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EL MIEDO COMO FORMA DE DOMINAR AL MUNDO

1) El lobby mediático en contra de América Latina –
2) Sobre los centros de selección de solicitantes de asilo –
3) Turquía: Los atentados contra el HDP y la estrategia del miedo –
4) Rusia en Siria y la nueva promiscuidad geopolítica –
5) Israel y la AP de Mahmud Abbas unen sus fuerzas contra las protestas palestinas

COMCOSUR — POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 740 / Lunes 12 de Octubre de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) El lobby mediático en contra de América Latina
Emir Sader (Alai)

América Latina – o por lo menos algunos de sus gobiernos – se ha puesto en contra de la corriente dominante desde hace décadas en el plano internacional. Despues de sufrir duramente los efectos de esa corriente, algunos gobiernos se han rebelado en contra de ella y empezado a poner en práctica políticas que contradicen frontalmente la onda neoliberal.

Los resultados no han podido ser mejores: mientras aumenta la desigualdad, la pobreza, la miseria, la exclusion social en el mundo, un pais como Brasil, que era el pais más desigual del continente más desigual, ha tenido avances espectaculares en este campo a tal punto de proyectar a Lula como líder mundial de la lucha en contra del hambre. La Bolivia de Evo Morales, ubicado antes como uno de los países más pobres del continente, junto a Haiti y Honduras, ha pasado a ser un modelo de crecimiento económico y de promocion de la justicia social. Los gobiernos de los Kirchner han logrado rescatar Argentina de la peor crisis de su historia, producida por el neoliberalismo, y hacer con que el pais vuelva a crecer y a distribuir renta. Ecuador se ha vuelto uno de los países latinoamericanos que más crece, con algunos de los mejores índices sociales.

Bastaría esos ejemplos – aunque podríamos citar otros – para que nos demos cuenta que son gobiernos que incomodan a los que siguen creyendo en la prioridad de los ajustes fiscales, en las políticas de austeridad, en la centralidad del mercado. América Latina – y esos gobiernos en particular – tienen que ser descalificados, para que se afirme el pensamiento único, el Consenso de Washington, según los cuales no habría alternativas al neoliberalismo.

En la vanguardia del lobby en contra de los gobiernos que avanzan en la superación del neoliberalismo y de sus dogmas, se encuentran algunas publicaciones de proyección internacional: Financial Times, Wall Street Journal, The Economist, El País, entre otras.
Promueven sistemáticamente campañas para intentar descalificar los avances de esos gobiernos, que chocan con sus posiciones y las de los gobiernos neoliberales.

En ellas hasta hay columnistas latinoamericanos que se prestan a esas campañas, mientras otros, se acogen al silencio frente a esos ataques sistemáticos a los gobiernos de Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela, Uruguay, Ecuador. Si esos gobiernos se consolidan, son verdaderos desmentidos a los postulados de las políticas de austeridad que hasta ahora se imponen en Europa, a los preceptos del FMI y del Banco Mundial.

Había entonces que destruir sus imágenes, decir que los avances sociales o fueron engañosos o han desaparecido frente a las crisis actuales. Que los problemas enfrentados actualmente por algunos de esos gobiernos representarían su agotamiento. Que la corrupción, el autoritarismo, el populismo, habrían condenado esos gobiernos al fracaso.

Esas publicaciones, en particular, se empecinan, en campañas en contra de esos gobiernos, de sus líderes, porque les es insoportable que ellos hayan impuesto el período más largo de estabilidad política, con gran apoyo social, en una región donde sus gobiernos – dictaduras militares y gobiernos neoliberales – han fracasado rotundamente. Mientras que los gobiernos europeos que mantienen las políticas neoliberales, a pesar de sus efectos sociales trágicos, no son condenados por esos órganos que, al contrario, los tienen como referencias, aun con su incapacidad de superar la profunda y prolongada crisis recesiva iniciada en 2008 y sin plazo para terminar.

Los lobbies de los medios de comunicación internacionales son incapaces de comprender por qué los gobiernos que descalifican tanto, son capaces de reelegir a sus líderes o elegir a sus continuadores, mientras que los gobiernos latinoamericanos que ellos intentaron promover como alternativas – como los de la Alianza del Pacifico, especialmente México y Perú – tienen gobiernos sin apoyo popular, donde se suceden líderes desprestigiados. Pero siguen con su trabajo de pésimo periodismo, que no logra dar cuenta de porqué esos países del continente son excepciones a escala mundial, frente a los retrocesos de los gobiernos que mantienen modelos neoliberales.

– Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (Uerj).

LUNES 12 DE OCTUBRE DE 2015 – COMCOSUR
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2) Sobre los centros de selección de solicitantes de asilo
Arturo Borra (Rebelión)

¿Qué significan los “hot spots”?

Por analogía a la tecnología inalámbrica, los “hot spots” pueden definirse como “puntos calientes” donde se intensifica la demanda de tráfico para el acceso a un servicio (como ocurre en los aeropuertos con el caso de Internet). Aplicado a determinadas masas humanas, un “hot spot” es un dispositivo de entrada regulada a un territorio, a partir de normas específicas.

