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MÉXICO: ASESINAN A LA PERIODISTA MARÍA ELENA FERRAL – comcosur mujer 635 – 06.04.2020

COMCOSUR MUJER / AÑO 17 /No. 635 /lunes 06.04.2020 – Hoy:

1) Argentina: Pandemia y lugares de encierro: reclamo por mujeres privadas de su libertad en Rosario
2) España: Mujeres aún más vulnerables ante la emergencia sanitaria
3) España: «Estamos en la primera línea de batalla»: la difícil situación de las cuidadoras y limpiadoras latinoamericanas en medio de la pandemia
4) Guatemala: “Las mujeres indígenas reivindicamos una larga memoria de lucha por la tierra”.
5) México: Asesinan a la periodista María Elena Ferral
6) México: Aumenta violencia contra mujeres durante cuarentena por coronavirus
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COMCOSUR MUJER / Fundado por Yessie Macchi / AÑO 17 /No. 635 – Lunes 6 de abril de 2020 / Producción: Beatriz Alonso y Belén Itza / Apoyo técnico: Carlos Dárdano
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“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” Rosa Luxemburgo
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1) ARGENTINA: PANDEMIA Y LUGARES DE ENCIERRO: RECLAMO POR MUJERES PRIVADAS DE SU LIBERTAD EN ROSARIO

En este contexto de avance de la pandemia, distintas organizaciones sociales reclaman que se deben tomar medidas para atender, cuidar y proteger a las personas que están en situación de encierro.

El pasado 23 y 24 de marzo personas alojadas en las cárceles de Las Flores y Coronda, provincia de Santa Fe, reclamaban que se tomen medidas para cuidar a todas las personas en situación de encierro ante el avance del Covid-19. Estos hechos terminaron con la vida de cinco personas.

Diferentes organizaciones sociales ya habían expresado su preocupación por la situación de las unidades penitenciarias en este contexto. Además, criticaron el rol de los medios de comunicación en los hechos del 23 y 24 de marzo, que difundieron imágenes violentas de esa situación de reclamo en lugar de centrarse en lo que pedían.

A partir de las medidas asignadas desde los distintos niveles del Estado para afrontar la pandemia del coronavirus, se vieron afectadas diversas actividades que cambiaron las condiciones de vida al interior de las cárceles. Graciela Rojas, de la organización Mujeres tras las rejas, expresó: «La pandemia produce efectos secundarios y primarios en la rutina carcelaria. Primero, se restringen las vinculaciones parentales. Segundo, afecta la salud: muchos de los tratamientos se suspenden, muchas de las asistencias médicas quedan sin efecto, se suspendieron también todas las actividades relacionadas con los talleres, aprendizajes, la escuela. Eso vulnera los derechos más profundos. Algunos dicen ‘afuera no hay clases’, pero ‘afuera’ hay otros recursos».

Además, describió la situación de las mujeres en la Unidad Penitenciaria N°5 de Rosario: «Están viviendo mamás con niños y niñas. A esas mujeres, niños y niñas, les hace falta mayor atención y cuidado. Sabemos que hoy les habilitaron una hora de patio para esos niñitos que no tienen otro espacio para moverse que no sea la celda», lamentó Rojas.

Escuchar/Descargar el reporte de Andrés Nuñez, desde Aire Libre Radio Comunitaria
agencia.farco.org.ar/noticias/pandemia-y-lugares-de-encierro-reclamo-por-mujeres-privadas-de-su-libertad-en-rosario/

COMCOSUR MUJER Nº 635 – 06/04/2020
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2) ESPAÑA: MUJERES AÚN MÁS VULNERABLES ANTE LA EMERGENCIA SANITARIA

«Si no tengo para comer, ¿qué hago?» se pregunta Stefanía, una colombiana que ejerce la prostitución. Ninguna de las medidas adoptadas por el Gobierno hasta la fecha sirven para aliviar la situación de vulnerabilidad en la que viven y que se ha acrecentado exponencialmente desde que se decretaran las medidas de confinamiento.

«La semana anterior al confinamiento fue buena. Hice unos 830 euros que me sirvieron para mandar dinero a mis padres, pagar mi habitación y comprarme algunas cosas de comida e higiene. Ahora sólo me quedan 50 euros y me tocará llamar a algún cliente de confianza que con migo ha sido bueno».

Quién habla es Stefanía, el nombre ficticio de una mujer de 23 años que hace seis meses llegó de Colombia para ganarse la vida. Cuando le preguntamos por teléfono si no tiene miedo de contagiarse o contagiar a alguien, responde: «Si estuvieras en mi lugar, ¿tú que harías? ¿Cómo como? ¿Como pago? ¿Cómo comen mi mamá y mi papá? Tengo que comer vivir y mantener a mi familia en Colombia que dependen de mí».

«Yo no vine a esto», explica, «pero sin papeles nadie me daba trabajo. Venimos engañadas porque nos aseguran que aquí hay trabajo y te puedes ganar la vida, pero las oportunidades no existen. Sólo hay una salida y terminas en la prostitución».

«Lo que estamos viendo en nuestro día a día con las mujeres en prostitución y trata es que la desesperación las lleva a esto. No tienes nada que echar al estómago y piensas en tu salud. Pero tu salud también es comer. Ellas no han sido tenidas en cuenta en las ayudas económicas que han anunciado ni nos han dotado a las ONG que trabajamos con ellas de los mínimos fondos para poder asegurar su comida, que sería un primer paso para no pensar en buscar clientes», afirma Hodan, técnica de intervención de género en Médicos del Mundo.

