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EL GRAL. ROCA CABALGA DE NUEVO

MUMIA850

1) ¿Por qué el Estado argentino reprime al pueblo mapuche?

2) Honduras: Donald Trump toma partido

3) Trump en Jerusalén: una declaración de guerra

4) "La intervención de Arabia Saudí en Yemen es un desastre y una catástrofe"

5) Zimbabue sin Mugabe pero con China


COMCOSUR / POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 17 / Nº 850/ Miércoles 13 de diciembre de 2017 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán

“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra y combatir ese monopolio es una tarea central.” — Emir Sader

1) ¿Por qué el Estado argentino reprime al pueblo mapuche?
Hernán Horacio Schiaffini (DemocraciaAbierta)

"Nos dejaron viviendo en las piedras" -me dijo una vez un amigo mapuche. "Pero ahora descubrieron que las piedras tienen valor".

Los recientes acontecimientos en el territorio Mapuche en Argentina sugieren una creciente espiral de represión y violencia hacia los pueblos indígenas del país. El pasado sábado 25 de noviembre de 2017 fue asesinado Rafael Nahuel, de 22 años, oriundo de la ciudad Bariloche, en Río Negro, en el marco de un conflicto territorial entre el Estado argentino y organizaciones pertenecientes al pueblo mapuche. Lo mató una bala de 9 mm. que le entró por un glúteo y se le alojó en un pulmón.

Mientras se investigan las circunstancias, las denuncias apuntan al Grupo Albatros, un comando especial de la Prefectura Naval Argentina, quienes armados con subfusiles automáticos Heckler& Koch MP5 (que usan munición calibre 9 mm.) habrían abierto fuego contra "15 o 20 personas que los atacaron con lanzas y boleadoras".

Los mapuche habían recuperado el territorio, que se ubica dentro de un parque nacional, hace unos dos meses. Lo hicieron público el pasado 11 de noviembre y fueron desalojados el jueves 23. Dos días después se produjo el evento en el que falleció Nahuel y dejó también otros dos heridos.

Desde marzo de 2015, cuando un grupo de mapuches recuperó el territorio de Pu Lof en Resistencia del Departamento Cushamen de manos de la transnacional Benetton, el accionar estatal relativo a los conflictos territoriales en la cordillera de Río Negro y Chubut ha producido un desaparecido (Santiago Maldonado, que luego se reveló como difunto), un muerto (Rafael Nahuel), al menos veinte heridos y un número similar de detenidos y procesados.

La historia larga
El territorio histórico del pueblo mapuche (mapu, tierra; che, gente. Son la gente de la tierra) se ubica en el sur de América, en las zonas conocidas como "Araucanía" por los chilenos y nombrada como "Patagonia" por los argentinos. Los mapuche resistieron dos invasiones previas a la constitución de los Estados nacionales modernos: la de los Incas, que nunca pudieron avanzar más allá del Río Bío-Bío, en el actual Chile; y la de los conquistadores españoles, quienes se vieron forzados a reconocer la autonomía mapuche en el siglo XVII, mediante los tratados de Quilín.

A fines del siglo XIX, sin embargo, los Estados de Argentina y Chile avanzaron sobre el territorio mapuche de manera sistemática. A la intervención militar de ejércitos modernos le siguieron la ocupación del territorio, la extensión del latifundio y la consolidación de las fronteras de los países, que partieron la tierra mapuche al medio, dividiendo a este pueblo en dos porciones. Una quedó bajo soberanía chilena. La otra bajo bandera argentina.

El genocidio atravesado por la población mapuche no se limitó a la violencia militar. Implicó también un intento de desarticulación política, económica y social. Y la expropiación de sus recursos, tierras e instituciones bajo la forma del destierro, los trabajos forzados (como en la zafra cañera en Tucumán o el servicio militar en la Armada), la separación de familias o la apropiación de mujeres y niños para el servicio doméstico. Incluso la lengua mapuche, el mapuzungun (la "lengua de la tierra") sufrió diversas prohibiciones en el marco de instituciones como la escuela.

En la Argentina, durante la mayor parte del siglo XX, la situación de la población mapuche fue no sólo de marginalidad y pobreza -con un destino signado por la migración rural-urbana- sino de negación e invisibilización. Sobre un imaginario nacional construido en torno de una población "importada", de origen italiano o español, y de que ya no quedaban "indios" en el territorio, se elaboró la idea de que los mapuche eran una población extranjera, proveniente de Chile, y que incluso serían responsables de la supuesta desaparición de otro grupo étnico local, los "tehuelches".

Estigmatizados, invisibilizados, culpabilizados. Además de las precarias condiciones de vida en el campo y la ciudad, los mapuche se convirtieron progresivamente en uno de los chivos expiatorios de conflictos regionales y locales. La invención del "enemigo interno" tiene décadas de elaboración.

Del dicho al hecho

De un tiempo a esta parte, la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) un pequeño grupo que reivindica la acción directa, el sabotaje y el enfrentamiento ha sido señalado como la fuente de todos los males en la zona. Se sabe poco de la RAM. Otras organizaciones mapuche la desconocen y rechazan sus métodos. Hay quien le atribuye ser una creación de los servicios de inteligencia estatales. En otros sectores ha generado simpatías por su supuesta vocación por el enfrentamiento.

A pocas horas de la muerte de Rafael Nahuel el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilnek, hizo las siguientes declaraciones a una radio de Buenos Aires: "La RAM es un grupo violento. No hay ningún tipo de negociación posible, el diálogo no les interesa". Además, se encargó de delinear la supuesta actitud del grupo frente al Estado: "Una cosa es la comunidad del pueblo mapuche, reconocida por el Consejo de Desarrollo Indígena, que tiene voz en el presupuesto de la provincia, escuelas bilingües. Y otra cosa es este grupo que no le interesa el diálogo, que pone en discusión al Estado argentino y al sentido de la propiedad y utiliza la violencia".

