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ANGELA DAVIS: RAZA, GÉNERO Y CLASE SON ELEMENTOS ENTRELAZADOS

1) Ángela Davis: “Raza, género y clase son elementos entrelazados” –

2) EE.UU: La misoginia y la palabra –

3) Perú no cumple con las mujeres indígenas

COMCOSUR MUJER / Fundado por Yessie Macchi / AÑO 12 / No. 490 / Lunes 12 de Septiembre de 2016 / Producción: Beatriz Alonso
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“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” ― Rosa Luxemburgo

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1) Ángela Davis: “Raza, género y clase son elementos entrelazados”
Reportaje de Maria Colera Intxausti (Diagonal)

Angela Davis, filósofa, profesora de Historia de la Conciencia en la Universidad de California, histórica dirigente del Partido Comunista de EE.UU., ex miembro de las Panteras Negras e investigadora especializada en feminismo, marxismo, abolicionismo del sistema penitenciario, teoría crítica y estudios afroamericanos.

—En el ensayo '¿Están las prisiones obsoletas?' (Democracia de la abolición. Prisiones, racismo y violencia. Editorial Trotta 2016), hablas del encarcelamiento masivo de los pobres y de los migrantes ilegales. El capitalismo considera a estas personas como seres prescindibles pero los utiliza como mano de obra esclavizada barata al mismo tiempo que los convierte en consumidores cautivos del excedente de producción, excedente que se sitúa en el origen mismo de una crisis económica que, la vez, genera pobreza y migración, en un bucle perfecto. ¿Observas algún paralelismo entre estas políticas de encarcelamiento y el proceso desarrollado durante la transición del feudalismo al capitalismo, en el que millones de personas fueron expulsadas de las tierras que hasta entonces habían sido su medio de reproducción y fueron forzadas a la esclavitud del salario?
—Ciertamente, existen paralelismos entre ambas épocas, pero lo que quizá es más importante es constatar que también hay diferencias considerables entre los dos períodos. En la transición del capitalismo al feudalismo, tal como Marx la describió, los cercamientos y otros procesos de desposesión privaron a la gente de las tierras que constituían su fuente de subsistencia y, de manera simultánea, generaron una clase de personas a quienes no les quedó nada más que su fuerza de trabajo. Así, pues, se convirtieron en la mano de obra necesaria para que el capitalismo naciente pudiera incrementar su riqueza. Aquellas personas fueron liberadas de los constreñimientos del feudalismo, pero se vieron forzadas a cambiar una forma de opresión por otra.
Si bien es cierto que suele resultar inútil hacer un ranking de las diferentes formas de opresión, se puede afirmar que, a pesar de que el capitalismo depende total y absolutamente de la explotación, el hecho de dejar atrás la esclavitud y el feudalismo supuso cierto grado de progreso. Algunos trabajadores al menos encontraron su camino hacia el empleo, por degradante que fuera y siga siendo el trabajo.
Por otra parte, el complejo penitenciario industrial global es ciertamente rentable, pero su rentabilidad reside en las tecnologías destinadas a relegar ingentes cantidades de personas a unas vidas marginales, improductivas y cargadas de violencia. El encarcelamiento masivo de personas negras, de color e inmigrantes en EE UU, Australia y partes de Europa, junto con la persistencia de un racismo y una xenofobia estructurales, son prueba del fracaso absoluto del capitalismo global a la hora de responder a las necesidades de personas reales en todo el mundo.
Se podría argumentar, igualmente, que ello también es la prueba más convincente de la necesidad de concebir un sistema socioeconómico más allá del capitalismo. Así, pues, el movimiento abolicionista contemporáneo, en su llamamiento a desmantelar el complejo penitenciario industrial, se presenta como un movimiento anticapitalista que exige igualdad racial, puestos de trabajo con salarios vivibles, vivienda asequible, sanidad y educación gratuitas y justicia medioambiental para todos los seres vivos.

—Abogas por la justicia restaurativa, en lugar de la punitiva. ¿Cómo se restauran la desigualdad y la injusticia causadas por el proceso de acumulación primitiva que conforman la base del capitalismo? En otras palabras, ¿qué forma tendría una justicia restauradora destinada a reparar el 'pecado original' de explotación y acumulación que se encuentra en el origen de las desigualdades de redistribución de nuestras sociedades?
—Efectivamente, a menudo he utilizado el término 'justicia restauradora', junto con otros, como 'justicia reparadora' y 'justicia transformadora', como alternativas a la justicia punitiva o retributiva. De hecho, prefiero el término 'justicia transformadora', ya que no presupone la existencia de un estado ideal que sea necesario restaurar.
Respondiendo a tu pregunta, me gustaría destacar la importancia de la memoria histórica, especialmente en cuanto a la necesidad que hay hoy en día de un análisis explícitamente anticapitalista. "La llamada acumulación originaria" es uno de los capítulos más importantes de El capital, precisamente porque desenmascara la expropiación, injusticia y violencia que marcaron el inicio del capitalismo y que, aunque pudiera parecer que ya no es así, siguen en el centro del proceso capitalista. A finales del siglo XX, el complejo penitenciario industrial comienza a mostrar el grado en que las sociedades capitalistas continúan basándose en ideologías racistas y coloniales a la hora de fabricar tecnologías de violencia, reflejo, a su vez, de la violencia histórica ligada a la esclavitud y a la colonización.

