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«LA IZQUIERDA NO SABE VENDER ESPERANZA»

MUMIA:

1) ¿Realmente le debemos la modernidad al capitalismo?

2) Aram Aharonian: “La izquierda no sabe vender esperanza”

3) En defensa de Venezuela – Boaventura de Sousa Santos

4) Un tablero de ajedrez ucraniano en Venezuela

5) La alianza ruso-china y el nuevo orden mundial


COMCOSUR / POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 17 / Nº 831/ Miércoles 2 de agosto de 2017 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán

“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra y combatir ese monopolio es una tarea central.” — Emir Sader

1) ¿Realmente le debemos la modernidad al capitalismo?
Jorge Majfud (Alai)

Una de las afirmaciones que los apologistas del capitalismo más repiten y menos se cuestiona es aquella que afirma que este ha sido el sistema que más riqueza y más progreso ha creado en la historia. Le debemos Internet, los aviones, YouTube, las computadoras desde la que escribimos y todo el adelanto médico y las libertades sociales e individuales que podemos encontrar hoy. El capitalismo no es el peor ni el menos criminal de los sistemas que hayan existido, pero esta interpretación arrogante es, además, un secuestro que la ignorancia le hace a la historia.

En términos absolutos, el capitalismo es el período (no el sistema) que ha producido más riqueza en la historia. Esta verdad sería suficiente si no consideramos que es tan engañosa como cuando en los años 90 un ministro uruguayo se ufanaba de que en su gobierno se habían vendido más teléfonos móviles que en el resto de la historia del país.

La llegada del hombre a la Luna no fue simple consecuencia del capitalismo. Para empezar, ni las universidades públicas ni las privadas son, en sus fundamentos, empresas capitalistas (excepto algunos pocos ejemplos, como el fiasco de Trump University). La NASA tampoco fue nunca una empresa privada sino estatal y, además, se desarrolló gracias a la previa contratación de más de mil ingenieros alemanes, entre ellos Wernher von Braun, que habían experimentado y perfeccionado la tecnología de cohetes en los laboratorios de Hitler, quien invirtió fortunas (cierto, con alguna ayuda económica y moral de las grandes empresas norteamericanas). Todo, el dinero y la planificación, fueron estatales. La Unión Soviética, sobre todo bajo el mando de un dictador como Stalin, ganó la carrera espacial al poner por primera vez en la historia el primer satélite, la primera perra y hasta el primer hombre en órbita doce años antes del Apollo 11 y apenas cuarenta años después de la revolución que convirtió un país atrasado y rural, como Rusia, en una potencia militar e industrial en unas pocas décadas. Nada de eso se entiende como capitalista.

Claro, el sistema soviético fue responsable de muchos pecados morales. Crímenes. Pero no son las deficiencias morales las que distinguían al comunismo burocrático del capitalismo. El capitalismo sólo se asocia con las democracias y los Derechos Humanos por una narrativa, repetitiva y abrumadora (teorizada por los Friedman y practicada por los Pinochet), pero la historia demuestra que puede convivir perfectamente con una democracia liberal; con las genocidas dictaduras latinoamericanas que precedieron a la excusa de la guerra contra el comunismo; con gobiernos comunistas como China o Vietnam; con sistemas racistas como Sud África; con imperios destructores de democracias y de millones de habitantes en Asia, África y América latina, como en los siglos XIX y XX lo fueron Inglaterra, Bélgica, Estados Unidos, Francia, etc.

La llegada a la Luna como la creación de Internet y las computadoras que se atribuyen al capitalismo fueron básicamente (y, en casos, únicamente) proyectos de gobiernos, no de empresas como Apple o Microsoft. Ninguno de los científicos que trabajaron en esos revolucionarios programas tecnológicos lo hizo como empresario o buscando hacerse ricos. De hecho, muchos de ellos eran ideológicamente anticapitalistas, como Einstein, etc. La mayoría eran profesores asalariados, no los ahora venerados entrepreneurs.

A esta realidad hay que agregar otros hechos y un concepto básico: nada de esto surgió de cero en el siglo XIX o en el siglo XX. La energía atómica y las bombas son hijas directas de las especulaciones y los experimentos imaginarios de Albert Einstein, seguido de otros genios asalariados. La llegada del hombre a la Luna hubiese sido imposible sin conceptos básicos como la Tercera ley de Newton. Ni Einstein ni Newton hubiesen desarrollado sus maravillosas matemáticas superiores (ninguna de ellas debidas al capitalismo) sin una plétora de descubrimientos matemáticos introducidos por otras culturas siglos antes. ¿Alguien se imagina el cálculo infinitesimal sin el concepto del cero, sin los números arábigos y sin el algebra (al-jabr), por nombrar unos pocos?

Los algoritmos que usan las computadoras y los sistemas de internet no fueron creados ni por un capitalista ni en ningún período capitalista sino siglos atrás. Conceptualmente fue desarrollado en Bagdad, la capital de las ciencias, por un matemático musulmán de origen persa en siglo IX llamado, precisamente, Al-Juarismi. Según Oriana Fallaci, esa cultura no dio nada a las ciencias (irónicamente, el capitalismo nace en el mundo musulmán y el mundo cristiano lo desarrolla).

Ni el alfabeto fenicio, ni el comercio, ni las repúblicas, ni las democracias surgieron en el periodo capitalista sino decenas de siglos antes. Ni siquiera la imprenta en sus diferentes versiones alemanas o china, un invento más revolucionario que Google, fueron gracias al capitalismo. Ni la pólvora, ni el dinero, ni los cheques, ni la libertad de expresión.

Aunque Marx y Edison sean la consecuencia del capitalismo, ninguna gran revolución científica del Renacimiento y la Era Moderna (Averroes, Copérnico, Kepler, Galileo, Pascal, Newton, Einstein, Turing, Hawking) se debió ese sistema. El capitalismo salvaje produjo mucho capital y muchos Donad Trump, pero muy pocos genios.

Por no hablar de descubrimientos más prácticos, como la palanca, el tornillo o la hidrostática de Arquímedes, descubiertas hace 2300 años. O la brújula del siglo IX, uno de los descubrimientos más trascendentes en la historia de la humanidad, por lejos más trascendente que cualquier teléfono inteligente. O la rueda, que se viene usando en Oriente desde hace seis mil años y que todavía no ha pasado de moda.

