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POR QUÉ PASA LO QUE PASA

MUMIA:

1) Theotonio dos Santos: “Lo que no está bajo control de EEUU pasa a ser una amenaza” –

2) «El Estado hondureño es el promotor de todos los proyectos mortíferos para las comunidades indígenas» –

3) Turquía y Erdogan: ¿surgimiento y caída?

4) Armas “no letales” mutilan a cientos de personas en Cachemira

5) Frente al terrorismo por Ignacio Ramonet
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COMCOSUR / POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 16 / Nº 786 / Miércoles 10 de Agosto de 2016 / REVISTA DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán

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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Theotonio dos Santos: “Lo que no está bajo control de EEUU pasa a ser una amenaza”
Alberto López Girondo (Tiempo Argentino)
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Entrevista a Theotonio dos Santos, cientista social brasileño y uno de los intelectuales más influyentes de América Latina

Theotonio dos Santos, a los 79 años puede decir que vivió los grandes procesos políticos regionales en carne propia, desde su exilio en Chile tras el golpe de 1964 en Brasil y su nuevo destino en México desde 1973 hasta el regreso a su patria con la vuelta de la democracia, en 1985. Es uno de los pilares de la Teoría de la Dependencia y luego del concepto de Sistema Mundial. Ahora, de paso por Buenos Aires invitado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, del que fue uno de los fundadores, le toca explicar las razones para que el gobierno de Dilma Rousseff esté en sus últimos estertores y la región sufra un retorno al neoliberalismo que parecía ya alejado de la región.

“Yo veo a la situación en Latinoamérica como parte de una ofensiva más general a nivel mundial”, dice desde las oficinas de CLACSO, donde el elemento determinante es una pérdida de control económico y político por parte del centro hegemónico del sistema mundial, que es Estados Unidos.

—¿Cómo se manifiesta esta ofensiva?
—Hay una postura muy desesperada de recuperación de poder y si bien no tuvo el resultado que pretendían, tuvo efectos locales bastante destructivos. Es el caso de Oriente Medio, donde ha quedado una crisis profunda y Rusia, que integró un proyecto de colaboración, termina volviendo a su condición de gran enemiga de Europa.

—¿Este nuevo enfrentamiento comienza en Siria?
—Ven a Rusia como una amenaza sobre todo por su alianza con China, que la pone otra vez dentro de un esquema de disputa mundial. Por ahora sólo han conseguido crear unas condiciones realmente difíciles en el antiguo mundo soviético pero EE UU no tiene control de la situación.

—¿El ataque contra el gobierno de Dilma se explicaría entonces por el acercamiento a los países del BRICS?
—Todo lo que no está bajo control de EE UU pasa a ser una amenaza y los BRICS son una amenaza estratégica para EE UU. Y en cierto sentido tiene razón, porque ocupa un espacio que antes ocupaban ellos. En el caso latinoamericano su preocupación pasa por el petróleo y básicamente Venezuela, que tiene las reservas más grandes del mundo y Brasil, tras el descubrimiento del Presal, que tiene comprometido parte de las rentas a salud, educación, ciencia y tecnología.

—Al gobierno de Dilma lo frenaron, lo boicotearon, llenaron el Congreso de impresentables…
—No es difícil eso (risas).

—La pregunta es por qué el PT no pudo hacer nada contra eso.
—El PT jugó siempre una carta de negociación y una de las consecuencias de esta política era bajar la intensidad de la movilización social y política.

—¿Ese fue su gran error?
—Yo siempre que pude hablar con Lula de estas cosas le dije que había que tener una unidad de izquierda aunque se negociara con quien fuera, pero había que tener una base bien fuerte para la negociación. Si te restringes a ti mismo, el resultado es que empiezas a depender de la negociación cada vez más. Lula tenía una capacidad muy alta de negociación y había una expectativa de que el PT y el PSDB gobernasen en alternancia. Este era el planteo de Fernando Henrique Cardozo luego de que rompió con la Teoría de la Dependencia. Pero hubo muchas concesiones innecesarias y muy negativas. Porque un país no puede darse el lujo de patrocinar la creación y el fortalecimiento de una minoría financiera que vive de la improductividad y de la especulación.

—Pero el PT nunca atacó a esos grupos financieros.
—Al contrario, el presidente del Banco Central de Lula, Henrique Meirelles, ahora es ministro de Economía (de Michel Temer) y venía de la época de Fernando Henrique. Es una figura de la banca internacional. Eso ayudó a consolidar la relación de Lula con el sistema financiero, pero el resultado es catastrófico.

—¿Qué pasó después? ¿Dilma no tiene la misma capacidad de negociación?
—Hay un par de cuestiones, primero la baja en el precio del petróleo por el aumento en la producción en EE UU a través del fracking, que tuvo un impacto grande, pero por un período localizado. Se formó en torno de Dilma un grupo muy crítico a que el PT intentara enfrentar esas situaciones negativas y dijeron que había que hacer un ajuste. Todo esto en un cuadro en que decían que estábamos viviendo una crisis muy peligrosa y una inflación en expansión, que no existía –era del 4 y poco por ciento– pero pasó a existir con la suba de la tasa de interés.

—Eso fue en enero del 14 cuando asumió su segundo mandato.
—Ya en 2013 ella empezó a aceptar la idea, forzada por el Banco Central, de subir de la tasa. Estaba abriendo el camino de la contención del crecimiento y no de la paralización de la inflación. Por el contrario, una cosa que yo discuto hace años con distintas corrientes del pensamiento económico burgués, es esa historia de que la inflación es el resultado de un exceso económico que sólo puede ser contenido a través de un aumento de tasas de interés.

—Una receta clásica monetarista.
—El resultado dramático es que aumenta la inflación. ¿Qué conclusión sacas? Que está mal la teoría y la aplicación, pero no, ellos dicen que subió muy poco la tasa de interés. Se hizo un clima para todo eso y ya estábamos con un 14% de interés, y un crecimiento cada vez menor.

