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IZQUIERDA Y PROGRESISMO, LA GRAN DIVERGENCIA

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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL

REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS

AÑO 13 – Nº 656 / Lunes 30 de Diciembre de 2013

Producción: Andrés Capelán

Coordinación: Carlos Casares

COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR

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Debido a las inclemencias del tiempo (y del tiempo), los integrantes
de

COMCOSUR nos hemos visto en la necesidad de tomarnos vacaciones

durante el próximo mes de enero. Si no sucede algo que lo amerite
antes,

retomaremos el contacto con ustedes el lunes 3 de febrero. Son
nuestros

deseos que el 2014 nos encuentre nuevamente juntos y con las
esperanzas

renovadas. Hasta entonces.

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HOY:

1) LAS CAUSALIDADES EN EL “CASO GOMENSORO”

2) IZQUIERDA Y PROGRESISMO, LA GRAN DIVERGENCIA

3) AMÉRICA LATINA, LA INJERENCIA SILENCIOSA

4) CÓMO PERDIÓ OCCIDENTE EL RESPETO AL DERECHO INTERNACIONAL

5) CONTRA LAS ESTATUAS DE LENIN

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“El mundo no necesita alternativas de desarrollo sino alternativas
al desarrollo.

El mundo no precisa aprovechar “mejor” el capitalismo, sino
transformarlo.”

. Renée Ramírez Gallegos

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1) LAS CAUSALIDADES EN EL “CASO GOMENSORO”

Roger Rodríguez

Se designó una nueva Jueza y un nuevo Fiscal para liberar al coronel
Juan Carlos Gómez

El 15 de febrero de 2013, el mismo día en que dentro de la Suprema
Corte de Justicia se produjeron los incidentes tipificados como
“asonada” por los que fueron procesados siete ciudadanos que
protestaban contra el traslado de la jueza Mariana Mota a un juzgado
civil, también firmaba su traslado a Paso de los Toros la jueza Karen
Isabel Cuadrado Fernández Chávez, quien el pasado viernes resolvió
liberar de la cárcel al coronel Juan Carlos Gómez… Fue una de
varias casualidades.

1 – LA SUSTITUTA

Karen Cuadrado Fernández Chávez sustituyó en el juzgado isabelino a
Lilián Elhorriburu, quien en agosto de 2010 había dictado el
procesamiento con prisión de los coroneles Juan Carlos Gómez y José
Nino Gavazzo por el homicidio de Roberto “Tito” Gomensoro Josman,
muerto en la tortura en marzo de 1973, cuyo cuerpo fue fondeado con
rocas en el lago de Rincón del Bonete y, cuando emergió de las
aguas, terminó enterrado como “N.N.” en el cementerio local.

La decisión judicial se basó en el único testigo presencial, un
militante tupamaro que estaba preso en Rivera y fue trasladado esos
días al Batallón de Ingenieros Nº 3 donde dijo escuchar la muerte
de Gomensoro en manos de Gómez, por orden directa de Gavazzo. La
decisión de Elhorriburu había sido ratificada en setiembre de 2011
por el Tribunal de Apelaciones de 2º turno que integraban los
reconocidos ministros William Corujo, Alfredo Gómez Tedeschi y José
Balcaldi.

El pronunciamiento de la jueza Elhorriburu, se había basado en la
acusación de la fiscal Angelita Romano Trosino, representante del
ministerio público en la ciudad de Paso de los Toros desde enero de
2009, cuando fue designada con la firma del presidente Tabaré
Vázquez. Elhorriburu, quien rechazó todos los recursos presentados a
favor de Gómez y Gavazzo, también terminó siendo trasladada por la
Suprema Corte de Justicia: la mandaron al juzgado de familia de 6º
turno de Pando.

2 – EL SUSTITUTO

Dos meses después que el Tribunal de Apelaciones de 2º turno
confirmara el fallo contra Gómez y Gavazzo, la fiscal Romano también
fue trasladada. Su envío a Lavalleja, en lugar de la Dra. Graciela
Peraza Furlán, fue extensamente justificado en la solicitud del
Fiscal de Corte, Jorge Díaz, quien elogió la capacidad técnica de
la fiscal y explicó que, como se trata de un enroque “horizontal”
(sin más jerarquía o salario), no se requería de aprobación
parlamentaria.

