1) Tras 40 días de huelga de hambre, los presos palestinos alcanzaron su objetivo. Pero la lucha continúa
2) El retorno de Karl Marx para entender lo que está pasando en el capitalismo avanzado
3) Reino Unido minimizó las matanzas cometidas por Mugabe en Zimbabue para proteger sus intereses
4) Trump en el Medio Oriente: Cuando la paz es un bien comercial
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COMCOSUR / POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 17 / Nº 822 / Miércoles 31 de mayo de 2017 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra y combatir ese monopolio es una tarea central.” — Emir Sader
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1) Tras 40 días de huelga de hambre, los presos palestinos alcanzaron su objetivo. Pero la lucha continúa
María Landi (Desinformémonos)
Hasta este sábado 27, mi columna mensual comenzaba así:
Mientras escribo estas líneas, miles de familias palestinas, y en especial miles de mujeres, entraron en el mes de Ramadán con una angustia que les hace intolerable el diario vivir −aun para ellas, que a lo largo de todo su ciclo vital no han conocido un solo día de normalidad y paz, gracias a esa eficaz maquinaria destinada a hacer de sus vidas un infierno cotidiano: la ocupación israelí.
No hace falta mucha empatía para comprender lo que están viviendo: imagínate que tu ser más querido –tu hijo, tu pareja, tu padre− está encerrado en una celda, alimentándose sólo con agua y sal desde hace 40 días, sin poder comunicarse con sus compañeros, con su familia, con su abogada, rodeado solamente por guardias enemigos que lo hostigan y maltratan cotidianamente para quebrarlo y hacerlo desistir de su justa protesta. No sabes cómo se siente, cuántos kilos ha perdido, qué síntomas y dolores le provoca el ayuno prolongado: ¿estará vomitando u orinando sangre? ¿Soportará los dolores viscerales? ¿Tendrá algún órgano vital seriamente afectado?, y de ser así, ¿será reversible? Y a pesar de tu desesperación y angustia, no tienes adónde reclamar, a quién exigirle que ponga fin a esta situación antes de que sea demasiado tarde.
¿Qué familia palestina no tiene un integrante (o varios) en la cárcel? Conozco a muchas de esas mujeres; he visitado sus casas, he tomado té dulcísimo conversando con ellas sobre su espíritu de sumud (su paciencia y tenacidad para resistir y permanecer en su tierra); he visto las fotos de sus hijos presos o mártires (o ambos) en las paredes de la sala; he cosechado aceitunas con ellas, riendo y sudando bajo el implacable sol de octubre; he admirado sus jardines cuidados y sus bordados tradicionales, asombrada de su capacidad de producir belleza en medio de tanta muerte y horror. Y mi corazón está destrozado, como el de ellas. Mis hijos no están en la cárcel, pero puedo imaginar cómo me sentiría si esos seres que adoro estuvieran agonizando a manos de un enemigo cuyo único propósito es destruirlos.
Cuando ya estaba terminando el texto, sin embargo, llegó la noticia de que los presos habían levantado la huelga de hambre por Libertad y Dignidad, tras 40 días y 20 horas de negociaciones. Según informaron las organizaciones de apoyo a las y los prisioneros, el acuerdo alcanzado contempla la gran mayoría de las demandas de los presos −que de hecho constituyen obligaciones legales de Israel bajo el derecho internacional−: habrá dos visitas familiares de 60 minutos al mes (en lugar de una de 45); se permitirá la visita de familiares de segundo grado (nietos, abuelas) y contacto físico una vez al año; se instalarán teléfonos públicos para mejorar la comunicación de las mujeres presas con sus hijos, y de los presos menores y los enfermos con sus familias; habrá mejoras en la alimentación y el acceso a ropa y bienes básicos; los presos enfermos podrán ser examinados por médicos independientes, y el hospital de la prisión de Ramle volverá a su antiguo edificio, más amplio y con espacio de recreación.
Parece increíble que 1.500 prisioneros tengan que llegar al extremo de poner sus vidas en peligro con un ayuno de 40 días para que las autoridades penitenciarias de “la única democracia de Medio Oriente” accedan a simplemente cumplir con su deber.
