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EL EXTRACTIVISMO COMO CULTURA

MUMIA:
1) Chomsky: “Nunca antes hubo un Trump” – 
2) Libertad de expresión bajo acoso de la justicia en Brasil – 
3) “Los invasores han convertido a Libia en un Estado catastrófico” – 
4) El extractivismo como cultura –
5) Samir Amin: La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital

COMCOSUR / POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 795 / Miércoles 19 de Octubre de 2016 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Chomsky: “Nunca antes hubo un Trump”
Para el intelectual más crítico de los EE.UU., el panorama de su país es “chocante” y el electorado está atravesado por la ira de los pobres.
Martin Bialeck (DPA/Clarin)

A sus 87 años, Noam Chomsky recibe al visitante con un fuerte y largo apretón de manos, una sonrisa y una mirada amable. Su despacho en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Cambridge cumple con el cliché de un erudito: montones de libros, viejos carteles, notas. Chomsky, uno de los intelectuales más relevantes en la actualidad, critica con dureza la actual campaña presidencial estadounidense.

–¿Cómo se explica el auge de Donald Trump? ¿Qué dice el éxito del candidato republicano sobre la situación en Estados Unidos?

–Este peculiar fenómeno tiene cierto contexto, una especie de tradición sobre la que no se habla demasiado. Tomemos las elecciones primarias de los últimos años. Algunos candidatos populares entre las bases republicanas eran tan peligrosos y estaban tan locos que el “estabishment” del partido intervino y los eliminó, como ocurrió con Michelle Bachmann, Rick Santorum o Herman Cain. Pero en esta ocasión los líderes republicanos no lo consiguieron.

–¿A qué se debe?

–Sencillamente no pudieron hacerlo. Trump es singular. Nunca hubo algo como él en naciones industrializadas occidentales.

–Estados Unidos tiene algunos problemas graves. Desigualdad, racismo, brechas sociales, cuestiones identitarias, ¿por qué hay tantos que piensan que Trump es la respuesta a esas cuestiones?

–Sabemos qué posturas y preocupaciones tienen quienes apoyan a Trump. No son los pobres. La mayoría son de la clase trabajadora blanca que en el período del neoliberalismo fueron marginados. Siendo exactos, comenzó con Ronald Reagan.

–¿Y los demócratas?

–Los demócratas abandonaron a ese grupo ya en los 70, aunque siguen argumentando lo contrario. Hace tiempo que no puede hablarse de una clase trabajadora en Estados Unidos. Hay que hablar de una “clase media”, que se refiere a la “clase trabajadora”. En cualquier caso, esa clase fue sencillamente abandonada. Sólo hay que ver los sueldos. Ya nadie quiere acordarse de que en los tiempos de nuestro gran crecimiento los sueldos estaban ligados al producto nacional bruto y a la productividad. Eso se acabó a mediados de los años 70. Todo un segmento de la población fue abandonado y quedó descolgado. Ahora, esas personas están amargadas y tienen rencor.

–¿Ve otros motivos?

–Un segundo elemento, que conocen bien en Europa, es el fortalecimiento del populismo y el ultranacionalismo. Hay una correlación directa entre el apoyo a populistas autoritarios y los entusiasmados con Trump. Muchos se sienten amenazados, por ejemplo por el feminismo, y otros por situaciones que amenazan el orden que consideran apropiado. De ello ha surgido una mezcla muy peligrosa.

–¿Hasta qué punto le parece peligrosa esa mezcla?

–Se trata de un profundo cambio en el sistema político. Estados Unidos es en realidad un Estado de partido único con dos facciones políticas, republicanos y demócratas. Pero en realidad eso ya no es así. Seguimos siendo un país de partido único, el Partido de los Negocios. Pero ya sólo hay una facción, que da igual cómo se llame. Ambos partidos han virado hacia la derecha. Hace un par de décadas Hillary Clinton habría estado a gusto entre los republicanos moderados.

–¿Cómo han evolucionado los republicanos?

–Lamentablemente han salido del espectro normal. En un sentido real ya no son un partido parlamentario.

–¿Es posible pensar en un nuevo partido, por ejemplo cuando se piensa en los millones de personas que apoyaron a Bernie Sanders?

–Por supuesto. Si tuviéramos un movimiento trabajador activo y luchador del estilo del que hubo en Estados Unidos en los años 30, probablemente uniría a los seguidores de Trump con los de Sanders. Son diferentes en muchas cosas pero comparten la misma ira por el ataque contra la clase trabajadora y los pobres. Eso podría ser el principio de algo nuevo.

–Pero los terceros partidos lo tienen difícil en Estados Unidos.

–Sí, como consecuencia de nuestra herencia británica. No hay representación política proporcional sino un sistema electoral mayoritario. Eso lo hace difícil.

–Usted ha dicho que Trump es el resultado de una sociedad que implosiona y colapsa. ¿Diría también que el sistema político se ha derrumbado?

–Mire, hay que decir que en realidad en Europa es peor. En Europa, la democracia ha sufrido un duro golpe al haberse trasladado el poder de decisión política a Bruselas. Una evolución chocante. Estados Unidos se desarrolló desde una democracia hacia una plutocracia con apéndices democráticos. Sí, aquí hay mucha libertad, es una sociedad muy abierta, hay muchas cosas positivas. Pero en nuestro sistema la mayor parte de la sociedad está sencillamente infrarrepresentada.

–¿De qué parte de la sociedad está hablando?