—¿Cómo va a ser este futuro, Dilma vuelve o no?
—La sensación es que no había condiciones para volver porque la campaña ha sido tan fuerte, pero el gobierno de transición ha hecho muchas cosas detestables y además paradójicas, porque un líder sindical que apoya un gobierno tan anti–sindicalista y anti–trabajadores tiene un costo no sólo electoral sino dentro de su propia clase. Los líderes sindicales, incluso los que estuvieron con la derecha y el impeachment, están retrocediendo para no aparecer en favor de un aumento en la edad jubilatoria y cosas así. Es muy violento que se proponga aumentar las horas semanales trabajadas y se afecte el propio sueldo mínimo, que Lula había aumentado casi el 200 por ciento. Eso tiene una dimensión muy grande en la vida de la gente. Si tú empiezas a creer que puedes proponer esto en un régimen de excepción, imagínate lo que podrías hacer si te confirmas en el poder. Esto está creando una situación difícil que aún no tuvo una fórmula de apoyo a Dilma pero me dicen en el PT que hay posibilidad de volver, es muy pequeña la diferencia, son seis votos de senadores. Claro, cada senador es un mundo y Dilma no es sencilla. Ella difícilmente negociará en términos de compra–venta de votos, viene del movimiento revolucionario, tiene aún una cierta fidelidad a eso, aunque al mismo tiempo sabe que es necesario hacer estas cosas…

—Pero no le gusta.
—No le gusta, esa es la cuestión.

—Da la impresión de que Brasil renuncia a un destino histórico de liderazgo que Itamaraty veía cumplido tras el ingreso en los BRICS.
—Son 200 años de lucha por la independencia de América Latina. Los pro—hispánicos y pro—portugueses han luchado años por mantenerse en el poder cuando ya España y Portugal eran sólo un instrumento de Inglaterra. Estos tipos aún creen que su supervivencia como clase dominante depende de esa alianza histórica. Y ellos creen que EE UU está arriba de todo y no ven mucho cómo manejarse con la potencialidad que, por ejemplo, trae China como demandante mundial. Y eso es grave porque los chinos negocian en forma colectiva, en grandes proyectos y, por lo tanto, de estado a estado. Los empresarios cuentan pero como auxiliares de un planeamiento estatal. Nuestra burguesía no cree en eso. Esta gente es como la anti—independencia de América Latina.

—¿Cómo ve el futuro de la región? Porque el triunfo de Mauricio Macri seguramente aceleró el golpe en Brasil y la avanzada contra Venezuela.
—Parece que hay una fase muy favorable para ellos. Pero cuando surja una resistencia efectiva dudo mucho de su capacidad para controlar la situación. Porque todo eso está arriba de un mundo creado por los medios de comunicación, por una negación de realidades, por la creación de situaciones psicológicas con gente muy especializada y que sabe muy bien transmitirlo a las masas. Realmente la idea de manejar el mundo como si el libre mercado fuera la fuente del crecimiento económico, del desarrollo, es una cosa absurda. No puede mostrar ningún sector económico que no sea dirigido por la inversión estatal y ningún proceso de enriquecimiento que no pase por la transferencia de recursos del Estado. Lo que nos lleva a una falsa cuestión que la izquierda también debe aprender, de que hay que cortar gastos para transferir hacia esa minoría que está básicamente en el sector financiero. En Brasil pagamos un 40% más del gasto público para una deuda creada explícitamente por razones macroeconómicas.

—Este escenario implica que en algún momento puede haber grandes levantamientos. ¿Eso no podría implicar situaciones como las de Medio Oriente?
—En último caso sí, pero no creo que Estados Unidos lo quiera porque el costo es muy elevado en un momento en que ellos están sacando tropas para hacer una cosa que suena increíble, y lo dicen claramente: cercar a China. En Medio Oriente los resultados fueron desastrosos. Puede ser que la estrategia fuera la del caos creativo. Si es así, ya lo consiguieron.

MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DE 2016 — COMCOSUR
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2) «El Estado hondureño es el promotor de todos los proyectos mortíferos para las comunidades indígenas»
Alexandre Anfruns (Público)

Entrevista con Bertha Zúñiga, hija de la líder ecologista asesinada, Berta Cáceres y Tomás Gómez Membreño, líder del del Consejo Indígena

El pasado 3 de marzo, el asesinato de la defensora medioambiental Berta Cáceres tuvo una repercusión internacional, sacando a la luz la amplitud de las violaciones de derechos humanos en Honduras. Desde entonces, su hija Bertha Zúñiga y el nuevo coordinador del COPINH Tomás Gómez Membreño siguen luchando para que se haga justicia.

En los últimos años, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) se ha centrado en la reivindicación de los derechos de las comunidades indígenas y su acceso a los bienes comunes de la naturaleza. También ha reclamado los títulos comunitarios de las tierras en las comunidades indígenas.

La organización forma a militantes, en las diferentes comunidades, para que defiendan una propuesta frente al extractivismo, frente al despojo de territorios y destrucción de las cosmovisiones. indígenas. Pero también frente a ese proceso de “desarrollo”, como le llama el Estado, que está derivado de las políticas neoliberales.

En esa lucha frente a un Gobierno autoritario de las oligarquías, surgido del golpe de Estado de Roberto Micheletti contra Manuel Zelaya, el COPINH ha sufrido numerosos asesinatos entre sus filas, como el de su líder más destacada, Berta Cáceres. Su hija, Bertha Zúñiga, y su sucesor al frente del consejo indígena, Tomás Gómez Membreño, explican sus objetivos, reivindicaciones y ejes de trabajo.

—¿Qué crítica le hacen a la visión dominante del desarrollo?
—Tomás Gómez Membreño: Las políticas neoliberales dicen que el desarrollo tiene que ver ante todo con la implementación de extractivismos, concesiones mineras, proyectos eólicos, hidroeléctricos… mientras que nosotros como COPINH creemos que para el desarrollo de las comunidades indígenas, de las familias, lo primero es el acceso a la tierra. Segundo, que los bienes comunes como el agua, el oxígeno, los bosques, etc., no estén privatizados. Y derivado de eso, el desarrollo tiene que ver con que las comunidades estén sembrando maíz, frijoles, yuca, mandanga o cítricos, para la autosuficiencia de las comunidades. Eso creemos nosotros que es el desarrollo. Eso se contrapone al desarrollo visto por el Estado…
—Bertha Zúñiga: El Estado es el principal promotor de todos estos proyectos mortíferos. También es el que impulsa toda la represión necesaria para instalar estos proyectos por la fuerza. Eso se demuestra en la impunidad con la que operan las empresas nacionales y multinacionales en alianza con el Estado.