Por supuesto que entre la invención de la rueda y la invención de la brújula pasaron varios siglos. Pero el tan vanagloriado “vertiginoso progreso” del periodo capitalista no es ninguna novedad. Salvo periodos de catástrofe como lo fue la peste negra durante el siglo XIV, la humanidad ha venido acelerando la aparición de nuevas tecnologías y de recursos disponibles para una creciente parte de la población, como por ejemplo lo fueron las diferentes revoluciones agrícolas. No es necesario ser un genio para advertir que esa aceleración se debe a la acumulación de conocimiento y a la libertad intelectual.

En Europa, el dinero y el capitalismo significaron un progreso social ante el estático orden feudal de la Edad Media. Pero pronto se convirtieron en el motor de genocidios coloniales y luego en una nueva forma de feudalismo, como la del siglo XXI, con una aristocracia financiera (un puñado de familias acumulan la mayor parte de la riqueza en países ricos y pobres), con duques y condes políticos y con villanos y vasallos desmovilizados.

El capitalismo capitalizó (y los capitalistas secuestraron) siglos de progreso social, científico y tecnológico. Por esa razón, y por ser el sistema global dominante, fue capaz de producir más riqueza que los sistemas anteriores.

El capitalismo no es el sistema de algunos países. Es el sistema hegemónico del mundo. Se pueden mitigar sus problemas, se pueden desmantelar sus mitos, pero no se puede eliminarlo hasta que no entre en su crisis o declive como el feudalismo. Hasta que sea reemplazado por otro sistema. Eso en caso de que quede planeta o humanidad. Porque también el capitalismo es el único sistema que ha puesto a la especie humana al borde de la catástrofe global.

MIÉRCOLES 2 DE AGOSTO DE 2017 – COMCOSUR
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2) Aram Aharonian: “La izquierda no sabe vender esperanza”
Martín Espinoza (Question Digital)

Aram Aharonian participó en la creación de Telesur, el canal de TV latinoamericano que Hugo Chávez lanzó en 2005, y fue su director general hasta 2013. En esta entrevista con Radio Universidad de Chile, realizada en Buenos Aires, el periodista uruguayo realiza un análisis descarnado sobre los medios de comunicación, la izquierda latinoamericana y los traumas de los medios contra-hegemónicos.

Para el fundador de Telesur el problema de la izquierda no tiene relación con el presupuesto, sino con la carencia de ideas. Aharonian valoriza el trabajo en redes y lo alza como indispensable para el avance de las ideas progresistas en el continente. Cree que Telesur fracasó en su intento de ser latinoamericano, que la idea ya se quemó y que los gobiernos de izquierda, en su mayoría, no reconocen el valor de las comunicaciones. A Chávez, en ese plano, “lo tuvo que dar vuelta”, asegura.

“Azuquítar, azuquítar”, contesta Aram Aharonian cuando le preguntan qué prefiere para su café. “Yo sé que de aquí en más no me van a dejar tomar azúcar”, agrega riendo. Aharonian carga con más de 40 años de trayectoria periodística en sus hombros.

Hace poco más de una década co-fundó Telesur, un canal que aspiraba a ser una señal latinoamericana que le hiciera el peso a CNN en Español y a los medios “hegemónicos”, y que hoy se alza como uno de los medios de comunicación “contraculturales” más importantes en el continente.

Es uruguayo, vivió 13 años en Argentina y después desarrolló parte importante de su proyecto profesional en Venezuela, cerca de Hugo Chávez. Hace cuatro volvió a Argentina y trabaja en una fundación para la integración latinoamericana que lo que hace, principalmente, es elaborar contenidos de cualquier materia que le den algo qué decir a las fuerzas de izquierda. Trabaja, entre otras cosas en la elaboración de una hoja de ruta para erradicar lo que él llama la filosofía del lloriqueo y la denunciología.

500 años de resistencia

– “Si tú estás en una posición política, lo mínimo que tienes que hacer es tener propuestas. Si no tienes propuestas estás siempre lloriqueando no más. La izquierda se ha quedado en la denunciología y el lloriqueo. Hace 500 años que resistimos y hemos confundido resistencia con denuncia y lloriqueo. Incluso desde el punto de vista comunicacional, no tenemos agenda propia. Somos reactivos a la agenda del enemigo y decimos “El Mercurio miente”, pero no decimos lo que queremos decir ni visibilizamos a los actores que queremos visibilizar. Somos reactivos a la agenda del enemigo y seguimos usando su agenda. Lo que nosotros queremos resaltar, nuestra agenda política, siempre queda escondida porque pareciera que fuera más importante denunciar, denunciar, denunciar. ¿En ese panorama, qué hacer?
– Es importante parar la máquina y empezar a pensar. Yo decía que a veces da la impresión de que estás peleando guerras que ya no existen, que ya pasaron. Que te tienen a ti peleando en esa guerra mientras ellos hacen otras cosas. Seguimos creyendo que democratizar la comunicación significa una repartija equitativa de frecuencia de radio y televisión, cuando no van a servir para nada dentro de tres años. Y además, aunque te regalaran todas las frecuencias, no tenés un puto contenido para meterles. No tenemos bancos de contenidos, no sabemos utilizar los contenidos de otros para trabajar conjuntamente. Seguimos peleando guerras del siglo XX cuando nos están pasando por encima los drones del siglo XXI.

-¿Es una característica común de la izquierda en América Latina o en el mundo?
– Siempre digo que una computadora hoy es la vieja metralleta. El campo de lucha es el campo virtual, ideológico, de ideas, y que hay que saber usar las armas.

-¿Estamos tratando de convencer a los convencidos?
– Sí. Es mucho más cómodo. Están todos de acuerdo con nosotros.

-¿Ese es un trabajo que están haciendo los medios de comunicación?
– Los medios son eso, medios. Hay distintas herramientas de trabajo. El único problema que tenemos hoy en comunicaciones es que toda la caja de herramientas que teníamos ya no sirve para nada. Hay que hacer una caja nueva. Yo decía: “chicos, tengo una noticia para ustedes: estamos en guerra. Tengo una segunda noticia: las armas que tenemos no nos sirven”. Todos los gobiernos progresistas que pasaron, ninguno hizo algo para cambiar las estructuras. Hoy no tenemos movimientos sociales, no tenemos calle, no confiamos en la gente. Nunca entendieron el tema comunicacional.

