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FEMINISMO CAMPESINO Y POPULAR

1) Feminismo campesino y popular

2) España: mil millones contra la violencia machista: cómo lograr que el Estado haga lo imposible

3) Las mujeres de 1917

4) La difícil tarea de frenar la explotación infantil en el turismo

COMCOSUR MUJER / Fundado por Yessie Macchi / AÑO 13 / No. 524 / Lunes 24 de julio de 2017 / Producción: Beatriz Alonso

1) Feminismo campesino y popular
Silvia Ribeiro (Alai)

De más de setenta países y 164 organizaciones llegaron mujeres campesinas a la Asamblea de Mujeres de La Vía Campesina (LVC) en el País Vasco, este 17 y 18 de julio. Con perspectivas y propuestas que sacuden lo establecido, no sólo en el injusto mundo que vivimos, también dentro de su propio movimiento. Feminismo campesino y popular llaman a esta identidad en construcción, que desafía al capitalismo y al patriarcado al mismo tiempo, rechaza todos los racismos, violencias, discriminaciones y xenofobias.

Es la quinta vez que se reúnen como mujeres de este movimiento –la articulación campesina global más extensa que haya existido– que del 19 al 22 de julio sostiene también su séptima conferencia mundial. Tanto jóvenes como mujeres han ido construyendo su espacio propio, convocándose en asamblea los días anteriores a la Conferencias de todo el movimiento. Desde allí discuten colectivamente sus aportes específicos, antes de integrarse como delegadas y delegados a la Conferencia general.

Muchas llegaron a esta V Asamblea de Mujeres por primera vez. La expectación y el entusiasmo se sienten a flor de piel. La dedicación, casi magia, del colectivo autogestionario de intérpretes COATÍ, hizo posible la traducción simultánea en 11 idiomas: árabe, bahasa indonesia, castellano, coreano, euskera, francés, inglés, japonés, portugués, ruso y tailandés. Entre muchas otras cosas, esta arquitectura que hace posible tender puentes solidarios de comunicación entre tantas lenguas, permite una diversidad de miradas y experiencias que nutre y fortalece no sólo a las mujeres, sino a toda la Vía Campesina.

Son mujeres de todas las edades, campesinas, indígenas, trabajadoras del campo, pescadoras, pastoras, artesanas, migrantes. Todas trabajan por la soberanía alimentaria, todas tienen que luchar contra la discriminación y la violencia, que se manifiesta de muchas maneras. Desde los salvajes feminicidios y ataques a las campesinas que resisten en Honduras –8 muertas en la lucha y 1800 criminalizadas, detenidas, violentadas en los últimos años– a la discriminación laboral y política en Europa, el silencio impuesto a muchas mujeres en regiones enteras, la persecución y desposesión de tierras, cultivos y casas a las mujeres en Palestina; el arco de injusticias se expande globalmente. Es una situación que afecta a las mujeres, no sólo campesinas.

Pero aquí la particularidad es la construcción de un feminismo campesino y popular, que por primera vez plantean asumir como tal en toda LVC. Un feminismo desde las mujeres del campo, con identidad campesina y desde la identidad y luchas de los pueblos.

Varias de las fundadoras de la Vía Campesina, recuerdan que al origen, hace poco más de 20 años, había una sola mujer en el comité coordinador internacional (CCI). Era Nettie Wiebe, de la National Farmers Union de Canadá, con la energía de las muchas que la apoyaban. Llegó a la V Asamblea, a compartir su experiencia y también lo que considera los mayores desafíos. Recuerda que comenzaron pidiendo “mayor participación” para las mujeres en todas las instancias de La Vía Campesina. Los compañeros fueron más allá y acordaron que las mujeres debían ocupar el 50 por ciento de los lugares en las instancias de coordinación y decisión (porque en LVC el cuerpo colectivo y pensante es mucho más que la suma de sus partes, muchas de las cuáles aún siguen en proceso de entender y asumir las reivindicaciones de género). La regla de paridad se hizo rutina en toda la organización. Sin embargo, debaten en esta Asamblea, la paridad no era una meta, apenas un camino.

A muchas aún les cuesta ocupar los espacios que reclamaron, porque para poder hacerlo se requiere que todo el trabajo, tanto productivo como reproductivo y las tareas militantes sean compartidas, algo que muchas organizaciones locales y nacionales campesinas necesitan entender, integrar y apoyar. Entre los grandes desafíos, plantea Nettie Wiebe, está definir posiciones comunes frente al poder, definir más profundamente entre todas las regiones y diversidades de LVC qué es el feminismo campesino y qué tipo de lucha eligen como mujeres. Perla Álvarez de la organización de mujeres campesinas e indígenas Conamuri de Paraguay agrega “el patriarcado repliega nuestro trabajo al ámbito privado, el capitalismo no lo reconoce, el racismo niega todas nuestras identidades”. Por eso, continúa, “no es posible separar la lucha contra el capitalismo de la lucha contra el patriarcado y el racismo.”

