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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL
REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS
AÑO 13 – Nº 653 / Lunes 9 de Diciembre de 2013
Producción: Andrés Capelán
Coordinación: Carlos Casares
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
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HOY:
1) LA CRISIS DE LA DERECHA LATINOAMERICANA
2) MURIÓ EL “PADRE” DE LOS “ESCUADRONES DE LA MUERTE”
3) REFLEXIONES ANTE LA MUERTE DE NELSON MANDELA
4) SUDÁFRICA ESTÁ LEJOS DE HONRAR EL LEGADO DE MANDELA
5) EL MALENTENDIDO SOBRE HANNAH ARENDT
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“El mundo no necesita alternativas de desarrollo sino alternativas
al desarrollo.
El mundo no precisa aprovechar “mejor” el capitalismo, sino
transformarlo.”
. Renée Ramírez Gallegos
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1) LA CRISIS DE LA DERECHA LATINOAMERICANA
Emir Sader (Alai)
Este comienzo de siglo no ha sido particularmente favorable para la
derecha latinoamericana. Después de haber gobernado gran parte de los
países del continente por décadas seguidas – con dictaduras
militares y gobiernos neoliberales, entre otros -, la derecha vive una
situación de profunda debilidad política y aislamiento social en la
región.
La derecha paga el precio de haber gobernado a través de dictaduras
militares y/o de gobiernos neoliberales. Estuvo identificada con la
ruptura con los procesos democráticos y/o con la centralidad del
mercado. Pasados esos períodos, dejó de tener plataforma a proponer,
cuando el modelo neoliberal se agotó y surgieron gobiernos que se
proponen la superación de ese modelo.
A la vez que su gran aliado internacional, los Estados Unidos,
igualmente identificado con las políticas neoliberales, además de
los Tratados de Libre Comercio con ese país, también dejó de tener
propuestas que hacer a los países del continente y perdió espacios
en la región donde históricamente impuso su hegemonía.
El país que avanzó por la vía propuesta por el neoliberalismo, los
organismos internacionales y los Estados Unidos fue México – el
primero en firmar un Tratado de Libre Comercio (de América del
Norte). Basta hacer un balance de lo que ha pasado con México desde
entonces y lo que pasó con países que no han seguido ese camino,
como los de los gobiernos progresistas, antineoliberales, del
continente.
Basta constatar que México tiene más del 90% de su comercio exterior
con Estados Unidos, hoy un factor recesivo y no dinamizador. México
ha retrocedido desde entonces: es más violento, más concentrador de
renta, más subordinado en el plano internacional, con un Estado más
débil, una sociedad más fragmentada.
Mientras que los países que han optado no por Tratados de Libre
Comercio con Estados Unidos, sino por los procesos de integración
regional y el intercambio Sur-Sur, ya han logrado disminuir
significativamente la desigualdad, la pobreza y la miseria, han
afirmado una política externa independiente. Han expandido sus
mercados internos de consumo popular mediante políticas
redistributivas, en lugar de la centralidad de los ajustes fiscales.
Los resultados positivos de esas políticas en países como Bolivia,
Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, Uruguay, son un desafío para
la derecha. En un comienzo buscaron desconocer esos avances,
denunciando como ilusorios los avances sociales, atribuyéndolos a la
demagogia, al uso abusivo del Estado para “comprar” apoyos
populares (populismo), en base al desequilibrio de las cuentas
públicas.
Hasta que, derrotados, sucesivamente, en los procesos electorales, se
han dado cuenta de que esos países han cambiado y han cambiado para
mejor .Pero no le queda a la derecha sino oponerse frontalmente a
gobiernos que los han desalojado del gobierno y que los derrotan
sistemáticamente.
Recién se pasó a promover a la Alianza para el Pacífico como la
alternativa de las derechas latinoamericanas y de Estados Unidos para
el continente, en oposición al Mercosur y a Unasur. Como si la salida
para América Latina fuera abrirse al Pacífico.
¿Pero qué países están con esa propuesta? México, Chile, Perú,
Colombia: todos con gobiernos debilitados, que presentan muy bajos
índices de apoyo. Chile tendrá pronto nueva presidenta, que ya
anunció que pretende bajar el perfil de la participación del país
en la Alianza para el Pacifico y acercarse a los otros países del
continente.