Habría que preguntarse por qué, de una total intransigencia y hostilidad, el régimen pasó a negociar con los dirigentes de la huelga y aceptar la mayoría de sus demandas −aunque es probable que la detención “administrativa” (sin cargos ni juicio y por tiempo indefinido) seguirá siendo práctica corriente. A lo largo de toda la huelga los presos enfrentaron una dura represión por parte de las autoridades penitenciarias: se les negó toda visita familiar y la mayoría de las visitas legales, se les trasladó repetida y abusivamente de una cárcel a otra, se les confiscaron sus pertenencias (incluida la sal que tomaban con agua para preservar su vida) en violentas requisas diarias.
Los prisioneros respondieron a la brutalidad de sus carceleros con entereza y determinación. No estaban solos en su lucha: sus madres y familiares llenaron las plazas y carpas de solidaridad en cada ciudad, aldea y campo de refugiados de Palestina. Muchas madres hicieron su propia huelga de hambre para acompañar a sus hijos. La gente resistió la represión de las fuerzas de ocupación en las calles, hubo decenas de heridos y hasta un joven pagó con su vida la solidaridad con los presos.
A medida que la huelga se extendía en el tiempo, la salud de los huelguistas empezó a deteriorarse, con cuadros de gravedad: muchos empezaron a vomitar u orinar sangre, experimentaron desmayos, fatiga severa y pérdida de más de 20 kilogramos de peso. El 24 de mayo, decenas de prisioneros fueron repentinamente trasladados a hospitales, incluyendo el popular líder de la protesta, Marwan Barguti.
Mientras el gobierno israelí mantenía una veda informativa sobre el estado de salud de los huelguistas, aumentaban las expresiones de preocupación y la presión internacional para que atendieran sus demandas: reconocidas organizaciones de derechos humanos internacionales dirigieron una carta abierta al Secretario General de la ONU urgiéndolo a exigir a Israel que respetara los derechos humanos de los huelguistas. El Alto Comisionado de la ONU para los DD.HH. también expresó su preocupación, especialmente por las acciones punitivas de Israel contra los huelguistas, y condenó la detención administrativa. El Comité Internacional de la Cruz Roja, único organismo que pudo visitar a los presos en huelga de hambre, alertó sobre “las consecuencias potencialmente irreversibles para la salud; desde el punto de vista médico, estamos entrando en una fase crítica“. Parlamentarios, centrales sindicales y movimientos sociales se solidarizaron con la huelga, y cientos de miles de personas se movilizaron y protestaron en los seis continentes.
Es posible que esta presión, sumada a la dificultad de lidiar con cientos de presos hospitalizados, a la amenaza de una reacción popular en caso de que alguno muriera, justo al comienzo del sagrado mes de Ramadán, y la proximidad del 5 de junio –en que se conmemoran nada menos que 50 años de la ocupación de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este (y los Altos del Golán sirios)− haya llevado al gobierno israelí a considerar necesario ‘desactivar’ la protesta antes de que se saliera de control dentro y fuera de las cárceles.
No obstante, habrá que monitorear muy de cerca el cumplimiento de los compromisos asumidos, porque Israel tiene un largo historial de acuerdos incumplidos con el pueblo palestino, y en particular con los presos y presas. En mayo de 2012, el régimen se comprometió, tras una huelga de hambre masiva en las cárceles, a poner fin a la detención “administrativa” y el aislamiento, y a facilitar las visitas familiares. Cinco años después, hay cerca de 600 presos en detención administrativa (muchos en total aislamiento), 500 menores de edad y cientos que llevan años sin ver a sus familias (sobre todo de Gaza).
Esta medida de lucha, a diferencia de otras anteriores, fue asumida desde el comienzo por todo el espectro político palestino, y contó así con un amplísimo apoyo popular. Por eso la victoria más importante de esta huelga fue el mensaje de unidad que salió de las cárceles, puesto en práctica cuando los presos resistieron con firmeza los intentos divisionistas, exigiendo que las autoridades negociaran con los líderes electos.
El poder de la unidad para confrontar a los ocupantes quedó demostrado dentro de las cárceles y se transmitió a las calles. Una vez más, el movimiento de los prisioneros se volvió el corazón de la resistencia palestina, y su liderazgo moral. Como señaló el colectivo de apoyo a las y los presos palestinos Samidoun, esta huelga no fue sólo por visitas familiares, atención médica y derechos humanos básicos: fue, fundamentalmente, una afirmación de la unidad de la resistencia palestina, de su rechazo al ocupante y su decisión de luchar no sólo por demandas específicas, sino por la liberación.
