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LA CONSTITUCIÓN DE LAS CORPORACIONES

1) La Constitución de las corporaciones –
2) EE.UU.-¿Por qué la Policía mata tan a menudo? -Porque puede –
3) EE.UU. Violencia policial también contra los nativos americanos –
4) Turquía: fin del erdoganismo: terremoto en la región –
5) Egipto: un dictador «bueno» con 40 mil presos políticos –
POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 723 / Lunes 15 de Junio de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / COMCOSUR — COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) La Constitución de las corporaciones
Sandra Russo (Página 12)

Se llama ISDS. Es la cláusula crucial, el corazón del tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, el ITTP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión), que puso al rojo vivo al Parlamento Europeo esta semana. El martes iba a votarse en Estrasburgo un informe de 100 páginas que, de ser aprobado, constituiría la hoja de ruta para que la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmstrom, continuara las negociaciones hacia el ITTP. Pero a las 17.45 de esa tarde, la única repentina votación que tuvo lugar fue la suspensión de la votación del informe. Algo hacía zozobrar su aprobación. Los verdes y la coalición de las izquierdas lo vetaban, y los conservadores y “populares” lo apoyaban. Los socialistas fueron los que dieron la nota con sus vaivenes: después de haber objetado la cláusula ISDS en un primer momento, la habían reincorporado en un segundo momento. En un tercero, que fue la tarde del martes, algunos eurodiputados socialistas avisaron que volvían a rechazarlo. El informe no se votó, en síntesis, porque corría serio riesgo de ganar el No.

Las siglas acá no son inocentes. Encubren, como es costumbre. Millones de europeos, desde su casa, su crisi, sus vacilaciones cotidianas, no logran perforar el significado de esas chapas que parecen nombrar moléculas o minerales, pero que designan una maniobra política sin precedentes que, de ser aprobada, decapitaría las respectivas legislaciones municipales, regionales y nacionales europeas, para imponer, lisa y llanamente, un gobierno corporativo en la Zona Euro. Y no es que sea tan difícil de entender. Es que el ITTP navega sólido por las aguas mediáticas que lo acunan, acolchado por las grandes pautas, que pagan las corporaciones. Los grandes medios europeos son exactamente iguales que los grandes medios de cualquier parte. No se rigen por el criterio del derecho a la información, sino por la del actual capitalismo desmechado, que es la madre de todos los borregos.

La cláusula ISDS propone la solución de eventuales futuros conflictos entre una corporación y un Estado. Así como se lee, y todo lo que sigue es así como se lee. Es necesario comprender la magnitud siniestra de la cláusula ISDS para advertir lo que está en juego, que no es otra cosa que la soberanía de cada Estado que lo firme. Porque… ¿cómo se solucionarían los futuros conflictos entre una corporación transnacional y un Estado en virtud de esa cláusula? Ah, fácil: si una corporación de cualquier tipo considera que una ley nacional, autonómica o local le impide obtener “los beneficios esperados”, puede demandar a ese Estado ante… un tribunal privado formado por “tres árbitros” que decidirán si ese Estado debe indemnizar a la corporación. ¿A qué renuncian los Estados firmantes de esa cláusula? Nada menos que a su propia legislación. ¿Y qué aceptan a cambio? Tribunales privados que fallen entre lo privado y lo público. A ese nivel de perversión llega el neoliberalismo, que no está muerto ni pasado de moda ni arrepentido ni replanteado. Es el mismo de siempre. El de la población sacrificable y los territorios inviables.

La presidenta del Trasnational Institute, Susan George –una investigadora social de larga trayectoria, presidenta honoraria de Attac Francia–, dijo en la reunión previa a la cumbre de la UE y la Cepal esta misma semana, en relación con las discusiones frenéticas que se dan en la UE por el TTIP: “Tenemos que revertir la ideología neoliberal apelando a los principios de derechos humanos. De lo contrario, Estados Unidos seguirá ahondando en la senda que abrió con el Nafta –el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Canadá-, y acabará firmando dos acuerdos similares, uno con la UE, el TTIP, y otro con la Alianza del Pacífico, el TPP. Pasará a controlar así el 60 por ciento del PBI mundial, y el 75 por ciento del comercio global”. Sobre el TTIP y su cláusula venenosa, George fue tajante: “Es una horrible pieza de legislación. Se les dará a las empresas la oportunidad de deshacer todo el trabajo que se ha hecho en Europa por construir un modelo social en beneficio de las personas y los trabajadores”.

Por su parte, Lola Sánchez, eurodiputada del español Podemos, dijo que quienes se oponen al TTIP en el Parlamento Europeo no sólo están dando sus razones dentro del recinto, sino tratando de hacerse escuchar por los ciudadanos, “para que la gente se entere de qué es lo que se está tramando”. Es impensable, salvo con el conocido hechizo de “lo inevitable” que plantea el neoliberalismo, que dirigencias responsables se inclinen tanto, que cedan hasta sus respectivas jurisdicciones legislativas con la promesa una y otra vez falaz de inversiones que, si llegan, retornan las ganancias a sus respectivas bases, en muchos casos paraísos fiscales.

“Es necesario pararlo antes de que avance –seguía Lola Sánchez–, y por supuesto no permitir que esto se apruebe nunca. Esto es un golpe de Estado. Es la Constitución de las corporaciones.” Esto es lo que sigilosamente se arrastra bajo la buscada descomposición de Europa, porque es imposible que quienes ponen el barco en esa dirección no sean conscientes de lo que hacen, que en definitiva es preparar el paisaje de carroña para que lleguen los buitres confesos o disimulados. Es oportuno subrayar que la eurodiputada española usa la expresión “golpe de Estado” en una nueva acepción, muy lejos ya de las irrupciones militares en la América latina de los setenta y más cerca de las actuales desestabilizaciones institucionales que conocemos por aquí. Pero está hablando de otra cosa, de una forma embrionaria de imposición de reglas por parte de las empresas no ya a los gobiernos, sino directamente a los Estados. Concluía Sánchez: “Están haciendo un proceso deconstituyente. No tenemos, ni la Comisión Europea ni el Parlamento Europeo, mandato para deconstruir el andamiaje legal y el aparato jurídico y legislativo que tenemos”.

