«

»

IRAK WARS EPISODIO III – LA VENGANZA DE LOS ISIS

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL
REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS
AÑO 14 – Nº 675/ Lunes 16 de Junio de 2014
Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / 1994 – 19 de junio – 2014 /

HOY:

1) Creencias, percepciones y sentidos del deporte

2) Brasil, fútbol y protestas

3) Irak y el fracaso de Washington

4) Vuelta de tuerca en Irak y Siria

5) Irak se desangra aún más rápido

6) Las primeras semanas de régimen militar en Tailandia
_________________________________________________________

“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que 
niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo 
hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese
monopolio es central.”                                                       Emir Sader
_________________________________________________________

1) Creencias, percepciones y sentidos del deporte
Pablo Alabarces* (Le Monde Diplomatique)

Más que ningún otro deporte, el fútbol se ha convertido en un mecanismo de identificación, en reemplazo de la clase, el trabajo o la etnia, con particularidades según los países. Pero hoy la pasión nacional parece no ser más que una estrategia comercial, consecuencia de la fragmentación social.

Todas las investigaciones sobre las relaciones entre fútbol y nacionalismo, latinoamericanas o europeas, coinciden en que es imposible formular una teoría general: sobre la base de ciertas coincidencias, los modos en que el fútbol –el deporte, en general– permite la aparición más o menos estrepitosa de los relatos nacionalistas se modifica en función de múltiples variaciones. El fenómeno es distinto en Brasil o en Argentina, en Ecuador o en México, en España o en Escocia, para nombrar sólo algunos casos.

En Ecuador, las clasificaciones a los Mundiales constituyen acontecimientos desmesurados, por lo excepcional, pero también porque la selección es uno de los pocos elementos que permiten superar las diferencias identitarias abismales –que el fútbol local reproduce– entre la sierra y la costa; diferencias que reaparecen incólumes, por supuesto, una vez terminado el Mundial. En el ínterin, la muerte del goleador Christian “Chucho” Benítez en 2013 fue vivida –y conmemorada– como la de un héroe popular, con la presencia de las autoridades nacionales en su funeral multitudinario.

En México, por su parte, el fútbol canaliza cada cuatro años una expectativa desbordada: pero parece tratarse más de un desborde publicitario y político que realmente popular –las necesidades de un mercado local en expansión que precisa de un éxito internacional para conquistar nuevas posiciones económicas, y de un poder político jaqueado por las crisis económicas y por el narcotráfico que espera una “suspensión de las hostilidades” durante el ritual futbolístico–.

En España, el fútbol se presenta como una solución imaginaria a las diferencias regionales: pero esa solución es un deseo del poder central, frente a los nacionalismos comunitarios –vascos y catalanes, especialmente– que rechazan toda identificación con lo que llaman “el Estado español” y en esa bolsa meten a su selección (para los catalanes, el Barça ocupa ese símbolo nacionalista, como para los vascos el Athletic de Bilbao: la selección nacional les importa un bledo).

En Escocia, los estudiosos hablan de un “nacionalismo de 90 minutos”: la identidad escocesa se condensa en sus selecciones, aunque el éxito es tan efímero –o, más bien, inexistente– que esa identidad se torna más un chiste local (o una transferencia hacia todo lo que se oponga a Inglaterra: los escoceses son, de más está decirlo, fervientes maradonianos).

Las coincidencias son a esta altura más o menos obvias: el fútbol –nuevamente, los distintos deportes– es un mecanismo típico de articulación de fenómenos de identidad, desde el nivel micro del barrio hasta el mayor de la nación. También ha sido largamente estudiado que en ese sentido el deporte ha tendido a cumplir funciones anteriormente reservadas a los mecanismos de la modernidad: la etnia, la clase, la política, el trabajo. Y que ello responde a la reestructuración feroz que han sufrido las sociedades luego de la era neoconservadora –si es que puede afirmarse que ésta ha terminado–: el saldo de desintegración y fragmentación se cobra en desafiliaciones de las viejas identidades estables de la modernidad, y en nuevas afiliaciones afirmadas sobre consumos simbólicos. Allí, el deporte –el fútbol a la cabeza– ha revelado su eficacia: por su calidez, por su baratura, por su omnipresencia a través de los medios de comunicación masivos, por la facilidad con la que encarna el poderoso discurso de lo pasional –nada aparece tan indiscutible como lo sentimental, y el fútbol es un territorio fértil para esos argumentos–.

Pero esto no es novedoso. Éstas son las cosas que la antropología y la sociología latinoamericanas han trabajado largamente en los últimos veinticinco años, al punto de que ya se han vuelto vulgata. Lo que resta, en esa dirección, es la producción de más investigación que revele las diferencias, los particularismos; la manera en la que un hincha mexicano difiere de un colombiano, en la que un hincha del ascenso se diferencia del hincha de un equipo grande; sus relaciones con las clases sociales –correlación que es hasta hoy mítica, porque nadie la ha estudiado–; los modos en que los públicos femeninos se están incorporando de manera acelerada; entre tantos otros temas que quedan sin indagar.


Nacionalismos de mercado


Entonces, en la relación del fútbol con los nacionalismos no hallamos más que particularismos: la idea de que el mundo entero entra en una fiebre nacionalista en cada Copa del Mundo es una mala interpretación publicitaria. Es imprescindible atender a cada caso local, y también a cada momento histórico.

Los brasileños, por ejemplo, son más nacionalistas que los argentinos: pero la Copa Mundial de 2002 fue celebrada como una “Copa gaúcha”, y los clivajes regionales brasileños tienen una enorme envergadura, difícil de superar. En el caso particular de su propia Copa, el cuadro oscila, por ahora, entre el nacionalismo de marketing exhibido por todas las publicidades, por un lado; y, por el otro, la tensión por las movilizaciones y protestas que acaecieron a partir de la Copa de las Confederaciones en 2013 y han continuado larvadamente hasta hoy.

Aunque no podamos pronosticar lo que ocurrirá, sí podemos ver que las protestas señalan con claridad nítida que el presunto “opio de los pueblos” brilla por su ausencia. Por el contrario, y no paradójicamente, las protestas ocurrieron por el fútbol, y no a pesar de él: mientras las viejas presunciones sobre el fútbol como cortina de humo no abandonan la conversación cotidiana, las movilizaciones brasileñas afirman que todos los sectores –esas movilizaciones fueron ampliamente transclasistas– decidieron debatir lo social, lo político y lo económico en el fútbol, con los dispendiosos gastos de organización y las imposiciones desaforadas de la FIFA como eje crítico.

Los argentinos aparecen como históricamente ligados a los avatares de sus selecciones: pero esto se comprueba apenas en el período de esplendor de Diego Armando Maradona, mientras que después de la Copa de 1994 los hinchas se replegaron a sus aficiones locales, dejando la selección en un modesto segundo plano (que se activa, claro, con una buena campaña: entre el final de la primera ronda y la consabida derrota en cuartos de final de cada Copa, siempre se produce una pequeña explosión de expectativas).

