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LUIS ERNESTO SABINI FERNÁNDEZ: “EL CAPITALISMO GENERÓ MUCHA VORACIDAD” – comcosur al día 2246 – 22.04.2020

COMCOSUR AL DÍA / AÑO 21 / Nº 2246 / miércoles 22.04.2020 – Hoy:

1) Víctimas de coronavirus que podremos recordar con nombre propio: Luis Sepúlveda, chileno /Serpal
2) Víctimas de coronavirus que podremos recordar con nombre propio: Juan José Noveched, uruguayo /Crysol
3) Medios y COVID-19 en América Latina /Observacom
4) Ofensiva del capital /José Antonio Rocca
5) Luis Ernesto Sabini Fernández: “el capitalismo generó mucha voracidad” /Alexis Rasftopolo
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“Siempre he partido de una idea elemental: la de que la verdad no necesita ser justificada por la adecuación a un objetivo superior. La verdad es la verdad y nada más. Debe ser servida, no servir.”
Eugenia Ginzburg / “El vértigo”.
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1) VÍCTIMAS DE CORONAVIRUS QUE PODREMOS RECORDAR CON NOMBRE PROPIO: LUIS SEPÚLVEDA, CHILENO

Redacción de Agencia SERPAL / Servicio Prensa Alternativa

In Memoriam

Luis Sepúlveda falleció en Asturias, tras casi dos meses de haber sido ingresado en grave estado afectado por una neumonía que derivó en coronavirus. Luis Sepúlveda fue uno de los tantos chilenos que tuvo que huir de su país en los años 70 cuando las dictaduras militares con el apoyo de los gobiernos de los Estados Unidos implantaron a sangre y fuego el neoliberalismo en varios países de América Latina.

Entonces muy joven (24 años), había colaborado en la parte cultural del Gobierno socialista de Salvador Allende.

Escribió y llegó a publicar diversos artículos y relatos. Cuando el golpe de Pinochet en el 73, fue detenido y trasladado a un cuartel militar. Pasó más de dos años encarcelado antes de salir al exilio con la ayuda de Amnistía Internacional. Residió en varios países latinoamericanos, desde donde colaboró con la resistencia y la denuncia de la dictadura chilena.

En el 79 se unió a las brigadas internacionales que apoyaron a la guerrilla nicaragüense que derrocó al dictador Somoza.

Finalmente se radicó en Alemania, donde trabajó como periodista. Su activismo político se orientó entonces hacia la lucha en defensa del medio ambiente y participó en actividades de Greenpeace. Se vinculó con movimientos indígenas e investigó las diferentes culturas de su continente, posible herencia de su madre, una enfermera de origen mapuche. En 1997 se radica en Gijón, Asturias, y su carrera literaria le lleva a obtener distinciones en varios países, entre ellos Francia, Italia, Alemania y su Chile natal. Publicó más de 20 libros, novelas, y numerosos artículos y ensayos que han sido traducidos a varios idiomas. Uno de los más conocidos,

Un viejo que leía novelas de amor. También cuentos para niños, como Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, que tuvo amplia difusión y que también fue adaptada al cine como un dibujo animado. Esta vertiente, la de los relatos para pequeños fue el motivo por el que hace unos tres años me vinculé con Luis. No llegamos a conocernos personalmente, pero sí intercambiamos sobre la cultura mapuche a un lado y otro de los Andes. Era una persona amable, cordial, que transmitía la paciencia de quien ha pasado muchas dificultades, pero que ha vivido intensamente.

Luis se consideraba un luchador por un mundo mejor, y argumentaba que sus libros intentaban ser la voz de los perdedores. Luis Sepúlveda tenía cinco hijos y varios nietos. Hace unos años, publicó en la revista cultural del diario Clarín de Buenos Aires, un hermoso relato de su relación familiar: «De cómo un buen padre puede cometer errores». Vale la pena acceder a la web de Clarín para leerlo, porque ese texto fácil y entrañable le muestra en toda su dimensión humana, la que también logró trasladar a muchos de sus textos literarios; pero lo que es más importante, es que fueron los rasgos que definieron su trayectoria vital. Una pérdida irreparable para la cultura chilena y latinoamericana.

Carlos Iaquinandi Castro /Centro Latinoamericano de Reus

“DE CÓMO UN BUEN PADRE PUEDE COMETER ERRORES”

Por Luis Sepúlveda *

Tengo seis hijos, cinco chicos y una chica, todos adultos, me han hecho abuelo cinco veces y, cuando consigo reunir a toda la parentela en torno a la mesa, me gusta que me llamen “viejo”.

–¿Qué vino abro, viejo?– suele preguntar el mayor, Carlos, que nació en Chile y junto a su madre recuperada del infierno de Villa Grimaldi salió a la no-patria del exilio. Tenía apenas nueve años, el recuerdo de un padre en la cárcel primero y más tarde en países de nombres extraños, un atado de cartas y una figurita protectora del capitán Hans Solo.

Yo no estaba junto a él cuando a su madre la sacaron a golpes de la casa, con una capucha negra cubriendo la cabeza, y tampoco lo llevé de la mano hasta el avión de siglas escandinavas que lo alejó para siempre de Chile. Pero nunca me cobró esa falta y, cuando hace nueve años, puso en mis brazos el pequeño cuerpo de Daniel, mi primer nieto, con su –te quiero, viejo– me dijo que todo estaba en orden entre nosotros.

–Abre el mejor vino, Carlitos– le respondo.

Mientras el resto de los hijos, nietos, nietas, nueras y yerno se afanan poniendo la mesa o preparando las ensaladas y los postres yo sonrío desde la parrilla, porque el asado es asunto del “viejo”, y me enternece saber que vienen de lejos; unos desde Suecia, otros de Alemania, la hija de Ecuador. Me divierten sus consultas culinarias en sueco y español, en alemán y español, en inglés y español, y el humo de las grasitas cayendo sobre las brasas me huele al mejor cosmopolitismo, a la mejor manera de ser, y entonces pienso en mi viejo, en cuánto le habría gustado estar aquí.

De pronto sé que mi viejo está ahí, conmigo, porque pegado a él aprendí la alquimia del asado en el patio luminoso y lejano de una casa de Santiago que ya no existe más que en mi memoria.

Me gustaba verlo encender el fuego, los dos en el patio y con la radio encendida, escuchando la trasmisión directa desde el hipódromo Chile. Muchas veces me pregunto si he sido un buen padre, y la respuesta es que no lo sé. Supongo que mi viejo se habrá hecho también la misma pregunta, y yo sí sé que fue un buen padre, a su manera, aunque para muchos de la familia era la peor manera. No recuerdo de él ni un solo arranque de autoritarismo sino más bien lo contrario, porque era tímido y casi pedía permiso antes de soltar lo que tenía que decir.

