1) Fantasmas de Amodio lo acosan en su propio living
2) Frenteamplistas en México criticaron al presidente Vázquez
3) Aguas Corrientes: Dinama asegura la calidad del agua potable, a pesar de que aún no tratará los lodos
4) Secuelas del terrorismo de Estado. Heridas sin limpiar en Uruguay
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COMCOSUR AL DÍA / AÑO 18 / Nº 2152 / NOTICIAS Y PENSAMIENTOS / Viernes 17 de noviembre de 2017 / Producción: Andrés Capelán
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca.
Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es una tarea central.” — Emir Sader
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1) Fantasmas de Amodio lo acosan en su propio living
El exguerrillero cuenta una experiencia paranormal que vivió en España en 1995.
Andrés López Reilly (El País)
El hombre al que durante décadas se lo creyó muerto y era un perfecto desconocido para los jóvenes hoy no precisa presentación. El ex guerrillero tupamaro Héctor Amodio Pérez se encuentra desde fines de septiembre en España, donde vivió la mayor parte de su vida, intentando recomponer su vínculo familiar.
Seguramente la existencia de Amodio en la Madre Patria podría servir de insumo para otro libro autobiográfico, aunque menos vendedor que los que publicó en Uruguay desde su regreso en 2015 y que han hecho tambalear la historia "oficial" del MLN-Tupamaros.
Cuando se encontraba cumpliendo arresto domiciliario en Montevideo, Amodio le narró algo que le sucedió en 1995 al investigador Héctor Amuedo, conocido por sus trabajos sobre la fuga de los criminales de guerra nazi hacia el Río de la Plata y por haber escrito para la desaparecida revista "Dimensión Desconocida". El día que Amodio se encontró con Amuedo, El País había publicado la historia de la búsqueda (por parte de la CIA) del criminal Joseph Mengele en Uruguay. El exguerrillero la había leído y se pusieron a conversar al respecto. Hasta que una charla llevó a la otra.
Un cuadro con presencia.
Luego de años de estar en pareja con la ex guerrillera tupamara Alicia Rey, Amodio inició una relación con una mujer española que ya tenía un hijo. Los tres viven en Madrid, donde pasaron por una experiencia paranormal que jamás olvidarán.
Cierta noche en la que Amodio se encontraba trabajando hasta tarde, recibió de su casa una llamada telefónica. Había, en ese momento, un gran corte de luz que afectaba buena parte de la ciudad. Al otro lado de la línea, Amodio pudo escuchar la nerviosa voz de su mujer que le explicaba que se encontraban a oscuras desde hacía horas. Pero su estado de exaltación se debía a otra circunstancia: ante la sorpresa e incredulidad del extupamaro, le comentó que ella y su hijo se encontraban literalmente aprisionados en un rincón de la sala, ya que cada vez que intentaban pasar por delante del sitio donde había un viejo cuadro colgado, una extraña "fuerza" o "barrera invisible" les impedía avanzar.
El cuadro había sido traído de la casa de campo que perteneció a la familia de la mujer. Y tiene la imagen de la abuela de esta, fallecida en 1935, durante un parto, cuando tenía 22 años.
Héctor Amodio no pudo evitar mofarse de la situación y prometió salir de inmediato hacia su casa. Al arribar, pocos minutos después, la oscuridad y el silencio eran totales. Cuando ingresó al salón principal vio a su familia en el extremo opuesto y, apenas pudiendo contener su risa, les dijo que vinieran hacia él. Le respondieron que ya lo habían intentado varias veces, pero que les era imposible. Ya un poco molesto por la situación, comenzó entonces a caminar hacia ellos. Pero al llegar a la altura del cuadro, tampoco podía avanzar.
Así lo narró Amodio ayer a El País desde Madrid: "No podía pasar, era como si hubiera un muro transparente que me impedía hacerlo. Lo mismo que sentían mi compañera y su hijo. Llegamos a la conclusión de que era por el cuadro. Y moviéndome con cuidado, como si estuviera pegado a ese muro, me dirigí hacia la pintura y la descolgué. Ahí se acabó todo".
Al amanecer del día siguiente, lo primero que hicieron fue descolgar de la pared aquel misterioso retrato familiar. Jamás pudieron averiguar cuál pudo ser la explicación de ese extraño fenómeno.