Una lucha que parte de reconocer las diversidades, geográficas, culturales, de género, por eso ya hay también sectores LGBTI en varias organizaciones campesinas, como el MST de Brasil y organizaciones de Vía Campesina en Europa. La diversidad sexual y de género también tuvo su espacio en el programa de la VII conferencia de LVC.

Las asambleas anteriores de mujeres de la Vía Campesina establecieron campañas globales por las semillas y contra la violencia, campañas que siguen y donde los ataques en éstos y otros temas recrudecen todo el tiempo. La V Asamblea de Mujeres decidió llamar a la primera conferencia internacional de mujeres del campo, no sólo para organizaciones de la Vía Campesina sino para establecer lazos de análisis, alianzas y caminos de lucha con muchas más mujeres rurales. Será todo un reto, que desde ya asumen con la misma energía, cariño y rebeldía que cultivan en este espacio.

COMCOSUR MUJER Nº 524 – 24.07.17
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2) España: mil millones contra la violencia machista: cómo lograr que el Estado haga lo imposible
(La vaca)

El movimiento feminista español está consiguiendo lo imposible: mil millones de euros para combatir la violencia machista. Es el compromiso que en pocos días está por firmar el Estado español y que contempla diez puntos centrales para asistir a las sobrevivientes de violencia machista y para prevenirla. Este es el resultado de una campaña que el movimiento feminista español realizó con la exigencia de una medida concreta que bautizó “Pacto de Estado”. Todas las organizaciones se encolumnaron detrás de este mismo y único reclamo, que apuntó a algo muy concreto: que el Estado destine plata -y mucha- para parar “el flagelo de la violencia machista”.

Lograr lo imposible fue un trabajo que el movimiento feminista español realizó de diferentes maneras y en varios frentes: de lejos se ve claro que formaron una movida diversa pero muy compacta. Desde una huelga de hambre que realizaron sobrevivientes de violencia machista en Puerta del Sol durante 26 días -y que se levantó el mismo día que se abrieron las negociaciones del Pacto- hasta piquetes simultáneos en las puertas de 200 ayuntamientos, además de movilizaciones, agites y perfomances.

Una de esas tantas estuvo impulsada por la organización Mujeres Sobrevivientes de Violencia, creada por Antonia Ávalos Torres y que desató gran repercusión cuando realizó la procesión de El Coño Insumiso en Sevilla, performance por la cual está actualmente procesada. Antonia compartió el miércoles pasado en MU su experiencia en el marco del movimiento feminista español. Desde ese lugar de ser “solo una de las tantas que empujaron”, explicó los alcances de este Pacto. “Desde el punto de vista de las víctimas, el principal cambio es que ya no es necesaria la denuncia judicial para que el Estado intervenga. Esto representa sacarle a la mujer víctima de violencia el tremendo peso que representa cargar con todo el proceso judicial”. Antonia señala el otro cambio importante: el triunfo político que implica haber logrado que el Estado asuma su obligación de actuar ante un hecho de violencia contra las mujeres sin mediar judicialización. “Es un forma concreta de hacerlo responsable”.

No es género, es machismo

Otro aspecto central del proceso que llevó a este resultado: nunca se utilizó la palabra “género” para referirse a la violencia contra las mujeres. Y fue tal el acento que se puso en evitar la palabra “género” que hoy prácticamente ningún medio de comunicación se refiere a este tema sin llamarlo por su nombre: “violencia machista”. El objetivo no fue sólo semántico: el Estado español enmarca como “violencia de género” sólo a aquella producida en el marco intrafamiliar. Es exactamente lo que ocurre en Argentina, pero pocas organizaciones y académicas comprenden. Un ejemplo concreto: la única oficina que realiza una estadística de femicidios es la de la Corte Suprema y desde su nombre explícita los límites de esas cuentas: Oficina de Violencia Doméstica. Otro ejemplo concreto: la abogada Verónica Heredia denunció que la línea 144 no atendió los requerimientos del caso de una adolescente violada por un gendarme por dos motivos: era adolescente – y la línea depende del Consejo de la Mujer- y el agresor no era su pareja y por lo tanto no encuadraba en el marco de “violencia de género”.

El Pacto

Con lenguaje preciso y objetivos definidos, el movimiento feminista español está ahora recogiendo lo que así sembró. Una subcomisión parlamentaria es la encargada de definir los alcances del Pacto de Estado, que hasta ahora concreta los principales reclamos del movimiento. Entre ellos, que se amplíen las causales de violencias que – “género” mediante- habían quedado reducidas al ámbito doméstico. Otro logro: la creación de “unidades de apoyo” que deberán funcionar en los 7 mil municipios españoles, con especialistas que “garanticen el derecho de las mujeres a una asistencia social integral”. Esto es: que garanticen todo lo que necesita, desde lo legal hasta lo económico. Antonia explica el concepto: “El enfoque que ha sostenido el movimiento feminista en esta discusión con el Estado es simple: tiene que diseñar para estos casos las mismas políticas que para los testigos protegidos. Las mujeres víctimas de violencias necesitan una nueva identidad social”.