La esposa de Marwan Barguti publicó el jueves 25 una conmovedora columna en Newsweek, combinando la denuncia con el testimonio personal. Al referirse a las restricciones inhumanas que Israel impone a las familias para visitar a sus presos, Fadwa reveló que no ha podido tocar a su compañero por más de 15 años, y que sueña con poder abrazarlo. “Marwan y yo hemos estado casados por 32 años, y durante ese tiempo él ha pasado más años en prisión que a mi lado. Ha estado luchando contra la ocupación de Palestina por más de 40 años; 22 de ellos estuvo en la cárcel, y otros 7 en el exilio tras ser deportado por Israel.”
“Marwan me dijo hace 32 años, justo antes de casarnos, que mientras estuviéramos bajo la ocupación dedicaría su vida a la lucha por la libertad. Él ha cumplido su promesa al pueblo palestino, y es por eso que confían en él. Pero también me prometió que tan pronto termine la ocupación podremos disfrutar de lo que toda persona busca y merece: una vida normal.”
Por su parte, el Comité Nacional Palestino (BNC) que lidera el movimiento global de BDS, manifestó el 26 de mayo: “El BNC pide una acción internacional inmediata para implementar un embargo militar exhaustivo sobre Israel, similar al impuesto contra el apartheid sudafricano en el pasado. Los organismos internacionales −incluidos los bancos, las corporaciones militares privadas, los centros de investigación, las universidades y los gobiernos− deben dejar de facilitar el desarrollo del aparato militar y de seguridad y la tecnología militar israelíes. Mientras los lazos militares continúen, la comunidad internacional está enviando efectivamente a Israel un claro mensaje de aprobación para continuar con sus severas violaciones del derecho internacional, incluyendo las violaciones de los derechos de los presos.”
Tras conocerse la noticia del fin de la huelga, Samidoun declaró: “Saludamos y felicitamos a los prisioneros por su victoria después de 40 días de sacrificio, firmeza y lucha sin fin. También saludamos y felicitamos a todas las personas que contribuyeron a esta victoria, a lo largo de Palestina, en los campos de refugiados vecinos, en las comunidades palestinas de todas partes y entre quienes luchan por la justicia y la liberación en todo el mundo. Al mismo tiempo, tomamos este momento como inspiración para continuar y redoblar nuestra acción organizada por la libertad de todos los prisioneros y prisioneras, de la tierra y del pueblo de Palestina.
De nosotras depende que así sea.
MIÉRCOLES 31 DE MAYO DE 2017 – COMCOSUR
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2) El retorno de Karl Marx para entender lo que está pasando en el capitalismo avanzado
Vicenç Navarro (Público)
En una de las columnas más conocidas del semanario The Economist, la columna Bagehot (a cargo de Adrian Wooldridge), se acaba de publicar un artículo en su número del 13 de mayo que sería impensable que apareciera en las páginas de cualquier revista económica de España de semejante orientación liberal a la que tiene tal semanario. En realidad, no solo en cualquier revista económica, sino en cualquiera de los mayores medios de información de este país (incluyendo Catalunya) tal tipo de artículo nunca podría haberse publicado.
Bajo el título El momento marxista, y el subtítulo Los laboristas llevan razón: Karl Marx tiene mucho que enseñar a los políticos de hoy en día, la columna Bagehot analiza el debate existente entre el dirigente del Partido Laborista del Reino Unido, el Sr. Jeremy Corbyn, y su ministro de Economía y Hacienda en la sombra, el Sr. John McDonnell, por un lado, y los dirigentes del Partido Conservador así como los rotativos conservadores Daily Telegraph y Daily Mail, por el otro. Definir tal intercambio como debate es, sin embargo, excesivamente generoso por parte de la columna Bagehot, pues la respuesta de los rotativos conservadores y de los dirigentes conservadores a los dirigentes laboristas es una burda, grosera e ignorante demonización de Marx y del marxismo, confundiendo marxismo con estalinismo, cosa que también se hace constantemente en los mayores medios de comunicación españoles, en su mayoría también de orientación conservadora o neoliberal.
