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EL PODER SIGUE NACIENDO DEL FUSIL

1) Venas abiertas y heridas que se cierran en América Latina
2) El poder sigue naciendo del fusil
3) Stedile: “Debemos disputar políticamente en la calle con la derecha”
4) Cada vez más misiones militares de EE.UU. en África

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 715 / Lunes 20 de Abril de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / COMCOSUR — COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Venas abiertas y heridas que se cierran en América Latina
Amy Goodman y Denis Moynihan (Democracy Now!)

Por primera vez en más de medio siglo, los presidentes de Estados Unidos y de Cuba se reunieron formalmente. Barack Obama y el presidente cubano, Raúl Castro, mantuvieron una reunión en el marco de la séptima Cumbre de las Américas, celebrada este año en la ciudad de Panamá. La participación de Cuba en estas cumbres había sido bloqueada por Estados Unidos desde que comenzaron a celebrarse en 1994. Este momento histórico, sin embargo, se produce con cierta tristeza: Eduardo Galeano, el gran escritor uruguayo que tanto hizo para explicar las relaciones profundamente desiguales entre América Latina y Estados Unidos y Europa, murió dos días después de la finalización de la cumbre.

El libro más conocido de Galeano es “Las venas abiertas de América Latina: Cinco siglos de saqueo de un continente”. Se publicó en 1971 y fue uno de los primeros en explicar el impacto de la dominación colonial del hemisferio a través de una amplia gama de acontecimientos históricos. El propio Galeano fue parte de muchos de esos acontecimientos fundamentales de la historia. Según contó, escribió el libro “en 90 noches plagadas de cafeína”, en las que trabajó para interconectar las historias que ya se habían contado antes por separado y en el lenguaje codificado de los historiadores, economistas o sociólogos. “Traté de escribir de una manera tal que pudiera ser leído y disfrutado por cualquier persona”, dijo.

Mientras los golpes de Estado promovidos por Estados Unidos en la región derrocaban a los gobiernos democráticos, el éxito del libro iba en aumento. Esto convirtió a Galeano en un blanco de las dictaduras militares. Fue encarcelado en Uruguay y tras su liberación comenzó una vida en el exilio. Se radicó en Argentina, donde fundó y editó una revista cultural llamada Crisis. Después del golpe militar respaldado por Estados Unidos en ese país en 1976, el nombre de Galeano se agregó a la lista de los condenados por los escuadrones de la muerte: “Finalmente me tuve que ir volando de Argentina también. No podía quedarme en Uruguay porque no me gusta estar en la cárcel y no me quedé en Argentina, no podía, porque no quería estar en un cementerio. Porque como dije antes, la muerte es muy aburrida” dijo Galeano a Democracy Now!.

Nuevamente voló, esta vez a España, donde comenzó a escribir su famosa trilogía “Memorias del fuego”, que reescribe la historia de América del Norte y del Sur: “Tenemos una memoria cortada en trozos y yo escribo intentando recuperar nuestra memoria real, la memoria de la humanidad. Lo que yo llamo ‘el arcoiris humano’, que es mucho más colorido y hermoso que el otro arcoiris. Pero el arcoiris humano había sido mutilado por el machismo, el racismo, el militarismo y un montón de otros ismos. Hemos estado matando de forma terrible nuestra grandeza, nuestra grandeza posible, nuestra belleza posible”.

Y ahora, una parte de esa historia, la que tiene como protagonistas a Estados Unidos y Cuba, está en proceso de reescritura. El presidente Obama ha enviado al Congreso un informe del Departamento de Estado que recomienda que Cuba sea eliminada de la lista oficial de países que patrocinan el terrorismo, confeccionada por el gobierno de Estados Unidos. El grupo pacifista CODEPINK aplaudió la medida, declarando en un comunicado: “La tristemente célebre lista de países terroristas de Estados Unidos incluye solamente otros tres países: Irán, Sudán y Siria, y curiosamente omite a Corea del Norte. Muchas personas en el mundo consideran una hipocresía de Estados Unidos señalar a Cuba y por otro lado hacer caso omiso del apoyo al terrorismo por parte de aliados de Estados Unidos como Arabia Saudita, Pakistán, Egipto e Israel, sobre todo porque Cuba es conocida por la exportación de médicos, músicos, maestros, artistas y bailarines… no de terroristas”.

Le consulté a un ex diplomático cubano, Carlos Alsugaray Treto, su opinión acerca de las críticas que recibió el presidente Obama por su propuesta de retirar a Cuba de la lista de países terroristas, especialmente de personas como el senador republicano y ahora candidato a la presidencia Marco Rubio, un cubano-estadounidense de Florida. Marco Rubio dijo: “La decisión tomada por la Casa Blanca hoy es terrible, pero lamentablemente no me toma por sorpresa. Cuba es un estado que auspicia el terrorismo. Alberga fugitivos de la justicia estadounidense, entre ellos una persona que mató a un policía en Nueva Jersey hace más de treinta años. Es también el país que está ayudando a Corea del Norte a evadir las sanciones de armamento impuestas por Naciones Unidas. Deberían haber permanecido en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo y creo que esto envía un mensaje escalofriante a nuestros enemigos en el extranjero, de que esta Casa Blanca ya no se toma con seriedad el hecho de llamar al terrorismo por su nombre”.

