1) Ninguno puede lanzar la primera piedra –
2) ¿Existen diferencias entre el EI y Arabia Saudita? –
3) La geopolítica del petróleo barato –
4) Otra vez fue postergada la elección de presidente en Haití –
5) En Haití sólo un candidato está en campaña
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COMCOSUR — POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 754 / Lunes 11 de Enero de 2016 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Ninguno puede lanzar la primera piedra
Robert Fisk (The Independent/Página12)
Cuando Arabia Saudita, con ayuda del premier británico David Cameron, fue electa al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en 2013, todos lo consideramos una farsa. Ahora, horas después de que los sauditas musulmanes sunnitas cortaron la cabeza a 47 de sus enemigos –entre ellos un prominente clérigo musulmán chiíta–, esa designación resulta grotesca. Desde luego, el mundo de los derechos humanos está escandalizado, y el chiíta Irán habla de un castigo divino que destruirá a la casa de Saud. Multitudes atacan la embajada saudita en Teherán. ¿Qué hay de nuevo?
Durante siglos se han buscado de distintas maneras castigos divinos y seculares contra gobernantes de Medio Oriente, el más reciente contra Bashar al Assad de Siria, quien según el ministro francés del Exterior no merece vivir en este planeta. Desde hace mucho tiempo los sauditas instan a los estadounidenses a cortar la cabeza a la serpiente iraní, pero obviamente se han conformado, al menos por ahora, con cortársela al jeque Nimr al Nimr. Pero ni todos los gritos y aullidos detendrán el flujo de petróleo de los pozos sauditas ni evitarán que los amigos del reino sigan usando evasivas para disculpar sus escándalos.
Las ejecuciones son asunto interno, tal vez un paso retrógrado, y sin duda sucesos que no contribuyen a la paz en Medio Oriente. Toda esta verborrea clásica, debo añadir, de Crispin Blunt, el presidente conservador del Comité Selecto de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes británica, se produjo horas después de la decapitación en masa, ocurrida el sábado. También declaró al Canal 4 británico que tenemos que juzgar cuándo es apropiado intervenir con los sauditas en tales cuestiones. Seguro que sí. Yo apostaría a que nunca. Después de todo, no es posible hacer ondear las banderas a media asta cuando el último rey de Arabia Saudita fallece de muerte natural, y después ponerse nervioso cuando los sauditas comienzan a rebanar el pescuezo a sus enemigos.
Sin embargo, hay un pequeño paso que quienes protestan, se indignan y rugen por la reciente carnicería saudita podrían considerar, si se calman lo suficiente para concentrarse en la letra pequeña. Porque la resolución que instituyó el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas –al que los sauditas se enorgullecen de pertenecer– prescribe que todos los miembros electos deben mantener los más altos estándares en la promoción y protección de los derechos humanos. Es más, la Asamblea General de la ONU, que elige a los miembros que ocuparán los 47 lugares del consejo, tiene la facultad de suspender, mediante votación de dos tercios, los derechos y privilegios de cualquier miembro del consejo que con persistencia haya cometido violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos durante su ocupación del cargo.
Pero he aquí la dificultad. Haciendo a un lado a los serviles líderes occidentales que objetarían la menor insinuación en ese sentido contra Arabia Saudita –David, obviamente, junto con sus contrapartes de Francia, Alemania, Italia, de hecho toda la Unión Europea y Estados Unidos (por supuesto)–, y a cualquier beneficiario de la generosidad saudita, tendríamos que atestiguar el absurdo voto de Irán contra el reino. Irán, vean ustedes, ha colgado a unos 570 prisioneros –entre ellos 10 mujeres– tan sólo en la primera mitad de 2015. Eso quiere decir dos linchamientos diarios de criminales y enemigos de Dios, cifras que exceden a las de los pobres sauditas, que hace apenas dos años ponían anuncios solicitando más verdugos oficiales. En marzo, seis sunnitas fueron ejecutados en Irán en un ahorcamiento en masa.
En otras palabras, el que lance la primera piedra –frase que sería literal si el talibán aún tuviera el poder en Afganistán– haría mejor en mirar su propio historial. Y muy aparte de Estados Unidos (28 ejecuciones en 2015, sin contar ataques con drones, matanzas selectivas y otros asesinatos extrajudiciales), tenemos que recordar que en el Consejo de Seguridad de la ONU podemos encontrar defensores tan vigorosos de los derechos humanos como China y Rusia.
