1) Argentina: Carta Alerta: feminismo, patriarcado y crisis
2) Costa Rica: Movimiento busca legalizar el aborto libre en Costa Rica
3) México: Fin de la brecha salarial entre hombres y mujeres
4) Uruguay: Nos podrán sacar de la calle, pero no de la historia
5) Uruguay: Las mujeres tomaron las calles contra el poder político y la justicia patriarcal
6) Uruguay: Guardianas de las ollas: el papel de las mujeres en la resistencia ante la crisis
7) Uruguay: Las víctimas del patriarcado en Uruguay
8) Uruguay: “Ningún tapabocas logró callar el grito”
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COMCOSUR MUJER /Fundado por Yessie Macchi / AÑO 27 / No. 677 – Lunes 15 de marzo de 2021 / Producción: Beatriz Alonso, Belén Itza y Cecilia Duffau /Apoyo técnico: Carlos Dárdano
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1) ARGENTINA: CARTA ALERTA: FEMINISMO, PATRIARCADO Y CRISIS
«Hace más de un siglo que las mujeres venimos amplificando más y más la denuncia de este sistema que nos oprime. Pero aunque visibilizado, confrontado, deslegitimado, el patriarcado sigue de pie, haciendo de las suyas». Por Karina Nazabal
¨Si la clase dominante ha perdido el consenso, entonces no es más “dirigente”, sino únicamente dominante, detentadora de la pura fuerza coercitiva… La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos.¨
Antonio Gramsci no hablaba de feminismo y patriarcado pero si de hegemonías y liderazgos, y la hegemonía del patriarcado está en disputa, así que tomamos la idea.
Feminismo, patriarcado y crisis, es ese lugar en donde justamente nos encontramos.
Hace más de un siglo que las mujeres venimos amplificando más y más la denuncia de este sistema que nos oprime. Pero aunque visibilizado, confrontado, deslegitimado, el patriarcado sigue de pie, haciendo de las suyas.
Al inicio de este siglo todavía la situación de la violencia de género presentaba tres indicadores de máxima:
1. Que las mujeres eran asesinadas, violadas, sometidas en cuerpo y alma por varones.
2. Que las mujeres no identificaban esos crímenes con la desigualdad de género, con el sistema machista, con un poder patriarcal. Y que se resignaban a vivir en relaciones donde se las violentaba de todas las formas posibles. “Tuvo mala suerte”, decían las madres cuando a sus hijas las golpeaban por querer decidir algo de su vida diaria. O “ella se lo buscó… si sabe que él tiene un carácter podrido”.
3. Que la sociedad argentina, no quería, no sabía, o no podía involucrarse para cambiar lo que nos pasaba.
Desde aquellos años a hoy, muchas marchas han pasado bajo y sobre el puente. Ahora todas sabemos que somos potenciales víctimas de femicidios, y decimos con la sangre helada, como la siento mientras lo escribo, suerte que estoy viva.
En comparación de lo que pasaba hace algunas décadas, al día de hoy la situación de la violencia de género presenta tres indicadores de máxima:
1. Que las mujeres somos asesinadas, violadas, sometidas en cuerpo y alma por varones.
2. Que la mayoría de las mujeres identifica, rechaza y pide que se condene la violencia de género, y demanda acompañamiento, ayuda y justicia por parte del Estado. Como ejemplo a esto podemos decir que casi todas las mujeres asesinadas en este año, habían denunciado, abandonado a la pareja por violento, o hablado con una amiga o hermana sobre la amenaza que significaba esa relación para ellas.
3. Que la sociedad argentina dijo Ni Una Menos. Que impulsamos y sancionamos leyes de avanzada, que tienden a protegernos y garantizar que podamos tener una vida libre de todo tipo de violencia de género y pone en el Estado la responsabilidad primaria sobre nuestras vidas y la causa de nuestras muertes.
Por esto lo que vemos en nuestros barrios, desde el periodismo especializado, incluso desde los equipos técnicos que abordan casos de niñeces o mujeres viviendo en situación de violencia de genero, son nuevas demandas y necesidades. Las políticas públicas de vanguardia en 2005/2011, hoy no alcanzan. Las mujeres ya no quieren dejar todo para ir a los refugios, quieren que el Estado les saque a los tipos de encima, quieren seguir con su vida. Nos pasa también con identificación de clase, no solo las mujeres que van a la salita o al Centro cultural necesitan de asesoramiento y atención especializada, también las que tienen obras sociales y prepagas son víctimas de la misma violencia. No nos pasa por ser pobres (aunque la pobreza agudice todo lo que nos pasa), nos pasa por ser mujeres. Y esto va solo a modo de ejemplo.
Estamos ante una crisis de liderazgos, de legitimidad ideológica, una pugna entre el pasado y el presente. Estamos ante la configuración de una nueva ética, pero no podemos detenernos a contarla. Hay que construir leyes si faltan, hay que leer fallos, sentencias, carátulas, y si es necesario interpelar a los jueces, los fiscales, removerlos, nombrar nuevos, repensar las currículos con las que se forman, jerarquizar a las personas formadas y con experiencia en los equipos, exigirle a las provincias y los municipios que cumplan con la Constitución y las leyes, que armen áreas específicas, que pongan recursos, si que pongan recursos. En muchos distritos y provincias se gasta más en publicidad que en equipos que aborden estos temas. Hay que crear un sistema de corresponsabilidad, donde todos tengan que rendir cuentas cuando el sistema de protección hacia las mujeres, las lesbianas, las travestis falla. Todos los niveles del Estado, y todos los poderes tienen cosas para hacer para frenar la escalada de la violencia de género.
Nadie puede negarse, todos asumieron en sus lugares y juraron cumplir la constitución, las leyes y tratados internacionales que son preexistentes a sus mandatos. Nadie puede decir que no sabía, menos que no quiere, y tampoco que no puede.
Muchas veces nos tocó escuchar dirigentes políticos que a manera de disculparse o disculpar a los suyos, nos decían: es que todavía no nos aggiornamos, ¿aggiornarse? ¿A que?. Para nosotras, es una lucha para que dejen de empobrecernos, matarnos, violarnos, desapareciéndonos en redes de trata, y para ellos, pareciera ser una moda.
Bueno señores, no es una moda, y sepan que nos morimos mientras ustedes intentan aggiornarse.
El feminismo, para muchas de nosotras es un mapa. No es el punto de llegada, sino el recorrido que hacemos para construir un sociedad donde nadie tenga que pagar ningún costo por ser mujer, travesti, trans, lesbiana, niñe o gay.
No pretendemos un Estado feminista, las feministas somos nosotras y este feminismo es nuestro impulso para vivir. Sí queremos un Estado con igualdad, libertad y equidad para todas y todos. Un Estado que nos garantice que no vamos a morir por el hecho de ser mujeres. Habrá algo que pueda y deba hacer para quitarnos esta angustia, y no se esté haciendo.
Hoy me llegó una encuesta realizada a mil mujeres de todo el país. El dato que más me conmovió es que para el 84,8% de las mujeres encuestadas la violencia de género aumentó en tiempo de pandemia. Quizás eso, entre otras cosas, fue lo que me impulsó a escribir estas líneas.
Hay que declarar la Emergencia por Violencia de Género en cada rincón del país. Porque la Emergencia es una realidad incuestionable. Y porque estas mujeres y muchísimas otras que no acceden a las encuestas ni a las políticas públicas de los gobiernos necesitan les demos ese mensaje.
La crisis es de legitimidad como decíamos, y no la saldaremos con discursos. Si vemos que alguien que pidió ayuda, denunció, e hizo todo para alertar de su situación, de todas maneras es asesinada, es probable que la próxima ya no denuncie.