En el contexto actual, referido a la llamada “crisis de refugiados” (1), los “hot spots” funcionarían como centros de recepción y selección de personas desplazadas que, en función de su perfil, podrán ser admitidas como solicitantes de asilo o excluidas de esa condición (en tanto migrantes económicos), siendo obligadas en tal caso a regresar a sus países de origen. De forma más específica, la admisión de los solicitantes estará sujeta a la emisión de expedientes por parte de dichos centros, responsables de identificar la nacionalidad, idioma y nivel de formación de cada persona, además de los resultados de un examen sanitario que descarte enfermedades infecciosas (2).

Para comprender mejor la creación de este dispositivo de control, conviene hacer un repaso somero de las condiciones históricas en que se plantea. Como es sabido, a causa de las guerras en Medio Oriente, en la que intervienen directa e indirectamente diferentes gobiernos occidentales -tales como EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia y, en menor medida, Alemania y España, entre otros-, como fuerzas en liza, se está produciendo el mayor éxodo de personas desde la segunda guerra mundial.

El actual desplazamiento forzado de millones de seres humanos (que bien podría reinterpretarse como «crisis de humanidad»), lejos de suscitar una ola de solidaridad entre los estados, ha conducido al desarrollo por parte de la Comisión Europea de un sistema de cuotas que, en el mejor de los casos, permitirá la acogida de unos 160.000 solicitantes (de los que su amplia mayoría son de nacionalidad siria), tras su “selección” en los centros de recepción o “hot spots”. De un total de más de 4.200.000 de sirios en condiciones paupérrimas (3), mediante este procedimiento abreviado, la CE dará lugar a no más del 3% del total de damnificados, poniendo en evidencia su compromiso insuficiente con respecto a una política satisfactoria de derechos humanos, especialmente, cuando se trata de ciudadanos no-europeos.

A pesar de las imágenes complacientes sobre su liderazgo mundial en esta materia, la realidad histórica de Europa ha sido exactamente la contraria: el desentendimiento, cuando no la estigmatización recurrente, ante ingentes masas poblacionales condenadas al exilio, como es el caso de los republicanos españoles (4). Por tanto, la contracara de la universalidad declarada de los derechos humanos no es (ni ha sido) sino el particularismo gubernamental al momento de aplicarlos a determinados sujetos.

Para esclarecer esta contradicción pragmática, es plausible recurrir al caso alemán. Las declaraciones institucionales de sus máximas autoridades no dejan lugar a dudas: lo que prima es, ante todo, el cálculo oportunista de las posibilidades económicas que abre este “escenario” penoso de cientos de miles de personas intentando arribar a Europa. Lejos de cualquier épica humanista, la política de acogida del gobierno de Merkel, además de constituir una intervención cosmética a su imagen devaluada, está asociada a la provisión de trabajadores sirios cualificados de bajo coste a la economía alemana, introduciendo con ello una presión objetiva para la reducción de los salarios medios y la disminución del desequilibrio demográfico que afecta a este país (como ocurre con tantos otros países europeos) [5].

El ingreso de solicitantes de asilo es usado como una oportunidad para reestructurar determinados mercados de trabajo a la baja en términos de derechos y salarios, presentado como “mejora de la competitividad”. La iniciativa consiste en favorecer la contratación de estos colectivos por debajo del salario mínimo, consolidando el antagonismo entre trabajadores locales y extranjeros (afectados en conjunto por el proceso de precarización laboral, aunque en grados diversos). Si el objetivo expreso de dicha medida de excepción es garantizar el acceso al mercado laboral de los solicitantes de asilo, el objetivo implícito consiste en introducir modificaciones legales que permitan el uso intensivo de mano de obra cualificada a cambio de salarios irrisorios.

Para regresar al análisis de los “hot spots”. Considerando las preocupaciones recurrentes de la CE y sus peticiones recientes de revitalizar la “tarjeta azul” de inmigrantes cualificados, ligada a la existencia de ofertas laborales concretas (6), ¿resulta descabellado pensar que semejantes dispositivos podrían funcionar como mecanismos selectivos mediante los cuales se clasifican los individuos en función no sólo de su historia vital –y lo que representa para la “seguridad nacional”- sino también de la utilidad económica que pudiera reportar al país receptor? Dicho de otra manera: habida cuenta de la necesidad de importar mano de obra cualificada a la economía europea, ¿no hay razones para suponer que dichos centros podrían funcionar como empresas encubiertas de reclutamiento? Aunque sería prematuro afirmarlo, semejante posibilidad no queda excluida en lo más mínimo del horizonte político-gubernamental y es consistente con las preocupaciones de los gobiernos europeos.

No cabe descartar, por tanto, que un dispositivo así no sólo contemple las consideraciones normativas pertinentes (relativas al derecho al asilo), sino también la categorización de estas personas en función de sus perfiles profesionales, introduciendo consideraciones instrumentales sin relación primaria con el desarrollo de una política de acogida basada la protección internacional. Lejos de tratarse de meras especulaciones, el rechazo reciente por parte de Italia a la aspiración de algunos gobiernos (incluyendo el español) de participar in situ en la selección de personas con derecho a asilo, señala que esa posibilidad opera como demanda explícita de algunos estados (7). La labor de acogida, en términos reales, se aproxima peligrosamente a una cuestión de mercado.

