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LA REALIDAD DE LO MARAVILLOSO

1) ¿Seremos? /Víctor Gerez y Michel Juncal
2) Un testimonio del Cóndor /Juan Manuel Rodríguez
3) Obama no leyó a Henry Miller /Kintto Lucas
4) Uruguay: El problema Raincoop/ Gustavo González
5) La realidad de lo maravilloso /Jorge Zabalza
COMCOSUR INFORMA AÑO 16 – No. 1742 – martes 19.07.2016
COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
1994 – 19 de junio – 2016 – 22 años
Selección y producción: Beatriz Alonso, Henry Flores y Carlos Casares
Apoyo técnico: Carlos Dárdano
Colaboran:
ALEMANIA: Antje Vieth y Carlos Ramos (Berlín)
ARGENTINA: Eduardo Abeleira, Claudia Korol y Mauricio D’ambrouso (Buenos Aires)
BRASIL: Carlos O. Catalogne (Florianópolis)
CENTROAMÉRICA: Gustavo González
ECUADOR: Kintto Lucas (Quito)
HOLANDA: Ramón Haniotis (Amsterdam)
SUIZA: Sergio Ferrari (Berna)
URUGUAY: Jorge Marrero (Santa Rosa), Margarita Merklen (Durazno), Pablo Alfano (Montevideo), Luis Sabini (Piriápolis)
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“Todas las estructuras del poder popular que estábamos construyendo se hicieron presentes, tomaron voz, en una radio que no quería tanto hablarle al pueblo. Quería que el pueblo hablara.” RADIO VENCEREMOS
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NOTICIAS Y TEMAS DE COMCOSUR
1) ¿SEREMOS?
El cambio de nombre de las Colonias Psiquiátricas y los verdaderos cambio. /Víctor Gerez y Michel Juncal
2) UN TESTIMONIO DEL CÓNDOR
Cuando doblamos a la derecha y llegamos a la garita tuve una sensación de “ya visto” nada agradable. El auto se detuvo frente a ella y a una señal, el guardia nos abrió la barrera y entramos. Nada más parecido a una cárcel. Allí funcionaba el tribunal al que concurríamos como testigos del proceso del Plan Cóndor. /Juan Manuel Rodríguez
3) OBAMA NO LEYÓ A HENRY MILLER
Por Kintto Lucas
4) URUGUAY: EL PROBLEMA RAINCOOP
En este artículo no analizaré el tema en sí del cierre de Raincoop, sino que me detendré en las repercusiones del mismo./ Gustavo González
5) LA REALIDAD DE LO MARAVILLOSO
Sin entender para nada el retroceso que significaba un gobierno del herrero ruralismo, en los meses finales de 1958 acompañé a don Pedro, mi padre, en la campaña electoral que culminó con la victoria del Partido Nacional sobre el Partido Colorado. /Jorge Zabalza
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NOTICIAS Y TEMAS DE COMCOSUR
1) ¿SEREMOS?
El cambio de nombre de las Colonias Psiquiátricas y los verdaderos cambios
Por Víctor Gerez y Michel Juncal / Boletín Informativo Radio Vilardevoz
En la entrevista que realizamos al director interino de las Colonias Bernardo Etchepare y Santín Carlos Rossi, el pasado 25 de junio, este mencionó muchos de los cambios que pretende en su gestión. Hizo énfasis en el cambio de nombre de “Colonia” a “Centro” ahora llamado “Seremos”.
Dijo al aire en Radio Vilardevoz, que uno de sus objetivos es fortalecer la rehabilitación a través de mejoras de la estructura de las Colonias, continuar mejoras que sean permanentes, instalar programas de apoyo a usuarios y familiares y que la rehabilitación se base en la participación.
En resumidas cuentas: afirmó que se pretende “aceptar controles que vayan en sintonía con la reforma en Salud Mental”.
Desconocemos que en la práctica realmente se estén dando estos cambios en el actual “Centro Seremos”. Se cerró un pabellón y esperemos que ya no existan.
Pensamos que un cambio de nombre no cambia la estructura de los manicomios y nos alegrará ver en el futuro dichos cambios.
Al finalizar la entrevista, hizo énfasis en el compromiso total con la Ley de Salud Mental.
Escucha la entrevista en:
25 Junio- Federico Sacchi- Director de Las Ex Colonias
Víctor Gerez y Michel Juncal / Boletín Informativo Radio Vilardevoz
COMCOSUR INFORMA Nº 1742 – 19/07/2016
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2) UN TESTIMONIO DEL CÓNDOR
Cuando doblamos a la derecha y llegamos a la garita tuve una sensación de “ya visto” nada agradable. El auto se detuvo frente a ella y a una señal, el guardia nos abrió la barrera y entramos. Nada más parecido a una cárcel. Allí funcionaba el tribunal al que concurríamos como testigos del proceso del Plan Cóndor.
