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EL PAPEL DEL RENTISMO IMPORTADOR

1) El papel del rentismo importador en el siglo XXI en América Latina – 2) Estados Unidos contra América Latina, el momento destituyente – 3) Los medios de comunicacíón ocultan la guerra saudí contra Yemen – 4) Vietnam, cuarenta años después – 5) India sigue marcada por el “apartheid de castas”

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 718 / Lunes 11 de Mayo de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / COMCOSUR — COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) El papel del rentismo importador en el siglo XXI en América Latina
Alfredo Serrano Mancilla y Nicolás Oliva (Alai)

Desde hace décadas, se analiza las relaciones de dependencia de la periferia con los países centrales. En América Latina, en los años sesenta y setenta cobró una gran importante la escuela estructuralista de la CEPAL, encabezada por autores como Raúl Prebisch, Celso Furtado, Fernando Cardoso y Osvaldo Sunkel, entre otros, que propugnó la denominada teoría de la dependencia centrada en el análisis de las relaciones de dependencia que existen entre las economías enriquecidas del Norte y aquellas más empobrecidas que residían en el Sur.

Esta corriente teórica defendió y todavía defiende que la producción y riqueza de algunos países está condicionada por el desarrollo de otros, y frente a ello, surge la necesidad de cambiar la matriz productiva con el objetivo de reducir dicha dependencia mediante un proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) de ámbito nacional. El objetivo fundamental de este tipo de política es alterar el patrón de intercambio desigual de algunos países con el mundo: por un lado, dejar de importar tanto valor agregado, y por otro lado, llegar a abandonar el patrón primario exportador precisamente exportando nuevos bienes más industrializados (con valor agregado). Este es uno de los temas más recurrente en los últimos años: la importancia de salir del patrón primario exportador para insertarse de otra forma en el sistema mundo.

Pero ésta no fue la única escuela que cuestionó el desarrollismo hegemónico traído del norte (la teoría modernizadora del crecimiento económico, de Rostow). La visión neomarxista, con autores como Paul Baran, Gunder Frank y Samir Amin, también tomó cierto protagonismo en este debate. La diferencia fundamental de este enfoque respecto al anterior es que no concibe posibilidad real dentro del capitalismo para que la periferia llegue a ser desarrollada; es decir, este enfoque considera que el cambio de la matriz productiva ha de venir obligatoriamente acompañado por el cambio de las relaciones sociales y económicas de producción, modificando así también al sujeto productivo y su modo de producir.

Este viejo debate es traído hasta el presente en la mayoría de las ocasiones como si nada hubiera cambiado en estos nuevos tiempos del siglo XXI; como si la hegemonía neoliberal no hubiese cambiado las formas de relacionarse económicamente a los países. Sería un error creer que la discusión de cómo combatir a la dependencia exportadora de materia primas sin valor agregado se debe copiar-pegar sin importar cómo ha cambiado el escenario geoeconómico y geopolítico (con sus nuevas alianzas y con un mundo multipolar), y cómo se alteraron las maneras de producir en el mundo, cómo se ha implementado un orden económico mundial financiarizado que relega a la economía real a un segundo plano, etc.

Tampoco se podría trasladar el viejo debate a la actualidad sin considerar que los propios procesos de cambio de época en América latina también han ya atravesado por una primera etapa en la que sí disputaron con éxito y ahínco la renta de los recursos naturales en origen, esto es, se reapropiaron con soberanía en gran medida de este sector estratégico y de su renta generada (PDVSA en Venezuela, YPFB en Bolivia, Petroecuador en Ecuador, y en menor pero relevante porcentaje Argentina con YPF). Son, en definitiva, dos grandes aspectos que no pueden pasar inadvertidos si queremos realmente afrontar el reto de acabar con la dependencia en el siglo XXI: en primer lugar, lo que ya se ha avanzado en cada uno de los procesos de cambio en América latina (considerando la fase en la que se encuentran para determinar cuál es el siguiente salto adelante), y en segundo lugar, la nueva economía mundial bajo la hegemonía neoliberal.

En relación a lo primero, es preciso recordar que el cambio de época en América latina se comenzó a sustentar gracias entre otros factores a la disputa ganada en relación a la renta petrolera en Venezuela y Ecuador o renta del gas o renta del litio en el caso boliviano). Cada Presidente entendió rápidamente que esta disputa se trataba del caballo de batalla de la política y de la propia política económica. La política económica en torno a estos recursos naturales había sido, de una u otra forma, favorable para el capital extranjero; la soberanía se fugaba a través de la renta petrolera, que se iba en proporciones muy elevadas hacia fuera. Era por tanto la reapropiación en origen de la renta de esos recursos naturales la piedra angular sobre la que se tenía que edificar el nuevo orden económico. Este fue el primer paso de obligado cumplimiento aunque costase sudor y lágrimas (en gran medida esto explica el golpe contra Chávez del 2002; y seguramente también tuvo que ver en el intento de derrocar a Evo Morales, o Rafael Correa).

Pero después de haberlo logrado, esta nueva renta generada reapropiada permitía llevar a cabo nuevas políticas sociales y económicas a favor de la mayoría social. Ha sido tal la magnitud del proceso de redistribución de esta renta en origen tanto en forma de políticas sociales, pero también mejorando el empleo y el salario real, que ha originado una nueva demanda muy vigorosa, que además de haber aumentado en volumen también lo ha hecho distribuyéndose más entre la mayoría social. Realmente se ha producido un proceso de amplia democratización del consumo. Dicho de forma simple: el proceso redistributivo de la renta petrolera en origen ha sido tan sustancial que la mayoría social no solo demanda bienes básicos, sino que puede consumir otros bienes accesorios. Es éste el motivo que ocasiona cierto desfase estructural entre la pujante demanda interna y la insuficiente producción nacional. Fue mucho más veloz el proceso de reparto de la renta de los recursos naturales en origen que el proceso de disponer de una oferta productiva nacional para las consecuencias de dicho reparto en el consumo de la mayoría social.