A veces mi viejo esperaba a que mi madre, un monumento a la paciencia, mi hermano y yo termináramos el postre, y decía:

–En la puerta dejé esperando un muchacho, un buen chico, un poco castigado, y de eso quería hablarles. Entonces iba hasta la puerta y regresaba en compañía de un tipo de aspecto fuerte y al que le habían desparramado la cara a golpes. Lo presentaba como “El Lobo de San Pablo”, un boxeador en desgracia de los muchos que frecuentaban el México Boxing Club de la calle San Pablo, y nosotros nos enterábamos que aquel hombre representaba todas las esperanzas posibles porque tenía pasta de campeón, y mi viejo era su flamante apoderado. Tuvo varios pupilos, de categorías diferentes, ninguno fue jamás campeón. En eso me parezco a mi viejo; yo también perdí todos los combates.

–Pero subió al ring y eso es lo que importa– respondía mi viejo cuando mi madre le recordaba el último fracaso. Y así es, viejo, también subí al ring, y eso es lo único que importa.

–Viejo, ¿le pongo unas gotitas de limón a la palta?– pregunta mi hijo León, que nació en Hamburgo, y que de puro cariño a mí, a su viejo, vino a España a perfeccionar su español en la universidad de Oviedo. Sé que me quiere y sé que le he fallado, porque le robé horas de infancia, horas sagradas en las que debimos estar juntos fabricando barriletes o haciendo barra al Sankt Pauli F.C. en el estadio del barrio. ¿Qué diablos hacía yo entonces como corresponsal en Angola,

Mozambique, Cabo Verde, El Salvador?, si lo que más quería era estar con él, con su hermano gemelo Max, y con Sebastián, mis tres hijos hamburgueños.

Mi viejo también se iba a veces. Ahora sé que padecía depresiones, que todos los sueños rotos se le venían encima y entonces se aislaba del mundo en el espacio reducido que ocupaba la radio, con la cabeza inclinada igual que el perrito de la RCA Víctor, escuchando sus tangos que lo llevaban al infierno de una nostalgia atroz e inútil, o las emisiones en español de radio Neederland que tal vez lo hacían sentir protagonista de los viajes que nunca hizo.

–¿Qué te pasa, viejo?– le pregunté muchas veces, y su respuesta era una caricia el tiempo que decía:

–Nada, hijo, estoy triste, eso es todo, pero no me pasa nada.

–Huele rico–, dice mi hija Paulina, y me abraza pegando su cabeza a mi pecho y yo sé que su amor se torna fuerte cuando los latidos de mi corazón me acusan, porque también le fallé y en lugar de estar donde quería, el parque de juegos de Iñaquito, fue más fuerte el deseo de subir al ring en Nicaragua.

Una vez, cuando mi hija ya era adulta, le conté que en medio de los tiroteos algunos besaban una estampita con la imagen de un santo, pero yo besaba una fotografía en blanco y negro que la mostraba risueña, en mis brazos, y me juraba a mí mismo que si salía vivo de ahí recuperaríamos todo el tiempo que le robé.

La peor certidumbre es aquella que nos muestra lo irremediable.

Sé que mis hijos sintieron mi ausencia a la salida de la escuela, cuando llovía y los padres de sus compañeros los esperaban con los paraguas abiertos, con el coche calientito, con un pastel en la mano. Yo sentí la ausencia de mi viejo cuando, tras anunciarlo tímidamente, se largaba siguiendo una vocación de comerciante condenado al fracaso. Durante meses no llegaban cartas y entonces sabíamos que la crianza de vacas en la Patagonia se había ido el carajo, que el corral de caballos pura sangre se había incendiado, que el restaurante se lo habían robado los socios, que le habían crecido los enanos. Pero al regresar, siempre sin ningún aviso, salvo los suspiros de mi madre, contaba sus fracasos como si fueran los mejores chistes y, así, cortando rebanadas de salame exclamaba:

–Y pensar que este pingo tan sabroso estaba destinado a ganar el Derby de Kenntucky. Entonces yo lo quería con furia, olvidaba su ausencia y descubría que ningún amigo del barrio tenía un viejo tan macanudo como el mío.

–¿Y si probamos una puntita?– dice mi hija, y yo corto una tirita dorada de carne que se lleva a la boca suspirando. Se acerca también mi nieta Camila, el terror de las librerías de Quito pues no perdona que mis libros no estén en lugares destacados, y yo sé que muy pronto tendré también a mi lado a Valentina, que acaba de nacer hace dos semanas.

También mi madre, que recién falleció, se acercaba a mi viejo cuando éste declaraba que ya faltaba muy poco para llevar el asado a la mesa. Yo lo miraba cortar y ofrecer a su mujer la tirita de carne, a esa mujer que se bancaba sus ausencias y los altibajos, más bajos que altos, de su pasión comercial, o sus fracasos de burrero dueño de caballos a los que daban las llaves para cerrar el hipódromo. Esa mujer era su fuerza.

Lo descubrí tarde y creo que ninguno de ellos lo supo a tiempo. Mi madre era tesón, firmeza y llevaba las riendas de la casa. Mi viejo era un puñado de sueños lindos que hacían menos triste la vida.

¿He sido un buen padre, o simplemente un padre sin adjetivos? No lo sé. Y mientras Max se acerca y me dice que el computador está funcionado rápido y libre de lastres, porque Max es el genio de la familia en este rubro y tras cada visita suya todo lo electrónico queda mejor que recién comprado, pienso que por él y sus hermanos aprendí lo más difícil de la lengua alemana: la capacidad de prodigar ternura y establecer complicidades de amor. Al regresar de cada viaje a África, antes de volver a nuestra casa de Hamburgo me quedaba una noche en un hotel de Frankfurt para limpiarme, para quitarme todo el olor a muerte, a corrupción, a mentira, a desmoronamiento de los mitos que siempre se pegó a la piel de los corresponsales de guerra como un tatuaje del “territorio comanche”. Recién entonces me atrevía a abrir la puerta de nuestra casa, besar a mi mujer, y abrazar a mis hijos. En el hotel de Frankfurt se quedaban también el español y el portugués, y la lengua alemana era un fuente de ternura recíproca que nos mantenía a salvo, porque en la década de los ochenta solían llegar a casa algunos compañeros de rostros compungidos, y sentados en la cocina soltaban el “mataron a Roberto, lo degollaron”, y mis hijos, a salvo del horror, adivinaban sin embargo mi tristeza y me pedían que les contara una nueva aventura del pirata del Elba, o del gran jefe culo rojo, un cacique sioux que eliminaba a sus enemigos a pedos.

Antes de retirar la carne de la parrilla se acerca Jorge con su cámara fotográfica, desde pequeño quiso ser fotógrafo y lo va consiguiendo. No soy el padre biológico de Jorge, pero sus hermanos siempre le hicieron sentir que era uno más del equipo, con iguales deberes y derechos.

–Viejo, ponte más cerca para que salga también el humo– me ordena, y yo le respondo si se cree Daniel Mordzinski o Cartier Bresson, pero poso para él con mi mejor cara de parrillero.

Mi viejo volvía de sus idas reales o autistas y, al hacerlo, llegaba el momento de oír sus historias de horror ingenuo. Mi hermano y yo nos sentábamos junto a él y entonces empezaba a hilar cuentos que, no sé si los habrá leído en alguna parte, pero que eran protagonizados por un único personaje, La Mortaja, algo así como un zombi al que siempre engañaban los mortales.