El diplomático cubano Carlos Alzugaray respondió: “Bueno, en el primer lugar el señor Rubio no es cubano-americano. No nació en Cuba; es hijo de inmigrantes cubanos y no sabe nada de Cuba”. En segundo lugar dijo que Rubio “debería preocuparse por tener terroristas, un terrorista como Luis Posada Carriles, viviendo en Miami. Tiene al terrorismo muy cerca, en la propia Miami, a mucha menor distancia de su casa que los 145 kilómetros que separan a Cuba de la Florida. Y no se queja”. Luis Posada Carriles fue agente de la CIA y admitió haber sido el autor intelectual del atentado contra un avión de Cubana de Aviación en 1976, en el que murieron las 73 personas que iban a bordo. Venezuela ha procurado su extradición por mucho tiempo, pero el gobierno de Estados Unidos se niega a cumplir, permitiendo que Carriles camine libremente por las calles de Miami.

No obstante, el bloqueo estadounidense contra Cuba, una de las reliquias más perdurables y perjudiciales de la Guerra Fría, sigue vigente. Este pilar central de la política hostil de Estados Unidos hacia Cuba, que ya lleva medio siglo de duración, es cada vez menos popular aquí. El sector empresarial estadounidense está cansado de desaprovechar las oportunidades de las que gozan los inversionistas de Canadá, Europa, Japón y China. La Cámara de Comercio de Estados Unidos elogió la iniciativa del presidente Obama para normalizar las relaciones. Empresas como Facebook y Airbnb ya han desembarcado en Cuba y planifican expandirse tan pronto sea legal hacerlo. El asesor adjunto de Seguridad Nacional estadounidense, Ben Rhodes, dijo recientemente: “Nuestra política hacia Cuba, en lugar de aislar a Cuba, terminó por aislar a Estados Unidos de nuestro propio patio trasero”. Y el presidente Obama, al anunciar su intención de normalizar las relaciones con Cuba el pasado mes de diciembre, admitió: “Creo que podemos hacer más para apoyar al pueblo cubano y promover nuestros valores a través de compromisos. Después de todo, estos 50 años han demostrado que el aislamiento no funcionó. Es hora de un nuevo enfoque”.

La Cumbre de las Américas ha terminado y la trayectoria de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha tomado un nuevo curso. En la primera cumbre a la que asistió Obama tras ser elegido presidente, en la de 2009, el fallecido presidente de Venezuela Hugo Chávez le entregó una copia de “Las venas abiertas”.

Eduardo Galeano dijo en Democracy Now!: “Fue una acción generosa y, de hecho, el libro se convirtió después de tantos años –casi cuarenta– en una especie de símbolo. Mi estilo ha cambiado mucho. Ahora escribo de una manera muy diferente, pero yo no estoy arrepentido de esa obra en absoluto, ni de una sola coma, ni de un solo punto. Y creo que puede ser un libro útil para entender que la riqueza y la pobreza están íntimamente conectadas, así como también la libertad y la esclavitud. No hay riqueza realmente inocente de causar pobreza y no hay libertades que no tengan algo que ver con la esclavitud. Así que traté de escribir el libro de una manera tal que pudiera ser leído y disfrutado por cualquier persona. Y es por eso que perdió el Premio Casa de las Américas, debido a que el jurado consideró que no era serio. En ese momento, los intelectuales de izquierda estaban seguros de que para ser serios, había que ser aburridos. Y el libro no era aburrido, por lo que no era lo suficientemente serio. Después, afortunadamente para mí, la dictadura militar consideró que era muy serio y lo mandó a la quema. Y esa fue mi mejor publicidad, mi mejor herramienta de mercado”.

Si aún no lo leyó, Obama debería leer el libro. Como dijo el escritor británico John Berger sobre Galeano: “Publicar a Eduardo Galeano es publicar al enemigo: el enemigo de la mentira, de la indiferencia y, sobre todo, del olvido. Gracias a él se recordarán nuestros crímenes. Su ternura es devastadora; su veracidad furibunda”. Ojalá Eduardo Galeano descanse en paz. Probablemente, pocas cosas lo harían más feliz que el hecho de que el bloqueo a Cuba también sea enterrado.

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro «Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos», editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

LUNES 20 DE ABRIL DE 2015 – COMCOSUR
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2) El poder sigue naciendo del fusil
Raúl Zibechi (La Jornada)

En los momentos difíciles, durante los grandes traumas sociales, cuando la confusión y la opacidad se vuelven norma, acudir a los clásicos puede ayudar a despejar el panorama. Como sabemos, vivimos un periodo especialmente complejo, oscuros nubarrones asoman en el horizonte. A modo de ejemplo: no son pocos los analistas que consideran que una guerra nuclear es una de las posibilidades para resolver las múltiples crisis en curso.
Una conocida carta de Marx a Engels (del 25 de septiembre de 1857) revela la importancia que el primero concedía al papel del ejército en la historia. Recordaba que el primer sistema de salarios nació en los ejércitos antiguos, así como la primera forma legal del derecho a la propiedad, el primer uso de la maquinaria en gran escala y hasta la primera forma de división del trabajo dentro de una rama productiva. Su conclusión, a la luz de lo que nos está sucediendo, parece tanto premonitoria como agobiante: Toda la historia de las formas de la sociedad burguesa se resume notablemente en la militar (Correspondencia Marx-Engels, Ediciones de Cultura Popular, México, 1972, tomo I, p. 135).

