«

»

ESENCIA DEL IMPERIO NEOLIBERAL

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL

REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS

AÑO 14 – Nº 678 / Lunes 7 de Julio de 2014

Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares

COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR

1994 – 19 de junio – 2014

HOY:

1) Esencia del imperio neoliberal – I

2) Cuba y Estados Unidos: algo está cambiando

3) ISIS los despojos del “Gran Botín” en Medio Oriente

4) Monsanto después del algodón

_________________________________________________________

“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que

niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo

hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese

monopolio es central.” Emir Sader

_________________________________________________________

1) Esencia del imperio neoliberal – I

Alberto Rabilotta (Alai)

Destrucción social y caos mundial

Es difícil no sentir que el mundo, la humanidad y nuestra madre
tierra, están siendo empujadas a la catástrofe por el imperio
neoliberal, o sea Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados de la OTAN.
Esto es tan válido si hablamos de la naturaleza, de la acelerada
extinción de especies y el recalentamiento global, como de las
sociedades, o mejor dicho de lo que de ellas resta en tantos
Estados-naciones que se han dejado o están siendo empujados a
despojarse de toda soberanía nacional y popular.

Este caos actual es el producto de las políticas de un imperialismo
que desde el derrumbe de la Unión Soviética trata de mantener un
orden unipolar para instaurar mundialmente y sin alternativa de cambio
el neoliberalismo, hacer realidad el “no hay otra alternativa” de
Margaret Thatcher.

Pero, como quedó demostrado cuando EE.UU. fue forzado a cambiar su
política de agresión en Siria, a partir de septiembre del 2013, la
unipolaridad ya no es posible no solo por el activo papel que juegan
dos grandes potencias, como lo son Rusia y China, sino por la mayoría
de países en el mundo que apoyan el retorno a un multilateralismo y
se oponen a perder la soberanía nacional y popular que les permita
adoptar sus propias políticas socioeconómicas e integrarse
internacional o regionalmente de manera compatible con sus legítimos
intereses nacionales.

La unipolaridad ya estaba comprometida por la constatación en el
Oriente Medio, África y Asia de que EE.UU. y sus aliados provocan
guerras que no ganan –Afganistán, Irak, Libia y Siria-, pero que
siempre dejan el caos, muertes, refugiados, miseria y destrucción
económica y social.

En el 2011 los dos principales aliados del imperio en el Oriente
Medio, Israel y Arabia Saudita, criticaron abiertamente a Washington
por no haber lanzado una guerra contra Irán y haber permitido el
derrocamiento del presidente Mubarak en Egipto, haciéndole llegar al
presidente Barack Obama el mensaje de que «no se abandona a los
aliados«. Todo el mundo, y en primer lugar los aliados de Washington,
saben que las guerras que lanzan EE.UU. y sus aliados no se ganan, que
destruyen países, economías y sociedades, y dejan el caos. Desde
Afganistán hasta Siria, pasando por Irak y Libia –sin olvidar
Paquistán, Sudan y otros países africanos-, solo han dejado
destrucción, cruentas luchas entre comunidades religiosas y grupos
étnicos, y cientos de miles de muertos, heridos y refugiados, y una
gran miseria. EE.UU. no tiene nada de positivo que mostrar.

Hace casi dos décadas el economista ítalo-estadounidense David
Calleo escribió sobre las fases de decadencia final de los imperios
de Holanda e Inglaterra, calificándolas como “hegemonía
explotadora”, en las cuales el imperio no tiene nada que ofrecer de
positivo (desarrollo socioeconómico o seguridad militar, por ejemplo)
a los países que domina y componen el sistema, incluyendo a la
economía y sociedad del imperio, y entonces se dedica a exprimirlos a
fondo, a vivir de las rentas que por todos los medios puede extraer de
esos países. El imperio estadounidense se encuentra en esa fase.