Los aciertos de Marx según Bagehot, de The Economist
Una vez descartados los argumentos de la derecha británica, la columna Bagehot pasa a discutir lo que considera las grandes profecías de Karl Marx (y así las define) para entender lo que está ocurriendo hoy en el mundo capitalista desarrollado, señalando que muchas de sus predicciones han resultado ser ciertas. Entre ellas señala que:
1. La clase capitalista (que en la columna Bagehot se insiste que continúa existiendo, aunque no se utilice tal término para definirla), que es la clase de los propietarios y gestores del gran capital productivo, está siendo sustituida –como anunció Marx- cada vez más por los propietarios y gestores del capital especulativo y financiero, que Marx (y la columna Bagehot) consideran parasitarios de la riqueza creada por el capital productivo. Esta clase parasitaria es la que, según dicha columna, domina al mundo del Capital, siendo tal situación la mayor responsable del “abusivo” y “escandaloso” (término que Bagehot utiliza) crecimiento de las desigualdades. Los primeros han conseguido cada vez más beneficios a costa de todos los demás. Y para mostrarlo, el columnista del The Economist señala que mientras en 1980 los chief executives de las 100 empresas británicas más importantes ingresaban 25 veces más que el típico empleado de sus empresas, hoy ganan 130 veces más. Los equipos dirigentes de tales entidades inflaron sus ingresos a costa de sus empleados, recibiendo a la vez pagos (además del salario), de las empresas a través de acciones, pensiones y otros privilegios y beneficios. De nuevo, la columna Bagehot, señala que Marx ya lo predijo y así ocurrió. Es más, la columna Bagehot descarta el argumento que tales remuneraciones se deban a lo que el mercado de talentos exige, pues la mayoría de estos salarios escandalosos de los ejecutivos se los han atribuido ellos mismos, a través del contacto que tienen en los Comités Ejecutivos (Executive Boards) de las empresas.
Marx llevaba bastante razón
2. Marx y Bagehot cuestionan la legitimidad de los estados, instrumentalizados por los poderes financieros y económicos. La evidencia acumulada muestra que el maridaje del poder económico y político ha caracterizado la naturaleza de los Estados. La columna Bagehot hace referencia, por ejemplo, al caso Blair (dirigente de la 3ª Vía), que de dirigente del Partido Laborista, una vez dejado el cargo político, pasó a ser asesor de entidades financieras y de regímenes impresentables. En España podríamos añadir una larga lista de expolíticos que hoy trabajan para las grandes empresas, poniendo a su servicio todo el conocimiento y contactos adquiridos durante su cargo político.
3. Otra característica del capitalismo predecida por Marx –según la columna Bagehot- es la creciente monopolización del capital, tanto productivo como especulativo, que está ocurriendo en los países capitalistas más desarrollados. Bagehot señala como tal monopolización ha ido ocurriendo.
4. Y, por si no fuera poco, Bagehot señala que Marx también llevaba razón cuando señaló que el capitalismo por sí mismo crea la pobreza a través del descenso salarial. En realidad, Bagehot aclara que Marx hablaba de “inmiseración”, que es –según el columnista- un término algo exagerado pero cierto en su esencia, pues según tal columnista los salarios han ido bajando y bajando desde que empezó la crisis en 2008, de manera tal que, al ritmo actual, la tan cacareada recuperación no permitirá que se alcancen los niveles de empleo y nivel salarial de antes de la Gran Recesión en muchos años.
Es más, además de estas grandes predicciones, la columna Bagehot afirma que la presente crisis no se puede entender sin entender los cambios dentro del capital, por un lado, y el crecimiento de la explotación de la clase trabajadora, por el otro, tal como señaló Marx.
¿Se imagina el lector a algún gran diario español, sea o no económico, que hubiera permitido un artículo como este? The Economist es el semanario liberal más importante del mundo. Y promueve tal ideología. Pero algunos de sus principales columnistas son capaces de aceptar que, después de todo, Marx, el mayor crítico que ha tenido el capitalismo, llevaba bastante razón. Sería, repito, impensable que en este país, tan escorado a la derecha como resultado de una transición inmodélica de una dictadura fascista a una democracia tan limitada, no solo un rotativo liberal, sino cualquier mayor rotativo, publicara tal artículo con el tono y análisis que lo hace una de las mayores columnas de tal rotativo, firmada por uno de los liberales más activos y conocidos. Esta columna y la persona que está a cargo de ella, sin embargo, no se han convertido al marxismo. Pero reconocen que el marxismo –que en este país ha sido definido por algunas voces como anticuado, irrelevante o cosas peores- es una herramienta esencial para entender la crisis actual. En realidad, no son los primeros que lo han hecho. Otros economistas han reconocido esta realidad aunque, por regla general, tales economistas no se enmarcan en la sensibilidad liberal. Paul Krugman, uno de los economistas keynesianos más conocidos hoy en el mundo, dijo recientemente que el economista que mejor había predicho y analizado las periódicas crisis del capitalismo, como la actual, había sido Michał Kalecki, que perteneció a tal tradición.