En la actualidad los debates y análisis sobre la relación entre las fuerzas armadas estatales y las luchas anticapitalistas son poco frecuentes. Tanto como la comprensión del papel de la violencia de arriba en la remodelación del mundo. Probablemente la centralidad que han adquirido las democracias electorales en las sociedades occidentales y la difusión de una cultura consumista (ambos fenómenos estrechamente ligados) parecen haber evaporado la hipótesis de Marx sobre el paralelismo entre la economía y la guerra.

Para el siglo XX, William McNeill establece la relación entre el crecimiento demográfico y las dos guerras mundiales, como causa del conflicto y como forma de mitigar la superpoblación europea; pero también nos recuerda que el control biopolítico de las poblaciones arranca con la movilización en masa para hacer la guerra y, finalmente, destaca que la industrialización y el nacimiento del estado de bienestar estuvieron estrechamente ligados al estallido del conflicto armado, en particular en la Segunda Guerra Mundial (La búsqueda del poder, Siglo XXI, México, 1988, capítulo 9).

Se trata de pistas generales, de indicaciones que nos fuerzan a colocar la cuestión militar en un lugar destacado de nuestros análisis. Un esfuerzo, por cierto, en el que las personas y los movimientos anticapitalistas estamos muy retrasados. Una de las limitaciones es que conocemos sólo parcialmente los planes y objetivos de los poderosos. Otra consiste en focalizar la cuestión militar en el armamento, en particular en el desarrollo tecnológico de nuevas y sofisticadas armas. Por eso es bueno recordar que no son las armas las que ganan las guerras.

En 1946, tres años antes de tomar el poder, Mao Tse Tung concedió una entrevista a la periodista Anne Louise Strong. Ésta le preguntó qué sucedería si Estados Unidos usara la bomba atómica contra la Unión Soviética o contra China, países que aún no poseían el arma nuclear. La bomba atómica es un tigre de papel que los reaccionarios norteamericanos utilizan para asustar a la gente. Parece terrible, pero de hecho no lo es. Por supuesto, la bomba atómica es un arma de matanza en vasta escala, pero el resultado de una guerra lo decide el pueblo y no uno o dos tipos nuevos de armas, dijo Mao (Obras Escogidas de Mao Tse-tung, Fundamentos, Madrid, 1974, tomo 4, pp. 98-99).

Mao sostenía que China podía derrotar a los ejércitos reaccionarios sólo con mijo y fusiles, algo que poco después confirmaron los campesinos vietnamitas. Estamos ante principios éticos y políticos básicos, sin los cuales no vale la pena siquiera pensar en combatir, porque colocar la tecnología militar en el centro es tanto como rendirse a la lógica del enemigo. Las guerras populares siempre se ganaron con pueblos decididos, no con armas.

Sin embargo, lo anterior no resuelve el problema de cómo enfrentar a enemigos que están dispuestos a exterminar a los sectores populares del mundo para salir del atolladero en que se encuentran. Sobre todo, no sirve para tomar decisiones ante lo que se adivina como un largo periodo de acoso (campañas de cerco y aniquilamiento, las definían los comunistas chinos).

Sin la intención de agotar un debate que apenas comenzamos, puedo observar cuatro necesidades de los movimientos para enfrentar esta nueva etapa.

La primera, comprender la lógica de los de arriba. Lo que supone estudiar, analizar y deducir qué planes tienen contra nosotros, qué objetivos se trazan. No en general, sino en cada región, en cada país y en cada área. Sabemos, por ejemplo, que vivimos en un periodo de acumulación por desposesión, pero eso se manifiesta de modos muy distintos en el norte y en el sur del planeta, allí donde hay minerales bajo tierra o donde predominan los monocultivos transgénicos. Así como el papel que jugarán los estados en cada situación.

Dos, conseguir autonomía integral, no depender de ellos. Lo que supone conseguir incluso la autonomía alimentaria, quizá no total al principio, pero trazarla como objetivo. El agua, la tierra, la comida, son vitales. Para eso es necesario reducir hasta eliminar la dependencia de las políticas sociales.

Tres, no hacerse ilusiones con las promesas, los buenos modos y hasta las invitaciones que nos hacen los de arriba. El momento más delicado para Cuba viene ahora que obtuvo el reconocimiento del imperio. Los de arriba nunca dieron nada gratis.

Cuatro, la fundamental: estar dispuestos a combatir y a afrontar todas las dificultades necesarias, los largos padecimientos antes de derrotar a los enemigos, como dijo Mao en la citada entrevista. Esto es lo decisivo: el estado de ánimo, la preparación espiritual para no desfallecer ante los inevitables reveses y sufrimientos. Es la ética del compromiso. No nos queda otro camino que cincelar la voluntad.

LUNES 20 DE ABRIL DE 2015 – COMCOSUR
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3) Stedile: “Debemos disputar políticamente en la calle con la derecha”
Carlos Aznárez (Resumen Latinoamericano)

En el marco del VI Congreso de la Confederación Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC), la figura de Joao Pedro Stedile es referencial por toda la larga trayectoria de lucha de ese movimiento de mujeres, hombres y niños y niñas del campesinado sin tierra.

Con Joao Pedro pudimos hablar no sólo del Movimiento Sin Tierra (MST) sino de los desafíos que enfrenta el Brasil actual, donde la derecha avanza y el progresismo cede terreno en algunos aspectos fundamentales como son el de no conceder la reforma agraria y, al contrario, nombrar en el ministerio de Economía y de Agricultura a personajes ligados a la política de agronegocios y la invasión de transgénicos en el país.

