1) Perdedores electorales 2015 –
2) Argentina y Brasil: ¿De aliados a rivales? –
3) Europa: Un continente a la deriva –
4) La crisis siria no puede reducirse a una nueva “guerra contra el terror” –
5) Yemen luego del diálogo
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COMCOSUR — POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 752 / Lunes 4 de Enero de 2016 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Perdedores electorales 2015
Immanuel Wallerstein (La Jornada)
Este ha sido un mal año para los partidos en el poder que enfrentaron elecciones. Han estado perdiéndolas, si no por completo, sí relativamente. La atención se ha estado enfocando en una serie de elecciones donde los así llamados partidos de derecha se desempeñaron mejor, algunas veces mucho mejor, que los partidos en el poder considerados de izquierda. Los ejemplos notables son Argentina, Venezuela, Brasil y Dinamarca. Y uno podría añadir a Estados Unidos.
Lo que está menos comentado es la situación inversa –partidos en el poder que son de derecha, y que perdieron ante fuerzas de la izquierda, o por lo menos perdieron en términos de porcentaje y en los escaños que habían obtenido a nivel nacional y/o a nivel provincial. Esto ha sido cierto en Canadá, España, Portugal, Italia e India.
Tal vez el problema no esté en los programas propuestos por los partidos, sino en el hecho de que los partidos en el poder son culpados por las malas situaciones económicas. Una reacción, que hemos visto casi en todas partes es el populismo xenofóbico de derecha. Y otra reacción es exigir más, no menos, medidas propias del Estado benefactor, que se dice son contra la austeridad. Por supuesto se puede ser xenofóbico y estar contra la austeridad, al mismo tiempo.
Pero si un partido alcanza el poder y tiene que gobernar, se espera que haga la diferencia en lo relacionado con las vidas de aquellos que votaron por ellos para llegar al poder. Y si no pueden lograrlo, pueden enfrentar una severa reacción en las elecciones del futuro, a veces muy pronto. Esto es lo que el primer ministro Modi, en India, aprendió cuando (menos de un año después de barrer en las elecciones nacionales) su partido tuvo un mal desempeño en las elecciones provinciales en Delhi y Bihar, donde su partido lo había hecho muy bien justo antes.
No creo que esta volatilidad vaya a cesar pronto. La razón, pienso, es muy simple. Los mantras neoliberales de crecimiento y competitividad no han sido capaces de reducir significativamente la tasa de desempleo real. Como resultado pueden ante todo forzar la transferencia de riqueza de los estratos pobres a los más ricos. Esto es muy visible y es lo que conduce a la denuncia de los programas de austeridad.
La reacción xenofóbica responde a una necesidad psíquica, pero de hecho no conduce a un mayor desempleo, y por tanto tampoco a un mayor ingreso real. Tales votantes pueden retirarse entonces de la política electoral, como pueden hacerlo quienes persiguen objetivos de izquierda, como el fijar mayores impuestos a los ricos. A su vez, los gobiernos –de centro, de izquierda o de centro– tienen menos dinero para cualquier medida social de protección.
La combinación de estos elementos no sólo es muy negativa para aquellos situados en la base de la escalera del ingreso. También significa la decadencia de la llamada clase media –es decir, ocurre una transferencia de muchas familias hacia las filas de los estratos inferiores. Sin embargo, el modelo de elecciones parlamentarias con dos partidos principales se ha basado en la existencia de un estrato relativamente grande de clase media que está listo para darle un viraje a sus votos ligeramente y con calma entre los dos partidos centristas bastante semejantes. Sin ese modelo en funciones, el sistema político es caótico, que es lo que estamos viendo ahora.
He estado describiendo un escenario intra-estatal. Pero también existe el escenario inter-estatal –el poder total relativo de diferentes Estados. Así como la tasa real del empleo es algo que podemos observar al interior de un Estado, así las tasas de cambio de las divisas son una clave del poder inter-estatal. El dólar estadunidense se ha mantenido en su nivel de mandamás sobre todo porque no hay otra buena alternativa a corto plazo. No obstante, el dólar estadunidense no es estable, sino que está sujeto a vaivenes volátiles, repentinos y a una decadencia relativa de largo plazo.