En el lugar de Romano, el Fiscal de Corte nombró al Dr. Fernando
Pérez D’Auria, quien se desempeñaba en Florida, casualmente la misma
ciudad de procedencia de la jueza Cuadrado. Pérez D’Auria debió a
renunciar a su cargo de presidente de la Liga de Fútbol de Florida,
pero se mantuvo como directivo departamental. Su hermano, Carlos, edil
del Partido Nacional y funcionario del BPS, casualmente fue nombrado
días antes como nuevo director del Museo Departamental de Florida.

Al reencontrarse en Paso de los Toros, la jueza Cuadrado Fernández
Chavez y el fiscal Pérez D’Auria, coincidieron en admitir la
presentación de nuevas pruebas solicitadas por la defensa del coronel
Juan Carlos Gómez, quien ya había recibido el apoyo del Comandante
en Jefe del Ejército, general Pedro Aguerre, y del mismísimo
Ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, quien
terminó por protagonizar un “incidente” con la jueza Elhorriburu.

3 – LOS GARANTES

En nota del 25 de junio de 2012, el general Aguerre se limitó a
reiterar lo que había dicho el informe sobre desaparecidos que el
Ejército entregó al presidente Vázquez en 2005: dijo que Gomensoro
murió a pocas horas de ser llevado al cuartel La Paloma (Cerro)
perteneciente al Batallón de Artillería 1, pero no respondió el
cuestionario judicial que le preguntaba quién pidió la captura de
Gomensoro, quién inventó su fuga, quién admitió su muerte y a
quién se entregó su cuerpo.

En agosto de 2012, Fernández Huidobro, salió en defensa de Gómez
(como lo hizo con el coronel Carlos Calcagno) y suscribió la
hipótesis del Ejército. Contradecía un informe publicado el 30 de
marzo de 1995 en “Mate Amargo” (publicación que Fernández
dirigía), donde el periodista Oscar Montaño instaló la hipótesis
de que el cuerpo de Rincón del Bonete fuera Gomensoro. Se basó en
las denuncias sobre las torturas en Paso de los Toros y el testimonio
de un preso que escuchó a dos soldados decir: “El rubio la
quedó…”

También testificaron en favor del coronel Gómez los abogados Carlos
Ramela Regules y Gonzalo Fernández, y el ex comandante del Ejército,
Ángel Bertolotti. Los tres insistieron en la versión de que
Gomensoro murió en el cuartel de La Paloma, según les dijeron los
informantes militares consultados para elaborar el informe de la
Comisión para la Paz. Las mismas fuentes que les mintieron que el
cuerpo de María Claudia García de Gelman estaba “con un noventa y
nueve por ciento” de certeza en el Batallón 14.

4 – EL CONTRAFALLO

Con los calificados testimonios que el coronel Gómez había obtenido,
su abogado Alberto Sanes, buscó descalificar al testigo presencial y
lo logró al contradecir una versión de que Gomensoro fue castrado y,
gracias a la versión de otro tupamaro preso en Rivera aquellos días,
pudo poner en duda si el testigo realmente fue trasladado alguna vez a
paso de los Toros… El broche final fue la sorpresiva y casual
aparición de otro testigo que en 1973 dijo que estaba en el cuartel
de Paso de los Toros.

La nueva prueba fue suficiente para que, apoyada por el fiscal
Fernando Pérez D’Auria, la jueza Karen Cuadrado Fernández Chávez
contradijera la instrucción de su antecesora Lilián Elhorriburu y
del Tribunal de Apelaciones de 2º Turno, para resolver dejar en
libertad al militar, a quien probablemente pudo conocer en su ciudad
de origen, Maldonado, donde el coronel Juan Carlos Gómez, se
desempeñó como jefe de policía departamental entre 1981 y 1985
(tuvo allí a su cargo la seguridad de un importante encuentro del
BID).

La sentencia de la Dra. Cuadrado Fernández Chávez, sostenida por el
fiscal Pérez D’Auria, terminó por avalar la teoría de que Roberto
Gomensoro Josman habría muerto en el cuartel de La Paloma del
Batallón de Artillería 1, donde operaba la OCOA (Oficina
Coordinadora de Operaciones Antisubversivas) e intervenía el SID
(Servicio de Información y Defensa). Pero se sigue sin explicar por
qué el cuerpo de un preso supuestamente muerto en Montevideo fue
llevado a Paso de los Toros para hacerlo desaparecer.