El peso de los tribalismos hinchísticos por sobre una presunta “pasión argentina” es una necesaria consecuencia de la fragmentación y desarticulación de nuestras sociedades: la propuesta de una inverosímil “hinchada argentina” es una abstracción, difícil de construir frente al peso irrefutable de la pasión local –digamos: ser hincha de Racing es, aún, mucho más fácil–. La imagen de los hinchas y jugadores de Boca Juniors festejando un título local y cantando “la selección/se va a la p… que la parió” es una imagen incontrastable. Lo que domina hoy el panorama local es que la pasión argentina es apenas un argumento publicitario, un nacionalismo de mercado que transforma las expectativas más o menos deportivas en fanatismos ofrecidos como mercancía. La pasión no se compra ni se vende, dicen los hinchas: los sponsors oficiales de la selección lo desmienten cotidianamente, con prepotencia y perseverancia.

Esa transformación, ese repliegue, son explicables en el análisis de tiempos largos. La figura de Maradona permitía que el fútbol encarnara el imaginario nacional-popular a través de un símbolo tan notoriamente “peronista” –aunque en su versión posmoderna–. Para colmo, eso se producía en tiempos desangeladamente neoliberales, en los que el Estado abandonaba al mercado también las narrativas de la patria. Para eso el fútbol era sencillamente perfecto: con Maradona, con un héroe nacional-popular y plebeyo (exasperadamente plebeyo); sin Maradona, transformando cualquier mercancía en portadora de la unión, la pasión, el patriotismo vuelto simplemente consumo y horas de televisión.

El Estado, narrador patriótico

Pero en mayo de 2010, apenas un mes antes del comienzo de la Copa del Mundo de Sudáfrica, la Argentina celebró el Bicentenario. Y esas celebraciones callejeras oficiales remataron en un desfile de carrozas alegóricas proponiendo una versión de la historia argentina en clave nacional-popular y progresista, ante una concurrencia masiva y fascinada por el espectáculo. El éxito de las celebraciones fue descomunal –incluso los críticos más acérrimos del gobierno se llamaron a silencio, ante los millones de espectadores y participantes de los actos–; y muchos analistas coinciden en que el suceso marcó el comienzo de un crecimiento de la imagen positiva del gobierno que remató, poco más de un año después, en la reelección de Cristina Fernández de Kirchner con el 54% de los votos.

Lo que resulta decisivo es que el evento marcó la reaparición del Estado como gran narrador de la patria. Si la relación del fútbol con las narrativas nacionales a comienzos del siglo XXI estaba marcado por el retiro del gran narrador de la mayor parte del siglo XX –y que, entonces, la figura de Maradona había agigantado su representación patriótica en su ausencia–, esta nueva presencia del Estado como productor de discursos de nacionalidad cambiaba todo el panorama. Algo de esto clausuró la posibilidad de que Maradona volviera a funcionar como centro patriótico en 2010; si su figura había crecido hasta la desmesura en tiempos conservadores, quedaba desplazada –¿por redundante?– ante la reaparición del relato populista.

Porque los festejos del Bicentenario significaban una suerte de coronación, de puesta en escena de masas, de una tendencia que venía de los siete años anteriores. El kirchnerismo había propuesto una nueva validez para los discursos tradicionales del peronismo: el viejo relato nacional-popular, con cierta adecuación a los nuevos tiempos que incluía la condena de la década neoconservadora –aunque también hubiera sido peronista–. Esa nueva validez implicaba la afirmación explícita del retorno del Estado como actor central de la vida social y económica. Aunque esto no se verificara por completo –la organización económica siguió estando centralmente en manos de las corporaciones privadas–, la afirmación fue estentórea: el Estado había regresado para cumplir las funciones que nunca debió haber perdido. Entre ellas, aun cuando esto no se dijera explícitamente, sus funciones narrativas.

Si el rol central del Estado como narrador patriótico en la sociedad argentina había retornado con fuerza, con una puesta en escena de masas sin precedentes, el fútbol no podía proponer discursos alternativos, porque jamás lo había hecho, ni siquiera en tiempos conservadores. Cuando la figura de Maradona había permitido algún relato al menos autónomo, éste había consistido en exhibir la continuidad del viejo relato nacional-popular del peronismo. Al retornar éste a escena, y nuevamente propuesto por el Estado, como en los viejos y añorados tiempos del primer peronismo, el fútbol no puede volver a encarnar ningún relato nacional eficaz. Apenas proponer su supervivencia como mercancía, a cargo, una vez más, del mercado, con la publicidad comercial como gran soporte de sus textos.

En tanto los sentidos de la patria han vuelto a discutirse en los espacios políticos, al fútbol sólo le quedan las retóricas vacuas pero altisonantes de los sponsors, que continuaron y continuarán, con especial énfasis en los días que corren, plagadas de los lugares comunes de las prédicas patrioteras –hasta el hartazgo; y no lo dudemos, ciertos anunciantes ya son claramente de mala suerte, especialmente alguna cervecera–.

Mediocridades

Junto a este cuadro, no podemos dejar de referirnos a la vulgata, reaparecida con cierta fuerza en estos días, de una presunta utilización del Mundial como mecanismo manipulatorio y fantasmático, una fenomenal cortina de humo que distraiga las mentes populares de los avatares político-socio-económicos. Sobre esto, es preciso remarcar dos cuestiones. La primera: al hablar sobre la capacidad manipulatoria del Estado y el fútbol, nadie se incluye a sí mismo entre los manipulados; ellos siempre son otros, presuntamente más débiles frente a las argucias maquiavélicas de Fútbol para Todos. (Seguramente, se trata de los mismos otros capturados por el clientelismo o las garras pérfidas de la propaganda gubernamental.)

Esta percepción, además de profundamente etnocéntrica, es probadamente errónea. Los tiempos excepcionales de los grandes eventos deportivos –entre nosotros, los Juegos Olímpicos no causan el mismo efecto– no cambian las percepciones socio-políticas; como mucho, las suspenden un poco. Lo ocurrido en 2002, en medio de la peor crisis de la historia y el simultáneo peor desempeño de una selección argentina en un Mundial, es buena prueba: la sociedad estaba más preocupada por la crisis que por la mayor o menor fortuna de las gambetas de Orteguita, y eso permanecería así antes o después de la eliminación temprana.

La segunda cuestión es, justamente, esa relación presunta entre éxitos deportivos y éxitos políticos (o viceversa, o a la inversa: entre fracasos). Toda la bibliografía ha probado largamente que no hay un solo ejemplo en la historia de la humanidad en que esto haya ocurrido: ni siquiera la Guerra del Fútbol entre Honduras y El Salvador, en 1969, fue provocada por el fútbol (esa pretensión llevaría a explicar la Guerra de los Balcanes y la disolución de Yugoslavia por la rivalidad entre el Dínamo Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado). La dictadura argentina no se prolonga por el Mundial de 1978 ni cae por el Mundial de España; el éxito mundialista de 1986 es seguido por la derrota alfonsinista en 1987. Pero, a despecho de esta explicación, la clase política –no sólo la argentina– cree a pie juntillas en esta segunda vulgata, y se debate a los codazos para sacarse una foto con Lionel Messi o para pegar de alguna manera su imagen a cualquier presunta victoria. Eso no habla de una relación entre fútbol y política: habla, una vez más, de la mediocridad exasperante de esa clase.

* Doctor en Sociología, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) e investigador principal del CONICET. Autor de Fútbol y Patria, Prometeo, Buenos Aires, 2006-2012. En septiembre aparecerá su nuevo libro El fin del fútbol (Aguilar).

