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LA MUERTE DE LA WEB

1) El Foro Social Mundial sigue importando

2) Pergolini y la muerte de la web: "Hoy Facebook es Internet"

3) Control inestable en Puerto Rico

4) Las siete propuestas de Trump que explican su victoria

5) Es sorprendente que se considere sorprendente la victoria de Trump

COMCOSUR / POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 799 / Miércoles 16 de Noviembre de 2016 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán

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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra y combatir ese monopolio es una tarea central.” — Emir Sader
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1) El Foro Social Mundial sigue importando
Immanuel Wallerstein (La Jornada)

El Foro Social Mundial (FSM) se ha reunido regularmente desde su primer encuentro en Porto Alegre, en 2001. Y del mismo modo regular ha habido analistas que han anunciado su abandono como expresión relevante de la Izquierda Global. Y no obstante, de algún modo, continúa importando en la lucha en pos de una justicia global.

La reunión más reciente ocurrió en Montreal, Quebec, entre el 9 y el 14 de agosto de 2016. Esta reunión fue en muchos modos diferente de las reuniones previas. Fue la primera que se celebró en el Norte Global. La decisión de hacerla ahí fue un intento deliberado por demostrar la globalidad del FSM.

Esta decisión tuvo un precio. El gobierno canadiense le negó la visa a un número significativo de posibles participantes que provenían del Sur Global. El costo de viajar y hospedarse fue relativamente alto para los asistentes. El resultado fue una reunión con un número reducido de participantes, y en la que había un sesgo mayor que en las anteriores hacia participantes del Norte Global. Esto no fue sorpresa para los organizadores. La convicción era que el precio bien valía el lado positivo de la decisión.

De algunas maneras, la reunión fue como todas las reuniones previas del FSM. Por un lado, había un inmenso rango de asuntos a discutir. Y los participantes tendieron a participar en aquellos paneles temáticos que fueron de mayor interés para ellos. El resultado fue una red de ghettos temáticos, y un monto insuficiente de trans-comunicación entre el rango de las diferentes luchas políticas en el mundo.

Por otra parte, hubo un debate importante en torno a la validez del modo horizontal en que fue organizado el FSM. Sus críticos arguyen que como resultado el FSM no era (o ya no es) relevante para la luchas políticas reales que ocurren por todas partes. Este debate se ha mantenido repetidamente, pero esta vez quizá fue más intenso, y aun con enojo. No obstante, su esencia se mantuvo.

El nuevo argumento importante entre quienes no se sintieron bien con el modo horizontalista de organización fue que no deberíamos fijarnos en quienes fueron al FSM sino a los que ya no pudieron asistir porque lo llegaron a ver como una costosa pérdida de tiempo, pues ya no avanzaba la lucha política real.

La contra-argumentación es que el FSM ha mostrado ser un concepto poderoso. Existe ahora una creciente e incontable cantidad de foros sociales regionales, nacionales y locales. Hay incontables foros temáticos en todos los niveles geográficos. Estos foros, como el FSM global, se están auto-organizando. El FSM ha probado ser un concepto de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo. Y ésta sigue siendo su fuerza esencial.

Por supuesto ninguno de nosotros tiene datos cuantitativos que respalden nuestras aseveraciones, de un modo o de otro. Es la batalla entre una serie de juicios intuitivos genuinamente subjetivos contra de otra serie. Si se ha vuelto más intenso, es en gran medida debido a que la lucha política global que pareció relativamente favorable a la Izquierda Global hace 10 años ahora parece haberse revertido. El pesimismo resultante dentro del movimiento de justicia global ha conducido a un debate interno más áspero en el FSM. No se trata de que el FSM haya ocasionado mayores dificultades mundiales para la Izquierda Global. Más bien, es esta reversión lo que conduce a un mayor debate en el FSM.

Mi única sensación es que debemos prestar atención a la lucha global, y al papel que el FSM puede jugar en ésta. Si ya no fuéramos a celebrar más reuniones del FSM, esto podría liberar algún dinero, energía y tiempo para otras actividades. Pero estas otras actividades podrían no ocurrir nunca, conforme el pesimismo conduce a una retirada del activismo. Las reuniones del FSM, no importa qué tan imperfectas, son actos, tanto de renovación como de optimismo. Los líderes de las dos organizaciones importantes de las luchas tunecinas (El Foro Tunecino de Derechos Económicos y Sociales (FTDES) y el UGTT (el sindicato obrero general tunecino) han escrito un texto muy crítico analizando lo que falló en la reunión de Montreal. Sin embargo, terminan su texto diciendo que, pese a estas fallas, la reunión fue un éxito porque preservó le sillon de l'espoir (El surco de la esperanza). Un aspecto muy positivo de la reunión de Montreal fue que las sesiones dedicadas al futuro del FSM recibieron mucha asistencia. Los debates fueron fieros, pero esto mostró que los asistentes querían debatir. Buscaban modos de fortalecer sus luchas. Pensaban que hallar cómo organizar el FSM era parte de la respuesta.

El secreto del FSM desde el principio ha sido que buscó ser ampliamente incluyente de todas las tendencias dentro de la Izquierda Global. Buscó ser consciente de los fracasos históricos de esa Izquierda Global durante los dos siglos anteriores. Ha sido un plus, no algo de disminución, en la lucha mundial por transformar el sistema-mundo y reemplazarlo por uno relativamente democrático y relativamente igualitario. No perdamos tiempo arrojándonos piedras los unos a los otros. Continuemos conversando y aprendiendo entre nosotros.

