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EE.UU.: EL PROBLEMA NO ES DE RAZA, ES DE CLASE

1) ¿Qué es un narcoestado?
2) EE.UU.: “El problema no es de raza, el problema es de clase”
3) La metamorfosis de Obama y el motín de los generales
4) La tala ilegal hace estragos en comunidades pobres del Pacífico sur
5) Francia: el Partido Socialista rompe todos los tabúes
– POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 14 / Nº 700 / Lunes 8 de Diciembre de 2014 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / Apoyo técnico: Carlos Dárdano / COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR /
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) ¿Qué es un narcoestado?
Arsinoé Orihuela (Colectivo La digna voz)

Wil G. Pansters, en un texto que lleva por título “Del control centralizado a la soberanía fragmentada: narcotráfico y Estado en México”, documenta que en la víspera de las elecciones presidenciales de 2000, el New York Review of Books publicó un artículo en el que se inquiría si el Estado mexicano era un narcoestado. La preocupación en realidad gravitaba alrededor de la candidatura de Francisco Labastida, exgobernador de su natal Sinaloa, y sobre cuya persona circulaban rumores acerca de presuntos vínculos con el narcotráfico.

En esa época todavía existían académicos, funcionarios e intelectuales que sostenían que el narcotráfico era una lacra constitutiva a la supremacía indisputada del Partido Revolucionario Institucional. Naturalmente, las expectativas de esos grupos “críticos” (nótese el entrecomillado) estaban colocadas en el candidato de oposición: Vicente Fox Quezada, del proto-falangista Partido Acción Nacional. Sin embargo, la fallida “alternancia” refutaría esos torpes diagnósticos, y confirmaría que el problema no podía explicarse sólo “en términos de redes y lealtades partidistas en sí” (G. Pansters).

El texto referido tiene algunas virtudes. Pero, como ocurre a menudo con los estudios acerca del narcotráfico, yerra en las premisas de fondo, y atiende el problema admitiendo la hipótesis falsaria que coincidentemente utiliza el discurso oficial para justificar la guerra contra el narcotráfico: a saber, la de una disputa entre soberanías, o bien, la de un desafío del crimen organizado al poder del Estado. Esta lectura es altamente lesiva para la comprensión del fenómeno en cuestión. E inevitablemente refuerza la tesis de ciertos autores como Edgardo Buscaglia, que a nuestro juicio distorsiona la trama de la alianza Estado-narcotráfico en México. Buscaglia escribe: “ El crecimiento de la delincuencia organizada extremadamente violenta y transnacional se alimenta siempre de vacíos y fallas del Estado”.

Si se extiende un poco más este razonamiento, termina desembocando allí donde acaban casi todos los análisis estériles: en sostener que el Estado mexicano es un Estado fallido. Y por extensión, en responsabilizar principalmente a la clase política por el drama del narcotráfico y la narcoviolencia. Esto se traduce en una explicación insolvente, que el propio Buscaglia resume ciñéndose a una falacia teórica garrafal: que “el corazón del narco son los políticos”. Desde luego que los políticos están involucrados en el narco. Pero conferirles el rol protagónico en la materia, es por lo menos tan errado como creer que la alternancia partidaria va a resolver el problema.

Por eso se hace necesario definir qué es un narcoestado. Justamente para evitar estos tropiezos explicatorios.

Narcoestado es más que una mera consigna empuñada al vapor del ciclo de protestas en curso. Hay quienes piensan que se trata de un neologismo con un alcance sólo panfletario. La propuesta, no obstante, es que el término tiene un valor conceptual. Y que por consiguiente connota y denota algo preciso, concreto.

Narcoestado es más que un maridaje histórico entre el narcotráfico y el Estado. De hecho, no existe un Estado que se pueda sustraer de esta unión con la criminalidad, o con los ilegalismos que engloba el concepto de “narco”. El narcoestado es algo más que esa relación coyuntural o histórica entre crimen y Estado.

Lo que acá se plantea es que un narcoestado es un modo específico de organización de la violencia y los intereses dominantes. Y que estos intereses dominantes están orgánicamente articulados a la criminalidad e ilegalidad. Es la organización de los negocios criminales alrededor del Estado.

Cabe hacer algunas precisiones para entender esta ecuación.

Para situarnos en un terreno común, adviértase que un Estado es básicamente una forma organizada de la violencia. Y que esa organización de la violencia –el Estado– responde a los modos de una clase dominante o un poder constituido. Es decir, el Estado es una violencia al servicio de un poder.

En este sentido, un narcoestado no puede ser llanamente un contubernio entre un partido político y las redes del narcotráfico, como sugirieran algunos documentos como el arriba citado. Tampoco se trata de un Estado donde el crimen organizado tiene injerencia en los procesos y procedimientos de la administración pública. Mucho menos se puede hablar de narcoestado ahí donde ciertas empresas criminales cosechan réditos extraordinarios con el tráfico de la droga. Para tal caso, todos los Estados serían narcoestados.

Por eso es preciso insistir en la especificidad de un narcoestado. En suma, se trata de un Estado que impulsa ciertas políticas (e.g. la guerra contra el narcotráfico) que suministran ex profeso una trama legal e institucional en beneficio irrestricto de los negocios criminales. Es el predominio categórico del binomio criminalidad empresarial-violencia criminal en la trama de relaciones sociales comprendidas en un Estado.