Tan feroz es el avance que pretenden las corporaciones, que los eurodiputados de las nuevas fuerzas políticas exigen que sea tomado como lo que es, una nueva Constitución, que para ser aprobada debería pasar por un referéndum en cada país. Lo que se enuncia como “libre comercio” es el modelo de mundo unipolar que se les está escurriendo entre los dedos.
LUNES 15 DE JUNIO DE 2015 – COMCOSUR
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2) EE.UU.-¿Por qué la Policía mata tan a menudo? -Porque puede
Carl Finamore (CounterPunch)
Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Cada día se aclara un poco más el cuadro de porqué la actuación policial es brutalmente más violenta en Estados Unidos que en cualquier otro país industrializado.

Según informes del FBI, 404 civiles fueron asesinados por la Policía en 2011. Todos fueron considerados «homicidios justificados». Al profundizar la investigación, se descubrió que en realidad no hay cifras sobre los asesinatos policiales «injustificados» y, sorprendentemente, sus estadísticas se basan exclusivamente en los incidentes que son informados por los propios policías. No obstante, incluso con las problemáticas cifras disponibles, que seguramente se quedan cortas, el número de personas asesinadas por la Policía en Estados Unidos se distancia de forma descarnada y está misteriosamente por encima de las cifras del resto del mundo.

Las diferencias son asombrosas.

Por ejemplo, en comparación con las 404 personas que el FBI indica que fueron asesinadas por la Policía estadounidense en 2011, en Australia la Policía mató a seis, en Inglaterra y Gales a dos y en Alemania a seis. En Inglaterra una persona fue asesinada en 2014 y ninguna en 2013, y solo fueron notificados tres incidentes en los que los policías dispararon sus armas. En Alemania, en esos mismos años, hubo cero asesinatos policiales. Estas tendencias nacionales no son una casualidad. A nivel local, en Albuquerque, Nuevo México, la Policía asesinó a 26 personas entre 2010 y 2014. En esta ciudad del suroeste del país, cuya población equivale al 1% de los 52 millones de habitantes que tiene Inglaterra, el número de disparos fatales de la Policía fue seis veces mayor.

¿Por qué existe la violencia policial?

Para obtener una respuesta fijémonos en las similitudes y diferencias entre Estados Unidos y los países europeos. En primer lugar, vamos a prescindir de la idea de que los máximos gobernantes en Estados Unidos son más violentos que sus primos ricos al otro lado del charco. Es absolutamente falso.

Los franceses actuaron en Argelia como colonizadores bárbaros, igual que lo hicieron los británicos en Irlanda del Norte. No mejor que Estados Unidos en Vietnam, más o menos al mismo tiempo. Más recientemente, en Oriente Medio, está claro que tanto Europa como Estados Unidos realizan conjuntamente operaciones criminales para proteger sus bienes y sus intereses económicos. Así que habrá que buscar alguna otra explicación para la extrema violencia policial en Estados Unidos.

Algunos dicen que es el resultado de no monitorear, no entrenar y no supervisar a los policías. Este razonamiento resulta extremadamente débil porque se centra en corregir el comportamiento individual de unas pocas «manzanas podridas». En sentido contrario, se ha argumentado de modo más convincente que la discriminación racial está profundamente arraigada en las instituciones y las políticas del Gobierno. Otros echan la culpa del exceso de fuerza a la militarización de los departamentos de Policía locales, y también hay quienes se la echan a las altas tasas de encarcelamiento en este país, las cuales, es cierto, representan casi el 25 % de la población carcelaria mundial.

Sin lugar a dudas, la evidencia acumulada demuestra la criminalización de un sector entero de la población, en particular los jóvenes negros y latinos, sobre todo por infracciones menores relacionadas con drogas. Sin embargo, a pesar de los méritos de algunos de los argumentos expuestos más arriba, creo que ninguno explica adecuadamente la sangrienta historia de violencia policial en este país ni porqué nuestro récord es inmensamente peor que el de otros países industrializados.

Diferentes tradiciones, conciencia y organización

Lo que sostengo, básicamente, es que los motivos de que en Estados Unidos haya más represión extrema hay que buscarlos, sobre todo, en nuestro historial sumamente racista y genocida, en el elevado nivel residual de división racial y en la poca organización política de la clase trabajadora.

La creación misma de este país se basó en el genocidio de la población indígena y la esclavitud de millones de africanos. Nuestra anunciada y pionera expansión hacia el oeste y el suroeste en el siglo XIX también supuso la expropiación violenta y forzada de la tierra a los mexicanos, algunos de los cuales llevaban siglos asentados en ese territorio. Después de la Guerra Civil, la crueldad siguió eliminando a antiguos esclavos y esto, como sabemos, duró hasta que el movimiento masivo por los derechos civiles acabó con las atroces leyes segregacionistas de Jim Crow cincuenta años atrás.

Esa brutalidad tan extendida contra la gente de color es lo que verdaderamente define el muy publicitado «excepcionalismo estadounidense», que ha afectado e infectado la conciencia de la población blanca hasta el día de hoy. Según encuestas actuales, un gran porcentaje de blancos sigue sin creer que la discriminación hacia la gente de color exista siquiera. Y lo que es peor, una campaña mostró recientemente que la mayoría de los blancos creen que hay más discriminación «anti-blanco» que prejuicios hacia los negros. Increíble.