Juan Manuel Rodríguez / La Diaria, viernes 08 • Julio • 2016
Media hora antes, el auto de la embajada uruguaya nos había ido a buscar al hotel y nos había trasladado a esa población cercana a Roma, difícil de precisar a qué distancia. Cruzamos la entrada sin revisaciones ni presentación de documentación, porque el guardia ya conocía el auto que en los últimos meses había trasladado a varios testigos.
El tribunal funcionaba en un salón amplio, con un estrado en el que perfectamente podía desarrollarse una obra de teatro, y una sala con butacas donde se ubicaban los abogados, así como el público que hubiera ido, dado que el juicio era abierto a la población. Los testigos se ubicaban en el estrado. A mí me ubicaron en un costado del tribunal, al lado del traductor.
Luego del juramento de rigor, las primeras preguntas fueron del abogado nombrado por el gobierno uruguayo, de quien éramos testigos: si había hecho declaraciones anteriores, si había sido detenido, etcétera.
Uno de los temas centrales de las preguntas refirieron a si tenía pruebas que demostraran la participación de los Fusileros Navales (Fusna) en las detenciones de los desaparecidos, en particular de los militantes de los Grupos de Acción Unificadora (GAU), en Buenos Aires, en diciembre de 1977. Algunas pruebas ya habían sido aportadas por testigos anteriores, como el viaje a Buenos Aires el 20 de diciembre de Jorge Tróccoli con dos de sus oficiales, el día previo al comienzo de las detenciones, y su regreso dos días después. ¿Qué otro objetivo podía tener ese viaje sino el de participar personalmente en las detenciones?
Pero hay otros elementos. En los interrogatorios nos amenazaron con llevarnos a Buenos Aires, diciéndonos: “Vos sabés que los que van allá son boleta”. Esto nos ocurrió a varios y fue en el mismo momento en que estaban interrogando a compañeros en la capital argentina.
Pero quizá la prueba más significativa que entregué al tribunal fue una ficha del S2 del Fusna, Dirección de Inteligencia, que también tenía funciones operativas y cuyo director era Tróccoli. En los anexos del segundo informe que la armada uruguaya presentó a la Presidencia de la República en 2006, hay una ficha para cada desaparecido. En la de Gustavo Arce hay una anotación del 29 de diciembre de 1977 que dice textualmente: “Hace dos días desapareció de la ciudad de Buenos Aires. Es GAU”. Arce fue detenido el 27 de diciembre. Es decir que a los dos días de su detención, el Fusna ya conocía el hecho. No es posible intercambiar informaciones tan rápidamente si no existe un contacto permanente. La ficha era un documento oficial de la dirección del Fusna que dirigía Tróccoli y significaba una prueba muy contundente de su involucramiento personal.
Un momento particular fue cuando hablamos de la entrevista que le solicitamos a Tróccoli, para solicitarle información sobre los desaparecidos. Quizá ingenuamente, pensamos que podía aportar algo de todo lo que conocía. No lo hizo, pero lo más curioso fue que, ante la pregunta, no contestó que no sabía nada, sino que preguntó qué podía obtener a cambio. Obviamente, era muy poco lo que podíamos ofrecerle, porque su principal preocupación eran los juicios que les comenzaban a hacer a los que habían cometido delitos de lesa humanidad, entre los que se encontraba él.
Al final de la declaración, el abogado de Tróccoli, que durante mis referencias directas a su defendido parecía nervioso y quizá molesto, me interrogó sobre algunos temas sobre los que había declarado, como qué pruebas tenía de que Tróccoli había sido un torturador, como yo había escrito en un documento. Efectivamente, así había sido, pero yo no podía aportar una prueba, porque estaba encapuchado y sin lentes, además de que no los conocía ni a él ni a su voz. Pero sí le dije que en un momento de la entrevista me pidió disculpas personalmente sobre lo ocurrido. ¿Por qué lo haría si él no hubiera participado directamente? Obviamente, no lo disculpé. No sé si en algún caso lo hubiera hecho, pero nunca si, más allá de las palabras, no contribuía efectivamente a dar a conocer la verdad.
El abogado me preguntó si yo creía que Tróccoli era responsable de algunas desapariciones en Buenos Aires. Le contesté que no, no de algunas, sino de todas las desapariciones. Se molestó mucho, me dijo que sólo contestara sí o no, porque no le interesaban mis opiniones. Le dije que a mí tampoco me interesaban las de él, que estaba ahí por otra cosa. Momentos de violencia que, sin embargo, deben asumirse para hacer justicia.