—Has hablado de nuestra problemática reacción automatizada con que a menudo respondemos al crimen y al delito, recurriendo a las instituciones jurídico-policiales, en vez de diseñar soluciones desde dentro de la comunidad. En el caso concreto de la violencia sexual, abogas por la autodefensa, lo cual nos lleva al tema de las mujeres y la violencia. En '¿Están las prisiones obsoletas?' haces referencia a la «necesidad de cuestionar las premisas imperantes según las cuales la única relación posible entre las mujeres y la violencia implica que las mujeres sean víctimas». ¿Qué opinas del uso disuasorio y disciplinandor de la violencia feminista como mecanismo dirigido a defendernos a nosotras mismas? ¿Qué es la autodefensa feminista para ti?
—Siempre he tenido un cuidado especial en la manera en que utilizo el término 'violencia'. Como estudiosa de la teoría crítica, siempre me recuerdo a mí misma que las herramientas conceptuales que decido utilizar podrían estar haciendo un trabajo que, en realidad, contraviene lo que pretendo expresar. Así, pues, trato de no equiparar 'autodefensa' y 'violencia contra el agresor'. Y mi apuesta por la formación en autodefensa se inserta en un contexto más amplio, basado en un análisis que vincula la violencia misógina con los sistemas de dominación de raza, género y clase, dentro de una estrategia que pretende purgar nuestras sociedades de toda forma de explotación y violencia.

—En 'Mujeres, raza y clase' (Akal, 2004) desmontas el mito del violador negro y explicas que «fue una invención claramente política», propaganda construida con el fin de consolidar y justificar los linchamientos, como método de 'contrainsurgencia' destinado a evitar que los negros alcanzaran sus derechos. El pasado fin de año asistimos al despliegue de este mismo mito en Colonia, en este caso en los cuerpos de hombres "de apariencia árabe o norteafricana", en un nuevo ejemplo de 'purple washing' o utilización de una supuesta defensa de las mujeres para criminalizar a los solicitantes de asilo y a los residentes ilegales, de una manera que parece estar lanzando el mensaje de que "a nuestras mujeres sólo las podemos violar nosotros". ¿Cómo interpretas esta utilización de los derechos de las mujeres (velo, violador negro, opresión de las mujeres afganas …) para otras cruzadas?
—En su libro 'Arrested Justice: Black Women, Violence, and America's Prison Nation' [La justicia bajo arresto: mujeres negras, violencia y la nación prisión de América], Beth Richie expone los peligros de confiar en tecnologías de criminalización como supuestas soluciones a los problemas de la violencia de género. Su argumento es que el movimiento antiviolencia predominante en EE UU dio un giro peligrosamente equivocado cuando comenzó a apoyar la represión policial y el encarcelamiento como principales estrategias destinadas a proteger a las «mujeres» de la violencia masculina. Era fácilmente previsible que quienes más estarían el punto de mira de estas iniciativas destinadas a garantizar la seguridad de las «mujeres» serían los hombres de comunidades ya sometidas a una hipervigilancia de la policía y que ya contribuían de manera desproporcionada al incremento de la población penitenciaria.
Resulta, sin embargo, que el uso generalizado de la categoría 'mujer' escondía una racialización clandestina operativa dentro de esta categoría, según la cual 'mujeres' en realidad significaba 'mujeres blancas' o, aún más concretamente, 'mujeres blancas acomodadas'.
El caso de Colonia y el discurso sobre el violador árabe, que pretende consolidar aún más las representaciones colonialistas de los hombres árabes como agresores sexuales, nos recuerdan la importancia de las teorías y prácticas feministas que cuestionan la instrumentalización racista de los 'derechos de las mujeres' y enfatizan la interseccionalidad de las luchas por la justicia social.

