MUMIA: 1) Un análisis de la masacre en Niza –
2) El fallido intento de golpe en Turquía, ¿una victoria de la democracia? –
3) EEUU, China y el Mar de China meridional –
4) Alberto Rabilotta: “Hay que plantearse dudas sobre el pensamiento de izquierda” –
5) Aram Aharonián: “En América latina hay que repensar muchas cosas, incluyendo qué es la izquierda”
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COMCOSUR — POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 783 / Miércoles 20 de Julio de 2016 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Un análisis de la masacre en Niza
Máximo Relti (Canarias Semanal)
¿Cuál es la extraña relación entre el dramático suceso de Niza y la reforma laboral de Holland?
Algunos precedentes
Históricamente se la conoce como la «Kristallnacht». Su traducción al castellano es «la noche de los Cristales Rotos». Con esta denominación se identifican los sucesos acaecidos en Alemania entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938. Durante aquella jornada nocturna, los nazis iniciaron toda una cadena de violentos ataques combinados en contra de los bienes y personas de otros alemanes de etnia judía.
Aquel “pogrom” fue presentado por la prensa de entonces como una reacción espontánea de la población alemana contra los judíos, por el asesinato dos días antes del secretario de la embajada alemana en París, Ernst vom Rath, a manos de un joven alemán de origen judío.
Hoy está ampliamente probado, sin embargo, que aquellos actos de»repudio» antisemita fueron previamente organizados por el ministro de propaganda del Reich, Joseph Goebbels, y ordenados personalmente por el mismo Adolf Hitler.
Setenta y seis años después de aquella trágica noche, en marzo del 2004, en los trenes suburbanos que conducen a la ciudad de Madrid tuvo lugar un bárbaro atentado que acabó con la vida de 193 pasajeros que viajaban en ellos. El ministro del Interior de entonces, Ángel Acebes, dictaminó que la organización responsable de aquella masacre era el grupo armado vasco ETA. El gobierno ultraconservador de José María Aznar, a su vez, dio rápidas instrucciones a su cuerpo diplomático para que la información que proporcionara a los medios de comunicación exteriores tuviera una sola orientación: «la organización responsable del atentado era ETA». Con la atribución premeditada del atentado, el PP pretendía reconducir los resultados de las elecciones que iban a tener lugar tres días después.
Tanto en una como en otra circunstancia la búsqueda y la señalización de hipotéticos «culpables» abrigaba un solo propósito: hacer que la ira de la población coincidiera políticamente con los intereses gubernamentales del momento.
Las dos referencias aludidas no son hechos históricos aislados. Hechos similares se han repetido en infinitas ocasiones, tanto ahora como durante nuestro pasado más inmediato. Esta retorcida forma de proceder es usual entre los grupos que detentan el poder. Su finalidad es instrumentalizar a su favor a la opinión pública. Podría incluso decirse que se trata de una herramienta habitual en la práctica de la gobernanza, tanto en las sociedades de hoy como en las de ayer.
Una cadena de contradicciones y mentiras
Especular sobre este tipo de acontecimientos ha estado siempre rodeado de riesgos. Primero, porque no se cuenta con los datos suficientes para poder encajar las piezas de los rompecabezas que los acompañan. En segundo lugar, porque al tratarse de un intento de manipular los sentimientos colectivos por parte de los aparatos del poder y de sus grupos mediáticos, quienes se atreven a emitir un juicio divergente al discurso oficial corren el peligro de ser fulminantemente descalificados, sin que cuenten nunca con la más mínima posibilidad de réplica en los medios de mayor alcance.
Desde las primeras horas de la noche en la que tuvo lugar el brutal atropello colectivo de centenares de ciudadanos que conmemoraban en Niza la fecha del asalto revolucionario a la Prisión de la Bastilla, empezó a estar claro que en el relato oficial transmitido, tanto por los medios de comunicación galos como por los internacionales, había datos que no casaban, que resultaban contradictorios y que no respondían a los patrones de un atentado yihadista clásico. Generalmente, la recogida de testimonios a pie de calle no suele coincidir con las versiones elaboradas en las salas de redacción de los grandes medios, o en los discretos laboratorios de los servicios de inteligencia. Y este caso no fue una excepción.
La información emitida por los organismos oficiales deseaba dejar como muy sentado que se trataba, sin margen para la duda, de un acto más de «la guerra abierta que el Islam ha emprendido contra Occidente».
Para corroborarlo, acompañaron su atribución con datos que luego resultaron ser inciertos:
– que el camión iba cargado de armas;
– que se había producido una toma de rehenes en un importante hotel de Niza;
– que el conductor del camión y un acompañante iban disparando desde el vehículo en contra de los viandantes, testimonio desmentido por un español que presenció personalmente el acribillamiento del camión y de su único conductor;
– que desde diferentes puntos de la ciudad balneario se estaba oyendo múltiples ráfagas de ametralladoras, lo que hizo cundir una pavorosa estampida que puso doblemente en peligro la vida de la gente, etc., etc.
Pero en el transcurso de las jornadas siguientes, aunque el contenido del mensaje para la ciudadanía continuó siendo que se había tratado de un atentadoyihadista, los datos que se empezaron a filtrar a cuenta gotas ya no permitían aceptar la hipótesis, no abandonada hasta el momento que escribimos este articulo, de que dicho atentado fue el resultado de una organizada conspiración del Daesh.
Lo que hoy podemos saber de manera fehaciente es que:
1º) De acuerdo con los testimonios de sus familiares y vecinos, el conductor del camión no respondía al arquetipo de un musulmán. No era de religión musulmana, se emborrachaba con frecuencia, comía carne de cerdo y permanecía frecuentemente bajo los efectos de las drogas que tomaba.
2º) Según manifestó su primo, Mohamed Lahouaiej, Bouhlel no iba nunca a la mezquita. Jamás se le pudo ver practicando la oración musulmana y nunca ayunó en el Ramadán.
3) Por el testimonio que han proporcionado sus parientes más cercanos, entre ellos su propio padre, Bouhlel era mentalmente un desequilibrado que había estado en tratamiento. Violento con los que le rodeaban y agresivo con su propia esposa, terminó empujando a ésta a divorciarse de él.