Las tasas de cambio caóticas significan que permanece ahí una muy peligrosa solución para reforzar el poderío relativo inter-estatal: la guerra. La guerra es a la vez intimidante y remunera en el corto plazo, aun siendo humanamente devastadora y extenuante en el largo plazo. Así, cuando Estados Unidos debate si habrá de perseguir sus intereses en Siria o en Afganistán, es muy fuerte el jalón hacia un involucramiento militar mayor, no menor.
Dicho lo dicho, no es un panorama bonito. El punto para los partidos políticos es que no es un buen tiempo para efectuar elecciones. Algunos partidos en el poder comienzan a decidir no celebrarlas, o por lo menos no efectuar ni siquiera las que se piensen marginalmente competitivas.
LUNES 4 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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2) Argentina y Brasil: ¿De aliados a rivales?
Emir Sader (OtherNews)
Lo que más asustó en la primera aparición pública internacional formal de Mauricio Macri como nuevo presidente de Argentina, fue su insistencia en plantear el tema de Venezuela, exactamente de la misma forma que EEUU. Fue una novedad. Nunca ningún país lo había hecho. La evaluación que hizo sobre Venezuela podría haber encontrado coincidencias con la de algunos gobiernos, pero la decisión de hacer de ese tema, en esos términos, la primera propuesta del nuevo gobierno argentino, a sabiendas de que no tendría posibilidad de aprobación, ni siquiera contaría con apoyos, representa una postura que viene a introducir y destacar los elementos de diferencia y de conflicto en el seno del Mercosur.
La pregunta que pasaron a plantearse otros gobiernos es si el nuevo Ejecutivo argentino se dispone a representar los intereses – hoy aislados y debilitados – de Estados Unidos en los procesos de integración regional y presentarse como alternativa a Brasil para EEUU en la región.
La consolidación y extensión de los procesos de integración regional – del Mercoal a Unasur, hasta Celac – han tenido su eje sólido en las excelentes relaciones de amistad, coincidencias y hermandad entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kichrner, con los de Lula y Dilma. No habría mejor manera de debilitar esos procesos que afectar a la alianza estratégica entre los gobiernos de la región. El desempeño de la nueva ministra de Relaciones Exteriores no le ayudó para nada en su aparición pública, indigna de la importancia que la política exterior argentina había adquirido, levantando dudas sobre cómo se comportaría su Gobierno frente a temas tan trascendentales como los fondos buitre y las Islas Malvinas.
Muy lejos habían quedado los tiempos en que los países del continente – en especial las tres mayores potencias económicas, Argentina, Brasil y México – tenían que renegociar sus deudas externas con los acreedores y no contaban con la solidaridad de los otros gobiernos. Así, los acreedores jugaban con unos gobiernos en contra de los otros, haciendo concesiones a unos, cuando alguno de los otros gobiernos se encontraba con mayores dificultades, para aislarlo todavía más. Nos hemos acostumbrado, desde la elección de Néstor y de Lula, al período de mejores relaciones entre los dos países, envueltos en disputas desde finales del siglo XIX, como potencias adversarias y concurrentes.
En el nuevo período, inaugurado por Néstor y por Lula, las buenas relaciones políticas entre los gobernantes han permitido resolver las divergencias existentes, dejando a un lado las disputas entre empresarios de los dos países para promover, por encima de todo, la identidad y la confianza entre los dos gobiernos.
El factor externo que puede cambiar ese clima es el de las nuevas relaciones de Argentina con Estados Unidos. Macri debe viajar a EEUU y ser recibido por Obama, a quien no le será difícil alimentar la vanidad del nuevo presidente argentino encontrando formas de sugerir que tenga relaciones privilegiadas con Washington, empezando por acercamientos económicos entre ambas naciones. No serán “relaciones carnales” como las de Menem, pero algo similar, correspondiente a la situación de aislamiento de EEUU respecto a América del Sur. Tentaciones de acuerdos económicos bilaterales, condenas sistemáticas a Venezuela, que compra consensos hasta ahora existentes en el Mercosur y en Unasur, marcarían esas nuevas relaciones.
La situación no es tan simple para el nuevo Gobierno argentino, porque no es posible compatibilizar tratados de libre comercio con EEUU y el Mercosur, con quien la economía argentina tiene estrechos lazos, así como con la economía brasileña, para que permita algún tipo de ruptura radical por parte del Gobierno de Macri.