—¿Qué responsabilidad tienen las multinacionales en la persecución y recientes asesinatos de luchadoras sociales como Berta Cáceres y Lesbia Yaneth Urquia?
—Tomás Gómez Membreño: Fíjese que según la visión de las políticas neoliberales y las capitalistas, los bienes comunes de la naturaleza, como el agua, el oxígeno, el bosque… los ven como una mercancía. Pero las comunidades indígenas lo vemos más bien como algo que es parte de nuestra vida. Vemos que la responsabilidad de estas multinacionales consiste en el aceleramiento del calentamiento global en el planeta. En los últimos años se han ido incrementando cada vez más las concesiones y las privatizaciones de recursos naturales.
Respecto a las más de 50 concesiones en el Río Blanco, cuando se le oponen resistencias o luchas populares como las del COPINH, entonces las multinacionales apuestan por aumentar la seguridad o recurrir al Ejército o la Policía. Y asesinar a personas como la compañera Berta Cáceres o el compañero Tomas García Domínguez. El 35% del territorio hondureño está entregado a las multinacionales y las corporaciones extractivistas para proyectos “de desarrollo”. Así que la responsabilidad que tienen es muy grande, al querer imponer sus proyectos de saqueo y despojo en las diferentes comunidades indígenas y en todo el territorio hondureño.

—En los últimos seis años, la represión en Honduras contra los movimientos de defensa de la naturaleza ha arrebatado la vida a más de cien activistas. ¿Han recibido algún tipo de apoyo los familiares de las víctimas de esta represión?
—Bertha Zúñiga: La mayor parte de estos crímenes siguen en la impunidad. Los asesinatos de activistas en defensa de la tierra y de los bienes comunes de la naturaleza se han vuelto algo constante. En el caso excepcional de mi madre hubo una presión muy grande hacia los representantes del Gobierno. Pero aun así, se han limitado a hacer algunas detenciones en la línea de las investigaciones que nosotros sugerimos al principio, y lo hicieron tardíamente. Más apoyo que ése no ha habido, más bien al contrario. Hay personas obstaculizando e impidiendo que haya procesos transparentes y objetivos. Como familia, nosotros hemos solicitado desde el principio una comisión de investigación internacional e independiente, que nos garantice la transparencia. Pero el Estado hondureño ha hecho caso omiso, no dice que sí ni que no. Nunca contesta a esta solicitud, ni a la voluntad de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Así que lo que tenemos es una situación de doble victimización. Se nos ignora, nunca se escucha nuestra voz ni nuestras demandas. El Estado se arropa en un secreto ilegal que nos victimiza de nuevo, con nuevas violaciones de nuestros derechos.
—Tomás Gómez Membreño: De hecho, el Estado no va a responder, porque esta él mismo involucrado en esos asesinatos. Nosotros tenemos un dicho: “No puede una gallina cuidarse del coyote”, y también “el coyote no se come al mismo coyote”. El Estado de Honduras es el que impulsa todas estas privatizaciones y concesiones, y los asesinatos de la compañera Berta Cáceres y de otros ambientalistas en el país. Berta era una persona integral. Su lucha iba más allá de cuidar un árbol. En su caso, nosotros creemos que el Estado no va a pedir una comisión independiente por la sencilla razón de que es el poder económico y político de este Estado el que está involucrado. Por lo tanto, no va a solicitar la comisión independiente para que este caso sea esclarecido.

—¿Y cómo valoran el apoyo recibido a nivel internacional?
—Bertha Zúñiga: Ahí sí hemos tenido un respaldo muy fuerte por parte de las diferentes organizaciones que han acompañado la lucha del COPINH. La sociedad civil de muchos países está acompañando nuestras demandas, lo cual es muy importante para nosotros, ya que en el país en el que vivimos es muy difícil alcanzar la justicia. Pero eso no significa que nos vamos a entregar a la impunidad, al contrario. Sabemos que la justicia sólo llegará mediante nuestra lucha. Pero insisto en que el caso de mi madre fue excepcional, mientras que el resto de familias siguen olvidadas, con casos sin investigar, e incluso han sido fuertemente criminalizadas. En el caso de los activistas de El Bajo Aguán, que es una zona con alta conflictividad, se les trata como personas vinculadas al terrorismo. Nunca reciben la menor atención.

—Su hermana Laura Zúñiga está en una gira por EEUU para dar a conocer el caso de su familia. Hace unos días incluso irrumpió en un acto de la campaña de Hillary Clinton para denunciar su papel en el golpe contra el presidente Zelaya en 2009. ¿Qué consecuencias tuvo aquel golpe en las políticas económicas y sociales?
—Bertha Zúñiga: Nosotros consideramos que el asesinato de mi madre tiene sus raíces en el golpe de Estado. Fue a partir del golpe cuando se profundizó el modelo extractivista en todos los sentidos: creando un ambiente jurídico que posibilitara la instalación de todos estos proyectos de muerte, incentivando la implementación del militarismo con la creación de fuerzas especiales y el reforzamiento de la policía nacional… eso es lo que garantizaba que todas esas inversiones se ejecutaran a pesar de que hubiese un descontento social. Obviamente, el golpe preparó el clima y abrió todo un paquete de concesiones para la implementación en los ríos de toda Honduras, y especialmente en nuestra región, que es una zona de bosque y montaña donde nacen los ríos. Así, la riqueza natural de nuestras regiones puede terminar siendo destinada a proyectos hidroeléctricos, mineros o de otras índoles. El golpe fue la raíz.

