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EL PROBLEMA DE LA BASURA EN LAS CALLES LATINOAMERICANAS

1) Crisis y colapso: desafío inédito –

2) Conglomerados económicos “comiéndose” a países enteros –

3) Los miserables del mar, una perspectiva argelina –

4) Corea del Norte: la sucesión y sus precedentes –

5) El problema de la basura en las calles latinoamericanas-

POR LA VOZ DE MUMIA ABU JAMAL / AÑO 15 / Nº 719 / Lunes 18 de Mayo de 2015 / REVISTA SEMANAL DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS / Producción: Andrés Capelán – Coordinación: Carlos Casares / COMCOSUR — COMUNICACIÓN PARTICIPATIVA DESDE EL CONO SUR
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“Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.” — Emir Sader
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1) Crisis y colapso: desafío inédito
Raúl Zibechi (La Jornada)

Una de las dificultades que afrontan los movimientos antisistémicos y quienes seguimos empeñados en construir un mundo nuevo consiste en que no logramos acertar en la definición de lo que está sucediendo ante nuestros ojos. A grandes rasgos, coexisten dos miradas no necesariamente contrapuestas, pero bien diferentes: quienes sostienen que estamos ante una crisis, mayor aún que las crisis cíclicas de la economía capitalistas, y los que tendemos a considerar que la humanidad está siendo llevada a una situación de colapso por el sistema.

Entiendo que se trata de un debate teórico con fuertes implicaciones prácticas, ya que estaríamos ante dos situaciones bien diferentes. Vale recordar que en otros periodos de la historia reciente, el ascenso del nazismo por ejemplo, provocó hondas divergencias entre las izquierdas de la época. No pocos desconsideraban la importancia del nazismo como una verdadera mutación sistémica, y pensaban que se trataba de un régimen autoritario similar a otros que habíamos conocido. Sin embargo, con el paso del tiempo podemos coincidir con Giorgio Agamben en que el campo de concentración modificó de raíz la política, junto a lo que definió como estado de excepción permanente.

El seminario-semillero

El pensamiento crítico ante la hidra capitalista, organizado por el EZLN del 3 al 9 de mayo en Oventic y San Cristóbal de Las Casas, fue escenario de las diversas miradas que nos atraviesan. De ahí, en gran medida, su extraordinaria riqueza y fecundidad. En el campo anticapitalista coexisten muy diversos análisis sobre el mundo actual, algunos bien fundamentados, otros más románticos, algunos focalizados en la economía y otros en la ética, y muchos otros son combinaciones de estas y otras formas de mirar y comprender. Creo que todas ellas tienen su importancia, pero conducen por senderos parcialmente distintos. O, mejor, pueden contribuir a dilapidar fuerzas.

Lo más complejo es que nadie puede proclamar tener la verdad en sus manos. Este punto me parece extraordinariamente complejo, porque no permite descartar ninguna propuesta, pero tampoco nos puede llevar a dar por válido cualquier argumento.

Me parece necesario distinguir entre crisis y colapso, no porque sean excluyentes, sino porque encarnan dos análisis distintos. El concepto de crisis está asociado, en el campo antisistémico, a las crisis periódicas que atraviesa la economía capitalista. En este punto, la obra de Karl Marx es referencia obligada para los anticapitalistas de todos los colores. Su análisis de la crisis de sobreacumulación se ha convertido, con entera justicia, en el nudo para comprender cómo funciona el sistema. De ahí deriva un conjunto de consideraciones de estricta actualidad.

Aunque algunas corrientes economicistas han acuñado la idea del “derrumbamiento” del capitalismo por sus propias contradicciones internas, desconsiderando la importancia de los sujetos colectivos en su caída, es evidente que Marx no es responsable de esta deriva que supo tener firmes adeptos en la primera parte del siglo XX.

En la misma dirección que Marx, Immanuel Wallerstein menciona la existencia de una crisis sistémica en curso, que, luego de varias décadas de desarrollo, dará lugar a un mundo diferente al actual (ya que en cierto momento se producirá una bifurcación), que puede conducirnos a una sociedad mejor o peor que la actual. Estaríamos ante una ventana de oportunidades temporal, durante la cual la actividad humana puede tener gran confluencia en el resultado final. En este análisis, la crisis se convertirá en caos, del que saldrá un nuevo orden.

La idea de crisis está asociada a periodos de cambios, desorden, inestabilidades y turbulencias que interrumpen el desarrollo normal de las cosas, para luego de cierto tiempo volverse a una nueva normalidad, pero modificada.En las crisis pueden emerger factores de orden que darán a lo nuevo una diferente fisonomía. Desde el punto de vista de los movimientos, es importante destacar dos cosas: que el concepto de crisis está demasiado asociado a la economía y que aparece ligado a transformación y cambios.

Si entendí bien, siguiendo las palabras del subcomandante insurgente Moisés, quien dijo en el cierre del seminario-semillero que “no sabemos si nos va a dar tiempo de multiplicar esto”, lo que se avizora no es una crisis, sino algo más serio. Insistió: “el tiempo nos está ganando”, y dijo que ya no alcanza con caminar, sino que es hora de trotar, de ir más de prisa. La noche anterior el subcomandante insurgente Galeano dijo que hasta 40 por ciento de la humanidad será migrante y que habrá despoblamiento y destrucción de zonas para ser restructuradas y reconstruidas por el capital. Creo que no pensaba en una crisis, sino en algo que podríamos llamar colapso, aunque no usó el término.

El colapso es una catástrofe a gran escala que implica el quiebre de instituciones, en forma de ruptura o de declinación definitiva. En la historia hubo muchas crisis pero pocas catástrofes/colapsos. Por ejemplo se me ocurre lo sucedido con el Tawantinsuyu, el imperio incaica, a raíz de la llegada de los conquistadores. Algo similar puede haberle sucedido al imperio romano, aunque no tengo los conocimientos suficientes para asegurarlo. En todo caso, el colapso es el fin de algo, pero no el fin de la vida, porque, como sucedió con los pueblos indios, luego de la catástrofe se reconstruyeron, pero como sujetos diferentes.

Si en verdad estamos ante la perspectiva de un colapso, sería la suma de guerras, crisis económicas, ambientales, sanitarias y naturales. Apenas un dato: la Organización Mundial de la Salud advirtió que los antibióticos serán incapaces en el futuro inmediato de combatir las superbacterias causantes de tuberculosis y neumonía, entre otras. En suma, el mundo tal como lo conocemos puede desaparecer. Si esta es la perspectiva inmediata, y los de arriba lo saben y se preparan, las prisas de Moisés están plenamente justificadas. Es hora de acelerar el paso.