Pero también es posible imaginar que EEUU – con Obama o con algún gobierno todavía más conservador, demócrata o republicano – pueda querer tener de su parte a uno de los principales países de la región, inserto en los procesos de integración de América del Sur; un Gobierno que defienda sus posiciones, como ocurrió en Asunción. Se produciría seguramente una polarización entre Argentina y Brasil – como ya se ha dado en esa reunión – y los dos países ejes de la integración regional dejarían de ser aliados para volverse rivales. Una posibilidad que no es fácil de visualizar hoy día, pero que puede, en el futuro, y en función de cómo evolucione la situación política en la región, volverse una realidad.
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*Emir Sader es profesor universitario , sociólogo y cientista político brasileño. Coordinador del Laboratório de Políticas Públicas de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj). Autor, entre otros, de ‘El nuevo topo – Los caminos de la izquierda latinoamericana’ (Ed. El Viejo Topo). En Página12, Argentina y en Público.es, 28 dic 2015
LUNES 4 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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3) Europa: Un continente a la deriva
Raúl Zibechi (Brecha)
Observada desde el Sur, la Unión Europea aparece desdibujada. El continente que jugó fuerte en América Latina en la década de las privatizaciones neoliberales, haciéndose con empresa estratégicas, parece haber perdido su propio perfil cuando el mundo atraviesa su mayor crisis de dominación.
“Quien lleva la batuta en Europa es Alemania y tiene una gran complementariedad económica con Rusia”, sostiene el analista geopolítico Alfredo Jalife. El aserto no sólo pega en la diana sino que consigue explicar lo sucedido en 2013, el año de inflexión donde la Unión Europea terminó por someterse a la política del Pentágono de cerco a Rusia para conseguir un cambio de régimen, o sea su aniquilamiento como potencia geopolítica global.
Zbigniew Brzezinsky -ex asesor de Seguridad Nacional de Carter y consultor de Obama- hizo su apuesta al factor militar señalando en un tuit, a principios de febrero de 2015, que “un pequeño contingente de tropas de Estados Unidos en los países bálticos en forma continua deberá hacer más reticente a Putin para que no cometa algo estúpido”.
En Europa central se juega una vez más una partida de ajedrez entre Occidente y Oriente, con repercusiones para todo el mundo. No por casualidad, la mayor parte de las 850 bases militares de Estados Unidos están en Europa. En total, son 342 instalaciones del Pentágono en suelo europeo, de ellas 179 en Alemania, 58 en Italia (aunque varias fuentes aseguran que superan el centenar) y 27 en Inglaterra.
Cuando existía la Unión Soviética el discurso occidental decía que esas instalaciones tenían por objetivo defender a Europa de una eventual invasión del Pacto de Varsovia. Cuando desapareció el régimen soviético y Rusia se convirtió en un país capitalista, los soldados y las bases siguieron en su lugar, no para defender a Europa sino para mantenerla ocupada, o sea dentro del área de influencia de los Estados Unidos.
¿QUIEN DIJO EURO?
Desde el fin de la segunda guerra mundial, Europa es rehén de Estados Unidos. Ni siquiera la creación de la Unión Europea ha podido fortalecer a la región que a través de la moneda única buscó hacer escuchar su voz en el mundo.
El euro se introdujo en los mercados el 1 de enero de 1999 con vocación de convertirse en alternativa al dominio del dólar. Comenzó operando a 1,17 frente al dólar, alcanzó su pico de 1,59 dólares por euro en julio de 2008. En poco tiempo se convirtió en la segunda moneda de reserva del mundo. Pero la crisis de la zona euro, más política que económica, provocó el hundimiento de su cotización que en diciembre de 2015 se sitúa en torno a 1,09.
En paralelo, el yuan chino comenzó a desplazar tanto al euro como al dólar y terminó siendo aceptado por el FMI. A fines de noviembre, el FMI incorporó el yuan en los Derechos Especiales de Giro (la canasta de divisas creada en la década de 1960 para complementar las reservas oficiales de sus miembros) pese a la oposición de los funcionarios estadounidenses. El yuan se convirtió en la segunda moneda más utilizada en el financiamiento comercial y la cuarta en los pagos transfronterizos, ya que el Banco Popular de China tiene cuarenta acuerdos bilaterales de permuta de divisas con otros tantos bancos oficiales del mundo.