Así que los sauditas tienen poco de qué preocuparse por parte de la ONU, de Estados Unidos o de Dave. Hasta la revolución.
LUNES 11 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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2) ¿Existen diferencias entre el EI y Arabia Saudita?
Iñigo Sáenz de Ugarte (Brecha)
La petromonarquía es uno de los principales aliados de Estados Unidos en Oriente Medio; el EI (Estado Islámico) uno de sus principales enemigos. Las diferencias se terminan allí.
¿Puede compararse la aplicación de la pena de muerte por un Estado con las ejecuciones de un grupo insurgente que utiliza el terror para controlar a la población civil?
Muchos países, cada vez menos, cuentan con la pena capital en su sistema de justicia. ¿En qué se distingue Arabia Saudita? En primer lugar, por la forma de aplicar las sentencias. La decapitación por espada en un lugar público es el sistema elegido. La realiza un verdugo profesional, lo que no siempre garantiza la muerte por un solo tajo. El EI –y también en algunas ocasiones el Frente Al Nusra– emplea el mismo método. Su estilo es más bárbaro, pero la intención es la misma que en Arabia Saudita: cortar de raíz cualquier desviación de las conductas sociales impuestas y de su interpretación del islam. También se lleva a cabo en un lugar público para que sirva de aviso terrorífico al resto de la población.
¿Qué delitos se castigan con la muerte? En la justicia saudita, por ejemplo, el adulterio, la traición, las relaciones sexuales entre homosexuales, el tráfico de drogas, la apostasía o la “brujería” (sic) pueden acabar con el reo en el patíbulo. Todas esas transgresiones suponen el mismo destino en el territorio controlado por el EI.
Un Estado siempre garantiza más derechos a un acusado que un grupo terrorista. Pero en el sistema saudita las organizaciones de derechos humanos han denunciado en numerosas ocasiones que los enjuiciados carecen de los derechos más elementales tanto en la investigación del delito como en la celebración de la vista. Tienen limitado el derecho a presentar testigos en su favor, y el tribunal tiende a suscribir por defecto el criterio del fiscal. Cuando el acusado es un trabajador inmigrante, sus esperanzas de salir indemne son escasas, en especial si no habla árabe y no le traducen los procedimientos judiciales.
El aumento del número de ejecuciones en Arabia Saudita ha originado algunos titulares, según los cuales en ese reino los ajusticiamientos han doblado este año a los realizados por el EI en Siria e Irak. Eso es improbable, entre otras cosas porque no conocemos todos los que se producen en zonas controladas por los yihadistas.
Pero los datos saudíes son estremecedores por sí solos. Este año pasado han sido ejecutadas 151 personas, la mayor cifra de los últimos 20 años. Esto ocurre poco después del relevo en la corona, lo que se interpreta como un intento de la monarquía de reforzar sus credenciales ante el establishment religioso en este tiempo de transición.
En los últimos días Amnistía Internacional ha dado la voz de alarma ante la posibilidad de que sean ejecutadas muy pronto más de 50 personas por delitos supuestamente relacionados con el terrorismo. El dato no está confirmado debido al secretismo habitual en Arabia Saudita en estos temas, y porque es habitual que los medios sólo informen de las sentencias cuando son aplicadas. Amnistía teme que muchos de estos reos sean activistas políticos chiitas de la región de Awamiya.
Entre ellos está el poeta palestino Ash¬raf Fayad, condenado a muerte por apostasía a raíz de la denuncia de un vecino que en un primer juicio fue rechazada. La acusación consiguió que otro juez reanudara el caso.
La principal diferencia entre la visión religiosa saudita y la yihadista del EI y otros grupos similares viene simplemente del contexto de cada país o conflicto. Los yihadistas del EI pretenden derrocar a gobiernos para instaurar su “califato”, los religiosos wahabíes están aliados con la dinastía saudita desde los orígenes del Estado para imponer su visión de la religión en ese país. Obviamente, los wahabíes nunca aceptarían un califato extranjero, que supone un liderazgo religioso sobre el Estado saudita.
Al igual que otros grupos insurgentes y que el Ejército sirio, el EI ha cometido múltiples crímenes de guerra en Siria, así como en Irak. Centenares de prisioneros iraquíes han sido fusilados. Los soldados sirios capturados han sufrido el mismo destino.