–De tres cuartas partes de la sociedad. Sus representantes no se interesan por ellos, sobre todo por los que están en los grupos de salario más bajos. Cuanto más hacia arriba nos movemos en la escala de salarios, más influencia vemos. Hasta que llegamos a lo más alto, hasta el uno por ciento que controla prácticamente todo.

–¿Es una consecuencia de ello que estemos ante candidatos con valores mínimos en las encuestas?

–Cuidado, eso es equívoco. ¡Lo mismo ocurre con todas las instituciones! Mire la valoración del Congreso, los bancos, las empresas, de todo salvo el Ejército, todos tienen prácticamente valoraciones de una sola cifra. La valoración de los candidatos no es algo atípico. Corresponde a un gran malestar social. Amenaza la democracia.

–¿En qué podemos confiar?

–Hay salidas. Mire el fenómeno Sanders. Esa gente salió como de la nada. Sin apoyo del mundo de los negocios ni del sistema político. Gente que teme por las bases económicas y sociales. Una reacción a su caída. Impulsada por una inesperada simpatía y por la esperanza de que alguien cree nuevos empleos en Estados Unidos. Comparen eso con la época posterior a la guerra, un movimiento así, que encontró un gobierno abierto y dispuesto a las reformas. De una amalgama así puede surgir algo nuevo. ¡Y no sólo puede, debe!

MIÉRCOLES 19 DE OCTUBRE DE 2016 – COMCOSUR
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2) Libertad de expresión bajo acoso de la justicia en Brasil
Mario Osava (IPS)

La misma justicia que existe para asegurar derechos se puede convertir en instrumento para violarlos y obstruir la libertad de expresión, comprueban recientes oleadas de acciones judiciales contra periodistas y medios en Brasil.

El caso actual, de gran repercusión, es el de Gazeta do Povo, principal diario de Curitiba, capital del sureño estado de Paraná, acosado por 48 demandas de jueces y fiscales del Ministerio Público, que reclaman indemnizaciones por haber divulgado el diario sus remuneraciones en febrero.

“Hubo semanas en que estuvimos cuatro días útiles de la semana corriendo de una ciudad a otra en el interior de Paraná, donde teníamos que concurrir a las audiencias. Creo que en total recorrimos más de 10.000 kilómetros”, contó a IPS uno de los tres periodistas enjuiciados, Rogerio Galindo.

“Eso pasó justamente en un momento de efervescencia política en el país, poniendo en riesgo la sostenibilidad del diario y revelando un gran potencial (de múltiples acciones judiciales) de causarle daños irreversibles, cuando la prensa escrita ya enfrenta graves dificultades económicas”: Leonardo Mendes Junior.

Pena similar sufrió Elvira Lobato, periodista de Folha de São Paulo, tras la publicación, el 15 de diciembre de 2007, de su reportaje “Universal cumple los 30 años con imperio empresarial” sobre los negocios oscuros de la evangélica Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), propietaria de redes de televisión, radio y periódicos.

Lucio Flavio Pinto, galardonado periodista que publica desde 1988 su “Jornal Pessoal” en Belém, capital del norteño y amazónico estado de Pará, enfrenta desde 1992 un vía crucis urdido por el imperio mediático local, el grupo Lque, que le interpuso 33 procesos judiciales por denunciar ilegalidades de sus dueños, la familia Maiorana.

En Gazeta do Povo, además de los tres periodistas, dos realizadores de infografías y la empresa editora del diario responden a las acciones judiciales, como acusados de provocar daños a los demandantes, que solicitan reparación monetaria. Las acciones tienen lugar en pequeños juzgados dispersos por decenas de ciudades, que tramitan causas civiles que no excedan los 40 salarios mínimos (cerca de 11.000 dólares).

“Con el abogado y el conductor fuimos siete personas quienes tuvimos la vida profesional y familiar trastornada” de abril a junio, recordó Galindo, destacando el problema del colega Euclides Garcia, que no pudo acompañar los últimos meses del embarazo de su mujer. Por suerte el Supremo Tribunal Federal (STF) suspendió, el 30 de junio, la tramitación de todos los procesos, en un fallo preliminar de la jueza Rosa Weber, en vísperas del nacimiento del hijo de Garcia.

Las acciones concertadas se debieron a un reportaje publicado el 15 de febrero por Gazeta do Povo, que reveló que jueces de Paraná recibieron en 2015 remuneraciones que sumaron 527.500 reales (165.000 dólares al cambio actual), superando en 28 por ciento el techo correspondiente. En el caso de los fiscales del Ministerio Público paranaense la remuneración excedió en 23 por ciento el máximo fijado por la Constitución para el Poder Judicial, que es el 90,25 por ciento de lo que ganan los magistrados del STF.

Aportes para variados gastos, indemnizaciones, abonos retroactivos y otras subvenciones se sumaron a los salarios, generando esa distorsión. “En ningún momento se dijo que eran remuneraciones ilegales, sino que acumulaciones legales resultaron en sumas superiores al límite constitucional”, observó a IPS el director de redacción del diario, Leonardo Mendes Junior.

Los datos divulgados son públicos en el Portal de la Transparencia del gobierno. Lo que se hizo fue vincularlos con el contexto legal y destacar que el poder judicial y sus órganos asociados cuestan en Brasil 1,8 por ciento del producto interno bruto, contra 0,4 por ciento en Europa. Pero el “contenido ofensivo” de la publicación sugiere la existencia de ilegalidades y provocó cuestionamientos a los jueces, justificó la Asociación de los Magistrados de Paraná, en un comunicado en que niega haber concertado acciones individuales de sus miembros y que estas atenten contra la libertad de prensa.