«Si optara por esta opción», reconoce Stefanía, «tendría que buscarme un lugar donde ejercer, porque el club en el que trabajo ahora está cerrado por la cuarentena». Afirma que no se hace rica. Sólo consigue lo justo para comer, enviar lo justo a su familia y sobrevivir. Viven al día para pagar la deuda, muchas de ellas y para enviar dinero a los que dependen de su trabajo.

Ninguna ayuda a la vista

Ninguna de las medidas adoptadas hasta ahora por el Gobierno sirve para aliviar las condiciones en la que viven las mujeres en situación de prostitución y trata. Este colectivo tan vulnerable y en su gran mayoría en situación administrativa irregular, ha quedado excluido, incluso, de las medias adoptadas para aliviar la situación de los hogares, que prohíben a las compañías suministradoras cortar el suministro de luz, agua o gas a los hogares mientras dure la crisis. Por su situación, la mayoría tampoco tiene acceso al Sistema Público de Salud.

«Las mujeres prostituidas afrontan un estado crítico ante la alarma que vive el país por Covid-19», alertan desde Médicos del Mundo, que denuncia la precaria situación de estas mujeres, la falta de medidas de protección frente al virus y una terrible situación económica. A tal punto llega ésta, que en algunos casos se ven empujadas a seguir prostituyéndose.

«Todas las medidas sociales adoptadas por el Gobierno para paliar esta emergencia están destinadas a personas en situación regular. Pero incluso las mujeres en prostitución que estén en esta situación, no pueden demostrar ingresos ni en la mayoría de los casos pedir ayudas al alquiler», afirma Elisa García, portavoz de Médicos del Mundo en Madrid. Muchas, tal como explican desde esta organización, alquila una habitación sin ningún tipo de contrato formal ni puede demostrar ingresos. Por lo que están en riesgo de acabar en la calle y no tener acceso a ninguna de las medidas de ayuda que se han establecido.

Por eso, explican, algunas reconocen que están aceptando clientes habituales. «Porque necesitan comer o enviar dinero a su familia que suele estar en otro país, porque la mayoría son cabezas de familia de la que depende una red familiar. Se ven obligadas a elegir entre contagiarse o subsistir. Con necesidades económicas tan acuciantes la capacidad de elección está totalmente mermada», comenta García.

Esta situación se agrava aún más en el caso de las víctimas de trata, que tienen deudas con sus explotadores y que temen que éstas se incrementen debido al confinamiento. La mayoría vive en pisos gestionados por los proxenetas o en los clubes, lo que conlleva gastos. Si esta situación de confinamiento se alarga, muchas van a ver incrementada su deuda exponencialmente y las que no la tengan por trata la van a adquirir, aumentando la dependencia con sus explotadores.

Dudas sobre el cierre de los burdeles

Tal como afirman fuentes de Médicos del Mundo, más de 60 mujeres en situación de prostitución y trata a las que han contactado afirman que tanto pisos como clubes se mantienen cerrados, dato que confirman los propietarios. «Pero tenemos nuestras serias dudas de que esto sea así y que en realidad no se estén abriendo a prostituidores conocidos o clientes habituales de la zona, porque algunas mujeres nos cuentan que por las tardes les pedían que bajaran al bar a tomarse algo y así no estaban tan encerradas. También estamos atentas a artículos que afirman que se están haciendo fiestas privadas en diversos pisos.

Ante esta situación de precariedad y falta de recursos, exigen que se tomen medidas más amplias y que se consideren a las mujeres en situación de prostitución y de trata población vulnerable para que puedan beneficiarse de las políticas públicas de apoyo económico y poder acceder a los diversos sistemas de servicios sociales o Institutos de la mujer. Esta petición se extiende a la necesidad de apoyo psico-social urgente, puesto que en la mayoría de los casos se trata de personas que carecen de redes sociales o familiares, confinadas en prostíbulos o pisos, lo que añade estrés y ansiedad a una situación de por sí ya difícil.

Fuentes del Ministerio de Igualdad contactadas por este diario, han afirmado que no hacen declaraciones sobre las medidas a adoptar y que todas las decisiones y anuncios se llevan a cabo desde el gabinete de crisis del Gobierno en torno a la emergencia del coronavirus.

Rebelion / COMCOSUR MUJER Nº 635 – 06/04/2020
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3) ESPAÑA: «ESTAMOS EN LA PRIMERA LÍNEA DE BATALLA»: LA DIFÍCIL SITUACIÓN DE LAS CUIDADORAS Y LIMPIADORAS LATINOAMERICANAS EN MEDIO DE LA PANDEMIA

En momentos en los que múltiples residencias de ancianos se han convertido en uno de los principales focos de covid-19 en España, muchas familias prefieren contratar a alguien para que se quede en casa cuidando a sus adultos mayores. Y ese alguien, con frecuencia, es una mujer latinoamericana.

En un apartamento en Valencia, una mujer de 89 años que apenas puede dar unos cuantos pasos cortos por sí misma, debería haber ingresado este mes a una residencia.
Pero el plan quedó postergado por miedo al nuevo coronavirus: algunos de estos centros están tan saturados que las autoridades han encontrado bajo sus techos a ancianos abandonados. Algunos, incluso muertos.