—¿Cómo valoran la situación actual de las fuerzas progresistas en Honduras para construir una alternativa a ese sistema neoliberal?
—Tomás Gómez Membreño: Desde el ámbito político vemos que no hay una estrategia suficiente para contrarrestar el sistema neoliberal capitalista. Más bien nos parece que las fuerzas progresistas están enfrascadas en el tema electoral, es decir en cómo llegar a ser presidente o estar en la magistratura, pero no ven cómo construir una base social que tenga que responder al posible desafío de otro golpe de Estado. Respecto al golpe contra Zelaya, nosotros pensamos que si hubiese habido una base social sólida, fuerte, se hubiese revertido el golpe de Estado. O al menos habría habido una alternativa a este modelo extractivista y capitalista, que sólo se sustenta en el despojo y el asesinato de las compañeras y compañeros que luchan con organizaciones que son una piedra en el zapato de este sistema. Es el caso del COPINH, de OFRANEH, que están siempre en esa lucha territorial, pero que también cuentan con una propuesta muy sólida para contrarrestar a estas políticas neoliberales.
—Bertha Zúñiga: Yo agregaría que hay un cambio con lo que pasó inmediatamente después del golpe de Estado y lo que está pasando ahora. Las organizaciones que sufren más agresiones, a las que más se criminaliza y persigue, están localizadas ahora en las zonas rurales donde tienen lugar la invasión de los territorios y todo el saqueo de los bienes comunes de la naturaleza. Ya no están tanto en las ciudades. Pero es que la represión es tan grande, con el incremento del presupuesto de seguridad, la creación de fuerzas militares especiales… eso ha asestado un golpe muy duro a las organizaciones. Sí que hay intentos de articularse, hay luchas muy potentes en los territorios. Pero están invisibilizadas, nunca se habla de ellas a nivel nacional en los grandes medios; al contrario, se las criminaliza. Así que es una situación de gran complejidad.

—¿Pueden hablarnos de algún proyecto de las comunidades en lucha, en el seno de la COPINH, que la gente de otros países pueda apoyar con su solidaridad?
—Bertha Zúñiga: Tenemos muchos proyectos en diversas áreas, como la educación, la salud, la comunicación popular, la agricultura alternativa… Un proyecto que pueden apoyar internacionalmente son las radios comunitarias, que transmiten las luchas de los pueblos y del COPINH, no sólo de Honduras sino de los pueblos de América Latina. Ese es un proyecto al que el COPINH apuesta para seguir creciendo, y que es bastante importante para dar a conocer estas luchas territoriales.
—Tomás Gómez Membreño: También tenemos las escuelitas, que tienen el objetivo de ser procesos de formación comunitaria. Van desde la formación política hasta la construcción de una propuesta alternativa global, que es lo que mencionaba Bertita: incluye tanto la educación, la salud, como lo espiritual, cultural y cosmológico de las comunidades indígenas. Intentamos propiciar la autogestión en la vida de las comunidades, por ejemplo con la recuperación de las semillas criollas. Hay una intensa lucha que el COPINH ha liderado en contra de los productos transgénicos de las grandes corporaciones agroindustriales como la Monsanto, entre otras. Eso es muy importante y tiene que ver con ese modelo neoliberal que viene arrasando con todas las semillas criollas, pero también patentando las medicinas naturales y prohibiendo y castigando nuestras formas de salud comunitaria.

MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DE 2016 — COMCOSUR
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3) Turquía y Erdogan: ¿surgimiento y caída?
Immanuel Wallerstein (La Jornada)

Turquía está gobernada ahora por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco). El AKP fue cofundado en 2001 por Recep Tayyip Erdogan. En 2003 se convirtió en primer ministro y fungió en el cargo hasta 2014, cuando asumió su puesto como el decimosegundo presidente de Turquía.

Durante los pasados 15 años los relatos de Turquía, Erdogan y el AKP estuvieron estrechamente ligados. Es sorprendente que todos fortalecieron su posición de todas las maneras posibles durante los primeros 10 de aquellos 15 años previos. Luego todo se fue volviendo difícil, lo que culminó con un intento de golpe de Estado que comenzó la noche del 15 de julio de 2016. Pese a que el golpe fue aplastado en dos días, no queda claro si Turquía, el AKP y Erdogan fueron capaces de refrenar sus crecientes dificultades.

Para entender qué es lo que ha surgido y caído necesitamos considerar primero la situación de Turquía en 2001. Turquía se había convertido en república en 1923, con Mustafá Kemal (Atatürk) como primer presidente. Él era líder de un grupo militar que buscaba reemplazar al decadente Imperio Otomano con una república moderna.

El régimen de Atatürk abolió el papel militar del gobierno del sultán y el papel religioso del califa. En los años subsecuentes cambió el alfabeto –del árabe al latino– y prohibió el uso del fez, que consideró símbolo del viejo régimen. Le concedió derechos políticos a las mujeres y proclamó su igualdad con los hombres. Cerró instituciones religiosas. En resumen, secularizó el país.

Hasta 1946 Turquía fue gobernada por un partido único, el Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas en turco). Atatürk, fundador del CHP, murió en 1938. En 1946 su sucesor como presidente y líder del CHP, Ismet Inönü, permitió elecciones multipartidistas. Después de eso el gobierno turco alternó entre el CHP (considerado de centroizquierda o socialdemócrata) y el partido de derecha, el Partido de Acción Nacionalista (MHP). Durante este periodo hubo repetidos intentos de establecer un partido musulmán o islamista. Siempre que un partido así parecía crecer en fuerza, las fuerzas armadas lanzaban (o amenazaban con lanzar) un golpe, buscando defender el laicismo contra los partidos islamistas.

Por tanto, fue un gran choque para las fuerzas armadas, el CHP y el MHP que el nuevo partido islamista de Erdogan, el AKP, ganara por abrumadora mayoría las elecciones de 2002. Sin embargo, el gobierno del AKP no se sentía muy fuerte. Temían un golpe. El único respaldo práctico en este momento vino de otro grupo islámico, encabezado por Fethullah Gülen, teólogo que residía en Estados Unidos. Este grupo no tenía nombre, pero con frecuencia lo llamaban Cemaat (comunidad).