-¿Cuál es su visión de la CLOC y su andadura en las luchas del continente y del mundo, ahora que se realiza este IV Congreso?

– Este Congreso de la CLOC, aunque mantenemos una cronología de encontrarnos cada cinco años, se realiza en un momento muy complejo de la coyuntura latinoamericana y de la lucha campesina en general. En la lucha política estamos viviendo tiempos donde el imperio gringo retoma la iniciativa para controlar los recursos naturales, los recursos energéticos como el petróleo, las hidroeléctricas, el gas, y las commodities de nuestra América Latina. Para cumplir ese objetivo que es económico y geopolítico ellos retomaron la ofensiva ideológica utilizando su principal partido político que son los medios de “comunicación” de la burguesía y están acorralando a los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina.

A nivel de las luchas campesinas estamos cada vez más frente a una verdadera lucha de clases que va a definir cuál es el modelo para la producción de agricultura de nuestro continente. Si es el agronegocio, que es el modelo del capital o es el modelo de producción de alimentos sanos de la Vía Campesina, que es el modelo de los trabajadores.

-¿Cuál es el momento que vive actualmente el MST con Dilma Rousseff: de romance o de separación inquietante?

-(Risas) Esos criterios afectivos nunca han sido utilizados por el Movimiento en su lucha política. Nosotros siempre defendimos como principio que los movimientos populares tienen que ser autónomos del Estado, del gobierno, de la iglesia, incluso de los partidos, lo que para muchos militantes de la izquierda es una herejía. Eso es lo que nos da la salud política necesaria para criticar a los gobiernos cuando erran y apoyar cuando aciertan. Pero el criterio fundamental que tenemos en cuenta, es qué políticas los gobiernos toman frente a las necesidades y las demandas del pueblo.

Así estamos ahora con Dilma. Nosotros participamos como ciudadanos y como militantes en la campaña para su reelección porque era una disputa con la derecha. Pero cuando ganó y llegó al gobiernos y ella empezó a tomar medidas que embestían contra los intereses de los trabajadores, que retomó algunos puntos de ajuste liberal, nosotros fuimos los primeros en salir en público a criticar al gobierno y decírselo a Dilma incluso, de una manera muy transparente, cuando la invitamos para venir a un asentamiento del MST en el sur. Ahí frente a ella hicimos las críticas a esa política económica que impulsó un Ministro de Hacienda que es neoliberal.

Nosotros no tenemos ningún compromiso con esos ajustes y queremos cambios. Eso también fue lo que defendimos frente a los otros movimientos populares, que frente a la ofensiva de la derecha en las calles nosotros no debíamos acobardarnos sino todo lo contrario. Las calles y las plazas deben ser el espacio privilegiado de las masas para hacer política porque ahí podemos decir nuestras ideas, disputar en la sociedad lo que son políticas para todo el pueblo.

-Gobiernos progresistas al acecho de la derecha buscan el voto de la izquierda y los sectores populares. Luego que lo consiguen viran a posiciones de abierta contradicción con su discurso original. ¿A qué cree que se debe: falta voluntad política o hay un problema ideológico?

-Un poquito de todo. Hay una conjugación de varios actores que se revelan en este periodo histórico. Primero, fue importante elegir esos gobiernos progresistas frente a las propuestas de la derecha neoliberal. Pero lo que paso es que en casi toda Latinoamérica, con excepción de Venezuela y Bolivia, ganaron esos gobiernos pero sin el reaseguro del movimiento de masas, el pueblo sólo votó pero no se movilizó como una fuerza política. Tercer factor, la izquierda no tenía un programa popular, de cambios populares, el único programa de la izquierda era antiliberal pero no uno propositivo como tuvimos después de la Segunda Guerra Mundial con el avance de las propuestas revolucionarias de las que resultó elegido un Salvador Allende o la Revolución Nicaragüense. Ahora la izquierda no logró tener un programa que pudiera aglutinar a las masas y defenderlo como un programa de gobierno.
Entonces, a cada pugna que aparece dentro del gobierno, éste se convierte en rehén de una correlación de fuerzas que es real y adversa, y además, a cada ofensiva de la derecha, van cediendo y cediendo. Nuestro rol como movimientos populares y como izquierda, es seguir haciendo un trabajo de base, movilizar a la gente, para hacer la disputa política en la calle, y en ese plano lograr una unidad programática que sirva para que en el próximo período se pueda tener un programa común de cambios que deriven en gobiernos populares y no más en gobiernos de conciliación de clase, como ocurre con el gobierno de Brasil.

– ¿Ven a Evo Morales cómo un modelo a seguir?

-A nosotros no nos gusta hablar de modelo. Cada país tiene su historia, su proceso, su correlación de fuerzas, sus clases sociales con diferencias de poder. Evo avanzó bastante pero está lejos de un proceso que sea un hecho que altere todas las estructuras productivas de Bolivia. Porque Bolivia tiene muchos problemas estructurales, es una economía que todavía no se industrializó y tiene muchas dificultades para atender las necesidades del pueblo. Lo que sí tuvo Evo. es más coraje que sus vecinos, de siempre defender ideas que van más a la izquierda y reivindicar el protagonismo del pueblo. Eso fue incluso lo que salvó al gobierno de Evo, porque en los momentos de crisis. como hubo en cierto tiempo con el precio de la gasolina tuvo la sabiduría de recurrir al pueblo y el pueblo se manifestó claramente contra el aumento de precios y él dio marcha atrás con esa iniciativa. Ese tipo de hacer política es el que permite a un gobierno avanzar y mantenerse fiel al pueblo, aunque el mismo pueblo sabe cuándo puede avanzar y cuándo la correlación de fuerzas no es suficiente para hacerlo.