El fracaso del gobierno de Sebastián Piñera, en Chile, agotó
rápidamente la nueva carta que la derecha se jugaba, la de promover
empresarios de éxito en la esfera privada a gobernantes. Le queda el
retorno del PRI en México, cuyo nuevo presidente ya empezó su primer
año de gobierno con más rechazo que apoyo, augurando un sexenio que
fracasará como fracasó el de su antecesor.
Perú, Colombia, México, tienen presidentes con muy bajo apoyo
político interno, reflejando cómo sus propuestas de gobiernos se
distancian tanto de países como Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay,
donde los gobiernos gozan de amplia popularidad y tienden a reelegirse
o a elegir a sus sucesores.
Después de una década de emergencia de gobiernos nuevos, la
polarización del campo político latinoamericano sigue siendo la que
opone fuerzas neoliberales a fuerzas antineoliberales. La nueva forma
que asumió la derecha, proponiéndose encarnar “lo nuevo”, ha
envejecido prematuramente, pero insiste en sobrevivir, aun con cada
vez menos apoyo. Mientas que los gobiernos posneoliberales encuentran
dificultades para afirmarse en medio de un mundo donde todavía es
hegemónico el neoliberalismo, más aun con la prolongada y profunda
crisis de los países rectores de ese modelo. Pero claramente los
gobiernos progresistas latinoamericanos representan lo nuevo, por el
empuje de su crecimiento económico y, sobretodo, por su capacidad de
para combatir la desigualdad, la pobreza y la miseria que siempre han
aquejado a América Latina.
– Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileiño, es
coordinador del Laboratório de Políticas Públicas da Universidade
Estadual do Rio de Janeiro (Uerj).
LUNES 9 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR
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2) MURIÓ EL “PADRE” DE LOS “ESCUADRONES DE LA MUERTE”
Paul Aussaresses: general francés, “padre” de escuadrones de la
muerte en latinoamérica, murió de viejo (AFP)
El general francés Paul Aussaresses, que defendió claramente el
recurso a la tortura durante la guerra de Argelia y fue acusado de
entrenar a oficiales latinoamericanos, falleció el martes a los 95
años de edad, anunció el miércoles en su portal la asociación de
exparacaidistas franceses «Quien osa gana».
Elvira Aussaresses, su esposa, precisó a la AFP que su marido
falleció en un establecimiento de convalescencia al que había
ingresado después de una hospitalización. Aussaresses fue condenado
en Francia en 2004 por apología de la tortura, tras haber defendido
en un libro su uso durante la guerra de Argelia (1954-1962).
El oficial había enseñado en los años 60 en el campamento de los
Boinas Verdes de Fort Braggs (Carolina del Norte) “las técnicas de
la batalla de Argel” relativas especialmente a la tortura. En 1973
fue nombrado agregado militar de Francia en Brasil, entonces bajo la
dictadura militar.
Posteriormente fue acusado por el general chileno Manuel Contreras,
fundador de la Dina, la policía secreta del régimen de Augusto
Pinochet, de haber entrenado en esa época en Brasil a oficiales
chilenos y de otros países latinoamericanos. Las declaraciones de
Contreras figuran en el documental de la cineasta francesa
Marie-Monique Robin “Escuadrones de la muerte, la escuela
francesa”. (ver el documental)
.
Los funerales de Aussaresses serán celebrados el 10 de diciembre en
La Vancelle, pueblo del este de Francia en el que vivía, según la
asociación. El general Aussaresses, que dirigió los servicios de
inteligencia franceses en Argel durante la guerra de Argelia, fue
condenado por apología de la tortura al cabo de un proceso que hizo
correr ríos de tinta en Francia. En 2001, el oficial admitió en su
libro “Service spéciaux, Algérie 1955-1957″ (Servicios
especiales, Argelia 1955-1957) que había practicado la tortura,
afirmando que la misma era “tolerada, cuando no recomendada” por
los políticos.
