1) Argentina: “Volvemos a la Plaza”
2) Argentina: En terapia: ¡sicólogas y sicólogos feministas!
3) Argentina: Entrevista a la rapera argentina Sara Hebe
4) México: Asesinan a Miriam Elizabeth Rodríguez activista de DDHH
5) Reflexiones sobre la controversia entre el feminismo y la cultura islámica
6) Paraguay: En la cuerda floja
“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” ― Rosa Luxemburgo
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1) Argentina: “Volvemos a la Plaza”
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El colectivo de mujeres llamó a una nueva movilización para el 3 de junio próximo. Hoy arrancan las asambleas para organizarla. Aquí, el texto de la convocatoria.
Cuando todavía se siente la fuerza de la Plaza envuelta en los pañuelos de las Madres y las Abuelas, el colectivo Ni Una Menos llamó a marchar el 3 de junio, la fecha que se instaló en el calendario de los derechos humanos para demandar por los derechos y la vida de las mujeres haciendo visibles los lazos que atan la impunidad con la violencia institucional y la violencia machista. Hoy comienzan las asambleas para organizar la marcha. A continuación, la convocatoria, con el título “Contra el engranaje de la violencia institucional y la violencia machista, el 3 de junio volvemos a la Plaza. ¡Vivas y libres nos queremos!”.
“En la calle siempre salen ideas, se acumulan fuerzas, se tejen tramas. El 10 de mayo, indignadas y alegres, en la plaza de las Madres, 500.000 personas impusimos nuestro no a la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado y también dijimos no a quienes nos la quisieron imponer. Al poder judicial misógino y en abierta complicidad con el poder político y la iglesia. La secuencia no es casual: el aberrante fallo de la Corte vino luego del pronunciamiento a favor de la “reconciliación” de la conferencia episcopal, mientras se discutía el endurecimiento de las penas y las condiciones de detención de personas condenadas por delitos violentos que indiscriminadamente incluyen el contrabando (principal causa de mujeres presas); mientras se amenaza con acusar por sedición el ejercicio del derecho a la protesta (una figura que siempre amenaza aplicarse a los piquetes y manifestaciones que respaldan las demandas sociales y que habilita la criminalización de la protesta social, un disciplinamiento para todos y todas que se condensa en el cuerpo de Milagro Sala, presa política desde el inicio del gobierno de la Alianza Cambiemos).
Mientras esta complicidad sucede, las fuerzas represivas arremeten contra las mujeres: encubren a los femicidas o son ellos mismos quienes empuñan las armas que les da el Estado contra nosotras; nos reprimen en la calle y nos detienen arbitrariamente cuando nos manifestamos, y no nos escuchan cuando denunciamos en las comisarías o cuando pedimos ayuda. A dos meses del Paro Internacional de Mujeres 26 de nosotras estamos judicializadas como saldo represivo de la organización. Y el grito por la libertad de Higui, lesbiana presa por defenderse de una violación “correctiva”, no ha sido escuchado.
De la potencia de quienes fueron llamadas las locas de la plaza se alimenta la marea feminista. Abrazamos a las viejas que son nuestras abuelas y madres, que hoy se reconocen en sus prácticas como feministas al encontrarse en las nuevas plazas de mujeres. Empujadas por la marea de los pañuelos blancos contra la impunidad, este 3 de junio saldremos a la calle contra la acción de las fuerzas represivas y la violencia machista que implosiona cada día en los barrios y en las casas. El machismo es el fascismo de entrecasa.
El mismo día en que se conoció el fallo de la corte del 2×1 para genocidas, tres soldados y un cabo de la guarnición de Campo de mayo, donde funcionó el campo de detención y exterminio más grande del país, con su propia maternidad clandestina, quisieron violar a una estudiante de la Universidad Nacional de General Sarmiento, militante de Las Rojas, de izquierda y feminista.
Esta convergencia expresa el pacto entre machos para conservar sus privilegios a la fuerza y para mantener el control social. Pactan, aun sin conciencia de hacerlo, para inscribir la disciplina en el cuerpo de las mujeres, sancionar cada acto libre y autónomo. Nos amenazan con ir presas por abortar, de ser violadas por ir a bailar, de ser sospechadas cuando nos corremos del lugar de puras víctimas. Nos quieren encerradas y obedientes. Sumisas a los mandatos hogareños y advertidas del riesgo de la calle. Las instituciones judiciales y de seguridad y los discursos mediáticos pactan cada vez para asociar cuidado a restricción. Nos tienden trampas: ofrecen más cárceles o castigos o el latiguillo de la emergencia, que implicaría menos libertades y nuevas coacciones.
En el mes de abril, hay al menos un nombre de mujer menos por día; en algunas fechas se acumulan uno o dos, entre muertas y desaparecidas. La crueldad machista se ensaña con nosotras. Nos intentan someter al shock del duelo continuo para disciplinarnos. Pero nosotras estamos comprometidas con cada uno de esos nombres y reencontramos nuestra fuerza común también en el dolor.