En 2002 la economía turca estaba en condición alarmante, con el PIB y el PIB per capita muy bajos y con una alta tasa de inflación. Las relaciones de Turquía con los países árabes estaban sobrecargadas, con poderosos sentimientos anti-turcos derivados de la previa sumisión del mundo árabe hacia el Imperio Otomano. Aunque Turquía era miembro de la OTAN, sus intentos por sumarse a la Unión Europea enfrentaron gran resistencia debido a los temores de la UE ante que migrantes musulmanes llegaran a países de la Unión Europea. Y no es menor el hecho de que Turquía estaba muy baja en la lista de prioridades de Estados Unidos.

Cuando el AKP asumió el poder, Erdogan no podía ser nombrado a cargo alguno por una convicción previa que incluía su exclusión de la vida política. Abdullah Gül se volvió primer ministro y revocó la exclusión permitiendo que Erdogan fuera primer ministro en 2003.

Bajo la conducción de Erdogan el AKP tuvo muchos logros y transformó la situación de Turquía durante su primera década en el poder. Mediante designaciones juiciosas de miembros de fuerzas armadas debilitadas pareció retirarse la amenaza de un golpe. El AKP ganó de nuevo en 2007 y 2012 e hizo que la economía de Turquía floreciera y pudo así liquidar sus deudas con el FMI. Utilizó nuevos recursos para mejorar las condiciones sociales y económicas al interior del país, notablemente en los servicios de salud y educación. Buscó nuevos modos de remontar las añejas divisiones etno-nacionales con los kurdos y los armenios. Reingresó en la política de Medio Oriente como amiga de todos, pese a mantenerse como amiga de Israel. Reabrió negociaciones con la Unión Europea para una futura entrada. Y alivió los constreñimientos a la práctica islámica sin alarmar a los grupos laicos. Turquía se volvió entonces el modelo de movimiento islamista en el poder.

De repente todo pareció derrumbarse. La economía comenzó a ir cuesta abajo. Como en todas las otras llamadas economías emergentes, Turquía comenzó a vender menos en el mercado mundial y a precios reducidos. El bienestar económico de los ciudadanos turcos decayó. El gesto magnificente de Erdogan de abrir negociaciones con los militantes kurdos, incluida la posible liberación de su líder Abdullah Öcalan, llegó a su fin. Erdogan retornó a la vieja política de la represión. Los gestos simbólicos hacia los armenios también se revocaron. La UE pareció cerrar las discusiones relativas a una posible entrada de Turquía.

Turquía dejó de ser la amiga de todos en el mundo árabe. En cambio, entró en una ilimitada disputa con el régimen de Bashar al Assad de Siria. Desafió la prohibición de Israel de entregar en directo ayuda a la franja de Gaza. La respuesta de Israel condujo a múltiples muertes de turcos y Turquía cortó lazos diplomáticos. Se puso furiosa con Estados Unidos por respaldar el golpe militar contra Mohamed Morsi, cuyo régimen, a ojos del régimen turco, era su equivalente. Turquía escamoteó luchar contra el Isis, considerando más urgente la acción contra Al Assad y el movimiento kurdo.

Al mismo tiempo, la alianza con el movimiento de Gülen terminó. En la superficie, parecía haber muy poca diferencia entre los objetivos del AKP y Gülen. De hecho, las diferencias eran profundas. Gülen profesaba la política de infiltrar todas las instituciones. Estaba preparado para pretender que no se requería conservadurismo social islamista. Sus miembros se vestían al estilo occidental. Su objetivo de largo plazo, sin embargo, era ser proclamado el imam oculto, el Mahdi o mesías. El objetivo de largo plazo de Erdogan era ser proclamado la encarnación del nacionalismo turco, esencialmente una política más laica.

Cuando Erdogan afirma que Gülen tramó por largo tiempo un golpe, sus argumentos parecen plausibles. Es por esta razón que todos los partidos de oposición –el CHP, el MHP y el HDP (partido de izquierda con fuerte base social en las áreas kurdas)– salieron a las calles a oponerse al golpe. Sin embargo, cuando el CHP y el HDP, más algunos comentaristas en Turquía y en otras partes dicen que Erdogan estaba listo para usar la excusa del golpe para purgar el país de cualquier oponente posible, también parecen plausibles estos argumentos. En particular, se considera que su propuesta de cambiar la Constitución para crear una presidencia ejecutiva se encamina a una dictadura.

Pese al increíblemente vasto número de personas arrestadas, ¿son realmente fuertes hoy Erdogan y el AKP? Cuentan con dos poderosas armas al lidiar con Estados Unidos y la UE. Estados Unidos necesita la cooperación de Turquía si es que va a combatir al Isis con efectividad. Y la UE necesita la cooperación de Turquía para refrenar el flujo de migrantes sirios (y otros) a Europa. Pero estas fortalezas son ilusorias. Parece poco probable que Turquía refrene el burbujeo de una oposición interna, lo que podría conducir al colapso total del régimen. Si eso ocurre, nadie sabe lo que podría ocurrir.

Turquía, el AKP y Erdogan se elevaron espectacularmente al emprender una política penetrante en un contexto mundial favorable, del cual sacaron ventaja. Pero Erdogan tal vez se excedió en su reacción al golpe en un contexto mundial que ya no le es favorable, lo que lo llevó a actos represivos que pueden tener consecuencias negativas para el AKP y Erdogan mismo.

Traducción: Ramón Vera Herrera

MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DE 2016 — COMCOSUR
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MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DE 2016 — COMCOSUR
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4) Armas “no letales” mutilan a cientos de personas en Cachemira
Umar Shah (IPS)

Los hospitales de esta ciudad de India, capital de verano de Jammu y Cachmeira, están colmados de pacientes con heridas causadas por armas de perdigones, que recibieron durante los últimos enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad.

Kaisar Ahmad Mir, de 16 años, está hospitalizado desde el 9 de julio. El adolescente, con las radiografías al lado de su cama, observa a la gente que pasa con un rostro ojeroso. Los médicos tuvieron que amputarle tres dedos de la mano derecha por heridas causadas por los perdigones que le dispararon a quemarropa durante una de las manifestaciones. “Sentí como una corriente eléctrica cuando me dieron los perdigones en la mano derecha. Luego la sangre comenzó a salir y después sentí un intenso dolor”, relató Mir en diálogo con IPS.