LUNES 18 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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2) Conglomerados económicos “comiéndose” a países enteros
Compran enormes superficies de tierras aptas para agricultura
Giorgio Trucchi (Rel-UITA)

Recientemente, el portal de noticias internacionales New Eastern Outlook publicó un informe en el que resalta el involucramiento de grandes conglomerados económicos, con Monsanto a la cabeza, en la compra de enormes extensiones de tierras en todo el mundo.

Según varios expertos internacionales -señala el portal- la compra de terrenos representa una “inversión económica altamente lucrativa”, tanto para países desarrollados como para sus empresas transnacionales. En este sentido, para países como China, Corea del Sur, Japón, India, las naciones del Golfo Pérsico y para Estados Unidos, entre otros, la compra de terrenos agrícolas fuera de sus fronteras nacionales se ha convertido en una “política de Estado”.

Si hace unos años, el continente africano era el territorio más atractivo donde adquirir extensiones enormes de tierras a bajo costo, la crisis económica y financiera de Ucrania ha colocado a esta nación en la cima de las preferencias. De acuerdo con datos reportados por New Eastern Outlook, el fenómeno de la extranjerización de las tierras en África afecta a más de 60 millones de hectáreas, es decir dos veces la superficie del Reino Unido.

Países a la venta. Transgénicos y agrocombustibles por doquier

En Etiopía, explica el portal web, el precio del alquiler anual de un terreno no supera los 1,20 dólares por hectárea, mientras que el precio de venta se mantiene entre 20 y 30 dólares. En los últimos años, los países que más han invertido en la compra de terrenos en este continente son Alemania y Estados Unidos. “Las empresas de estos países cultivan prevalentemente trigo y aceite de palma genéticamente modificados para la producción de agrocombustibles. Monsanto, empresa líder en la producción de alimentos transgénicos, ha sido muy activa en este sentido”, explica New Eastern Outlook.

El portal señala también el involucramiento de varias universidades norteamericanas en la compra de terrenos en África, entre otras, Harvard University y Vanderbilt University, que están comprando a través del mediador inglés Emergent Aset Management. Asimismo, la Universidad de Iowa, en colaboración con AgriSol, ha iniciado un proyecto en Tanzania valorado en más de 700 millones de dólares, que prevé el desplazamiento de las comunidades de Katoomba y Misham, donde viven más de 160 mil personas.

Frecuentemente -señala la misma fuente informativa- estos nuevos “terratenientes” son ciudadanos norteamericanos que aprovechan su cargo institucional para estos fines. “El entonces embajador de Estados Unidos en Sudán, Howard Eugene Douglas, fundó la Kinyeti Development Company, con sede legal en Texas, convirtiéndose en propietario de unas 600 mil hectáreas de tierras. No deja de sorprender el hecho de que, al momento de iniciar su actividad en el sector inmobiliario, Douglas desempeñaba el cargo de coordinador para los refugiados en Sudán, muchos de ellos víctimas de los desalojos realizados por su misma compañía”, recuerda New Eastern Outlook.

Ucrania: de granero de Europa a dispensador de venenos

Muchas veces, la compra de terrenos se realiza de manera semi oculta, tratando de obviar las legislaciones nacionales que prohíben la venta a extranjeros. El portal internacional explica que, es estos casos, se crean joint ventures. “Al final, la adquisición de tierras revelará su verdadero objetivo: el colonialismo. Si en el pasado para crear una colonia había que ocupar un territorio con la fuerza, ahora es suficiente comprarlo, y los nuevos propietarios son los que mandan”, analiza la publicación.

El caso de Ucrania destaca por el proceso acelerado de extranjerización de territorios. Ucrania es el tercer exportador mundial de maíz y el quinto de trigo. Tiene 32 millones de hectáreas de tierras de cultivo, es decir un tercio de la tierra productiva total de toda la Unión Europea. De acuerdo con datos de la instancia gubernamental que controla el uso de las tierras en este país, el 75 por ciento de las tierras arables -unas 33 millones de hectáreas- ya están en manos de privados, entre ellos diferentes corporaciones agroindustriales europeas y norteamericanas.

“Estas empresas son atraídas por el bajo costo y la fertilidad de la tierra negra de Ucrania, en este momento el mejor lugar al mundo para cultivar alimentos genéticamente modificados y maíz para agrocombustibles. Monsanto ya anunció una inversión multimillonaria en el sector agrícola ucraniano, y lo mismo harán otras empresas como Cargill y DuPont”, advierte New Eastern Outlook. En definitiva se trata de una verdadera escalada al sector agrícola ucraniano. Cargill, por ejemplo, ya controla más del 5 por ciento de Ucraina UkrLandFarming, una de las más grandes empresas agrícolas del país, al tiempo que comercia de manera masiva agrotóxicos, semillas transgénicas y fertilizantes.

El portal internacional advierte también sobre la presencia en Ucrania de unas 40 empresas agrícolas alemanas, que operan en terrenos de entre 2.000 y 3.000 hectáreas. Y por si esto fuera poco, el fondo de pensiones estadounidense NCH Capital ya arrendó unas 450 mil hectáreas y se ha involucrado en la producción de transgénicos. El resultado de esta política, que tiene fuertes ribetes geoestratégicos, promovida y fomentada por la Unión Europea, Estados Unidos y los organismos financieros internacionales, es que, actualmente, cerca de 1,7 millones de hectáreas de terrenos agrícolas de Ucrania estén en manos de extranjeros.

Alerta glifosato. Autoridades mudas, ciegas y sordas

El 3 de mayo pasado, más de 30.000 médicos y expertos en salud en toda América Latina exigieron que los productos de Monsanto sean prohibidos. Uno de los principales argumentos es la reciente confirmación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que el glifosato es causante de cáncer.

Monsanto desarrolló y patentó este herbicida de amplio espectro en 1974 y, aunque su patente expiró en el 2000, sigue siendo el principio activo del herbicida Roundup, que está asociado a la mayoría de sus transgénicos. “Lamentablemente, la extranjerización de las tierras y la expansión de cultivos transgénicos parecen no preocupar a las autoridades ucranianas, las cuales han mostrado un total desinterés ante los peligros que corren tanto sus connacionales como el resto de la población europea”, concluyó New Eastern Outlook.

LUNES 18 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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3) Los miserables del mar, una perspectiva argelina
Hamza Hamouchene ()Middle East Eye
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Aquí [Argelia], como en otras partes de África, el abandono económico y la desesperación ante los regímenes autoritarios corruptos obligan a los jóvenes del continente a arriesgarse a morir para escapar a Europa. En las últimas semanas, la vecindad de la UE y las políticas exteriores occidentales, junto con la dominación económica actual del continente africano, han mostrado de nuevo sus letales consecuencias en la tragedia de la inmigración por el mar Mediterráneo.