El hecho, sin embargo, es que obligar a los acusados a peregrinar por decenas de ciudades, algunas a más de 500 kilómetros de la sede del diario en Curitiba, debilitó el periodismo de Gazeta do Povo, al alejar del trabajo por muchos días a tres de sus siete reporteros políticos. “Es interesante el concepto de ‘censura judicial’ mencionado por la nueva presidenta del STF, Carmen Lucia Rocha, para calificar la secuencia de acciones que alejan de la redacción a parte considerable de sus periodistas”, comentó.

Cada viaje de los demandados para audiencias por todo el estado costó al diario cerca de 25.000 reales (7.800 dólares), estimó Galindo, sumando transporte, costo del abogado, hoteles y alimentación, sin contar las horas perdidas de trabajo periodístico. Con la suspensión de los procesos, los periodistas esperan un fallo definitivo del STF que debe asumir el caso, conforme pidió Gazeta do Povo, arguyendo que los jueces de Paraná no pueden juzgar las quejas, ya que son todos parte interesada.

“Algunos jueces se reconocieron impedidos de actuar, pero la mayoría no”, lamentó Mendes. Ese es un caso extremo, en que los operadores de la justicia arbitran en su propio interés, castigando a sus supuestos agresores con viajes y trámites forzados que limitan libertades. Pero el abuso del derecho de recurrir a la justicia contra periodistas incómodos se hizo recurrente en Brasil.

La IURD diseminó por el país, en 2007 y 2008, un total de 107 acciones judiciales a través de sus fieles, para sofocar a Elvira Lobato y el diario Folha de São Paulo, el de mayor circulación de Brasil. Poco importa que la periodista y el medio ganasen todos los procesos. El castigo precede a la sentencia. Lucio Flavio Pinto tuvo que estudiar derecho para defenderse, restando tiempo a la producción solitaria de su “Jornal Pessoal”. La venta del quincenario, con una tirada de 2.000 ejemplares, es su gran fuente de ingresos, ya que él rechaza cualquier publicidad.

Los procesos de las demandas en su contra duraron en promedio cuatro a cinco años. Siguen pendientes todavía cuatro, que comenzaron hace 11 años. Condenado dos veces, contó con la solidaridad de gente de todo el país para pagar las penas económicas. En varios casos sus demandantes no piden la ejecución de las sentencias. “Prefieren mantener la espada pendiente, prolongando los procesos”, dedujo a IPS el periodista, cuyas denuncias evitaron apropiaciones ilegales de extensas tierras en Pará, aunque en algunos casos también le costaron agresiones físicas.

“Las acciones judiciales recurrentes son el medio más eficiente de censura”, sostuvo Pinto, reconocido como “Héroe de la libertad de información”, por Reporteros sin Fronteras, la organización basada en París. En su caso no hubo la solidaridad de organizaciones empresariales como la Asociación Nacional de Diarios, que sí concedieron a Gazeta do Povo el premio Libertad de Prensa 2016, reforzando la reacción generalizada del sector periodístico al acoso de jueces y fiscales de Paraná.

Hay otros “intentos de cercenar la libertad de prensa” que a la vez “ayudan a prevenir nuevos casos” con su fuerte repercusión, opinó a IPS la especialista Ángela Pimenta, presidenta del Instituto para el Desarrollo del Periodismo, que mantiene el portal Observatorio de la Prensa.

Editado por Estrella Gutiérrez
MIÉRCOLES 19 DE OCTUBRE DE 2016 – COMCOSUR
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3) “Los invasores han convertido a Libia en un Estado catastrófico”

Entrevista al dirigente libio Mustafa Zaidi
María Torrellas y Carlos Aznárez (Resumen Latinoamericano)

En el marco del Seminario Internacional sobre Crisis del Capitalismo en Sao Paulo, entrevistamos al Dr Mustafá Zaidi, Secretario General del “Libyan Popular National Movement”. Zaidi formó parte del Ministerio de Salud durante el gobierno de Gadafi y actualmente es parte de la resistencia contra la ocupación.

-¿Cuál es la situación actual en Libia dado que hay varios gobiernos vigentes?

-Libia está en un estado catastrófico, el país está completamente colapsado después de la intervención de occidente en 2011. Destruyeron el gobierno, las fuerzas armadas, las urnas, todo: y destrozaron todos los recursos del pueblo Libio y ahora el país está dividido, cada ciudad es controlada por distintas milicias y no hay un gobierno central. Han tratado de imponer la democracia occidental en Libia pero fallaron y trataron de hacer elecciones en el 2012, donde terminaron ganando los fundamentalistas Islámicos, con el apoyo de Estados Unidos y de otros gobiernos occidentales. El pueblo Libio lo rechazó y hubo nuevas elecciones en el 2014 donde se creo el Parlamento. La mayoría de los miembros del Parlamento son Libios que quieren trabajar por el país, entonces los gobiernos occidentales los bloquean y ahora están tratando de formar un gobierno desde afuera, a través de negociaciones con las Naciones Unidas, quienes trabajan a favor de los intereses de occidente.

Actualmente, cada ciudad de Libia está controlada por su propio gobierno. No hay soberanía nacional, hay intervenciones por todos lados, la economía está colapsada, no hay producción ni exportación de petróleo porque todo está controlado por las milicias, la situación es muy difícil para que la gente que no vive allí pueda entenderlo. Es realmente una situación catastrófica y la prensa internacional no le presta atención a lo que está pasando allí. Hay 6 millones de Libios, de los cuales 2 millones están exiliados (⅓ de la población). Más de un millón han sido evacuados de sus hogares o de sus ciudades por las milicias y están viviendo en otros lugares.