¿Quién se ha venido aprovechando de este nuevo fenómeno económico en estos procesos de cambio? Mészáros nos da una respuesta concluyente: el “sistema del capital pos capitalista”, esto es, el capitalismo —nacional o transnacional— que se quedó a residir en cada uno de estos países a pesar del viraje en el rumbo económico, pero que a sabiendas de que tenía poca fuerza para disputar victorioso la renta de los recursos naturales (petróleo y gas) en origen, se dedicó entonces a enfocar la disputa en esa misma renta pero ahora en destino, es decir, en las manos de los consumidores y en las manos del mismo Estado que cada vez lleva adelante políticas de compras públicas más importantes. En otras palabras, el sector empresarial privado concentró toda su actividad económica en un sector importador —no productivo—, dedicado a comprar afuera y vender adentro para satisfacer la creciente y democratizada demanda del pueblo y del Estado (vía compras públicas).

Esto es lo que Samir Amin (1973) denominó la “burguesía importadora”: un nuevo sector empresarial nacional en conexión privilegiada con el capital transnacional que es, a su vez, el que provee estos bienes, garantizándose así también su gran porción en el reparto del nuevo pastel. Esta suerte de rentismo importador del siglo XXI actúa como mecanismo especulador en contra de las posibilidades de emergente y renovada economía real. Además, este fenómeno requiere un alto volumen de divisas, que en su mayoría son ociosas porque no acaban en el ámbito productivo, provocando así que se tenga una restricción externa cada más acuciante.

El rentismo importador del siglo XXI en América latina es aquella actividad económica, no productiva, dedicada a la compra-venta, comprar afuera y vender adentro, aprovechándose de una posición dominante de mercado, tanto a nivel internacional para importar como a nivel interno para ser el oferente puertas adentro. Este rentismo importador del siglo XXI es una actividad meramente especulativa, ociosa en tanto que no se dedica a producir, basada fundamentalmente en una actividad comercial, caracterizada por: 1) con alto poder de mercado por disfrutar de privilegios en la actividad importadora gracias a las alianzas con las empresas trasnacionales que le proveen, 2) son formadores de precios debido a su poder de mercado, 3) no generadoras de empleo porque se basan en actividades no productivas, puramente comerciales, 4) constituyen un freno a los incentivos de la actividad productiva e industrial, 5) se reapropian de una gran parte de la nueva renta generada en el país (reapropiada en origen pero disputada en destino), 6) garantizan la reproducción del régimen de acumulación concentrador de riqueza a favor de unos pocos, 7) facilita la sostenibilidad de un metabolismo social del capital contrario a cualquier proceso de cambio democratizador de la riqueza.

Este nuevo universo económico es resultado de la disputa en torno a la renta de los recursos naturales en destino. Por ejemplo, la renta petrolera en el caso venezolano ya no se fuga en el origen, sino que se queda adentro, y como tal, es usada en gran medida para el consumo interno y para políticas a favor del Estado de las Misiones. Algo similar ha venido ocurriendo en Bolivia y en Ecuador. He aquí la nueva gran disputa para los próximos años: cómo reapropiarse en destino de la nueva renta de los recursos naturales que fue reapropiada en el origen. Aclarar que al decir reapropiarse en destino no implica necesariamente “nacionalizar o estatizar” esa nueva renta, sino que la disputa está en ver qué se puede hacer para que esa renta en destino no acabe beneficiando a otro modelo especulativo, no productivo, ocioso, y nuevamente, dependiente de los países centrales.

Lo que realmente significa esta nueva disputa es reapropiarse de tal forma que la renta no se acabe fugando por otros mecanismos, ni tampoco acabe concentrándose en muy pocas manos perpetuando un régimen de acumulación injusto, y que por el contrario, esta renta sea la palanca para seguir consolidando otro orden económico interno, con mayor generación de riqueza, y mejor distribuida. Esta nueva renta generada y reapropiada en origen, ahora usada adentro, debe permitir formar parte de los nuevos mecanismos financieros que ayuden a producir (vía ahorro interno canalizado para actividades productivas); para reinvertirse en nuevas actividades productivas estratégicas del sector público; para sostener fiscalmente las políticas sociales que deban seguir llevándose a cabo.

En conclusión, la nueva renta en destino ha de volver a lo que muchos llaman el flujo circular de la renta en cada proceso, en cada país, y esto sólo ha realizar con nuevas políticas tributarias más acorde a la nueva renta generada, una nueva política financiera distinta, y nueva política productiva integral (tema para próximo punto de las disputas presentadas). Si por el contrario esta hemorragia no se detiene, seguramente, se acabará imponiendo ese sistema del capital pos capitalista adentro de cada proceso de cambio, lo cual podría provocar que siga prevaleciendo el metabolismo social del capital a pesar de los nuevos horizontes estratégicos planteados el cambio de época, a lo que hay que añadir que seguirá una dependencia hacia fuera agravando en muchas situaciones la necesidad de divisas para importar (esto es, la restricción externa).

El metabolismo social del capital está arraigado desde hace siglos, y goza de una hegemonía global favorable que hace todavía más difícil expulsarlo de raíz, ni eliminarlo de las innumerables expresiones en las que se presenta en cada momento de la vida de los ciudadanos. Ese rentismo importador facilita a la preexistencia de este metabolismo contrario a lo que de desea porque se asemeja a un inquilino capitalista no productivo que no se va tan fácilmente de una casa aunque el nuevo dueño le diga que ya no puede seguir viviendo y actuando como antes.

Es por ello que en esta nueva fase del cambio de época, habiendo superado con éxito la anterior fase de reapropiación de la renta en origen, a partir de ahora no hay tiempo que perder para buscar las formas y mecanismos de reapropiarse de la nueva renta en destino, en manos de la ciudadanía, directa o indirectamente, sea destinada a consumo privado o consumo y compras públicas. Afrontar este rentismo importador del siglo XXI es tan importante como seguir pensando cómo salir del rentismo exportador (de materias primas) del siglo pasado.

– Alfredo Serrano Mancilla, Doctor en Economía, es Director Ejecutivo CELAG
– Nicolás Oliva, Magister en Economía (Candidato Doctor), es Director CEF, Investigador CELAG

LUNES 11 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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2) Estados Unidos contra América Latina, el momento destituyente
Raúl Zibechi (Ceprid)

La Cumbre de las Américas debía estar marcada por Barack Obama y Raúl Castro junto como símbolo del fin de más de medio siglo de enfrentamiento. Pero irrumpió “el caso Venezuela” para recordar que el viejo tío, aun debilitado y atacado en su patio trasero por potencias de creciente poderío, como China, no pierde las mañas.

