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MÉXICO ES UNA TUMBA CLANDESTINA

1) La carta de “León” 2) “México es una tumba clandestina” 3) Plan de EEUU no logra frenar al Estado Islámico 4) La tercera guerra de Irak 5) El rearme nuclear del Premio Nobel de la Paz //
POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL
REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS
AÑO 14 – Nº 692 / Lunes 13 de Octubre de 2014
Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
Apoyo técnico: Carlos Dárdano
COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
1994 – 19 de junio – 2014
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) La carta de “León”
Samuel Blixen (Brecha)

Lo que sigue es la historia de una carta que permitió indagar sobre el destino final de un detenido desaparecido. Revela hasta dónde es imperativo trabajar la documentación rescatada de los archivos de la represión con un criterio de apertura y colaboración, que sustituya al actual criterio de secretismo y apropiación de la información.

En los días tensos de enero de 1976, cuando los contactos entre Juan María Bordaberry, Augusto Pinochet, Rafael Videla y Alfredo Stroessner cimentaban la estructura del Plan Cóndor, “León” escribía a máquina una extensa carta que, gracias al espesor casi etéreo de un “papel avión”, pudo ser encapsulada en una “pastilla” que un “correo” trasladó hasta Buenos Aires sin inconvenientes.

La carta iba dirigida “a los compañeros” del Partido Comunista Revolucionario (Pcr) exiliados en Argentina, con noticias internas de la organización y un análisis de la situación política. Estaba fechada el 16 de enero de 1976 y llegó al destinatario, Winston Mazzuchi, unos días después.

Mazzuchi y Nebio Melo Cuesta asistieron, en el anochecer del 8 de febrero, a una reunión de militantes y después se trasladaron al bar Tala, de estación Belgrano, en Capital Federal. Pasadas las 9 de la noche, un grupo de tareas de policías y militares los detuvo cuando abandonaban el bar; casi con seguridad, Mazzuchi llevaba en un portafolios la carta de “León”.

La carta permitió inaugurar una ficha en el archivo del Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (Ocoa), que resultó ser anémica en datos, puesto que lo único que constaba era el seudónimo de un militante del Pcr operando en Montevideo: “León” o “Leoncio”. La carta fue trasladada a Montevideo; sería incongruente que no hubieran trasladado también a los dos detenidos.

Testimonios de otros prisioneros que permanecieron en los primeros meses de 1976 secuestrados en la “casa de Punta Gorda” (un centro clandestino de interrogatorios y torturas conocido como “Infierno Chico”) atestiguan que entre los prisioneros había dos militantes del Pcr, pero no llegaron a saber sus nombres; la carta de “León” les adjudicaría identidad: Mazzuchi y Melo.

“León” nunca fue detenido, y en la ficha se incorporó la siguiente frase: “29,4,83 – No se procesó por desconocerse el nombre de la persona (K.)”. Mientras tanto, en 1979, la inteligencia militar consignaba la información (con una clasificación A-1, la más confiable) de que Nilo Patiño “es el número 11” en el organigrama de los militantes del Pcr, y el 11 correspondía a “León”. Pero, por razones que se desconocen (o porque aún no se tienen todos los documentos de los archivos), nunca se relacionó a Patiño con el autor de la carta.

Esa contradicción, o confusión, se mantuvo cuando el equipo de historiadores designados por el Poder Ejecutivo para clasificar los documentos militares y policiales incautados comenzó a estudiar los numerosos rollos de microfilmaciones que la ex ministra de Defensa Nacional Azucena Berrutti localizó en un armario de la dependencia militar donde anteriormente funcionó el Centro General de Instrucción de Oficiales de Reserva (la llamada “Cárcel de las Medidas de Seguridad” durante la presidencia de Jorge Pacheco Areco). Ese archivo referido a actividades del Ocoa, considerado secundario o parcial, y que durante un tiempo permaneció en la Presidencia bajo la mirada atenta del entonces secretario Gonzalo Fernández, contenía la carta de “León”, pero no se le atribuyó su verdadero valor porque no se cruzaron los datos entre los distintos documentos, como no lo hicieron antes los oficiales de inteligencia militar.

Casi por azar, una copia de esa carta llegó a manos de familiares de detenidos desaparecidos del Pcr; y una cuota mayor de azar permitió que, mientras se hacían comentarios sobre la carta, estuviera presente Nilo Patiño: “Yo soy León”, dijo, y así la carta se convirtió en un elemento sustantivo de la documentación que fundamentaría la denuncia judicial sobre la desaparición de Nebio Melo Cuesta y Winston Mazzuchi.