Puesto que la lógica del beneficio se impone por sobre la lógica del deber, no sería extraño que los hot spots cumplan esta doble función de control (jurídico, policial y sanitario) y de selección (económica). La mentada “solidaridad europea”, contrapuesta a nivel mediático a las nefastas actuaciones de gobiernos como el de Hungría, no menos europeos, podría transformarse así en un nuevo ejercicio de cinismo: tras la máscara de la defensa universal de los derechos humanos se oculta el interés particular por reclutar trabajadores cualificados dispuestos a desempeñarse en condiciones laborales degradadas.

En cualquier caso, semejante dispositivo plantea un control securitario de los solicitantes coordinados por la CE, la Agencia Europea de Apoyo al Asilo (EASO), la Agencia Europea de Fronteras (Frontex) y la Agencia Europea de Policía (Europol). En un contexto histórico-político en el que la CE no ha cesado de priorizar la seguridad de sus fronteras (a través de la consolidación presupuestaria de Agencias como FRONTEX) por sobre los derechos de los desplazados, solicitantes y apátridas, los interrogantes no cesan de proliferar: ¿no traza una línea de continuidad con los Centros de Internamiento de Extranjeros, conocidos por su incumplimiento sistemático de las garantías constitucionales y los derechos humanos? ¿Cuáles serán los criterios de selección de las personas registradas, además de las normativas referentes al asilo? ¿Qué controles se instaurarán en la práctica para garantizar el cumplimiento de los DDHH por parte de las autoridades que los gestionan?

No obstante estas incertidumbres, las consecuencias directas de este dispositivo pueden establecerse con claridad: 1) la posible detención de las personas que son susceptibles de ser deportadas (8); 2) la externalización de la asistencia a solicitantes de asilo, a cargo de Italia y Grecia a nivel europeo y, a nivel externo, de países próximos a los conflictos bélicos; 3) la retención temporal de las personas registradas hasta su reubicación y, eventualmente, 4) la repatriación de cientos de miles de personas (categorizadas como “indocumentadas”) a los países de origen, convirtiéndolas en material descartable (9). Todas estas consecuencias señalan una misma dirección: el debilitamiento de una política de acogida de las personas solicitantes basada en el derecho internacional y la restricción de sus libertades en nombre de la seguridad de estado y las conveniencias de mercado.

Dicho lo cual, los “hot spots” no parecen ser nada distinto a los “campos de refugiados” (fuera de Europa) y a los “centros de internamiento de extranjeros” (a escala europea), con variantes ligadas a los tiempos y criterios de selección. Tras la nueva nomenclatura, lo que se repite es la misma «lógica del campo», el encierro temporal pero indefinido de cientos de miles de seres humanos que escapan del horror y su tratamiento como material reciclable o de desecho, según unas pautas que escapan en gran medida al escrutinio público.

Forma parte de la tarea de la crítica reconstruir esas pautas y someterlas a examen colectivo, exigiendo no tanto la transparencia de la gestión de esos dispositivos sino, en primer lugar, su abolición en lo que mantienen como régimen de excepcionalidad. Tras más de una década de discursos de la interculturalidad, la gestión política europea no ha cesado de avanzar –no sin resistencias minoritarias- en el camino de su clausura. De esas narrativas de apertura no parecen quedar más que las huellas de su negación sistemática por parte de las instituciones europeas.

Notas:
(1) He desarrollado esta cuestión en “Sobre la «crisis de los refugiados» o la vida en peligro”, “Rebelión”, 18/09/2015.
(2) La creación de dichos centros (junto al establecimiento de instalaciones de acogida “suficientes”) son las dos precondiciones fijadas por la Comisión Europea para la “reubicación de emergencia” de los solicitantes de asilo durante los próximos dos años (a pesar de no haberse definido todavía los plazos en que se concretará semejante reubicación).
(3) Remito a “Consideraciones de protección internacional con respecto a las personas que huyen de la República Árabe Siria. Actualización III”, elaborado por ACNUR, 1/6/2014.
(4) Véase Navarro, Vicent, “Lo que no se dice de los refugiados”, “Público”, 1/10/2015.
(5) Véase “La CDU de Merkel plantea que los refugiados puedan ser contratados por debajo del salario mínimo” “Público”, 29/09/2015.
(6) “El reparto de solicitantes de asilo abre un nuevo pulso en la UE”, “El País”, 13/05/2015.
(7) Véase “Italia niega a los países receptores de refugiados que los seleccionen ‘in situ’”, “El País”, 05/10/15.
(8) En la misma línea se mueven las declaraciones del ministro del Interior alemán, Thomas de Maizière, quien anunció que las personas a las que se les deniegue el asilo percibirán menos prestaciones sociales que aquellos solicitantes pendientes de resolución (“Berlín reduce prestaciones a solicitantes asilo que deben regresar a su país”, “La Patilla”, 7/9/2015.
(9) Al respecto, puede consultarse “La UE desvía su responsabilidad de proteger a refugiados”, 16/09/2015