Donde la columna Bagehot se equivoca, sin embargo, es al final del artículo, cuando atribuye a Marx políticas llevadas a cabo por algunos de sus seguidores. Confundiendo marxismo con leninismo, la columna concluye que la respuesta histórica y la solución que Marx propone serían un desastre. Ahora bien, que el leninismo tuviera una base en el marxismo no quiere decir que todo marxismo fuera leninista, error frecuentemente cometido por autores poco familiarizados con la literatura científica de dicha tradición. En realidad, Marx dejó para el final su tercer volumen, que tenía que centrarse precisamente en el análisis del Estado. Por desgracia, nunca pudo iniciarlo. Pero lo que sí que escribió sobre la naturaleza del capitalismo ha resultado bastante acertado, de manera tal que no se puede entender la crisis sin recurrir a sus categorías analíticas. La evidencia de ello es claramente contundente y el gran interés que ha aparecido en el mundo académico e intelectual anglosajón, y sobre todo en EEUU y el Reino Unido (donde se publica The Economist), es un indicador de ello. Pero me temo que lo que está ocurriendo en aquellas partes del mundo no lo verá en este país, donde los mayores medios de información son predominantemente de desinformación y persuasión.
MIÉRCOLES 31 DE MAYO DE 2017 – COMCOSUR
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3) Reino Unido minimizó las matanzas cometidas por Mugabe en Zimbabue para proteger sus intereses
Jason Burke (The Guardian)
Las autoridades británicas minimizaron la masacre de miles de disidentes a manos del presidente de Zimbabue Robert Mugabe en los años 80 con el objetivo de proteger sus intereses en el sur de África y su relación con el entonces nuevo gobernante de la antigua colonia, según ha revelado una investigación.
De acuerdo con miles de documentos obtenidos gracias a la ley de transparencia por Hazel Cameron, profesora de relaciones internacionales en la Universidad de St. Andrews, Escocia, autoridades británicas en Londres y en Zimbabue estaban “perfectamente al tanto” de las atrocidades, pero minimizaron continuamente su magnitud. Cameron describe la política como de “ceguera deliberada”. “El Gobierno británico pudo haber influido en las autoridades en Zimbabue pero dio prioridad a los intereses políticos y económicos. Pudieron haber tomado algunas medidas, pero prefirieron no hacerlo”, explica la profesora.
La llegada y los asesinatos de Mugabe
Mugabe llegó al poder en las elecciones celebradas en 1980 tras una guerra de guerrillas extenuante contra el Gobierno de la minoría blanca en lo que se conocía entonces como Rodesia. Su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico (Zanu-PF) obtuvo más del 60% de los votos.
En 1983, el nuevo líder lanzó una campaña masiva de represión en sectores de Matabeleland, corazón de la minoría étnica ndebele y bastión de su rival político, Joshua Nkomo. La operación, provocada por asesinatos aislados y ataques a la propiedad privada supuestamente a manos del partido político de Nkomo, estuvo encabezada por la Quinta Brigada del nuevo Ejército de Zimbabue y se presentó como una operación dirigida contra “bandidos”. Esta unidad militar había sido entrenada por especialistas militares norcoreanos y su lealtad a Mugabe llegaba al fanatismo.
Durante un periodo de nueve meses, la Quinta Brigada mató, torturó y violó a decenas de miles de civiles desarmados. En total, según creen los historiadores, murieron entre 10.000 y 20.000 personas en estas atrocidades y muchas más sufrieron daños físicos o psicológicos graves. Los nuevos documentos incluyen cientos de cables diplomáticos intercambiados entre Robin Byatt, el alto comisionado británico (equivalente a un embajador) en Harare, y autoridades en Londres. Estos documentos, afirma Cameron, revelan la actitud oficial de Gran Bretaña respecto a Zimbabue en los primeros meses de las masacres.