El 18 de diciembre el Congreso de Estados Unidos aceptó a regañadientes que el FMI reformara el sistema de cuotas con la incorporación del yuan, siendo “el cambio más importante dentro del FMI desde 1944, el año en que se construyeron los acuerdos de Bretton Woods”, según el economista Ariel Noyola (Russia Today, 21 de diciembre de 2015).
Lo cierto es que el FMI necesita recursos y sólo China se los puede aportar. Por eso luego de cinco años de negativas los parlamentarios estadounidenses dieron su brazo a torcer. China es el gran vencedor al convertirse en el tercer país con más poder por detrás de Estados Unidos y Japón. Los votos de China pasan de 3,8 a 6%, mientras Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido disminuirán su participación. No se trata de un cambio radical, ya que Estados Unidos mantiene su poder de veto, sino de un cambio gradual que anticipa otros mayores.
DEMOCRACIA O ESTADO DE EXCEPCIÓN.
Por primera vez desde su creación, el think tank situado en Francia, Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), sostiene que Europa ha perdido el tren de la democracia y su capacidad de liderazgo. Por eso sostiene que el viejo continente ingresó en un período de oscuridad cuyo destino es ser gobernada por “los nietos de Hitler, Petain, Mussolini…” (Geab N° 100, diciembre de 2015).
Esa fue la anticipación formulada en 2009 por su director, Franck Biancheri, si Europa no conseguía democratizarse. Días atrás el filósofo Giorgio Agamben volvió sobre tu tema favorito en un artículo titulado “Del estado de derecho al estado de seguridad” (Le Monde, 23 de diciembre de 2015). Sostiene que la prolongación del estado de emergencia a raíz de los atentados en Francia es parte de la transformación del Estado que estamos presenciando: “Es crucial, primero que nada, desmentir el propósito de las mujeres y hombres políticos irresponsables, según los cuales el estado de emergencia sería un escudo para la democracia”.
Recuerda que el estado de emergencia fue el dispositivo mediante el cual los poderes totalitarios se instalaron en Europa en las décadas de 1920 y 1930. “Cuando la gente se sorprende de los crímenes que pudieron cometerse impunemente en Alemania por los nazis, se olvida de que estos actos eran perfectamente legales, porque el país estaba sometido al estado de excepción y las libertades individuales estaban suspendidas”, reflexiona Agamben.
La cuestión es tanto más grave cuando las democracias occidentales están caminando hacia un “Estado de seguridad”, porque en la coyuntura actual “las razones de seguridad han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la razón de Estado”. Invocando a Hobbes, argumenta que “el contrato que transfiere los poderes al soberano presupone el miedo recíproco y la guerra de todos contra todos: el Estado es aquello que viene precisamente a poner fin al miedo. En el Estado de seguridad, este esquema se invierte: el Estado se funda duraderamente en el miedo y debe, a toda costa, mantenerlo, pues extrae de él su función esencial y su legitimidad”.
La actual política de seguridad no aspira a impedir los actos terroristas, algo prácticamente imposible, “sino a establecer una nueva relación con los hombres, que es la de un control generalizado y sin límite”. Como la seguridad trabaja con el miedo, no se trata de impedir el terrori sino de administrarlo. “Se ve así a los países proseguir una política extranjera que alimenta el terrorismo que se debe combatir en el interior y mantener relaciones cordiales e incluso vender armas a Estados de los que se sabe que financian las organizaciones terroristas”.
Ante el paradigma de la seguridad caen la certeza judicial como criterio de verdad, por los informes policiales y los medios que dependen de la policía. La despolitización de los ciudadanos cierra el círculo del deslizamiento hacia un “Estado policíaco” que sería una de las características de los estados actuales. Algo que no deja de sorprender en Europa, que hasta hace poco tiempo se había mantenido al margen de las involuciones democráticas en curso.
UN AÑO FATÍDICO.
Según el LEAP, en Europa “las tendencias progresistas y reaccionarias estuvieron equilibradas hasta setiembre”, pero luego de la oleada inmigratoria y los atentados en París se produjo un brusco giro a la derecha. El miedo es el sentimiento dominante, que está empujando a buena parte de la sociedad hacia posiciones extremas, como lo muestran los resultados del Frente Nacional en Francia y el triunfo en Polonia de “un dinosaurio del mundo de ayer”, en referencia a la victoria del partido ultra conservador Ley y Justicia, que llevó a la presidencia a Andrzej Duda.