Es importante señalar que las penosas experiencias formativas de los colonos blancos en estas tierras, a medida que iban explorando y conquistando, no se vivieron en las naciones-Estado europeas más consolidadas. En efecto, los gobernantes europeos externalizaron su violento proceder a las colonias donde, como acabo de exponer, quedaron incrustados restos espantosos en los atrasados prejuicios racistas de la población blanca.

En cambio, en Europa, durante los años formativos de la industrialización, siglos XIX y XX, los trabajadores organizaron partidos obreros socialistas y comunistas que desplegaron una fuerte identidad de clase y pusieron énfasis en la acción colectiva. Esto dio lugar a lazos sociales más fuertes que, en última instancia, unieron a la población en torno a unos objetivos comunes: derechos laborales, sanidad pública, vacaciones, seguridad social, permiso de maternidad y cuidado de niños, etc.; reformas que estaban muy por encima de cualquier cosa en Estados Unidos.

En ausencia de las tradiciones violentas que en Estados Unidos enfrentaron a unos trabajadores contra otros, la clase trabajadora europea fue capaz de unirse y llevar a cabo una lucha más eficaz, tanto en cuestiones sociales como económicas, lo que, creo, también explica la mayor moderación de sus gobernantes a la hora de contener los deseos enormemente populares de reforma. Por desgracia, en los últimos 25 años esta conciencia solidaria no ha dejado de disminuir y eso ha traído consigo retrocesos importantes, que han socavado los programas sociales y la calidad de vida.

Ha sido en este periodo cuando la clase trabajadora blanca europea, bastante homogénea a nivel nacional, se ha visto enfrentada, por primera vez, a numerosos inmigrantes de color. Lamentablemente, el racismo hacia los recién llegados ha roto aquella exitosa y poderosa unión nacional de las clases trabajadoras. Sospecho que podemos esperar más violencia policial contra los inmigrantes a medida que la clase trabajadora europea nativa se vaya pareciendo más a la divida clase trabajadora estadounidense.

Como se mencionó anteriormente, la clase trabajadora estadounidense siempre ha estado separada por raza y, por lo tanto, ni ha tenido la unidad necesaria para defender a los sectores más oprimidos ni ha alcanzado los considerables logros sociales que sí obtuvieron los trabajadores europeos, y que solo pueden conseguirse con un movimiento unido. Este es el elevado precio que pagamos por nuestra ignorancia y es también un rechazo de la idea falsa de que, de alguna manera, los trabajadores blancos sacan ventaja de su racista «privilegio de la piel blanca». No hay privilegios derivados de la división de la clase trabajadora salvo los que benefician únicamente a los patronos.

La rebelión desorganizada acaba en disturbios

Cuando los sectores más oprimidos de la clase trabajadora ya no pueden tolerar sus condiciones sociales degradantes, inevitablemente se enciende la resistencia. Pero debido a que las comunidades de color oprimidas están aisladas políticamente y deben arreglárselas por sí solas, sin apoyo de organizaciones sindicales o de la mayoría blanca, su frustración estalla a veces en actos desorganizados e individuales de violencia aleatoria, que vuelven a la comunidad todavía más vulnerable a los ataques de la Policía. Esto ha ocurrido tanto en Estados Unidos como en Europa. Un ejemplo fue la represión despiadada de los disturbios en Tottenham, un barrio de inmigrantes londinense, en 2011. Hubo más de 3.100 personas detenidas durante las masivas protestas que desencadenó la muerte de una persona del barrio por disparos de la Policía.

Mi opinión es que los residentes de Tottenham estuvieron más en peligro y sufrieron una mayor agresión policial porque estaban aislados política y socialmente del resto de la sociedad británica y, en particular, del resto de la clase trabajadora y sus organizaciones. Esta separación refleja exactamente la situación de las personas de color en Estados Unidos. Sin duda, si se sigue erosionando su unidad, a la clase trabajadora europea le espera el mismo marcado declive que han experimentado los trabajadores estadounidenses divididos.

Levantarse y protegerse

No esperen que la elite estadounidense deje de ser elite y anuncie una fórmula para reducir la violencia policial. Somos nosotros quienes debemos cambiar: nuestra solidaridad, nuestra conciencia y nuestra organización deben reforzarse para poner fin a la segregación de los más oprimidos entre nosotros que sufren las formas más brutales de represión policial por rebelarse contra unas condiciones que pocos podrían sobrellevar.

Hay ejemplos muy gráficos en nuestra historia de cómo los trabajadores militantes lucharon para permanecer unidos frente a las políticas diseñadas para eliminar a los sectores más vulnerables de la clase trabajadora. Es el caso de Teamsters [1], en Minneapolis, durante la depresión de los años 30 del siglo pasado: sus miembros patrullaban las calles para trasladar de nuevo a sus hogares a las familias pobres que habían echado a la calle con sus pertenencias. Posteriormente, sabiendo lo que suponía la división, este mismo sindicato trabajó activamente para unirse con los desempleados y participó en piquetes masivos pidiendo trabajo.

Los sindicatos de la costa este y el medio oeste, junto con el sindicato International Longshore (ILWU) [2] de la costa oeste, realizaron acciones solidarias militantes similares en apoyo a las víctimas de los montajes judiciales racistas y las agresiones, con el fin de mantener a la clase trabajadora unida. Con este legado en mente, en los años 70 los miembros del Local 10 del ILWU estuvieron 24 horas de guardia junto a la casa de una familia negra en Concord, California, que estaba siendo atemorizada por el Ku Klux Klan con la quema de cruces delante de su casa.

Continuando con esta honorable tradición, el 1 de mayo de 2015 el mismo sindicato cerró el puerto de Oakland en solidaridad con el movimiento «Black Lives Matter» [«Las vidas de los negros importan»]. Y en mi propia ciudad, el San Francisco Labor Council apoyó recientemente los piquetes que intentaron impedir los desalojos por impago de «préstamos predatorios» que afectaron a propietarios de viviendas de la asediada comunidad negra.