Ni Una Menos es grito y abrazo común que hace temblar cada uno de los espacios de nuestras vidas y desborda en las calles. Somos frágiles pero juntas y estando para nosotras nos hacemos poderosas.
Nos encontramos en asambleas feministas y el 3 de junio nos vemos en las calles. Ni Una Menos: ¡Vivas y libres nos queremos!”.
COMCOSUR MUJER Nº 516 – 15.05.17
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2) Argentina: En terapia: ¡sicólogas y sicólogos feministas!
Marcha
La Red de Psicólogas Feministas cumple un año y lo festeja con un festival y nuevos desafíos para el ámbito de la salud integral. “Hoy las personas buscan psicólogas que explícitamente se posicionen como feministas”, afirman.
Con pizcas de academia pero también de activismo, la crítica que los feminismos supieron llevar a todos los espacios de la vida social y política para estallar los límites y erradicar la “normalidad heteropatriarcal” también ha llegado al campo de los estudios y la práctica de la psicología. Desde allí, algunas profesionales de la salud creen que es imprescindible desarrollar una perspectiva género- sensible y respetuosa de las subjetividades disidentes.
“Se debe cuestionar estos lugares que parecen fijos: ´lo femenino y lo masculino´ para deconstruir el camino hecho por el patriarcado”, afirman. Por eso, con inquietudes comunes y atentas a las necesidades de quienes integran una sociedad que se moviliza unánime contra la violencia machista, se fundó la “Red de Psicólogxs Feministas”. Un colectivo que pone en escena la importancia de la calidad de vida en la atención a la salud integral de las personas desde una perspectiva feminista.
A un año de su creación dialogamos con Antonella D´Alessio, una de sus coordinadoras.
-¿Hay una corriente feminista dentro de la psicología?
Hay un psicoanálisis con perspectiva de género pero no existe una psicología feminista, desarrollos que se llamen de ese modo. Si hay muchas autoras que hablan desde la psicología teniendo una perspectiva que intenta quebrar, desarmar algunas estructuras clásicas en los supuestos a partir de lo femenino masculino, etc. En Argentina, por ejemplo, la Cátedra de Estudios de Género de Psicología, en la UBA, tiene 28 años, es muy nueva, y es algo muy novedoso, pero si es novedoso para la psicología tener una visión feminista.
A nosotras nos pasa, en cuanto a grupos de colegas, recibimos mucha violencia cuando planteamos que somos una red de psicólogas feministas, porque el psicólogo mas tradicional tiene una idea de neutralidad y objetividad dentro del consultorio, que en realidad no tiene que ver con la ideología de quien atiende sino con cuestiones que tiene que ver con como se trabaja, las historias de lxs consultantes.
-¿Qué une a quienes se definen como “psicólogas feministas”?, ¿una metodología en común?
No existe una metodología común entre quienes somos psicólogas feministas. Nos une el no patologizar la identidad (de género) o la orientación (sexual); no revictimizar, no culpabilizar; y sí tener cierta sutileza en cuanto a mandatos y roles de género, que tienen un peso muy grande en los proyectos de vida de las personas y en la capacidad de esas de hacer o no, de decir o no, de sentir de cierto modo o permitirse ciertas cosas.
Los mandatos juegan mucho en el sufrimiento de las personas, y quienes nos identificamos como psicólogxs feministas podemos identificar esos malestares como parte de algo más grande ya que la construcción del psiquismo no es sólo dentro de la familia (también atravesada por el patriarcado y muy tradicional en cómo debe ser un varón o una mujer), sino en toda la cadena sexo- género- deseo- práctica sexual. Todas cuestiones obvias pero que quizás un psicólogo/a sin esta perspectiva no puede verlas.
-¿Cómo se organizan?
Somos seis las personas que coordinamos, cinco mujeres y un varón. Dentro de quienes integramos la Red hay entre 50 y 70 personas en CABA, Conurbano y algunas provincias como Córdoba, San Luis, Mendoza, Santa Fe y próximamente Neuquén. Nos organizamos a partir de decisiones que se toman en el equipo de coordinación que nos reunimos cada 15 días.
En general la organización tiene que ver con cómo hacemos derivaciones, armamos una planilla y a partir de las demandas de lxs consultantes, buscamos la zona, particularidad. No hacemos preguntas sobre el motivo de la consulta, así como nos llega la pasamos a la psicóloga que va a trabajar con esa persona. Todas las consultas que nos llegan las derivamos.
-¿Cómo participan del movimiento feminista?
Lo hacemos desde varios lugares, estando muy fuerte en las redes sociales y participando en todos los eventos que tienen que ver con salud mental y género, o a veces solamente con salud mental o a veces solamente con género. Hacemos participaciones desde varios lugares, ahora festejamos nuestro cumpleaños con un festival al que convocamos artistas feministas, y tratamos de incorporarnos como cualquier otra agrupación, armando campañas, participando en programas radiales, en proyectos de tesis o documentales.
