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PERPETUA PARA EL ASESINO DEL ETERNAUTA

1) Argentina condena a secuestradores de Oesterheld, Conti y Gleyzer
2) La disputa por el Atlántico Sur
3) Deshielo en el trópico
4) El caos en Libia tras la “intervención modelo”
5) El último clavo en el ataúd de la Primavera Árabe

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 14 / Nº 702 / Lunes 22 de Diciembre de 2014 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / Apoyo técnico: Carlos Dárdano / COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR /
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Argentina condena a secuestradores de Oesterheld, Conti y Gleyzer
Alejandro Rebossio (El País de Madrid)

La justicia sentencia a prisión perpetua a los cuatro verdugos del historietista Héctor Oesterheld, el escritor Haroldo Conti y el cineasta Raymundo Gleyzer

Los familiares de tres de los numerosos artistas desaparecidos en la última dictadura militar de Argentina (1976-1983) consiguieron este jueves algo de reparación. Un tribunal de Buenos Aires condenó a cadena perpetua a los cuatro represores que secuestraron y torturaron a uno de los historietistas más reconocidos de la historia argentina, Héctor Oesterheld, al escritor Haroldo Conti, al documentalista Raymundo Gleyzer y a otras 200 víctimas del centro clandestino de detención El Vesubio, que estaba situado en la periferia de la capital. Los cuatro sentenciados son el excarcelero Néstor Cendón y los exmilitares Gustavo Cacivio, Jorge Crespi y Federico Minicucci, aunque estos últimos dos permanecerán bajo arresto domiciliario por ser mayores de 70 años y estar enfermos.

Se presume que el porteño Oesterheld, creador de los cómics ‘El Eternauta’, ‘Mort Cinder’, ‘Sherlock Time’, ‘Ernie Pike’ y ‘Sargento Kirk’, fue asesinado en 1978 a los 58 años, después de que el régimen de Jorge Videla lo detuviera en forma ilegal en 1977. Ante el golpe militar de 1976, Oesterheld y sus cuatro hijas habían comenzaron a militar en la guerrilla peronista de izquierda Montoneros. Él llegó a ser su jefe de prensa. En la década del 60, cuando ya era un historietista cuarentón y reconocido dentro y fuera de su país, había comenzado a escribir tiras con compromiso político. De aquel tiempo se recuerdan una sobre el Che Guevara y otra sobre Eva Perón, que fue censurada por la dictadura que rigió en Argentina entre 1966 y 1973. En 1974 llegó a publicar en ‘Noticias’, el periódico de los Montoneros, que por entonces estaban enfrentados al Gobierno de Isabel Perón (1974-1976), sostenida por el peronismo de derecha, y eran perseguidos por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).

Oesterheld, sus hijas, yernos y nietos fueron desaparecidos por la última dictadura que asoló este país. El historietista pasó por El Vesubio, que en forma irónica era apodado Sheraton por los propios prisioneros. En su honor se festeja en Argentina el día del historietista los 4 de septiembre, porque en esa fecha de 1957 él fundó la revista ‘Hora Cero Semanal’ con el estreno de ‘El Eternauta’, tira que dibujada Francisco Solano López. Con el tiempo, el personaje extraterrestre Eternauta comenzó a convertirse en un caudillo que venía a liberar al pueblo de la opresión. Por eso y por la militancia política de su autor, los peronistas kirchneristas crearon en los años 2000 la imagen del Néstornauta, que es el rostro del expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) dentro de la escafandra del Eternauta. En paredones de las calles de Buenos Aires o en Internet se ve la figura del Néstornauta como parte de la iconografía kirchnerista.

Conti y Gleyzer, en cambio, habían militado en el marxista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), brazo político del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en aquellos años de Guerra Fría, dictaduras y rebeliones en toda Latinoamérica. Conti, autor de novelas como ‘Sudeste’, ‘Alrededor de la jaula’, ‘En vida’ y ‘Mascaró, el cazador americano’, había militado de joven en la derecha nacionalista, pero con los años descubrió otras expresiones políticas para defender los intereses populares. ‘En vida’, de 1971, recibió en España el premio Barral, cuyo jurado estaba integrado por Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, entre otros. Oriundo de la pequeña ciudad pampeana de Chacabuco (191 kilómetros al oeste de Buenos Aires), dedicó algunos cuentos a ella, como ‘Las doce a Bragado’, pero vivió en la capital argentina desde que se marchó a estudiar la carrera de filosofía. Fue en Buenos Aires donde la dictadura lo secuestró en 1976, a los 50 años.

Gleyzer desapareció a los 34 años, también en 1976. En 1964 había grabado su primer documental, ‘La tierra quema’, sobre los campesinos de Brasil. Después trabajó cinco años para canales de televisión de Argentina. En 1970 convenció al entonces candidato presidencial mexicano Luis Echeverría , que gobernaría su país desde aquel año hasta 1976, de grabar con él un documental sobre la “revolución hecha institución”, pero Gleyzer lo sorprendió con una película de denuncia titulada ‘México, la revolución congelada’, que fue prohibida en aquel país y en Argentina. Dejó entonces de militar en el burocrático Partido Comunista y comenzó a hacerlo en el PRT, donde creó el colectivo Cine de la Base.

En tiempos de dictadura en Argentina, Gleyzer filmó en la clandestinidad los documentales ‘Swift 1971’, sobre el secuestro y la liberación del cónsul británico en Rosario y a la vez representante de la industria cárnica Swift, y ‘Ni olvido ni perdón: 1972, la masacre de Trelew’, que fue considerada el primer acto de terrorismo de Estado de la historia reciente de Argentina. En 1973 grabó ‘Los traidores’, la historia de un sindicalista que acababa defendiendo los intereses de la patronal, en lo que constituyó un mensaje implícito contra el entonces secretario general de la peronista Confederación General del Trabajo (CGT), Ignacio Rucci, asesinado ese año por Montoneros. Desde entonces Gleyzer fue perseguido por la Triple A. Con los militares en el poder, el cineasta desapareció. Pero su legado, como el de Oesterheld y Conti, está más vivo que nunca en estos años, sobre todo después de que Kirchner volviera a impulsar los juicios contra los criminales de la dictadura.