-Resuma las principales demandas del MST en la actualidad

-El MST vive en una coyuntura muy difícil de la lucha por cambios en el agro. Nacimos como un movimiento típicamente campesino que sólo luchaba por tierra, pero a la vez fuimos incorporando la pelea por la reforma agraria y por una sociedad socialista. Eso está vigente, pero lo que pasa es que en la lucha de clases de cada día siempre aparecen nuevos elementos y nuevas contradicciones. Por ejemplo, cuando nosotros empezamos la lucha no había tanta presencia de las transnacionales y del agronegocio como un modelo del capital, nuestra lucha principal era contra el latifundio. Ahora nos dimos cuenta que la lucha es contra un modelo de producción del capital que es hegemonizado por una alianza que va desde los grandes propietarios de tierras, los medios de comunicación, el capital financiero y las empresas transnacionales. Entonces, los retos para avanzar en nuestro proyecto de organizar la producción agrícola se han ampliado y eso nos exige poner más energía en la creación de cuadros, en la educación de nuestra gente, en comunicarse con la sociedad y sobre todo en generar procesos de alianza con la clase trabajadora que vive en la ciudad. Porque los campesinos solos no tiene fuerza para derrotar al agronegocio y a las transnacionales. Sólo todo el pueblo puede hacerlo y para ello necesitamos construir una alianza con la clase trabajadora que vive en las ciudades

.-El MST planteó durante años la reivindicación del socialismo y contra el capitalismo. ¿Esas dos premisas ideológicas son factibles de concretar en la América Latina actual?

-El socialismo es una palabra que resume la idea central de una sociedad igualitaria y justa. Por lo tanto, representa la superación del capitalismo que es un modelo que sólo beneficia a una minoría que organizan toda la vida de la gente para obtener ganancias.

La lucha para realizar el socialismo es una lucha cotidiana y no depende de la voluntad de cada uno, porque si no, como nos advirtió Marx, caemos en el idealismo que es una especie de religión. Bastaba con creer que llegarías al socialismo y ese hecho se produciría. No, no es así. Si no, la religión católica hubiera libertado el mundo muchas veces en estos dos mil años.

No se trata de un ideal. La conquista y la construcción de la superación del capitalismo depende de la correlación de fuerzas, de la capacidad organizativa de la clase trabajadora y sobre todo de su conciencia de clase, que puede llevar más o menos tiempo. Justamente, nuestro rol como mediadores de las clases trabajadoras es hacer esa tarea cotidiana, de ayudar a elevar el nivel de conciencia de las masas, ayudar a que se organicen como clase y posibilitar a que produzcan y promuevan luchas masivas. Sólo esta lucha colectiva permite enfrentar a los opresores, a la burguesía, y avanzar rumbo a la superación del capitalismo.

LUNES 20 DE ABRIL DE 2015 – COMCOSUR
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4) Cada vez más misiones militares de EE.UU. en África
Nick Turse (TomDispatch.com)
Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Vestidos con un caleidoscopio de modelos de camuflaje, estuvieron tres días apiñados en una base militar de Florida. Pertenecían al Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos (SOCOM, por sus siglas en inglés) y al Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Estados Unidos, y también había fuerzas de Francia y Noruega, de Dinamarca, Alemania y Canadá: 13 países en total. Vinieron a planear una campaña militar «centrada en operaciones especiales» con el apoyo de fuerzas convencionales, una operación multilateral que –de llevarse a cabo– podría costar cientos, tal vez miles de millones de dólares y quién sabe cuántas vidas.
Pregunten a los participantes y hablarán de tener en cuenta las «sensibilidades» y las «diferencias culturales», de la importancia de la «colaboración» y la «coordinación», del valor de la diversidad de opiniones, de las «perspectivas» y las «asociaciones». Sin embargo, a puerta cerrada y sin que lo sepa la mayoría de la población de sus propios países, no digamos la de los países que han marcado como objetivos, un grupito de estrategas de operaciones especiales occidentales bosquejaron un posible futuro militar multilateral para una región de África llena de problemas.

Entre el 13 y el 15 de enero, representantes de Estados Unidos y 12 países aliados se reunieron en la base aérea MacDill en Tampa, Florida, para realizar un ejercicio al que denominaron «Silent Quest 15-1». El escenario ficticio en el que iban a representar su juego de guerra estaba sacado de los titulares de los periódicos. Era una amalgama de dos desastres, reales y en curso, de política exterior y contraterrorismo de la época post 11-S: el desarrollo de Boko Haram en Nigeria y la aparición del Estado Islámico, también conocido como Estado Islámico de Iraq y el Levante o EIIL. El juego de guerra estuvo centrado en el imaginario auge de un grupo llamado «Estado Islámico de África» y la extensión de su proto-califato a partes de Nigeria, Níger, y Camerún, países que están siendo víctimas del terror de Boko Haram, el cual acaba de jurar lealtad al Estado Islámico.