5 – LA VÍCTIMA

Roberto Gomensoro Josman nació el 20 de enero de 1949. Era estudiante
y docente de la cátedra de Microbiología de la Facultad de
Agronomía, dirigente de la FEUU y militante del Movimiento 26 de
Marzo. Tenía 24 años aquel 12 de marzo de 1973, cuando agentes
vestidos de civil que se identificaron como “Fuerzas Conjuntas” lo
detuvieron en su domicilio de Montevideo y lo llevaron en un
“camello” del Ejército custodiado por un jeep militar.

Su cuerpo fue encontrado cinco días después, el 18 de marzo, a
orillas del lago de Rincón del Bonete, por el propietario de un campo
lindero al Batallón de Ingenieros Nº 3 de Paso de los Toros. Estaba
atado con alambres gruesos, rodeado con una malla de alambre nuevo y
asegurado con tres pesadas piedras con intención de fondearlo en el
lago. Fue enterrado sin nombre (N.N.) en la tumba 10.936, cuadro 7,
del cementerio de Paso de los Toros.

El cuerpo de Gomensoro sufrió una segunda desaparición en diciembre
del año 2000 cuando un equipo de investigadores del Servicio Paz y
Justicia (SERPAJ) localizó la tumba y pidió su exhumación al
entonces intendente Heber Da Rosa del Partido Nacional. Alguien
removió el cuerpo y solo se logró identificarlo por ADN porque el
forense de la época, Dr. Emilio Laca, se quedó para adorno de su
oficina con el cráneo del muerto al que hizo la autopsia en 1973.

6 – EL LIBERADO

Juan Carlos Gómez se destacó como estudiante, fue primero de su
promoción y abanderado en la Escuela Militar. En 1957 ingresó a
Caballería, arma de su padre el coronel Andrés Gómez Larcebó,
quien durante las inundaciones de 1959 integró el Comando de
Emergencia de Paso de los Toros, donde el general Líber Seregni era
jefe de Estado Mayor. El reconocimiento a Andrés Gómez hizo que le
designaran árbitro de lances caballerescos (duelos) de la época.

Su hijo, en cambio, fue uno de los principales represores del Partido
Comunista Revolucionario (PCR), cuyos militantes le denuncian como
torturador en el Batallón de Caballería Nº 4. Sirvió en el
Regimiento de Caballería 8, estuvo en Buenos Aires en 1976, fue mando
en el Penal de Libertad, y jefe de policía de Maldonado, designado
por el dictador Gregorio “Goyo” Álvarez, principal referente del
polémico Regimiento Simbólico San Jorge, del que tras su retiro
Gómez pasó a ser jefe.

El coronel Gómez era conocido como “el carretilla de plata” por
un implante metálico que le pusieron en el rostro cuando sufrió una
lesión durante una misión en el exterior. Miembro de la promoción
“Gral. Melchor Pacheco y Obes” se integró a las Fuerzas Conjuntas
durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco. En 1973 estaba en Durazno
(donde aquel 24 de mayo también asesinaron a Oscar Fernández
Mendieta), pero solía pernoctar en el Batallón de Ingenieros Nº 3,
donde actuaba la OCOA de la División de Ejército III.

7 – LA CAUSALIDAD

Las casualidades parecen rodear todo el caso, desde el momento que la
jueza que en el año 2001 recibió la primer denuncia de SERPAJ y con
su instrucción logró que se identificara el cuerpo de Roberto
Gomensoro Josman, fue la misma Dra. Adriana De los Santos, quien hoy
actúa en el juzgado contra el crimen organizado (en el lugar que
dejó el ahora Fiscal de Corte Jorge Díaz) y el sábado pasado
resolvió el encarcelamiento de los socios de Pluna: Matías Campiani,
Sebastián Hirsch, Artuto Álvarez Demalde y Pablo Seitún.

Y también resulta otra casualidad que el actuante por el ministerio
público en el caso Pluna, quien pidió procesar al ministro de
Economía, Fernando Lorenzo y al presidente del Brou, Fernando
Calloia, sea el fiscal Juan Gómez (actual presidente de la
Asociación de Magistrados del Ministerio Público), quien fuera
designado por el propio Fiscal de Corte, Jorge Díaz, para -en otra
polémica decisión- sustituir a Ricardo Perciaballe, quien terminó
-casualmente como la jueza Mota- en una oficina del ámbito civil.