Miles de personas, en su mayoría de África y Siria, arriesgan sus vidas cada año cruzando el mar en frágiles barcazas para escapar de las áreas devastadas por la guerra, de la pobreza, persecución y miseria para alcanzar las costas de Europa en búsqueda de una vida mejor y más segura. Lamentablemente, un número importante de ellos perece en el intento o acaba en campos y prisiones humillantes en los países del sur de Europa sólo para ser deportados y devueltos y ver destrozados sus sueños.

Lo que distingue las tragedias de este año de las anteriores es la alta tasa de ahogados, que este año supera la cifra de 1.500, cincuenta veces más que la recogida en el mismo punto de 2014. Esta diferencia se debe a los actuales conflictos en Siria, Libia y Mali, así como a la decisión inhumana de varios gobiernos de la UE de rechazar la financiación de la operación de rescate Mare Nostrum dirigida por Italia, prefiriendo abandonar a los emigrantes a su suerte, proclamando que esto puede actuar como disuasión para las personas no deseadas que intentan alcanzar la fortaleza europea.

Tratar de parar este flujo humano ha sido durante años la lógica de la UE mediante la imposición de sanciones y fuertes multas a los operadores marítimos que no comprueben la validez de los pasaportes y los visados de los viajeros. Ya en septiembre de 2007, siete pescadores tunecinos fueron acusados y encarcelados por un juez italiano por “apoyo a la inmigración ilegal”, confiscándoseles las barcas porque se atrevieron a salvar una barcaza que transportaba viajeros a Lampedusa (Sicilia), impidiendo que se hundiera, como las leyes del mar estipulan.

Vale la pena recordar aquí cómo los países europeos externalizaron la protección de sus fronteras a los regímenes autoritarios norteafricanos. Un ejemplo edificante fue el acuerdo Berlusconi-Gadafi para devolver inmigrantes a Libia sin examinar sus demandas de asilo a cambio de lucrativos contratos económicos entre ambos países. Marruecos está también cumpliendo celosamente su papel de guardián de la fortaleza europea. En 2005, 20 personas del África Subsahariana encontraron la muerte cuando intentaban cruzar las vallas levantadas en Ceuta y Melilla, en la frontera entre Marruecos y España, muriendo algunos a causa de las caídas, otros por asfixia y el resto de forma más escandalosa bajo el fuego del ejército marroquí.

La deslocalización y militarización del control de la emigración se reflejan en la agencia FRONTEX de la UE, creada en 2005 para interceptar a los inmigrantes que llegan entre las costas africanas y las islas Canarias, así como por el canal de Sicilia, sin tener en cuenta la legitimidad de ciertos casos de asilo y lejos de cualquier control democrático.

Argelia no escapó a esta lógica de cooperación con sus vecinos europeos en la “guerra contra los inmigrantes”. Así es como, en 2009, la “inmigración ilegal” pasó a ser un delito en su legislación. Argelia, que alardea de ser un faro de estabilidad en la región y que alberga inmensas riquezas en recursos de gas y petróleo, es sin embargo uno de los principales países en producir lo que llamamos “migrantes ilegales”, más exactamente Harraga, en la lengua magrebí. Harga (el fenómeno) se refiere literalmente al verbo “حرق“ (quemar en árabe) en su estricto sentido (quemar sus papeles y documentos) y metafóricamente: superar una restricción, como cruzar una línea roja o saltarse una cola o, en este caso, cruzar las fronteras y los mares.

Argelia y sus harragas

En 2014, se detectaron 7.842 cruces ilegales de frontera en la región del Mediterráneo occidental, que comprende varias áreas de la costa sureña de España y las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla. En términos de nacionalidad, la mayoría de los emigrantes son de África occidental, especialmente de Camerún y Mali. Los argelinos y marroquíes están también entre las diez principales nacionalidades, pero sobre todo en las fronteras marítimas.

Según el análisis de riesgo anual del Frontex 2015, Argelia ocupa el tercer lugar después de Siria y Afganistán en las entradas clandestinas detectadas en los puntos de cruces de fronteras (BCPs, por sus siglas en inglés). Argelia ocupó asimismo el puesto octavo en lo que se refiere a residentes ilegales.

Los harraga argelinos siguen diferentes rutas marítimas desde Argelia para alcanzar Europa: una va desde las costas de Orán (oeste de Argelia) hacia la España continental; otra (menos desarrollada) une las costas de Dellys (100 kilómetros al este de Argel) con la isla de Palma de Mallorca; y la última va desde las costas orientales (Annaba y Skikda) hacia la isla italiana de Cerdeña.

Sin embargo, también utilizan otras rutas a través de Túnez, Libia y Turquía. De hecho, desde noviembre de 2010 a marzo de 2011, el 11% de los 11.808 emigrantes irregulares interceptados en Grecia por el Frontex fueron identificados como argelinos, después venían los pakistaníes (16%) y los afganos (23%). Estas alarmantes estadísticas resultaron sorprendentes porque el número de argelinos multiplicaba por dos a los marroquíes y por seis a los tunecinos, a pesar de los disturbios que se produjeron en esos dos países con el comienzo de los levantamientos árabes.

La harga, la consecuencia de la pobreza y la hogra

Todas las clases sociales están afectadas por este fenómeno: la clase trabajadora, los desempleados, los licenciados universitarios e incluso los doctores e ingenieros. Uno se pregunta: ¿por qué esta lacra social está tan extendida, llegando mucho más allá de las clases pobres? Esta pregunta merece considerarse seriamente y responderla de forma adecuada será una tarea difícil, pero voy a intentar dar unas cuantas posibles respuestas.

La harga representa de algún modo la búsqueda de un futuro que ha llegado a un callejón sin salida en el país de origen. Es un medio para superar las restricciones sobre la libertad de movimiento, la precariedad de empleo y la marginalización por parte de las redes clientelistas; en pocas palabras, todo lo que hace insostenible la vida, un proyecto de vida imposible de conseguir en Argelia dadas las actuales condiciones. Un habitante de un pueblo marginado, Sidi Salem en Annaba, al este de Argelia, declaraba a su hermano harrag: “Perdí las llaves de mi futuro en un cementerio de Argelia llamado Sidi Salem”.

La inmigración ilegal desde Argelia es también la lógica consecuencia de más de tres décadas de liberalización de la economía, que pronunció una sentencia de muerte sobre una economía productiva y generadora de empleo, provocando un desempleo masivo y la perpetuación de una mentalidad de búsqueda de captación de rentas exportando gas y petróleo e importando todo lo demás.

