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¿RESTAURACIÓN CONSERVADORA EN AMÉRICA LATINA?

1) ¿Restauración conservadora en América Latina?
2) Brasil ante sueño o espejismo de una presidenta negra y amazónica
3) De cómo Estados Unidos ha gestado al Estado Islámico
4) La NSA ayudó a Turquía a matar rebeldes kurdos
5) Lesoto: ¿otra mancha en el espejo en África austral?
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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL
REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS
AÑO 14 – Nº 687 / Lunes 8 de Septiembre de 2014
Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
Apoyo técnico: Carlos Dárdano
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
1994 – 19 de junio – 2014
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que
niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo
hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese
monopolio es central.” Emir Sader
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1) ¿Restauración conservadora en América Latina?
Emir Sader (Alai)

El fracaso del golpe militar en contra del gobierno de Hugo Chávez en 2002 dejó a la derecha latinoamericana prácticamente desarmada frente a la proliferación de gobiernos progresistas en el continente. Desde entonces solo ha logrado recuperar a dos gobiernos – los de Honduras y Paraguay -, mediante golpes blandos, frente a procesos que no lograban todavía consolidarse.

Pero recientemente hay muestras de procesos de recomposición de fuerzas conservadoras en países de gobiernos progresistas en el continente. Las amenazas a la continuidad en países como Brasil, Uruguay, Argentina, así como problemas enfrentados en Venezuela y, de forma distinta, incluso en Ecuador, apuntan a un fenómeno de ese orden.

¿En qué consisten esos intentos conservadores y cómo se dan?

Hay elementos comunes entre ellos: el rol desestabilizador de los medios de comunicación privados, con la fuerza que su control monopolista propicia. Campañas de denuncias de supuestas irregularidades de los gobiernos, que sirven para debilitar su imagen frente a la opinión publica, así como para descalificar los Estados, gobiernos, partidos, política, como forma indirecta de ensalzar el mercado y las grandes empresas privadas. Una acción que busca crear climas de pesimismo en el plan económico, de desánimo, de desaliento, que baje la misma auto estima de las personas. Sin esa acción del que funge como partido de oposición, no sería posible ningún intento de recomposición conservadora en nuestros países.

En base a la fuerza que acumule ese tipo de acciones, se busca proyectar candidatos que representarían la antítesis de los gobiernos progresistas, aunque tengan que reconocer éxitos de esos gobiernos, sobretodo en el área social, cuyos principales programas ellos dicen que van a mantener. Para lo cual necesitan caras jóvenes, “nuevas”, que representarían una renovación de la política y de los partidos, que ellos atacan todo el tiempo.

Sus caras pueden ser distintas – Marina da Silva en Brasil, Luis Lacalle en Uruguay, Héctor Capriles en Venezuela, Mauricio Rodas, alcalde de Quito, en Ecuador, Sergio Massa en Argentina -, pero todos intentan presentarse como “novedades”, personajes que renovarían la política. Tienen todos, por detrás, al gran empresariado y sus intereses mercantiles, en contra de los intereses públicos y de los derechos sociales conquistados en estos años. Tienen alianzas internacionales que tienen a Estados Unidos como su referencia central, en contra de las políticas de integración regional y de intercambios Sur-Sur.

La experiencia de Sebastián Piñera en Chile fue un primer intento de ese tipo, con un empresario de éxito en la esfera privada, como supuesto mejor gobernante para el Estado. Su fracaso demuestra cómo esas nuevas caras apenas reproducen los viejos programas de la derecha tradicional y terminan fracasando.

Significativamente, las alternativas que se presentan con alguna fuerza en los países progresistas, están todas a la derecha de los gobiernos, confirmando que las fuerzas que dirigen esos procesos copan el campo de la izquierda y de parte del centro. Los grupos de ultra izquierda, en todos esos países, nunca han logrado conformar alternativas, dejando que ese rol sea jugado siempre por fuerzas de derecha.

Sin embargo, ya no es posible el camino liso y llano de golpes militares al estilo de décadas atrás, la derecha se vuelca hacia los procesos electorales, con grande maquinarias de publicidad, valiéndose además de los medios privados de comunicación como su arma esencial.

El éxito que puedan tener suponen, siempre, errores de esos mismos gobiernos, el más destacado entre ellos es la no democratización de los medios de comunicación, lo cual permite a la derecha disponer de un gran arma de acción. Pero hay también errores en las políticas económicas, con sus efectos en las políticas sociales – bastión fundamental del prestigio y del apoyo obtenido por esos gobiernos. Asimismo, cuando fallan las políticas sociales – a veces también por el efecto de la inflación, se pierde apoyo popular.

En las elecciones de este y del próximo años, algunos de esos intentos conservadores se juegan todas sus fuerzas, como son los casos de Brasil, Uruguay, Argentina, dado que en Bolivia todo indica que esas fuerzas están derrotadas antes mismo de la fase final del proceso electoral, que debe llevar a la reelección de Evo Morales.

Brasil es un caso significativo, por la proyección que tiene el país en el plano internacional, así como por el peso del Présal para su futuro. La candidata originalmente ecologista, se proyecta como la nueva derecha, que ataca directamente la política externa de Brasil, así como el peso del Presal, así como propone la tradicional tesis de la derecha de la independencia del Banco Central, apoyada por todos los medios de comunicación privados.

La forma cómo las fuerzas progresistas pueden neutralizar esos intentos conservadores disfrazados de “nuevos”, es avanzando en la democratización de los medios de comunicación, así como hacer las readecuaciones en los políticas económicas y sociales, no para retroceder, sino para avanzar en el camino victorioso en América Latina, en que los procesos de integración tienen que ganar, finalmente, la prioridad, siempre anunciada, pero nunca asumida efectivamente por sus gobiernos. El camino es el desarrollo económico con distribución de renta, otorgar un rol protagónico al Estado y dar prioridad a la integración regional y a los intercambios Sur-Sur.

– Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas Públicas de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj).

LUNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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2) Brasil ante sueño o espejismo de una presidenta negra y amazónica
Mario Osava (IPS)

Muchos factores y analistas apuntan al posible triunfo de Marina Silva como la primera mujer negra y amazónica en ascender a la Presidencia de Brasil, pero las campañas electorales brasileñas suelen sufrir vuelcos inesperados en este país, como el que la hizo favorita en las últimas semanas.

Como candidata opositora, Silva se beneficia de la coyuntura económica. Recesión en el último semestre, inflación elevada, deterioro fiscal y cuentas externas amenazadoras socavan la reelección de Dilma Rousseff, primera mujer a presidir el país, desde 2011. Los economistas más mediáticos le atribuyen la culpa a su propia mala gestión. Las encuestas registran un sostenido avance de Silva, desde que ella sustituyó al candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB), Eduardo Campos, muerto en accidente aéreo el 13 de agosto.