Ahora es Sebastián el que me acompaña. Con su video cámara registra los movimientos de poner brasitas en el braserito y sobre él las carnes doradas y fragantes. Siempre quiso ser camarógrafo y lo consiguió. Cuando estudiaba en la escuela de cine de Munich acepté como una novedad que me mostrara las películas de Einsenstein o de Fritz Lang. Todos mis hijos son mis favoritos, pero con Sebastián nos une algo intangible y cuya razón está en que, tras su nacimiento, tomé un año del permiso pos natal al que también teníamos derecho los hombres en Alemania. Su madre siguió trabajando y el chico vivió pegado a mi pecho en una bolsita canguro que se ponía como una mochila pero al revés. Cada cuatro horas salíamos rumbo a la clínica donde trabajaba su madre para que mamara, hacíamos las compras, retirábamos o devolvíamos libros a la biblioteca del barrio y, al hacerlo, recordaba el olor a tabaco de mi viejo cuando me abrazaba en las frías tardes de esos inviernos y de ese Santiago ya irremediablemente perdidos.

No sé si he sido un buen padre, pero sé que he disfrutado de cada segundo junto a mis hijos, pero también sé que debí pasar mucho más tiempo junto a ellos. No sé si siempre he sido justo, pero ellos sí que lo han sido.

Mi hijo Carlos es músico, en una gira mundial con su grupo, Psycore, en el momento en que las adolescentes gritaban y lloraban porque Carlos “Kalle” Sepúlveda, el único no nacido en Suecia del grupo, entregaba los toques finales de su solo de guitarra, de pronto se detenía, levantaba el instrumento y gritaba: ¡Esta guitarra me la dio mi viejo! Y continuaba tocando, llenando el escenario con sus notas prolongadas y su aspecto feroz de líder del grupo de rock más heavy de Escandinavia.

Vi en MTV esa actuación de su grupo, y mientras lo hacía regresé a una tarde en Hamburgo y me vi entrando en Stenway & Sohn, la mejor casa de música, y saliendo con la Fander Stratocaster que todavía suena en sus manos, aunque hayan pasado ya más de veinte años. Y fui mucho más atrás, porque vi a mi viejo saliendo de una librería de Santiago con una estilográfica “centenario” que me entregó con un simple “sé que te gusta escribir”.

El amor de los hijos llega de diferentes maneras; a veces tiene la forma de fotocopia de un diploma, como el de Paulina, de recién egresada de la facultad de Periodismo, o de un mameluco color naranja (modelo Guantánamo dijo Max) que destacaba entre varios mamelucos blancos en una feria del automóvil de Barcelona. En todos los mamelucos blancos se leía la palabra Siemens, pero en el naranja ponía: “Max Sepúlveda Team Cheff”, o de esos bultitos frágiles que recibo tragándome las lágrimas mientras me dicen: es tu nieto Daniel, es tu nieto Gabriel, es tu nieta Camila, es tu nieta Valentina, es tu nieta Aurora.

Por fin estamos todos sentados junto a la mesa fragante, Carlos sirve vino, Sebastián lo prueba y exclama que está buenísimo, Paulina ofrece ensaladas, Jorge corta pan, Max y León reparten las carnes intentando ser ecuánimes, los nietos y nietas exigen costillitas, las nueras y el yerno les ayudan a cortar, y Pelusa, mi mujer, mi compañera que me conoce más que yo mismo, me toma una mano y dice: son tus hijos, Lucho. Son tus hijos.

De mi viejo tengo; una fotografía junto a mi madre y una cajetilla de cigarrillos Monarch que tenía en los bolsillos al morir. ¿Y el recuerdo? Sí, también, pero no me pertenece del todo porque se va diluyendo y aparece a ramalazos, de manera aleatoria, y a veces dudo y me pregunto si el viejo fue realmente así, o si son los mecanismos salvadores de la memoria que siempre recuerdan lo mejor.

¿Cómo me ven en realidad mis hijos? En una ocasión, León me preguntó cómo era su abuelo y lo único que pude responder fue: un viejo lindo. ¿Qué responderán cuando sus hijos les pregunten cómo era yo?

Carlos, con la boca llena de jugo exclama que el asado está mejor que nunca.

–Te quedó rico, viejo– apoya cualquiera, y Sebastián golpea su copa con el tenedor pidiendo un brindis.

–¡ Por el viejo! – y todos levantan sus copas.

Entonces le pido a la vida que permita por muchos años que el asado siga siendo asunto mío, que sea asunto del viejo convocar a los hijos y nietos a la mesa familiar.

No sé si soy, si he sido un buen padre. Pero sé del cariño de mis hijos y que he tratado de ser un amigo con el que siempre podrán contar, un compañero para todo lo que venga. Y con eso estoy en paz.

Luis Sepúlveda

* Publicado en el 2013 en “Clarín”. El escritor chileno Luis Sepúlveda explora los códigos secretos de su relación con sus seis hijos: lazos profundos que incluyen más gestos que palabras. De la serie Mundos íntimos de colección.

Carlos Iaquinandi Castro /Centro Latinoamericano de Reus /Serpal
COMCOSUR AL DÍA / AÑO 21 / Nº 2246 / miércoles 22.04.2020
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2) VÍCTIMAS DE CORONAVIRUS QUE PODREMOS RECORDAR CON NOMBRE PROPIO: JUAN JOSÉ NOVECHED, URUGUAYO

Noveno fallecido de COVID-19 en Uruguay

La mención a Juan José Noveched, que murió hoy de coronavirus, en uno de los libros más famosos de Galeano.

El País, 15.04.2020.

En «El libro de los abrazos», Galeano lo nombra en un relato que titula «La burocracia/1», donde señala una situación que vivió el recientemente fallecido en 1973 cuando era preso político.

El célebre escritor uruguayo Eduardo Galeano contó una historia sobre Juan José Noveched -el noveno fallecido por coronavirus en Uruguay- , en una de sus obras más reconocidas, «El libro de los abrazos» (1989).

En ese texto, Galeano lo nombra en un relato que titula «La burocracia/1», donde señala una situación que vivió el recientemente fallecido en 1973 cuando era preso político.

Allí, el escritor uruguayo narró la situación por la cual Noveched perdió una mano y lo que le ocurrió en una de las cárceles cuando quiso recuperar su brazo perdido.

A continuación el relato completo que escribió Eduardo Galeano -quien escribe de manera diferente el apellido-, que se titula «La Burocracia/1».

«LA BUROCRACIA/1»

«En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visita ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento.

Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda.

Noueched era manco.

Había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo. Después, él. El brazo cayó en Montevideo. Noueched venía escapando a todo correr cuando el policía que lo perseguía alcanzó a pegarle un manotón, le gritó: ¡Dése preso! Y se quedó con el brazo en la mano. El resto de Noueched cayó un año y medio después, en Paysandú.

