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DIARIO DE UN VIAJE POR ZAMBIA Y MALAUI

1) “En la tierra roja de los tejedores”

Diario de un viaje por Zambia y Malaui /Gustavo González desde África
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COMCOSUR INFORMA AÑO 17 – No. 1813 – jueves 25.05.2017
“Todas las estructuras del poder popular que estábamos construyendo se hicieron presentes, tomaron voz, en una radio que no quería tanto hablarle al pueblo. Quería que el pueblo hablara.” RADIO VENCEREMOS
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1) “EN LA TIERRA ROJA DE LOS TEJEDORES”

DIARIO DE UN VIAJE POR ZAMBIA Y MALAUI

Nos pareció importante junto a Natalia enviarles este diario de viaje que iremos haciendo semana a semana. El modelo cooperativo de FUCVAM, sin dudas que por lo menos en lo visto hasta el momento, tiene grandes posibilidades de realizarse. Entendemos que es fundamental que FUCVAM tenga de primera mano todo lo que podamos documentar.

Gustavo González, desde África / 12 a 19 de mayo de 2017

Cada historia relatada por Eduardo Galeano nos ha conmovido de maneras muy positivas a innumerables lectoras y lectores de toda América Latina y el mundo. No obstante, hay una en particular que será necesario echarnos a la mochila que llevaremos a lo largo de este viaje; la travesía que pretende ser este pequeño diario de viaje por un par de países del Sur de África. Esta historia, relatada por Galeano en su último libro, dice así: NIDOS UNIDOS

“Quizás la ayuda mutua y la conciencia comunitaria no son invenciones humanas. Quizás las Cooperativas de Vivienda, pongamos por caso, han sido inspiradas por los pájaros. Al sur de África y en otros lugares, centenares de parejas de pájaros, se unen, desde siempre, para construir sus nidos compartiendo, para todos el trabajo de todos. Empiezan creando un gran techo de paja y bajo ese techo cada pareja teje su nido que se une a los demás en un gran bloque de apartamentos que suben hacia las más altas ramas de los árboles.”

Al sexto día de estar en Zambia, indagamos con nuestros anfitriones si estos pájaros en verdad existían. ¡Y sí! Casi que sin dudarlo nos confirmaron que esa especie de aves no es producto de la imaginación de Galeano, ni mucho menos la forma en la que efectivamente construyen sus nidos. Con algunas referencias, buscamos su nombre en español y resulta que se denominan tejedores republicanos. Inspirados en la directriz natural de estas inteligentes aves para sobrevivir ante toda una fauna depredadora en tierras surafricanas, es que hemos comenzado a escribir, de manera colaborativa, este diario de viaje.

En los relatos que describimos para cada día, podrán darse cuenta de lo que nos ha deparado este camino lleno de ganas y esperanza. Eso sí: nuestros sueños van mucho más allá de intercambiar experiencias y difundir lo alcanzado en Latinoamérica; ese es solo un primer paso. ¿Podremos sembrar acá la semilla de la gesta, con el debido proceso, de una organización regional como la COCEAVIS en Centroamérica? Solo el tiempo en el que discurra nuestra tinta durante las próximas páginas podrá decirnos algo al respecto…

Cómo y por qué llegamos acá

Toda historia tiene actores y sucesos que determinan y van delineando, en el transcurso de la misma, su inicio y final. El hecho de que dos militantes del cooperativismo de vivienda hayamos estado hoy en África es una de esas historias.

Entre los aciertos y errores que We Effect, como organización de trascendencia internacional, puede tener, quisiéramos destacar un aspecto importante que ha jugado un papel clave para el éxito de su labor: el acercar y juntar a pueblos, geografías y gente de regiones sumamente distintas, a través de lo que llamamos intercambios o pasantías, para toda organización que se precie de sentirse internacionalista, se transforma en una experiencia política de un valor incalculable, sin lugar a dudas.

Hace ya más de seis años que llegó a Uruguay la compañera Barbra Kohlo como representante del We Effect, a cargo del Programa Regional de Vivienda y Hábitat en África del Sur. Joakim, en ese entonces Director Regional del We para América Latina, nos planteó la necesidad de que fuera recibida por la experiencia y la gente de FUCVAM. Al escuchar la propuesta, además de aceptarla gratamente, planteamos la importancia de que también visitara Paraguay como parte del intercambio, a efectos de que pudiera conocer la experiencia del modelo tanto en su lugar de nacimiento como en un país al que ha logrado ser transferido y adecuado de manera exitosa. Así lo hicimos: Barbra fue recibida en un primer momento por FUCVAM y luego por la CCVAMP, las dos organizaciones de segundo grado que representan al movimiento cooperativo de vivienda en Uruguay y Paraguay, respectivamente.

Pudimos concretar una vez más otra satisfactoria experiencia de intercambio, tras la cual, después de unos días, ella regresó a África. Para nuestra sorpresa, luego de este encuentro, perdimos casi todo contacto con ella, lo que nos dejó pensando si aquello habría o no servido para algo al final. Comenzamos a dudar de si una estancia de pocos días apenas, en dos países con una realidad tan distinta a la africana, habría calado de alguna forma en ella y en su decisión de llevarse consigo el modelo a otro continente. Sin embargo, no hay duda de que la vida está llena de encuentros de los que uno nunca sabe dónde ni cuándo la semilla que se tira va a germinar o no.

Fue entonces en el mes de abril del año pasado que Ana Tibblin, Directora Regional de We Effect en Latinoamérica para ese entonces, planteó la posibilidad de que viniera a conocer el programa de vivienda desarrollado en África y analizar el potencial, basándome en el modelo cooperativo implementado en Latinoamérica, de acompañar su transferencia con los sectores populares de la tierra roja y sus pájaros tejedores. Sin dudarlo mucho, accedí, y es por eso que hoy me encuentro aquí, en el continente madre, junto a Natalia de FUNDASAL, institución salvadoreña con una larga trayectoria como equipo de asistencia técnica en la región centroamericana.

De toda la experiencia recogida en África, principalmente de Zambia, vemos ahora que, efectivamente, Barbra impulsó la idea del cooperativismo de vivienda como una alternativa de solución a la problemática de vivienda en su tierra, entre los sectores más empobrecidos. Ahora que Barbra ya no está en We Effect, a otras compañeras y compañeros les ha correspondido continuar su legado, seguir la senda marcada por los esbozos que en la distancia puede arrojar la experiencia latinoamericana, y de su continuidad, ahora que la semilla sembrada ha germinado.
Y sí: sabemos que acá lo más seguro es que no será exactamente el mismo modelo de COCEAVIS el que alcanzará a florecer, mucho menos el de FUCVAM. Pero lo que África ha trabajado y logrado hasta hoy tiene mucho de ambos ejemplos, de lo aprendido en toda Latinoamérica y lo que habrá que hacer requerirá mucha discusión pero nunca claudicar ni retroceder. Y de recordarnos todo esto África se encargará durante todo el tiempo que sea necesario.