“Tortura legítima”
Sostuvo que la tortura “se torna legítima cuando la urgencia se
impone”. “Era raro que los presos interrogados por la noche
siguieran estando vivos al alba. Hablaran o no, eran neutralizados en
general”, agregó. Sus confesiones, acompañadas de una entrevista,
desataron una tempestad política en Francia, donde el entonces
presidente Jacques Chirac, que fue teniente en Argelia, se declaró
“horrorizado” por tales declaraciones públicas.
Nacido el 7 de noviembre de 1918 en Saint Paul Cap de Joux (suroeste
de Francia), Paul Aussaresses se enroló voluntariamente en 1941 en
los servicios secretos franceses. Posteriormente participó en la
creación del brazo de los servicios de inteligencia exterior. En
tanto que jefe de batallón de paracaidistas, sirvió después en las
fuerzas francesas en Indochina.
En 1957, el general Jacques Massu, comandante de la 11ª división de
paracaidistas, le encomendó el restablecimiento del orden en Argel.
Allí dirigió lo que él mismo llamó “un escuadrón de la
muerte”, encargado de realizar detenciones nocturnas, seguidas de
torturas y de la eliminación de determinados detenidos.
Enseñó después en la escuela norteamericana de Fort Braggs, antes
de asumir en 1966 el comando del Primer Regimiento de Cazadores
Paracaidistas. “¿Si me ha planteado problemas la tortura? Yo digo
que no. Me habitué a todo eso”, afirmó el general a principios de
los años 2000. Paul Aussaresses sostuvo siempre que sus actos fueron
cometidos con el aval de su jerarquía y de las autoridades
políticas.
La publicación de su libro y el reconocimiento de la utilización de
la tortura por el ejército francés contribuyó a modificar la
percepción en Francia de la guerra de independencia de Argelia,
conflicto que las autoridades francesas siguieron llamando “los
acontecimientos de Argelia” hasta 1999, fecha en la que los
diputados reconocieron que hubo una “guerra”.
LUNES 9 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR
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3) REFLEXIONES ANTE LA MUERTE DE NELSON MANDELA
Nuestros héroes
Gabriel Delacoste Griñó (Fósforo)
Cuando se terminó el régimen del Apertheid en Sudáfrica, yo era
demasiado chico como para entender lo que estaba pasando, pero lo
suficientemente grande como para que todo aquello me dejara alguna
huella emocional. Me acuerdo de las maestras, de mis padres y de la
televisión hablando de aquel señor tan bueno y tan sabio, y de su
cara de paz inundando tapas de revistas, diarios y libros.
La muerte de Mandela es la muerte del último héroe del siglo XX, de
un héroe que solo compite en celebridad y aclamación con figuras
como Mahatma Ghandi o Martin Luther King, es decir lo más parecido
que tenemos los modernos (y posmodernos) a santos. Su elevación los
transformó en avatares, en encarnaciones de los valores de la paz, la
tolerancia, la armonía y la convivencia, de la idea de que los seres
humanos podemos vivir juntos en el mundo.
Si bien es difícil discutir la importancia política y la estatura
moral de estos personajes, algo resulta profundamente irritante en su
aclamación universal. Igual que resulta irritante que, a nivel local,
Seregni sea aclamado como un paladín de la democracia (no hay dudas
de que lo fue) y como un ejemplo de flexibilidad, capacidad
negociadora y moderación.
El Mandela que conocí en mi infancia era, sobre todo, un hombre
bueno. Igual que Seregni, que Ghandi y que MLK. Sin embargo, no eran
vistos así por la mayoría de los contemporáneos de sus ascensos
políticos. Todos fueron acusados de subversivos, de filocomunistas,
de querer romper la paz y la armonía. Y a mi me gusta pensar que
estas acusaciones tenían algo de cierto. Es que ellos fueron, antes
que nada, protagonistas de las luchas por la emancipación de la
segunda mitad del siglo XX que, más que la paz, buscaba la justicia.
De hecho, buscar la justicia significaba romper la armonía. La
armonía de la sociedad colonial, de la segregación, de la
dominación oligárquica. Después, los avatares de la lucha política
y los caprichos de la historia hicieron su trabajo. Ninguno de ellos
fue ajeno a la violencia. Algunos coquetearon con ejercerla, todos la
sufrieron.
Persecución, prisión, tortura, muerte. Su sufrimiento es fundamental
en las narraciones actuales sobre su santidad, más no así su lucha.