LUNES 12 DE OCTUBRE DE 2015 – COMCOSUR
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3) Turquía: Los atentados contra el HDP y la estrategia del miedo
Simon Tisdall (The Guardian)

La culpa de los horribles atentados en Ankara, que mataron a 86 personas e hirieron a otras 126 [balance en el momento que se escribió el artículo: NdE] en un mitin de activistas por la paz kurdos, es probable que se atribuya a los terroristas del Estado Islámico (Isis) que operan a través de la larga frontera de Turquía con Siria e Irak. Pero la proximidad de las elecciones generales turcas, previstas para el 1 de noviembre, con toda seguridad aumentarán las sospechas de los partidos de la oposición de que estén involucrados en los mismos las fuerzas oscuras que apoyan al autoritario gobierno encabezado por el presidente Recep Tayyip Erdoğan.

Isis está en conflicto abierto con los combatientes nacionalistas kurdos en el norte de Irak y Siria. En julio pasado uno o varios terroristas suicidas, al parecer de origen turco, atacaron una manifestación por la paz pro-kurda en Suruç, en el sur-este de Turquía. En esa ocasión, 37 personas perdieron la vida.

Isis está también en guerra con el Estado turco, que recientemente acordó permitir a los cazabombarderos estadounidenses utilizar su base aérea de Incirlik para atacar a los terroristas en su cuartel general sirio en al-Raqqa y en otros lugares. Erdoğan y su primer ministro, Ahmet Davutoglu, también han lanzado sus propios ataques aéreos turcos contra Isis, en parte en un intento de empujar a los terroristas lejos de la frontera sur, donde han intentado en vano crear una zona refugio o colchón segura.

Turquía ha admitido hasta 2 millones de refugiados sirios desde que la guerra civil estalló en 2011. Aunque la mayoría son víctimas auténticas de la guerra, algunos podrían ser simpatizantes de Isis y partidarios del califato islámico. Los políticos turcos están preocupados por el «enemigo interno». Al igual que el gobierno británico, teme la radicalización de su población musulmana.

Isis considera que tanto los kurdos como el Estado turco son objetivos legítimos, al menos para justificar desde su torcido punto de vista ataques asesinos contra civiles desarmados.

De todos modos, la sospecha de la responsabilidad de los ataques del sábado 10 de octubre, inevitablemente, también recae sobre los grupos ultranacionalistas, incluyendo los Lobos Grises, un oscuro grupo nacionalista turco, y algunos elementos derechistas dentro del aparato de seguridad turco. Erdoğan está actualmente envuelto en una lucha política a vida o muerte con el principal partido de la oposición pro-kurdo, el HDP cara a las urnas el próximo1 de noviembre. El progreso electoral del HDP en las elecciones que tuvieron lugar a principios de este año destruyeron la mayoría parlamentaria que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan ha disfrutado durante más de una década.

Erdogan se vio obligado a pedir a Davutoglu que tratase de formar una coalición de gobierno. Pero fracasó, dada la actitud prepotente e intransigente del AKP con las reivindicaciones de los partidos de oposición, lo que obligó a la convocatoria de nuevas elecciones. Y más importante aún, el revés electoral bloqueó el plan largamente preparado de Erdogan de crear una presidencia ejecutiva autoritaria, al estilo de Vladimir Putin, por falta de apoyo parlamentario.

Muchos en Turquía acusan a Erdogan de alimentar deliberadamente el conflicto con los grupos kurdos, incluyendo el ilegal PKK, con el fin de asustar a los votantes para que apoyen su política de “ley y orden” y prioridad de la seguridad en las próximas elecciones. Si tiene éxito, se argumenta, acumulará más poderes para la presidencia y pretenderá ser una especie de moderna Puerta Sublime otomana. Por lo tanto, se sugiere, lo último que Erdoğan realmente quiere en este momento es paz con los kurdos.

En su primera reacción a los ataques, los políticos de la oposición, tanto del HDP como de otros partidos, han recordado atentados anteriores, similares, contra sedes del HDP en todo el país. Estos han sido atribuidos a reaccionarios ultranacionalistas que se oponen a cualquier tipo de compromiso pacífico con los kurdos. En particular, han indicado que los atentados del sábado pasado en Ankara tuvieron lugar después de otro ataque en junio contra el HDP en Diyarbakir, una ciudad de mayoría kurda en el sudeste de Anatolia, en el que murieron cuatro personas.

El gobierno del AKP también ha utilizado la crisis siria y el avance de Isis para lanzar ataques paralelos, más continuos, contra los combatientes del PKK en Irak. En este ambiente preelectoral tan tenso, la larga declaración que ha hecho pública Erdoğan inmediatamente después de los ataques de Ankara ha sido recibida con precaución por muchos turcos. Para Erdogan, la matanza es la prueba evidente de la importancia de que todos los turcos se agrupen detrás de su liderazgo en la lucha contra el terrorismo. Erdogan sostiene que todos estos ataques, grandes o pequeños, nacionales o extranjeros en su origen, dirigidos contra la población civil, la policía o el ejército, sean cometidos por los kurdos o cualquier otra persona son actos terroristas.