Por ejemplo, en México es virtualmente imposible aspirar a un cargo de elección popular sin el aval y el financiamiento de las organizaciones criminales. Lo cual resulta cierto para todos los niveles de la cadena de mando político, es decir, municipal, estatal o federal. Esto implica que el crimen tenga control de la totalidad de las instituciones de Estado. Por eso se dice que tenemos un narcoestado. Otro ejemplo lapidario es la situación de los ministerios públicos o las instituciones judiciales. Más de un agente ministerial ha confesado en encuentros con periodistas, que la orden de “arriba” es desestimar los casos que involucren personas desaparecidas a manos del crimen, y por consiguiente tienen la instrucción de abortar cualquier seguimiento a esas ocasiones de delito. Con ligeras variaciones en las diferentes entidades federativas, el porcentaje de impunidad oscila entre el 98 y el 100 por ciento. Esto no es un desafío del crimen al Estado: eso es un Estado al servicio del crimen.

Para recapitular, cabe recordar lo sostenido en otra entrega: “Un narcoestado es un Estado donde la institución dominante es la empresa criminal. Los funcionarios de ese Estado están todos coludidos con el narco, pero no por una cuestión de corruptelas personales o grupales, sino sencillamente porque el narco es el patrón de ese Estado. La narcopolítica es la cría de los negocios criminales, creada por y para la empresa criminal. Y con los narcofuncionarios , los patrones –la empresa criminal– ganan mucho más. En este sentido, la impotencia o negligencia de las instituciones para perseguir a los delincuentes es la ley natural de un narcoestado . El Estado es el brazo legalmente armado de la empresa criminal…”

Resumidamente, el narcoestado es la modalidad específica de organización de la violencia en México. Desde luego que no es un Estado fallido: es un Estado criminal. La guerra nunca fue contra las drogas o el narcotráfico. La guerra es una política de Estado para organizar la violencia en beneficio de la empresa criminal. Y el resultado de esa política es la configuración de un narcoestado.

LUNES 8 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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2) EE.UU.: “El problema no es de raza, el problema es de clase”
Entrevista con el historiador Pablo Pozzi
(La Izquierda Diario / Programa de la Radio Pateando el Tablero)

Luego de intercambiar algunos datos que demuestran el racismo y las penurias que viven los afrodescendientes, inmediatamente surgió el tema sobre el actual presidente de EE.UU. Pozzi planteó “esto nos lleva a una cuestión que tiene que ver con algo que ha sido promovido y que evidentemente es falso: el tema de Obama presidente negro, ¿hasta dónde es negro Obama? Bueno, una de las cosas que quedan más o menos claras que es más del 70% de los afroamericanos expresan en distintas encuestas que no tienen confianza en este presidente así llamado negro.

Esto además es interesante porque para una cantidad de gente que es de derecha el problema con Obama es justamente que es negro y que porque es negro es musulmán, etc… Pero para los negros Obama es una ‘Oreo’ o sea una galletita de chocolate por fuera y blanca en el relleno… Se dice así, palabra muy fea que se utiliza bastante en Estados Unidos.” Agregando además que “la otra candidata fuerte era Hillary Clinton. Que la clase dominante norteamericana prefiriera un presidente así llamado negro a una mujer, es más interesante todavía como planteo a largo plazo y dice cosas en términos de la sociedad norteamericana hacia el futuro. “

Mitos y realidades

La desmitificación sobre algunos hechos también recorrió la conversación: “Ferguson es Missouri, una zona fronteriza, pero los motines (por Mike Brown) y los problemas de discriminación racial han ocurrido en todo el país. Nuestra imagen en general es que el sur es racista y el norte es ‘buenito’. En la práctica lugares como Indiana o Binghampton en Nueva York han sido grandes sedes del Ku Klux Klan. La milicia paramilitar pro nazi y racista más grande es la de Michigan, no la de Alabama. El diputado demócrata por California David Duke era el ‘Gran Mago’”, jefe del Ku Klux Klan -vuelvo a decir, de California, no de Louisiana-. Entonces tenemos una cosa que es bastante más profunda que es el tema del racismo y qué es el racismo y qué ocurre, cuándo y cómo, etcétera.”

¿Qué es raza?

“Aquí hay una cuestión en términos de ‘raza como construcción’”, planteó Pablo Pozzi en la entrevista: “¿Qué es raza? Los negros africanos, por ejemplo un Pigmeo sería lo mismo que un Watusi que mide dos metros y sería lo mismo que un Benguela que además tienen culturas y lenguajes distintos. Es más, ni siquiera la tonalidad del color negro es el mismo. Y sin embargo, para los blancos (nosotros) son todos negros, y para ellos nosotros somos todos blancos. Digamos, acá hay una cosa muy construida.

Lo que nosotros podemos plantear y podemos ver y que no se sabe bien exactamente por qué y cómo pero que se discute bastante son dos ejes o dos temas: uno tiene que ver con el problema de mano de obra en EEUU. Cuando llega la colonización inglesa además de que asesinan literalmente a la población originaria de América del Norte, se encuentran una población originaria sin una sociedad que los acostumbre al trabajo como puede haber sido la encomienda o la mita en el imperio incaico. Esto implica que necesitan mano de obra para desarrollarse y lo que empiezan a hacer inicialmente los británicos es traer servidumbre por deudas.

O sea “blanquitos” particularmente irlandeses, escoceses y galeses, que ya sea porque se rebelaron contra la Corona o porque deben plata o porque han cometido algún crimen son condenados a siete años de servidumbre en las colonias. Luego de siete años tendrían que ser liberados y recibir tierra en algún lado. La tierra que les dan siempre es en la frontera con los indios lo cual genera bastante conflicto con las poblaciones originarias. Pero de todas maneras los terratenientes no ven esto con buen grado y además lo que tiende a suceder es que durante esos siete años uno de cada tres de esos siervos muere porque los superexplotan. Los empiezan a reemplazar con negros para la economía de la plantación traídos de África, que van primero al Caribe y después ahí.”