—En las últimas décadas, hemos experimentado lo que Nancy Fraser define como "desacoplamiento de las llamadas 'políticas identitarias' de las políticas de clase", en lo que se ha convertido en una lucha por el reconocimiento, en lugar de por la redistribución, con un desplazamiento del sujeto colectivo hacia uno individual(ista). Tú, en cambio, siempre has defendido las 'comunidades de lucha', al considerar que "las comunidades son siempre proyectos políticos". ¿Qué opinas sobre las políticas identitarias y cuáles son, en tu opinión, las luchas y los proyectos políticos que deberían situarse en el centro, en la actual era de hegemonía neoliberal?
—Lo que encuentro más problemático de las políticas identitarias es la manera en que las identidades muy a menudo se naturalizan y no son consideradas como un producto de la lucha política, de modo que no se sitúan en relación con las luchas de clase y antirracistas.
Recientemente, el movimiento trans, por ejemplo, se ha convertido en un importante territorio donde luchar por la justicia. Con todo, hay una diferencia fundamental entre las representaciones dominantes de las cuestiones trans, que habitualmente hacen hincapié en la identidad individual, y los movimientos trans interseccionales, que consideran que tanto la raza como la clase son elementos fundamentales en las luchas de las personas trans. En vez de centrarse en el derecho de la persona a 'ser' él mismo, ella misma, o ell@ mism@, estos movimientos trans afrontan la violencia estructural (en manos de la policía, la prisión, el sistema sanitario, el sistema de la vivienda, el ámbito laboral, etc.) que las mujeres trans de color tienen más probabilidades de experimentar que ningún otro grupo de la sociedad. En otras palabras, luchan por unas transformaciones radicales de nuestras sociedades en contraposición a la asimilación en un estado de cosas determinado e inamovible.

—Continuando con el tema de la identidad, por lo que dices sobre la interseccionalidad, entiendo que apuestas por una confluencia de luchas (Ferguson, Palestina), más que por una conjunción de identidades diferentes, diversas y múltiples, en un momento en que gran parte de las defensoras de las políticas interseccionales afirman y naturalizan las identidades, en vez de cuestionarlas, ignorando a menudo el contexto material e histórico que rodea estas identidades. ¿Cómo entiendes la interseccionalidad y en qué términos resulta productiva hoy en día?
—El concepto de interseccionalidad, tal como yo la entiendo, tiene una genealogía muy interesante, que se remonta al menos al período de finales de los años 1960 y principios de los 1970. Como ahora no puedo entrar en gran detalle, me limitaré a mencionar alguno de los elementos fundamentales que me gustaría destacar: la creación de la organización Alianza de Mujeres Negras, como respuesta a la voluntad de plantear un debate sobre cuestiones de género dentro del Comité de Coordinación Estudiantil No Violento (SNCC), principal organización juvenil del Movimiento por la Libertad del Sur.
La Alianza planteaba que no era posible entender el racismo en toda su complejidad sin incorporar un análisis del sexismo y, para sustentar esta tesis, en 1970 Fran Beale escribió un artículo que tuvo gran difusión, titulado "Double Jeopardy: To Be Black and Female" [Riesgo doble: ser negra y mujer]. Poco después de la publicación del artículo, de resultas del hecho de tener conocimiento de luchas como las de las mujeres puertorriqueñas contra la esterilización forzosa, la Alianza de Mujeres Negras se convirtió en Alianza de Mujeres del Tercer Mundo y publicó un periódico titulado Triple Jeopardy, en referencia al racismo, el sexismo y el imperialismo. Aquello implicaba una militancia sobre el terreno que abordaba de manera simultánea el racismo, la misoginia y la guerra imperialista.
Es con el espíritu de aquellos esfuerzos intelectuales orgánicos de comprender las categorías de raza, género y clase como elementos conectados, entrelazados y entrecruzados que entiendo actualmente los conceptos feministas de interseccionalidad.

—En un ciclo de conferencias recientemente celebrado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, con el título "La frontera como centro. Zonas de ser y de no ser [migra y colonialidad]", la representante del partido Indigènes de la République Houria Bouteldja afirmó lo siguiente: "No sé quién es blanco, pero la policía francesa lo sabe perfectamente. Nunca se equivoca a la hora de decidir a quién discriminar y a quien apalear". Igualmente, la feminista vasca Itziar Ziga, en una entrevista en Argia, decía que "Soy una mujer porque es así como he sido violentada física, afectiva, económica y simbólicamente… Proclamo que soy mujer, pero no por lo que tengo entre las piernas". En estos dos casos, el sujeto se define políticamente para/desde el locus de opresión y, por tanto, de lucha. En este sentido, ¿qué es para ti ser mujer y qué ser negra?
—Ambas categorías se han ensanchado y expandido más allá de cualquier límite que hubiera podido imaginar en anteriores fases de mi vida. De modo que, si pretendiera aferrarme a modos de ser históricos, continuaría sintiéndome obligada a basarme en definiciones políticas del género y la raza en ambos casos, tal y como planteas en tu pregunta, tanto desde el punto de vista de las estructuras de dominación y sus ideologías asociadas como desde el punto de vista de los movimientos colectivos que buscan desmantelar estas estructuras y hacer frente a estas ideologías.
Al mismo tiempo, siempre he insistido en la prioridad de la práctica radical por encima de la identidad pura y simple. Importa más qué haces para facilitar la transformación radical que cómo te imaginas que eres. Y, claro, como ya he indicado, las categorías de género y raza, al igual que la sexualidad y la clase, sólo son significativas dentro de unas interrelaciones más complejas.