LUNES 22 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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2) La disputa por el Atlántico Sur
Raúl Zibechi (Alai)

“Las garras del cisne” se titula el libro recién publicado por Roberto Lopes, historiador militar formado en el Centro de Estudios de la Defensa Hemisférica de la Universidad de Defensa Nacional de los Estados Unidos. En su trabajo de casi 500 páginas, sólidamente documentado, Lopes detalla la ambición de la Marina de Brasil para la próxima década: pasar de ocupar un modesto vigésimo lugar en el mundo, al noveno, detrás de Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Inglaterra, India, Corea del Sur y Japón.

No se trata de una ambición insensata ni desmedida. Supone un conjunto de inversiones en el marco del Plan de Articulación y Equipamiento de la Marina de Brasil (PAEMB) que se propone adquirir o construir 61 navíos de superficie y 21 submarinos en los próximos 17 años, un promedio de tres a cuatro incorporaciones anuales. Pocos lo saben pero ese proyecto incluye la construcción en Brasil de seis submarinos nucleares (el primero ya está en fase de construcción) y 15 submarinos convencionales, de los cuales el primero será concluido en poco más de un año. Además se prevé la construcción de dos portaaviones en el país, con asistencia externa, igual que sucede con los submarinos gracias al acuerdo con Francia firmado en 2008.

Entre los planes estratégicos de la Marina se prevé construir una segunda escuadra que se agregue a la fondeada en Rio de Janeiro, que deberá situarse cerca de la desembocadura del Amazonas para cubrir las costas del norte. El rearme incluye treinta naves de escolta, dieciocho patrulleros oceánicos y 48 cazas de alta performance. A lo que debe sumarse el enorme avance de la industria aeronáutica que acaba de estrenar el carguero militar KC-390, destinado a sustituir al mítico Hércules 130 estadounidense, además de la firma de una acuerdo con la sueca Saab, que le permitirá a la Embraer construir cazas de última generación.

Nuevas armas para nuevas riquezas

“Brasil pretende pleitear en las Naciones Unidas, el bloqueo de un área en la Elevación Rio Grande, una cordillera submarina en el sur del país, a mil kilómetros de la costa de Rio de Janeiro”(Folha de São Paulo, 10 de febrero de 2013). La noticia apareció en la prensa brasileña días después de la VII Reunión Ministerial de la Zona de Cooperación y Paz del Atlántico Sur (ZOPACAS) pero los medios no vincularon ambos hechos. Se trata de la alianza creada el 27 de octubre de 1986 por iniciativa de Brasil, con el apoyo de Argentina, integrada por 24 países atlánticos, sudamericanos y africanos, que incluye dos países que integran los BRICS (Brasil y Sudáfrica).

Hasta ahora se venía hablando sobre los descubrimientos de petróleo “pre-sal” (yacimientos bajo una gruesa capa de sal) en el litoral brasileño, cerca del puerto de Santos, como razón para explicar el rearme de la Marina. Se trata de uno de los más importantes descubrimientos de hidrocarburos en la última década, lo que la Marina denomina como “Amazonia Azul”. Sin embargo, las riquezas en el fondo marino no habían sido tenidas en cuenta hasta hace poco tiempo.

La información revela que en esa región atlántica, a seis mil metros debajo de la superficie marina, la brasileña Compañía de Investigaciones de Recursos Minerales (CPRM por sus siglas en portugués), detectó la presencia de cobalto, níquel, manganeso, fosfato, gas metano y minerales raros. Brasilia ya envió cinco expediciones a la zona en la que pretende desarrollar actividades comerciales en apenas diez años, ante los indicios de que embarcaciones alemanas y rusas, tal vez chinas, están explorando la misma zona.

El próximo paso es pedir a la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISBA por sus siglas en inglés), el bloqueo de un área de tres mil kilómetros cuadrados que, en caso de ser aprobado, le dará a Brasil 15 años para investigar en exclusiva la zona. Roberto Ventura, director de geología y recursos minerales de la CPRM dijo: “Quien tenga los mapas y conozca las áreas potenciales y las áreas críticas va a tener más chances”, recordando que las riquezas minerales son finitas y que la explotación de los océanos será inevitable en un futuro cercano (Folha de São Paulo, 10 de febrero de 2013).

Rusia y Francia ya han pedido el bloqueo de una zona cercana a la cordillera de Rio Grande en tanto barcos chinos frecuentan la misma área. Por otro lado, ni Brasil ni los demás países atlánticos del sur cuentan con barcos apropiados para ese tipo de trabajos de exploración como los tienen China, Japón, Rusia y Alemania. Las cinco expediciones brasileñas han sido realizadas con barcos holandeses y japoneses.

En diciembre de 2010 la cancillería brasileña organizó una Mesa Redonda en Brasilia con el objetivo de revitalizar la alianza del Atlántico Sur. Se identificaron áreas para el desarrollo de proyectos comunes: “Mapear y explorar los fondos marinos, proteger y preservar los recursos del mar, transporte marítimo y aéreo, seguridad portuaria, cooperación en defensa y combate a crímenes transnacionales” (Ministerio das Relações Exteriores, 9 de diciembre de 2010).

El polémico control del Atlántico

En noviembre de 2010 se celebró la Cumbre de Lisboa de la OTAN, que supuso el reconocimiento de que la alianza militar se ha convertido en una fuerza con vocación de intervención global. La propuesta, encabezada por los Estados Unidos, prevé que los intereses occidentales pueden llevar a la alianza, inicialmente circunscrita al Atlántico Norte, a intervenir en cualquier lugar del planeta, según lo establece el documento “Strategic Concept For the Defence and Security of The Members of the North Atlantic Treaty Organisation” (www.nato.int/lisbon2010/strategic-concept-2010-eng.pdf)

Brasil respondió de inmediato. El ministro de Defensa, Nelson Jobim, mostró su preocupación por el riesgo de que la OTAN pueda realizar incursiones armadas en el Atlántico Sur, al que definió como “área geoestratégica de interés vital para Brasil”. El ministro fue claro al señalar que es necesario separar las cuestiones del Atlántico Norte de las del Sur, que merecen “respuestas diferenciadas, tanto o más eficientes y legítimas cuanto menos involucren a organizaciones o Estados extraños a la región” (Defesanet, 17 de setiembre de 2010).