En Yemen, la Fuerza Aérea saudita ha cometido otros crímenes de guerra, según las organizaciones de derechos humanos, en la campaña de bombardeos sobre Yemen. La ofensiva sobre las milicias chiitas huzíes –no contra Al Qaeda, que controla buena parte de la deshabitada zona oriental del país– no ha conseguido eliminar a estos grupos y ha terminado convirtiéndose en una sucesión de bombardeos indiscriminados sobre zonas civiles.
Las agencias de la Onu calculan que 5.700 personas han muerto desde que esta guerra comenzó hace ocho meses. De ellos, 2.577 son civiles, y de estos últimos 637 son niños. Las milicias huzíes son responsables de centenares de estas muertes, pero la mayoría ha caído en los bombardeos de los saudíes y sus aliados.
La Oficina de Asuntos Humanitarios de la Onu afirmó en setiembre que el 60 por ciento de las bajas civiles se produjo en ataques aéreos. Otro informe del Acnur elevó ese porcentaje a dos tercios.
Los saudíes mantienen además un bloqueo de las costas de Yemen para impedir la llegada de suministros, lo que ha dejado sin alimentos a la mayor parte de la población del país más pobre de Oriente Medio.
La gran diferencia entre Arabia Saudita y el EI proviene de las relaciones radicalmente diferentes que mantienen con Occidente. La monarquía feudal de Riad es aliada estratégica de Estados Unidos desde los años cuarenta, como también de Europa occidental. Los contratos de armamento y las obras civiles en el país saudí son fuente de innumerables beneficios comerciales para norteamericanos y europeos.
Recientemente, Washington autorizó al Pentágono a exportar munición avanzada por valor de 1.200 millones de dólares, con la que Arabia Saudita repondrá la utilizada en Yemen. Al mismo tiempo entrega a los saudíes información en la que se valora el alcance y progresos de los bombardeos. Ni Estados Unidos ni Arabia Saudita han firmado el tratado internacional de 2008 contra las bombas de racimo, por lo que hay que suponer que esos proyectiles han formado parte de los envíos.
El apoyo militar británico a los saudíes, incluida la venta de 200 misiles Paveway IV, ha alcanzado tal nivel que los consejeros legales del Ministerio de Relaciones Exteriores no descartan que algún día el país deba enfrentarse a una acusación ante el Tribunal Penal Internacional por el suministro de estas armas para su destino en ataques deliberados contra la población civil.
Pero al final, para los gobiernos occidentales Arabia Saudita es un aliado político, estratégico y económico en Oriente Medio, el EI un grupo terrorista que pretende formar un gobierno en Siria e Irak que será, si no lo es ya, una amenaza directa para muchos gobiernos de la zona y occidentales. La ideología que inspira al Estado saudita es tan destructiva como la de los grupos yihadistas, pero con los primeros hacemos negocios.
LUNES 11 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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3) La geopolítica del petróleo barato
John Feffer (Counterpunch)
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Se suponía que el mercado iba a salvar el planeta.
Al menos ese era el argumento de muchos economistas que lidiaban con el problema del cambio climático. Como los combustibles fósiles son cada vez más escasos, sostenían, el precio del petróleo y el gas natural subiría. Y entonces, otras opciones como la solar y la eólica se abaratarían, especialmente cuando la inversión fluyera hacia ese sector e hiciera que se redujera el coste de las nuevas tecnologías.
Et voilà: Una mano invisible bajaría de forma gradual el termostato global.
Es un argumento ridículo. Por un lado, no hay garantía alguna de que el mercado vaya a responder de forma oportuna (i.e., antes de que estemos ya bajo el agua). Por otro, los precios del gas y el petróleo son tan volátiles e imprevisibles como una sesión de preguntas y respuestas con Donald Trump.
En 2008, por ejemplo, el petróleo alcanzó un precio máximo de 145$ el barril. Pero no duró mucho. Y en 2015, a pesar de todas las agitaciones que arrasan Oriente Medio y otros países productores de petróleo como Nigeria, el precio del crudo cayó entre un 30% y 40% hasta sus niveles más bajos en once años. Esa es una caída mayor que la bajada del precio de productos básicos como los metales, granos y soja. Las gasolineras por todo EEUU no reflejaron totalmente esta caída, pero los precios del petróleo siguen cayendo a una media de 2,40$ por galón, con lo que cada conductor pudo ahorrar más de 500$ el pasado año.