MIÉRCOLES 16 DE NOVIEMBRE DE 2016 – COMCOSUR
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2) Pergolini y la muerte de la web: "Hoy Facebook es Internet"
(El Espectador)

El argentino Mario Pergolini, director de Vorterix, habló con El Espectador y otros medios locales sobre la incidencia de la tecnología en el consumo de contenidos, de su relación con la tecnología y el futuro de los medios. Pergolini comenzó su carrera como asistente en Radio Belgrano en 1985. Luego se consolidó como referente radial tras conducir su programa ¿Cuál es? en Rock & Pop. Además, condujo el programa de televisión Caiga Quien Caiga (CQC) y en 2012 fundó radio Vorterix.

El conductor viajó a Uruguay en el marco del evento Movistar Move, un foro de innovación y tecnología móvil que se realizó el pasado 7 de noviembre en el LATU. Se trata de un encuentro abierto para todo público en donde se discute sobre las últimas tendencias en tecnología móvil de la mano de expertos nacionales e internacionales.

En diálogo con El Espectador, Pergolini explicó por qué a pesar de estar empapado en el mundo tecnológico, no está presente en Twitter ni Facebook. "Desarrollar tecnología y usar herramientas comunes para toda la gente no es exactamente lo mismo. Empecé una cuenta de Twitter, me di cuenta que me estaba enganchando y, conociéndome, me di cuenta que me iba a traer problemas", expresó. "La (red social) que más uso es Instagram y lo hago para comunicar cosas. De todas formas, no me parece que uno sea más o menos tecnológico por si utiliza Whatsapp", añadió.

El líder fundador de Vorterix también se refirió al camino hacia donde apuntan los medios hoy en día. "Yo pude empezar de cero como otros no pueden. Los otros se tienen que reconvertir. Yo me fundé con todo eso. Igual hoy, como la reglas cambian tan rápido, estar con una pata digital tampoco es un paraíso", sostuvo. "El haber llegado antes solamente me dio un background y puedo saber qué hacer y qué no", añadió.

"Para Vorterix su competencia no es otra radio, es Facebook o Google", indicó en su conferencia en Move 2016. También habló de los millenials (los nacidos entre 1981 y 1995) y dijo que cambiaron a los medios, por eso en la actualidad "es dificil pensar y proponer un medio de comunicación para llegar a las nuevas generaciones", subrayó.

"Estamos atravesando un momento donde se consume más música en la historia de la humanidad y nunca se ha pagado tan poco por ella", enfatizó. Estamos en un gran momento para "probar, fracasar y empezar de nuevo, ser dinámicos, dijo. El conductor también disparó contra Facebook porque considera que la compañía de Marc Zuckerberg falsifica sus números.

Dentro de este marco, Pergolini afirmó que la web está muerta. "Si decimos hoy drásticamente que Facebook es Internet no estaríamos tan errados. En esta época de big data sabemos que casi un 70% de la gente que está en Internet está solamente en Facebook y no se mueve de ahí. Antes tenías una web y decías 'vengan a mí y van a tener lo que quieran'. Hoy es muy difícil ver cómo hacer para que vengan hacia nosotros. También sabemos que hay un interés muy chico de cierta generación que ya no está yendo a las punto com de noticias. Que sienten satisfechas todas sus necesidades de información con Twitter e Instagram. Es un momento muy difícil. Internet se ha vuelto un lugar hostil. Hay que analizar seriamente qué entiende la gente hoy qué es Internet. ¿Son las webs? Ya cada vez se navega menos por las webs. Sabemos que el dispositivo es el celular", señaló. También hizo referencia al documental "Tsunami" sobre el Indio Solari que fue publicado por dos semanas en Vorterix para ver de forma gratuita y colapsó el sitio. "Hicimos una película que tuvo 12 millones de visitas y cuando vimos los resultados nos enteramos que el 60% la vio en una pantallita de celular", puntualizó.

Al consultarle sobre dónde está la televisión hoy el empresario sostuvo que "le queda etariamente una generación por arriba de 50 años". "Hoy, los números lo indican claramente. En una casa todos pueden estar viendo la misma serie y ninguno lo está haciendo en el mismo dispositivo. Nadie se sienta con el padre o la madre a ver una serie. Cada generación está teniendo su dispositivo para ver y su forma de consumir entretenimiento", añadió.

Por otra parte, Pergolini explicó qué tienen que aprender los creadores de contenidos para acompasar el mundo móvil en el que vivimos. "Muchas veces que te tropezás con lo que la audiencia está necesitando. Pokémon Go salió hace tres meses y cuando todas las empresas se quisieron subir a Pokémon Go, ya no había más masa crítica. Sobre eso es muy difícil planificar", aseveró.

Según el conductor radial, la educación debería cambiar. "Estamos estudiando de la misma forma que hace 20 años atrás y deberíamos empezar a tener otras materias. En primaria tenemos que empezar a enseñarle código a los chicos. Tenemos que aprender más matemática. No aburrirlos con libro o decirle que no pueden usar el celular", sostuvo.