Tróccoli no fue un oficial más. Miremos cómo responde a la pregunta de un periodista sobre la cadena de mando en las torturas.“No había una sistematización de parte de los superiores. Esto siempre pasa por lo humano. Se llama a engaño quien hable de un Régimen de Obediencia Debida. Acá no podemos decir ‘yo lo hacía porque cumplía órdenes’. Primero porque es mentira en mi caso y me atrevería a decir que en todos, no sé, capaz que alguno sí, no quiero generalizar. Pero era producto de la vorágine del momento, era una cosa que se vivía ahí y era una cosa que había que hacerla” (revista Tres del 20/09/1996).
Es claro que los principales responsables del terrorismo de Estado son los dictadores en el gobierno, los mandos de las Fuerzas Armadas que ejecutaron las directivas. Pero en las tres armas hubo equipos operativos que actuaron con mucha autonomía en las torturas, en las detenciones y en todo el proceso represivo. Posteriormente hicieron los informes y estos fueron aceptados, avalados, y los ejecutores fueron felicitados por ello. Tróccoli estaba en esta categoría. Estaría preso si no se hubiera fugado. Todos esperamos que este juicio concluya con una pena que haga justicia.
Juan Manuel Rodríguez / La Diaria
COMCOSUR INFORMA Nº 1742 – 19/07/2016
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3) OBAMA NO LEYÓ A HENRY MILLER
Por Kintto Lucas
Entre Selma y Baltimore hay 1389 kilómetros,
vidas más vidas menos cincuenta años de distancia
¿Recorrió Obama alguna vez ese camino, ese tiempo?
¿Supo de esas vidas, de esas muertes?
¿Intuyó el asesinato en el aire,
sentado en los jardines de la Casa Blanca?
¿Sintió los ojos de sus hermanos todo el tiempo sobre él,
detrás de las puertas, detrás de los árboles, como Henry Miller?
¿Le quemó la sangre y la dignidad de aquel de pelo cano
que se quitó el sobrero ante un blanco?
¿Se sacó el sombrero ante un blanco o ante sí mismo,
con el dolor de Selma en la memoria y el fuego de Baltimore?
Obama no leyó a Henry Miller, solo mira la televisión y se esconde,
pero los ojos están detrás de él…
Kintto Lucas
COMCOSUR INFORMA Nº 1742 – 19/07/2016
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4) URUGUAY: EL PROBLEMA RAINCOOP
En este artículo no analizaré el tema en sí del cierre de Raincoop, sino que me detendré en las repercusiones del mismo.
Por Gustavo González /La República (Uruguay) 15.07.2016
Porque las mismas muestran con claridad las distintas miradas que sobre el tema se tienen. Como cualquier empresa autogestionaria de trabajadores puede o no tener problemas de gestión y eficiencia si esto fuera el caso de Raincoop. Tema además reconocido por los propios trabajadores, pero que también se encargaron de manifestar las diferencias de tratamiento que tienen las Cooperativas frente a la común empresa capitalista, tema no menor y que a la hora de analizarla deben de ser consideradas.
Cuando cierra una empresa autogestionaria, se hace del mismo un gran problema e inmediatamente se descargan sobre todo el sistema Cooperativo Autogestionario una serie de críticas que solo apuntan a descalificar el sistema mismo.
Pero no sucede lo mismo cuando se produce el cierre o la quiebra de una empresa típica del sistema capitalista. Cierra un banco privado y deja a miles de ahorristas en la calle, cierra una empresa y deja cientos o miles de trabajadores en la calle, pero no se objeta el sistema en sí. Solo se analiza en forma particular a dicha empresa, jamás se generaliza a partir de una experiencia al conjunto de las empresas.
Cuántas veces han socorrido desde el Estado a empresas capitalistas a lo largo de la historia sería bueno tenerlo como dato real.
En el listado de empresas que han realizado lavado de dinero , jamás se encontrará una empresa Cooperativa, porque el listado de Panamá Papers al respecto es muy claro, los grandes negociados siempre van de la mano y son inherentes al sistema capitalista.
Por su parte algo no menor es que el conjunto de empresas recuperadas por los trabajadores en la inmensa mayoría de los casos, nacen de una quiebra anterior realizada por sus patrones.
Así está prefigurada la sociedad en la que vivimos y los grandes medios de comunicación se encargan a diario de convencer y consolidar las bases del sistema capitalista.
Peor aún cuando desde filas supuestamente Progresistas se hacen comentarios que generan incertidumbre o alertas tempranas de posibles problemas, como verdaderos organizadores de derrotas anticipadas.
Gustavo González / La República
COMCOSUR INFORMA Nº 1742 – 19/07/2016
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5) LA REALIDAD DE LO MARAVILLOSO
Sin entender para nada el retroceso que significaba un gobierno del herrero ruralismo, en los meses finales de 1958 acompañé a don Pedro, mi padre, en la campaña electoral que culminó con la victoria del Partido Nacional sobre el Partido Colorado.