Luego de hacer un muy sintético recorrido sobre las formas de explotación en EE.UU. Pablo Pozzi relataba el armado ideológico para la esclavitud: “¿cómo justificás la esclavitud del negro? Y bueno, la justificaban diciendo que son negros por lo tanto son inferiores. Lo cual remonta a un debate del Medioevo y luego con el descubrimiento de América que es: ‘¿qué es un ser humano? Una persona que tiene alma. ¿Qué es un animal? algo que no tiene alma…. ¿Los indios qué son? niños, porque tienen alma pero no están desarrollados. ¿Los europeos qué son? adultos, porque tienen alma… ¿y los negros? no tienen alma, son animales. Por lo tanto los podés esclavizar.’”

Justamente en relación a esta justificación ideológica del racismo y la necesidad de mano de obra como base del surgimiento de EE.UU. como potencia, Pozzi dijo lo siguiente: “Absolutamente. Agregale a eso un tema de rápido crecimiento e industrialización, uso de mano de obra y cómo hacés para dominar a todos esto tipos… una de las formas de hacerlo es dividirlos a unos de otros. El racismo se construye en torno a esto, dándole y promoviendo desde los medios de comunicación, aparato cultural e inclusive desde empleos… patrones que le dan cierta calidad a la cuestión de lo que se llaman `características raciales´. ¿Qué quiere decir esto? Que la patronal tiene trabajos que son para negros y trabajos que son para blancos, a los negros les pagaban menos que a los blancos. A las mujeres les pagaban menos que a los hombres. Si sos mujer y negra estás jodida…

Para ser claros. ¿Esto que implica? Hacia 1913 Ford, que impone el fordismo, incluye una división en las secciones en las fábricas por características raciales, religiosas o étnicas. Tenés una de católicos, una de protestantes, una de negros, una de blancos sureños, literalmente así. El trabajo más calificado y mejor remunerado era para hombres blancos y sindicalizados. A Ford aparentemente lo veían como un tipo progresista –‘Mirá que progresista que era Ford, ¡empleó negros!’-, es uno de los primeros que emplea negros en sus fábricas, ¿para qué?, para reventar al sindicato y dividir a los trabajadores y mantenerlos cuánto más oprimidos, mejor. Lo cual implica que las fábricas de Ford, son las últimas en sindicalizarse en la industria automotriz. Al mismo tiempo Ford era un tipo que financió a Hitler, al mismo tiempo promueve los protocolos de la aviación… Y al fordismo lo estudian y lo aplican en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA…”

“Digamos, el racismo tiene que ver con la opresión, la discriminación y la explotación de los trabajadores. ¿Vive peor el negro? Y, depende. ¿Peor que quién? Si el negro es pobre, vive muy mal, igual que el pobre blanco. Ahora, al mismo tiempo lo que se ha creado desde la década del ‘50, ’60, y como para abreviar, es un sector medio y un sector empresarial negro. Hay negros que son muy ricos. Obama no viene de los sectores pobres de Harlem. Hablemos claro. Obama viene de sectores muy potentes, muy poderosos y con muchísima plata. Lo mismo una cantidad de otros. Tenés a Condoleezza Rice, Collin Powell, Clarence Thomas, Juez de la Suprema Corte, etc. Esos no son pobretones discriminados, que les va mal… Lo que sí encontrás es una cantidad de sectores humildes, pobres, negros, trabajadores y desempleados que son terriblemente discriminados y se los divide… ¿Por qué? Y… porque son obreros de color. Digamos, el problema no es de raza, el problema es de clase.”

LUNES 8 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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3) La metamorfosis de Obama y el motín de los generales
Nazanín Armanian (Público.es)

La dimisión forzosa del secretario de Defensa, Chuck Hagel, ha sido tan repentina que al presidente Barack Obama no le dio tiempo a proponer y designar un sucesor para el cargo. Se trata del tercer responsable cesado de este secretariado, después de Robert Gates y Leon Panetta. ¿Es que un demócrata no puede dirigir la seguridad de este país?

Con el Congreso y el Senado bajo el control de una mayoría republicana, la popularidad del presidente bajo mínimos, y la dificultad de llegar a un acuerdo final con Irán sobre su programa nuclear, la salida de Hagel del gobierno ha supuesto un golpe muy duro para Obama.

El desencadenante de las discrepancias acumuladas ha sido la publicación de una carta enviada por Hagel a su adversaria Susan Rice, consejera de Seguridad Nacional, miembro del pequeño círculo de fieles de Obama, en la que se quejaba de falta de una política clara del gobierno respecto nada menos que el destino de Bashar Al Asad, el presidente de otro país soberano, sin que ningún organismo internacional se escandalizara de tal injerencia. Los republicanos, quienes estrechan el cerco alrededor del presidente, intentan despojarle de todo lo que había quedado del “Yes we can”, y resucitar los peores fantasmas del pasado bushiano del país.

“Acepté el cargo para poner fin a las guerras, y no para empezar otras”, ha confesado el general a sus círculos, refiriéndose a los cambios en la postura del presidente que iba a “poner fin a una década de guerra”, como uno de los motivos de su marcha del gabinete. Pero, hay más matices inquietantes tanto en los motivos del cese encubierto de este peculiar militar, como en las posibles consecuencias que puede acarrear.