Y de señalar el origen de su ideología: "[Es] una concepción ideológica de la Patagonia chilena que se ha trasladado a parte de la Argentina […] pone en discusión el Estado argentino, no reconoce leyes, ni Constitución, ni autoridades". Desde su perspectiva era claro que para ser un "verdadero" mapuche hay que dejar de lado los reclamos: Pero Weretilnek no es el único ni fue el primero. El difunto gobernador de Chubut, Mario Das Neves, ya había dicho de la RAM: "Son delincuentes que de mapuches no tienen nada". Porque desde su perspectiva era claro que para ser un "verdadero" mapuche hay que dejar de lado los reclamos: "Miren quiénes son y vean los que están en contra de la ley, de los mapuches, porque la comunidad mapuche está integrada, trabaja y es parte de nuestra comunidad". Y la peligrosidad de la RAM es lo que justifica que se la trate con dureza:"Lo que han hecho es una salvajada, un atropello. Pusieron en peligro a un montón de gente".

Nos preocupa porque aparecen y desaparecen. Aparecen en las rutas y rompen coches, queman camiones, entran a las estancias y queman maquinarias, estaquean, les pegan y les roban a los propios mapuches. Y así llegamos, finalmente, a los simpatizantes. La peligrosidad de la RAM comienza a extenderse a otros sectores sociales, no necesariamente mapuche: "¿Qué es lo que están defendiendo? ¿Una patria en base a sangre, la violación de la Constitución, darle carta libre para que hagan lo que quieran? ¿Qué es lo que defienden estos que viven a 1500 kilómetros y hay algunos de acá también? Hay profesores de la Universidad Nacional de la Patagonia que están involucrados".

Y finalmente la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en conferencia de prensa junto al ministro de Justicia y Derechos Humanos hizo las siguientes afirmaciones: "Estamos frente a grupos violentos que han escalado esta situación. Grupos que no respetan la ley y no reconocen a la Argentina, el Estado, la Constitución, los símbolos y se consideran como un poder fáctico, que pueden resolver con una ley distinta a la de todos los argentinos".

Para concluir en torno del principio de inocencia y carga de la prueba: "El juez necesitará elementos probatorios, nosotros no. El Gobierno ha definido que esto [la represión que le costó la vida a Rafael Nahuel] se realizó en el marco de una demanda judicial dada por el juez Villanueva. Nosotros no tenemos que probar lo que hacen las fuerzas en el marco de una tarea con orden judicial". Entonces, mientras le imputa a los demás la "peligrosidad" y la "delincuencia", es el propio Estado quien se aleja de la Constitución y las leyes.

La historia corta

En los últimos treinta años la legislación relativa a los pueblos originarios dio grandes pasos en la Argentina. La ley nacional 23.302 dio lugar a la creación del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). La reforma constitucional de 1994 incluyó el artículo 75° inc. 17, que reconoce la preexistencia étnica y cultural de los "pueblos indígenas argentinos". Se refrendó y ratificó el Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre "Pueblos indígenas y Tribales".

Sin embargo, ninguna de estas herramientas proveyó soluciones concretas para las problemáticas de las poblaciones originarias. Ni siquiera el Relevamiento Territorial encarado por el INAI entre 2006 y 2016 (y prorrogado ahora por cuatro años más) llevó alivio alguno: sólo se concretó en un pequeño porcentaje, no contemplaba la entrega de títulos de propiedad comunitarios (reclamo ampliamente difundido entre las poblaciones indígenas de todo el país) y falló también para suspender los desalojos, cosa que ordenaba la ley de su creación, la 26.160.

Las comunidades indígenas de la Argentina continúan asentadas sobre lo que los Estados consideran "tierras fiscales", en zonas periféricas de las que también son repetidamente expulsados de acuerdo a la lógica del petróleo, la soja o la minería. "Nos dejaron viviendo en las piedras" -me dijo una vez un amigo mapuche. "Pero ahora descubrieron que las piedras tienen valor".Por eso las organizaciones mapuche no "toman" ni "ocupan" tierras, sino que, desde su perspectiva, recuperan territorios. Retornan a lugares de los que fueron original y violentamente desplazados.

Pero en un país como la Argentina, de neto perfil primario agroexportador, con una poderosa clase dominante vinculada al campo, poner en discusión la tierra y el territorio -demandas centrales de la población mapuche y de todos los pueblos originarios- se hace casi imposible. La historia reciente en este punto se nos presenta con la dinámica de una caldera: una acumulación de tensiones que se tratan con poca política, pero con todo el Código Penal. Y mucho más.

El cheque en blanco de la represión

Los actuales acontecimientos en la región hacen pensar en el crecimiento de una espiral de violencia con pocas posibilidades de ser detenida. La gravedad de la situación no responde solamente al empleo de la represión, sino al aval incondicional que el Estado ha brindado a las respuestas desproporcionadas que las fuerzas de seguridad han tenido contra la protesta mapuche. Hostigamiento, balas de goma, balas de plomo, persecuciones, arrestos injustificados, la lista es larga.

Para el Estado, extender la supuesta peligrosidad de la RAM al conjunto del pueblo mapuche es un paso que se puede dar muy fácilmente. Luego, de allí a los simpatizantes. O a los opositores. El clima es propicio para que una represión selectiva se ejerza sobre el conjunto de la sociedad.

Y a ello se suma el recrudecimiento de otras tensiones, anteriores, más antiguas que las recuperaciones actuales. Terratenientes particulares, en disputas con pobladores dispersos, hoy sienten que tienen un cheque en blanco para emplear impunemente los medios que emplean desde siempre: la amenaza, el hostigamiento, la agresión. Son conflictos en sierras lejanas que nunca llegarán a las primeras planas de los diarios. El aval gubernamental al uso de todos los medios de violencia impune les ha abierto un gran paraguas. Así, pueden hacer suya la máxima de Luis XIV: en este desolado paraje, el Estado soy yo.

