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PASTILLAS POR LA NEGATIVA

1) Macarena Gelman: “mi padre adoptivo me pidió perdón antes de morir”
2) Por la negativa
3) Pastillas
4) Buscando el piso
5) Unidad Popular insta a anular voto en balotaje

COMCOSUR AL DÍA / AÑO 15 / Nº 1997 / NOTICIAS Y PENSAMIENTOS / Viernes 7 de Noviembre de 2014 / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares – Apoyo técnico: Carlos Dárdano / COMCOSUR – COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR / 1994 – 19 de junio – 2014 / Y ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook
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«Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, que hay oportunidades para cambiar las cosas, entonces hay una posibilidad de que puedas contribuir para hacer un mundo mejor. Esa es tu alternativa». — Noam Chomsky
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1) Macarena Gelman: “mi padre adoptivo me pidió perdón antes de morir”
(Montevideo Portal)

La diputada electa del FA, Macarena Gelman, reconoció este jueves que su padre adoptivo le pidió perdón “insistentemente” días antes de morir, mientras estaba internado en el CTI. Explicó que por ese entonces “no sabía” por qué le pedía perdón, y recién tres meses después se enteró que era hija de desaparecidos.

La diputada electa por el Frente Amplio (FA), Macarena Gelman, reconoció este jueves que su padre adoptivo le pidió perdón «insistentemente» días antes de morir, mientras estaba internado en el CTI. También reconoció que por ese entonces, «no sabía» por qué le pedía perdón, y recién tres meses después se enteró que era hija de desaparecidos.

Entrevistada en el programa «Pisando Fuerte» de Metrópolis FM, Gelman recordó: «si estoy segura que su último año de vida mi padre (adoptivo) sabía cosas, porque cuando mi abuelo (Juan Gelman) empezó a buscarme y empieza a investigar llega un momento en que eso empieza a ser público, como la reunión con Julio María Sanguinetti y su negativa al hecho de que en Uruguay hubiera hijos de desaparecidos, lo que después se confirmó».

Agregó que «entonces empezaron a haber movimientos en mi casa, en 1998 mi papá es internado por primera vez, está como tres meses y en el 99′ estuvo como un mes y pico internado de nuevo donde fallece. Pero días antes de eso, me pidió perdón varias veces, y un día en particular insistentemente, cuando él estaba en el CTI pero estaba consciente, y me pedía perdón por algo que yo no sabía que era».

Sobre su madre adoptiva, aseguró: «tengo la certeza por su reacción en aquel momento, estaba muy consternada porque mi padre no le había dicho nada. Mi mamá me transmitió esto (que era hija de desaparecidos) a pedido de mi abuelo, y por el tipo de familia y matrimonio que eran ellos creo que perfectamente ella podía desconocer mi historia y a que familia pertenecía. Y también su desconocimiento era una forma de protegerme».

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 7 DE NOVIEMBRE DE 2014
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2) Por la negativa
Soledad Platero (Caras y Caretas)

Posiblemente el tema más conversado luego de conocidos los resultados de las elecciones del domingo haya sido el de las encuestas. Con más o menos margen, todas las empresas encuestadoras equivocaron su pronóstico y anunciaron un crecimiento del Partido Nacional que no se produjo, un mapa parlamentario que no incluía mayorías y un importante descenso en el respaldo al candidato frenteamplista.

Hoy, con las cartas a la vista, la metida de pata parece tan grande que cuesta imaginar que haya sido inocente. Por otra parte, es necesario admitir que todos caímos bajo el influjo pronosticador de los expertos y llegamos a dar por verosímil lo que contradecía toda lógica (porque, a fin de cuentas, si el gobierno y el presidente en ejercicio tenían una aprobación superior al cincuenta por ciento del electorado, si el país seguía atravesando un buen momento económico y si, además, el candidato del oficialismo que iba por la reelección se había retirado de la presidencia con una altísima popularidad, ¿por qué una sociedad más bien conservadora como la uruguaya iba a querer cambios?). Y lo dimos por bueno porque los pronósticos de las encuestadoras son parte del menú del día en cada casa, como el pronóstico del tiempo y las rapiñas cometidas por menores. Son parte de la realidad que la televisión nos acerca puntualmente, sin ningún pudor por la reiteración o el mal gusto.