Por Jorge Zabalza
Entonces yo tenía quince primaveras, que había cumplido el 30 de noviembre. Los ‘blancos’ del mundo rural -la fuerza electoral de don Pedro- vivían como historia viva y actual las revoluciones de Aparicio Saravia. Hablaban en presente de las hazañas guerreras de ‘Chiquito’ Saravia, de su carga a pura lanza en Arbolito. Sus casas estaban adornadas con la foto de la entrada de las tropas revolucionarias a Minas, los jinetes cabalgando sobre las flores que las damas arrojaban desde los balcones. Las tradiciones de los blancos introducían en una especie de ensueño virtual. No llegué a tiempo para conocer a mi abuelo, pero sí para hacerme dueño de su viejo ‘corvo’, el sable con el cual había desfilado junto a las huestes saravistas, según los cuentos que me hacían sus viejos amigos del Club. Gustaba escapar en la motoneta hacia la pulpería-capilla-casona donde se criaron mi padre y sus hermanos y hermanas y allí, en Cerro Pelado, en las nacientes del río Santa Lucía, pasaba las horas leyendo las biografías de Monegal y el Dr. Saravia García sobre los Saravia revolucionarios, Nepomuceno el de la ‘guerra dos farrapos’ en Río Grande do Sul y Aparicio el de los varios levantamientos en el noroeste de Uruguay. Me dejaba embriagar con el espíritu insurrecto de los ‘blancos’.
Don Pedro, electo Consejero Nacional de Gobierno en esas elecciones, estaba suscrito a ‘Bohemia’ y a ‘Life en Español’. Mientras que la revista cubana insistía en dar por muerto a Fidel Castro y la dictadura censuraba toda versión en contrario, en marzo de 1957 ‘Life’ publicó completa una entrevista que mostraba vivito y coleando al barbado líder del Movimiento ’26 de Julio’, con foto y todo. El reportaje era de Herbert Matthews, editorialista del ‘New Tork Times’, fue realizado en un lugar clandestino e inducía la idea de un moderno Robin Hood, de un romántico guerrillero en justa revolución contra la tiranía. Tenía un fuerte sabor a aventura. Fidel se preocupó por dejar señalado el carácter de liberación nacional del movimiento guerrillero, y por lo tanto, anticolonialista y antiimperialista, pero reafirmaba que no era, en particular, antiestadounidense ni comunista.
Durante el resto de 1957 y todo el 1958, ‘Life’ publicó noticias y fotos que hicieron de Fidel un héroe simpático. Imagínense como prendían esas semillas de romanticismo caribeño en la imaginación exaltada de aquel adolescente que se soñaba junto a José Artigas en el éxodo del pueblo oriental o con el montonero Saravia, guerreando contra el ejército de línea del gobierno colorado. Por otra parte, aunque Fidel todavía era algo muy alejado de nuestra realidad cotidiana, su figura atraía comentarios y los artículos de ‘Life’ permitían fundamentar con autoridad en favor de los aventureros del Moncada y del ‘Granma’.
A fin de año fuimos a Punta del Este, pero Fidel interrumpió el veraneo. Me enteré de la fuga aérea del dictador Fulgencio Batista -1° de enero de 1959- gracias al editorial del semanario ‘Marcha’, escrito por don Carlos Quijano y a los artículos de Carlos María Gutiérrez, Carlos Núñez, Daniel Waksman y Eduardo Galeano que festejaban la victoria. El año se inició con Fidel y los barbudos entrando en Santiago de Cuba, que ya estaba controlada por las organizaciones urbanas del Movimiento ’26 de Julio’, las que había creado Frank País, luego asesinado por los esbirros de la dictadura. La noticia terminó copando la tapa de toda la prensa uruguaya. Corría a mirar los informativos para robarles una imagen de mis héroes cubanos. Al derrocar la unánimemente repudiada dictadura de Fulgencio Batista, Fidel se convirtió en objeto de las alabanzas de las élites políticas y de la prensa uruguaya. También ‘Bohemia’ se adaptó rápidamente a las nuevas circunstancias e informaba con todo detalle los acontecimientos de esa primer semana de 1959. Alumno entusiasta en historia nacional, estudié con dedicación las investigaciones del revisionismo histórico, y me pasaba las horas hurgando detalles en las fotos o en las entrelíneas de las informaciones de ‘Bohemia’ , buscando confirmar la tesis de que, con Fidel, se estaba ante la revancha triunfal del artiguismo y de los caudillos montoneros como Felipe Varela, Güemes o Timoteo Aparicio.
