MUJER: 1) La sociedad descuida a las cuidadoras
2) Feminizar los nombres de las calles de Lyon
3) Reportaje a Alicia Plante
4) Las mujeres tejedoras de Ecuador
5) ¿Qué es la Economía Feminista?
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COMCOSUR MUJER / Fundado por Yessie Macchi / AÑO 12 / No. 482 / Lunes 18 de Julio de 2016 / Producción: Beatriz Alonso
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“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” ― Rosa Luxemburgo
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1) La sociedad descuida a las cuidadoras
Gloria López (AmecoPress.)
Las trabajadoras de ayuda a domicilio y empleadas del hogar realizan un trabajo muy duro y poco valorado
Alondra –alias- es una trabajadora de ayuda a domicilio en la Comunidad de Madrid desde hace 10 años. Forma parte del colectivo de 10.000 ayudantes que prestan ayuda a 50.000 pacientes. Se trata de un colectivo muy feminizado, que realiza un trabajo duro y a menudo poco valorado. «Se olvidan de las personas que trabajamos en esto», se lamenta y dice que han solicitado ayudas mecánicas y logísticas para desempeñar su cometido, que no llegan. Además «es un trabajo duro y mal pagado, no llegamos a los 800 euros al mes».
La asamblea de trabajadoras del sector de la ayuda a domicilio en la Comunidad de Madrid ratificó recientemente el preacuerdo de convenio colectivo del sector tras una negociación que duró un año y tres meses. Se trata de un convenio a tres años (2014, 2015 y 2016) que recoge finalmente una disminución de jornada de media hora salarial a la semana, pasando a ser de 36 horas, a partir del 1 de octubre de este año.
También se equiparan con el resto de las trabajadoras, con un día más de vacaciones para las que disfrutan sus vacaciones en el mes de septiembre, y además se considera los cuatro días de asuntos propios que recoge el convenio como tiempo efectivo de trabajo. Para el año 2016 se contempla una subida salarial a partir de octubre de ese año de 1,2%.
Pese a esos supuestos avances, Alondra se queja del abandono que sufre este colectivo y de que adjudican los contratos a las empresas que no tienen medios o dinero, y a las que les falta sensibilidad para valorar las características especiales que tiene el tipo de trabajo que desarrollan. “Últimamente encontramos mucha irregularidad a la hora de establecer horarios o devolver o pagar las horas extras. Por ejemplo, un usuario en el que normalmente estoy hora y media se va de vacaciones y me ponen un servicio de dos horas, ¿qué pasa con esa media hora?”, dice. También ha disminuido la restitución de material por parte de la empresa. “Antes teníamos dos batas al año, ahora una; y solo nos dan dos pares de guantes cada seis meses”.
Las tareas encomendadas varían de unos casos a otros en función de dos factores: por un lado, la implicación de los y las parientes –habitualmente el cónyuge sano o alguna de las hijas- y del grado de dependencia de las personas mayores. Desde fregar cacharros y cristales, hacer la compra, hasta bañar y asear a la persona dependiente o acompañarle a las gestiones médicas. En empresas como Asispa, donde trabaja Alondra, a veces les dan cursos de formación, pero de pocas horas y en todo caso, insuficientes.
En muchos casos se alude a la poca experiencia de las empleadas, a las que hay que enseñar en la primera etapa, no solo a la hora de cuidar al mayor, sino para cocinar y limpiar. “A veces, como muchas de esas empleadas son inmigrantes, esa falta de formación se interpreta en términos etnocéntricos, como si esas personas procedieran de una cultura atrasada, y en otros se alude a las diferencias culturales o a la falta de formación profesional”, dice Vilma, que lleva trabajando 10 años en el sector.
Ley de Dependencia
El 88% de las personas que cuidan a personas dependientes son hoy mujeres. Tienen una edad media de 53 años y dedican 10,6 horas diarias a esa atención, que se prolonga unos ocho años. Con esas circunstancias, no extraña que el 61% de esas cuidadoras tengan graves problemas profesionales y económicos, como pérdida del empleo (11,7%), reducción de jornada (11,2%), incumplimiento de horarios (10%) y resentimiento de su vida profesional (7%).
La Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia de España, conocida popularmente como Ley de Dependencia, pretendía dar lugar al conjunto de servicios y prestaciones destinados a la promoción de la autonomía personal, así como a la protección y atención a las personas dependientes, a través de servicios públicos y privados concertados debidamente acreditados. Pero su aplicación ha dejado mucho que desear.