En la cárcel, Noueched quiso recuperar su brazo perdido:

– Haga una solicitud -le dijeron.
Él explicó que no tenía lápiz:
– Haga una solicitud de lápiz – le dijeron.
Entonces tuvo lápiz, pero no tenía papel:
– Haga una solicitud de papel – le dijeron.

Cuando por fin tuvo lápiz y papel, formuló su solicitud de brazo. Al tiempo, le contestaron. Que no. No se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil».

(Fragmento de El libro de los abrazos – Eduardo Galeano)
Fuentes: El País – Crysol
COMCOSUR AL DÍA / AÑO 21 / Nº 2246 / miércoles 22.04.2020
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3) MEDIOS Y COVID-19 EN AMÉRICA LATINA

Observacom, 16 de abril de 2020

La crisis sanitaria global generada por la expansión de COVID-19 presenta una serie de desafíos para empresas del sector de las comunicaciones y para los Estados de la región, que deben responder y garantizar la libertad de expresión el derecho a la información en el contexto de la pandemia.

Sin embargo, este escenario de excepción, algunos gobiernos de América Latina han adoptado medidas que favorecen a los intereses de los medios comerciales.

En notas anteriores ya nos hemos referido a las medidas de los gobiernos y acciones de empresas de telecomunicaciones en relación al acceso a las tecnologías de información y comunicación, así como a los problemas sobre la regulación privada de las grandes plataformas de Internet para la moderación de contenidos y a las dificultades que plantea el uso de herramientas de vigilancia para combatir la pandemia.

En este caso, el objetivo es brindar un panorama sobre cómo se teje la relación entre medios y gobiernos en el contexto de emergencia sanitaria, el abordaje propuesto las relatorías de libertad de expresión y, en qué medida, el accionar de medios y gobiernos garantiza o pone en riesgo el derecho a la comunicación.

El enfoque de derechos humanos

Los Relatores de Libertad de Expresión de Naciones Unidas, las Américas y Europa instaron a través de su declaración conjunta a los gobiernos a promover y proteger el acceso y la libre circulación de la información durante la pandemia del COVID-19, proporcionando información veraz y en formatos accesibles sobre la naturaleza de la amenaza que supone el coronavirus. Asimismo pidieron que se apliquen las leyes de acceso a la información, especialmente, para que los periodistas puedan cumplir con su función, crucial en un momento de emergencia de salud pública.

En la misma línea, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó un informe de recomendaciones para abordar la pandemia desde un enfoque de derechos humanos a través de la adopción de una serie de medidas para gobiernos y empresas en materia de libertad de expresión en Internet (garantizar el acceso y abstenerse de bloquear sitios de medios de comunicación, plataformas o cuentas particulares de Internet), combatir la desinformación, asegurar el acceso a la información pública, garantizar el derecho a la privacidad y el tratamiento de datos personales de pacientes y personas que se realizan exámenes durante la pandemia.

El Relator para la Libertad de Expresión de la CIDH, Edison Lanza, reconoció que, en este contexto en que crecen las audiencias y hay necesidad de información, los medios están teniendo dificultades para obtener ingresos y alertó sobre el desempleo en el sector.

“Es justo en el momento de mayor audiencia que los medios no están pudiendo recibir ingresos… estamos viendo que en muchos países se está enviando a decenas o centenas de periodistas rumbo al desempleo. Se están reduciendo las plazas, se apuran planes para cerrar las ediciones en papel y, también, hay un tema que preocupa: los medios locales”, dijo Lanza a el periódico La República.

Frente a este escenario, y teniendo en cuenta el rol central de los medios para informar a la población del COVID-19, Lanza planteó la necesidad de establecer “ayudas estatales neutrales”.

“Debería establecerse una ayuda que no sea discriminatoria por línea editorial, porque está la tentación. Puede ser [una ayuda económica]. O una exoneración de impuestos durante un lapso, o un fondo de emergencia. Puede haber varias fórmulas. Otra es el acceso a seguros de desempleo parcial para permitir que los periodistas sigan trabajando desde sus casas a medio tiempo. En fin, se trata de ser creativos, dependiendo de las herramientas disponibles”, propuso.
Escenario regional

Lo cierto es que frente a la pandemia y las necesidades de información confiable, distintos gobiernos de la región han promovido medidas que otorgan beneficios a los medios privados pero no en el sentido que proponían los Relatores, como del derecho a la libertad de expresión o garantía del para los trabajadores, sino para proteger su negocio en un contexto de excepción.

En este sentido se identifican al menos tres tipos de prácticas en la región vinculadas a la libertad de expresión y el derecho a la información: la suspensión y despidos en medios de comunicación, las dificultades en el acceso a la información pública y los beneficios directos para las televisoras para paliar sus dificultades económicas.

Suspensión y despidos en medios de comunicación

En Brasil, las empresas de medios fueron beneficiadas con las medidas generales dispuestas para todos los sectores económicos (las Medidas Provisorias 927 y 936), que permiten la suspensión de contratos de trabajo y la reducción de salarios.

Consultado por Observacom, Jonas Valente, investigador del Laboratorio de Políticas de Comunicación de la Universidad de Brasilia (UnB), señaló que a partir de esas medidas, “el Grupo Estado, que edita el periódico Estado de Sao Paulo y opera sitios de Internet, anunció a sus trabajadores que reducirá sus salarios en un 25%. Por su parte, Record, la segunda mayor red de TV del país, también está haciendo eso”.

A diferencia del caso de Brasil, en otros países las decisiones adoptadas por los medios de comunicación son por acción propia y no se encuentran enmarcadas, o incluso contravienen, disposiciones oficiales.

Por ejemplo, en Argentina, el presidente Alberto Fernández emitió el decreto 329/2020, que prohíbe “las suspensiones por las causales de fuerza mayor o falta o disminución de trabajo por el plazo de 60 días”. No obstante, el Sindicado de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa) denunció que los dueños de la editorial Publiexpress, que edita distintas revistas de gran tirada, han despedido a algunos de sus trabajadores.

“La empresa alega problemas económicos, sin embargo acaba de ganar una licitación de casi 24 millones de pesos [US$ 300 mil] para imprimir miles de cuadernillos educativos y culturales que el Ministerio de Educación encargó en el marco de la problemática por el Covid-19”, señala el comunicado.
En el caso de Uruguay, no hay definiciones oficiales, pero la Asociación de Prensa Uruguaya (APU) reportó más de 200 casos de periodistas despedidos en medios escritos, radiales y televisivos.

También se registraron casos de despidos, suspensiones y recortes salariales en Paraguay, Panamá, El Salvador y Chile, de acuerdo con el último relevamiento de la Federación Internacional de Periodistas.

Acceso a la información pública y desinformación sobre COVID-19

Otra de las situaciones que ha generado especial preocupación por parte de la Relatoría de Libertad de Expresión de la CIDH tiene que ver con las carencias o la falta de información oficial sobre la pandemia, así como aquellos proyectos o medidas regulatorias que establecen sanciones penales por desinformar en este contexto.