La harga no puede realmente entenderse sin considerar otro flagelo que consideramos hogra en Argelia. Hogra significa desdén, desprecio, exclusión y también describe una actitud que aprueba y propaga la violencia contra muchos, los laissés pour compte (las masas olvidadas y marginadas).

“Preferimos morir comidos por los peces que por los gusanos”

A causa de las restricciones a la libertad de expresión y asociación y también debido a la falta de espacios de entretenimiento, arte y creatividad, la gente joven se siente ahogada, humillada, sin dignidad: extranjeros en su propio país y el único horizonte que pueden ver es el que está más allá del mar. En ese aspecto, es un acto de denuncia del autoritarismo y en cierto modo se trata de una cultura de impugnación por parte de un grupo social que se siente marginado y olvidado. En un mensaje poderoso a las clases dominantes en Argelia, los jóvenes dicen: “Roma wa’la N’tuma”, que significa “Roma mejor que vosotros”. También dice: “Preferimos morir comidos por los peces que por los gusanos”.

Los jóvenes argelinos arriesgan sus vidas tratando de alcanzan las costas norte del Mediterráneo para escapar de la desesperación de vivir marginados y relegados a ser Hittistes, literalmente, quienes apoyan la espalda en los muros, un término utilizado en referencia a los parados que dejaron de participar en la Argelia poscolonial. Pero en vez de reindustrializar el país e invertir en su pueblo, las autoridades argelinas ofrecieron apoyo financiero al FMI, herramienta neocolonial para el saqueo que ante todo paralizó la economía. La corrupción endémica, que se ha convertido en la situación normal en Argelia, ha empeorado aún más las cosas.

Harga es sólo el reflejo de lo que ha sido de Argelia y otros países africanos cinco décadas después de la independencia, con elites dominantes que sólo se dedican a satisfacer las exigencias del capital extranjero y a seguir las órdenes de sus amos occidentales. Es también el epítome de la supremacía blanca, de la explotación capitalista y del dominio imperialista que van de la mano de los regímenes corruptos y represivos en África y en otros lugares.

La tragedia de la inmigración que vemos en el mar Mediterráneo durará el tiempo que sigan vigentes las arraigadas estructuras autoritarias de poder y opresión, mientras esté en marcha el saqueo de los recursos naturales de África, mientras el profundamente injusto sistema en el que vivimos prosiga su dominio y exclusión de los miserables de la tierra y los condenados del mar. Es necesario y urgente que nos involucremos en la lucha por la justicia global contra un sistema que pone el beneficio por delante de los seres humanos.

Hamza Hamouchene es un escritor y activista argelino cofundador de Argelia Solidarity Campaign (ASC). Sus artículos se publican en el Guardian, Huffington Post, CounterPunch, Jadaliyya, New Internationalist y openDemocracy.

LUNES 18 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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4) Corea del Norte: la sucesión y sus precedentes
La dinastía Kim o los tres cuerpos del rey
Bruce Cumings* (Le Monde Diplomatique)

El Grupo de los Seis –Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, China, Rusia y Corea del Norte– retomó las negociaciones interrumpidas tras la muerte de Kim Jong-il para alcanzar la desnuclearización de Corea del Norte. Mientras, el nuevo “querido líder”, Kim Jon-un, multiplica las apariciones públicas ante las distintas ramas de las Fuerzas Armadas.

Estaba en Singapur el día de la muerte de Kim Jong-il, el pasado 17 de diciembre, y por suerte me encontraba a una buena distancia del bullicio de los “expertos” estadounidenses. En las columnas de The New York Times, un ex asesor del presidente George W. Bush no vacilaba en pronosticar el “fin de Corea del Norte, tal como la conocemos. […] El régimen será incapaz de mantener la unidad”, ya que el hijo, inexperto, no da la talla para enfrentar a los octogenarios caciques del Ejército (1). Algunos observadores evocaban un posible golpe de Estado; otros, en cambio, apostaban a un endurecimiento del régimen que, desde su entrada en escena, orquestaría Kim Jong-un para imponerse frente a los militares; estaban también aquellos que elaboraban el argumento de un desmoronamiento del país que obligaría a los soldados estadounidenses estacionados en la base japonesa de Okinawa a intervenir para recuperar las armas nucleares antes de que desaparecieran…

Tras el ataque cerebral que sufrió el ex presidente norcoreano en agosto de 2008, el mayor temor de Washington, varias veces expresado por la secretaria de Estado Hillary Clinton, sigue siendo el de una lucha en la cumbre del poder. El modelo parece ser el de la Unión Soviética a la muerte de Josef Stalin o el de China tras Mao Zedong. Cada cual quiere ignorar lo que sucedió en 1994 tras la muerte de Kim Il-sung: nada.

El rostro del país

Mi primera visita a la República Popular Democrática de Corea (RPDC) data de 1981. Había llegado desde Pekín con la intención de volver a salir atravesando la Unión Soviética a bordo del Transiberiano. En ese entonces las autoridades consulares habían exigido que la embajada soviética en Pyongyang me otorgara una visa. En cuanto llegué a las oficinas, un consejero, con toda seguridad un agente de la KGB, me invitó amablemente a saborear un coñac y a explicarle las razones de mi estadía en Corea.

De inmediato me preguntó mi opinión sobre Kim Jong-il, quien acababa de ser designado oficialmente sucesor de su padre en el Sexto Congreso del Partido Comunista, en 1980. Respondí que me parecía más bien insulso, algo gordo y de apariencia vulgar. “¡Oh!, ustedes, los estadounidenses –me replicó–, siempre tan apegados a la personalidad. No se dan cuenta de que, detrás de él, hay un bloque burocrático constituido de gente cuyo ascenso o caída es indisociable al ascenso o caída del sistema. Verdaderamente saben lo que hacen”, agregó, antes de aconsejarme “volver en 2020, para ver a su hijo en el poder”.

Ésa fue la predicción más justa que he escuchado jamás sobre el destino de este extraño Estado a la vez comunista y dinástico; aun cuando Kim Jong-il murió a los 69 años, lo que precipitó en algunos años el proceso de sucesión. El pueblo norcoreano conoció un milenio de monarquía y un siglo de dictadura: primero la de la era colonial japonesa (de 1910 a 1945), que obligaba a los coreanos a venerar al Emperador; luego el dominio de la familia Kim, que lleva sesenta y seis años. El 8 de enero de 2012, día del cumpleaños de Kim Jong-un (el año exacto de su nacimiento, 1983 o 1984, sigue siendo un misterio), la televisión nacional difundió un documental de una hora adornando al muchacho con todas las virtudes.