LUNES 16 DE JUNIO DE 2014 – COMCOSUR
_________________________________________________________

2) Brasil, fútbol y protestas
Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique)

Es poco probable que los brasileños obedezcan a la procaz consigna que lanzó Michel Platini –otrora gran futbolista y hoy politiquero presidente de la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA)– el pasado 26 de abril: “Hagan un esfuerzo, déjense de estallidos sociales y cálmense durante un mes” (1).

La Copa Mundial de Fútbol comienza en São Paulo el 12 de junio para concluir el 13 de julio en Río de Janeiro. Y hay efectivamente preocupación. No sólo en las instancias internacionales del deporte sino también en el propio Gobierno de Dilma Rousseff, por las protestas que podrían intensificarse durante el evento deportivo. El rechazo al Mundial por parte de la población ha seguido expresándose desde junio del año pasado, cuando empezó todo con ocasión de la Copa Confederaciones. La mayoría de los brasileños afirman que no volverían a postular a Brasil como sede de un Mundial. Piensan que causará más daños que beneficios (2).

¿Por qué tanto repudio contra la fiesta suprema del balompié en el país considerado como la meca del fútbol? Desde hace un año, sociólogos y politólogos tratan de responder a esta pregunta partiendo de una constatación: en los últimos once años –o sea, desde que gobierna el Partido de los Trabajadores (PT)– el nivel de vida de los brasileños ha progresado significativamente. Los aumentos sucesivos del salario mínimo han conseguido mejorar de forma sustancial los ingresos de los más pobres. Gracias a programas como “Bolsa Familia” o “Brasil sin miseria”, las clases modestas han visto mejorar sus condiciones de vida. Veinte millones de personas han salido de la pobreza. Las clases medias también han progresado y ahora tienen la posibilidad de acceder a planes de salud, tarjetas de crédito, vivienda propia, vehículo privado, vacaciones… Pero aún falta mucho para que Brasil sea un país menos injusto y con condiciones materiales dignas para todos, porque las desigualdades siguen siendo abismales.

Al no disponer de mayoría política –ni en la Cámara de diputados ni en el Senado–, el margen de maniobra del PT siempre ha sido muy limitado. Para lograr los avances en la distribución de los ingresos, los gobernantes del PT –y en primer lugar el propio Lula– no tuvieron más remedio que aliarse con otros partidos conservadores (3). Esto ha creado cierto vacío de representación y una parálisis política en el sentido de que el PT, a cambio, ha tenido que frenar toda contestación social.

De ahí que los ciudadanos descontentos se pongan a cuestionar el funcionamiento de la democracia brasileña. Sobre todo cuando las políticas sociales comienzan a mostrar sus límites. Pues, al mismo tiempo, se produce una “crisis de madurez” de la sociedad. Al salir de la pobreza, muchos brasileños pasaron de la exigencia cuantitativa (más empleos, más escuelas, más hospitales) a una exigencia cualitativa (mejor empleo, mejor escuela, mejor servicio hospitalario).

En las revueltas de 2013, se pudo ver que los protestatarios eran a menudo jóvenes pertenecientes a las clases modestas beneficiarias de los programas sociales implementados por los Gobiernos de Lula y de Dilma. Esos jóvenes –estudiantes nocturnos, aprendices, activistas culturales, técnicos en formación– son millones, están mal pagados, pero tienen ahora acceso a Internet y poseen un nivel bastante alto de conexión que les permite conocer las nuevas formas mundiales de protesta. En este nuevo Brasil, desean “subirse al tren”(4) porque sus expectativas han aumentado más que su condición social. Pero entonces descubren que la sociedad está poco dispuesta a cambiar y a aceptarlos. De ahí su frustración y su descontento.
El catalizador de ese enojo es el Mundial. Obviamente, las protestas no son contra el fútbol, sino contra algunas prácticas administrativas y contra los chanchullos surgidos de la realización del evento. El Mundial ha supuesto una colosal inversión estimada en unos 8200 millones de euros. Y los ciudadanos piensan que, con ese presupuesto, se hubieran podido construir más y mejores escuelas, más y mejores viviendas, más y mejores hospitales para el pueblo.

Como el fútbol es el universo simbólico y metafórico con el cual más se identifican muchos brasileños, es normal que lo hayan utilizado para llamar la atención del Gobierno y del mundo sobre lo que, según ellos, no funciona en el país. En ese sentido, el Mundial ha sido  revelador. Para denunciar, por ejemplo, esa forma de hacer negocios turbios con el dinero público. Sólo en la construcción de los estadios, el coste final ha sido un 300% superior al presupuesto inicial. Las obras fueron financiadas con dinero público a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el cual confió la edificación de los estadios y las gigantescas obras de infraestructura a empresas privadas. Estas, con frío cálculo, programaron el retraso en los plazos de entrega, con vistas a realizar una extorsión sistemática. Pues sabían que, ante las presiones de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), cuanto más se retrasara la construcción, mayores serían los pagos adicionales que recibirían. De tal modo que los costes finales se triplicaron. Las protestas denuncian esos sobrecostes efectuados en detrimento de los precarios servicios públicos ofrecidos en educación, salud, transporte, etc.

Asimismo, las manifestaciones denuncian la expulsión, en algunas de las doce ciudades sedes del Mundial, de miles de familias, desahuciadas de sus barrios para liberar los terrenos donde se han edificado o ampliado aeropuertos, autopistas y estadios. Se estima que unas 250.000 personas fueron víctimas de expulsiones. Otros protestan contra el proceso de mercantilización del fútbol, que la FIFA favorece. Según los valores dominantes actuales –difundidos por la ideología neoliberal–, todo es mercancía y el mercado es más importante que el ser humano. Unos pocos jugadores talentosos son presentados por los grandes medios de comunicación como “modelos” de la juventud, e “ídolos” de la población. Ganan millones de euros. Y su “éxito” crea la falsa ilusión de un posible ascenso social mediante el deporte.

Muchas protestas son dirigidas directamente contra la FIFA, no sólo por las condiciones que impone para proteger los privilegios de las marcas patrocinadoras del Mundial (Coca Cola, McDonald’s, Budweiser, etc.) y que son aceptadas por el Gobierno, sino también por las reglas que impiden, por ejemplo, la venta ambulante en las cercanías de los estadios.

Varios movimientos protestatarios tienen por lema “Copa sem povo, tô na rua de novo” (“Copa sin el pueblo, estoy en la calle de nuevo”), y expresan cinco reivindicaciones (por los cinco Mundiales ganados por Brasil): vivienda, salud pública, transporte público, educación, justicia (fin de la violencia de Estado en las favelas y desmilitarización de la policía militar) y, por último, una sexta: que se permita la presencia de vendedores informales en las inmediaciones de los estadios.

Los movimientos sociales que lideran las manifestaciones se dividen en dos grupos diferentes. Una fracción radical, con el lema “Sin derechos no hay Mundial”, pacta objetivamente con los sectores más violentos, incluso con los “Black Bloc” y su depredación extrema. El otro grupo, organizado en Comités Populares de la Copa, denuncia el “Mundial de la FIFA” pero no participan en movilizaciones violentas.

De todos modos, las protestas actuales no parecen poseer la amplitud de las de junio del año pasado. Los grupos radicales han contribuido a fragmentar la protesta, y no hay una dirección orgánica del movimiento. Resultado: según una reciente encuesta, dos tercios de los brasileños están en contra de las manifestaciones durante el Mundial. Y, sobre todo, desaprueban las formas violentas de las protestas (5).