"El cuadro está en una pared ahora de esta nueva casa. Estuvo un tiempo guardado en un ropero, en un cajón (se trata de un óleo pequeño, pintado al natural, de 40 x 30 centímetros), pero cuando nos mudamos dijimos: ¿qué hacemos con esto? Y resolvimos volver a colgarlo. Lleva 12 años en el mismo lugar. Nunca más pasó algo así con la pintura, aunque en dos oportunidades se cayó sin justificación", comentó el exguerrillero.
La casa de campo.
Cuando ocurrieron los hechos, el cuadro estaba en la anterior casa de Madrid en la que vivían Amodio, su mujer y su hijo. Pero originalmente, la pintura estuvo en una antiquísima casa de campo. La esposa de Amodio posee una propiedad en Bohoyo, un pueblo de la provincia de Ávila, de poco más de 280 habitantes. La propiedad tiene más de 500 años de antigüedad y allí el exguerrillero, su familia y amigos ya habían vivido situaciones extrañas.
"Había movimientos, sentías corrientes de aire estando todo cerrado… Bohoyo es un pueblo metido en un valle, y cuando se apaga la luz, la oscuridad es total. Sin embargo, había un espejo en el que de vez en cuando aparecía como iluminada una de sus esquinas: la superior derecha. Y en esa iluminación, se veía como una cabeza con un sombrero", recuerda. Amodio dijo que la extraña imagen "la vieron varios", pero que nunca se animó a comentarlo "por aquello de que iban a pensar que estaba loco o sugestionado". Hasta que una vez, conversando en una playa con testigos del hecho, el tema salió a colación.
"Sexto sentido".
Amodio asegura que durante toda su vida tuvo una especie de sexto sentido para el peligro, y que eso incluso lo marcó en sus vivencias como tupamaro. "Es como un aviso, como una sensación de hambre que te aprieta el estómago. Es una premonición que he tenido siempre y que no me ha fallado nunca. Me doy cuenta que algo me está pasando y que me afecta para mal", explica.
De todos modos, esta "advertencia" no le permite eludir los problemas o ponerse a resguardo. "Hay cosas que no podés evitar, pero yo he sabido que me iba a pasar algo jodido por ese aviso, por esa sensación. Pero no te salva, porque no sabés qué es lo que te va a pasar", concluyó el extupamaro.
COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2017
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2) Frenteamplistas en México criticaron al presidente Vázquez
(Montevideo Portal)
El Comité de Base del FA en México entregó a Vázquez una carta con críticas a su gobierno y al canciller Rodolfo Nin Novoa, señalando que su gobierno actúa "en contra del Frente Amplio", junto a grupos derechistas.
Una delegación del Comité del Frente Amplio en México se reunió con el presidente Vázquez durante el encuentro que tuvo el primer mandatario con los uruguayos radicados allá y le entregó una carta con fuertes críticas al gobierno. “Hubo decisiones del gobierno que no se ajustan a las definiciones y resoluciones de nuestra fuerza política”, manifiesta la misiva que entregaron a Vázquez.
El punto cuestionado por los frenteamplistas que viven en México es la política exterior del canciller Nin Novoa, a la que señalan como en contravención con las políticas “antimperialistas y anticolonialistas” que definió el programa del FA para este período.
“Lo contrastante es que casi simultáneamente con estas definiciones de la fuerza política, el gobierno uruguayo a través de su canciller Nin Novoa, viene actuando junto a gobiernos derechistas y espurios de la región, sumándose a la campaña de injerencia en los asuntos internos de Venezuela, encabezada por Luis Almagro desde la OEA”, señala la carta.
Los frenteamplistas en México lamentaron que el gobierno uruguayo se haya “unido al coro de esos gobiernos derechistas del continente, apoyando la expulsión de Venezuela del Mercosur y calificaron como “sumamente preocupante” que un gobierno “surgido del voto de los ciudadanos por el Frente Amplio, actúe en contra de lo que la fuerza política, en ejercicio de la más plena democracia participativa, ha resuelto en reiteradas oportunidades”.
COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2017
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3) Aguas Corrientes: Dinama asegura la calidad del agua potable, a pesar de que aún no tratará los lodos
(La Diaria)
“No quedamos para nada conformes”, dijo ayer la diputada Gloria Rodríguez (Partido Nacional, PN) al ser consultada por la diaria sobre la comparecencia de las autoridades de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) y de la Dirección Nacional de Agua y Saneamiento (Dinasa) ante la Comisión de Derechos Humanos de Diputados.