La carta fue ingresada en el Juzgado Penal de 1er Turno por los abogados de Luisa Cuesta, junto con otros elementos sobre el factible traslado de los dos militantes del Pcr a Montevideo en 1976 y su probable enterramiento, después de su asesinato, en los predios del Servicio de Materiales y Armamento, contiguo al Batallón 13 de Infantería. La copia aportada por los denunciantes debía ser autenticada, de modo que el juez Juan Carlos Fernández Lecchini solicitó el documento a la Secretaría de Derechos Humanos de la Presidencia, que administra los archivos. El juzgado recibió unas tres mil fojas con documentos referidos al Pcr, donde se incluían unas 400 fichas, y la carta. Finalmente el juez ordenó una inspección del predio del Servicio de Materiales y Armamento, pero la instancia abortó debido a una supuesta orden de no innovar dictada por el magistrado que instruye la causa de la desaparición de María Claudia García de Gelman (véase Brecha, 19-IX-14).

DIFICULTADES

Es sabido que la mayoría de las instrucciones judiciales sobre delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura se apoyan inicialmente en los testimonios de las víctimas y sus familiares y en la dificultosa tarea de “armar el caso” con insumos vitales para el juez. Por carencias de infraestructura y de tiempo, difícilmente los jueces podrían realizar esa tarea por sí mismos. ¿Cómo hubiera podido ubicar el juez la carta de “León” sin tener conocimiento de su existencia y sin que ella apareciera en la documentación solicitada? Y aun así, difícilmente el juez hubiera podido conectar, en caso de tenerlos, los distintos elementos desperdigados (que conectan a “León” con Mazzuchi y Melo, con el “número 11” y con Nilo Patiño), perdiéndose lo que podrá llegar a ser un elemento probatorio del traslado clandestino de los dos exiliados del Pcr.

Esa misma dificultad, porque en el trabajo de ordenamiento de la documentación de origen policial y militar prima un tratamiento histórico de la información, tiene la misma Secretaría, a lo que debe sumarse el criterio restrictivo con que maneja la información y que impide la colaboración de organismos y militantes de derechos humanos. Más aun, la Secretaría establece un filtro de lo que puede conocerse y lo que no, que, a los efectos del conocimiento de la verdad, aumenta las dificultades derivadas del secreto que mantienen los responsables de las violaciones de los derechos humanos y la omisión manifiesta del Ministerio de Defensa en la ubicación de los archivos. Por ejemplo, por más que ha sido solicitado por la justicia, el ministerio no ha brindado las listas de oficiales y subalternos con destino en las unidades donde se interrogó, torturó y asesinó a detenidos. No se sabe, por ejemplo, quiénes estaban de guardia en el Batallón 14 de Infantería por las épocas en que fue enterrado el cuerpo de Julio Castro.

Cuando alguien que no sea el juez solicita algún documento administrado por la Secretaría de Derechos Humanos, o bien lo niega o bien lo censura, tachándolo parcialmente, en aplicación de las normas establecidas en la llamada ley de hábeas data. Sin embargo, la ley de acceso a la información establece que los organismos a los que se solicita la información “no podrán invocar ninguna reserva cuando la información se refiera a violaciones a los derechos humanos o sea relevante para investigar, prevenir o evitar violaciones de los mismos”. La Secretaría nunca ha privilegiado esta norma por sobre las disposiciones del hábeas data.

De modo que hay una política de restricción del acceso a la información, que se suma a la manifiesta incapacidad de ubicar los archivos que guardan los secretos del terrorismo de Estado, de la misma forma que hasta ahora no ha habido una voluntad real de obtener, en el seno de las Fuerzas Armadas, la información sobre los enterramientos clandestinos. La lista de madres que mueren sin saber dónde están los restos de sus hijos se incrementa mientras los responsables disfrutan de una cómoda impunidad.

Quizás esta situación se revierta, aunque sea parcialmente, si el presidente José Mujica concreta el compromiso que asumió en una reunión que mantuvo con familiares de detenidos-desaparecidos. La reunión tuvo lugar en el despacho presidencial de la Torre Ejecutiva en el atardecer del martes 23 de setiembre. Según informó el vocero de la organización de madres y familiares, Ignacio Errandonea, se le planteó a Mujica la preocupación de que “el principal problema sigue siendo la falta de colaboración de los militares”. El presidente se comprometió a mantener la búsqueda de los restos hasta el final de su mandato y a intensificar la búsqueda de información.

Madres y Familiares de Detenidos-Desaparecidos evaluó la reunión como positiva. Un compromiso similar pretenden obtener de los candidatos a presidente, para que la intensificación de la búsqueda, tanto de información como de los restos, se prolongue en la futura administración. Familiares ha solicitado entrevistas con Tabaré Vázquez y con Luis Lacalle. Este último aún no ha respondido a la solicitud, y Vázquez ha hecho saber que su agenda “está totalmente completa”.

LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2014 – COMCOSUR
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2) “México es una tumba clandestina”
Román Munguía Huato (Rebelión)

Así lo dijo tajante el padre Alejandro Solalinde Guerra –ferviente defensor de los derechos humanos–, refiriéndose a la matanza de estudiantes en Iguala por la policía y los sicarios del crimen organizado. “Han vuelto los malos tiempos al Estado mexicano”, aludiendo a las matanzas del 68, del Jueves de Corpus Christi [10/06/71], de Aguas Blancas [28/06/95], Acteal [22/12/97] y Tlataya [30/06/14]. Afirmó que “México es una tumba clandestina, porque todo lo enturbian y no hay claridez en la justicia mexicana” y precisó que el Estado mexicano se ha convertido en represor y perseguidor de los defensores sociales, activistas de derechos humanos, jóvenes estudiantes y periodistas. “No queda más que defendernos con nuestros propios medios de un Estado asesino”. Solalinde pide a la sociedad unir fuerzas y exigir la renuncia de Ángel Aguirre, el “gobernador” de Guerrero, responsable de un crimen de Estado, quien toleró, muy complaciente, a José Luis Abarca Velázquez, el criminal alcalde de Iguala, émulo perredista del genocida priista Gustavo Díaz Ordaz.

México es una tumba sin sosiego, desde 1968. Horror en el horror la masacre de Ayotzinapa, una carnicería estrujante de estudiantes y ciudadanos inocentes. Guerreros unidos: perredistas, panistas, priistas y partidos morralla, saqueando a la Nación, junto al capital extranjero, a punta de balazos.

Quienes decimos enfáticamente que en las últimas décadas el poder y el dinero ha venido imponiendo un capitalismo salvaje neoliberal no es una mera ocurrencia retórica o simple metáfora sino una literalmente una cruda realidad económica con base a una intensa explotación –en sí misma violenta– de la fuerza de trabajo asalariada, arrojando a decenas de millones de mexicanos a sobrevivir en la miseria, pero además, lo peor de todo, dentro de un escenario social cruento, dramático, por la consecuencia de una extrema violencia social con decenas de miles de muertos, desaparecidos, familias dolientes, huérfanos, viudas, feminicidos, infanticidios, etcétera.

Si esto no es una sociedad en estado salvaje, una barbarie social, una sociedad en pudrición, entonces ¿Qué es? ¿El prometido paraíso celestial primermundista o el infierno dantesco terrenal neoliberal? Estamos viviendo una sociedad desgarrada cuya anomia y degradación social es producto de la absoluta impunidad de los criminales, de una simulación democrática, de una profunda corrupción del poder político por un capitalismo carroñero con sus buitres financieros locales y extranjeros con su política de tierra arrasada, dejando un páramo, una devastación brutal de la naturaleza y lo social. La inseguridad va de la mano con la profunda corrupción en las altas esferas del poder.

México bárbaro por un Estado delincuente y su narcopolítica, narco–gobierno, narco–estado, Estado–lumpen o lumpen–Estado; un Estado mafioso donde no sabemos quienes gobiernan, si los políticos amafiados o los delincuentes de los cárteles políticos; para el caso es lo mismo. A partir del año 2000 hubo quienes hablaron de una “transición a la democracia”; hoy vemos lo que significa realmente esta democracia: la impunidad y el cinismo del poder, el autoritarismo de un régimen en absoluta descomposición. Es el Estado provocando el terror: una especie de terrorismo amenazante y paralizante –de los justos reclamos de la sociedad– para una extraordinaria acumulación de riqueza en manos oligarcas nunca vista.

Es un despeñadero hacia un abismo insondable. Es la “mano invisible” del mercado capitalista quien empuja a la sociedad a este precipicio. La pesadilla real de una muerte sin fin a sangre fría. Plomazos a diestra y siniestra con todo y desolladeros espantosos y cuencas abiertas de cráneos y cuerpos calcinados arrojados a fosas furtivas. La lista de humillaciones y agravios al pueblo mexicano es interminable. Mientras los crímenes de estado continúen impunes seguirán asesinando al pueblo. Además de la explotación y opresión del proletariado rural y urbano, del campesinado, del pueblo indígena, la violencia atroz, encarnizada, junto con la pobreza, azota a una gran parte de la población mexicana.