Curiosamente, ahora, el destino de Lorenzo y Calloia quedó en manos
de los ministros de la controvertida Suprema Corte de Justicia,
quienes resolverán si, como denuncia el abogado defensor Amadeo
Otatti, es inconstitucional el amplio delito de “abuso de
funciones” por el que en su momento fueron, casualmente, procesados
el ministro Enrique Braga, los intendentes Benito Stern y Andrés
Arocena, y el presidente de Ose Juan Justo Amaro, entre otros…

LUNES 30 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR

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2) IZQUIERDA Y PROGRESISMO, LA GRAN DIVERGENCIA

Eduardo Gudynas (Alai)

Uno de los mayores cambios políticos vividos en América Latina en
los últimos veinte años fue el surgimiento y consolidación de los
gobiernos de la nueva izquierda. Más allá de la diversidad de esas
administraciones y de sus bases de apoyo, comparten atributos que
justifican englobarlos bajo la denominación de “progresistas”.
Son expresiones vitales, propias de América Latina, en cierta manera
exitosas, pero ancladas en la idea de progreso. Su empuje, e incluso
su éxito, está llevando a que esté en marcha una divergencia entre
este progresismo con muchas de las ideas y sueños de la izquierda
latinoamericana clásica.

Para analizar estas circunstancias es necesario tener muy presente la
magnitud del cambio político que se inició en América Latina en
1999 con la primera presidencia de Hugo Chávez, y que se consolidó
en los años siguientes en varios países vecinos. Quedaron atrás los
años de las reformas de mercado, y regresó el Estado a desempeñar
distintos roles. Se implantaron medidas de urgencia para atacar la
pobreza extrema, y su éxito ha sido innegable en casi todos los
países. Vastos sectores, desde movimientos indígenas a grupos
populares urbanos, que sufrieron la exclusión por mucho tiempo,
lograron alcanzar el protagonismo político.

Es también cierto que esta izquierda latinoamericana es muy variada,
con diferencias notables entre Evo Morales en Bolivia y Lula da Silva
en Brasil, o Rafael Correa en Ecuador y el Frente Amplio de Uruguay.
Estas distintas expresiones han sido rotuladas como izquierdas
socialdemócrata o revolucionaria, vegetariana o carnívora, nacional
popular o socialista del siglo XXI, y así sucesivamente. Pero estos
gobiernos, y sus bases de apoyo, no sólo comparten los atributos
ejemplificados arriba, sino también la idea de progreso como elemento
central para organizar el desarrollo, la economía y la apropiación
de la Naturaleza.

El progresismo no sólo tiene identidad propia por esas posturas
compartidas, sino también por sus crecientes diferencias con los
caminos trazados por la izquierda clásica de América Latina de fines
del siglo XX. Es como si presenciáramos regímenes políticos que
nacieron en el seno del sendero de la izquierda latinoamericana, pero
a medida que cobraron una identidad distinta están construyendo
caminos que son cada vez más disímiles. Es posible señalar, a
manera de ejemplo, algunos puntos destacados en los planos económico,
político, social y cultural.

La izquierda latinoamericana de las décadas de 1960 y 1970 era una de
las más profundas críticas del desarrollo convencional. Cuestionaba
tanto sus ideas fundamentales, incluso con un talante
anti-capitalista, y rechazaba expresiones concretas, en particular el
papel de ser meros proveedores de materias primas, considerándolo
como una situación de atraso. También discrepaba con instrumentos e
indicadores convencionales, tales como el PBI, y se insistía que
crecimiento y desarrollo no eran sinónimos.

El progresismo actual, en cambio, no discute las esencias conceptuales
del desarrollo. Por el contrario, festeja el crecimiento económico y
defiende las exportaciones de materias primas como si fueran avances
en el desarrollo. Es cierto que en algunos casos hay una retórica de
denuncia al capitalismo, pero en la realidad prevalecen economías
insertadas en éste, en muchos casos colocándose la llamada
“seriedad macroeconómica” o la caída del “riesgo país” como
logros. La izquierda clásica entendía las imposiciones del
imperialismo, pero el progresismo actual no usa esas herramientas de
análisis frente a las desigualdades geopolíticas actuales, tales
como el papel de China en nuestras economías. La discusión
progresista apunta a cómo instrumentalizar el desarrollo y en
especial el papel del Estado, pero no acepta revisar las ideas que
sostienen el mito del progreso. Entretanto, el progresismo retuvo de
aquella izquierda clásica una actitud refractaria a las cuestiones
ambientales, interpretándolas como trabas al crecimiento económico.