“Tengo 72 años, tengo miedo cada vez que se acerca el invierno y lo estoy pasando mal”, comparte Luisa. “Querría mejorar algo en calidad de vida y descargar de trabajo a los que me atienden. Hace año y medio presenté todos los papeles requeridos en el lugar indicado y esperé. Lo malo es que la espera comienza a ser desesperanzada, porque cuando se considere mi solicitud tendré que pasar por nuevas burocracias, es decir, más pérdidas de tiempo. Y precisamente tiempo, no tengo mucho y es lo que le estoy robando a mi familia”.
La información estadística del Sistema de Autonomía personal y Atención a la Dependencia (SAAD), actualizada a 30 de junio, indica que al cierre del primer semestre del año había en España 1,2 millones de personas con derecho a una prestación o servicio por su situación de dependencia y que 826.362 ya la estaban recibiendo, es decir, que 381.508 siguen en lista de espera.
Por tipo de ayudas, continúa el avance de los servicios profesionales, que son ya el 65,06% de todas las ayudas reconocidas, en detrimento de las prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar, el 34,94%. En total, las 826.362 personas que reciben algún apoyo de la Ley de Dependencia, la cifra más alta desde la entrada en vigor de la norma, perciben 1.016.420 prestaciones y/o servicios.
Separar el trabajo de cuidados del doméstico
Además de las empresas que ofrecen este tipo de servicios a través de las instituciones públicas en la mayoría de los casos, las personas dependientes se ven obligadas a buscar ayudas por su cuenta. Muchas de las empleadas del hogar están en realidad, desempeñando trabajos relacionados con los cuidados. “Supuestamente tendría que cubrirlo el Estado”, advierte Graciela, de SEDOAC, “pero en un país envejecido y con los recortes, hay muchos abuelos solos”. La organización de trabajadoras del hogar cree que habría que separar el trabajo de cuidados y el trabajo doméstico en sí. “No es igual cuidar mayores, personas con algún tipo de discapacidad, niños, que necesitan otra clase de atenciones específicas, que el trabajo de limpieza”.
Pero lo cierto es que muchas de las empleadas del hogar cuidan a personas mayores. “Muchas veces, las empleadas de empresas como Asispa o Eulen, tienen un tiempo muy limitado y hay un tipo de cuidado y carencia afectiva, que no pueden realizar correctamente”, comparte Graciela.
Las trabajadoras del hogar cuidan de nuestros mayores, niños y niñas y personas dependientes. Y lo hacen en condiciones laborales de precariedad. Con menos salarios, más horas de trabajo, pagando ellas mismas la totalidad de la cuota de las seguridad social, sin pagas extras, expuestas a despidos por desistimiento. En el caso de las mujeres migradas se les expone a la irregularidad sobrevenida o se les obliga a trabajar en la economía sumergida ante la negativa de los empleadores y empleadoras a darles de alta en la Seguridad Social.
Por ello desde agrupaciones como SEDOAC o la Red de mujeres latinoamericanas y del Caribe en España solicitan el compromiso del Gobierno español para que sea una realidad la ratificación del Convenio 189 de la OIT, “sobre trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos” y su Recomendación 201. “Estamos cansadas de ser la chacha, la sirvienta, la esclava; también somos personas con necesidades, con familias, con sentimientos; y merecemos ser tratadas con dignidad y respeto”.
A partir de datos extraídos de un estudio de la OIT con una muestra de 117 países, tan sólo el 10% de todas las personas trabajadoras domésticas en el mundo está amparada por alguna legislación laboral y cuatro de cada diez no dispone de derechos laborales básicos. Además, la mayoría son mujeres, alrededor del 90%. Este dato, en España, supone el 8,4% del trabajo femenino, siendo la mayoría de trabajadoras domésticas de origen extranjero, sobre todo provenientes de Latinoamérica.
Mujeres inmigrantes
En España, el porcentaje de mujeres inmigrantes que trabaja en el sector doméstico es del 36%, el mayor porcentaje de la Unión Europa, y sólo el 10% se encuentra al mismo nivel de legislación laboral que el resto de trabajadoras. Si sumamos el número estimado de mujeres empleadas en el servicio doméstico en España, aquellas que lo realizan de manera irregular, y la carencia de derechos consecuente con esa irregularidad laboral, obtenemos como resultado más precariedad laboral para las mujeres, que además, en su mayoría, son extranjeras.
Es especialmente preocupante la situación de las empleadas internas. El 80 % de ellas trabaja muy por encima del número de horas máximas previstas en la ley del empleo, y casi un 18 % realiza hasta 90 horas a la semana, una media de 11-14 horas al día. 8 de cada diez trabaja más de 60 horas semanales, un tercio no tiene ni una hora libre entre semana. La mayoría de estas empleadas no cobra el salario mínimo que le corresponde. Los datos muestran una vez más los abusos e irregularidades de un trabajo que roza las condiciones de esclavitud.