Aseguró que las razones por la cuales se creó la OTAN “dejaron de existir” ya que desapareció la amenaza que representaba la Unión Soviética. Denunció que la OTAN se convirtió en “instrumento para el avance de los intereses de su miembro principal, los Estados Unidos”, y criticó de modo frontal “la extrema dependencia europea de las capacidades militares norteamericanas en el seno de la OTAN”, lo que le impide “constituirse en un actor geopolítico a la altura de su peso económico”.

El 3 de noviembre de ese año, en la apertura de la VII Conferencia de Seguridad Internacional Fuerte de Copacabana (Rio de Janeiro), patrocinada por la Fundación Konrad Adenauer de Alemania, el ministro Jobim dijo que Brasil y Sudamérica no pueden aceptar que Estados Unidos y la OTAN “se arroguen” el derecho de intervenir en cualquier parte del mundo y, de modo particular, de “cortar la línea” que separa al Atlántico Norte del Sur (Folha de São Paulo, 4 de noviembre de 2010).

Jobim rechazó la idea de “soberanías compartidas” sobre esta región que maneja el Pentágono: “¿Cuál es la soberanía que Estados Unidos quiere compartir, la de ellos o la nuestra? No seremos aliados de Estados Unidos para que ellos mantengan su papel en el mundo” y aseguró que “la política internacional no puede ser definida a partir de la perspectiva que convenga a los Estados Unidos” (Folha de São Paulo, 4 de noviembre de 2010).

Es evidente que no se trata de un posicionamiento personal sino compartido por las fuerzas armadas y el gobierno del entonces presidente Lula. En ese momento Brasil ya había firmado su alianza estratégica con Francia y a promover al rearme del país, lo que llevó a Lopes a considerar que el gobierno del PT “hizo más por las fuerzas armadas que ningún otro” (Defesanet, 30 de agosto de 2014).

Para los estrategas brasileños, se trata de impedir que la superpotencia consiga crear una suerte de OTAN del Sur. Guilherme Sandoval Góes, coordinador de la División de Asuntos Geopolíticos y Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de Guerra, sostuvo que la ZOPACAS “tiene un importante papel para neutralizar una posible iniciativa de Estados Unidos de crear la Organización del Tratado del Atlántico Sur (otas), que consolidaría la hegemonía norteamericana en esta importante región geo-estratégica”[1].

La Escuela Superior de Guerra, como centro de pensamiento de los militares brasileños, considera que se trata de evitar la subordinación geopolítica de la región sudamericana que es, además, un espacio “vital para el fortalecimiento internacional de Brasil”. Si estos pasos no se concretaran, Sudamérica sería apenas un objeto de la explotación económica de Washington sin autonomía política, razonan los estrategas militares.

La seguridad de cada uno de estos países pasa por evitar que otras potencias se hagan presentes en el Atlántico Sur. Por eso los gobiernos del PT, con diferentes énfasis, han coincidido con la Marina, y también con la fuerza aérea, en la necesidad no sólo de modernizar las tres armas sino de hacerlo en base a la transferencia de tecnología, que permita la creación de un complejo militar-industrial autónomo como establece la Estrategia Nacional de Defensa aprobada en 2008 por Lula.

Uno de los núcleos de ese desarrollo es el complejo naval de Itaguaí, en el estado de Rio de Janeiro. Se trata de un conjunto de instalaciones fabriles, de la industria nuclear y astilleros donde se construyen los submarinos, que Lopes considera “comparable a las principales instalaciones de ese género en Estados Unidos, Rusia y China” (Defesanet, 30 de agosto de 2014).

[1] Guilherme Sandoval Góes, “Por onde andará a Grande Estrategia Brasileira?”, Revista da Escola Superior de Guerra, Rio de Janeiro, julio-diciembre, 2008, p. 60.

– Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es integrante del Consejo de ALAI.

LUNES 22 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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3) Deshielo en el trópico (*)
Patrick Howlett-Martin (Le Monde Diplomatique)

Un gesto de alto valor simbólico, el apretón de manos entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela, parece haber señalado el inicio de un proceso de normalización de las relaciones entre ambos países.

Debieron pasar dieciséis años para que Estados Unidos reconociera a la Unión Soviética; veinte para que reconociera a Vietnam; treinta a la República Popular China. Cincuenta y cinco años transcurrieron desde el derrocamiento de Fulgencio Batista, y sin embargo Washington aún no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba.

Para algunos, sin embargo, no existe duda alguna: el deshielo llega finalmente a las aguas turquesas que enmarcan la isla. Su convicción se basa en gran medida en un apretón de manos: el que se dieron el presidente estadounidense Barack Obama y su par cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Soweto, el 10 de diciembre de 2013. El momento fue unánimemente calificado como “histórico” por una prensa más bien obsesionada con una cuestión: ¿ese gesto había sido preparado? Imposible determinarlo a ciencia cierta; pero una serie de circunstancias sugiere que la hipótesis de una puesta en escena nada tiene de descabellada.

Una semana después de las exequias del líder sudafricano, un editorial de The Financial Times consideraba que “los argumentos en favor de una flexibilización, y luego de un levantamiento del embargo” eran “convincentes”, antes de ordenar a la Casa Blanca que “modificara su política respecto de Cuba” (1). Por su parte, el periodista conservador John McLaughlin reunió a diferentes colegas para analizar el “caso”. Todos denunciaron las sanciones, incluyendo Patrick Buchanan, ex candidato a las elecciones presidenciales del ala ultraconservadora del sector republicano. Sin embargo, al igual que McLaughlin, Buchanan había apoyado en su momento a Ronald Reagan, para quien un acercamiento con el régimen castrista no figuraba entre sus prioridades (2)…

En febrero de 2013, Patrick Leahy, el más antiguo del bloque demócrata en el Senado, había encabezado una misión parlamentaria bipartidaria a La Habana. Un año más tarde, le envió al presidente Obama una carta abierta firmada conjuntamente con su colega republicano de Arizona, Jeff Flake. Ambos solicitaban el levantamiento del embargo y la normalización de las relaciones, deseada, según una encuesta del Atlantic Council de febrero de 2014, por el 56% de los ciudadanos estadounidenses (3). Mencionando los intercambios y las inversiones de la Unión Europea, Canadá y los principales países del subcontinente (México, Brasil, Colombia), constataban: “En lugar de aislar a Cuba, no hicimos más que aislar a nuestro país con políticas obsoletas” (4).