Un general poco republicano

Veterano de Vietnam, militar cauteloso, Hagel fue elegido por Obama para organizar la supuesta retirada de Afganistán y de Irak, reducir el presupuesto del Pentágono, y eliminar el acoso sexual en el Ejército. Acusado de desleal por sus compañeros de partido, se había opuesto a los continuos e innecesarios despliegues militares que sólo ponían en peligro la vida de los soldados —la de los pueblos agredidos no cuentan—, causando estragos en los presupuestos del país: en 2006 había pedido la retirada de Irak y empezó a apostar en el uso de la diplomacia en vez de en ataques militares y sanciones económicas. También sorprendió a muchos que se negara a respaldar la candidatura de John McCain en 2008, y que su esposa votara a Obama. Luego vino con la propuesta del “Global Cero” —reducción radical del arsenal nuclear nacional hasta su total eliminación en los próximos diez años—, y en cambio lanzó la “Iniciativa de Innovación de Defensa” pensada de cara a la era de las guerras robóticas que se avecinan. Por tanto, no crean que las discrepancias son con Obama, en realidad vienen originadas por el complejo industrial-militar, uno de los pilares que mantiene este imperio en pie.

Los demócratas, por su parte, le tachan de ineficiente por no haber podido firmar un acuerdo de paz con los Taliban (¡Sí, los mismos acusados de estar implicados en el 11-S!); ni evitar el golpe de Estado (financiado por los amigos saudíes) contra Mohammed Mursi, la opción de Obama para Egipto; ni el desastre del “cambio de régimen” en Libia, que ha convertido a dicho país en un Estado fallido; ni la decapitación de las dos periodistas estadounidenses; ni la anexión de Crimea por Rusia y la desastrosa situación de Ucrania; ni el avance del Estado Islámico en Irak.

Pero el abanico de las discrepancias de Hagal con los demócratas, cercados en la Casa Blanca, y los republicanos que controlan las instituciones más importantes del país, son más extensas e incluyen las siguientes cuestiones:

• Relaciones con Israel. Defensor de la idea de que la política de EEUU hacia el Estado judío y Palestina debe guiarse por los intereses de su país, Hagel se atrevió a recordarles al grupo “Ante todo Israel” de que era “un senador de los EEUU, y no de Israel”, y reveló en voz alta un secreto de Estado: “el lobby proisraelí aquí intimida a mucha gente”. Sobre Hamas, recomendó un acercamiento y dialogo, para de este modo, afirmó, fortalecer la posición de los islámicos moderados.

• Sobre Siria ha estado en favor de tomar represalias contra el Bashar Al Assad por el supuesto uso de armas químicas el verano pasado, y se sorprendió cuando Obama dio marcha atrás en lanzar el ataque militar contra Damasco. Hoy sigue apostando por acabar con el mandatario sirio, por enviar tropas terrestres a Siria si se pretende contener el avance del Estado Islámico. El presidente, cuya prioridad es la firma del acuerdo nuclear con Irán —el principal apoyo de Damasco—, ahora sí que planea ocupar Siria, pero con trampas: formando un nuevo ejército de mercenarios locales, dirigido por el Pentágono, y sin mancharse las manos, mantener la promesa de no enviar tropas sobre el suelo de otro país.

• En cuanto a Afganistán, Hagel, que estaba organizando la salida de las tropas para el 2015, de repente, recibe órdenes de Obama de seguir manteniendo la ocupación del país , como mandan los republicanos: se trata del corazón de Asia Central, frontera con China, Irán, espacio soviético, India y Pakistán, y dejar un lugar tan estratégico sería una imperdonable locura. Para un militar disciplinado acostumbrado a acatar órdenes, estos caóticos planes, le superan.

Purga en el Pentágono

Despedir a unos diez altos cargos del ejército en solo un año no tiene precedente en la historia reciente de EEUU. Durante su primer mandato, Obama bajo el pretexto de un escándalo de faldas se deshizo del general neocon David Petraeus, director de la CIA, al general Allen, jefe de la OTAN en Afganistán, y de paso del secretario de Defensa, Robert Gates. Se rumorea que después de Hagel puede caer el general Dempsy, Presidente del Estado Mayor Conjunto, otro halcón del Pentágono. El general retirado Jerry Boykin ha hecho un llamamiento a los altos cargos castrenses a renunciar a sus puestos en protesta por las políticas del presidente, su comandante en jefe, afirmando que las superpotencias no se jubilan, si eso lo pretende hacer Obama. Puede que no, pero sí que, por su propia lógica y ciclo vital, sufren un ocaso y luego desaparecen.

Mientras, aumenta la presión de los belicistas republicanos y los llamados “intervencionistas liberales” sobre la Administración Obama, empujándole hacia un conflicto armado con Rusia, Irán y Siria-Irak. Los militares, que ven su influencia disminuida sobre las políticas de la Casa Blanca, acusan al jefe del ejecutivo de ser responsable de lo que llaman “la pérdida de ventajas” en comparación con China, a pesar de que el presupuesto de defensa de EEUU en 2013 ha sido 600.400 millones de dólares y el del gigante asiático de 114.300 millones.

Al final no hubo “Fin a la década de guerras”: Obama ha mandado bombardear al menos siete naciones, matando a decenas de miles de civiles, y aun así los Señores de la Guerra de su país le acusan de aislacionismo, y que su doctrina de liderar “los combates desde atrás ha hecho que EEUU se quedase atrás”.

Pisándole los talones a Bush

El fracaso de las políticas de un presidente muy debilitado puede acarrear peligrosas iniciativas como reocupar militarmente Irak y Siria, con todo lo que eso significaría para EEUU y para el mundo. Puede, por contra, que su realismo aristotélico frene esta inercia, y que no haya grandes cambios en la política de Obama, lo cual provocará más huidas o caídas en su equipo como la de John Kerry o la del General Dempsey (quien apoyó la última tanda de bombardeos sobre Palestina a cargo de Netanyahu, justo cuando el gobierno afirmaba que “Israel podría haber hecho más para evitar víctimas civiles”), o ignorando la negativa del Presidente al decir que podría enviar tropas terrestres a Irak.