-¿Ninguno?
– Hubo dos personas que me dieron la sensación de entenderlo. Uno fue Fidel Castro. En el 2000 dijo; “nosotros en este momento no tenemos voz en el mundo. Nadie nos pasa lo que queremos decir. Tener un pequeño espacio es un triunfo”. El otro fue Chávez, después de mucho. No entendía lo que era la soberanía comunicacional. Después sí, todo por golpes. El día que le hicieron el golpe le reventaron el canal oficial, que era la única salida satelital que tenía. No pudo salir a ningún lado. “Ahora entendí lo que me decías”, me dijo después.

Telesur y la contrahegemonía

-¿Cuál fue el diagnóstico que derivó en el nacimiento de Telesur?
– La necesidad de verse con los propios ojos. Entendimos lo que significaba “alternativo”. Siempre nos vendieron que quería decir marginal, chico. El día que salió Telesur nos dimos cuenta de que CNN en Español, que era lo único que había de TV en español en ese momento, en 10 años nunca había pasado ni a un indio ni a un negro. Eso cambió con la llegada de Telesur. Transmitió la asunción de Evo, no pudo invisibilizar el golpe en Honduras. Terminó la posibilidad de invisibilizar todo. Ya tenías una alternativa de información. Entonces, por más que no sea del mismo tamaño, es una posibilidad de entregar lo que otros no dicen.

-¿Cómo se sintió el formato?
– A mí nadie me explicó todavía por qué cada quince minutos tengo que interrumpir la programación para pasar tandas publicitarias cuando no tenía tanda publicitaria. Tampoco por qué los presentadores de noticias de Telesur tenían que vestirse de traje y corbata, cuando estamos hablando de América Latina, que es un continente informal. Si lo que yo quiero es entrar a tu mesa, que te sientes conmigo a hablar de una noticia… así no. Seguimos repitiendo formatos ajenos y agendas de los demás.

-¿Se logró romper con esa estructura?
– Se logró romper durante tres años. Después …

-El nacimiento de Telesur se dio en un contexto bastante atípico, en el cual había una serie de gobiernos progresistas…
– Se dio un poquito antes. Ahí fue con el discurso inicial de Chávez. Estaba con Kirchner, Lula da Silva y Tabaré Vázquez. Evo no estaba aún, Rafael tampoco. Rafael Correa venía a sentarse a mi oficina para que lo sacáramos en televisión. Cuando iba, la secretaria me decía “señor Aram, ¿ese churro quién es?”. “Ese va a ser el próximo Presidente de Ecuador”, le decía yo. Bueno, y los cubanos. No había más. Lula no hizo nada, Kirchner abrió un poquito.

-Ese contexto era atípico. ¿El escenario hoy día no se presta para elaborar una iniciativa de ese tipo?
– Yo creo que esta iniciativa la quemaron. Porque en lugar de ser un canal latinoamericano, como tenía que ser, terminó siendo un canal exterior de Venezuela. Es muy difícil retomarlo porque no hay voluntad política. En la integración siempre falló la voluntad política.

-¿Y hoy qué se hace en el campo comunicacional para hacerle el peso a la hegemonía?
– Hoy no se hace nada. Se puede hacer mucho pero hay que idear la forma de hacerlo. El problema es que no tenemos una línea editorial que seguir. Por ejemplo, que este semestre los temas sean: el hambre, los indígenas y los migrantes. Si la línea editorial de este semestre son estos tres temas y vamos a hablar sobre eso en cada uno de los países, vas a tener una cantidad de contenidos del carajo. Y después tienes que ver la forma para que esos contenidos salgan a la luz.

-¿Trabajar en redes?
– Trabajar en bancos de contenidos.

-¿Y se puede trabajar con cualquiera o solo con la izquierda?
– Nooo.

-¿Y cómo trabajar de la mano con las ideas dominantes?
– Vos podés conciliar sobre ciertos temas. Toda visión tuya es una visión política. El tema es ver los temas comunes que tenemos que tratar. Y no “Fora Temer”… O sí, “Fora Temer” también, pero de otra forma. En favor de algo, no en contra de todo. Hay un problema básico de la izquierda: no sabe vender esperanza. Siempre pasa cuentas de lo que hizo. “Nosotros entregamos 1 millón 300 mil viviendas, ¡Y millones y millones de brasileros que dejaron la pobreza extrema!”. Pff, todo eso ya está acá (dice metiéndose la mano al bolsillo). ¿Y para adelante? Entonces un huevón, con un globito y un “cambiemos” te ganan las elecciones.

-¿La derecha sabe vender esperanza?
– Saben vender esperanza. Venden, nada más, pero saben hacerlo. Cuando eso se copia está el problema. El único mensaje que yo vi así fue Chile, el del alcalde de Valparaíso Jorge Sharp, El único que tuvo un mensaje hacia adelante.

-Y ganó…
– Y ganó. La construcción se hace desde abajo, siempre. Lo único que se construye desde arriba es un pozo.

-Y en el plano de los contenidos. En Chile la sociedad aún está despolitizada después de la dictadura. Aún se siente su legado. Da la impresión de que lo que se quiere ver en televisión es farándula, espectáculo.
– ¿Toda la gente que está en la farándula es boba? Yo creo que no. Entonces buscá a alguien que no sea bobo. Y que charle de los pobres animalitos, no sé. Pero es una forma de romper con eso. Nosotros estigmatizamos a toda esa gente. Esa gente está trabajando.

-¿Hay que aprovecharla?
– Claro. Hay que agarrarlos. Uno puede sumar gente que sea de temas ambientales, temas locales, no necesariamente de izquierda. No hay que perder de vista lo territorial, lo vecinal. Por ver mucha televisión tenemos una visión global de todo y te olvidás de que lo que juega realmente es lo local, lo que te toca el culo.

-¿Eso la gente lo consume?
– Lo ve, lo consume, se identifica. El problema de hoy es que no te identificas con nada de lo que pasa. Todo es un espectáculo.

-¿Existe algún medio que sea un referente en esa materia?
– No.