Ella empataría con Roussef en los comicios del 5 de octubre, según los resultados de dos sondeos publicados el miércoles 3, y la superaría en la segunda vuelta, fijada para el 26 de octubre, con una ventaja de siete puntos porcentuales, 46 a 39 en una encuesta y 48 a 41 en otra. Silva supo captar, mejor que nadie, el descontento popular manifestado en las masivas movilizaciones callejeras de junio de 2013, una especie de rebelión de “indignados” brasileños contra los políticos en general. Su empuje, sin embargo, desaceleró desde finales de agosto.

“El deseo de cambio” en la sociedad es uno de los factores cuya suma hacen “irreversible” la tendencia favorable la opositora, dijo intuir Demetrio Valentini, un influyente obispo católico, en entrevista al diario económico Valor. De todas formas, dos mujeres como las principales postulantes es una gran novedad en la política brasileña, cuyo dominio masculino se refleja en el parlamento, donde la representación femenina no alcanza 10 por ciento de los escaños.

La reelección de Rousseff parecía casi segura hasta la segunda semana de agosto, cuando se estrelló el avión de Campos, poco conocido nacionalmente pese a la gran popularidad en el estado nordestino de Pernambuco, que gobernaba desde 2007. La irrupción de Silva, su compañera de fórmula como candidata a la Vicepresidencia, trastornó el proceso. Su arrastre electoral se conocía desde los comicios presidenciales de 2010, cuando obtuvo 19,6 millones de votos, o 19,3 por ciento del total de sufragios como abanderada del pequeño Partido Verde (PV).

La sorpresa la catapultó como la lideresa opositora, desplazando a Aecio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), que durante 20 años fue la alternativa de poder al Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff y del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011). Ayudó también que Silva supo captar, mejor que nadie, el descontento popular manifestado en las masivas movilizaciones callejeras de junio de 2013, una especie de rebelión de “indignados” brasileños contra los políticos en general.

Uno de los efectos del brote de protestas fue tumbar los altos índices de aprobación de que disfrutaba el gobierno. Rousseff recuperó parte de su popularidad, pero sin superar un fuerte rechazo de parte del electorado, que es su talón de Aquiles en una segunda vuelta electoral. Según el sondeo publicado el miércoles 3 por el Instituto Brasileño de Opinión Pública, 31 por ciento de los entrevistados dijeron que no votarán por la presidenta en ninguna hipótesis, un índice que cae a 12 por ciento con Silva, probable heredera de la gran mayoría de los votos de candidatos excluidos de la segunda vuelta.

El bajo crecimiento económico durante su gobierno conspira contra Rousseff, especialmente porque la situación se agravó este año. El producto interno bruto cayó 0,2 por ciento en el primer trimestre y 0,6 por ciento en el segundo, siempre en comparación con el trimestre anterior. Dos trimestres seguidos de caída significan recesión, término electoralmente negativo que el gobierno busca eludir. El desempleo sigue en los niveles históricos más bajos y las inversiones extranjeras directas continúan elevadas, se arguye.

Pero algunos hechos son corrosivos. El índice de inversiones cayó a 16,5 por ciento, un nivel que condena el país al estancamiento en 2015. La industria vive una decadencia creciente y desde el año pasado bajan también los precios mundiales de productos agrícolas y mineros, que sostenían el superávit comercial brasileño. La inflación persiste en cerca de 6,5 por ciento interanual, en el límite de tolerancia de dos puntos porcentuales sobre la meta fijada de 4,5 por ciento, pese a las altas tasas de interés, subsidios a los combustibles y la sobrevaluación cambiaria para contener los precios.

La energía eléctrica, el sector sobre cuya gestión Rousseff impulsó su carrera política, se hizo más cara dos años después que la presidenta adoptó medidas con la promesa de abaratarla. Una prolongada sequía en la mayor parte de Brasil incrementó el riesgo de apagones, poniendo en cuestión su política energética. Gran parte del empresariado pasó a la oposición en los últimos años. Eso se refleja en los índices bursátiles, que suben cuando las encuestas señalan descenso del oficialismo.

Pese a todo, militantes del PT confían en un triunfo en la segunda vuelta, evaluando como pasajera la “oleada marinista”. “El tsunami viene y vuelve”, comparó Jorge Nahas, excoordinador de políticas sociales en la alcaldía de Belo Horizonte, capital del sureño estado de Minas Gerais, cuando estaba bajo gobierno del partido gobernante. La confianza se basa en la fuerza electoral de los programas sociales ejecutados por los gobiernos del presidente Lula y Rousseff y que sacaron decenas de millones de brasileños de la pobreza. Solo el plan de la Beca-familia benefició a más de 14 millones de hogares.

Por las dudas, la campaña de la reelección ataca las debilidades de Silva, especialmente su limitado sostén partidista, que podría repetir los casos de ingobernabilidad de los expresidentes Janio Quadros (1961) y Fernando Collor (1990-1992). Sin apoyo legislativo, el primero renunció antes de cumplir siete meses de gobierno y el segundo fue inhabilitado por corrupción en el segundo año del mandato. Irónicamente, Collor es hoy un senador aliado del PT.

Pero la ingobernabilidad fue un argumento usado también contra Lula, sin éxito, en las elecciones de 2002. “La esperanza vencerá el miedo” fue entonces la respuesta del PT, una consigna que ahora sirve al PSB, contra el PT. Silva, exministra de Medio Ambiente entre 2003 y 2008 y exsenadora en el periodo 1995-2011, es criticada también por su transfuguismo de un partido a otro y su religiosidad evangélica. Su carrera la hizo en el PT, pero pasó al PV para disputar las elecciones de 2010.

Luego, adhirió al PSB el año pasado, al no lograr el registro legal de la Red Sustentabilidad, un partido de formato novedoso, temporalmente “huesped” de los socialistas. Eso la llevó a ser candidata a la Vicepresidencia, hasta la muerte de Campos. Nacida en el amazónico estado de Acre, en una familia de “seringueiros” (extractores de caucho natural), se destacó en la lucha ambiental.

Pero su programa de gobierno, en gran parte heredado del compromiso con el PSB, tiene como prioridad una “nueva política”, una difusa propuesta de reforma hacia una “democracia de alta intensidad”, más participativa. En economía, adoptaría orientaciones ortodoxas, con autonomía del Banco Central y adopción más rigurosa del trípode macroeconómico: metas antiinflacionarias, austeridad fiscal y cambio flotante. Es la “vuelta al neoliberalismo”, según crítica el PT.