«Silent Quest 15-1» ha sido el último de una serie de ejercicios –el primero tuvo lugar en marzo de 2013– diseñados para ayudar a trazar los planes de intervención de las fuerzas de operaciones especiales para la próxima década. Este juego de guerra no fue un juego al estilo paintball. No hubo tiroteos simulados ni ensayo general. No fue el equivalente bélico de esa modalidad de fútbol americano que se juega sin placajes. Fue un ejercicio teórico de simulación a partir de algo demasiado real: la creciente panoplia de actividades militares de Estados Unidos y sus aliados en zonas cada vez más extensas de África. Hablando de este continente, Matt Pascual, uno de los participantes en la operación y el responsable para África del Grupo de Apoyo Euro-África del SOCOM, señaló que Estados Unidos y sus aliados ya estaban tratando una «miríada de asuntos» regionales y, quizás lo más importante, que muchos de los países participantes «ya están allí». El país que «ya está allí» con mayor presencia que el resto es, por supuesto, el de Pascual: Estados Unidos.

En los últimos años, Estados Unidos ha estado involucrado en diversas intervenciones multilaterales en África, incluyendo una en Libia que supuso una guerra secreta y una campaña convencional de misiles y ataques aéreos, la asistencia a las fuerzas francesas en la República Centroafricana y en Malí, y el entrenamiento y financiación de socios africanos para enfrentarse a grupos combatientes como Boko Haram, al-Shabab en Somalia y Ansar al-Dine en Malí. En 2014, Estados Unidos llevó a cabo 674 actividades militares en África, casi dos misiones al día, y un salto de casi un 300% en el número de operaciones, ejercicios y actividades de formación en materia militar y no militar anuales desde que se creó el Mando para África de Estados Unidos (AFRICOM) en 2008.

A pesar de la avalancha de misiones y un aumento similar de bases, personal y financiación, el panorama que pintó el mes pasado el comandante de AFRICOM, el general David Rodriguez, ante el Comité de Servicios Armados del Senado fue sorprendentemente desolador. La visión que ofreció Rodriguez era la de un continente en crisis, amenazado de este a oeste por grupos combatientes que se habían desarrollado y fortalecido, o bien habían extendido su alcance mortal pese a los esfuerzos antiterroristas de Estados Unidos en África.

Rodriguez dijo a los miembros del comité que «terroristas y redes criminales transregionales estaban adaptándose y extendiéndose de manera agresiva». «Al-Shabab ha ampliado sus operaciones para dirigir, o intentar dirigir, ataques asimétricos contra Uganda, Etiopía, Yibuti y sobre todo Kenia. La amenaza libia está aumentando rápidamente, incluyendo la presencia cada vez más extendida del EIIL… Boko Haram amenaza la capacidad del Gobierno de Nigeria para garantizar la seguridad y los servicios básicos en amplias zonas del noreste». No obstante, a pesar de los resultados sombríos desde que el Ejército estadounidense comenzó a «girar» hacia África después del 11-S, Estados Unidos acaba de firmar un acuerdo para mantener sus tropas en el continente prácticamente hasta mediados del presente siglo.

Ampliación de la misión

Durante años, el Ejército estadounidense ha insistido públicamente en que sus esfuerzos en África eran insignificantes, manteniendo intencionadamente a los estadounidenses, por no hablar de la mayoría de los africanos, en la ignorancia acerca de la verdadera magnitud, dimensión y alcance de sus operaciones en el continente. Tanto el personal como quienes dirigen los asuntos públicos de AFRICOM han insistido en que no es más que una «intervención moderada». Se echan atrás a la hora de hablar de los campamentos militares y los puestos avanzados, afirmando que solo tienen una base en algún lugar de África: Camp Lemonnier, en el pequeño Yibuti. No les gusta hablar de operaciones militares: solo ofrecen información detallada sobre una diminuta fracción de sus ejercicios de entrenamiento. Y se niegan a revelar las localizaciones donde se encuentra el personal, o incluso el número de países involucrados.

Durante una entrevista, un portavoz de AFRICOM me habló en algún momento de su preocupación por el hecho de que, aún si se tabulasen, el número de despliegues efectuados en África ofrecerían una «imagen sesgada» de la intervención estadounidense. A puerta cerrada, sin embargo, los mandos de AFRICOM emplean un lenguaje bastante diferente. En repetidas ocasiones han declarado que el continente es un «campo de batalla» estadounidense y que –no nos engañemos– ya están enredados en una «guerra».

Según cifras recientes del Mando para África de Estados Unidos, el alcance de esa «guerra» creció espectacularmente en 2014. En su «declaración de postura», AFRICOM manifiesta que llevó a cabo 68 operaciones en el último año, superando las 55 del año anterior. Entre ellas estarían las operaciones «Juniper Micron» y «Echo Casemate», destinadas a apoyar las misiones francesa y africana en Malí y la República Centroafricana; «Observant Compass», el intento de degradar o destruir lo que quedaba del sanguinario Ejército de la Resistencia del Señor de Joseph Kony en África Central; y «United Assistance», el despliegue de efectivos militares para hacer frente a la crisis del Ébola en África Occidental.

El número de ejercicios de campo conjuntos en los que participaron las fuerzas estadounidenses y sus socios militares africanos pasó de 10 en 2013 a 11 el año pasado, incluyendo «African Lion» en Marruecos, «Western Accord» en Senegal, «Central Accord» en Camerún, y «Southern Accord» en Malawi. Todos ellos tuvieron un componente de formación sobre el terreno y sirvieron como remate de las operaciones de instrucción militar entre ejércitos del año anterior.