… Y lo que hemos encontrado hasta hoy

Día 1. Llegada a Zambia.
Viernes 12 de mayo.

Luego de prácticamente más de 3 horas de viaje desde Costa Rica, llegamos a Zambia. Antes de venir, claro, intentamos informarnos de manera muy general sobre los lugares que visitaremos en esta gira. Zambia es nuestra primera parada: un país surafricano cercano a los Grandes Lagos, con mucha presencia de la minería de cobre, anglófona por herencia de sus últimos colonizadores (británicos) y una gran necesidad de vivienda entre sus sectores populares. Así, tras un gran esfuerzo de planificación para llegar a este día, por fin, ¡aquí estamos!

Nos estaba esperando el compañero Morgan de We Effect para trasladarnos al hotel. Nuestra primera impresión al subirnos al automóvil fue el que el conductor maneja al lado derecho: uno de los tantos rezagos del imperio británico que permanecen hasta el día de hoy en África. Morgan fue sumamente amable y, en el camino, fue respondiendo nuestras preguntas, algunas de rutina más que otras. Nos contó que Zambia cuenta con al menos 73 tribus distintas, entre las que suelen existir conflictos muy seguido. Profundizaremos más adelante sobre este tema, cuando logremos averiguar más sobre sus razones e implicaciones en la vida cotidiana del pueblo zambiano.

Otra de nuestras impresiones fue notar que el paisaje, desde el aeropuerto hasta el hotel, está lleno de palmeritas, tierra roja, amplias planicies entre las que una u otra casita despunta en medio de varios metros de verdes páramos. Sumamente parecido al de Paraguay, apunta Gustavo, recordando lo que le comentó en alguna plática previa Ricardo, otro compañero del We Effect que había visitado África antes. Hoy hace un fuerte sol de mediodía que, por ratos, se esconde detrás de unas grises nubes que no se atreven a llover. El clima, sí, es un tanto distinto: la altitud de Lusaka, por encima de los mil metros sobre el mar, nos permite gozar de una calidez en el ambiente que no quema ni agobia. Debería estar más frío, eso sí, nos aclara, por culpa, como le sucede a cualquier otro país en este planeta, del cambio climático.

Luego, comenzamos a hacer más preguntas sobre la minería, la principal industria de este país que contribuye a la mayor parte de las exportaciones hacia el exterior: hay mucho cobre, pero también hay esmeraldas, amatistas, hasta uranio; en fin, sin saberlo aún, podemos predecir que este tema es seguramente un drama para el medio ambiente. Morgan también nos comentó que, hasta finales de los años 90, la minería estaba nacionalizada, hasta que les vendieron todo a las multinacionales, la mayoría en manos de capitales africanos y chinos, pero todos extranjeros. Recordamos en ese momento, casi instintivamente, haber observado gran afluencia de personas con rasgos asiáticos entrar al país en la entrada de diplomáticos del aeropuerto. Minería, grandes proyectos de infraestructura… los capitales chinos, en definitiva, están asegurándose su presencia tanto en tierras africanas como está sucediendo en las nuestras, sobre todo en Centroamérica.

Llegando al hotel, fuimos recibidos también por Lena y Jennipher, también del We. Volvimos a repasar un poco la agenda de nuestros próximos quince días y nos despedimos: necesitábamos descansar. Y si bien logramos todavía destinar la tarde y parte de la noche para avanzar en algunas tareas pendientes (correos, lecturas, conversaciones con compañerxs que quedaron en el tintero desde nuestras respectivas latitudes), decidimos ceder al cansancio contenido de hace días. Dormimos bien.

Día 2. Día de descanso.
Sábado 13 de mayo.

Este día, muy relajado en general, nos sirvió para averiguar muchas cosas más sobre Zambia, país que nos resulta tanto misterioso y desconocido como apasionante. Su moneda es la kwacha, que en la lengua bemba significa ‘amanecer’. Y, aunque su idioma “oficial” es el inglés (al menos sí con lxs extranjerxs), entre africanxs hablan en nyanja, una lengua nativa de uso mayoritario en Lusaka, la capital de Zambia.

Basta con echar un vistazo a las calles cercanas del barrio en el que nos encontramos hospedados, Kabulonga, para confirmar que la gente zambiana es de andar tranquilo. Pareciera que todo marcha a ritmo de letanía y el aspecto, en general, de esta parte de la ciudad es más rural que urbano. Nos fijamos mucho también en cómo contrastan las coloridas geometrías e iridiscencias de sus ropas, que emulan a las máscaras y vestimentas de sus danzas tribales, con las que estamos acostumbrados a ver en nuestra paisana gente.

Conversamos entre comidas varias de nuestras indagaciones. Este país es una democracia muy, muy joven: conquistó su independencia de sus últimos colonos recién en 1964. A lo largo de su corta trayectoria como república, apenas dos partidos políticos, que se auto identifican dentro de la corriente socialdemócrata, han podido alternarse el poder del gobierno central. Esto será de analizarlo más a profundidad con compañerxs de las organizaciones locales, ya que sus líneas orientadoras de política pública parecen apuntar hacia la primacía y alianza con otros intereses: los de las multinacionales y el capital transnacional. ¡Vaya coincidencias con los neoliberalismos actuales de nuestra Centroamérica!

Finalizando el día fue que nos dimos cuenta de lo rápido que se había pasado. Bajo unas nubes grises interminables y acompañadxs de varios cafés amargos, seguimos discutiendo expectativas e impresiones, hasta que se llega la hora de volver a descansar.

Día 3. Almuerzo con Lena, Jennipher y Malin.
Sábado 13 de mayo.

Tal y como estaba programado para el día de hoy, fuimos a almorzar a casa de Lena, directora del We Effect en la región surafricana. Tuvimos la grata compañía de Jennipher, la representante país del We Effect en Zambia y coordinadora de los programas de vivienda y género en este país, y de su esposo, David. Llegaron también al almuerzo Malin, oficial regional de comunicaciones, su esposo y la hermosa Olivia, de apenas 4 meses de edad.