El 16 de mayo de 2014, la subsecretaria de Estado estadounidense, Roberta Jacobson, dialogaba en Washington con la directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, Josefina Vidal Ferreiro. En el orden del día: la posibilidad de un intercambio inédito de detenidos. Días más tarde, el 19 de mayo, bajo el título “Support Cuban society”, cuarenta y cuatro personalidades (congresistas, ex altos funcionarios, oficiales de alto rango retirados, empresarios, responsables de fundaciones y de organizaciones no gubernamentales) le enviaban a su vez una carta abierta a Obama. Allí formulaban dieciséis recomendaciones destinadas a desarrollar las relaciones con la sociedad cubana, así como los intercambios de carácter comercial y turístico, a pesar de la oposición del Congreso, el único autorizado para levantar el embargo. Entre los firmantes: John Negroponte, ex jefe de inteligencia estadounidense, impulsor a comienzos de la década de 1980, cuando era embajador en Honduras, de la política de guerra contra el régimen sandinista de Nicaragua, política condenada en 1986 por dos fallos de la Corte Internacional de Justicia.

Sin embargo, en lo fundamental, el dispositivo legislativo de excepción contra la isla se mantiene. Cuba figura aún en la lista de “países terroristas”. El embargo se extendió a las empresas extranjeras (Cuban Democracy Act, 1992; Helms-Burton Act, 1996), lo que ahoga a la economía y exige a los demás países la aplicación de sanciones unilaterales contra Cuba. Disposiciones migratorias particulares recompensan a los emigrados que ingresaron clandestinamente al territorio estadounidense. El Congreso vota cada año una ayuda financiera a los proyectos anticastristas de “defensa de la democracia”. Un programa de incentivos apunta desde 2006 a captar a los médicos cubanos contratados en el marco de acuerdos de cooperación en el exterior (5). Finalmente, Washington impulsó, durante el mandato de George W. Bush (2001-2009), la elaboración de un proyecto de transición pos Castro que no ha sido cuestionado por Obama.

Antes del embargo, que data de enero de 1962, las dos terceras partes de los intercambios de la isla se hacían con Estados Unidos. Actualmente, los puertos cubanos están vedados para los barcos con bandera estadounidense, salvo excepciones, desde 2000, para productos agrícolas y medicamentos. El organismo encargado del control de activos extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC) en el seno del Departamento del Tesoro estadounidense dedica gran parte de sus actividades a hacer que se respete este embargo unilateral. A veces recurre a medidas extremas: a lo largo del tiempo, prohibió la importación a Estados Unidos de equipos que contuvieran níquel proveniente de Cuba, chocolate suizo fabricado con cacao cubano, o incluso tabaco cubano, aun el adquirido en terceros países o en los duty free. En enero de 2011, hizo embargar el aporte destinado a Cuba del Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (Global Fund), por un total de 4,2 millones de dólares.

Multas a bancos

Desde 2009, grandes bancos internacionales debieron pagar fuertes multas por operaciones financieras realizadas con Cuba. Abonaron más de 3.200 millones de dólares al Tesoro estadounidense. Y el monto de las multas va en aumento: 619 millones de dólares para ING en junio de 2012; 1.900 millones de dólares para HSBC en diciembre de 2012; 8.900 millones de dólares para BNP-Paribas en mayo de 2014 (este último monto incluye también infracciones a los embargos contra Irán y Sudán) (6). El propio embajador de Francia en Cuba no escapó a la OFAC: su cuenta personal en el Banque transatlantique (grupo CIC) fue embargada por la justicia estadounidense luego de que emitiera un cheque en dólares destinado a la compra, en La Habana, de un automóvil de marca francesa para su uso personal. Una cláusula prohíbe además a las empresas de terceros países alquilar o vender a Cuba bienes o servicios cuya tecnología tenga más del 10% de componentes estadounidenses.

Desde luego, a partir de 2000, las leyes de excepción votadas durante la presidencia de John Fitzgerald Kennedy (1961-1963) no se respetan. La enmienda Nethercutt autoriza las exportaciones agrícolas norteamericanas. En 2012, Cuba ofrecía al sector agrícola estadounidense su cuadragésimo tercer (sobre doscientos veintinueve) mercado de exportación, por un valor de 457 millones de dólares (las compras cubanas deben pagarse al contado). Desde la organización en La Habana, en 2002, de una feria agrícola estadounidense inaugurada por el gobernador de Minnesota, se sucedieron allí los gobernadores de Estados cerealeros, a veces muy conservadores (Montana, North Dakota, Minnesota, Idaho…). Y ocasionalmente se realizan consultas bilaterales en materia de inmigración, meteorología, correo postal (interrumpido en 1963) y lucha contra el tráfico de estupefacientes.

Por su parte, seiscientos mil estadounidenses de origen cubano viajaron a La Habana en 2013, es decir, aproximadamente dieciocho vuelos diarios. Mientras que los cien mil ciudadanos estadounidenses que viajan cada año con destino a Cuba deben obtener una autorización previa, los desplazamientos de los ciudadanos estadounidenses nacidos en la isla no sufren ninguna restricción. El levantamiento de la autorización de salida del territorio cubano, vigente a partir de diciembre de 2012, suscitó un aumento considerable de las partidas regulares: al 1º de septiembre de 2013, cuarenta y siete mil personas abandonaron el país, la gran mayoría con destino a Florida. La legislación cubana ya no se opone a su regreso, con la condición de que su estadía en el extranjero no supere los veinticuatro meses. Para los seis primeros meses del año 2013, la Sección de Intereses de Estados Unidos otorgó más de dieciséis mil setecientas visas; una cifra que aumentó un 79% con respecto a 2012.