El movimiento había exigido al Estado 1.200 millones de euros para garantizar un shock de medidas destinadas a terminar con la violencia machista. Esgrimiendo el Convenio de Estambul, acordado en el marco del Consejo de Europa, le recordó que estaba obligado a “proteger, prevenir, perseguir y eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres”, pero tal como dice Antonia fue la fuerza de la calle la que abrió las puertas de la negociación.

Hoy mismo los debates más duros están centrados en cómo se fiscalizarán los mil millones destinados que el Estado español se compromete a hacer efectivo en los próximos 5 años. Controlar el uso de esos fondos es para el movimiento feminista un tema central para garantizar que efectivamente se inyecten en donde hagan efecto concreto.

COMCOSUR MUJER Nº 524 – 24.07.17
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3) Las mujeres de 1917
Megan Trudell (Viento Sur)

En el Día Internacional de la Mujer de 1917, las trabajadoras del textil del barrio de Vyborg, en Petrogrado, se declararon en huelga, abandonaron las fábricas y fueron de taller en taller, en piquetes de cientos de personas, para extender la huelga y enfrentarse violentamente a la policía y el ejército. Poco cualificadas, mal pagadas, obligadas a trabajar durante 12 o 13 horas por jornada en un entorno sucio e insalubre, las mujeres pedían solidaridad y reclamaban a los hombres que actuaran, especialmente a aquellos trabajadores cualificados que trabajaban en empresas de maquinaria y metalúrgicas, que se consideraban los más conscientes políticamente e influyentes socialmente de la mano de obra de la ciudad. Las mujeres lanzaron palos, piedras y bolas de nieve contra las ventanas de las factorías y forzaron la entrada en los centros de trabajo, exigiendo el fin de la guerra y el retorno de sus hombres del frente.

De acuerdo con numerosos coetáneos e historiadores, aquellas mujeres que se manifestaban para exigir pan –con métodos de protesta consagrados y primitivos para reclamar demandas puramente económicas y guiadas más por la emoción que la preparación teórica– desencadenaron sin saberlo la tempestad que acabó con el zarismo, antes de desaparecer tras los grandes batallones de trabajadores masculinos y partidos políticos dominados por hombres. Desde el comienzo de las huelgas de febrero, en las manifestaciones se corearon consignas contra la guerra. La audacia, la determinación y los métodos de las mujeres ponían de manifiesto que ellas sabían cuál era la raíz de sus problemas, la necesaria unidad de la clase obrera y la importancia de convencer a los soldados de que dejaran de proteger el Estado zarista y apoyaran la revuelta. Trotsky explicó más tarde:

Las mujeres trabajadoras desempeñan un papel importante en la relación entre obreros y soldados. Se acercan a los cordones militares con más atrevimiento que los hombres, sujetan los rifles, suplican, casi ordenan: “Bajad las bayonetas y uníos a nosotras”. Los soldados están nerviosos, avergonzados, intercambian miradas inquietas, vacilan; alguno es el primero en decidirse y entonces las bayonetas se alzan abochornadas por encima de los hombros de la multitud que avanza.

Al término del 23 de febrero, los soldados que habían estado haciendo guardia ante las cocheras del tranvía acudieron al llamamiento de las trabajadoras del tranvía a que se les unieran dentro, y los tranvías pasaron a utilizarse como barricadas contra la policía. El convencimiento de los soldados para la causa no fue simplemente resultado de la pesada carga de la guerra para la tropa o la espontaneidad infecciosa de las protestas. Las trabajadoras del textil se habían relacionado desde 1914 con gran número de soldados, en su mayoría campesinos, en Petrogrado. Los hombres en los cuarteles y las mujeres en las fábricas que habían acudido a la ciudad procedentes de las mismas zonas entablaron conversaciones y establecieron relaciones, difuminando la divisoria entre obrero y soldado y permitiendo a las trabajadoras percatarse claramente de la necesidad de un apoyo armado.

Las mujeres trabajadoras estuvieron a pie juntillas en la primera línea de la Revolución de Febrero, que culminó con la caída del zarismo. No fueron meramente la chispa, sino el motor que la impulsó adelante, a pesar de los recelos iniciales de muchos trabajadores y revolucionarios masculinos. Suele calificarse la Revolución de Febrero de espontánea, y en cierto sentido esto es cierto: no fue planeada ni llevada a cabo por revolucionarios. Pero la espontaneidad no equivale a falta de conciencia política. Las experiencias de las mujeres que asaltaron las fábricas de Petrogrado cuando tanto los trabajadores como los cabezas de familia les obligaban a hacer cola durante horas para conseguir alimentos para sus hogares, suprimió la distinción entre la demanda económica de pan y la reivindicación política de poner fin a la guerra. Las circunstancias materiales hicieron que se culpara por el hambre y la miseria a quien correspondía: a la guerra y a los políticos que la dirigían. Estas demandas no podían satisfacerse sin un cambio político radical.