Vivimos tiempos tormentosos, tiempo de canallas propiciado por un Estado canalla. Es el propio Estado quien, junto con sus panegíricos, criminaliza la protesta social, especialmente la de los jóvenes quienes reclaman legítimamente sus derechos democráticos de toda naturaleza, particularmente los derechos educativos como los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. Pero el Estado no solamente pretende criminalizar la protesta juvenil sino, lo peor, perpetra el crimen artero de estudiantes. Enrique Peña Nieto continúa con la misma política de Felipe Calderón de una supuesta guerra al narcotráfico cuyos resultados han sido totalmente fallidos, pues la violencia e inseguridad se han incrementado. La restauración priista en el gobierno federal y locales ha sido un verdadero fiasco.

“… los heraldos negros que nos manda la Muerte”, diría nuestro grandísimo poeta César Vallejo. Un mar de sangre es nuestro México bárbaro. La única alternativa a esta profunda crisis social cruentísima es la urgente y necesaria transformación radical a una nueva sociedad fincada en la paz y la armonía, la democracia y la equidad social; una sociedad deseable y posible que solamente puede ser construida por el pueblo trabajador mexicano consciente de sus legítimos derechos y de su propio destino, cuyas luchas de resistencia al poder y al dinero deben constituirse como lucha permanente para su emancipación de esta oprobiosa realidad. El México profundo en sus raíces libertarias históricas tendrá que surgir necesaria e inevitable. Esta es la única posibilidad de un futuro promisorio a nuestros hijos y nietos y las generaciones venideras ¡Presentación con vida de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos!

LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2014 – COMCOSUR
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3) Plan de EEUU no logra frenar al Estado Islámico
Jim Lobe (IPS)

La esperanza de que la estrategia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, alcanzase una rápida victoria contra el grupo extremista Estado Islámico (EI) se esfumó en medio del creciente temor de que la ofensiva aérea encabezada por este país apenas haya reducido el ritmo del avance de ese movimiento armado en Siria e Iraq.

Al principio, los bombardeos aéreos, combinados con los ataques terrestres de los combatientes peshmergas kurdos apoyados por Irán y las fuerzas especiales iraquíes, lograron repeler al EI de sus posiciones cercanas a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, y de la represa de Mosul, la segunda mayor ciudad de Iraq. Varios comentaristas observaron que el aeropuerto internacional de Bagdad, que alberga un centro de comando y aviones de Estados Unidos, incluidos helicópteros de combate, está ahora al alcance de artillería y misiles que el EI dispara desde la ciudad.

También recuperaron los distritos de Rabia y Daquq en el norte iraquí, pero hasta el lunes 6 el poder aéreo de Estados Unidos no había logrado evitar que el EI tomara la mayor parte de la ciudad siria de Kobani, un enclave kurdo en la frontera con Turquía. Aun más preocupante es el avance del EI en el llamado triángulo suní, en el extremo oriental de la provincia de Al Anbar, en el noroeste de Iraq. El Comando Central de Estados Unidos anunció el domingo 5 que envió helicópteros artillados en la batalla contra el EI al oeste de Bagdad, en lo que implica una intensificación considerable de la participación directa de Washington en la lucha.

“El uso de helicópteros artillados en operaciones de combate significa que esas fuerzas están en combate”, afirmó Jeffrey White, un analista de asuntos militares en el Instituto de Washington para la Política del Cercano Oriente (WINEP, en inglés), a la cadena de diarios McClatchy Newspapers. El uso de aeronaves más lentas y de vuelo bajo plantea un riesgo mucho mayor de que las fuerzas estadounidenses sufran bajas, así como el reconocimiento implícito de que los ataques aéreos hasta el momento no lograron impedir que las fuerzas del EI lanzaran operaciones ofensivas, añadió White.

Al parecer, las fuerzas del EI también tomaron el control de Abu Ghraib, el suburbio de Bagdad que se hizo tristemente célebre por los abusos que militares estadounidenses cometieron contra detenidos iraquíes en la prisión homónima durante la ocupación de Washington. Varios comentaristas observaron que el aeropuerto internacional de Bagdad, que alberga un centro de comando y aviones de Estados Unidos, incluidos helicópteros de combate, está ahora al alcance de la artillería y los misiles que el EI dispara desde la ciudad. El grupo extremista capturó esas armas en bases militares que las fuerzas iraquíes abandonaron a principios del verano boreal.

En los últimos días, las fuerzas del EI tomaron dos ciudades claves, Kubaisa y Hit, al oeste de la capital de Al Anbar, Ramadi, con la aparente intención de consolidarse en la provincia y obtener el control de un oleoducto clave. Sus avances también aislaron a varias bases militares iraquíes.

