura y agentes de la reproducción ideológica, significadoras de las diferencias nacionales, y participantes de luchas nacionales, económicas y militares, por lo que atacándolas se busca no sólo destruir o dañar a la mujer individual sino también el sentido de pureza étnica de una comunidad dada construido en torno a la noción del honor de la mujer.

De la misma manera que con la violencia sexual que tiene lugar de manera cotidiana en contextos que no están afectados por conflictos armados, la violencia sexual en las guerras acarrea una importante dosis de estigmatización y culpabilización de las víctimas. Se responsabiliza de esta violencia a las víctimas, de no haber sido capaces de evitarla. Por ejemplo, como señala Yolanda Aguilar en referencia a la violencia sexual que tuvo lugar en el marco del conflicto armado en Guatemala, el discurso de la ‘mujer mala’ fue utilizado para legitimar las violaciones, con alusiones por parte de los victimarios al disfrute sexual de las mujeres, homologándose la seducción femenina con la violación masculina. Carlos Martín Beristain sostiene que mediante la culpabilización inducida de las víctimas se busca generar un mecanismo de control social, que permita justificar las atrocidades y mantener la impunidad de los responsables reales.

Crimen internacional

La mayor visibilidad de la violencia sexual a partir de los 90 tuvo un impacto directo en el ámbito jurídico. El Estatuto de Roma de 1998, que da lugar a la creación de la Corte Penal Internacional, supone un avance muy importante en el reconocimiento de la violencia sexual como un crimen internacional. La violencia sexual aparece específicamente recogida dentro de la categoría de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, y también se reconoce la posibilidad de que pueda constituir un crimen de genocidio. El reconocimiento de la violencia sexual que hace la Corte Penal Internacional es en parte resultado del trabajo llevado a cabo por los tribunales penales para la ex Yugoslavia y Rwanda, con importantes dictámenes como la conocida sentencia Akayesu, en la que se determinaba que la violación y la agresión sexual eran constitutivas de genocidio, ya que se habían cometido con la intención de destruir total o parcialmente a la población tutsi.

Con frecuencia se presupone que las víctimas no tendrán capacidad de respuesta frente a acontecimientos tan traumáticos como un hecho de violencia sexual. Así, se refuerza la idea de las mujeres como víctimas pasivas de los conflictos armados, dejando la agencia y la autonomía en manos masculinas. La narrativa tradicional de los conflictos armados ha construido la figura de la mujer desvalida que debe ser objeto de protección partiendo de concepciones infantilizadas del sujeto mujer, que en una estructura social y familiar patriarcal entregan sumisión e idolatría a cambio de protección. De acuerdo con esta visión, si esta protección falla, la mujer no es capaz de desarrollar una respuesta frente a las agresiones externas.

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La violencia sexual es una de las principales causas del desplazamiento forzado en la República Democrática del Congo
Las ideologías de género que se fortalecen y exacerban en los contextos de conflicto armado o de violencia política organizada llevan con frecuencia a ignorar o invisibilizar el punto de que frente a un hecho traumático las posibilidades de afrontamiento son muy diversas y no tienen por qué necesariamente adecuarse a los estereotipos que existen acerca de las respuestas habituales ante sucesos estresantes y traumáticos. Encontramos ejemplos de mujeres que hacen frente a esta violencia y desarrollan estrategias de afrontamiento y resistencia en lugares tan diferentes como los Balcanes, Colombia, Guatemala o RD Congo, donde algunas mujeres han transitado desde su posición como víctimas a otra de supervivientes, de sujetos políticos con capacidad de denuncia y transformación. Como recoge la Ruta Pacífica de las Mujeres de Colombia en su informe sobre el impacto del conflicto armado, “las mujeres tuvieron una gran capacidad de afrontar adversidades y sufrimientos inenarrables sobreponiéndose, rehaciéndose y empezando de nuevo después de las pérdidas”, en muchas ocasiones al participar en procesos colectivos de organización.

Además de reconocer el amplio abanico de experiencias que atraviesan las mujeres que sufren la violencia sexual en los conflictos armados, también es importante remarcar otros hechos, que son de importancia vital desde una perspectiva feminista que busca poner fin a las diferentes opresiones patriarcales que sufren las mujeres en el marco de la guerra. Aunque tener una idea aproximada de la magnitud de la violencia sexual en los conflictos contemporáneos es una tarea extremadamente compleja, diferentes investigaciones destacan que no en todos los conflictos armados se comete violencia sexual.

Dara Kay Cohen, Amelia Hoover Greeen y Elisabeth Jean Wood destacan que los niveles de violencia sexual varían enormemente en los diferentes conflictos y entre los distintos actores armados que participan en las guerras. Así pues, la violencia sexual no es una maldición bíblica ineludible en cualquier guerra. La violencia sexual como cualquier construcción social del patriarcado puede ser perseguida y castigada, pero también evitada y prevenida. Debería ser una prioridad política hacerle frente, tal y como las mujeres que le hacen frente exigen continuamente.

* María Villellas es investigadora en la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona

NODO 50+ COMCOSUR MUJER No. 461 – 19/08/2015
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“El perdón no se puede lanzar al aire, a ver si cae en la cabeza de quien corresponde” – Luis Pérez Aguirre
(Tomado del libro A campo traviesa. Los caminos de Mario Costa)
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