En la política exterior de Washington llegó el momento “destituyente” de los gobiernos progresistas que le resultan más incómodos. Los caminos para ello serán muy variados, aunque parece por el momento descartado que se repitan operaciones tan abiertas como las recientes contra Manuel Zelaya y Fernando Lugo en Honduras y Paraguay, o el más lejano intento de golpe contra Hugo Chávez de 2002 (con designación previa de presidente bendecido en Washington incluida). La enormemente mayoritaria reacción latinoamericana a la declaración del presidente Barack Obama de que Venezuela es una amenaza a la seguridad de su país habría llevado a que la superpotencia se incline, en este caso, por tomar caminos laterales, usando a algunos gobiernos que para la opinión pública suenan como progresistas como punta de lanza contra Caracas. Quizá algo de eso persiga Obama al pedir una reunión bilateral con sus pares de Costa Rica, Chile y Uruguay durante la cumbre.

El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, por lo pronto, acaba de destituir a su embajador en Caracas, Federico Picado, por decir que “en Venezuela hay una amplia libertad de prensa”, lo que el diplomático demostró enseñando los diarios antichavistas que se venden en los quioscos (Tiempo, 26-III-15). “En los puestos de venta me encuentro con periódicos y revistas cuyos contenidos expresan todo el arco iris posible de posiciones políticas e ideológicas”, había dicho Picado cuando le preguntaron su opinión acerca de la “dictadura chavista”.

“En Costa Rica hay una norma que prohíbe al personal emitir opiniones sobre temas de relaciones internacionales o asuntos internos del país receptor que no hayan sido previamente consultadas. Es una norma que afecta a todos los funcionarios del servicio exterior, y con ella se trata de evitar que se ponga al país en situaciones incómodas”, dijo el canciller Manuel González al justificar la destitución del embajador. Al mismo tiempo González acusaba a Rusia de desestabilizar Centroamérica por su venta de armas a Nicaragua (La Nación, 27-III-15). Alineamiento, que le dicen. Algo de este tipo es lo que es probable que Obama busque al reunirse esta semana en Panamá con la chilena Michelle Bachelet y el uruguayo Tabaré Vázquez. Las declaraciones del canciller Rodolfo Nin Novoa indican, al menos, que en tierras orientales el camino está abonado.

Romper el cerco

Pero lo cierto es que la superpotencia está aislada en cuestiones centrales, en gran medida como consecuencia del tironeo interno entre republicanos y demócratas, que neutraliza cualquier proyecto común para adecuarse a la nueva realidad. Una nueva realidad que dice que en su patio trasero Estados Unidos cuenta con una competencia inesperada apenas unos pocos años atrás: la de la República Popular China. Esa parálisis está facilitando el éxito de las iniciativas chinas en esta región. Demócratas y republicanos coinciden en un punto, sin embargo: América Latina es la zona del planeta más importante para la supervivencia de Estados Unidos como superpotencia. Y para ello se hace esencial mantenerla como coto exclusivo, sin injerencias extracontinentales y bloqueando la posibilidad de que varios países del área trabajen en una misma dirección, o sea: impidiendo cualquier manifestación de independencia.

Como recuerda José Luis Fiori, profesor de economía política internacional en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, las sanciones estadounidenses a Venezuela están ligadas a “un movimiento profundo, casi telúrico, cada vez más religioso, fanático y agresivo, en la sociedad, pero con una repercusión cada vez más mesiánica e intervencionista, en el campo de la política exterior de Estados Unidos” (Carta Maior, 7-XI-14).

China, China, China

“El mes pasado puede ser recordado como el momento en que Estados Unidos perdió su papel como garante del sistema económico global”, escribió semanas atrás Lawrence Summers, secretario del Tesoro entre 1999 y 2001 y asesor económico del presidente Barack Obama entre 2009 y 2010 (The Washington Post, 5-III-15). Summers se refería al fracaso de Washington en su intento de convencer a sus aliados más tradicionales de que no se unieran al Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (Aiib, por sus siglas en inglés) promovido por China.

El éxito chino en las relaciones internacionales no deja de sorprender, tanto por la rapidez de sus avances como por su contundencia. La creación del Aiib representa la más potente irrupción del país asiático en el mundo. Los anuncios de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Australia y Brasil de que se unirán a esta institución, que se estima puede llegar a sustituir el papel del FMI y el Banco Mundial, sorprendieron a Washington y son una muestra de la creciente influencia de la potencia emergente.

A través del nuevo banco, China invita al mundo a invertir en los corredores económicos trasnacionales que unirán Asia y Europa a través de una amplia red de conectividad financiera y de negocios. Los miembros fundadores del banco son 45 países asiáticos –China, India, Singapur e Indonesia entre ellos–, pero a diferencia de las instituciones creadas en Bretton Woods, los votos de cada uno de ellos son proporcionales a su PBI. “Está emergiendo una arquitectura financiera global influenciada por China”, sostiene el think tank Consejo Indio de Relaciones Globales (gatewayhouse.in, miércoles 1). “La infraestructura es a China en el siglo XXI lo que el comercio fue a Estados Unidos en el siglo XX”, agrega.

La incorporación de Gran Bretaña al banco asiático levantó fuertes críticas de la Casa Blanca, quizá porque fue el primer país aliado en hacerlo. Pero a esa deserción siguieron otras. Hasta Israel, un aliado incondicional de Washington, decidió incorporarse al AIIB. “Su adhesión permitirá a Tel Aviv la integración de las compañías israelíes en diferentes proyectos de infraestructura financiados por el banco asiático”, dice el comunicado publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel (Russia Today, sábado 4).