Así, el domingo de tarde los uruguayos nos manteníamos expectantes frente a la pantalla del canal doce porque Luis Eduardo González, director de Cifra y gran gurú de las encuestas de opinión pública, iba a aventurar sus proyecciones y anunciaba, también, “una sorpresita”. Yo me quedé sin saber, al final, cuál era la sorpresita, pero asistí con asombro a los balbuceos del experto ante unos resultados que tiraban abajo el castillo de naipes que había venido construyendo desde hacía varios meses alrededor de las mayorías parlamentarias y el descontento de la clase media.

Resulta que no sólo el Frente Amplio obtuvo la mayoría parlamentaria y le ganó por varios cuerpos a su contendiente en segunda vuelta, sino que, además, la izquierda no frenteamplista logró entrar por primera vez al Parlamento (será diputado Eduardo Rubio, del 26 de Marzo, que votó bajo el lema Asamblea Popular) y estuvo cerca de entrar el candidato del Partido Ecologista Radical Intransigente. Si un espectro político parece haber crecido en estas elecciones es el de la izquierda, más allá de las impugnaciones que un hilado más fino podría hacer a esta afirmación.

A algunos días del domingo (es miércoles de mañana cuando escribo esta nota), lo que sigue sorprendiendo es menos la vaguedad de las explicaciones dadas por los expertos en pronósticos que la insistencia de algunos de ellos en mantenerse en el error. Luis Eduardo González decía, el martes, que Luis Lacalle Pou todavía podía llegar a la presidencia. Para eso le recomendaba tratar de capturar “algún votito frentista”, algo fácil de lograr, aparentemente, convenciendo a los electores de que, si él llega a la presidencia, el Frente Amplio no tendrá mayoría parlamentaria, porque el vicepresidente será nacionalista. Para sustentar su razonamiento, González afirma que una encuesta realizada por Cifra días antes de las elecciones arrojó como resultado que la mayoría de los frenteamplistas, ante la pregunta “¿usted cree que es mejor que el partido de gobierno tenga mayoría parlamentaria?”, opinó que lo mejor era no tenerla.

Varias cosas llaman la atención en las afirmaciones de González. Una es que los frenteamplistas sean tan mentirosos, porque si pensaban que era malo que el gobierno tuviera la mayoría en el Legislativo, bien podrían haber guardado sus fuerzas para la segunda vuelta, en lugar de haber dado su respaldo a los candidatos sectoriales en esta ronda en la que, justamente, se votaba la conformación del Parlamento. Otra cosa rara es que sean tan bobos, porque si les parecía mal que el partido de gobierno tuviese mayoría parlamentaria, cuesta creer que piensen que sería bueno que gobernara alguien que tiene a más de la mitad del Parlamento en contra.

También es llamativo que González crea que por esa convicción, desmentida por las urnas, habrá frenteamplistas dispuestos a dar el paso de votar a Luis Lacalle Pou. Pero lo que más debería llamarnos la atención no es la interpretación que hace González del asunto de las mayorías, sino la existencia misma de esa preocupación. Porque si el tema de la mayoría parlamentaria aparece en el escenario es porque él lo fabricó. No se explica, si no, que una encuesta de intención de voto incluya una pregunta sobre la conformación del Parlamento. La pertinencia de esa pregunta en un menú que apunta a sondear las preferencias electorales de los votantes sólo se entiende si le sirve a alguien.

Y le sirve (le podía servir) a quien haya basado su campaña en el miserable argumento de que lo mejor es que el gobierno no pueda imponer su voluntad en el Legislativo sin negociar con los partidos de oposición. Y “negociar” es una palabra importante, porque en ningún momento escuché a nadie decir que la diversidad en la representación podría, por ejemplo, enriquecer el debate. No. Siempre se habló de “negociar”. Tanto se habló (se habla desde hace tiempo) de negociar, que este miércoles rompía el corazón un titular de El País en el que Pablo Mieres, aspirante a senador por el Partido Independiente, decía “hablé con Vázquez y Lacalle Pou pero no me pidieron nada”. Vestido, peinado y sin salir en la foto, el líder independiente aceptaba, una vez más, su destino de bisagra inútil, de desempate que no fue.