De manera muy fluida y amena, el almuerzo se transformó en una alegre reunión de trabajo a través de la cual pudimos conocer mejor quiénes éramos cada quien y qué veníamos a hacer nosotrxs a Zambia (y a todos los países que incluirá nuestra gira). Terminamos recibiendo muchas preguntas sobre el modelo cooperativo de vivienda en Centroamérica y Uruguay, que intentamos contestar lo mejor posible sin entrar en mayor minucia, por lo que consideramos que la plática dio pie a un intercambio muy positivo.

Hay algunas cuestiones que podemos extraer como conclusiones primarias del mismo. Existe sumo interés en la región de impulsar el modelo cooperativo de vivienda en el país, como primer punto. Esto nos lo dejó muy en claro Jennipher, quien nos aclaró que el Civic Forum, la principal contraparte de vivienda del We Effect acá, habiendo estudiado a fondo la experiencia de FUCVAM, ahora se encuentra identificando comunidades y organizando las primeras cooperativas de vivienda zambianas. ¡Una maravilla! Solo tomar este paso es un gran avance para el modelo.
Asimismo, nos comentan que también el Gobierno está interesado en conocer más sobre el modelo y que, al Civic Forum, una suerte de plataforma de alianzas entre diferentes organizaciones sociales que trabajan en el tema de la vivienda en este país, hasta le han solicitado insumos para estructurar una línea de política pública para apoyar al modelo. ¡Otro avance de inconmensurable importancia! La última actividad de nuestra agenda en el país, de hecho, consistirá en una reunión con actores estatales y posibles financiadores.

Ahora bien, el reto que nos pinta la tarea pendiente de vivienda en el país tampoco parece fácil: alrededor del 70 % de la población de Zambia vive en condiciones de pobreza, según las mediciones oficiales más recientes. Y esto que, seguramente, ese índice solo ha considerado la situación en las áreas urbanas, porque en las zonas rurales, donde la población campesina y pequeño-productora de la tierra es predominante, el asunto de la pobreza y de las necesidades de vivienda asusta todavía más.

Luego nos adentramos en el tema de la diversidad étnica: ¿cómo procede la toma de decisiones en sus jerarquías? ¿Qué características tienen sus regímenes de tenencia de la tierra? ¿Desarrollan trabajo colectivo en su vida comunitaria? Para todas estas preguntas, nos dijeron, la respuesta dependerá de con qué tribu estaremos relacionándonos, aunque la generalidad comparte el espíritu de salvaguardar un estilo de vida comunitario. Esto podría facilitar la introducción de la propiedad colectiva, figura aún desconocida por el pueblo y las autoridades zambianas, y el trabajo por ayuda mutua, con el cual parece que no tendremos problema en explicar: todo ello, claro, de la manera más adecuada según el contexto político e institucional existente. Lo que sí es certero es que los esquemas tradicionales de gobierno, para cada tribu en particular, determinarán mucho el nivel de racionamiento social y político que se podrá desarrollar con la gente.

Una placentera lluvia, horas más tarde, nos sorprendió en medio de la plática. La comida, una delicia, solo hizo más gratificante nuestra visita. Malin y Jennipher tuvieron que despedirse luego de que la lluvia se calmara, por lo que Lena se ofreció a devolvernos al hotel después de una segunda ronda de café. Seguimos platicando sobre el contexto político zambiano: todo indica que no hay bloques partidarios de izquierda en la palestra actual. La “socialdemocracia”, nos dice con una sonrisa medio sarcástica, es de derecha, aquí y en varios de los países de la región. ¿Y sobre nuestro trabajo? Pues, podemos estar tranquilxs: aunque en Latinoamérica sí podamos ser izquierdistas más abiertamente con la gente y los interlocutores estatales, aún en la conservadora Zambia es posible hablar y desarrollar organización, gestar procesos de cambio y, quizá lo más importante, posicionar una versión africanizada del modelo como una solución efectiva a la problemática de la vivienda en este país. Nos pareció muy interesante que Lena incluso nos planteara la necesidad de que todos los programas del We Effect interactúen más: tanto en las zonas rurales como con las mujeres que las contrapartes del We Effect trabajan acá tienen necesidad de vivienda. Rural, urbana, de lote disperso o en propiedad colectiva: contribuir a reducir los déficit cualitativos y cuantitativos es la urgencia impostergable que nos junta acá y ahora.

Se nos acaba entonces el café cuando decidimos despedirnos de Lena y volver al hotel. Estamos tan llenos de reflexiones que nos sentamos inmediatamente al venir para seguir platicando las estrategias de comunicación, cómo presentaremos el modelo a las organizaciones, qué destacaremos del mismo. La utopía se sigue cocinando desde nuestras cabezas y mañana, luego del fogueo de hoy, es nuestra primera oportunidad de comenzar a construirla.

Día 4. Reunión con la Oficina Regional de We Effect Suráfrica y el Civic Forum for Housing and Habitat (CFHH) en Zambia.
Lunes 15 de mayo.

Nuestra agenda oficial de trabajo comenzó este mismo día. Llegamos a las instalaciones de la Oficina Regional del We Effect en Suráfrica, siempre en Lusaka, a tempranas horas de la mañana, para tener dos importantes reuniones con el equipo de las Oficinas y del Programa Regional de Vivienda y Hábitat. Comprobamos que realmente son oficinas lo suficientemente amplias y funcionales para la gran tarea que llevan a cuestas: implementar la estrategia regional del We Effect en relación a desarrollo rural, vivienda y equidad de género en los cuatro países de la subregión donde trabajan, que son Zambia, Malawi, Zimbabwe y Mozambique.

Primero nos reunimos con el equipo completo del We, compuesto por 14 compañeros y compañeras. Era una de las rutinarias reuniones semanales en las que todxs, incluyendo a los compañeros de servicios varios (jardineros y conductores, por ejemplo), se comparten lo realizado la semana anterior: esta dinámica nos gustó muchísimo. Notamos también que el pueblo zambiano te habla en volúmenes muy bajos, procurando ser siempre muy respetuoso en reuniones formales como en la que estábamos participando. Al borde de concluir, nos permitieron un espacio para presentarnos personalmente y explicar ante todo el equipo el objetivo de nuestra visita, lo cual fue recibido entre altas expectativas al finalizar la reunión.

Nos dimos una pequeña pausa para tomar un respiro de café, té o tabaco. Hoy, toda Lusaka amaneció envuelta en un rocío que la noche anterior nos había estado guardando hasta hoy. Nos comenta Malin, quien se ha asomado nada más un rato a las oficinas, que es así como suelen ser los inviernos más fríos en esta ciudad.