El Estado es responsable sentenciamos, porque es el único que puede ponernos en pie de igualdad económica, jurídica, social cultural para que decidamos ponerle fin a las violencias que vivimos a diario.
Solas no podemos, solas no queremos, solas ya estuvimos.
Queremos para todas una vida libre de violencia de género.
Sin miedo y sin privilegios.
Nosotras que nos pasamos años yendo a los barrios diciéndoles a las mujeres que tenían que reconocer la violencia que transitan en nuestra vida cotidiana, en ellas, en sus hijas, o en sus madres, no podemos abandonar ahora, no puede alcanzarnos con llegar hasta acá. No podríamos volver a mirarlas a la cara.
Agencia Paco Urondo / COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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2) COSTA RICA: MOVIMIENTO BUSCA LEGALIZAR EL ABORTO LIBRE EN COSTA RICA
El movimiento Aborto Legal Costa Rica anunció que presentará un proyecto en la Asamblea Legislativa, mediante la ventanilla de iniciativa popular, con el fin de buscar que se legalice el aborto en Costa Rica.
Aborto Legal Costa Rica es un movimiento diverso donde mujeres y organizaciones se unen con el objetivo en común del «aborto legal, seguro y gratuito».
Aseguraron que, a pesar de que el movimiento está conformado en su mayoría por mujeres, no pueden invisibilizar «que no solo las mujeres abortamos, sino también los hombres trans, las personas no binarias y las personas intersexuales».
Afirmaron que esta iniciativa «no solamente incluye a las mujeres en su redacción, sino también a las personas con capacidad de gestar: hombres trans, personas no binarias y personas intersexuales sin distinción».
Sobre el proyecto
La Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo busca que se reconozca «la autonomía corporal de todas las mujeres o personas con capacidad de gestar para decidir sobre sus proyectos de vida y maternidades».
Por lo tanto nadie podrá obligar a una mujer o persona con capacidad de gestar «a llevar un embarazo a último término cuando no lo desee, así como obligar a una persona a practicarse una interrupción del embarazo que sí desee llevar a último término».
El Estado deberá garantizar a las mujeres o personas con capacidad de gestar, que residen o transiten por el territorio nacional, «el derecho a acceder a la interrupción del embarazo de manera segura, libre, oportuna y gratuita; sin importar las razones que ocasionaron el embarazo o su condición de aseguramiento en el sistema de salud».
Asimismo, se especifica que se practicará el aborto voluntario con consentimiento «hasta la semana catorce, inclusive, del proceso gestacional».
Más allá de las catorce semanas se practicará el aborto terapéutico con el consentimiento de la mujer o la persona con capacidad de gestar bajo las siguientes circunstancias: si el embarazo fuera producto de una violación o si estuviera en riesgo la vida o la salud integral de la mujer o la persona con capacidad de gestar.
De igual forma, el Ministerio de Educación Pública y las autoridades competentes deberán incluir los artículos de esta Ley en los programas de enseñanza para todos los niveles de educación obligatoria, incluir temas relacionados al uso de métodos anticonceptivos, derecho a disfrutar su sexualidad y otras temáticas atinentes a la vivencia de la salud sexual y salud reproductiva desde la autonomía y el consentimiento.
El personal de salud podrá ejercer objeción de conciencia, en un plazo máximo de dos días después de la recepción de la solicitud, y deberá ser reemplazada de inmediato por un profesional competente que realice la interrupción del embarazo.
Finalmente, el proyecto reforma y adiciona artículos de la Ley General de Salud, Código de la Niñez y la Adolescencia, Código Civil, Reforma Procesal Laboral y del Código Penal.
El Mundo/ COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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3) MÉXICO: FIN DE LA BRECHA SALARIAL ENTRE HOMBRES Y MUJERES
Por unanimidad, el Senado aprobó ayer una reforma que fue calificada de histórica por todas las fuerzas políticas, ya que establece la igualdad salarial entre mujeres y hombres, prohíbe la discriminación por género en las remuneraciones de trabajadores del sector público y privado y obliga a los patrones a brindar las mismas oportunidades de ascender de puesto al personal femenino y masculino.
La reforma a 13 ordenamientos, entre ellos la Ley Federal del Trabajo (LFT) y la Ley General para la Igualdad de Género entre Hombres y Mujeres, permitirá cumplir con una deuda social, ya que a pesar de que la Constitución indica que a trabajo igual salario igual, México es uno de los países de Latinoamérica donde la brecha salarial por género es mayor, resaltó el presidente de la Comisión de Trabajo y Previsión Social, Napoleón Gómez Urrutia.
A su vez, la presidenta de la Comisión para la Igualdad de Genero, Malú Micher, resaltó que es una reforma esperada por millones de trabajadoras y por las activistas del movimiento feminista, que en su agenda central tuvieron siempre la erradicación de la brecha salarial entre mujeres y hombres.
El coordinador de Morena resaltó que ningún otro Congreso se atrevió a llegar hasta lo que estamos llegando, una reforma que reconoce el derecho de las mujeres a percibir un salario igual al de los varones, cuando se trate del mismo trabajo, y obliga al patrón a pagar el daño que se provoque si hay discriminación de género en las remuneraciones.
El senador Gómez Urrutia insistió en que es una reforma trascendental y de una proyección importantísima, ya que corrige vicios deformaciones. Es una reforma para alcanzar la justicia laboral y el respeto completo, íntegro, a los derechos humanos de las mujeres, porque la discriminación sigue existiendo y las trabajadoras se encuentran en desventaja con los hombres, aun cuando tienen la misma capacidad.
De hecho, dijo, el secretario de Hacienda menciona que hay un rezago de entre 22 y 33 por ciento de las mujeres en sus salarios respecto a los que perciben los hombres.
La senadora Micher, en tanto, detalló que mientras el promedio de desigualdad salarial entre los países de la OCDE es de 13 por ciento, en México es de 19 por ciento, dato que queda patente con el reporte de Instituto Mexicano del Seguro Social de que en enero de 2020 el salario diario de los hombres es de 416.4 pesos frente a 363.5 pesos diarios de las mujeres.
Detalló los cambios realizados a 13 ordenamientos. En la LFT se prohíbe estrictamente toda acción u omisión que directa o indirectamente provoque o perpetúe la brecha salarial de género.
Se considera violencia económica pagar salarios menores por motivo de genero y establece la obligación de que en cada centro de trabajo cuente con un certificado de igualdad laboral y no discriminación.
La reforma fue aprobada por 116 votos a favor y cero en contra, con la intervención en el pleno de una veintena de oradores que aplaudieron el dictamen, el cual fue turnado a la Cámara de Diputados.
La Jornada / COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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4) URUGUAY: NOS PODRÁN SACAR DE LA CALLE, PERO NO DE LA HISTORIA
Ana Laura de Giorgi * / La Diaria / 8 de marzo de 2021
En 1984, el país se encontraba en plena transición democrática, ampliando algunos derechos políticos y restringiendo otros. En enero de ese año, la prohibición al PIT de realizar una movilización terminó con una sorpresiva marcha organizada boca a boca por las mujeres, trabajadoras y compañeras de los trabajadores. En esa oportunidad, las mujeres se tornaron protagonistas en una movilización que hicieron en silencio y trabajando políticamente la imagen asignada al rol de género establecido: el de la mujer, no como un sujeto político. Ante tal incertidumbre sobre lo que podía suceder, los compañeros se arrimaron a la marcha y participaron desde la vereda. Así, todo fue una novedad: las autoridades sorprendidas, los varones acompañando y las mujeres ocupando la calle.