Obama prometió repetidamente que no enviará tropas terrestres a combatir en Siria o Iraq desde que el 10 de septiembre anunció el despliegue de los aproximadamente 1.600 instructores y asesores estadounidenses a ese país frente a la ofensiva del EI. Pero sufre una presión constante para que reconsidere su postura, por parte de legisladores del opositor Partido Republicano e incluso de exfuncionarios del Pentágono, entre ellos Robert Gates. “La realidad es que no podrán tener éxito contra el EI estrictamente desde el aire, o estrictamente en función de las fuerzas iraquíes, o los peshmergas, o las tribus suníes que actúan por su cuenta”, advirtió Gates a mediados de septiembre.

“Así que habrá botas sobre el terreno si la estrategia ha de tener alguna esperanza de éxito”, añadió. “Al seguir repitiendo” que Washington no enviará fuerzas terrestres, “el presidente, en los hechos, se mete en una trampa”, sostuvo. Incluso el jefe del Estado Mayor Conjunto de Obama, el general Martin Dempsey, sugirió que Washington podría necesitar fuerzas especiales en el terreno en Iraq, al menos para actuar como observadores para que los aviones estadounidenses y aliados puedan atacar los blancos del EI con más precisión.

Algunos conservadores reclaman el envío de hasta 25.000 fuerzas especiales de Estados Unidos a Iraq y Siria, pero las últimas encuestas revelan que el público, incluso muchos de quienes se consideran republicanos, tiende a estar de acuerdo con Obama en su oposición al combate terrestre de estadounidenses, aunque apoyan medidas más enérgicas contra el EI.

Parecería que la estrategia de Obama consiste en reducir las fuerzas militares del EI, especialmente las armas pesadas y los vehículos de transporte que capturó a los ejércitos de Siria e Iraq, mediante una guerra aérea encabezada por Estados Unidos con la participación de países musulmanes suníes, en particular Arabia Saudita y otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).

Esa guerra también incluye a los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que estén dispuestos, aunque ninguno aceptó aún participar en las operaciones contra los objetivos del EI en Siria. Los aviones de guerra de Estados Unidos atacaron las refinerías de petróleo que el EI utiliza en Siria para quitarle al grupo extremista una fuente clave de ingresos, en lo que forma parte de una guerra económica que incluye la presión sin precedentes sobre los gobiernos del CCG para que repriman a sus ciudadanos y organizaciones benéficas que apoyan al EI o al yahidista Jabhat al Nusra, un grupo cercano a la red Al Qaeda en Siria.

Washington presiona al gobierno chií del primer ministro iraquí Haider al Abadi para que comparta el poder con la comunidad suní, en gran parte mediante el entrenamiento de unos 10.000 “guardias nacionales” reclutados de las principales tribus para enfrentar al EI en Anbar y otros lugares. Esa parte de la estrategia sigue en proceso, ya que Abadi aún no logró conseguir el consenso para ocupar las carteras clave de Defensa e Interior, y la mayoría de los líderes suníes siguen dudando de las intenciones del primer ministro iraquí.

Aunque todo suceda según lo planeado, incluida la reconstrucción del ejército iraquí, muy disminuido tras la ofensiva del EI, el comandante estadounidense elegido para coordinar la coalición internacional, el general John Allen, advirtió el primer fin de semana de octubre que a las fuerzas iraquíes les llevará un año al menos para poder enfrentarse al EI en Mosul, a la que conquistó en junio.

También será necesario un año para capacitar a unos 5.000 reclutas sirios “moderados” en Arabia Saudita y Georgia para la guerra contra el EI, Jabhat al Nusra y el gobierno sirio de Bashar al Assad, según funcionarios en Washington. Estos admiten la improbabilidad de que esa fuerza, por sí sola, incline sustancialmente el campo de batalla en un sentido u otro, sin el respaldo de bombardeos aéreos que la defiendan.

Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga

LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2014 – COMCOSUR
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4) La tercera guerra de Irak
Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique)

El 11 de septiembre pasado –fecha más que simbólica– el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se dirigió a la nación para anunciar su nueva estrategia militar contra el Estado Islámico (EI) que, según él, representa una “amenaza para todo Oriente Medio”. Obama precisó que las fuerzas estadounidenses atacarían al EI “esté donde esté”, incluso en Siria (1). Esta nueva estrategia pasa por el lanzamiento de ataques aéreos “sistemáticos” contra los yihadistas (2) y el aumento del número de especialistas militares estadounidenses enviados a Irak para apoyar a las tropas iraquíes en cuestiones de adiestramiento militar, inteligencia y equipamiento.