Es posible que Obama —muy propenso a la presión de los halcones— vuelva a fortalecer los lazos con regímenes de Pakistán, Arabia Saudí e Israel, o decida mantener el conflicto sirio durante un largo tiempo, desgastando a los países de la región. En cuanto a Irán, Obama puede seguir jugando al “palo y la zanahoria”. Justamente este país puede ser uno de los dos escenarios donde se comprobaría si hay una nueva tendencia o no: por un lado, si decide incrementar el acoso contra Teherán y por otro, si la aviación estadounidense opta por bombardear las posiciones del ejército sirio con el fin de derrocar a Assad.

El principal beneficiario de la tentación de la “Guerra perpetua” que domina el pensamiento geopolítico estadounidense también en la era Obama es el cartel-industrial-militar. Entretanto, Chuck Hagel no ha sido capaz de ganarse el corazón de los demócratas y ha terminado por perder también el de los republicanos.

LUNES 8 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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4) La tala ilegal hace estragos en comunidades pobres del Pacífico sur
Catherine Wilson (IPS)

La tala desenfrenada en Papúa Nueva Guinea e Islas Salomón, donde la mayor parte del territorio está cubierto por una espesa selva tropical, agrava las penurias, la inseguridad y los conflictos en las zonas rurales.

Paul Pavol, propietario de un terreno en el distrito de Pomio, en provincia la insular de Nueva Bretaña del Este, al noreste de la isla principal de Papúa Nueva Guinea, dijo a IPS que la tala causó “un daño ambiental permanente en el suelo y en la selva, de la que dependen nuestras comunidades para obtener agua, materiales de construcción, medicinas y alimentos”.

Hace cuatro años, la compañía maderera multinacional de Malasia obtuvo dos contratos de arrendamiento agrícola especial en el distrito, pero los propietarios locales sostienen que ellos nunca dieron su consentimiento y, tras varias acciones legales, la Corte Nacional ordenó en noviembre al promotor cesar toda actividad en la zona. Según Global Witness, la compañía taló 7.000 hectáreas de selva y exportó troncos por más de 50 millones de dólares.

“Nunca dimos nuestro consentimiento previo, libre e informado a los contratos sobre nuestras tierras y, por cierto, no accedimos a ceder nuestro territorio por 99 años a una compañía maderera”, indicó Pavol. En 2012, un tercio de las exportaciones de madera de Papúa Nueva Guinea procedió de tierras sujetas a ese tipo de contrato de arrendamiento, según el Instituto de Asuntos Nacionales, pese a que el propósito declarado de esos contratos era facilitar proyectos agrícolas en beneficio de la población local.

Pavol también denunció violaciones de derechos humanos mediante “escuadrones antidisturbios de la policía para proteger a la compañía e intimidar y aterrorizar a nuestras comunidades”, apuntó. Una misión de investigación realizada el año pasado por la organización Eco-Forestry Forum, junto con dependencias del gobierno y de la policía, concluyó que oficiales contratados por la compañía para frenar la oposición local llevaron a cabo redadas violentas y graves ataques contra los lugareños.

Papúa Nueva Guinea tiene la tercera mayor selva del mundo, que cubre unas 29 millones de hectáreas, pero también es el tercer exportador de madera tropical. La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que se perderá 83 por ciento de la selva comercialmente viable para 2021 debido a la tala comercial, la minería y el desmonte para dar paso a las plantaciones de palma aceitera.

Papúa Nueva Guinea se comprometió en la Cumbre de Bosques de Asia Pacífico, realizada en Sydney, a diseñar planes que pongan fin a la deforestación en una década, pero la población indígena no quedó convencida. “Dentro de 10 años casi toda la selva accesible estará talada y la raíz del problema es la sistemática corrupción endémica”, se lamentó el portavoz de la organización Act Now.

“No tenemos penas duras para quienes violan la ley y las normas que hay no se cumplen”, añadió Pavol, una opinión que comparte la organización Chatham House (Instituto Real de Asuntos Internacionales), con sede en Londres. La devastación ambiental y la violencia relacionada con la tala aumentan las dificultades en Pomio, uno de los distritos menos desarrollados de Nueva Bretaña del Este, donde no hay servicios de salud, caminos decentes ni agua ni saneamiento.

La esperanza de vida es de entre 45 y 50 años y la mortalidad infantil asciende a 61 fallecimientos cada 1.000 nacidos vivos, significativamente mayor que el promedio nacional de 47. En la vecina Islas Salomón, donde 2,2 millones de hectáreas de bosques cubren más de 80 por ciento de su territorio, la extracción de madera fue casi cuatro veces mayor a la tasa sostenible de 250.000 metros cúbicos al año.

La madera representó 60 por ciento de los ingresos por exportaciones, pero es poco probable que continúe dado el pronóstico del Proyecto de Gestión de Bosques de Islas Salomón: que la selva accesible se agotará el año próximo. La gran demanda de materia prima de las crecientes economías asiáticas es el gran motor de la tala legal e ilegal en ambos países. El sector está dominado por compañías malasias, y China es su principal destino.

Las prácticas inescrupulosas, como conseguir permisos para extraer madera mediante sobornos e incumplir las áreas de tala acordadas, están generalizadas. Más de 80 por ciento del comercio de madera de estos dos países es producto de la extracción ilícita, y la exportación ilegal ascendió a 800 millones de dólares en 2010, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

Desde 2003, las compañías internacionales más involucradas con la extracción de madera tuvieron acceso a 5,5 millones de hectáreas de bosques en Papúa Nueva Guinea, además de las 8,5 millones ya destinadas a esta actividad mediante adquisiciones de contratos de tala fraudulentos, según la Comisión de Investigación y un estudio del Instituto Oakland, con sede en California, Estados Unidos. La UNODC remarca la connivencia entre las redes trasnacionales de crimen organizado, las compañías madereras, funcionarios públicos y dirigentes políticos.