En paralelo, el avance de la internacionalización del yuan resulta imparable. El economista Ariel Noyola recuerda que “hace apenas cuatro años, un pequeño grupo de 900 instituciones bancarias realizaban operaciones en yuanes. A finales de 2014, el número aumentó a más de 10 mil entidades” (Russia Today, 31-III-15). La presidenta del FMI, Christine Lagarde, anunció a fines de marzo la inclusión del yuan en los “derechos especiales de giro” (activos de reserva internacional creados en la década del 60 para complementar las reservas de los bancos centrales), de los que esa moneda estaba excluida por el veto que ejerce Estados Unidos.

En consecuencia, China avanza de modo incontenible en todos los frentes, arrastrando aliados, agujereando la arquitectura financiera global, desbaratando planes largamente pergeñados. Pero cuando Pekín ingresa con fuerza en el patio trasero, la cosa se complica. China anunció planes para invertir 250.000 millones de dólares en la próxima década en América Latina. Estados Unidos tiembla.

Zona de exclusión

La penúltima edición de la revista Military Review, que refleja los puntos de vista del Pentágono, contiene un largo artículo titulado “La aparición de China en las Américas” (1). El trabajo, redactado por Evan Ellis, profesor en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, analiza los impactos que la presencia china tiene para los intereses estadounidenses.

En primer lugar, sostiene que el ostensible aumento del comercio y de las inversiones chinas “está transformando la infraestructura física” de la región, obras que tienen “implicaciones estratégicas”, como los corredores bioceánicos, la ampliación y modernización de puertos y la construcción de “un segundo canal a través de Nicaragua y la potencial carretera o ‘canal seco’ y enlaces ferroviarios propuestos por Honduras, Guatemala y Colombia”.

En segundo lugar, las viejas instituciones o instancias políticas regionales, como la OEA o la propia Cumbre de las Américas, han ido perdiendo importancia en beneficio de la Unasur o la CELAC, organismos “que expresamente excluyen a Estados Unidos”. En paralelo, la revista apunta que el éxito económico de China “ha socavado los argumentos de Estados Unidos en cuanto a que la democracia al estilo occidental y los mercados libres son las mejores vías para el desarrollo y la prosperidad”.

En tercer lugar, el análisis de Military Review considera que “la seguridad de Estados Unidos se ve afectada por el financiamiento, inversión y comercio de China con regímenes que buscan la independencia de los sistemas occidentales penales y de responsabilidad contractual, tal como ha ocurrido en diferentes grados con los países del ALBA”. China puede usar las infraestructuras que construye contra Estados Unidos para presionar a los países a fin de que le nieguen a la superpotencia el “acceso a bases, recursos, inteligencia o apoyo político”.

Ahora, razona el Pentágono, la influencia de Estados Unidos en la región está siendo socavada por “la disponibilidad de China como una alternativa al mercado de exportación, fuente de préstamos e inversión” (Military Review, enero-febrero de 2015).

El detalle está en la palabra “alternativa”. A diferencia de lo que sucedía en las décadas de 1960 y 1970, ahora los gobiernos disidentes del imperio pueden recurrir a otros países para resolver sus problemas.

Asegurar el patio trasero

El año pasado los bancos chinos prestaron a los países latinoamericanos más dinero que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo sumados. Por países, Venezuela fue el mayor receptor de préstamos chinos, y también uno de los mayores destinos de la inversión del gigante asiático en la zona, sobre todo para las explotaciones petroleras y la creación de infraestructuras.

En Argentina la petrolera china Sinopec acaba de firmar un acuerdo de colaboración con YPF, explota el yacimiento de Vaca Muerta y participa en la expansión de redes ferroviarias y del metro de Buenos Aires. En Brasil, Sinopec se hizo con el 30 por ciento de la portuguesa Galp y el 40 por ciento de la española Repsol. Se calcula que China domina ya un tercio del sector minero peruano, con fuerte presencia en la extracción de cobre. “En toda la región las compañías chinas desarrollan proyectos de telecomunicaciones, automoción, agricultura, construcción y sectores energéticos, lo que extiende la influencia de Pekín, y no sólo a nivel económico” (Russia Today, lunes 6).

El brasileño Fiori estima que se está asistiendo a una “revalorización geopolítica y geoeconómica del Caribe y de América del Sur como tableros relevantes de la competencia global entre Estados Unidos y China, y de la competencia regional de estos dos países con Brasil” (Carta Maior, 25-XII-14).

Para avalar esa afirmación esgrime el trabajo del principal geoestratega estadounidense, Nicholas Spykman. Más de la mitad de la obra de Spykman America’s Strategy in World Politics, publicada en 1942, está dedicada al papel que debe jugar la potencia en América Latina y en particular en Suramérica. El teórico divide la región en dos zonas: una “mediterránea”, que incluye a México, Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela, en la que la supremacía de Estados Unidos no puede ser cuestionada, una suerte de “mar cerrado” cuyas llaves pertenecen a Washington.

Por otro lado aparece la zona de influencia de los grandes estados del sur (Argentina, Brasil y Chile). Spykman apunta que si estos países se unieran para contrabalancear la hegemonía estadounidense, “deben ser respondidos mediante la guerra” (Valor, 29-I-14).

En los últimos años los países que impulsaron el Mercosur ampliado y la Unasur, básicamente Brasil, Argentina y Venezuela, entraron en la “línea de tiro de Estados Unidos”, que no puede aceptar que un proyecto convencional de integración económica (como fue el Mercosur en sus inicios) se transforme en un bloque político liderado por Brasil “con el objetivo de impedir toda intervención externa en América del Sur”.

La alianza de Brasil con China, India y Rusia en los Brics, y de Argentina y Venezuela con China y Rusia es otra línea roja para Washington. Que esas alianzas no pasen a mayores es un objetivo central de la política estadounidense. Máxime cuando sobre todo Brasil, pero también Argentina y Venezuela, se involucraron en un conflicto lejano, como el de Oriente Medio, condenando la ofensiva de Israel en la Franja de Gaza en agosto y setiembre de 2014 y tomando distancia del bloqueo a Irán (Carta Maior). Cortarles las alas, de eso se trata.

Nota
(1) Military Review, publicada por US Army Combined Arms Center (Usacac), Fort Leavenworth, enero-febrero 2015, págs 66-78.

Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada. Integrante del Consejo de ALAI.