Aurora (nombre ficticio) sufrió malostratos y logró salir de esa situación. Ahora es una de las tantas empleadas extranjeras del hogar que se dedica al cuidado. Trabaja de lunes a lunes, sin descanso, cuidando una persona de avanzada edad. «Hago los quehaceres de la casa: lavar, cocinar, planchar, y atenderlo a él, vestirlo, bañarlo. Duermo allí todas las noches, salvo algún festivo». Aunque está dada de alta en la Seguridad Social, sólo cobra 650 euros por 7 días de trabajo a la semana. «Es un trabajo muy duro y muy mal pagado. Me pagan una nómina, pero pone 40 horas, y trabajo muchas más».
“Cuidar de otros es muy satisfactorio. Empatizar con la gente, ayudarles a tener una mejor vida, es algo que me gusta mucho, a pesar de que no me pagan lo suficiente. Ponerme en el lugar de la persona dependiente es lo que me da la mejor retribución”, concluye Alondra.
COMCOSUR MUJER Nº 482 – 18.07.16
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2) Feminizar los nombres de las calles de Lyon
Roman Vallet (heteroclite.org)
Traducción para Rebelión de Alba Ubieto Oliván
Durante la noche del pasado lunes 20 de junio un colectivo feminista de la ciudad francesa de Lyon ha rebautizado varias calles del barrio de la Croix-Rousse con nombres de mujeres comprometidas con la defensa de sus derechos. Al salir de sus casas por la mañana, los habitantes del barrio de la Croix-Rousse debieron pensar que estaban soñando: casi todas las calles de su barrio habían cambiado de nombre durante la noche. Las placas azules que nombran calles y plazas con patronímicos masculinos (plaza Morel, calle Flesselles, calle de La Tourette, calle Bodin, etc.) conviven ahora con nuevas placas de cartón de color rosa gracias a esta acción rebelde. Cada una rinde homenaje a una mujer.
No es la primera vez que estas feministas lionesas llevan a cabo esta iniciativa: ya en 2014 intentaron llevar un poco de paridad a una toponimia todavía tan masculina; en Francia solo el 2% de las calles llevan nombre de mujer. Entre las mujeres a las que se elogia se encuentran algunas ya fallecidas, como la célebre Divine (nacida Harris Glenn Milstead, actriz, cantante, drag-queen, modelo de Úsrula en la película de La sirenita, musa de las películas de John Waters, la mujer más bella del mundo, 1945-1988), o Clara Campoamor (abogada y política republicana, activista por el sufragio de las mujeres en España, 1888-1972), a las que ya se rindió reconocimiento en una acción similar hace dos años.
También emergen personajes de ficción como las heroínas de cómic Mafalda y Yoko Tsuno (ingeniera electrónica japonesa, pilota de helicóptero, cinturón negro de aikido), o el personaje de comedia creado por Aristófanes en el año 411 ac, Lisístrata, que impulsó la huelga de sexo para acabar con la guerra y a la que el director Emmanuel Daumas y el dramaturgo Serge Valletti han dado vida en el escenario del festival Les Nuits de Fourvière, que se celebra estos días en Lyon.
Por un feminismo no etnocéntrico Las impulsoras de esta acción reivindicativa no solo rinden homenaje a mujeres occidentales, como las suffragettes (militantes por el derecho al voto de la mujer en Reino Unido a partir de 1903, cuyas estrategias se basaban en la provocación y la ruptura con la actitud políticamente correcta de los otros movimientos), o Marie-Louise Giraud (criada y limpiadora, guillotinada durante la ocupación alemana de Francia por practicar abortos). Al contrario, superan decididamente el marco occidental para reivindicar la lucha de las mujeres en otros continentes. Al mismo tiempo que en Lyon se celebraba una conferencia de Hourya Bentouhami en defensa de un “feminismo descolonizado”, las fachadas del primer distrito de la ciudad aparecieron re-nombardas con nombres de varias feministas de África subsahariana.
Feministas musulmanas, árabes o africanas Es el caso de la rapera nigeriana Zara Moussa (pionera del hip-hop femenino en África occidental, portavoz de los sin voz y de los derechos de las mujeres), o de la legendaria princesa Yennenga (“reina guerrera que combatió el patriarcado y fundó el Reino Mossi, nacida entre el siglo XI y XV en África”).
Asimismo, esta acción promueve la visualización de mujeres que aunaron en su lucha contra el sexismo el combate contra el colonialismo y el imperialismo: se les rinde homenaje con la calle de la Marcha de las Mujeres de Grand-Bassam (marcha de mujeres en Abidjan para liberar a sus maridos independentistas desafiando desarmadas al ejército colonial el 24 de diciembre de 1949). La acción también es un reconocimiento a las feministas árabes y/o musulmanes, como la escritora marroquí Fatima Mernissi (1940-2015) o la activista palestina Haneen Maikey (dirigente del movimiento queer palestino Al Qaws que lucha por la emancipación sexual y contra la ocupación israelí). Son muchas las mujeres de todos los continentes que merecen el reconocimiento por las luchas que llevan a cabo. Esta iniciativa tiene el mérito de dar a conocer a algunas de ellas. Ojalá alimente la curiosidad y sirva para sacar a la luz la historia y la actualidad de los feminismos a lo largo de todo el mundo.
