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XENIA RECUERDA A RAÚL

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NOTICIAS Y PENSAMIENTOS

COMCOSUR AL DÍA – AÑO 15 – Nº 1973

Viernes 22 de Mayo de 2014

Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares

COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR

http://nuevo.comcosur.org/

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HOY:

1) Qué falta que me hacés

Reportaje de Gerardo Tagliaferro a Xenia Itté

2) Frentistas por “la baja”.

3) Decenas de millones de dólares desembarcan en La Coronilla

4) Ley de medios antes de las elecciones

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«Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza.

Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, que hay oportunidades

para cambiar las cosas, entonces hay una posibilidad de que puedas

contribuir para hacer un mundo mejor. Esa es tu alternativa».

Noam Chomsky

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1) Qué falta que me hacés

Reportaje de Gerardo Tagliaferro a Xenia Itté

(Montevideo Portal)

“Siempre que voy al cementerio encuentro flores. Parece que hubiera
como una peregrinación, a veces le dejan alguna esquela pidiéndole
cosas”, recuerda Xenia Itté, viuda de Raúl Sendic. La ex
guerrillera respondió Las 40 de Gerardo Tagliaferro.

En la oscuridad atravesada por los reflectores, el humo de los
disparos le da a la escenografía un relieve casi pop. Hay olor a
pólvora en el ambiente, pero se ha producido un alto el fuego. Una
muchacha joven, de unos 30 años, avanza por el pasillo con los brazos
en alto bajo el sediento acecho de los fusiles. Está descalza y
tiembla, tiene miedo. Cuando llega a la vereda, un aluvión de golpes,
insultos y empujones le corta el paso y el aliento, y la obliga a
pararse con las manos arriba contra la pared. Entonces ella lo escucha
gritar, desde el fondo del pasillo, lo que minutos antes le había
anunciado sin inmutarse: «Soy Raúl Sendic y no me voy a entregar».

El estruendo sacude otra vez la noche y poco después -nunca podrá
saber qué tan largo fue ese instante- él es arrastrado afuera,
sangrando a borbotones. Cayó Raúl Sendic, el más buscado, el que
tenía que caer para sellar la debacle de esa guerrilla que tan solo
unos meses antes parecía invencible.

Esto fue hace más de 40 años. La muchacha descalza en el pasillo se
llama Xenia Itté y es esta señora que hoy está sentada frente a
mí, en el living de su casa en las afueras de San Jacinto, donde vive
con su actual compañero.

Hace pocas semanas, cuando se cumplieron 25 años de la muerte de
Sendic, Xenia fue centro de las actividades que se organizaron para
homenajear al fundador del MLN-Tupamaros. Volvió a recordar entonces
aquella noche del 1° de setiembre de 1972 y las muchas noches y días
que pasó con quien fue su pareja hasta que murió en abril de 1989,
en la cama de un hospital de París.

No le gusta revelar su edad, pero probablemente tenga más de la que
aparenta. Habla de sus arrugas pero si existen, están bien
disimuladas. «Alguna vez fui joven» dice, y se ríe al recordar a la
chica que un día vio llegar en motoneta a la radio de Bella Unión,
donde trabajaba, a aquel procurador que quería contratar un espacio
en el que difundir el mensaje de los cañeros. Orden de la dirección:
ella debía censurar sus audiciones, pero presintió desde el comienzo
que aquel encuentro iba a cambiar su existencia. Terminó siendo su
compañera, en la lucha y en la vida.

Un cuarto de siglo después de ver morir a ese hombre que amó y
acompañó hasta el final, dice que su presencia «nos hace falta»
cuando habla del gobierno que hoy encabeza uno de los lugartenientes
de Sendic y que compartió con él sueños y tiros, cárcel y fugas,
templanza y desmesuras. Y recuerda poemas de amor que le escribía
aquel enemigo público desde la penumbra de la clandestinidad, o
sentencias como una que también ha evocado, por estos días, el hijo
del guerrillero: «Si nos ponemos a discutir sobre nuestras
diferencias, podemos pasarnos la vida discutiendo. Si nos ponemos a
trabajar sobre nuestras coincidencias, nos pasaremos la vida
trabajando».

1) Sos una de las dos mujeres que aparece en una célebre foto de la
salida de la cárcel, con el puño en alto, saludando a la multitud,
en marzo de 1985.