Es difícil no ver a Luis Eduardo González, a estas alturas, como un operador político que contribuyó a la construcción retórica del lacallismo. Sus caballitos de batalla fueron el temor generalizado a la mayoría parlamentaria y el descontento de la clase media, y ambos caballitos se mancaron. Si la izquierda perdió votos no fue, seguramente, en los sectores descontentos con el IRPF y los planes sociales, sino en aquellos que reclamaban más rigor frente al capital, más convicción en la defensa de los recursos naturales y más control sobre las fuerzas represivas.
Pero cuidado, porque no sólo la derecha compró ese paquete. La infernal máquina encuestas/medios/partidos trabajó, en general, asumiendo como ciertas esas verdades de pacotilla que las urnas no confirmaron. En todo caso, si un efecto tuvieron esos pronósticos devastadores fue el de conseguir que más frenteamplistas dubitativos se decidieran a votar al FA en primera vuelta (un efecto favorable a la izquierda, “por la negativa”). Pero aunque la estrategia discursiva del Sordo González haya terminado dándole un paradójico golpe de gracia a Lacalle Pou, no debemos olvidar que hubo una parte de su prédica que tuvo eco en la campaña del Frente y fue, justamente, la que se dirigía a la clase media. Si el Frente Amplio sabe leer estos resultados, lo que tiene que hacer, de acá al último domingo de noviembre, es olvidarse de ese discurso timorato y plantear la batalla ideológica en los términos en que sus votantes la reclaman.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 7 DE NOVIEMBRE DE 2014
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3) Pastillas
Marcelo Pereira (La Diaria)

Como es público y notorio, los resultados electorales del 26 de octubre no coincidieron con lo que mucha gente esperaba, y está en curso un debate para identificar quiénes fueron responsables de esto. Muchos señalan a las empresas encuestadoras, otros apuntan hacia los analistas, hay quienes atribuyen culpas a los dueños de los medios de comunicación masivos, y también se cuestiona a los ciudadanos que, como cómodos espectadores, se conforman con lo que les dicen las encuestadoras, los analistas y los medios masivos. Es oportuno considerar también el papel que desempeñamos los periodistas.

Podemos empezar por dos premisas bastante obvias. Por un lado, quienes nos dedicamos al periodismo vivimos en la misma sociedad que el resto de la población, y no es cierto (aunque muchos lo crean) que siempre dispongamos de información privilegiada sobre todo lo que importa. Por otro lado, nuestra formación y experiencia deberían determinar que fuéramos más cuidadosos y prudentes que el ciudadano promedio en el manejo de los datos. Por razones profesionales y éticas, nuestro deber es recurrir a una razonable diversidad de fuentes, evaluar cuanto podamos su veracidad, esforzarnos por comprender el significado de sus aportes y articular un relato de los hechos comprensible y preciso. Sabiendo que no podemos ser “objetivos”, tendríamos que hacer todo lo posible, individual y colectivamente, para no defraudar la confianza del público.

Es verdad que la mayoría de quienes son considerados expertos coincidió en afirmar que los partidos Nacional y Colorado sumarían más votos que el Frente Amplio, y que éste tenía nulas o muy escasas posibilidades de lograr mayoría parlamentaria propia. También es cierto que casi todos los analistas asumieron que Luis Lacalle Pou había traído un cambio cualitativo a la comunicación política, en sintonía con transformaciones culturales recientes de la sociedad, y que eso le otorgaba ventaja a la oposición sobre un oficialismo desgastado, deslucido y anacrónico. Sin embargo, hubo también lecturas críticas de lo que estaban aportando las encuestadoras, y el politólogo Daniel Chasquetti, por ejemplo, advirtió que podíamos toparnos “con una sorpresa inesperada” cuando se contaran los votos.

No era tarea de los periodistas juzgar si Chasquetti tenía más o menos razón que varios de sus colegas, pero tampoco pareció que su advertencia fuera muy tenida en cuenta al divulgar pronósticos. Una de las causas puede haber sido que, como cada medio masivo tiene “su” experto bajo contrato, los periodistas tienden a no poner en tela de juicio el pronóstico “de la casa”.

En todo caso, da la impresión de que incidieron también otros factores. No se trata de descartar las encuestas y pasar a guiarnos por la concurrencia a los actos políticos o por algún otro “indicador” muy discutible, pero conviene tener presente que las empresas encuestadoras ofrecen, como mercancía, una representación de la opinión pública, y que esa mercancía se independiza de lo representado en dos sentidos muy relevantes: 1) se ubica (o se ubicaba) en una categoría de saber fuertemente legitimada, de modo que la duda sobre su validez sólo asoma cuando es contradictoria con otra encuesta; 2) esa representación, al igual que otras imágenes virtuales en oferta, es una instantánea sin espesor histórico que se nos aparece como realidad. En vez de evaluar si es verosímil, teniendo en cuenta lo que podemos saber de los procesos sociales, tendemos a considerarla verdadera y a imaginar luego qué procesos sociales pueden haberla producido.