La reforma para quitarle poderes al Tribunal Constitucional levantó una oleada de preocupaciones en Bruselas que pidió “respeto al estado de derecho”, ya que las medidas adoptadas afectan la independencia de los jueces. El presidente del Parlamento Europeo, el alemán Martin Schulz, mostró su preocupación por la situación que vive Polonia con declaraciones en las que dijo que la llegada al gobierno de Ley y Justicia “tiene carácter de golpe de Estado” (Deutsche Welle, 23 de diciembre de 2015).
No es el único caso que muestra los desvaríos europeos. Meses atrás militares británicos dijeron que “un gobierno de Jeremy Corbyn podría enfrentar un motín del Ejército si intenta rebajarlos”, en referencia a su propuesta de retirarse de la OTAN o reducir las fuerzas armadas (The Independent, 20 de setiembre de 2015). “Habría renuncias masivas en todos los niveles y se enfrentaría a la perspectiva muy real de un evento que sería efectivamente un motín”, acotó un oficial de alta graduación. En tanto, el primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, pronosticó “una guerra civil” en caso de que el Frente Nacional ganara las elecciones (The Telegraph, 11 de diciembre de 2015).
Ni qué hablar de las permanentes amenazas a las propuestas de independencia para Cataluña por parte del rey y la amenaza de utilizar a las fuerzas armadas si se convocara un referendo. El LEAP asegura que “una especie de colusión entre los sectores público y privado está teniendo lugar amenazando las libertades civiles, con el consentimiento de las poblaciones cada vez más aterrorizadas”.
El punto de inflexión fue 2013. Fue el año del golpe de Estado contra el gobierno de Ucrania, cuando la Unión Europea aceptó que grupos armados en la plaza Euromaidan –con evidente apoyo de los Estados Unidos- mataran decenas de civiles y policías hasta forzar la caída del presidente electo Víktor Yanukóvich. Bruselas participó de la conspiración urdida por Washington, con la excusa que los ucranianos querían ingresar a la Unión Europea, cuando en realidad se trataba de instalar un régimen anti ruso en las fronteras de Rusia.
La ofensiva de los neoconservadores estadounidenses contra el presidente Vladimir Putin, así como contra el sirio Bachar al Asad, es en los hechos una apuesta para revertir militarmente su decadencia, bloquear la Ruta de la Seda comercial entre China y Europa y reordenar el mapa de Medio Oriente a favor de Israel. En todo caso, una actitud que Bruselas no hubiera tolerado en otros países.
La fuerza de las armas sólo puede ser contenida, y eventualmente enfrentada, por potencias que tengan una visión clara del mundo, por gobiernos que cuenten con respaldo ciudadano y tengan la decisión para afrontar los conflictos. Por el momento, sólo Rusia, China, Irán, y parcialmente la India, parecen estar a la altura de los desafíos lanzados.
TIEMPOS OSCUROS.
Hasta 2013 el gobierno ruso “mostraba un deseo de europeización”, con apertura en derechos humanos y la organización de competiciones deportivas, jugando un papel moderado en la crisis siria. “Putin estaba jugando con las reglas europeas, con el deseo de ser reconocido como un igual”, pero “la forma en que él y su país fueron tratados en 2014, lo obligaron a inclinarse hacia China, relegar sus esfuerzos en el campo de los derechos humanos, desarrollar el mayor desprecio por los europeos…y ahora que coincidimos con su punto de vista, Europa tiene que jugar con sus reglas” (Geab N° 100, diciembre 2015).
Una parte sustancial de los males que padece Europa, tanto la demencial política de buscar un cambio de régimen en Rusia como el empeño en derribar gobiernos en Medio Oriente que ha provocado la oleada de refugiados, se habrían evitado si Bruselas hubiera puesto límites a las políticas agresivas de Washington. Incluso los destrozos del Estado Islámico. serían considerablemente menores si Europa le hubiera dicho a la cara a la Casa Blanca que no jugara con fuego. Para eso hubieran sido necesarios liderazgos sólidos, capaces de enfrentar tormentas como las que desató Estados Unidos contra el euro, primero, las economías europeas luego, y poco después contra Rusia.