MIÉRCOLES 13 DE DICIEMBRE DE 2017 – COMCOSUR
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2) Honduras: Donald Trump toma partido
Javier Suazo (Alai)

El Tribunal Supremo Electoral (TSE), conocido como la “Puercada” por el pueblo hondureño, decidió en pleno, cotejar 4,753 actas que no fueron trasmitidas desde las mesas electorales al Centro del Cómputo, con lo cual se completan las 5,174 pedidas por la Alianza Opositora y la OEA, en tanto ya se habían escrutado el resto de actas por inconsistencias. Este conteo se realiza sin la participación de representantes de los partidos políticos en contienda, pero con la asistencia de representantes de la OEA y UE, aunque su participación no es con el propósito de legitimar el proceso ya que todavía persisten irregularidades. Igual, se involucraron, ciertas organizaciones de sociedad civil, como el COHEP, patronatos, iglesias evangélicas y cooperativas como garantes del proceso, pero no las centrales obreras, grupos de interés como los colegios magisteriales, asociaciones y organizaciones ambientalistas y defensoras de derechos humanos, entre otras.

El procedimiento seguido, e inventado sobre la marcha por el TSE, es que se cotejen y revisen las actas, y si presentan inconsistencias se proceda a abrir las urnas y contar los votos. Un procedimiento distinto al propuesto por la Alianza Opositora, donde de entrada proponen que se cuenten los votos de las 18, 128 urnas, cotejas con cuadernillos (en poder del tribunal) y actas en poder de los partidos y del TSE.

Es poco probable que este cotejo y revisión de actas, y conteo de votos en ciertas urnas, tenga el impacto buscado de recobrar la credibilidad del TSE, ya que nadie confía en dicha institución que, prácticamente, a decir de Manuel Zelaya Rosales, Coordinador General de la Alianza, colapsó. Se trata de una institución de tipo extractiva, para parafrasear a Acemoglu y Robinson ( 2012), destacados economistas de la corriente neo institucionalista que atribuyen las causas de la pobreza a la existencia de instituciones políticas y económicas extractivas, o sea antidemocráticas que buscan beneficios para grupos o gobiernos corruptos y excluyentes, menos para la población.

Mientras esto sucede, el Grupo de Convergencia frente al Continuismo ha fijado su posición frente a la crisis política que enfrenta el país, referido a ratificar la inconstitucionalidad de la candidatura de JOH, urgencia de repetir las elecciones con apoyo internacional ya que el TSE perdió toda credibilidad frente al pueblo hondureño y parte de la comunidad internacional, igual recomiendan eliminar el toque de queda y deducir responsabilidades por las 15 muertes registradas. Esta demanda es compartida parcialmente por los lideres de la Alianza, ya que una nueva elección sería como desconocer el triunfo de Salvador Nasralla y el fraude, por lo que hay que agotar primero el conteo de votos por urna, cuadernillo, actas y firmas, antes de tomar esa decisión de nueva elección.

La Embajada Americana se ha mantenido al margen de este conflicto entre partidos políticos (Nacional, Alianza y Partido Liberal), apoyando las acciones de la Misión de Observadores de la OEA. Sin embargo, en este último conteo por el TSE, la encargada de negocios de dicha Embajada, Heide Fultón, manifestó su satisfacción por el trabajo del TSE al aceptar las recomendaciones de la OEA en cuanto al contento de las 4,753 actas y transparentar el proceso, para garantizar que la voluntad de pueblo expresada en las urnas se respete. Recomienda se den todas las garantías a los partidos para que se hagan las impugnaciones en el marco de la ley y se respeten, igual se cumpla con el calendario establecido en la Ley y dar la declaración de elecciones y ganador de la contienda, lo cual, de acuerdo a la Ley, sucederá antes del 26 de diciembre de 2017.

Dirigentes de la Alianza de Oposición son del criterio que estas declaraciones no contribuyen en nada a solucionar la crisis política, más bien sirven para legitimar el fraude y profundizarla. Para Manuel Zelaya, Donald Trump no debería avalar un fraude electoral en Honduras, ya que perdería credibilidad en Latinoamérica y sus acciones al exigir garantía de procesos democráticos en países como Venezuela y Bolivia. Otros países como Argentina, Chile, Colombia, Guatemala, México, Paraguay, Perú y Uruguay, avalan el conteo de actas del TSE y esperan que se concluya el proceso electoral, sin manifestaciones ni toma de calles. Según dirigentes de la Alianza, estos gobiernos no tienen toda la información sobre el fraude electoral cometido contra Salvador Nasralla, por lo que han pedido una reunión con el Consejo Permanente de la OEA. Además, estos gobiernos tienen una característica, son de derecha y adoran las políticas neoliberales.

El espaldarazo más fuerte del gobierno norteamericano a JOH, vino del Departamento de Estado, cuando su Secretario, Rex Tillerson, certificó a Honduras para recibir asistencia técnica y financiera por los logros alcanzados por el gobierno en la lucha contra la corrupción y defensa de los derechos humanos. Esta certificación vino en un momento crucial, el día 28 de diciembre de 2017, dos (2) días después de celebrarse las elecciones. Aunque congresistas y asesores legislativos cuestionaron esta decisión, lo cierto es que parte de los 644 millones de dólares aprobados por el Congreso de los Estados Unidos y que se destinarían a Centroamérica, ya fueron autorizados para ser ejecutados por Honduras.

Es de esperar que en los próximos días un mayor respaldo de EEUU al gobierno de JOH, aunque el fraude electoral siga documentándose por la Oposición. El problema es que todavía no se ha visualizado las consecuencias para la economía y sociedad del rechazo de los partidos de oposición y mayoría del pueblo a la reelección de JOH avalada por un TSE altamente politizado, ineficiente y falto de transparencia; incluso, estas consecuencias podrían afectar también las relaciones de cooperación con los organismos y agencias internacionales, y en el caso particular del FMI, el pago puntual del servicio de la deuda publica externa.