Respecto de lo primero, falta de información oficial, en Uruguay suenan aletas ante los vacíos en la información que proporciona el gobierno sobre el COVID 19. El gobierno de Lacalle Pou no ofrece datos discriminados por edad y sexo, ni comunica casos sospechosos, de acuerdo con La Diaria.
En el caso de Guatemala, el Relator de la CIDH manifestó preocupación a través de su cuenta de Twitter, por la información parcial que brinda el gobierno sobre la pandemia.

Al respecto, la Procuraduría de los Derechos Humanos emitió un comunicado en el que recomienda que periodistas y medios puedan acceder a información para ejercer su función oportunamente, así como para que cuenten con libre acceso a las fuentes y datos sobre los casos.

En Bolivia y Paraguay, tanto la Relatoría como organizaciones de sociedad civil alertaron sobre los riesgos de penalizar a las personas por la desinformación.

Respecto de Bolivia, mediante el Decreto Supremo 4200 se establece en el artículo 13.II que las “personas que inciten el incumplimiento del presente Decreto Supremo o desinformen o generen incertidumbre a la población, serán sujeto de denuncia penal por la comisión de delitos contra la salud pública”.

Al respecto, la Relatoría de Libertad de Expresión hizo un llamado al gobierno interino de Bolivia para dejar sin efecto la normativa, que considera que establece una “figura amplia y vaga que amenaza la crítica de políticas o información periodística…no cumple con el principio de legalidad y no se ajusta al interés imperioso de proteger la salud”. Además, la Relatoría señala que “es desproporcionado uso del derecho penal para criminalizar expresiones de interés público”.
En el caso de Paraguay, en el Congreso comenzó a tramitarse un proyecto de Ley que establecía sanciones a quienes difundan «informaciones falsas» durante la pandemia de COVID-19, lo cual motivó un pedido de la organización TEDIC al Congreso para que lo rechace por considerar que pone en riesgo la libertad de expresión. La iniciativa fue retirada finalmente.

Beneficios a las televisoras comerciales

El contexto de pandemia también propició el escenario para que las televisoras privadas obtengan una serie de beneficios otorgados por el gobierno.

En Brasil, una medida específica para la industria televisiva que adoptó el gobierno de Jair Bolsonaro fue habilitar a los grupos mediáticos a hacer multiprogramación en TV digital, mediante el decreto presidencial 10.312 del 4 de abril de 2020.

“La multiprogramación estaba prohibida en el país… fue permitida bajo la justificación que servirá para la transmisión de clases para los alumnos que están en sus casas. Pero no sabemos si eso será realmente utilizado por las emisoras ya que Globo siempre se opuso a la multiprogramación, solo Band y Record, apoyaban eso”, explicó a Observacom el investigador Jonas Valente.

En Perú, medios y gobiernos han emprendido una serie de negociaciones. Las televisoras intentaron, aún sin éxito, vender programas educativos al gobierno y le pidieron que los auxilie para conseguir pauta, incluso demandando el pago por las campañas de bien público. Mientras, expertos exigen que se aplique la Ley de Radio y Televisión para que obligar a los canales a pasar dos horas de contenidos educativos.

En México, Andrés Manuel López Obrador anunció que devolverá a los concesionarios de radio y TV los minutos de uso gratuito que por ley éstos deben otorgar al Estado, para que puedan comercializarlos. La medida generó el rechazo de la Asociación Mexicana de Derecho a la Comunicación (AMEDI), que consideró que es una amenaza al derecho a la información y un intento de los empresarios del sector para anteponer criterios de rentabilidad al interés público en un momento en el que el Estado precisa su máxima capacidad para comunicar mensajes de salud pública.

Por último, vale mencionar el caso de Colombia donde el presidente Iván Duque decidió por medio del decreto 516 de 2020 reducir el porcentaje asignado a producciones nacionales en TV abierta al 20% como respuesta a la crisis sanitaria por la expansión de COVID19, lo que generó descontento en la Asociación Colombiana de Actores (ACA) y de la Asociación Colombiana de Trabajadores de la Industria Audiovisual (ACTV), que consideraron que la medida desincentiva la producción nacional.

Frente a todo este panorama, la pandemia aparece como el escenario en el que la relación entre medios y gobiernos responde más a intereses comerciales y/o políticos, en detrimento de satisfacer las necesidades de interés público que el escenario de excepcionalidad demanda.

Ana Bizberge /Editora de contenidos de Observacom
COMCOSUR AL DÍA / AÑO 21 / Nº 2246 / miércoles 22.04.2020
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4) OFENSIVA DEL CAPITAL

José Antonio Rocca, segunda quincena, abril de 2020

El número de asalariados en seguro de paro y cesados en general se agiganta en Uruguay y en el mundo. Además gran cantidad de trabajadores por cuenta propia se encuentran sin demanda para sus servicios y mercancías. Sus brazos se suman a la parálisis económica.

La epidemia del coronavirus ha acentuado los niveles de crisis. El mayor aislamiento y la consiguiente reducción tanto de la demanda interna como internacional profundizan dificultades económicas. Diversas empresas reducen personal.

Además la oportunidad ha sido aprovechada por sectores del capital ubicados en rubros que no han sido prácticamente afectados e incluso beneficiados por la coyuntura para reducir plantillas de trabajadores.

Las consecuencias son y serán graves. En lo inmediato sectores populares con ingresos menguados, cadenas de producción interrumpidas, costos de grandes empresas transferidos al sector público.

A futuro, menor poder negociador de los asalariados, descenso de consumos básicos, déficit creciente del Estado, servicios públicos recortados. Probablemente mayores tributos sobre el pueblo.

El gobierno ha instrumentado el denominado “fondo coronavirus”, para financiar medidas sanitarias y realizar una tibia asistencia a sectores muy carenciados. Grandes banqueros, latifundistas, empresarios, son “exonerados” de aportes. Eventualmente el concepto de “caridad” sustituye a la discusión sobre tributación.

Los argumentos oficiales para privilegiar a privilegiados reiteran la pobreza habitual del neoliberalismo.

En primera instancia dijeron que el “sector privado” estaba realizando el “ajuste”. Pretendiendo poner en la misma bolsa a grandes capitales financieros, “sojeros”, monocultivos de eucaliptos con los trabajadores desocupados.

Fue tan burdo, que reflotaron otro mito en el que ya no creen ni sus inventores. El que el gran capital llena la copa que derrama beneficiando a todos. “es el que va a hacer fuerza a la salida de la crisis“.

Acreedores de deuda, especuladores financieros, grandes terratenientes no incrementan el producto material. Las cadenas sojeras, del eucalipto están en manos de grandes capitales foráneos y su nivel de actividad no depende ni mínimamente de los tributos a pagar al Estado. Además generan muy poco empleo en relación a su producción.

La conclusión oficial es no cobrarles nuevos impuestos. En ese caso ¿quedarían sin rentabilidad o recursos para invertir? Mientras tanto obtienen enormes ganancias y las transfieren al exterior.