LUNES 11 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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3) Los medios de comunicacíón ocultan la guerra saudí contra Yemen
Gareth Porter (Consortium News)
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El término “guerra por representante” [proxy war] ha ganado una nueva popularidad en informaciones sobre Medio Oriente. Varias fuentes noticiosas comenzaron de inmediato a utilizar el término para describir el conflicto en Yemen, como si se hubieran puesto de acuerdo, después que Arabia Saudí lanzó su campaña de bombardeo contra objetivos hutíes en Yemen el 25 de marzo.

“El conflicto en Yemen se convierte en una guerra por representante”, fue el título del Wall Street Journal el día siguiente. “¿Quién combate contra quién en la guerra por representante en Yemen?” preguntó un bloguero en Reuters el 27 de marzo. El mismo día en el que el Journal determinó que la guerra en Yemen era una guerra por representante, NBC News declaró que todo Medio Oriente está ahora sumido en una guerra por representante entre Irán y Arabia Saudí.

Es ciertamente el momento de discutir el problema de una guerra por representante en Medio Oriente, porque una serie de guerras semejantes se encuentran en el centro de la desestabilización y el caos en el que está sumida la región. El problema con las recientes informaciones que utilizan el término es que está siendo usado de una manera que oculta algunas realidades básicas que al parecer no quieren reconocer algunos medios noticiosos.

El problema real de las guerras por representante debe comenzar con el hecho de que EE.UU. y sus aliados de la OTAN abrieron la caja de Pandora para guerras regionales por representante mediante dos grandes guerras por cambio de régimen en Iraq y Libia. Esas dos guerras profundamente desestabilizadoras suministraron obvias oportunidades para que estados suníes en todo Medio Oriente se concentraran en sus propios objetivos de poder sectario y político mediante guerras por representante.

El destacado politólogo del Siglo XX Karl Deutsch definió la “guerra por representante” como “un conflicto internacional entre dos potencias extranjeras, librado en el suelo de un tercer país, disfrazado como un conflicto por un problema interior del país y utilizando parte del elemento humano, de los recursos y del territorio de ese país como medio para lograr objetivos preponderantemente extranjeros y estrategias extranjeras”.

La definición de Deutsch deja en claro que la guerra por representante involucra el uso de combatientes de otro país en lugar del uso directo de la fuerzas por la potencia o potencias extranjeras. Por lo tanto es obvio que el bombardeo saudí en Yemen, que ha matado sobre todo civiles y utilizado bombas de racimo ilegalizadas en gran parte del mundo, no es una guerra por representante sino una evidente agresión militar externa.

El hecho de que los medios noticiosos comenzaron a calificar Yemen de guerra por representante como reacción ante el bombardeo saudí sugiere categóricamente que el término fue una manera de endulzar la dura realidad de la agresión saudí.

La suposición que subyace la aplicación de “guerra por representante” es, por supuesto, que Irán ya había convertido Temen en una guerra semejante por su apoyo a los hutíes. Pero ignora la cuestión crucial de si los hutíes habían estado imponiendo “objetivos preponderantemente extranjeros y estrategias extranjeras”. Aunque Irán ciertamente ha tenido vínculos con los hutíes, la línea de propaganda saudí de que los hutíes han sido de hace tiempo representantes iraníes no es apoyado por la evidencia.

Lejos de aprobar el argumento de representación iraní, la toma huti de Saná del año pasado ha efectivamente suministrado evidencia definitiva de lo contrario. Fuentes de inteligencia estadounidenses dijeron recientemente al Huffington Post que antes de que los hutíes entraran a la capital, los iraníes se habían opuesto a semejante acción, pero que los hutíes ignoraron su consejo.

Gabriele vom Bruck, una destacada especialista académica sobre Yemen en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, dijo en un correo electrónico al autor de estas líneas que altos funcionarios yemenitas con vínculos con los servicios de inteligencia le habían dicho lo mismo semanas antes de que la historia fuera filtrada.

Los hutíes rechazaron la advertencia iraní, cree vom Bruck, porque el ex presidente Ali Abdullah Saleh y su hijo Ahmed Ali Saleh (ex comandante de la Guardia Republicana) les habían indicado que tropas que se mantenían leales a ellos no ofrecerían resistencia a las unidades hutíes que avanzaban hacia la capital a menos que los hutíes los atacaran.

Por lo tanto es evidente que los hutíes no se proponen servir una estrategia iraní para Yemen. “Ciertamente los hutíes no quieren reemplazar a los saudíes con los iraníes”, dice vom Bruck, a pesar de que todavía emplean consignas emprestadas de Irán.

¿Guerra regional por representante?

La historia de NBC sobre una “guerra regional por representante” malentiende completamente la seriedad del problema. Convierte su concepto de la guerra por representante en un problema abstracto y virtualmente antiséptico de limitación de la influencia iraní en la región mediante bombardeos estadounidenses de Iraq. Ignora el hecho de que los protagonistas regionales tras las guerras en Siria, Iraq y Libia están arrastrando la región hacia una nueva era de ilimitada violencia sectaria e inestabilidad.

Los crímenes cometidos por el régimen sirio en la guerra son desmesurados, pero las políticas de países en el extranjero que mantienen una guerra por representante para derrotar el actual régimen han creado una amenaza mucho más siniestra para toda la región.

El columnista del Washington Post David Ignatius ha detallado el proceso mediante el cual Turquía, Arabia Saudí y Qatar compitieron en la creación de fuerzas representantes con las cuales derrocar el régimen de Assad.

Una tal competencia desenfrenada en la creación de ejércitos para el cambio de régimen fue por su propia esencia un uso temerario y cínico de poder que incluía el riesgo obvio de caos y violencia aún peores de la guerra en Siria. Pero han hecho que los costes de la guerra por representante sea mucho mayor al concentrarse en los grupos armados más agresivos que podían encontrar como sus clientes, y sus armas pronto “encontraron su camino hacia los grupos terroristas”, escribió Ignatius, a quien turcos y qataríes “no tomaron en cuenta”.

Una vez que quedó claro que estados suníes estaban creando una guerra por representante en Siria que podría desequilibrar la balanza contra el régimen sirio, Irán e Hizbulá intervinieron en apoyo del régimen.