A finales del mes siguiente, un colectivo de mujeres quiso retornar al espacio público y solicitó autorización para conmemorar el 8 de marzo, una fecha que justamente denunciaba la desigual participación de las mujeres en la sociedad. La Jefatura de Policía de Montevideo resolvió negar el permiso solicitado porque dicha marcha podría “alterar el orden público”. En marzo de 1984 las mujeres no pudieron salir a la calle, apenas publicaron su declaración en la prensa y no recibieron ningún apoyo de los varones en la denuncia sobre falta de garantías de reunión y expresión. Las mujeres amenazaban con ampliar la agenda política y nadie veía necesaria aquella manifestación pública.
Lo que sucedió hace más de 30 años tiene bastantes semejanzas con la situación actual. El gobierno de turno y la Policía no quieren que las mujeres marchen este 8 de marzo. La salida a la calle está restringida, no tanto por la emergencia sanitaria, sino por la amenaza de la violencia policial. Las disposiciones que limitan el derecho de reunión a partir de la ley de urgente consideración y los continuos despliegues de violencia contra jóvenes y mujeres reunidos en plazas, esquinas y parques no hacen más que amedrentar la salida a la calle que tanto costó a las mujeres. La prensa oficialista contribuye a la alarma pública y señala que las feministas no le tienen miedo a la Policía, porque parece algo obvio que habría que tenerlo.
Por su parte, la dirigencia política masculina y los compañeros varones no solicitan públicamente condiciones para que las mujeres conmemoremos el 8 de marzo. Una vez más, la central sindical no acompaña el pedido de paro de mujeres de 24 horas. Ninguna voz pública de aquellos que se dicen aliados, que manifiestan su compromiso con desarmar la desigualdad y su voluntad a deconstruir los roles establecidos, se han pronunciado sobre la necesidad de tener un 8 de marzo que sea una fiesta, y mucho menos que exista la posibilidad de concretarse el paro de mujeres. La emergencia sanitaria es la oportunidad perfecta para no tener que tolerar otro 8 de marzo con reclamos “parciales” o “específicos”.
El costo que pagamos las mujeres cuando no habitamos la calle es enorme, porque justamente la construcción del orden de género se talló en la reclusión de las mujeres en el mundo doméstico.
Esto no implica que en la reproducción del orden de género la derecha y la izquierda sean lo mismo. El gobierno de turno da pasos firmes en la reconfiguración patriarcal que delinea su proyecto y algunos compañeros de la izquierda acompañan sin darse demasiada cuenta. Antes de que llegara la pandemia, ya nos habían comunicado que las condiciones para la fiesta de las brujas habían cambiado. Un espectro amplio de organizaciones y movimientos veían venir el apagón político de la calle, el policiamiento y la desmovilización forzada. Sin embargo, el costo que pagamos las mujeres cuando no habitamos la calle es enorme, porque justamente la construcción del orden de género se talló en la reclusión de las mujeres en el mundo doméstico, propio o ajeno, pero siempre doméstico. Porque el 8 de marzo es especialmente un momento para ocupar el espacio público de una forma distinta.
El mundo público, el de la política tradicional, nos fue vedado, y hoy está claro que los mecanismos de exclusión son mucho más que los del sufragio y la representación política. El confinamiento de las mujeres es mucho más antiguo que el vivido en pandemia. Habitar el mundo público es un desafío muy grande para quienes no fueron concebidas desde el principio como sujetos políticos, porque tiene un sinfín de reglas formales e informales que no son las nuestras. Por eso, el movimiento feminista siempre se ha encontrado ante el desafío de continuar ocupando la calle, el mundo de los varones, pero subvirtiendo algunas de sus prácticas.
El 8 de marzo es una fecha más que significativa para nosotras: es cuando las mujeres pisamos la calle de una forma distinta. Es el día en que se marcha con amigas, cuando se pone el cuerpo sin miedo y con orgullo, se deja de hablar bajito y con buenos modales, es el día del disfrute con códigos propios, el día en que la mediación patriarcal se hace añicos. Los últimos años del movimiento feminista han mostrado que ya no pedimos permiso, que no marchamos en silencio, que ponemos el cuerpo de forma distinta. Todo esto está en juego cada vez que se obturan las posibilidades para que las mujeres ocupen la calle. Nosotras lo sabemos y no queremos, otra vez, “quedarnos encerradas en casa”.
Si nos quedamos en casa, tampoco nos quedamos de igual forma, porque entre 8 y 8 de marzo, la rebelión feminista sacudió los cimientos de varios hogares. La politización desplegada de lo personal les lleva una buena ventaja a aquellos espacios en que la supuesta crítica, autocrítica y síntesis marcan la agenda de discusión. La novedad de los últimos años no es sólo la rebelión del 8 de marzo, sino la consigna “lo personal es político” hecha praxis.
Finalmente, se extendió en nuestro país una práctica concreta de pequeños grupos de lecturas, de escritura, de ensayo, que en un sentido amplio ejercitan la autoconciencia y que abrieron la puerta a otras rebeliones que tal vez pueden desarmar mucho más el patriarcado y resistir mejor la embestida conservadora actual.
Allí no hay guardia que pueda impedir la renuncia a la dieta, a la depilación, al apostolado de la maternidad, las maternidades desobedientes, la intolerancia hacia las relaciones asimétricas, al deseo entre mujeres, al cuidado entre amigas, y tantos otros repertorios de protesta y cambio feminista. Si este 8 de marzo nos quedamos en casa, no nos quedamos de igual manera, y eso es posible por el movimiento feminista de los últimos años. Allí no hay proyecto de reconfiguración patriarcal que pueda intervenir tan directamente como cuando lo hace a través del policiamiento de las manifestaciones públicas.
Ese acumulado de desobediencias no deberíamos perderlo. Todas las irreverencias, las de las formas alternativas de ocupar la calle y las que rinden tributo a la consigna “lo personal es político” hay que visibilizarlas, registrarlas, contarlas y otorgarles un estatus político revolucionario. Hay que narrar, registrar, hacer archivo, archivo y archivo. Trabajar por la memoria feminista para que el vacío no se imponga, para que no suceda lo mismo que en los otros 90, cuando la desmovilización nos dejó sin historia. La historia del movimiento feminista no puede depender del espacio público porque ese es el primer lugar a intervenir para borrarnos.
La resistencia a ese intento de borramiento de los últimos días abre otras posibilidades para intervenir y escribir la historia. Puede que no haya tanta calle, o que esa calle esté dispersa, pero habrá canciones, consignas, proclamas, pancartas, carteles, balconeras, audiovisuales y múltiples irreverencias que desarman la idea de que “no se puede hacer nada” o de que “no es momento” porque ponemos en riesgo a la población. Venimos de un año de sobrecarga de cuidados, de supra responsabilizarnos por los protocolos de higiene, de administrar la culpa, de sostener emocionalmente a las personas con miedo, de tragar lágrimas antes compañeros e instituciones públicas y privadas que no hicieron absolutamente nada respecto del reforzamiento de la división sexual del trabajo.
Estamos ante un momento en que se torna imprescindible realizar un trabajo de memoria feminista, no para no repetir el pasado, sino para legar un presente feminista hacia el futuro. Si hay un aprendizaje que hemos tenido en los últimos años es que antecesoras siempre tenemos, pero estas son continuamente borradas y depende de nosotras construir otra historia, para poder desplegar otra política. Es imprescindible tener un espejo en que mirarnos y heredarnos una historia de lucha y resistencia.
El movimiento feminista creció, multiplicó sus fuerzas y la reacción conservadora no lo tolera.