Cuando Batista se refugió en los EEUU, la dictadura no estaba del todo derrotada, sus secuaces todavía tenían espacio para maniobras políticas. La primera columna guerrillera en entrar a La Habana fue el Segundo Frente Nacional del Escambray, un grupo escindido del Directorio Revolucionario, que habían tomado varios cuarteles, pero robaba ganado y cobraba ‘impuestos revolucionarios’ a los campesinos; Ernesto Ché Guevara los calificó de cuatreros. Entonces, para impedir que alguien mediatizara el triunfo popular, Fidel movió rápidamente sus piezas ganadoras. Antes que nada convocó una huelga general en todo el país, prueba de su absoluta confianza en la dignidad del pueblo trabajador. Luego lanzó a sus más destacados comandantes en una operación de pinzas: el 2 de enero llegó a La Habana, desde la provincia de Matanzas, la columna al mando de Camilo Cienfuegos que tomó Columbia, el cuartel con mayor cantidad de tropas de toda Cuba. El mismo día el Ché, que venía de dar la batalla de Santa Clara, ocupó el cuartel de La Cabaña en La Habana. Paralizada por la huelga, la ciudad quedó en manos de los guerrilleros del ’26 de Julio’. El 3 de enero Fidel designó a Camilo como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Cuba. En un par de días la cuestión del poder había quedado resuelta.
Sin vacilación, el mismo 2 de enero, montado en un jeep, Fidel partió de Santiago rumbo a La Habana. Iba al frente de una columna de doce tanques Sherman y tanquetas T17 que, como los revolucionarios no sabían manejar los blindados, debieron ser conducidos por soldados del desarticulado ejército de Batista. Lo acompañaron mil combatientes revolucionarios, encolumnados tras la ‘José Martí’, la columna N°1 de Sierra Maestra. Fueron 900 quilómetros de alborozo popular, de abrazos y vítores, banderas del ’26’ y de Cuba, flores arrojadas sobre tanques y camiones, muestras de simpatía y cariño hacia los revolucionarios, algún breve discurso de Fidel y la ‘Caravana de la Libertad’ en marcha incontenible por la Carretera Central. “Baño de multitudes, baño de pueblo” sentenció Fidel y luego llamaba a la prudencia: la revolución recién comenzaba. El 6 de enero en Santa Clara, el estentóreo vozarrón de Fidel retumbó ante la multitud que colmaba el Parque Vidal: “Yo preguntaba que en qué país del mundo —no de América— en qué país del mundo se ha visto que un pueblo inerme le haya arrebatado a un ejército moderno hasta el último fusil…Porque todas las armas, todos los cañones, todos los tanques, todos los aviones, todas las fragatas, y todos los fusiles están en estos instantes en manos del pueblo…De la Sierra Maestra vienen conmigo 3 000 guajiros, armados, veteranos de la guerra de liberación…Y en los cuarteles no van a estar solamente los fusiles de los militares, van a estar los fusiles del pueblo también, porque cuando haya que pelear, el pueblo también va a pelear…”. El pueblo armado y organizado como en los tiempos de Artigas.
Siete días tardó Fidel Castro en llegar a La Habana. Subido a un Sherman, con su hijo Fidelito y Juan Almeida a un lado, entró a la capital el 8 de enero. Más adelante se les unió Camilo Cienfuegos. 767 días atrás, cuando el desastroso desembarco en Las Coloradas, ¿quién podría imaginar esa multitud habanera estaría volcada a las calles para recibir en triunfo a los barbudos? En el Campamento Militar de Columbia, Fidel y Camilo treparon a un improvisado y destartalado estrado: “La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario”. Cincuenta años de dificultades, errores, agresiones, atentados y criminal bloqueo confirmarían las previsiones de Fidel. La imagen de Fidel y Camilo en el estrado, la consulta: ‘¿Voy bien, Camilo?’ y aquél campo desbordado de gente, recorrieron el mundo entero. Deseaba de corazón haber sido uno de esos barbudos que bajaron de la Sierra Maestra al mando de Fidel.