Editado por Estrella Gutiérrez

LUNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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3) De cómo Estados Unidos ha gestado al Estado Islámico
Tom Engelhardt (CounterPunch)
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Cualquiera que sea su tendencia política, es muy probable que en estos momentos Vd. no se sienta nada bien respecto a Estados Unidos. Después de todo, estamos viviendo lo de Ferguson (el mundo entero estaba observando), tenemos un presidente cada vez más impopular, un Congreso cuyos índices de aprobación hacen que el presidente parezca una estrella de rock, pobreza creciente, salarios cada vez más bajos y una brecha de desigualdad en aumento, sólo por iniciar lo que podría llegar a ser una larga lista. En el exterior, desde Libia y Ucrania a Iraq y el Mar del Sur de China, nada es de color de rosa para EEUU. Las encuestas reflejan que en el país hay pesimismo, que el 71% de la gente asegura que vamos “por mal camino”. Tenemos toda la pinta de ser una superpotencia pasando una mala racha.

Lo que los estadounidenses necesitan es algo estimulante que haga que nos sintamos mejor, para que podamos creernos inequívoca y realmente buenos. Lo que el Washington oficial necesita en tiempos difíciles es un enemigo bona fide tan asquerosamente malo, tan brutal, tan bárbaro, tan inhumano que, por contraste, nos lleve a pensar lo excepcionales y verdaderamente necesarios que somos en realidad para este planeta.

Justo a tiempo, y cabalgando al rescate, aparece algo nuevo bajo el sol: El Estado Islámico de Iraq y Siria (EIIS), recientemente renombrado como Estado Islámico (EI). Es un grupo tan extremista que incluso al-Qaida lo rechazó, tan brutal que está recuperando las crucifixiones, la decapitación, el submarino y la amputación, tan fanáticos que están dispuestos a perseguir a cualquier grupo religioso que se ponga al alcance de sus armas, tan fuera de toda moralidad como para convertir la decapitación de un estadounidense inocente en un fenómeno de propaganda global. Si Vd. ha encontrado una etiqueta que sea realmente mala, como genocidio o limpieza étnica, probablemente podrá aplicarla a las acciones del EI.

También han demostrado ser tan eficientes que su banda de guerreros yihadíes, relativamente modesta, ha derrotado a los ejércitos sirio e iraquí, así como a la milicia de los pesmergas kurdos, haciéndose con el control de un territorio mayor que Gran Bretaña en el corazón del Oriente Medio. En estos momentos gobiernan al menos sobre cuatro millones de personas, controlan el funcionamiento de los campos y refinerías de petróleo allí existentes (así como sus ingresos y las infusiones de dinero procedentes de bancos saqueados, rescates de secuestros y patrocinadores de los estados del Golfo). A pesar de la oposición que encuentran, parece que están aún expandiéndose y afirman que han establecido un califato.

Una fuerza tan nociva que hay que hacer algo

Frente a tan pura maldad, aunque Vd. sea un alto militar o un responsable de la seguridad nacional, puede que sienta un escalofrío de miedo, pero, de algún modo, también hay algo que le hace sentirse bien. No todos los días se tiene a un enemigo al que su presidente pueda denominar “cáncer”; al que su secretario de estado pueda llamar el “rostro” de la “maldad más fea, salvaje, inexplicable, nihilista y sin valores” a la que “hay que destruir”; que su secretario de defensa pueda denunciar por “bárbaro” y desprovisto del menor “nivel de decencia, de conducta humana responsable… una amenaza inminente para todos nuestros intereses, ya sea en Iraq o en cualquier otro lugar”; que tu presidente de la junta de estado mayor pueda describir como “organización que tiene una visión estratégica apocalíptica del fin del mundo a la que habrá finalmente que derrotar”; ni que un general retirado y antiguo comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán pueda tildar de “flagelo… más allá de los límites de la humanidad [que]… hay que erradicar”.

¡Se habla de una situación que hace que una superpotencia que ha visto días mejores se sienta a la vez bien y mal! Desde luego que ese mal amenazador está pidiendo sólo una cosa: que EEUU intervenga. Le está pidiendo a la administración Obama que envíe a los bombarderos y aviones no tripulados a una guerra aérea de expansión lenta en Iraq y, antes o después, posiblemente, en Siria.

Recae sobre los hombros de Obama organizar una nueva “coalición de los bien dispuestos” entre los diversos partidarios y opositores del régimen Asad en Siria, entre quienes han armado y financiado a los rebeldes extremistas en ese país, entre las facciones étnico/religiosas del antiguo Iraq y entre varios países de la OTAN; le pide que Washington transforme el liderazgo de Iraq (un proceso no hace mucho denominado “cambio de régimen”) e instale a un nuevo hombre capaz de reunir a chiíes, sunníes y kurdos, que ahora están a degüello entre ellos, en una nación capaz de erradicar la marea extremista. Si bien no habrá “botas estadounidenses sobre el terreno”, se exige la presencia de apoderados de diversa índole, aunque el ejército estadounidense tendrá algo que ver naturalmente con el entrenamiento, armas, financiación y asesoramiento. Teniendo enfrente ese mal, ¿qué otras opciones caben?

Si todo esto no les suena extrañamente familiar, debería sonarles. Menos un par de invasiones, los pasos que se están considerando o que ya se están dando respecto a “la amenaza del EI” son un resumen razonable de los últimos trece años de lo que en otro tiempo se llamó la Guerra Global contra el Terror y que ahora no tiene nombre alguno. Con todo lo nuevo que el Estado Islámico pueda ser, conviene hacer un poco de historia ya que el grupo es, al menos en parte, el legado de Estados Unidos en el Oriente Medio.

Denle alguna credibilidad a Osama bin Laden. Después de todo, nos puso en camino hacia Estado Islámico. Él y su banda de harapientos no tenían forma alguna de crear el califato con el que soñaban ni nada que se le pareciera. Pero supo captar que incitar a Washington a algo que parecía una guerra de cruzadas con el mundo musulmán podría ser una forma eficaz de avanzar en esa dirección.

Es decir, antes de que Washington aporte su potencial militar para aplastar completamente al nuevo “califato”, es conveniente hacer una modesta revisión de los años posteriores al 11-S. Empecemos por el momento en el que las torres de Nueva York acaban de derrumbarse, gracias a un pequeño grupo de secuestradores, en su mayoría saudíes, y casi 3.000 personas mueren en el derrumbamiento. En aquel momento, no resultaba difícil convencer a los estadounidenses de que no podía haber nada peor, en términos de pura maldad, que Osama bin Laden y al-Qaida.