Hay toda una serie de razones para la caída de los precios, pero se reducen a la oferta (más) y la demanda (menos). Estados Unidos favoreció la producción de petróleo en un 66% durante los últimos cinco años, convirtiéndose en el mayor productor de gas natural y petróleo del mundo en 2015. Otros productores, como Arabia Saudí, tampoco han reducido la producción, en parte para aprovechar las sanciones impuestas a Irán y llevarse a sus clientes. Mientras tanto, la mayor eficiencia del combustible y el menor crecimiento económico en todo el mundo (especialmente en China) han reducido la demanda.
El desplome de los precios del petróleo ha sido una buena noticia para mucha gente y muchos países. Pero no ha sido una buena noticia para el planeta.
Primero las buenas noticias
Los consumidores están encantados con que bajen los precios de la energía. No sólo resulta más barato llenar el tanque del coche y calentar la casa. Las facturas de tus compras son también más bajas debido a que se han reducido los costes de producción y transporte. Las líneas aéreas rebajan sus tarifas (o al menos deberían hacerlo). Y supone un gran impulso para la economía global. Como señala The Economist: “La caída de precios estimula normalmente el PIB al transferir recursos de los productores a los consumidores, que son más propensos a gastar sus ganancias que los emiratos ricos”.
La otra buena noticia es que los precios más bajos del petróleo no han debilitado el mercado de las energías sostenibles. En el pasado, combustibles fósiles más baratos hacían que los gobiernos y la industria aplazaran la difícil decisión de cambiar a fuentes de energías renovables. Sin embargo, hay varios factores que han modificado esos cálculos.
La comunidad internacional se ha comprometido, más recientemente en París, a invertir en turbinas eólicas y paneles solares. Mientras tanto, debido a los avances tecnológicos y a los incentivos de los gobiernos, el coste de las renovables ha caído. Por ejemplo, el precio de los paneles solares en EEUU ha bajado un 70% desde 2009, y los observadores de la industria esperan incluso recortes más agudos en años venideros. Para mantener el impulso, el gobierno de Obama obligó a que se aceptara una ampliación de sus créditos fiscales para impulsar las energías renovables hasta 2019. Y los bancos de inversión, que por lo general sienten aversión a arriesgarse en estos productos, están finalmente apostando fuerte por el sector: por ejemplo, Goldman Sachs anunció en noviembre que cuadruplicaría sus inversiones en las energías renovables.
Otro beneficio medioambiental de los precios más bajos de la energía es la cancelación de proyectos muy costosos para obtener combustibles fósiles. El presidente Obama liquidó finalmente el oleoducto Keystone el pasado noviembre. El oleoducto, objetivo de la protesta activista contra el cambio climático, se convirtió en un proyecto considerablemente menos atractivo cuando los precios del petróleo cayeron por debajo de 60$ el barril.
El Departamento de Estado está también encantado con los precios bajos del petróleo. Los aliados de EEUU en Europa y Asia pueden reducir sus compras energéticas (y liberar recursos para comprar productos estadounidenses, incluyendo hardware militar). Y los principales adversarios productores de petróleo de EEUU están sintiendo el impacto. Irán, ya bajo sanciones en su producción de petróleo, se mostró el pasado año mejor dispuesto a negociar sobre su programa nuclear. Rusia, también bajo sanciones, no ha forzado mucho las cosas en Ucrania. Los precios más bajos del petróleo han acarreado también presiones para Venezuela y han reducido el flujo de ingresos del Estado Islámico.
La disminución de la dependencia estadounidense del petróleo extranjero para impulsar la producción interna no es sólo una cita jugosa en los medios de comunicación y un éxito con los votantes. También resulta ser un arma potente en la política exterior de EEUU, lo que es una buena noticia para combatir al Estado Islámico pero una mala noticia para restringir la venta de armamento.
Y ahora las malas noticias
En las noticias de diciembre se habló mucho de un potencial “pico” global en las emisiones de carbono. Los investigadores de la Universidad de East Anglia y el Global Carbon Project publicaron un informe diciendo que las emisiones de gas invernadero se habían reducido en 2015 en un 0,6%. Eso puede no parecer gran cosa. Pero representó la primera reducción de tal nivel en décadas.