En un cable enviado el 24 de junio en 1983, Byatt señala: “Zimbabue es importante para nosotros, fundamentalmente por los grandes intereses económicos y estratégicos de Reino Unido y de Occidente en el sur de África y la posición central que tiene ahí Zimbabue. Otros intereses importantes son la inversión y el comercio… el prestigio y la necesidad de evitar un éxodo masivo blanco. [También] es un bastión contra el avance soviético”. Cuando el periodista Jeremy Paxman llegó a Zimbabue en marzo de 1983 para hacer un documental para la BBC, Byatt denunció que el periodista estaba adoptando “abiertamente una visión pesimista y sensacionalista”.
Cuando el entonces ministro de Exteriores británico, Geoffrey Howe, pidió la reacción del diplomático a un artículo publicado en Newsweek que describía de forma gráfica la violencia de la Quinta Brigada, Byarr afirmó que su autor tenía “reputación de sensacionalista”. “Por supuesto que el comportamiento de la Quinta Brigada ha sido cruel pero [altas autoridades militares británicas] tienen la impresión de que no está fuera de control”, escribió. Cuando la violencia de Matabeleland se intensificó, Byatt transmitió las acusaciones de matanzas lanzadas por políticos de la oposición en Zimbabue y comunicó a Londres que había recibido informaciones de actos de crueldad generalizada incluidos asesinatos, violaciones y tortura.
La mejor estrategia
Con los diplomáticos occidentales en Harare cada vez más preocupados, Byatt señaló confiado: “Nuestra mejor estrategia es seguir intentando ofrecer asesoramiento constructivo, en lugar de simplemente crítico, si lo que queremos es influir en las decisiones de Zimbabue”. La política de entablar relaciones amistosas con Mugabe estaba apoyada por los responsables del Ministerio de Exteriores. La campaña de violencia, conocida como Gukurahundi —una palabra local para el viento que separa la paja del grano—, continuó hasta 1984.
Jilly Byarr, esposa del ex alto comisionado, afirma que las críticas a su esposo, que está enfermo, están fuera de lugar y que la decisión de acercarse a Mugabe en lugar de enfrentarse a él salvó vidas. “Era muy importante mantener buenas relaciones. Las críticas agresivas no nos hubiesen llevado a ninguna parte. Simplemente no hubiese funcionado”, asegura.
“Mugabe acababa de empezar a recuperar la confianza en los británicos, y no se hubiese obtenido nada perdiendo esa confianza. Las matanzas simplemente hubiesen empeorado. Es inconcebible pensar que pudimos haber ayudado de alguna forma a las actividades de la Quinta Brigada”. Varios expertos afirman que la influencia de entonces de los extranjeros en Zimbabue era más limitada de lo que en ocasiones se sugería.
Stuart Doran, historiador y autor de un próximo libro sobre las atrocidades, señala: “El Gukurahundi estuvo liderado por Mugabe y el Zanu-PF de principio a fin. Esto fue un asunto interno pero no hay duda de que los británicos cometieron errores graves. En 1983, cuando comenzaron las masacres, miembros del Alto Comisionado se tragaron buena parte de la propaganda de Mugabe sin la reflexión adecuada. Se había convertido en un hábito… y no eran los únicos. Muchos otros diplomáticos occidentales hacían lo mismo”.
Impunidad en el Gobierno
Ninguno de los responsables ha sido castigado por las autoridades por los hechos de los ochenta. Entre los implicados hay muchos que hoy en día son destacadas figuras políticas del país. Mugabe ha celebrado recientemente su 93º cumpleaños y lleva en el poder 36 años.
Emerson Mnangagwa, el vicepresidente de 70 años, aparece en los nuevos documentos en una carta del magnate británico Roland ‘Tiny’ Rowland al embajador estadounidense. Rowland, cuyo conglomerado empresarial Lonrho tenía grandes inversiones en Zimbabue, escribió que estaba “absolutamente convencido” de que Mugabe conocía las atrocidades y denunció que Mnangagwa, entonces ministro de Seguridad, era “plenamente consciente” de ellas.
Mnangagwa, que niega cualquier responsabilidad en las matanzas de Matabeleland, es el favorito de muchos observadores para suceder a Mugabe tras su muerte. “Los supuestos responsables siguen al mando de la infraestructura política y militar de Zimbabue. Es muy difícil que los supervivientes y sus familias reciban algún tipo de justicia”, explica Cameron. Thembani Dube, superviviente de la masacre y activista de derechos humanos, afirma que la investigación “aclara el papel de cómplice del Gobierno británico de Margaret Thatcher”.