Estableciendo un califato estadounidense

A fin de enfrentar esa maldad sin igual, EEUU fue oficialmente a la guerra como si fuera contra una potencia militar enemiga. Bajo la rúbrica de la Guerra Global contra el Terror, la administración Bush lanzó el incomparable poder del ejército de EEUU y sus paramilitarizadas agencias de inteligencia contra… bien, ¿qué? A pesar de esos videos espectaculares de al-Qaida entrenándose en los campos de Afganistán, esa organización no tenía fuerza militar digna de ese nombre, y a pesar de lo que han visto en la serie “Homeland”, tampoco ninguna célula durmiente en EEUU; ni siquiera capacidad para montar operaciones de seguimiento a corto plazo.

Es decir, que mientras la administración Bush hablaba de “drenar el pantano” de los grupos terroristas hasta en sesenta países, se despachó al ejército estadounidense contra lo que esencialmente no eran sino “quimeras” que representaban en gran medida los propios y conjurados miedos y fantasías de Washington. Así pues, se envió a ese ejército contra bandas de extremistas islámicos en gran medida insignificantes, desperdigadas en grupos pequeños por las recónditas zonas tribales de Afganistán o Pakistán y, desde luego, contra los rudimentarios ejércitos de los talibanes.

Fue algo así como una “cruzada”, por utilizar una palabra que a George W. Bush se le escapó una vez, algo cercano a una guerra religiosa, si no contra el Islam mismo –las autoridades estadounidenses lo dejaron claro piadosa y repetidamente-, entonces contra la idea de un enemigo musulmán, así como contra los talibanes en Afganistán, Sadam Husein en Iraq y después Muammar Gadafi en Libia. En cada caso, Washington congregó una coalición de los bien dispuestos, que iban desde los estados árabes y los del sur o centro de Asia a los europeos, enviando potencial aéreo, que en dos ocasiones fue seguido de invasiones y ocupaciones a escala total, fichando a políticos locales de su gusto para operaciones de “construcción de la nación” en medio de mucha verborrea de autopromoción de la democracia, y construyendo nuevos e inmensos aparatos militares y de seguridad, proveyéndoles de miles de millones de dólares en entrenamiento y armamento.

Mirando atrás, es difícil no pensar en todo esto como una especie de yihadismo estadounidense, así como de un intento de establecer lo que podría haberse considerado un califato estadounidense en la región (aunque Washington lo describiera en términos mucho más amables). En el curso del proceso, EEUU desmanteló y destruyó eficazmente el poder estatal en cada uno de los tres principales países en los que intervino, mientras aseguraba la desestabilización de los países vecinos y finalmente de la región misma.

En esa parte del mundo de mayoría musulmana, EEUU dejó un record muy triste que en este país tendemos por lo general a menospreciar u olvidar cuando condenamos la barbarie de los otros. Ahora estamos concentrados en el horror del video del EI con el asesinato del periodista James Foley, un documento propagandístico claramente diseñado para poner en el disparadero a Washington y activar más la oposición hacia ese grupo.

Sin embargo, ignoramos la librería virtual de videos y otras imágenes que EEUU ha generado, imágenes ampliamente contempladas (o sobre las que se ha oído hablar y discutido) con no menos horror en el mundo musulmán que la imaginería del EI en el nuestro. Para empezar, estaban las infames imágenes con “protector de pantalla” propias del Marqués de Sade de la prisión de Abu Ghraib. Allí, los estadounidenses torturaron y abusaron de los prisioneros iraquíes, mientras creaban su versión icónica propia de las imágenes de la crucifixión. Después hubo videos que nadie (más que los de dentro) vieron, pero de los que todo el mundo oyó hablar.

En ellos, la CIA había grabado las repetidas torturas y abusos a los sospechosos de pertenecer a al-Qaida en sus “agujeros negros”. En 2005, un oficial de esa Agencia los destruyó, para que no se proyectaran algún día ante un tribunal estadounidense. Tenemos también el video del helicóptero Apache publicado por WikiLeaks en el que los pilotos estadounidenses ametrallan a civiles iraquíes por las calles de Bagdad (incluidos dos corresponsales de Reuters), mientras que en la banda sonora se oye cómo la tripulación ríe sus ocurrencias. Tenemos también el video de las tropas estadounidenses orinando sobre los cadáveres de los combatientes talibanes muertos en Afganistán.

Tenemos también las fotos-trofeo con partes del cuerpo de los muertos llevadas a casa por soldados estadounidenses. Hubo películas con grabaciones de las víctimas de las campañas de asesinato de los aviones no tripulados de Washington en las áreas tribales recónditas del planeta (o para “aplastar insectos”, como llamaban los que dirigían los aviones no tripulados a los muertos de esos ataques” y grabaciones similares de combates aéreos de helicópteros. Tenemos por otra parte el video macabro del asalto sobre Abbottabad, Pakistán, que el Presidente Obama, al parecer, presenció en directo. Y eso sólo para empezar a dar cuenta de algunas de las imágenes producidas por EEUU desde septiembre de 2001 de sus diversas aventuras en el Gran Oriente Medio.

Todo eso, las invasiones, las ocupaciones, las campañas de aviones no teledirigidos en varios territorios, las muertes que superan los cientos de miles, el desarraigo de millones de personas enviadas al exilio interno o externo, el gasto de billones de dólares sumados al onírico bin Laden, demostró ser las herramientas por excelencia para el reclutamiento de yihadistas.

Con todo lo que EEUU hizo a partir de iniciar ese proceso provocando insurgencias, guerras civiles, crecimiento de milicias extremistas y el colapso de las estructuras estatales, garantizó asimismo el surgimiento de algo nuevo sobre el planeta Tierra: el Estado Islámico de Iraq y Siria o Estado Islámico actual, así como otros grupos extremistas que iban desde los talibanes pakistaníes, ahora desafiando al estado en ciertas áreas de ese país, a Ansar al-Sharia en Libia y al-Qaida en la Península Arábiga en Yemen.

Aunque los militantes del EI se horrorizarían sólo de pensarlo, son el engendro de Washington. Trece años de guerras regionales, ocupación e intervención jugaron un papel importante para prepararles el terreno. Pueden ser nuestra peor pesadilla (hasta ahora), pero son también nuestro legado, y no sólo porque muchos de sus dirigentes vienen del ejército iraquí que disolvimos, perfeccionando sus creencias y habilidades en las prisiones que levantamos (Campo Bucca parece haber sido el West Point del extremismo iraquí) y ganando experiencia enfrentándose a las operaciones estadounidenses de contraterrorismo en los años del “incremento” de la ocupación.