Existen actos individuales de valentía política que revelan el auténtico corazón de la solidaridad entre trabajadores. Pero son la excepción, no la norma. Contingentes de trabajadores organizados deberían seguir su ejemplo y levantarse y protegerse cada vez que las personas negras son reprimidas; represión que seguramente nunca sería tolerada por los blancos. Los trabajadores estadounidenses han alcanzado sus mayores logros cuando han sabido contener la enorme división racial, como durante las exitosas movilizaciones de los sindicatos de trabajadores del automóvil y el acero en los años 30.

Protección y justicia para una minoría solo puede conseguirse a través de la acción de la mayoría unida por un sentido de justicia común bajo el lema tradicional «an injury to one, is an injury to all» [» si tocan a uno nos tocan a todos»]. Actuar de otra manera es restringir nuestras posibilidades de alcanzar conquistas sociales que nos han sido negadas por una estructura de poder que menosprecia a un pueblo dividido a medida que sobresale imperialmente por encima de todos nosotros.

[1] International Brotherhood of Teamsters (IBT) o Teamsters es un sindicato de Estados Unidos y Canadá que originalmente representaba a los conductores de camiones, teamsters, y actualmente agrupa a trabajadores manuales y profesionales tanto del sector público como del privado (N. de la T.).
[2] International Longshore and Warehouse Union (ILWU) es un sindicato estadounidense de trabajadores portuarios (N. de la T.).

Carl Finamore es delegado de la Asociación Internacional de Maquinistas (IAM) Local 1781 en el San Francisco Labor Council, AFL-CIO.

LUNES 15 DE JUNIO DE 2015 – COMCOSUR
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3) EE.UU. Violencia policial también contra los nativos americanos
David Correia (CounterPunch)
Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

En abril de 1974 tres jóvenes blancos, estudiantes de secundaria de Farmington, Nuevo México, asesinaron a tres hombres navajos, Benjamin Benally, John Harvey y David Ignacio. Los adolescentes les aporrearon la cabeza y les hundieron el pecho con piedras del tamaño de una pelota de baloncesto. Hicieron estallar petardos sobre sus cuerpos e intentaron quemarles los genitales. Los cuerpos que encontraron las autoridades resultaron irreconocibles después de haber sido golpeados y quemados.
Los asesinatos brutales no eran algo nuevo en Farmington, donde se sabía de algunos estudiantes blancos de secundaria que habían amputado los dedos de hombres navajos ebrios y los habían exhibido orgullosamente en sus taquillas del instituto. Asesinar y torturar a hombres y mujeres navajos en las ciudades fronterizas que rodean la reserva tiene hasta un nombre: Indian Rolling [1].

Las protestas estallaron a raíz de los asesinatos y duraron meses. Uno de sus líderes, John Redhouse, describió el Indian Rolling como un deporte sangriento:

«Nosotros no entendimos los asesinatos como la acción de tres chicos locos. Los vimos del contexto de un racismo generalizado. Durante años ha sido casi un deporte, una especie de tradición nauseabunda y degenerada entre los jóvenes anglos del Instituto de Educación Secundaria de Farmington, que iban al sector indio de la ciudad a atacar físicamente y a robar lo que fuera a hombres y mujeres navajos, ancianos y a veces ebrios, por el solo motivo de ser indios».

Indian Rolling es otro término para linchamiento, y es parte del día a día en el Indian Country [2]. Según un informe de 2004 del Departamento de Justicia de Estados Unidos, los nativos americanos sufren el doble de violencia que el resto de la población. La mayor parte de esta violencia, más del 70%, la cometen personas de una raza distinta. Esto es particularmente cierto en Nuevo México, donde, según un estudio de 2003 del Comité Consultivo de Nuevo México para la Comisión de los Derechos Civiles de Estados Unidos, los nativos americanos sufren «actos de intimidación étnica; amenazas de violencia física, asaltos y otros potenciales delitos de odio» como parte de la vida diaria en ciudades fronterizas como Gallup, Farmington y Albuquerque.

Precisamente el pasado verano, en las primeras horas de la mañana del 19 de julio de 2014, tres adolescentes de Albuquerque deambulaban por los callejones de la parte de atrás de su vecindario buscando hombres sin hogar para darles una paliza. Durante meses, en grupos de tres y a veces mayores, estuvieron persiguiendo nativos americanos sin hogar, un deporte sangriento de golpizas violentas.

Aquella mañana encontraron a tres hombres navajos durmiendo en colchones entre la maleza de un descampado al oeste de la ciudad. Recogieron trozos de bloques de hormigón y les rompieron la cabeza a dos de ellos, Allison Gorman y Kee Thompson. El tercero escapó. Los chicos remataron a Gorman y Thomson con barras de metal. El superviviente dijo a la Policía que los chicos ya habían hecho eso antes, y los propios chicos –el mayor de 18 y el más joven de 15 años– admitieron ante la Policía que escogían a sus víctimas entre los nativos americanos sin hogar.

La única cosa excepcional de estos brutales asesinatos es lo comunes que son en Nuevo México. En las ciudades que bordean las numerosas reservas indias que existen en Nuevo México, los nativos americanos tienen muchas más probabilidades de ser pobres, de ser encarcelados y de sufrir violencia que cualquier otro grupo. Desde julio de 2013, solo en Gallup, más de 170 ciudadanos navajos murieron por causas no naturales.

Albuquerque es exactamente igual de violenta para los nativos americanos. De los 25.000 que se estima viven en esa ciudad, el 13% son personas sin hogar por largo tiempo, como Gorman y Thompson. Y muchos de ellos viven en una parte de la ciudad de Albuquerque que la Policía llama «zona de guerra». Según los nativos americanos sin hogar que viven en ella, se trata de la guerra que la Policía libra contra ellos.