La izquierda latinoamericana de las décadas de 1970 y 1980 incorporó
la defensa de los derechos humanos, y muy especialmente en la lucha
contra las dictaduras en los países del Cono Sur. Aquel programa
político maduró, entendiendo que cualquier ideal de igualdad debía
ir de la mano con asegurar los derechos de las personas. Ese aliento
se extendió, y explica el aporte decisivo de las izquierdas en
ampliar y profundizar el marco de los derechos en varios países. En
cambio, el progresismo no expresa la misma actitud, ya que cuando se
denuncian derechos violados en sus países, reaccionan defensivamente.
Es así que cuestionan a los actores sociales reclamantes, a las
instancias jurídicas que los aplican, incluyendo en algunos casos al
sistema interamericano de derechos humanos, e incluso a la propia idea
de algunos derechos.

Aquella misma izquierda también hizo suya la idea de la democracia,
otorgándole prioridad a lo que llamaba su profundización o
radicalización. Su objetivo era ir más allá de la simples
elecciones nacionales, buscando consultas ciudadanas directas más
sencillas y a varios niveles, con mecanismos de participación
constantes. Surgieron innovaciones como los presupuestos
participativos o los plebiscitos nacionales. El progresismo, en
cambio, en varios sitios se está alejando de aquel espíritu para
enfocarse en mecanismos electorales clásicos. Entiende que con las
elecciones presidenciales basta para asegurar la democracia, festeja
el hiperpresidencialismo continuado en lugar de horizontalizar el
poder, y sostiene que los ganadores gozan del privilegio de llevar
adelante los planes que deseen, sin contrapesos ciudadanos. A su vez,
recortan la participación exigiendo a quienes tengan distintos
intereses que se organicen en partidos políticos y esperen a la
próxima elección para sopesar su poder electoral.

La izquierda clásica de fines del siglo XX era una de las más duras
luchadoras contra la corrupción. Ese era una de los flancos más
débiles de los gobiernos neoliberales, y la izquierda lo aprovechaba
una y otra vez (“nos podremos equivocar, pero no robamos”, era uno
de los slogans de aquellos tiempos). En cambio, el progresismo actual
no logra repetir ese mismo ímpetu, y hay varios ejemplos donde no ha
manejado adecuadamente los casos de corrupción de políticos claves
dentro de sus gobiernos. Asoma una actitud que muestra una cierta
resignación y tolerancia.

Otra divergencia que asoma se debe a que la izquierda latinoamericana
luchó denodadamente por asegurar el protagonismo político de grupos
subordinados y marginados. El progresismo inicial se ubicó en esa
misma línea, y conquistó los gobiernos gracias a indígenas,
campesinos, movimientos populares urbanos y muchos otros actores.
Dieron no sólo votos, sino dirigentes y profesionales que permitieron
renovaron las oficinas estatales. Pero en los últimos años, el
progresismo parece alejarse de muchos de estos movimientos populares,
ha dejado de comprender sus demandas, y prevalecen posturas defensivas
en unos casos, a intentos de división u hostigamiento en otros. El
progresismo gasta mucha más energía en calificar, desde el palacio
de gobierno, quién es revolucionario y quién no lo es, y se ha
distanciado de organizaciones indígenas, ambientalistas, feministas,
de los derechos humanos, etc. Se alimenta así la desazón entre
muchos en los movimientos sociales, quienes bajo los pasados gobiernos
conservadores eran denunciados como izquierda radical, y ahora, bajo
el progresismo, son criticados como funcionales al neoliberalismo.

La izquierda clásica concebía a la justicia social bajo un amplio
abanico temático, desde la educación a la alimentación, desde la
vivienda a los derechos laborales, y así sucesivamente. El
progresismo en cambio, se está apartando de esa postura ya que
enfatiza a la justicia como una cuestión de redistribución
económica, y en especial por medio de la compensación monetaria a
los sectores más pobres y el acceso del consumo masivo al resto. Esto
no implica desacreditar el papel de ayudas en dinero mensuales para
sacar de la pobreza extrema a millones de familias. Pero la justicia
es más que eso, y no puede quedar encogida a un economicismo de la
compensación.

Finalmente, en un plano que podríamos calificar como cultural, el
progresismo elabora diferentes discursos de justificación política
pero que cada vez tienen mayores distancias con las prácticas de
gobierno. Se proclama al Buen Vivir pero se lo desmonta en la
cotidianidad, se llama a industrializar el país pero se liberaliza el
extractivismo primario exportador, se critica el consumismo pero se
festejan los nuevos centros comerciales, se invocan a los movimientos
sociales pero se clausuran ONGs, se felicita a los indígenas pero se
invaden sus tierras, y así sucesivamente.