Para muestra basta un botón: en una conversación privada el ministro
de Relaciones Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, puso en claro
que la alianza de su país con EE.UU. y la OTAN no los beneficia y
que, al contrario, provoca peligrosos focos de tensiones con los
países vecinos (1). Lo mismo debe estar pensando cualquier persona
honesta que aún esté en el gobierno creado por el golpe de Estado en
Ucrania, último país al que EE.UU. y sus aliados de la OTAN han
llevado al borde de la guerra civil para provocar foco de constante
confrontación con Rusia.

Al mismo tiempo, signo de que el imperio ya no puede controlar a todo
el mundo durante todo el tiempo, en Latinoamérica y el Caribe se
prosigue la creación de los mecanismos de integración regional y
subregional en los cuales EE.UU. no figura ni puede controlar. Por su
parte el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) sigue
avanzando con sus proyectos de creación de un banco de desarrollo e
instrumentos monetarios y financieros fuera del alcance de EE.UU. y
del dólar, mientras que asistimos al reforzamiento de lazos
económicos, comerciales y monetarios entre Rusia y China, entre otros
procesos regionales en curso en Asia y Eurasia.

Nada de esto constituye en sí una alternativa anticapitalista, más
bien la casi totalidad de países funcionan dentro de un sistema
capitalista, aunque tengan importantes sectores estatales en la
economía y puedan estar priorizando formas de propiedad social como
sustituto a la propiedad privada en ramas de la economía. Pero,
detalle clave, en prácticamente todos los países la intervención
estatal en la economía es un hecho.

Asimismo, en todos esos procesos el regionalismo incluye la
participación e intervención de los Estados, de sus instituciones y
empresas, así como niveles de planificación sectorial en las áreas
industriales, energéticas, comerciales y de servicios, y sistemas
financieros y monetarios que se promete o avizora estarán fuera del
control del imperio y sus aliados. Una forma de regionalismo de este
tipo como alternativa al “capitalismo universal”, lo que hoy
llamamos neoliberalismo, fue propuesto por el intelectual húngaro
Karl Polanyi en 1945 (2), tema sobre el cual retornaremos en la
segunda parte de este artículo.

Pero aun no siendo una alternativa socialista o anticapitalista, es
claro que estos procesos regionales y multilaterales constituyen una
formidable barrera a los planes del imperio, una barrera que el
imperialismo está tratando de derribar con todos los instrumentos a
su alcance, como la ofensiva para concluir rápidamente y en el más
completo secreto los Acuerdos de “última generación” -el Acuerdo
Transpacífico de Asociación económica , la Asociación
Transatlántica sobre Comercio e Inversiones y el Acuerdo sobre el
comercio en servicios-, o tratando de entorpecer los acuerdos
regionales a través de los políticos, burócratas, profesionales y
empresarios que están al servicio del imperio.

Los mencionados Acuerdos tienen por objetivo la eliminación de la
soberanía nacional y la sujeción de los Estados signatarios a
respetar los términos de esos tratados negociados en secreto, que
respetan una sola ley, la de EE.UU., e incluyen mecanismos por los
cuales los Estados que no respeten los términos pueden ser llevados
ante tribunales de arbitraje por los monopolios. Esos Estados pasan a
ser garantes de las inversiones de los monopolios extranjeros para
apropiarse de los sectores económicos que les interesan, incluyendo
los que dejarán los Estados al privatizar los servicios públicos.

Pero esos Acuerdos no son cosa hecha porque el rechazo crece en las
poblaciones que no quieren abandonar sus legítimos sentimientos e
intereses nacionales, y en los intereses capitalistas locales que
saben que serán aplastados por los monopolios extranjeros. Y mientras
que el regionalismo avanza, en la Casa Blanca y el Congreso de
Washington no les queda otra que aferrarse a seguir creyendo que el
imperio es invulnerable y puede seguir actuando, él y sus aliados
estratégicos, con la impunidad que les dio el (relativamente breve)
orden unipolar.