En realidad, precisamente todo lo hecho en la guerra contra el terror ha facilitado su ascenso. Después de todo, desmantelamos el ejército iraquí y reconstruimos uno que escaparía ante las primeras señales de avistamiento de combatientes del EI, abandonando para ellos almacenes inmensos del armamento de Washington. Destruimos a fondo el Estado iraquí mientras fomentábamos un liderazgo chií que se dedicó a oprimir a los sunníes de tal manera como para crear una situación en la que el EI iba a ser bien recibido o tolerado en zonas importantes del país.

Las locuras de la escalada

Si piensan en ello, desde el momento en que empezaron a caer las primeras bombas sobre Afganistán en octubre de 2001 hasta el momento actual, ni una sola intervención militar estadounidense ha conseguido en modo alguno el efecto buscado. Cada una ha demostrado, con el tiempo y a su modo y manera, ser un desastre, proporcionando terrenos abonados para el extremismo y produciendo otra serie de paneles de reclutamiento para otro conjunto de movimientos yihadíes. Visto de forma lúcida, esto es lo que cualquier intervención militar estadounidense parece ofrecer a esos grupos extremistas, y el EI lo sabe.

No crean que su provocador video con la ejecución de James Foley es el acto irracional de unos locos pidiendo ciegamente que la fuerza destructiva de la última superpotencia del planeta se lance contra ellos. Bien al contrario. Detrás de eso hay un cálculo racional. Los dirigentes del EI comprenden seguramente que el potencial aéreo estadounidense podría hacerles daño pero saben también que, como en un arte marcial asiático en el que la fuerza de un asaltante se utiliza en su contra, la implicación de Washington a gran escala también infundiría un gran poder a su movimiento. (Esta fue la intuición más original de Osama bin Laden).

Reconocería al EI como su máximo enemigo, lo que otorgaría a éste la definitiva credibilidad en su mundo. Llevaría con él los recuerdos de todas esas pasadas intervenciones, de todos esos videos macabros y horrendas imágenes. Le ayudaría a inflamar y a atraerse a más miembros y combatientes. Daría la raison d’être final a un movimiento religioso minoritario que de otra forma podría demostrar que no está tan cohesionado y que, a largo plazo, puede ser muy vulnerable. Daría a ese movimiento el derecho a fanfarronear a nivel global en un futuro lejano.

El ansia del EI era sin duda lograr que interviniera la administración Obama. Y en eso, puede que tengan éxito. Ahora estamos, después de todo, observando una versión familiar de las locuras de la escalada en marcha en Washington. Obama y sus altos funcionarios están claramente en el ascensor de subida. En la Oficina Oval hay un presidente visiblemente reticente, que indudablemente no desea intervenir de forma importante en Iraq (del que retiró orgullosamente las tropas estadounidenses en 2011 con las “cabezas muy altas”) ni en Siria (un lugar donde evitó enviar misiles y bombarderos en 2013).

A diferencia del anterior presidente y su altos oficiales, que tenían toda su confianza puesta en los planes generales para crear una Pax Americana a través del Gran Oriente Medio, el actual presidente y su equipo de política exterior entraron con la intención de manejar lo mejor posible una situación global heredada. El único plan del Presidente Obama, si se le puede llamar así, era salir de la Guerra de Iraq (a lo largo de las líneas ya establecidas por la administración Bush). Fue quizá entonces un signo revelador que, para hacer eso, sintiera que tenía que “incrementar” las tropas estadounidenses en Afganistán. Cinco años y medio después, él y sus altos funcionarios no parecen tener aún planes, no son sino una serie de administradores enzarzados en una lucha impulsiva e irresponsable que desestabilizará el Gran Oriente Medio (y, cada vez más, África y también las tierras fronterizas europeas).

Cinco años y medio después, el presidente está de nuevo bajo presiones y está siendo criticado por toda una variedad de neocon, Mccainitas, y esta vez parece que el alto mando del estado mayor del ejército está evidentemente ansioso de que lo suelten a matar una vez más por todo el planeta, es decir, que están subiendo la apuesta en una mano perdedora. Al igual que en 2009, está hoy cediendo terreno poco a poco. Por ahora, el proceso de “ampliación de la misión” -un término firmemente rechazo por la administración Obama- está en marcha.

Empezó lentamente con el colapso del ejército iraquí, entrenado y abastecido por EEUU, en Mosul y en otras ciudades del norte de Iraq frente a los ataques del EI. A mediados de junio se envió el portaaviones USS H.W. Bush, con más de 100 aviones, al Golfo Pérsico y el presidente envió cientos de soldados, incluidos los asesores de las Fuerzas Especiales (aunque oficialmente no iba a haber “botas sobre el terreno”). También se mostró de acuerdo en enviar aviones no tripulados y otros tipos de vigilancia aérea a las regiones que el EI había tomado, claramente en preparación de futuras campañas de bombardeo. Todo esto estaba sucediendo antes de que el destino de los yasidíes –una pequeña secta religiosa cuyas comunidades del norte de Iraq fueron brutalmente destruidas por los combatientes del EI- desencadenara oficialmente el comienzo de una limitada campaña de bombardeos adecuada a una “crisis humanitaria”.

Cuando el EI, reforzado por el armamento pesado estadounidense capturado al ejército iraquí, empezó a aplastar a la milicia kurda de los pesmergas, amenazando la capital de la región kurda de Iraq y tomando la enorme presa de Mosul, el bombardeo se amplió. Se enviaron más tropas y asesores y el armamento empezó a fluir hacia los kurdos, con promesas de todo lo anterior más hacia el sur, una vez que un nuevo gobierno de unidad se formara en Bagdad. El presidente explicó esta ampliación del bombardeo citando la amenaza del EI dinamitando la presa de Mosul e inundando a las comunidades situadas río abajo, poniendo así supuestamente en peligro la embajada de EEUU en la lejana Bagdad. (Esto fue una historia intentando buscar excusas porque el EI habría tenido que inundar partes de su propio “califato” en el proceso.)

El video de la decapitación proporcionó después el pretexto para poner en la agenda el posible bombardeo de Siria. Y de nuevo un presidente renuente, que va cediendo lentamente, ha autorizado vuelos de vigilancia con aviones no tripulados sobre zonas de Siria en preparación de posibles ataques de bombardeo que puede que no tarden mucho en llegar.