4) Bouhlel, igualmente, tenía una conducta laboral pésima. Había perdido su trabajo por quedarse dormido mientras conducía, provocando una grave colisión con cuatro automóviles que permanecían aparcados. Por esta razón perdió su empleo.
5) Bouhlel era conocido por la policía de Niza. Figuraba en sus ficheros. Sin embargo, no constaba en la lista de los terroristas potenciales o adscrito ideológicamente a los ultraconservadores religiosos del Daesh.
Sin que hoy se pueda entrar todavía en otras estimaciones a causa de la ausencia de datos verosímiles, lo único que sí se puede afirmar rotundamente es que el presidente Holland ha prorrogado el Estado de Excepción en Francia por tres meses más.
No es este un hecho que se pueda considerar «casual», ni que carezca de importancia en el marco de la situación social por la que atraviesa Francia. Para dentro de apenas un mes y medio, los sindicatos y las organizaciones sociales francesas han anunciado que reiniciarán su dura carga en contra de la Reforma laboral que la patronal gala quiere imponer a los asalariados. Se trata de una virulenta confrontación social en la que ambas clases sociales, la burguesía y la clase trabajadora, se están jugando el futuro.
Para desentrañar las claves de lo que ha sucedido tras los dramáticos eventos de Niza quizás sea preciso recordar que, durante meses, el Ejecutivo socialdemócrata francés ha utilizado las leyes de excepción como herramientas legales para paralizar las multitudinarias movilizaciones y confrontaciones sociales generadas por un intenso combate social.
Escóndase lo que se esconda tras la evidente manipulacion informativa del suceso de Niza, la actuación individual de un desequilibrado mental ha venido a coincidir, milimétricamente, con los intereses de la gran patronal francesa y de sus mandatarios en el Ejecutivo de ese país.
MIÉRCOLES 20 DE JULIO DE 2016 – COMCOSUR
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2) El fallido intento de golpe en Turquía, ¿una victoria de la democracia?
¿Quién era el agresor y quién la víctima? ¿Quién protegía a quién de quién?
Zeynep Gambetti (Open democracy)
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Las imágenes de la evacuación de los soldados que habían ocupado los estudios de la CNN turca ilustra perfectamente la atmósfera hiperreal que marcó el quinto intento de golpe en la historia de la República Turca (cuatro de los cuales tuvieron éxito).
A primeras horas del 16 de julio unos cuantos soldados habían parado las emisiones de la CNN turca. Una gran multitud de civiles se reunió fuera de los estudios para protestar. Cuando los soldados se acabaron rindiendo, los agentes de policía leales al gobierno del AKP estaban desbordados, eran incapaces de detener a la muchedumbre e impedir que se linchara a los soldados, lo que demuestra que aquella noche se borraron las delgadas líneas que separan autor y víctima, autoridad del Estado y poder de la muchedumbre. ¿Quién era el agresor y quién la víctima? ¿Quién protegía a quién? ¿De quién?
De hecho, se puede plantear las mismas preguntas respecto al propio golpe. En cuanto un par de vehículos militares cortó el tráfico del puente del Bósforo a última hora del viernes, el primer ministro calificó este hecho de “rebelión de una facción del ejército”. Para aquellas personas que habían sido testigo de los golpes de 1980 y 1997 estaba claro que, en efecto, se trataba de una facción, de lo contrario todas las calles principales habrían estado atestadas de tanques. Pero con la misma rapidez los usuarios de las redes sociales se preguntaron si se trataba de un genuino golpe o si había sido orquestado por el AKP para aumentar la popularidad del presidente Recep Tayyip Erdogan.
Se especuló sobre la posibilidad de que aunque el gobierno estaba al tanto del intento, permitó que se llevara a cabo. Se dice que los servicios secretos turcos habían filtrado la lista de los oficiales del ejército que había que purgar del ejército el próximo mes agosto para obligarles a participar en un intento kamikaze de último recurso con el fin de evitar la cárcel. El hecho de que Erdogan calificara el golpe de “bendición para purgar el ejército” avivó las sospechas. Se sigue ignorando el paradero de los aviones de combate F-16 que supuestamente amenazaron el avión privado de Erdogan y volaron amenazadoramente sobre las megápolis de Estambul y Ankara. Así pues, al tiempo que los medios de comunicación retransmitían en directo el golpe se fundían credulidad e incredulidad para borrar una vez más la delgada línea entre verdad y engaño.
La razón de que el golpe (que fue genuino) fuera y no fuera una sorpresa es que el AKP lleva una década preparando al público para un golpe. En 2012 se emprendieron importantes purgas entre las filas del ejército para eliminar a posibles golpistas. Lo irónico es que el movimiento de Fethullah Gülen, que supuestamente está detrás de este último golpe, fue en su momento aliado del AKP y ayudó a sustituir a los oficiales purgados por otros adeptos al gobierno, incluidos sus propios adeptos.
Cuando Gülen cayó en desgracia, sus seguidores se convirtieron en sospechosos de formaban un “Estado paralelo” para desbancar al AKP. La alianza entre el AKP y Gülen, que en un principio pretendía frenar el poder de las Fuerzas Armadas en Turquía y librar a las instituciones del Estado de su dogmática inclinación laica, se desintegró en una política de sospechas. El término “golpe” se asoció a diferentes acontecimientos, como la ocupación del Parque Gezi o una serie de acusaciones de corrupción contra ministros del AKP y el propio hijo de Erdogan en 2013.
Se ha convertido en costumbre el buscar una razón oculta tras cada uno de los pasos administrativos o legales de las autoridades públicas: ¿son los hombres de Gülen los que obstaculizan a Erdogan o todo lo contrario? De hecho, el golpe del 15 de julio es la culminación de un Estado de excepción que se ha convertido en norma. La confianza en las instituciones, cargos y discursos públicos se ha deteriorado enormemente a consecuencia de las luchas de poder, de las operaciones encubiertas y de objetivos oscuros. Este cisma que no solo polariza a la opinión pública sino que también fomenta la paranoia y la inseguridad que ha permitido en gran parte que Erdogan acumule todos los poderes en su persona sin obstáculo alguno.