Las emisiones de carbono han ido reduciéndose en la UE. En EEUU bajaron un poco en 2015. Pero la verdadera razón de la caída global es China. Debido a su reciente desaceleración económica, el país utilizó mucho menos carbón el pasado año.
Por tanto, esa debería ser una buena noticia. Pero no lo es. En primer lugar, aparte de China, EEUU y la UE, las emisiones de carbono en el resto del mundo prosiguen su escalada alcista. En segundo lugar, es más que probable que la caída sea una anomalía, al igual que resultaron prematuras las anteriores predicciones sobre el “pico del petróleo”.
Y en tercer lugar, para cualquier campaña que pretenda conseguir cero emisiones, los combustibles fósiles baratos son el peor de los desincentivos. La cuestión del precio es sencillamente demasiado irresistible para los propietarios de coches que quieren irse de vacaciones, para las compañías que quieren aumentar sus beneficios y para los gobiernos que quieren impulsar el crecimiento económico.
Ramificaciones geopolíticas
Arabia Saudí ha estado actuando recientemente de forma harto excesiva. Ha intervenido militarmente en el vecino Yemen para sofocar a una insurgencia de la que culpó a Irán (sin pruebas). Canalizó fondos hacia sus propios insurgentes preferidos (es decir, los extremistas suníes) para derrocar a Bashar al-Asad en Siria. Y el Día de Año Nuevo ejecutó a un grupo de “terroristas”, incluyendo al jeque Nimr al-Nimr, un destacado clérigo chií.
Desde luego que Arabia Saudí no es conocida por su moderación. Pero el gobierno en Riad ha estado actuando últimamente de forma más errática y paranoica de la habitual.
O puede que Arabia Saudí tenga buenas razones para sentirse paranoica. La caída de los precios del petróleo implica dificultades económicas para un país que depende de las ventas de crudo para el 85-90% de sus ingresos. El país está sufriendo ya un déficit enorme, alrededor del 15% del PIB. En su último presupuesto, los saudíes indicaron que algunos tendrían que apretarse el cinturón, lo que se tradujo en recortes en subsidios clave como el gas y el agua.
Subsidios a la baja y precios al alza. Si los precios suben, la gente se enfada. En otros países de Oriente Medio, las subidas de los precios han provocado un aumento de las protestas. No es sorprendente, pues, que Riad esté haciendo lo que puede para eliminar a las potenciales fuerzas de oposición tanto dentro como fuera del país.
La volatilidad en los mercados energéticos ha ayudado en el pasado a desestabilizar gobiernos: la Unión Soviética bajo Gorbarchev, el régimen de Suharto en Indonesia, o Venezuela justo antes del ascenso de Hugo Chávez. Por tanto, no es descabellado imaginar que los vientos del cambio soplan en Arabia Saudí, o en Rusia, donde la situación económica es casi desesperada, o en Irán, que está deseando ver el levantamiento de las sanciones económicas como resultado del acuerdo nuclear.
Pero, como señala F. Gregory Gause en un informe Brookings de abril de 2015, los precios del petróleo son sólo uno de los factores que afectan a la estabilidad de los gobiernos, y la mayoría de los productores de petróleo tienen suficientes reservas como para capear la volatilidad. En efecto, Gause imaginó que la caída de los precios del petróleo podría incluso auspiciar una mayor estabilidad en Oriente Medio si Irán y Arabia Saudí trabajaban más estrechamente para coordinar los recortes de la producción. Pero con Arabia Saudí rompiendo relaciones diplomáticas con Irán esta semana, lo que parece más probable es que ambos continúen bombeando petróleo de forma agresiva, haciendo que los precios bajen aún más.
Tal vez sea coquetear con la conspiración imaginar que EEUU ha fomentado la producción energética para mantener bajos los precios y así fomentar los disturbios en Rusia, o que Arabia Saudí ha hecho lo mismo para impulsar el descontento en Irán. Ambos países tienen otras muchas razones para pisar el acelerador en lo que a energía se refiere. Pero los políticos en Riad y Washington no se disgustarían si su estrategia produjera esos beneficios colaterales.
El problema es que la inestabilidad en Rusia e Irán no es lo que más le conviene a los intereses de EEUU o Arabia Saudí. Washington necesita la ayuda de Moscú y Teherán para negociar una solución en Siria. Y la administración de Rohani, comparada con el gobierno clerical de línea dura que podría fácilmente surgir en Irán, es un socio potencial mucho mejor para Arabia Saudí (suponiendo, claro está, que quiera un interlocutor para negociar).