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3) Reportaje a Alicia Plante
Daniel Gigena (Intramuros)
En su nuevo libro, Alicia Plante (la P. D. James de la literatura rioplatense) retoma la articulación entre relato policial, novela psicológica y turbio diagnóstico de la sociedad argentina. En La sombra del otro, el aparente suicidio de una mujer impulsa a una vecina a convertirse en detective de las emociones y los vínculos ajenos. En diálogo con Las12, Plante habla de literatura, de política actual y de feminismo y opina que este gobierno plantea un ataque diario a la cultura.
Hace pocas semanas, Alicia Plante publicó su nueva novela, La sombra del otro (Adriana Hidalgo), en la que una psicóloga se convierte en detective a causa de la muerte inesperada de una vecina. La muerte de Ana, una hermosa mujer de cuarenta años, es calificada como un suicidio pero Laura, a partir del descubrimiento de unos cuadernos privados con anotaciones de la víctima, vacila e investiga. La nueva novela de Plante se publica a continuación del cierre de su magistral Trilogía del agua, en la que un elenco de personajes más o menos estable establecía una suerte de paisaje del crimen local: las islas del delta de Tigre (Una mancha más), Pinamar (Fuera de temporada) y la Reserva Ecológica, con Verde oscuro. Sin embargo, la nueva novela comienza con un derrame de agua que actúa como indicio siniestro. “No lo pensé así, en realidad esta novela no es parte de la trilogía pero podría convertirse en una tetralogía perfectamente. Todo muy impensado”, dice la autora. “Ahora estoy embaladísima con otra historia que no tiene que ver con el agua. Tiene que ver con un castillo en Italia. La sombra del otro me dio mucho trabajo. Más que las otras. Había escrito una novela y la descarté, tenía en común lo del suicidio que no se entiende demasiado, y que hay que descifrar porque es como un mensaje. Pero la descarté y empecé de nuevo de cero.”
¿Y quedó algo de esa novela descartada en la nueva?
–Quedó el capítulo en el que la protagonista va a la casa del matrimonio amigo de la mujer que se suicida, que son unos pedantes insufribles. Ella no es así para nada y digamos que los ridiculiza. Su mirada es terrible porque les toma el pulso y ellos no tienen escapatoria, primero porque es una mina inteligente, porque sabe mucho de ellos a través de la lectura del diario de Ana y porque es psicóloga. Todo contribuye a que la suya sea una mirada descarnadora. Y rescaté otras partes también de sus reflexiones sobre sí misma y sobre la vida, pero lo fundamental que cambié fue el personaje. No tiene nada que ver con el otro.
El de Laura, la psicóloga.
–Sí. Completamente es otra persona y en la historia hay otros personajes que aparecen que no estaban en absoluto en la otra, como el padre, ese bohemio de los años 60, una especie de hippie con una vida interesante y una autenticidad que ella añora; lo que más añora es lo que el padre era para ella cuando era chica. Ese tipo que nunca le daba la mano para cruzar la calle porque no la sentía chiquita y no la consideraba una nena, entonces la trataba como a una persona grande. Eso los chicos lo aprecian mucho. Y las cosas que le pasan a este tipo, como cuando se reúne con la pareja de montoneros.
¿Durante la dictadura vos trabajabas como psicóloga?
-Empecé más tarde, yo me recibí en el 81 en la Universidad del Salvador, y la dictadura terminó en el 83, o sea que yo estaba haciendo mis primeros trabajos… Entré casualmente en un año de mierda en la facultad porque empecé en el 76. No se podía entrar en la UBA porque no abrieron la inscripción, durante dos años la carrera dejó de existir, y lo que querían era cerrarla. Sociología también y no pudieron. Pero lo que hicieron fue vaciar la carrera de contenidos. Se convirtió en una especialización en fenomenología, era espantosa, había sólo dos materias cuatrimestrales donde se estudiaba a Freud. El hecho es que yo después me encontraba con gente de la UBA en grupos de estudio fuera de la facultad y no podía creer el nivel de ignorancia psicoanalítica que tenían, no sabían lo que era el análisis del caso Dora, que es la espina dorsal del psicoanálisis, no entendían nada, era deprimente. Duró bastante tiempo eso.
¿La formación en psicología te ayudó para la escritura?