Funcionarios de las dependencias de bosques en los países en desarrollo carecen de recursos humanos y técnicos para supervisar de forma adecuada las operaciones de extracción de madera y están mal equipadas para lidiar con las redes criminales. El lavado de dinero que está asociado a la actividad también es un problema, la policía federal australiana estimó que se lavan 170 millones de dólares al año procedentes de actividades delictivas en Papúa Nueva Guinea a través de bancos e inversiones inmobiliarias en Australia.

Australia aprobó la Ley de Prohibición de Tala Ilegal, pero no existe algo similar en el principal mercado: China. La organización Transparencia Islas Salomón dijo que hay que fortalecer la capacidad del gobierno para rendir cuentas y educar a las comunidades locales sobre sus derechos, la legislación y medidas que se pueden tomar a escala local.

La desigualdad y el poco desarrollo humano entre las poblaciones rurales pobres se arraiga por la incapacidad de ambos países de canalizar fondos para construir infraestructura, servicios básicos y oportunidades económicas más equitativas. En Papúa Nueva Guinea, uno de los países más desiguales con un índice Gini de 50,9 por ciento, la pobreza aumentó de 37,5 por ciento, en 1996, a 39.9 en 2009, según el Banco Mundial.

En Islas Salomón, la extracción de madera es una de las principales fuentes de ingresos desde hace 20 años, con un producto interno bruto que llegó a 10 por ciento en 2011. Pero el Foro de Islas del Pacífico señaló que el “crecimiento que depende de los recursos no llega a los más desfavorecidos”, pues el país se ubica en el lugar 157, entre 187 países listados, por su desarrollo humano.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme

LUNES 8 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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5) Francia: el Partido Socialista rompe todos los tabúes
Martine Bulard* (Le Monde Diplomatique)

Las decisiones económicas y sociales de François Hollande, centradas en el “costo del trabajo” (y de los asalariados), en pos de una mayor competitividad, avanzan sobre las conquistas sociales de posguerra. A pesar de los resultados, demuestran una inalterable convicción en las virtudes de la austeridad, que conduce al país a la recesión, con consecuencias políticas devastadoras.

Mi verdadero adversario es el salario”. Por supuesto, este tipo de convicción no se declara públicamente, y el Presidente de la República francesa no se expresa así. Para la izquierda, a la hora de ganar una elección, más vale proclamar su rechazo del mundo de las finanzas. Pero, una vez vaciadas las urnas, el dogma del “costo del trabajo” demasiado elevado dictó la conducta de François Hollande, sea cual fuere su primer ministro.

No esperó ni siquiera un mes desde su llegada al Elíseo para demostrarlo. Su primera decisión fue sobre el SMIC [salario mínimo de crecimiento]: limitó el “empujoncito” ritual a… 0,56 centavos brutos la hora. Aparte de Nicolas Sarkozy, que no otorgó nada, ningún Presidente había derogado la tradición de aplicar al salario mínimo un alza superior a la que prevé la ley. Sin siquiera remontarse a 1981, cuando François Mitterrand subió el SMIC un 6,1% (por encima de la inflación), se puede citar el ejemplo de Jacques Chirac en 1995 (+2,9%) o en 2002 (+3%) (1).

Según uno de esos “visitantes nocturnos” que el anfitrión del Elíseo parece estimar, este “aumento limitado” apunta a “preservar a las empresas” (2). Pues va de suyo que el SMIC amenazaría su supervivencia, incluyendo la de los gigantes de la distribución como Carrefour, Intermarché y otros campeones de los bajos salarios. En tal caso, deberían estar satisfechas: entre julio de 2012 y julio de 2014, el poder adquisitivo del SMIC neto (una vez pagadas las cargas sociales) bajó el 1,5%.

“Siempre menos”

Pero el ataque va mucho más allá. Por primera vez desde la posguerra, los empleadores tuvieron las manos libres para bajar los salarios, aumentar las horas trabajadas u obligar al empleado a cambiar de unidad de producción cualquiera fuese el contrato. El gobierno llamó a eso, con toda seriedad, la “securización del empleo”, haciendo alarde de haber simplemente puesto en marcha un acuerdo firmado por las tres organizaciones patronales, entre ellas el Movimiento de las Empresas de Francia (MEDEF), y por tres sindicatos de empleados, incluida la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT). Único límite a la omnipotencia patronal: hay que obtener el consentimiento de sindicatos que representen al menos la mitad de los empleados. Con el nivel de desocupación actual, no parece muy difícil.

En Renault, por ejemplo, el acuerdo llevó a aumentar el tiempo de trabajo reduciendo el número de días de descanso (un 16% en promedio) y a congelar los salarios según la consigna “trabajar más para ganar menos”, al mismo tiempo que ratificaba una reducción del personal del 15%. No debe sorprender que el grupo haya multiplicado sus beneficios por veinte (3) –aun cuando esos resultados no sólo correspondan a Francia–.