—En relación con el panorama político estadounidense, has destacado "el reto de complicar el discurso", en vista de que "la simplificación de la retórica política facilita la adopción de posturas extremistas". En los últimos años, en Europa, hemos sido testigos de la aparición de la autodenominada 'nueva política', que se opone a 'los de arriba', con miras a provocar una 'revolución democrática' por la vía de la 'revolución de las sonrisas'. ¿Qué significa para ti la democracia en esta era del populismo despolitizador y de los significantes vacíos?
—Está claro que los que nos situamos a la izquierda en Estados Unidos, y no sólo a la izquierda, sino también en algunos círculos conservadores, asistimos totalmente estupefactos a la creciente influencia de Donald Trump, el cual se está aprovechando la atracción que importantes sectores de las comunidades de clase trabajadora blanca sienten por este tipo de retórica política simplista, extremista y de tendencia fascista. Esto también ocurre con la peligrosa atracción hacia personajes y partidos de extrema derecha que está habiendo en Austria, Francia, Polonia y otros lugares de Europa, crisis masiva de los refugiados —la cual pone de manifiesto el impacto que la historia de esclavitud y colonialismo de Europa sigue teniendo—, ha hecho prosperar el populismo de extrema derecha, alrededor del racismo antinegros y antiinmigrantes, y ha reactivado la islamofobia, con espectáculos que traen a la memoria racismos del pasado.
No será posible hacer frente al populismo de extrema derecha y generar un diálogo sobre futuros democráticos –enfoques sustantivos y transformadores que desplacen el foco político de la representación neoliberal del individuo hacia las necesidades y aspiraciones de las comunidades–, si no somos capaces de construir movimientos potentes contra el racismo y la xenofobia en el mundo.

—Preguntada por tu posición ante las elecciones presidenciales de EE.UU., recientemente has destacado la necesidad de un partido nuevo. ¿Por qué motivo? ¿Qué tipo de partido tienes en mente? Como ex candidata a la vicepresidencia por el Partido Comunista de EE UU, ¿qué similitudes y qué diferencias con el PC debería tener este partido nuevo? En cuanto a su programa, ¿consideras que sigue vigente el Programa de 10 puntos del Partido de las Panteras Negras? ¿Y cuál sería la base electoral de este nuevo partido?
—La política electoral norteamericana lleva muchos años siendo rehén del sistema bipartidista. Tanto el Partido Demócrata como el Republicano están absolutamente encadenados al capitalismo. Necesitamos una estructura política alternativa que no capitule ante las estructuras empresariales, sino que represente, en primer lugar, las necesidades de los trabajadores, de la gente pobre y de las personas de color. Esto es evidente desde hace muchos ciclos electorales, y cuando hace muchos años participé de manera directa en la política electoral, como candidata a la vicepresidencia por el Partido Comunista, fue precisamente para visibilizar esta necesidad de declarar la independencia respecto al sistema bipartidista.
Dada la respuesta que ha obtenido Bernie Sanders, ha quedado claro que hay un número considerable de personas que quieren una alternativa al capitalismo. Cada vez más gente está reflexionando seriamente sobre la necesidad de un partido que represente la clase trabajadora, los movimientos antirracistas, las cuestiones feministas y LGBTQ, las reivindicaciones contra la guerra y la justicia medioambiental.
En cuanto al Partido de las Panteras Negras, está claro que el Programa de 10 puntos está profundamente arraigado en las condiciones históricas de mediados del siglo pasado, pero, al mismo tiempo, todos y cada uno de sus puntos tienen un profundo vínculo con luchas radicales contemporáneas.

—Continuando con las Panteras Negras, fueron pioneras en su política de womanism, que puso la lucha por los derechos de las mujeres al mismo nivel que la lucha de clases y racial, apoyó el derecho al aborto, organizó cuidados de niñas y niños durante sus reuniones, fomentó el modelo tradicional africano de familia extensa en contraposición a la familia nuclear burguesa, el diario del partido estuvo dirigido por mujeres, y hasta un 70% de su militancia era femenina. ¿Cómo se logró todo ello, más allá de que los hombres estaban siendo asesinados o encarcelados? ¿Qué lecciones pueden sacar los movimientos de liberación, y especialmente las feministas de estos movimientos, de la experiencia del Partido de las Panteras Negras?
—En realidad, no debería sorprendernos excesivamente saber que la mayoría de militantes de las Panteras Negras eran mujeres, de la misma manera que no deberíamos sorprendernos por el papel fundamental que las mujeres jugaron dentro del Movimiento por la Libertad del Sur. Lo que sí resulta sorprendente es que medio siglo más tarde sigamos cautivos de visiones históricamente obsoletas sobre el liderazgo carismático masculino.
Históricamente, los paradigmas asociados al liderazgo de las mujeres –desde Ella Baker hasta Ericka Huggins– han tendido a enfatizar el liderazgo colectivo por encima del individualista. Los jóvenes de los actuales movimientos radicales están priorizando el liderazgo de las mujeres, el liderazgo queer y el liderazgo de las colectividades.