Frente a Turquía, se repiten los rasgos de irresolución y debilidad endémicos, tolerando groseras violaciones de los derechos humanos. No es, empero, una historia nueva. El ascenso del nazismo que Bertold Brecht inmortalizara en su obra “La resistible ascensión de Arturo Ui”, enseña que los errores del pasado vuelven a cometerse toda vez que domina una dirigencia “pusilánime e irresoluta”, como destaca el think tank francés, que concluye con una afirmación tremenda: “En cualquier caso, la democracia no está en el programa de Francia en los próximos años”. No lo dicen un puñado de anarkopunks sino uno de los más serios centros de pensamiento europeos.
Sólo cabría agregar dos cuestiones. Una, que el descarrilamiento de las democracias parece ser el camino que seguirá toda Europa, cuyos dirigentes están cada vez más distanciados de los ciudadanos, como lo puso en evidencia el referendo griego y las presiones sobre el gobierno de Syriza.
La segunda, es que tratándose del islam y de los inmigrantes, ni Francia ni Europa se caracterizaron nunca por un comportamiento democrático ni humanitario. Tal vez sea conveniente echar un vistazo al pasado inmediato –no ya a la masacre de argelinos en París, en octubre de 1961- sino a lo sucedido en Argelia cuando el moderado FIS (Frente Islámico de Salvación) ganó democráticamente las elecciones municipales de 1990 con el 64 por ciento de los votos. En 1991, para evitar que ganaar en la segunda vuelta, se dio un golpe con apoyo de Paris, por el que se instaló el estado de excepción (voilá!) y se anuló el proceso electoral. El país de las Luces alentó la guerra civil que sobrevino y supuso una degollina en la que murieron 200 mil argelinos.
Tres años atrás el Frente Nacional abrió su oficina en la Escuela Nacional de Administración (ENA) de París, “que forma en los últimos 143 años las elites políticas francesas, desde los ministros hasta los presidentes de todas las tendencias políticas” (Le Point, 27 de agosto de 2015). Es evidente que las ideas que defiende el Frente Nacional no sólo no van a evaporarse, sino que tienden a arraigarse en uno de los estados más fuertes e influyentes de Europa. ¿Habrá que tocar fondo, como sucedió en setiembre de 1938 con los Acuerdos de Munich, para que comience una reacción de abajo arriba?
LUNES 4 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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4) La crisis siria no puede reducirse a una nueva “guerra contra el terror”
Galip Dalay (Middle East Eye)
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
La comunidad internacional está perdiendo de vista cada vez más el verdadero problema en Siria, reduciéndolo todo a una cuestión de terrorismo. Un país tras otro va incorporándose al creciente grupo de Estados que están supuestamente bombardeando a Isis en Siria. En el congestionado espacio aéreo sirio hay ya volando aviones de catorce países con objeto, dicen, de degradar y destruir al terrorismo.
Siguiendo el ejemplo francés, tanto británicos como alemanes se incorporaron a la refriega. De esta forma, cuatro de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y todas las principales potencias europeas están sobrevolando territorio sirio. Y casi todas ellas legitiman sus acciones sobre la base de la lucha contra el terrorismo. Antes de que los terroristas vayan de forma mucho más rotunda tras el “enemigo lejano”, todos los “enemigos lejanos” decidieron llevar el juego al patio de los terroristas.
Primero y principal, estamos olvidando cada vez más de por qué empezó todo este caos y, a continuación, de qué fue lo que convirtió a Siria en el nuevo bastión del terrorismo global.
No hay duda de que el terrorismo es una amenaza y supone un gran peligro para la decencia y la humanidad. No hay duda de que hay que combatirlo a todos los niveles: intelectual, militar y financieramente. Es una larga batalla que se juega principalmente en el mundo musulmán. Sin embargo, el enfoque sobre la nueva guerra contra el terror que prevalece en las capitales europeas está plagado de graves deficiencias y falacias.
Aborda fundamentalmente el terrorismo como un problema aislado que se produce en el vacío. No ofrece consideración alguna respecto a su contexto político y su entorno social. El error no solo se limita a la conceptualización del tema en cuestión, sino que está también relacionado con la prescripción para curar este cáncer terrorista. Hasta ahora, dejar caer bombas desde el aire sobre los objetivos terroristas y confiar en que una imaginada comunidad de fuerzas locales haga el resto del trabajo sobre el terreno se presentaba como la fórmula principal. El lenguaje de políticos y expertos está tan cargado de la palabra “terrorismo”, que los términos “crisis siria” y “régimen de Asad” apenas se incluyen en esta nueva narrativa dominante sobre Siria.