–Muchísimo. Una de las cosas fundamentales que me dio fue que me enseñó a buscar la coherencia interna de los personajes. Te doy un ejemplo, hay una película norteamericana, La sociedad de los poetas muertos. En esa película hay un chico que se suicida. Ese personaje es imposible. La personalidad del chico no es la de un suicida, no se suicida cualquiera. No se suicida el que está decepcionado, se suicida el que tiene una estructura de personalidad determinada. Eso se llama coherencia interna. Entonces, yo trato que mis personajes sean posibles, verosímiles, y una forma es esa mirada, esa puesta a prueba. Pero es la primera vez que escribo con una psicoanalista como personaje principal.
Ésta es tu novela más claustrofóbica.
–Es una buena definición, es claustrofóbica. No creo que la ciudad tenga que ver con eso; tiene que ver con la falta de amor temprano, ésa es la clave y es una herida que no cierra jamás. La falta de madre genérica; por eso le escribo a una madre que no existe realmente, ahí en todo caso es el padre el que cumple el rol de la madre, más que el de padre. Que es un poco lo que hace que Laura en la adolescencia se aleje de ese padre maternal, porque la decepciona que pueda mentir, que pueda camelear, que le falte garra. Tal vez virilidad, pero virilidad entendida como algo del temple. Y él se las pica a Madrid cuando siente que está en peligro de que lo chupen; entonces ella también se va a España años después, él huyendo de los militares y ella porque no soporta más el menemismo. El menemismo también era una amenaza a la vida, no al asesinato de los militares, sino a la pérdida del sentido de la vida que queda como sumergida en la banalidad, en la frivolidad, en la codicia y en la estupidez, en la falta de pensamiento. Eso es para ella el menemismo y se va y cree que se va solo por eso, y eventualmente descubre que en realidad se había ido atrás del padre, aunque a una ciudad algo distante. En la historia a Laura se le aparece ese padre, porque es el que le dio amor. Y todos sabemos lo que es cuando te dan amor, en el comienzo de la vida, en los primeros años. Es inolvidable.
¿Ahora existe esa amenaza al sentido de la vida en la Argentina?
–Es peor. Para mí este gobierno es mucho peor que el menemismo. Está más cerca de los militares que de Menem. Cada día está más claro el autoritarismo y la impotencia a la que nos condenan. En ese sentido lo único que no hay son los secuestros y la muerte. Pero es como que los medios y la justicia han reemplazado los tanques, la justicia por hablar del Poder Judicial, no de la justicia, ¿no? Nos están sumergiendo, mirá cómo me vuelve el agua, no lo puedo creer, pero estamos sumergidos en un agua densa, pegajosa, oscura, apenas podemos sacar la nariz para respirar. Ahora no me acuerdo si fue José Ingenieros, no me acuerdo quién fue que dijo que cuando la gente está bien vota mal y cuando está mal vota bien. Creo que la gente estaba cebada y quería más y eso me da vergüenza. Que seamos tan frívolos, o sea, a la vez que uno puede pensar y sentir que la gente tiene más conciencia política y está más alerta, también pudo ocurrir esto porque mucha gente no tuvo esa lucidez. O si la tuvo prefirió engrosar su bolsillo. Es terrible lo que pasó, es espantoso. Y creo que es una tendencia mundial, lamentablemente.
¿Qué mirada tenés sobre la política cultural del gobierno actual y la de la gestión anterior?
–La política cultural de este gobierno es la descultura, es un ataque cotidiano a la cultura, de Darío Lopérfido, que es una bestia con mayúscula, pero Avelluto… No hay cultura, están haciendo todo lo posible por destruirla y hay una planificación cuidadosa. El otro día fuimos a ver una obra al Colón, y es desconcertante porque siguen ocurriendo cosas estupendas. Me sorprende, porque esa puesta de Sasha Waltz no sé si el público del Colón se la merecía, la gente que tiene mucha guita y va a la vidriera que es el Colón. ¿Cómo puede ser que el director artístico del Colón sea el mismo tipo que dijo que los 30.000 son una mentira? Que fue una cifra definida en una mesa. Y contrata a esos artistas. No creo que eso relativice su bestialidad, creo que hay resortes que yo no manejo que explican que se pueda poner esa ópera. Pero no nos engañemos, el proyecto es privatizar el Colón, las universidades, los hospitales. Que el Estado protector desaparezca. Entonces, cultura es lo que había. El kirchnerismo hizo mucho por la cultura. Yo le critico cosas a Cristina: le critico Monsanto, le critico las minas a cielo abierto y otras cosas seguramente también, pero es tanto lo bueno que se hizo, fue realmente tan inclusivo su gobierno, hizo tanto por la gente y ayudó tanto a que se nos abriera la cabeza, a llevarnos a pensar y a entender y a juzgar, a darnos elementos de juicio para evaluar y para ubicarnos nosotros frente a la realidad, que yo ahora recuerdo esos años como un regalito que tuvimos. No sé si vamos a poder recuperar eso.