Es en este contexto que tiene su dimensión el discurso del presidente
ruso Vladimir Putin ante los embajadores de Rusia, el 1 de julio,
donde les recordó que EE.UU. está aplicando a su país la misma
política de “contención” que durante la Guerra Fría aplicó
contra la Unión Soviética, y que esperaba que el pragmatismo
prevalecerá, que los países occidentales se despojarán de
ambiciones, de tratar de “establecer ‘cuarteles mundiales’ para
organizar todo acorde a rangos, e imponer reglas uniformes de
comportamiento y de vida de la sociedad”

Putin señaló que los diplomáticos rusos saben cuán dinámicos e
impredecibles los acontecimientos internacionales pueden a veces ser.
Parecen haber sido presados juntos de una sola vez y por desgracia no
son todos de carácter positivo. El potencial de conflicto está
creciendo en el mundo, las viejas contradicciones se agudizan y otras
nuevas están siendo provocadas. Muy seguido nos encontramos con este
tipo de situaciones, a menudo de forma inesperada, y observamos con
pesar que el derecho internacional no está funcionando, que las leyes
internacionales no funcionan, que las elementales normas de decencia
son descartadas y que triunfa el principio de todo-está-permitido…
Es tiempo de que reconozcamos el derecho de los demás a ser
diferentes, el derecho de cada país a construir su vida por sí
mismo, no por las avasallantes instrucciones de algunos () el
desarrollo global no puede ser unificado, pero podemos y debemos
buscar un terreno común, ver socios en cada uno de los demás, no
rivales, y establecer cooperación entre los Estados, sus asociaciones
y las estructuras integradas. Y refiriéndose a los conflictos que
asolan varias regiones del mundo. Putin subrayó que “el mapa
mundial tiene de más en más regiones donde las situaciones están
crónicamente enfebrecidas, sufriendo de un “déficit de
seguridad” (3).

Horas antes, en el Encuentro Internacional Antiimperialista convocado
por la Federación Sindical Mundial (FSM) y realizado en Cochabamba,
Bolivia, el presidente boliviano Evo Morales señaló que “es
importante identificar” los instrumentos actuales de dominación del
capitalismo, del imperialismo, porque “por lo menos en América
Latina ya no se ven golpes de Estado, ya no hay tanto las dictaduras
militares como antes”, sino más bien “pueblos que defienden las
democracias, pueblos que con mucha claridad plantean programas y
proyectos, proyectos políticos de liberación”.

Y en este contexto, según el Presidente boliviano, hay que
preguntarse qué hace el imperio: “provoca conflictos en cada país,
financia enfrentamientos de un pueblo, de un país y después con el
pretexto de defensa de los derechos humanos, del niño, de la mujer,
del anciano intervienen con el Consejo de Seguridad; qué Consejo de
Seguridad, para mí sigue siendo ese llamado Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas un consejo de inseguridad, un consejo de invasión
a los pueblos del mundo”.

Para enfrentar esta agresión imperialista Morales pidió a los
delegados de la FSM que elaboren “una nueva tesis política para
liberar a los pueblos del mundo", que sobrepase “las
reivindicaciones sectoriales para ahondar la crisis en el capitalismo
y acabarlo, al igual que las oligarquías y jerarquías” (4).

Resumiendo, para un observador que no haya perdido la memoria
histórica, lo que Putin dijo no es más que una explicación a los
diplomáticos rusos de la conclusión a la que el pueblo ruso, y al
menos una parte de sus dirigentes, han llegado después de haber
sufrido la experiencia de la Perestroika y la aplicación brutal de
las políticas neoliberales, y de vivir la experiencia actual de cómo
se comporta el imperialismo estadounidense cuando un pueblo quiere
buscar su propia vía, aun dentro del capitalismo, sin menospreciar
que todo eso debe haber ayudado a revivir lo que el imperialismo
buscó enterrar: las enseñanzas de Lenin sobre el imperialismo.

No es tan fácil borrar la memoria histórica de los pueblos, y
mientras eso pensaba leí el artículo “Una mirada al pasado” de
Ricardo Alarcón de Quesada, ex presidente de la Asamblea Nacional de
Cuba, que concluye con la siguiente frase: Al volver la mirada hacia
aquellos años soñadores viene a la mente la advertencia de William
Faulkner: “El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado”
(publicado en la revista chilena Punto Final, edición nro. 807 del 27
de junio de 2014)

Pocos días antes de la reunión de la FSM el presidente Evo Morales
fue anfitrión de la reunión de los 77+China, y sin duda allí
registró muchos sentimientos sobre el brutal accionar del
imperialismo y la voluntad de muchos gobiernos de poder defender sus
legítimos intereses nacionales, algo que bajo el imperio neoliberal
está prohibido. Nuevamente, cuando los pueblos viven bajo la férula
imperial y recuperan la memoria histórica, es lógico que retorne la
necesidad de una estrategia antiimperialista.