El presidente los comparó con el malla oro de una carrera ciclística, que en su versión impulsa al pelotón. Más allá que en general el que “tira” es el equipo, la imagen que se me ocurre es que los líderes de esta carrera, corren con bicicleta a motor para distanciarse de los otros competidores que usan bicicletas viejas con cubiertas pinchadas.

Y el gobierno les aumenta la carga que les quita a los que van adelante.

Gotitas de economía

Los datos oficiales sobre el IPC registran para los tres primeros meses del año 2020 incrementos superiores al 4%.

Y falta contabilizar los fuertes aumentos de tarifas de energía eléctrica, agua potable, comunicaciones desde comienzos de abril. El poder de compra de los salarios continúa su descenso. Para quienes no perdieron su empleo.

Se acabó el plazo previsto en el contrato entre ROU y UPM para renegociarlo por razones de fuerza mayor y el gobierno nada. Para respetar el contrato, según dice.

Los trabajadores de la construcción vuelven a las obras. Incluyendo desplazamientos de trabajadores para la zonas de construcción de las vías del tren y la planta para UPM 2. El rigor de la cuarentena parece que depende de las necesidades del capital. En especial del extranjero.

Acuerdos de producción de petróleo entre Arabia Saudí, Rusia y Estados Unidos procuran estabilizar los precios del producto. La demanda cae por la crisis. Será como la letra del tango ¿Hoy un juramento mañana una traición?

El patrimonio de las 26 personas más ricas del mundo equivale a la de 3800 millones de pobres (i). ¿Qué hacen con eso? ¿Para qué les sirve tanta guita?

Nota:
(i) Datos de rt News, tomados de Forbes

José Antonio Rocca /La economía de a pie
COMCOSUR AL DÍA / AÑO 21 / Nº 2246 / miércoles 22.04.2020
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5) LUIS ERNESTO SABINI FERNÁNDEZ: “EL CAPITALISMO GENERÓ MUCHA VORACIDAD”

Uruguayo nacido y criado, de 83 años, Luis Ernesto Sabini Fernández es escritor especializado en temas ecológicos y sobre el conflicto palestino-israelí, problemáticas sobre las que publicó numerosos artículos y varios libros. Se desempeña además como editor, corrector y traductor. En esta conversación mantenida con él se abordan diversos temas que aparecen en su obra Futuros: contra una visión autoindulgente del desastre planetario, una compilación de textos en los que desarrolla tópicos que van desde el imperio del plástico en nuestras sociedades de consumo y la generación de basura en proporciones jamás conocidas, hasta la cuestión alimentaria y el calentamiento global, entre otros.

Por Alexis Rasftopolo (1)
Fotos, Ana Victoria Espinoza (2)

1. Es la mañana del sábado. Luis Sabini está en el patio de su casa, en Piriápolis, revisando un pequeño dispositivo de riego para ponerlo a funcionar. Mientras conversamos, observa el parral en el que van asomando los primeros racimos de uvas, y por el que, a través de sus hojas, se contempla fragmentariamente el cielo desembarazado de nubes. Verlo allí, al lado de las uvas, me lleva a evocar el pasaje que Eduardo Galeano, su compañero de trabajo en los tiempos de la revista Crisis, en Buenos Aires, escribió sobre él luego de que fuera detenido-desaparecido. Era diciembre de 1975: «Luis Sabini, jefe de producción de la revista, ha desaparecido. Tenemos la esperanza de que esté preso, pero la policía lo niega. Fico [Vogelius] y Anibal [Ford] han revuelto cielo y tierra. Hace más de una semana y no tenemos novedades.

A veces, por las noches, después del trabajo, Luis se demoraba hablándome del padre, que había llegado a Montevideo desde una aldea de Parma que tenía cien casas y una iglesia.

Cuando Luis era chiquito, hacían vino en su casa de Montevideo. Aplastaban las uvas con los pies descalzos, y el mosto les llegaba hasta los muslos. Se emborrachaban todos por culpa de los vapores. La luna decidía cuándo se hacía el trasiego entre las bordalesas de roble.

Cada vino tenía un nombre. Bésame y verás era el rosado fuerte; Negro loco, el vino de mesa; Grignolino, el tinto, tan espeso que metías una cucharita y se quedaba clavada”. (3)

Corrían, por entonces, los tiempos vertiginosos y violentos en los que los grupos de tareas de las dictaduras en América Latina imponían, a sangre y fuego, la pedagogía de la muerte como piedra de toque para contrarrestar la lucha de las organizaciones y sectores políticos, obrero-estudiantiles, intelectuales y populares que intentaban bregar por un mundo distinto frente a la hostilidad del capitalismo imperialista y sus complicidades existentes al interior de cada país.

Años después, ese modus operandi que configuró la “miseria planificada” en estas latitudes fue denunciado tempranamente, entre otros, por Rodolfo Walsh, en su Carta abierta a la junta militar. (4)

Luis finalmente fue legalizado y expulsado de la Argentina en 1977, iniciando los tiempos del exilio en Suecia, junto a la socióloga Marta Fraga, su compañera.

2. Actualmente tiene 83 años, es escritor especializado en temas ecológicos y sobre el conflicto palestino-israelí, problemáticas sobre las que publicó numerosos artículos y varios libros. Se desempeña además como editor, corrector y traductor. Estudió filosofía en sus años mozos en la Universidad de La República, en su país natal, hasta que la dictadura en el Uruguay lo forzó a cruzar el charco. Colaboró en el semanario Marcha, en Brecha, y en las revistas Humor,
El Porteño y Crisis, además de otras colaboraciones efectuadas en medios escandinavos y de otros lugares de Europa. También en Buenos Aires editó trece números de una revista que llamó Futuros del planeta, la sociedad, y cada uno, y formó parte de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la UBA, junto a Osvaldo Bayer.

En el fondo, Luis Ernesto Sabini Fernández es un interesado por la dimensión política a la que llega a través de disímiles derroteros temáticos. Un poco movido por la coyuntura actual, es inexorable anclar nuestra conversación en una de sus obras: “Futuros: contra una visión autoindulgente del desastre planetario” (5), una compilación de textos suyos en los que desarrolla tópicos que van desde el imperio del plástico en nuestras sociedades de consumo y la generación de basura en proporciones jamás conocidas, la cuestión alimentaria, los transgénicos, la minería, el despliegue tecnocientífico y el calentamiento global.

3. Le preguntamos cómo comenzó a interesarse por los temas ecológicos, medioambientales, por la cuestión alimentaria…El interrogante le trae reminiscencias de su temprana juventud: “Un dato que creo podría ser significativo al respecto es que en casa trabajábamos todos a partir de que mi viejo traía envases para sal y adminículos plásticos, por ejemplo espadines para copetín para embolsar, para algunas empresas. Eran cajas enormes y la mano de obra era familiar, mis viejos mi hermana y yo. Y con los espadines sucedía que cuando eran verdes me quedaban las yemas de los dedos verdes, cuando eran rojos me quedaban rojos y además ligeramente aceitosos…; esos pequeños objetos plásticos largaban una sustancia y un color… Y después se usaban para comer, se los ponían en la boca, me parecía terrible”.