Pero lo que olvida la visión convencional de la guerra siria por representante es el vínculo entre Siria y la estrategia de disuasión de Irán. Irán es débil en relación con el poder militar de Israel y EE.UU. en Medio Oriente, y ha sido el objetivo de amenazas militares estadounidenses e israelíes desde los años 90.

La disuasión de Irán ante semejantes ataques ha dependido de la amenaza de ataques de cohetes de represalia contra Israel de Hizbulá desde el sur del Líbano – la destrucción de la capacidad de Hizbulá de tomar represalias por un ataque fue la principal razón para la guerra de Israel de 2006 contra Hizbulá.

El régimen de Assad también formaba parte del disuasivo iraní. Siria no solo tenía una fuerza de varios cientos de misiles que Israel tendría que tomar en cuenta, sino también el territorio sirio es la ruta más corta para el reabastecimiento iraní para Hizbulá.

La obsesión saudí con el derrocamiento del actual régimen chií iraquí parece reflejar el sentimiento que el príncipe Bandar bin Sultan expresó a Richard Dearlove, entonces jefe de MI6, antes del 11-S. “”No falta mucho en Medio Oriente, Richard”, dijo Bandar, “para que sea literalmente ‘Que Dios ayude a los chiíes’. Más de mil millones de suníes están hartos de ellos.”

Los saudíes nunca se han reconciliado con el establecimiento de un régimen chií en Iraq desde que EE.UU. ocupó el país y estableció un gobierno dominado por chiíes. Comenzaron a facilitar el envío de extremistas suníes para derrocar el régimen chií en los primeros años de la guerra de EE.UU.

Después del retiro de EE.UU. de Iraq, el financiamiento y las armas de los saudíes y de otros dominios de jeques del Golfo para combatientes suníes en Iraq se orientaron hacia las fuerzas mejor organizadas, lo que finalmente significó ISIS, también conocido como Estado Islámico.

La guerra de la OTAN por el cambio de régimen en Libia, como la ocupación estadounidense de Iraq, abrió un camino para la guerra regional por representante que sobrevino. Esa guerra tomó la forma de una intervención competitiva de protagonistas regionales que condujo a un empeoramiento de la violencia. Esta vez Qatar y los EAU estaban compitiendo por el poder a través de su apoyo para expatriados libios en sus propios países.

Los qataríes orientaron su apoyo al Grupo Islámico Libio de Combate, que el Departamento de Estado de EE.UU. ya había identificado como organización terrorista en 2004. El régimen de Sisi en Egipto se sumó a la guerra por representante como patrocinador principal del contraterrorismo. Los EAU se alinearon con esa posición, mientras Qatar mantuvo su oposición. La guerra regional por representante ha llevado a una estructura del conflicto a largo plazo.

Las recientes historias en los medios han presentado solo referencias anodinas al problema de la guerra por representante. Lo que se necesita en la cobertura en los medios noticiosos es su concentración en las repugnantes realidades de la guerra por representante y sus orígenes.

Gareth Porter es un periodista de investigación independiente galardonado con el Premio Gellhorn 2012 para periodismo. Es autor del recientemente publicado Manufactured Crisis: The Untold Story of the Iran Nuclear Scare. [Este artículo apareció primero en Middle East Eye.]

LUNES 11 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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4) Vietnam, cuarenta años después
Sergio Rodríguez Gelfenstein (Barómetro Internacional)

El pasado 30 de abril se conmemoró el 40 aniversario de la victoria definitiva del pueblo vietnamita en la guerra de liberación contra la intervención estadounidense. Con ello se produjo el inicio de la ansiada reunificación del país y el comienzo de una etapa distinta para el Vietnam heroico que resistió y derrotó la agresión de tres grandes potencias durante el siglo XX: la Francia colonialista, el Japón expansionista y el Estados Unidos imperialista, las que no obstante manifestar distintas formas de injerencia, expresaron un misma talante al intentar ocupar y devastar el territorio de este país cuyo pueblo es expresión de un alto sentido patriótico y una gran voluntad de lucha y victoria.

Le Duan, legendario líder vietnamita y sucesor de Ho Chi Minh en la conducción del Partido Comunista de Vietnam (PCV) y en el gobierno, lo explicaba diciendo que la revolución vietnamita siempre tuvo como característica enfrentar a enemigos imperialistas poderosos y en algunas ocasiones, no sólo a uno, sino varios a la vez, y que para ello habían aplicado de manera creadora la enseñanza leninista de que “Solo es posible derrotar a un enemigo más fuerte, haciendo grandes esfuerzos y con la obligación de saber aprovechar de manera minuciosa, sumamente atenta, cuidadosa e inteligente cualquier ´grieta` entre los enemigos por pequeña que sea…”

En el inicio de la agresión, Estados Unidos apoyó con armas y asesoramiento al gobierno fantoche de Vietnam del Sur, para después, llegar a instalar hasta 580 mil efectivos militares en 1969. Contra el país fueron arrojadas más toneladas de bombas que en toda la segunda guerra mundial, experimentando además con armas químicas y bacteriológicas, entre ellas el tristemente célebre agente naranja. Según relata el Embajador de Vietnam en Cuba, Doung Minh entrevistado por la periodista Arleen Rodríguez, “Todavía hoy, cientos de miles, quizás millones de personas, sufren las secuelas, son muchas las parejas que no pueden tener hijos y también las que tienen hijos con algún tipo de anomalía por esa causa. En la tierra rociada con esos químicos, no creció ni la hierba durante 20 años, porque el agente naranja tenía el propósito de defoliar los bosques, desnudar la tierra de todo tipo de plantas para descubrir dónde se escondían los combatientes”. En 15 años de guerra, Estados Unidos gastó 150 mil millones de dólares, destruyó el 70% de los poblados del norte, inutilizó 10 millones de hectáreas de tierra y todos los puentes existentes en el país. A pesar de ello, las tropas vietnamitas entraron victoriosas a Saigón hace 40 años, cambiando el nombre de la ciudad que pasó a llamarse Ho Chi Minh, cumpliendo la promesa de denominar con su nombre la última ciudad que se liberara en la guerra.