¿Cual será el coste político de todo esto para el Gobierno de Dilma Rousseff? Las manifestaciones del año pasado supusieron un duro golpe a la presidenta que, en las tres primeras semanas, perdió más del 25% del apoyo popular. Después, la mandataria declaró que escuchaba la “voz de las calles” y propuso una reforma política en el Congreso. Esa enérgica respuesta le permitió recuperar parte de la popularidad perdida. Esta vez, el desafío será en las urnas, porque las elecciones presidenciales son el 5 de octubre próximo.

Dilma aparece como favorita. Pero tendrá que enfrentarse a una oposición agrupada en dos polos: el del centrista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), cuyo candidato será Aécio Neves; y, mucho más temible, el polo del socialdemócrata Partido Socialista Brasileño (PSB), constituido por la alianza de Eduardo Campos (ex ministro de Ciencia y Tecnología de Lula) y la activista ecologista Marina Silva (ex ministra de Medio Ambiente de Lula). Para este escrutinio, decisivo no sólo para Brasil sino para toda América Latina, lo que ocurra este mes durante el Mundial podría ser determinante.

(1 ) http://www.dailymotion.com/video/x1rao84_mondial-2014-platini-le-bresil-faites-un-effort-pendant-un-mois-calmez-vous-25-04_sport
(2) Folha de São Paulo, São Paulo, 8 de abril de 2014.
(3) Desde la época de Lula, la base de la coalición que gobierna Brasil está formada fundamentalmente por el PT y el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, centro-derecha), además de por otras pequeñas fuerzas como el Partido Progresista (PP) y el Partido Republicano de Orden Social (PROS).
(4) Léase Antônio David y Lincoln Secco, “Saberá o PT identificar e aproveitar a janela histórica?”, Viomundo, 26 de junio de 2013. http://www.viomundo.com.br/politica/david-e-secco-sabera-o-pt-identificar-e-aproveitar-a-janela-historica.html
(5) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=183873&titular=entre-goles-negociados-y-especulaciones-electorales-

LUNES 16 DE JUNIO DE 2014 – COMCOSUR
_________________________________________________________

3) Irak y el fracaso de Washington
Editorial de “La Jornada”

Ante la insurrección y el avance de grupos fundamentalistas islámicos en Irak, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo ayer que no descarta ninguna opción para apoyar al gobierno de ese país. Entre las opciones mencionadas por el mandatario destaca el envío de aeronaves de guerra –tripuladas y no tripuladas– a territorio iraquí.

Las recientes victorias logradas por el Estado Islámico de Irak y el Levante –organización que busca imponer la ley musulmana en todo el territorio y que controla gran parte del país– han sido interpretadas por analistas internacionales y por críticos de la Casa Blanca como una evidencia de que Estados Unidos se replegó demasiado pronto de Irak. Sin embargo, la realidad es que, más que poner en evidencia la estrategia militar de Obama, la circunstancia descrita da cuenta del fracaso de la política exterior que Washington adoptó hace más de 13 años bajo el gobierno de George W. Bush, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, y que terminó por involucrar a Estados Unidos y a sus aliados en una cruzada mundial antiterrorista, que incluyó la invasión y destrucción de dos países, la muerte de centenares de miles de personas, la degradación de los derechos y libertades individuales en todo el mundo, la comisión, por parte de la superpotencia, de crímenes de lesa humanidad y el desarrollo de corrupción corporativa que sacó enormes dividendos de ambas tragedias.

Los resultados de esa política saltan a la vista: la guerra contra el terrorismo no sólo no ha hecho de Estados Unidos un país más seguro ni ha construido un mundo más estable, sino que ha multiplicado los factores de encono antiestadunidense y, en el caso de Irak, ha desembocado en una pérdida de control territorial por parte del régimen de Bagdad y el avance y crecimiento de grupos fundamentalistas que, a diferencia del depuesto régimen de Saddam Hussein, sí representan una amenaza a la seguridad de Estados Unidos.

Si bien el sucesor de Bush en la Casa Blanca puso fin a la intervención militar en Irak, también ha mantenido, en términos generales, un énfasis antiterrorista y beligerante en su discurso –como lo demuestra la alocución de ayer– y ha deteriorado con ello, la imagen y la credibilidad de una administración de por sí debilitada en lo político, lo militar y lo económico. Desde esa posición, parece poco factible que el gobernante estadunidense pueda recabar el apoyo legislativo e internacional necesario para emprender acciones bélicas como las que dejó entrever en la declaración comentada, lo que dejaría sus palabras en el ámbito de la balandronada, algo que no le favorece.

Por otro lado, si Obama enviara fuerzas militares a Irak, sumaría a su país y a su gobierno en la sima de deterioro moral, socavaría aún más su propia credibilidad política y terminaría por confirmar la desastrosa estrategia de su antecesor en el país árabe.

Lejos de reditar los errores y los horrores de la administración Bush y de auspiciar un baño de sangre mayor al que ya se desarrolla en Irak, es pertinente y necesario que el gobierno de Washington deponga la postura injerencista y beligerante que le ha caracterizado y que reconozca la situación por la que atraviesa Irak como lo que es: una muestra monumental de su ineptitud como potencia imperial y que inhibe su autoproclamada perspectiva de policía del mundo.

LUNES 16 DE JUNIO DE 2014 – COMCOSUR
_________________________________________________________

4) Vuelta de tuerca en Irak y Siria

El ISIS se dispone a crear un vasto Estado yihadista desde Bagdad hasta Alepo
Manuel Martorell (Cuarto Poder)

En solo una semana, las fuerzas del ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria) han ocupado buena parte de las ciudades de Ramadi y Samarra, amenazando, al mismo tiempo, a las de Tikrit, Kirkuk, Rabia, Habaniya y Tuz Jormatu para, finalmente, hacerse con el control de Mosul, la metrópoli iraquí más importante después de Bagdad, la capital.

Como ha reconocido el propio gobernador de la provincia de Nínive, los yihadistas se habrían hecho no solo con la principal base militar, el aeropuerto y la sede del Gobierno provincial sino también con numerosos destacamentos menores del Ejército y la Policía, donde habrían acaparado gran número de armamento, munición, transportes, vehículos blindados, carros de combate e incluso helicópteros.

Si esto no fuera suficiente, diferentes testimonios aseguran que habrían abierto las puertas de la prisión de Badu, donde, precisamente, estaban encarcelados cientos de yihadistas.

Teniendo en cuenta que es el grupo yihadista más radical, superando en crueldad y dogmatismo incluso al núcleo tradicional de Al Qaeda, y que desde hace meses tiene en su poder la ciudad de Faluya, la pesadilla para todos los países de Oriente Medio y para las potencias occidentales no sería tan grave si las unidades del Ejército iraquí encargadas de la seguridad de Mosul no se hubieran desintegrado como al parecer ha ocurrido. Ahora resulta simplemente patético que el primer ministro de Irak, el chií Nuri al Maliki, llame al pueblo a las armas cuando ha abandonado a su suerte esta región suní durante años y se ha negado repetidamente a aceptar la colaboración de los peshmergas kurdos para atajar esta amenaza.

Este hecho deja el campo libre para amenazar otras provincias limítrofes a la de Nínive y en concreto la petrolífera ciudad de Kirkuk y la Región autónoma del Kurdistán, que se prepara para acoger una nueva oleada de refugiados. El primer ministro del Kurdistán iraquí, Nechirvan Barzani, ha solicitado formalmente la intervención del Acnur y ha pedido a toda la población que facilite ayuda a quienes lleguen huyendo del avance yihadista.