La solución para resguardar a esta mujer mayor —y por tanto, parte de la población más vulnerable a la covid-19— ha sido otra mujer: una inmigrante peruana de 34 años que, tras cuatro meses buscando empleo sin éxito, ahora tiene uno gracias a la pandemia.

Ana, que prefiere que no se sepa su verdadero nombre, dejó su país para «ayudar a su familia».

Gana 900 euros (unos US$990) al mes por estar de interna en aquel apartamento todo el día, todos los días, y de ese dinero debe pagar lo que gaste en comida para ella y la mujer a la que cuida.

«Al principio iba a tener los fines de semana libres, pero con la cuarentena, la familia me dijo que me quedara todos los días», cuenta por teléfono. A cambio, le dieron 40 euros (US$44) más al mes.

«No es nada, pero lo he tomado por no quedarme sin trabajo… y por no exponerme: no tengo papeles y no sé si puedo usar la sanidad».

Ana hizo hace poco la compra de todo el mes para evitar salir del edificio.

Teme que, ahora que la policía patrulla las calles para hacer cumplir el confinamiento, algún agente la pare y le pida esos documentos de los que carece.

También le asusta enfermarse: «Como es tan feo el virus y algunas personas han muerto, yo tampoco me quiero exponer. Yo quiero ver a mi familia nuevamente».

Así que pasa los días entre llamadas con sus padres, sus hijos y brindando compañía y ayuda a aquella mujer de quien deberá despedirse cuando acabe la pandemia y la ingresen finalmente a una residencia. Es decir, cuando ella se quede otra vez sin trabajo.
Trabajadoras de segunda

En la lucha contra el coronavirus hay héroes (o heroínas) a las que no se les aplaude.

El nuevo coronavirus que surgió en China el año pasado y que se expande rápidamente por el mundo ha golpeado de manera especialmente dura a España, donde los contagiados superan los 100.000 este 1º de abril y más de 9.000 personas han fallecido a causa del virus.

La crisis sanitaria ha traído dolor y consternación al país, pero también le ha hecho recordar a la sociedad la importancia de algunas profesiones como la de médicos y enfermeros, a quienes se aplaude desde ventanas y balcones cada día a las ocho de la noche.

Otros han destacado en las redes sociales roles como el de los trabajadores de supermercados. Pero, a la hora de buscar a quién aplaudir, son menos quienes han mirado dentro de sus propias casas.

«Estamos también en la primera línea de batalla contra el coronavirus, cuidando allí donde el gobierno no está llegando y trabajando con un grupo de riesgo, que son las personas mayores», señala Carolina Elías, presidenta de la asociación Servicio Doméstico Activo de Madrid (Sedoac).

«Pero ¿en qué condiciones lo estamos haciendo?».

Cuatro de cada 10 empleados domésticos trabajan en la economía sumergida, muchos de ellos, por ser inmigrantes indocumentados.

Quienes sí cuentan con una relación laboral formal no solo forman parte del sector con los salarios más bajos del país -un 44% del sueldo promedio, según un estudio de 2019 de la Fundación Alternativas-; sino que cuentan con menos beneficios que el resto de asalariados.

Por ejemplo, este es el único colectivo que puede ser despedido sin razón y que no puede acceder a una prestación por desempleo.

«Las mujeres empleadas de hogar, sobre todo las migrantes, hemos sido la respuesta ante esta crisis. Pero la cosa es que lo valoren, y no con una palmadita y diciendo ‘muchas gracias’, sino con derechos», insiste Elías.

«Y pedimos los mismos derechos que el resto de trabajadores, no pedimos más».

«Hacer lo correcto»

La pandemia ha tenido diferentes consecuencias en el sector, donde más del 90% son mujeres y las latinoamericanas tienen una fuerte presencia.

Por un lado, ha generado empleo, como en el caso de Ana.

Por otro, lo ha destruido, ya que al haber más personas quedándose en casa o haciendo teletrabajo, algunas familias han optado por prescindir de sus servicios.

Ante la cuarentena, además, muchas están exigiendo a sus empleadas que se queden en casa indefinidamente pese a que, en España, las medidas de confinamiento sí permiten desplazarse para el cuidado de ancianos.

«Y ahora se han agravado sus cargas laborales porque, en muchos casos, ya no solo está el abuelito al que cuidaban, sino también la hija, el novio de la hija… Y mientras que fue contratada para cuidar al abuelito, ahora está lavándole las bragas a la hija, cuando ese no era su trabajo», asegura Elías.

Pese a la precariedad, algunas tienen muy clara la importancia de su puesto.

Es el ejemplo de Shany, una peruana de 43 años a la que la pandemia puso ante un dilema: ¿correr el riesgo de contagiar a la mujer mayor que cuidaba o renunciar a la única fuente de ingreso que le quedaba a su familia?

Ella eligió lo segundo.

«No me arrepiento, porque estaba en juego la salud de la señora. Está baja de defensas y es de edad avanzada», cuenta por teléfono desde Bilbao, donde vive desde hace poco más de un año.

Shany llegó a España huyendo de gente que la acosaba por un conflicto de tierras en Lima, una ciudad en la que, a su vez, su familia se había refugiado décadas antes, después de que el ejército «desapareciera» a su padre, cuenta.

El dilema surgió porque su marido se enteró de que el hombre de 90 años al que cuidaba de vez en cuando había sido hospitalizado por covid-19. Al poco tiempo, el hijo de seis años de la pareja empezó a presentar fiebre.