Obama añadió que el ejército estadounidense no participaría en ofensivas terrestres contra el EI, y que Washington no tiene intención de luchar contra los yihadistas “a solas”. “La fuerza estadounidense –aclaró– puede marcar una diferencia decisiva, pero no podemos hacer por los iraquíes lo que ellos tienen que hacer por sí mismos, como tampoco podemos ocupar el puesto de los aliados árabes para garantizar la seguridad de su región”.

Barack Obama, que fue elegido en 2008 como crítico a la invasión de Irak de 2003 ordenada por su predecesor George W. Bush, aseguró que no estaba enviando de nuevo tropas al terreno. Y, en un ejemplo típico de denegación freudiana (die verneinung), declaró: “Como comandante en jefe, no permitiré que Estados Unidos se vea envuelto en otra guerra en Irak”. O sea, que ha comenzado la tercera guerra de Irak.

La primera, más conocida como “Guerra del Golfo” (1990-1991), fue liderada por el presidente de Estados Unidos George H. Bush a la cabeza de una coalición de treinta y cuatro países que se opusieron, bajo autorización de la ONU, a la invasión de Kuwait por las fuerzas iraquíes de Sadam Husein. Terminó con la derrota de Irak y la evacuación de Kuwait.

La segunda (2003-2010) fue desencadenada por el presidente George W. Bush (hijo del precedente) en la atmósfera de paranoia que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001 y bajo el falso pretexto de que Sadam Husein poseía “armas de destrucción masiva”. La ONU no autorizó esa guerra. Las fuerzas iraquíes fueron derrotadas en pocas semanas pero nunca se consiguió la paz; Irak se sumergió en un caos de violencia del que aún no ha salido.
Como las dos precedentes, y tras casi veinticinco años de enfrentamientos, esta nueva guerra no conseguirá su objetivo. Primero porque nunca se ha ganado una guerra únicamente con bombardeos aéreos, y segundo porque, sencillamente, los objetivos de esta guerra no están nada claros.

¿De qué se trata? ¿De derrotar al Estado Islámico? Pero si aún no se ha conseguido vencer ni siquiera a Al Qaeda, del que el EI es una criatura todavía más monstruosa y más radical… ¿Se trata acaso de preservar la unidad de Irak? Pero entonces, ¿por qué empezar la ofensiva actual armando masivamente a los peshmergas kurdos que anuncian públicamente su intención de separarse y de proclamar la independencia del Kurdistán iraquí? O quizás se trate, como se pretendió en 2003, de establecer una democracia auténtica en Irak. Pero entonces, ¿por que se toleró, hasta hace muy poco, que Nuri Al Maliki, primer ministro iraquí de 2008 a 2014, condujese una política escandalosamente discriminatoria a favor de los chiíes y contra los suníes, empujando a estos a los brazos del EI? (3).

Por otra parte, la gran coalición constituida en torno a Estados Unidos para atacar al EI y que supera los cuarenta países (4) aparece como demasiado heterogénea y hasta contradictoria. Uno de sus pilares, por ejemplo, Arabia Saudí es una de las peores dictaduras del mundo, con miles de presos políticos en sus mazmorras, con pena de muerte para los homosexuales, discriminaciones aberrantes contra las mujeres, con una concepción del Islam (el wahhabismo) de lo más retrógrada e integrista que existe, y sobre todo un país que ha financiado durante años al Estado Islámico antes de descubrir, como el Dr. Frankenstein, que su engendro se le había ido de las manos. O Qatar, otra espantosa dictadura, que financia a los Hermanos Musulmanes por todo el mundo islámico, y entre ellos a Hamás, la organización palestina que gobierna Gaza y que Estados Unidos y la Unión Europea han inscrito (aunque esta decisión sea discutible) en la lista oficial de las “organizaciones terroristas”. ¿No hay una contradicción en querer hacer la guerra a los terroristas del EI aliándose con países que financian abiertamente otro terrorismo islámico?

Es obvio que la decisión del presidente Obama de comenzar una nueva guerra en Oriente Próximo modifica además la estrategia global de Estados Unidos en materia de conflictos y de prioridades geopolíticas. Washington había decidido iniciar un amplio movimiento de un nuevo despliegue hacia Asia, donde se halla su contrincante principal para el siglo XXI, China, y donde está hoy (y mañana más) el centro económico del mundo. Según los grandes “tanques de pensamiento” estadounidenses, Europa ya no necesita (a pesar de la situación en el este de Ucrania) de una presencia militar importante norteamericana. Y aunque los enredos de Oriente Próximo van a seguir siendo inextricables, ya no ponen en peligro la seguridad estratégica de Estados Unidos puesto que, gracias al petróleo y al gas de esquisto descubiertos en territorio estadounidense, la dependencia de los hidrocarburos de Oriente Medio ha dejado de ser significativa.