En esta zona del norte de Irak se concentra una gran diversidad de comunidades y religiones distintas al islam suní –cristianos, yezidis, shabaks, corrientes sufíes y turcómanos chiíes- que suelen ser víctimas propiciatorias de los grupos asociados a Al Qaeda, defensores de la más ultramontana interpretación del islam suní.

El ISIS ha lanzado contra ellos numerosos ataques en toda esta región que va desde Alepo a Bagdad masacrando poblaciones enteras, secuestrando a cientos de civiles y destruyendo cualquier símbolo que se aparte de su estricta ortodoxia.

En estos momentos, por lo tanto, el ISIS estaría en disposición de establecer un vasto emirato yihadista desde las puertas de Bagdad a las de Alepo, contando con el control de importantes ciudades, zonas petrolíferas y el cauce de los dos principales ríos de toda la región: el Tigris y el Eúfrates. Es más que significativo que este grupo yihadista controle las compuertas que regulan el curso del Eúfrates a su antojo y que el Ejército regular de Irak no haya conseguido en cinco meses desalojarlos de esta ciudad situada a solo 45 kilómetros de la capital.

De acuerdo con algunos analistas especializados, el fulgurante ascenso del ISIS, incluso después de haber sufrido importantes reveses en la zona de Alepo frente a grupos islámicos más moderados, se debería a su capacidad para atraer a los voluntarios extranjeros. Según los cálculos realizados por el Grupo Sufan, de Nueva York, a la guerra de Siria habrían acudido unos 12.000 extranjeros, de los que la cuarta parte –unos 3.000- habría preferido engrosar las filas del ISIS, procediendo el 80 por ciento de ellos de países occidentales.

De hecho, se considera ya que el ISIS, liderado por Abubaker Bagdadi, estaría sustituyendo al núcleo central del Al Qaeda, dirigido por Ayman Zawahiri, como referente internacional para los movimientos yihadistas de todo el mundo.

El panorama que se presenta tras la ocupación por el ISIS de toda esta zona en el corazón de Oriente Medio se asemeja ya a la temida guerra regional en la que directa o indirectamente estarían implicados, además de Siria e Irak, países como el Líbano, Israel, Turquía e Irán. Es muy significativo, en este sentido, el ofrecimiento realizado por las milicias kurdas de Siria (YPG o Unidades de Defensa Popular) al Gobierno Regional del Kurdistán, ahora amenazado por el ISIS desde Mosul, para combatir “codo con codo” contra lo que denominan “bandas de criminales”.

Las YPG, que defienden los tres cantones autónomos administrados por el Partido de la Unidad Democrática (PYD) en el norte de Siria, llevan casi dos años resistiendo sucesivas embestidas del ISIS, sobre todo en la zona de Kobani. La última denuncia del PYD ha sido el secuestro de 150 estudiantes que, tras una tregua con el ISIS, acudieron a examinarse a Mambij, siendo desalojados de los autobuses y conducidos a un lugar indeterminado, según la denuncia del PYD, para recibir entrenamiento religioso y militar contra su propio pueblo.

Desde hace meses las fuerzas kurdas intentan recabar la ayuda internacional para hacer frente a este enemigo común que, ahora, con la toma de Mosul no solo amenaza la existencia de Irak como país sino que, por sorprendente que pueda parecer y si la situación sigue agravándose, podría provocar una nueva intervención internacional en el caso de que el Gobierno de Bagdad no consiga reconducir la situación.

LUNES 16 DE JUNIO DE 2014 – COMCOSUR
_________________________________________________________

5) Irak se desangra aún más rápido
Roberto Montoya (Viento Sur)

Sólo tres meses después de cumplirse el 11º aniversario del inicio de la segunda guerra de Irak, y cuando el grueso de las tropas de EEUU y sus aliados ya se han retirado tras estabilizar y democratizar el país, la guerra sectaria alcanza uno de sus niveles más altos, amenazando con desbordar las fronteras nacionales.

La ofensiva militar iniciada hace pocos días por el ISIS (Ejército Islámico de Irak y Levante, en sus siglas en inglés), está resultando arrolladora. Tras la caída de Mosul, la segunda ciudad en importancia del país -dos millones de habitantes- después de cuatro días de feroces combates entre los yihadistas y las tropas gubernamentales, el ISIS continuó con gran celeridad abriéndose paso hacia el sur del país.

En su camino ha tomado por asalto importantes ciudades como Tikrit, Baiji -donde se encuentra la principal refinería del país- Yalula, en el este del país, localidades del oeste, en la provincia de Anbar, y muchas otras, amenazando las ciudades santas de Nayaf y Kerbala y colocándose en pocos días a las puertas de la propia Bagdad, una ciudad de 6,5 millones de habitantes.

Más de medio millón de personas han huido ante el avance de los fundamentalistas. El grueso de las tropas gubernamentales asentadas en las zonas atacadas ha abandonado las armas y ha huido o se ha entregado a los insurgentes.

Al Maliki les ha acusado a esos efectivos de ser parte de “una conspiración” contra su Gobierno. La población local no solo teme el terror que tradicionalmente imponen los combatientes del ISIS y la aplicación rigorista que hacen de la sharia -ley islámica-, sino también los bombardeos indiscriminados a los que somete el ejército a las localidades capturadas por los rebeldes. La propia ONU ha reconocido la muerte de numerosos civiles a causa de los ataques gubernamentales contra los rebeldes.

A pesar de no haber consolidado totalmente su control sobre las ciudades tomadas por asalto, la amplitud e intensidad de sus ataques han hecho temer al Gobierno del chií Nuri al Maliki por su propia supervivencia. Los combates en localidades cercanas a la capital y los ataques suicidas sincronizados en distintos puntos de Bagdad demostraban que no se trataba de simples ataques puntuales relámpago de pequeñas unidades de milicianos.

El ISIS, el más poderoso y más ultra grupo armado yihadista que opera en Irak y Siria, enfrentado desde hace tiempo con la dirección central de Al Qaeda, parece convencido de poder librar esta vez un combate frontal y generalizado contra el régimen de Nuri al Maliki, tras haber conseguido varias victorias militares en los últimos meses.

El polémico primer ministro, en el poder desde 2006 y refrendado por las urnas en abril pasado, ha alimentado el odio en un sector creciente de la población, con su política ultra sectaria frente a las minorías suní y kurda y la brutalidad con la que responde las protestas sociales y toda disidencia. El ISIS ha capitalizado también ese malestar y ha conseguido que muchas otras milicias locales suníes de las ciudades atacadas se sumen al combate abierto contra las fuerzas gubernamentales.

EEUU prevé acciones pero no la vuelta de las tropas

La actual ofensiva se ha lanzado premeditadamente en momentos críticos para Al Maliki, cuando este aún mantiene duras negociaciones para formar gobierno con los líderes de las otras formaciones de la coalición Estado de Derecho con las que acudió a las urnas.

El Gobierno iraquí, presionado por las protestas populares a las constantes matanzas de civiles provocadas por los ataques con drones y cazabombarderos estadounidenses, o las acciones de mercenarios de compañías al servicio del Pentágono, rechazó firmar con EEUU el tratado de seguridad que le reclamaba Obama. EEUU pretendía obtener inmunidad total para el pequeño contingente de tropas, fuerzas especiales, espías y mercenarios que quedara una vez finalizada totalmente la retirada a fines de año. Y esa decisión de Al Maliki tiene su coste; ahora le pasa factura.