—Como fuiste alumna de Marcuse, me gustaría hacerte una pregunta que él ya planteó en su Un ensayo sobre la liberación: "¿Cómo puede [el individuo] satisfacer sus necesidades sin [ …] reproducir, a través de sus aspiraciones y satisfacciones, su dependencia de un aparato explotador que, al satisfacer sus necesidades, perpetúa su servidumbre?". En otras palabras, ¿cómo podemos liberarnos de la mercantilización de nuestros sentimientos?
—A estas alturas, no estoy segura de si es posible eludir completamente las consecuencias del deseo mercantilizado, ya que es esa la naturaleza del deseo contemporáneo; el capitalismo ha invadido hasta tal punto nuestras vidas interiores que nos resulta extremadamente difícil separar capitalismo y deseo. Sin embargo, creo que sigo la tradición filosófica de Marcuse cuando afirmo que deberíamos tratar de desarrollar una conciencia crítica sobre las maneras en que, en parte, estamos implicados en la propia reproducción del capitalismo, a través de la mercantilización de nuestros sentimientos. Es a través de este tipo de reflexiones negativas que podemos empezar a vislumbrar posibilidades de liberación.

—Durante tu visita al País Vasco estuvimos hablando sobre la importancia del arte y la literatura como esferas donde expandir los límites de lo inteligible, desmontar los paradigmas del sentido común hegemónico, confrontar la camisa de fuerza de la verosimilitud, derribar el monopolio de la realidad y traducir, dar forma y ensayar nuestras nociones políticas. ¿Cómo se concreta todo esto?
—Especialmente ahora que la posibilidad de liberación parece ser descartada por las mismas luchas políticas que pretenden mostrarnos vías hacia futuros mejores, podemos aprovechar lo que Marcuse llama 'dimensión estética' y Robin Kelley, 'sueños de libertad' o 'imaginación radical'. Lo que el reino del capitalismo ha sofocado completamente es nuestra capacidad colectiva de imaginar una vida que no esté repleta de mercancías. Es por esta razón que necesitamos el arte, la literatura, la música y otras prácticas culturales, para educar nuestra imaginación de manera que consiga liberarse de las restricciones impuestas por la privatización.

—Durante aquella visita, te organizaron un concierto de homenaje en Bilbao, donde hiciste mención de una canción preciosa de Nina Simone titulada 'I Wish I Knew How It Would Feel to Be Free' [Ojalá supiera qué se siente al ser libre ], y que dice así: «I wish I could break all the chains holdin’ me, I wish I could say all the things that I should say, say ‘em loud, say ‘em clear for the whole ‘round world to hear» [Ojalá pudiera romper todas las cadenas que me retienen, ojalá pudiera decir todo lo que debería decir, decirlo todo bien alto, decirlo para todo el mundo lo oiga] .¿Qué significa ser libre para ti, y cuáles son las cadenas que tenemos que romper?
—Recordé esa canción de Nina Simone no tanto porque quisiera dar a entender que medio siglo o más después yo tenga una respuesta definitiva a la cuestión subyacente a su anhelo de saber qué es sentirse libre, sino más bien porque seguimos rigiéndonos por este deseo de poner nombre y experimentar la libertad. En los EE.UU., este objetivo nos resulta mucho más complicado hoy en día que a mediados del siglo XX. De hecho, parece que, cuanto más nos acercamos a lo que originariamente habíamos imaginado como 'libertad', más nos damos cuenta de que se trata de algo mucho más complicado, de algo con un alcance mucho mayor…

COMCOSUR MUJER Nº 490 – 12.09.16
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2) EE.UU: La misoginia y la palabra
María Cristina Rosas (Alai)

A propósito de la contienda electoral en Estados Unidos, hay varias cosas que me llaman la atención. La ahora candidata presidencial por el Partido Demócrata, Hillary Diane Rodham Clinton, siempre es referida en los medios, en las conversaciones, en los análisis de los especialistas y académicos como “Hillary”, no como “Hillary Diane Rodham”, ni como “Hillary Rodham”, ni como “Hillary Clinton”, y ni siquiera como “Misses Clinton”. No. Simplemente es “Hillary.” El detalle es que su contrincante, el candidato a la presidencia por el Partido Republicano, Donald John Trump, casi siempre es citado en todos lados como “Trump”, no como “Donald” ni tampoco como “Donald John.”