Haciendo uso de palabras como «unidad nacional», «solidaridad» y «determinación», su declaración parece prefigurar un operativo de seguridad más amplio antes de las elecciones. Los principales partidos de la oposición pueden tener dificultades para resistir las proféticas previsiones de Erdoğan y sus iniciativas políticas y verse obligados a aceptar su liderazgo en la medida en que las ondas de choque de los atentados reverberan en toda Turquía. La posición de Erdoğan es transparente: sólo él es el dirigente capaz de derrotar la amenaza que pende sobre todos los turcos.

El gobierno ha suspendido la campaña electoral tras los atentados de Ankara, lo que cierra el debate sobre quienes fueron los responsables y cuáles sus motivos. Erdoğan ya ha comenzado a restringir severamente la libertad de prensa y la independencia de los medios de comunicación antes de las elecciones. Numerosos periodistas conocidos han sido acusados de insultar al presidente, un delito sancionado con pena de cárcel de cinco años, en un descarado intento de silenciar las críticas. La semana pasada Erdoğan fue a Bruselas con el objetivo de atenuar las quejas de la UE sobre su comportamiento autoritario a cambio de ofrecer más ayuda de Turquía para hacer frente a los flujos de refugiados sirios hacia Europa.

La repentina intervención militar rusa en Siria, incluyendo incidentes sobre el espacio aéreo con Turquía, ha añadido un factor más al creciente nerviosismo interno en el país por su seguridad y el debilitamiento de su sistema democrático.

Después de sufrir el peor ataque terrorista de su historia, Turquía es desde este sábado una nación en estado de shock. Pero también es una nación que vive en el miedo.

Simon Tisdall. Editor adjunto y analista internacional del periódico británico The Guardian

LUNES 12 DE OCTUBRE DE 2015 – COMCOSUR
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4) Rusia en Siria y la nueva promiscuidad geopolítica
Santiago Alba Rico (Cuarto Poder)

Cuando la geopolítica habla, los pueblos callan. Nadie escucha ya al pueblo sirio. Nadie lo escucha, en primer lugar, porque una buena parte del mismo está muerta, o en el exilio, o tan aterrorizada que no se atreve a hablar. Pero nadie escucha al pueblo sirio, además, porque hace ya tiempo que ocurrió aquello que el levantamiento democrático de 2011 quería impedir: que su destino fuera decidido por dictadores, fuerzas extranjeras o fanáticos locales. Los revolucionarios no fueron ‘realistas’. Intentaron sacudirse el yugo de la criminal tiranía de los Assad sin pedir permiso ni anticipar las reacciones; sin comprender que el régimen los iba a torturar, tirotear y bombardear con barriles de dinamita; que las hipócritas potencias occidentales y las reaccionarios teocracias del Golfo iban a abandonarles o a contribuir a la militarización de la revuelta en favor de las facciones más fanáticas y radicales; y que los cínicos ‘anti-imperialistas’ (Rusia, Irán y Hizbullah) iban a proporcionar armas y hombres al dictador, sosteniéndolo en el poder y alimentando la salvífica geopolitización de la guerra.

Como confirmando la dolorosa constatación del lúcido y valiente Yassin Al-Hajj Saleh, quien definió la Siria de los Assad como “una sociedad-bomba”, cuatro años y medio después de las manifestaciones de Deraa, la permanencia del régimen está asociada a ese estallido permanente y ampliado que, además de dividir el territorio sirio, deja su futuro en manos de los diferentes verdugos que se lo disputan. Un chiste en internet sintetizaba amargamente la situación en un ficticio “programa de bombardeos para hoy”: a las 8 bombardeo estadounidense, a las 8.56 bombardeo ruso, a las 9.30 bombardeo francés, a las 10 bombardeo británico, a las 11 barriles de dinamita del régimen y una vez a la semana un bombardeo israelí (con pausas, claro, para el café y el almuerzo y ruedas de prensa periódicas del ministro al-Moaleem para exaltar “la soberanía siria”). Cuando la geopolítica se impone, todo ocurre ya en el aire, por encima de las casas sobre las que caen las bombas; y cada muerto ahí abajo significa el avance o el retroceso −como en la antigua mitología griega− de uno de estos ludópatas enfrentados.

La intervención de Putin en Siria revela sin duda el fracaso de las políticas de EEUU, siempre a remolque en Próximo Oriente, y concede ventaja a Rusia, hay que admitirlo, en este pulso interimperialista. Vishay Prashad ha podido describirlo, en términos ajedrecísticos, como un “gambito ruso en Siria”. Ahora bien, para que semejante ‘victoria’ nos alegre, es necesario incurrir en un espejismo y en un fanatismo. El espejismo tiene que ver con el ‘realismo’ geopolítico, del que hablaremos enseguida; el fanatismo con el apoyo entusiasta a uno de los ludópatas en este juego de muerte.