EEUU ya no tiene unidades de combate sobre el terreno y Barack Obama descarta la posibilidad de una vuelta de las tropas. En su discurso televisado del viernes pasado el presidente hizo una clara alusión al No que recibió de Al Maliki sobre el tratado de seguridad: “Estados Unidos no puede involucrarse simplemente en una acción militar en ausencia de un plan político de los iraquíes que nos dé seguridad de que están preparados para trabajar conjuntamente con nosotros”.

“No podemos repetir la situación anterior, cuando nosotros estábamos allí y teníamos que cerrar un ojo”, en alusión a las divisiones constantes en la sociedad y gobierno iraquíes. Obama, en definitiva, intenta responsabilizar al Gobierno de Al Maliki y el resto de fuerzas políticas de no haber aprovechado la ayuda de EEUU y haber ahondado sus divisiones internas.

En cualquier caso, el presidente estadounidense se encuentra en una situación extremadamente embarazosa. Contaba con poder terminar su mandato sin nuevos dolores de cabeza sobre el tema, pero ahora no puede negar ante el mundo entero el fracaso de la misma y la situación dramática en la que se encuentra la población de ese país. Máxime cuando existe un riesgo real de que el conflicto desborde las fronteras nacionales y afecte de lleno también a Siria, Turquía e Irán. Más de 80 turcos, la mayoría de ellos empleados del consulado en Moscú -incluido el propio cónsul- y una treintena de camioneros, son rehenes de los insurgentes.

Los milicianos del ISIS entran y salen por las fronteras entre Siria e Irak, reivindicando que han dado ya con ello el primer gran paso para la eliminación de fronteras y la instauración de su anhelado califato islámico. Irán, por su parte, ve cómo los combates del noreste del país, cercanos al Kurdistán, se libran a decenas de kilómetros de su territorio.

En su discurso del viernes pasado Obama dijo: “Dada la naturaleza de estos terroristas, supone eventualmente también una amenaza para los intereses americanos”. “No enviaremos tropas nuevamente a combatir en Irak, pero he pedido a mi equipo de seguridad que prepare una serie de opciones”. El presidente estadounidense aclaró que tomará “varios días” adoptar una decisión. “Queremos estar seguros de que tenemos datos precisos sobre la situación que hay allí. Queremos estar seguros de contar con todos los datos de Inteligencia necesarios para que yo pueda ordenar acciones, hay que definir los objetivos, que los ataques sean precisos y que haya garantías de obtener el efecto buscado”.

Irán, en máxima alerta

El Gobierno del chií Hasan Rohani ha prometido ayuda a su aliado Al Maliki, pero sabe bien que no puede llevar a cabo una intervención militar directa de su poderoso ejército en el vecino Irak. Sería el detonante de una situación que podría envolver en llamas a toda la región. Las tropas iraníes están en máxima alerta, como lo están las tropas de otro país vecino, Turquía.

El general Gassem Suleimani, comandante de la Force Quds de los Guardianes de la Revolución iraníes y máximo responsable en las operaciones extraterritoriales, visitó días atrás Bagdad para conocer de primera mano las previsiones de las fuerzas armadas iraquíes y valorar la ayuda que pueda prestar Irán, lo que da una idea de la gravedad de la situación.

La ineficacia de las fuerzas armadas y de seguridad iraquíes -300 000 hombres adiestrados y armados por EEUU-, y las deserciones en sus filas, no le permiten garantizar una victoria militar contra las milicias yihadistas. Por ello el Gobierno ha hecho un llamamiento a todos los hombres en edad de combatir para “renovar las fuerzas armadas”.

En apoyo a su llamamiento ha salido el principal líder chií iraquí, el Gran Ayatolá Ali al-Sistani, quien ha urgido en la plegaria de los viernes a los chiíes a unirse a la ’yihad’ (guerra santa) para derrotar a los atacantes. Al-Sistani no sólo es sumamente respetado por la comunidad chií sino incluso por sectores suníes. Miles de hombres de todas las edades comenzaron a apuntarse como voluntarios solo una hora después de escuchar su llamamiento.

El representante de Al Sistani, el jeque Abdul Mehdi al-Karbalaie, aclaró a los voluntarios que se debían limitar por ahora “a cubrir las bajas producidas en las fuerzas de seguridad” por muerte o deserción.

Al Sistani reclamó igualmente a los gobiernos de Irán y EEUU que acudieran “antes de que sea tarde” en auxilio del Gobierno iraquí.

Se desconoce cuál es la ayuda concreta que pueda ofrecer finalmente Irán, y, por parte de EEUU, Obama aparentemente solo contempla la posibilidad de enviar drones armados y cazabombarderos para atacar las columnas de milicianos del ISIS que actualmente se desplazan sin casi resistencia por amplias zonas del enorme terrritorio iraquí.

En manos de los kurdos

Ante tal situación de emergencia el Gobierno de Al Maliki ha decidido pedir auxilio a los representantes del estable gobierno autónomo del Kurdistán, que cuenta con la poderosa fuerza de los ’peshmerga’. Miles de estos veteranos combatientes kurdos, que cuentan con moderno armamento semi pesado y pesado, han partido ya para distintas ciudades y localidades situadas en su frontera con el resto de Irak para defenderlas de cualquier ataque. Mosul se encuentra a menos de cien kilómetros de distancia de Erbil, la capital del Kurdistán. Los ’peshmerga’ se han desplegado igualmente fuera de sus fronteras, en lugares abandonados a su suerte por las tropas gubernamentales, como la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo y que el gobierno kurdo reclama desde hace años como parte importante del Kurdistán.

La dependencia de Al Maliki de un aliado semejante en esta coyuntura, el único que por el momento parece capaz de frenar la ofensiva del ISIS, tendría sin duda un importante costo posterior político y previsiblemente también territorial, pero su gobierno no es precisamente el que puede poner condiciones en este momento. Su margen de maniobra es estrechísimo.

En momentos como este, en que los soldados han comenzado incluso a construir trincheras en los límites de la capital -con mayoría de población suní- y a fortalecer sus defensas ante un posible asalto de los yihadistas desde tres frentes distintos, Al Maliki ni siquiera ha conseguido respaldo del Parlamento para declarar el estado de emergencia.

El fracaso económico, político, militar cosechado por EEUU en Irak y su impotencia para enfrentar por otras vías una situación extrema como la actual, le hacen temer una derrota geoestratégica de aún mayor calado. Esto ha reabierto en el seno de la Administración Obama y el Pentágono el debate sobre la estrategia a seguir. Y la vía que parece empezar a tomar cada vez más cuerpo es tender a la balcanización de Irak, al reconocimiento internacional de la fragmentación del territorio iraquí en tres zonas independientes controladas por chiíes, suníes y kurdos. La misma fórmula que en definitiva parece alentarse para otras situaciones igualmente incontrolables, como la de Libia y Siria.

Roberto Montoya es miembro del Consejo Asesor de Viento Sur. Su último libro, Drones, la muerte por control remoto (Akal, 2014, colección A Fondo).