"La tecnología nos está atravesando de una forma rarísima. La empresa más grande de taxi del planeta no tiene un solo taxi, que es Uber. La empresa más grande de delivery de música no genera una nota musical, que es Spotify. Entonces, estamos yendo siempre atrás de lo que quieren. Va a tardar un tiempo en que vayamos adelante para ver si podemos marcar caminos en educación, cultura o cómo igualar socialmente", finalizó.

MIÉRCOLES 16 DE NOVIEMBRE DE 2016 – COMCOSUR
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3) Control inestable en Puerto Rico
Jesús Dávila (Alai)

Luego de dieciséis elecciones generales bajo el anterior régimen autonómico, Puerto Rico estrena la semana próxima la nueva etapa con la elección de Ejecutivo y Legislativo sólo consultivos, en tanto que Estados Unidos ha reservado para el sector anexionista el control del acceso a la junta de gobierno absentista.

Ante ese escenario, cuatro formaciones políticas y dos candidatos individuales sin partido luchan por el favor del electorado para la gobernación, con lo cual se mantiene –al menos en apariencia- una de las tendencias de la etapa autonómica, en la que nunca hubo comicios bipartidistas y en diez de ellos se presentaron cuatro o más candidatos a gobernador.

Pero ni el control adjudicado a un bando antes de las elecciones, ni el mantenimiento del sistema electoral múltiple esta vez logran tapar bien con su manto los elementos volátiles de una crisis que, no sólo amenaza el dominio de Washington, sino la estabilidad en toda la región del Caribe.

Es como si junto con los reclamos de Wall Street para lograr el pago de la deuda, hubiesen despertado hechos históricos no resueltos, que no se limitan a los 64 años del gobierno autonómico denominado Estado Libre Asociado. Ante las puertas de la sociedad presente están también reclamando su pago acontecimientos que datan de los inicios del dominio colonial de EEUU a finales del siglo XIX y hasta de los siglos bajo la corona española.

Luego de que, en 1898, el avance de las tropas estadounidenses fuese detenido en la Cordillera Central y EEUU lograra forzar a España a que le vendiera Puerto Rico, el ejército trató de poner en orden los asuntos de la nueva colonia y encontró que “desde la conquista de la isla por Juan Ponce hasta inicios del siglo diecinueve, los ingresos de Porto Rico eran insuficientes para cubrir los costos insulares”, según se hizo constar en un informe al Congreso en 1900. Dicho informe indicó que en Puerto Rico se había sostenido el Estado con el “situado” enviado desde México y Venezuela, lo que tuvo el “efecto indirecto” de una “parálisis” en la economía y acostumbrar “al pueblo” a la “dependencia” y no al fruto de su propia industria.

La situación se mantuvo durante el régimen militar estadounidense, que no lograba cubrir bien sus presupuestos e infló la nómina pública con empleos en obras de infraestructura para la que no había suficientes recursos, de acuerdo al citado informe del Departamento de la Guerra. Además, Washington dispuso devaluar la moneda puertorriqueña, lo que llevó a la quiebra a muchos hacendados –de los cuales la mayoría eran mujeres- y a elevar los límites de la deuda de bonos por encima de lo que se permitía a “los territorios”, de manera que ya para 1917 la deuda impuesta a Puerto Rico era el doble del presupuesto gubernamental.

Los militares también intentaron mantener el sistema electoral, establecido en Puerto Rico desde 1869, con sólo dos partidos pro EEUU –Federales y Republicanos- que compitieron por las alcaldías y judicaturas locales en los entonces 66 municipios. Se toparon con la sofisticada capacidad de maniobra de “los políticos de carrera” y el General Juez Procurador (JAG por sus siglas en inglés) del Ejército tuvo que resolver múltiples casos electorales, entre ellos el de “la ciudadanía”.

El régimen militar fue sustituido por un gobierno civil dictatorial, con listas de vigilados y exclusión de los independentistas y episodios sangrientos contra la resistencia nacionalista, lo que apuntaló el doble sistema de privilegiar el control económico corporativo de EEUU y la deuda creciente con Wall Street para sostener el Estado. El régimen autonómico inaugurado en 1952 heredó esos elementos, aunque nunca pudo excluir electoralmente a los independentistas, ni eliminar el sector militar nacionalista de izquierda, que continúan vivos hoy.

La gesta autonomista, sin embargo, logró capitanear la modernización del país y un acelerado crecimiento económico, si bien entre sus pilares poco difundidos en la propaganda, estaban los incrementos en el fomento de la dependencia, los presupuestos por encima de los recursos, el control corporativo estadounidense y la deuda creciente con Wall Street. La duplicidad del discurso propició las explicaciones basadas en teorías de conspiración, como la expuesta en 1998 por el analista económico estadounidense Dave Martin, de que la Agencia Central de Inteligencia y otros organismos de espionaje habían ayudado a establecer las políticas económicas del régimen autonómico y a finales del siglo veinte habían iniciado una estrategia para lograr que Puerto Rico favoreciera la anexión como estado de la Unión.

Sea por agenda conspirativa o por las corrientes de la historia, el caso es que EEUU sacó a Puerto Rico de la protección de la ley de quiebras en 1984, decretó la eliminación de los privilegios tributarios a la inversión de capital estadounidense en 1995 y propició el incremento irrestricto de la deuda. La crisis estalló en 2006 con el primer colapso parcial del Estado desde el siglo XVII y hasta ahora han fracasado los pronósticos sobre recuperación.