-¿Telesur fracasó?
– Sigue siendo uno de los pocos referentes, pero pierde credibilidad con eso de ser latinoamericano. Cuando hacemos un noticiero latinoamericano, decimos, por ejemplo, que hay inundaciones en Valparaíso. Y no nos da por pensar que hay un enfoque más amplio: las razones climáticas. Así con cualquier tema. Si yo quiero hacer un noticiero que me muestre que los temas son comunes, vas creando consciencia regional, identidad. Así no son excluyentes el tema local y el tema global. El tema entonces no son las inundaciones en Valparaíso, es el cambio climático.

-¿Qué rol juega la parcialidad de los medios?
– Todo es subjetivo.

-¿Deberían tomar partido los medios de comunicación?
– Acá hay un gran verso liberal que habla de la objetividad, neutralidad e imparcialidad. No existe. Del momento en que todos tienen línea editorial muere todo eso. Incluso, nosotros desde la prensa alternativa no queremos ser neutrales. Somos parte de la guerra, no somos observadores. Nadie observa la guerra. Lo que me parece totalmente anti-ético es decir que eres objetivo para exponer tu propio punto de vista.

-¿Eso es más propio de los medios de derecha?
– Sí, de derecha y hegemónicos.

-¿Cuál es el límite de la subjetividad?
– La ética. En general la ética la buscan en el diccionario con hache y es sin hache, por eso no la encuentras nunca.

-¿Los medios de comunicación pueden llegar a formar parte de un gobierno?
– No, creo que no pueden formar parte de un gobierno, pero sí pueden apoyarlo. Y tiene que ser un apoyo crítico, si no es un medio de propaganda, no de comunicación.

-¿Cómo lo hizo Telesur en ese sentido?
– Durante mucho tiempo bien. Después mal.

-¿Perdieron lo crítico?
– Se terminó el pensamiento crítico. Telesur se va convirtiendo cada vez más en un medio para los convencidos. Como casi todos los medios nuestros.

-¿Qué pasará con Telesur cuando termine el chavismo?
– ¿Terminará el chavismo?

-¿Eventualmente?
– Sí. Yo creo que si hay gente inteligente se quedará con el proyecto. Se ha utilizado como instrumento de propaganda. Con una buena comunicación llegás a muchas más mentes y almas que con propaganda burda y con repetición de consignas. Lo que más daño le hace a la izquierda latinoamericana es ser repetidor de consignas. Yo no creo en la democracia formal, no creo en la repetición de la democracia liberal.

Chávez, la revolución y el bolivarianismo socialista

-¿Cómo era su relación con Chávez?
– Muy buena, muy amistosa. Él insistía en que yo me hiciera venezolano. Yo decía que no, porque cuando me pasara para su vereda él me iba a ofrecer un cargo y yo lo iba a mandar a la mierda. Chávez logra hacer tal cantidad de cosas porque nunca hizo política. No sabía lo que se podía hacer y lo que no se podía hacer. Entonces mandaba a la mierda a Estados Unidos sin saber que no se podía mandar a la mierda.

-¿Le pesó eso?
– A la larga sí. En el momento, no. Por otro lado tenían la idea de que todo es vertical, porque así era su formación. Cuando se le decía que había que hacer un partido, decía “¡qué partido!”.Lo que más me gustaba de Chávez era su cara de chiquitín sin maestra, cara de pibe que va a hacer todas sus diabluras. Siempre mirando y pensando a quién joder. Tenía esa gran capacidad de joder.
Aram calla un rato, rasca el scotch que pega un cartel en la muralla del café en el que estamos sentados y agrega: “Y muchas bolas. Tenía muchas bolas”.

-¿Pero tenía una formación jodida?
– Una formación jodida. De campo, pobre. Eso era Chávez. Su sueño era lanzar en el Yankee Stadium, y lanzó. Todos sus sueños de chico se cumplieron. Le interesaba mucho más lanzar en el Yankee Stadium que hablar con el Presidente de Estados Unidos.

-¿Cometió un error siendo demasiado personalista?
– Es su formación. El problema fue no formar cuadros administrativos, gerenciales, políticos, no se formó nada. Su héroe: Bolívar. ¡Bolívar no escribió un libro! Bolívar escribió cartas, que son muy buenas, su pensamiento es bueno, pero hay que sacarlo con… (hace como que usa una cuerda imaginaria. “A tirones”, da la impresión que dijera). Chávez le designó a Samuel Moncada que escribiera las bases del bolivarianismo. Estuvo un año leyendo y estudiando. Antes de que lo publicaran fui al foro social de Porto Alegre. Ahí Chávez anuncia que la revolución bolivariana era socialista. Lo mató. ¡Perdió todo el trabajo de un año!

-¿Y era socialista?
– Sí, él creía que podía ser socialista.

-¿Sabía lo que era el socialismo?
– Sí, quizás no sabía cómo implementarlo. Tuvo una muy mala escuela con los cubanos, que son muy buenos para algunas cosas y muy malos para otras. La formación ideológica es muy mala, primero porque en Cuba no saben lo que es el capitalismo, saben hablar contra el capitalismo pero no han vivido el capitalismo. No sabe qué es el capitalismo.

-¿Y Maduro?
– No había mucho más. La falta de formación de cuadros, la correlación interna de fuerzas…

-¿Se le fue de las manos la cosa a Maduro?
– Nunca la tuvo.

-¿Venezuela es un país más democrático que los otros de la región?
– En algunas cosas sí, en otras no. Lo que la gente no considera es que en Venezuela los chavistas todavía no salen a la calle, a pelear. El pueblo chavista. Yo no creo que pase nada, lamentablemente, porque la derecha no tiene ideas. Es un país muy jodido. Se lo han robado todo, entre ellos los militares. Esa ha sido la forma de retenerlos. Con cargos públicos también. Es una corrupción obscena…

“Me voy”, dice Aram con tono lapidario y se queda callado un rato. Tiene gente trabajando en su casa. Agrega que le gusta conversar con los jóvenes. No para decirles qué hacer, sino para mostrarles las opciones. Pide la cuenta al garzón. “Sin anestesia”, le dice. Parece que se conocieran hace un tiempo. Se me hace cara de cliente frecuente. Aram Aharonian se para mientras rememora en voz alta algún otro episodio de sus vivencias con Chávez. Mientras tanto, se prepara para caminar bajo el frío y la lluvia del invierno bonaerense. Justo la lluvia amaina, y así se va.