Libia solía ser uno de los mejores países de África para vivir, en términos de servicios, educación y salud. Ahora ha colapsado. En Trípoli, la capital, no hay electricidad por al menos diez horas al día. Fuera de la capital, se corta la electricidad por dos o tres días. Si no tienes electricidad eso significa que no tienes transporte público, no hay buena comunicación, genera problemas de salud también. Entonces, el pueblo Libio está realmente sufriendo. Pensamos que si esto continúa así, quizás lleguemos a ver víctimas de hambruna en lo que solía ser uno de los países más ricos de África.

-Fuera de Libia algunos piensan que el Gobierno de Tobruk es más progresista que los otros. ¿Cuál es tu opinión sobre eso? Y, ¿cómo actúa la “resistencia verde” (quienes apoyan a Gadafi) frente a esta situación?

-El gobierno de Tobruk fue elegido en 2014. Y en Occidente hace bromas sobre el deseo de promover la democracia. Cuando el pueblo Libio eligió este Parlamento, el gobierno anterior, con el apoyo de los EE.UU, aprobó una ley que prohibía a cualquier persona que había trabajado para Gadafi ser elegido o votado. Más de 700.000 personas se vieron afectadas por esta ley. A pesar de ello, el Parlamento eligió en su mayoría personas progresistas y se formó gobierno que quería reconstruir el país. Pero los países occidentales dijeron que no, y buscaron imponer a los grupos islámicos en Trípoli, en Misrata y en otros lugares. E hicieron lo que ellos llaman “negociaciones” durante todo un año, que fueron dirigidas por un diplomático español llamado Bernardino León, por supuesto, bajo la supervisión de los EE.UU., Inglaterra y Francia, y así trataron de formar el gobierno.

Después de un año, nombraron un consejo formado por seis personas para controlar Libia. Ninguna de las personas de Libia conocía a quienes fueron elegidos. Por lo que el Parlamento se negó a confiar en ellos, era imposible. Ahora, la ONU está ejerciendo presión sobre el Parlamento elegido de Tobruk para hacerles aceptar estas personas. Occidente dice que no, que el Parlamento no es legítimo y sólo reconoce este gobierno de seis personas. Este equipo está dirigido por un hombre llamado Fayez Sarraj, que nadie sabe quién es, y la ONU dice en todo el mundo que este es el gobierno oficial y reconocido.

En cuanto a la otra parte de la pregunta, dado que el resultado de lo que ocurrió en 2011 fue catastrófico, todos y cada una de las personas en Libia dijo: “Está bien, vivíamos mejor en tiempos de Gadafi”. Así que ahora las ideas de Gadafi se están volviendo más y más populares. Nos reorganizamos nosotros mismos en el Movimiento Nacional de Libia y ahora trabajamos con el Parlamento en Tobruk y con el ejército (hemos creado un ejército en la parte oriental del país). Creo que si hay elecciones, los Gadafistas retornarán, no hay duda de ello, y por eso Occidente dicen que quieren la democracia, pero cuando la democracia está en contra de sus intereses, están en contra de ella. Esto ya lo sabemos.

En cuanto a las fuerzas armadas, hemos reorganizado el ejército, y el ejército está tomando una buena parte del lado oriental y en la cara sur de Libia. Creo que en poco tiempo Libia será liberada, debido a la intervención y el resultado de esta intervención desde el exterior de Libia no serán aceptadas por ningún habitante, la resistencia va seguir y creo que vamos a tener éxito más pronto que tarde.

-¿Hay algún lugar del país donde haya una verdadera resistencia Gadafista?

-Si, en todo el pueblo. Creo que actualmente representamos (según información reciente) no menos del 60% del pueblo Libio. Y es por esto que en cada negociación que emprende Occidente quieren aislar a quienes apoyan a Gadafi. Quieren negociar y dialogar solamente con la gente que no es de Libia. Por esto, toda la ilusión que crearon no está funcionando. Nuestra posición es ahora más fuerte, somos más populares.

Creo que debido a la situación en Libia antes de 2011 era como el cielo, todo el mundo tenía acceso a la educación, teniamos salud gratuita, vivienda libre y dimos a la gente la posibilidad de ganar no menos de 500 dólares al mes, y de eso se beneficiaron todos los pobres de Libia. Más de un millón de personas se beneficiaron de este préstamo por parte del gobierno. El gobierno asignaba una parte de los ingresos del petróleo para los pobres. Hoy en día, la gente ni siquiera reciben sus salarios. Así que ahora la gente compara cómo eran las cosas antes con cómo son las cosas ahora y piensan que las políticas que tuvimos por más de 40 años fueron muy exitosas y entonces todo el mundo quiere volver a eso. Y creo que podemos volver, debido a que la base, que es muy importante, es decir la gente en general y particularmente los jóvenes, están bien orientados y bien educados y su conciencia es muy progresista. Así que creo que vamos a tener éxito.

-En esta situación, si el Frente Nacional gana las elecciones ¿lo aceptará Occidente? O buscarán hacer una nueva intervención?