Por otra parte, las experiencias precedentes no dejaban lugar a dudas. En Bosch, en Vénissieux, los empleados habían aceptado en 2004 trabajar treinta y seis horas, pero pagadas treinta y cinco, y renunciar a una parte de las horas extra por trabajo nocturno; sus “sacrificios” sólo sirvieron para volver más presentable la sociedad: la fábrica fue vendida en 2010 y se recortaron más de cien empleados. El mismo panorama en General Motors (Estrasburgo), Continental (Clairoix), Dunlop (Amiens)…

El “siempre menos” salarial se convirtió en la doctrina oficial defendida por Hollande y su mayoría parlamentaria. Primero, a mezza voce, durante la puesta a punto del Crédito Impositivo para la Competitividad y el Empleo (CICE), un vasto plan de reducción de las cargas sociales pagadas por la patronal, adoptado en diciembre de 2012. No se trata de un mero detalle: ya en 2013, la masa salarial de todas las empresas (ricas y pobres, grandes y pequeñas) disminuyó en un 4% en promedio, contra un 6% previsto de aquí a 2016. No obstante, este gigantesco regalo bajo forma de crédito impositivo sólo se materializaría verdaderamente en 2014. Hasta entonces, el equipo Hollande podía pues jactarse de sus “esfuerzos a favor del empleo”, sin reivindicar los dogmas liberales. Y la patronal podía continuar vilipendiando las “cargas” insoportables y los impuestos confiscatorios –todos recuerdan la fronda de las “palomas” (4) y las declaraciones altisonantes de Pierre Gattaz, presidente del MEDEF–.

A principios de 2014, el tono cambia. Hollande amplía las ayudas concedidas, que bautiza con el bello nombre de “Pacto de responsabilidad”. Abandona entonces toda máscara ideológica y afirma, durante su conferencia de prensa del 14 de enero de 2014, que el pacto tiene un “principio simple: aliviar las cargas de las empresas, reducir sus obligaciones”. Palabras propias de Gattaz. O de Sarkozy, como prefieran. De paso, el Presidente socialista olvida los fundamentos mismos de la carga social, concebida, desde su origen, como una contribución solidaria de una parte del salario de los trabajadores a los organismos de la seguridad social o al seguro de desempleo, para hacer frente a las vicisitudes de la vida. Esta mutualización no tiene nada que ver con la remuneración del capital (dividendos, tasas de interés) que, por su parte, se vuelve cada vez más voraz. “Un asalariado trabaja hoy alrededor de seis semanas y media para los accionistas, contra dos semanas hace treinta años”, calculó el economista Michel Husson (5). Pero, para Hollande, no hay cargas ligadas al capital…

El poder se avino a reducir, o incluso a hacer desaparecer (para el SMIC para enero de 2015, por ejemplo), las cargas sociales pagadas por el empleador, y a bajar los impuestos sobre las sociedades de 5 puntos para 2020. Obligado a aumentar las cargas para la jubilación, anuncia un alza que promete equitativa entre los asalariados y los empleadores (+0,15 puntos cada uno), pero asegura enseguida que estos últimos estarán exentos, al menos en 2014. El contribuyente pagará por ellos…

Redistribución invertida

Reconozcamos que el Partido Socialista posee un don particular para romper los “tabúes” del modelo social francés. Así, en 1983, apoyándose (ya) en la crisis –monetaria en este caso–, el ministro de Economía Jacques Delors había impuesto la desindexación de los salarios sobre la inflación. Es lo que el economista Alain Cotta llamó más tarde la “donación Delors”, el regalo “más importante que la empresa privada haya recibido jamás de los poderes públicos” (6): 232.000 millones de francos (el equivalente a 76.000 millones de euros) sustraídos de los salarios entre 1983 y 1986. Para la patronal, la victoria fue a la vez financiera e ideológica: la escala móvil (la indexación) de los salarios, que existía desde 1952, había muerto.

Esta vez, la patronal recibe un maná nada despreciable en estos tiempos de escasez presupuestaria: 40.000 millones de euros. Además, la idea de hacer desaparecer progresivamente las cargas sociales, pagadas por los empleados y los empleadores, en provecho de la Contribución Social Generalizada (CSG), pagada en su mayor parte por los trabajadores y los jubilados, se abre camino. Las empresas están siendo progresivamente desresponsabilizadas de la protección social. E incluso se niegan a comprometerse, como contrapartida, a crear cualquier empleo que sea. Peor aun: siguen despidiendo. En junio de 2014, el número oficial de solicitantes de empleo alcanzaba los 3.398.300, es decir un aumento del 4% en un año.

Por otra parte, no es la primera vez que el Estado alimenta a las empresas con aportes no reembolsables. Lo prueba el crédito impositivo de investigación (CIR, en francés), que representó más de 5.000 millones de euros en 2011 y alcanzará sin duda 6.000 millones de euros en 2014, según las estimaciones oficiales. Las ayudas están dirigidas prioritariamente a los mastodontes ultrarrentables, como Sanofi, Total, L’Oréal, Dassault Aviation, Peugeot, Servier, etc. (7). Además, el dinero consagrado a la investigación y el desarrollo en las empresas bajó un 1,8% entre 2008 y 2011 (últimas cifras conocidas). En cuanto a la investigación pública, por su parte, sus créditos se encuentran estancados o, incluso, bajan: por ejemplo, -3% para el Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica (INSERM, en francés).