LUNES 16 DE JUNIO DE 2014 – COMCOSUR
_________________________________________________________

6) Las primeras semanas de régimen militar en Tailandia
Carlos Sardiña (eldiario.es)

La División de Operaciones Psicológicas del Ejército tailandés organizó el pasado miércoles un festival para “llevar de vuelta la felicidad al pueblo" en la plaza del emblemático Monumento a la Victoria, en Bangkok. En un escenario, una banda militar interpretaba versiones de los Creedence Clearwater Revival o canciones tradicionales tailandesas. No lejos de allí, soldados con uniformes de diferentes cuerpos posaban para que los tailandeses se pudieran sacar fotos con ellos. Además, el ejército tailandés ofrecía comida gratis a los transeúntes.

El Ejército está organizando espectáculos como estos en toda Tailandia con el objetivo de mostrar su cara más amable dos semanas después de dar el duodécimo golpe de Estado desde que el país dejó de ser una monarquía absoluta en 1932.

En días anteriores, el Monumento a la Victoria había sido el punto de encuentro de los opositores al golpe, que raramente llegaron a superar los 300 o 400. El Ejército detuvo a varios manifestantes y se produjeron varios enfrentamientos, pero no hubo heridos de gravedad en ningún momento. A menudo, la policía actuó de mediadora entre manifestantes y soldados, calmando situaciones potencialmente explosivas.

En una ocasión, un oficial estuvo insultando durante horas a los manifestantes y a los numerosos periodistas extranjeros allí presentes, acusando a los primeros de estar pagados por el exprimer ministro Thaksin y tildando a los segundos de “canallas”, pero sus insultos no provocaron una reacción violenta por parte de los manifestantes.

El tercer día de protestas, los manifestantes atacaron un vehículo militar cuando los militares detuvieron a uno de ellos. Finalmente, consiguieron expulsar a los soldados y se fueron a sus casas tras celebrar una victoria más bien pírrica.

Al día siguiente, por la tarde, la plaza del Monumento a la Victoria y las calles aledañas estaban completamente tomadas por unos 1.300 soldados y policías. Las dos únicas protestas fueron la de dos mujeres que sostuvieron carteles contra el golpe y Prayuth y fueron detenidas por los militares inmediatamente y la de un ciudadano belga que fue arrestado por la policía.
La lenta gestación del golpe

La calurosa tarde del 22 de mayo en Bangkok, el general Prayuth Chan-ocha, jefe de las fuerzas armadas tailandesas, presidió en el Club del Ejército de Bangkok una reunión de ministros del Gobierno, líderes de sus partidarios (los llamados camisas rojas) y de los dirigentes de la oposición que habían organizado las protestas antigubernamentales que se habían prolongado durante meses en la capital tailandesa.
Dos días antes, el general había declarado la ley marcial en todo el territorio tailandés, sin consultar al Gobierno en funciones y aplicando una ley aprobada en 1914, cuando Tailandia era una monarquía absoluta. El 22 había vuelto a sentar por segundo día consecutivo a encarnizados rivales políticos con el objetivo de llegar a un acuerdo para sacar a Tailandia del punto muerto en el que se halla sumida desde hace meses. El general estaba perdiendo la paciencia y lo había dejado muy claro el día anterior: a cuatro meses de su jubilación obligatoria, no se jubilaría si no eran capaces de llegar a un acuerdo, una amenaza clara de que estaba dispuesto a tomar el poder.

Aquella tarde, cuando los rivales políticos fueron incapaces de llegar a un acuerdo, el general Prayuth tomó la decisión definitiva: anunció que tomaba el poder, hizo detener a todos los presentes y se hizo con el poder en apenas unos minutos.

Miles de opositores al Gobierno de Yingluck Shinawatra habían ocupado algunos de los puntos neurálgicos de Bangkok desde noviembre del año pasado. Los opositores estaban liderados por el ex viceprimer ministro Suthep Thaugsuban, al frente del Comité Popular de Reforma Democrática (CPRD), y pedían la disolución del Gobierno y la creación de un nuevo Gobierno nombrado por el rey que llevara a cabo un proceso de reformas, cuyo contenido nunca llegó a quedar del todo claro.

El único objetivo evidente del CPRD es el de erradicar lo que califican como el “régimen de Thaksin”, en referencia al hermano de Yingluck, exprimer ministro y multimillonario que revolucionó la política tailandesa a principios de este siglo con sus políticas populistas, cuyas formaciones políticas han ganado todas y cada una de las elecciones celebradas en Tailandia desde 2001, incluso después de ser expulsado del poder por un golpe de Estado en 2006, y que ejercía una considerable influencia en el Gobierno de su hermana desde Dubái, dónde vive exiliado desde 2008 para evadir una condena de dos años de cárcel por un caso de abuso de poder.

Thaksin también era un autócrata que gobernaba con mano de hierro y se enriqueció considerablemente durante su mandato. Además, se granjeó la enemistad de las élites bangkokianas tradicionales, cuyo poder y privilegios tradicionales se vieron amenazados por su ascenso. Esas élites han hecho todo lo posible para precipitar su caída, pese a que Thaksin cuenta con un considerable apoyo popular en el norte y el noreste del país, las zonas más pobres y populosas del país, lo que ha abierto una profunda fisura en la sociedad tailandesa.

Las protestas del CPRD fueron fundamentalmente pacíficas, pero se produjeron esporádicos episodios de violencia en los que murieron 28 personas en total y que han sido citados por el ejército como una de las razones para dar el golpe de Estado.

La primera ministra había disuelto el parlamento en diciembre, convocado nuevas elecciones y finalmente había sido depuesta por el Tribunal Constitucional a principios de mayo, por un caso de abuso de poder en el nombramiento de un alto funcionario, en lo que muchos han calificado de “golpe de Estado judicial”. Pero los representantes del CPRDD en el Club del Ejército, que se negaron a negociar con el Gobierno desde el principio de las protestas, no estaban dispuestos a retirar su exigencia de que el Senado, cuya mitad es nombrada por el ejército, nombrara un nuevo primer ministro, empeñados en que se produzca un proceso de “reformas antes de las elecciones” en el que no quieren que participen los socios políticos de Thaksin.

La crisis que ha conducido al golpe se ha prolongado desde hace al menos nueve años y es sumamente compleja. Las políticas sociales de Thaksin Shinawatra, que sus adversarios han tildado de populistas, tuvieron como efecto un cierto despertar político de la población rural del norte y el noreste del país, regiones históricamente abandonadas a su suerte por el poder fuertemente centralizado en Bangkok. Además, Thaksin es un advenedizo que no pertenece a la élite que tradicionalmente ha gobernado el país, un advenedizo que consiguió un poder sin precedentes en un ministro. No son pocos los analistas que creen que, en el fondo, la disputa política gira en torno a quién tendrá las reinas del país cuando muera el venerado rey Bhumibol Adulyadej, de 86 años, y llegue el delicado momento de la sucesión real.
En los últimos meses, el ejército ha tratado de presentarse como un árbitro imparcial entre las dos partes, pero pocos creen que lo sea. “Es ilusorio creer que los militares sean imparciales y puedan desempeñar el papel de mediadores. El ejército ha sido una de las partes del prolongado conflicto tailandés y ha colaborado estrechamente con el CPRD, que trató de crear una situación de ingobernabilidad que preparase el terreno para que los militares intervinieran políticamente. Se sabe desde hace tiempo que el ejército no les tiene ningún cariño ni a Thaksin ni a los camisas rojas”, asegura a ElDiario.es Pavin Chachavalpongpun, politólogo tailandés y profesor asociado de la Universidad de Kioto.