Alrededor de las dos terceras partes de la población de la isla se beneficiarían con transferencias financieras provenientes de la comunidad cubana en Estados Unidos. Según una fuente gubernamental cubana, éstas ascenderían a unos 2.600 millones de dólares en 2012: un aumento de aproximadamente el 13% con respecto a 2011, a pesar de una reglamentación restrictiva (7). Enfrentado a una economía fosilizada (excepto algunos sectores competitivos como el turismo, la cooperación médica y las biotecnologías), y deseando movilizar a una población que no tiene más remedio que arreglárselas como puede, el presidente Castro puso en marcha medidas de apertura económica (8). Lo cual fomenta estas transferencias financieras, que se traducen en inversiones de carácter privado: pequeños comercios, sector inmobiliario, gastronomía, hotelería domiciliaria…

En Estados Unidos, los exiliados cubanos se concentran en Florida, donde constituyen entre el 5% y el 8% del electorado igualmente repartido entre demócratas y republicanos. Este Estado elige veinticinco de los cuatrocientos treinta y cinco representantes en el Congreso; desempeñó un papel decisivo en las elecciones presidenciales de 2000 y 2004.

Hasta hace poco tiempo, los candidatos a la Casa Blanca estaban convencidos de no poder pronunciarse en favor de una mejora de las relaciones con La Habana sin poner en riesgo su elección o la de los parlamentarios de su partido en Florida. Pero las cosas cambian. Mientras que su marido se había expresado claramente en favor del embargo durante sus dos mandatos, Hillary Clinton, quien desea llevar los colores demócratas a las presidenciales de 2016, escribió en su último libro: “Al finalizar mi mandato, le pedí al presidente Obama que reconsiderara nuestro embargo contra Cuba. No servía para nada y perjudicaba nuestros proyectos con el resto de América Latina” (9).

Los jóvenes toman distancia respecto de las decisiones políticas de sus mayores. Durante las elecciones presidenciales de 2012, el porcentaje de votos republicanos se redujo en el seno de la comunidad cubana. La Universidad de Miami acaba de publicar además los resultados de una encuesta que revela que, actualmente, la mayoría de los exiliados desea una mayor apertura hacia su patria de origen y se pronuncia en contra del embargo. En 1991, se trataba sólo del 13% de la población, contra el 22% en 1997, el 34% en 2004, el 46% en 2011 y el 52% en 2014 (The Miami Herald, 17 de junio de 2014).

En el Congreso, los representantes electos oriundos de Cuba militan sin embargo contra un acercamiento hacia la isla. Tanto se trate de los demócratas Robert Menéndez, Albio Sires y José Antonio “Joe” García como de los republicanos Rafael Edward “Ted” Cruz, Marco Rubio (ambos potenciales candidatos a la Casa Blanca), Mario Rafael Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen. Cercanos a las organizaciones anticastristas US Cuba Democracy y Cuban American National Foundation, siguen influyendo fuertemente. Presiden, o presidieron, las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado (Menéndez) y de la Cámara de Representantes (Ros-Lehtinen).

En estas condiciones, el cambio esperado podría demorarse. Desde luego, bajo el impulso de gobiernos cercanos a La Habana, América Latina se dotó de organizaciones de integración regional que excluyen a Estados Unidos (10). Desde luego, los países del subcontinente amenazaron con boicotear la próxima Cumbre de las Américas, prevista para 2015, si Cuba no participa de ella. Desde luego, veintidós votaciones sucesivas en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) exigieron el levantamiento del embargo (ciento ochenta y ocho votos a favor y dos en contra en la 68ª sesión en 2013). Pero todo esto no prosperará mientras las consideraciones de política interior prevalezcan en Estados Unidos sobre el interés de una mejora de la relación bilateral.

Hecho novedoso, sin embargo: la patronal estadounidense se muestra actualmente favorable a ello. En mayo de 2014, su mascarón de proa, Thomas Donohue, viajó a La Habana, acompañado por una delegación de empresarios, con el fin de evaluar la política de apertura económica del presidente Castro. A su regreso, exhortó a Obama a “tomar nuevas medidas de flexibilización” de manera de “abrir un nuevo capítulo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba” (11). En efecto, ¿por qué mantenerse al margen de un mercado en el que se encuentran estrechamente asociados Brasil y Venezuela, y que próximamente podría ser objeto de un nuevo acuerdo marco, más flexible, con la Unión Europea? Sin olvidar que Rusia manifestó su interés: en febrero de 2013, su primer ministro, Dimitri Medvedev, viajó a La Habana junto con una importante delegación de empresarios. En cuanto a China, es el tercer socio comercial de Cuba, detrás de la Unión Europea…

* Artículo publicado en la edición del mes de noviembre

1. “Time for US policy change on Cuba”, The Financial Times, Londres, 22-2-13.
2. “The McLaughlin Group: The Ryan-Murray budget deal, president Obama’s handshake with Raul Castro and US-Cuba relations”, Bernard Center, Potomac (Maryland), 17-12-13, www.bernardcenter.org
3. “Majority of Americans favor ties with Cuba, poll finds”, The New York Times, 10-2-14.
4. “Rather than isolate Cuba with outdated policies, we have isolated ourselves”, The Miami Herald, 11-2-14.
5. Véase Hernando Calvo Ospina, “Los nuevos ‘médicos descalzos’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006.
6. Véase Ibrahim Warde, “Volvieron los reguladores a Estados Unidos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014.
7. Cifra proporcionada por el estudio del Havana Consulting Group “Remittances to Cuba: the most powerful engine of the Cuban economy”, citado en The Miami Herald, 6-12-13.
8. Véase Renaud Lambert, “Cuba, los frijoles y la reforma”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2011.
9. Hillary Clinton, Hard Choices, Simon & Schuster, Nueva York, 2014. Citado por Ignacio Ramonet, “Algo está cambiando”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014.
10. Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Comunidad del Caribe (CARICOM).
11. Hector Lemieux, “Cuba submergée par l’afflux de dollars américains”, Le Figaro, París, 4-6-14.

* Autor de La Politique étrangère du Brésil (2003-2013). Une émergence contestée, L’Harmattan, París, 2014.

LUNES 22 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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4) El caos en Libia tras la “intervención modelo”
Brian Cloughley (Asia Times Online)
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El 19 de marzo de 2011, EE.UU. dirigió a los países de la OTAN en una guerra relámpago de ataques de aviones y misiles contra el gobierno de Muamar Gadafi, el trastornado dictador de Libia que fue visitado en 2004 y 2007 por el primer ministro británico Tony Blair, en 2007 por el presidente francés Nicolas Sarkozy, en 2008 por la secretaria de Estado de EE.UU. Condoleezza Rice y en 2009 por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, todos los cuales le aseguraron cordialmente que las relaciones entre sus países y el suyo eran cordiales.