Participamos cada vez que podemos en la calle, tratamos de visibilizar nuestra agrupación e informar a la gente que existe este espacio, que se crea a partir de darnos cuenta que hay un espacio vacante que es la salud mental feminista, y que hay una demanda muy grande de personas que buscan psicólogas explícitamente feministas. De ahí que se nos ocurre armar la red.
-¿En qué medida las personas que atienden han sido violentadas por el machismo?
Las personas que atendemos muchas veces vienen a partir de situaciones de abuso o violencias patriarcales varias, no solo violencia de género contra las mujeres sino también violencia contra personas trans, contra el colectivo LGBT en general.
Muchas personas vienen porque se identifican como feministas y quieren que su psicóloga también lo sea, las razones son múltiples. Tiene que ver con la necesidad de que, si vamos a proponernos desarmar el patriarcado a nivel social, también tenemos que revisar nuestras estructuras psíquicas y ver cómo el patriarcado, el machismo, la heteronorma, está presente en todas las personas y cómo podemos ir desplazando estas nociones violentas y discriminatorias para hacer de nuestras mentes espacios mas inclusivos. Después poder trasladar eso a los consultorios y las prácticas psicológicas en general.
Algunas trabajamos en consultorios y otras en programas estatales –municipios, ministerios, etc.- y desde todos esos lugares tratamos de incorporar el conocimiento que el feminismo nos ha aportado.
-En general, ¿llegan con críticas sociales sobre el origen de las desigualdades o es un camino que se construye “en terapia”?
Muchas veces las personas llegan con críticas con la construcción de desigualdad patriarcal, otras es algo que se construye, pero son más las veces en las que las personas vienen con un recorrido y buscan psicólogas que explícitamente se posicionen como feministas.
-A un año de la conformación de la Red, ¿cuáles son los próximos desafíos?
Nuestro objetivo es poder crear espacios inclusivos, libres de discriminación y atacar estos malestares que son fruto y consecuencia de las desigualdades sociales basadas en los géneros y las sexualidades.
Para eso, nuestro mayor desafío es poder ofrecer atención gratuita para todas las personas que lo necesiten. Eso todavía no lo podemos hacer más que a pequeña escala, cuando hacemos una consulta terapéutica de alguien que no puede pagar el tratamiento. Nuestra idea es tener un espacio físico donde podamos hacer talleres, capacitaciones, charlas, grupos de estudio, de pares o ayuda mutua y atención. Y para eso falta, pero debemos poder organizarnos para atender la gran demanda. La Red apuesta a su ampliación y pretende llegar a todo el país.
COMCOSUR MUJER Nº 516 – 15.05.17
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3) Argentina: Entrevista a la rapera argentina Sara Hebe
Saltamos.net
“La música puede incidir, acompañar luchas sociales, pero por sí misma no cambia nada”
La rapera argentina Sara Hebe (Trelew, 1983) está a unos días de empezar una larga gira por Europa que la llevará a tocar en lugares como Santiago de Compostela, Gasteiz, Almería, Suiza o Roma. En el Estado Español, la podremos ver el 15 de junio en la Sala Sidecar (Barcelona), el 23 en la Sala Copérnico de Madrid y en los escenarios de muchas fiestas populares, espacios en los que se siente bien cómoda actuando.
La gente te conoce básicamente por tus canciones de rap y cumbia, sin embargo ya hace tiempo que viraste a un estilo un poco más rockero. ¿Cómo reaccionó el público? ¿te dio vértigo el cambio?
No creo que haya cambiado tanto. Siempre fui muy diversa en cuanto a estilos, ya en el primer disco introduje temas más rockeros. Pero la reacción ha sido buena. A la gente, si le gustan los temas, expresa, se mueve, te lo hace saber.
Estás a unos días de salir de gira. Vas a estar tres meses fuera de casa, viajando por Europa. ¿Cómo afrontas esa gira? ¿en qué lugares vais a estar?
Estamos aprovechando estos últimos días para estar en casa, para despedirnos. Venimos con manager nuevo en Europa, Propaganda pel Fet, y nuestro primer concierto es el 15 de junio. Vamos a estar en Catalunya y en el Estado Español hasta septiembre, pero también vamos a estar en Suiza, y tocaremos en una okupa de Roma. Estamos viendo, también, si armamos un concierto en Alemania. Nos gustaría mucho tocar en alguna sala en Berlín.
Te vimos el verano pasado por estas tierras. ¿Qué novedades nos vas a traer en esta nueva gira?
Es la primera vez que viajo con banda. Empecé sola y el proyecto fue evolucionando, se sumó Ramiro Jota, mezclas y productor del proyecto y de la mayoría de las canciones, luego toqué sola en formato sound system, se sumaron coristas, se fueron, vinieron otras… pero es la primera vez que viajamos con un batería. Con el último disco, que sacamos en 2015, queríamos sonar más fuerte, más rockero, más sucio. Así que decidimos contratar al batería, Ramiro toca en algunos temas el bajo y en otros la guitarra, y vamos a viajar los tres.
Colaboraste con Tremenda Jauría hace unos meses con el tema Bebehacheeme. ¿Con qué otros grupos de por aquí tienes buena onda?