Se podría argumentar que, en el primer caso, la ex Primera Dama buscaría tomar distancia de su marido, tal vez para convencer a los electores de que ella tiene “vida propia”, que no es una continuación de aquella administración de los años 90 que encabezó William Jefferson, o bien porque las infidelidades de éste –como aquella muy sonada con Mónica Lewinski- no son fáciles de perdonar. Razones puede haber muchas.

En el segundo caso, si al candidato republicano lo mencionaran los medios por su nombre de pila, Donald, tal vez ello se prestaría a confusión, puesto que no faltaría quien asumiría que se trata de un personaje de Disney. De acuerdo, para evitar malos entendidos, mejor hay que llamarlo, simplemente, Trump.

Con todo, si alguno de los argumentos anteriores fuera válido, entonces no se entendería por qué a todos los presidentes estadunidenses, desde Washington hasta Obama, se les nombra por su apellido paterno, no por su nombre de pila. Es decir, el primer presidente no fue George, sino Washington. Quien abolió la esclavitud fue Lincoln, no Abraham. El creador del New Deal fue Roosevelt, no Franklin. Quien impulsó el Plan Marshall fue Truman, no Harry. El primer Presidente católico fue Kennedy, no John. El primer Presidente afro-estadunidense fue Obama, no Barack. Bueno, ni siquiera en el caso de los Bush, padre e hijo, se hace distinción alguna –claro, los dos son George- y si acaso, se habla de Bush Jr. o ya de manera un poco más peyorativa, Baby Bush.

Entonces, ¿por qué a Hillary no se le menciona por su apellido? ¿Es realmente para evitar confusiones o asociaciones con su marido o es, simple y llanamente, una manifestación más de la misoginia y la discriminación hacia una mujer que podría ser la primera fémina en encabezar la presidencia de Estados Unidos en toda su historia?

Pensando en esta última posibilidad, me puse a pensar en el lenguaje que utilizamos, el cual está plagado de términos que, referidos a los hombres, son, en muchos casos elogiosos o por lo menos, chuscos –cierto, algunas veces, pero sólo algunas, degradantes-, pero, cuando aluden a las mujeres, son, casi siempre, insultantes. Aquí algunos ejemplos.

Un “hombre público” denota, generalmente, a aquel individuo que interviene en la política o a quien influye en la vida social. Una “mujer pública” en cambio, es sinónimo de prostituta o, como se diría en “mexicano políticamente correcto”, sexoservidora. Un “zorro” es un individuo zagas, astuto. Una “zorra” es una prostituta. El “perro” es un mamífero doméstico de la familia de los cánidos. La “perra” es una prostituta. Un “golfo” es un individuo que se entrega a los vicios o también es un accidente geográfico. Una “golfa” es una prostituta. Un “ramero” es un halcón pequeño que salta de rama en rama. Una “ramera” es una prostituta. Un “pirujo” es un hombre que no cumple con sus deberes religiosos, o bien, un pan desabrido. Una “piruja” es una prostituta. “Perdido” es quien no tiene o lleva un destino determinado. “Perdida” es una prostituta. Un “güilo” es un individuo tullido, enclenque. Una “güila” es una prostituta. “Callejero” se refiere a quien gusta de callejear o andar en la vía pública. “Callejera” es prostituta. “Zurrón” es un saco o una bolsa. “Zurrona” es una prostituta.

Después de este breve recuento, me pregunto por qué la lengua de Cervantes es como es, y llegué a la conclusión de que la terminología empleada responde a condiciones culturales y no necesariamente a lo “políticamente correcto.” Me explico. Hay lenguas como el inglés, el suahili, el persa moderno o farsi, y el pipil que carecen de género sintáctico o que han perdido las distinciones de género. En este sentido, lo que se tacha de “sexista” no necesariamente responde a la estructura de los idiomas o lenguas, puesto que éstos son dinámicos y cambiantes. En el persa antiguo había una distinción de género, pero hoy no. En cambio, lo que sí es cierto, es que hay un uso social-cultural que suele exaltar el dominio histórico del hombre sobre la mujer, al igual que el papel que cada uno desempeña en las sociedades.

Es común en los hogares, al menos en México –y seguramente la situación es similar en otras naciones- y sobre todo en aquellos más “tradicionales”, que se fomente una educación diferenciada para hombres y mujeres desde su niñez. Así, los niños son líderes, inteligentes, fuertes, leales, y deben ser respetados. En contraste, las niñas son presumidas, tontas, lloronas, emocionales, dulces, y tienen que hacerse respetar. Ciertamente las sociedades han ido cambiando. Las mujeres de hoy, sobre todo en las ciudades, se han incorporado al mercado laboral –donde, por cierto, también enfrentan un trato diferenciado respecto a los hombres, que se manifiesta de diversas formas, por ejemplo, recibiendo salarios más bajos, experimentando acoso, etcétera. En la medida en que las mujeres han podido acceder a la educación, han podido revertir algunas de las desventajas que su condición les confiere, al menos socialmente. Sin embargo, la equidad de género aún tiene un largo camino por recorrer y no sólo en México.