Sin embargo, la tarea por venir no era fácil, a partir de ese momento enfrentaban el reto de la reunificación nacional de dos porciones de un país que se habían desarrollado a partir de paradigmas políticos contradictorios: el socialismo en el norte y el capitalismo en el sur; la restauración de las heridas físicas y morales que produjo la guerra; el establecimiento de un gobierno unificado en el país; la reincorporación a la sociedad de alrededor de un millón de soldados y medio millón de funcionarios que habían servido en el ejército y el gobierno vietnamita títere que Estados Unidos había instalado en el sur; la reconstrucción de la infraestructura material: carreteras, escuelas, hospitales, industrias y puentes destruidos por los bombardeos; la superación de los rezagos de la presencia militar estadounidense que se expresaba en los vicios propios de su sistema: altos índices de prostitución, drogadicción, alcoholismo y otras lacras y la elevada carencia de alimentos que se manifestaba en altos índices de hambruna en el sur del país.

En 1986, tras constatar el fracaso de la economía planificada centralizada, durante el sexto Congreso del PCV se aprobó la estrategia de Renovación (Doi Moi), La organización conductora de la sociedad, percibió que la economía no funcionaba eficazmente, se vivían períodos de inflación elevada, la moneda se depreciaba aceleradamente y los salarios perdían su valor. La escasez de productos de la canasta básica se enfrentaba con subsidios que estaban encaminados a solventar los problemas más inmediatos.

Todo ello derivó en la decisión de implementar nuevas prácticas en la producción agrícola, se entregaron tierras a los campesinos que recibían estímulos de acuerdo a la producción a partir de la exitosa experiencia obtenida en la provincia de Vinh Phu que se extendió a otras regiones del país. Otro tanto ocurrió en la industria que comenzó a ser manejada descentralizadamente. En el marco de esta situación sobrevino la desaparición de la Unión Soviética y el fin del campo socialista, principal abastecedor de insumos para la economía y la industria del país.

En este contexto es que se había determinado la necesidad de llevar adelante la Renovación. Cinco años después, en 1991, durante el VII Congreso del PCV, se establece un modelo económico basado en la necesidad de producir para responder a la demanda del mercado. Así, la economía se conforma por múltiples componentes sobre la base de un mercado controlado por el Estado. Esto da paso posteriormente, a la economía de mercado de orientación socialista que consiste en la aceptación de todas las formas de producción, tanto estatal como privada, capitalista y mixta.

La economía de mercado de orientación socialista se compone del factor económico en el que se acepta que todos los sectores son iguales ante la ley y, el factor social que es controlado por el Estado a través de los impuestos y los aportes de las empresas a fin de condensar una riqueza que es distribuida por el gobierno para el beneficio del pueblo.

La aplicación de este modelo económico ha llevado a que Vietnam pase de un 56% de pobreza en 1990 a un 9% en 2003 y 8% en 2014. Los sistemas de salud y educación siguen siendo estatales y gratuitos para toda la población. Sin embargo, para establecer una responsabilidad colectiva para con los mismos se ha comenzado a cobrar el equivalente a 10 dólares mensuales por los estudios universitarios, mientras que en primaria y secundaria tiene un valor simbólico de 5 centavos de dólar al mes. No obstante, esta política no es lineal, en zonas montañosas alejadas, los estudiantes no pagan, al contrario, el Estado les concede becas a fin de fomentar la formación profesional.

Esta política ha llevado a aumentar el sueldo de los profesionales entre 20 y 50 veces y en general, los salarios han crecido de 15 a 16 veces, lo cual tampoco es lineal, gana más el que aporta más, lo cual ha significado un estímulo sin precedentes a la producción. Así, el promedio de crecimiento anual de la economía ha sido de alrededor de un 7% en la última década, cifra que supone vaivenes de acuerdo a la situación de la crisis internacional que ha ralentizado ese crecimiento.

Estados Unidos normalizó sus relaciones con Vietnam en 1995, año en que comenzó a levantarse el bloqueo impuesto durante 20 años. La política exterior de Vietnam se caracteriza por su independencia, soberanía, diversificación y por la multilateralización de sus relaciones sin distingo de régimen político.

A 40 años de la derrota estadounidense y 28 de la implementación de la Renovación se ha cambiado el modelo económico, eliminando el igualitarismo que no estimulaba la producción, abriendo la economía a fin de elevar las exportaciones y garantizar el mercado interno

Sin embargo, el Embajador Duong Minh advierte cuatro peligros en la aplicación de esta política, toda vez que su implementación entraña riesgos como el atraso económico si no se puede desarrollar la economía. Así mismo, la presencia de empresas extranjeras, podría introducir prácticas injerencistas en la política interna, corrupción y desvío del camino socialista trazado por el país.

Estos son los nuevos retos a enfrentar. El PCV y el gobierno vietnamita entienden que la solución de los problemas económicos confronta trances que obligan a la vigilancia y al fortalecimiento del sector estatal a fin de que éste sea el eje del desarrollo económico y sirva de orientador del camino de la economía del país.

El Embajador Duong Minh resume el momento actual de Vietnam diciendo que “El socialismo es el objetivo de la lucha de los pueblos, es lo que queremos y la Humanidad, seguro, avanza hacia el socialismo, pero en Vietnam decimos que aun no estamos en el socialismo, estamos en transición, por tanto tenemos que aplicar las políticas de acuerdo a eso, es el momento de lucha entre lo nuevo y lo viejo. Lo nuevo no acaba de aparecer completamente y lo viejo todavía está presente. Lo nuevo es el socialismo y lo viejo es el capitalismo o más bien el feudalismo, porque en Vietnam estábamos en el feudalismo” y finaliza aseverando con confianza en el futuro que “Este es un momento de lucha entre lo viejo y lo nuevo. Estamos en transición, en los primeros pasos. Es muy importante para nosotros saber dónde estamos porque las relaciones de producción deben adecuarse al desarrollo de las fuerzas productivas. Hay muchos pasos, apenas estamos en los primeros”.

LUNES 11 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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5) India sigue marcada por el “apartheid de castas”
Neeta Lal (IPS)

La celebración del 122 aniversario de Bhimrao Ramji Ambedkar (1891-1956), arquitecto de la Constitución de India y defensor de los más oprimidos, puso de relieve en abril la patente discriminación que siguen sufriendo las comunidades sin casta o las castas más bajas, que representan 16 por ciento de los 1.200 millones de habitantes de este país.