El antifeminismo está instalado, el policiamiento callejero en los países de la región lo hace evidente. Las compañeras feministas de Chile, de México, de Brasil y de tantos otros países están lidiando con la violencia policial. Y esa reacción, posiblemente, como ocurrió en otras épocas, deje su huella. Las olas feministas no se producen porque las energías aparecen y desaparecen naturalmente, sino porque el feminismo debe enfrentar momentos de fuerte reacción, como pasa ahora. Para que no volvamos a foja cero, hay que intervenir y escribir una historia propia de la calle, de la casa, de la cama, que entremezcle la irreverencia puertas adentro y puertas afuera. Y que permita rastrear más fácilmente linajes de desobediencia feminista para que cuando volvamos podamos ser muchas más las sentadas alrededor del fuego.
* Ana Laura de Giorgi es investigadora y docente. Es autora del libro Historia de un amor no correspondido. Feminismo e izquierda en los 80. Forma parte del Centro de Estudios Feministas de la Universidad de la República.
La Diaria /COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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5) URUGUAY: LAS MUJERES TOMARON LAS CALLES CONTRA EL PODER POLÍTICO Y LA JUSTICIA PATRIARCAL
En Colonia del Sacramento se desarrolló una movilización importante, que se replicó en otras ciudades del departamento, como en Tarariras, donde se denunció la inoperancia y complicidad de la justicia patriarcal y machista que no protege a niñas y niños que han sufrido abuso sexual.
Las mujeres salieron en todo el departamento de Colonia, a pegarle al poder que encubre los feminicidios, los abusos a niñas y niños, la inacción de la justicia patriarcal, y el ajuste del gobierno nacional.
Además, la situación económica se ha vuelto desesperante para miles de mujeres que han perdido su trabajo, se encuentran en el seguro de paro o no encuentran la forma de sustentar a sus familias.
La movilización fue importante y atacó la figura del intendente Carlos Moreira, altamente cuestionado por prometer pasantías a cambio de favores sexuales.
La situación del departamento es alarmante: feminicidios, abusos sexuales a niñas y niños donde la justicia no toma medidas de restricción para proteger a los menores, y mujeres desaparecidas.
Sin ir más lejos, desde el 23 de febrero desapareció una mujer del barrio «Villa La Esperanza», un barrio precario de la ciudad de Colonia del Sacramento. Se trata de una mujer que tiene una discapacidad, que a veces se desorienta y debe tomar medicación de forma permanente. Su familia, trabajadora y humilde, recurrió a la policía, quienes pasaron el caso a Prefectura… Se pasan la pelota unos a otros, pero nadie busca a la mujer desaparecida. ¡Es la misma familia quien, con ayuda de vecinos de la zona, están realizando la búsqueda como pueden! Ayer mismo se acercaron a la movilización pidiendo ayuda, porque por su condición social, nadie les da importancia, lo que demuestra el nivel de misoginia y de clasismo de las instituciones del Estado.
Tarariras, epicentro de la protesta de las mujeres
Familiares de las niñas y niños abusados sexualmente, y con causas abiertas e inconclusas, han sido protagonistas en la movilización de ayer, que reunió a mujeres que viajaron de todo el departamento para estar presentes. La concentración se realizó en la plaza principal de la ciudad fue realmente impactante.
Las madres, las hermanas y los familiares iniciaron las denuncias en la localidad este año y los años anteriores, pero aún no han tenido respuesta de la justicia, que tarda meses y años en resolver. Pero las y los familiares han tenido el apoyo del movimiento de mujeres organizadas.
En uno de los casos más emblemáticos de abuso sexual intrafamiliar, el edil blanco Julio César Basanta, cuyos dichos se conocieron recientemente y causaron un enorme repudio ya que defendió los tiempos lentos de la justicia e incriminó al movimiento de mujeres por “entorpecer” al accionar judicial, es ni más ni menos que el abogado defensor del acusado. Hasta el momento, no había una sentencia firme, pero producto de las movilizaciones, finalmente se dictó una medida de prisión preventiva.
Otro caso de la misma ciudad involucra a una familia con apellido muy reconocido, en cuyo seno se ha producido una situación de abuso intrafamiliar. El joven agredido denunció todo lo que vivió durante todos estos años, pero encontró la resistencia de sectores de su propia familia que defendían su “apellido” y de abogados pagados para no manchar ni dañar a estas familias adineradas.
La concentración en Tarariras ha causado un enorme impacto en la ciudad y, horas después de finalizada, pudieron observarse varias denuncias de abuso y acoso efectuadas por mujeres que empiezan a romper el cerco del silencio. La movilización ha producido que muchas mujeres se animen a contar sus historias, rompiendo el silencio de la comunidad y los famosos “secretos familiares”. Son casos que aún no han sido llevados a la justicia, y es necesario dar contención tanto legal como emocional.
Las mujeres de Colonia sí que saben que el Estado es responsable, y han salido a las calles a denunciarlo.
Este movimiento es imparable, y las mujeres han perdido el miedo. Ya nada nos frena, y vamos por el pan y también por las rosas.
Pan y Rosas / COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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6) URUGUAY: GUARDIANAS DE LAS OLLAS: EL PAPEL DE LAS MUJERES EN LA RESISTENCIA ANTE LA CRISIS
No importa la olla, no hace falta más que asomar la cabeza para notar que la amplia mayoría de las que ponen el cuerpo para mantenerlas en marcha son mujeres. En una semana se cumple un año del 13 de marzo, día en que se declaró la emergencia sanitaria a partir de que se detectaron los primeros casos de covid-19 en Montevideo y comenzó de manera abrupta un confinamiento voluntario. Pero la consigna “Quedate en casa” excluía de por sí no sólo a quienes estaban en situación de calle, sino a quienes por la paralización total de actividades perderían su trabajo, su casa, su posibilidad de comer. Como rescate, brotaron ‒más que el virus‒ ollas populares, que, ante la ausencia de la ayuda estatal, se multiplicaron, mientras las mujeres, principales guardianas de la iniciativa, eran las más perjudicadas por la crisis, ya no sólo sanitaria, económica, ecológica, sino de cuidados. Así lo reflejan las experiencias de cuatro mujeres participantes de ollas populares y las reflexiones de dos académicas feministas sobre el impacto de la pandemia y el teletrabajo en la carga de las labores no remuneradas y en la producción total de la economía.
Yolanda, de 60 años, entregó el sábado pasado, en el merendero Las Bóvedas, 694 meriendas ‒un pedazo de torta, bizcochos y panes que les dona Pagnifique de lo que sobró en los supermercados el día anterior, y medio litro de leche‒. Y no alcanzaron. “Había 20 personas en fila pero no teníamos más”, cuenta a la diaria. El 16 de mayo, cuando unas 30 personas ‒en su amplia mayoría mujeres‒ crearon el merendero como iniciativa de la comisión fomento de una cooperativa de vivienda en Ciudad Vieja, repartían 50 meriendas.
Andrea, de 47 años, era conductora de Uber y escuchó la noticia de la declaración de emergencia en un viaje. “De repente en la calle no había nadie. Yo, con una nena chiquita, tenía 1.050 pesos y no tenía ni siquiera pañales, por lo que decidí tirar una misiva con vecinos para que, si necesitaban el servicio, en vez de llamar a la aplicación hablaran conmigo directamente. Pero la gente no se movía”, recuerda. En un viaje con una vecina ‒también trabajadora independiente‒, las dos se acordaron de algunos “íconos” del barrio, que seguro estaban en una situación más crítica que ellas, y ahí surgió la idea de la olla Palermo, que en un inicio estaba ubicada en el club Atenas, y de la que se encargaban 15 mujeres, aunque ahora hayan alcanzaron la paridad de género.