Un diluvio puso fin al verano de 1959, inundaciones en todo el Uruguay: los ríos salieron de madre, las aguas desbordaron la represa de Rincón del Bonete, el puente del Río Negro arrastrado por la correntada, la población de Paso de los Toros evacuada, carreteras y caminos cortados, desastre en el litoral del Río Uruguay, solidaridad popular con los evacuados…y el 3 de mayo, a cinco meses apenas del triunfo guerrillero, Fidel se vino al Río de la Plata y estuvo 48 horas en Uruguay. Recorrió las zonas anegadas, se abrazó y habló con todas y todos, espontáneamente entregó 20.000 dólares, donación simbólica de un pueblo pobre al otro que lo necesitaba: “Es que siendo uno en todo hemos vivido alejados, hemos vivido separados, hemos vivido divididos, hemos vivido al margen de lo que pudo habernos hecho grandes, de lo que pudo habernos protegido de la impotencia; hemos vivido al margen de lo que fueron los sueños de nuestros libertadores, a los cuales hemos levantado estatuas, a los cuales hemos dedicado millones de ramos de flores, millones tal vez de discursos, pero a los cuales no hemos seguido en la esencia más pura de su pensamiento. Parécenos que si se presentaran hoy ante nosotros, desde Bolívar hasta Martí, desde San Martín hasta Artigas, y con ellos todos los próceres de las libertades de América Latina, nos reprocharían al ver cómo nos encontramos todavía y se preguntarían si esta es la América que ellos soñaron, grande y unida, y no el racimo de pueblos divididos y débiles que somos hoy”. Tales fueron los términos de patria grande conque Fidel se dirigió a la muchedumbre que lo aplaudía entusiasmada el 5 de mayo en la Explanada Municipal. Sus actividades fueron cubiertas con admiración y simpatía por toda la prensa nacional y extranjera. Lo recibió con melosa amabilidad Martín R. Echegoyen, presidente del Consejo Nacional de Gobierno, uno de los más reaccionarios políticos en la historia del Uruguay. Pegado al costado de su padre, el quinceañero logró colarse a la ceremonia oficial y casi pudo tocar al ya mítico héroe de Sierra Maestra.
Ni bien regresó al Caribe, el 17 de mayo de 1959, Fidel firmó en Sierra Maestra la Primera Ley de Reforma Agraria. Se confiscaron sin indemnización las propiedades mayores a 400 hectáreas en un país donde el 80% de las tierras productivas pertenecían a empresas estadounidenses. ¡Y entonces llegó Fidel! Reforma agraria y fin del idilio. La gran prensa montevideana perdió su cariño por los simpáticos ‘barbudos’ de Fidel y los convirtió en demonios secuestradores de niños que luego enviaban a la URSS para que los comunistas hicieran ‘corned beef’ con ellos. El pánico provocado por la revolución cubana incentivó aún más la proliferación de organizaciones fascistas en Uruguay. Peleaban contra fantasmas. Sin embargo, en parte tenían razón, pues esa reforma agraria, que golpeó con atrevimiento a los EEUU, fue el elemento que hacía falta para revolucionar la cabeza de nuestra juventud, la que luego se conocería como generación del Ché Guevara. Fidel no solamente había volteado una dictadura infame, quería hacer que la revolución marcara el fin del colonialismo en todo el continente. Lo identificamos de inmediato con el José Artigas desmelenado y sin bronce, el caudillo del éxodo de aquel pueblo de gauchos, esclavos auto-liberados, zambos, mulatos y pobladores originarios, el impulsor del reparto de las tierras expropiadas a los españoles y los latifundistas criollos, el jefe de la federación de provincias libres con aspiración de patria grande. La irrupción de Fidel en el escenario político fue un acto de prestidigitación que trajo al presente las guerras de la independencia del siglo XIX. Nos atrapó con su magia este brujo cubano, su palabra exuberante, la novela romántica de su peripecia guerrillera. La historia latinoamericana es un compendio de historias extraordinarias, donde se vuelve habitual lo insólito y maravilloso, lo que resiste cualquier tipo de análisis racional. ¿No fue así la historia de Jean Jacques Dessalines y la liberación de los esclavos en Haití? ¿Qué fue si no el episodio de Antonio Conselheiro y la república de Canudos? ¿Y de dónde vino la inspiración del asalto al Moncada? ¿De un frío análisis racional de la realidad o de una inédita intuición de Fidel?
La historia de los pueblos latinoamericanos se presenta como crónica atemporal de multitudes insurrectas, multitudes de todas las razas, colores y religiones que se levantan contra los poderes establecidos, multitudes que hacer revoluciones al influjo de demiurgos que escapan a los parámetros racionales, positivistas y pragmáticos. Una crónica salpicada con acontecimientos y personajes grandiosos capaces de transformar la realidad con sus poderes sobrenaturales. Emprender la aventura desmesurada que Fidel proponía causaba escalofríos, pero me sentí parte de ella de inmediato, acepté la propuesta sin miedos, sin saber todavía que me estaba embarcando en las epopeyas revolucionarias de los obreros de la Comuna de París y de los soviets de San Petersburgo.
¿Qué pasaría si otros pueblos latinoamericanos echaban a andar? El ejemplo de la Revolución Cubana se volvió sumamente peligroso: había que ponerle fin antes que se consolidara. A fines de agosto del 60, en San José de Costa Rica, se reunió la Conferencia de Cancilleres de la OEA y resolvió advertir a los gobiernos latinoamericanos sobre el ‘peligro’ que representaba Cuba para la ‘democracia’. Un año y ocho meses después de la toma del poder en Cuba, la OEA se apresuró a realizar este acto diplomático como preparación del terreno político para la intervención de las fuerzas mercenarias que la CIA estaba entrenando en Guatemala a las órdenes de Jack Hawkins, coronel de los marines. La reacción de Fidel no se hizo esperar: llamó a constituir una Asamblea General Nacional en las próximas 72 horas y bastante más de un millón de personas respondieron a su confianza y concurrieron el 2 de setiembre de 1960 a la Plaza de la Revolución. “En los anales de la historia de nuestra patria jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de América jamás se vio un acto semejante” proclamó con orgullo Fidel. Era una representación más que legítima de la voluntad política de los siete millones de cubanos que vivía en la isla.