De los santos del siglo XX se recuerda su sufrimiento y sus
claudicaciones y se olvida su radicalismo, que es sustituido por
valores que parecen encajar mejor con saludos de fin de año que con
la lucha política. Seregni no fue el fundador de un frente popular
antioligárquico, sino un representante de la unidad nacional, y
Luther King no fue un luchador por la justicia social y el fin de la
guerra, sino un soñador.
Ghandi y MLK sufrieron muertes violentas. Mandela y Seregni murieron
de viejos. Tuvieron largas carreras politicas y responsabilidades
gubernamentales, en el marco de las que tuvieron que (o quisieron)
negociar y ceder en puntos importantes ante la realpolitik. En parte,
fueron esas cesiones las que posibilitaron que se transformaran en
figuras de aclamación universal en sus países.
Mandela es para los sudafricanos lo que para los uruguayos son
Artigas, Sendic y Lacalle, al mismo tiempo. Es el fundador mítico de
la nacionalidad moderna, el subversivo sesentista antisistémico que
salió de la prisión con voluntad de fundar un movimiento político
electoral, y el reformista que insertó a su país en la economía
globalizada a través de reformas neoliberales.
No es sorpresivo, entonces, que exista un Mandela de derecha. Un
Mandela de la unidad nacional, de la sacralización de los valores
liberales, de la priorización de la paz sobre la jusicia. Es lógico
que para liberales y conservadores este sea el Mandela “bueno” a
recordar, en lugar del Mandela “malo”, marxista, conflictivo y
antiimperialista. Lo sorpresivo es que los que somos de izquierda
reproduzcamos esa narración sobre otras igual de ciertas y mucho más
productivas, tanto para nuestros objetivos políticos como para
reflexionar sobre los problemas políticos y estratégicos de la
izquierda hoy.
El problema que nos debe interpelar es que además de ser un hombre
bueno y sabio (cosas de las que no puedo dar fe porque no lo conocí
personalmente), gobernó un país, y su partido sigue gobernándolo
hasta hoy. Se trata de un partido de izquierda, que como tantos en el
mundo, abandonó toda pretensión de cambio radical y de desafío al
poder del capital, al tiempo que abrazó cusas y discursos liberales
“progresistas” y devino, antes que nada, nacionalista de la patria
chica.
¿Por qué a tantas izquierdas les pasó eso? ¿Qué dinámicas
estructurales las fuerzan a transformarse de esta manera? ¿Que
hegemonías discursivas las persuaden de que es lo mejor? ¿Qué
cambios organizativos logran que la militancia permita a las élites
llevar adelante a esos cambios? y ¿Qué poderes mediáticos y
económicos apuntalaron estos desplazamientos? son algunas de las
preguntas que nos debe forzar a hacernos el hecho de que el héroe
indiscutido de la descolonización y la izquierda se haya
transformado, para regocijo de liberales y conservadores, en un
paladín de la competitividad y la unidad nacional.
Esto no significa que haya que abandonar la celebración del heroísmo
de Mandela. Pero si pensar qué es lo que debemos celebrar. Si la
lección que aprendemos es que siempre hay que priorizar la paz y la
armonía estaríamos entendiendo todo al revés, justamente porque
para poder pactar y lograr una paz mejor que la que había antes,
primero hay que haber luchado, haber sido suficientemente peligroso
para la paz como para que tenga que pactar.
No se puede ser el Mandela “bueno” sin antes haber sido el Mandela
“malo”, y por lo tanto homenajearlo no es ser moderados y
razonables, cristalizando de esta manera los logros que impuso como
una paz nueva, sino hacer todo lo que podamos para romper esta paz
insuficiente, en la esperanza de que la paz a la que lleguemos luego
de la lucha sea un poco más justa. Todo esto para dejarle a la
generación que viene, igual que Mandela, un mundo mejor que el que
encontramos, sabiendo que, igual que Mandela, vamos a encontrar
obstáculos que no vamos a poder superar, que les vamos a dejar para
que luchen ellos, mientras nosotros estemos ocupados, si tenemos
suerte, muriéndonos de viejos.