En un reciente análisis titulado “America’s Real Foreign Policy
– A Corporate Protection Racket”, el intelectual estadounidense
Noam Chomsky describe el verdadero objetivo histórico de la política
exterior de EE.UU.: proteger los intereses del sector de las grandes
empresas con un “nacionalismo económico (un proteccionismo que)
depende en gran medida de la intervención estatal masiva”, y por
eso en regla general se ha opuesto por todos los medios a que los
demás países tengan políticas de “nacionalismo económico”.

Esto, fundamenta Chomsky con referencias documentales, es válido para
toda el análisis de la política estadounidense hacia América latina
y el Caribe, y es el trasfondo del conjunto de la política exterior
estadounidense en todo el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial, cuando el sistema mundial que iba a ser dominado por EE.UU.
fue amenazado por lo que los documentos internos llamaban "regímenes
radicales y nacionalistas" que responden a las presiones populares
para un desarrollo independiente (5).

Lo que documenta Chomsky se encuadra con lo que en 1945 anticipaba
Karl Polanyi, de que EE.UU. ha sido el hogar del capitalismo liberal
del siglo 19 y es lo suficientemente poderoso para proseguir solo la
utópica política de restaurar el liberalismo (ver llamada 2).

Y, en ese sentido y con todas las limitaciones que conlleva, el
regionalismo es por ahora el principal frente antiimperialista, y el
otro tendrá que ser construido por los pueblos, por sus
organizaciones políticas, sindicales y sociales.

1.-Grabacion de la conversación de Radoslaw Sikorski: La Vanguardia
www.lavanguardia.com/politica/20140622/54410291236/escandalo-en-polonia-por-revelacion-de-conversacion-del-ministro-exteriores.html

2. – Karl Polanyi, Universal Capitalism or Regional Planning?
publicado en enero de 1945 en The London Quarterly of World Affairs.
En francés está incluido en el libro Essais de Karl Polanyi,
Editions du Seuil, páginas 485 a 493.

3.- Esta cita del discurso del presidente Vladimir Putin ante los
embajadores de Rusia, el 1 de julio 2014 fue traducida por el autor
del artículo. La versión oficial en inglés está disponible en
eng.kremlin.ru/transcripts/22586

4.- Cita del discurso de Evo Morales tomada de la Agencia Boliviana de
Información, www3.abi.bo/#

5. – Noam Chomsky, How Washington Protects Itself and the Corporate
Sector
www.tomdispatch.com/blog/175863/tomgram%3A_noam_chomsky%2C_america%27s_real_foreign_policy

LUNES 7 DE JULIO DE 2014 – COMCOSUR

_________________________________________________________

2) Cuba y Estados Unidos: algo está cambiando

Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique)

Tan arcaica como inútil, la política de bloqueo de EE.UU. hacia Cuba
sigue hundida en la parálisis. Aunque se avizoran aires de cambio con
el giro de algunas importantes personalidades de la gran potencia,
como Hillary Clinton, quien ya se prepara para las elecciones de 2016.

En el libro que acaba de publicar sobre sus experiencias como
secretaria de Estado durante el primer mandato (enero 2009-enero 2013)
del presidente estadounidense Barack Obama, titulado Decisiones
difíciles (1), Hillary Clinton escribe, a propósito de Cuba, algo
fundamental: “Al terminar mi mandato, le pedí al presidente Obama
que reconsidere nuestro embargo contra Cuba. No cumplía ninguna
función y obstaculizaba nuestros proyectos con toda América
Latina”.

Por primera vez, una personalidad que aspira a la Presidencia de
Estados Unidos afirma públicamente que el bloqueo impuesto por
Washington –