El intento de golpe dejó más de 160 muertos y miles de heridos en una sola noche, pero no encontró prácticamente ninguna base de apoyo en la sociedad. La única nota positiva en este sentido es que no parece que ninguna parte del dividido panorama ideológico de Turquía desee nunca más un golpe. Sin lugar a dudas este no era el caso cuando el AKP llegó al poder en 2002. Los republicanos siempre han considerado a las Fuerzas Armadas el garante del régimen laico. La semana pasada, multitud de civiles hicieron frente a la artillería pesada para tomar las calles y lograron detener a los golpistas. Así pues, la pregunta crucial es si esto supone o no una victoria de las fuerzas democráticas en Turquía.
¿Qué es la democracia?
Evidentemente, hay mucho que celebrar cuando los civiles arriesgan sus vidas para hacer frente a los ejércitos. Desde Tiananmen a Tahrir, la aspiración colectiva a determinar el propio destino es una aspiración democrática, no en el sentido del procedimiento, sino en el sustancial. Un golpe militar es ante todo un ataque frontal a esta aspiración, niega la libertad y al propio gobierno mucho más que la ley. Pero el caos del último golpe en Turquía (reflejo del caos de la escena política) exige un ejercicio de precaución al utilizar conceptos tan abstractos como “democracia”.
La gente sí salió a la calle, pero sólo cuando fue inducida por Erdogan, el líder autoritario aunque carismático que sabemos que es, y después de darse cuenta de que no era un golpe en toda regla. El llamamiento de Erdogan fue acompañado del sonido de los almuecines durante toda la noche que gracias a la red de altavoces de los minaretes incitaron a la gente a proteger al presidente y al gobierno en nombre de Alá y del Corán. La multitud coreaba “Allah-u akbar” cuando obligaba a los tanques a retirase. Luego llegaron los excesos y el respaldo oficial (en particular, del primer ministro) al “deseo de la gente de llegar incluso a querer linchar a los golpistas”.
La apelación a la “voluntad del pueblo”, encarnada por el propio Erdogan como presidente electo, se mezcló con la petición de salvar el AKP de los partidarios de Gülen. No está en absoluto claro si la muchedumbre que golpeaba a los soldados en las calles estaba “protegiendo la democracia” o a su líder, su patria y la causa del APK. Continúa el llamamiento a la movilización y se ha informado de que la muchedumbre ha atacado barrios a leuíes y sirios en diferentes partes del país.
En Turquía se tiende a equiparar la “democracia” con el mayoritarismo y una lógica casi orwelliana de reversibilidad apoya que se vacíen de contenido los principios universales. En este sentido desempeña un papel fundamental la capacidad retórica de Erdogan de convertir todo lo universal en particular y viceversa. El aliado de ayer se puede convertir en el enemigo de hoy, una reivindicación democrática legítima se puede desacreditar afirmando que se hace de mala fe y una clara violación de la ley por parte del gobierno se puede disfrazar de requisito para la estabilidad del régimen o para la prosperidad nacional.
Defendido como la encarnación de la “democracia real” (en oposición al campo restringido de los derechos y libertades bajo el gobierno republicano), el AKP resultó ser igual de malo en lo que se refiere a su trayectoria de derechos humanos. Por medio de un discurso partidario y afectivo se puede deslegitimizar todo tipo de oposición o disidencia. La costumbre del gobierno de no respetar las estipulaciones legales y las decisiones judiciales en nombre de la “voluntad del pueblo” deforma de manera alarmante el proceso de democratización.
Diferentes analistas locales e internacionales expresan su temor de que el fracaso del golpe bloquee aún más las posibilidades de recuperar lo que queda de las instituciones turcas. En efecto, además de casi 3000 oficiales superiores y soldados detenidos por haber conspirado supuestamente para derrocar al gobierno, casi 3000 jueces y fiscales (incluidos dos miembros del Tribunal Constitucional) fueron puestos bajo custodia o suspendidos de sus funciones el día después del intento de golpe. A pesar de que irónicamente en su momento el AKP apoyara con entusiasmo su presencia en el aparato judicial, además de beneficiarse de ello, se les acusó de apoyar a Gülen.
Ahora se han convertido en un obstáculo para el deseo del gobierno de controlar totalmente el funcionamiento de los tribunales. Y lo que es más, el Consejo Superior de Educación va a convocar la semana que viene a los rectores de todas las universidades de Turquía para pedir su colaboración en la caza de brujas contra los profesores gülenistas. La disparatada enormidad de estas purgas demuestra que Erdogan está dispuesto a cumplir su promesa de tomar drásticas medidas contra el “Estado paralelo” utilizando la defensa de la democracia como justificación.
Can Dündar, un periodista que está siendo juzgado por sacar a la luz un envío de armas a grupos rebeldes en Siria en camiones pertenecientes a los servicios secretos turcos, comentaba con razón en un tweet que en la historia turca los golpes militares siempre han fracasado en lo que se refiere a su intencionalidad política. Los golpes refuerzan el autoritarismo civil en vez de promover la exigencia de derechos y libertades. El golpe de 1980 llevó al líder comodín del partido, Turgut Özal, primero a ser primer ministro y luego a la presidencia.
El ultimátum lanzado por las Fuerzas Armadas en 2007 para intimidar al AKP dio lugar a la presidencia de Abdullah Gül, uno de los fundadores del partido y anteriormente persona de confianza de Erdogan. Es probable que el golpe del 15 de julio allane el camino para la abolición del régimen parlamentario en favor de uno presidencial, sin el sistema de mecanismos de control y equilibrio de los poderes ejecutivos. En todo caso, para eso es para lo que ha estado presionando Erdoğan.
Hay una cosa clara: el escenario político turco avanza hacia un régimen de partido único. Esta es la política de las elecciones, en la que tanto la legitimidad como la permisividad se obtienen por el mero hecho de ser elegido. Sin verdadero debate, participación o respeto de la opinión minoritaria, las prácticas y los discursos políticos dejan pocas posibilidades de salida: los electores deben o bien apoyar al AKP o soportar la carga de ser cómplices de tramas para desestabilizar el país, negar la voluntad nacional y poner trabas al desarrollo económico.