LUNES 9 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR
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4) SUDÁFRICA ESTÁ LEJOS DE HONRAR EL LEGADO DE MANDELA
Qaanitah Hunter y Estelle Ellis (IPS)
Mientras el mundo llora la muerte de quien fue mucho más que el
primer presidente democráticamente elegido de Sudáfrica, Nelson
Mandela, su amigo e incondicional aliado político Tokoyo Sexwale
sostiene que no es tan sencillo honrar su legado.
Mandela falleció a las 20:50 horas (18:50 GMT) del jueves 5, a los 95
años, rodeado de su familia en su hogar de un suburbio de
Johannesburgo. “Le pedimos a la gente que honre a Madiba (nombre del
clan al que pertenecía y con el que el pueblo sudafricano lo llamaba
cariñosamente), encarnando su herencia. Hoy somos libres gracias a
Mandela”, dijo Sexwale a IPS tras la muerte de su amigo. “La
muerte es algo triste. Pero podemos celebrar muchas cosas de la vida
de Madiba. Fueron 95 años bien vividos”, agregó.
Líderes de todo el mundo expresaron su tristeza por el fallecimiento
del premio Nobel de la Paz 1993. Pero fue Ahmed Kathrada, amigo
cercano y confidente de Mandela, quien hizo llorar a muchos con su
sentido tributo. “Nos conocíamos desde hacía 67 años, y nunca
imaginé que sería testigo de la realidad inevitable y traumática de
tu muerte… ¿A quién acudiré en busca de solaz, consuelo y
consejo?”, dijo Kathrada, activista político y exasesor de Mandela,
en una carta abierta este viernes 6.
En una entrevista previa al fallecimiento de Mandela, Kathrada había
comentado a IPS que “hay mucho por hacer, porque el principal
mensaje con el que Madiba salió de la prisión (en 1990, luego de 27
años de encierro) fue el del antirracismo. Eso significa vivir en un
país de diferentes creencias políticas”, dijo Kathrada.
En su oficina hay una fotografía donde aparece sentado en un sillón
junto a Mandela, su ex comandante en jefe, riendo como si estuvieran
compartiendo una broma privada. “Es tiempo de que te retires,
Madala”, escribió Mandela en letra manuscrita sobre la imagen, que
le obsequió a Kathrada en 2001. “Entre nosotros nos llamábamos
‘madala’ (viejo)”, explicó Kathrada. “Todo el mundo lo llama
Madiba, pero él era mi ‘madala’”.
El retrato refleja el profundo vínculo que los unía, nacido en los
años que pasaron juntos durante la lucha por una Sudáfrica libre y
democrática. A ambos los habían sentenciado a cadena perpetua en el
proceso por traición de Rivonia (1963-1964). Ellos y otros dirigentes
del hoy gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), principal fuerza
política del movimiento negro, habían sido acusados de sabotaje al
régimen segregacionista blanco del apartheid, que hasta 1994 oprimió
a la mayoría de la población de este país.
Kathrada y Mandela cumplieron juntos parte de su condena en Robben
Island. Casi cinco décadas después, Kathrada dijo que con Mandela
compartió una relación muy franca y abierta. “Madiba no era un
santo, pero tenía cualidades”, señaló. “No abandonó su
compromiso de combatir la injusticia… Era un tigre”. “Sabíamos
que ganaríamos la lucha, que obtendríamos la democracia. Pero jamás
se me pasó por la cabeza que Mandela llegaría a ser presidente”,
dijo.
En 1994, Mandela se convirtió en el primer presidente negro de
Sudáfrica y cumplió solo un período de gobierno, hasta 1999. Pero
ese lapso fue suficiente para que Mandela, abogado de formación,
reformara de modo radical el sistema legal sudafricano, según el juez
Siraj Desai, un activista estrechamente involucrado con muchas
batallas jurídicas contra el apartheid.
“Su contribución al marco legal basado en los derechos humanos es
inconmensurable. Él cambió por completo el modo en que ejercemos el
derecho. Su legado se expresa en la Carta de Derechos Humanos”, que
constituye el capítulo segundo de la Constitución, explicó Desai a
IPS.
Hoy los sudafricanos no pueden cerrar los ojos ante la realidad de la
pobreza. “Los derechos socioeconómicos todavía no se han cumplido,
pero es por el fracaso de la actuación política, no por el fracaso
de la reforma legal”, dijo Desai. Fazila Farouk, activista por la
justicia social en Sudáfrica, cree que los problemas que Mandela
describió en su testimonio durante el juicio de Rivonia siguen
vigentes.