MIÉRCOLES 13 DE DICIEMBRE DE 2017 – COMCOSUR
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3) Trump en Jerusalén: una declaración de guerra
Santiago Alba Rico (Cuarto Poder)

Sobre la incendiaria declaración de Donald Trump, en la que reconoce Jerusalén como capital del Estado de Israel, se me ocurren tres reflexiones rápidas.

La primera tiene que ver con la irrelevancia –y nulidad histórica– de las reclamaciones de justicia. No hay probablemente ninguna otra causa en el mundo que concite un apoyo tan mayoritario a escala planetaria como la palestina. No sólo en el mundo árabe y musulmán, donde se discrepa ásperamente sobre Siria o Bahrein y, desde luego, sobre los malhadados y silenciados saharauis, pero nunca sobre Palestina; no sólo en las regiones que sufrieron la colonización y sufren ahora los rigores de la economía global capitalista. También las poblaciones de Europa sienten en general simpatía por los palestinos y horror por los desmanes de la ocupación israelí. Es una simpatía transversal, no ideológica, que en España, más que en ningún otro país de la UE, engloba a una mayoría abrumadora.

Más allá de las razones concretas en cada caso –religiosas, nacionalistas, culturales u otras– esta cuasi unanimidad ilumina la desigualdad del mal llamado “conflicto” y su vicio de raíz, así como la inclinación natural de los seres humanos a defender siempre a los más débiles. El relato bíblico de David y Goliat forja para siempre la estructura narrativa de esta natural “alineación con el bien” de los humanos normales. La relación de fuerzas entre Israel y Palestina es tan desigual, el desprecio israelí por la vida de los palestinos –su bravuconería goliatesca– es tan ofensiva para la sensibilidad que todos percibimos como una incoherencia narrativa su dolorosa duración en el tiempo, sin que una honda reparadora venga a poner fin a la injusticia.

Porque esta es la excepcionalidad del caso palestino. No es sin duda el pueblo que más ha sufrido en la historia ni el que más tiempo ha sufrido. Lo que no tiene quizás precedentes es la simpatía mayoritaria que genera entre los pueblos del mundo y el hecho escandaloso de que esta simpatía general sea directamente proporcional a la indiferencia u hostilidad de la mayor parte de los gobiernos del mundo, incluidos los gobiernos árabes y musulmanes que dicen defender su causa. Hay un acuerdo popular que reclama justicia para Palestina y un acuerdo interestatal que se la niega, discordancia visiblemente ignominiosa en un orden mundial que se pretende fundado en la carta de las Naciones Unidas y en el Derecho internacional.

Ningún atropello histórico ha hecho más daño a la ONU y su credibilidad que la ocupación israelí de Palestina; ninguno ha contribuido tanto a la desesperanza democrática de los pueblos que luchan contra dictaduras o contra invasiones extranjeras. En su pequeñez paciente y heroica, Palestina cobija esta gigantesca y dolorosa potencia simbólica: revela el fracaso estrepitoso, siempre actual, del orden jurídico internacional y la desamparada desnudez potencial de todos los pueblos del planeta.

En este sentido la decisión de Trump, tras meses de silenciosa erosión en los que los “palestinos” visibles parecían vivir en otros países, nos recuerda la existencia de Palestina como dolor “universal” y como eje de un acuerdo interestatal contra la justicia. Ese acuerdo interestatal en favor de Israel, sin el cual el presidente estadounidense no habría podido hacer su declaración, implica a los EEUU como vanguardia desde 1967, pero también a Europa desde mucho antes, al menos desde 1916, como promotor histórico del sionismo y sus consecuencias: un orden colonial aún vigente en el que Israel es el gemelo conflictivo de los regímenes que Occidente ayudó a establecer o protegió en la región: Arabia Saudí desde su nacimiento o Egipto desde 1973 –piezas centrales– son tan “israelíes” como “palestinos” son las víctimas de sus desmanes.

Lo mismo puede decirse de todas esas dictaduras –de Siria a Bahrein– que han seguido tratando a sus ciudadanos como Israel trata a los palestinos –si no peor– mientras abandonan de hecho Palestina a su suerte. La Liga Árabe ha sido, y sigue siendo tras la derrotada sacudida revolucionaria de 2011, la sucursal colonial de este acuerdo interestatal contra todos los “palestinos” –palestinos o no– de la región.

La segunda reflexión tiene que ver con las variables históricas de este acuerdo contra la justicia. De la misma manera que no hay que olvidar que EEUU se convirtió tarde en el máximo aliado de Israel, hay que recordar que –al contrario de lo que pretende cierto antiimperialismo sumario– sí importa quién gobierna en Washington. Ni la posición de EEUU en Oriente Próximo es hoy la misma que hace veinte años ni Obama y Trump son iguales.

La declaración sobre Jerusalén del presidente tuitero se inscribe en una impugnación total de la política de Obama, quien entendió con realismo trágico –y aceleró– la decadencia imperial de EEUU, sobre todo en Próximo Oriente, y trató de aminorar los daños con una combinación de omisiones y concesiones: es en ese marco donde se inscriben las negociaciones nucleares con Irán y el consecuente alejamiento de Arabia Saudí e Israel, que acusaron el golpe.

El reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel no es una chifladura. Más allá de que Trump sea –por desgracia– el único gobernante del mundo que cumple sus promesas electorales, hay que insistir en que ese gesto es coherente con el restablecimiento intensificado, en un contexto inadecuado, de la política estadounidense neocón de la época Bush. La intensidad se la da la personalidad de Trump; la tragedia adicional el contexto. Tras las revoluciones derrotadas de 2011, con varias guerras civiles en activo (Libia, Siria, Yemen) y en un bastidor geopolítico volátil y fluctuante dominado por Irán y Rusia, EEUU trata de “regresar” a Oriente Próximo realineándose con Arabia Saudí e Israel; es decir, alimentando ocupaciones, invasiones, guerras y conflictos que no podrá controlar y cuyas víctimas, como siempre, serán mayoritariamente “palestinas” plebeyas (y de paso algunos plebeyos estadounidenses y europeos que sufrirán las consecuencias del terrorismo renovado). Obama fue una maldición para Siria, porque se la entregó, junto con Iraq, a los rusos y los iraníes, pero evitó o retardó otros males; Trump es una maldición para los sirios y además para toda la región y para el mundo entero, incluidos los propios EEUU.

La tercera reflexión tiene que ver con las “líneas rojas” que Trump, al parecer, ha cruzado. Algunos dicen que, después de todo, la Jerusalén ocupada era de hecho la capital de Israel, que sobre el terreno no cambia nada, que su declaración es puramente “simbólica”. Eso es verdad, a condición de que tengamos en cuenta lo que quiere decir “simbólico” en este caso (o en todos los casos: ¿podemos representarnos lo que hubiera significado un reconocimiento estadounidense de la “república catalana”?). No olvidemos que los palestinos, privados de todo su territorio por la ocupación y colonización israelí (como prefiere llamarla Ilan Pappé), no pueden ya disputar otro territorio que los “símbolos”. Y no me refiero a los símbolos religiosos, frágil nitroglicerina que Trump y Netanyahu quieren hacer estallar, sino a los nombres de las cosas; a la “formalidad”; a las leyes internacionales como último suelo patrio al que aferrarse.

Es muy importante. No se trata de que el reconocimiento de Jerusalén como capital sea ilegal. Todo es ilegal en Palestina desde hace 70 años. Es ilegal la ocupación de territorio no incluido en el injusto reparto original; son ilegales las colonias; es ilegal el muro; es ilegal el bloqueo de Gaza; es ilegal la prohibición de retorno de los refugiados. Todas estas ilegalidades han sido tácitamente consentidas, cuando no promovidas bajo cuerda, por esa alianza interestatal contra la justicia encabezada desde 1967 por EEUU. Por lo demás, también lo sabemos, no había ningún “proceso de paz” en curso o ninguno digno de ese nombre; y la solución de los dos Estados estaba muerta desde Oslo. No se trata de esto.

Decíamos más arriba que la potencia “simbólica” de Palestina residía en su poder para revelar el fracaso, siempre actual, del orden jurídico internacional, pretendidamente pacífico, democrático y de derecho, surgido de la segunda guerra mundial. Trump, asumiendo públicamente –formalmente, simbólicamente– la ilegalidad que hasta ahora EEUU se había limitado a consentir, asume como un hecho ese fracaso, declara en Palestina el fin material de ese orden y el establecimiento de un “estado de naturaleza” o “de guerra” en el que el Estado de Israel se yergue, incluso formalmente, como el único Estado posible, pasado, presente y futuro, en la tierra de Palestina. Todos sus predecesores sabían muy bien lo que estaba en juego y evitaron con prudencia este paso; y no es una exageración hablar de una nueva Nakba para los palestinos. Trump ha robado a los palestinos su última tierra: el nombre de Al-Quds, la legalidad nombrada y siempre escamoteada. Trump ha matado el nombre mismo de la paz y todos pagaremos las consecuencias.

Un medio satírico francés escribía: “Trump apoya la solución de dos Estados: uno judío y otro americano”. Por desgracia la región crepita de estados: estados fallidos, estados a punto de fallar, estados demasiado exitosos, estados armados hasta los dientes por Europa y EEUU. No sé si podemos medir lo que significa que Palestina vuelva de pronto al centro de la atención de este modo y en este contexto. Decía al principio que casi todo el mundo apoya a o simpatiza con Palestina. Esto quiere decir que en Oriente Próximo gente muy distinta, con proyectos muy diferentes, están de acuerdo contra Israel y su empresa colonial en pleno siglo XXI.

Los yihadistas tienen razón en Palestina, Hamas tiene razón en Palestina, los nacionalistas árabes tienen razón en Palestina, Irán y Hizbullah –ocupantes de Siria y asesinos de “palestinos” sirios– tienen razón en Palestina; como la tiene la gente normal que quiere un poco de justicia social y democracia en Palestina y en toda la región. Que una Palestina ya sin esperanza, en el nuevo avispero regional, se convierta otra vez en el campo de batalla donde se combaten asesinos que tienen razón y asesinos que no la tienen deja fuera de juego definitivamente las aspiraciones de paz, democracia real y justicia social expresadas hace siete años. Ese es el verdadero acuerdo interestatal que Israel y Arabia Saudí, mientras les hacen la guerra, han firmado con sus enemigos.

¿Quien gana? Únicamente Israel, al que sólo le preocupa el tiempo, y –a corto plazo– las otras “dictaduras árabes”, incluidas la rusa y la iraní, enconadas en la nueva “geopolítica del desastre”. ¿Quién pierde? Por supuesto los palestinos, expuestos de nuevo a las balas y bombardeos israelíes y alejados como nunca de su sueño de liberación, pero también –pues Palestina es el símbolo y la matriz de todo orden, existente o futuro– la posibilidad de un nuevo acuerdo interestatal fundado en el respeto a los Derechos Humanos y, por lo tanto, en la descolonización completa de Oriente Próximo. No sirve de nada decirlo, salvo porque las palabras son también reales: Europa, responsable original de este desastre y que pagará caras las consecuencias, no hará nada en esta dirección.