El incremento progresivo de las reticencias

Consideren esto, el incremento progresivo de las reticencias bajo las presiones habituales de un Washington militarizado ansioso de dar rienda suelta a los perros de la guerra. Todo esto se dirige a un pantano de extrañas contradicciones alrededor de la política hacia Siria. Cualquier bombardeo de ese país implicará necesariamente un apoyo implícito, cuando no explícito, al criminal régimen de Bashar al Asad, así como a los escasos rebeldes “moderados” existentes que se oponen a su régimen y a los que Washington podría ahora enviar armas. Esto, a su vez, podría significar entregar indirectamente más armamento al EI. Sumen todo eso y por el momento Washington parece situarse en el camino que el EI ha dispuesto para EEUU.

Los estadounidenses prefieren creer que todo problema tiene solución. Sin embargo, puede no haber una solución obvia o al menos inmediata en lo que se refiere al EI, una organización basada en la exclusividad y en las divisiones en una región que no puede dividirse más. Por otra parte, como movimiento minoritario que ya se ha alienado de muchos en la región, si se le dejara solo, con el tiempo podría estallar o implosionar. No sabemos. No podemos saberlo. Pero tenemos evidencias razonables de los trece últimos años de que es probable que consiga una escalada en la intervención militar estadounidense.

Y tengan en mente una cosa: si EEUU fuera realmente capaz de destruir o aplastar al EI, como nuestro secretario de estado y otros están instando, eso podría resultar siendo cualquier cosa menos una bendición. Después de todo, fue suficientemente fácil pensar, como los estadounidenses hicieron tras el 11-S, que al-Qaida era lo peor que el extremismo islámico tenía para ofrecer. El asesinato de Osama bin Laden se nos presentó como el triunfo final sobre el terrorismo islámico.

Pero el EI vive y respira y crece, y por todo el Gran Oriente Medio organizaciones extremistas islámicas están ganando adhesiones y potencia de forma tal que debería iluminar lo que la guerra contra el terrorismo ha producido realmente. El hecho de que no podamos imaginar algo peor que el EI no significa nada, dado que nadie en nuestro mundo podía imaginar al Estado Islámico antes de que surgiera. El historial estadounidense en estos últimos trece años es una vergüenza. Repetir los mismos hechos no es precisamente una opción.

Tom Engelhardt es uno de los fundadores del American Empire Proyect . Es autor de The United States of Fear y de una historia de la Guerra Fría: The End of Victory Culture . Su último libro, que se publicará en octubre, es: Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single Superpower World (Haymarket Books).

LUNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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4) La NSA ayudó a Turquía a matar rebeldes kurdos
Laura Poitras, Marcel Rosenbach, Michael Sontheimer y Holger Stark
(ICH/The Intercept)
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En una noche de diciembre en 2011, algo terrible ocurrió en el Monte Cudi, cerca de la frontera turco-iraquí. Una parte lo describió como una masacre; la otra como un accidente.

Varios cazabombarderos F-16 turcos bombardearon una caravana de aldeanos esa noche, aparentemente creyendo que se trataba de guerrilleros del separatista Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). El grupo volvía del norte de Iraq y sus mulas estaban cargadas de bidones de combustible y otras cosas. Resultó que se trataba de contrabandistas, no combatientes del PKK. Unas 34 personas murieron en el ataque.

Un dron estadounidense Predator había detectado el grupo, llevando a analistas de EE.UU. a alertar a sus socios turcos.

El vuelo de reconocimiento –del que informó por primera vez el Wall Street Journal en 2012– y sus trágicas consecuencias suministró una perspectiva importante sobre la estrechísima relación de trabajo entre servicios de inteligencia estadounidenses y turcos en la lucha contra separatistas kurdos. Aunque el PKK sigue siendo considerado como organización terrorista por EE.UU. y la Unión Europea, su imagen ha mejorado radicalmente por su reciente éxito en el combate contra ISIS (Estado Islámico) en el norte de Iraq y Siria. Combatientes del PKK –apoyados por ataques aéreos de EE.UU.– se encuentran allí en las primeras líneas contra el movimiento yihadista, y algunos en Occidente propugnan ahora que se arme al grupo y se elimine la etiqueta terrorista.

Documentos del archivo del denunciante estadounidense Edward Snowden que han visto Der Spiegel y The Intercept muestran hasta qué punto EE.UU. se ha involucrado en la lucha de Turquía contra los kurdos. Durante un cierto tiempo, la NSA incluso suministró cada hora a sus socios turcos datos de ubicación de teléfonos móviles de dirigentes del PKK. El gobierno de EE.UU. también entregó a los turcos información sobre flujos de dinero del PKK, y sobre el paradero de algunos de sus dirigentes que vivían en el exilio.

Al mismo tiempo, los documentos de Snowden también muestran que Turquía es uno de los principales objetivos del espionaje de EE.UU. Los documentos muestran que la dirigencia política en Washington, D.C., ha encargado a la NSA que vaticine la “intención de liderazgo” de Turquía, así como que monitoree sus operaciones en 18 otras áreas cruciales. Esto significa que el servicio de inteligencia exterior de Alemania, que fue criticado en las últimas semanas después que se reveló que había estado espiando en Turquía, no es el único servicio secreto interesado en monitorear al gobierno en Ankara.

La ubicación estratégica de Turquía en la confluencia de Europa, la Unión Soviética, y Medio Oriente convirtió al futuro Estado miembro de la OTAN en un socio importante de las agencias de inteligencia occidentales, desde el comienzo mismo de la Guerra Fría. Los documentos de Snowden muestran que Turquía es el más antiguo socio de la NSA en Asia. Incluso antes de la fundación de la NSA en 1952, la CIA había establecido una cooperación de “Sigint”, o inteligencia de señales, con Turquía, desde la década de los 40.

Durante la Guerra Fría, EE.UU. utilizó bases en Turquía primordialmente para realizar vigilancia contra el “bajo vientre de la bestia soviética”, como dice un documento de la NSA. Actualmente, apunta a Rusia y Georgia desde suelo turco, recolectando información en “casi tiempo real”. Desde el estallido de su guerra civil, Siria, el vecino de Turquía, se ha convertido en un enfoque principal de la vigilancia de NSA.

Agentes secretos de EE.UU. también han suministrado durante años apoyo al gobierno turco en su batalla contra separatistas kurdos del PKK. Un documento de máximo secreto de la NSA de enero de 2007, por ejemplo, señala que la agencia suministró a Turquía datos geográficos y grabaciones de conversaciones telefónicas de miembros del PKK que parecen haber ayudado a agentes en la captura o asesinato de los objetivos. “Datos de geolocalización y cortes de voz de comunicaciones del Partido de los Trabajadores de Kurdistán que fueron entregados a Turquía por la NSA produjeron inteligencia actuable que llevó a la muerte o captura de docenas de miembros del PKK en el año pasado,” dice el documento.