Una oportunidad de oro
Los precios de la energía han bajado en un momento especialmente oportuno.
Los gobiernos no pueden sentarse a esperar que el mercado asigne los recursos de forma adecuada, especialmente en lo que se refiere al medio ambiente. Que las inversiones estén fluyendo hacia el sector de las renovables a pesar de la caída en los precios del gas natural y del petróleo es toda la suerte con la que podemos contar. No está claro cuánto tiempo los precios seguirán siendo bajos. Durante este período, los gobiernos deben usar los ahorros de forma inteligente.
La prioridad número uno debería ser la eliminación de los subsidios a la energía. Como escribe Moises Naim en The Atlantic:
“Los subsidios a la energía, que ascienden a más de 540.000 millones de dólares al año a nivel mundial, son tan comunes como perjudiciales porque están perjudicando a las economías, a los pobres y al medio ambiente, ya que estimulan su consumo y socavan los esfuerzos para ahorrar energía y utilizarla de forma más eficiente. Según el Banco Mundial, esos subsidios son enormemente regresivos: Hasta el 60% o incluso el 80% de lo que gastan los gobiernos en Oriente Medio y Norte de África para subsidiar la energía beneficia al 20% más rico de la población, mientras que los pobres reciben menos del 10% de esos fondos públicos.”
Con precios tan bajos, los gobiernos pueden ir eliminando gradualmente estos subsidios a la energía sin perturbar mucho a los consumidores (al tiempo que proporcionan transferencias en efectivo para ayudar a los más necesitados).
La segunda prioridad es que los gobiernos utilicen el dinero procedente de las importaciones más baratas de la energía para proporcionar un tipo diferente de subsidio, esta vez destinado a las renovables. Este es el momento en que el mundo debe dar un giro radical. Los gobiernos deberían centrarse en el sector público: reduciendo el uso e impacto del carbono en los edificios del gobierno, colegios, hospitales, etc. Pero deben también conseguir que para los hogares sea económicamente irresistible decantarse por la energía solar, que los servicios públicos construyan parques eólicos y que las empresas produzcan de forma eficiente.
La tercera prioridad no tiene nada que ver con la intuición. Los productores de energía deben unirse para reducir su producción. Esto hará que, en última instancia, los precios del gas y petróleo suban. Pero así es como debería ser. Si queremos neutralizar el carbono, tenemos que hacer que los combustibles fósiles sean tan caros como sea posible.
El exministro venezolano del Petróleo Juan Pablo Pérez Alfonso, gran impulsor de la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC), no estaba interesado en aumentar los precios del gas para recoger beneficios extraordinarios. En cierto modo defensor del medio ambiente, consideraba que el petróleo era “el excremento del diablo”. Vio en la OPEC –y en su capacidad para reducir la producción y subir los precios- una herramienta de conservación.
Ese es precisamente el tipo de sentido común que necesitamos desesperadamente justo ahora, cuando el galón del excremento del diablo es más barato que la leche descremada.
John Feffer es director de Foreign Policy In Focus.
LUNES 11 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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4) Otra vez fue postergada la elección de presidente en Haití.
Stephanie Demirdjian (La Diaria)
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití estaba fijada para el domingo 27 de diciembre. Sin embargo, unos días antes, el presidente Michel Martelly ordenó postergarlas, teniendo en cuenta el clima político agitado que vive el país y las constantes denuncias de fraude por parte de los partidos opositores. Dispuso además la creación de una nueva -y cuestionada- Comisión de Evaluación Electoral. Mientras avanzaba el trabajo de esta comisión, Martelly anunció que el domingo 17 se enfrentarán el candidato oficialista, Jovenel Moïse, y el opositor Jude Celestin. Otras autoridades ponen en duda que esto sea posible.
Los resultados de la primera vuelta electoral del 25 de octubre se publicaron recién el 9 de noviembre, tras una espera marcada por manifestaciones violentas en las que se reclamó el respeto al voto popular y hubo denuncias de fraude y falta de transparencia, sobre todo por parte de la oposición. Los resultados posicionaron en primer lugar a Moïse, el candidato oficialista del Partido Haitiano Tet Kalé (PHTK), con 32,8% de los votos, y en el segundo a Celestin, de la opositora Liga Alternativa por el Progreso y la Emancipación Haitiana (Lapeh), con 25,3%.