Enseguida nos reunimos con el equipo directamente a cargo de los programas regionales de vivienda y género, liderado por Jennipher. A su lado están Nancy, la compañera encargada de los procesos de monitoreo y evaluación, y Martin, quien facilita capacitaciones y elabora material educativo para el desarrollo de círculos de estudio con las organizaciones contraparte, liderazgos comunitarios y sus bases. En esta región, esta es la metodología de trabajo más importante para el We: en los círculos de estudio, que todas las líneas programáticas utilizan para abordar diferentes problemáticas bajo la óptica de los derechos humanos, se nuclean alrededor de 400,000 personas a nivel regional. ¡Impresionante!

Jennipher también nos introdujo, de manera muy resumida, en quiénes y qué hacen las organizaciones contraparte del programa regional de vivienda en cada país, ahondando mucho más, por supuesto, en el trabajo de las dos con las que entraremos en contacto directo en Zambia y Malawi. En general, hay mucho énfasis en promover el que las comunidades se organicen y trabajen colectivamente por la mejora de su calidad de vida, ya que, como siempre, son los sectores más pobres los que más vedado tienen el acceso a prácticamente todo: vivienda, trabajo digno, agua, vida.

Para comprender mejor la pertinencia de las acciones del We en la región, preguntamos entonces algunos datos oficiales de rigor, y vaya asombro el que nos cogió. Mientras los porcentajes de pobreza ascienden al 60 % de la población, la expectativa de vida apenas supera, en promedio, los 60 años de edad. Hasta hace 2012, de hecho, el arrastre de la epidemia del HIV, que comenzó en los ochenta, pudo aminorarse un poco, no porque antes la gente podía aspirar a vivir no más de 37 años. Aunque Zimbabwe, por haber alojado a la sede de la otrora Federación de Rodesia y Nyasalandia, pudo proveer mayores garantías sociales a su población durante la época de los cincuenta y sesenta, lo que le ha cedido un sistema educativo público de mayor nivel, en todos los países es común la problemática del analfabetismo: en las zonas rurales, entre los regímenes y las costumbres tribales, son pocos los que dominan las lenguas “oficiales” (inglés y portugués), por lo que mucho menos saben escribirlas y leerlas. Nos quedamos helados, como cuando el aire se cansa de mucho llover y te congela. Una realidad estremecedora, preocupante, pero que nos reafirma que el sistema capitalista ha tenido sus más silenciosas masacres en estas partes del mundo. A esta realidad es la que nos tendremos que adentrar para adecuar nuestra propuesta de modelo cooperativista.

Muy pronto se nos hizo tarde para el almuerzo, al que solo nos acompañaría Jennipher. En nuestro camino hacia uno de los centros comerciales que tanto se han multiplicado por Lusaka, donde comeríamos algo rápido, pudimos observar la fachada kilométrica de uno de los barrios populares más grandes de la ciudad: Kalingalinga, que en nyanja significa “aquel que se mueve de un lugar a otro”. Innumerable cantidad de casitas pequeñas, hechas de grises mixturas de materiales, todas muy arrejuntaditas, se comían nuestra vista. Perdimos la cuenta de las más de 250 mil familias que viven ahí y sus negocios impulsados, según Jennipher, hasta hace muy poco, cuando el asentamiento ha comenzado a beneficiarse de programas de regularización y mejoramiento barrial. La misma gente por fin ha podido comprarse los pedazos de tierra que les han engendrado y visto crecer durante dos o más generaciones enteras: tardaste un poco en llegar, pero gracias, desarrollo capitalista. Igual que en Latinoamérica.

Luego del almuerzo, seguimos atravesando una buena parte de la ciudad que, si bien todavía no era la más céntrica, se veía mucho más transitada y ocupada que Kabulonga. Llegamos a las oficinas de la única organización contraparte del We en Zambia: CFHH. Esta red de organizaciones, cuya creación tuvo lugar en el 2010, congrega a 28 organizaciones (ONG, organizaciones comunitarias, otras redes y cooperativas de vivienda) bajo diversos propósitos, pero principalmente el de llevar a cabo estrategias de incidencia política a favor del derecho humano a la vivienda. Nos atendió su Directora Ejecutiva, la compañera Grace, quien nos explicó en detalle las actividades que llevan adelante con la gente: fortalecimiento organizativo, empoderamiento comunitario (donde incluyen el trabajo con las cooperativas de vivienda) y mucho, como ya mencionamos, cabildeo y lobbying en política pública.

En lo que a incidencia se refiere, hoy por hoy, están fundamentalmente concentrados en lograr que el Gobierno se convenza de aprobar una Ley Nacional de Vivienda que contemple a las cooperativas como un vehículo idóneo para que la gente, a través de la organización, logre conquistar su derecho a una vivienda adecuada. A la fecha, ya hay más de una veintena de cooperativas de vivienda constituidas en Zambia: resulta que, hace tres años, cuando CFHH comenzó a difundir el concepto, la gente con interés de formar cooperativas no dejó de manifestarse a un ritmo exponencial. Comenzaron con cuatro y, en cuestión de tres años, ¡se habían prácticamente quintuplicado! Y en verdad que acompañar y asesorar a más de 600 familias con diferentes procedencias, esquemas culturales y niveles educativos, no es cosa fácil de sembrar ni, mucho menos, de hacer florecer.

Eso sí, todas se encuentran actualmente en etapa de formación. Muy pocas han logrado resolver hasta ahora la adquisición de la tierra, tema fundamental en el desarrollo del modelo y que, según parece, está envuelto en una complejidad monstruosa acá en Zambia. Nos explica Grace muy a grandes rasgos que, en este país, prevalecen dos regímenes de tenencia segura de la tierra: el legal (statutory system) y el tradicional (customary system). El primero, el que predomina en las áreas urbanas, es el que te asegura la tenencia contra un título expedido por el Ministerio de Tierras. Sin embargo, para lograr tener un título de este tipo, ya que la Presidencia de Zambia, por ley, es poseedora de todo su territorio en perpetuidad, cualquier persona o entidad debe solicitar a las autoridades el que le sea cedido el uso y goce de la tierra. Este trámite, por supuesto, cuesta mucho dinero, muchísimo, lo que imposibilita que los sectores más pobres puedan gestionar este tipo de garantías para su permanencia en los asentamientos. Tal y como sucede en todos lados, en Zambia también hay poseedores individuales, por lo que es posible adquirir suelo urbano de manera bilateral y directa con uno de ellos. Sin embargo, este es el camino más caro: al no estar regulado el precio al que la tierra individual se vende, el fenómeno de la especulación es el que se encarga de alejar a los sectores de ingresos medios y bajos de esta alternativa. En zonas muy cotizadas de la ciudad, los terrenos sin ningún tipo de intervención, de 50 por 60 metros cuadrados, pueden llegar a costar, fácilmente, unos 100 mil dólares.