La NSA también ha infiltrado las comunicaciones por Internet de dirigentes del PKK residentes en Europa. La inteligencia turca ayudó a allanar el camino para el éxito al suministrar las direcciones de correos electrónicos utilizados por los objetivos.

El intercambio de datos llegó hasta el punto que la NSA incluso dio a Turquía la ubicación de teléfonos móviles de ciertos dirigentes del PKK dentro de Turquía, suministrando información actualizada cada seis horas. Durante una operación militar en Turquía en octubre de 2005, la NSA suministró la ubicación cada hora.

En mayo de 2007, el entonces Director de Inteligencia Nacional Mike McConnell firmó un “memorándum” prometiendo un apoyo más profundo de inteligencia a Turquía. Un informe preparado en ocasión de una visita en abril de 2013 de una delegación turca a la sede central de la NSA en Fort Meade indica que la cooperación en los ataques contra el PKK ha “aumentado en general” desde entonces. La cooperación se ha concentrado sobre todo en el PKK. Agentes de la NSA en Turquía recolectaron más datos sobre el PKK el año pasado que cualquier otro objetivo, con la excepción de Rusia.

Resultó en la creación de un grupo de trabajo conjunto llamado Célula Combinada de Fusión de Inteligencia, un equipo de especialistas estadounidenses y turcos que trabajaban juntos en proyectos que incluían la localización de objetivos para posibles ataques aéreos turcos contra presuntos miembros del PKK. Todos los datos para una ola completa de ataques realizados en diciembre de 2007 se originaron en esta célula de inteligencia, según un cable diplomático del archivo de WikiLeaks.

La profunda relación de trabajo ha continuado bajo la presidencia de Barack Obama. En enero de 2012, funcionarios estadounidenses propusieron apoyar a Turquía en su lucha contra el PKK con diversas medidas, incluyendo acceso a sistemas de reconocimiento de la voz utilizando tecnología de vanguardia que posibilitaban análisis en tiempo real de conversaciones interceptadas. El sistema incluso puede buscar palabras clave e identificar a la persona que está hablando si se ha almacenado previamente una muestra de voz de ese individuo.

La NSA ofreció instalar dos sistemas semejantes para el servicio de inteligencia de Turquía. Por su parte, los turcos suministrarían muestras de voz de una serie de activistas kurdos. En vista de su estrecha y duradera relación con la NSA, escribieron las autoridades de la agencia, veían poco riesgo en el suministro de la tecnología. Los expertos de la NSA solo tenían dudas respecto al suministro a Turquía de la función de búsqueda automática de palabras clave.

La cooperación es dirigida a través de la oficina de Actividad de Relación Especial Turquía (SUSLAT por su acrónimo en inglés), basada en Ankara. Aparte de datos, los estadounidenses suministran a sus socios turcos sistemas completos de intercepción, ayuda en la descodificación, y entrenamiento.

Utilizando su unidad interna de reconocimiento “seguid el dinero”, la NSA también rastrea flujos de dinero del PKK en Europa. Los turcos reciprocan suministrando a los agentes estadounidenses transcripciones escritas de llamados telefónicos hechos por dirigentes del PKK, así como información de inteligencia sobre Rusia y Ucrania.

Pero en verdadero modo de “Espía contra Espía”, la propia Turquía es objetivo de intensa vigilancia incluso cuando coopera estrechamente con EE.UU. – un documento de la NSA describe sin ambages al país como “socio y objetivo”. Los mismos políticos, funcionarios militares, y funcionarios de la agencia de inteligencia con los cuales funcionarios estadounidenses trabajan estrechamente cuando realizan acciones contra el PKK también son considerados como legítimos objetivos de espionaje por la NSA. Con ese fin, aparte de la oficina oficial de SUSLAT y los trabajadores de inteligencia que ha registrado con las autoridades turcas, EE.UU. tiene dos filiales secretas, que operan estaciones de escucha del Servicio Especial de Recolección en Estambul y en la ciudad capital de Ankara.

El grado en el cual la NSA vigila a su socio es manifestado en el Marco de Prioridades de la Inteligencia Nacional (NIPF), un documento que establece las prioridades de los servicios de inteligencia de EE.UU. Actualizado y presentado al presidente cada seis meses, el NIPF muestra la “posición” de un país desde la perspectiva de EE.UU. En la edición de abril de 2013, Turquía es mostrada como uno de los países más frecuentemente vigilados por Washington, con servicios de inteligencia estadounidenses encargados de recolectar datos en 19 áreas diferentes de interés.

El documento coloca a Turquía al nivel de Venezuela –e incluso por sobre Cuba– en términos de interés de EE.UU. en la recolección de inteligencia. Información sobre “la intención de liderazgo” del gobierno turco recibe la segunda prioridad por su importancia, e información sobre las fuerzas armadas y su infraestructura, objetivos de la política exterior, y seguridad energética ocupan el tercer lugar en la lista de prioridades. El mismo marco también menciona al PKK como un objetivo de inteligencia, pero recibe un ranking de prioridad muy inferior.

A partir de 2006, la NSA comenzó una amplia operación de vigilancia –un esfuerzo conjunto de varias unidades de la NSA– con el objetivo de infiltrar los ordenadores de los principales dirigentes políticos de Turquía. Internamente, los funcionarios llamaron la actividad “Plan de Crecimiento del Proyecto Turco”. Tardó seis meses hasta que el equipo logró su objetivo. Un documento celebra el descubrimiento de la “combinación vencedora” e informa que la recolección había comenzado: “¡Lograron el primer éxito de todos los tiempos en la explotación de la red informática contra la dirigencia turca!”

Sobra decir que los servicios de inteligencia de EE.UU. también tenían en la mira a diplomáticos turcos, sobre todo los estacionados en EE.UU. Un documento clasificado de 2010 señala que la NSA vigilaba la embajada turca en Washington, D.C., bajo un programa con el nombre de código “Polvo”. Un proyecto similar para el monitoreo de la representación de Turquía ante las Naciones Unidas operaba bajo el nombre de código “Halcón Negro”.

Analistas tenían acceso al sistema telefónico en la embajada turca y podían intervenir contenidos directamente de los ordenadores. Además, infectaron sistemas informáticos utilizados por los diplomáticos con sistemas de recolección secreta de información. La NSA también instaló software con troyanos en la representación de Turquía en la ONU en Nueva York. Según el documento de la NSA, incluso tenía la capacidad de copiar discos duros completos en la misión en la ONU.