Tu obra alcanzó visibilidad relativamente hace poco.
–Absolutamente. Yo debía tener cinco novelas escritas no publicadas, cuando Sudamericana publicó El círculo imperfecto. Todavía tengo dos aunque no sé si alguna vez se van a publicar. Cuando hablé con Fabián Lebenglik, de Adriana Hidalgo, y le dije que además de hacer reseñas de libros escribía novelas, me dijo: “Mandame la que más te guste o la última que hayas escrito”; entonces le mandé Una mancha más, que era la que consideraba que estaba más cerrada. Y demoró siete u ocho meses en contestarme. Cuando fui a la oficina de Fabián entendí por qué, detrás de su escritorio hay una pila de manuscritos que no baja del metro y medio, y él es el único que lee.
¿Cuál es tu posición sobre el estado del feminismo en la actualidad en la Argentina?
–La sombra del otro de algún modo es una novela feminista, porque el personaje masculino es un enfermo, es un hijo de puta jodido, que yo creo que es una persona que existe. Ese sadismo, esa capacidad de psicopatía, es real, y hay muchos hombres así. Mi feminismo es muy visceral, porque, qué te puedo decir, creo que la mujer tal vez, incluso por su estructura biológica, tiene una tendencia a la interioridad que no está presente en el hombre, cuyos genitales son de adentro hacia afuera. La mujer es de adentro hacia adentro. La mujer fabrica gente: eso es de la pesada. Y no se dice, no se entiende de esta manera. De una cosa microscópica como es un óvulo y un espermatozoide, la mujer fabrica gente. Entonces, creo que de ahí viene mi feminismo, es una cosa muy visceral. Y sobre Ni Una Menos, con la adhesión impresionante que tuvo, parecería que hubo más muertes después de la primera. Tengo esa impresión, no es estadística, es una sensación.
COMCOSUR MUJER Nº 482 – 18.07.16
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4) Las mujeres tejedoras de Ecuador
(El Comercio)
En el pueblo Palta, de Loja, ha sobrevivido la elaboración de bolsos, bolsicos, alforjas y jergas. Aunque cada vez menos mujeres tejen, quienes lo hacen respetan cada paso del proceso que aprendieron de sus abuelas. En las partes bajas de la provincia de Loja, se siembra algodón. La planta crece y florece en el transcurso de un año. Cuando la pepa está madura y revienta se cosecha el algodón, se lo carmena y se lo hila. Con esta materia prima se elaboran bolsos para uso personal, bolsicos (sirven para cargar productos y vienen en presentaciones de media arroba y una arroba, generalmente) y alforjas (tienen capacidad para un quintal o para ocho arrobas). En los pisos altos de Loja, las ovejas son la fuente de la materia prima. Cuando la lana de los borregos está madura, las mujeres trasquilan a los borregos.
Lo hacen en la luna menguante o quinto menguante, con el objetivo de que la lana crezca con gran calidad nuevamente, explica la artesana Carmen Chamba. Una vez que la lana o el algodón han sido procesados, se los puede tinturar con elementos de la naturaleza. La corteza del aliso o la pepa de aguacate sirven para crear tonos pardos. El tejido es totalmente artesanal y se no usan telares. El proceso se inicia con el urdido, para lo que se ayudan de cuatro estacas colocadas en el suelo. El tejido lo realizan creando un telar, plantando dos estacas en la pared. El sistema es conocido como tumbe y en este se realizan los productos mencionados y también las jergas.
Existen dos tipos de jergas. Las pequeñas se colocan sobre la silla para cabalgar y las grandes, como una estera, sirven de colchón para dormir. Para evitar la desaparición de estas artesanías, se busca crear un mercado sustentable que incentive cada punto en la cadena de producción. Así lo dice José Calva, presidente de la Federación Provincial de Comunidades del Pueblo Palta de Loja (Feprocol). El objetivo es crear un espacio de enseñanza del tejido, dirigido principalmente a los jóvenes, y proyectos que den un valor agregado a los productos. Por ejemplo, se fomentaría la crianza formal de ovejas, que actualmente es realizada de forma casera. Los textiles son de uso interno, pero se busca venderlos en puntos turísticos. Y de esta manera potenciar la identidad del país y de la provincia.
Aproximadamente, un bolso costaría USD 15, un bolsico USD 30, las jergas grandes USD 100 y las jergas pequeñas cerca de USD 50. Intercultural Las alforjas, ‘bolsicos’ y jergas son las últimas artesanías textiles elaboradas en las comunidades del pueblo Palta, de Loja. Los paltas quieren que la tradición continúe. El Pueblo Palta está asentado en 12 comunas de la provincia de Loja. 15 000 personas son parte de este pueblo, de acuerdo a datos del 2009.