Otra experiencia que también lo marcó al respecto es la que narra en su libro, en una nota al pie: “A punto de tomar un café con leche caliente en la época en que todavía consumía dulces en envases plásticos, al interrumpir el teléfono, no tuve mejor ocurrencia que tapar mi taza humeante con la tapa de poliestireno de un dulce de leche. Cuando vuelvo, un par de minutos después, el olor desagradabilísimo a plástico “quemado” me reveló el festín de moléculas de PES que debían andar por el aire, fuera de la taza, hasta mi nariz, dentro de la taza…”(6)

La cuestión es que Luis le tomó una resistencia enorme a esa manipulación de los plásticos vinculada con los alimentos, con la comida. En ese temprano interés por dichos temas también influyó su amor a la naturaleza, a los animales, y a la humanidad, más allá de las complejidades y contradicciones que la caracterizan.

4. Ocho años después de la aparición de “Futuros…” ¿qué análisis hacés de la situación actual en torno a los asuntos que abordás en ese libro?

“Por un lado la cuestión ecológica está cada vez más presente y además insoslayable porque me parece que ya no hay forma de ignorarlo, puesto que está latente de distintas formas, por todos lados. Fijate que la palabra que más se empezó a usar hace algunos meses es “microplásticos”, cuando en realidad los microplásticos están hace décadas en el agua, haciendo un daño absolutamente desconocido, no sabemos cuál es su dimensión…

Hace unos años hubo un experimento realizado con anchoas por parte de un equipo investigador coordinado por Matthew Savoca (7) que se plantearon probar si el olor a plástico tenía o no algún tipo de efecto en el comportamiento de los peces.

Dividieron un plantel de anchoas en cuatro estanques; el primero con agua salada natural y los otros tres con diversos estímulos de prueba: agua con plástico recién incorporado, agua con plástico con larga permanencia en el agua y finalmente, el cuarto, agua con krill; un manjar para anchoas.

Por cierto en el cuarto estanque, las anchoas se desesperaban estimuladas por el perfume de krill. Era previsible. En el primer estanque, el comportamiento de las anchoas fue normal; en el segundo estanque, con plástico recién incorporado al agua, “no pasaba nada”, pero en el tercero, con plástico con larga estadía en el agua, las anchoas reaccionaban con similar vehemencia que con el agua “con” krill.

Encontraron que la diferencia con el plástico instalado en el agua durante cierto tiempo es que se había recubierto con pequeños microorganismos oceánicos en un proceso conocido como biofouling. Los plásticos viejos que están semanas, meses o años en el agua generan esa atracción mediante la adherencia de microorganismos que son atractivos para las anchoas.

Todo eso tiene efectos perniciosos incalculables: es todo el mar océano, todo el planeta que está así… Después lo que hay es un intento del sistema establecido de minimizar la cuestión o de decir ´la solución está acá´, en cualquier atajo…
Pienso que la problemática de la contaminación está cada vez más presente y eso es positivo. Por otro lado, y para seguir con el ejemplo, sucede que no es tan sencillo hacer un análisis al respecto porque si bien los efectos de la acumulación de plástico y sus consecuencias en materia de daño ecológico son inocultables e incalculables, también es cierto que las sociedades han encontrado “mejoras” con la implementación del plástico. De modo que no se trata de sostener que todo es blanco o todo es negro, que es lo que quieren algunos… Fijate el caso de Trump y los tipos que están con él que dicen que no existe el cambio climático, que no existe el calentamiento global…es medio insostenible esa perspectiva.

Curiosamente desde izquierda algunas veces se hacen este tipo de planteos señalando, pongamos por caso, que el calentamiento global no es nada más que una coartada para permitir a los grandes núcleos de poder, que indudablemente existen en el planeta, de controlar a la población y achicarla. Como somos demasiados tenemos que ser menos. Es delicado sostener eso, es como tomar dos problemas y juntarlos y plantear que uno es la solución del otro. Son dos grandes problemas, pero no están así tan relacionados como se intenta señalar en este caso.

El calentamiento global es producto de un manejo muy irresponsable y bastante agresivo contra la naturaleza de parte del capitalismo en auge”.

5. En varias ocasiones Sabini planteó que durante mucho tiempo, bien entrado el siglo pasado, la temática ecológica y los efectos de la contaminación fueron totalmente pasados por alto en las agendas de los principales aspectos a atender por parte de los países y sus políticas. Yuxtapuesto a esto la generación de basura en las sociedades actuales ha llegado a un punto sin precedentes en la historia de la humanidad.

Señaló también que, a su juicio, no se está abordando el núcleo del problema que está vinculado al paradigma productivo dentro de la lógica capitalista, que lleva la cultura del consumo al paroxismo.

Frente a estas apreciaciones es urgente plantearse una pregunta: ¿cómo transformar esta matriz productiva que implica nada más ni nada menos que contrarrestar el corazón mismo de esta racionalidad capitalista?
Sabini: “con la modernización vinieron un montón de ventajas enormes pero vinieron una serie de secuelas más o menos impensadas…; durante mucho tiempo se las negó, se las ignoró, no se las dimensionó… Hoy en día ya es imposible eso… Y bueno, frente a esto están los que quieren acelerar la tecnocratización para solucionarlo todo, que es lo que llamaría el “optimismo tecnológico” –mucha gente de izquierda tiene este planteo y gente de derecha también-; los suecos, por ejemplo, han llegado a la conclusión de que la basura es buena porque la pueden convertir en energía. Han logrado seguramente muy buenos filtros porque el gran problema con la combustión era el estropicio en el aire.

Yo estuve en Alemania en la década del 80´cuando se empezó a hacer plantas de energía para tratar la basura y, realmente, más vale convenía vivir muy lejos de ahí porque era una cosa dantesca, todo alrededor del establecimiento era una especie de enorme campana de aire rojo a raíz de la incineración y las emisiones de gases y componentes tóxicos que se emanaban, era brutal… Veías eso y pensabas que esa gente en pocos años están con cáncer… Era perceptible a la vista. Pues bien, ese proceso habrá mejorado muchísimo para que no se escapen ni siquiera nanogramos de dioxinas y de compuestos químicos tóxicos, tratando de envenenar cada vez menos.

Pero el tema es que esa es una solución dentro de la misma idea del desarrollo tecnológico. La pregunta es si el planeta es viable con este tipo de soluciones.