“Se han dado diversos pasos para debilitar al Gobierno: primero fueron las manifestaciones callejeras, después el golpe judicial, después la ley marcial y, finalmente, el golpe de Estado. Es posible que se evitara llegar a un acuerdo en las reuniones de forma intencionada. Al fin y al cabo, las elecciones no son una prioridad para los militares, pero eliminar la influencia política de Thaksin sí lo es”, añade Pavin.

De hecho, el portavoz del ejército, Weerachon Sukhondhadhpatipak, declaró recientemente en una entrevista a Voice of America que uno de los objetivos del golpe era eliminar la influencia de Thaksin Shinawatra en la política tailandesa. Y, haciéndose eco de las demandas del CPRD de “reforma antes de elecciones”, el general Prayuth declaró hace dos semanas que no será posible convocar elecciones hasta dentro de al menos 15 meses, un plazo muy similar al propuesto por el CPRD.

No es de extrañar que hayan aparecido fotografías en las redes sociales de la plana mayor del CPRD celebrando una fiesta tras el golpe, un par de días después de que el ejército liberase a su líder, Suthep, con algunos de ellos vistiendo camisetas militares del antiguo regimiento del general Prayuth.
Tensa calma en Bangkok

Inmediatamente después del golpe, el general Prayuth creó el Comité Nacional para la Paz y el Orden, que impuso el toque de queda, disolvió el Senado y emitió un decreto tras otro prohibiendo reuniones públicas de más de cinco personas o imponiendo la censura más estricta en los medios. Además, asumió el control de todas las cadenas de televisión y declaró que algunos delitos de naturaleza política, como el de lesa majestad, serán juzgados por tribunales militares. También ha detenido a numerosos políticos, académicos y periodistas críticos con el golpe.

Muchos de ellos, incluida Yingluck, han sido liberados tras firmar documentos en los que prometen no oponerse al golpe, pero otros aún no y se desconoce el paradero de muchos de ellos y el número exacto de detenidos en los bastiones tradicionales de los camisas rojas del norte del país.

El ejército también disolvió las protestas que había en Bangkok en aquel momento. Una manifestaciónde camisas rojas en las afueras de Bangkok fue rodeada por soldados, y algunos oficiales tomaron el escenario desde dónde lanzaban sus discursos los líderes “rojos”, los arrestaron y pidieron a todo el mundo que volviera a sus casas.
El ambiente era más relajado en una protesta del CPRD en el centro de la ciudad. Allí se podía apreciar claramente un sentimiento de victoria entre los manifestantes, con algunos de ellos tomándose fotos con los soldados. Por la noche, el ejército puso a su disposición autobuses para transportar a muchos de los manifestantes a las provincias del sur de donde procedían, zonas dominadas por Suthep y el Partido Demócrata al que antes pertenecía.

“No me gusta llamar a esto golpe de Estado, el ejército ha tomado cartas en el asunto para introducir reformas y asegurar que haya paz en el futuro,” dijo a eldiario.es Ploy, una bibliotecaria de 56 años que había estado participando durante meses en las protestas del CPRD. “Ahora estoy más contenta que antes, me fio mucho más del ejército que de Yingluck.”

Sin embargo, las protestas contra el golpe no se han hecho esperar. La primera tuvo lugar un día después de la asonada, en el emblemático Monumento a la Democracia, en el centro de Bangkok. Unos cincuenta estudiantes, en su mayoría de la Universidad de Thammasat, convocaron una protesta aquella mañana. Entre ellos se encontraba Panitan Prueksakasemsuk, un licenciado de Derecho de 22 años, hijo del conocido activista camisa roja Somyot Prueksakasemsuk, condenado el año pasado a 11 años de cárcel por lesa majestad tras haber publicado en la revista que editaba un artículo, escrito por otra persona, considerado ofensivo a la monarquía.

“Los ciudadanos tenemos derecho a vivir en una democracia, este golpe nos ha despojado de nuestros derechos, por eso estamos aquí, para expresar nuestra oposición al golpe,” dijo Panitan a eldiario.es. “Me temo que pueden arrestarme por protestar, pero es algo que tenemos que hacer,” añadió. Tan solo dos días después, Panitan fue detenido junto a su madre durante diez horas por los militares.

La protesta más multitudinaria hasta elmomento tuvo lugar el domingo 25 de mayo y fue organizada por el conocido activista Sombat Boongamanong. Sombat, que negó a entregarse a la junta militar y estuvo lanzando constantemente mensajes en las redes sociales diciendo “atrapadme si podéis”, logró convocar a unas tres mil personas en el momento álgido de la protesta, si bien no participó en ella. El punto de encuentro era un McDonalds en el barrio comercial de la ciudad, lo que ha provocado una declaración pública de McDonalds Tailandia distanciándose de las protestas. Tras unas horas, los manifestantes se desplazaron al Monumento a la Victoria, a pocos kilómetros. No hubo violencia, aunque sí varias escenas de tensión entre los manifestantes y soldados desplegados en ambas zonas.

Sombat trató de organizar nuevas protestas el domingo, pidiendo a sus partidarios que usaran el gesto de levantar tres dedos, inspirado en la saga Los juegos del hambre. Pero las manifestaciones estuvieron poco concurridas y fueron rápidamente disueltas por el ejército. La junta militar ya ha prohibido el gesto de los tres dedos y el jueves detuvo a Sombat, quedando así fuera de juego el único activista que había organizado cierta oposición al golpe.
Con la mayoría de líderes y activistas detenidos o controlados por el ejército y las redes sociales estrechamente vigiladas, es poco menos que imposible organizar una oposición fuerte al golpe. La censura hace extremadamente difícil saber cuántos tailandeses se oponen al golpe y, dejando aparte un toque de queda y la presencia de militares en las calles, la vida parece seguir su curso ordinario en Bangkok.

Sin embargo, numerosos observadores que presenciaron el golpe de Estado de 2006 con los que ha hablado eldiario.es coinciden en que la oposición al golpe ha sido más rápida y numerosa que en aquella ocasión. El politólogo Pavin Chachavalpongpun, que también ha sido citado por la Junta para que se presente ante ella, pese a residir en Japón, diagnostica: “Creo que el régimen militar se aferrará al poder por algún tiempo. Y cuanto más tiempo estén en el poder, más gente saldrá a la calle. Encualquier caso, fue el golpe de 2006 lo que hizo que naciera el movimiento de los camisas rojas, por lo que los ‘rojos’ siempre han tenido una ideología anti-golpista. La reacción podría ser muy fuerte y provocará otra ronda de violencia política.”

LUNES 16 DE JUNIO DE 2014 – COMCOSUR
_________________________________________________________

“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas 
dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en 
la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la 
clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que
en general las ideas de los que no disponen de medios de producción 
intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. Carlos Marx
_________________________________________________________

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
Coordinación : Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL: 
Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO – URUGUAY
E mail: comcosur@comcosur.com.uy – WEB: www.comcosur.com.uy 
_________________________________________________________

Comcosur se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes 
y no cuenta con ningún tipo de apoyo institucional ni personal.
_________________________________________________________

Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC)
_________________________________________________________ 

Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este boletín,
no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur sobre
los temas en cuestión.
_________________________________________________________