La economía ha resistido más de lo que muchos hubieran imaginado y se ha mantenido el nivel de creación anual de sobre 200.000 puestos de trabajo alcanzado a mediados de los años ochenta, pero desde 2007 casi todos los años se pierden más empleos de los que se ganan. En este último cuatrienio, se han logrado más de 800.000 empleos adicionales, pero la derrama es tal, que al cierre del tercer trimestre de este año se había acumulado una pérdida neta de cerca de 50.000 puestos de trabajo.

Ante la situación, el oficialista Partido Popular Democrático y el opositor Partido Nuevo Progresista –que busca forzar la integración a EEUU- así como los independientes Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre prometen reformas políticas y económicas en colaboración con la junta de control. El Partido del Pueblo Trabajador propone un programa intenso de reformas sociales, mientras que el Partido Independentista Puertorriqueño plantea que la única salida es enfrentar a la junta y reclamar la independencia.

MIÉRCOLES 16 DE NOVIEMBRE DE 2016 – COMCOSUR
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4) Las siete propuestas de Trump que explican su victoria
Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique)

¿Cómo consiguió Trump invertir la tendencia que lo daba perdedor e imponerse en la recta final de la campaña? Junto con su programa xenófobo y racista, Trump anunció una serie de propuestas nacionalistas y proteccionistas que conquistaron a una porción del electorado empobrecida por los efectos de la globalización económica.

a victoria de Donald Trump (como el “Brexit” en el Reino Unido o la victoria del “no” en Colombia ) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los grandes medios dominantes, de los institutos de sondeo y de las encuestas de opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es lo desconocido. Ahora todo puede ocurrir.

¿Cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias del Partido Republicano y sin embargo carbonizó a sus adversarios, reduciéndolos a cenizas.

Hay que entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos, el Brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.

Ese fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una ola populista devastadora, encarnada entonces por el Tea Party. La irrupción del multimillonario Donald Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral que ningún analista supo prever. Aunque pervive, en apariencia, la vieja bicefalia entre demócratas y republicanos, la victoria de un candidato tan heterodoxo como Trump constituye un verdadero seísmo. Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, muy distinto del tono habitual de los políticos estadounidenses, le ha conferido un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha. Para muchos electores irritados por lo “políticamente correcto”, que creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, la “palabra libre” de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo.

La rebelión de las bases

A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar “la rebelión de las bases”. Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las élites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos, poco cultos y empobrecidos por los efectos de la globalización económica.

Hay que precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un “conservador con sentido común” y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella archi popular del reality, Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el descontento. Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la “casta”. Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros y actitudes.

Los medios han dado gran difusión a algunas de sus declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o ubuescas. Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes ilegales mexicanos son “corruptos, delincuentes y violadores”. O su proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a quienes quiere meter en autobuses y expulsar del país, mandándolos a México. O su propuesta, inspirada en la serie Game of Thrones de construir un muro fronterizo de 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos y cuyo presupuesto de 21 mil millones de dólares sería financiado por el gobierno de México. En ese mismo orden de ideas, también anunció que prohibiría la entrada a todos los inmigrantes musulmanes. Y atacó con vehemencia a los padres de un militar estadounidense de confesión musulmana, Humayun Khan, muerto en combate en 2004 en Irak.

También su afirmación de que el matrimonio tradicional, formado por un hombre y una mujer, es “la base de una sociedad libre”, y su critica a la decisión del Tribunal Supremo de considerar que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho constitucional. Trump apoya las llamadas “leyes de libertad religiosa”, impulsadas por los conservadores en varios Estados, para denegar servicios a las personas LGTB. Sin olvidar sus declaraciones sobre el “engaño” del cambio climático que, según Trump, es un concepto “creado por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad”.

Los motivos silenciados

Este catálogo de necedades horripilantes y detestables ha sido, repito, masivamente difundido por los medios dominantes, no sólo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Y la principal pregunta que mucha gente se hacía era: ¿cómo es posible que un personaje con ideas tan lamentables consiga una audiencia tan considerable entre los electores estadounidenses que, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados? Algo no cuadraba.

Para responder a esa pregunta tuvimos que hendir la muralla informativa y analizar más de cerca el programa completo del candidato republicano y descubrir los siete puntos fundamentales que defiende, silenciados por los grandes medios.

1) Los periodistas no le perdonan, en primer lugar, que ataque de frente al poder mediático. Le reprochan que constantemente anime al público en sus mítines a abuchear a los “deshonestos” medios. Trump suele afirmar: “No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra los corruptos medios de comunicación” (1). En un tweet reciente, por ejemplo, escribió: “Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a Hillary por un 20%.”

Por considerar injusta o sesgada la cobertura mediática, el candidato republicano no dudó en retirar las credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios importantes, entre otros: The Washington Post, Politico, Huffington Post y BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox News, la gran cadena del derechismo panfletario, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato favorito…

2) Otra razón por la que los grandes medios atacaron con saña a Trump es porque denuncia la globalización económica, convencido de que ésta ha acabado con la clase media. Según él, la economía globalizada está fallando cada vez a más gente, y recuerda que, en los últimos quince años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron.

3) Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las tasas sobre todos los productos importados. “Vamos a recuperar el control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país” suele afirmar, retomando su eslogan de campaña.

Partidario del Brexit, Donald Trump ha develado que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés). También arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacaría al país del mismo: “El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos”.