El tradicional, a diferencia del legal, es el que suele regir el cómo y el quiénes ocupan legítimamente la tierra en las áreas rurales. Las tribus, que en su mayoría conservan modos de subsistencia y convivencia comunitarios, viven donde la jefatura establezca que la tribu debe situarse y prosperar. Es decir que, al respecto, se hace lo que la jefatura diga y mande.

Tradicionalmente, este tipo de autoridad eventualmente puede heredarse o ser determinada por acuerdo de los viejos más sabios de la tribu. No obstante, con la globalización, esto ha cambiado mucho: ahora, son las multinacionales las que, guiadas por el voraz interés de apropiarse y acabarse los bienes naturales de todo el continente, están comprando la voluntad de las jefaturas con regalos. En los casos más tristes, no son las multinacionales las que convencen a las jefaturas tribales de cederles sus tierras: es el Gobierno de Zambia mismo, con el argumento de que la resistencia es inútil cuando el “interés primario de la nación” es el de privilegiar el uso de la tierra por parte de inversionistas (porque, pues, “empleos, crecimiento económico y desarrollo”) por sobre el de la misma gente. Cuando cualquiera de estos dos escenarios ocurre, se lamenta Grace, las jefaturas no tienen más remedio que desplazar a su gente, sin ofrecer ninguna alternativa de reasentamiento a cambio. Así se ha venido gestando y expandiendo, con oleadas y mares de injusticia, el hábitat precario en Zambia.

Ahora bien, ¿cuál es la solución sobre la cual coincidimos? El modelo cooperativo, como herramienta de gestión y conquista del derecho humano a la vivienda adecuada. Dice Grace que han conocido las generalidades del modelo de FUCVAM, que sobre eso y lo que pueda ser replicado en Zambia, es sobre lo que más les interesa escuchar y aprender durante nuestros intercambios. Solicitan muy en particular, de hecho, asesoramiento en la elaboración y presentación de insumos para estructurar una Ley para respaldar jurídicamente a todo el cooperativismo de vivienda en el país.

Todo lo discutido durante las últimas y más densas horas de la tarde, en definitiva, nos hizo repensar toda la tarea de inmediato: debemos de enfocarnos en lo que requieren mayor apoyo y orientación. Mañana, por ejemplo, nos esperan dos cooperativas de Lusaka, a las cuales visitaremos para seguir conversando y así comenzar a formarnos una idea más clara acerca de las expectativas generadas en la gente sobre el modelo y sobre qué suelo estamos hoy parados, queriendo construir algo que se derrumbe con el próximo chubasco. Habrá que prepararnos para ello.

Día 5. Visita a dos cooperativas de vivienda: Patuba y Mahopo.
Martes 16 de mayo.

Hoy fue nuestro primer día de visitar las localidades y charlar con la gente de las cooperativas de vivienda. Nos pareció que el clima se alineó muy bien con nuestras expectativas porque, desde muy temprano, el sol se encargó de disipar inclemencias y calentarnos el espíritu. Después de tomarnos un café cargado de los mejores ánimos, junto a Grace, Gabriel y Edward, partimos.
Gradualmente, entre más nos alejábamos del pequeño mundo zambiano que conocíamos, nos fuimos topando con las más variopintas caras del cuerpo urbano de Lusaka: atravesamos los kilométricos pastos que rodean las casas del Presidente de Zambi, la Embajada de Estados Unidos y las oficinas de la Unión Europea, las residenciales amuralladas de la clase alta y el tráfico matutino de la gente sin aceras, para eventualmente llegar a los bordes indefinidos entre los lindos jardines donde solo se habla inglés y el suelo enrojecido del territorio nyanja: donde la Lusaka privilegiada es obligada a convivir con las barriadas violentadas por la más abyecta precariedad y la negligencia estatal. Estas observaciones nos pusieron a pensar en todo lo que podíamos esperar: miles de preguntas empezaron a revolotear en nuestras cabezas.

Comenzaron a disiparse las casitas de pobres y adinerados, hasta que, abriéndose paso la vegetación nativa, llegamos a nuestro destino: un amplio paraje cubierto de cultivos en la circunscripción de Katuba, 70 kilómetros fuera de la ciudad de Lusaka. Ahí nos encontramos con las mujeres que han fundado la cooperativa de vivienda “Patuba”, que significa “brillante” en nyanja. Y qué brillante que es esta iniciativa liderada por ellas, trabajadoras natas de la tierra que, al recibirnos, estaban nada menos que dedicándose a la limpieza de su huerto colectivo, ¡todas mujeres!

Al poco rato se armó la reunión, que consistió en que la cooperativa nos contara la historia de sus orígenes, cómo habían llegado a la decisión de formar una cooperativa y el trabajo que han desarrollado para lograr una vivienda digna. Patuba nació de un emprendimiento rural de mujeres agricultoras, como una iniciativa organizativa pensada para resolver su problema de la vivienda. Aunque al inicio eran muchas más, son 35 mujeres las que actualmente forman parte de la cooperativa con toda la ilusión del mundo por alcanzar el objetivo que a todas las unió desde el principio. Luego, de manera muy ordenada fueron haciendo uso de la palabra y nos explicaron al detalle lo que han avanzado: ya cuentan con terreno, un paso importantísimo en un país donde el tema de la tenencia de la tierra es dramático, producto de las desviaciones que han sufrido las reformas de suelo en Zambia luego de la independencia, si bien su noble intencionalidad consistía en devolverle la tierra al pueblo.

Nos detuvimos en algún momento solo para degustar exquisitas tazas de té y café que trajeron en una bandeja, en la que todo venía cubierto por unas mantas de una limpieza impecable. Antes de servirnos la comida, una compañera pasaba sobre nuestras manos un pequeño cantero de agua caliente con la que nos restregábamos y procedíamos a tomar alguna fruta o pedazo de torta. Seguimos platicando con el grupo: en sus miradas, pudimos ver una sólida cohesión entre ellas, mucha claridad de hacia dónde van y una gran disposición para continuar trabajando sobre ello. Quieren acoger a sus hogares en viviendas adecuadas a sus necesidades, que más familias se unan a la cooperativa, seguir ahorrando y tejiendo economía local, construir una escuela técnica para los jóvenes de la comunidad que no pueden ir hasta Lusaka para seguir con sus estudios superiores, evitar que las personas con dinero sigan acosando su tierra para comprársela de a poco, que la vivienda que hagan con sus propias manos les sirva a las mujeres más desprotegidas como refugio. En fin, toda una utopía de la que seguramente ni se dan cuenta que son las pioneras en sembrar y regar la semilla. Habrá que seguir preparándoles en cómo darle vida al modelo según sus proyecciones en común, y nosotros tenemos la mejor disposición para ello.