La olla de la plaza Juan Ramón Gómez, en Durazno y Minas, ofrece aproximadamente 180 porciones de comida, una cantidad similar a la del comienzo de la pandemia. “La diferencia es que hace un año venían muchas más personas a pedir muchos platos, hasta que por falta de recursos tuvimos que limitar a dos platos por persona”, cuenta Sylvina, de 29 años. Los recursos faltaron en varias oportunidades, pero dice que están “tranquilos” porque la olla Palermo, ubicada en la calle Jackson, los puede “cubrir” ya que sirve los mismos días, unas horas más tarde. En esa olla se servían 130 porciones diarias y hoy en día, 220. “En vez de mermar la necesidad, se acrecentó”, sostiene Andrea, quien dice que se cuentan las porciones, y no la cantidad de gente, porque “a veces va una familia, y te pide, por ejemplo dos o tres porciones, que reparten”.
Al comienzo se acercaban a las ollas personas en situación de calle, y con el paso de los meses fueron llegando familias monoparentales, trabajadores informales e independientes, con niños, y una cantidad “impresionante” de adultos mayores, dice Andrea. También observa que la cantidad de personas varía “sustancialmente” entre la primera quincena y la segunda, cuando se hace evidente la necesidad de “elegir entre pagar una cuenta y venir a la olla o comprar comida”.
La olla Cuareim, donde trabaja Serrana, surgió de la cooperativa Cuareim 1080 y fue acogida por la Casa Cultural, y luego se fueron sumando vecinos. Empezaron alimentando a 100 personas y ahora estiman que les sirven a 280. “Al principio con una olla, de repente fueron dos y ahora tenemos una más por las dudas. De hecho, necesitamos agregar un día más y lo vamos a hacer: el domingo”, cuenta.
En cuanto a los alimentos, estos provienen en mayor medida de las donaciones de “los vecinos”, y en menor medida y esporádicamente, de algunos comercios de la zona, panaderías, carnicerías y grupos sociales, pero no siempre fue así. Se dio un pico de solidaridad al inicio de la pandemia, lo que permitió abastecer las ollas por un buen tiempo, pero a lo largo del año mermaron los apoyos. “Hubo momentos en que tuvimos que hacer rifas para recaudar y hay veces en que hay cosas que no podemos dar”, cuenta Sylvina; “ahí nos administramos entre nosotros. Nos manejamos”.
Por su parte, Andrea destaca la carencia de proteínas. “Para una olla necesitás unos ocho kilos de carne y como mucho teníamos dos. Tuvimos momentos en los que teníamos que ponernos creativas, usando lentejas, garbanzos”. También hubo días en los que hubo que redoblar la apuesta: “Hay veces que la fila sigue y sigue, y estás por terminar y ves que quedan siete más, entonces decimos ‘bueno, redistribuimos entre los que quedan’ y de repente aparecen 25 más y ahí, ¿qué hacés? A cocinar de nuevo”.
Los peores días son cuando efectivamente no se llega; cuando no hay posibilidad de volver a cocinar, ni de pedir, ni de rescatar sobras, cuando no hay vuelta. “Son los más difíciles, porque, por más que se hizo un esfuerzo y contás la gente que comió y es un montón, te vas viendo la gente que quedó sin comer. Hay veces que quienes se quedan comiendo afuera lo ven y reparten entre ellos”, cuenta Sylvina.
El gobierno nacional apareció recién a fines del año pasado, por medio de un convenio entre el Instituto Nacional de Alimentación (INDA), perteneciente al Ministerio de Desarrollo Social (Mides), que desde principios de año compró a la Red de Alimentos Compartidos (Redalco) 40 toneladas mensuales de verduras y frutas con destino a más de 100 ollas populares de Montevideo por medio de la Coordinadora Popular y Solidaria, que nuclea a todas las iniciativas de la capital. Este convenio rigió hasta finales de febrero. Al día de hoy no hay ninguna noticia de su renovación.
En tanto y en la olla Palermo, por lo menos, Andrea sostiene que siempre “estuvo presente” el Municipio B y en menor medida la Intendencia ‒“sobre todo desde el Plan ABC”, gestionado desde el principio del mandato de la intendenta, Carolina Cosse. ‒ “Y cuando veíamos que no íbamos a llegar, salimos los vecinos a juntar en la feria lo que sobraba para poder cocinar, a pedirles a los vecinos, y a hacer finanzas por todos lados”, agrega. En Cuareim, igual: “El apoyo [gubernamental] lo vemos ahora; al principio fue todo esfuerzo nuestro, de los vecinos”, señala Serrana.
A lo largo de este año, hubo momentos críticos. “En un principio fue un asistencialismo directo en lo que tiene que ver con acercar un plato de comida, pero nos desbordaron otras cuestiones: violencia de género, maltrato infantil, hasta un caso de violación”, cuenta Andrea, quien sostiene que “ni siquiera sabíamos en lo que nos estábamos embarcando”.
A todo esto, el Estado ausente. “Dos días después de que se murió Gustavo (Castro, por hipotermia en la calle, después de intentar ingresar a un refugio) ‒que venía a nuestra olla‒, encontramos a un hombre, en situación de calle, totalmente edematizado; no respondía a ningún tipo de estímulo. Era pleno invierno y hacía un frío que te morías. Llamamos a la Policía, quien nos derivó al Mides, y el Mides nos respondió: ‘Cuando esté en situación de calle nos llaman, porque prevención no tenemos’. Como esa, muchísimas”, comenta Andrea.
A Ciudad Vieja llegaron el sábado una señora mayor con el esposo y su hijo de 21 años en silla de ruedas, caminando desde Piedras Blancas, para recibir un plato de torta y una botella de leche. “Imaginate cuál es la situación”, expresa Yolanda. A estas ollas céntricas llegan también familias del Cerro, Colón, Peñarol, Flor de Maroñas, por nombrar algunos. “¿Qué se ve de las ollas? Las filas. ¿Y qué se interpreta? Que es gente de la vuelta. Y la realidad es que no es así. Ahí se ve el hambre, que está haciendo que la gente camine kilómetros para buscar un plato de comida”, sostiene Andrea.
Otra situación que agrega complejidad es la de los migrantes. “La diferencia es que son núcleos más grandes de familias, generalmente solos. Ese es su tema principal: no tienen amparo, porque están lejos de su lugar y porque tampoco lo reciben acá”, señala Yolanda, de Ciudad Vieja, donde una gran mayoría de las personas que se acercan al merendero son venezolanas, cubanas, dominicanas. “Y lo otro que los diferencia es que son personas sumamente agradecidas”.
Pasó el invierno, pero la situación no mejora, por el contrario, se hace cada vez más grave.
Sylvina sostiene que la situación empeoró debido al cambio en el funcionamiento de los refugios del Mides: “Antes llegaban al refugio y en el mismo refugio se definía. Con el cambio de administración, tenían que ir hasta [el centro de acogida] Veracierto, a la mesa de entrada, y ahí les asignaban un refugio”. “¿Pero qué pasa con quienes no pueden caminar, mucho menos tienen para el transporte? Quedan en la plaza, y ahí les aplicaban la ley de faltas”, agrega Andrea. “No tratan a la persona como persona”, dice Serrana.