Además, las mujeres bolcheviques desempeñaban un papel crucial en la huelga, habiendo dedicado muchos años de esfuerzo a organizar a las trabajadoras no cualificadas, a pesar de ciertas actitudes entre algunos hombres de su propio partido, que decían que organizar a las mujeres era, en el mejor de los casos, distracción de la lucha contra el zarismo y, en el peor, hacer el juego a las feministas de las clases altas que alejarían a las mujeres de la lucha de clases. Muchos hombres en el movimiento revolucionario pensaban que las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer eran prematuras y que las trabajadoras debían esperar a que los trabajadores cualificados estuvieron listos para emprender la acción decisiva. Fueron militantes femeninas, una minoría en el partido, quienes abogaron por convocar una reunión de trabajadoras en el barrio de Vyborg para hablar de la guerra y de la inflación y fueron activistas femeninas quienes convocaron una manifestación contra la guerra en el Día Internacional de la Mujer. Una de ellas fue Anastasia Deviátkina, una bolchevique y trabajadora industrial que después de la Revolución de Febrero construyó un sindicato de esposas de soldados.

Después de febrero, las mujeres desaparecen casi totalmente de la crónica como parte integrante del desarrollo de la revolución a lo largo de 1917, aparte de algunas revolucionarias destacadas como Alexandra Kollontái, Nadeshda Krúpskaia e Inessa Armand, citadas a menudo tanto por su vida privada como esposas y amantes como por su actividad práctica y sus aportaciones teóricas.

En los órganos administrativos surgidos de las cenizas del zarismo casi no había mujeres. Algunas estaban presentes en consejos municipales, como delegadas a la Asamblea Constituyente o diputadas de un sóviet. Los comités de fábrica estaban dominados por hombres, incluso en centros en que la mayoría de la plantilla eran mujeres. Los motivos de ello eran dobles y estaban relacionados: las mujeres todavía tenían la tarea de alimentar a sus familias en circunstancias difíciles y carecían de confianza y educación, así como de tiempo, para dar un paso adelante o comprometerse mucho en la actividad política. La vida que habían llevado las trabajadoras en Rusia a lo largo de siglos, la realidad material de su opresión, condicionaban su capacidad de compatibilizar el aumento indudable de su conciencia política con el compromiso político.

Antes de 1917, Rusia era una sociedad predominantemente campesina; la autoridad absoluta del zar estaba consagrada y era reforzada por la iglesia y se reflejaba en la institución de la familia. El matrimonio y el divorcio estaban sometidos al control religioso; las mujeres estaban subordinadas legalmente, consideradas una propiedad e infrahumanas. Proverbios rusos comunes incluyen expresiones como esta: “Pensaba que veía a dos personas, pero no era más que un hombre con su mujer.” El poder del hombre en el hogar era absoluto y se esperaba de la mujer que fuera pasiva en condiciones brutales, entregada del padre al marido y a menudo víctima de la violencia autorizada. Las mujeres campesinas y trabajadoras se enfrentaban a castigos y a trabajos pesados en los campos y las fábricas, con la importante carga añadida del cuidado de los hijos y las responsabilidades domésticas en una época en que los partos eran difíciles y peligrosos, no existían los anticonceptivos y la mortalidad infantil era elevada.

Sin embargo, la implicación política de las mujeres en 1917 no vino de la nada. Rusia era una contradicción: paralelamente a la profunda pobreza, la opresión y la tiranía que sufría la mayoría de la gente, la economía rusa estuvo en auge durante las décadas anteriores a 1905. Enormes fábricas modernas producían armas y ropa, el ferrocarril conectaba las ciudades en rápido crecimiento y las inversiones y técnicas de Europa dieron lugar a fuertes incrementos de la producción de hierro y petróleo. Estos drásticos cambios económicos generaron una inmensa transformación social en los años que precedieron a la primera guerra mundial: cada vez más mujeres campesinas iban a trabajar a las fábricas en las ciudades, empujadas por la pobreza y animadas por empresarios que, gracias a la mecanización, generaban más puestos de trabajo no cualificado y cuya preferencia por una mano de obra dócil dio lugar a un enorme aumento del número de mujeres empleadas en la producción de lino, seda, algodón, lana, cerámica y papel.