La reacción de las autoridades británicas y del Gobierno en ocasiones contrastaba con el de los diplomáticos estadounidenses, a pesar incluso de que la política oficial ha sido prácticamente la misma. George Shultz, el entonces secretario de Estado estadounidense, explica: “Las operaciones militares de la Quinta Brigada en Matabeleland lograron aterrorizar, intimidar y marginar a la gente de Matabeleland”.
Diplomáticos estadounidenses informaron de que el Ministerio de Exteriores británico priorizó “las relaciones bilaterales” con Zimbabue y se quejaron de que las autoridades británicas estaban “defendiendo en exceso lo que ha estado ocurriendo en Matabeleland”, describiéndolas como “prácticamente defensoras del Gobierno de Zimbabue”.
Masacres “exageradas”
En un artículo académico publicado recientemente detallando su investigación, financiada por la propia profesora, Cameron menciona un cable diplomático de Byatt en el que este apunta: “La Quinta Brigada está tratando a la comunidad campesina blanca (una parte importante de la cual es británica o de doble nacionalidad) de forma cuidadosa y correcta. Aunque a la comunidad no le gustan los métodos empleados, se siente aliviada de que su propia seguridad haya mejorado considerablemente como resultado del despliegue de la Quinta Brigada”. Esto, explicaba Byatt, es “el otro lado de la moneda” de las supuestas atrocidades.
Una de las mayores preocupaciones del Ministerio de Exteriores británico, aparte del bienestar de los ciudadanos británicos en la recién independizada Zimbabue, era el efecto en la opinión pública de Gran Bretaña de las informaciones sobre atrocidades. Destacados representantes que visitaron Zimbabue durante la ofensiva Gukurahundi no mencionaron las atrocidades en los informes parlamentarios a su regreso.
Cuando el príncipe Carlos se reunió con Peter Preston, entonces redactor de the Guardian, y con Donald Trelford, entonces redactor de the Observer y quien había publicado las atrocidades que él mismo había presenciado tras una breve visita a Zimbabue en 1984, el príncipe afirmó que el Ministerio de Exteriores le había dicho que “esas masacres en Matabeleland estaban exageradas”.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti
MIÉRCOLES 31 DE MAYO DE 2017 – COMCOSUR
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4) Trump en el Medio Oriente: Cuando la paz es un bien comercial
Robert Fisk (The Independen)
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
En Riad Trump no podía mencionar que la mayoría de los secuestradores del 11-S procedían o pertenecían al culto o fe suní, que fue la inspiración del Dáesh, ni qué país cortó cabezas con un entusiasmo parecido al de ISIS. (Respuesta: Arabia Saudí). Y cuando Trump llegó a Israel el lunes se enfrentó a un nuevo protocolo de la censura: no mencionar quién está ocupando las propiedades ajenas en Cisjordania o qué país está escandalosa y continuamente robando tierras -legalmente propiedad de árabes– solo y exclusivamente para judíos. (Respuesta: Israel).
Así que ¡bingo!, en la mayor alianza de Oriente Medio jamás creada en la historia, los saudíes y los otros dictadores árabes suníes, y el Presidente chiflado de Estados Unidos y el cínico primer ministro de Israel, todos estén de acuerdo en la identidad del país diabólico que todos ellos pueden maldecir con una sola voz, inspirador del “terrorismo mundial”, instigador de la inestabilidad de Oriente Medio, la mayor amenaza para la paz mundial: el Irán chií.
Así que a los pocos minutos de aterrizar en el aeropuerto de Tel Aviv -parte de cuyas pistas de aterrizaje en realidad se encuentra desde hace sesenta años en un terreno legalmente propiedad de árabes palestinos- los escribas de los discursos de Trump (porque Trump seguramente no puede escribir esto) fueron reproduciendo una vez más su odio a Irán, el “terror” de Irán, el complot de Irán, el continuo propósito de Irán de fabricar una bomba nuclear. Y todo esto cuando en Irán acaba de ser reelegido un presidente cuerdo que realmente firmó el acuerdo nuclear hace dos años que redujo sustancialmente la amenaza estratégica de Irán a Israel, a los árabes y a Estados Unidos.