A su vez, lo que podemos imaginar está condicionado por nuestros vínculos sociales. El periodista “moderno” pasa mucho tiempo conectado a internet, y allí toma contacto con informaciones y opiniones, algunas de especialistas y otras no. Como cualquier otra persona, el periodista puede pensar que la amplitud y la diversidad de sus vínculos mediante internet son suficientes para configurar una representación adecuada de la realidad. Sin embargo, muchas veces se trata de una muestra sesgada por sus propias afinidades e intereses, y ese tipo de vínculos no le permite profundizar como lo haría en presencia de un interlocutor. Además, si bien el adjetivo «moderno» comparte su raíz con la palabra «moda», no siempre lo que está de moda entre la gente cercana a nosotros equivale a un avance.

En la película Matrix (1999), el protagonista se entera de que su percepción del mundo siempre ha sido totalmente falsa, y de que la realidad propiamente dicha es muy distinta. Tras esa revelación perturbadora, se le da a elegir entre dos píldoras: si toma la de color azul, le dicen, podrá reanudar la vida que llevaba en un mundo ficticio; en cambio, tomar la roja será el comienzo de una existencia en condiciones mucho más duras y riesgosas, pero verdadera. En cierto sentido, esto se parece al impacto de las elecciones del domingo 26, y ahora cada uno debe decidir qué pastilla se quiere comer.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 7 DE NOVIEMBRE DE 2014
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4) Buscando el piso
Gabriel Delacoste (La Diaria)

Se ha dicho muchas veces desde las elecciones que la situación del Partido Colorado (PC) es delicada. Esto es evidente para cualquiera que haya visto los resultados, pero creo que todavía no se ha tomado conciencia de la magnitud de la catástrofe que sufrió el partido de Rivera y Batlle.

Repasemos: el PC perdió sus dos últimos bastiones en el interior, Salto y Rivera, votando muy mal en ambos y quedando tercero en el segundo; casi desapareció en la periferia de Montevideo (histórico reducto del partido), donde llegó apenas a superar 6% de los votos en algunos barrios; y obtuvo a nivel nacional una votación casi tan mala como la de 2004, pero sin haber mediado una crisis como en 2002. Es la tercera elección consecutiva en la que queda tercero, y la segunda en la que enfrenta el balotaje como socio minoritario del Partido Nacional (PN), probablemente para perderlo de nuevo. Para colmo, no puede aprovechar la elección de mayo para recuperarse en Montevideo, ya que competirá dentro del Partido de la Concertación, junto con los blancos.

A nivel de liderazgo, si bien es esperable que después de dos malas elecciones el de Pedro Bordaberry se vea cuestionado, no parece haber candidatos obvios a disputárselo. José Amorín Batlle es el líder de la fracción minoritaria, pero fue categóricamente derrotado tanto en la elección interna como en la competencia por los escasos parlamentarios que logró el partido. Coutinho podría ser otra opción, pero no sólo fue vencido junto con Bordaberry como parte de la fórmula, sino que ni siquiera pudo lograr una votación aceptable para el PC en Salto, donde es intendente. Por último, Fernando Amado se perfila con una voz diferente, pero no parece haber mucho lugar en el partido para sus coqueteos centristas, especialmente si recordamos que en las internas perdió la competencia por marcar votos entre los dirigentes montevideanos de Vamos Uruguay contra Guillermo Facello, del “grupo de amigos de Óscar Magurno”. Los líderes históricos, Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti, no pueden salir al rescate por su edad y por el rechazo que inspiran en enormes segmentos de la población.