Y a la interna de las ollas también se está poniendo difícil. No es fácil sostener un año entero de cuidados, no sólo dentro del hogar, sino también fuera de este. Sylvina cuenta que tienen un grupo de Whatsapp de más de 70 personas, donde “se busca que haya una rotación en la asignación de tareas, ya que hay algunas que trabajan hace un año”. No siempre es fácil: “Nos pasa seguido que llega el día anterior y no hay nadie anotado para trabajar”, y además “cuesta mucho renovar el plantel porque son muchas horas de compromiso”. En la olla Palermo pasó que tuvieron que bajar un día de servicio porque “llegó un momento en que no dábamos más”. “No es lo mismo al principio de la pandemia, cuando mucha gente no trabajaba o lo hacía de manera virtual, pero ahora no”. Lo que marca la diferencia es que la mayoría de las personas que trabajan en la olla son militantes, y según Andrea “es la única manera de sacarlo adelante, porque además de pelar, cortar y cocinar, hay un montón de cosas detrás por hacer, que no se ven”.
La eterna crisis
Un ejemplo claro de resistencia de las mujeres ante la crisis es el trabajo en las ollas, pero también son quienes sostienen sus hogares. Esto no es nuevo ni vino con el coronavirus. Por el contrario, es histórico, pero la pandemia nos lo refregó en la cara.
“La covid evidenció una triple crisis ‒sanitaria, ecológica y económica‒, pero lo más importante es que puso en evidencia una enorme crisis de los cuidados, que ya existía pero que se acrecentó con este cambio de paradigma. La sobrecarga que ya tenían las mujeres en materia de trabajo ‒doméstico y de cuidados‒ no remunerado aumentó por tener que combinar, congeniar y articular ‒en el mismo espacio, además‒ el acompañamiento a la educación virtual de sus hijes, los cuidados, la limpieza y las tareas que implicaban sostener un empleo de manera remota, o vía teletrabajo”, reflexionó con la diaria Florencia Partenio, argentina, socióloga, integrante de la red de feministas del Sur Global DAWN.
Si bien los datos no son nuevos, sirve recordar que la Encuesta del Uso del Tiempo de 2013 del Instituto Nacional de Estadística visibilizó que en Uruguay el trabajo no remunerado representó 22% del producto interno bruto (PIB) ‒16% aportado por las mujeres‒. Una encuesta del año pasado de ONU Mujeres y UNICEF afirmó que si bien la cantidad de horas dedicadas al trabajo no remunerado a raíz de la pandemia aumentó tanto para hombres como mujeres, la responsabilidad recayó en mayor medida sobre estas últimas. Esto aumentó la brecha de cuidados en todos los casos, pero en mayor medida en la población de menor nivel educativo, en la cual los hombres mantuvieron un promedio de cuatro horas diarias dedicadas al trabajo no remunerado, mientras que entre las mujeres aumentó de 7,4 a 8,4 horas. En el caso de aquellos sectores calificados como de nivel educativo medio, los hombres pasaron de dedicarles 3,8 horas a las tareas de cuidados y limpieza a 4,9 y las mujeres de 7,2 a 8,4. Y en el de nivel educativo alto, los hombres pasaron de 4 a 5,4 horas y mujeres de 5,7 a 7.
Para Soledad Salvador, economista, miembro del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo (Ciedur), es notorio que “la corresponsabilidad quedó por el camino”. “Esta pandemia visibilizó más las tareas de cuidados de las que nos venimos encargando las mujeres desde siempre, pero estamos en la misma o peor. Lo que pasó es que las mujeres están teletrabajando más y haciendo las cosas de la casa en igual o mayor medida, porque son las mujeres las que están más desempleadas, por la desigualdad estructural del mercado laboral”, dijo en diálogo con la diaria.
En cuanto al teletrabajo, las condiciones hicieron que se fuera esparciendo sin ningún tipo de regulación. “En algunos casos se impuso deliberadamente, en otros hubo algún intento de regulación, como es el caso de Argentina, donde se avanzó hacia una ley de teletrabajo que recién se va a poder aplicar a partir de abril, pero esta no es la realidad común del resto de los países de América Latina”, tuvo Partenio. Sobre este punto, Salvador sostiene que sería imprescindible contar con una canasta digital básica para que las mujeres, que fueron las principales desempleadas y desplazadas por la tecnología durante la pandemia, puedan acceder a ciertas garantías de conectividad.
La otra base de cara a la reconstrucción es la de la corresponsabilidad de los cuidados, no sólo dentro de los hogares, sino también en vista a que el Estado asuma su parte. En este sentido, Partenio se pregunta: “¿Quién va a garantizar el derecho al cuidado, al cuidado como un trabajo, y cómo vamos a avanzar en normativas que permitan garantizar esto no sólo en la pospandemia sino en la actualidad?”. La respuesta debería darse desde una perspectiva interseccional que atraviese género, pero también clase y raza, ya que son las mujeres las que cargan con la crisis al hombro, pero esto se hace más pesado para las más pobres y para las de etnias y razas minoritarias, como la población afrodescendiente. Y las consecuencias más graves las sufren las trabajadoras del sector informal, en particular, migrantes, empleadas de la economía doméstica y de grandes empresas de plataformas de delivery. Y, por supuesto, no sólo en Argentina, sino en toda América Latina. “La salida a las crisis se suele resolver con el fomento al sector de la construcción; sería interesante ver en este caso un apoyo de inversión al sector de cuidados, donde, además, son las mujeres las más empleadas en la tarea”, agrega.
Así como sucede con las ollas, será cuestión de que nos pongamos esta reconstrucción de la normalidad a los hombros también.
Ollas en número
Actualmente existen 310 iniciativas ‒entre ollas y merenderos, y las que funcionan como ambas a la vez‒ en Montevideo, repartidas en distintos barrios, abarcando todo el territorio, de las cuales 212 tienen falta de recursos. El total de porciones servidas por semana es de 141.150 a 44.100 personas, al tomar como supuesto que cada persona es usuaria de una sola olla y que cada olla tiene un promedio de 150 usuarios, según datos de fines de febrero de Solidaridad.uy.
La Diaria / COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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7) URUGUAY: LAS VÍCTIMAS DEL PATRIARCADO EN URUGUAY
A pesar del discurso machista, nuevos datos muestran que hubo al menos 21 femicidios en 2020, mientras sigue en duda la aplicación de la ley contra la violencia de género.
Por Luciana Rodríguez Sacco / Sudestada / @LuRSacco 26/01/2021
En diciembre la Suprema Corte de Justicia (SCJ) comunicó al Poder Ejecutivo que, por insuficiencia presupuestal, no se cumplirá la ley integral de violencia hacia las mujeres basada en género N° 19.580. De esta forma, entre otras consecuencias, no se instalarán tres juzgados especializados que debían comenzar a funcionar al norte del río Negro.
Por esta razón, la vicepresidenta Beatriz Argimón y la directora de Inmujeres Mónica Botero se reúnen este miércoles 27 con el presidente de la SCJ, Tabaré Sosa, para plantear alternativas
que permitan cumplir la ley.
Los datos oficiales, a los que accedió Sudestada, muestran que la aplicación de esta ley aprobada en 2017 se volvió más necesaria en el último año. En ese período, Uruguay presentó cifras que coinciden con los datos a nivel global: al menos el 60% de las mujeres asesinadas tenía un vínculo cercano con el hombre que las mató. A nivel regional, Uruguay es el segundo peor país en el número de femicidios cada 100 mil habitantes, después de República Dominicana.
¿A qué le teme el patriarcado?
Hay discursos que no pierden vigencia: “matan mujeres, pero también hombres” dijo un cantante de música tropical, “nadie menos” enunció una conductora de tevé, “profundiza la brecha de desigualdad” expresó una senadora al referirse al término femicidio. No son los primeros en decirlo, tampoco serán los últimos, porque estos enunciados con apariencia de igualdad tienen el poder de aglutinarse para hacerle el trabajo sucio al machismo.