También colaboré con Mafalda el año pasado. Me gusta trabajar con bandas con las que tengo afinidad. Soy muy amiga de las Ira feminista, de Madrid, también hicimos un tema con ‘la Basu’, una rapera de Bilbo, que sacaremos pronto. Por supuesto me gustaría hacer algo con Ana Tijoux, para mí es un referente.
Es verdad. Nos encantaría oírte con Ana Tijoux. ¿Por qué no habéis colaborado todavía? ¡La tienes cerca!
¿Verdad? Estoy esperando que me invite (risas).
En Europa vas a trabajar con Propaganda pel Fet, una cooperativa discográfica catalana. Qué ejemplos de alternativas a la indústria musical capitalista hay allá en Argentina?
No hay ejemplos similares, pero sí bandas independientes que se autoproducen sus discos, como Fun People, que hacen hardcore punk, o los Boom Boom Kids. Lo que sí existe son asociaciones de músicos que invierten los beneficios en editar de forma independiente.
El cooperativismo está extendido en Argentina, se popularizó durante la fortísima crisis económica que sufiró el país
Pero el cooperativismo sí que está extendido, aquí se popularizó durante la fortísima crisis económica que sufrió el país. Se tomaron y recuperaron fábricas y se pusieron en marcha de nuevo, bajo control obrero, como cooperativas. Algunas de estas fábricas colectivizadas no han podido sobrevivir a la subida de precios de los transportes, servicios públicos y del sector energético, que aprobó el presidente Macri el año pasado.
Eres de Trelew, una ciudad del sur tristemente famosa por la masacre, en el año 1972, de 16 presos políticos cuando iban a tomar un avión para escapar. ¿Creciste con ese hecho en la memoria?
Pues, a pesar de que hay un museo sobre la masacre en el aeropuerto, la sociedad argentina del sur es especialmente fascista y muchos jóvenes ni siquiera saben que eso sucedió. Pero sí que es un hecho presente y mucha gente recuerda esta masacre, que fue uno de los primeros hechos brutales de las dictaduras militares. Pero en Argentina, y sobre todo en el sur, vamos mal de memoria, y a este gobierno le interesa bien poco recuperarla. De hecho, el museo está prácticamente abandonado.
Aquí sigue habiendo desaparecidos todos los días, en “democracia” todo el sistema represivo del estado continua vigente
Ya que hablamos de las funestas dictaduras argentinas y sus secuelas, con Ramiro hicisteis un tema en memoria de los desaparecidos en democracia, Nunca digas nunca, que se incluyó en el documental del mismo nombre. ¿Ha empeorado la situación con el gobierno de Macri?
La canción es un “nunca más” a la dictadura, pero también a la represión. Aquí sigue habiendo desaparecidos todos los días, en “democracia” todo el sistema represivo del estado continua vigente. Ahora sacaron una ley para acortar condenas, de la cual los represores de la dictadura se van a beneficiar para salir de la cárcel. Se está revirtiendo lo que se había conseguido. Así que estamos con marchas en la calle todo el tiempo.
Me moviliza y me parece vital acompañar luchas sociales, por eso, aunque tocamos en salas, lo que realmente nos gusta es tocar en lugares donde hay colectivos en lucha
¿Crees que el hip hop tiene que ser, también, un antídoto contra esta desmemoria que buscan imponer?
Yo escribo desde la desesperanza. No creo que una canción sirva por ella misma, creo que la música puede incidir, acompañar luchas sociales, ser su banda sonora, pero no puede cambiar nada. Soy pesimista en ese sentido. Yo hablo sobre lo que me conmueve. Y a mí me moviliza y me parece vital acompañar luchas sociales, por eso, aunque tocamos en salas, lo que realmente nos gusta es tocar en lugares donde hay colectivos en lucha, que es donde nuestra música cobra sentido.
Por ejemplo, lo que pasó con la canción Asado de Fa, que habla sobre el desalojo de un edificio de pisos. También tocamos en casos como el de Higui, una mujer lesbiana que está presa por haber matado a uno de los 10 hombres que intentaron violarla por su orientación sexual. En Argentina, casi ningún hombre es encarcelado en estos casos, empezando por el asesino de Micaela García, una joven feminista que fue violada y asesinada hace un mes. Pero Higui sí.
Las movilizaciones contra los feminicidios y asesinatos de mujeres son una de las luchas que nos llega con más fuerza desde Argentina.
Es que se está dando una ofensiva conservadora muy fuerte. Se están revirtiendo logros que se habían conseguido con años de lucha, como la Ley de Identidad de Género para personas trans. Y, a la vez, hay muchas manifestaciones de resistencia, como el Encuentro Nacional de Mujeres, los encuentros en diferentes provincias del país, las marchas de Ni una menos o el Paro Mundial de Mujeres, que empezó como una marcha contra el gobierno de Macri y su política machista. Esa es ahora una de las prioridades.
¿Para qué luchas sociales que se están dando en el Estado Español y en Europa os gustaría tocar?