Aislarse no era una opción: el matrimonio y sus tres hijos viven en una sola habitación en un apartamento que comparten con tres personas más.

Shany decidió «hacer lo correcto» y llamó a la familia de la mujer mayor a la que cuidaba cada fin de semana para explicarles por qué no iría más.

Así fue como perdió los 120 euros (algo más de US$130) semanales con los que se mantenían.

«Al final, estamos todos bien y como ya ha pasado una semana, ahora tengo que encontrar trabajo de lo que salga, porque no tengo para el alquiler y mis hijos necesitan comer».

Sabe que buscar empleo en medio de la pandemia no será fácil: «Pero también hay personas que están dejando de ir a su trabajo por miedo al coronavirus».

«Va a ser difícil, pero no imposible».

«Machismo» y «racismo»

«La pandemia ha visibilizado el tema de los cuidados, que suele recaer en las mujeres pero, sobre todo, en las mujeres migrantes», afirma Angélica Zuluaga, coordinadora del Área de Mujer Migrante en el Servicio Jesuita a Migrantes de Valencia.

Zuluaga destaca como un gran paso que ahora haya muchas más empleadas del hogar extranjeras que «se reconozcan como trabajadoras que deben tener los mismos derechos que el resto».

«De buenas a primeras, una mujer migrante no tiene ese discurso. Su discurso suele ser: ‘Yo he venido a trabajar y a poyar a mi familia'», comenta por teléfono.

Ella espera que la pandemia sirva para «reflexionar sobre el sector de los cuidados» y la dinámica desfasada que cree que todavía lo invade.

El único trabajo que muchas mujeres latinoamericanas consiguieron al llegar a España fue cuidar a ancianos o niños.

«Lo que les pasa a estas mujeres es que el resto cree: ‘Yo te estoy dando la posibilidad de trabajar’. Es una estructura de poder detrás de la cual hay racismo».
Carolina Elías, de Sedoac, coincide.

Esta abogada salvadoreña vino a España hace más de una década con una beca para hacer un máster al que luego le siguió un doctorado que tuvo que abandonar por falta de medios económicos.

«Y el único nicho laboral que se me abrió, como mujer migrante, fue el del empleo del hogar», recuerda. Un sector al que cree que tendrá que volver pronto ahora que el Ayuntamiento de Madrid le ha cortado los fondos a la asociación.

Elías lamenta que en España no se «reconozca» a las empleadas de hogar como trabajadoras porque la mayoría son mujeres: «Y creen que por serlo, nacemos con el gen de cuidar y limpiar, y que por tanto esto no es un trabajo».

También cree que hay una cuestión de «clase», «muy vinculada todavía con eso de servir al amo».

«Y el tercer componente de por qué hay tanto desprecio o visibilidad a este oficio: porque mayormente, quienes lo realizamos somos mujeres extranjeras, con una fuerte representación de América Latina».

Una «privilegiada»

Ante este panorama, Paola Verdejo se considera una «privilegiada».

El abuelo de los niños que cuida Paola Verdejo dio positivo y ella también se contagió.

Tras 13 años en España, cuenta con un trabajo formal que le dio derecho a una licencia médica remunerada cuando empezó a presentar síntomas de covid-19.

«El abuelo de los niños que cuido había dado positivo y mi jefa, que es muy nerviosa, me dio la noticia de una manera tan dramática, que me dio una sensación de ahogo, de que se me había ido la vida en ese momento», cuenta esta chilena de 40 años.

Pese a que aún se puede oír a través del teléfono el esfuerzo que hace su pecho por coger aire cada vez que va a hablar, asegura que se está recuperando.

«Luego dije: ‘No, yo no puedo reaccionar así’… Lo único que pensé fue en proteger a los demás. Sentí que mi cuerpo podía asimilarlo sin pasar a mayores, pero tenía miedo de contagiar a alguien a quien sí le podía costar la vida».

Entre aquellos a quienes podía poner en riesgo, está una pareja mayor a la que atiende por horas desde hace una década. También, su propia madre, de 65 años.

«Es complicado porque el piso es pequeño y quieren abrazarte. Estamos una en una esquina y la otra, en la otra, pero tenemos un solo baño y yo comparto la habitación con mi hija de 17 años», explica.

«Menos mal, de momento, mi madre está mejor que mi hija y yo», ríe. La pareja a la que cuida también parece estar bien.

El «privilegio» de Verdejo no la libra de largas jornadas laborales que empiezan a las ocho de la mañana y pueden acabar a las diez de la noche para reunir así los 1.400 euros (US$1.544) con los que vive su familia.

Aunque ahora, por el coronavirus, ha perdido uno de los cinco trabajos de limpieza y cuidado de ancianos y niños que compaginaba.

Verdejo lamenta que, estando con fiebre y el cuerpo adolorido, haya tenido que encargarse ella misma de los trámites por ser empleada del hogar.

«El trato no ha sido igual porque cuando alguien pilla el coronavirus en su trabajo, se considera accidente laboral… Además, las empresas se encargan de gestionar las bajas médicas y aquí lo he tenido que hacer todo yo».

Verdejo, que cuando llegó a España no tenía papeles, no cree que el sector haya mejorado: «Es una, personalmente, la que mejora sus condiciones y al hacerlo, ayuda a que las condiciones de otras mejoren».