Esto obedece, en cierta medida, a la situación psicológica y al entorno político internacional creados tras los ataques de París. Occidente está obsesionado con combatir al “terrorismo” y a los “terroristas”. El brutal asesinato de ciudadanos en París por el culto a la muerte de Isis creó un nuevo sentimiento de indignación y urgencia. Castigar a los terroristas se ha convertido en el estado de ánimo que define a las elites políticas de las capitales de Occidente. A este respecto, los ataques de París se han convertido en el nuevo punto de referencia en la guerra contra el terror. Aunque esto resulte comprensible, los políticos y expertos occidentales tendrían poca visión de futuro si se convierte también en el punto de referencia a nivel político. Porque distorsiona la comprensión de la crisis siria y de los medios para resolverla.
La progresión geométrica de la radicalización y el terrorismo en Siria desde el principio de la crisis de ese país muestra claramente cómo esos dos fenómenos han sido consecuencia de la debacle siria. Cualquier intento de resolverla que no tenga esto en cuenta está expuesto a fracasar. Después de tanto sufrimiento, obligar a los sirios a que olviden a sus brutales opresores de siempre en aras a luchar contra el nuevo es imposible. Es fundamental aceptar que no hay atajos en la resolución de la crisis siria, porque es esencialmente política, no una crisis de seguridad.
Si nos permitimos algunas comparaciones, la guerra civil siria es más complicada que la guerra civil libanesa o las guerras de los Balcanes tras la disolución de Yugoslavia. En estos dos últimos casos, estaba claro quién debía participar en las negociaciones políticas. Las identidades en conflicto de los grupos subestatales (religiosos, étnicos o sectarios) eran los agentes dominantes. Esto es algo que brilla por su ausencia en Siria. Las crisis que estamos presenciando en Siria se despliegan a múltiples niveles: hay discordias entre los diversos grupos y hay discordias dentro de cada grupo.
Por ejemplo, los árabes suníes no tienen un único representante. Cuando uno se compromete con un grupo árabe suní en Siria, debe ser consciente de que se está comprometiendo solamente con una facción de estos grupos de identidad. Esto debería forzar a la comunidad internacional a buscar una solución más sofisticada, no la que reduce a Siria y, si vamos al caso, a todas las demás sociedades orientales, a una cuestión antropológica en la que uno puede utilizar cómodamente un caso claro de taxonomía étnica, religiosa o sectaria. En su lugar, deberíamos usar una taxonomía basada en determinados valores políticos. Política representativa frente a política autoritaria puede ser un valor a la hora de delinear esos límites. Y en esta división era esencialmente en lo que consistía, ante todo, la crisis siria.
Con esto en mente, ni Asad ni Isis pueden ser parte del futuro de Siria. Pero sí podrán serlo, seguramente, sus circunscripciones sociales.
Además de sus apelaciones teológicas, es el contexto político el que ayuda a Isis a convertirse en una formidable red trasnacional y un cuasi-Estado. Para expresarlo con mayor claridad, Isis prospera en el clima político producido por un régimen genocida y el subsiguiente fracaso estatal. Sostiene su revolucionario Estado ideológico, cuyos límites están constantemente cambiando, porque proporciona cierto nivel de gobernanza junto a un llamamiento a los valores teocráticos. A este movimiento ideológico sólo podrá derrotársele ofreciendo una narrativa alternativa y un nivel decente de gobernanza. Y nada de esto puede lograrse consintiendo el régimen de Asad.
El régimen de Asad es ante todo la fuente del caos y del fracaso del Estado en Siria. Y el caos engendra radicalismo. El radicalismo, a su vez, alimenta nuevos caos. Esto crea un círculo vicioso. El radicalismo solo puede combatirse una vez que las fuentes del caos estén debidamente identificadas y tratadas.
Si la comunidad internacional reduce toda la crisis siria a una cuestión de terrorismo y radicalismo y considera que el régimen criminal de Asad es el socio en esa empresa de lucha contra el terrorismo, tal mensaje se trasladará alto y claro por todo el mundo. Si un dictador genocida muestra suficiente firmeza al desplegar su maquinaria de guerra contra su pueblo, asesinando sistemáticamente a cientos de miles de personas, desplazando a varios millones más y arrasando el país entero, se va a ver recompensado con la aquiescencia hacia su ilegítimo poder.