En regiones como el rust belt, el “cinturón del óxido” del noreste, donde las deslocalizaciones y el cierre de fábricas manufactureras dejaron altos niveles de desempleo y pobreza, este mensaje de Trump está calando hondo.

4) Así como su rechazo de los recortes neoliberales en materia de seguridad social. Muchos electores republicanos, víctimas de la crisis económica de 2008 o que tienen más de 65 años, necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro de salud) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes republicanos desean suprimir. Trump ha prometido no tocar estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los “sin techo”, reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos.

5) Contra la arrogancia de Wall Street, Trump propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds que ganan fortunas, y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la primera pudiera hacer inversiones de alto riesgo. Obviamente todo el sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.

6) En política internacional, Trump quiere establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia al Estado islámico (ISIS por sus siglas en inglés). Aunque para ello Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú.

7) Trump estima que con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada. Ya no pueden imponer la paz a cualquier precio. En contradicción con varios caciques de su partido, y como consecuencia lógica del final de la guerra fría, quiere cambiar la OTAN: “No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN”.

Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el por qué de su éxito.

En 1980, la inesperada victoria de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos había hecho entrar el planeta en un Ciclo de cuarenta años de neoliberalismo y de globalización financiera. La victoria hoy de Donald Trump puede hacernos entrar en un nuevo Ciclo geopolítico cuya peligrosa característica ideológica principal –que vemos surgir por todas partes y en particular en Francia con Marine Le Pen – es el ‘autoritarismo identitario’. Un mundo se derrumba pues, y da vértigo…

1. En su mitin del 13 de agosto, en Fairfield, Connecticut.

MIÉRCOLES 16 DE NOVIEMBRE DE 2016 – COMCOSUR
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5) Es sorprendente que se considere sorprendente la victoria de Trump
Vicenç Navarro (Público)

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Director del JHU-UPF Public Policy Center

Lo que ha ocurrido en EEUU con la elección del candidato republicano, el Sr. Donald Trump, era predecible. Y así lo había yo indicado en un artículo reciente (ver “De lo que no se informa y/o se conoce sobre las elecciones en EEUU”, Público, 18.10.16). En realidad, la posibilidad de que ocurriera lo que ha ocurrido se ha ido fraguando desde los años noventa, cuando el partido Demócrata, bajo la presidencia del Sr. Bill Clinton, aplicó toda una serie de políticas de clara sensibilidad neoliberal (hasta entonces patrimonio del Partido Republicano), algo que también ocurrió en el Reino Unido cuando el Sr. Tony Blair, dirigente del Partido Laborista, adoptó las medidas neoliberales que había propuesto la Sra. Thatcher, dirigente del Partido Conservador. En realidad, y tal como he documentado en otro artículo, la Tercera Vía del gobierno Blair estaba muy inspirada en las políticas llevadas a cabo por la Administración Clinton (ver “El fracaso del nuevo laborismo y del socioliberalismo”. Sistema, 21.05.10).

La derechización del Partido Demócrata: el origen de la Tercera Vía

Estas políticas neoliberales significaron un cambio notable de las políticas del Partido Demócrata heredadas del New Deal establecido por el presidente Roosevelt, y que justificaban que tal partido se presentara como el “partido del pueblo llano” frente al instrumento político del gran empresariado, representado por el Partido Republicano. Tales políticas del New Deal (y más tarde de la Great Society) fueron sustituidas por políticas neoliberales llevadas a cabo por el presidente Clinton, las cuales incluyeron la desregulación en la movilidad del comercio y del capital financiero, iniciándose toda una serie de tratados referidos como tratados de libre comercio, de los cuales el más importante fue el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México, conocido en inglés como NAFTA. Tal tratado era altamente impopular entre los sindicatos y entre las bases electorales del Partido Demócrata, lo cual explica que la mayoría de los miembros del Partido Demócrata en el Congreso no votaran a su favor. Solo los procedentes del sur de EEUU (que suelen ser los más conservadores) apoyaron dicho tratado, junto con la mayoría de los miembros del Partido Republicano. Tal aprobación significó un giro importante en las políticas del supuesto “partido del pueblo”, el cual dañó, como era predecible, a los trabajadores de los sectores manufactureros (los sectores mejor pagados dentro de la fuerza laboral en EEUU), pues vieron sus trabajos desplazados a Méjico cuando sus empresas se trasladaron a aquel país, perdiéndose con ello millones de buenos empleos en EEUU. Fue así como el Partido Demócrata favoreció extensamente el tipo de globalización económica que hemos conocido desde los años ochenta y noventa (iniciado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher). Este globalismo ha sido uno de los elementos que ha debilitado más a la clase trabajadora, pues el mundo empresarial ha utilizado contra el mundo de trabajo la amenaza de desplazarse a otros países en caso de no obtener concesiones en forma de bajada de salarios, de recortes en su protección social y de deterioro de sus condiciones de trabajo.

Tal globalización contribuyó al alejamiento de la clase trabajadora del Partido Demócrata. En realidad, la pérdida de la mayoría del Partido Demócrata en el Congreso (incluyendo el Senado) se debió a la masiva abstención de la clase trabajadora en las elecciones al Congreso del 1994, después de que el presidente Clinton aprobara en 1993 el NAFTA con el apoyo mayoritario del Partido Republicano. Fue entonces cuando ya se inició el enfado de la clase trabajadora. Como bien ha comentado el politólogo Thomas Frank en su libro Listen, Liberal, a medida que el Partido Demócrata fue distanciándose de la clase trabajadora, fue aumentando la influencia de la clase media profesional (personas con estudios superiores, incluyendo los universitarios) en los aparatos de tal partido. En realidad, fue el crecimiento de esta influencia, ejemplificada por la Administración Clinton, la que causó el distanciamiento de la clase trabajadora, algo semejante a lo que ha estado ocurriendo con los partidos socialdemócratas en Europa.