Un aspecto que me llama profundamente la atención, es la manera en que la real academia española de la lengua define o definía palabras de manera diferenciada para referirse a atributos o condiciones relacionadas con lo masculino y lo femenino. La academia ha recibido múltiples críticas que la han llevado a replantear conceptos tan simples como “mujer”, “hombre”, “masculino”, “femenino”, etcétera. Por ejemplo, hasta no hace mucho, “femenino” era sinónimo de “débil” o “endeble”, mientras que “masculino” era lo mismo que “varonil” o “enérgico”. Esto cambió, debido a las presiones para favorecer conceptos menos sesgados y discriminatorios.

A pesar de ello, hay muchas expresiones en el lenguaje, donde se observa un trato peyorativo a lo femenino o a la mujer. Aquí algunos casos. “Reina” es la esposa del rey. Sin embargo, “rey” no es definido como “esposo de la reina.” Las tareas del hogar son realizadas por el “ama de casa”, pero no se contempla que sea un “amo de casa”, quien pueda llevarlas a cabo. “Misoginia” es el odio o la aversión a las mujeres. Sin embargo, no se cuenta con una palabra equivalente para designar el “odio a los hombres.”
Se podría argumentar que, parte de la explicación estriba en que los miembros de las academias de la lengua –en México y España al menos- han sido sobre todo hombres, por lo que, la testosterona supera al estrógeno y entonces no hay condiciones para fomentar lenguas más “equilibradas” en términos de género. Pero el problema parece más complejo y quiero volver a mi reflexión inicial.

En un país como Estados Unidos, donde el idioma dominante es el inglés –aunque esto está cambiando rápidamente-, que se supone es sumamente “neutral”, puesto que “President” no distingue entre hombre y mujer; como tampoco “Secretary of State”, u otros cargos, lo cierto es que, hoy por hoy, la candidata presidencial del Partido Demócrata es “Hillary” y el candidato presidencial por el Partido Republicano es “Trump”. ¿Por qué? Francamente, no tengo una respuesta para ello, pero sigo pensando que a esa sociedad, al igual que al resto del mundo, le cuesta trabajo asumir que una mujer pueda llegar a ser la principal inquilina de la Casa Blanca. Una cosa es ser “First Lady” o “Primera Dama” –siempre me he preguntado si hay segundas, terceras o últimas damas, pero bueno, tampoco tengo respuesta para ello. Otra muy distinta es ser “President.” Muchos se preguntan qué cosa será William Jefferson Clinton, su esposo, si “Hillary” efectivamente es electa. ¿El marido será “First Gentleman” o “Primer Caballero”, consorte, asesor principal o qué diablos? Por más neutral que sea el idioma inglés, las respuestas a estas preguntas aún no han sido resueltas.

Veo las noticias sobre el linchamiento contra Cristina Fernández y Dilma Rousseff. Por supuesto que en ambos casos hay fuertes y demostrables situaciones de corrupción que las involucran, y por lo mismo, deberían ser castigadas, puesto que nadie, ni mujer ni hombre, debería estar por encima de la ley. Sin embargo, pienso que si los personajes defenestrados en los mismos países –Argentina y Brasil- fueran hombres, no recibirían el mismo trato. Considero que tanto a Fernández como a Rousseff se les medirá no con la vara de la justicia, sino con la de género. Vaya, hasta nuestra querida Mafalda, en una de las tiras de Quino, se pregunta por qué una mujer no puede llegar a presidente de la nación por ejemplo, y en su mente imagina a una fémina en la presidencia, leyendo secretos de Estado, y que sin aguantarse las ganas, tomaba el teléfono para llamar a todo el mundo y los divulgaba. Ello revela, como lo sugería anteriormente, que la equidad de género todavía es más un deseo que una realidad.

María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México

COMCOSUR MUJER Nº 490 – 12.09.16
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3) Perú no cumple con las mujeres indígenas
Shena Cavallo (OpenDemocracy)

Bajo Fujimori, miles de mujeres y hombres indígenas fueron esterilizados en contra de su voluntad. Hoy, activistas y organizaciones siguen luchando para que sea considerado un crimen de lesa humanidad.

"Una enfermera me puso en una camilla y me ató de pies y manos", dijo Sabina Huillca. "Les pedí que trajeran a mi hijita, pero en lugar de eso me anestesiaron. Cuando desperté, el doctor me estaba cosiendo el estómago. Empecé a gritar, sabía que me habían esterilizado."