-Creo que no lo aceptarían. Y ahora el ejército ha perdido el control sobre el campo petrolero. Las bandas armadas, las milicias, los ladrones son quienes controlan ahora el petróleo. Ahora los estadounidenses dicen “no, esto no es bueno, no debe haber guerra sobre estos territorios”. Tenemos miedo de una intervención. Sin embargo, Europa ha sufrido más que América el costo de lo que está sucediendo en Libia: la migración, el petróleo, los problemas de exportación de gas, el terrorismo. Libia está a sólo 200 kilómetros de distancia de Italia, o de Francia, por lo cual la inestabilidad supone un peligro real para ellos. Y los líderes europeos están empezando a reconsiderar esta situación. Pero, por desgracia, las políticas internacionales se llevan a cabo por el presidente de los Estados Unidos y para el beneficio de Israel. Israel sólo puede existir siempre y cuando no hay ejércitos fuertes cerca de su territorio. Por lo que su objetivo es destruir ejércitos cercanos para crear el caos en todas partes, y destruir países cercanos (como Siria, Irak, Libia). Pero en el largo plazo, esta crisis va a afectar profundamente Europa.

-¿Israel es uno de los protagonistas del hostigamiento y destrucción de Libia?

-Por supuesto. Porque el sionismo quiere hacer algo poco natural en un ambiente que está en contra de ellos, entonces pueden hacer cualquier cosa para lograr sus objetivos…ya sabes. Porque, ¿cómo puede beneficiarse Estados Unidos de que los terroristas islámicos gobiernen Siria? Usted sabe, los EE.UU. apoyan a los terroristas islámicos en Siria, todo el mundo sabe eso! No sólo los apoyan, los crearon. Ellos les dieron las armas. Actualmente Israel apoya el control de Trípoli mediante personas que son del Estado Islámico y Al-Qaeda. Doce de ellos estaban en Guantánamo y ahora son gobernadores de Trípoli, porque Trípoli se divide en cuatro regiones, y algunos lugares tienen bandas armadas. Esto es para el beneficio de Israel, con dos objetivos: primero, destruir el gobierno progresista -en esto han tenido éxito-, y el otro objetivo es dar una mala reputación al Islam, por lo que todo el mundo los ve como asesinos, torturadores, etc. Pero ISIS no ataca a Israel de ninguna manera. Atacan en Siria, Libia, Iraq. Si son una fuerza Islámica, y están en contra de judaísmo y el cristianismo como ellos han dicho, ¿por qué no atacan otros lugares? Aputan a Libia. Los “número uno” como responsables de la creación y el apoyo del terrorismo son los Estados Unidos e Israel. No hay ninguna duda al respecto.

-¿Hay complicidad entre Daesh y las compañías transnacionales que explotan gas y otros recursos en Libia?

-Creo que hay una conexión fuerte entre ellos. Porque, ¿de qué otra manera puede Daesh tener el control de la mitad de Iraq y la mitad de Siria en sólo un año? ¡Y la mitad de Libia! Vienen en su mayoría desde el norte de Europa. En la ciudad de Sirte hay 10,000 extranjeros, desde Europa, Chechenia, de todos lados. Y ahora Francia está sufriendo los efectos de esto.

Creo que para las grandes empresas esto funciona como un ciclo. El sionismo, el imperialismo, el capitalismo, intentan controlar todo a través de la guerra, primero, para destruir Medio Oriente y después de excavar el oro de ellos, llegan a América Latina, con otras tácticas, no las mismas que se utilizan en Libia o Siria, sino que intervienen en Venezuela, en Argentina, en Brasil. Utilizan todos esta táctica para destruir cualquier gobierno progresista, sea cual sea el costo. Y es que pueden hacer cualquier cosa. Interfieren con la política interna, con la situación económica interna… Ellos son expertos en hacer eso y tienen la capacidad para hacerlo. Ellos tienen los medios de comunicación. Nadie sabe nada de Libia ahora. En 2011, todo el mundo hablaba de Libia: “Oh, Gadafi está matando tal y tal”. Yo estaba en Trípoli como hemos visto en los informes de los medios acerca de Gadafi que bombardea Trípoli con aviones, y todos nos reímos de eso porque era impensable. Gadafi nunca habría pensado en hacer eso. O había noticias sobre Gadafi habiendo escapado a Venezuela. Por lo tanto, controlan los medios de comunicación, y los medios de comunicación crean la opinión pública.

MIÉRCOLES 19 DE OCTUBRE DE 2016 – COMCOSUR
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4) El extractivismo como cultura

Raúl Zibechi (La Jornada)

A medida que el extractivismo y los procesos políticos asentados en ese modelo comienzan a mostrar grietas, por la abrupta caída de los precios de las commodities, estamos en mejores condiciones para comprender sus características profundas y las limitaciones de los análisis anteriores. Una de ellas, y debemos asumir la autocrítica en primera persona, consiste en haber mirado primordialmente el costado ambiental y depredador de la naturaleza del modelo de conversión de los bienes comunes en mercancías.

Ahora podemos dar un paso más, algo que ya hicieron los zapatistas hace más de una década, cuando definieron el modelo como cuarta guerra mundial. El otro error de bulto fue considerar el extractivismo como modelo económico, siguiendo el concepto de acumulación por desposesión de David Harvey. En suma, al error de haber centrado las críticas –de modo casi excluyente– en lo ambiental, se sumó el economicismo del que adolecemos muchos de los formados en Marx.

El capitalismo no es una economía, sino un tipo de sociedad (o formación social), aunque evidentemente existe una economía capitalista. Con el extractivismo sucede algo similar. Si la economía capitalista es acumulación por extracción de plusvalor (reproducción ampliada del capital), la sociedad capitalista produjo la separación de la esfera económica de la política. La economía extractiva, de conquista, robo y pillaje, es apenas un aspecto de una sociedad extractiva, o una formación social extractiva, que es la característica del capitalismo en su fase de dominio del capital financiero.