En cuanto a lo ideológico, el panorama no es mejor. La apuesta a la baja de la edad de imputabilidad fue un fracaso, no sólo por la derrota del plebiscito sino también porque éste generó el peor de los escenarios para el PC: lo dejó aislado pero incapaz de cosechar los votos de los partidarios de la iniciativa, entre los cuales (si suponemos que todos los colorados votaron “Sí”) apenas uno de cada cuatro lo eligió. La apuesta a “correr por derecha” a Luis Lacalle Pou no dio resultado, y las reivindicaciones legalistas fueron recibidas por el electorado con un encogimiento de hombros. Por si todo esto fuera poco, la invocación del ya muy lejano batllismo no es creíble viniendo de un partido que se ha pasado los últimos años criticando a los sindicatos, la intervención estatal, las políticas sociales y el avance en derechos individuales.

Los colorados deberán afrontar una verdadera crisis existencial. Deberán pensar sobre su relación con el PN, y hasta qué punto les conviene conformarse con ser el ala derecha y minoritaria de una coalición con él. Hasta qué punto tienen vocación de gobierno, qué proyecto de país tienen en mente y qué relación tendrán con las organizaciones de la sociedad civil, ahora que parecen haber perdido por mucho tiempo al Estado, su tradicional plataforma política.

Por suerte para ellos, el sistema electoral los protege. Los sistemas con balotaje favorecen la existencia de tres partidos grandes, y la representación proporcional en el Parlamento permite sobrevivir a los pequeños. Pero aun allí hay nubes en el horizonte. Por un lado, abundan las especulaciones (tanto entre frenteamplistas como entre blancos) sobre una reforma electoral que disminuya o elimine esta protección. Por otro lado, ¿quién le garantiza al PC que en 2019 va a ser la tercera fuerza?

El Partido Independiente (PI), por más que hoy sea muy pequeño, es un serio contendiente. En primer lugar, por ser un portador mucho más creíble que el PC actual del legado batllista, y en segundo lugar por haber mantenido su independencia, tanto del FA como del PN. Incluso en lo puramente cuantitativo no está tan lejos: en Montevideo logró 4,22% de los votos, frente a 11,08% de los colorados. Es claramente menor, pero comparable. Además, la existencia de importantes descontentos a la izquierda del FA no permite descartar la aparición a mediano plazo de un partido verde o una “izquierda de la izquierda”, capaces de cosechar parte importante del electorado.

El escenario para los colorados se presenta verdaderamente aciago. Una recuperación no es imposible, y nunca se puede dar por muerto a un partido que ha demostrado una resiliencia extraordinaria en los últimos dos siglos. Pero hoy no parece claro con qué recursos políticos e ideológicos se podría lograr. A principios del año electoral se discutía si el PC, bajo el liderazgo de Bordaberry, tenía techo. Ahora hay que empezar a discutir si tiene piso.

COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 7 DE NOVIEMBRE DE 2014
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5) Unidad Popular insta a anular voto en balotaje
(El País)

Según el partido que obtuvo 26.869 votos en octubre pasado y ganó una banca en diputados las propuestas del Frente Amplio y el Partido Nacional tienen más coincidencias que diferencias.

La Coordinadora Nacional de Unidad Popular resolvió instar a anular el voto en el balotaje del próximo 30 de noviembre, según informó en un comunicado.

Según Unidad Popular, que obtuvo 26.869 votos en la elección del 26 de octubre lo que le permitió acceder a un diputado en el Parlamento, «los candidatos que disputan la segunda vuelta «solo se postulan a administrar el sistema de dependencia con el imperialismo y a continuar las grandes orientaciones neoliberales aplicadas en nuestro país desde la salida de la pasada dictadura por el conjunto de los gobiernos y partidos con actual representación en el próximamente cesante Parlamento».

El comunicado sostiene que las propuestas planteadas por el candidato del Frente Amplio, Tabaré Vázquez, y el del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou «son muy relevantes» y «coinciden» en «los temas que definen el rumbo real del país» tales como «el pago del servicio e incremento de la deuda externa; la política de total e irrestricta apertura al capital multinacional imperialista; la defensa del llamado modelo forestal celulósico y sojero que conlleva la destrucción de la economía campesina de producción de alimentos y de la propia vida y equilibrio del medio ambiente que la sustenta», entre otros.

A eso agrega que «hay que sumarle la política de recuperación pasmosa posterior a la crisis del 2002 y el actual estancamiento de los salarios y jubilaciones, la desindustrialización del país y una política de Seguridad Social nefasta» y destaca que las coincidencias «son mucho más relevantes» que las diferencias entre los candidatos.
COMCOSUR AL DÍA / VIERNES 7 DE NOVIEMBRE DE 2014
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