Estos y otros casos muestran que el progresismo actual se está
separando más y más de la izquierda clásica..El nuevo rumbo ha sido
exitoso en varios sentidos gracias a los altos precios de las materias
primas y el consumo interno. Pero allí donde esos estilos de
desarrollo generan contradicciones o impactos negativos, estos
gobiernos no aceptan cambiar sus posturas y, en cambio, reafirman el
mito del progreso perpetuo. A su vez, contribuyen a mercantilizar la
política y la sociedad con su obsesión en la compensación
económica y su escasa radicalidad democrática.

El progresismo como una expresión política distintiva se hace
todavía más evidente en tiempo de elecciones. En esas circunstancias
parecería que varios gobiernos abandonan los intentos de explorar
alternativas más allá del progreso, y prevalece la obsesión con
ganar la próxima elección. Eso los lleva a aceptar alianzas con
sectores conservadores, a criticar todavía más a los movimientos
sociales independientes, y a asegurar el papel del capital en la
producción y el comercio.

El progresismo es, a su manera, una nueva expresión de la izquierda,
con rasgos típicos de las condiciones culturales latinoamericanas, y
que ha sido posible bajo un contexto económico global muy particular.
No puede ser calificado como una postura conservadora, menos como un
neoliberalismo escondido. Pero no se ubica exactamente en el mismo
sendero que la izquierda construía hacia finales del siglo XX. En
realidad se está apartando más y más a medida que la propia
identidad se solidifica.

Esta gran divergencia está ocurriendo frente a nosotros. En algunos
casos es posible que el progresismo rectifique su rumbo, retomando
algunos de los valores de la izquierda clásica para buscar otras
síntesis alternativas que incorporen de mejor manera temas como el
Buen Vivir o la justicia en sentido amplio, lo que en todos los casos
pasa por desligarse del mito del progreso. Es dejar de ser progresismo
para volver a construir izquierda. En otros casos, tal vez decida
reafirmarse como tal, profundizando todavía más sus convicciones en
el progreso, cayendo en regímenes hiperpersidenciales,
extractivistas, y cada vez más alejados de los movimientos sociales.
Este es un camino que lo aleja definitivamente de la izquierda.

-Eduardo Gudynas es analista en CLAES (Centro Latino Americano de
Ecología Social), Montevideo. Twitter: @EGudynas

LUNES 30 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR

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3) AMÉRICA LATINA, LA INJERENCIA SILENCIOSA

Juan Manuel Karg (Rebelión)

La reciente expulsión de Bolivia de la ONG danesa IBIS abrió nuevas
preguntas sobre el papel de las Organizaciones No Gubernamentales en
los países de América Latina y el Caribe, en especial en relación a
los gobiernos posneoliberales. A su vez, el anuncio de la salida de la
Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. -USAID- de Ecuador,
tras la cancelación de los proyectos que la misma estaba realizando
en ese país, mostró los límites de la “cooperación” que el
imperialismo pretende brindar en nuestros países.

¿Cuáles son las funciones que puede brindar una ONG en nuestros
países? ¿Hasta dónde se permite que las mismas puedan intervenir en
asuntos internos, sin menospreciar la soberanía del pueblo y del
gobierno en cuestión? Son preguntas que se han dado en estos días en
Bolivia, a raíz de la decisión del gobierno de Evo Morales de
expulsar del país a IBIS. Según declaró Juan Ramón Quintana,
Ministro de la Presidencia, la ONG danesa “abusó de la hospitalidad
de nuestro Estado y ya nos hemos cansado de que interprete de manera
errada su papel en el país, el cual se limita al desarrollo de las
comunidades”.

Quintana afirmó que esta no era una “decisión caprichosa”, al
decir que el gobierno boliviano cuenta con pruebas fehacientes de los
intentos de IBIS de incidir en la coyuntura política del país.
“IBIS no estaba promoviendo el desarrollo, sino que operaba
políticamente diciendo que el gobierno del presidente Evo Morales
está extraviado, desorientando a las organizaciones sociales”,
fueron sus palabras sobre esta ONG cuestionada, que ya había sido
eyectada de forma similar -es decir, por los mismos motivos- de
Ecuador. Las palabras de Quintana dejaron algo bien claro: en la
decisión del gobierno boliviano primó un intento -casi instintivo-
de salvaguardar la soberanía de un país (y un gobierno) que ha sido,
durante estos años, de los más asediados de nuestro continente.