Nos despedimos del grupo con una sonrisa medio melancólica en nuestros semblantes: ¡cuánta fuerza de lucha irradian mujeres como estas! Satisfechos igual, partimos de nuevo. Pasamos echando un vistazo al terreno donde Patuba ya tiene pensado comenzar a elaborar pronto los bloques de tierra y cemento para las viviendas, antes de regresar a la inquieta Lusaka. Comimos algo muy rápido y seguimos nuestro camino hacia nuestra siguiente parada: la aldea de Mahopo.

A la cooperativa de vivienda, denominada con el mismo nombre de la aldea, la integran al menos 70 familias aldeanas. Muchos de sus asociados, aunque llegamos con cierto retraso, todavía nos estaban esperando sentados en una de las aulas de la escuela de la comunidad, producto de toda una lucha que ellos mismos tuvieron que dar. Antes de presentarnos, Grace nos explicó que, con este grupo en específico, debido a los bajísimos niveles de escolaridad que hay entre la gente, muy pocos dominaban el inglés (y no muy bien), por lo que ella haría de segunda traductora cultural en su lengua madre, el nyanja.

La gente comenzó a contarnos que Mahopo es una aldea en las afueras de Lusaka que tiene muchos años de existencia. Escucharles contar con lujo de detalle su historia, que data de hace varias generaciones, nos resultó verdaderamente apasionante. El primer poblador de la aldea, el que la fundó en este remoto lugar, Jack Mwale, fue en determinado momento expulsado de la misma por “brujería”. ¡Brujería! Nos quedamos con la bocanada de sorpresa y curiosidad hasta más tarde, cuando nos aclararon que esas prácticas eran mal vistas ahora por la comunidad.

Pudimos notar también en las miradas tristes, en las manos, en cómo el yugo del trabajo ha hecho estragos en los cuerpos de este grupo de cooperativistas que, en Mahopo, la gente ha malvivido unas condiciones de pobreza espeluznantes. Sentimos que un risco abismal, desde nuestra posición en el mundo, nos alejaba un buen trecho, además del idioma, de poder conectarnos con ellos: parecían muy desanimados. Sin embargo, luego de contar un par de buenas anécdotas y remembranzas, comenzamos a reírnos y entrar en confianza. ¡Y sí que dio resultado! Al final, pudimos conversar sobre sus expectativas al convertirse en una cooperativa de vivienda, lo que han crecido sus ahorros cooperativos y lo alcanzado hasta el día de hoy: ya han conquistado el terreno en el que habitarán en colectivo y, este mismo mes, tienen planificado iniciar la elaboración de los bloques para las viviendas.

Una cuestión que en el trabajo con la gente en África importa (y seguirá importando) en demasía es la habilidad para la oratoria: el manejo de los gestos, la comicidad, dosificar la ironía y saber explicar lo complejo con las cosas más simples y cotidianas de la vida de la clase trabajadora. Al concluir nuestra intervención, nos pareció que estas técnicas habían cumplido su cometido. Tanto fue así, que una de las compañeras que se mostró más entusiasmada durante nuestra visita, antes de terminar la asamblea, pidió la palabra para agradecernos por nuestra visita y asestarnos, con el siguiente comentario, una cuchillada de realidad histórica: “yo nunca hubiera creído que un blanco pudiera hablarle así a una comunidad como esta; sobre su pobreza y su lucha porque yo no puedo creer todavía que exista un blanco, en alguna parte del mundo, que haya sufrido lo mismo que yo”. Por esta razón, continuó ella, nos volvió a agradecer el esfuerzo de haber llegado hasta ahí y felicitó a Gustavo por haber logrado, con su cooperativa, el sueño de su vivienda.
Escuchar esto solo provocó que, desde lo más profundo del ser, un volcán de satisfacción, alegría y cólera por las injusticias racistas contra el pueblo africano comenzara a arrojar lava por nuestras venas. Lo que significó la nobleza del sentimiento de esta mujer y la dulzura de sus palabras, sabiendo lo brutal que fue la explotación sufrida por parte de una minoría blanca que se creyó alguna vez superior: ¡inolvidable!

Concluimos más pronto de lo que hubiéramos querido, pero debíamos partir antes de que oscureciera. Con ambos grupos, nos tomamos fotos que registran enormes sonrisas por encima de todas las dificultades que ha representado la falta de la vivienda para los sectores populares zambianos. Por hoy, pesan mucho más los sueños que solo trabajando juntos, organizados en cooperativas de vivienda, lograremos concretar.

Día 6. Llegada a Chipata.
Miércoles 17 de mayo.

Siete horas exactamente nos tomó llegar a Chipata, la ciudad con el crecimiento económico más acelerado de toda la Provincia del Este de Zambia, desde Lusaka, por tierra. Viajamos con Jennipher, conductora al mando, y Gabriel, copiloto designado. El viaje requirió dejar atrás las nieblas de la capital para atravesarnos sucesiones ondeantes de montañas, páramos de interminable vegetación y acercarnos un buen trecho a la frontera con Malawi, en el borde oriental del país. Todo muy calmo, aunque tuvimos la mala suerte de pinchar la llanta que al día siguiente tendríamos que reparar a primera hora, antes de recorrer 40 kilómetros adicionales por montañas.

Por este día, decidimos descansar y reponer energías.

Notamos en el camino que, de repente, de los parajes a los costados de las carreteras, emergían una, dos, varias casitas con techados de paja y paredes rojizas de tierra de la casi nada. “Izaka”, en nyanja, y “kumbi”, en bemba, es como les dicen a estas casitas cuando sus muros son sin esquinas, hechas de esa forma para evitar que las serpientes encuentren la entrada y desistan de querer alojarse en su interior. Cuando hay decenas de ellas todas juntas, es porque se trata de una aldea. Entre aldea y aldea, brotan eventualmente espontáneos puestos de venta de frutas y hortalizas. Y, quizá, lo que más nos entusiasmó como latinoamericanos: nos sorprenden dos monos muy ufanos que, ¡de pronto!, saltan para cruzarse la carretera de un lado a otro, antes de desaparecer entre arbustos.