“Mandela habló de los habitantes de las áreas rurales, de cómo
sufrían por la pobreza del suelo y las sequías, de las atroces
condiciones laborales de los agricultores negros, de la desigualdad
(en las zonas urbanas), de un sistema educativo partido en dos y del
enorme impacto de la desnutrición en la capacidad de aprendizaje de
los niños”, dijo Farouk a IPS.
“La triste realidad es que uno puede tomar fragmentos textuales de
su discurso de 1963 y aplicarlos para abordar la realidad que muchos
sudafricanos enfrentan hoy en día”, señaló la activista. Conmueve
que las vidas de tantos compatriotas todavía no hayan cambiado,
apuntó. La activista admitió que el acceso a la educación mejoró
radicalmente desde que Sudáfrica se convirtió en una democracia, en
1994.
Pero “si miramos nuestro país hoy, nos damos cuenta de que lo
estremecedor de su discurso es que en muchos sentidos le hemos
fallado”, evaluó. “La desigualdad de ingresos es la razón
central de muchos fracasos del gobierno para hacer respetar los
derechos humanos. Si no la afrontamos, no superaremos nuestros
problemas”, sentenció Farouk. Para la activista por la igualdad de
género Lindsay Ziehl, desde el punto de vista legislativo, las
mujeres sudafricanas están mucho mejor gracias a la influencia de
Mandela.
“Él hizo una contribución significativa para igualar las
condición de las mujeres. Ahora tenemos mejores leyes, mejor
capacitación en las comisarías y en los tribunales. Por primera vez
la gente entiende que la violencia doméstica no es solo un asunto de
matrimonios”, explicó a IPS.
En 1998 Sudáfrica adoptó la Ley sobre Violencia Doméstica, que
reconoce los abusos económicos, emocionales y físicos en las
relaciones personales entre hombres y mujeres. Ziehl agregó que ahora
hay más mujeres que nunca participando en la política. Sudáfrica
ocupa el tercer puesto mundial en términos de representación
femenina en el parlamento.
Pero Daygan Eagar, del Proyecto de Promoción de la Salud Rural, dijo
a IPS que, al analizar los derechos sanitarios de los pobres, “no
hubo muchos cambios; de hecho, en algunas áreas se registró un
retroceso”. La política económica se focalizó en las áreas
urbanas, mientras las rurales han sido muy desatendidas.
“Inmediatamente después de 1994 hubo un enorme aumento de la
cantidad de instalaciones de salud construidas, pero no se
concentraron en la provisión de servicios ni en el uso sostenible de
los recursos”, dijo Eagar.
Una investigación del Proyecto de Promoción de la Salud Rural
muestra que alrededor de 15 por ciento de los hogares rurales son más
pobres por el “efecto catastrófico” de los costos del transporte
para llegar hasta los sitios donde hay atención médica, agregó.
Mientras el mundo llora la muerte de Mandela, Kathrada cree que sus
acciones y su vida alcanzan para crear “un mundo de jóvenes
Madibas”. Recordemos lo que defendió y por lo que sacrificó toda
su vida: construir una nación unida bajo una sola bandera, bajo un
solo himno”, concluyó.
LUNES 9 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR
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5) EL MALENTENDIDO SOBRE HANNAH ARENDT
Monika Zgustova (El Pais de Madrid)
La película de Margarethe von Trotta sobre la filósofa alemana ha
despertado una nueva ola de críticas contra su libro ‘Eichmann en
Jerusalén’. El problema es que muy pocos de sus detractores lo han
leído
Cuando en 1961 se celebró en Jerusalén el juicio del líder nazi
Adolf Eichmann, la revista The New Yorker escogió como enviada
especial a Hannah Arendt, una filósofa judía de origen alemán
exiliada en Estados Unidos. Arendt, que se había dado a conocer con
su libro Los orígenes del totalitarismo, era una de las personas más
adecuadas para escribir un reportaje sobre el juicio al miembro de las
SS responsable de la solución final. Los artículos que la filósofa
redactó acerca del juicio despertaron admiración en algunos (tanto
el poeta estadounidense Robert Lowell como el filósofo alemán Karl
Jaspers afirmaron que eran una obra maestra), mientras que en muchos
más provocaron animadversión e ira. Cuando Arendt publicó esos
reportajes en forma de libro con el título Eichmann en Jerusalén y
lo subtituló Sobre la banalidad del mal, el resentimiento no tardó
en desatar una caza de brujas, organizada por varias asociaciones
judías estadounidenses e israelíes.