La Primera Declaración de La Habana expresó que la ayuda ofrecida por la URSS y China Popular no era un acto de guerra contra los EEUU sino de internacionalismo solidario con el pueblo cubano; por otra parte, Cuba no renunciaba a la libertad de establecer relaciones diplomáticas con quién quisiera. La Declaración denunció el latifundio, la miseria de los salarios y la explotación, el analfabetismo, la ausencia de maestros, médicos, hospitales y escuelas, el abandono de la vejez, la discriminación racista con negros e indios y todos los males que ahogaban los pueblos en América Latina. Reafirmó que los pueblos tienen derecho a liberarse para siempre del dominio explotador del imperialismo y la oligarquía y condenó “la intervención abierta y criminal que durante más de un siglo ha ejercido el imperialismo norteamericano sobre todos los pueblos de América Latina”.
La Revolución Cubana quería marchar con todo el mundo hacia la liberación y, en especial con “el pueblo de los negros linchados, de los intelectuales perseguidos, de los obreros forzados a aceptar la dirección de gánsteres”. En un gesto final, al grito de ‘¡Patria o Muerte!’ de un millón de gargantas, Fidel rompió la resolución tomada en Costa Rica por la OEA, el ministerio de los EEUU para la colonización de América Latina.
En marzo de 1961 entré a la Universidad y al mundo híper politizado del centro de estudiantes de derecho. Todavía estaba en pañales el debate sobre las vías para la revolución, que más tarde dividiría el movimiento popular en corrientes a favor o en contra de la lucha armada. Sin embargo, ya se podían percibir los efectos ideológicos de la ley de reforma agraria y de la Declaración de La Habana, pasos grandes en la definición del contenido de la Revolución Cubana, que obligaron a tomar posiciones a favor y en contra. El movimiento estudiantil se iba definiendo al compás de los sucesos en Cuba. Hubo quienes quisieron convencerme que era necesario leer las obras completas de Marx, Engels y Lenin antes de arrojarles piedras a los milicos en la Avenida Dieciocho de Julio. Todavía era muy temprano para zambullirme en las profundidades de los clásicos pero, en cambio, ajustaron como guantes de seda a mi manera de ser el ‘Guerra de guerrillas’ del Ché Guevara (1960), con su teorización de la experiencia guerrillera cubana, el ‘Así se templó el acero’ de Nicolás Ostrovky y su relato de la guerra revolucionaria en la URSS, el ‘Homenaje a Cataluña’ de George Orwell que figuraba en la biblioteca de mi padre junto al ‘Enrico Malatesta’ de Luigi Fabbri que también leí. Fueron muy pedagógicas las lecturas de las historias de la guerra civil española y las biografías de Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Juan García Oliver.
El 16 de abril, un titular a ocho columnas de ‘El País’ festejaba alborozado el comienzo del fin de la Revolución Cubana. El día anterior ocho bombarderos B-26 -camuflados con insignias cubanas- despegaron de Puerto Cabezas en Nicaragua con el objetivo de atacar simultáneamente la base aérea de San Antonio de los Baños, el aeropuerto de La Habana y el de Santiago de Cuba. La versión ‘oficial’ preparada por la CIA y difundida por las agencias internacionales, pretendía convencer que los pilotos eran militares cubanos rebelados contra el ‘régimen’. Sin embargo, la operación no fue tan exitosa como esperaban en Washington: el fuego espeso de la artillería cubana obligó a los aviones a descargar bombas y ametralladoras lejos de sus blancos, en cualquier terreno. Ocasionaron la muerte de más de cincuenta civiles. Tres de los bombarderos ‘gusanos’ fueron derribados. En el acto del duelo por las víctimas de los invasores, de cara a una formación con miles de milicianos, Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución Cubana: «esta Revolución Socialista la defenderemos con el valor con que ayer nuestros artilleros antiaéreos acribillaron a balazos a los aviones agresores». De ahí en más quienes combatieran en defensa de Cuba, tendrían consciencia de estar combatiendo por el socialismo. Miles de jóvenes cobramos consciencia de la finalidad última de la guerra que vendría, la guerra que ya se adivinaba en Vietnam, la guerra de la emancipación social de las clases oprimidas y explotadas. El corazón no nos cabía en el pecho.