Por eso, desde su llegada al poder, el presidente Obama prometió terminar con las guerras en Oriente Medio y retirar las tropas de Irak y de Afganistán. Ahora vemos que esto se hizo demasiado rápido, de modo chapucero, sin consolidar políticamente el terreno abandonado. Lanzándose, entre tanto, a operaciones improvisadas (el ataque contra Libia y la tentativa de derrocamiento de Bachar el Asad en 2011) que han tenido consecuencias nefastas, dispersando arsenales militares en una región ya sobrearmada y estimulando la emergencia de milicias yihadistas de nuevo tipo, más radicales aún que Al Qaeda. Así lo entiende el analista paquistaní Ahmed Rashid, autor de Pakistán ante el abismo. “Al Qaeda está un poco anticuada”, admite Rashid, “se está quedando atrás; el EI va más lejos, son más extremistas”. Más radicales porque, según el escritor, persiguen a punta de pistola limpiar su tierra de ciudadanos chiíes y borrar la frontera que separa Irak y Siria para levantar su nuevo califato. “Al Qaeda”, dice Rashid en referencia a la red que todavía comanda Ayman al Zawahiri, “cree en los Estados, quiere que permanezcan”. Yihadistas, miembros de Al Qaeda o talibanes comparten ideas, quieren su califato, el imperio de la ley islámica, pero cada uno a su manera. “Los talibanes de Afganistán, por ejemplo”, apunta, “no quieren matar a todos los chiíes como el EI” (5).

Esta movilización intensa de la violencia, esta nueva barbarie, este radicalismo atrae, extrañamente, a jóvenes yihadistas del mundo entero, y en particular, de los países occidentales. El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, alertó de que son cincuenta y uno los países de donde proceden yihadistas para sumarse al EI. Solo de Francia ya se han trasladado más de novecientos…

Los bárbaros no pueden ganar. Eso al menos esperamos, pero no olvidemos la advertencia de Ibn Jaldún (1332-1406), inventor de la sociología y de la filosofía de la historia, cuando nos recuerda qué es la historia: el relato de imperios abatidos por el furor de los bárbaros… (6).

(1) El presidente Obama ordenó, el pasado 23 de septiembre, bombardear las bases del EI en Siria. Para que estos ataques no sean ilegales, el mandatario necesitaba, según eminentes juristas internacionales, el acuerdo del Congreso, y sobre todo, para respetar la legalidad internacional, el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU, que no hubiera obtenido a causa del veto de Rusia y China. Al parecer, antes de iniciar los bombardeos, Washington informó a Damasco, y las autoridades sirias declararon que “no se oponían a la acción internacional contra los terroristas”.
(2) De hecho, desde el 7 de agosto pasado, Estados Unidos ya estaba bombardeando objetivos del EI en Irak.
(3) La elección de Haider Al Abadi, también chií, en sustitución del autoritario Al Maliki, el pasado 14 de septiembre, podría cambiar las cosas si el nuevo Primer Ministro convence a la comunidad suní de que cesarán las discriminaciones contra ella. El objetivo es que los suníes se incorporen a la guerra contra el EI.
(4) A la Conferencia Internacional sobre la Paz y Seguridad en Irak del pasado 15 de septiembre en París, acudieron representantes, en su mayoría ministros de Exteriores, de los siguientes países: Alemania, Arabia Saudí, Bahréin, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, España, Estados Unidos, Francia, Irak, Italia, Japón, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Noruega, Países Bajos, República Checa, Reino Unido, Rusia y Turquía. Además, también prometieron ayudas: Albania, Australia, Estonia, Dinamarca, Polonia, Japón, Suiza, Noruega, Finlandia, Hungría, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Nueva Zelanda y Corea del Sur. En total, la coalición liderada por Estados Unidos para combatir a los yihadistas del Estado Islámico (EI) supera, pues, los 40 países.
(5) El País, Madrid, 21 de junio de 2014.
(6) Léase Gabriel Martinez-Gros, Brève histoire des empires. Comment ils surgissent, comment ils s’effondrent, Seuil, Paris, 2014.

LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2014 – COMCOSUR
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5) El rearme nuclear del Premio Nobel de la Paz
Manlio Dinucci (Il Manifesto)*

Sin ni siquiera sonrojarse, el presidente estadounidense que prometía eliminar las armas atómicas y que sobornó el jurado de Estocolmo para comprar el Premio Nobel de la Paz ha decidido reactivar y modernizar su arsenal nuclear. Los únicos decepcionados serán los ingenuos que creyeron sus promesas.