Más allá de los términos, interesa subrayar que vivimos en una sociedad cuya cultura dominante es de apropiación y robo. ¿Por qué hacer hincapié en la existencia de una cultura extractivista diferente de la hegemónica en otros periodos del capitalismo? Porque nos ayuda a comprender de qué se trata el mundo en el que vivimos y las características del modelo contra el que nos rebelamos.

Para comprender mejor en qué consiste esa cultura, sería necesario compararla con la cultura hegemónica en periodos anteriores, por ejemplo, durante el predominio de la industria y el Estado desarrollista. En aquel lapso, los trabajadores manuales de la industria sentían orgullo por su oficio y por ser productores de riqueza social (aunque una parte sustancial fuera apropiada por el patrón). Ese orgullo tomaba forma de conciencia de clase cuando se identificaban los intereses propios mediante la resistencia a los explotadores.

No era el orgullo tonto de quien se cree superior, sino el resultado del lugar que tenían los obreros en la sociedad; lugar que no habían heredado, sino construido en una larga y paciente lucha. Entre mediados del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX, los obreros –y a veces las obreras– se formaron a sí mismos a la luz de la vela luego de extenuantes jornadas de 12 horas de trabajo, crearon espacios propios de encuentro y ocio (ateneos, teatros, bibliotecas, cooperativas, sindicato), instituyeron formas de vida con base en la ayuda mutua, crearon maravillas como la Comuna de París y la Revolución de Octubre, además de una larga decena de insurrecciones urbanas. Tenían motivos para la autoestima.

En la vida cotidiana, la cultura obrera giraba en torno al trabajo, la austeridad por convicción, el ahorro como norma de vida y la solidaridad por religión. El mameluco de trabajo y la gorra eran señas de identidad con las que andaban por sus barrios, porque no querían vestirse como los patrones; todo en sus vidas, desde la vivienda hasta los modales, los diferenciaba de los explotadores. Esa cultura tenía sesgos opresores, como bien saben las mujeres y los hijos e hijas de los obreros industriales. Pero era una cultura propia, basada en el autocultivo de sí mismos, no en la imitación de los de arriba.

Este largo rodeo pretende llegar a un punto nodal: la cultura obrera podía conectar con la emancipación. La cultura extractivista va a contrapelo. Aunque portaba elementos opresivos, aquella cultura contenía aspectos valiosos, potencialmente anticapitalistas.

La cultura extractivista es el resultado de la mutación generada por el neoliberalismo, a caballo del capital financiero. El trabajo no tiene el menor valor positivo, lugar que ocupan ahora el pillaje y sus contracaras, el consumismo y la ostentación. Donde antes había orgullo por hacer, la cultura gira ahora en torno al pavoneo de marcas y modas. Mientras los obreros de antaño condenaban el robo, por razones estrictamente éticas, hoy se festeja la apropiación, aun cuando la víctima sea vecina, amiga y hasta familia.

No toda la sociedad luce esta forma de vivir, ciertamente. Pero son modos que han ganado terreno en sociedades donde los jóvenes no tienen empleo digno ni un lugar en la sociedad, ni la posibilidad de labrarse un oficio trabajando, ni conseguir un mínimo ascenso social luego de años de esfuerzos. Ni memoria de aquel pasado, que es lo más pernicioso, ya que atenta contra la dignidad.

El extractivismo ha evaporado los sujetos, porque en la llamada producción sencillamente no los hay. Incluso en la esfera de la reproducción, el sistema se esfuerza por mercantilizarlo todo, desde los nacimientos hasta la alimentación, arremetiendo contra el papel central de las mujeres en esos espacios. De ahí la importancia de las microresistencias: el tianguis, el barrio, los territorios populares, los espacios colectivos del más diverso tipo. Ellas alimentan las grandes rebeliones.

Si es cierto que la cultura hegemónica bajo el extractivismo obstruye los procesos emancipatorios, la organización y las resistencias, estamos ante la necesidad imperiosa de trabajar a contrapelo de esa cultura. Los cimientos del mundo nuevo están ahí, en la vida cotidiana. Por eso el empeño en los trabajos colectivos, en todas las resistencias. Esos trabajos moldean una cultura nueva, que rescata lo mejor de la cultura obrera e intenta (no siempre) acotar las opresiones.

MIÉRCOLES 19 DE OCTUBRE DE 2016 – COMCOSUR
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5) Samir Amin: La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital
Raffaele Morgantini (Investig’Action)

Los análisis sobre la crisis que agita -de manera estructural- el actual sistema capitalista llegan a ser de una esterilidad patética. Mentiras de los medios, políticas económicas antipopulares, olas de privatización, guerras económicas y “humanitarias”, flujos migratorios. El cóctel es explosivo, la desinformación es total. Las clases dominantes se frotan las manos frente a una situación que les permite mantener y reafirmar su predominio. Intentemos entender algo. ¿Por qué la crisis? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuáles son ahora y cuáles deberían ser las respuestas de los pueblos, de las organizaciones y de los movimientos preocupados por un mundo de paz y justicia social? Entrevista con Samir Amin, economista y pensador egipcio sobre las relaciones de dominación (neo)-coloniales, presidente del Foro Mundial de Alternativas.