Según la representante nacionalista, el director de la Dinama, Alejandro Nario, se centró en la calidad del agua potable cuando en realidad había sido citado por la contaminación en Aguas Corrientes, localidad de Canelones en la que OSE tiene una planta potabilizadora.
“Nos preocupa el lodo del proceso de OSE. La playa de Aguas Corrientes desapareció. En la última temporada estival la playa no fue habilitada para baños por la cantidad de coliformes fecales”. Según publicó la diaria el 25 de enero de 2017, había 3.540 ufc/100 ml (unidades formadoras de colonias cada 100 mililitros) cuando, para tomar baños, no debería superar las 1.000 ufc/100 ml. Otra de las preocupaciones de Rodríguez es el destino de los lodos que se producen al potabilizar el agua. “Nario dijo que no hay contaminación, que no alteran para nada la calidad del agua, pero aseguró que se va a hacer un tratamiento. No dijo cuándo”.
Las diputadas Rodríguez y Cecilia Eguiluz (Partido Colorado, PC) presentaron ayer un informe sobre la visita que hicieron, en setiembre, a Aguas Corrientes. Rodríguez dijo que pudo comprobar las denuncias de los vecinos: “No hay vida en el entorno, no se ven pájaros ni peces, tampoco hay olor a río”, sostuvo. En tanto, Eguiluz relató: “Hace un tiempo [en julio] recibimos al alcalde de Aguas Corrientes [Álvaro Alfonso, PN] y a un concejal [Carlos Fulco] que plantearon su inquietud por la zona; de ahí surgió una visita que hicimos hace un par de meses. Mi gran preocupación es el ecosistema del río, porque es el agua que tenemos para el futuro; sobre eso nos dijeron que no se están haciendo monitoreos. Los vecinos de la zona afirman que en los últimos años hubo un deterioro importante”.
Nario aclaró a la diaria que hay informes sobre el ecosistema del Santa Lucía en distintos lugares, pero no en la zona de descarga de lodos. “De los datos que tenemos nada indica que haya un problema en el ecosistema, más allá de los sedimentos que se puedan generar”. Sobre los lodos aseguró que se postergó el momento de su tratamiento porque se priorizó la inversión en potabilización y en retirar el fósforo, que es el mayor problema. “El lodo genera una sedimentación en el cauce, pero no es un elemento contaminante del agua”.
La diputada del Frente Amplio (FA) Berta Sanseverino aseguró a la diaria que las expresiones del alcalde Alfonso y el concejal Fulco fueron alarmistas. “Las críticas fueron muy fuertes; incluso dicen que el río está muerto. El ingeniero Daniel Greif [director de Dinagua] explicó muy bien cómo se trabaja para llegar a tener agua potable, e hicieron una exposición muy técnica sobre la incidencia del lodo”. Nicolás Viera, representante del FA, dijo que “Greif aclaró que lo que sucede es que OSE, para abastecerse, toma agua río abajo, pero no lo hace en donde se tiran los lodos: lo hace en el río San José. A la diputada Sanseverino y a mí nos parece irresponsable sembrar una alarma innecesaria”, afirmó.
COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2017
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4) Secuelas del terrorismo de Estado
Heridas sin limpiar en Uruguay
Azul Curdo (Brecha)
Unas doscientas causas por delitos de lesa humanidad permanecen impunes en Uruguay. Desde la vuelta a la democracia, sólo hay 13 sentencias definitivas. Las estrategias de dilación son tan efectivas que los represores mueren libres. Decenas de sobrevivientes brindaron su testimonio y sus pruebas en esta última década pensando que, con la llegada del Frente Amplio al poder, por fin verían la justicia, pero ésta sigue tuerta y, cuando tarda, no es justa. ¿Qué consecuencias deja narrar lo vivido a un pueblo que no oye?
La nuca de Ivonne Klingler se eriza cuando escucha pasos a lo lejos. ¿Son ellos? “Nos llevó más de treinta años decir lo que nos habían hecho. El mundo está al revés: ya no puedo bailar cumbia, la ponían a volumen bien alto para torturarme.” Pasaron seis años desde la denuncia por violencia sexual como forma de tortura sistemática durante el terrorismo de Estado. En este período ya murieron tres compañeras, tres denunciantes.