Muchas mujeres habían participado en las huelgas del sector textil en 1896, en manifestaciones contra la leva antes de la guerra ruso-japonesa y, sobre todo, en la revolución de 1905, durante la cual trabajadoras no cualificadas de fábricas textiles, de tabaco y confitería, junto con empleadas domésticas y lavanderas, hicieron huelga e intentaron crear sus propios sindicatos en el marco de la revuelta masiva. El efecto de la primera guerra mundial contribuyó decisivamente al aumento del peso económico y político de las mujeres. La contienda destrozó las familias y alteró completamente la vida de las mujeres. Millones de hombres fueron destinados al frente, muchos fueron heridos o murieron, obligando a las mujeres a labrar los campos, sacar adelante los hogares y trabajar en las fábricas. Las mujeres representaban el 26,6 % de la mano de obra en 1914, pero casi la mitad (el 43,4 %) en 1917. Su proporción aumentó drásticamente incluso en los empleos cualificados: si en 1914 solo representaban el 3 % de la mano de obra en la industria metalúrgica, en 1917 la cifra había aumentado al 18 %.

En la situación de doble poder instaurada por la Revolución de Febrero, las acciones de mujeres no cesaron, pero pasaron a formar parte del proceso que supuso la pérdida del apoyo de la clase obrera por parte del gobierno a favor del sóviet y, en el interior de este, por parte de la dirección socialista moderada de los mencheviques y socialistas revolucionarios a favor de los bolcheviques en el mes de septiembre.

La esperanza de la clase obrera de que su vida mejoraría con la caída del zar se vio defraudada por el gobierno y la dirección del soviet, que decidieron continuar la guerra. En mayo, las manifestaciones antiguerra forzaron la caída del primer gobierno provisional formado por una coalición de los dirigentes mencheviques y socialistas revolucionarios del soviet con los liberales. La frustración de los trabajadores y trabajadoras dio pie a nuevas huelgas, encabezadas nuevamente por mujeres. Unas 40 000 lavanderas, miembras de un sindicato dirigido por la bolchevique Sofia Gonchárskaia, se declararon en huelga por un aumento salarial, la jornada de ocho horas y la mejora de las condiciones de trabajo: medidas de higiene y salud, prestaciones de maternidad (muchas trabajadoras ocultaban su embarazo hasta que daban a luz en la misma fábrica) y fin del acoso sexual. En palabras de las historiadoras Jane McDermid y Anna Hillyer:

Junto con otras activistas del sindicato, Gonchárskaia había ido de una lavandería a otra convenciendo a las mujeres a unirse a la huelga. Llenaron cubos de agua fría para apagar las estufas. En una lavandería, el propietario atacó a Gonchárskaia con una palanca; la salvaron las lavanderas que lo agarraron por detrás.

En agosto, ante los intentos del general Kornílov de aplastar la revolución, las mujeres se reunieron para defender Petrogrado, construyendo barricadas y organizando la asistencia médica; en octubre, mujeres del partido bolchevique participaron en la prestación de asistencia médica y en las cruciales comunicaciones entre localidades; algunas eran responsables de coordinar el levantamiento en distintas zonas de Petrogrado, y también había mujeres en la Guardia Roja. McDermid e Hillyer describen otra implicación de mujeres bolcheviques en octubre:

La conductora del tranvía A.E. Rodiónova había escondido 42 rifles y otras armas en su cochera cuando el gobierno provisional intentó desarmar a los trabajadores tras las jornadas de julio. En octubre se encargó de asegurar que dos tranvías con ametralladoras salieran de la cochera para asaltar el Palacio de Invierno. Tuvo que asegurar que el servicio de tranvía funcionara durante la noche del 25 al 26 de octubre para contribuir a la toma del poder y comprobar la situación de los puestos de la Guardia Roja en toda la ciudad.

La trayectoria de la revolución ensanchó la fisura entre las trabajadoras –para quienes la guerra era la causa de sus problemas y cuyos llamamientos a la paz se intensificaron a medida que avanzaba el año– y las feministas que seguían apoyando el derramamiento de sangre. Para la mayoría de las feministas liberales de clase alta que defendían la igualdad ante la ley y en la enseñanza y la reforma social, esas conquistas se obtendrían mostrándose leales al nuevo gobierno y apoyando el esfuerzo de guerra. Las muestras de patriotismo formaban parte del intento de obtener un asiento junto a la mesa. La Revolución de Febrero relanzó la batalla de las feministas por el sufragio universal, que supuso un importante paso adelante cuando se aprobó en julio. Sin embargo, para la mayoría de mujeres el derecho al voto no suponía una gran diferencia en su vida, que seguía sometida a la escasez, las largas jornadas de trabajo y la lucha por mantener a la familia unida. Tal como había escrito Alexandra Kollontái en 1908:

Por muy radicales que parezcan las reivindicaciones de las feministas, no hay que perder de vista el hecho de que las feministas no pueden, dada su posición de clase, luchar por el cambio fundamental de la estructura económica y social contemporánea sin el que la liberación de las mujeres no puede ser completa.