MIÉRCOLES 2 DE AGOSTO DE 2017 – COMCOSUR
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3) En defensa de Venezuela
Boaventura de Sousa Santos *

Venezuela vive uno de los momentos más críticos de su historia. Acompaño crítica y solidariamente la Revolución bolivariana desde el inicio. Las conquistas sociales de las últimas dos décadas son indiscutibles. Para comprobarlo basta consultar el informe de la ONU de 2016 sobre la evolución del índice de desarrollo humano.

Dice este informe: “El índice de desarrollo humano (IDH) de Venezuela en 2015 fue de 0.767 –lo que colocó al país en la categoría de alto desarrollo humano–, posicionándolo en el puesto 71º de entre 188 países y territorios. Tal clasificación es compartida con Turquía. De 1990 a 2015, el IDH de Venezuela aumentó de 0.634 a 0.767, un aumento de 20,9 %. Entre 1990 y 2015, la esperanza de vida al nacer aumentó a 4,6 años, el período medio de escolaridad ascendió a 4,8 años y los años de escolaridad media general aumentaron 3,8 años.

El rendimiento nacional bruto (RNB) per cápita aumentó cerca de 5,4% entre 1990 y 2015”. Se hace notar que estos progresos fueron obtenidos en democracia, solo momentáneamente interrumpida por la tentativa de golpe de Estado en 2002 protagonizada por la oposición con el apoyo activo de Estados Unidos.

La muerte prematura de Hugo Chávez en 2013 y la caída del precio de petróleo en 2014 causaron una conmoción profunda en los procesos de transformación social entonces en curso. El liderazgo carismático de Chávez no tenía sucesor, la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones siguientes fue por escaso margen, el nuevo presidente no estaba preparado para tan complejas tareas de gobierno y la oposición (internamente muy dividida) sintió que su momento había llegado, en lo que fue, una vez más, apoyada por Estados Unidos, sobre todo cuando en 2015 y de nuevo en 2017 el presidente Obama consideró a Venezuela como una “amenaza a la seguridad

nacional de Estados Unidos”, una declaración que mucha gente consideró exagerada, si no mismo ridícula, pero que, como explico más adelante, tenía toda lógica (desde el punto de vista de Estados Unidos, claro).

La situación se fue deteriorando hasta que, en diciembre de 2015, la oposición conquistó la mayoría en la Asamblea Nacional. El Tribunal Supremo de Justicia suspendió a cuatro diputados por alegado fraude electoral, la Asamblea Nacional desobedeció, y a partir de ahí la confrontación institucional se agravó y fue progresivamente propagándose en las calles, alimentada también por la grave crisis económica y de abastecimiento que entretanto explotó. Más de cien muertos, una situación caótica.

Mientras, el presidente Maduro tomó la iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente (AC) a ser elegida el día 30 de julio y Estados Unidos amenaza con más sanciones si las elecciones se producen. Es sabido que esta iniciativa busca superar la obstrucción de la Asamblea Nacional dominada por la oposición.

El pasado 26 de mayo suscribí un manifiesto elaborado por intelectuales y políticos venezolanos de varias tendencias políticas, apelando a los partidos y grupos sociales en conflicto a parar la violencia en las calles e iniciar un debate que permitiese una salida no violenta, democrática y sin la injerencia de Estados Unidos. Decidí entonces no volver a pronunciarme sobre la crisis venezolana.

¿Por qué lo hago hoy? Porque estoy alarmado con la parcialidad de la comunicación social europea, incluyendo la portuguesa, sobre la crisis de Venezuela, una distorsión que recorre todos los medios para demonizar un gobierno legítimamente electo, atizar el incendio social y político y legitimar una intervención extranjera de consecuencias incalculables.

La prensa española llega al punto de embarcarse en la posverdad, difundiendo noticias falsas sobre la posición del gobierno portugués. Me pronuncio animado por el buen sentido y equilibrio que el ministro de Asuntos Exteriores portugués, Augusto Santos Silva, ha mostrado sobre este tema. La historia reciente nos muestra que las sanciones económicas afectan más a ciudadanos inocentes que a los gobiernos.

Basta recordar los más de 500 mil niños que, según el informe de Naciones Unidas de 1995, murieron en Irak como resultado de las sanciones impuestas después de la guerra del Golfo Pérsico. Recordemos también que en Venezuela vive medio millón de portugueses o lusodescendientes. La historia reciente también nos enseña que ninguna democracia sale fortalecida de una intervención extranjera.

Los desaciertos de un gobierno democrático se resuelven por vía democrática, la cual será tanto más consistente cuanto menor sea la interferencia externa. El gobierno de la Revolución bolivariana es democráticamente legítimo. A lo largo de muchas elecciones durante los últimos veinte años, nunca ha dado señales de no respetar los resultados electorales. Ha perdido algunas elecciones y puede perder la próxima, y solo sería criticable si no respetara los resultados.

Pero no se puede negar que el presidente Maduro tiene legitimidad constitucional para convocar la Asamblea Constituyente. Por supuesto que los venezolanos (incluyendo muchos chavistas críticos) pueden legítimamente cuestionar su oportunidad, sobre todo teniendo en cuenta que disponen de la Constitución de 1999, promovida por el presidente Chávez, y disponen de medios democráticos para manifestar ese cuestionamiento el próximo domingo. Pero nada de eso justifica el clima insurreccional que la oposición ha radicalizado en las últimas semanas y cuyo objetivo no es corregir los errores de la Revolución bolivariana, sino ponerle fin, imponer las recetas neoliberales (como está sucediendo en Brasil y Argentina) con todo lo que eso significará para las mayorías pobres de Venezuela.

Lo que debe preocupar a los demócratas, aunque esto no preocupa a los medios globales que ya han tomado partido por la oposición, es la forma en que están siendo seleccionados los candidatos. Si, como se sospecha, los aparatos burocráticos del partido de Gobierno han secuestrado el impulso participativo de las clases populares, el objetivo de la Asamblea Constituyente de ampliar democráticamente la fuerza política de la base social de apoyo a la revolución se habrá frustrado.

Para comprender por qué probablemente no habrá salida no violenta a la crisis de Venezuela, conviene saber lo que está en juego en el plano geoestratégico global. Lo que está en juego son las mayores reservas de petróleo del mundo existentes en Venezuela. Para el dominio global de Estados Unidos es crucial mantener el control de las reservas de petróleo del mundo. Cualquier país, por democrático que sea, que tenga este recurso estratégico y no lo haga accesible a las multinacionales petroleras, en su mayoría norteamericanas, se pone en el punto de mira de una intervención imperial.