Raffaele Morgantini: Durante varias décadas, sus escritos y sus análisis nos dan elementos de análisis para descifrar el sistema capitalista, las relaciones de dominación Norte-Sur y las respuestas de los movimientos de resistencia de los países del Sur. Hoy hemos entrado en una nueva fase de la crisis sistémica capitalista. ¿Cuál es la naturaleza de esta nueva crisis?
Samir Amin: La crisis actual no es una crisis financiera del capitalismo, sino una crisis del sistema. Esto no es una crisis en “U”. En las crisis capitalistas ordinarias (las crisis en “U”) las mismas lógicas que llevan a la crisis, después de un período de reestructuraciones parciales, permiten la recuperación. Estas son las crisis normales del capitalismo. Por contra, la crisis actual desde los años 1970 es una crisis en “L”: la lógica que llevó a la crisis no permite la recuperación. Esto nos invita a hacer la siguiente pregunta (que es también el título de uno de mis libros) ¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?

Una crisis en “L” indica el agotamiento histórico del sistema. Lo que no significa que el régimen vaya a morir lenta y silenciosamente de muerte natural. Al contrario, el capitalismo senil se vuelve malo, y trata de sobrevivir redoblando la violencia. Para los pueblos la crisis sistémica del capitalismo es insostenible, ya que implica la creciente desigualdad en la distribución de los beneficios y de las riquezas dentro de las sociedades, que se acompaña de un profundo estancamiento, por un lado, y la profundización de la polarización global por el otro. A pesar de que la defensa de crecimiento económico no es nuestro objetivo, hay que saber que la supervivencia del capitalismo es imposible sin crecimiento. Las desigualdades con estancamiento, se convierten en insoportables. La desigualdad es soportable cuando hay crecimiento y todo el mundo se beneficia, incluso si ello es de forma desigual. Como en los gloriosos años 30. Entonces hay desigualdad pero sin pauperización. Por contra, la desigualdad en el estancamiento se acompaña necesariamente de empobrecimiento, y se convierte en socialmente inaceptable. ¿Por qué hemos llegado aquí? Mi tesis es que hemos entrado en una nueva etapa del capitalismo monopolista, que yo califico la de los “monopolios generalizados”, caracterizada por la reducción de todas las actividades económicas al status de facto de la subcontratación en beneficio exclusivo de las rentas de los monopolios.

—¿Cómo evalúa Ud. las respuestas actuales a la crisis por parte de los países y de los diferentes movimientos?

—Ante todo, me gustaría recordar que todos los discursos de los economistas convencionales y las propuestas que avanzan para salir de la crisis, no tienen ningún valor científico. El sistema no saldrá de esta crisis. Vivirá, o tratará de sobrevivir, a costa de destrucciones crecientes en una crisis permanente. Las respuestas a esta crisis son hasta el momento, lo menos que se puede decir, limitadas, poco fiables e ineficaces en los países del Norte.

Pero hay respuestas más o menos positivas en el Sur que se expresan por lo que se llama “la emergencia”. La pregunta que surge entonces es: ¿emergencia de qué? ¿Emergencia de nuevos mercados en este sistema en crisis controlado por los monopolios de la tríada (de los imperialismos tradicionales, de la tríada Estados Unidos, Europa Occidental y Japón) o de las sociedades emergentes? El único caso de emergencia positiva en esta dirección es el de China que intenta asociar su proyecto de emergencia nacional y social para su posterior integración en la globalización, sin renunciar a ejercer el control sobre las condiciones de esta última. Esta es la razón por la que China es probablemente el mayor oponente potencial a la tríada imperialista. Pero también están los semi-emergentes, es decir, aquellos a los que les gustaría serlo, pero que no lo son realmente, como la India o Brasil (incluso en el tiempo de Lula y Dilma). Países que no han cambiado nada en las estructuras de su integración en el sistema mundial, permanecen reducidos a la condición de exportadores de materias primas y productos de la agricultura capitalista .Son “emergentes” en el sentido de que registran en ocasiones tasas de crecimiento no demasiado malas acompañadas por un crecimiento más rápido de las clases medias. Aquí la emergencia es la de los mercados, no de las sociedades. Luego están los otros países del Sur, los más vulnerables, notablemente los países africanos, árabes, musulmanes, y aquí y allá otros en América Latina y en Asia. Un Sur sometido a un doble saqueo: el de sus recursos naturales para el beneficio de los monopolios de la Tríada y los ataques financieros para robar los ahorros nacionales. El caso argentino es emblemático en este sentido. Las respuestas de estos países son a menudo por desgracia “pre-modernas” y no “post-modernas”, como se las presenta: retorno imaginario al pasado, propuesto por islamistas o cofradías cristianas evangélicas en África y en América Latina. O aún respuestas pseudo-étnicas que hacen hincapié en la autenticidad étnica de pseudo-comunidades. Respuestas que son manipulables y a menudo eficazmente manipuladas, aunque dispongan de bases sociales locales reales (no son los Estados Unidos quienes inventaron el Islam o las etnias). Sin embargo, el problema es grave, por que estos movimientos tienen grandes recursos (financieros, mediáticos, políticos, etc.) puestos a su disposición por las potencias capitalistas dominantes y sus amigos locales.

—¿Qué respuestas se podrían imaginar, por parte de los movimientos de la izquierda radical a los retos planteados por este capitalismo peligrosamente moribundo?