Los mortales enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad se instalaron en esta región del Himalaya, el único estado musulmán de India, el 8 de julio, cuando el ejército mató al líder rebelde Burhan Wani durante un enfrentamiento de tres horas en el sur de Cachemira.

El gobierno se apresuró a decretar un toque de queda en todo el estado, que incluyó restricciones al servicio de Internet y de teléfonos. Pero la población se enfureció y se volcó a las calles de las ciudades, de los pueblos y hasta de aldeas alejadas. Desde el 8 de julio han muerto 52 manifestantes y más de 2.500 quedaron heridos, 600 de los cuáles por perdigones. Muchas de las víctimas son menores de edad.

Aaqib Mir, el hermano menor de Kaisar, dijo a IPS que él estaba preparando exámenes para este año. “Ahora quedó incapacitado de por vida”, subrayó. Los perdigones están cargados de plomo y salen disparados en gran cantidad, dispersándose por un área extensa. Además, penetran la piel y los tejidos blandos; los ojos son especialmente vulnerables a sufrir daños graves e irreversibles.

Esa munición comenzó a utilizarse en Cachemira como alternativa “no letal” a las balas reales después de que las fuerzas de seguridad mataron a casi 200 personas durante las manifestaciones contra el gobierno central de India entre 2008 y 2010, con el argumento de que cuando se disparan de lejos, se dispersan causando solo heridas leves. Durante las protestas de este verano boreal, se utilizó mucho esa munición contra los manifestantes, con un saldo de varios heridos. Según datos del hospital SHMS, se atendieron 164 pacientes por heridas de perdigones, se practicaron 106 intervenciones quirúrgicas y cinco personas perdieron un ojo por completo.

Umar Nazir, de 11 años, es uno de los que perdió la vista tras recibir más de 12 perdigones en el rostro, que fueron a parar a ambos ojos. Los médicos informaron a la familia que había perdido la vista en el ojo derecho y que la del izquierdo se deterioraba por las graves lesiones al nervio óptico.Numerosas organizaciones de derechos humanos criticaron la dura respuesta del gobierno contra las protestas y cuestionaron el argumento de que los perdigones no son letales.

Riyaz Ahmad Shah murió el 2 de este mes tras recibir varios impactos de perdigones. El joven de 21 años era guardia de seguridad de un cajero automático que, según su familia, regresaba a su casa cuando oficiales de las fuerzas de seguridad le efectuaron varios disparos a quemarropa y murió en el acto. “En la autopsia se encontraron 360 perdigones en su cuerpo”, contó su hermano, Shakeel Ahmad. La cadena de noticias árabe Al Jazeera informó que por lo menos nueve personas murieron en esta región desde que comenzaron a usarse esas armas en 2010.

“Los perdigones no se usan contra manifestantes en ningún otro lugar del país, pero aquí en Cachemira, el gobierno los usa abiertamente sin ningún remordimiento”, observó el activista de derechos humanos Khurram Parvez, quien es coordinador de programa de la Coalición de la Sociedad Civil de Jammu y Cachemira. La organización lanzó una campaña con afiches y un texto en braile para generar conciencia sobre el sufrimiento en esta región. “Cuando no estás de acuerdo con la brutal ocupación de Cachemira, así es como te hacen ver su punto de vista”, reza el póster.

El médico Sajad Ahmad, quien atendió a muchas personas heridas, comentó que nunca vio “un uso tan brutal de la fuerza”. Son municiones que quizá no maten a la mayoría de las víctimas, pero igual las pueden dejar con lesiones de por vida. “Realizamos cientos de operaciones desde el 8 de julio; hay niños que quedaron incapacitados y ya no podrán trabajar ni ganarse la vida”, señaló Ahmad.

La organización de derechos humanos Amnistía Internacional, con sede en Londres, emitió este viernes 5 un comunicado pidiendo al gobierno de Jammu y Cachemira que dejara de usar armas de perdigones. “Son imprecisas e indiscriminadas y no tienen lugar entre las fuerzas de seguridad”, remarcó Zahoor Wani, responsable de campaña del capítulo indio de Amnistía, en un comunicado divulgado en Nueva Delhi.

“Amnistía India llama al gobierno de Jammu y Cachemira a dejar de usar de inmediato las armas de perdigones en la vigilancia de protestas. No pueden asegurar que dé en el blanco y corren el riesgo de causar heridas graves, incluso a transeúntes u otros manifestantes que no participan en la violencia. Es un peligro casi imposible de controlar”, señala el comunicado. La Alta Corte de Justicia de Cachemira envió notificaciones al gobierno estadual y nacional pidiéndoles respuesta por una demanda para la prohibición de las armas con perdigones para reprimir manifestaciones por parte de las fuerzas de seguridad. El gobierno estadual respondió que busca alternativas para controlar las protestas violentas. “Las desaprobamos, pero tendremos que continuar con el mal necesario hasta que encontremos una alternativa no letal”, declaró el portavoz Nayeem Akhtar. Muchos habitantes de Cachemira no quieren depender más del gobierno central de India y abogan por una independencia total o unirse a Pakistán, que también reclama este territorio.

Por lo menos 50.000 personas murieron durante un levantamiento que comenzó en 1987. Desde entonces, hay protestas periódicas contra el gobierno que elevan la tensión entre las fuerzas de seguridad y la población civil y que derivaron en acusaciones contra la policía por reprimir con mano dura las manifestaciones.

Traducido por Verónica Firme

MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DE 2016 — COMCOSUR
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5) Frente al terrorismo
Ignacio Ramonet* (Le Monde Diplomatique)

Los recientes atentados alrededor del mundo han traspasado los límites imaginables de violencia. Este nuevo terrorismo, que se puede denominar “hiperterrorismo”, tiene un alcance global y reivindicaciones poco claras. Las democracias se ven desafiadas a encontrarle respuestas que no amenacen la libertad y los derechos de sus pueblos.