La amenaza a la seguridad nacional, de la que hablan los presidentes de Estados Unidos, no está solamente en el acceso al petróleo, sino sobre todo en el hecho de que el comercio mundial del petróleo se denomina en dólares estadounidenses, el verdadero núcleo del poder de Estados Unidos, ya que ningún otro país tiene el privilegio de imprimir los billetes que considere sin que esto afecte significativamente su valor monetario.

Por esta razón Irak fue invadido y Oriente Medio y Libia arrasados (en este último caso, con la complicidad activa de la Francia de Sarkozy). Por el mismo motivo, hubo injerencia, hoy documentada, en la crisis brasileña, pues la explotación de los yacimientos petrolíferos presal estaba en manos de los brasileños. Por la misma razón, Irán volvió a estar en peligro. De igual modo, la Revolución bolivariana tiene que caer sin haber tenido la oportunidad de corregir democráticamente los graves errores que sus dirigentes cometieron en los últimos años.

Sin injerencia externa, estoy seguro de que Venezuela sabría encontrar una solución no violenta y democrática. Desgraciadamente, lo que está en curso es usar todos los medios disponibles para poner a los pobres en contra del chavismo, la base social de la Revolución bolivariana y los que más se beneficiaron de ella. Y, en concomitancia, provocar una ruptura en las Fuerzas Armadas y un consecuente golpe militar que deponga a Maduro. La política exterior de Europa (si se puede hablar de tal) podría constituir una fuerza moderadora si, entre tanto, no hubiera perdido el alma.

*Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez para Question Digital

MIÉRCOLES 2 DE AGOSTO DE 2017 – COMCOSUR
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4) Un tablero de ajedrez ucraniano en Venezuela
Ramiro Gómez (Notas)

Más de cien días de violencia han vivido las calles de Caracas y algunas otras poblaciones venezolanas desde que la oposición decidió iniciar una escalada para hacer caer por la fuerza al gobierno de Nicolás Maduro. Lo que empezó con unas movilizaciones de militantes opositores para oponerse a una medida del Tribunal Supremo de Justicia -que establecía la ilegalidad de las acciones de la cúpula parlamentaria, que pretendía nombrar fuera de ley a magistrados del propio alto tribunal- derivó en escenas de violencia callejera que recordaron las acciones conocidas como Euromaidán, que acabaron en el derrocamiento en 2014 del presidente ucraniano Víctor Yanukóvich.
Las similitudes entre ambos eventos saltan a la vista y prendieron las alarmas tanto del gobierno venezolano como de gobiernos y movimientos políticos internacionales.

La prensa local y extranjera ha manejado los hechos como episodios de protestas y represión por parte de los cuerpos de seguridad, aun cuando las imágenes que recorren internet muestran la operación de falanges de combatientes con una sofisticada organización bélica y uso sostenido de armas de fuego de fabricación casera, así como armas de guerra convencionales. Así ocurrió en la Ucrania de Yanukóvich, lo que comenzó como una serie de manifestaciones contra la decisión presidencial de suspender el acuerdo de integración con la Unión Europea, avanzó rápidamente hasta convertirse en lo que analistas denominaron una situación de “pre-guerra”.

En enero de 2014 las calles de Kiev se fueron llenando de imágenes de jóvenes portando máscaras profesionales antigás y antipolvo, así como cascos de protección, guantes de trabajo y una variedad de prendas de camuflaje militar. Completaban su vestimenta con la bandera nacional, que era utilizada tanto para ondearla como para cubrirse con ella, haciendo notar que se trataba de acciones de carácter “nacionalista”. Desfilaban en las calles portando varas de madera y escudos, tanto improvisados como profesionales, con los que atacarían a la policía para generar revueltas que volvieran la ciudad un completo caos.

Ya a finales de ese mes, los maderos darían paso a pistolas y rifles y las escenas de golpizas se transformaron en conteos de muertes tanto del lado de los “manifestantes” como de los agentes policiales. Las escaramuzas, que en un principio tenían lugar a la luz del día, fueron convocadas más adelante para traspasar las puestas de sol y mantenerse durante la noche, lo que hacía más difícil la actividad de las fuerzas antidisturbios y elevaba el calibre de las refriegas.

Las acciones fueron impulsadas por el partido Sovoboda, formación de extrema derecha ubicado en la corriente nacional socialista (Nazi) que ha visto crecimiento en varios países europeos. Los parlamentarios de este signo emitían discursos callejeros y a través de redes sociales y azuzaban las movilizaciones y la confrontación contra la policía.

Sin embargo, desde noviembre de 2013, cuando empezaron las protestas en la plaza Maidán de la capital ucraniana, se dio el surgimiento de una suerte de grupo de choque que encabezaban las manifestaciones, conformado por jóvenes universitarios, en su mayoría miembros de equipos de fútbol escolares, así como por militantes de pequeñas agrupaciones fascistas. Esto devino en la formación del “Sector Derecho”, que sería la vanguardia de movimiento armado contra el gobierno.

Este relato puede ser adaptado con exactitud a lo que ha ocurrido en Venezuela desde abril de este año. Las mismas máscaras, la misma indumentaria y el mismo armamento es el que utiliza la vanguardia de lo que la oposición ha dado en nombrar “La Resistencia”. Pero no solo se trata de haber copiado la imagen de los participantes del Euromaidán: en Caracas se han dado episodios de violencia impulsados por diputados de los partidos ultraderechistas Voluntad Popular y Primero Justicia, que dominan el Parlamento desde las elecciones de diciembre de 2015.

En Ucrania se vivieron momentos trágicos cuando las “manifestaciones” incluyeron ataques con armas y bombas incendiarias a la sede de organizaciones sindicales de izquierda, con saldo de heridos y fallecidos. Asimismo, se dieron ataques individuales a personas que se identificaban con organizaciones comunistas, a quienes rociaban con gasolina y les prendían fuego en plena calle.

Estas escenas se han repetido con exactitud en Caracas, cuando a esta fecha van al menos siete personas fallecidas luego de haber sido incendiadas y los heridos por la misma causa rozan las dos decenas. En todos los casos, la razón para quemar vivas a estas personas no es otra que “parecer chavistas” y haber sido denunciados como “infiltrados” en las manifestaciones.