A unas pocas manzanas del Centro Indio de Albuquerque –un lugar que ofrece una comida gratuita a los nativos americanos, les pone en contacto con los servicios sociales e incluso recoge su correo– un hombre me dijo que lo acosaban permanentemente y que a menudo el acoso provenía de la Policía, no de los adolescentes: «Ya sabes, soy un alcohólico y bebo en la calle, y [los policías] me recogieron y me trajeron hasta el parque Bio, y me golpearon mientras estaba esposado, y luego me quitaron las esposas y me dejaron ir».

Unas calles más allá, otro hombre me contó: «Yo iba andando por la calle y [un policía] me seguía. Me metí en el callejón y vino detrás. ‘¿Por qué no te vuelves a la Rez [3]? No eres bienvenido en Albuquerque’, me dijo».

Un hombre apache jicarilla llamado Natani tuvo una experiencia parecida en una tienda de campaña de personas sin hogar. «Esto es nuestro, es nuestra tierra», afirmó. «Y los policías te dicen cosas como ‘¿por qué queréis traernos la reserva aquí?'»

Cuando le pregunté con qué frecuencia el acoso se volvía violento, me devolvió una mirada impaciente. «Es habitual», dijo. Me mostró sus muñecas. Estaban llenas de heridas con costra. Eran de las esposas, señaló. Se quitó las gafas de sol. Tenía un ojo rojo e hinchado. «Me lanzaron gas lacrimógeno en él. Se me acercaron por detrás y me gasearon así», me explicó colocando sus manos a unos pocos centímetros de mis ojos para mostrarme cómo lo hicieron. «¿Cómo es de común? ¿Les pasa a todos?», pregunté. «Sí», respondió. «Te esposan y luego te golpean y después te llevan al hospital y dicen cosas como ‘lo encontramos así'».

Unos días después, cerca del Centro Indio, una mujer me contó que un policía la había tirado al suelo al golpearla en la cabeza. «Luego se metió de nuevo en el coche y se fue». Su amiga describió el acoso constante. «Tiran de ti y te dicen que te vayas o te arrestan por merodear». Le pregunté dónde sucedía esto. «En todas partes», dijo, «incluso cuando estamos esperando en la parada de autobús».

Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, los nativos americanos representan el 0,8% de la población, pero suman casi las dos terceras partes de las víctimas de violencia policial, una tasa muy superior a la de cualquier otro grupo racial. Y a pesar de que la Policía mata a más jóvenes negros que de ningún otro grupo, la proporción de nativos americanos asesinados por la Policía es aún mayor.

Mucha de esta violencia tiene lugar en Nuevo México, el estado con la tasa más elevada de asesinatos policiales en Estados Unidos en 2014. Y entre los departamentos de Policía de Nuevo México, el de Albuquerque es el que tiene la mayor tasa de disparos mortales realizados por la Policía, y una de las más elevadas del país. Más del 20% de los homicidios que hubo en esa ciudad en 2014 fueron cometidos por agentes de Policía. Desde 2010 los policías de Albuquerque han disparado a cerca de 50 personas, matando a 28.

Los líderes navajos enviaron a la Comisión de Derechos Humanos de la Nación Navajo a Albuquerque en diciembre para investigar el doble asesinato del verano pasado. Pero los miembros de la Comisión estaban igualmente interesados en la violencia policial, y programaron una audiencia pública en el Centro Indio de Albuquerque sobre el trato que reciben los ciudadanos navajos por parte de los agentes del orden público. El director ejecutivo de la Comisión, Leonard Gorman, comenzó recordando a los asistentes el problema: «Se supone que el papel de la Policía es proteger y servir, pero nuestra gente nos dice que tenemos que protegernos de la Policía».

La primera persona en testificar describió acoso permanente por parte de la Policía de Albuquerque: «Yo era el indio, y por eso era el malo, imagino. La Policía no nos va a ayudar. Les da lo mismo».

Sobre el acoso policial a los nativos americanos sin hogar, otra persona declaró: «Sucede tanto si somos personas sin hogar como si no. El peligro está en todas partes. Pero las personas sin hogar son objetivos más fáciles. Recientemente alguien fue disparado mortalmente en la calle y nadie se enteró. No se informó de ello».

Según una investigación del Departamento de Justicia, el Departamento de Policía de Albuquerque habitualmente pone en práctica medidas inconstitucionales y a menudo usa la fuerza de manera injustificada y fatal. Sin embargo, su duro informe del pasado abril no menciona la violencia contra los nativos americanos. Tan solo dos meses antes, en febrero, el alcalde de Albuquerque, Richard Berry, que se negó a asistir a la audiencia de la Comisión de Derechos Humanos de la Nación Navajo, en declaraciones a una radio local manifestó que la violencia policial en Albuquerque no tenía absolutamente nada que ver con la raza.

Cuando le preguntaron cómo se explica la violencia policial y la indiferencia hacia el sufrimiento de los nativos americanos en las ciudades fronterizas de Nuevo México, la respuesta de Natani fue muy simple: «Los prejuicios». «Es todo lo mismo desde Farmington hasta Albuquerque. Viene de lejos».

Notas de la traductora:
[1] El término alude a la antigua práctica de lanzar o hacer rodar los cuerpos de las víctimas por el borde de un precipicio después de ser atadas.
[2] Indian Country, cuando se traduce como «País indio», suele hacer referencia a cualquiera de las comunidades de nativos americanos con un gobierno propio dentro de Estados Unidos. En cambio, traducido como «territorio indio» designa comúnmente la región al oeste del país que fue reservada para uso de los nativos americanos y cuyas fronteras quedaron establecidas en la Indian Intercourse Act de 1834.
[3] Palabra de la jerga popular para referirse a una «reserva india».

David Correia es autor de Properties of Violence: Law and Land Grant Struggle in Northern New Mexico y uno de los editores de La Jicarita: An Online Magazine of Environmental Politics in New Mexico .