Lo preparó todo con minuciosidad. Cerró su cuenta bancaria. Vendió su auto. Evitó cualquier contacto con la organización. No acudió a ninguna reunión. No rezó. Se procuró el arma fatal sin que nadie pudiera sospechar el uso que haría de ella. La colocó en un lugar seguro. Esperó. Esperó. Llegado el día D, procedió al ensayo del crimen. Transitó y recorrió el futuro itinerario de sangre. Midió los obstáculos. Imaginó los remedios. Y cuando sonó la hora, puso por fin en marcha el camión de la muerte…

La inaudita bestialidad del atentado de Niza (1) el pasado 14 de julio –que se suma a otras recientes masacres yihadistas, en particular las de Orlando (50 muertos) y Estambul (43 muertos)– nos obliga, una vez más, a interrogarnos sobre esa forma de violencia política que llamamos terrorismo. Aunque, en este caso, habría que hablar de “hiperterrorismo” para significar que ya no es como antes. Un límite impensable, inconcebible, ha sido franqueado. La agresión es de tal desmesura que no se parece a nada conocido. Hasta tal punto que no se sabe cómo llamarlo: ¿atentado?, ¿ataque?, ¿acto de guerra? Como si se hubiesen borrado los confines de la violencia. Y ya no se podrá volver atrás. Todos saben que los crímenes inaugurales se reproducirán. En otra parte y en circunstancias diferentes sin duda, pero se repetirán. La historia de los conflictos enseña que, cuando aparece una nueva arma, por monstruosos que sean sus efectos, siempre se vuelve a emplear. Alguien, de nuevo, en algún lugar, lanzará a toda velocidad un camión de diecinueve toneladas contra una multitud de personas inocentes…

Historia de un método de lucha

Sobre todo porque este nuevo terrorismo tiene, entre sus objetivos, el de impactar las mentes, sobrecoger el entendimiento. Es un terrorismo brutal y global. Global en su organización, pero también en su alcance y en sus objetivos. Y que no reivindica nada muy preciso. Ni la independencia de un territorio, ni concesiones políticas concretas, ni la instauración de un tipo particular de régimen. Esta nueva forma de terror total se manifiesta como una suerte de castigo o de represalia contra un “comportamiento general”, sin mayor precisión, de los países occidentales.

El término “terrorismo” también es impreciso. Desde hace dos siglos es utilizado para designar, indistintamente, a todos aquellos que recurren, con razón o sin ella, a la violencia para intentar cambiar el orden político. La experiencia histórica muestra que, en ciertos casos, esa violencia resultó necesaria. “Sic semper tirannis”, gritaba Bruto al apuñalar a Julio César que había derribado la República. “Todas las acciones son legítimas para luchar contra los tiranos”, afirmaba igualmente, en 1792, el revolucionario francés Gracchus Babeuf.

Sobre ese irreductible fenómeno político, que suscita a la vez espanto y cólera, incomprensión y repelencia, emoción y fascinación, se han escrito miles de textos. Y hasta, por lo menos, dos obras maestras: la novela Los endemoniados (1872) de Fiódor Dostoievski y la obra de teatro Los justos (1949) de Albert Camus. Aunque, cuando el islamismo yihadista está globalizando el terror a niveles jamás vistos hasta ahora, el proyecto de “matar por una idea o por una causa” aparece cada vez más aberrante. Y se impone ese rechazo definitivo que Juan Goytisolo expresó magistralmente en su frase: “Matar a un inocente no es defender una causa, es matar a un inocente”.

Sin embargo, sabemos que muchos de los que, en algún momento, defendieron el terrorismo como “recurso legítimo de los oprimidos”, fueron luego hombres o mujeres de Estado respetados. Por ejemplo, los dirigentes surgidos de la Resistencia francesa (De Gaulle, Chaban-Delmas) que las autoridades alemanas de ocupación calificaban de “terroristas”; Menahem Begin, antiguo jefe del Irgún, convertido en primer ministro de Israel; Abdelaziz Bouteflika, ex responsable del FLN argelino, devenido presidente de Argelia; Nelson Mandela, antiguo jefe del African National Congress (ANC), presidente de Sudáfrica y premio Nobel de la Paz ; Dilma Rousseff, presidenta de Brasil ; Salvador Sánchez Cerén, presidente actual de El Salvador, etc.

Como principio de acción y método de lucha, el terrorismo ha sido reivindicado, según las circunstancias, por casi todas las familias políticas. El primer teórico que propuso, en 1848, una “doctrina del terrorismo” no fue un islamista alienado sino el republicano alemán Karl Heinzen en su ensayo Der Mord (El homicidio), en el cual declara que todos los procedimientos son buenos, incluso el atentado-suicida, para apresurar el advenimiento de… la democracia. En tanto que anti-monárquico radical, Heinzen escribe: “Si debéis hacer saltar la mitad de un continente y propiciar un baño de sangre para destruir el partido de los bárbaros, no tengáis ningún escrúpulo. Aquel que no sacrifica gozosamente su vida para tener la satisfacción de exterminar a un millón de bárbaros no es un verdadero republicano” (2).

La doble vara estadounidense

La actual “ofensiva mundial del yihadismo” y la propaganda antiterrorista que la acompaña pueden hacer creer que el terrorismo es una exclusividad islamista. Lo cual es obviamente erróneo. Hasta hace muy poco, otros terroristas estaban en acción en muchas partes del mundo no musulmán: los del IRA y los legitimistas en Irlanda del Norte; los de ETA en España; los de las FARC y los paramilitares en Colombia; los Tigres Tamiles en Sri Lanka; los del Frente Moro en Filipinas, etc.
Lo que sí es cierto es que la hiperbrutalidad alucinante del actual terrorismo islamista (tanto el de Al Qaeda como el de Estado Islámico, EI) parece haber conducido a casi todas las demás organizaciones armadas del mundo (excepto el PKK kurdo) a firmar apresuradamente un alto el fuego y un abandono de las armas. Como si, ante la intensidad de la conmoción popular, no desearan verse para nada comparadas con las atrocidades yihadistas.