“Nunca se debe permitir que Irán llegue a poseer un arma nuclear”, dijo el comandante en jefe de Estados Unidos. Irán “debe cesar su financiamiento mortal [sic], la formación y el equipamiento de los terroristas y las milicias”. Un marciano que también podría haber aterrizado en Tel Aviv al mismo tiempo seguramente concluiría que Irán fue el creador del Dáesh y que Israel ya estaba bombardeando a los crueles y violentos miembros del culto del califato islámico. Y los marcianos -sin duda más inteligente que el presidente de Estados Unidos- se sorprenderían mucho al descubrir que Israel ha estado bombardeando a los iraníes, los sirios y sus milicias, pero que nunca ha bombardeado al Dáesh.
No es de extrañar que Trump tratara de ceñirse a su guión preparado. De lo contrario podría hacer algo cuerdo como felicitar al nuevo presidente de Irán por su victoria electoral y por su promesa de adherirse al acuerdo nuclear; como exigir el fin de la ocupación y colonización israelí de tierras árabes; como decirle a los viejos y cansados dictadores y príncipes del mundo árabe que la única forma en que pueden librarse –ellos y Estados Unidos- del “terror” es mediante el tratamiento de su gente con dignidad y la protección de sus derechos humanos. Pero no, eso es demasiado sensible, justo y moral -y demasiado complicado- para un hombre que hace tiempo se cayó del borde de la realidad y entró en el mundo tuitero. Por lo tanto habló del “acuerdo definitivo” entre Israel y los palestinos, como si la paz fuera una mercancía que se compra o se vende. Como la que acababa de fijarse en Arabia Saudí: pistolas para el petróleo y dólares.
Pero entonces, sentado junto a Netanyahu, el hombre se saltó el guión. Para alivio de todos regresó a los horrores del acuerdo nuclear con Irán, el acuerdo que era “increíble”, “algo terrible” en que los EE.UU. habían entrado. “Les tiramos un salvavidas –a la vez que les dimos la posibilidad de continuar con el terror”-. La amenaza de Irán, dijo a Netanyahu, “ha obligado a la gente [sic] a juntarse de una manera muy positiva”.
Esto era realmente “increíble”. Trump, en su extraña inocencia, cree que el deseo del mundo suní de destruir al Irán chií y sus aliados es la clave para la paz árabe-israelí. Tal vez eso es lo que quería decir -si se refería a algo- cuando dijo que su visita marcó “una oportunidad única para llevar la seguridad y la paz a esta región, a su gente, a la derrota del terrorismo y la futura creación de la armonía y la paz” -un trocito estaba en el guión, por cierto- en lo que llamó “esta antigua y sagrada de la tierra”. Se refería a Israel, pero fue la misma frase que utilizó en Arabia Saudí y sin duda podría hacerlo en Suiza, Lesotho o, bien, en Corea del Norte si trajera alguna ventaja. O Irán, para el caso.
Quién sabe si Trump va a ser capaz de hacer frente a la colonización judía, el robo de tierras y al propio pequeño dictador de Palestina cuando encuentre a Mahmoud Abbas el martes. O a los derechos humanos. O a la justicia. Su discurso en el Museo de Israel, entonces, va a ser una maravilla si se aleja del guión. Pero las oportunidades están encerradas en la descripción: la unidad de los árabes suníes en su odio al Irán chií -él misericordiosamente dejará de lado los contextos de «sunní» y «shií» en caso de que así se preste para el juego-, las relaciones más estrechas entre los dictadores del Golfo y sus príncipes con la apropiación de tierras de Israel, la necesidad de los palestinos para poner fin a “terrorismo” contra sus ocupantes -la palabra “ocupantes” también debe dejarse fuera, por supuesto- y eterno, al fin, el amor sagrado de Estados Unidos a Israel para bien o para mal.
El domingo la CNN encabezó con un “reajuste” con los árabes. El lunes la BBC encabezó con un “reajuste” con Israel. Lo que ambos significaban -pero no se atrevían a decir- es que Trump cree que puede conseguir que los árabes e Israel destruyan el poder de Irán después de los terribles e importantes años de Obama. Eso significa “guerra”, de preferencia entre los musulmanes. El “acuerdo definitivo”, de hecho.
MIÉRCOLES 31 DE MAYO DE 2017 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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