LUNES 15 DE JUNIO DE 2015 – COMCOSUR
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4) Turquía: fin del erdoganismo: terremoto en la región
Nazanín Armanian* (Othernews)

Histórico golpe a la farsa de la “democracia religiosa”, otro ropaje engaña-masas del capitalismo siempre autoritario, misógino, anti-plural y corrupto. Los resultados de las elecciones parlamentarias de Turquía, en las que no sólo el partido islamista gobernante de Justicia y Desarrollo (AKP) perdió escaños en favor de los partidos nacionalistas seculares de centro-izquierda, sino que pone fin a una década de confusión dirigida por otro excéntrico ‘Führer’ (líder supremo y absolutista) llamado Tayyeb Erdogan.

Mientras retiran la pancarta electoral más grande del mundo que llevaba su imagen, el jefe “espiritual” del AKP, un inquietante personaje malabar con delirio de grandeza, medita sobre su futuro, sentado en el sofá de su “Casa Blanca” —megapalacio que le ha costado al pueblo unos 400.000 euros, construido ilegalmente en un bosque protegido—, ignorando que a pocos kilómetros, cerca de 8.000 trabajadores de las fábricas del montaje de Renault y Fiat estaban de huelga en protesta por sus bajos salarios.

Las 8 lecciones turcas

1. La inutilidad de políticas islamizadoras para tapar los problemas sociales: ponerse a separar las mujeres de los hombres en las residencias universitarias, repartir miles de ejemplares del Corán en las zonas rurales, acusar de “ateos y zoroastricos”, de “enemigos de Turquía y del Islam” y de “agentes de extranjero” a los opositores políticos, no empujan al alza el crecimiento económico que está en 0%, ni crean empleo para 5-6 millones de parados. La respuesta del gobierno a las protestas del Gezi Park (2013) fue polarizar la sociedad entre los religiosos conservadores (turcos y kurdos) y los seculares, y ahora Erdogan ha caído en su propia trampa: los seculares ya son la mayoría en la Asamblea Nacional; dato, que por otro lado, desdibuja el fondo del problema, que es el sistema capitalista que produce dictadores, aunque ciertamente los que además utilizan la fe de los creyentes, son los peores. Las consecuencias del resurgimiento del islamismo y con ello el retroceso en los derechos sociales conquistados durante el siglo pasado, obligan a las fuerzas progresistas rescatar el lema de “la separación de la religión del poder” que había sido guardado en el baúl, hasta hace pocas décadas.

2. Contundente presencia de las mujeres como candidatas en todas las listas electorales como desafío a las políticas misóginas del erdoganismo y sus leyes religiosas —que obligan, por ejemplo, a una mujer maltratada a indemnizar a su maltratador—. Ha llegado a acusar a las mujeres forzadas de interrumpir su embarazo de conspirar para “eliminar a los turcos del escenario mundial”, y así restringir el aborto. El 48% de los candidatos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) eran mujeres acompañadas por tres personas de la comunidad LGBT. El HDP ha hecho una innovación política: una mujer y un hombre compartirán la secretaria general del partido.

3. La genial medida de convertir a HDP (fundado en 2012) en una amplia plataforma de unión de las fuerzas de izquierda, —kurda, turca, armenia, izadi, alawi, asiria, las minorías sexuales, etc—. HDP, que no es una partido kurdo como afirman algunos medios, cuenta con el apoyo de los socialistas y del Partido Comunista. El papel de su líder, el carismático abogado kurdo Selahattin Demirtas de 42 años, ha sido decisivo en el triunfo del partido

4. “Mejor un poder repartido en el parlamento que uno concentrado en el palacio de Erdogan”, o sea, la opción ganadora de “menos Presidente y más Parlamento” , mostraba el temor ciudadano a un despotismo ya desenfrenado que ha llevado a 64 periodistas a la prisión, y ha llenado el espacio político de odio, desconfianza y violencia. Los activistas y las sedes partidos izquierdistas han sufrido cerca de un centenar de ataques que ha causado varios muertos y heridos.

5. Instaurar el mediocre culto a su personalidad tiene su precio: el castigo al Sultán Erdogan ha dañado al AKP que ya busca otro rostro, otro “Ata” (Padre) con el fin de recuperar el poder en una sociedad –como las demás orientales-, muy dada al paternalismo de hombres poderosos.

6. Estas elecciones han vuelto a mostrar una innegable realidad: que la identidad étnica está por encima de la religiosa, lo mostró el vuelco del voto tradicional kurdo conservador al AKP “musulmán”, ahora depositada en favor de HDP, partido en cuyo programa se exige la supresión de las señas de identidad lingüística, étnica y religiosa de los documentos de los ciudadanos y la plena igualdad de todos.

7. Que los partidos kurdos —clandestinos o legales— se han convertido en actores decisivos del escenario de Oriente Próximo, a pesar de que unos estén al servicio de los intereses de las potencias reaccionarias mundiales y regionales y otros al servicio de sus gentes. El baile de Erdogan con el PKK fue una táctica para desactivar la lucha armada y arrancarle concesiones unilaterales. El último clavo al ataúd del proceso de paz se lo puso cuando impidió, hace unos meses, la entrada de los refugiados civiles kurdos sirios a Turquía, mientras daba cobijo a los terroristas del Estado Islámico que masacraba a aquella gente desesperada.

8. El uso oportunista de la carta kurda en los conflictos de la región es como echar piedras sobre su propio tejado. Desde principios del siglo pasado, cientos de miles de kurdos han sido asesinados por todos los régimen de la zona. Hoy, ni siquiera EEUU puede ignorar la “cuestión kurda”. Tal es así que Masoud Barzani, presidente de la Autonomía Kurda de Irak, está preparando, con el apoyo de Obama, la declaración de la independencia de este territorio, dando por terminada la desintegración de Irak, que los demás países de la región con kurdos en sus senos, pongan su barba a remojar.