Sí, soy yo. Cuando ven esa foto me preguntan siempre qué estoy
diciendo. Y lo que estoy diciendo es «gracias pueblo». Recuerdo
perfectamente ese día, los milicos decían «no saquen los brazos
porque se los van a arrancar». Salimos en la camioneta desde el
subsuelo de Cárcel Central, por la rampa que da a San José y
justamente, yo abrí rápidamente la ventanilla y saqué la mano…
casi me arrancan el brazo, efectivamente, me quedó lleno de
hematomas. Pero bueno, era muy lindo porque fue la gente la que me
hizo eso, no fueron los milicos (se ríe).

2) Habías estado 13 años presa.

Sí. Estuve detenida antes, caí en el 71, y fui una de las 37 que nos
fugamos por las cloacas, en la fuga conocida como «La estrella».
Estuve clandestina desde el 71 hasta que caí con Raúl el 1° de
setiembre del 72. Salí con la amnistía, el 10 de marzo de 1985.

3) ¿Cómo es la vida de un clandestino? Muchas veces uno se imagina
que está enterrado en algún lugar, sin salir a la calle.

No, no. Cuesta bastante porque tenés una doble vida. Tenés que estar
constantemente pensando en que estás con un documento falso, que
donde te agarre una «pinza» tenés que responder. Eso en la primera
época, porque después del 14 de abril (de 1972) prácticamente todos
los compañeros que quedábamos afuera andábamos armados. Ahí te
jugabas mucho, sabías que te esperaba la cárcel o la muerte.

4) Eras muy joven.

Bueno sí, en algún momento fui joven (se ríe). Pero mirá, cuando
estuve en la cárcel las compañeras más jóvenes me decían cómo
era que yo podía mantener mi espíritu… siempre fui una persona
alegre. Compañeras que cayeron muy jovencitas se sorprendían, y yo
les decía que viví todas las etapas de la vida plenamente. Nací y
me crié en el Interior, tuve muchos hermanos varones y mujeres,
compartía todos los juegos y mis padres eran muy unidos. Todo eso te
da fortaleza de espíritu. No solo te la da el haberte formado, saber
mucho de teoría, te la da sobre todo las vivencias que has tenido. Y
yo viví plenamente mi infancia, mi juventud.

5) Sos de Bella Unión y ahí conociste a Sendic, cuando él fue a
organizar a los cañeros.

Exactamente, yo trabajaba en la radio de Bella Unión, que era de
Jorge Batlle, y ahí fue Raúl a pedir la audición para UTAA. Recién
llegaba, me acuerdo que andaba en una motoneta. Se presentó y le dije
que tenía que consultar al director de la radio. Cuando volvió por
la contestación le dije: «Mire, tiene que traer el contenido de las
audiciones por escrito». «¿Usted me las va a censurar?» «Las tengo
que leer porque esa es la orden que tengo». Ahí puso un tono
socarrón y me dijo: «Muy bien, así que me va a censurar las
audiciones». «No puede hacer ataques personales a los comisarios, al
juez, a las autoridades del pueblo» le contesté.

«Caí en el 71, y fui una de las 37 que nos fugamos por las cloacas,
en la fuga conocida como ‘La estrella'»

6) Tenías que tachar el 70 por ciento de la audición.

Sí, claro (se ríe).

7) ¿Qué eras tú políticamente en ese momento?

Nada. Simplemente vivía como Raúl describió en un poema: «Sumido en
un tiempo de suave cadencia, de un ‘no pasa nada’, de un amor sin
trascendencia, tuve la vaga conciencia de existir y no ser nada». No
era nada, pero tuve el presentimiento de que Raúl iba a cambiar mi
vida, porque el pueblo era muy apacible y ya me parecía que todo eso
de organizar a los cañeros iba a traer algunas complicaciones. Y
además que yo iba a tener que optar.

8) ¿Cuándo hiciste esa opción?

Enseguida te diría, porque se instaló el campamento de UTAA en el
pueblo y ya empezaron todas las movilizaciones con cortes en las
rutas, estaba bastante salado el pueblo. Yo tenía un cachilo, un Ford
A y siempre alguna cosita me pedían para hacer, así que de a poco me
fui comprometiendo.

9) ¿Recordás el momento preciso en que te integraste al MLN?

Yo me quedé en el pueblo trabajando en la radio y estudiaba
Magisterio libre. Daba los exámenes a fin de año, cuando iban las
mesas de Montevideo a Artigas o Salto, y después cuando me recibí ya
en mi pueblo no podía hacer nada. Si quería hacer algo por la
organización (se refiere al MLN) en el pueblo estaba muy quemada.
Así que me vine a Montevideo. Un día me dan un contacto, «alguien
que quiere verte» me dicen, y me lo encuentro a Raúl. Él ya era
requete buscado y el contacto era frente a una comisaría. Me acuerdo
bien. Yo dije «vamos en cana», y él me dijo «no te preocupes, no pasa
nada». Él siempre se movía con mucha seguridad.