Como subraya el semanario económico L’Usine nouvelle, “las empresas tienen dinero, pero no las ganas de invertir” (18-12-13). No es lo suficientemente rentable. Más aun cuando las salidas se reducen tanto en Europa, primer mercado de Francia, como en el mercado interno. Y con razón: lo que se les da a unos se les saca a otros. No sólo hay que compensar los regalos sociales y fiscales, sino también reducir el déficit público, conforme a la doxa europea. Así, el equipo Hollande-Ayrault-Valls aumentó los impuestos, creando una nueva categoría sobre los más altos ingresos –la primera desde hace dos décadas– pero, sobre todo, castigando al resto. Dos millones de hogares que no pagaban impuestos se convirtieron en contribuyentes en 2013. Recién en julio de 2014 el gobierno eximió a las personas que cobran menos de 1.200 euros. Y los bajos ingresos crecieron tanto que esta sola medida provocó una disminución del número de hogares imponibles, que pasó de un 53% de las familias en 2013 al 48,5% en 2014. Por otra parte, Hollande prometió fusionar la prima para el empleo y el Ingreso de Solidaridad Activa (RSA, en francés) otorgados a los muy bajos salarios para “mejorar el poder adquisitivo de los asalariados más modestos” (8). Sin más precisiones.

De todas formas, todos los asalariados, modestos o no, financian la reducción de las cargas pagadas por sus empleadores cada vez que consumen, a través del Impuesto al Valor Agregado (IVA), cuyas tasas treparon desde el 1 de enero de 2014. El IVA “social”, inventado por Sarkozy, fue actualizado. Al igual que la Revisión General de las Políticas Públicas (RGPP), reaparecida bajo el nombre “modernización de la acción pública”. Es cierto que el gobierno creó 24.600 puestos docentes, pero estas creaciones deben ser compensadas con reducciones en los otros sectores.

Los objetivos no variaron: aligerar el “mamut”, señalado como la causa primera, si no la única, del déficit público. Sin embargo, contrariamente a lo que sostienen los dirigentes, la participación de los gastos del Estado en el Producto Interno Bruto bajó dos puntos entre 1978 y 2012 (9). El déficit proviene esencialmente de la reducción del nivel de imposición de las familias más ricas y de los intereses otorgados a los ricos prestamistas, dos decisiones asumidas por los sucesivos gobiernos, tanto de derecha como de izquierda.

Una sola voz

Socialmente injusta, esta política conduce derecho a la recesión, cuyos primeros signos ya se hacen notar. En efecto, la austeridad salarial arrastra en su caída al consumo (-0,5% en el primer trimestre de 2014), que conduce a una reducción de la producción (-1,2% en el segundo trimestre de 2014), a un aplazamiento de las inversiones y a una presión a la baja de los precios: lo que se llama deflación. De allí que los ingresos fiscales se reduzcan y, mecánicamente, el peso de la deuda aumente, incitando a los ideólogos del mercado a exigir una rebaja suplementaria del gasto público y de los salarios. La espiral es conocida. Japón intenta salirse sin éxito desde hace más de quince años.

El razonamiento simplista, según el cual la rebaja de los gastos salariales asegura una mayor competitividad, que permite exportar más e incentivar el crecimiento, es inoperante. Por al menos tres razones: en primer lugar, los clientes de Francia también sufren la austeridad –incluso Alemania, que apostó al “todo a la exportación” a la manera china, se desploma–. Luego, el euro fuerte devora las disminuciones de costos internos. Por último, la competitividad depende menos del nivel de los salarios que de la innovación y de la calidad de los productos; y, en estos dos terrenos, Francia acusa un retraso que no se podrá compensar sino con la alta calificación de los empleados (y por lo tanto con salarios altos).

Muchos economistas exploran otras pistas. No tienen voz en este asunto. Hollande generalizó el recurso a los especialistas, pero los selecciona con sumo cuidado, con la idea de aparentar objetividad en las decisiones volcadas a favor del capital. El informe sobre la competitividad, que preparó el terreno para el pacto del mismo nombre, fue pensado por Louis Gallois, actualmente presidente del Consejo de Supervisión de Peugeot, después de haber dirigido la SNECMA (aeronáutica y espacial), la SNCF (Sociedad Nacional de Ferrocarriles) y EADS (European Aeronautic Defense and Space), todas empresas que sufrieron “planes sociales”. El informe de las jubilaciones fue elaborado por Yannick Moreau, miembro del muy selecto club Le Siècle (que reúne dirigentes políticos, patrones y periodistas), así como por Daniel Cohen, consejero del Banco Lazard, y por Sylvie François, directora de Recursos Humanos en La Poste (El Correo) –donde los suicidios de agentes se multiplican– (10).

El mismo escenario para el grupo de especialistas sobre el salario mínimo: comprende a François Bourguignon, vicepresidente del Banco Mundial, o incluso a Stefano Scarpetta, director de Empleo y Políticas Sociales en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que desde hace veinte años hace campaña por una desregulación del mercado del trabajo. Ni un solo disidente, ni una sola voz iconoclasta. 

1. En 1997, Lionel Jospin, primer ministro de Jacques Chirac durante la cohabitación, acordó un alza suplementaria del 2,8%.
2. Libération, París, 26-6-12.
3. Pierrick Fay, “Un premier semestre encourageant pour les bénéfices du CAC 40”, Les Echos, París, 8-8-14.
4. Nombre que adoptaron los dirigentes de pequeñas empresas que lanzaron, en el otoño de 2012, una petición en línea contra el alza de los impuestos.
5. Michel Husson, “Le partage de la valeur ajoutée en Europe”, La Revue de l’Ires, N° 64, Noisy-le-Grand, 2010.
6. Alain Cotta, La France en panne, Fayard, París ,1991.
7. Le Monde, París, 30-9-13.
8. Entrevista con el diario Le Monde, 30-9-13.
9. Colectivo para una auditoría ciudadana de la deuda pública, “Que faire de la dette ? Un audit de la dette publique de la France”, 27-5-14, www.audit-citoyen.org
10. Véase Noëlle Burgi y Antoine Postier, “A La Poste, des gens un peu ‘inadaptés’”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2013.

* Jefa de redacción adjunta de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola

LUNES 8 DE DICIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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