—Una de las tentaciones, que voy a descartar de inmediato, es que frente a una crisis del capitalismo global, la respuesta buscada también debe ser global. Tentación muy peligrosa porque inspira estrategias condenadas al fracaso seguro: “la revolución mundial”, o la transformación del sistema global desde arriba, por decisión colectiva de todos los Estados. Los cambios en la historia nunca se han hecho de esa manera. Han partido siempre de aquellas naciones que son eslabones débiles en el sistema global; de progresos desiguales de un país a otro, de un momento al otro. La deconstrucción se impone antes de la reconstrucción. Esto vale para Europa por ejemplo: deconstrucción del sistema europeo si se quiere reconstruir otro posteriormente, sobre otras bases. Debemos abandonar la ilusión de la posibilidad de “reformas” llevadas a cabo con éxito dentro de un modelo que ha sido construido en hormigón armado para no poder ser otra cosa que lo que es. Lo mismo para la globalización neoliberal. La deconstrucción, llamada desconexión aquí, ciertamente no es un remedio mágico y absoluto, que implicaría la autarquía y la migración fuera del planeta. La desconexión llama a la inversión de los términos de la ecuación; en lugar de aceptar ajustarse unilateralmente a las exigencias de la globalización, se intenta obligar a la globalización a adaptarse a las exigencias del desarrollo local. Pero atención, en este sentido, la desconexión no es jamás perfecta. El éxito será glorioso si se realizan sólo algunas de nuestras principales demandas. Y esto plantea una cuestión fundamental: la de la soberanía. Este es un concepto fundamental que debemos recuperar.

—¿De qué soberanía está hablando? ¿Cree Ud. en la posibilidad de construir una soberanía popular y progresista, en oposición a la soberanía tal como fue concebida por las elites capitalistas y nacionalistas?

—¿La soberanía de quién? Esa es la pregunta. Hemos sido acostumbrados a través de la historia a conocer lo que se ha denominado como la soberanía nacional, la implementada por la burguesía de los países capitalistas, por las clases dominantes para legitimar su explotación, en primer lugar sobre sus propios trabajadores, pero también para fortalecer su posición en la competición con los otros nacionalismos imperialistas. Es el nacionalismo burgués. Los países de la tríada imperialista nunca han conocido hasta el momento más nacionalismo que ese. Por contra, en las periferias hemos conocido otros nacionalismos, procedentes del deseo de afirmar una soberanía antiimperialista, trabajando contra la lógica de la globalización imperialista del momento.
La confusión entre estos dos conceptos de “nacionalismo” es muy fuerte en Europa. ¿Por qué? Pues bien, por razones históricas obvias. Los nacionalismos imperialistas han estado en el origen de dos guerras mundiales, fuente de estragos sin precedentes. Se entiende que estos nacionalismos sean percibidos como nauseabundos. Después de la guerra, la construcción europea ha dejado creer que ayudaría a superar este tipo de rivalidades, para el establecimiento de un poder supranacional europeo, democrático y progresista. Los pueblos han creído en eso, lo que explica la popularidad del proyecto europeo, que sigue en pie a pesar de sus estragos. Como en Grecia, por ejemplo, donde los votantes se han pronunciado contra la austeridad pero al mismo tiempo han conservado su ilusión por otra Europa posible.

Hablamos de otra soberanía. Una soberanía popular, en oposición a la soberanía nacionalista burguesa de las clases dominantes. Una soberanía concebida como un vehículo de liberación, haciendo retroceder la globalización imperialista contemporánea. Un nacionalismo antiimperialista, por tanto, que nada tiene que ver con el discurso demagógico de un nacionalismo local que aceptaría inscribir las perspectivas del país implicado en la globalización local, que considera al vecino más débil como su enemigo.

—¿Cómo se construye pues un proyecto de soberanía popular?

—Este debate lo hemos llevado a cabo varias veces. Un debate difícil y complejo teniendo en cuenta la variedad de situaciones concretas. Con, creo, buenos resultados, especialmente en nuestras discusiones organizadas en China, Rusia, América Latina (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil). Otros debates han sido aún más difíciles, especialmente los organizados en los países más frágiles.

La soberanía popular no es fácil de imaginar, porque está atravesada por contradicciones. La soberanía popular se da el objetivo de transferir un máximo de poderes reales a las clases populares. Estos pueden ser tomados en los niveles locales, pudiendo entrar en conflicto con la necesidad de una estrategia a nivel del Estado. ¿Por qué hablar del estado? Porque nos guste o no, se continuará viviendo bastante tiempo con los Estados. Y el Estado sigue siendo el principal lugar de decisión que pesa. Aquí está el fondo del debate. En un extremo del abanico del debate, tenemos a los libertarios que dicen que el Estado es el enemigo con el que se debe luchar a toda costa, y que se debe actuar fuera de su esfera influencia; en el otro extremo tenemos las experiencias nacionales populares, especialmente las de la primera ola del despertar de los países del Sur, con los nacionalismos antiimperialistas de Nasser, Lumumba, Modibo, etc. Estos líderes han ejercido una tutela verdadera sobre sus pueblos, y pensado que el cambio sólo podía venir desde arriba. Estas dos corrientes han de dialogar, comprenderse para construir las estrategias populares que permitan auténticos avances.

¿Qué se puede aprender de aquellos que han podido ir más lejos, como en China o América Latina? ¿Cuáles son los márgenes que estas experiencias han sabido aprovechar? ¿Cuáles son las fuerzas sociales que son o podrían ser favorables a estas estrategias? ¿Por qué medios políticos podemos esperar movilizar sus capacidades? Estas son las preguntas fundamentales que nosotros, los movimientos sociales, los movimientos de la izquierda radical, militantes antiimperialistas y anticapitalistas, debemos preguntarnos a nosotros mismos y a las que hay que responder, con el fin de construir nuestra propia soberanía, popular, progresista e internacionalista .

Traducido por Carles Acózar Gómez para Investig’Action
MIÉRCOLES 19 DE OCTUBRE DE 2016 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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