Nos conmueve especialmente la lucha por el acceso a la vivienda, también los problemas que está causando el turismo, algo que también está pasando en Argentina. Me gustó especialmente tocar el año pasado en el Festival da Liberdade en Galicia, cuya recaudación iba para ayudar a los presos. Cuando salimos de gira, entramos en contacto con muchas luchas que no conoceríamos de otra manera. Puede que vayamos a Grecia, a conocer la situación de las refugiadas, a los campos.
Curiosamente tú no vienes del rap, sino del rock. Y además tus referentes suelen ser diferentes de los clásicos del hip hop. ¿Por qué empiezas a hacer rap?
Cuando era pequeña, escuchaba todo lo que llegaba, todo tipo de música, y aunque siempre fuí más de rock, durante una época escuchaba mucho rap, sobre todo a los Beastie Boys. Luego vinieron bandas argentinas con letras más políticas, como las Actitud María Marta, pero en la misma época escuchaba a Nirvana, Todos Tus Muertos y otras cosas más rocanroleras, conocí a Mala Rodríguez, que me encantó… Para mí tienen la misma raíz. Pero entré en contacto con el hip hop sobre todo a través del baile. En esa época hacía también teatro, pero en ninguna de las dos disciplinas encontraba un lugar desde el que hablar, y en el rap lo encontré. Por eso yo no me considero cantante, sino que me animo a cantar y canto.
La clase dominante acabó asumiendo la cumbia, la utilizan para hacer su propaganda política, la banalizan
¿De dónde te surge la idea de mezclar cumbia con rap? ¿Son las músicas populares de los barrios argentinos?
Sí, y aquí el trap está siendo un boom, también, muchos jóvenes de los barrios lo escuchan. En Latinoamérica, la cumbia siempre fue la música de la gente, siempre fue un género barrial, de los márgenes. En ese sentido, era lo que es el rap para muchos. Empecé a rapear con cumbia villera, la cumbia argentina, porque era la música de mi barrio. Pero la clase dominante la acabó asumiendo, la utilizan para hacer su propaganda política, la banalizan. Macri, millonario, bailó una cumbia popular emblemática el día de su investidura.
Tu último disco fue Colectivo vacío (2015). ¿Estáis preparando algo nuevo? ¿Cómo es tu proceso creativo?
Estamos preparando disco para el año que viene, pero aún nos queda mucho trabajo, muchos temas por parir y acabar. Me cuesta hacer canciones nuevas, mi proceso creativo es lento, inconstante. Pero sí vamos a tocar algunos temas en la gira que no tocamos el año pasado, por ejemplo una canción que hicimos para una serie argentina, El Marginal, que está en Netflix. También hay un tema de hace unos años, Viajada, que estamos tocando ahora en los conciertos.
Dices que, ahora, con internet, las discográficas no son necesarias, que para las producciones independientes, internet es más útil. ¿Qué crees que tienes de la industria del rap de siempre y de las nuevas maneras de producir y difundir la música?
Utilizo las redes sociales para dar a conocer mi música, pero estoy chapada a la antigua en este sentido. Suelo ir a contracorriente de lo que se estila ahora, chavales sacando mixtapes a cada rato, canciones nuevas, colgándolas en YouTube… Mi proceso es más lento.
¿Consideras que como mujer y cantante de rap has abierto puertas?
No, para nada. Yo seguí un recorrido que ya estaba empezado por muchas otras mujeres. Yo soy de una época en que había un montón de mujeres haciendo música en Buenos Aires, y detrás de nosotras vienen muchas más, ¡así que está muy bueno!
Me incomoda bastante que me coloquen esa etiqueta, aunque me considere feminista, aunque mis letras sean feministas
¿Qué tal llevas que te etiqueten como “rapera feminista” o que todos te pregunten por tu opción sexual?
Uf, a veces creo que se necesita armar como ese personaje a mi alrededor. No soy un ejemplo de feminismo, me falta mucho por desaprender, por leer. Considero que me posiciono más políticamente por los lugares donde toco que por lo que canto. Me incomoda bastante que me coloquen esa etiqueta, aunque me considere feminista, aunque mis letras sean feministas. Me incomoda incluso más que cuando me preguntan por mi sexualidad.
No soy muy buena hablando de política, pero sí de cómo vivo las cosas, y la sexualidad es algo más personal, da menos miedo hablar de ello. Creo que hay bandas con un discurso mucho más potente que el mío en ese sentido, como Chocolate Remix, que hacen reguetón feminista y también van a estar girando por allá, Sasha Sathya, cantante queer que hace hip hop, trap y cumbia, o la rapera Negrah Liyah.
COMCOSUR MUJER Nº 516 – 15.05.17
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4) México: Asesinan a Miriam Elizabeth Rodríguez activista de DDHH
La Jornada / La Haine
Frutos de la impunidad
El asesinato de la activista Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez, perpetrado la noche del 10 de mayo en Ciudad Victoria, Tamaulipas, es un episodio más de la generalizada impunidad que padece el país y que constituye un peligro grave para la población, pero especialmente para activistas de DDHH y periodistas.