Ante la pregunta de si la pandemia ayudará a revalorizar el rol de las empleadas domésticas, no se muestra muy optimista.
«Quisiera serlo, pero no lo tengo muy claro. El gobierno ha dicho que va a aprobar un subsidio para empleadas de hogar que se queden sin trabajo por el coronavirus. Pero es de un mes y me parece una burla», dice.

«Nuestro trabajo es tan digno como el de los sanitarios».

Para Carolina Elías, licencias médicas como la que ha podido solicitar Verdejo son solo uno de los pocos pasos que se ha dado hacia ese «sueño» que tienen las empleadas domésticas en España: «La igualdad de derechos con el resto de trabajadores».

www.bbc.com / COMCOSUR MUJER Nº 635 – 06/04/2020
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4) GUATEMALA: “LAS MUJERES INDÍGENAS REIVINDICAMOS UNA LARGA MEMORIA DE LUCHA POR LA TIERRA”.

La socióloga maya quiché, de origen guatemalteco, Gladys Tzul Tzul ha dedicado su actividad intelectual a reflexionar acerca de las formas comunales de hacer política en el seno de las comunidades indígenas. Conversamos con ella acerca de la potencia de lo comunitario, de la apropiación cultural y de los cruces entre el feminismo y las luchas por la tierra en países como Guatemala.

Nazaret Castro: ¿Por qué el creciente protagonismo de las mujeres en las luchas contra el avance de las actividades extractivas en el Sur global?

Gladys Tzul Tzul.: El extractivismo lo que ha hecho es alborotar el hormiguero; pero las mujeres siempre estuvieron ahí. Lo que existe en muchos territorios, como en Guatemala o en los Andes, es una pauta comunal de sostenimiento de la vida, que es mucho más igualitaria en términos concretos, materiales y no identitarios: todos toman agua, todas usan y cultivan la tierra. El avance de las actividades extractivas confronta esas formas de vida, porque toca las bases que hacen posible la vida: se contamina el agua, se vuelve infértil la tierra. Eso ha trastocado las formas de estructura de organización comunitaria, y dado que quienes están más cercanas al mundo de la reproducción son las mujeres, eso ha hecho que en esta época haya un creciente protagonismo de las mujeres, si se mira desde fuera. Los medios de comunicación y los investigadores están ahora conociendo cómo participan y luchan las mujeres, pero históricamente las mujeres siempre han luchado. Cinco siglos después de la colonización, ellas siguen conservando nuestros tejidos. Ellas siguieron trayendo a los niños al mundo (yo nací con comadrona) a pesar de las políticas de salud que impuso la colonia. Ellas nos curaron desde el ojo contra las malas vibras hasta la gastroenteritis por la alimentación. No es con el extractivismo que ellas salen a luchar. Quienes produjeron, en términos energéticos, materiales, estratégicos, la conservación de larga data y eficaz, fueron las mujeres. Entonces, el protagonismo de las mujeres en las luchas antiextractivas es algo que están redescubriendo los investigadores; pero las comunidades se sostuvieron siempre a través de las mujeres. Las mujeres son estructurales y no periféricas en los mundos comunitarios, y en el mundo en general. Son nuestras madres, no el Estado, quienes nos criaron, alimentaron, quienes a pesar de las crisis encontraron la manera de alimentarnos.

N.: Y que ponen en uso una inteligencia colectiva, formas diferenciadas de hacer política…

G.: El mundo comunitario siempre fue así, las mujeres fueron centrales, tuvieron capacidad estratégica en términos concretos, estéticos. Pero no había literatura sobre procesos de liberación de mujeres; eso va a pensarse desde el feminismo liberal, que va a pensar que en estos mundos indígenas hay una suerte de patriarcado absoluto, y eso no implica negar la existencia de jerarquías al interior propias del mundo femenino, que todas las mujeres tenemos que confrontar, sea yo indígena y tú no indígena. Ese tipo de orden simbólico masculino claro que lo padecemos, hay ventaja en términos simbólicos para mi hermano, pero eso no significa una especie de oscurantismo o mundo pre-medieval en que las mujeres no tenemos capacidad de desear o capacidad política de imaginar, de hecho las mujeres más disruptoras que yo conocí fueron mis tías y las mujeres en las comunidades, que tienen su energía y su sabiduría para hacer lo que nosotras somos hoy día. Esto es algo que ahora sale a la luz y sorprende. Como cuando en San Juan de Sacatepequez, donde las comunidades que se enfrentan a una cementera sacaron a San Francisco de Asís. Como la gente no pide permiso para hacerlo, eso resulta. No aparece en las formas clásicas de discursos o llamando a la revolución. Otro ejemplo: las mujeres amazónicas aparecieron bailando; o, en la Marcha Amazónicas de Mujeres en Ecuador, salieron con flores. Hay una dimensión muy seductora de la política, una especie de gran lucha por la vida, con ceremonias religiosas, flores, santos, lanzas. Eso yo creo que es lo que está sorprendiendo. Y es que en el mundo comunal no hay una separación entre lo político y lo económico, no hay una separación entre lo político y lo religioso.