Para la mayoría de las mujeres trabajadoras y campesinas, las cuestiones de opresión e igualdad no se planteaban de forma abstracta, sino que surgían concretamente del proceso de lucha por la mejora de sus vidas y de las de sus hombres e hijos. Las que se politizaron abiertamente y adquirieron confianza, a menudo como afiliadas al partido bolchevique, lo hicieron a resultas de su propia acción colectiva contra la guerra y los políticos, acción que se centraba en la lucha contra el hambre, la guerra y por la propiedad de la tierra. Robert Service señala lo siguiente:

El programa político bolchevique resultó cada vez más atractivo para la masa de trabajadores, soldados y campesinos a medida que se agudizaba la agitación social y la ruina económica alcanzó un clímax en otoño. Pero solo con eso no podría haber habido una Revolución de Octubre.

Este proceso abarcó tanto a trabajadoras, campesinas y esposas de soldados como a sus homólogos masculinos. Sin el apoyo de la masa de mano de obra no cualificada en Petrogrado, en su mayoría mujeres, la insurrección de octubre no habría triunfado. El apoyo a los bolcheviques no fue ciego, sino el resultado, en palabras de Trotsky, de “un desarrollo cauto y doloroso de la conciencia” de millones de trabajadores, hombres y mujeres. Hasta octubre se había intentado todo: el gobierno provisional y los mencheviques los habían traicionado, las manifestaciones traían represión y escasos avances, que ya no satisfacían su esperanza de una vida mejor, y, sobre todo, el intento de golpe de Kornílov había puesto las cosas en su sitio: o sigues adelante o te aplastan. Un trabajador lo expresó de esta manera: “Los bolcheviques siempre habían dicho que ‘no somos nosotros quienes os convenceremos, sino la vida misma’. Y ahora los bolcheviques han triunfado porque la vida ha demostrado que su táctica es correcta.”

Fue un mérito de los bolcheviques tomarse en serio la cuestión de la mujer. Pese a que, visto desde hoy, las mujeres estaban muy infrarrepresentadas, dedicaron grandes esfuerzos a organizar y formar a las trabajadoras. El hecho de que los bolcheviques hicieran más que otros partidos socialistas por relacionarse con las mujeres no se debió necesariamente a un mayor compromiso con los derechos de las mujeres. Tanto mencheviques como bolcheviques eran conscientes de la necesidad de trabajar con las mujeres como parte de la clase obrera, pero los bolcheviques supieron integrar la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres en una estrategia basada en una acción de clase contra el gobierno y la guerra, mientras que los partidos que abogaban por la continuación de esta en virtud de sus pactos con los privilegiados y las empresas, no podían hacer mucho más que informar de las huelgas de las mujeres y hablar de los derechos políticos, sin poder ofrecer ninguna solución concreta a la presión material que sufrían las mujeres.

Los bolcheviques impulsaron cada vez más la organización y politización de las mujeres, en parte porque aprendieron del comienzo explosivo de Febrero y en parte gracias a la tenacidad de sus propias afiliadas. Destacadas mujeres bolcheviques como Kollontái, Krúpskaia, Armand, Konkordiya Samoilova y Vera Slútskaia, entre otras, llevaban tiempo batallando porque el partido dedicara un esfuerzo especial a organizar a las trabajadoras y desarrollar su educación política. Lucharon por convencer a sus camaradas masculinos de que las mujeres trabajadoras tenían una importancia crucial y no eran un elemento pasivo, conservador y atrasado que obstaculizaba la revolución. El periódico bolchevique Rabotnitsa (Trabajadora), publicado por primera vez en 1914 y relanzado en mayo de 1917, contenía artículos sobre la importancia de las guarderías y de una legislación que mejorara las condiciones de seguridad en los puestos de trabajo de las mujeres, y repetidamente subrayó la necesidad de la igualdad y de que las cuestiones de las mujeres incumbieran a todos los trabajadores.

El papel desempeñado por las mujeres en Febrero y su actividad como parte de la clase obrera de Petrogrado contribuyeron a cambiar el punto de vista de muchos hombres bolcheviques que decía que centrarse en las cuestiones de las mujeres daba pábulo a las feministas y de que la revolución la dirigirían los trabajadores (masculinos) más cualificados y políticamente conscientes. Sin embargo, fue una batalla ardua; cuando Kollontái propuso en abril una sección de mujeres dentro del partido, casi nadie le hizo caso, pese a que contaba con el apoyo de Lenin, cuyas Tesis de Abril no fueron recibidas con mucho mayor entusiasmo por la dirección bolchevique; de hecho, Kollontái fue la única que apoyó a Lenin en el comité central.

En los meses siguientes, sin embargo, quedó claro que tanto los argumentos de Lenin sobre la relación entre la revolución y el poder de los sóviets como la postura de Kollontái sobre la importancia de las mujeres trabajadoras se derivaban de la dinámica de la revolución y podían llevarla adelante. La prensa bolchevique, además de Rabotnitsa, afirmaba ahora que las actitudes machistas arraigadas ponían en peligro la unidad de la clase, y el partido batalló por que las mujeres estuvieran representadas en los comités de fábrica, criticó las actitudes de los hombres que consideraban que las mujeres eran una amenaza y trató de convencer a los hombres de que votaran por mujeres –especialmente en sectores en que estas eran mayoría– y las respetaran como compañeras de trabajo, representantes y camaradas.