Al mismo tiempo en que sucedía esto, desde Quito se producían
novedades relacionadas con la presencia de USAID en Ecuador. Es que,
en estos días, llegan a su fin diversos programas de “ayuda
económica-técnica” entre ambos, que habían sido firmados en el
año 2007, durante la primer presidencia de Rafael Correa. De acuerdo
a la información brindada por la agencia de noticias Reuters, USAID
envió a Quito una carta para comunicar la cancelación de su ayuda
por la imposibilidad de llegar a un acuerdo bilateral sobre su
distribución. Según Reuters, USAID también habría aludido a la
decisión de las autoridades ecuatorianas de no aceptar nuevos
proyectos ni ampliar los ya existentes como razón para cancelar su
ayuda.

El canciller Ricardo Patiño fue claro al respecto, al cuestionar los
programas firmados, llamándolos “poco transparentes”. Incluso fue
más allá, afirmando que “si USAID decidió irse, no les vamos a
rogar que regresen”. Así, y sin mencionar directamente el caso,
puso en consideración lo sucedido en Bolivia, al afirmar que
“conocemos algunas malas experiencias que USAID ha tenido con
algunos países hermanos, en donde ha habido clara intervención,
participación de funcionarios de la entidad, en actuaciones de
desestabilización”. Fue el 1° de mayo de este año cuando, en un
acto público relacionado con el Día Internacional de los
Trabajadores, Morales anunció la expulsión de USAID de Bolivia por
“conspirar” contra su gobierno. Al justificar su decisión ante
los medios, el mandatario boliviano había afirmado que «se trata de
una cuestión de soberanía, de seguridad para el Estado» .

Como primera conclusión, una certeza: no es casual que ambos
gobiernos adopten medidas similares frente a estos intentos de
injerencia externa. Se trata de dos de los procesos de cambio social
más radicales que tienen lugar en nuestro continente. Son, por esto
mismo, experiencias por demás asediadas por un imperialismo que
intenta avanzar sobre aquello a lo que no puede controlar. Las
respuestas, por tanto, muestran una madurez creciente de estos
procesos.

Quedan algunas preguntas: ¿Hasta que punto se pueden llegar a
acuerdos con estos actores, visto y considerando los casos que
mencionáramos en este artículo, sin dañar la soberanía nacional?
¿Cuál podría ser el interés de los gobiernos de América Latina y
el Caribe en establecer, de acá en más, “cooperación” con
agencias que, como vemos, presentan una difusa reputación
democrática en nuestra región? ¿Pueden las ONG´s y agencias como
USAID actuar “despojados” de un fin político que pareciera ser el
fundamento de su propia existencia?

Los gobiernos posneoliberales de nuestro continente deberán analizar
seriamente estos tópicos. Se trata, ni más ni menos, que de
salvaguardar la soberanía de estos países, intentando evitar errores
geopolíticos que puedan dar pie a una posible -y peligrosa-
restauración conservadora en la región, para la que ya están
trabajando firmemente los gobiernos de la Alianza del Pacífico.

Juan Manuel Karg. Licenciado en Ciencia Política UBA. Investigador
del Centro Cultural de la Cooperación

LUNES 30 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR

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4) CÓMO PERDIÓ OCCIDENTE EL RESPETO AL DERECHO INTERNACIONAL

Robert Fisk (ICH/The Independent)

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Odd Karsten Tveit siempre fue un muchacho muy obsesivo. Cada vez que
cubría una historia, siempre quería investigar más, estudiar más,
escuchar otro relato de horror, un chiste más, un hecho histórico
más. Todos cubrimos la historia de las guerras de Israel en el
Líbano, en 1978, en 1982, en 1996, en 2006. Con el pasar de los
años, cubrí la historia de los torturadores israelíes en la cárcel
Khiam en el sur del Líbano, la masiva prisión en Ansar en 1982, los
horrendos interrogatorios de prisioneros libaneses y palestinos. Sus
detallados interrogatorios de víctimas de la tortura –colgados de
sus brazos, electrocutados, en un caso aparentemente violado y en otro
maltratado en un hospital israelí – tienen irresistible poder para
convencer. No solo cubrió los eventos en el terreno en el sur del
Líbano, también entrevistó veteranos israelíes en el propio
Israel.