Vamos notando poco a poco que el grado de identificación del pueblo africano con los animales, sobre todo en el área rural, así como con el estilo de vida tribal que emana de las aldeas, es alto: un fenómeno extraordinario que se manifiesta en la supervivencia de sus lenguas originarias, tradiciones, sonoros bailes y rítmicos cantos, la pertenencia a la tierra y a los elementos del entorno. En muchas partes de Latinoamérica, esto ha sido desmantelado completamente con lujo de brutalidad. Muchas comunidades todavía se defienden de este embate, pero la afrenta cultural del imperialismo blanco es permanente. En este espíritu, África es ejemplo de resistencia.

Día 7. Visita a las cooperativas de vivienda Chadiza y Chipata.
Jueves 18 de mayo.

Después de conseguir arreglo para la llanta pinchada, salimos temprano hacia Chadiza, localidad rural en el interior más profundo de Chipata. Nos tomó aproximadamente dos horas atravesar estrepitosas rutas de tierra para llegar, solo salpicadas por el polvo que levantaba el carro en el que nos conducíamos.

En el camino, observamos que el trabajo del campo es desempeñado, en su gran mayoría, por mujeres, jóvenes y niños. A cada pequeño que pasa de los dos o tres años de edad, la tribu le “regala” una cabeza de ganado que, de inmediato, tendrá que comenzar a pastar y arriar como parte del trabajo que le corresponde brindar a su familia y aldea. Frente a una tranquila manada de vacas, un grupo de niños hacía retumbar sus tambores para amenizar la faena. Sus medios de transporte: carretas tiradas por bueyes de trote acompasado, algunas bicicletas y la fuerza de los pies descalzos. Cada tanto se les ve extrayendo agua de unos pozos que, según dicen, tienen más años que los siglos.

Al llegar a Chadiza, el panorama cambia al de un pueblo pequeño con mucho campo alrededor y algunos negocios, oficinas, clínicas y servicios elementales, entre paredes despintadas y fundaciones de barro. La cooperativa nos esperaba hace horas en el salón comunal de la asociación de pequeños agricultores de la localidad, de la cual emerge el grupo fundador de la cooperativa de vivienda Chadiza. A este primer grupo gestor, se fueron sumando maestros y maestras ya en proceso de jubilación. Todos y todas nos saludan con efusividad: “les estábamos esperando”.

Comenzó a impresionarnos la impecabilidad del orden y la formalidad con la que cada cooperativa organizaba las reuniones; y esta no fue la excepción. Todos los asociados sentados en plenario, nos dieron la bienvenida a una especie de mesa de honor que no se llenó solo con nuestra presencia. De un instante a otro, todo mundo se puso de pie y comenzó a alabar la entrada del último invitado especial de esta jornada: Chief Mlolo, ¡el Jefe de la tribu de Chadiza! Acompañado de su custodio policial, fue recibido con varios cánticos de “Viva el Rey, Viva el Rey”, pequeñas inclinaciones reverenciales y unos aplausos que entrecruzan las palmas en varios sonidos cerrados, pensados para transmitir respeto a sus señorías y autoridades tradicionales (kuomba m’manja). El Jefe era un hombre alto, con un traje de saco algo raído, de una presencia y voz sumamente ceremoniosas. Ambos se sentaron a nuestro lado, muy atentos a todo lo que se discutiría en la reunión.

Luego del recibimiento dirigido al Jefe, otra sorpresa, esta vez dirigida a nosotros: al unísono, comienzan todos y todas a cantarnos en nyanja una canción de bienvenida, en un tono muy similar al gospel que elevan las comunidades afroamericanas en algunas iglesias estadounidenses. “Bienvenidos, es un placer recibirles, que Dios les bendiga,” coreaban todos una y otra vez en su lengua. ¡Cómo nos aguantamos las lágrimas de la emoción en ese momento, por tanta calidez recibida!

Después de una corta oración, finalmente comenzamos la reunión. La cooperativa nos introdujo ampliamente en su historia recorrida desde el año 2015, gracias al trabajo de 30 miembros (11 de ellos mujeres) que han decidido organizarse y juntarse en un esfuerzo colectivo para la construcción de una vivienda soñada. Son el grupo que quizá con mayor orgullo nos dio información sobre sus avances: planos del terreno donde se ubicará el proyecto, diseños de sus futuras viviendas, documentos con el plan de trabajo para el año, libros donde van registrando los ahorros de cada asociado para autofinanciarse la obra, y qué más no. El terreno, nos afirmaron con gran alegría, había sido conquistado gracias a la buena voluntad del Jefe Mlolo de cederles parte de la tierra bajo su jurisdicción para construir sus viviendas. Han elaborado incluso una consigna propia de lucha que repiten varias veces de vez en cuando, alzando sus puños y voces en alto, que dice así: “Chadiza housing cooperative! Alimi! Timanga!” (¡Cooperativa de vivienda Chadiza! ¡Agricultores! ¡Debemos construir!)

Nuestras palabras de motivación a seguir perseverando en la batalla de la organización cooperativa casi se quedaron cortas ante los ánimos que encontramos entre los liderazgos y bases del grupo; una maravillosa experiencia. Y para terminar, contamos con las palabras de ánimo y militancia del Jefe Mlolo, en su nativa nyanja, por supuesto: sigan trabajando arduamente por su vivienda, manteniendo sus sueños en pie y, mientras ustedes demuestren que rendirse no es una opción, yo continuaré apoyándoles con más tierra para expandir la cooperativa. ¡Todos estallaron en aplausos de felicidad! Un destacable orador, en verdad, y muy estimado por su gente. Así, terminada la Asamblea, el mismo protocolo del inicio: elevamos una oración, agradecimos respetuosamente al Jefe por su apoyo, y nos despedimos para ir a compartir una deliciosa comida tradicional como almuerzo. Platos llenos de vegetales al vapor, frijoles verdes guisados, papas cocidas, pasta de espinaca con nueces molidas y la típica nshima, una masa a base de maíz, de una densa y blanca consistencia para poder agarrar con los dedos y complementar a todos los demás alimentos, dieron el toque final a nuestra jornada.