Allí, el nieto de Kim Il-sung era comparado con cada uno de los lugares y monumentos simbólicos que visitara su ilustre abuelo, y particularmente con la “montaña de cabeza blanca”. Esta larga cadena volcánica en la frontera con China, crisol de la identidad norcoreana, fue el teatro de la guerrilla liderada por Kim Il-sung contra los japoneses en la década de 1930 y el lugar de nacimiento oficial de Kim Jong-il, en 1942. El documental también destacaba el lenguaje corporal de Jong-un. Alto y fuerte, el joven aparecía sonriente, estrechando manos, adoptando ya la postura del hombre político: una persona común perfectamente cómoda en su rol de “querido líder”.

Ya había sido borrada la imagen de su padre, austero, autoritario y cínico, envarado en un anorak de esquí, la mirada oculta tras enormes anteojos de sol. Aun más destacable: el documental insistía en que los rasgos y el porte del joven se parecían a los de su abuelo cuando éste accedió al poder, a fines de los años 1940; exhumaba fotos que mostraban idénticos cortes de cabello. Como si el nieto fuera el heredero directo del inalterado patrimonio genético del abuelo.

La cultura norcoreana –tanto su poesía como su literatura– está impregnada de todo lo que se refiere al ceremonial, a los rituales, a las tradiciones, e incluso a los chismes en torno a las familias reales, particularmente sobre la cuestión del sucesor del rey. Muchos accedieron al poder siendo muy jóvenes. El rey más ilustre, Sejong (1397-1450), quien impuso el alfabeto nacional coreano (el hangul), apenas tenía 21 años cuando ocupó el trono, asistido por su padre. Como Jong-un, Sejong era el tercer hijo: el mayor había sido desterrado de Seúl por su grosería, y el menor se había convertido en monje budista. De la misma manera, en 2001, Kim Jong-nam, el primogénito de Kim Jong-il, avergonzó seriamente al régimen cuando fue descubierto intentando ingresar a Japón con una identidad falsa (para visitar Disneylandia, se dice). Después prefirió instalarse en Macao, capital mundial del juego. Nada se sabe de su hermano menor, que por otra parte no estuvo presente en los funerales de su padre.

Entre los numerosos prejuicios que circulan a propósito de los asiáticos, está aquel que dice que detestan “perder prestigio”. Los términos de “dignidad” u “honor” serían más apropiados. A ojos de los norcoreanos, el rostro del líder refleja el prestigio de la Nación. En 1981, apenas salimos del aeropuerto, cuando pasábamos delante de inmensos retratos de Kim Il-sung, mi guía me había prevenido de manera amistosa: “Por favor, no insulte a nuestro líder” (cosa que no tenía intención de hacer, pues de ninguna manera deseaba comprometer mi salida del territorio). La doctrina en vigor, antes como ahora, es el Juch’e, o chuch’e, un concepto que implica poner a Corea por delante de cualquier otra cosa en su espíritu. Según el intelectual coreano Gari Ledyard, el vocablo “e”, unido a “kukch”, “la nación”, era utilizado en el discurso clásico para evocar el rostro del país, su dignidad.

“El kukch’e –escribió– puede ser herido, avergonzado, molestado, insultado, manchado. Los miembros de la sociedad deben comportarse de manera apropiada, para que al fin de cuentas el kukch’e [la dignidad] no se pierda.” En estas palabras resuenan valores profundamente arraigados en el inconsciente colectivo norcoreano. Cualquiera que haya visitado este país ha podido verificar su vigencia, incluso si demasiado a menudo se traducen en un desmesurado orgullo o en monumentos grandilocuentes. Pero ello surge también de la voluntad de afirmar la dignidad nacional que se perpetúa.

Un pasado ideal

El penúltimo rey de Corea, Kojong, apenas tenía 11 años cuando accedió al trono, en 1863. Hasta su mayoría de edad, fue guiado por su padre, Taewon’gun. Durante su regencia, el padre había reavivado el neoconfucianismo, la ideología dominante en ese entonces, y adoptado una política de estricto aislamiento frente a los apetitos de los diferentes imperios que golpeaban a su puerta. Libró batalla al mismo tiempo contra Francia (1866) y contra Estados Unidos (1871), antes de rechazar dos años después el intento de invasión de Japón, a comienzos de la era Meiji.

Fue la época más emblemática del “Reino Ermitaño”, y aquella durante la cual la ideología del kukch’e tuvo mayor vigor. Las cosas cambiaron cuando Kojong alcanzó la edad de gobernar. Se dedicó a reformar y modernizar Corea, firmó “tratados desiguales” que abrieron el país al comercio e intentó utilizar a las grandes potencias unas contra otras. El sistema funcionó durante un cuarto de siglo, antes de provocar la pérdida de la soberanía, en 1910. En el Museo de la Revolución de Pyongyang, en cuya puerta se alza una estatua de Kim Il-sung de dieciocho metros de altura, los visitantes pueden asistir a sesiones de loas a Taewon’gun, descubrir estelas de piedra que simbolizan la muralla contra los bárbaros extranjeros, e incluso escuchar el edificante relato de las victorias coreanas contra los franceses y los estadounidenses.

En los funerales de Kim Jong-il, se pudo ver a su cuñado, Chang Song-t’ack, de 55 años, durante mucho tiempo a la cabeza de los servicios secretos, marchar detrás de Kim Jong-un. Lo seguía Kim Ki-nam, hoy mayor de 80 años, que fuera un allegado de Kim Il-sung. Así, tres generaciones marchaban solemnes al lado del Lincoln Continental de colección, adornado con el escudo de armas de la familia, que transportaba los despojos mortales hacia su última morada. Del otro lado de la limusina se erguían los jefes de los Estados Mayores de la cuarta potencia militar del mundo.

A la muerte de Kim Il-sung se había seguido el mismo ritual. Ya en esa época los expertos y los órganos oficiales se habían prodigado en conjeturas. Newsweek había titulado “The Headless Beast” (“la bestia sin cabeza”) (2). El comandante de las fuerzas estadounidenses en Corea del Sur no había dejado de repetir que bien pronto Corea del Norte iba a “implosionar o explotar”. A fines de los años 1990, la inminente caída del régimen era el leitmotiv de la Central Intelligence Agency (CIA). Casi dos décadas más tarde, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) sigue existiendo. Dentro de algunos años, su longevidad igualará a la del régimen de la Unión Soviética. Poco antes de la muerte de Kim Jong-il, un académico estadounidense ofreció una conferencia para afirmar que, a su muerte, la multitud se alzaría para derrocar el sistema: la profecía no se cumplió. En una especie de histeria colectiva, muchedumbres acongojadas se amontonaron en las calles para llorar a su líder, tal como se habían reunido en 1919 en las exequias del rey Kojong, culminación de un levantamiento nacional contra la ley colonial japonesa.