Pueblo ubicado en la provincia de Loja Relato histórico.
Cuenta la historia que los paltas, fue una comunidad muy luchadora, que se opuso tenazmente a la expansión del tawaintisuyu, oposición que les llevo a unirse a la colonización de los españoles, error político-militar que no tardaran mucho en darse cuenta del mismo; eso sucedió cuando el pueblo ya formaba parte del estado colonial, lo que significaba ser parte de la mita, los obrajes, por ende del despojo de sus tierras y la aparición de la encomienda.
Su mito de origen narra: una pareja de nativos Paltas al pasar por Cotacacha, se quedó admirada por la gran cantidad de agua se había acumulado en la misma admirada de tanta abundancia la mujer se resbaló y exclamó la palabra Taita Kucha, que quiere decir Padre Cocha en idioma Palta. La pareja se quedó a vivir en estos terrenos y así empezó el pueblo de Taita Cocha, cuando llegaron los españoles y tomaron posesiones de estas tierras, le llamaron Catacocha.
Práctica productiva
Es un pueblo eminentemente agrícola, cultivan, banano, plátano, guineo, café, fréjol, trigo, cebada, maracuya, cidra, ciruelas, toronjas, piñas, producción que esta dirigida para el consumo propio y para los mercados locales y provinciales; cultivan con medios artesanales propios, ayudados en parte con cierta tecnología que les permite realizar cultivo extensivo de ciertos productos que salen al mer¬cado provincial como, los cereales y el café, Junto a las actividades agrícolas esta la ganadera, que se la realiza extensivamen¬te para el consumo propio, actividad que es completada con la crianza de anima¬les menores como el cuy, conejos y la crianza de aves.
Costumbres, símbolos y creencias.
Este pueblo preserva la relación en armonía con la tie¬rra, esta es el eje fundamental y sostenedor de su vida. Realizan su propia vestimenta en pequeños talleres artesanales, utilizan lana de oveja y algodón como materia prima para elaborar sus prendas de vestir. Costumbre que la tienen muy pocos, pues la vestimen¬ta de la ciudades moderna, prevalece en este pueblo.
Prácticas medicinales.
Este pueblo aun practica la medicina natural, sobre todo en la comunidad. Enfermedades como dolores de cabeza, cólicos, parásitos de los niños, dolor de muela, etc., se curan aprovechando las propiedades curativas de las plantas o con los secretos de los más ancianos, especialmente el conocimiento que poseen las mujeres y que los han adquirido de manera oral de sus abuelos. Junto a estos conocimientos y prácticas esta la medici¬na alopática, medicina que se la compra cuando los remedios naturales no alcanzan a resolver el problema de salud, práctica frecuente en los Paltas que tienen más contacto citadino, que es gran parte de la pobla¬ción del pueblo. Los tejidos se resisten a su desaparición en Palta 191 Las artesanas también hacen jergas; las pequeñas son usadas para montar y las grandes son usadas como colchón
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5) ¿Qué es la Economía Feminista?
Berta Blanco (AmecoPres)
Begoña San José explica los beneficios de la economía feminista frente al modelo neoliberal actual
La economía feminista está cobrando importancia en los sectores más críticos de la sociedad. AWID, la mayor organización feminista internacional, el Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres (CWGL) y la Red de Mujeres Africanas para el Desarrollo y la Comunicación (FEMNET), se han unido para realizar las ‘Propuestas Feministas para una Economía Justa’. Buscan un nuevo modelo en el que no se ataquen los derechos humanos y los de las mujeres, como hace el actual neoliberalismo y la economía de mercado. Desde AmecoPress, hemos contactado con Begoña San José, activista por los derechos de las mujeres, para que nos explique su visión sobre el concepto de economía feminista y sobre las propuestas desarrolladas por estas tres ONGs.
¿Cómo definiría el concepto de “economía feminista”?
La economía se define como la administración eficaz de bienes escasos para satisfacer las necesidades humanas, pero no considera los bienes y servicios producidos por el trabajo doméstico no pagado, asignado a las mujeres. El núcleo de la economía feminista es la demostración de la necesidad y del valor del trabajo de cuidados, y la reivindicación de que se reconozca, se reparta por sexos y se pague, sobre todo el cuidado de la infancia y las personas dependientes, como dice el libro Si las mujeres contasen de la neozelandesa Marilyn Waring en 1988.