Gadafi fue un déspota y persiguió a sus enemigos casi con tanto salvajismo como el dictador Hosni Mubarak en el vecino Egipto, pero la vida para la mayoría de los libios era confortable y hasta la BBC tuvo que admitir que “la forma particular de socialismo [de Gadafi] suministra educación gratuita, atención sanitaria y vivienda y transporte subvencionados”, aunque “los salarios son extremadamente bajos y la riqueza del Estado y las ganancias de las inversiones extranjeras solo han beneficiado a una elite limitada” (lo que, por supuesto, no sucede en ninguna otra parte).

El Libro mundial de hechos de la CIA señaló que la Libia de Gadafi tenía una tasa de alfabetización del 94,2%, mejor que Malasia, México y Arabia Saudí, por ejemplo, y la Organización Mundial de la Salud registró una expectativa de vida de 72,3 años, entre las más elevadas del mundo desarrollado.

Pero volvamos a las personalidades occidentales que visitaron Libia antes de la guerra de la OTAN. Un cable diplomático estadounidense filtrado de 2009 señaló que “los senadores McCain y Graham transmitieron el interés de EE.UU. de continuar el progreso de la relación bilateral” mientras el senador Lieberman declaró que Libia era “un importante aliado en la guerra contra el terrorismo”.

Condoleezza Rice dijo que “la relación [entre EE.UU. y Libia] se ha estado moviendo en una buena dirección durante varios años y pienso que esta noche marcará una nueva fase”. Y Blair, de Gran Bretaña, consideró su reunión “positiva y constructiva” porque la relación de su país con Libia había “sido completamente transformada en los últimos años. Ahora tenemos una cooperación muy fuerte en el contraterrorismo y la defensa”.

La BBC informó de que “Mientras Tony Blair se reunía con Gadafi se anunció que el gigante petrolero anglo-holandés había firmado un acuerdo por 550 millones de libras esterlinas (860 millones de dólares) por derechos de exploración de gas frente a la costa libia”. Las compañías petroleras estadounidenses ConocoPhillips, ExxonMobil, Marathon Oil Corporation y Hess Company también estaban profundamente involucradas en la producción de petróleo de Libia, porque posee las novenas reservas de petróleo del mundo. Las cosas parecían prometedoras para Libia.

Pero el 21 de enero de 2011, Reuters informó de que “Muamar Gadafi dijo que su país y otros exportadores de petróleo estaban considerando la nacionalización de firmas extranjeras debido a los bajos precios del petróleo”. Sugirió que “el petróleo debería ser propiedad del Estado en tiempos semejantes, para que podamos controlar mejor los precios mediante el aumento o la reducción de la producción”.

Entonces en febrero, inmediatamente después de la mención por Gadafi de la nacionalización de los recursos petroleros de Libia, hubo un levantamiento de rebeldes que querían derrocarlo y el 17 de marzo el Consejo de Seguridad de la ONU estableció una zona de exclusión aérea en Libia “para tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles amenazados en el país”.

Los insurgentes fueron apoyados por EE.UU., Gran Bretaña y 12 de sus 26 aliados de la OTAN (sin incluir particularmente ni a Alemania ni Turquía), tres naciones árabes (sin incluir a Arabia Saudí) y Suecia, que abandonó su honorable neutralidad y se ha convertido en un aliado de la OTAN en todo menos en el nombre. Brasil, China, Alemania, India y Rusia se excluyeron de la resolución propugnando una solución pacífica del conflicto interno de Libia y advirtiendo de las “consecuencias imprevistas de una intervención armada”.

Dos días después de la resolución de la exclusión aérea comenzó el ataque de la OTAN dirigido por EE.UU. y continuó durante siete meses, hasta finales de octubre. El 30 de abril, un misil estadounidense mató a uno de los hijos de Gadafi y a tres de sus nietos en lo que la OTAN calificó de “ataque de precisión” contra un “edificio de comando y control militar”. Cuando le preguntaron por un ataque masivo al complejo residencial de Gadafi el portavoz del Pentágono anunció que “no estamos atacando su residencia. No tenemos ninguna indicación de víctimas civiles”.

En el clímax de los ataques a Libia, el presidente de EE.UU. Obama, el primer ministro británico David Cameron y Sarkozy declararon en conjunto que “mientras hoy continuamos operaciones militares para proteger civiles en Libia, estamos determinados a mirar hacia el futuro. Estamos convencidos de que vendrán tiempos mejores para el pueblo de Libia… El coronel Gadafi debe irse para siempre. En ese momento, las Naciones Unidas y sus miembros deberían ayudar al pueblo libio mientras reconstruye lo que Gadafi ha destruido, reparar casas y hospitales, restaurar los servicios públicos básicos y ayudar a los libios mientras desarrollan las instituciones para sustentar una sociedad próspera y abierta”.

La respuesta de Gadafi fue: “Habéis demostrado al mundo que no sois civilizados, que sois terroristas, animales que atacan a una nación que no os hizo nada”.

El 20 de octubre Gadafi ciertamente se fue “para siempre”, al ser brutalmente asesinado por uno de los grupos rebeldes. Obama celebró su muerte con entusiasmo diciendo que “Hoy podemos decir definitivamente que el régimen de Gadafi ha terminado. Los últimos principales baluartes del régimen han caído. El nuevo gobierno está consolidando el control sobre el país. Y uno de los más antiguos dictadores del mundo ya no existe”.

La OTAN realizó 9.658 ataques aéreos en Libia y la BBC informó de que “durante toda la campaña de siete meses la OTAN admitió que hubo ‘mal funcionamiento’ de un arma. El 19 de junio, se informó de que varios civiles murieron cuando un misil alcanzó edificios de Trípoli. Un portavoz de la OTAN dijo posteriormente que ‘ocurrió una falla potencial de un sistema de armas y esto causó que el arma no alcanzase el objetivo deseado’.” (También hubo 105 ataques de drones estadounidenses de los que no se sabe nada).

Es sorprendente, incluso milagroso, que de 9.658 ataques aéreos solo uno matase a algún civil. Pero Human Rights Watch ve las cosas de modo diferente y señala que hubo muchos civiles muertos, aunque su informe es irrelevante porque ni una sola persona de los países de EE.UU.-OTAN ha sido o será algún día investigada independientemente por la muerte de algún civil, en alguna parte del mundo, por misil, bomba o cohete.