AFRICOM también dirigió ejercicios de seguridad marítima, como el «Obangame Express» en el Golfo de Guinea, el «Saharan Express» frente a las costas de Senegal, y tres semanas de escenarios de formación de seguridad marítima como parte del ejercicio multilateral «Phoenix Express 2014», con marineros de numerosos países entre los que se encontraban Argelia, Italia, Libia, Malta, Marruecos, Túnez y Turquía.

El número de actividades de cooperación en materia de seguridad se disparó de 481 en 2013 a 595 el año pasado. Estas iniciativas incluyeron instrucción militar dentro de un «programa de colaboración estatal» que agrupó a fuerzas militares africanas con unidades de la Guardia Nacional estadounidense y personal del programa de Asistencia y Capacitación para Operaciones de Contingencia en África (ACOTA, por sus siglas en inglés) financiado por el Departamento de Estado, un programa a través del cual los asesores e instructores militares estadounidense ofrecen equipo y formación militar a las tropas africanas.

En 2013, el número total de actividades estadounidenses en el continente fue de 546, un promedio de más de una misión diaria. El año pasado, la cifra se elevó a 674. En otras palabras, las tropas estadounidenses llevaron a cabo casi dos operaciones, ejercicios o actividades a diario –desde ataques de drones hasta formación en contrainsurgencia, operaciones de información y prácticas de tiro– en algún lugar de África. Esto representa un aumento enorme si lo comparamos con las 172 «misiones, actividades, programas y ejercicios» que AFRICOM heredó de otros mandos geográficos cuando comenzó sus operaciones en 2008.

Grupos terroristas transnacionales: algo de la nada

En 2000, un informe realizado bajo la supervisión del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos examinaba el «ambiente de seguridad africano». Aunque en él se hacía referencia a los «movimientos rebeldes o separatistas internos» en los «estados débiles» y a actores no estatales, como las milicias y los «ejércitos de señores de la guerra», resulta llamativo que no se mencionara el extremismo islámico ni las amenazas terroristas transnacionales más importantes. Antes de 2001, de hecho, Estados Unidos no reconocía ninguna organización terrorista en África Subsahariana y un alto funcionario del Pentágono señaló que los combatientes islámicos más temidos del continente «no habían estado comprometidos en actos de terrorismo fuera de Somalia».

A raíz del 11-S, incluso antes de que se creara AFRICOM, Estados Unidos empezó a aumentar las operaciones en el continente en un intento de reforzar las capacidades contraterroristas de sus aliados y aislar África de los grupos de terroristas transnacionales, es decir extremistas islámicos trotamundos. En otras palabras, el continente era visto como algo parecido a una hoja en blanco para probar medidas de prevención del terrorismo.

Desde entonces se han inyectado miles de millones de dólares en África para construir bases, armar aliados, recabar información, llevar a cabo guerras por poderes, asesinar combatientes y dirigir tal vez miles de misiones militares, sin que nada de todo ello haya tenido el efecto deseado. El año pasado, por ejemplo, según AFRICOM los combatientes somalíes «planearon o ejecutaron atentados mortales cada vez más complejos en Somalia, Kenia, Uganda, Yibuti y Etiopía». A principios de mes, esos mismos combatientes de al-Shabab fueron un paso más allá masacrando a 147 estudiantes en una universidad de Kenia.

El mortífero aumento y la extensión de al-Shabab difícilmente puede considerarse una excepción en África. En una reciente intervención ante el Comité de Servicios Armados del Senado, el comandante de AFRICOM, David Rodriguez, enunció rápidamente los nombres de numerosos grupos terroristas islámicos que han ido apareciendo en estos años, desestabilizando precisamente los países que Estados Unidos había tratado de fortalecer. Aunque en la declaración de postura hizo todo lo posible para presentar lo mejor de los esfuerzos militares de Washington en África, incluso una lectura rápida de la misma –y vale la pena citarla in extenso– dibuja un panorama desolador de lo que el «giro» hacia África ha significado hasta ahora sobre el terreno. Algunos párrafos extractados del documento lo dicen todo:

«La red de Al-Qaida y sus afiliados y adeptos sigue explotando las regiones de África que se encuentran prácticamente sin gobierno y sus porosas fronteras para entrenar y realizar atentados. El Estado Islámico de Iraq y el Levante está extendiendo su presencia en el norte de África. Terroristas con múltiples filiaciones, están ampliando su colaboración en captación, financiación, entrenamiento y operaciones, tanto dentro de África como transregionalmente. Violentas organizaciones extremistas utilizan aparatos explosivos improvisados cada vez más sofisticados, y el número de víctimas a causa de estas armas en África ha aumentado aproximadamente en un 40% en 2014…

En el norte y el oeste de África, la inseguridad en Libia y en Nigeria amenaza cada vez más los intereses de Estados Unidos. A pesar de los esfuerzos multilaterales en materia de seguridad, las redes terroristas y criminales están acumulando fuerzas y han logrado una mayor interoperabilidad. Al-Qaida en el Magreb Islámico, Ansar al-Sharia, al-Murabitun, Boko Haram, el Estado Islámico de Iraq y el Levante, y otras organizaciones extremistas violentas están aprovechándose de los gobiernos débiles, los dirigentes corruptos y las fronteras porosas del Sahel y el Magreb para entrenar y movilizar combatientes y repartir recursos…