De ahí surgen muchas otras ideas y reivindicaciones, como las impulsadas por la Asociación Internacional para la Economía Feminista (IAFFE), creada hace 25 años, que agrupa mayoritariamente a economistas, pero también otras profesionales, activistas y estudiantes de 64 países con un gran trabajo de estudio y de incidencia académica, política y social, con sus encuentros anuales, cursos, la revista Feminists Economics y otras publicaciones. De ese tronco han salido ramas como la expresada en el libro colectivo de 2012, La economía feminista desde América Latina, y los Congresos de Economía Feminista del estado español.
¿Qué diferencia a esta economía con el neoliberalismo actual?
El neoliberalismo, con sus dogmas de desregulación del mercado y de reducción del gasto público y del papel del Estado para redistribuir la riqueza y garantizar los derechos sociales, afirma que la desigualdad ‘dinamiza’ la economía. En cambio, en el feminismo denunciamos que la desigualdad ‘dinamita’ la economía, porque impide que cada persona aporte según sus potencialidades y las desarrolle, usando mil instrumentos de segregación sexual y social.
¿Y qué efectos tendría?
Si lográramos establecer la economía feminista, el reparto del empleo y los cuidados, no tendríamos en paro a 4.791.400 personas en España, más de la mitad mujeres, queriendo y no pudiendo trabajar, aportar, y cubrir dignamente sus necesidades. Tampoco alimentaríamos el monstruo de una economía financiera que no está al servicio de la economía real, de las necesidades de las personas sino, como dijo el Secretario General de Naciones Unidas en su Informe sobre Población y Desarrollo 2014, “del 8% de la población que acumula el 82% de la riqueza mundial”.
¿Cuál es el papel de las mujeres en este modelo?
El feminismo no pretende un papel para el conjunto de las mujeres. Quiere acabar con los roles de género, para que cada persona desarrolle su personalidad sin ese corsé. Pero sabemos que eso no surge dejando hacer, como dice el liberalismo, porque inevitablemente entonces los fuertes pisan o abandonan a los débiles, sean mujeres, menores, inmigrantes o personas mayores o en situación de dependencia. Queremos hacer de todo, sin asumir solas los cuidados, y para repartirlos hay que incluirlos en la agenda política mucho más de lo que han estado en las elecciones del 26J.
¿Qué supondrá el 13º Foro Internacional?
Del 8 al 11 de septiembre próximos, en Brasil, AWID convoca el Foro Alternativas feministas para la justicia económica y, junto al Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres y la Red de Mujeres Africanas para el Desarrollo y la Comunicación (FEMNET), denuncian el modelo neoliberal imperante porque sigue aumentando la financialización o dependencia financiera, por los acuerdos comerciales como el TTIP, por la escalada de agresión a los ecosistemas y la biodiversidad, la pérdida de soberanía alimentaria y el arraigo de una base patriarcal-capitalista.
Personalmente, creo importante que AWID, la mayor organización feminista internacional, con miles de asociaciones de 163 países, acabe de lanzar la campaña, junto con CWGL y FEMNET porque, así como hay un gran debate mundial sobre el aumento de la desigualdad social a consecuencia de las políticas neoliberales, no lo hay sobre su impacto en la desigualdad de género.
¿Cuáles son los objetivos marcados?
Analizando críticamente los roles de género, buscan alianzas con el sindicalismo y el ecologismo, la economía solidaria y el concepto indígena de buen vivir, apuestan por la agroecología y la soberanía alimentaria, por el concepto de bienes comunes o compartidos, y por pasar a un nivel más bajo y sostenible de producción y consumo, como dicen en su página web.
¿Por qué considera necesario este modelo?
Porque las mujeres somos la mitad de la población mundial. De 1990 a 2013 la proporción de mujeres con empleo en el mundo bajó del 52 al 50%, y la de hombres del 81 al 77%, o sea que los mandatos de género marcan grandes diferencias, y el principal es el mandato de cuidar más de lo que nos cuidan. Hace veinte años la Conferencia de Beijing dijo que había que medir el valor del trabajo doméstico no pagado. Ahora que sabemos que supone entre el 25 y el 40% del PIB, lo que queremos es que se reparta, no sólo dentro de la familia, sino ‘mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social’, que están en el 5º Objetivo de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030, pero no en sus indicadores de seguimiento, lo que puede dejarlos en una declaración sin efecto real en nuestras vidas. Los propios ODS afrontan la crisis medioambiental y el aumento desenfrenado de la desigualdad social, pero no visibilizan suficientemente no sólo la situación diferenciada de las mujeres en la demografía, la salud, las migraciones, las guerras, el cambio climático, la producción de alimentos o la I+D, sino también nuestra voluntad de vivir sin discriminación y sin violencia, y eso es lo que las feministas queremos expresar.
COMCOSUR MUJER Nº 482 – 18.07.16
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quien corresponde” – Luis Pérez Aguirre
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