Tras la muerte de su padre, Kim Jong-il se retiró de la vida pública, dejando el campo libre a rumores de luchas de poder. Sin embargo, había actuado como cualquier delfín designado debía hacerlo en el Antiguo Régimen, prolongando tres años el duelo por su padre. En 1998, cuando se celebraba el cincuentenario de la creación de la RPDC, Kim Jong-il apareció en plena posesión de sus poderes y listo para asumir la conducción del país. Por otra parte, con el fin de inmortalizar el acontecimiento, Corea del Norte había elegido ese día para lanzar su primer misil de largo alcance.

El Presidente acostumbraba decir que el comunismo había fracasado en Occidente debido al empobrecimiento y a la erosión de su pureza ideológica; por su parte, Corea del Norte puso a Karl Marx patas para arriba –o restableció a Hegel– concluyendo que “la idea determina todo”: una fórmula que hubiera complacido a los escribas neoconfucionistas de Taewon.

¿Respetará también Kim Jong-un un largo período de duelo antes de asumir sus funciones? Parece que no tomará ese camino. Ya realizó muchas apariciones públicas, en especial en ocasión de visitas a bases militares. Por cierto, tiene interés en mantener un bajo perfil para adquirir experiencia y dejar las riendas del poder en manos de los viejos guardianes del régimen. Este año habrá elecciones presidenciales tanto en Estados Unidos como en Corea del Sur, donde no puede volver a presentarse el presidente saliente, Lee Miung-bak, odiado por el Norte por su extrema dureza. En China, Hu Jintao dejará el poder dentro de poco, y en Rusia no está asegurada la elección de Vladimir Putin. En ese contexto de redistribución de roles, parece prudente tomarse su tiempo. Mientras tanto, con Kim Jong-un el poder busca imponer a los ojos de la población un rostro del régimen mucho más agradable que el de su padre.

Una vez más, mi interlocutor soviético tenía razón: me equivocaba al atribuir demasiada importancia a la apariencia física. Poco importa a qué se parece: el rey no puede equivocarse. Incluso puede, según cuenta la leyenda construida en torno a Kim Jong-il, alcanzar varios hoyos de un solo swing en su primer recorrido de golf. En su célebre ensayo Los dos cuerpos del rey, Ernst Kantorowicz escribía que había dos reyes: el primero, un hombre común con sus fragilidades, confrontado a todas las contingencias humanas, investido del cargo real; y el segundo, que, en su eterna perfección, encarna a la monarquía (3).

Así, los norcoreanos hicieron del difunto Kim Il-sung un presidente para la eternidad, libre de cualquier imperfección. El mausoleo erigido a su gloria es el edificio más imponente del país. El rostro de Jong-un, tan parecido al suyo, ¿sabrá hacer olvidar en poco tiempo los diecisiete años del reino de Kim Jong-il, marcados por innumerables epidemias, inundaciones, sequías, el completo hundimiento de la economía y hambrunas que causaron miles de muertos? El fallecido líder cuenta en su activo con una sola realización, tan singular como discutible: la adquisición de armas nucleares.

El hombre está hecho de esta manera: conscientemente o no, está en búsqueda de un pasado ideal. Kim Jong-un aún no tiene 30 años, pero si mi interlocutor soviético tenía razón también sobre este punto, podemos prepararnos desde ahora para seguir viendo su rostro durante largos años.

1. Victor Cha, “China’s Newest Province”, The New York Times, 19-12-11.
2. 18 de julio de 1994; algunos días después de la muerte de Kim Il-sung.
3. Ernst Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Alianza, Madrid, 1989.

* Director del Departamento de Historia en la Universidad de Chicago. Autor de The Korean War: A History, Random House, Nueva York, 2010.
LUNES 18 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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5) El problema de la basura en las calles latinoamericanas
Carlos Fermín (Alai)

Cuando se trata de reducir los índices de contaminación ambiental y fomentar la práctica de la Cultura del Reciclaje, los latinoamericanos sufrimos de un continuo bloqueo mental, que nos impide asumir la responsabilidad de proteger los recursos naturales del Medio Ambiente, y generar respuestas positivas de cambio a favor del saturado planeta Tierra.

La sistemática indiferencia ecológica en América Latina, permite que los latinoamericanos produzcan de 0,7 a 1,3 kilogramos de basura a diario, por lo que cada 24 horas se originan más de 500 mil toneladas de desechos sólidos, que termina promediando casi 200 millones de toneladas de residuos anualmente. De esa trágica cifra, se recicla menos del 15% de los materiales orgánicos e inorgánicos que se descargan en los vertederos de basura a cielo abierto, los cuales acumulan, queman y contaminan toda la desidia ambiental, ocasionada por la ignorancia de los más de 600 millones de latinoamericanos que atiborran las calles de nuestra capitalista geografía.

Desayunamos, almorzamos y cenamos, pero ¿Dónde termina el cartón de huevos, la botella de Coca-Cola y la lata de atún?
Compramos, vendemos y regalamos, pero ¿Dónde termina la colilla del cigarro, el blister de los juguetes y el vidrio de los licores?
Leemos, viajamos y rezamos, pero ¿Dónde termina el papel periódico, las hojillas de afeitar y los test de embarazo?
Lloramos, reímos y soñamos, pero ¿Dónde termina el envase del cloro, el envoltorio de las galletas y las cáscaras de las frutas?
Trabajamos, dormimos y despertamos, pero ¿Dónde termina el pañal desechable, los discos compactos rayados y la mugre de las uñas?
Nacemos, crecemos y morimos, pero ¿Dónde termina el pote de champú, el tetra pak de la leche, las jeringas del hospital y las bujías oxidadas?

La respuesta es muy sencilla. Gran parte de la basura latinoamericana termina aglutinada en una genérica bolsa de plástico negra, blanca o transparente, que se deposita en el genérico contenedor de basura frente a nuestro domicilio, esperando que las agujas del reloj marquen la impuntual llegada del genérico camión compactador, que trasladará con gritos industriales todos los desechos sólidos hasta el genérico vertedero a cielo abierto, para que de generación en generación se repita la misma errática historia de abuso ambiental.