El continuismo del neoliberalismo con Obama

Tales políticas han sido seguidas por el Presidente Obama, e incluso expandidas durante su mandato para incluir el proyectado tratado de libre comercio con los países del Pacífico y el intento de establecer otro con la Unión Europea (UE). No hay que olvidar que una de sus promesas electorales, realizadas en su primera elección, había sido modificar el NAFTA, lo cual no hizo. La propuesta de los sindicatos era la de su eliminación, a lo cual el presidente Obama no accedió, sin ni siquiera modificarlo. Como consecuencia, los datos fácilmente accesibles muestran un gran descenso de los salarios y de la protección social, mayores causas de que las rentas del trabajo como porcentaje de las rentas totales continuaran descendiendo, proceso que se había iniciado en los años ochenta, adquiriendo mayor descenso a partir de la plena expansión del proceso de globalización. Mientras las rentas del trabajo disminuían, las rentas derivadas del capital fueron subiendo, habiendo alcanzado niveles nunca vistos desde los años treinta del siglo XX (causa, por cierto, de la Gran Depresión).

La segunda mayor ofensa a las clases populares por parte del socioliberalismo: la desregulación de la banca

Otra política pública introducida por el presidente Clinton fue la desregulación de la banca, eliminando la separación entre la banca comercial y la banca de inversión (y que exigía la Ley Glass-Steagall aprobada durante el mandato del presidente Roosevelt), medida propuesta por su Secretario del Tesoro (equivalente al Ministro de Finanzas), el Sr. Robert Rubin, que había sido codirector de la banca Goldman Sachs antes de incorporarse al gobierno del presidente Clinton. Esta medida desreguladora tuvo dos impactos sumamente negativos para el bienestar de las clases populares (y de la economía). Tal desregulación del capital financiero favoreció las burbujas especulativas, de las cuales la inmobiliaria afectó particularmente a la clase trabajadora y a las clases medias de renta baja, que tuvieron que endeudarse profundamente para pagar precios abusivos de las viviendas, resultado del carácter especulativo de las inversiones inmobiliarias. Esta desregulación bancaria era resultado de la complicidad nueva que se estableció entre Wall Street y el Partido Demócrata, que ha sido una constante de la Tercera Vía, iniciada por Clinton y continuada por Obama.

El resultado de tal complicidad es el rescate que el gobierno federal hizo de la banca cuando las burbujas especulativas estallaron, poniendo en peligro la viabilidad del sistema financiero, que estaba metido en la especulación hasta la médula. Es significativo resaltar que ningún banquero haya ido a la cárcel, a pesar de haber cometido delitos graves que afectaron muy negativamente el bienestar de las clases populares. En realidad, el enorme crecimiento de las rentas del capital se debe, en parte, a la gran expansión del capital financiero basada en un enorme endeudamiento de las clases populares, consecuencia a su vez del descenso de las rentas del trabajo. Hay que señalar que dirigentes de la empresa Enron terminaron en la cárcel durante la Administración Bush. No así los dirigentes de la banca en la Administración Obama.

El justificado y predecible enfado de la clase trabajadora

Era obvio que se estaba acumulando un enfado que podía apercibirse en el enorme descrédito de las instituciones llamadas representativas en aquel país, y que son ocupadas por una de las clases políticas más estables en el mundo capitalista avanzado, resultado del sistema de financiación, predominantemente privado, del proceso electoral de aquel país, en un sistema bipartidista carente de proporcionalidad y que prácticamente imposibilita la entrada de nuevos partidos.

Tal pérdida de legitimidad se traduce en que la mayoría de la clase trabajadora no vota en EEUU. Tal clase representa aproximadamente el 52% de la población estadounidense (un número bastante próximo a lo que la población señala como su pertenencia, cuando se le pregunta si se considera de la clase alta, la clase media o la clase trabajadora). Al haber una relación inversa entre nivel de renta y participación en el proceso electoral, se deduce que la mitad de la población estadounidense, por debajo de la media, es la que no vota (en EEUU solo votan entre un 52% y un 54% de la población que podría hacerlo), y pertenece a la clase trabajadora. En realidad, el descenso electoral del Partido Demócrata está muy marcado por el creciente grado de abstención de la población obrera identificada con este partido. El cambio del Congreso de demócrata a republicano que tuvo lugar en el año 1994, que he citado en un párrafo anterior, fue resultado del crecimiento de la abstención obrera en respuesta a la aprobación del NAFTA.