Tres fueron los temas de su ensayo que indignaron a los lectores. El
primero, el concepto de la “banalidad del mal”. Mientras que el
fiscal en Jerusalén, de acuerdo con la opinión pública, retrató a
Eichmann como a un monstruo al servicio de un régimen criminal, como
a un hombre que odiaba a los judíos de forma patológica y que
fríamente organizó su aniquilación, para Arendt Eichmann no era un
demonio, sino un hombre normal con un desarrollado sentido del orden
que había hecho suya la ideología nazi, que no se entendía sin el
antisemitismo, y, orgulloso, la puso en práctica. Arendt insinuó que
Eichmann era un hombre como tantos, un disciplinado, aplicado y
ambicioso burócrata: no un Satanás, sino una persona
“terriblemente y temiblemente normal”; un producto de su tiempo y
del régimen que le tocó vivir.
Lo que dio aun más motivos de indignación fue la crítica que Arendt
dispensó a los líderes de algunas asociaciones judías. Según las
investigaciones de la filósofa, habrían muerto considerablemente
menos judíos en la guerra si no fuera por la pusilanimidad de los
encargados de dichas asociaciones que, para salvar su propia piel,
entregaron a los nazis inventarios de sus congregaciones y colaboraron
de esta forma en la deportación masiva. El tercer motivo de reproches
fueron las dudas que la filósofa planteó acerca de la legalidad
jurídica de Israel a la hora de juzgar a Eichmann.
De modo que lo que esencialmente provocó las críticas fue la
insumisión: en vez de defender como buena judía la causa de su
pueblo de manera incondicional, Arendt se puso a reflexionar,
investigar y debatir. Sus lectores habían esperado de ella un apoyo
surgido del sentimiento de la identidad nacional judía y de la
adhesión a una causa común, y lo que recibieron fue una respuesta
racional de alguien que no da nada por sentado. En palabras de
Aristóteles, en vez de limitarse a ser una “historiadora”, Arendt
se convirtió en “poeta”.
Sus adversarios llegaron a ser muchos; el filósofo Isaiah Berlin no
quería ni oír hablar de ella, y el novelista judío Saul Bellow
afirmó que Arendt era “una mujer vanidosa, rígida y dura, cuya
comprensión de lo humano resulta limitadísima”, aunque otra
conocida escritora, Mary McCarthy, publicó en Partisan Review un
largo ensayo en apoyo de Eichmann en Jerusalén. Así, el libro de
Arendt generó en los sesenta toda una guerra civil entre la
intelectualidad neoyorkina y europea. En vez de defender
incondicionalmente, como buena judía, la causa de su pueblo,
debatió, investigó, reflexionó
Ahora, medio siglo después de la primera polémica, la realizadora
alemana Margarethe von Trotta ha ofrecido al público su película
Hannah Arendt, que ha despertado una nueva ola de reacciones contra el
tratado de la filósofa. Lejos de ser un documental sobre Arendt, esta
“película de ideas”, que se estrenó en mayo en Estados Unidos y
en junio en España, enfoca el caso Eichmann sirviéndose de escenas
de su juicio en Jerusalén, extraídas de los archivos. Otra vez en
Estados Unidos y en Europa se ha despertado una polémica, aunque más
respetuosa con la filósofa, la cual, a lo largo de las décadas, ha
ido cobrando peso.