Como ninguno de los dos obtuvo la mayoría necesaria para ganar las elecciones, se había anunciado una segunda vuelta para el domingo 27 de diciembre. Pero unos días antes, las denuncias de la oposición hicieron efecto y, ante una petición del Senado para suspender el proceso electoral, el presidente ordenó la creación de una nueva Comisión de Evaluación Electoral. Tras un breve análisis de la situación, esta comisión terminó por recomendar el aplazamiento de las elecciones.
A cinco días de que los haitianos acudieran a las urnas, la Corte Electoral Provisional (CEP) anunció que la segunda vuelta se pospondría, aunque sin precisar una fecha. En un comunicado publicado en la web oficial de la institución, la CEP señaló que la decisión se tomó “teniendo en cuenta las repercusiones que podría tener la continuación del calendario electoral”. El texto agrega: “La CEP, por lo tanto, recomienda encarecidamente a los actores hacer todo lo posible para facilitar la realización eventual del proceso electoral y reitera su determinación de hacer todo lo posible para la celebración de elecciones libres, justas, inclusivas y democráticas”.
La nueva Comisión de Evaluación Electoral está compuesta por cinco personas que tienen como objetivo hacer las recomendaciones necesarias para evaluar el proceso electoral y asegurar su “transparencia, credibilidad y legitimidad”, según explicó Martelly. El presidente exigió la inclusión de asistencia técnica de expertos nacionales e internacionales y observadores de la Organización de Estados Americanos, y advirtió que todas las recomendaciones emitidas por la comisión tienen que estar dirigidas al gobierno y a la CEP. Además, determinó que ambos candidatos a la segunda ronda presidencial podrán designar un representante para asistir a las reu- niones de la comisión.
No obstante, la creación de la nueva comisión no cayó bien entre los ocho candidatos opositores de la primera vuelta, aglomerados en lo que denominan “G8” (grupo de los ocho). Consideran que se trata de una “solución estética”, porque tres de sus cinco integrantes tienen vínculos con el gobierno de Martelly. “Ellos [el gobierno y la CEP] son responsables de la crisis que el país está viviendo y han convertido al país en un negocio personal”, sentenciaron los miembros del G8 en un comunicado divulgado hace una semana.
Además, pidieron la dimisión “en bloque” de la CEP -organismo que también es acusado de recibir sobornos a cambio de asegurar bancas en el Parlamento- y denunciaron el gasto “innecesario” y la “glotonería” del presidente de un país que vive una grave crisis económica -entre otras-. Según señalaron los ocho en el comunicado, el presidente pidió al tesoro público casi 800.000 dólares para reforzar su seguridad personal, “cuando le queda apenas un mes y medio en el poder”. También hicieron un llamado al pueblo y a la oposición para “preparar lo que viene después del 7 de febrero [fecha en la que Martelly debería entregar el poder a su sucesor]”, y recordaron que no van a aceptar “lo que consideren inaceptable”.
Que el segundo round electoral se postergara fue visto como un “triunfo” por la oposición, que sintió que sus reclamos fueron, en parte, escuchados. Para la Lapeh, el partido de Celestin -el hombre que se va a enfrentar al discípulo de Martelly-, se trata de “un paso en la buena dirección”. Según explicó Gerald Germain, asesor político de Celestin, a la agencia de noticias Efe, todos los que forman el G8 coinciden en esto. Germain recordó que pidió, junto con los demás partidos opositores y en reiteradas ocasiones, “una comisión para verificar los fraudes cometidos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales” y anunció que en los “próximos días” revelarán las medidas y acciones que adoptarán tras el aplazamiento. “Queremos que aflore la verdad. No vamos a continuar en el proceso electoral sin que la CEP y el gobierno no respondan a nuestras reivindicaciones”, agregó, en referencia al establecimiento de una comisión independiente que revise los resultados. Ante todos estos temas, la respuesta del gobierno fue el silencio.