Nos dijeron que el objetivo de la guerra de EE.UU.-OTAN contra Libia era lograr la democracia mediante bombardeos y el primer ministro del Reino Unido Cameron declaró que “soy optimista respecto a Libia; he sido optimista todo el tiempo y soy optimista sobre el Consejo Nacional de Transición y lo que son capaces de lograr. Pienso que cuando se ve Trípoli actualmente, sí, por cierto, hay inmensos desafíos –llevar agua a esa ciudad, asegurarse de que haya ley y orden– pero en realidad, hasta ahora, se ha probado que los cínicos y los generales de poltrona se equivocan”.

Por supuesto, los “cínicos” –mejor descritos como realistas– y los generales de poltrona tenían razón al predecir que el colapso del país era inevitable, lo mismo que tuvieron razon al predecir el caos en Irak y Afganistán. Pero dos intelectuales de alto rango, Ivo Daalder, el Representante Permanente de EE.UU. en el Consejo de la OTAN de 2009 a 2013, y el almirante James G. (Zorba) Stavridis, el Comandante Supremo Aliado Europa de EE.UU. (el comandante militar de la OTAN) en el mismo período, tenían sus propios puntos de vista y escribieron en la revista Foreign Affairs en 2012: “La operación de la OTAN en Libia ha sido correctamente aclamada como una intervención modelo. La alianza reaccionó rápidamente ante una situación en deterioro que amenazaba a cientos de miles de civiles que se rebelaban contra un régimen opresor. Tuvo éxito en la protección de esos civiles y, en última instancia, en el suministro del tiempo y el espacio necesarios para que las fuerzas locales derrocaran a Muamar Gadafi”.

Según estos analistas objetivos, Libia fue liberada y se convirtió en un país libre gracias a la OTAN. Y recibieron el apoyo de columnistas como Nicholas Kristof quien escribió que “Libia es un recuerdo de que a veces es posible utilizar instrumentos militares para hacer progresar causas humanitarias”. Esa declaración sería hilarante, si no fuera tan obscenamente estrafalaria, porque Libia ha colapsado en una ruina anárquica. La declaración de Gran Bretaña ante la ONU en 2012 de que “hoy Trípoli y Bengasi son ciudades transformadas. Donde había miedo, ahora hay esperanza y un optimismo y convencimiento que son verdaderamente inspiradores” ha resultado absurda.

Como informa la CNN, “Asesinatos, secuestros, bloqueos de refinerías de petróleo, milicias rivales que se enfrentan en las calles, extremistas islamistas que establecen campos, y sobre todo un gobierno crónicamente débil han convertido Libia en un sitio peligroso en el cual la inestabilidad ya se propaga más allá de las fronteras y hacia el Mediterráneo. Efectivamente no existe la ley en Libia”. “Verdaderamente inspirador”, sin duda.

Según Amnistía Internacional, “desde julio de 2014 por lo menos 287.000 personas se han desplazado en el interior del país como resultado de los ataques indiscriminados y por temor a las milicias y otras 100.000 se han visto obligadas a huir del país al temer por sus vidas”. Las naciones occidentales han retirado sus misiones diplomáticas y Gran Bretaña advierte a sus ciudadanos “contra todo viaje a Libia debido a los continuos combates y mayor inestabilidad en todo el país”.

La OTAN no ha hecho absolutamente nada para “reparar casas y hospitales, restaurar servicios públicos y ayudar a los libios a desarrollar las instituciones necesarias para sustentar una sociedad próspera y abierta” que Obama, Cameron y Sarkozy declararon tan necesario mientras sus bombas, cohetes y misiles Tomahawk destruían casas, hospitales y servicios públicos. Y ni uno solo de esos personajes, los dirigentes mundiales excitados, los condescendientes comentaristas o los expertos intelectuales que desatinadamente afirmaron que “la operación de la OTAN en Libia ha sido correctamente aclamada como una intervención modelo”, ha mostrado el menor arrepentimiento por su entusiasta aprobación del ataque que condujo a la devastación y el desastre.

Durante la guerra contra Libia, Obama y Cameron declararon “Estamos convencidos de que mejores tiempos esperan al pueblo de Libia”. Decid eso a los millones de libios cuyas vidas han sido destruidas por la “intervención modelo” de la OTAN. El grado de sufrimiento humano no es tan terrible como el infligido a Irak por la guerra de EE.UU. y el Reino Unido, pero también es espantoso. El 30 de noviembre, por ejemplo, Reuters informó de que “cerca de 400 personas han muerto en seis semanas en los duros combates entre las fuerzas libias progubernamentales y grupos islamistas en Bengasi, la segunda ciudad de Libia”. Esto sucede en los que deberían ser “tiempos mejores” después de la guerra relámpago de siete meses de ataques de misiles y bombardeos de la OTAN.

¿Y cuál será el próximo paso de la OTAN? ¿Dónde decidirá montar su próxima “intervención modelo” después de su destrucción de Libia y su humillante derrota en Afganistán?

La OTAN busca desesperadamente una causa para justificar su supervivencia y mueve afanadamente fuerzas hacia el este de Europa, involucrando tropas estadounidenses en “ejercicios” en Ucrania y despliegues estadounidenses y de otros países hacia Polonia y los Estados bálticos. Ha creado una “Misión de Vigilancia del Espacio Aéreo en el Báltico” multinacional y está realizando su operación con el necio nombre “Operación Decisión Atlántica” para amenazar a Rusia.

Pero la OTAN, y especialmente EE.UU., deberían recordar las sabias palabras de Brasil, China, Alemania y Rusia, que advirtieron de las “consecuencias imprevistas de una intervención armada”. Como señaló el 4 de diciembre el Presidente ruso Vladimir Putin, “Hitler quiso destruir Rusia y llegar a los Urales. Sin embargo, todos recuerdan cómo terminó”. Exactamente.

Brian Cloughley es un ex soldado que escribe sobre temas militares y políticos, sobre todo sobre el subcontinente. La cuarta edición de su libro A History of the Pakistan Army fue publicada este año.