MIÉRCOLES 13 DE DICIEMBRE DE 2017 – COMCOSUR
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4) "La intervención de Arabia Saudí en Yemen es un desastre y una catástrofe"
Entrevista con Mariela Cuadro, Licenciada en Sociología y Doctora en Relaciones Internacionales
Leandro Albani (Resumen de Medio Oriente)

Si algo faltaba para que la espiral de violencia, crisis humanitaria y desgobierno se profundice en Yemen, era que se produjera una muerte impactante. Y esa muerte ocurrió el lunes pasado, cuando los medios de comunicación informaron que Ali Abdulah Saleh, ex presidente del país, había sido alcanzado por un bombardeo que terminó con su vida.

Saleh dirigió Yemen con mano de hierro desde la reunificación del país, en 1990, hasta que en 2011 las masivas protestas que cruzaban a Medio Oriente llegaron a Saná, capital del país. Saleh, un dirigente hábil y pragmático, siempre se mantuvo cerca a Arabia Saudí, con la cual Yemen comparte una extensa frontera.

El ex mandatario, frente a las protestas del 2011, dejó el poder apañado por la Casa de Saud, y accedió al Ejecutivo su entonces vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur Al Hadi. Al mismo tiempo, la tribu houthi y su brazo político-militar, el movimiento Ansarolá, desencadenó una fuerte lucha por el poder. En marzo de 2015, la monarquía saudí decidió la invasión militar de Yemen para detener el avance de Ansarolá. La operación militar saudí, que dura hasta estos días, convirtió a Yemen en un infierno: más de 12 mil muertos, 20 mil heridos, un país sumido en una epidemia de cólera incontrolable y la infraestructura de la nación, que siempre fue la más pobre de Medio Oriente, totalmente destruida.

Para desentrañar las incógnitas de la situación en Yemen dialogamos con Mariela Cuadro, Licenciada en Sociología y Doctora en Relaciones Internacionales, profesora de la Universidad de San Martín y coordinadora del Departamento de Medio Oriente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

“La política interna yemení es complicada –afirma Cuadro-, y a eso se agrega, por supuesto, la continua intervención de distintas potencias regionales e internacionales. Básicamente, estamos hablando de los países del Golfo Pérsico, sobre todo Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), y por el otro lado está Irán”. Para la investigadora, comprender la política interna yemení no es tarea fácil, “porque tienen ciertas relaciones internas muy ligadas a relaciones de poder entre tribus, que hacen difícil para nosotros, que estamos más acostumbrados a otro tipo de identidades, poder entender del todo lo que sucede”.

-¿Cómo analizas lo que sucedió con el ex presidente Saleh?
-En primer lugar hay que tratar de explicar quién era Ali Abdulah Saleh, que fue presidente de Yemen desde 1991 hasta el 2011. Yemen antes estaba dividido en el sur y el norte, y en 1991 se unificó y, desde ese momento, Saleh fue presidente. En 2011, en toda la región que se denomina como mundo árabe, hubo una serie de revueltas populares, incluido Yemen. Saleh es invitado a retirarse de la presidencia. Me parece que acá es donde empiezan un poco las complicaciones. Se tiende a escuchar que la Primavera Árabe fue una suerte de grito de los pueblos por la democracia y un grito popular espontáneo, pero no fue tan así, sobre todo en Yemen. Lo que hubo fue mucha incentivación de estas revueltas populares por parte de un grupo que se llama Alianza de las Tribus Yemeníes (ATY). Esta alianza estaba liderada por una de las tribus, que lo que querían era enfrentarse a Saleh para sacarle el control sobre la producción de petróleo y los medios de comunicación. Hubo mucha participación de grupos económicos concentrados, que intentaron sacar del medio a Saleh, de manera tal de quedarse con el negocio. La ATY se vincula con los Hermanos Musulmanes de Yemen, que se llaman Islah. Y estos dos grupos fueron los que más alentaron las revueltas populares en el país. Cuando se ve que esta situación se va de las manos, Arabia Saudí reúne al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y arman una salida negociada para Saleh. Le dicen que se iba a ir de la presidencia y en su lugar iba a asumir su vicepresidente. Desde ese momento, Hadi es el nuevo presidente, sin embargo nunca pudo gobernar, porque inmediatamente a esta alianza de tribus y el Islah, que pusieron a Hadi en el poder, se le opusieron los houthis, que es una tribu del norte, y el propio ex presidente Saleh, que no quedó para nada contento con lo que había sucedido. Sintió que lo habían traicionado y, por lo tanto, se alió con los houthis. Esta alianza fue muy importante y exitosa, porque Saleh tenía el apoyo del ejército yemení. Esta alianza empezó a tomar poder y de hecho tomaron Saná.

-En medio de esta situación, Arabia Saudí decide bombardear Yemen.
-Una vez que los houthis y Saleh toman Saná, Arabia Saudí afirma que los houthis están apoyados por Irán. Además hay que imaginarse el mapa de Yemen: Arabia Saudí tiene toda la frontera sur, que es muy grande, con Yemen. Históricamente, Arabia Saudí ha tenido un papel muy fuerte en la política de Yemen. De hecho, Saleh fue apoyado por los saudíes durante los 30 años de su gobierno. En el marco de que los houthis empiezan a tomar poder, porque Saleh y el ejército yemení se unen a ellos, Arabia Saudí interviene. Esta intervención es un desastre y lo único que ha llevado es a una catástrofe y al gasto por parte de Arabia Saudí. Es importante pensar que esta intervención no es solo liderada por Arabia Saudí, sino por quien es el príncipe heredero, Mohamed Bin Salman, un personaje muy relevante y que está marcando profundos cambios en las políticas del reino, una política que se ha mantenido sin cambios desde el año 1932. Pero viene este muchacho y trata de imponer un montón de cambios. Esta intervención militar es la guerra de Mohamed Bin Salman. Si Mohamed Bin Salman quiere hacerse con el trono en Arabia Saudí tiene que ganar esta guerra, porque sería un golpe muy fuerte si no lo hace. Y la verdad es que no la está ganando. Por lo menos, se puede decir que están en un empate técnico, pero lo único que generó es gasto y más gasto, más allá de la terrible situación humanitaria en Yemen.