N. En tus textos utilizas el término “voluntad de vida” -y titulas así uno de ellos- para referirte a la capacidad de las mujeres para recomponerse, para resistir…

Yo escribí ese texto conmovida por las mujeres ixil que organizaron el juicio contra Ríos Montt. Hay un momento en una fiesta, en que las mujeres bailan con mujeres y los hombres, con los hombres. Yo bailaba con ella; me contó que tuvo trece hijos y ocho se le quedaron en la guerra; que, de esos ocho, encontró cinco debajo de la tierra, y tres, todavía no. ¿Y usted no se puso triste?, le pregunté. Sí, me dijo, pero qué voy a hacer si tengo otros cinco vivos y tengo que encontrar a los otros tres para enterrarlos. Las primeras que se encuentran escarbando debajo de la tierra son las mujeres buscando a sus hijos. Era también la organizadora de la fiesta. ¿Cómo puede? Si esa señora no se deprimió, entonces cómo nosotras vamos a rendirnos. Ellas son las más ‘chingonas’; y al mismo tiempo son frágiles. En algún momento se quebró, lloró. Yo me decía, cómo hago para darle justicia a esto; qué es lo que tienen estas mujeres, que se envalentonan y siguen adelante. Ellas lloran mucho, lamentan que sus nietos no conocieron a sus padres; son frágiles, pero al mismo tiempo tienen una energía para reponerse. ¿Qué es lo que tienen? Tienen voluntad de vivir. Usé esa expresión en mi texto como homenaje a estas mujeres. Esa fuerza de ellas cuando dicen, No queremos que llegue la hidroeléctrica, que mis hijos sean sus trabajadores. Ven el potencial capitalista, el potencial de dignidad. Esta región en Guatemala es muy interesante en la guerra, hubo lugares que se intentaron exterminar, son cinco, este es uno de ellos. Yo últimamente trabajo ahí y estoy trastocada, es toda una experiencia de comprensión del mundo, del dolor también. Estas mujeres enfrentaron la muerte de adolescentes, hijos, padres, esposos, hermanos, y hay en ellas una fragilidad e imperturbabilidad al mismo tiempo. Las han tratado de joder, son débiles, y son las que pueden poner en cuestión la política de crecimiento, de desarrollo. Por eso titulé ese texto Voluntad de vida.

N.: Tal vez por esa capacidad de resistencia, a las mujeres se les suele atribuir una mayor resistencia a la cooptación por el empleo y el salario. En Guatemala, varias personas de organizaciones sociales de base me dijeron que, allí donde hay protagonismo de las mujeres en los procesos de resistencia comunitaria, es más difícil que las comunidades se dejen convencer por las empresas y por el Estado para aceptar la implantación de proyectos extractivos a cambio de la promesa de empleo, desarrollo y progreso. ¿Está de acuerdo con esto?

G.: Es que es una necesidad también, el salario, el trabajo. Hay, en efecto, un discurso que dice que las mujeres son las que menos quieren que entren los proyectos extractivos, pero yo creo que los hombres tampoco quieren; depende de la región donde investigues. Por ejemplo, en la Costa Sur de Guatemala, donde existe ya la propiedad privada de la tierra, es más fácil que se dé un proceso de venta de tierra; y las mujeres a menudo son más reacias, porque piensan en sus hijos, en el futuro. Pero ese cálculo también lo tiene mi papá, mi tío, hay que cuidarse de no absolutizar, no creer que los hombres van a vender de forma más rápida; porque este discurso segmentador entre hombres y mujeres puede impedirnos una comprensión más estratégica de la lucha contra el extractivismo. Los hombres son más cercanos al salario, tienen una experiencia más directa con este mundo de la explotación; pero no creo que ese argumento sea un absoluto, debemos encontrar explicaciones más profundas.

N.: Me interpela como europea la incomprensión por parte del feminismo hegemónico blanco de ciertas dinámicas, problemas, el pensar que en realidad el problema del patriarcado lo tienen las comunidades afrodescendientes e indígenas. De hecho, a menudo las mujeres negras o indígenas no se definen como feministas. ¿Cree Vd. que, ahora que el feminismo es más masivo e influyente, se ha avanzado en este sentido, estamos aprendiendo a escuchar más?

G.: Más que un corte o escisión con el feminismo, estamos reconociendo nuestra propia genealogía, la larga memoria de luchas en las tierras comunales. No es que nos consideremos antagónicas al feminismo, sino que reivindicamos una historia propia de las mujeres indígenas. Con lo que sí hay un antagonismo es con el feminismo liberal y liberacionista, institucionalizado, que ha intentado jerarquizar, ha impuesto una interpretación miserabilista, de exclusión o victimismo de las mujeres comunales, como si la violencia no pasara en otros contextos. Creo que es un buen momento para hacerse preguntas, para cuestionar cuál es el horizonte de lucha. Yo he reflexionado sobre las formas de lucha de las mujeres en tierras comunales, donde el horizonte de lucha es que la tierra siga siendo comunal, impedir la privatización de la tierra; es un horizonte que, si no es claro, al menos sí está históricamente fraguado. Le preguntaría a las mujeres europeas y urbanas cuál es su horizonte de liberación, por qué luchan ellas, qué experiencia tienen en relación con el pago del alquiler o la hipoteca, cuáles son sus dificultades. Podemos ver una serie de cruces, de intercambios. Yo no me considero feminista, pero sí me interesa plantearme qué de mis preguntas me ayuda a responder el feminismo: Silvia Federici me ha ayudado a darle contenido a algunas de mis preguntas. Su campaña de pago por el trabajo doméstico es espectacular, da una connotación material al trabajo afectivo y doméstico, concreción. Hay muchas interpretaciones que pueden ir complementando para no tener una especie de consigna universal.