Seis semanas después de la Revolución de Octubre, el matrimonio eclesiástico fue sustituido por el registro civil y el divorcio se concedía a petición de cualquier miembro de la pareja. Estas medidas se desarrollaron un año más tarde en el Código de Familia, que declaró a las mujeres iguales ante la ley. Se abolió el control religioso, poniendo fin de un plumazo a siglos de opresión institucionalizada; cualquier miembro de la pareja podía reclamar el divorcio sin tener que aportar ninguna justificación; las mujeres tenían derecho a administrar su propio dinero y ningún miembro de la pareja tenía derecho sobre las propiedades del otro. Se erradicó el concepto de ilegitimidad: si una mujer no sabía quién era el padre, se otorgaba la responsabilidad colectiva sobre el hijo a todos aquellos que habían mantenido previamente relaciones sexuales con ella. En 1920, Rusia fue el primer país en legalizar el aborto a petición de la mujer.

La revolución de 1917 fue iniciada y conformada por mujeres, y en el transcurso del año se pusieron en tela de juicio o eliminaron muchos prejuicios arraigados que consideraban a la mujer inferior, una propiedad, pasiva, atrasada, conservadora, no fiable y débil, gracias a la acción y al compromiso político de las mujeres. Sin embargo, al Revolución Rusa no abolió la dominación masculina ni liberó a las mujeres: las privaciones catastróficas de la guerra civil y las subsiguientes distorsiones del gobierno soviético lo impidieron. Las desigualdades se mantuvieron. Pocas mujeres ocuparon puestos de autoridad, pocas fueron elegidas a órganos administrativos y las ideas machistas no podían desaparecer sin más en las condiciones extremadamente adversas que siguieron a Octubre.

Durante la revolución, las mujeres no participaron en pie de igualdad con los hombres ni contribuyeron tan significativamente a los niveles superiores del proceso político, pero dentro de las limitaciones que les imponía su vida, desbordaron las expectativas y determinaron el devenir de la revolución. Como dicen McDermid e Hillyer:

Es cierto que la división del trabajo entre mujeres y hombres se mantuvo, pero en vez de concluir que las mujeres fracasaron a la hora de combatir el dominio masculino, podríamos tener en cuenta cómo maniobraron dentro de su esfera tradicional y qué significaba esto para el proceso revolucionario.

Las mujeres fueron parte integrante de la revolución de 1917, haciendo historia junto con los hombres, no como espectadoras pasivas o nulidades políticas, sino como participantes valerosas cuyo compromiso fue más significativo para el rechazo de la opresión arraigada. Ver la revolución con los ojos de las mujeres nos proporciona una lectura más rica de lo que sigue siendo el momento histórico más transformador para la vida de las mujeres.

COMCOSUR MUJER Nº 524 – 24.07.17
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4) La difícil tarea de frenar la explotación infantil en el turismo
Baher Kamal (IPS)

Con el aumento del número de turistas por séptimo año consecutivo, que llegaron a 1.200 millones en 2016 y un crecimiento de seis por ciento en los primeros cuatro meses de este año, preocupa la enorme rapidez con que también crece un delito atroz como es la explotación sexual de niños en el turismo, que supera todos los esfuerzos por ponerle fin. De hecho, la falta de acciones colectivas y de datos son los principales desafíos para lograr erradicar el delito, subraya el estudio “Delincuentes en movimiento”, el mayor conjunto de datos reunidos hasta la fecha.

Conscientes de la enorme falencia, un grupo de expertos se reunió el 17 de este mes en Madrid, en la sede de la Organización Mundial del Turismo (OMT), para discutir medidas para luchar contra la explotación infantil en el sector. “No podemos construir un turismo sostenible y responsable sin proteger a los más vulnerables de nuestras sociedades. Para ello, necesitamos herramientas efectivas y un compromiso mundial”, subrayó el secretario general de la OMT, Taleb Rifai.

“El artículo 2 del Código Ético Mundial para el Turismo subraya que la explotación de seres humanos, en cualquiera de sus formas, especialmente la sexual, y en particular cuando afecta a los niños, vulnera los objetivos fundamentales del turismo y constituye una negación de su esencia”, recordó Riai. La OMT avanza en la transformación del código en un tratado internacional vinculante, la Convención Marco sobre Ética en el Turismo, que esperamos apruebe la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en septiembre, indicó.

La coordinación de la reunión de Madrid estuvo a cargo de la red Terminar con la Prostitución Infantil, la Pornografía Infantil y el Tráfico de niños con fines sexuales, con sede en Bangkok, que reúne a 98 organizaciones de la sociedad civil en 88 países que comparten una misión común: eliminar la explotación sexual de menores, para lo que cuenta con el apoyo de Holanda.