-¿El gasto de la invasión a Yemen repercute dentro de Arabia Saudí?
-Cualquier país del mundo que tenga que sostener una guerra durante dos años y medio tiene repercusiones. Es la primera intervención militar saudí abierta, que dirige y lidera. Y es importante en términos simbólicos, no solamente económicos. Cualquier intervención que dure este tiempo conlleva un gasto gigante. Hay que recordar que esta intervención comenzó en el marco de un precio del barril de petróleo muy bajo para Arabia Saudí, por lo cual todavía tiene que remontar un déficit que le quedó desde ese momento. Además, tiene otra pata problemática en término económicos: el príncipe heredero está con todo un plan de reformas muy profundas, que nosotros podríamos entender como una neoliberalización de la economía. Uno de los pilares de este plan radica en disminuir el gasto del Estado, lo que nosotros llamamos ajuste. Quieren retirar al Estado y que deje de tener un peso tan fuerte, y empezar a privatizar, que tengan un rol mayor las empresas privadas. Con lo cual, todo este gasto gigante del Estado en la intervención a Yemen es absolutamente contradictorio con el objetivo de Mohamed Bin Salman. Por otro lado, el plan tiene como otros de los pilares las inversiones extranjeras. Pero en un marco en el que el país está rodeado por guerras e intervenciones militares, es más complicado que lleguen las inversiones extranjeras. Por parte de Mohamed Bin Salman existe, tanto en términos simbólicos como políticos y económicos, cierta urgencia de ponerle punto final a esta guerra, que no le ha traído más que dolores de cabeza, porque no obtuvo la victoria que esperaba lograr en muy poco tiempo. Eso no sucedió y ahora están estancados en Yemen.

-Frente a la situación interna en Yemen, ¿se puede pensar en una resolución a mediano plazo?
-Creo que no. Como todos los conflictos en Medio Oriente, lo único que está sucediendo es una profundización de ellos. Y cuanto más intervienen las potencias extranjeras es peor. Lo que vamos a ver es una suerte de desorden, porque hasta ahora existían un montón de grupos, pero había un cierto orden. Estaban los houthis y Saleh por un lado, supuestamente apoyados por Irán; por el otro lado estaba el presidente Hadi, apoyado por Arabia Saudí y EAU. Emiratos Árabes Unidos es un país al que no se le presta la suficiente atención, pero es un jugador fundamental en las relaciones de poder en Medio Oriente. EAU no está contento con Hadi y fue uno de los grandes artífices de que Saleh rompiera su alianza con los houthis, que es lo que llevó a su asesinato. Arabia Saudí está con mucha urgencia de salir, pero el tema es en quién se apoya a nivel interno. Hay que ver si el rol que ocupaba Saleh es posible que lo ocupe algún seguidor. En esta ecuación, Hadi está quedando bastante afuera y no va a cumplir un rol importante, por lo menos en Yemen. Habrá que ver quién va a tomar la posta que dejó Saleh. Suenan algunos nombres, entre ellos el hijo de Saleh (Ahmed Alí), pero que no tiene la misma relación personal que tenía su padre con los miembros del ejército. Por ahora va a haber un momento de transición hasta que se vuelvan a acomodar un poco las fichas. En este momento de transición la catástrofe humanitaria se va a profundizar. A mediano plazo no veo un buen futuro para Yemen y para la pobre gente que vive en el país. Desde una lectura muy política, académica y despojada, pienso que el único que podía destrabar esta situación era Saleh aliándose con Arabia Saudí y EAU. Si esa alianza se recompone con algún sucesor de Saleh me parece que se puede esperar que vuelva a existir un control central y una posible derrota de los houthis. Pero por ahora, los houthis están en mejor posición, porque son la única fuerza interna bien ordenada.

MIÉRCOLES 13 DE DICIEMBRE DE 2017 – COMCOSUR
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5) Zimbabue sin Mugabe pero con China
Rubén Montedónico (Telesur)

Un golpe de Estado incruento (se lo califica de pronunciamiento aunque se trató de un estado deliberativo militar) del 14 de noviembre en Harare, derivado del cual se puso fin al gobierno de Robert Mugabe -presidente por 37 años consecutivos- obligó a las cadenas noticiosas a destacar a la República de Zimbabue, país del sureste de África de mayoría negra (98,8%), sin salida al mar, encerrado entre Botsuana, Zambia, Sudáfrica y Mozambique, conocido en el pasado como el área colonial británica de Rhodesia del Sur.

A partir de 1980 este territorio se independizó y adoptó el nombre de República de Zimbabue y siempre sus comicios fueron ganados por la Zanu (Unión Nacional Africana de Zimbabue); a partir de diciembre de 1987 Robert Mugabe fue el primer presidente ejecutivo del país, reelecto repetidamente hasta la última votación de 2013. Las repetidas renovaciones fueron objetadas -acusadas de fraudulentas- a partir de 1996.

Harare –capital, asiento de los poderes y antigua ciudad colonial rhodesiana de Salisbury – consideró que las presiones que se ejercieron sobre el gobierno de Mugabe procedían de Occidente y resultaron ser consecuencia del relacionamiento privilegiado que mantiene el país con China y las tensiones que se generan en el campo internacional con Estados Unidos (EE.UU.). En el caso de esta nación se sostiene que el contencioso sino-occidental es por el acceso a las riquezas minerales del subsuelo.

Aunque desde 1991 la Zanu abandonó oficialmente las ideas socialistas, realizó una reforma agraria sobre la base de expropiar al uno por ciento de la población blanca poseedora del 70% de las tierras de cultivo, que el estado distribuyó y adjudicó, lo que generó polémica y amplias críticas internacionales e internas que objetaron la transparencia de los actos.