El devastador golpe de 1980, más de cuarenta años de guerra contra los kurdos y el uso descarado que hace el AKP del discurso religioso y patriótico como excusa para aplastar rivales, amordazar a los medios de comunicación, intimidar a la academia y frustrar todos los demás obstáculos potenciales a sus ambiciones políticas han hecho que cunda el pánico moral. El deseo del “pueblo” de oponerse a la policía antidisturbios o a unidades del ejército que disparan contra civiles desaparece en cuanto este pueblo son manifestantes en el Parque Gezi o ciudadanos kurdos, por citar sólo dos casos importantes. Los antagonismos alimentados por el gobierno se convierten regularmente en lógica de guerra y entonces se puede matar con impunidad.
El culto militarista al martirio que impregna a la sociedad turca sublima la idea de sacrificar la propia vida por una “causa sagrada”, una de las cuales es proteger al AKP. Resulta especialmente sorprendente que casi un año después del toque de queda impuesto de manera intermitente en varias de las provincias kurdas del sudeste de Turquía y el hecho de lanzar disparos de mortero contra barrios extremadamente poblados no haya provocado la indignación del resto del país. Hay que señalar que además de la maestría con la que el AKP maneja la retórica popular, la demolición de los espacios urbanos y los medios de vida en la región kurda se llevaron a cabo con la bendición de Estados Unidos y la Unión Europea, que apoyan el “derecho a luchar contra el terrorismo” de Turquía, una cortina de humo perfecta para las violaciones de los derechos humanos.
Para ser precisa, la oportunidad de poner freno al auge del autoritarismo se perdió después de las elecciones del 7 de junio de 2015. La actual política electoral no se basa en el respeto a los derechos, las libertades y el estado de derecho, ni en la aspiración de abrir espacios para dar cabida a las diferencias y a la participación en la toma de decisiones. Se basa meramente en la voluntad de la mayoría y del líder que la incorpora. Puede que no sean totalmente temerarios los comentarios de algunos analistas que compararon el bombardeo del parlamento [turco] la noche del golpe con el incendio del Reichstag. La clase dirigente del AKP también considera que el Parlamento está de más y que un presidente elegido popularmente sería suficiente para hacer de Turquía una democracia. Como señala mi colega Albena Azmanov, “asistimos, una vez más, al paradójico sacrificio de la democracia en el altar de la democracia, algo que el siglo XX europeo había dominado a la perfección antes de hacer la falsa promesa de ‘nunca más’.”
Zeynep Gambetti es profesora adjunta de teoría política en la Universidad Boğaziçi de Estambuldesde 2000 . Acaba de coeditar junto con Joost Jongerden el libro The Kurdish Issue in Turkey: a spatial perspective (Routledge: 2015). Entre sus próximas obras se incluye el volumen coeditado con Judith Butler y Leticia Sabsay, Rethinking Vulnerability: Towards a Feminist Theory of Resistance and Agency (Duke University Press, 2016).
MIÉRCOLES 20 DE JULIO DE 2016 – COMCOSUR
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3) EEUU, China y el Mar de China meridional
Alejandra Loucau (Rebelión)
El pasado martes 12 de julio, la Corte Internacional de La Haya emitió un fallo decisivo a favor de Filipinas, en el marco de la disputa que mantiene con China, por algunas porciones del Mar de China meridional.
En el año 2013, Filipinas se presentó ante dicho Tribunal luego de que China tomara posesión del arrecife Scarborough, situado a 225 km de las costas filipinas. Manila alegó que la apropiación violaba el derecho internacional, ya que interfería en sus derechos de pesca y pudiendo dificultar el tráfico marítimo, sumado a que, al mismo tiempo, las obras de infraestructura emprendidas por China en algunas islas dañaban el medio ambiente.
Hasta otros cuatro países (Malasia, Taiwán, Brunei y Vietnam) reclaman partes del Mar de China, de lo que consideran territorio marítimo perteneciente a sus estados, debido a su cercanía geográfica.
Por su parte, China utiliza como justificación un derecho histórico sobre estas aguas, que además fue ratificado por la denominada “línea de los 9 puntos”. Esta demarcación fue fijada oficialmente en 1947, y el gobierno de Mao la heredó luego de tomar el poder en 1949. Desde aquél año, argumenta el gobierno de Beijín, los diferentes países han respetado estos límites, dando reconocimiento tácito sobre los mismos.
Pero más allá del debate legal, existen intereses geoestratégicos que subyacen bajo las distintas apariencias discusivas. La disputa que se viene suscitando hace más de una década por el control de los recursos energéticos y el dominio sobre el comercio mundial, entre Estados Unidos y las potencias europeas, por un lado, y China y Rusia, por el otro, marca el eje de la mayoría de los conflictos armados y diplomáticos actuales, y este caso, no constituye una excepción.
Ruta comercial, ruta militar
El Mar de China meridional es una de las vías marítimas más estratégicas del planeta, ya que por allí transita más de la mitad de las mercancías del mundo y un tercio de todo el tráfico marítimo. Lo que resulta también significativo es que, para el año 2035, se espera que el 90% de las exportaciones de combustibles fósiles desde Oriente Medio hacia Asia Oriental pasen precisamente por esas aguas. Estados Unidos cuenta con sus aliados asiáticos, entre los que se destacan Japón, Australia, Vietnam y, precisamente, Filipinas, para llevar adelante los planes destinados a impedir que China siga siendo una amenaza para sus mercados. La política norteamericana destinada a este propósito se centra en garantizar el bloqueo de las rutas continentales y marítimas, para así impedir el ingreso de productos manufacturados provenientes de China en los mercados más importantes mundo. En este aspecto, el Mar de China meridional resulta crucial, ya que la ruta de tráfico que el mismo ofrece conecta a Europa, África y el subcontinente indio con el este de Asia.
El gas y el petróleo
Por otra parte, hace pocos años se descubrió que esta región cuenta con inmensas reservas de petróleo y gas natural bajo sus aguas, lo cual hace de este territorio un enclave fundamental de pugna energética. Según la Agencia de Información de Energía de EE.UU. (EIA), dicha región cuenta con reservas suficientes para producir 11.000 millones de barriles de crudo. Además, la agencia estima que la zona cuenta con nada menos que 190 billones de pies cúbicos de gas natural, lo cual constituye la cantidad necesaria estimativa para cubrir 28 años de demanda de gas por parte de China y 91 años de importaciones, si tenemos en cuenta el consumo que el gigante asiático requiere tanto para su industria como para fines domésticos.