Y aunque las cifras en el mundo, y más específicamente en nuestra región, dan escalofríos: cada 9 horas en Brasil, cada 23 horas en Argentina, cada 6 días en Chile, cada 9 días en Uruguay y cada 10 días en Paraguay se mató o se intentó matar a una mujer en 2020, ese discurso sigue calando hondo.
¿En el mundo se matan más hombres que mujeres? Sí. ¿Los hombres son asesinados en los mismos contextos y por los mismos motivos que asesinan a las mujeres? No. ¿Quiénes cometen los asesinatos son en su mayoría hombres? Sí. ¿Importa más una vida que otra? No.
Según datos de Naciones Unidas, a nivel global, los varones poseen una probabilidad cuatro veces mayor de ser asesinados en comparación con las mujeres. Sin embargo, si se analizan los homicidios cometidos por pareja, ex pareja o familiares, las mujeres tienen un riesgo muy superior de ser las víctimas.
Si bien solo el 20% de los homicidios en el mundo es perpetrado por pareja o ex pareja, 8 de cada 10 de estos tienen como víctima a una mujer. “Aunque las mujeres y las niñas representan una proporción mucho menor de víctimas de homicidio en general que los hombres, siguen siendo, con mucho, las que soportan la mayor carga de los homicidios cometidos por sus parejas íntimas y por su familia”, expresa el estudio mundial sobre el Homicidio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC) realizado en 2019.
En base a las estadísticas de Naciones Unidas, las mujeres no mueren mayoritariamente por peleas en la calle, hechos delictivos en la vía pública o como víctimas del crimen organizado como ocurre con los hombres, sino en el hogar; a manos de parejas o ex parejas o, en menor medida, en espacios públicos víctimas de algún hombre que piensa que ese cuerpo es su propiedad. Es así como los contextos de convivencia son el escenario más probable para un femicidio, en el que víctima y autor se conocen y tienen un vínculo emocional.
En el mundo, son 137 mujeres las que mueren cada día asesinadas por algún hombre de su círculo. Es decir, mueren a manos de alguien en quien confiaban o esperaban confiar.
Y claro que las mujeres también pueden ser violentas, pero hay grandes diferencias con respecto a los hombres. La principal es que la violencia no forma parte de la socialización femenina, sino que lo femenino está socialmente vinculado al cuidado, la maternidad y la entrega. Mientras que en la masculinidad hegemónica “hay una práctica y una conducta habilitante con el ser hombre que es la violencia”, explicó a Sudestada la directora de la organización Mujer y Salud en Uruguay (MYSU) Lilián Abracinskas.
La socialización masculina se da en un contexto donde “el varón tiene que ser poderoso hacia otros varones, porque la manera de demostrar que es el más fuerte, el más líder, el que tiene la razón, es imponiéndose por vías violentas”, concluyó.
Los homicidios en Uruguay
Datos proporcionados por la Fiscalía General de la Nación de Uruguay, en respuesta a un pedido de acceso a la información pública, muestran que entre enero y octubre de 2020, 261 hombres y 14 mujeres fueron imputados por el delito de homicidio. Es decir que solo el 5% de los homicidios cometidos en el país fueron cometidos por mujeres, repitiendo la tendencia mundial donde la mayoría de los victimarios son hombres.
Asimismo, según datos del Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Uruguay se encuentra por encima de Argentina, Perú, Paraguay, Colombia, Ecuador y Venezuela en cuanto a la tasa de femicidios por cada 100 mil mujeres. Y si se analiza cuántas de estas mujeres murieron en manos de su pareja o ex pareja, Uruguay está en el segundo lugar, por debajo de República Dominicana.
Fueron 21 las mujeres asesinadas en 2020 en nuestro país, según datos publicados por la plataforma Feminicidio Uruguay. Los últimos datos del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior registran hasta junio de 2020, donde 17 mujeres habían sido víctimas de femicidio. De ellas, 10 tenían vínculo con su agresor, detalla el mismo informe. Es decir, un 60% de las mujeres asesinadas conocía al hombre que las mató.
A la vista está que, tanto a nivel global como en Uruguay, los homicidios en manos de una pareja actual, previa o un familiar son un fenómeno que vulnera especialmente a las mujeres, constituyendo el escenario más común en el que la población femenina es intencionalmente asesinada.
Al respecto, Diego Tajer, doctor en filosofía de la Universidad de Buenos Aires y creador del podcast Deconstruides junto a Tamara Tenenbaum, explicó a Sudestada: “Para muchos, simplemente mencionar este hecho es una persecusión a los hombres en su conjunto. La realidad es que mueren muchos más hombres que mujeres en hechos de violencia, pero en situaciones domésticas hay un desbalance innegable. En todos los países, los asesinatos de cónyuges son cometidos mayormente por hombres”.
“A las mujeres las matan por ser mujeres. Sus perpetradores son los que antes dijeron quererlas, los que tenían a cargo la responsabilidad, los que creen que por casarse con ellas son parte de su propiedad, o porque se sienten aleccionadores de las mujeres que rompen las normas”, apuntó Abracinskas.
“El hombres es el fuerte, el que trata a la mujer como objeto. La mujer no sale a matar. El varón tiene un problema con otro varón y lo soluciona a golpes, el tema es cultural”, señaló a Sudestada Montserrat Montero, integrante de la Comisión directiva de Mujeres de Negro, una organización que trabaja para erradicar la violencia contra las mujeres.
Entonces, ¿qué es ser un hombre?
“La orden tantas veces oída ‘sé un hombre’ implica que ello no es tan fácil y que la virilidad no es tan natural como pretenden hacernos creer. Como mínimo la exhortación significa que la posesión de un cromosoma y/o de órganos sexuales masculinos no basta para circunscribir el macho humano”, argumenta la filósofa francesa Élisabeth Badinter en su libro Xy: la identidad masculina (1993). Es así como la masculinidad hegemónica se construye a través de tres negaciones: no ser bebé, no ser mujer y no ser homosexual, porque el varón debe demostrar que nada tiene que ver con la dependencia infantil, la femeneidad y la atracción hacia otros hombres.
Es decir que los hombres también son prisioneros de la masculinidad hegemónica. Porque la violencia de género tiene su base en la mente femenina que está educada para vivir en la sumisión, pero también en la mente masculina que socialmente está educada para someter.
“Ningún varón nace violento. Pero culturalmente se va pasando como una especie de herencia los patrones que tiene que tener el macho: tiene que ser el fuerte, el que no llora, el niño no puede jugar con muñecas”, destaca Montero.
Por ello, el feminismo, que según la RAE es el “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”, busca romper esas relaciones desiguales de poder, lo que implica no solo modificar la situación de las mujeres, sino también la de los hombres, generando cierto malestar con la masculinidad hegemónica aprendida.
“Que el tema salga de las manos exclusivas de las mujeres, ya que, así como el racismo debe ser comprendido como un problema también de los blancos, cuya humanidad se deteriora y se degrada a cada acto racista, el sexismo debe ser reconocido como un problema de los hombres, cuya humanidad se deteriora y se degrada al ser presionados por la moral tradicional y el régimen de status a reconducirse todos los días, por la fuerza o por la maña, a su posición de dominación”, explica la antropóloga argentina Rita Segato en su ensayo Las estructuras elementales de la violencia: contrato y status en la etiología de la violencia.
“Si queremos solucionar el problema de la violencia de género y los femicidios, tenemos que verlo como un tipo de fenómeno especial y entenderlo en sus propios términos. Eso no tiene nada de malo, ni de persecutorio hacia nadie; simplemente es una actitud práctica. Del mismo modo, si quisiéramos solucionar los accidentes de tránsito, nos convendría observar las rutas”, complementó Tajer.