Erdogan y el mundo

Su sueño de extender la influencia turca desde el mar Egeo hasta la Gran Muralla China, ha sido enterrado en las fosas comunes de sirios asesinados por grupos terroristas apadrinados por él con tal de quedarse con parte del destruido Estado sirio.

La política neo-otomana del Pashá turco le ha llevado, no a la llamada “soledad preciosa” que suelen sufrir personas de integridad ética rodeado de hostilidad, sino al aislamiento propio de los populistas, quienes lanzan promesas huecas con el fin de atraer simpatías.

Así, Erdogan ha conseguido la enemistad de:

Occidente: a Barak Obama no le habrá disgustado la caída de Erdogan, el Netanyahu turco, que va por libre y le tiende trampas —como cuando aseguraba en 2013 que Assad había usado gases químicos, con el objetivo de forzar a la OTAN a acabar con el presidente sirio, colocando a Obama en una situación embarazosa de la que fue rescatado gracias a Vladimir Putin—, o se atreve a incriminarle por no condenar el asesinato de “tres musulmanes” en California.

El presidente de EEUU, que había apostado fuertemente por los Hermanos Musulmanes, también ha llegado a criticarle por los ataques a las libertades en Turquía; él ahora ve que “el modelo turco”, —el sistema político del Islam capitalista incapaz de respetar los mínimos derechos sociales de los ciudadanos—, se derrumba. Los republicanos también dudan de su lealtad: inadmisible que un socio de la OTAN compre a China misiles de defensa antiaérea HQ-9 y forme parte de la nueva ruta de la seda, permitiendo inversiones del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), o se niegue a participar en las sanciones contra Rusia y encima acepte que el abandonado gasoducto de la Corriente Sur vuelva a cobrar vida en el cuerpo de la Corriente Turca.

EEUU se pondrá a buscar en Ankara otro hombre que garantice la estabilidad de este socio “musulmán” de la OTAN: el primer ministro Ahmet Davutoglu es una de las apuestas.

Israel: se acabaron aquellos ataques televisados a los mandatarios judíos, mientras agitaba la bandera palestina. Ahora Tayyeb Erdogan ni se pronuncia sobre la negativa de Netanyahu de respetar “la solución de dos estados”. En cambio, se gasta 1.5 millones de dólares en la reforma de la sinagoga de Edrine —la tercera más grande de Europa— ignorando la propuesta de convertirla en un museo hasta la normalización de la situación de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén por parte de Israel. Erdogan está preocupado por el acercamiento de Tel Avive a Grecia, y que de paso extrae petróleo de la costa griega de Chipre. Paralelo a estos guiños a Netanyahu, el político turco se seguía negando a reconocer el genocidio armenio, –quizás para no tener que indemnizar a los miles de familiares—, ni compadecer a las actuales víctimas sirias e iraquíes de todas las religiones.

Quien le pidió paz para la región y protección para los fieles a Jesús fue el Papa Francisco durante su visita a Turquía –país en el que trabajó el “Papa Turco”, apodo otorgado al arzobispo Angelo Roncalli, el futuro Papa Juan XXIII. La sombra de la rival Iglesia Ortodoxa Rusa, convertida en uno de los protagonistas del escenario geopolítico de Eurasia, pesaba sobre los motivos de la oposición del Vaticano a las guerras en Oriente Próximo, y en su defensa a los “hermanos” Ortodoxos en esta región.

Países árabes: el proselitismo en favor de los Hermanos Musulmanes, y el afán de liderar a los fieles del Islam del planeta le ha enfrentado al presidente turco a Arabia Saudi, otro aspirante del mismo cargo, que no dudó de pararles los pies desde Egipto, derrocando al hermano Mohamad Mursi. Para “el mundo árabe” los turcos son tan intrusos como los iraníes.

Irán: desde Siria, Irak y Yemen, Erdogan pretende “cortar los brazos largos de Irán”, apuntándole además con los misiles Patriot, sin dejar de hacer suculentos negocios familiares, teñidos de corrupción, con Teherán.

Ahora bien, el Partido Democrático de los Pueblos ha prometido sacar Turquía del pantano sirio, colaborar con Irán y Rusia para pacificar este país y ayudar a un millón de refugiados a regresar a sus hogares. Por lo que los yihadistas se quedarían huérfanos de “Padre”, y Obama tendrá que revisar su estrategia acerca del destino de Assad, antes de las elecciones de 2016 en EEUU. Todo indica que los occidentales pueden estar tranquilos: Turquía permanecerá en la OTAN.

Estamos ante el fin del erdoganismo que no de Erdogan, quien tiene 45 días para formar el gobierno de coalición, sino tendrá que convocar nuevas elecciones. Es poco probable que el poder judicial llegue a acusarle de asesinato de manifestantes en Gezi Park, la suerte que corrió Mohamad Mursi. El huracán turco ha despeinado el bigote del Sultán, pero a él no le ha tumbado.

*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Publico.es. Artículo publicado el 10.06.15

LUNES 15 DE JUNIO DE 2015 – COMCOSUR
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5) Egipto: un dictador «bueno» con 40 mil presos políticos
Luz Gómez (eldiario.es)

A Abdelfatá Al Sisi, el mariscal golpista convertido en presidente de Egipto, ya solo le falta Londres en su ramillete de grandes capitales europeas a las que ha acudido en busca de legitimidad. La semana pasada visitó Berlín, y en los últimos seis meses ha estado en Roma, París y Madrid. En Alemania, a diferencia de lo ocurrido en las otras capitales, la visita ha estado rodeada de polémica, si bien ello no ha evitado la fotografía conjunta de Angela Merkel y el nuevo dictador.