La explotación sexual en el turismo tiene rostro infantil

La lucha contra la explotación infantil es una de las prioridades de la OMT, que desde hace 20 años encabeza la Red Mundial para la protección de la infancia en el turismo, conocida anteriormente como Fuerza de Trabajo para la Protección de Niños en el Turismo.

La presidenta de la fuerza de trabajo, Najat Maalla M’jid, quien encabezó la realización del estudio, dio el tono de la reunión de Madrid al declarar con énfasis: “La explotación sexual en el turismo y los viajes tiene rostro infantil. Ningún país está libre del fenómeno y ningún menor es inmune”.

En este Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo pongamos a los derechos y a la protección de la infancia de la violencia y de la explotación en el centro de nuestras acciones, añadió.

Por su parte, la relatora especial para tráfico infantil y explotación sexual, Maud de Boer Buquicchio, pidió que “la protección infantil estuviera en el centro de las estrategias de desarrollo del turismo”.

El crecimiento de Internet y de operadores informales, así como un mayor acceso a los viajes internacionales, ampliaron la “demanda” y realzaron los peligros que acechan a los menores. Además, la demoledora pobreza y la falta de educación, sumadas a la continua desatención de los sistemas de protección infantil, fomentaron el “suministro” de niños y niñas.

El trabajo de Interpol

Una de las iniciativas mundiales contra este flagelo son las herramientas implementadas por Interpol para reducir las posibilidades de que conocidos agresores sexuales viajen desapercibidos.

Peter van Dalen, de la dirección de Delitos Organizados y Emergentes, explicó: “El anonimato protege a los agresores sexuales que viajan, e Interpol trabaja con los países para quitárselo mediante mecanismos como un sistema de alerta internacional para compartir información de agresores sexuales condenados entre los estados, así como un sistema de investigación para aspirantes a trabajar con niños”.

Un aspecto único del proceso ha sido la fuerte participación del sector privado, motivado por la necesidad de encabezar las prácticas que podrían afectar gravemente su reputación y su equilibrio.

“El último ejemplo en que azafatas de una compañía estadounidense intervinieron al notar una situación inusual en niños viajando con adultos subraya el hecho de que ningún país es inmune y, además, que da frutos que la industria turística invierta en capacitar a su personal y en acceder a sistemas de denuncia”, añadió.

El desafío sigue siendo ampliar la coordinación de acciones para implementar las recomendaciones del estudio mundial.

Países pobres impulsados a promover el turismo

En los últimos tiempos, se incentiva a que los países promuevan el turismo, en particular en África y en los más pobres del mundo, como poderoso motor económico. Poco antes de la reunión de Madrid, la OMT informó que el turismo “puede hacer una gran contribución a las economías de los países menos adelantados”, concluye el estudio Turismo para un Desarrollo Sostenible en los Países Menos Adelantados. El informe, presentado el 13 de este mes, con motivo de Ayuda a la Revisión del Comercio, que tuvo lugar en Ginebra, fue elaborado por la OMT, el Centro de Comercio Internacional y el Enhanced Integrated Framework (Marco Integrado Reforzado).

El turismo representa siete por ciento del comercio internacional y tiene una creciente relevancia para el sector comercial, indica el documento. Forma parte del comercio de servicios y representa 30 por ciento del comercio internacional de servicios. Eso es particularmente cierto para los PMA, en los que representa siete por ciento del total de exportaciones de bienes y servicios, y asciende a 10 por ciento en los PMA que no tienen petróleo.

Por todo lo anterior, el turismo ha sido reconocido como un sector clave para la asistencia técnica relacionada con el comercio en los PMA. El turismo figura en 45 de los 48 Estudios Diagnósticos de Integración Comercial analizados para el informe como factor clave para el desarrollo.

“A pesar del valor del turismo en la agenda comercial, suele ser difícil dirigir la asistencia técnica directa relacionada al turismo hacia el sector porque turismo y comercio tienden a caer en diferentes líneas ministeriales”, explicó. “Las intervenciones exitosas en el turismo requieren de una fuerte colaboración entre las agencias gubernamentales así como entre diferentes actores a escala regional y local”, añadió.

El informe presentado el día 13 coincide con el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, declarado para apoyar un cambio de políticas, prácticas empresariales y comportamiento de consumidores hacia un turismo más sostenible capaz de contribuir a concretar la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y los consiguientes 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La meta 11 del ODS 17 se propone “aumentar significativamente las exportaciones de los países en desarrollo, en particular con miras a duplicar la participación de los países menos adelantados en las exportaciones mundiales de aquí a 2020”, un área en la que el turismo puede contribuir en tanto que actividad exportadora de servicio.

Traducido por Verónica Firme

COMCOSUR MUJER Nº 524 – 24.07.17
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