La víctima de este enésimo episodio de violencia descontrolada desarrolló una importante labor como activista del Colectivo de Desaparecidos de San Fernando y de la Comunidad en Búsqueda de Desaparecidos en Tamaulipas, y que llegó a esa lucha después de sufrir la desaparición de su hija, cuyo cadáver descubrió años después en una de las fosas clandestinas de San Fernando.
Resulta desolador y exasperante que, como le ha ocurrido a muchas otras personas que buscan esclarecimiento y justicia para familiares que sufren desaparición forzada, asesinato o feminicidio (como Marisela Escobedo, ejecutada a las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua en diciembre de 2010 por exigir que el asesino de su hija no quedara impune) Rodríguez Martínez haya sido una doble víctima: delas autoriddes que no fueron capaces de garantizar la seguridad de su hija y de quienes la acribillaron a balazos en su domicilio la noche del miércoles pasado.
Es inevitable también recordar que ese mismo día las secretarías de Relaciones Exteriores y de Gobernación reaccionaron con irritación al informe difundido la víspera por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) de Londres en el que señala que, debido a las confrontaciones entre las fuerzas de seguridad y las organizaciones delictivas, México es el segundo país más violento del mundo, después de Siria, si se mide por número de muertos.
Las dependencias nacionales referidas señalaron en un comunicado conjunto que el informe en cuestión utiliza cifras cuyo origen se desconoce, refleja estimaciones basadas en metodologías inciertas y aplica términos jurídicos de manera equivocada.
Más allá de discusiones sobre estadística y numeralia, el hecho es que las cotas de impunidad alcanzadas por los agentes de la violencia en México sólo son comparables a las que se alcanzan en un conflicto armado como el que atraviesa el país árabe, y que la falta de justicia retroalimenta la violencia y la criminalidad. Un Estado que falla en sus tareas básicas de proteger la vida de sus ciudadanos y de procurar e impartir justicia a quienes atenten contra ella termina, a fin de cuentas, por parecerse a la ausencia de Estado que caracteriza a naciones y regiones que se encuentran en una guerra civil como la libia.
Texto completo en: www.lahaine.org/mexico-asesinada-actividsta-de-ddhh
COMCOSUR MUJER Nº 516 – 15.05.17
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5) Reflexiones sobre la controversia entre el feminismo y la cultura islámica
diario16.com
Wadia N-Duhni: “Empecé a militar como feminista al cumplir los veinte años”
Me reconocí como feminista por primera vez al cumplir los veinte años, pero hoy sé que, aunque no fui consciente, lo era desde mucho antes. Con matices y en una versión particular, la femimora, pero lo era. Desde niña me fascinaba escuchar a mujeres empoderadas de todos los contextos sociales. De todas las razas, ideologías, creencias y clases sociales. Sentía adicción por aquellas mujeres que sabían lo que querían –o lo que necesitaban – y luchaban por sus ideales. A costa de todo y de todxs, pero no de sí mismas.
Desde las que alcanzaban el éxito social, intelectual, artístico, deportivo, profesional; pasando por las amas de casa cuyo trabajo y rendimiento, de haber sido remunerado, no habría salario que les hiciera justicia; hasta mujeres pioneras como mi abuela, que mostraban vehementemente su disconformidad con los roles de género que había heredado. Mujeres que rompían sistemas normativos, discursos imperantes, esquemas de pensamiento o convencionalismos desfasados.
Que cuestionaban el orden de las cosas sin que les temblara el pulso. Mujeres no solo conscientes del daño del patriarcado y del capitalismo, de las violencias y del uso de nuestros cuerpos como mercancía, sino con todas las herramientas para repararlo. Y redimirse. Pero yo era musulmana de origen árabe, nacida y criada en España, y sabía que aunque el patriarcado fuera una lacra universal, mi incursión en algunos grupos feministas occidentales crearía conflictos. Ser musulmana no sólo no me limitaba, sino que me impulsaba a luchar por nuestros derechos de género desde un compromiso religioso y; sin embargo, parecía que sí limitaba a las activistas de género coloniales y algunas academicistas que se atribuían el privilegio de repartir carnets de feministas y que no me consideraban “válida” o una “igual”.
Así es como aprendí que el conflicto en realidad lo tenían ellas, no yo, y sólo algunas. En otros círculos feministas de lo más variopintos a nivel ideológico tuve una acogida muy calurosa y nuestro crecimiento y enriquecimiento fue tan bidireccional que pronto nos convertimos en manada. Y crecimos a la velocidad de la luz.
También existía un conflicto entre feminismo e islam, aunque no fuera precisamente el de incompatibilidad –tan enfermamente vigente en los medios de difamación masiva. Como medida aclaratoria a esta incongruencia mediática estaría bien recordar (a propósito del poder que el islam otorgó a la mujer en forma de derechos y que recogí de pasada en mi columna la semana previa) la cronología histórica en la que tuvieron lugar afirmaciones como “La mujer es la mitad de la sociedad que da a luz a la otra mitad, por lo que en realidad constituye la sociedad entera” por parte de sabios y eruditos islámicos de la talla de Ibn Qayyim Al-Jawziyyah (siglo XIII, para contextualizar, misma etapa histórica en la que por estos lares debatíamos si la mujer tenía alma).