La mayoría de los participantes en el debate actual sostienen que, en
la “banalidad del mal”, Arendt descubrió un concepto importante:
muchos malhechores son personas normales. En cambio, según ellos,
Arendt no supo aplicar adecuadamente ese concepto. Según lo expresó
Christopher Browning en New York Review of Books: “Arendt encontró
un concepto importante pero no un ejemplo válido”. Elke Schmitter
argumenta en el semanario alemán Der Spiegel que “la actuación en
Jerusalén fue un exitoso engaño”, y que Arendt no llegó a
entender al verdadero Eichmann, un fanático antisemita. Alfred Kaplan
ha escrito en The New York Times que “Arendt malinterpretó a
Eichmann, aunque sí descubrió un gran tema: cómo las personas
comunes se convierten en brutales asesinos”. Todos los críticos
—y hay muchos más que los citados— invocan los documentos
hallados sobre Eichmann tras la publicación de Eichmann en Jerusalén
y las investigaciones posteriores, y afirman que Arendt en su época
los ignoraba y debido a ello malinterpretó a Eichmann.
El problema es que —y aquí subyace el primer malentendido— Arendt
sí conocía, al menos parcialmente, esos materiales, y su tratado los
tuvo muy en cuenta. Dichos documentos provienen de la estancia del
jerarca nazi en Argentina, antes de que allí le capturaran los
servicios secretos israelíes: se trata de sus memorias y apuntes,
además de una entrevista. A partir de esos materiales, diversos
estudiosos han publicado en los últimos años nuevos ensayos sobre
Eichmann y, por lo general, le dan la razón a Arendt en el hecho de
que Eichmann no era un maniático que odiaba a los judíos, sino un
hombre común. En cambio, esos historiadores le echan en cara a Arendt
su idea de que Eichmann meramente obedecía órdenes. Logró poner de
manifiesto que el mal puede ser obra de gente corriente, de las
personas que renuncian a pensar
Y aquí está el segundo malentendido: la filósofa nunca sostuvo que
Eichmann se limitara a obedecer órdenes. En su libro, Arendt resaltó
la rebelión de Eichmann contra las órdenes de Himmler quien, al
aproximarse la derrota, recomendó un mejor trato a los judíos,
mientras que Eichmann “se esforzó por hacer que la solución final
lo fuera realmente”, escribió Arendt. La filósofa dibujó un
minucioso retrato de Eichmann como un burgués solitario cuya vida
estaba desprovista del sentido de la trascendencia, y cuya tendencia a
refugiarse en las ideologías le llevó a preferir la ideología
nacionalsocialista y a aplicarla hasta el final. “Lo que quedó en
las mentes de personas como Eichmann”, dice Arendt, “no era una
ideología racional o coherente, sino simplemente la noción de
participar en algo histórico, grandioso, único”. El Eichmann de
Arendt es un hombre que, engañándose y convenciéndose a sí mismo,
está persuadido de que sus sangrientas acciones manifiestan su
virtud.
Muchos ensayistas y comentaristas no han entendido y siguen sin
entender las ideas de Arendt porque no han leído su libro, o lo han
leído bajo la influencia de los comentarios anteriores. Por eso el
malentendido sobre Eichmann en Jerusalén no acaba de disiparse y
Hannah Arendt se ha convertido en una autora de la que se habla mucho,
pero a quien leen pocos.
Sus ideas siguen molestando hoy como lo hicieron hace cincuenta años.
Nada en la historia es blanco y negro, y los análisis de Arendt
despiertan la animadversión de los que prefieren explicárselo todo
con esquemas simples que no permitan la duda ni obliguen a reflexionar
sin fin. Por ello es más preciso que nunca ir a la fuente y leer a
Hannah Arendt, porque ella puso de manifiesto que el mal puede ser
obra de la gente común, de aquellas personas que renuncian a pensar
para abandonarse a la corriente de su tiempo. Y eso es válido
también para los tiempos que vivimos.
Monika Zgustova es escritora. Su última novela es La noche de Valia
(Destino).
LUNES 9 DE DICIEMBRE DE 2013 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las
ideas
dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante
en
la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual
dominante, la
clase que controla los medios de producción intelectual, de tal
manera que
en general las ideas de los que no disponen de medios de producción
intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. Carlos
Marx
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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
Coordinación : Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL:
Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO – URUGUAY
E mail: comcosur@comcosur.com.uy – WEB: www.comcosur.com.uy
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Comcosur se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes
y no cuenta con ningún tipo de apoyo institucional ni personal.
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Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC)
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Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este
boletín,
no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur
sobre
los temas en cuestión.
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