En 2014 recorrieron el mundo, de la mano de la prensa internacional, imágenes de grupos de jóvenes ucranianos ataviados con máscaras e indumentaria militar haciendo uso de escudos para formar falanges con las que avanzaban sobre las fuerzas de orden público, imágenes que pueden ser fácilmente confundidas hoy con las de las refriegas que se dan continuamente en Caracas.

La estrategia es la misma: convocar a manifestaciones en las que participan civiles de las clases medias, quienes son impulsados por su descontento por la situación económica y su rechazo al gobierno legítimamente electo, a las que se incorporan los miembros de la vanguardia de choque para generar escaramuzas y combates campales con la policía y la Guardia Nacional.

La imagen de protesta pacífica se disuelve rápidamente al concentrarse la atención en las escenas de violencia que incluyen ataques a edificios institucionales, vehículos de transporte de alimentos y materias primas, así como el levantamiento de barricadas con escombros y trozos de árboles, que sirven de trincheras callejeras.

Tanto en Venezuela en 2017 como en Ucrania en 2014, el relato de los hechos ha sido construido por los dirigentes opositores y los medios de comunicación como eventos de “represión” del gobierno contra la población civil, escondiendo y relativizando las acciones criminales de las respectivas vanguardias, acciones que solo pueden ser calificadas como violencia fascista, por su alto contenido de segregación social y política.

En ambos países los gobiernos occidentales se manifestaron abiertamente a favor de la oposición, haciendo ojos ciegos a las acciones paramilitares, a los ataques a edificios públicos y privados, a los asesinatos selectivos, a las quemas de personas y, a fin de cuentas, a toda la estrategia de derrocamiento de un gobierno electo democráticamente mediante el uso de la violencia.

En la Ucrania de 2014 estas acciones dieron pie al ascenso de un gobierno de corte fascista que generó una guerra civil aún hoy en desarrollo. En Venezuela la estrategia apunta a un escenario similar, aunque la diferencia es que el gobierno de Nicolás Maduro ha mostrado una sólida cohesión tanto en la Fuerza Armada como en la mayoría de la institucionalidad estatal; además, el pueblo chavista no ha dejado de manifestarse en las calles mostrando su apoyo al gobierno y a la Revolución Bolivariana.

Con el correr de los días veremos si la oposición venezolana logrará replicar exitosamente el Euromaidán o si se impondrá la voluntad pacífica y democrática de la nación venezolana.

MIÉRCOLES 2 DE AGOSTO DE 2017 – COMCOSUR
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5) La alianza ruso-china y el nuevo orden mundial
Augusto Zamora R. (Rebelión)

Rusia y China suman casi 27 millones de kilómetros cuadrados y 1.500 millones de habitantes. Si se agregan sus aliados (Kazajistán, Bielorrusia, Kirguistán, Irán, etc.), se añadirían otros cinco millones de kilómetros cuadrados y 300 millones de personas, para redondear –grosso modo- 32 millones de km2 y 1.800 millones de habitantes. Más que toda África (30,37 millones de km2 y 1.220 millones de habitantes). Sus costas y las de sus aliados se extienden desde Camboya, en Indochina, hasta el mar de Barents, controlando el mar Caspio, con proyección dominante sobre el mar Negro y decisiva sobre el Báltico. La alianza con Irán les permite proyectarse con fuerza sobre el golfo Pérsico y el océano Índico y, desde Siria, tener presencia en el Mediterráneo. En otras palabras, la alianza chino-rusa domina la inmensa masa euroasiática con una potencia incontrastable y sin rival posible que pueda poner en duda su dominio.

Hay otros dos protagonistas asiáticos de enorme relevancia geoestratégica: India y Paquistán. EEUU ha querido atraer a su bando a India, potencia dominante del Índico, pero ha encontrado dos obstáculos insalvables. Uno, India tiene su propia agenda como potencia regional, que no incluye alineamientos dudosos e inciertos. Dos, India es aliada estratégica de Rusia –como antes de la URSS- y no parece estar en sus planes romper esa alianza –entendida por Delhi como esencial- para convertirse en peón de una potencia marítima lejana e irrelevante en el Índico.

Paquistán, rival de India, país con el que ha mantenido tres guerras (todas perdidas) y mantiene un duro contencioso territorial por Cachemira, ha sido y sigue siendo aliado de China, país con el que tiene vigorosos vínculos militares, económicos, comerciales y estratégicos, que no cesan de aumentar. Es aliado si y no de Washington, según giren los aires en según qué temas. No parece factible que abandone a Beijing para abrazarse a EEUU, país con mucha reputación y un cine dominante, pero que es incapaz de ganar una guerra. Sus aciagas experiencias en Vietnam, Iraq y Afganistán son ejemplos de su mal hacer militar.

Por demás, Rusia y China no cesan en su proyecto, posiblemente el más ambicioso y singular del mundo actual, de hacer de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), un foro angular en Eurasia. En junio pasado, Paquistán e India entraron a la OCS, como miembros de pleno derecho, hecho relevante que no recibió mayor atención en los medios occidentales. Paquistán ingresó apadrinado por China e India lo hizo avalada por Rusia. Con estos dos nuevos miembros, la OCS reúne el 60% del territorio euroasiático, el 45% de la población del planeta y el 20% del PIB mundial. Obviamente, el ingreso de los dos países a la OCS no hace desaparecer sus rivalidades, desconfianzas y contradicciones, pero no es menos obvio que la OCS ofrece, por vez primera, un foro de peso para canalizarlas y dialogar sobre ellas, bajo la mirada atenta de Rusia y China.

Los movimientos en Eurasia no quedan ahí. India, Irán y Afganistán firmaron un acuerdo, en junio de 2016, para la construcción de un gran puerto en Chabahar, Irán, que servirá de enlace clave para el tránsito de mercancías entre esos países y Asia Central y Afganistán. Con Chabahar, Irán dejará de depender de Emiratos Árabes Unidos para la carga y descarga de grandes buques. A India le servirá para ‘saltar’ la valla de Paquistán, que obstaculiza el comercio hindú hacia esas regiones. Afganistán, por su parte, hará de Chabahar su principal puerto de salida al mar.