Sin embargo, algunos analistas sostienen que la explotación de estos recursos no son una prioridad para el gobierno chino, debido a la gran cantidad de dinero que supondría para el Estado, el desarrollo de una infraestructura adecuada para este fin; siendo el intercambio comercial y los altercados geopolíticos, los factores principales de las disputas internacionales que se mantienen en la zona. “La mayor parte del gas en la zona se encuentra en campos de aguas profundas, las cuales son tecnológicamente más difíciles y costosas de explotar. El gas extraído en las zonas en disputa reclamadas por China, pero situadas cerca de Vietnam o Filipinas tendría que ser distribuido a través de gasoductos a Vietnam o Filipinas para ser vendido en el mercado local o convertido a gas natural licuado para la exportación. Tales medidas son políticamente inconcebibles en el entorno geopolítico actual”, sostiene el analista especializado Jeremy Maxie, en un artículo publicado por la revista Forbes1.
Teniendo en cuenta el contexto actual, dominado por el bajo precio de las materias primas, esencialmente del petróleo, y el abandono circunstancial de la explotación de crudo no convencional, a través de técnicas como el fracking, no sería extraño que Beijín considerara como un factor secundario la explotación del crudo que yace bajo el Mar de China, priorizando a su vez, fuentes más “accesibles”. Pero debemos tener en cuenta que, en tiempos de competencia interestatal aguda, la explotación de los recursos del suelo que los diversos Estados se disputan, no siempre constituye un objetivo principal, sino el sólo hecho de que el enemigo no las controle. Se trata de la capacidad de cubrir cada fase del poderío territorial.
La política por otros medios
No resulta raro que, teniendo en cuenta los enormes intereses que se juegan en esta región, la disputa que se viene desarrollando allí se haya recrudecido. Más allá del fallo emitido por La Haya, el debate que toda la prensa ahora expone, representa un elemento más de la escalada político-militar que hace no muchos años comenzó a agudizarse. Los diversos episodios de lucha geoestratégica han tenido su correlato militarista.
Durante los últimos meses ocurrieron varios incidentes de este tenor en la zona mencionada. Se multiplicaron las denuncias del gobierno chino contra la administración norteamericana por la continua presencia de aviones de “reconocimiento” o “vigilancia”, algo que Estados Unidos también realizó, pero a la inversa, acusando a Beijín de no permitir el normal despliegue de su fuerza aérea y naval en la región, lo cual resulta paradójico, teniendo en cuenta que el despliegue militar chino se desarrolla en un mar que linda con sus propias fronteras estatales…
Además, se incrementaron los ejercicios militares de la US Navy, llegando a instalarse dos portaaviones, junto a 12.000 marines, 140 aeronaves y 6 buques. Se realizaron maniobras militares conjuntas con Filipinas, Vietnam y Japón, lo cual fue calificado desde el gobierno chino como “una provocación”. Además, su Ministerio de Defensa, señaló al respecto que el patrullaje conjunto que realiza EEUU con Filipinas en el mar de China Meridional responde a la mentalidad de la guerra fría y acusó al Pentágono de militarizar la región.
Por su parte, Filipinas ya puso a disposición de Estados Unidos 5 bases militares y Australia se prepara para recibir bombarderos norteamericanos de ataque nuclear. En la reciente visita de Obama a Vietnam, una de las medidas anunciadas fue el fin del embargo de armas que pesaba sobre este país desde hacía más de tres décadas. Dicha disposición está destinada a que este pequeño pero estratégico país se convierta en un exclusivo comprador de armamento norteamericano, lo cual ayudaría a mantener a China militarmente rodeada.
Y no debemos olvidar que, en la isla de Guam, Japón, se encuentra la VII Flota estadounidense, conformada actualmente por entre 50 y 60 buques, 350 aviones y 70.000 miembros de la Armada y del Cuerpo de Marines.
Legalidad internacional o poder político
Las actuales disputas que predisponen a todos los especialistas en derecho internacional y derecho naval, no son más que pujas políticas, peleas de poder en las que, ocasionalmente, las distintas potencias pueden utilizar el marco legal para resguardar sus propios intereses, o crear uno nuevo en caso de necesitarlo. Todo depende del lado para el cual se vuelque la balanza, los que pierdan la contienda pasarán a estar desprotegidos por las leyes internacionales, los que ganen verán el manto de legalidad caer sobre sus acciones. En este caso, la ofensiva es de Estados Unidos contra China. Alrededor de ella pueden existir matices, complejidades y contradicciones, involucrando a distintos actores.
Desde inicios de esta década, cuando Hilary Clinton era Secretaria de Estado del gobierno de Obama, y después de su reemplazo, la región Asia-Pacífico constituye un pilar de la ofensiva internacional norteamericana. En 2014, la US-China Economic and Security Review Commission, recomendó al Congreso aumentar el financiamiento para que Estados Unidos pueda incrementar su presencia militar en esta región, de modo que la misma pudiera “servir de contrapeso a las capacidades militares crecientes de China”.2 Y es que la potencia asiática no ha querido transformarse en una fuente inagotable de mano de obra barata y población sedienta de productos occidentales, dependiente de los designios de EE.UU.; escenario que hubieran querido ver, y alguna vez creyeron posible, cada una de las administraciones que desde 1949, ocuparon la Casa Blanca.
A pesar de estar sufriendo hace varios años el estancamiento de su economía, China sigue constituyendo unos de los principales enemigos para Washington. Mientras, los tentáculos de la principal economía asiática siguen expandiéndose, tratando de recuperarse de los continuos reveses que les ofrece la competencia, con muchas dificultades de liderazgo. No obstante, se ha mostrado en este caso, con predisposición a dar batalla. Estados Unidos que, en su propia decadencia, ya no puede soportar ni el más mínimo desafío a sus intereses imperiales como sí se lo permitieron en la segunda posguerra, probablemente están dispuestos a avanzar de forma decisiva. Dadas las circunstancias, sólo su propia debilidad permitirá una ofensiva guerrerista cada vez más directa.
Notas
1 “The South China Sea Dispute Isn’t About Oil, At Least Not How You Think,” Jeremy Maxie, Forbes, 25 de abril de 2016.