La amenaza libia a los intereses estadounidenses está aumentando… En el último año el gobierno, la seguridad y la estabilidad económica se han deteriorado de manera significativa en este país. Actualmente, grupos armados controlan grandes zonas del territorio libio y actúan impunemente. Libia parece estarse convirtiendo en un paraíso seguro donde los terroristas, incluyendo Al-Qaida y los grupos afiliados al Estado Islámico de Iraq y el Levante, pueden entrenarse y rehacerse impunemente. El Estado Islámico de Iraq y el Levante es cada vez más activo en Libia, incluyendo Derna, Bengasi, Trípoli y Sebha…

Los efectos secundarios de la inestabilidad en Libia y el norte de Malí ponen en riesgo los intereses estadounidenses en Europa, Oriente Medio y África, incluyendo el éxito de la transición democrática en Túnez…

La seguridad en Nigeria también empeoró el año pasado. Boko Haram amenaza el funcionamiento del Gobierno, que se enfrenta al reto de mantener la confianza de su pueblo y ofrecer seguridad y otros servicios básicos… Boko Haram ha lanzado ataques a través de la frontera de Nigeria contra Camerún, Chad y Níger…

… tanto la República Centroafricana como la República Democrática del Congo corren el riesgo de que grupos insurgentes generen una mayor desestabilización, y existe la posibilidad de que las tensiones étnicas latentes en la región de los Grandes Lagos estallen violentamente en la República Democrática del Congo».

Todo ello, eso sí, según la evaluación de la situación del continente realizada por AFRICOM, donde ha centrado sus labor durante casi una década a medida que aumentaban las misiones estadounidenses. En este contexto, vale la pena reiterar que, antes de que Estados Unidos redoblara esos esfuerzos, África estaba –según la propia valoración de Washington– relativamente libre de grupos terroristas islámicos transnacionales.

Inclinar la balanza en Africa

A pesar de que Boko Haram jurara lealtad al Estado Islámico y de los alarmistas titulares lamentando su fusión o mezclándolos con otros grupos terroristas que actúan bajo nombres parecidos, actualmente no existe ningún Estado Islámico de África. Pero el juego de guerra que se escenificó en la base aérea MacDill en enero contra ese grupo imaginario no es fantasía, sino que representa el siguiente paso lógico en una serie de operaciones que han ido cobrando fuerza desde la creación de AFRICOM. Y escondida en su Declaración de Postura 2015 hay información que indica que van a seguir por este camino hasta la década de 2040.

En mayo de 2014, Estados Unidos alcanzó un acuerdo –denominado «acuerdo de aplicación»– con el Gobierno de Yibuti «que asegura [su] presencia» en ese país «hasta 2044». Además, los mandos de AFRICOM hablan ahora de la posibilidad de construir una cadena de puestos de vigilancia a lo largo de la franja norte del continente. Y no olvidemos que, en los últimos años, las zonas de actuación, minibases y aeródromos estadounidenses han proliferado en países colindantes como Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, y –saltando Chad (donde recientemente AFRICOM construyó instalaciones temporales para ejercicios de las fuerzas de operaciones especiales)– la República Centroafricana, Sudán del Sur, Uganda, Kenia y Etiopía. Todo lo cual sugiere que el Ejército estadounidense está atrincherándose para permanecer en África por mucho tiempo.

«Silent Quest 15-1» fue diseñada como un modelo para demostrar cómo Washington llevará a cabo la guerra de coalición «centrada en operaciones especiales» en África. De hecho, como escribió la sargento de Artillería Reina Barnett en la publicación especializada del SOCOM Tip of the Spear, fue diseñada de conformidad con la «Guía de Planificación 2015 del general de división James Linder, comandante de las Operaciones Especiales de Estados Unidos en África «. Y el acuerdo con Yibuti demuestra que el Ejército de Estados Unidos está haciendo planes para casi un cuarto de siglo más. Pero si los últimos seis años –marcados por un aumento del 300% en el número de misiones estadounidenses, y por la extensión del terrorismo y los grupos terroristas en África– son indicativos de algo, es probable que los resultados no sean del agrado de Washington.

El comandante de AFRICOM, David Rodriguez, continúa presentando de la mejor manera posible los esfuerzos estadounidenses en África, citando el «avance en varias áreas gracias a la estrecha colaboración con nuestros aliados y socios». Sin embargo, la evaluación de la situación por parte de AFRICOM resulta muy poco alentadora. «Allí donde nuestros intereses nacionales nos obligan a inclinar la balanza y mejorar los logros colectivos en materia de seguridad, tal vez debamos trabajar más, bien habilitando a nuestros aliados y socios, o bien actuando unilateralmente», puede leerse en la declaración de postura que Rodriguez presentó ante el comité del Senado.

No obstante, después de más de una década aumentando los esfuerzos, existen pocas pruebas de que AFRICOM tenga la más mínima idea de cómo inclinar la balanza a su favor en África.

Nick Turse es editor ejecutivo de TomDispatch.com e investigador de The Nation Institute. Ha sido reportero en Oriente Medio, el Sureste Asiático y África; sus artículos han aparecido en The New York Times , The San Francisco Chronicle , The Nation y de manera regular en TomDispatch . En 2014 recibió el Izzy Award y el American Book Award por su libro Kill Anything That Moves: The Real American War in Vietnam (Metropolitan). Su último trabajo, Tomorrow’s Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa (Haymarket Books), será publicado proximamente.

LUNES 20 DE ABRIL DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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