No deberíamos aceptar la falsa elección entre Asad o Isis. Debemos rechazar a ambos. El apocalipsis teocrático y el totalitarismo laico son extraños compañeros de cama en lo que respecta a sus visiones respecto al espacio político y a la ciudadanía activa. Ambos tienen estructuras que asfixian el espacio político y anhelan una ciudadanía subordinada y totalmente sumisa. Por esta razón necesitamos de una tercera vía que ofrezca un acuerdo global que se enfrente de forma simultánea tanto al régimen de Asad como a Isis.
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Galip Dalay es director de investigación en el Foro al-Sharq e investigador principal asociado en el Centro de Estudios de Al Jazeera, donde enfoca sus trabajos alrededor de Turquía y la cuestión kurda.
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5) Yemen luego del diálogo
Guido Luppino (Rebelión)
Las conversaciones de paz en Suiza, en los últimos días, no han dejado grandes avances más que liberación de presos y el acuerdo de ambas partes para futuras rondas de diálogos nuevamente.
La ciudad de Berna, Suiza, fue el lugar escogido para comenzar a entablar diálogo buscando un acuerdo de paz entre la facción Huthi y la pro-gubernamental. Luego de seis días corridos de conversaciones, las cuales concluyeron el pasado 20 de diciembre, no se llegó a firmar ningún convenio para lograr el cese del fuego.
Podemos mencionar como único logro concreto del encuentro en Berna, el arreglo para la liberación de prisioneros de ambos bandos. Cerca de 600 detenidos, entre huthies y combatientes pro gobierno, fueron liberados en la provincia de Lahij, mientras las conversaciones continuaban.También se acordó para el 14 de enero próximo retomar la instancia de diálogo aunque todavía sin lugar definido, por el momento.
La ronda de diálogo se llevó a cabo bajo un pedido explícito, por parte de los Huthies, de un cese del fuego. De igual manera, desde ambas partes, se realizaron acusaciones de no cumplir con la medida y encabezar ataques en la ciudad de Taiz y Abyan. El mismo día que concluyó el encuentro en Suiza, el país volvió a estar atravesado por la misma violencia que marca a Yemen desde comenzado el conflicto en 2011.
Repasemos brevemente el panorama político y social que atraviesa al país más pobre de Oriente Medio. Con los levantamientos de la Primavera Árabe, el por entonces Presidente Alí Abdullah Saleh, se vio obligado a abandonar el poder y exiliar. Luego del llamado a elecciones, resultó vencedor quien fuese su vicepresidente, Abd RabbuhMansur al-Hadi. El nuevo Presidente impulsó una línea de gobierno “aconsejada” por los Estados Unidos y Arabia Saudita, la cual llevó a que numerosas facciones se encuentren con distintas limitaciones en el terreno político y social.
En este escenario irrumpen en escena los Huthies, una agrupación guerrillera de la rama chií del Islam, la opuesta al sunnismo gobernante en el Reino Saudí. Los Huthies supieron gobernar Yemen del Norte desde 1962, luego perdieron terreno hasta la unificación del país en 1990. En esta nueva guerra civil buscan recuperar el poderío que lograron tener en el pasado.
En el actual conflicto, los Huthies han establecido una alianza política con el ex Presidente Saleh, hasta lograr en Septiembre de 2014 tomar la capital del país, Saná. Desde ese momento, Hadi exilió hacia Arabia Saudita, para después mudar su gobierno a la ciudad de Adén, al sur de Yemen. Internacionalmente se lo sigue reconociendo como el Presidente de Yemen.
Los Huthies llegaron a dominar 70% del territorio yemení, hasta en que en Marzo de este año Arabia Saudita encabezó una coalición para dar batalla a la guerrilla chií. Se los ataca acusándolos de ser aliados de la República Islámica de Irán, gobernada desde 1979 por el clero chií.
Estas dos facciones son las que, hoy en día, deben lograr un acuerdo para que la paz vuelva a imperar en el país. En Suiza no se logró un avance significativo, pero se abrieron las puertas para continuar el diálogo.
Según cifras de la ONU, ya son más de 5800 fallecidos, 27 mil heridos, y cerca del 80% de la población necesita ayuda humanitaria, por causa del conflicto civil.
LUNES 4 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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