N.: En ocasiones, en efecto, el movimiento feminista hegemónico y blanco ha podido pecar de escasa comprensión de otros contextos, como sucede también en relación a las mujeres árabes…

G.: Sara Mahmood, una mujer egipcia, se pregunta cuál es el horizonte, cuál es el contenido de los horizontes de disfrute o liberación de las mujeres. En una sociedad tan diferente como es la árabe, hizo trabajo de campo con gente de su propio pueblo, de su barrio, y se encontraba que ellas querían la piedad como horizonte de liberación, no era ser diputadas o funcionarias. Optan por eso porque de hecho tienen la propiedad. Mientras hay un movimiento en Europa que quiere quitarles el velo, ellas quieren entrar a las escuelas coránicas. Proponen un horizonte de realización, de liberación, cimentado en la piedad y en el apoyo. Ellas comienzan a hacer campañas de enseñanza del Corán en unas mezquitas de clase baja en Egipto y se dan cuenta de que en las mezquitas, hay un dispensario de gente que no tiene casa o niños sin padre, y quieren enseñarles, pero se dan cuenta de que eso no resuelve y activan una red de centros sociales que funcionan en paralelo con las mezquitas y hacen una lectura del Corán en clave femenina. Ella rastreará que en los posteriores levantamientos en Egipto, hay un poso que viene de estos centros. Es impactante. A mí me ayudó a esclarecer horizontes de liberación no liberal. Es decir, las mujeres no se liberan solas. Porque nadie puede solo.

N: Al comienzo de esta conversación hablaba de los textiles de Guatemala. En los últimos tiempos, han saltado a la luz pública casos como el de Carolina Herrera, en que comunidades indígenas han denunciado la utilización ilegítima de sus creaciones por parte de grandes empresas occidentales. ¿Crees que se trata de apropiación cultural? ¿Se extraen los saberes ancestrales de los territorios, así como se extraen los recursos naturales?

G: Más que de apropiación cultural, se trata de plagio. Nosotras decimos que, así como plagian los textiles, plagian las semillas cuando las patentan. Es un proceso de despojo. Para el caso de los textiles en Guatemala, hemos impulsado una asamblea nacional de tejedoras, un movimiento en el que confluyen entre 4.000 y 5.000 tejedoras; y se trata de un proceso comunitario, que no es dirigido por el Estado. Estamos hablando de textiles que son muy caros, hay ‘wipiles’ que pueden valer mil dólares; y eso se hereda, pasa de generación en generación.

N.: Una última pregunta antes de terminar. Dada su trayectoria vital y su enfoque político y teórico, ¿por qué elige trabajar en la academia, que es una institución colonial y patriarcal en su origen?

G.: Porque me gusta. Me encantó por ejemplo conocer a autoras como Maria Mies o Silvia Federici, leer a Michel Foucault… me gusta mucho ese tipo de experiencias que dota la academia. Mi papá es maestro, siempre hubo libros en casa. Me interesa construir una argumentación intelectual sobre estos mundos comunitarios. Es un interés y un gusto que me da placer. He aprendido mucho con varios colegas académicos indígenas, también en este transitar, que me han alimentado mucho; he conocido compañeros en Ecuador, por ejemplo; me ha permitido establecer una red donde hacemos lo que queremos y medianamente podemos en el mundo académico. Con [la académica y militante feminista argentina] Verónica Gago, las palabras llaman a las palabras. A mí me gusta este mundo, soy critica de la institucionalización y la captura de las luchas que se han ido institucionalizando, con esta ebullición y esta potencia habrán unas cuantas que ya están queriendo codificar en términos institucionales y de políticas públicas estas luchas que han sido producidas por todas; soy crítica de la banalización en la academia de las luchas indígenas. Y ese es un lugar que se debe disputar. La teoría también es un momento de la lucha. Hay que disputar las ideas. Hay que estar atentas a cómo se forman. Las comunidades indígenas siempre han tenido tradición de escritura y de formación, no me es ajeno. Mis papás cuando yo era niña, comenzaron a investigar sobre las luchas indígenas. Creo que, aunque es cierto que la academia tiene una dimensión clasista, no hay que pensarla de manera universal.

www.revistaamazonas.com / COMCOSUR MUJER Nº 635 – 06/04/2020
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5) MÉXICO: ASESINAN A LA PERIODISTA MARÍA ELENA FERRAL

“Las oficinas en México de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres) y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) condenan el asesinato de la periodista María Elena Ferral Martínez, quien sufrió un atentado el lunes 30 de marzo en la localidad de Papantla, Veracruz. A pesar de los esfuerzos del personal de salud, la periodista falleció en el Hospital Regional de Poza Rica”/, difundió ONU en México.

Describió que María Elena Ferral Martínez era una reconocida comunicadora en la zona norte del estado de Veracruz que colaboraba con diversos medios como el Diario de Xalapa y el Heraldo de Poza Rica.

Las oficinas en México de ONU Mujeres y ONU-DH, añadió, recuerdan que los ataques contra periodistas no sólo son un ataque contra la libertad de expresión, sino también contra toda la sociedad al privarla de información esencial.

“La señora Ferral Martínez es la primera periodista asesinada en México durante 2020, de acuerdo con la documentación realizada por la ONU-DH. En 2019, la ONU-DH registró los asesinatos de al menos 12 periodistas, una de ellas mujer.