En Perú, durante el mandato de Alberto Fujimori, 272,000 mujeres y 22,004 hombres fueron esterilizados entre 1996 y 2000 como parte del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar. La mayoría de estos hombres y mujeres eran indígenas, pobres, y vivían en zonas rurales. Supuestamente, el objetivo del programa era erradicar la pobreza mediante tasas de natalidad más bajas, pero han ido apareciendo pruebas a lo largo de los años de que se trató de una coerción y una violación descarada de los derechos reproductivos.

Más de 2.000 mujeres han testimoniado que los médicos llevaron a cabo las intervenciones en contra de su voluntad. En muchos casos, las mujeres no dominaban el español lo suficiente como para entender lo que estaban consintiendo y, en algunos casos, los facultativos ni siquiera siguieron el protocolo para obtener su consentimiento con conocimiento de causa. Algunas mujeres han relatado historias en las que éstos les ofrecían dinero para que aceptaran la intervención o les intimidaban con amenazas o violencia. Algunas mujeres murieron a resultas de la intervención y otras sufren todavía hoy complicaciones graves.

El mes de julio, la fiscal Marcelita Gutiérrez decidió desistir de presentar cargos por crímenes de lesa humanidad contra el ex presidente Fujimori y varios responsables del Ministerio de Salud. Gutiérrez declaró que los casos de esterilizaciones forzadas de mujeres indígenas no constituían pruebas concluyentes de que esta práctica fuese política de estado y que se trataba más bien de casos aislados.

Algunos trabajadores sanitarios cuentan una historia diferente y aseguran que las autoridades estatales les requerían cumplir con cuotas diarias. Por ejemplo, el Dr. Hernando Cevallos, dirigente de un sindicato regional de médicos, recibió la orden de esterilizar a 250 mujeres en 4 días en 1997.

Entre tanto, las víctimas y sus aliados han apelado contra la desestimación del caso y esperan que su apelación llegue a un tribunal superior, como la Corte Interamericana. Tania Pariona, diputada nacional recién elegida y activista indígena, ha dicho en referencia a la decisión de la fiscal Gutiérrez: "Creo que estamos frente a una situación de impunidad vergonzosa en el país."

La congresista Pariona ha destacado además la magnitud del programa de salud reproductiva (en términos del número de personas esterilizadas) durante este periodo, señalando que hoy, en muchas comunidades indígenas, no hay ni siquiera un ginecólogo para atender los partos. Más de 15 años después del fin de este programa de "salud reproductiva", el estado peruano sigue no cumpliendo con las mujeres indígenas.

Afortunadamente, activistas y organizaciones continúan avanzando, lenta pero significativamente, en la defensa de los derechos de las comunidades indígenas y en fortalecer la capacitación de la próxima generación de defensores.

Este último año, La Red Peruana de Jóvenes Indígenas (REOJIP), organización asociada a la Coalición Internacional por la Salud de las Mujeres (IWHC), y Chirapaq (a través de su Centro de las Culturas de los Pueblos Indígenas del Perú) organizaron una serie de sesiones de formación y capacitación en Lima, Ayacucho y Ucayali con 75 jóvenes – hombres y mujeres – indígenas. Esta formación garantiza que los jóvenes estén informados de sus derechos y que dispongan de un espacio seguro para discutir temas relacionados con la salud sexual y reproductiva. Los talleres también ofrecen a estos jóvenes un espacio para discutir y cuestionar los estereotipos y prejuicios sobre la sexualidad, el sexo y las relaciones, afirmando y fortaleciendo a la vez su identidad indígena.

Chirapaq fue creada en 1986 en Ayacucho, Perú, por un grupo de mujeres de los Andes y la Amazonia para defender los derechos y fortalecer la identidad indígena. Hoy en día, Chirapaq investiga violaciones de los derechos de los pueblos indígenas, ofrece formación en derechos humanos y trabaja para documentar y preservar la cultura local.

Tras participar en estos talleres de formación, los adolescentes y jóvenes indígenas no sólo están mejor informados de sus derechos, sino que muchos deciden formar sus propios grupos de defensa y reproducir la formación que han recibido en sus comunidades.

De hecho, Tania Pariona participó en los talleres de Chirapaq sobre identidad cultural cuando tenía 10 años y más tarde participó en las sesiones de formación de Defensa en la Práctica de la IWHC, para llegar a convertirse hoy en una de las principales voceras de los derechos indígenas en el Perú y en toda la región.

La IWHC y Chirapaq comparten la creencia que la sensibilización y la formación son los primeros pasos para criar y educar a defensores dispuestos a luchar por la salud y los derechos de las mujeres, las niñas y los jóvenes.

COMCOSUR MUJER Nº 490 – 12.09.16
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quien corresponde” – Luis Pérez Aguirre
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