La diferencia entre la izquierda y la derecha es la buena fe o, si se quiere, el justicierismo; la derecha estadounidense, por ejemplo, puede apoyar a un dictador o a un grupo yihadista (o al propio Assad, como Donald Trump) sin hacerse ninguna ilusión al respecto: son ‘nuestros hijos de puta’. La izquierda necesita apoyar siempre la justicia, el humanismo y el socialismo. De manera que ese sector de la izquierda que ha concentrado todo el mal y todo el poder del mundo en la política imperialista estadounidense, y que reduce todo su programa a regocijarse con sus traspiés sin medir las consecuencias, acaba por convertir −paradojas del impulso justiciero− a ‘nuestros hijos de puta’ en valedores de la justicia, el humanismo y el socialismo, lo que les obliga a un ejercicio de negacionismo éticamente repugnante.

Como quieren ser buenos y defender una causa buena, convierten a Assad en un ilustrado pacifista que se defiende de una ‘conspiración universal’ y niegan tranquilamente sus torturas y sus barriles de dinamita, responsables de la abrumadora mayoría de las muertes de civiles en Siria; y como quieren ser buenos y justos convierten a Putin en Lenin y su política intervencionista interesada y criminal en una iniciativa contra el terrorismo y por la paz, para lo que hay que negar la evidencia de que hasta el momento la abrumadora mayoría de sus acciones militares, como las del propio Assad, no han ido dirigidas contra el EI sino contra los rebeldes al norte y al sur de Lataquia (ellos sí combatientes contra el EI), y esto con el objetivo de asegurar militarmente el feudo territorial del régimen en un momento de claro retroceso y de facilitarle la cobertura para una contra-ofensiva. La supervivencia del EI −comodín de tantos actores en la región− es la única garantía de supervivencia, y la única fuente de legitimidad de la dinastía Assad.

Podemos alegrarnos de que un ludópata asesino venga a pararle los pies al ludópata asesino que tanto daño ha causado en esa zona del mundo, pero convertir esa alegría visceral en una ‘política anti-imperialista de izquierdas’ supone hacer malabares con los principios (para transformar a un ludópata en un ‘libertador’) e ignorar la realidad sobre el terreno. A los aficionados a los binarismos mitológicos y a los regüeldos de ‘guerra fría’ habrá que recordarles que ninguno de los bloques o países implicados representa una opción emancipadora ni para el pueblo sirio ni para la humanidad; y que, además, no hay dos bloques definidos y enfrentados cuya relación de rivalidad nos proporcione un criterio para orientarnos con seguridad en el conflicto.

Dos ejemplos rápidos. Uno: Arabia Saudí apoyó el golpe de Estado en Egipto y la dictadura de Sissi, el cual apoya a Bachar Al-Assad, el cual es combatido por los Hermanos Musulmanes, que hasta que empezó la guerra en Yemen eran considerados por Arabia Saudí su principal enemigo. Dos: Rusia, que apoya a Irán, enemigo de Israel, recibe de Israel drones y formación técnica y coordina sus acciones en Siria con Netanyahu, quien votó en contra de condenar −para indignación de Washington− la anexión rusa de Crimea. Nunca la geopolítica ha sido más promiscua ni ha habido más sexo ocasional, ni con menos criterio ideológico, entre las potencias y subpotencias implicadas en el juego. Que EEUU se debilite y reciba golpes de aliados y rivales (ya no hay ni amigos ni enemigos, lo que dificulta la negociación política al mismo tiempo que impide una ‘guerra total’),−digo− sólo es bueno en sí mismo si con ello ganan las poblaciones y si la alternativa no es peor. Lo que desgraciadamente no es el caso.

Si va ganando Rusia ‘nosotros’ no vamos ganando; y mucho menos va ganando el pueblo sirio. De hecho, la intervención militar rusa directa, que se suma a la −hasta ahora− indirecta y a las otras muchas otras intervenciones multinacionales sobre el terreno, agrava sin duda el sufrimiento de los sirios y aumentará el número de desplazados y refugiados, pero puede complicar además la propia posición de Putin, momentáneamente ‘triunfante’. El ‘fantasma de Afganistán’ reaparece con fuerza en la imaginación del abigarrado campo anti-régimen, donde el claro alineamiento de Putin con Assad no sólo lo convierte en enemigo sino que, por eso mismo, lo inhabilita para presionar en cualquier negociación. Por lo demás, el avispero de milicias y fuerzas encontradas es de tal calibre, y los intereses tan espurios y reaccionarios (pensemos en Arabia Saudí o Turquía o, desde luego, en sus aliados EEUU y la UE), que nunca es descartable un choque más serio, aunque ninguna de las partes lo desee: cuando se negocia con bombazos, los bombazos acaban emancipándose de sus intenciones e imponiendo su propia hoja de ruta.