El golpe de estado repuso a quien había sido vicepresidente -destituido poco antes del 14 por Mugabe- como presidente interino. Emmerson Mnangagwa, que regresó de Sudáfrica -donde se refugió en su huida de unos días-, fue puesto al frente del gobierno por el movimiento castrense que él auspició, convalidando la acción al indicar que la "intervención se debió a que la Zanu estaba copada por contrarrevolucionarios que le estaban haciendo mal al pueblo”. En resumidas cuentas, Mugabe renunció primero como líder del oficialismo el 19 y el 21 como presidente. Mnangagwa, de 75 años, aliado y compañero de armas de Mugabe, nuevo líder del Zanu, ya ocupó varias carteras -Seguridad, Inteligencia y Justicia-, ha sido considerado el sucesor de Mugabe y se lo caracteriza por su extrema crueldad con los opositores, de ahí que lo apoden Cocodrilo.

El mundo político africano y en particular el zimbabuense, apuntan que Gucci Grace -como le dicen a la “ex primera dama” y esposa de Mugabe- hizo nacer el movimiento castrense, promoviendo la lealtad de éstos hacia Mnangagwa para cerrarle el paso a que ella se hiciera con el gobierno en sustitución del anciano mandatario, su marido. Mientras el más alto jefe militar del país, Constantino Chiwenga, declaraba que la tropa emprendería la labor de terminar con las purgas en el aparato gubernamental ordenadas por Mugabe y su esposa, se desconoce la suerte corrida por Gucci y los tres hijos que procreó con Mugabe, 41 años mayor que su consorte. Se dice que la señora posee, entre otros muchos negocios, una gran explotación agraria en las afueras de Harare.

En una nación -que como otras del continente- fue objeto del dominio colonial, el saqueo de sus riquezas y la población diezmada y sometida a esclavitud por los mercaderes de las potencias europeas; que recién obtuvo la independencia en la segunda postguerra del siglo XX, a pesar de ser el país más alfabetizado de África (91%), de sus poco más de 10 millones y cuarto de habitantes, unos 6,5 millones sólo han tenido un presidente: Mugabe. Ellos conocen -en el mejor de los casos- únicamente antiguas referencias acerca del hijo del carpintero ebanista, del docente, del preso de la época colonial -condenado en su tercera prisión a 10 años de reclusión, la que cumplió totalmente, tiempo en el cual obtuvo, por correspondencia, el título de abogado. Se consignó de su carta de dimisión que “renuncié para permitir una transferencia de poder tranquila”, que al ser leída en el Congreso la acogieron con aplausos.

“Mugabe ya es historia. Por desgracia, destruyó cualquier legado que hubiera podido dejar hace 20 años”, opinó el legislador opositor blanco Eddie Cross. “Ahora lo recordarán como el hombre que destruyó nuestra agricultura, llevó el hambre a la mayoría de los hogares y permitió que colapsara la economía más diversificada de África”.

Las exportaciones agrícolas, minerales y el turismo constituyen la principal vía de ingreso de divisas. Zimbabue es -por otra parte- el país con mayor dinámica comercial con Sudáfrica en el continente. La actual crisis de su economía nacional se atribuye, principalmente, a mala gestión y a corrupción gubernamental. La descripción precedente no olvida tampoco que en materia de derechos humanos tanto Mugabe como el actual presidente interino desconocieron, atropellaron y vulneraron cuanto pudieron, con cárcel y torturas, a los opositores al régimen.

Al gobierno de Zimbabue se le achaca que en los últimos años los ingresos de la mayoría de los trabajadores cayeron 66%; la producción agrícola se redujo en idéntico porcentaje: la industria disminuyó 80% y sólo uno de cada diez entre la población económicamente activa tiene empleo formal. Lo anterior no contabiliza que de acuerdo con algunas fuentes millones de operarios calificados emigraron buscando mejores horizontes.

David Coltart, también de la minoría blanca, formado en Sudáfrica, perteneciente a la derecha y opositor al gobierno, agradeció a las fuerzas armadas por el golpe y tras la eliminación del presidente y su pareja, les dijo: “Nuestro mensaje a los militares debería ser `gracias por arreglar el desastre que crearon, pero ahora deben regresar a los cuarteles lo antes posible y no involucrarse nunca más en un proceso electoral’ ”. Y añade: “Nosotros y la comunidad internacional, debemos dejarle bien claro al ejército de que no tienen que cumplir ningún papel en las elecciones, más que asistir a la policía en el mantenimiento de la paz”.

Sin embargo, aunque más no sea como apunte inicial, no hay que olvidar a un actor emergente pero poderoso que modifica la correlación de fuerzas en África y al que ya mencionamos: China. La cuestión del “nuevo colonialismo” -de que se habla- si lo es, se tiene de él una percepción distinta al del pasado practicado por las potencias europeas, que se dedicaron a explotar el continente africano y masacrar a la población. La forma en que emprende el intercambio comercial China se fundamenta en que siendo el país más poderoso del mundo comercialmente, pudiendo efectuar negocios a su gusto, en cambio prové y financia infraestructuras e invierte en países subdesarrollados.

La disputa sino-estadunidense por África se puede sintetizar de la siguiente forma: en 2008, EE.UU. invirtió en el mencionado continente 104 mil millones de dólares y bajó a 94 mil 300 en 2011; China en 2000 realizó intercambios por 9 mil millones y en 2011 por 127 mil millones de dólares.

Como se señala, el matrimonio de China con África da pie para la admiración y, asimismo, para la crítica, por partes iguales, habiendo muchos desconfiados acerca de esas uniones. Está claro que los tiempos cambian y ciertas formas también; no debe extrañar que los dirigidos por Xi Jinping tengan en África comportamientos diferentes a los habidos antes, pero lo invariable es que la resultante tiene principios similares.

MIÉRCOLES 13 DE DICIEMBRE DE 2017 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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