Al regreso, no podíamos dejar de pensar en que, para poder entender África y sus dinámicas de gobernabilidad, tendremos que darnos a la tarea de estudiar mucho más a fondo el tema de los regímenes tribales de autoridad y toma de decisiones, principalmente en lo concerniente al tema tierra: acá en Zambia y en todo el mundo, pero más que todo las poblaciones rurales, necesitan tierra habitable, segura, fértil para vivir, cultivar, y prosperar. En las tribus, el régimen de tenencia de la tierra que predomina, como ya lo hemos mencionado antes, es el tradicional, en el que la última palabra sobre qué se hace con cuánta tierra y por parte de quiénes es, en teoría, la Jefatura al mando. El cargo de Jefatura no se elige bajo ningún tipo de proceso democrático que se conozca en nuestros mundos occidentalizados: el puesto de Jefe o Jefa suele ser asumido por miembros de la misma familia que guarda el “linaje real”, preferiblemente hombres, y así de generación en generación. El respeto que la gente les tiene, por tanto, es inmenso y no parece estar inspirado en el ejercicio represivo del poder de las Jefaturas con sus tribus, sino más en una cultura ancestral de honrar la autoridad de las familias reales y a sus consejos de sabios, constituidos por viejos pobladores de las tribus, para decidir sobre el destino de la comunidad.

Y es que las Jefaturas tampoco pueden decidir al margen de lo que la comunidad necesita, por lo que muchas veces, según lo que nos cuenta Jennipher acerca de cómo se gobierna su propia tribu, este esquema de poder tradicional puede derivar en acuerdos mucho más democráticos que los que resultan de las urnas e instituciones de la nefasta democracia representativa. No está de más decir que todos los compañeros africanos, al explicarnos las tradiciones y rituales originarios de sus tribus en particular, lo hacen rebosantes de orgullo por pertenecer a ellas: se trata, sin duda, de un tema identitario con el que el modelo cooperativo tendrá que adaptarse para poder convivir.

Día 8. De vuelta a Lusaka.
Viernes 19 de mayo.

Dado que se trataría de un viaje largo por un camino ya transitado, decidimos aprovechar y amenizar el día de Jennipher y Gabriel, nuestros compañeros de viaje, con nuestras infinitas preguntas. Aunque puedan ser largas, de las conversaciones que uno logra aprender mucho, rara vez uno se cansa.

De todas las paradas técnicas que debíamos dar, la primera la hicimos en un lugar harto emblemático: la entrada de un pequeño poblado de nombre Mutenguleni, donde cada febrero se juntan delegaciones enteras, pertenecientes a la tribu Ngoni, a ser parte de la ceremonia N’chwala durante tres días completos. Esta ceremonia es celebrada por gente Ngoni de múltiples países en honor al legado de guerra y resistencia de Shaka Zulú, rey del imperio Zulú que logró unificar una sola línea de combate y defensa de los pueblos en África del Sur, durante el siglo XVIII. Varias series de televisión, historietas y libros rindieron homenaje a su heroica historia.

Al lado del camino, pudimos ver de cerca un sin fin de aldeas con sus mujeres y niños haciendo altos en la ruta, esperando con sus canastos repletos de papas dulces, nueces, tomates y zanahorias vender los excedentes de lo cultivado. Jennipher decidió hacer otra parada para escoger la mejor selección de vegetales a llevarse a casa.

Allí, las mujeres con sus niños a cuestas; envueltos a sus espaldas, de manera muy similar a la que las madres indígenas centroamericanas se aferran a sus pequeños. Descalzos todos además porque, cuando te pones zapatos, la comunicación directa de los pies con la tierra y las rocas es inviable. Que no es tanto por pobreza, nos dicen: los que nacen y crecen en las aldeas se abrazan a diario con el suelo; caminan y corren descalzos con una comodidad casi natural. La costumbre es, aun teniendo zapatos, no usarlos, nos aseguran Jennipher y Gabriel.

La relación del pueblo africano con el entorno natural es, en definitiva, inquebrantable, caracterizada por una cercanía que a otras culturas nos podría llegar a parecer hasta peligrosa. La maleza se toma el territorio como suyo, a la tierra le brotan aguas termales a flor de piel, son los árboles centenarios los que le cercan el paso a las carreteras, las montañas alojan el hábitat intocable de una fauna atemporal, que se desplaza lentamente entre aldeas y otros frágiles intentos humanos de delimitarle las libertades a la Madre Tierra de existir y fluir en su propia casa.

Nosotros pensábamos, por ejemplo, que los animales conocidos como salvajes estaban todos recluidos en extensas sabanas controladas por los humanos. Con toda la normalidad del mundo nos dijeron que no, que viven entre nosotros, que son ellos los pobladores más acérrimos de las tierras rurales. Es decir que, a los costados de la carretera, aunque pareciese estar todo tranquilo, podían cruzarse eventualmente no solo monos sino también leones, panteras, elefantes. Sobre todo por las noches.

Estos últimos, en específico, son los que más atemorizan a Jennipher. “Una vez en esta carretera, regresando de Chipata,” comenzó a relatarnos, “mis hijos y yo nos encontramos con un elefante muy cómodamente acostado en la calle, bloqueando todo nuestro paso”. Hizo como si temblara del miedo, para describir el miedo que la paralizó en ese momento, mientras sus hijos, inquietos y emocionados, celebraban el poder ver a un elefante tan de cerca. “Paré el auto inmediatamente porque sé que los elefantes, al sentirse amenazados, reaccionan con violencia y pueden llegar hasta matarte. Y esto lo sé porque hay historias verídicas de que eso ha pasado”, sentenció. ¡Qué situación más espeluznante en la que nos imaginábamos a la compañera! Así que tuvo que esperar, al menos unos treinta minutos, para que el elefante se decidiera a levantarse y, sin más, adentrarse en la profundidad de la sabana. Gabriel nos contó otro relato similar.

Las historias de sustos impresionantes causados por encuentros con estos seres eran interminables, suficientes para sacarnos de la ignorancia. Viviendo en esta realidad, pueblos enteros aprendieron a convivir con ello, incluyendo los riesgos. Sí sabremos poco del África real: de la que es naturaleza viva y merodea incesante al humano.
Continuará.

Gustavo González, desde África
COMCOSUR INFORMA Nº 1813– 25/05/2017
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COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / COMCOSUR – 1994 – 19 de junio – 2017 – 23 años
Selección y producción: Beatriz Alonso, Henry Flores y Carlos Casares Apoyo técnico: Carlos Dárdano
Colaboran:
ALEMANIA: Antje Vieth y Carlos Ramos (Berlín)
ARGENTINA: Eduardo Abeleira
BRASIL: Carlos O. Catalogne (Florianópolis)
CENTROAMÉRICA: Gustavo González
ECUADOR: Kintto Lucas (Quito)
HOLANDA: Ramón Haniotis (Amsterdam)
SUIZA: Sergio Ferrari (Berna)
URUGUAY: Jorge Marrero (Santa Rosa), Margarita Merklen (Durazno), Pablo Alfano (Montevideo), Luis Sabini (Piriápolis, Maldonado)
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