La NSA compartía gran parte de los conocimientos de sus espías con sus socios de “Cinco Ojos” – los servicios de inteligencia británicos, canadienses, australianos, y neozelandeses. Dentro de ese grupo, los británicos ya habían desarrollado su propio acceso a Turquía: la agencia de espionaje GCHQ monitoreaba objetivos políticos en Turquía así como elementos en el sector de la energía.

Un documento clasificado británico señala que en octubre de 2008, GCHQ encargó a agentes la mejora del acceso al Ministerio turco de Energía, así como a empresas que incluían la Petroleum Pipeline Corporation, la Corporación Turca del Petróleo, y la compañía de energía Calik Enerji. La tarea también incluía los nombres de 13 objetivos, incluyendo al entonces Ministro turco de Energía Hilmi Güler.

En 2008, analistas del GCHQ comenzaron a estudiar imágenes satelitales de las azoteas de ministerios y compañías para ver qué tipos de sistemas de comunicación estaban utilizando y las posibilidades de infiltrarlos. Los documentos no indican si estos esfuerzos tuvieron éxito.

El Ministro de Finanzas turco Mehmet Simsek también es nombrado explícitamente en documentos como un “objetivo” del GCHQ, a pesar del hecho de que tenía la doble ciudadanía turca-británica. A pesar de todo, una orden de vigilancia en su contra incluye, entre otras cosas, dos números de teléfonos móviles, así como su dirección privada en Gmail. Al ser cuestionados por periodistas de Der Spiegel, funcionarios del GCHQ dijeron que no comentan sobre los detalles de operaciones.

Cuando el periódico The Guardian publicó un artículo el verano pasado sobre una operación de espionaje planeada contra el ministro de finanzas turco durante su visita a Londres antes de la cumbre del G-20 en 2009, funcionarios en Ankara se indignaron tanto que el Ministerio de Exteriores convocó al embajador británico y criticó la “escandalosa” e “inaceptable” operación. Al ser contactado para una reacción ante las operaciones de vigilancia realizadas por la NSA y GCHQ, un portavoz del Ministerio de Exteriores turco dijo que “cosas semejantes” son discutidas solo a nivel diplomático.

Este artículo fue preparado y publicado en una colaboración entre Der Spiegel y The Intercept. Investigación adicional por Peter Maass.

LUNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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5) Lesoto: ¿otra mancha en el espejo en África austral?
Julio Morejón (Granma)

La atención perdura sobre Lesoto, donde el sábado pasado el Ejército desactivó la Policía, las emisoras y las comunicaciones hacia el exterior, lo que el primer ministro, Thomas Thabane, calificó de golpe de Estado.

Sobre el reino montañoso —rodeado territorialmente por Sudáfrica— están las miradas del continente y en especial de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), cuyos representantes se reunieron con urgencia para definir cómo actuar ante la acción militar. En Pretoria, Thabane y su viceprimer ministro y socio de coalición, Mothetjoa Metsing, se comprometieron a echar andar una hoja de ruta para reabrir el Parlamento, y tras un encuentro entre ambos y la representación de la SADC, el jefe del gobierno retornó a Maseru, la capital de Lesoto.

Thabane cerró el Legislativo en junio pasado por un periodo de nueve meses, tras denunciar el riesgo de que se ejecutara un golpe de Estado en el reino, que es una monarquía constitucional, en la cual el rey Letsie III se desempeña como jefe de Estado. Por definición, la monarquía parlamentaria es una de las formas de gobierno existente, en la que actúa el poder de la realeza en consulta con el Legislativo y el Ejecutivo.

Ante la actualidad institucional de Lesoto, los analistas deliberan que lo ocurrido el sábado es el resultado de la lucha por el control de las fuerzas armadas, componente esencial en la dinámica del país, y que en el caso de África evidencia la vitalidad y solidez de cualquier gobierno. Lo acontecido es la persistencia de una disputa entre los organismos armados para definir hacia dónde se inclina la balanza política: hacia el Ejército, evidentemente el concursante más fuerte o hacia la Policía, que tiene un intercambio más directo con la población y eso podría granjearle influencia en ella.

Según el periódico sudafricano The Times, las relaciones entre el primer ministro de Lesoto, Thabane, y el jefe del Ejército, Tlali Kamoli, se rompieron después que el primero quiso cesar al otro por supuestos planes sediciosos. Medios puntualizaron que poco después de la designación por Thabane, del teniente general Maaparankoe Mahao, al fren­te del Ejército, hombres armados intentaron asesinarlo, y después desapareció del escenario político, hasta este miércoles.

Por su parte, las fuerzas armadas —tras ocupar los cuarteles de la fuerza pública y las estaciones de comunicaciones—, negaron que se tratara de un golpe de Estado y explicaron que fue una acción contra la Policía para evitar la venta de armas a los partidos políticos. La presunta distribución de armas entre partidos conduciría a una escalada de la crisis política interna, pero algunos analistas se refieren a la existencia del gobierno de coalición, que supone un entendimiento en la cúpula. Pero fuera de eso, la unidad es virtual.

Así, el Ejército y sus seguidores respaldan al viceprimer ministro Metsing, y la Policía al primer ministro Thabane. Esa “división de preferencias” puede ayudar a evaluar con mayor precisión lo que hay tras bambalinas en lo que se perfila como un conflicto que lacera la seguridad en la subregión austral africana. El retorno del primer ministro a casa podría cerrar un capítulo complejo en los últimos desempeños del reino, cuyos jefes políticos se comprometieron a trabajar juntos para restaurar la normalidad y la estabilidad.

Tras permanecer cuatro días refugiado en Sudáfrica, Thabane viajó en un carro escoltado por fuerzas de seguridad de ese país y con él regresaron el jefe de la Policía, Khothatso T’sooana, y el nuevo jefe del Ejército, Maaparankoe Mahao, quien sobrevivió el sábado a un intento de asesinato. No obstante, lo que podría ser la vuelta a la normalidad está aún pendiente: cerca de 150 oficiales de Policía permanecen ocultos al temer por su integridad, y el exjefe del Ejército, Tlali Kamoli, aún lo controla, según versiones de prensa.

En fin, persisten los elementos de conflicto, que pese a todo forja la historia reciente del pequeño país, el cual obtuvo la independencia del Reino Unido en 1966, y comenzó en la década de 1970 a sufrir golpes de Estado, y ahora trata de no ser otra mancha en el espejo de África meridional.

LUNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2014 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas
dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en
la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la
clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que
en general las ideas de los que no disponen de medios de producción
intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. Carlos Marx
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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
Coordinación : Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL:
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Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC)
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Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este boletín,
no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur sobre
los temas en cuestión.
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