2 “China inquieta a los Estados Unidos”, Manlio Dinucci, Il Manifesto, 26 de noviembre de 2014.
MIÉRCOLES 20 DE JULIO DE 2016 – COMCOSUR
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4) Alberto Rabilotta: “Hay que plantearse dudas sobre el pensamiento de izquierda”
Enric Llopis (Alai)
“Vivimos en una sociedad extremadamente compleja, con un sistema político caduco y una vida económica irracional; nunca antes se encontró así la humanidad”. El periodista Alberto Rabilotta recuerda su juventud en Argentina, en los años 60, aunque el ejemplo resultara válido para Europa y Estados Unidos. Cuando uno perdía el empleo dos días después estaba ya laborando en otro lugar. El capitalismo ha sido siempre explotador, pero uno tenía, al menos, la oportunidad de ser explotado. “Hay que plantearse dudas hoy sobre todo, también sobre el pensamiento de izquierda”. Opina Rabilotta que se dedica mucho esfuerzo a analizar si hay o no crisis, y su impacto, pero poco a reflexionar sobre los cambios y la “ingeniería social” que se está desplegando. “Este sistema impide que la gente tenga seguridad para abordar su vida”. Hace cinco décadas era posible afirmar lo que uno quería ser con diez años vista, o estar seguro de no terminar en la calle, marginado o excluido. El trabajo no resulta tan necesario como en aquella época. Las máquinas, la informática, las telecomunicaciones… “Han cobrado un peso enorme”.
Rabilotta ha sido toda la vida un periodista de agencia. “Una categoría particular”. Es un periodista que lo cubre todo, le guste o no. Además ha de estar al cabo de cuanto ocurra. “Somos las hormiguitas que machucamos toda la información”. Desarrolló toda su carrera en Canadá, desde la década de los 70 hasta el año 2009, cuando se retiró. Fue una época de particular interés para un reportero, en la que terminaba la sociedad industrial y se apuntaba el mundo neoliberal. Montreal, donde pasó muchos años, constituía un buen observatorio. En ocasiones tenía que desplazarse a Otawa y Washington. Entre 1989 y 2009 ocupó la corresponsalía en Montreal de la agencia estatal mexicana Notimex, lo que le permitió ahondar –por el interés del público mexicano- en los Tratados de Libre Comercio. “Era un trabajo serio de corresponsal, yo hacía los análisis de la economía canadiense y tenía que seguir la economía de Estados Unidos”. El cuatro de octubre de 1988 estos dos países rubricaron un gran acuerdo comercial, al que años después se sumó México (el TLCAN entró en vigor el uno de enero de 1994). Estos tratados de primera generación “no eran tan dañinos como los actuales, el TTIP o el CETA”, resalta el periodista.
Además era una época en la que el periodista tenía acceso al funcionariado y los documentos de negociación. “Había pocas cosas secretas, pero claro, había que leer mucho, hacer preguntas y entrevistar a mucha gente; si uno se interesaba, había posibilidades”. Hoy, por el contrario, no se tiene acceso a la documentación, ni siquiera los parlamentarios en el caso del TTIP. El contenido de lo que se negocia, el lenguaje, los mecanismos, la creación de los tribunales de arbitraje para los disensos comerciales… “Todo ello me permitió conocer el funcionamiento del sistema”. Alberto Rabilotta vive aún hoy en Canadá. Entre 1973 y 1987, desempeñó la corresponsalía en este país para la agencia cubana Prensa Latina. Eran tres compañeros, que asimismo cubrían la información de Estados Unidos. Desde 1987 hasta 1989, laboró para la Agencia de Servicios Especiales de Información (ALASEI), apadrinada por la UNESCO. La agencia cerró, y unos amigos mexicanos le llamaron para que trabajara en Notimex. Se jubiló en 2009, pero continuó escribiendo. Columnista en el diario Milenio de México, colaboraciones en Radio Canadá y otros muchos desempeños.
Hoy no se dedica ya a la cobertura periodística, como profesional de las agencias de prensa, sino más bien al análisis. Desarrolla esta nueva etapa como colaborador en la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), y en menor medida en Prensa Latina. ALAI nace en 1977 en Montreal, en plena época de las dictaduras militares. En una primera fase se trataba de un grupo de periodistas e intelectuales latinoamericanos que intentaban romper el bloqueo informativo; después la agencia pasó al acompañamiento en los procesos de comunicación popular y a las organizaciones sociales. ALAI tiene actualmente su sede en Quito y el director es el periodista ecuatoriano, Osvaldo León. Publica el servicio de información, análisis y opinión “América Latina en movimiento”, sobre Latinoamérica, el Caribe y asuntos globales.
Entre los principios editoriales de ALAI, destaca “la presentación responsable de los hechos sin pretender ser neutral ni imparcial”. Ha editado ya 514 números de una revista mensual de actualidad y pensamiento, y libros como “Democratizar la palabra”, “Comunicación, organización y género. Ellas tienen la palabra” o “América Latina: riqueza privada, pobreza pública”. “La agencia reúne a muchas de las corrientes de izquierda que hay en América Latina: cristianos como Leonardo Boff, marxistas como Atilio Borón o gente independiente”, pondera Alberto Rabilotta. “Es una fuente muy importante, un lugar donde los latinoamericanos podemos colaborar y leernos mutuamente”. La relevancia del intercambio de ideas, valora el periodista: “Nadie tiene la verdad absoluta”.
En ALAI Rabilotta ha compartido con el sociólogo Andrés Piqueras una reflexión del clásico que explica, a grandes trazos, la esencia del mundo actual. “La separación de poderes, inventada en 1748 por Montesquieu, era utilizada para separar al pueblo del poder, sobre todo su propia vida económica. La constitución estadounidense, creada en un medio de agricultores-artesanos por una clase dirigente advertida de lo que pasaba en la escena industrial inglesa, aísla totalmente la esfera económica de la Constitución; pone así la propiedad privada bajo la mayor protección concebible y crea la única sociedad de mercado del mundo que fue concebida legalmente. A pesar del sufragio universal, los votantes estadounidenses serán impotentes (frente) a los poseedores”, explica el científico social y filósofo Karl Polany en “La gran transformación”.