Yo lo que veo es que la vida del planeta, lo que vendría a ser la biosfera está muy debilitada, está muy arruinada a causa del avance exacerbadamente irresponsable de la tecnoesfera. El estado de la naturaleza es terrible… ¿Puede aguantar el planeta así? Para Andrew Kimbrell entre la biosfera y la tecnosfera está la sociosfera el desarrollo histórico de la sociedad humana y, entiende que, con la tecnocratizaciòn galopante, no sólo está disminuyendo la biosfera sino también la sociosfera, lo cual significa que nuestra tecnosfera se asienta sobre bases que están desapareciendo…”

Se me viene a la memoria ese pasaje de Mahatma Gandhi que citás en la introducción de tu libro: “la tierra provee lo necesario para atender las necesidades de todos los seres humanos, pero no para su voracidad”, y que viene a cuento a propósito de tus observaciones sobre lo que señalás como el “despilfarro planetario…”

“Ciertamente… El capitalismo generó mucha voracidad… Hay otro filósofo, Lynn White (8), que sostiene que el paganismo tenía una unión enorme con la naturaleza y el cristianismo rompe con eso. Un ejemplo de ello puede observarse en los procesos de colonización, por ejemplo de América, pero podría ser en otro continente, donde las distintas etnias, pueblos, tenían una relación íntima entrelazada con todo lo viviente; los árboles, los animales, con la naturaleza, contraria, en general, a la perspectiva de los colonizadores que mandaban a levantar sus templos derribando árboles y demás para construirlos, lo que implicaba establecer una relación de dominación, de manipulación de la naturaleza, por ejemplo… Entonces el paganismo era el mal para el cristianismo pero a la vez era el amor a la naturaleza.

Y con el ingreso al capitalismo, grosso modo, se produce la pérdida de ese amor… no hay amor: vamos al despojo. Y se nota mucho no solo sobre la naturaleza, sino también sobre los pueblos colonizados, sobre los otros”.

Recuerdo también tu tesis sobre que lo que se ha ganado en avance técnico en las sociedades modernas se perdió en sentido común, y esta constatación de que la sociedad industrial ha posibilitado tornar perceptible determinados fenómenos, procesos o problemáticas que eran lejanas o difíciles de escudriñar, pero nos encegueció en otros aspectos más bien cercanos, de sentido práctico que las sociedades tradicionales si los consideraban…

“Exacto…ese es el problema…”

6. A lo largo de tu obra se evidencia un esfuerzo, un intento de contribuir en problematizar todos estos aspectos e intentar aportar hacia un cambio de paradigma, tratando de no renunciar a un mundo mejor… ¿qué ejemplos te parecen significativos a tu modo de ver, que intentan contrarrestar este estado de cosas donde está imperando la política de la muerte, la destrucción del planeta, de lo viviente…

“Todos los intentos de agroecología, de cultura orgánica, por ejemplo, van tratando de hacer otra cosa, muchas veces de manera reactiva. Me parece muy importante lo que se generó en Argentina con la red de médicos de pueblos fumigados, pero es cierto que se generó sobre la base de un hecho terrible, los pueblos fumigados… no obstante hay una reacción contra eso, y esa reacción genera cosas nuevas, genera otras actitudes.

Yo me pongo muy contento cuando me encuentro aquí en el Uruguay con algunos agricultores orgánicos… y en Argentina lo mismo; me he encontrado con tipos que son apicultores y tienen problemas porque cada vez que hay fumigaciones se quedan sin abejas… ¿sabés lo que es eso?, tenés que empezar otra vez… es un mito de Sísifo terrible…

Es una lucha muy brava, pero yo he encontrado gente y espacios colectivos en los que se trata de hacer las cosas muy tenazmente y de manera distinta”.

Luis Sabini mantiene su confianza en torno a las acciones populares colectivas y desde abajo, frente a la evidencia de que los gobiernos tanto del Uruguay o de la Argentina no se han mostrado demasiado interesados en abordar las problemáticas socio-ambientales y ecológicas con seriedad.
A propósito, en la introducción de “Futuros…” evoca una observación del grupo Ecos de Saladillos quienes plantean lo siguiente: “Si los que se llaman líderes del mundo no han logrado acuerdos significativos que disminuyan los riesgos de catástrofes ambientales para la humanidad toda, es porque los pueblos, desde abajo, aún no hemos plasmado en organización nuestra aspiración de un mundo sano y saludable”. (9)

En uno de sus últimos artículos (10) vuelve a incursionar en varios de los temas que aparecen en “Futuros…”, poniendo en evidencia una vez más y entre otras cosas los riesgos del negocio agroindustrial, la contaminación, el calentamiento global y el afán de lucro descarnado que encuentra en el auge del veganismo una vía para legitimar sus propuestas y productos, basados en la cultura de la góndola y que, como consecuencia, configura un escenario cada vez más lúgubre de un mundo mercantilizado hasta en sus más impensadas dimensiones, en medio de colosales catástrofes ambientales. Valga explicitar un fragmento: “…Si alguna prueba necesitábamos de la peligrosidad de las góndolas, del mundo servido en bandeja y con trabajo escondido, altamente automatizado, las estamos teniendo por doquier: la generación de alimentos mediante una agricultura basada en venenos; la contaminación de todo el mar océano planetario con los plásticos; la presencia cada vez más amenazadora de los incendios, antes en California, Portugal o Brasil, ahora en Australia (…)” (11)

Y concluye diciendo: “La mesa está servida. Pero con la guerra en el plato”(12)

Notas:
1 Doctor en Comunicación Social. Docente. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Misiones (FHCS-UNaM).
2 Licenciada en Comunicación Social. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Realizadora Audiovisual.
3 Galeano, Eduardo (1984) Días y noches de amor y de guerra. Buenos Aires: Catálogos. p. 98. El agregado entre paréntesis es nuestro.
4 Walsh, Rodolfo. ([1977] 2015) “Carta abierta de Rodolfo Walsh a la junta militar”. En: Walsh, R. El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953-1977). Buenos Aires: Ediciones de la flor; pp. 429-438.
5 Con prólogo de Osvaldo Bayer, fue editado por CICCUS, en 2012.
6 Sabini Fernández, Luis E. “La pesadilla que la industria petroquímica sigue viendo maravilla”. En Sabini Fernández, Luis E (2012) Futuros: contra una visión autoindulgente del desastre planetario. Buenos Aires: CICCUS; p. 145.
7 Véase, al respecto: Rogers, Kaleigh: «Estamos comiendo pescado, que está comiendo plástico, que huele a comida». Publicada originariamente en inglès en: «Motherboard», 15 agosto 2017. Disponible en: www.vice.com/en_us/article/kzzw93/were-eating-fish-that-are-eating-plastic-that-smells-like-food
8 Al respecto, Véase: “Historical Roots of our ecological crisis”, Science, N°3767, 1967
9 Sabini Fernandez, Luis E., op cit, p. 12.
10 Sabini Fernandez Luis, E.: “Agroindustria, contaminación generalizada, alimentación vegana, lucro y calentamiento global: un plato indigesto”. Disponible en: revistafuturos.noblogs.org/ 19 enero, 2020.
11 Idem.
12 Idem.

Alexis Rasftopolo /Uypress
COMCOSUR AL DÍA / AÑO 21 / Nº 2246 / miércoles 22.04.2020
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“La izquierda no puede pensar sólo en ganar elecciones. Necesita tener como meta fundamental organizar al pueblo, y recuperar la hegemonía de las ideas de la clase obrera en la sociedad. Recuperar los valores humanistas y socialistas, y practicarlos, como la solidaridad, la defensa de la justicia social y la igualdad entre todos los seres humanos.”
Joao Pedro Stedile – MST (Brasil)
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