“Hablar es sanador, pero también removedor.” Lo dice Lucía Arzuaga, con voz suave y segura. Es una de las 28 denunciantes y mira a la cámara para el spot de la reciente campaña “No hay derecho”, que enfatiza la falta de justicia en causas de lesa humanidad. Detrás tiene los muros grises y resquebrajados de la ex cárcel de Miguelete.
Si no se tramita, el trauma se dilata volviéndose situación traumática, profundizada por el aquí-no-ha-pasado-nada o, lo que es peor, esto ya pasó. La impunidad y el olvido, que a veces parecen sinónimos, producen efectos negativos en aquellas personas directamente afectadas, pero también generan un daño psicosocial incalculable, considerando que no hay estadísticas oficiales sobre las víctimas y que la reparación dista mucho de ser integral (véase recuadro “Reparación en pedacitos”).
Para procesar y denunciar lo ocurrido, para dejar de ser marionetas de los represores, la reconstrucción de las historias personales y de la historia colectiva ha sido iniciativa de las víctimas, mediante talleres de memoria o literarios, psicodrama y terapias grupales e individuales.
Estados depresivos, ataques de pánico, dolencias físicas, conflictos familiares conforman “constelaciones sintomáticas” (1) en el espacio sideral donde deambula una persona que sobrevivió al despojo de su identidad y fue sometida a torturas aberrantes.
Dar testimonio en tiempos que parecían menos difíciles, tres décadas después y con el gobierno de izquierda tan deseado, podría haber habilitado un clima social que por fin escuchara y luchara por justicia. Con esporádicos intentos y sin grandes recursos destinados a políticas públicas de memoria, aquí seguimos.
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Nos buscamos la manera de sobrevivir, en colectivo. Nosotras. Nos juntamos. Por los compañeros. Por la lucha. Hacemos grupo. Nos narramos. Otra vez bordar, pero ahora palabras. En prisión bordé “Libertad” en armenio y bordo ahora ese encierro de desnudez y humillación. Cuento, recuerdo, me atraganto. Lo digo firme, otra habla bajito y temblorosa. No estoy segura de querer encontrarme con esa que fui. No me arrepiento de haber sido guerrillera. Eso es por lo que me detuvieron, no por ser mujer. Pero lo que nos hicieron tuvo características especiales por mi género, aunque a los varones también los violaron, pero de eso no se habla.
Penetración con objetos. El juez no entiende que eso es violación. Desnudez forzada: el juez tampoco comprende que eso es violencia sexual. El tipo de traje y corbata, que debe fallar a favor o en contra, me pregunta si me confundí, que yo le estoy diciendo que me llevaron a la Casa de Punta Gorda, pero antes le dije que vivía en otro barrio.
Puta, sucia, muda, loca. A veces me siento así. El delirio sólo se frena rodeados de afecto.
Después hay que volver. A la casa. A los hijos. A la vida. Dejar de ser espectro. Pero la capucha, aunque te la corras, la seguís cargando en la espalda.
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La espalda hecha añicos de Néstor Nieves. Plantón, caballete, gancho, en las antiguas oficinas de hacendados de La Tablada Nacional. La risa como escudo, provocación y resistencia. Allí donde hubo tanta muerte ¿cómo proyectar la memoria? Primero, resguardar el lugar para seguir buscando los cuerpos de Óscar Tassino, de Félix Ortiz, de Miguel Mato.(2) Mientras, este 22 de noviembre a las cinco de la tarde inaugurará una placa recordatoria de los horrores allí padecidos. Luego seguirá dando testimonio y construyendo memoria.
La intuición de Irma Correa la llevó hasta La Tablada, suponiendo que allí podía estar su marido. Todavía no hay respuestas, aunque se las exigieron a la Comisión para la Paz, pidiendo que les digan quiénes habían declarado que Mato pasó por allí.
Verónica Mato, su hija, cumplió 41 años el sábado pasado. El último recuerdo que tiene de su padre es cuando le regaló una bicicleta el Día de Reyes de 1982. Veintitrés días después lo secuestraron y desde entonces es una figura poética, dice ella, un desaparecido, algo que anda por ahí. Años de terapia en el Servicio de Rehabilitación Social (Sersoc) la ayudaron a construir su identidad como “hija de”. Ahora, mientras mira a Néstor Nieves y otros que conversan en un descanso de la grabación de los spots, piensa: “Ellos están vivos y podrían ser mi padre. Los veo heridos”.