La marginación de la clase trabajadora

El cambio de los partidos que electoralmente tenían como base central la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares hacia otros sectores y clases sociales (definiéndose a sí mismos como partidos de las clases medias) fue resultado del cambio de composición de los aparatos de tales partidos, con un claro dominio de las clases profesionales, personas con educación superior que asumían que o bien la clase trabajadora estaba despareciendo, o bien se estaba convirtiendo en clases medias. Esta llamada “modernización” de tales partidos incluyó la adopción por su parte de elementos de la ideología neoliberal, que había sido transmitida desde los años ochenta por los partidos conservadores y liberales. En realidad, el Partido Demócrata hoy está próximo (sin estar afiliado) a la Internacional Liberal. Clinton fijó esta nueva línea. Tal neoliberalismo económico, por cierto, redefinió la política social, enfatizando la importancia de la empresa privada (financiada públicamente) en la gestión de los servicios públicos, tema que trataré en una sección posterior de este artículo.

Los costes de ignorar a la clase trabajadora

La desaparición de clase social como categoría sociopolítica por parte del Partido Demócrata (como también ha ocurrido con la socialdemocracia) implicó el abandono de las políticas redistributivas. El Partido Demócrata (considerado con excesiva generosidad como la izquierda en EEUU) enfatizó, en lugar de políticas de clase, políticas encaminadas a integrar a las minorías y a las mujeres en el sistema político, basando su estrategia política en combatir la discriminación en contra de las minorías (negras y latinas) y en contra de las mujeres. Estas políticas fueron, en parte, exitosas en incorporar estos grupos discriminados dentro de las instituciones políticas de carácter representativo y en la administración pública. Pero las mayores beneficiarias de estas políticas fueron personas de clase media de renta alta, sin que en general afectaran al bienestar económico y social de la mayoría de minorías y mujeres, que pertenecían a la clase trabajadora. El intento de integrar a las mujeres y a los negros (y en parte también a los latinos) en el sueño americano no afectó al bienestar de las clases populares. Las políticas de identidad sin sensibilidad de clase (supuestamente desaparecida) no cambiaron el poder de la clase dominante del país. Solo cambiaron el color y el género de las clases medias de renta alta. La victoria del presidente Obama, una persona negra, no afectó al bienestar económico de la clase trabajadora negra, mostrando los límites de tal estrategia identitaria, en ausencia de unas medidas de tipo clasista.

Y las elecciones del pasado 8 de noviembre han mostrado como la gran mayoría de las mujeres de clase trabajadora ha votado por Trump, que fue, de los dos candidatos (Trump y Clinton), el que acentuó más el discurso de clase. Trump se presentó como el defensor del mundo del trabajo, haciendo referencia constante a que su gente eran las personas con escasa educación, a las cuales el establishment político del país denominaba como “white trash” (basura blanca). Y el primer punto que subrayó en su discurso en la noche de las elecciones fue que él representaba a las personas olvidadas por el sistema. Viéndole en aquel momento, me recordaba el discurso de la líder del Partido Conservador británico, la Sra. Theresa May, que tras otra gran sorpresa del establishment, el Brexit, promovió a partir de entonces que el Partido Conservador tenía que ser el partido de la clase trabajadora del Reino Unido. Mientras, la Sra. Clinton apelaba a las mujeres, habiendo definido a los seguidores de Trump como “deplorables”, un adjetivo parecido a “basura”.

Siempre había alternativas que el establishment político-mediático vetó

En las últimas elecciones hubo la alternativa a Hillary Clinton, que había apoyado todas las políticas de su esposo durante su mandato Se llamaba Bernie Sanders, el candidato en las primarias demócratas, socialista sin complejos, que siempre defendió los intereses de la clase trabajadora, Bernie Sanders, conocido por su integridad y compromiso con las clases trabajadoras, y que apostaba explícitamente por una “revolución política” encaminada a democratizar las instituciones políticas y económicas del país, movilizando a grandes sectores de la clase trabajadora y a la juventud del país. Fue un terremoto dentro del Partido Demócrata, y el aparato de tal partido se movilizó por todos los medios para parar tal candidatura, y ello a costa de perder las elecciones. La gran mayoría de encuestas mostraban que Sanders, cuando aparecía frente a Trump, sacaba mucho más apoyo popular que el que Clinton conseguía frente al candidato republicano. Sanders era la única posibilidad de parar a Trump. Y su lenguaje, el de Sanders, era clasista, subrayado la conjunción de intereses de todas las razas y de todos los géneros, unidos en sus reivindicaciones basadas en su clase. Este mensaje hubiera sido imbatible. Pero el nuevo Partido Demócrata era incapaz de presentar esta imagen, pues el aparato estaba claramente conectado con la clase que se sentía amenazada con este enfoque de clase del candidato Sanders. La victoria de Clinton en las primarias desmovilizó a los votantes de Sanders, aumentando significativamente la abstención, un aumento que ha sido fatal para Clinton, pues su adversario tenía movilizada a la clase trabajadora blanca y a los grupos extremistas claramente racistas, que apoyaron masivamente a su candidato, y en cambio la candidata Clinton tenía a sus bases desmovilizadas.

Clase o raza y género, o clase, raza y género: los orígenes históricos de este debate en EEUU

El desconocido precedente de Sanders fue la candidatura del reverendo Jesse Jackson en 1988. Tal candidato en las primarias del Partido Demócrata enfatizó, en las primarias anteriores, en 1984, la necesidad de integrar a la población negra en la sociedad estadounidense. Su eslogan fue “Our time has come” (nuestro tiempo ha llegado). Presentándose como discípulo de Martin Luther King y como “la conciencia de EEUU”, la recepción del establishment político-mediático fue sumamente favorable. El New York Times escribió un editorial sumamente positivo. Fui asesor suyo en temas sociales y económicos en aquella campaña, y ello a pesar de mi desacuerdo con la orientación de la misma, pues si la intención era llegar a ser presidente de EEUU, presentándose como la voz de las minorías, no era el mejor método para llega a tal puesto.