Esta foto quedará más en la memoria que las que se ha hecho con Rajoy, Hollande o Tsipras, porque a nadie se le escapa que Merkel es la presidenta de facto de Europa. Y dentro de unos años será tan sonrojante como lo es hoy la de los tres de las Azores, o la de Aznar, Gadafi y El Rayo del Líder, el caballo que el presidente libio regaló al español. Así son las relaciones de Europa con el mundo árabe: a espaldas de los pueblos de ambas orillas, con el viento siempre a favor de las grandes empresas, que viajan en los séquitos de uno y otro lado.

Es bien conocido el patrón de lo acontecido en Berlín: si en Madrid se trataba de los contratos del AVE y en París de los aviones de combate Rafale, en Berlín Siemens ha firmado con sus contrapartes egipcias Orascom y Elsewedy Electric el que se dice que es el mayor contrato único de su historia: 8.000 millones de euros para construir tres plantas de gas y energía eólica. Pero en esta ocasión, en el cortejo que ha acompañado a Sisi viajaba además una curiosa delegación de la actual élite egipcia contrarrevolucionaria: 150 actores, periodistas y personajes de la televisión que “representan todo el espectro del pueblo egipcio”, según declaraciones de la actriz Ilham Chahine, convertida en un icono de la sisimanía.

Volaron desde El Cairo en un jet fletado por la Cámara de la Industria Audiovisual, un organismo fundado y presidido por Mohamed Al Amin, dueño del grupo audiovisual CBC, que se hizo con gran parte de los medios tras la revolución de 2011 y es el mayor vocero del régimen de Sisi. A esta claque dirigió el exmariscal sus primeras palabras de agradecimiento en la rueda de prensa conjunta que dio con Angela Merkel. No es para menos la deferencia, pues junto con los jueces y las fuerzas de seguridad los medios de comunicación son los grandes valedores de su dictadura, jaleada a diario como la “revolución del 30 de junio”. Uno de estos diarios, Al-Watan, corría precisamente a titular así: “Alemania reconoce la revolución del 30 de junio”. Ese día de 2013 ha sido elegido por los contrarrevolucionarios como icono de su revolución correctiva, la que derrocó al presidente Mohamed Morsi, elegido democráticamente, y devolvió a los militares el poder que habían ido perdiendo desde la revolución popular del 25 de enero de 2011.

A Merkel es evidente que le ha pesado más la presión de las empresas alemanas que sus propias palabras. El año pasado afirmó que no recibiría a Sisi mientras no se celebraran las elecciones legislativas anunciadas en la llamada por John Kerry “hoja de ruta a la democracia en Egipto”. No es que celebrarlas sea garantía de mucho, pero algo sería. Sin embargo, las elecciones se han ido retrasando y siguen en el aire. La canciller alemana, que le expresó en público a Sisi su preocupación por las condenas a muerte masivas (sin mencionar específicamente la que pesa sobre el expresidente Morsi), dijo también que “a pesar de acuerdos y desacuerdos, nos hemos escuchado uno a otro”. Curiosa relación de una demócrata con un dictador.

Pero no toda la clase política alemana estaba dispuesta a tratar de igual a igual a Sisi. O quizá sí, pero a efectos de imagen venía bien dar una de cal y otra de arena. Norbert Lammert, presidente del Parlamento alemán, declinó reunirse con el dictador alegando su preocupación “por la situación de los derechos humanos en Egipto”. De ella han hecho recuento cinco organizaciones de derechos humanos (Amnistía Internacional, Front Line Defender, Human Rights Watch, la Organización Mundial Contra la Tortura y la Red Euromediterránea de Derechos Humanos) en una carta a Merkel solicitándole que intervenga ante Sisi. El panorama es pavoroso: 41.000 presos políticos, juicios en masa faltos de toda garantía procesal, recurso indiscriminado a tribunales militares, torturas y violaciones de los detenidos, uso de violencia sexual por las fuerzas de seguridad, condiciones infrahumanas en prisiones y comisarías… No han trascendido las conversaciones privadas, pero en la rueda de prensa Sisi despachó todo ello amparándose en la “lucha contra el fascismo religioso”.

Las conclusiones del orden internacional son claras: Sisi, el dictador bueno, asegura la estabilidad y los negocios de Occidente; es un aliado en la lucha contra el yihadismo; y si los egipcios no tienen democracia hay una justificación subliminal, de rancio fondo orientalista: es porque no están preparados para ella, o porque la quieren a su manera, a la manera de Sisi, como se encargan de pregonar los corifeos que le han acompañado a Berlín (en Madrid todo fue menos chispeante, se nota que los egipcios saben bien quién es quién). En cuanto a los derechos humanos, la Unión Europea tiene una larga experiencia en mirar y señalar solo lo que le conviene. El dedo de Bruselas raramente apunta a Arabia Saudí, menos aún a los Emiratos Árabes Unidos, los dos grandes valedores de la contrarrevolución árabe, tanto en Egipto (el monto de la ayuda económica en estos dos últimos años asciende a 30.000 millones de euros; y los que están por venir, para pagar a Siemens y demás) como en Siria.

Porque no hay que olvidar que Sisi es un peón en la estrategia regional que lidera Arabia Saudí y secundan los Estados del Golfo. Su “reinado” es una variante de las guerras por delegación con que se está dirimiendo el futuro de la zona. En Siria e Irak se optó por subarrendar la guerra a los yihadistas, de lo que nació un hijo díscolo, el ISIS, al que cada vez es más difícil controlar. La última aventura consiste en lavarle la cara al Frente Al-Nusra para que se encargue del ISIS. Su líder, Abu Mohamed Al-Golani, ha asegurado en una entrevista en exclusiva a Al-Jazeera que su grupo en absoluto tiene intención de actuar contra Occidente. Las grandes empresas pueden estar tranquilas: en Egipto, tenemos un dictador bueno; en Siria, estamos testando a unos yihadistas buenos; y en el Golfo todos los tiranos son buenos.

LUNES 15 DE JUNIO DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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