El Derecho a la Igualdad, consagrado en la Constitución de 1950, garantiza que ningún ciudadano sea discriminado por su religión, raza, casta, sexo o lugar de nacimiento. La Ley de Castas y Tribus (Prevención de Atrocidades) de 1989 establece penas de prisión, desde seis meses hasta un año, para quienes la infrinjan. A pesar de la protección legal, este país sigue marcado por lo que el ex primer ministro Manmohan Singh describió como “apartheid de castas”, un complejo sistema de estratos sociales profundamente arraigado en la cultura india.

Millones de dalits, considerados intocables en el sistema de castas, sufren de forma permanente la discriminación, reforzada de forma constante por el Estado y las entidades privadas. Una encuesta realizada en 2014 por el Consejo Nacional de Investigación Económica Aplicada (NCAER) reveló que una de cada cuatro personas consultadas, de distintos grupos religiosos, reconoció haber practicado la intocabilidad.

La lamentable práctica se manifiesta de varias maneras. En algunas aldeas, los estudiantes de las castas superiores se niegan a comer alimentos preparados por los dalits, un grupo que abarca a varias comunidades marginadas. Un estudio detallado, realizado por Sarva Shiksha Abhiyan, un programa estatal para lograr la educación primaria universal, concluyó que existen tres tipos de discriminación, de los maestros, de los pares y de todo el sistema educativo.

Protección legal sin sanción

El sistema de castas, considerado una característica dominante de la religión hindú y prácticamente percibido como una división divina del trabajo, adjudica a los dalits las tareas más serviles, entre las que destacan recolección de basura, la remoción de excrementos humanos, barrer, pavimentar y eliminar de cuerpos humanos y animales. Datos del censo de 2011 revelan que unos 800.000 dalits eran vaciadores manuales de letrinas, aunque se estima que podría a estar afectadas 1, 3 millones de personas.

A pesar de la promulgación de Ley de (Prohibición) del Empleo de Vaciadores de Letrinas y Construcción de Letrinas Secas, de 1993, que castiga e impone multas para quienes empleen vaciadores manuales, cientos de miles de dalits siguen retirando excrementos humanos de las letrinas secas, limpiando las alcantarillas, fregando pozos sépticos y abriendo drenajes, todo con sus propias manos. Además, varias dependencias estatales siguen empleándolos para esas tareas, y la mayoría son mujeres.

Beena J Pallical, integrante de la Campaña Nacional para los Derechos Humanos de los Dalits, que reúne a varias organizaciones dalits, dijo a IPS que aun en el siglo XXI, la comunidad sigue siendo la más vulnerable, marginada y maltratada del país. Desde el quinto plan quinquenal (1974-1075), se dispuso destinar fondos a servicios y beneficios para las castas postergadas.

Programas como el Sub-plan tribal para Tribus Desfavorecidas y el Sub-plan para Castas Desfavorecidas se crearon para destinar una proporción de fondos del presupuesto anual para cada sector de población necesitada. En la actualidad, las castas marginadas representan 16,2 por ciento de la población y las tribus desfavorecidas, 8,2 por ciento. El activista dalit Paul Divakar, señaló que los presupuestos federal y estaduales muestran que la no utilización y el desvío de fondos destinados a la mejoría de castas y tribus marginadas es una práctica de rutina.

“Claramente muestra que el desarrollo económico del sector no es una prioridad del gobierno”, dijo Divakar a IPS. “Los dalits siguen a la zaga porque no se implementan las políticas y la falta de desarrollo con fines específicos, lo que debería castigarse bajo el artículo 4 de la Ley de Castas y Tribus Desfavorecidas, de 1989”, apuntó.

Violencia extrema

Según la Oficina Nacional de Registro Criminal, un dalit sufre una acción delictiva de una persona de una casta superior cada 16 minutos. Todos los días, más de cuatro mujeres de las castas más bajas sufren una violación, y 13 dalits son asesinadas o secuestradas por semana. En 2012, 1.574 mujeres dalits fueron violadas y 651 asesinadas.

Las niñas y mujeres dalits sigue siendo explotadas como “esclavas del templo”, también llamadas “joginis” o “devadasis”, una práctica que tiene varios siglos, según la cual las niñas dalits, incluso a partir de los cinco años, nacieron para servir a Dios y se las obliga a servir a una deidad específica. Atadas al templo, están obligadas a pasar su infancia trabajando y cuando son adultas las obligan a prostituirse, a pesar de la práctica se prohibió en 1989.

Annamma (un nombre falso para proteger su identidad), una jogini de 27 años de un templo del estado de Tamil Nadu, recordó cómo los hombres (incluidos los sacerdotes) la violaron durante cinco años antes de que lograra escapar el mes pasado. “Era como si no fuera humana”, relató a IPS. “Los hombres entraban y salían de mi habitación de noche como si no tuviera derecho sobre mi cuerpo, solo ellos. Me destruyó por completo”, apuntó.

En sánscrito, la palabra dalit significa suprimida, aplastada o rota en pedazos. Sesenta y siete años después de la independencia de India, millones de personas todavía están física, emocional y económicamente destruidas por un sistema y una sociedad que se niega a tratarlas como iguales.

LUNES 11 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL ES UNA PRODUCCIÓN DE COMCOSUR / COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR , desde el 19 de Junio de 1994 / Coordinación : Carlos Casares – DIRECCIÓN POSTAL: Proyectada 17 metros 5192 E (Parque Rivera) 11400 MONTEVIDEO – URUGUAY / Apoyo técnico: Carlos Dárdano / comcosur@comcosur.com.uy / Comcosur se mantiene con el trabajo voluntario de sus integrantes y no cuenta con ningún tipo de apoyo institucional ni personal. / Las opiniones vertidas en las distintas notas que integran este boletín, no reflejan necesariamente la posición que podría tener Comcosur sobre los temas en cuestión./ Comcosur integra la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) / http://www.comcosur.org / Y ahora puedes seguir a Comcosur también en Facebook /
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