En el año 1988, en cambio, se presentó como el candidato de la clase trabajadora, siguiendo el consejo de algunos de sus asesores, incluyéndome a mí. Formó así el movimiento Arco Iris (la Rainbow Coalition), que era la manera gráfica de mostrar que cuando los trabajadores negros, los amarillos, los verdes y los blancos se unen, forman la mayoría. Y cuando en Baltimore, ciudad industrial, con una amplia clase trabajadora dividida por razas (obreros negros y obreros blancos), le preguntaron “¿cómo conseguirá usted el voto del obrero blanco?”, respondió “haciéndole ver que tiene más común con el obrero negro, por ser los dos obreros, que con su empresario por ser blanco”. Con ello recuperó el mensaje de Martin Luther King expresado una semana antes de ser asesinado, cuando aseguró que el conflicto clave en EEUU era un conflicto de clases entre una minoría y una gran mayoría de la población compuesta por diferentes razas y etnias. Jesse Jackson consiguió con ello casi la mitad de los delegados en la Convención del Partido Demócrata en Atlanta. Su programa incluía “propuestas universalistas”, como el establecimiento del Programa Nacional de Salud que, debido a la presión del Rainbow, fueron incluidas en la campaña del Partido Demócrata del 1988.

Ahora bien, la fuerza de las izquierdas asustó al Partido Demócrata y el gobernador Clinton del Estado de Arkansas lideró la campaña para parar a las izquierdas, a la vez que hizo suya, en las elecciones en el año 1992, la petición de establecer un programa nacional de salud, que había sido muy movilizadora en la campaña de Jackson del 1988. De ahí que, después de ganar, estableciera un grupo de trabajo, liderado por su esposa, Hillary Clinton, del que Jesse Jackson y líderes sindicales insistieron que yo formara parte, invitándoseme a que les representara en tal grupo de trabajo. La Sra. Clinton, sin embargo, no apoyó la propuesta de las izquierdas, que pedían que la gestión del sistema sanitario (que deseábamos que fuera universal) se hiciera por parte del sector público en lugar de que lo hicieran las compañías de aseguramiento sanitario privado, como ocurrió y continúa ocurriendo ahora. El mantenimiento del enorme poder de tales compañías en el sistema sanitario estadounidense es el origen del enorme gasto sanitario por un lado (19% del PIB), y de la gran impopularidad del programa (el 62% de estadounidenses están insatisfechos con la manera como se financia y gestiona la sanidad), incluido el Obamacare. Mi año de experiencia en la Casa Blanca, trabajando en aquel grupo de trabajo liderado por la Sra. Clinton, fue enormemente frustrante, pero de gran valor para entender cómo funciona el poder en Washington, concluyendo que la complicidad de Washington con lo que se llama “clase corporativa” vacía de sentido aquella famosa frase que aparece en la Constitución de EEUU, “We, the people”, debiéndose añadir que no es el pueblo, sino las grandes compañías que dominan la economía estadounidense, las que deciden en el gobierno. Y el Partido Demócrata es una fuerza clave en tal entramado. De ahí la necesidad de hacer una revolución política, para democratizar el país. La marginación del único candidato, Bernie Sanders, que hizo tal propuesta, enormemente popular, augura una continuidad de la extrema derecha en el gobierno.

Una última observación

Como era predecible, los grandes medios de información no han explicado ni han entendido lo que está ocurriendo en EEUU. Durante toda la campaña se han centrado en la figura de Trump, presentándolo como un payaso. Es extraordinaria la enorme atención que dieron a este personaje, intentando ridiculizarlo. Pero estos ataques movilizaron todavía más a las clases populares que odian a los establishments mediáticos, hecho del cual Trump es consciente. Ni que decir tiene que Trump era y es una persona de gran astucia política, que sabe bien cómo canalizar el enorme enfado popular contra el establishment político-mediático del país. Pero si no hubiera habido Trump, hubiera habido otro personaje, tan o incluso más a la derecha que él. En realidad, algunos de los candidatos que derrotó en la campaña electoral en las primarias eran incluso más reaccionarios, queriendo prohibir, por ejemplo, el aborto.

Este excesivo énfasis en los personajes, frivolizando la política, es la característica de lo que se conoce como medios de información. Pero para entender lo que está pasando, hay que entender y conocer lo que ha estado pasando en EEUU, y que, por desgracia, los medios no citan. Presentar lo ocurrido, como he leído en más de un reportaje, como una traición de las mujeres trabajadoras a la causa feminista, es no entender nada de lo que pasa en EEUU. Es urgente que las izquierdas, incluyendo los movimientos progresistas en defensa de las minorías y también los movimientos feministas, recuperen el concepto de clase en sus proyectos, pues la mayoría de cada uno de sus sujetos pertenecen a la clase trabajadora y clases medias de rentas medias y bajas, que constituyen la mayoría de la población en EEUU y en cualquier país de capitalismo desarrollado. Olvidarse de la clase trabajadora ha sido lo que ha llevado al tsunami que estamos viendo a los dos lados del Atlántico Norte. Así de claro.

MIÉRCOLES 16 DE NOVIEMBRE DE 2016 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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