(Copyright 2014 Brian Cloughley)

LUNES 22 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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5) El último clavo en el ataúd de la Primavera Árabe
Emile Nakhleh (IPS)

Con la absolución del expresidente egipcio Mohamed Hosni Mubarak se puso el último clavo en el ataúd de la llamada Primavera Árabe y los levantamientos por justicia, dignidad y libertad que sacudieron a Egipto y otros países del norte de África y Medio Oriente en 2011.

El juez Mahmud Kamel al-Rashidi y sus colegas en el tribunal que absolvieron al exmandatario el 29 de noviembre son, de hecho, un vestigio de la era Mubarak (1981-2011). La justicia, el actual régimen militar encabezado por Abdel Fatah al Sisi y los complacientes medios de comunicación egipcios fueron el telón de fondo de la decisión del tribunal, que revela cómo una revolución popular puede derrocar a un dictador, pero no a los círculos de poder enquistados en el régimen.

De hecho, ningún observador serio de Egipto se habría sorprendido con la absolución de Mubarak y sus colaboradores, acusados de matar a decenas de manifestantes pacíficos en la plaza Tahrir en enero de 2011, que sacaron del poder a Mubarak un mes después. Los autócratas árabes en Egipto, Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y otros países trabajaron sin descanso para acabar con cualquier vestigio de las revoluciones de 2011. Aprovecharon el sectarismo sangriento y la amenaza del terrorismo para deslegitimar las protestas populares y desacreditar las demandas de una verdadera reforma política.

La absolución de Mubarak le dio un sello oficial al intento del dictador egipcio de reescribir la historia. Tras el golpe de Estado que derrocó en junio de 2013 al presidente Mohamed Morsi, que sigue en la cárcel por acusaciones falsas, los dictadores árabes alentaron a Al Sisi con miles de millones de dólares. Aunque el fallo del tribunal no tuvo que ver con la aplicación de la ley, sino con la política y la contrarrevolución, la poco sorprendente decisión ofrece lecciones claves a la región y Estados Unidos. Retirar a un dictador es más fácil que desmantelar a su régimen

Los regímenes autoritarios árabes, ya sean dinastías o repúblicas presidenciales, perfeccionaron el arte de la supervivencia, el amiguismo, la corrupción sistémica y el control de los posibles rivales. Utilizaron el islam para sus fines cínicos, instaron a los servicios de seguridad a silenciar a la oposición, y alentaron a los medios de comunicación complacientes a expresar el discurso del régimen. Con el fin de controlar al Estado, los dictadores árabes de la región crearon sistemas judiciales favorables al régimen, fuerzas armadas y servicios de seguridad confiables y bien financiados, parlamentos obedientes, consejos de ministros receptivos y medios de comunicación flexibles y controlados.

Los autócratas también se aseguraron la lealtad mediante el clientelismo y las amenazas de represalias. El poder de elementos influyentes en los gobiernos está directamente vinculado al dictador. La supervivencia del dictador y su régimen se basa en la suposición, profundamente arraigada, de que compartir el poder con el pueblo es perjudicial para el gobierno y la estabilidad del país. Este principio rigió la política en Egipto, Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y varios países más desde que comenzó la Primavera Árabe.

Aunque el juez Rashidi tuvo la osadía de afirmar públicamente que la absolución de Mubarak “no tuvo nada que ver con la política”, en realidad el fallo se debió a una decisión previamente ordenada por el régimen de Al Sisi para dar vuelta la hoja a la revolución del 25 de enero.

La dictadura es una forma arriesgada de gobierno

Si Al Sisi tiene razón en su interpretación del estado de ánimo popular, entonces los autócratas árabes recibirán la absolución de Mubarak con los brazos abiertos, en la creencia de que las protestas por la democracia y los derechos humanos serán, según un refrán árabe, como una “nube de verano que pronto se disipará”. Por ejemplo, el rey Hamad, de Bahrein, felicitó a Mubarak el día del fallo, según la agencia de noticias oficial de la nación insular del Golfo Pérsico.

Pero la mayoría de los estudiosos de la región creen que el apoyo que los dictadores árabes dan al régimen de Al Sisi es miope y carente de toda evaluación estratégica de la región. Muchos opinan que la frustración popular con la intransigencia y la represión estatal llevarán a la radicalización y el aumento del terrorismo. El ascenso del grupo extremista Estado Islámico es el último ejemplo de cómo la frustración popular, especialmente entre los musulmanes sunitas, puede impulsar a una organización terrorista.

Este fenómeno lamentablemente es evidente en Egipto, Bahrein, Siria, Iraq, Yemen, Libia, Argelia y otros países. Y como reacción a la resistencia popular, los regímenes de estos países respondieron con más represión y destrucción. De hecho, Al Sisi y otros autócratas árabes no aprendieron aún la lección fundamental de la Primavera Árabe: no se puede obligar al pueblo a estar de rodillas para siempre.

La consecuencia de décadas de políticas equivocadas de Estados Unidos en la región

Concentrados en la política de Al Sisi hacia su pueblo, los autócratas árabes parecen menos atentos a la postura de Washington en la región de lo que han sido en las últimas décadas, en la creencia de que carece de rumbo y se ocupa en exceso de consideraciones tácticas. Estados Unidos pronuncia elevados discursos en apoyo de los valores democráticos y los derechos humanos, pero luego los políticos estadounidenses se codean con los dictadores, lo que disminuye el respeto por ese país.

Aunque la absolución de Mubarak ya no ocupe los titulares de la prensa egipcia, la lucha de los pueblos árabes por los derechos humanos, el pan, la dignidad y la democracia continuará. Al Sisi cree que Washington considera a Egipto un aliado fundamental en la región, sobre todo por su tratado de paz con Israel, y por lo tanto no le recortará la ayuda militar a pesar de su atroz historial en materia de derechos humanos. Sobre la base de esta creencia, El Cairo continúa ignorando las consecuencias de sus propias políticas destructivas.

Quizá sea hora de que Washington reexamine su postura hacia Egipto y reafirme su apoyo a los derechos humanos y las transiciones democráticas en el mundo árabe. Si Estados Unidos tiene interés en contener el crecimiento del terrorismo en la región, en definitiva debe centrarse en las causas económicas, políticas y sociales que empujan a los jóvenes árabes musulmanes al extremismo violento.

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de IPS, ni pueden atribuírsele.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga

LUNES 22 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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