Verónica nunca ha ido al último lugar donde fue visto vivo su padre. “El día que iba a ir a conocer La Tablada me vino un dolor de cabeza insoportable que me paralizó”, dice.
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Nieves todavía teme a la electricidad y, entre los recuerdos que fluyen sobre las torturas padecidas durante su desaparición forzada en La Tablada y los cuatro años preso, dice chistes: cuenta que cuando lo metían en agua, para picanearlo, “me ponían sal y les faltaba vinagre para hacerme ensalada”. No le festejamos el chiste. Lo miramos y escuchamos en silencio. Sus ojos se ponen llorosos, como los de su compañero Javier Tassino, hermano de Óscar, que también sufrió la prisión política. Ambos se quiebran un poco, bajan la mirada cuando hablan de sus hijos, de los reclamos que les han hecho por esos años de abandono. Tassino se excusa ante quien lo mira fijo: “Lo hicimos porque pensábamos que íbamos a darles un mundo mejor. Pero pasaron hambre, perdimos todo lo que teníamos”.
La nieta de Tassino es quien obliga a la familia a recordar. Tiene 12 años, pero desde chiquita pregunta por el señor de la foto que su abuelo Javier tiene en su escritorio. Es el tío abuelo Óscar, de quien han rescatado casetes que le enviaba desde la clandestinidad a su otro hermano que vivía en Venezuela, cartas que le mandó a Javier entre el 75 y 77, el diario que Óscar escribió y que esta nieta terminó, escribiendo en las últimas hojas un pensamiento precioso que su tía Karina leyó en la presentación del libro Las palabras guardadas (Taller Ex Presar, 2017).
“Es bravo tener a una persona tanto tiempo sin la verdad. Es monstruoso que no quieran compartir lo que saben”, dice Karina, que se pregunta desde hace 40 años dónde está su papá y qué hicieron con él, mientras recuerda cómo le dibujaba a su hermano algunos Superman y otros héroes para que jugara y luego los guardase en la bolsa de Los Justicieros. “Cuando volvió la democracia pensamos que mi papá iba a aparecer.”
Karina sabe que el informe que le entregó la Comisión para la Paz miente porque dice que su papá se suicidó cuando fue “sin custodia” al baño, algo imposible en un centro de represión. “La falta de verdad no te deja cerrar lo que pasó, y en tu cabeza sigue siempre esa imagen, como una nebulosa.”
“¿Cómo obtenés una sociedad más justa sin justicia?”, pregunta Karina, educada en la solidaridad y el amor de su familia, en especial de su tía, que durante cuatro años la llevó a visitar a su mamá Disnarda Flores, primero en el Fusna, luego en el penal. En junio del 76 la encontraron en el Fusna; estaba desaparecida desde noviembre del 75. La niña entraba sola y se encontraba con su madre vendada y apuntada por armas. Karina luego tuvo hepatitis y desde entonces siempre anduvo muy sensible del hígado. Desde 2013 comenzó a participar del taller Ex Presar y está más aliviada de esos dolores. Antes no podía hablar. Escribir es su terapia. Dos años después colaboró en la producción de la exposición Ausencias, (3) que para ella significó poner el cuerpo, además de la palabra.
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Javier Tassino conoce el silencio de la muerte y la valentía de señalar al asesino de Álvaro Albi en Coraceros. Todavía hay quienes insisten en que ahí no hubo detenidos, pero Javier estuvo allí, y allí levantó su venda para ver quién había matado a su compañero. Dice que no le quedaron secuelas, aunque al rato recuerda el simulacro de fusilamiento un 29 de julio, en pelotas. Había caído con impermeable, bufanda y rompevientos. Al rato estaba desnudo. “No tengo secuelas, pero cuando hay apenas algo de frío me tengo que abrigar enseguida o me pongo horrible.”
Tampoco dice tener secuelas Baldemar Taroco, aunque su médica le diga que tiene la espalda “hecha pelota” y su esposa le diga que él “se traga todo” lo que le pasó, a diferencia de ella, que hizo terapia.