También cabe recordar que, hasta hace muy poco, una potencia democrática como Estados Unidos no consideraba que apoyar a ciertos grupos terroristas fuese forzosamente inmoral. Por medio de la Central Intelligence Agency (CIA), Washington preconizaba atentados en lugares públicos, secuestros de oponentes, desvíos de aviones, sabotajes, asesinatos…

Contra Cuba, Washington lo hizo durante más de cincuenta años. Recordemos, por ejemplo, este testimonio de Philip Agee, ex agente de la CIA: “Me estaba entrenando en una base secreta, en Virginia, en marzo de 1960, cuando Eisenhower aprobó el proyecto que llevaría a la invasión de Cuba por Playa Girón. Estábamos aprendiendo los trucos del oficio de espía incluyendo la intervención de teléfonos, micrófonos ocultos, artes marciales, manejo de armas, explosivos, sabotajes… Ese mismo mes, la CIA, en su esfuerzo por privar a Cuba de armas antes de la inminente invasión de exiliados, hizo volar un buque francés, Le Coubre, cuando estaba descargando un cargamento de armas de Bélgica en un muelle de La Habana. Más de 100 personas murieron en aquella explosión. En abril del año siguiente, otra operación de sabotaje de la CIA con bombas incendiarias destruyó los almacenes El Encanto, principal tienda por departamentos de la capital, provocando decenas de víctimas. En 1976, la CIA planificó, con la ayuda del agente Luis Posada Carriles, otro atentado contra un avión de Cubana de Aviación en el que murieron las 73 personas a bordo. Desde 1959, el terrorismo de Estados Unidos contra Cuba ha costado unas 3.500 vidas y ha dejado a más de 2.000 personas lisiadas. Los que no conocen esta historia pueden encontrarla en la clásica cronología de Jane Franklin, ‘The Cuban Revolution and the United States’ (3)” (4).

En Nicaragua, en los años 1980, Washington actuó con igual brutalidad contra los sandinistas. Y en Afganistán contra los soviéticos. Allí, en Afganistán, con el apoyo de dos Estados muy poco democráticos –Arabia Saudita y Pakistán–, Washington alentó, también en la década de 1980, la creación de brigadas islamistas reclutadas en el mundo árabe-musulmán y compuestas por lo que los medios dominantes llamaban entonces los “freedom fighters”, combatientes de la libertad. Sabemos que fue en esas circunstancias cuando la CIA captó y formó a un tal Osama Ben Laden, quien fundaría luego Al Qaeda…

Los desastrosos errores y los crímenes cometidos por las potencias que invadieron Irak en 2003 (5) constituyen las principales causas del terrorismo yihadista actual. A ello se han añadido los disparates de las intervenciones en Libia (2011) y en Siria (2014).

Guerras de nuevo tipo

Algunas capitales occidentales siguen pensando que la potencia militar masiva es suficiente para acabar con el terrorismo. Pero, en la historia militar, abundan los ejemplos de grandes potencias incapaces de derrotar a adversarios más débiles. Basta recordar los fracasos norteamericanos en Vietnam en 1975 o en Somalia en 1994. En efecto, en un combate asimétrico, aquel que puede más no necesariamente gana: “Durante cerca de treinta años, el poder británico se mostró incapaz de derrotar a un ejército tan minúsculo como el IRA –recuerda el historiador Eric Hobsbawm–, ciertamente el IRA no tuvo la ventaja, pero tampoco fue vencido” (6).

Como la mayoría de las fuerzas armadas, las de las grandes potencias occidentales han sido formadas para combatir a otros Estados y no para enfrentar a un “enemigo invisible e imprevisible”. Pero en el siglo XXI, las guerras entre Estados están en trance de volverse anacrónicas. La aplastante victoria de Estados Unidos en Irak, a principios de los años 2000, no es una buena referencia. El ejemplo puede incluso revelarse engañoso. “Nuestra ofensiva fue victoriosa –explica el ex general estadounidense de los marines, Anthony Zinni– porque tuvimos la oportunidad de encontrar al único malvado en el mundo lo suficientemente estúpido como para aceptar enfrentarse a Estados Unidos en un combate simétrico” (7). Los conflictos de nuevo tipo, cuando el fuerte enfrenta al débil o al loco, son más fáciles de comenzar que de terminar. Y el empleo masivo de medios militares pesados no permite necesariamente alcanzar los objetivos buscados.

La lucha contra el terrorismo también autoriza, en materia de gobernabilidad y de política interior, todas las medidas autoritarias y todos los excesos, incluso una versión moderna del “autoritarismo democrático” que tomaría como blanco, más allá de las organizaciones terroristas en sí mismas, a todos los que se opongan a las políticas globalizadoras y neoliberales. Por eso, hoy es de temer que la caza a los “terroristas” provoque –como lo estamos viendo en Turquía después del extraño golpe de Estado fallido del pasado 16 de julio– peligrosos resbalones y atentados a las principales libertades y derechos humanos. La historia nos enseña que, bajo pretexto de luchar contra el terrorismo, muchos gobiernos, incluso democráticos, no dudan en reducir el perímetro de la democracia (8). Atención a lo que viene. Podríamos haber entrado en un nuevo período de la historia contemporánea, donde volvería a ser posible aportar soluciones autoritarias a problemas políticos…

1. Ochenta y cuatro muertos, entre ellos una decena de niños, y más de doscientos heridos, de los cuales unos veinte se encuentran entre la vida y la muerte…
2. Citado por Jean-Claude Buisson en: Emmanuel de Waresquiel (dir.), Le Siècle rebelle. Dictionnaire de la contestation au XXe (El siglo rebelde. Diccionario de la contestación en el siglo XX), Larousse, París, 1999.
3. Ocean Press, Minneapolis, 1997.
4. Philip Agee, “El terrorismo y la sociedad civil como instrumentos de la política de EE.UU. hacia Cuba”, Rebelión, 26-7-03, www.rebelion.org/noticia.php?id=18132
5. Véase, por ejemplo, el “Informe Chilcot” que establece un balance de la intervención británica en Irak en 2003. Véase Le Monde, París, 6-7-16.
6. La Repubblica, Roma, 18-9-01.
7. El Mundo, Madrid, 29-9-01.
8. Véase Ignacio Ramonet, El Imperio de la vigilancia, Capital intelectual, Buenos Aires, marzo de 2016.

MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DE 2016 — COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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