Porque en definitiva, hoy ser hombre significa tener la certeza que no van a violarte, acosarte o hacerte temblar de miedo mientras caminás solo; que tu casa no va a ser zona de riesgo, y que ninguna mujer va a creerse tu dueña, ni va a matarte cuando quieras irte de su vida o simplemente no ingresar en ella. Las mujeres viven con ese riesgo toda la vida, por eso ¿a qué le tiene miedo el patriarcado?
Luciana Rodríguez Sacco / Sudestada /
COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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8) URUGUAY: “NINGÚN TAPABOCAS LOGRÓ CALLAR EL GRITO”: MUJERES Y DISIDENCIAS MARCHARON POR EL CENTRO DE MONTEVIDEO EN UN 8M DIFERENTE
“Feliz será el día que no falte ninguna”. La frase se repite en varios carteles a lo largo de la avenida 18 de Julio, que este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, amaneció con telas, globos y pañuelos violetas en las columnas, los balcones y las ventanas. Los sostienen chiquilinas con los párpados llenos de glitter que se empiezan a encontrar con otras en las plazas. El texto es una advertencia para quienes todavía piensan que la fecha es motivo de celebración –y no de lucha– pero adquiere un significado especial cuando la noche anterior una mujer de 43 años fue asesinada por su expareja en Sauce, Canelones. Otra mujer. Una más, y ya son cuatro femicidios confirmados en lo que va del año.
La marcha convocada por el Tejido Feminista 8M este año reúne a las mujeres y disidencias en tres puntos diferentes de la principal avenida de Montevideo para evitar aglomeraciones. Hay otras medidas para evitar contagios de covid-19, como exhortar al uso de tapabocas y pedir que se mantenga la distancia física. Para lograr esto último, las manifestantes armaron con telas violetas un “entramado feminista” que las une a todas al tiempo que permite marcar distancias. Es también un guiño a la consigna que las convocó este año: “Rebelión y trama feminista contra la precarización y el control de la vida”.
Cerca de las 17.00 en la Plaza de los Bomberos hay dispersos distintos grupos de mujeres. Colectivos transfeministas, grupos de docentes y trabajadoras de la educación, sindicalistas, artistas, estudiantes. Todas se preparan para caminar: escriben carteles, arman cordones con telas violetas, se sacan fotos, se pintan la cara. Uno de los centros de atracción en este punto es el Encuentro de Murguistas Feministas, que está concentrado con bombos y cánticos alrededor de un cartel que dice: “Contra la precarización de la vida, carnaval feminista”. El colectivo decidió sumarse a esta convocatoria porque “es una manera de poder visibilizar nuestros reclamos, mirarnos a los ojos, decirnos lo que sentimos, cómo estamos, qué queremos construir, y hermanarnos entre todes”, dice Giovanna, una de sus integrantes, a la diaria.
Otro de los puntos de salida es la intersección entre Santiago de Chile y San José, a pocos metros de la Intendencia de Montevideo. En este espacio, todas las manifestantes parecen moverse casi por inercia al ritmo de los grupos de tamborileras que están al frente de la columna, junto con el colectivo de mujeres afro Mizangas. Más atrás están mezcladas algunas integrantes de Las Tribaleras y otras de Cuerpos que Hablan, un colectivo de mujeres y disidencias que se dedican al bodypainting. La idea de manifestarse el 8M surge “del deseo de amigas de salir a la calle a utilizar la herramienta del cuerpo, del alma y de la pintura para decir algo importante”, cuenta Andrea, que tiene todo su cuerpo pintado de negro, con pequeños destellos blancos. “Que sea el arte la herramienta que hable por nosotras”, agrega mientras baila.
La tercera columna de la movilización se concentró en la plaza Independencia y tiene al frente al Bloque Antirracista, que este año protesta con consigna propia: “Afro, indígenas y migrantes contra el racismo y la represión”. El colectivo, que este 8M cumplió un año de existencia, lleva el ritmo de la cadena humana con la batucada que las caracteriza.
A la diversidad de barrios, profesiones, orígenes étnico-raciales, orientaciones sexuales y organizaciones que hay en los tres puntos, se le suma el factor intergeneracional, que queda en evidencia cada año. Está lleno de gurisas que fueron a reivindicar sus derechos con amigas o familiares. Es el caso de Fiorella, de 16 años, que en el medio de la Plaza de los Bomberos sostiene un cartel con la leyenda “Ni soy histérica ni estoy menstruando; grito porque nos están asesinando”. “Desde chica me trajeron y fui creciendo viendo las cosas que nos pasaban, entonces todos los años vengo y acompaño”, dice la adolescente, que vive en el Prado y vino con su mamá, su hermana y una amiga. “Salimos a la calle para mostrar que queremos que nos escuchen y que paren de matarnos y violarnos”, asegura, tímida, detrás de su tapabocas que tiene escrito girl power; “queremos poder salir solas a la calle sin pensar que no llegamos a casa”.
Pero también están las “históricas”, mujeres mayores que acompañan la lucha por los derechos de las mujeres desde hace décadas y que ahora ven la efervescencia feminista con orgullo y emoción. Así lo vive Beatriz, de 69 años, que vino a apoyar los reclamos de las mujeres “en una sociedad absolutamente patriarcal, discriminatoria, opresiva e injusta”. “Siento la alegría más enorme porque con mi generación, que es la del 70, hemos sufrido muchas derrotas y hemos tenido costos muy altos de muerte, de cárcel y de todo lo que nos quedó después. Entonces ver a la gurisada manifestarse así me hace decir: “Todavía hay esperanza, aunque a veces parezca que no”, reflexiona. “Nosotras no pudimos. Las nuevas generaciones buscarán sus instrumentos y, a su manera, lo irán haciendo”.
Todas juntas y encendidas
Las tres marchas se unieron cerca de las 19.00 en los alrededores de la plaza Libertad. Allí, las manifestantes hicieron una “sentada” y entonaron al unísono la canción “Sin miedo” de la cantautora mexicana Vivir Quintana, que se ha convertido en un himno del 8M en varios países de América Latina.
“Que tiemble el Estado, los cielos, las calles. / Que tiemblen los jueces y los judiciales. / Hoy a las mujeres nos quitan la calma, / nos sembraron cielo, nos crecieron alas”, retumbó en el Centro de Montevideo. “A cada minuto de cada semana, / nos roban amigas, nos matan hermanas. / Destrozan sus cuerpos, los desaparecen. / No olvides sus nombres, por favor, / cuando te manifiestes”.
Después de la canción, las manifestantes leyeron de manera colectiva la proclama de este año, que fue redactada en verso, como un poema. En el texto, el Tejido Feminista 8M denunció los femicidios y otras formas de violencia machista, rechazó las maternidades forzadas, reivindicó los derechos de las identidades de género no hegemónicas y recordó a las mujeres y disidencias afro, indígenas y migrantes. Las manifestantes también condenaron el impacto de la pandemia en estas poblaciones, y en ese sentido se proclamaron a favor de “un mundo en que no recaigan / como eslabones de metal / las tareas de cuidado”.
“Ningún tapabocas logró callar el grito / de las marchas que en marcha llevamos, / y sembramos el fuego una vez más / contra la precarización y el control de la vida”, aseguraron. “Tejer rebelión y un millón de tramas feministas”, agregaron, “para que luego de barrida la violencia / en el mundo encontrarnos gritando: / ¡que viva la lucha feminista!”.
La Diaria / COMCOSUR MUJER Nº 677 – 15/03/2021
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“Siempre he partido de una idea elemental: la de que la verdad no necesita ser justificada por la adecuación a un objetivo superior. La verdad es la verdad y nada más. Debe ser servida, no servir.”
Eugenia Ginzburg / “El vértigo”.
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