Ana María Reyes se cansó de ver cadáveres en los cuarteles buscando a su marido, Néstor Nieves, quien ahora sube la escalera de la redacción tomado de un bastón alto como él. Estuvo ocho años clandestino, durante ese lapso engendraron cuatro hijos: un varón, que tenía 7 cuando secuestraron a su papá, una niña de 4, y mellizas paridas en el Saint Bois cinco meses antes de la caída. Ana María parió sola las tres veces. Al recuperar la libertad, Nieves estudió y se recibió de médico, aunque el camino no fue fácil. Su hijo mayor es psicomotricista, otra de sus hijas trabaja en una guardería. Tras conflictos, desmayos, forcejeos, destratos, hace seis años decidieron hacer terapia familiar. Dicen que les hizo bien reunirse. “Fue una cosa interesante. Nuestros hijos hablaron por primera vez”, dice Néstor.
Hay hijas jóvenes, nacidas después de la dictadura con mucho esfuerzo de sus padres por recomponer el matrimonio y apostar a seguir juntos, que buscan respuestas, relatos, detalles, y no los encuentran porque sus madres y sus padres no quieren contar. “La violencia extrema puede producir que las personas queden como cargadas y con temor a herir a los demás. Las detenidas conocieron la parte más horrorosa del ser humano: peligroso, destructivo, salvaje, lo que hace dudar de la condición humana y ataca la confianza en el otro y en sí mismo. Ese contacto con lo más descarnado genera una coraza”, explica la psicóloga María Celia Robaina. “También es cierto que la gente, en general, no quiere saber lo que pasó. Todos queremos creer que el mundo en el que vivimos es previsible”, agrega esta mujer que, desde chiquita, escucha los problemas de los presos. Su mamá y dos de sus seis hermanos fueron presos políticos. Como era menudita, a los 15 años María Celia parecía de 12: hasta esa edad pudo ingresar como niña a las visitas, y por eso podía entrar y sacar información del penal.
Ex integrante del Sersoc, luego de la Cooperativa de Salud Mental y Derechos Humanos y actual funcionaria de la Inddhh, Robaina realizó, junto con la trabajadora social Alba Pastorini, un acompañamiento psicosocial, entre 2010 y 2013, al grupo de ex presas políticas que presentaron la denuncia por violencia sexual.
Hablar es sanador, pero también riesgoso si no se tiene contención, advierte. “Es importante contar con un espacio grupal sólido, de confianza, donde poder decir lo que no se había contado nunca, ese dolor recóndito, callado, apretado.” La psicóloga destaca que esa experiencia sigue dando frutos porque varias denunciantes siguen involucradas en temas de memoria, verdad, justicia y reparación.
Declarar es “poner algo de alivio en una tensión tan fuerte, es decir: ‘Yo guardé este silencio mucho tiempo, ahora lo dije y le paso el peso a la justicia para que se haga cargo. Fui tratada por la justicia militar como alguien despreciable’. Declarar ante la justicia las hace salir del lugar desubjetivante de la tortura, las empodera como ciudadanas que construyen democracia. Ahora bien, cuando ese sistema democrático no responde, hablar deja un saldo negativo en quienes brindan su testimonio. Para hacerlo tuvieron que enfrentar muchos obstáculos, hablar con sus hijos, con sus parejas, se expusieron ante la prensa. Es necesario que el Estado uruguayo se haga cargo, investigue, brinde una serie de dispositivos de acompañamiento psicosocial para reparar de manera integral a las víctimas y haya justicia, que no deje impunes las causas”, añade Robaina.
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Mabel Fleitas mira la puerta-ventana. Detrás de la cortina se dibujan sombras, se oyen voces, pero su mirada se desvía hacia la derecha. Al terminar la entrevista confiesa: “Si entraba alguien estoy segura de que me paraba de un salto, como en el cuartel”.
Junto a sus tres hermanas y otros 20 adolescentes fueron detenidos en abril del 75 en el cuartel de Treinta y Tres. Todos eran militantes de la Ujc (Unión de juventudes Comunistas) Pasaron hasta junio allí, luego fueron enviados a dependencias del Consejo del Niño en Montevideo, o a la cárcel, si habían cumplido 18 años. “Si ya éramos pobres, salimos extremadamente pobres, sin la posibilidad de estudiar entre el 77 y el 79, porque se nos prohibía entrar en cualquier centro educativo, ni participar en clubes sociales o plazas de deportes.” Dolor, desarraigo. Insilio y exilio. Intentar rearmarse una y otra vez. Buscar al compañero. Buscar papeles: en Relaciones Exteriores, en el Inau (Instituto del Niño y Adolescente de Uruguay), noticias, comunicados que la mencionan y que prueban que le pasó lo que le pasó. Juntar papeles y querer tirarlos todos en la puerta de la Presidencia y gritar: “¡¿Qué parte no entendieron?!”. Armar un archivo, el cuerpo de la prueba. Poner el cuerpo dando testimonio, acompañando a compañeros, escuchando a los adolescentes que tienen la misma edad que tuvo y dicen, al colocar la placa en el liceo al que fue, que ellos no quieren una dictadura. Repararnos. Estudiar bibliotecología, terminar algo para que la vida no quede trunca y no ganen ellos.