A lo que iba: el conflicto básico que encontré entre feminismo e islam fue en el concepto de igualdad en materia de género al que apela el movimiento feminista. Como mujer y musulmana aspiraba a más, aspiraba que también se tuviera en cuenta nuestra herencia biológica a la hora de exigir derechos de género o incluso de asumir/eximir responsabilidades, ya que a efectos prácticos significaba que jugábamos –qué novedad – con desventaja desde nuestras premisas iniciales de enunciación. Me explico: el islam tiene en consideración la carga biológica de la mujer a la hora de conceder derechos y deberes, carga que es, desde términos científicos, cuantitativamente superior a la del hombre. Las mujeres menstruamos, ovulamos, gestamos, parimos, amamantamos, criamos, atravesamos un complejo proceso de premenopausia-menopausia-posmenopausia; y todo ello tiene un fuerte impacto sobre nuestro cuerpo.
¿Por qué no también sobre nuestros derechos y responsabilidades?
Nuestras hormonas constituyen todos los meses una revolución en sí misma desde que apenas tenemos doce años hasta que alcanzamos la menopausia. Me vienen a la mente los conceptos de igualdad, equidad y justicia. Parecen similares, pero no lo son. Parafraseando a Sara Chokrini, esas diferencias conceptuales ya se hacen latentes desde una edad muy temprana: “¿Recordáis cuando en las clases de educación física se nos exigía a nosotras una mejor nota en flexibilidad y a los chicos en resistencia? No era igual, era justo”. Esa es la principal razón por la cual, por ejemplo, de acuerdo al islam, el hombre tiene a sus espaldas, por deber religioso, la carga financiera de la familia (debe encargarse de la manutención del hogar y el pago de facturas) y, sin embargo, en el caso de la mujer, trabajar es un derecho (solo si ella quiere), y no una obligación.
A efectos prácticos esto quiere decir que en un matrimonio el sueldo del hombre es, forzosamente y por decreto divino, para lxs dos (e hijos si los hubiera) y el de ella, de haberlo, es sólo suyo –a menos que ella, en plena libertad, decida contribuir a subsanar gastos. De este deber religioso para el hombre y derecho para la mujer deriva, a su vez, la razón de la interpretación justa y no patriarcal del versículo coránico “Los hombres son responsables del cuidado de las mujeres en virtud de lo que Dios les ha concedido a ellos en mayor abundancia, y de lo que ellos gastan de sus bienes” (4:34). Es responsable, sí, pero sólo en un contexto económico, por las razones arriba mencionadas, y sólo en función de los medios que posee (físicos o materiales) como mantenedor.
Eso no les hace, por consiguiente, superiores ni mejores que la mujer musulmana como han pretendido reclamar ilegítimamente las corrientes dominantes islamófobas al descontextualizar el versículo, y algunas lecturas retrógradas y tradicionalistas del Corán. Se entiende, pues, que a las mujeres musulmanas, en virtud a nuestra carga biológica, se nos exime de la carga financiera, a menos que también queramos asumirla. Interesante, ¿verdad? Sigamos deconstruyendo.
COMCOSUR MUJER Nº 516 – 15.05.17
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6) Paraguay: En la cuerda floja
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El trabajo doméstico obliga a una cadena de cuidados que siempre empieza y termina en las mujeres más vulnerables. Line Bareiro investiga la migración paraguaya en nuestro país y la precariedad laboral de un empleo informal y muchas veces ninguneado por el machismo sindical.
Line Bareiro es politóloga. Fue investigadora del Instituto de Ciencia Política de la Uni Heidelberg y profesora de posgrados en España y cinco países latinoamericanos. Es cofundadora del Centro de Documentación y Estudios, de la Coordinación de Mujeres del Paraguay, de Decidamos y de la Red contra toda forma de discriminación. Fue electa como experta del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) de la ONU para el período 2011-2014.
Estuvo en Buenos durante las “Jornadas Internacionales Justicia de género para una ciudad global” -organizadas por la Oficina de Género del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, entre el 24 y 26 de abril-. Allí Bareiro intervino para disertar sobre sus últimas investigaciones en torno al empleo doméstico de la población paraguaya radicada en el país. Bareiro define a los derechos conquistados por las trabajadoras domésticas -o en proceso de conquista- como “derechos del siglo XXI”, novísimos en la agenda de los DDHH, novísimos para un sector de la población que ha padecido la precariedad como estructura de base alrededor de la cual se organiza su trabajo.
¿Hay estadísticas, para empezar, de cuántas son las mujeres migrantes de origen paraguayas que hacen tareas domésticas en Argentina?