El periodista argentino prepara actualmente una serie de extensos artículos sobre el imperialismo, junto al antiguo dirigente sindical quebequense y expresidente de la Comisión Canadiense para la UNESCO, Michel Agnaïeff. Avanza Alberto Rabilotta que el imperialismo “lo abarca todo, llega también a la cabeza de la gente”. Añade que ha creado un sistema basado en ideas totalmente irracionales de dominación, muy complejo y pleno de puntos conflictivos. “El imperialismo es muy poderoso al tiempo que terriblemente frágil”, zanja el periodista. “Puedes protestar 20 años contra la austeridad que no va a cambiar, al contrario, no tiene la maleabilidad del viejo capitalismo; éste podría alcanzar compromisos”. Concluye, antes de participar en el “Campus Praxis” de Valencia, en el que colaboran la Universidad y Sodepau, que las sociedades están reaccionando contra un sistema “loco”, “que extrae rentas hasta cuando dormimos”.
En el artículo “Empleo, estancamiento y abismo social. ¿Cuál es el futuro del trabajo?”, publicado el pasado tres de febrero por la Agencia Latinoamericana de Información, Rabilotta y Agnaïeff toman como punto de partida la importancia del “aceleramiento de los progresos tecnológicos”. En 1900 cerca de la mitad de la población activa estadounidense laboraba en la agricultura y la ganadería; un siglo después el porcentaje se había reducido al 1,9%. En Francia, durante el mismo periodo, el número de agricultores de dividió por diez. “Un éxodo comparable puede producirse en las próximas décadas, pero esta vez sin grandes oportunidades de empleo en el horizonte”, interpretan los autores.
Según la OIT, 201 millones de personas en todo el mundo estaban desempleadas en 2014, cifra superior en 30 millones a la de la crisis de 2008. Rabilotta y Agnaïeff insisten en la conclusión: “Los efectos que sobre el empleo tendrán las nuevas transformaciones tecnológicas agravarán un desempleo que ya es masivo”. Un estudio publicado por la Universidad de Oxford en 2007 señala que la informatización afectará a cerca del 47% de los empleos en Estados Unidos en los próximos 20 años. Pero ello no implica cuestionar sin más la automatización, lo importante –subrayan los analistas- es reconsiderar aspectos centrales como el consumo, el trabajo, el ocio y el reparto de los ingresos. De acuerdo con estas prioridades, citan la propuesta del investigador Guy Aznar, a finales de la década de los 80, que teorizaba sobre “vivir a tres tiempos”, de manera que pudiera equilibrarse la actividad productiva, social y personal. Una de las claves consistiría en trabajar menos horas, para que más gente pudiera tener un empleo.
MIÉRCOLES 20 DE JULIO DE 2016 – COMCOSUR
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5) Aram Aharonián: “En América latina hay que repensar muchas cosas, incluyendo qué es la izquierda”
Mari Cruz Tornay (Pueblos)
Cuando América Latina era narrada desde estudios situados en Miami, el presidente Hugo Chávez, protagonista del primer golpe mediático, impulsó un canal para contar desde la región lo que allí ocurría y visibilizar a las poblaciones históricamente excluidas de los medios de masas. Aram Aharonian fue el primer director de Telesur, y hoy, once años después de la primera emisión, lo recuerda como el hecho comunicacional más revolucionario de la historia de América Latina. En este momento, la comunicación sigue siendo un elemento fundamental para entender lo que ocurre en un continente en el que los medios de comunicación privados legitiman los intentos de desestabilización contra algunos de los gobiernos elegidos democráticamente.
La entrevista a Aram Aharonian tuvo lugar durante el Foro Latinoamericano y Caribeño de Comunicación Popular y Comunitaria celebrado en la sede de CIESPAL (Quito), en el que se debatió sobre el papel de la comunicación en el nuevo contexto que se vive en América Latina.
-¿A qué hace referencia el concepto de “guerra mediática” y qué ha significado en América Latina?
-Si hace cuarenta años se necesitaban fuerzas armadas para imponer modelos políticos, económicos y sociales, hoy no hacen falta ni tanques ni bayonetas. Hoy solo hace falta control de los medios masivos de comunicación porque ellos imponen imaginarios colectivos que van adocenando y conquistando las sociedades. Las guerras mediáticas han tenido sus primeros globos ensayo a principios de milenio en Venezuela, un golpe que fue tan mediático que al día siguiente no se dio información y solamente se supo que cambiaban las cosas porque la prensa internacional cubría lo que iba aconteciendo. Más tarde tuvimos hechos en Bolivia, Ecuador y, después, los golpes de Paraguay y Honduras; el año pasado la desestabilización financiera en Argentina y tenemos ahora el golpecito en Brasil. Pero no se trata únicamente de los medios. Los medios de comunicación son el caballo de Troya de los grupos empresariales, y ahí están metidos no solamente los medios de comunicación, sino un aparato judicial comprometido totalmente con los intereses de esos grupos fácticos que existen en todos los países.
Lo singular de esta guerra mediática, que no está hecha solo por los medios locales, es que las notas básicas realmente se producen en el exterior y son replicadas por los medios locales, que han perdido credibilidad. Un medio extranjero le da credibilidad a lo que se diga. Han servido hasta ahora en la construcción del imaginario colectivo, y de cambios rotundos en procesos políticos. Hay una desestabilización en varios países que está obviamente sustentada sobre mentiras, medias verdades, manipulaciones y desinformación por parte de estos medios hegemónicos.
-Una de las estrategias para hacer frente a esta “guerra mediática” en América Latina fue la aprobación de leyes dirigidas a democratizar la comunicación, romper los monopolios mediáticos e incorporar nuevos actores al escenario comunicacional. ¿Qué han conseguido estas leyes? ¿Cumplieron su objetivo?