Hace 5 años, en octubre de 2009, el presidente estadounidense Barack Obama recibía el Premio Nobel de la Paz por «su visión de un mundo libre de armas nucleares y el trabajo que realiza en ese sentido, que ha estimulado poderosamente el desarme» [1]. La justificación para la entrega de aquel premio hoy resulta particularmente grotesca a la luz de lo que acaba de revelar un amplio dosier del New York Times: «La administración Obama está invirtiendo decenas de miles de millones de dólares en la modernización y reconstrucción del arsenal nuclear y de las instalaciones estadounidenses» [2].

En el marco de esa modernización, [la administración Obama] acaba de construir en Kansas City una enorme instalación –más grande que el Pentágono– donde miles de especialistas, dotados de tecnología futurista, «modernizan» las armas nucleares, poniéndolas a prueba con sistemas avanzados que no exigen la realización de explosiones subterráneas. La instalación de Kansas City es parte de un «complejo nacional en expansión para la fabricación de ojivas nucleares», que incluye 8 nuevas grandes instalaciones y laboratorios cuyo personal cuenta 40 000 especialistas.

En Los Alamos (Nuevo México) se inició la construcción de una nueva instalación de grandes dimensiones para la producción de plutonio para las ojivas nucleares. Y en Oak Ridge (Tennessee) se construye otra para la producción de uranio enriquecido para uso militar. Sin embargo, ha habido que frenar los trabajos porque el costo del proyecto de Los Alamos aumentó, en 10 años, de los 660 millones de dólares iniciales a 5 800 millones de dólares mientras que el de Oak Ridge aumentó de 6 500 millones a 19 000 millones de dólares.

La administración Obama ha presentado en total 57 proyectos de modernización de instalaciones nucleares de carácter militar. El Buró de Contabilidad gubernamental aprobó 21 de esos proyectos y 36 están en espera de aprobación. El costo estimado se eleva actualmente a 335 000 millones de dólares en 10 años. Pero esas cifras no son más que la parte visible del iceberg ya que al costo de las instalaciones nucleares hay que agregar el de los nuevos vectores nucleares.

El plan que la administración Obama presentó al Pentágono prevé la construcción de 12 nuevos submarinos de ataque nuclear (cada uno de ellos sería capaz de disparar, con 24 misiles balísticos, hasta 200 ojivas nucleares contra la misma cantidad de objetivos), otros 100 bombarderos estratégicos (capaces de transportar cada uno unos 20 misiles o bombas atómicas) y 400 misiles balísticos intercontinentales destinados a ser lanzados desde silos terrestres (cada uno de esos misiles estaría dotado de una ojiva nuclear de gran potencia, aunque también podrían llevar ojivas múltiples independientes).

Así ha iniciado la administración Obama un nuevo programa de armas nucleares. Según un reciente estudio del Monterrey Institute, eso costará (en dólares actuales) unos 1 000 millardos [3], gasto que se completaría en 2024-2029. Eso se inserta en el gasto militar general de Estados Unidos, que incluye el presupuesto del Pentágono (640 000 millones de dólares en 2013) además de otras asignaciones de carácter militar (por ejemplo, los gastos vinculados al armamento nuclear aparecen en el presupuesto del Departamento de Energía), cuyo total anual es de casi 1 000 millardos de dólares, lo cual quiere decir que de cada 4 dólares del presupuesto federal Estados Unidos gasta al menos 1 con fines militares.

La aceleración de la carrera armamentista bajo la administración Obama de hecho hace inútiles los limitados avances en materia de desarme previstos en el nuevo tratado START, documento que Estados Unidos y Rusia firmaron en Praga en 2010 [4]. Por su parte, Rusia y China tendrán que acelerar el trabajo tendiente a potenciar sus propias fuerzas nucleares adoptando contramedidas tendientes a neutralizar el «escudo antimisiles» que Estados Unidos está instalando para poder lanzar un primer golpe nuclear sin temor a ser objeto de la lógica represalia.

Italia está directamente implicada en el proceso de «modernización» de las fuerzas nucleares estadounidenses. Las 70 o 90 bombas atómicas estadounidenses B-61 de caída libre almacenadas en [la base aérea de] Aviano (en la provincia italiana de Pordenone) y en Ghedi-Torre (en la provincia italiana de Brescia) están siendo transformadas en bombas «inteligentes» con sistemas de guía de precisión, cada una con una potencia de 50 kilotones (casi 4 veces la potencia de la bomba de Hiroshima), particularmente adaptadas a los nuevos aviones de combate F-35 que Italia se ha comprometido a comprar. Pero de nada de eso se habla en los medios de prensa.

* Traducción: Red Voltaire

LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2014 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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