En Siria, en todo caso, se impone −es verdad− una salida realista. ¿Pero qué quiere decir ‘realismo’ allí donde inevitablemente, contra la voluntad de sus ciudadanos, se ha impuesto la ley de hierro de la geopolítica medio-oriental, y en su expresión más aguda y asfixiante: dictadura, intervenciones extranjeras y yihadismo fanático?

El realismo, a mi juicio, implica aceptar al menos estos cinco puntos, muy difíciles de conciliar entre sí:

Aceptar que la revolución ha fracasado, que la democracia ha salido ya derrotada frente a varias contrarrevoluciones convergentes y que de lo que se trata ahora es de salvar vidas.
Aceptar que sin Rusia e Irán, responsables en buena parte de lo que está pasando, no hay solución política; y que Rusia e Irán −cosa que han aceptado ya, con hipócrita y feroz ‘realismo’, los EEUU y la UE− imponen la supervivencia, al menos provisional, de Bachar Al-Assad y el régimen dictatorial.
Aceptar que sin Arabia Saudí, Turquía y las milicias religiosas ‘moderadas’ en concurso, responsables asimismo de lo que está pasando, tampoco hay solución; y que esas fuerzas no van a consentir la permanencia de Assad en el gobierno. Por no hablar de la dificultad de involucrar en un proceso con Assad a esa mayoría siria inocente, culpable solo de aspirar a un poco de libertad y dignidad y que ha visto por eso morir a sus hijos, padres y amigos bajo los barriles de dinamita o en las cárceles del régimen.
Aceptar que esta ‘solución imposible’ es la condición, y no al revés, para acabar con el Estado Islámico, al que las bombas muy selectivas de unos y otros nutren y justifican, cuando no sencillamente ignoran.
Aceptar, en términos generales, que no estamos en la guerra fría sino en un marco semejante al de la Primera Guerra Mundial, un matadero de enfrentamientos interimperialistas −pábulo de sectarismos y fanatismos identitarios con revisión de fronteras− en el que ni los pueblos de la zona ni la izquierda mundial ni la humanidad en general tienen nada que ganar.

Mientras no se comprenda que de realismo en realismo −como de oca en oca− acabamos en la Calavera y la Mazmorra; mientras no se comprenda que no hay nada más realista que un poco de democracia y de justicia social, el realismo seguirá imponiendo dolor, guerra y saqueo en Siria y en todas partes. No parece que ninguna de las fuerzas mellizas −cómplices y rivales− sobre el terreno, ni EEUU ni Rusia, ni Arabia Saudí ni Irán, ni ‘nuestros’ malos ni ‘nuestros’ buenos, vayan a aceptar este simple principio que los cuestiona a todos por igual.

(*) Santiago Alba Rico es filósofo y columnista.

LUNES 12 DE OCTUBRE DE 2015 – COMCOSUR
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5) Israel y la AP de Mahmud Abbas unen sus fuerzas contra las protestas palestinas
Ali Abunimah (The Electronic Intifada)
Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

El dirigente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha requerido a los palestinos que eviten una “escalada” con Israel en unas declaraciones que, de momento, confirman que él seguirá en su papel de subcontratista de la ocupación.

“No queremos una escalada militar o de seguridad entre nosotros y ellos”, afirmó Abbas en una reunión del comité ejecutivo de la OLP celebrada el martes pasado en Ramala. “Todas nuestras instrucciones a nuestros cuerpos de seguridad, a las organizaciones, a los jóvenes y a la gente son que no queremos una escalada sino defendernos”.

Cientos de palestinos han resultado heridos por munición real, balas de acero cubiertas de goma y otras armas israelíes durante las protestas contra la ocupación en las ciudades y pueblos cisjordanos de los últimos días. Los colonos han llevado a cabo ataques generalizados contra los palestinos y sus propiedades en toda Cisjordania.

El lunes, las fuerzas israelíes mataron a tiros con un rifle Ruger a Abdulrahman Obeidalá, de 13 años, en el campamento de refugiados de Aida, cerca de Belén. Israel ha autorizado recientemente el uso generalizado de fusiles de calibre 0.22, de fabricación estadounidense, alegando que son menos letales que la munición más pesada.

Las declaraciones de Abbas se han producido después de que un ministro del Gobierno israelí amenazase con que si las protestas palestinas contra la ocupación continúan, Israel podría atacar y arrasar ciudades de Cisjordania como lo ha venido haciendo en Gaza en los últimos años. El ministro de Transporte, Yisrael Katz, ha advertido de que Israel podría lanzar una nueva “Operación Escudo Defensivo”, en referencia al ataque masivo de Israel en 2002 en el que murieron 500 palestinos y que destruyó importantes áreas de las ciudades cisjordanas de Yenín, Nablús y Ramala.

Castigo colectivo

Hoy en día en Israel el sentimiento anti-palestino es tan intenso –es frecuente escuchar turbas que gritan “muerte a los árabes”– que el primer ministro Benjamin Netanyahu tiene que hacer frente a las protestas por no ser lo suficientemente duro contra el “terrorismo” palestino. Para apaciguar a sus críticos, Netanyahu promete ataques aún más duros contra los palestinos, en especial contra la asediada población de Jerusalén. Como avance, sus fuerzas han demolido las viviendas familiares de dos palestinos acusados de atacar a judíos, y ha precintado parcialmente otra. Se trata de una forma de castigo colectivo que viola el derecho internacional.