“María Elena Ferral Martínez había hecho públicas en diversas ocasiones amenazas y otros incidentes de seguridad y había denunciado ante las autoridades de procuración de justicia amenazas y hostigamientos en su contra en varias oportunidades. Las investigaciones que pudieron abrirse al respecto no resultaron en el procesamiento de los responsables”, añadió.

ONU Mujeres y ONU DH en México, resaltaron que las mujeres periodistas sufren violencia no sólo por la labor que desempeñan, sino por el hecho de ser mujeres. Por esta razón, en la prevención, atención, sanción y reparación integral de este tipo de delitos resulta indispensable aplicar la perspectiva de género.

Belén Sanz Luque, Representante de ONU Mujeres en México expresó que este crimen en contra de una periodista se da en un contexto de un incremento preocupante de la violencia contra las mujeres en todo el país.

“El acceso a la justicia es un derecho fundamental no solo para que las ujeres puedan ejercer sus derechos plenamente, sino para combatir la impunidad que atenta contra ellos y que perpetúa la desigualdad de género”, mencionó.

“La falta de resultados en la investigación de las agresiones contra periodistas, favorecen que éstas crezcan en intensidad e impacto, llegando hasta las desapariciones y asesinatos. María Elena había denunciado pública y formalmente algunas de las agresiones de las que fue víctima sin que fueran esclarecidas. La impunidad ayuda a que las agresiones contra periodistas continúen”, expresó Jesús Peña, representante adjunto de la ONU-DH en México.

Las oficinas en México de ONU Mujeres y ONU-DH hicieron un llamado a las autoridades mexicanas a realizar una investigación pronta y exhaustiva del asesinato de María Elena Ferral Martínez, que incorpore de forma efectiva la perspectiva de género y considere todas las líneas de investigación posibles, incluida la vinculada a su actividad profesional y su género.

“Dicha investigación debe determinar no sólo los autores materiales sino también a quienes pudieron haber ordenado este crimen. Asimismo, las oficinas en México de ONU Mujeres y ONU-DH llaman a las autoridades a garantizar la efectiva atención a la familia de María Elena Ferral y su seguridad”, añadieron en el comunicado.

Ambas oficinas expusieron su compromiso para cooperar con todas las instituciones y autoridades mexicanas para continuar reforzando las políticas y la institucionalidad existente en materia de protección de periodistas y personas defensoras de derechos humanos en el país.

El Universal/ COMCOSUR MUJER Nº 635 – 06/04/2020
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6) MÉXICO: AUMENTA VIOLENCIA CONTRA MUJERES DURANTE CUARENTENA POR CORONAVIRUS

Apenas ha pasado poco más de 2 semanas de la contingencia por el COVID-19 en México y la violencia contra la mujeres en el Istmo de Tehuantepec va en aumento, en el Centro de Atención a la Mujer Istmeña (CAMI) se han atendido un total de 30 mujeres junto con sus hijas e hijos, de las cuales tres de ellas fueron resguardadas en el refugio indígena para mujeres por intento de feminicidio.

Belegui López Blas, directora del refugio para mujeres indígenas “China Yodo” informó que el panorama para las mujeres se prevé violento debido a que están conviviendo con sus agresores, además de que la falta de recursos económicos y el alza de los productos básicos como el huevo, la tortilla y el azúcar provoca el estrés y se desatan las discusiones que llevan a la violencia en todas sus variantes.

Ambos espacios fueron fundados por la agrupación “Mujeres 8 de marzo” por la profesora Rogelia González Luis hace más de 20 años y desde entonces la atención se brinda multidisciplinaria que va desde la legal, sicológica, médicos y también talleres para que sean sujetas de poder.

Describió que de las 30 mujeres y sus hijas e hijos que han llegado al centro externo, en un 90 por ciento especificaron que la violencia se provocó dentro del hogar, específicamente en el cuarto conyugal.

“En este panorama de contingencia la violencia se ha incrementado en el Istmo, hay condiciones mas crudas y justo por que en esta segunda etapa están conviviendo con los agresores y aumenta el estrés, la violencia psicológica y física”.

Belegui López compartió que por ejemplo la última mujer que fue canalizada al refugio temporal justamente era de una comunidad indígena que llegó huyendo porque la iban a quemar viva.

“Por eso seguimos trabajando y laborando todos los días a pesar de la Contingencia, las instalaciones de atención a la mujer están abiertas y el refugio también, obviamente tomando las medidas necesarias y operando sin recursos de la federación, pero lo hacemos por que las mujeres nos necesitan, estamos viendo un panorama desolador para ellas, están siendo agredidas y violentadas fuertemente”.

En un comparativo, López Blas explicó que en los meses pasados, por ejemplo enero y febrero atendían a 30 mujeres mensuales y ahora en estos 15 días son 30 mujeres las que han llegado por primera vez a pedir apoyo y tres de ellas salvadas de no ser asesinadas.

“Estamos tomando las medidas de sanidad y aun así trabajando, somos una agrupación de aproximadamente 30 mujeres que estamos ayudando a otras a salvarse, aquí no somos heroínas, solo empáticas con el dolor de otras”.

La atención se brinda también a través de las plataformas como el Facebook y el WhatsApp.

Desinformémonos / COMCOSUR MUJER Nº 635 – 06/04/2020
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“Siempre he partido de una idea elemental: la de que la verdad no necesita ser justificada por la adecuación a un objetivo superior. La verdad es la verdad y nada más. Debe ser servida, no servir.”
Eugenia Ginzburg / “El vértigo”.
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