Después de que se anunciara el aplazamiento de las elecciones, el Consejo de Seguridad de la ONU lanzó un comunicado llamando a “todas las fuerzas” haitianas para que se “comprometan públicamente” a completar las etapas electorales dentro del calendario constitucional, que tiene como fecha límite el 7 de febrero, día en que está marcada la investidura del próximo presidente. Además, el organismo abogó por unas elecciones “pacíficas y creíbles”, y reconoció las iniciativas adoptadas por las instituciones para “aumentar la transparencia y credibilidad del proceso”. Finalmente, llamó a todos los candidatos a mantener la “calma”, evitar la violencia y las provocaciones y resolver toda disputa electoral mediante mecanismos legales.
El domingo 20, cuando después de dos meses de espera se dieron a conocer los resultados de las elecciones legislativas, múltiples protestas violentas en el norte y sur de Haití concluyeron con un muerto y varios edificios incendiados, entre los cuales se registró una oficina electoral y la sede de un alcalde. El joven que murió tenía 18 años y fue baleado en un enfrentamiento entre manifestantes oficialistas y opositores en la localidad de Terrier-Rouge, al noreste del país, según confirmó a Efe el responsable de la Policía de esa zona, Noël Guiteau.
De acuerdo con los medios de Haití, desde fines de octubre se repiten manifestaciones prácticamente a diario. Sin embargo, en la cúpula reinó el mutismo hasta el viernes 1º, cuando en el acto por el 212º aniversario de la independencia de Haití el presidente Martelly dio a conocer la nueva fecha para la segunda vuelta, el domingo 17, y dijo a los haitianos: “Les pido a todos que respeten las reglas del juego, les pido a todos mantener la calma, les pido que vayan a votar en masa, como debe ser, ir a votar a la persona que creen que los representa”.
Sin embargo, la incertidumbre volvió ayer al calendario electoral. El CEP envió una carta a Martelly en la que le dice que los días que quedan antes del 17 “no son suficientes para completar todas las actividades previas a las elecciones”. Le manifiesta su disponibilidad a reunirse con representantes del Poder Ejecutivo para evaluar la situación y buscar soluciones, pero considera que cumplir con esa fecha de votacion será “muy difícil, si no imposible”.
LUNES 11 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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5) En Haití sólo un candidato está en campaña
(20 Minutos)
La campaña para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití ya comenzó, pero al parecer sólo un candidato está participando. El contendiente oficialista Jovenel Moise, un empresario agrícola poco conocido, atrajo aproximadamente a 1.500 personas a su primer mitin el viernes por la noche como parte de la campaña para la segunda vuelta electoral. Moise fue el candidato que más votos obtuvo, con 33% del total, entre los 54 que se postularon para las elecciones del 25 de octubre.
Pero el candidato que quedó de segundo, Jude Celestin, dice que sólo participará en los comicios del 24 de enero si se realizan amplias reformas al sistema electoral. Celestin dijo al Miami Herald el jueves que el presidente saliente Michel Martelly «tendrá que tener unas elecciones con sólo un candidato». Nadie responde a su número de teléfono y sus asesores de campaña no respondieron las llamadas que se les hicieron el viernes.
Aunque el Consejo Electoral Provisional ha prometido ser más transparente en la segunda vuelta, un portavoz de la comisión especial, Rosny Desroches, dijo que ha visto escasos avances desde que su comisión divulgó una serie de recomendaciones el fin de semana pasado. Roudy Stanley Penn, vocero del consejo electoral, indicó que, a menos que Celestin se retire oficialmente de la contienda, su nombre aparecerá en las papeletas el 24 de enero, ya sea con o sin campaña.
«Hasta que nos mande una carta diciendo que se retira de la campaña, estará en la papeleta para la ronda final y será cuestión de cada votante si quiere votar por él», dijo Penn el viernes. Las Naciones Unidas y varios gobiernos extranjeros han dado su apoyo a la realización de los comicios este mes. La ONU, Estados Unidos y otros gobiernos que siguen de cerca la situación en Haití han dicho que los comicios son necesarios para poder transferir el poder a un nuevo presidente antes de que venza el plazo establecido por la Constitución, que culmina el 7 de febrero.
La Organización de los Estados Americanos declaró el jueves que la realización de la segunda ronda el 24 de enero «es un paso en la dirección correcta». Aun así, reinaba la confusión en Puerto Príncipe en momentos en que arrancaba el período de campaña. El hecho de que sólo un candidato está haciendo campaña dejó perplejos a muchos haitianos, que expresaron dudas sobre la legitimidad de las elecciones bajo tales circunstancias.
LUNES 11 DE ENERO DE 2016 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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