Ramón González Suco, campesino y miliciano, centinela en Playa Larga, avisó en la madrugada del 17 de abril que veía luces y movimientos sospechosos en el mar. Era la esperada invasión. Mil quinientos hombres perfectamente armados y entrenados integraban el contingente ‘gusano’ -‘Operación Pluto’ era el nombre clave dado por la CIA- que llegó desde Puerto Cabezas en cinco barcos de guerra estadounidenses protegidos por varias unidades más de la Marina yanqui. Los invasores desembarcaron en dos puntos de Bahía Cochinos con el objetivo de establecer una cabecera de playa. Luego, se constituirían en gobierno provisorio de ese territorio ‘liberado’ y pedirían la intervención militar de la OEA y los EEUU. La defensa de la faja de terreno donde procuraron hacerse fuertes era la Ciénaga de Zapata, obstáculo natural que los mercenarios pensaban que podía impedir la penetración de los milicianos. El mando revolucionario unificado, o sea, el propio Fidel, envió el batallón 339 desde Cienfuegos que rápidamente entabló combate con la compañía E de los mercenarios y la obligó a detener su avance.
Al otro día, 18 de abril, previo ataque de artillería, se lanzó la contraofensiva de los milicianos. No hubo ciénaga que los detuviera. Fue incontenible. En un primer momento las tropas ‘gusanas’ se refugiaron en Playa Larga para, luego, ya muy maltrechos y sin municiones, retirarse a Playa Girón donde quedaron cercados. El 19 de abril, a las 17:30 horas, a menos de 72 horas de desembarcados, la fuerza invasora se rindió. 89 habían caído bajo las balas cubanas, 250 fueron heridos y 1.200 fueron hechos prisioneros por la Revolución. Fue la primera derrota militar infringida al imperialismo en América Latina. Costó la vida de 157 combatientes revolucionarios y de los más de cincuenta civiles asesinados por los bombardeos. John Fitzgerald Kennedy reconoció la responsabilidad de su gobierno por la tropelía y accedió a canjear los prisioneros por medicinas para niños y tractores. ‘¡Yanquis go home!’ y ‘¡Cuba sí, yanquis no!’, cientos de uruguayos salimos a festejar en Avenida del Libertador, donde en esa época estaba la embajada de los EEUU.
El 30 de abril pude hacerme del número especial de ‘Bohemia’, donde venía el reportaje de la escritora Dora Alonso sobre la invasión de Bahía Cochinos. Se titulaba ‘Avanzando con el pueblo en armas’ y tenía decenas de fotos, decenas de testimonios de milicianos, el relato del corresponsal Luis Báez sobre la actividad de Fidel en todo el frente de batalla y además, recuerdo todavía, un reportaje-confesión a varios de los gusanos atrapados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Comandando el ataque, trepado a un tanque o recorriendo las posiciones al frente de los mandos, las fotografías de Fidel mostraron al mundo la estirpe a la que pertenecía este conductor de pueblos: a los que ponen el cuero en la primera fila de combate. Imposible no admirarlo, imposible no contagiarse con la energía y el fervor que transmitía. Durante todo ese otoño de 1961 no pude despegar la vista de la ‘Bohemia’. Recorté todas las fotos y las pegué en las paredes del altillo de la casa de mi abuela donde me encerraba a estudiar, un templo de Playa Girón, un templo que fue decisivo en las definiciones que pronto debí afrontar y que cambiaron definitivamente el destino que me asignaron al nacer.
A cada ataque del imperialismo Fidel respondió con una medida de profundización de la revolución cubana o con una contramaniobra inesperada -recordar la crisis de los misiles- que dejaba perplejo al mundo entero. Sesenta años después de la victoria, podía haber escrito sobre sus cualidades de estadista pero, desde mi punto de vista, es preferible rescatar sus proezas revolucionarias, volverlo a ver entrando a La Habana en la torreta de un Sherman, o pistola en mano, recorriendo Playa Girón. Recordar el Fidel de 1960 de la misma manera que en 1958 los ‘blancos’ recordaba las cargas de los lanceros de Aparicio en 1904. Como historia viva y actual. En esta América Latina convulsionada por el retorno de los brujos y el nuevo empuje del intervencionismo yanqui, cuánto extrañamos al Fidel de los remolinos ideológicos, de la expresión muscular del marxismo -¿no es eso la praxis?- que rompió con la coexistencia pacífica y desvirtuó la tesis de la vía pacífica. Los pueblos de América Latina necesitan el Fidel que conmovió este continente, que lo hizo dejar de ser la reserva ideológica del imperialismo. Entre el desfile triunfal de La Habana y la Victoria de Playa Girón, en poco más de dos años, América Latina sufrió un cambio brutal: Fidel Castro. En esos escasos dos años su talla cobró las dimensiones de Bolívar, Martí y San Martín.
Jorge Zabalza
COMCOSUR INFORMA Nº 1742 – 19/07/2016
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