China y Paquistán también han movido sus fichas portuarias. En noviembre de 2016 empezó a funcionar el puerto de Gwadar, en Paquistán, parte esencial del Corredor Económico China-Paquistán (CECP), de 3.000 kilómetros de longitud, acordado en 2013 e iniciado en 2015. China está haciendo inversiones en infraestructuras por 46.000 millones de dólares, cantidad que triplica la inversión extranjera recibida por Paquistán entre 2008 y 2015. El CECP conecta la ciudad china de Kashgar, en Xinjiang, con el océano Índico, en un movimiento geoestratégico que deja grandes beneficios a Beijing.

Da a China acceso directo a Oriente Medio y una influencia más fluida en África; le permite reducir el peso del estrecho de Malaca, controlado por la flota de EEUU (y por donde sigue pasando buena parte de su comercio); hace contrapeso al puerto de Chabahar y, como colofón, reduce la influencia de EEUU en Paquistán. Éste país gana –además de desarrollo económico, empleo y modernización de sus infraestructuras- un pulso a India en su enquistado conflicto por Cachemira, pues el CEPC pasa, justamente, por la Cachemira que India reclama como propia. Hay otro aspecto que amerita destacar. Como expresó el primer ministro paquistaní, “el CEPC es un nuevo concepto de diplomacia basado en objetivos compartidos de prosperidad para Paquistán y la región, y un proyecto para eliminar la pobreza, el desempleo y el subdesarrollo”.

Rusia también juega con India como copartícipe de nuevas rutas. En julio de este año, se anunció el proyecto indo-ruso de crear el corredor “Norte-Sur”, que uniría Bombay con San Petersburgo, a lo largo de 7.200 kilómetros. El trazado del Corredor Norte-Sur pasa a través de Irán y Azerbaiyán, uniendo los puertos de Kandla y Nhava Sheva, en India, con Bandar Abbás, en Irán, desde donde saldría un tren hacia Rusia. Un corredor que seguiría los pasos de la Nueva Ruta de la Seda, a través de la cual China quiere unirse a toda Eurasia y África. De hecho, cada semana salen trenes de China rumbo a España y, en enero pasado, entró en funcionamiento la ruta Yiwu-Londres, que une Gran Bretaña y China, a través de 12.000 kilómetros, en 18 días, por 30 en barco.

Un hecho destaca en esta ‘fiebre’ de rutas comerciales: las cuatro grandes potencias compiten pacíficamente entre sí y las rutas que promueven no se niegan unas a otras. Se complementan. Rusia apoya el proyecto chino de Nueva Ruta de la Seda y China la Unión Económica Euroasiática (UEE), la gran apuesta rusa. Irán firmó con Paquistán, en 2014, nueve memorandos de entendimiento y, en marzo de 2016, seis acuerdos de cooperación. “La seguridad de Paquistán es nuestra seguridad y la seguridad de Irán es la seguridad de Paquistán”, resumía el presidente iraní, Hasán Rohaní.

Antes de la XII reunión del G-20, el presidente chino, Xi Jinping, pasó por Moscú, en visita oficial, siendo ésa su reunión número 22 con Vladimir Putin, desde que Xi fue nombrado presidente, en marzo de 2013. Más de cinco reuniones por año; de media, una cada dos meses. Si agregáramos las reuniones de vicepresidentes, ministros, etc., rusos y chinos, tendremos lo que hay: un diálogo permanente y diario entre Moscú y Beijing, lo que permite hacerse una idea del grado entendimiento existente entre los dos colosos. Xi y Putin examinaron la creación de una zona de libre comercio entre China y la UEE, así como la participación china en la construcción del tren de alta velocidad Moscú-Kazán. Además, suscribieron acuerdos de cooperación en campos tan diversos como el energético, el espacial y el alimentario.

Se busca aumentar los intercambios comerciales hasta los 200.000 millones de dólares e incrementar las inversiones chinas en Rusia hasta 12.000 millones para 2020. Se creó, también, un fondo de inversión chino-ruso para promover las relaciones entre el noreste de China y el Extremo Oriente ruso. Como señaló Xi Jinping, China “se ha convertido en el mayor socio comercial de la región del Lejano Oriente de Rusia”. “Las partes están trabajando en proyectos de cooperación prometedores como la conversión profunda de recursos, la logística portuaria, la agricultura moderna y la cooperación infraestructural”, terminó diciendo Xi.

Capítulo especial es la colaboración militar sino-rusa. En junio pasado, en Astaná, los ministros de Defensa de los dos países firmaron una hoja de ruta para el desarrollo de la cooperación en el ámbito militar entre Rusia y China entre 2017 y 2020. Como indicara el gobierno chino, la firma del documento demostraba “el alto nivel de la confianza mutua estratégica y la cooperación estratégica entre los dos países”. Los órganos de defensa de China y Rusia mantienen “consultas regulares sobre la seguridad estratégica”, la última de ellas en septiembre de 2016. Rusia es el único país que suministra a China grandes cantidades de productos y servicios de uso militar. El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, durante una visita a Beijing, en noviembre de 2016, dijo que el volumen de ventas rondaba los 3.000 millones de dólares anuales.

Comparar esta suma espectacular de proyectos e iniciativas de los colosos asiáticos y Rusia con lo que acontece en Europa y EEUU da una idea bastante aproximada del futuro y del pasado del mundo. No hay proyectos equivalentes en este Occidente envejecido y roto. Su proyección exterior, en las últimas dos décadas, ha sido una suma de guerras e intervenciones –armadas o no- que han desestabilizado al vecindario, de Ucrania al Magreb. La exigencia del presidente Trump a Europa es que aumente su gasto militar. La OTAN quiere más tropas a Afganistán y aumentarlas en Siria. Guerra y pólvora desde un modelo económico-social agotado, insolidario y oxidado.

La OTAN afila su maquinaria militar contra adversarios que le quintuplican en recursos, espacio, alcance y movilización. Que dominan un territorio inconquistable y que, aunque también se están armando hasta los dientes, están construyendo pacíficamente la economía del siglo XXI. No es misterio de Eleusis predecir cómo terminarían unos y otros. La economía y el futuro están en Eurasia y esta península Europa debería sumarse a ella, en vez de pensar suicidamente en retarla. Las nuevas reglas del mundo pasan por la cooperación, el desarrollo y la paz. Las guerras tardo-imperiales y el militarismo son reflejos pavlovianos caducos. ¿Entenderán, aquí, a tiempo, las nuevas reglas?

MIÉRCOLES 2 DE AGOSTO DE 2017 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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