La casa parcialmente precintada pertenece a la familia de Mutaz Hiyazi, el palestino que Israel ejecutó extrajudicialmente por disparar y herir presuntamente al extremista judío Yehuda Glick hace un año. Los miembros de las familias de judíos que matan palestinos jamás son sometidos a este tipo de castigo por parte de Israel. De hecho, a los judíos que matan palestinos se les concede por lo general la impunidad.

“Coordinación”

En esta atmósfera en la que la brutalidad de Israel se impone únicamente para reclamar más víctimas palestinas –y probablemente para provocar como respuesta más actos individuales de violencia por parte de palestinos– el llamamiento de Abbas a la calma puede considerase como muy racional.

Nadie que recuerde la “Operación Escudo Defensivo” o que observe la situación de Gaza puede tener ninguna duda de que Israel está listo, dispuesto y es capaz de asesinar a cientos o incluso miles de palestinos con el fin de acabar con la resistencia a su dominación. Pero hay una diferencia entre saber elegir las tácticas correctas para protestar y resistir, y oponerse a toda resistencia e incluso colaborar con la ocupación.

El lunes, Israel detuvo a cinco palestinos de la zona de Nablús acusándoles de perpetrar el asesinato de dos colonos israelíes en ese área el pasado jueves. Eitam y Naama Henkin fueron asesinados a tiros en su coche (sus cuatro hijos resultaron ilesos) por asaltantes que escaparon sin ser vistos por testigos. Las detenciones se produjeron con notable rapidez, si consideramos que más de dos meses después de que colonos israelíes quemaran hasta la muerte a la familia Dawabsha en la aldea de Dura, Israel todavía no ha hecho ninguna detención y puede que incluso esté protegiendo a los asesinos.

La policía secreta israelí, el Shin Bet, famosa por su recurso frecuente a la tortura, afirma que los hombres admitieron el ataque en la sesión de interrogatorio. Israel sostiene que los cinco palestinos son miembros de Hamas. El portavoz del movimiento en Cisjordania, Husam Badran, acusó a la AP de complicidad en las detenciones.

Según informaciones de medios locales, Badran declaró que uno de los detenidos, Karam al-Masri, fue interrogado en el hospital por miembros de la seguridad de la AP pocas horas antes de que agentes secretos israelíes lo secuestraran de su cama hospitalaria. Badran calificó este tipo de coordinación con Israel en temas de seguridad como una “traición a la patria”. Abbas, por el contrario, considera que mantener la cooperación de sus aparatos de seguridad con Israel es una cuestión “sagrada”.

Probablemente los comentarios de asesores directos de Abbas culpando a Hamas por la reciente escalada aumentan la sospecha de que la AP está utilizando los sucesos de estos días a favor de su determinación de erradicar al rival movimiento Hamas de Cisjordania. Según las informaciones, “altos funcionarios de defensa” israelíes se reunieron con sus homólogos de la AP el martes pasado para coordinar sus respuestas a las protestas palestinas. Los analistas israelíes consideran que Netanyahu está intentando evitar un asalto importante en Cisjordania, no por misericordia hacia los palestinos, sino porque los dirigentes israelíes temen que pueda provocar el colapso de la siempre fiable AP.

Fin del apartheid

Los jóvenes palestinos no salen a enfrentarse a las armas israelíes porque Abbas les ordene hacerlo, y no dejan de hacerlo cuando les ruega que se queden en casa. Los palestinos responden a la escalada de violencia y a la brutalidad de la ocupación, a la confiscación implacable de sus tierras y al hecho de que a millones de ellos se les prohiba acceder a Jerusalén.

En la implacable y sistemática violencia israelí está la raíz de los ocasionales brotes, espectaculares y brutales, que en estos días se han cobrado las vidas de israelíes y palestinos. Abbas puede llamar a la calma pero no ofrece a los palestinos ninguna otra forma de resistencia o movilización, solamente la capitulación. Incluso se opone al movimiento del Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel (BDS).

Pero la única manera de evitar más derramamiento de sangre, que ningún ser humano decente puede desear, es que Israel ponga fin a su violento control de millones de palestinos. Seguir con negociaciones interminables y suplicar a los más acérrimos partidarios financieros de Israel y a quienes le arman en Washington y en Bruselas que muestren un poco de misericordia hacia Abbas ofreciéndole algunas migajas no conducirá a la libertad.

Frente al poder avasallador de Israel y al apoyo que recibe de gobiernos cómplices, a los palestinos no les quedan muchas opciones. Pero el BDS sigue siendo la más eficaz y urgente combinación de tácticas que los partidarios de la paz y la justicia en todo el mundo pueden utilizar para contribuir a que el final del régimen de apartheid, colonialismo y ocupación de Israel pueda estar más cerca.

LUNES 12 DE OCTUBRE DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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