¿Por qué somos tan sinvergüenzas? Vivimos destruyendo el entorno biofísico que albergamos, y nos quedamos calladitos ante el gran ecocidio que perpetramos en la oficina, en el hogar, en las plazas, en los parques, en las playas y en las aceras de nuestros países. Desde Toluca de Lerdo en México, pasando por Maracaibo en Venezuela, y llegando hasta Tucumán en Argentina, observamos que la irracionalidad ecológica de la población latinoamericana, demuestra la falta de Conservacionismo entre los ciudadanos, y la negativa de los gobiernos de turno en aplicar la normativa legal que prioriza la práctica obligatoria del reciclaje.

Surgen las interrogantes ¿A qué normativas legales nos estamos refiriendo? ¿Será a las fantasmagóricas leyes sobre la Gestión Integral de los Desechos Sólidos, o a las ordenanzas municipales que nunca se transfieren a la colectividad?

Es obvio que la política ambiental vigente en Latinoamérica, coexiste con el mal olor, con las ratas, con los cerdos, con las moscas, con los gusanos, y con el metano que habita debajo de las capas de basura en La Ciénaga, en El Rodeo, en La Bonanza, en Yotoco, en Villa Hayes, en Norte III, en La Esmeralda, en La Chorrera, en El Milagro, en Cerro Patacón, en San José, en La Cañada, en Zona 3, en Las Iguanas, en Santiago Poniente, en Doña Juana, en Atiquizaya, en Huajara, en Yopal, en Los Pinos y en el resto de los laberintos de aniquilación ambiental, mejor conocidos como rellenos sanitarios, vertederos o botaderos de basura.

Recordemos que los mencionados laberintos del ecocidio, no fueron, no son y nunca serán la respuesta ambientalmente inteligente para alcanzar el desarrollo sostenible y sustentable de los pueblos. La cal, el aserrín y la arena, no pudieron ocultar las prolongadas grietas del extinto Jardim Gramacho, que vivió más de 30 años soportando la extrema negligencia carioca, y pronosticó la imparable crisis ecológica del actual siglo XXI.

Por desgracia, los rellenos sanitarios no representan un mecanismo técnico eficaz para disponer de la basura urbana. La verdad, es que son improvisadas áreas naturales demarcadas con estratégicos vocablos politizados, donde las empresas contratistas jamás terminan recolectando, clasificando y llevando la basura hasta los centros autorizados de reciclaje, que aprovecharían los materiales desechados en aras de su reutilización como materia prima, para la fabricación de nuevos productos de bajo impacto ambiental.

Por el contrario, en América Latina se acostumbra a quemar la basura en horas de la madrugada, desprendiendo un huracán de cenizas tóxicas que maltrata la calidad del aire, y provoca enfermedades respiratorias a las personas que las inhalan, pues esas sustancias nocivas para la salud, malogran los pulmones de los Seres Humanos y carcomen la caja torácica del alérgico Medio Ambiente.

Imagina que se queme una bombilla rota en un vertedero de basura, cuyo mercurio se mezcla con el poliestireno expandido de una vieja manualidad escolar, la cual se filtra con la espuma alcoholizada que quedó atrapada en las botellitas de las cervezas, y acabó sulfatándose con las pilas alcalinas usadas por la cámara digital.

Si admitimos que la irresponsable quema de basura a cielo abierto, se efectúa los 365 días del año en diferentes localidades de nuestros países, podemos entender el colosal círculo vicioso en el que nos hallamos inmersos. Además, estamos dañando la capa vegetal de los ecosistemas, propiciando la entrada furtiva de familias que viven en estado de indigencia, colapsando las alcantarillas en épocas de lluvia, y acrecentando la plaga de roedores, aves carroñeras e insectos que llegan hasta los centros urbanizados en los que vivimos, originando una crisis epidemiológica que afecta a todos los estratos sociales.

Seamos sinceros, la solución del escollo socio-ambiental presentado, va más allá de modernizar, eliminar o maquillar la basura acumulada en los rellenos sanitarios. Lo que en realidad enfrentan los latinoamericanos, es una asfixiante tendencia consumista encabezada por el todopoderoso dios dinero, a quien no le interesa el fatal destino de su capitalismo salvaje y de sus esclavos, para transformarlos en piltrafas humanas disfrazadas de hombres y mujeres con agudo pensamiento crítico.

El chiste es trabajar, comprar, ganar, codiciar, envidiar, robar, matar y volver a contarle el chiste al vecino. Por eso, la adicción a la oferta y demanda de cualquier mercancía subastada, se sincroniza con la clásica debilidad cognitiva del proletariado, que siempre se niega a ejercitar la maléfica Cultura del Reciclaje, la traicionera Eficiencia Energética y el pecaminoso Ahorro del Agua Potable. Así, el gran ecocidio se vuelve tan rápido y furioso, que no llegamos a comprender las consecuencias de reír a carcajadas, por la amarga cotufa de nuestro espectacular egoísmo consumado.

No importa si son niños, adultos o ancianos. Los latinoamericanos no tenemos la suficiente madurez intelectual, para reconocer la importancia del Medio Ambiente y ayudar con el cuido de la hermosa Gaia. Hay mucha terquedad en la sien del pueblo, que sigue bloqueado ante la posibilidad de reflexionar por las constantes injusticias ambientales cometidas en sus territorios.

Así como tenemos la voluntad de pasar horas conectados a las redes sociales en Internet, también podríamos reciclar los envoltorios de las golosinas después de comerlas. Así como tenemos la voluntad de ir al cine y ver los atractivos estrenos hollywoodenses, también podríamos reciclar los componentes electrónicos del televisor obsoleto. Así como tenemos la voluntad de casarnos en la Iglesia, procrear muchísimos hijos y divorciarnos luego de nueve meses, también podríamos reciclar la montaña de basura que compartimos en la inolvidable luna de miel.

Odiamos el reciclaje, porque desde la infancia nos dijeron que la basura no se toca, pero sin darnos cuenta, nos convertimos en basura al no tocar el arte del reciclaje. La gente piensa que la basura desaparece como por arte de magia frente a sus ojos, y consideran que no existen razones para sentir un mínimo de remordimiento. Vemos que la mayoría de las personas, siempre lanzan con furia los desperdicios en el contenedor de la basura. Lo hacen con rabia, con mucho enojo y de forma brusca. Nadie quiere sacar la basura a la calle, porque genera fastidio, pena y vergüenza.

Pero, fuimos nosotros quienes compramos todos esos productos que atosigaron al carrito del supermercado, y los pagamos con la tarjeta de crédito, de débito o en efectivo. Fuimos nosotros quienes cocinamos, comimos y usamos esos alimentos adquiridos en las tiendas por departamento. Fuimos nosotros quienes devoramos el empaque de McDonalds con las hamburguesas, los refrescos y las papas fritas.