“Hice terapia diez años, después de un día en que me cayó la ficha de que la culpa me había calado. La negación es la manera de hacerte fuerte, habiendo pasado por descréditos sobre nuestro relato por parte del pueblo e incluso de algunos compañeros y de las propias familias –que no fue mi caso–. Un comunicado infame del Comando General del Ejército, reproducido por los principales diarios del país, nos marcó a fuego en el pueblo y en la capital. Fuimos inoculados con penicilina por supuestas enfermedades venéreas, aunque la mayoría éramos vírgenes todavía, apenas empezábamos a tener noviecitos. Sufrimos abusos sexuales y exámenes genitales sin consentimiento ni guantes por parte del médico que luego le ordenó a una de las detenidas una revisación mensual estando libre, perpetuando su tortura física y psicológica. Murió denunciado e impune.”
Perdieron piezas dentales por golpizas, por estrés, por mala alimentación. O comen sano y hacen ejercicio pero tienen el colesterol alto. ¿De dónde viene este estrés maldito? Varios integraron al miedo como compañero de por vida.
“Nos costó entender que tenemos que hablar –dice Klingler–. A esta altura hay que meter el dedo en la llaga, hace mucho daño ocultar. Eso, en este momento, es proteger este tipo de prácticas destructivas del otro. Las heridas siguen abiertas y no van a cicatrizar si no logramos una correcta visión de las cosas.”
Reparación en pedacitos
En diciembre de 2005 el doctor Ricardo Elena elaboró el informe “Fundamentos para una ley compensadora y jubilatoria de los sometidos a prisión prolongada y tortura (Ppt)” en Uruguay, que fue entregado por Crysol a los legisladores como insumo para la ley reparatoria. Se explica que el estrés causado por Ppt produce inmunodepresión y enfermedades de todo tipo: infecciosas, degenerativas, neoplásicas y psíquicas. “Hay un aumento de la frecuencia de enfermedades y de muertes, y menor expectativa de vida de los sometidos a Ppt que los no sometidos a esta agresión.”
Sólo considerando algunos de los casos consultados para esta nota, de los 50 denunciantes en la causa Boiso Lanza, cinco murieron: cuatro por cáncer, el restante por problemas cardíacos. De los 20 denunciantes por la causa de Treinta y Tres murieron cuatro: dos por problemas cardiovasculares, los otros fallecieron antes de los 40 años, en la indigencia. Tres de las 28 denunciantes por violencia sexual fallecieron de cáncer. Otras víctimas y familiares sufren problemas respiratorios o mal de Parkinson, ataques de pánico, miedo a la oscuridad, pesadillas con la tortura o insomnio por los recuerdos.
La Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo de Estado fue creada para atender a las personas amparadas por la ley 18.033 y/o la ley 18.596, a sus hijos y nietos, con derecho a recibir en forma gratuita y vitalicia la asistencia psicológica, psiquiátrica, odontológica y farmacológica, recibiendo cobertura integral de salud según el prestador elegido.
Sin embargo, los distintos entrevistados señalaron que no alcanza, que el servicio se rige bajo una concepción médica, poco afín a terapias de otro tipo, y que queda restringida a Montevideo.
Por otra parte, no se contempla acompañamiento ni apoyo terapéutico antes, durante y después de declarar en las causas –como sí ocurre en Argentina–, aunque un proyecto de este tipo fue presentado a Javier Miranda cuando ocupaba la Dirección de Derechos Humanos del Mec (Ministerio de Educación y Cultura) e incluso llegó a Graciela Jorge cuando dirigía la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente, pero se les respondió que no había recursos para implementarlo.
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Notas
1) Eatip, Gtnm-RJ, Cintras, Sersoc, Daño transgeneracional. Consecuencias de la represión política en el Cono Sur. Santiago, 2009.
2) “Parar para seguir”, Brecha, 3-XI-17.
3) “Ese agujero”, Brecha, 29-V-17.
COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2017
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