–Es difícil hablar de números porque la migración femenina entre Paraguay y la Argentina se da con movimientos circulares, la gente se va y viene, por eso se le llama corrector migratorio. La segunda comunidad extranjera en el Paraguay es la argentina. Es que esta circulación esencial en nuestra historia como vecinos. Están los que migran por las cosechas y quienes vienen a Buenos Aires son fundamentalmente trabajadores de la construcción y trabajadoras domésticas. Un censo realizado en 2010 nos dice que hay 550 mil personas paraguayas viviendo aquí. Y sin embargo cuando se abrió un registro de regularización, para tramitar la radicación, hubo 750 mil solicitudes. El 56 por ciento de las mujeres que migran a Argentina para el trabajo doméstico son de áreas rurales. Son jóvenes, el 71 por ciento son solteras y muchas de ellas son madres. Tener un hijo es lo que en una gran cantidad de casos dispara la necesidad de venir.
Hay algo muy impactante que dijiste en la ponencia: que los derechos de las trabajadoras domésticas son una conquista del siglo XXI.
–El siglo XX murió sin que tengamos en la región, y no sólo en la región, igualdad de trabajadoras del servicio doméstico y tampoco legislación igualitaria. Hoy la herramienta más importante que tenemos es el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (2011), específico para el trabajo doméstico remunerado. Es vinculante, es obligatorio cumplirlo. La ley de servicio doméstico que tienen aquí es de 2014, y está encuadrada en este marco de la OIT. Recién ahora estamos consiguiendo las leyes necesarias. Los primeros países de la región en tenerlas fueron Bolivia y Uruguay, en 2004 y 2005. En Costa Rica también fue relativamente pronto. En Argentina y en Paraguay fue en 2014 y 2015. Ya se reconoce jubilación, tiempo de trabajo, etc., pero todavía no está reconocido por ley ajustarse al salario mínimo. Todavía no se han medido los efectos de estas leyes porque son muy recientes.
Entonces, se convirtió en tema de agenda para los organismos internacionales hace relativamente poco ¿Y los sindicatos?
–Hay constantes en la historia de las trabajadoras domésticas. Se establecía por ejemplo una norma de ocho horas y los sindicatos junto con el Estado decían “Vale para todos menos para las trabajadoras domésticas”. Ha sido una exclusión explícita porque las familias de los trabajadores y de otros sectores se beneficiaban de la explotación de las trabajadoras domésticas. La mayoría de las migrantes no están sindicalizadas. Lo que suele suceder con las migrantes es que tiene redes familiares y de connacionales fuertes. No es que la mujer se baja del ómnibus y está por su cuenta. Suele haber una comunidad que la está esperando. Han sindicatos y organizaciones importantes para trabajadoras domésticas en Argentina, Brasil y Paraguay. Pero no hay una gran adhesión a ellos por parte de las migrantes.
Se da un doble juego: están invisibilizadas en cuanto al reconocimiento de sus derechos, trabajan en negro en una gran cantidad de casos, y por otro lado, son esenciales para el engranaje social…
–La perspectiva de género rescata esto con la división sexual del trabajo como eje. Las trabajadoras domésticas son clave no sólo para que las mujeres de otros sectores se incorporen ellas mismas al mercado, hay temas de cuidado de personas mayores, personas enfermas. No son los médicos que tiene cada país los que cuidan a la población sino miles de mujeres analfabetas que están a cargo de otras mujeres o que recurren a otras mujeres.
En tus investigaciones sobre el tema hablas de las cadenas globales de cuidado…
–La mujer que migra a Buenos Aires para hacer trabajo doméstico debe dejar a sus hijos al cuidado de otra, que muchas veces es de su familia. Ocupa a otra mujer en el cuidado para poder ella ocuparse del cuidado de otros niños, para que otra mujer, la que la contrata, pueda dedicarse a la obtención de ingresos. La trabajadora migrante que no tiene mamá, o tía, o hermana está en una grave situación. Estas cuidadoras de segundo grado (mamá, tía), que se quedan en Paraguay, son muchas veces señoras mayores con dificultad para moverse a cargo de niños pequeños. Quién cuida a las cuidadoras es una pregunta crucial para hacerse.
¿Cómo se suma a esta situación ya de por sí precaria el ser migrante?
–Cuando sos migrante siempre padeces restricción. Pero en el caso de las trabajadoras domésticas hay motivos de género, de calidad del trabajo, y hay un bajo sentimiento de ciudadanía en ellas mismas. Se perciben como trabajadoras, como proveedoras, pero no como sujetos de derecho. Hay un desamparo muy grande. En general aceptan las condiciones laborales sin mayor discusión. Cuando se sienten explotadas no negocian, se van nomás.
¿Qué implica no reconocerse ciudadana?
–Lo más común es que los empleadores se aprovechen. Acá en Argentina en algunos casos se les paga por arriba del sueldo mínimo pero no las inscriben en la seguridad social. Se dan relaciones complejas entre estas trabajadoras y sus empleadores. Por ejemplo, no tienen obra social y si se les pregunta cómo hacen con los remedios y te dicen “no necesito, ellos me compran todo”. También está el tema del acoso sexual. En una casa ajena estás muy desprotegida. En este sentido y en muchos más, según estudios actuales, está considerado como trabajo de riesgo.
COMCOSUR MUJER Nº 516 – 15.05.17
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