-Sí y no. Si lo que se quería era una ley de comunicación, se consiguió. Una ley es un marco jurídico que permite hacer cosas que quizá antes estaban prohibidas o que impide hacer cosas que antes estaban permitidas. Es un marco jurídico, pero el cambio en la comunicación no lo hace una ley, la ley sólo va a permitir hacerlo. Creo que ese fue el problema mayor, que incluso se pone el énfasis en la distribución de las frecuencias, cuando ese no debería ser el énfasis. La distribución porcentual de frecuencias no garantiza la democratización de la comunicación. Se hizo pensando que todo el mundo tuviera voz e imagen, algo que ninguna ley garantiza. Creo que hay una incapacidad dentro del campo social y popular para organizarse, formar medios, unirse y producir contenidos. Hay escasos contenidos nuevos dentro de las radios y televisiones después de nueve años de ley en Argentina, por ejemplo. No hay contenidos en absoluto.
-Desde la llegada al poder de Mauricio Macri en Argentina las tendencias más conservadoras han logrado diferentes victorias en el continente. ¿Cuáles son las perspectivas del nuevo escenario para la comunicación alternativa y popular, para los actores que recibieron el apoyo de los gobiernos progresistas de la región?
-Seguirán haciendo lo mismo, pero con muchas más dificultades. Lo fundamental es mostrar que esas verdades mediáticas que las fuerzas conservadoras imponen no son verdades. Hay que democratizar los medios, dando la mayor cantidad de voces posibles que demuestren que todo eso es una falacia, una mentira, una verdad fabricada. Siempre recuerdo el año 1991, cuando estuvimos convencidos de que en la primera guerra en transmisión en vivo, que fue la de Irak, habían bombardeado Bagdad. Pero no, cinco años después nos dimos cuenta de que tuvieron que invadirlo después, pero lo que habían mostrado en aquel momento habían sido fuegos de artificio en vivo y en directo para todo el mundo.
Así nos han mostrado una gran cantidad de realidades virtuales que no existieron nunca y que nosotros tenemos asumidas como verdades absolutas, a pesar de que no existieron nunca. ¿Qué se puede hacer? Tejer mejor las redes de medios populares, compartir contenidos, dar fuerza a los mensajes. La repetición y masificación de mensajes hace que la suma de medios se vuelva medio masivo; perder la identidad de marginalidad, ya que si uno asume que es marginal está condenado al fracaso, debe asumir que tiene que buscar la masificación de sus mensajes de distintas formas. La masificación no quiere decir que le llegue a todo el mundo, si no que pase más allá de lo específico de su cuadra, y creo que hay que formarse para eso. Hay que profesionalizarse y eso no significa cobrar, si no saber manejarse de la mejor forma posible con los instrumentos y herramientas que tiene para desarrollar la profesión y saber para qué está haciendo comunicación.
-Usted llevó a cabo el proyecto de sacar al aire la primera televisión regional de América Latina, Telesur. ¿Qué ha significado Telesur para el continente y para la integración de sus países?
-Primero, demostrar que sí se puede. Esa utopía no se alcanzó, pero se caminó cerca. Hubo un cambio radical de las verdades en América Latina. Ahí comprendimos qué significa lo alternativo. Durante diez años, la única voz, la única imagen televisiva de América Latina la daba CNN en español, nunca hubo una persona negra ni india, parece que no existían, estaban totalmente invisibilizadas, ninguneadas y ocultadas. Y la salida al aire de Telesur como voz alternativa exigió también a CNN cambiar, y tuvo que transmitir la ceremonia indígena de asunción de Evo Morales, y de ahí el golpe de estado de Honduras, dando su speech, pero tomando las imágenes de Telesur. Significa un cambio y demostración de que lo alternativo es importante para conocer lo que realmente pasa. Todo aquello que estaba oculto tuvo que salir a la luz.
Si Telesur cumplió o no con sus objetivos, es otro problema, pero el solo hecho de su existencia es el hecho comunicacional más revolucionario de la historia de América Latina. De ahí en adelante, es otra época.
-Precisamente, Telesur fue objeto de crítica de las fuerzas conservadoras de la región, especialmente, del presidente Mauricio Macri en Argentina.
-Siempre digo que cuando había dictadura en nuestros países, nosotros hacíamos lo posible por escuchar Radio Rebelde de Cuba. Con las grandes posibilidades que hay ahora, si alguien quiere ver Telesur, lo va a ver. No le está haciendo daño, le está haciendo publicidad. Creo que nadie habló tanto de Telesur en Argentina como después de la decisión de Macri. Creo que ellos sí hicieron lo que entienden por libertad de expresión: cerrar medios, cerrar accesos. Quieren una verdad única y esa es la idea del neoliberalismo, tiene que haber una sola voz, una sola imagen, y con eso nos tenemos que contentar todos.
-¿Cree que las victorias logradas por las fuerzas conservadoras de la región están conduciendo a un fin de ciclo? ¿Se está a tiempo de revertir esta tendencia?
-Primero hay que hacer una fuerte autocrítica; segundo, reorganizarse; tercero, entender que no existe década ganada. ¿Ganada para qué? Si no hay discursos, si no hay mensaje para futuro, no estamos construyendo nada. Primero hay que construir con la gente, por ejemplo si se trata de una redistribución de riqueza no hay nada ganado, es una justicia, y hay que construir un futuro. La década ganada se volteó con un solo eslogancito: “Cambiemos”, que hablaba de un futuro distinto. Lamentablemente la izquierda no sabe construir futuro, incluyendo la izquierda del Gobierno kirchnerista. Los bolivarianos también siguen diciendo “porque se dio acceso a la vivienda, porque se dio acceso a esto…”.
Diste el acceso a los derechos, ¿y ahora qué? La construcción de futuro se hace teniendo presente la memoria histórica para saber dónde basarte y de ahí tomar impulso para saber dónde vas, pero no sirve como cosa nostálgica. Hay que pensar en futuro, tener planes para futuro. Hemos tenido algunos gobiernos que lograron darle acceso al consumo a una cantidad de ciudadanos y ciudadanas que antes no tenían. Esa no es una transformación socialista ni nada por el estilo. ¿Y después qué? En todo caso hay que repensar qué es lo que se quiere. Si es el poder, qué se hace con el poder fáctico que existe en todos los países, que no son solamente las grandes corporaciones y los medios, sino un conglomerado de jueces, tribunales, fiscales y policías. En América Latina hay que repensar muchas cosas, incluida qué es la izquierda.
La autora es integrante del consejo de redacción de Pueblos – Revista de Información y Debate.
MIÉRCOLES 20 DE JULIO DE 2016 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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