10) La noche que te detienen en la Ciudad Vieja junto a Sendic y otro
tupamaro estaban a punto de dejar ese local porque sabían que era
cuestión de horas que cayera.

Ah sí. Nosotros veníamos disparando ya con otro compañero, y ya nos
íbamos para el Interior porque Raúl decía que era más seguro. Ese
compañero salió a hacer unas compras y no apareció. Sabíamos que
si no aparecía a determinada hora era que había caído y entonces
teníamos que rajar. Llovía a cántaros y nos quedamos debajo de unos
árboles, tapados con nailon y de madrugada tomamos un ómnibus para
la Ciudad Vieja. Pero yo le decía a Raúl: «Tengo el presentimiento
que caemos». Fui yo adelante, él se quedó un poco más atrás
mirando qué pasaba. Si yo le hacía una seña que teníamos prevista
estaba todo bien. Y bueno, así fue que llegamos a ese local de
Sarandí 229.

«Después del 14 de abril (de 1972) prácticamente todos andábamos
armados. Te jugabas mucho, sabías que te esperaba la cárcel o la
muerte»

11) ¿Recordás sus entradas al cuartel del Batallón Florida, en el
Buceo, sobre las que se ha hablado y escrito mucho en todos estos
años?

Sí, recuerdo que un día me dijo que los compañeros lo habían
citado, era en la época de las conversaciones con los milicos, cuando
la tregua (de 1972). Y recuerdo que lo acompañé hasta determinado
lugar y le dije «mirá que no salís más de ahí». «Salgo sí, van a
cumplir», me contestó él. Esa noche me trajo algo escrito y me dijo:
«Mirá lo que encontré en un calabozo, estos versos». Y decía:
«Morir al cabo no es gran cosa. Malo es estar libre y ser esclavo,
malo es ser libre y estar preso. Hay quien muere agonizando doce meses
en un lecho y quien muere cantando con diez balas en el pecho».

12) ¿Esos versos estaban escritos en la pared de un calabozo?

Sí, ahí en el Florida. Recuerdo que me dijo: «Piden mi rendición,
pero yo no me voy a entregar. Están muriendo compañeros y yo me voy
a quedar peleando. Además te digo una cosa: nunca los milicos van a
cumplir con lo que están proponiendo». Porque ellos ofrecían
determinadas cosas a cambio de que Raúl se entregara.

13) Volviendo a la noche de la caída, ¿qué recuerdos tenés? Me
imagino que en una situación como la que se dio, el recuerdo debe
estar metido dentro de una nebulosa.

Sí, yo siempre digo que siento que eso le sucedió a otra persona,
que yo no soy la protagonista de todas estas cosas. Cuando nos dan la
voz desde afuera de que salgamos, se inicia el tiroteo. Estábamos muy
en inferioridad de condiciones, no teníamos armas largas… no sé
qué pensaban los milicos que podíamos tener, dirían que si estaba
Raúl ahí deberíamos tener un arsenal. Viendo cómo venía todo,
Raúl nos dice que nos entregáramos nosotros, Ramada y yo.

14) ¿Les dijo qué iba a hacer él?

Sí, sí, que se iba a quedar peleando. Sí, recuerdo bien, además
con una gran serenidad. Eso es lo que siempre rescato de Raúl, esa
entereza. Lo dice el oficial que comandó el operativo en una
entrevista que salió: él parecía el dueño de la situación, a
pesar de que estábamos en inferioridad absoluta.

15) ¿Tuviste miedo?

Sí, sí… no sabía qué iba a pasar.

16) ¿Tenías experiencia? ¿Habías disparado un arma?

Sí. Si no, ¿para qué iba a tenerla? Pero no era un cuadro ni mucho
menos. Había un pasillo que daba a la calle y cuando salí me
parecía que había estado siglos recorriendo ese pasillo. Primero
salió Ramada, Raúl gritó: «Se va a entregar un compañero, tienen
que respetar su vida». Ahí paró el tiroteo y dijeron «que salga con
las manos en alto». Salió y acto seguido dijo otra vez: «Va a salir
una compañera, tienen que respetar su vida». Yo me puse un pañuelo y
salí. Me acuerdo que en esos momentos buscaba unas zapatillas y no
las encontraba. «Ay Raúl no encuentro mis zapatillas», le digo.
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