Pese a ello nos preguntamos: ¿Por qué después del festín consumista ya nadie quiere responsabilizarse de la basura producida? ¿Será que pasamos de ángeles a demonios en un santiamén? ¿Será que somos los grandes cómplices de la barbarie ecológica que ampara al siglo XXI?

Creemos que el planeta Tierra es un majestuoso orgasmo cósmico, y que la vida es el mejor sueño en la historia del Universo. Tenemos la suerte de vivir en un refugio seguro para la existencia humana, ya que reúne las condiciones idóneas para custodiar el transcurrir de nuestra efímera vida. Por eso los Seres Humanos estamos en deuda con la Pachamama, y debemos conllevar un modus vivendi que priorice el bienestar de los recursos naturales, y permita una favorable interacción con su sagrada biodiversidad.

Meditemos sobre el desastre ecológico que exterioriza el atiborrado planeta Tierra, aceptando los prejuicios sociales que existen alrededor de la recolección de la basura, el doble discurso de los gobernantes que se cargan de demagogia para conseguir más votos del pueblo, y la apatía de la ciudadanía que se transforma en los mejores títeres del aberrado show circense.

El reciclaje requiere de un trabajo mancomunado entre los organismos públicos, la empresa privada y las ONGs, para cumplir con la sinergia ambiental de la regla de las 3rs (reducir, reutilizar y reciclar). Aquí NO funciona el individualismo, la hipocresía y el burocratismo. Sin embargo, en los países latinoamericanos el ámbito político se encarga de condicionar toda la peste que menosprecia, soborna y destruye el interés conservacionista de ayudar sin pedir nada a cambio.

Estamos resintiendo el déficit de programas ambientales que realmente valoricen la recuperación y la reutilización de la basura doméstica e industrial, porque los regímenes gubernamentales dependen de la Cultura del Consumo, del Derroche y del Descarte, para maximizar el grado de felicidad, confort y placer de sus engreídos habitantes. Aunque nos duela reconocerlo, si nuestros compatriotas latinoamericanos no son amenazados con el pago de unidades tributarias, con muchísimas horas de servicio comunitario, con la privación de libertad o con cualquier otra artimaña legal, pues nunca van a formar parte de la consecuente cadena del reciclaje.

Para colmo de males, los supermercados, abastos y demás comercios que ofertan productos de consumo masivo, rechazan la aplicación de mecanismos de devolución, acopio, almacenamiento y transporte, que garanticen la reutilización del plástico, vidrio, cartón, papel o metales obtenidos con las ventas al mayor y detal. Tan solo se vislumbra un frenesí de consumismo, que juega con el poder adquisitivo de los clientes, y no asume la culpa del libertinaje ambiental reinante.

Si bien muchos productos de primera necesidad, exhiben un símbolo ecológico que invita a depositarlos en un contenedor de basura, o a reciclarlos en una planta de tratamiento de residuos. El gran inconveniente, es que esa información gráfica se halla escondida en el empaque, envase o botella. Con alevosía, las transnacionales colocan la imagen de manera muy pequeña, casi imperceptible e ilegible para la vista del tradicional consumidor analfabeto. Se sabe que nadie va a leer ni a practicar el reciclaje. Los propietarios de los supermercados también se lavan las manos, asumiendo que toda la lista de deberes y derechos está explícita en la etiqueta de los artículos, por lo que no se sienten aludidos ante el semejante despotismo socio-ambiental causado.

Gran parte de las toneladas de la basura latinoamericana NO es biodegradable. La obsolescencia programada de la Madre Naturaleza, puede tardar de 5 a 1000 años en degradar todo el plástico que se mezcla con tintas artificiales, aluminios, resinas sintéticas, escombros de la calle y pulpa de celulosa. Por eso, mientras esperamos el lanzamiento del nuevo Iphone, del nuevo Galaxy, de la nueva Macbook, del nuevo Android y del nuevo Xperia, podríamos visitar alguna región de los ancestrales pueblos originarios, para pedirles perdón de rodillas a cada uno de nuestros hermanos indígenas, quienes son los más perjudicados por la sobreexplotación de los recursos naturales y por la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que va deforestando, contaminando y arrasando con la nobleza de los más inocentes.

La culpa no es de los chilenos, de los mexicanos o de los brasileños. Tampoco de los venezolanos, de los argentinos o de los ecuatorianos. Ni mucho menos de los colombianos, de los peruanos o de los bolivianos. Todos pero absolutamente TODOS los latinoamericanos, somos culpables del gran ecocidio protagonizado en el siglo XXI. Estamos ciegos, sordos y mudos, porque no recibimos clases de Educación Ambiental en nuestro proceso de aprendizaje escolar. Los profesores nos llenaban el cerebro con palabras en inglés, con cálculos de Álgebra y con frases de Filosofía, pero nunca nos enseñaron a clasificar los residuos del desayuno, a reutilizar la tiza del pizarrón y a reciclar los hematomas del recreo.

La tendencia negativa en América Latina se agudizará en los próximos 15 años, a causa de la aglomeración del incontrolable e-waste, por la expansión de la chatarra de automóviles y neumáticos en terrenos baldíos, por el desaprovechamiento de la minería urbana para frenar la alta tasa de desempleo, por el hipnótico bombardeo publicitario que se transmite en los canales de TV, por la no masificación de centros de reciclaje que sean fácilmente localizables en las calles, por la no comercialización de productos fabricados 100% con materiales reciclados, y por la falta de diversificación de la matriz energética, que castigará con fuerza al horizonte ecológico latinoamericano, incrementando los niveles de polución por las emisiones de gases de Efecto Invernadero.
Como vimos a lo largo y ancho del informe, el reciclaje es una auténtica letra muerta para los gobiernos, las comunidades y sus lugareños. Los hogares latinoamericanos no separan la basura doméstica desde la fuente, ya sea por desconocimiento, conformismo o porque saben que el camión compactador del aseo urbano, se encargará de mezclar todos los residuos y estropeará la tarea del reciclaje.

Ya basta de infructuosos planes pilotos, de corruptos acuerdos bilaterales y de trilladas charlas dictadas el 17 de mayo, que jamás obligan a practicar el Conservacionismo. El libre albedrío del híper-consumismo, nos ahoga con tanta basura de los pies a la cabeza. Ojalá que podamos encontrar la llave y desbloquear el reciclaje en Latinoamérica, para que ya no sea un tema tabú, una piedra en los zapatos, o una mancha de sangre que germina en lo más profundo del bosque.

LUNES 18 DE MAYO DE 2015 – COMCOSUR
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“Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante, la clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante”. — Carlos Marx
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