Informó constantemente en la televisión y la radio noruega; quería
saber tanto sobre la cruel guerra de guerrilla israelí-Hizbulá que
realmente se tomó el tiempo de servir en el batallón noruego en las
Naciones Unidas en el sur del Líbano, llevando la boina azul. Fue una
verdadera obsesión.

Es un relato terrible, historias que perturbaron a muchos de los
mantenedores de la paz de la ONU, especialmente a doctores militares,
a medida que aumentaba la evidencia de la brutalidad israelí contra
prisioneros en el Líbano y dentro del propio Israel. Un oficial
noruego incluso partió del Líbano vía Tel Aviv con un informe
mecanografiado pegado a su pecho para que lo viera un ministro del
gobierno noruego.

Prisioneros en Ansar fueron groseramente maltratados. Afuera de los
muros de la prisión Khiam, visité a un puesto de supervisores de la
verdad desarmados de la ONU quienes me contaron que podían escuchar
de noche los gritos de hombres y mujeres torturados. Karsten hizo lo
mismo. Interrogadores israelíes estaban presentes, dice Karsten.
Israel negó la responsabilidad, diciendo que Khiam estaba bajo el
control de su milicia libanesa local. La ONU no les creyó.

También hay historias de gran valor. Dos de los cuatro hombres que
lograron escapar de Khiam fueron perseguidos durante la noche y solo
llegaron a Beirut con la ayuda secreta de soldados de la ONU. Habían
sido inspirados por escapes aliados de los campos de prisioneros en la
Segunda Guerra Mundial. “Los prisioneros de Stalag III habían
logrado conseguir equipamiento sobornando a un guardia alemán”,
escribe Karsten. “En Khiam, un intento semejante probablemente
hubiera significado más tortura y confinamiento en la ‘jaula de
pollos’, utilizada para un castigo extra-severo.”

Los prisioneros libaneses retenidos en Israel –ilegalmente según el
derecho internacional– solo consiguieron que sus casos fueran
escuchados gracias a un abogado israelí. Muchos fueron recluidos
durante años sin proceso, como estaban en Khiam, desnudos durante los
interrogatorios, sin que se permitieran visitas de la Cruz Roja
Internacional, con heridas sin tratamiento durante días.

Y me pregunté, leyendo esa vergonzosa narrativa, por qué nos
sorprendimos tanto cuando descubrimos que los militares
estadounidenses estaban torturando y matando prisioneros en Iraq y
Afganistán. Karsten dice en un punto que soldados israelíes en la
zona de ocupación en el sur del Líbano –los israelíes la llamaban
una ‘zona de seguridad’, una descripción repetida cobardemente
por muchos periódicos– eran nacionales israelíes-estadounidenses.
¿Sirvieron también algunos de ellos en el ejército estadounidense
en Iraq?

El campo de prisión masiva en Ansar suena como una versión sofocante
de Guantánamo. Y cuando EE.UU. vetó repetidamente resoluciones del
Consejo de Seguridad de la ONU condenando el tratamiento dado por
Israel a civiles libaneses, me pregunté si de alguna manera fue el
momento en el cual los gobiernos estadounidenses perdieron su respeto
por el derecho internacional – como lo mostraron en su tratamiento
de prisioneros en Iraq y Afganistán (o en la propia invasión
iraquí).

Hay detalles dolorosos del tormento de rehenes occidentales en el
Líbano y los despiadados juicios de delatores por Hizbulá. No hay
muchos tipos buenos en los informes de Karsten. A fin de cuentas,
resultó que los prisioneros de los israelíes también eran rehenes
–los israelíes los llamaban “cartas de cambio”, otra frase
utilizada libremente por la prensa– y fueron liberados para lograr
la liberación de prisioneros israelíes o sus cuerpos.

Khiam dejó de existir hace tiempo. La guerra en el Líbano está
ahora superada con mucho por el baño de sangre en Siria. El trabajo
de Karsten es un recuerdo de que la crueldad no tiene fronteras
geográficas. ¿Cuánto más hay que aprender sobre los horrores del
Líbano? ¿O Afganistán? ¿O Iraq? ¿O Siria?

Los parecidos con Irlanda no son tan claros

Veo que Mustafá Barguti, el líder de la Iniciativa Nacional
Palestina –que no tiene tratos con Hamás ni son la Autoridad
Palestina– ha hablado en Dublín sobre los parecidos de la historia
irlandesa y palestina. “Encuentro gran similitud entre la lucha del
pueblo irlandés y la lucha palestina por la independencia y la
libertad”, dice. Merece una respuesta: